1. INTRODUCCIÓN
Hoy en día resultaría poco convincente argumentar en contra de la idea de que los medios de comunicación no poseen un papel importante como proveedor de información y modelo social. Como fuente primaria de información, ejercen también una fuerte influencia sobre las creencias, actitudes y comportamientos de los individuos, especialmente para aquellos que no tienen un amplio acceso a otro tipo de información. No obstante, las noticias no reflejan el mundo como si fuera un espejo, como a menudo afirman los periodistas ni tampoco construyen simplemente una imagen de lo real, como lo han sugerido los críticos desde Lippmann (2003). En efecto, las noticias tienen sentido dentro de un contexto social: si actúan como un espejo, reflejan las preocupaciones dentro de la sociedad, y cuando construyen una imagen del mundo, suele estar muy cercana respecto de lo que los miembros de esa sociedad ya conocen.
Esto funciona así en el caso de las representaciones de género de diversa índole. En el caso peruano, dichas construcciones han repercutido tanto en las actitudes personales de los lectores frente a esta identidad estigmatizada, como en el clima social y político general, ya que los medios (junto con otras instituciones sociales) moldean el entorno y el marco mental que empleamos cuando se toma en cuenta un concepto específico. Es importante comprender que los medios no actúan como un simple espejo de la realidad, sino que construyen diversas formas de interpretarla. Ese mundo material no debe equipararse con el proceso simbólico a través del cual operan las representaciones, los significados y el lenguaje. El significado es una construcción social que no existe fuera del tiempo o la historia; no es inherente a un objeto, persona o evento per se y nunca puede ser definido, aunque siempre está abierto a cambios. Para entender el significado, uno debe participar activamente en el proceso de interpretación. Así, Hall estaba en lo correcto al afirmar que:
Hay un constante deslizamiento de sentido en toda interpretación, un margen -algo en exceso de lo que queremos decir- mediante el cual otros sentidos hacen sombra a la afirmación o el texto, y otras asociaciones despiertan, dando giros inesperados a lo que queríamos decir. (2010, p. 460)
A lo largo de este estudio, queremos comprobar hasta qué punto las representaciones de los medios son importantes para la configuración y legitimación de las identidades, en específico al analizar el caso de dos crónicas peruanas. Edward M. Alwood, autor de Straight News: Gays, Lesbians, and the News Media (1996), un trabajo sobre las representaciones mediáticas de la homosexualidad en Estados Unidos sostiene que la objetividad no existe y que los periodistas piensan que pueden dejar de lado sus prejuicios y estereotipos y comunicar la verdad (e incluso imaginando saber cuál es dicha verdad). Pero la mayoría de las cosas que vemos son el resultado del largo proceso de filtrado que determina qué se convertirá en noticia. En el curso de este proceso, la suposición de lo «heterosexual» o la heteronormatividad se han convertido en la perspectiva fundamental de las noticias. Por ello, es crucial reflexionar sobre el hecho de que nuestra identidad se forma a través de discursos y representaciones a las que estamos expuestos. Para comprender nuestra identidad, necesitamos interpretar los textos que producimos, en los que vemos nuestras imágenes y a través de los cuales podemos lograr esta suerte de autoidentificación.
Brandson y Stafford, por su parte, señalan que los medios de comunicación nos brindan formas de imaginar identidades y grupos particulares que pueden tener efectos materiales sobre cómo las personas experimentan el mundo, y cómo son entendidas, fiscalizadas o quizás golpeadas en la calle por otros (2010, p. 105). Esto se debe en parte a que los medios tienen el poder de volver a presentar, una y otra vez ciertas imágenes o historias. Tal situación puede hacer que parezcan «naturales» o familiares y, por lo tanto, marginar o incluso excluir otras imágenes, lo que las hace desconocidas o amenazantes. Tal énfasis puede evocar la cuestión de quién tiene el poder de hacer estas familiaridades y los agujeros negros en la representación que lo acompañan. Estos autores puntualizan un vínculo entre la frecuencia de aparición de una imagen específica en los textos mediáticos y la respuesta del público con respecto a ella. Si los medios de comunicación regularmente representan a las «personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas» (Cosme et al., 2007, p. 27) como pervertidos sexuales o como una amenaza para, por ejemplo, la nación o la moralidad, esa imagen se vuelve realista para los gays y las lesbianas, particularmente en términos de sus consecuencias, es decir, la respuesta del público.
Refiriéndonos al caso peruano, este problema se ha hecho evidente en las últimas décadas. Al respecto, Cosme et al. (2007) advierten que el discurso de los medios:
es definido por las dinámicas del sistema heteronormativo, cumpliendo un papel decisivo en el orden social, a través de la generación y mantenimiento de centros hegemónicos y periferias, contribuyendo en la construcción, instalación y reproducción -en el universo simbólico- del prejuicio en contra de la población con prácticas corporales no exclusivamente heterosexuales. (p. 35)
Para los objetivos del presente trabajo, entendemos por heteronormatividad a toda una maquinaria social -instituciones, ideologías y discursos- que validan solo un comportamiento heterosexual dentro de la práctica social de los miembros de una colectividad y donde, además, se sostiene que esa orientación no solo resulta lógica, sino que es «lo correcto» (Berland & Warner, 2002, p. 240). En el Perú, sería preciso señalar el carácter homofóbico de la prensa popular al abordar noticias relacionadas a las personas que no se rigen por el patrón heteronormativo.
En los últimos años, diversos trabajos en el Perú (Acosta, 2018; Tirado, 2018; Gallegos, 2019) han optado por dejar de lado el análisis de los medios de comunicación para centrarse en componentes más directos, utilizando técnicas como las entrevistas a profundidad y las historias de vida. Este cambio ha permitido una comprensión más cercana de las experiencias de las personas con prácticas no heterosexuales, aunque ha relegado el estudio del impacto de los medios en la construcción y perpetuación de estigmas. Sin embargo, el estigma que se origina desde los medios de comunicación sigue siendo una realidad que afecta a estas comunidades y merece mayor atención desde la academia. La falta de investigaciones recientes que aborden este tema, en particular desde una perspectiva crítica y amplia, representa una carencia significativa. Por ello, este estudio busca recuperar esta línea de análisis, explorando las posibilidades que ofrecen otros géneros periodísticos, más allá de la tradicional prensa popular, para repensar y problematizar las narrativas mediáticas en torno a las diversidades sexuales.
El presente ensayo examina dos crónicas que se posicionan en contra del estereotipo de una prensa homofóbica y excluyente. Se trata de los trabajos de dos periodistas peruanos: la primera es Gabriela Wiener (Lima, 1975) y la crónica Trans. Wiener es conocida en el medio peruano por sus relatos que giran en torno al mundo de las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas. Ella se preocupa por investigar y narrar la forma de vida de las personas no heterosexuales y, sobre todo, contextualizando sus particulares situaciones de vida. Por ejemplo, Cairati sostiene que sus crónicas «se configuran como un viaje por los bosques ocultos de la humanidad, un recorrido por el mapa de las identidades y de sus modalidades expresivas, con un afán de descubrimiento y disección de esta compleja y caleidoscópica heterogeneidad» (2013, pp. 47-48). Gracias a ese estilo, sus personajes:
se ven enriquecidos por una mayor profundización y contextualización, que incorpora la diversidad de sus experiencias e incluso la complejidad de sus conflictos, que no provienen de alguna esencialidad relacionada con su orientación sexual o identidad de género, sino de su posición frente a un mundo que se evidencia. (Cosme et al., 2007, p. 72).
El segundo ejemplo lo encontramos en Luis Eduardo Miranda (Callao, 1967) y su relato La virgen de La Floral. Miranda es actual periodista del programa de televisión Cuarto Poder (América TV) pero en sus años como redactor de El Comercio (década del 90), pudo escribir una serie de crónicas y, entre ellas, algunas relacionadas con las personas vinculadas al mundo trans. Sobre su trabajo escritural, el propio Miranda ha indicado que, cuando empezó en el periodismo literario, «le [daba] valor a gente de la calle que se las ingeniaba para vivir muchas veces al margen de la ley o rozándola. Pero [los periodistas] lo celebrábamos de buena manera, y con una forma de escribir, novedosa en esa época» (como se cita en Romero, 2019, s/p). Sostiene, en la misma entrevista a propósito de la reedición de su libro El pintor de Lavoes (Colmillo Blanco, 2019), que «los personajes de las páginas policiales se convirtieron en personajes de crónicas. Los marginales se convirtieron en héroes de las crónicas. Eso es también un poco lo que encierra el libro» (como se cita en Romero, 2019, s/p).
En ambos casos, Wiener y Miranda se alejan del estilo enmoquetado del diario popular para ofrecernos, a través de la crónica, un medio para adentrarnos a ese mundo tantas veces vilipendiado y estigmatizado, pero que no deja de reflejar los sueños, fantasmas, y anhelos de personas tan comunes como cualquiera de nosotros. De esta manera, las crónicas nos sitúan en los hechos y nos entregan también unos contextos vivaces de la situación gracias las palabras.
El trabajo consta de tres partes. En la primera se presentan las características de la crónica como género periodístico y sus posibilidades como método de narración que visibiliza aspectos que, en cualquier noticia tradicional, permanecerían fácilmente ignorados. Luego, al proponer el paradigma de la subalternidad como recurso interpretativo, se discute la posibilidad de comparar a las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas con el sujeto subalterno de la teoría poscolonial. Aquí nos interesa discutir si es que la crónica periodística permite, de cierta forma, «hacer hablar al subalterno» (Spivak, 1998) o, de lo contrario, evaluar si solamente reproduce una visión particular del otro desde un lugar de enunciación superior. Por último, discutimos la agencia de las protagonistas de los relatos más allá de sus conflictos en torno a su identidad de género, lo que contribuye a situarlas en un marco más específico que permite, a la vez desnaturalizar los estereotipos referidos a lo trans, ya que las protagonistas de los relatos transitan muchas veces por las mismas dificultades que cualquier persona heterosexual: problemas económicos, violencia de género, amor, fe, entre otros.
2. MARCO TEÓRICO
2.1. LA CRÓNICA PERIODÍSTICA: UN GÉNERO TRANSGRESOR
De acuerdo con Zelizer, los periodistas pueden ser conceptualizados como una «comunidad interpretativa» (2010). Esta idea tiene sus raíces en disciplinas como la antropología, el folklore y los estudios literarios. Definido por Fish como aquellos que producen textos y «determinan la forma de lo que se lee» (1980, p. 171), la comunidad interpretativa es un grupo que desarrolla estrategias interpretativas compartidas para dar sentido al mundo. Siguiendo esta lógica, Zelizer se pregunta, «¿Qué se necesita para crear y mantener una comunidad?» (p. 181). Ella misma se cuestiona: el periodismo ha sufrido múltiples cambios, se ha vuelto más inestable financieramente, más abierto a modos alternativos de recopilación de noticias, más diversificado entre tareas, organización de noticias y medio, más global y receptivo a la participación de ciudadanos privados. Entonces, ¿qué impacto han generado estos cambios en el periodismo y el entorno de información más amplio en el establecimiento de periodistas como comunidades interpretativas? ¿Han socavado o apoyado los poderes interpretativos de los periodistas como los hemos considerado hasta ahora?
Los periodistas han respondido a sus circunstancias cambiantes mediante la elaboración de ajustes tanto en sus rutinas de redacción de noticias como en sus estrategias interpretativas para mantener intacta la comunidad periodística (Zelizer, 2010, p. 181). Al hacerlo, se mantiene la relevancia de la interpretación colectiva en la configuración de lo que realizan los periodistas, la relevancia de su discurso y sus narraciones al hacerlo, y el impacto de sus contactos informales, a pesar de que su centralidad, exclusividad, singularidad y certeza profesional han disminuido. Las estrategias de análisis y las comunidades que las validan destacan la manera en que la creación colectiva de significados une a los periodistas en su labor y otorga relevancia y autoridad al ejercicio periodístico. En efecto, considerar a los periodistas como una comunidad interpretativa implica reconocer que su saber y posicionamiento como grupo se fundamentan en interpretaciones colectivas. Estas últimas se construyen a través de diversos canales, como la cobertura de noticias, las conversaciones informales, las revistas profesionales, las reuniones laborales, las autobiografías, las memorias, las entrevistas en programas de televisión o las retrospectivas mediáticas. En conjunto, dichos elementos consolidan una comunidad que refleja sus prioridades y valores en la elaboración de noticias.
Respecto a los géneros periodísticos, estos son categorías o formas específicas a través de las cuales se estructura y se presenta el contenido en los medios de comunicación. Salaverría y Cores (2005) advierten que estos géneros ayudan a organizar la información de manera que sea accesible y comprensible para el público, y generalmente se dividen en tres grandes grupos: informativos, opinativos y mixtos. Los géneros informativos, como la noticia y el reportaje, están destinados a informar al público de los hechos con precisión y sin la inclusión de opiniones del autor. Por otro lado, los géneros opinativos, como el editorial y la columna, ofrecen interpretaciones y juicios sobre la actualidad, lo que refleja una perspectiva más subjetiva. Los géneros mixtos, como la crónica, combinan elementos de los géneros informativos y opinativos, hecho que proporciona un relato detallado de los eventos mientras se permite cierta interpretación personal. Así, Salaverría y Cores (2005) explican cómo estos han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías y a las expectativas cambiantes del público, situación que evidencia su crucial papel en la configuración de la opinión pública y en la mediación entre los hechos y los lectores.
Ahora bien, en los textos periodísticos analizados, se deja a un lado el ideal de objetividad que toda forma de periodismo -se suele postular- debería buscar (Kovach & Rosenstiel, 2012). Sin embargo, la crónica se rebela contra esa vieja directriz. Desde los primeros ciclos de los estudios universitarios, las facultades de comunicación se empeñan en enseñar a los alumnos los tres principales objetivos del periodismo: informar, entretener y educar. Esto lo comprobamos a diario en los medios de comunicación peruanos, pues en ellos se prioriza el entretenimiento muy por delante de la información (Waisbord, 2000). Es así como, teniendo en cuenta la función social que debiera primar en el periodismo, la crónica se convierte en una herramienta fundamental para que las personas accedan a una realidad distinta, muchas veces desconocida, y a través de la cual se puedan integrar más a sus sociedades, pensarlas, y adquirir capacidades poder transformarla. Se dice que el periodista pone en vitrina los hechos y no los juzga: de eso se encargan los lectores. No obstante, si hay un espacio donde se pongan en cuestionamiento estos principios rectores del periodismo es justamente en el ejercicio de la crónica.
Refiriéndonos al caso de la crónica, Salas (2003, p. 81) explica que, en la actualidad, en el medio periodístico, la palabra «crónica» se aplica como nombre genérico para todo acontecimiento, y basta adjetivarla para establecer su especificidad: crónica política, social, deportiva, judicial, científica, etc. La crónica periodística es, en su más amplio sentido, la agenda de los hechos que acontecen en un espacio de tiempo y/o lugar. Por su parte, Jaramillo ha argumentado que «la crónica periodística es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en Latinoamérica» (2012, p. 11). En su Antología de crónica latinoamericana actual, propone una definición de este género: «la crónica suele ser una narración extensa de un hecho verídico, escrita en primera persona o con una visible participación del yo narrativo, sobre acontecimientos o personas o grupos insólitos, inesperados, marginales, disidentes, o sobre espectáculos o ritos sociales» (p. 25).
La crónica es un género periodístico de tradición añeja en el Perú. En opinión de Bossio, la importante presencia de este género se debe a que este «ha sido el país que mejor ha guardado la tradición de la Crónica de Indias, en la que encontramos ahora la semilla de la nueva raza de cronistas urbanos» (2013, p. 55). Ante todo, por género periodístico debemos entender a «las formas que busca el periodista para expresarse, debiendo hacerlo de modo diferente, según la circunstancia de la noticia, su interés y, sobre todo, el objetivo de su publicación» (Gargurevich, 1990, p. 11). En otras palabras, constituyen un conjunto de conocimientos convencionales útiles -heredados de la tradición- para moldear contenido de interés periodístico. Lo que nos interesa resaltar a lo largo del trabajo es que, contrario a lo que se predica sobre la objetividad en el quehacer periodístico, tanto Wiener como Miranda asumen una posición con respecto a sus relatos: ellos no juzgan negativamente a las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas, sino que los reivindican a través de su pluma y los visibilizan ante la sociedad. Una misión que Caparrós pondera como fundamental en el ejercicio de la crónica periodística: «La información -tal como existe- consiste en decirle a muchísima gente qué le pasa a muy poca: la que tiene poder. La crónica se rebela contra eso -cuando intenta mostrar, en sus historias, la vida de todos, de cualquiera: lo que les pasa a los que también podrían ser sus lectores» (2010, p. 11).
Consideramos relevante que para entender a la crónica es necesario saber y atender al «lugar de enunciación» desde donde escuchamos la voz del otro. Ese otro que viene representado por las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas tiene la posibilidad de articular, a través de la crónica, una voz propia con la cual construir su propio relato. Si bien es cierto que resulta es imposible desprenderse de la carga subjetiva de todo relato periodístico, la posición que asumen los cronistas -en este caso Wiener y Miranda- les da la posibilidad de construir una representación alejada de los prejuicios y estereotipos clásicos de la prensa amarillista. Debido a ello, el asumir un compromiso (una posición) en favor de las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas no debilita a la crónica como historia, por el contrario, la repotencia al lograr (re)descubrir ámbitos de la vida trans tradicionalmente ignorados o estigmatizados por la sociedad heteronormativa.
No obstante, no podemos dejar de lado una cuestión clave en cuanto a este género en particular. En los últimos años, la crónica periodística ha experimentado una notable transformación, por lo que debió adaptarse a los cambios en los patrones de consumo de medios y las plataformas de publicación. Tradicionalmente alojadas en circuitos impresos y revistas especializadas, las crónicas han visto reducido su espacio debido a la reestructuración económica de estos medios, que a su vez enfrentan desafíos financieros significativos en una era dominada por lo digital. Autores como Pavlik (2013) y Salaverría (2016) han identificado cómo la digitalización ha cambiado la estructura de costos y la logística de distribución en el periodismo, de ahí que la situación haya llevado a los medios a priorizar contenido que requiere menos inversión y promete un retorno más rápido y amplio en términos de alcance y engagement. Esta situación ha impactado especialmente a géneros como la crónica, que demanda un tiempo de lectura y una profundidad que contrastan con las preferencias actuales de consumo rápido y superficial. Además, la plataformización del periodismo, señalada por autores como Van Dijck (2016), refleja cómo las plataformas digitales han reformulado la producción y la distribución del contenido periodístico, lo cual favorece a formatos más breves y visuales que se adaptan mejor a las interfaces de redes sociales y sitios web. Consecuentemente, la crónica ha encontrado nuevos hogares en libros y colecciones impresas, así como en sitios web especializados que se dirigen a nichos de lectores más dedicados y entrenados. Estos cambios reflejan una evolución en la relación entre forma, contenido y audiencia, situación que desplaza a la crónica del centro del periodismo masivo hacia la periferia de la práctica periodística contemporánea.
2.2 EL SUJETO SUBALTERNO Y SU REPRESENTACIÓN EN LOS MEDIOS
Los estudios subalternos surgen como una categoría que busca capturar de manera más amplia las relaciones de poder al interior de una sociedad. Tradicionalmente, se ha pensado al subalterno como un sujeto víctima del poder, humillado, reprimido y abyecto. Sin embargo, los debates contemporáneos han superado ya esta visión, pues al hablar de lo subalterno no estamos tratando con una categoría ontológica, sino con una relacional (Bhabha, 2002; Guha, 2002). Es decir, lo que encontramos al interior de las dinámicas nacionales son prácticas subalternizadoras que fijan la posición que asume un sujeto en el orden simbólico establecido en esa sociedad. Por otro lado, es válido reconocer otra dimensión de lo subalterno: como un tipo de ausencia o antagonismo que perturba al orden hegemónico. En otros términos, lo subalterno también sería la irrupción de todo aquello todavía vacío dejado por la hegemonía: el lugar desde donde se resiste a ella y la desestabiliza (positiva o negativamente) para revelar la exclusión y degradación al interior de ese orden (Sousa Santos, 2007).
Según Spivak (1998), el subalterno es alguien que no habla ni tampoco puede hablar. No obstante, la explicación de su ya célebre frase no puede tomarse en un sentido literal. En principio, un subalterno es un sujeto silenciado, dominado y subyugado por el poder hegemónico. En la fábrica el obrero no protesta por sus deplorables condiciones laborales, porque corre el riesgo de un despido y «mejor tener un trabajo malo a no tener nada». Así, la subalternidad se construye silenciando al otro, aunque también es cierto que ese subalterno surge como efecto del poder y es por ello que, cuando habla, solamente puede reproducir el poder. En un sentido lacaniano, hablaría la lengua del Otro. En ese orden, la autora plantea que este no puede hablar, porque, cuando lo hace, lo hace con el lenguaje del poder y, no con el suyo propio.
Para Spivak (1998), los estudios subalternos no se enfocan en construir nuevas narrativas sobre el subalterno, sino que surgen para deconstruir las narrativas que ya existen sobre él; es decir, las maneras en que el subalterno ha sido (y es representado) en el discurso del poder. Esta pequeña mención a las principales características de los estudios subalternos nos permite concluir algo muy claro: que lo subalterno abarca a todas las categorías de dominación social, como pueden ser los obreros, mujeres, campesinos, estudiantes, obreros y, sobre todo, dado el contexto del presente ensayo, a las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas.
En nuestro caso particular, nos enfocaremos en el análisis de la manera en que las personas trans son representadas en las crónicas de Gabriela Wiener y Luis Miranda, teniendo como primera categoría de análisis a la subalternidad. Así, podremos revelar cómo los personajes de las crónicas, dada su categoría de subalternos, ofrecen una resistencia a las dinámicas de poder que los rodean como parte de la sociedad. Cada uno busca la forma de oponerse frente a la heteronormatividad, ya sea en franco antagonismo o mimetizándose con ella. Para un mejor entendimiento del presente trabajo, debemos aclarar que empleamos el término «representación» según lo planteado por Hall (2010) y la perspectiva construccionista. Es decir, como un proceso de producción de significados a través de la creación de formas simbólicas y de contenido. Como bien señala Hall, «la representación es una práctica, una clase de ‘trabajo’, que usa objetos materiales y efectos. Pero el sentido depende, no de la cualidad material del signo, sino de su función simbólica» (2010, p. 453). Es decir, que las cosas no significan literalmente, somos nosotros los que construimos el sentido usando sistemas representacionales como signos o, para el presente caso, las crónicas periodísticas.
En efecto, hoy en día el proceso simbólico de la representación se lleva a cabo en gran medida justamente en los medios de comunicación. En muchas ocasiones dependemos de esas representaciones mediáticas para construir el sentido de nuestras vidas y lo que nos rodea (Mirzoeff, 2016; Morley, 2006). Ellas moldean, informan y orientan gran parte de la forma en cómo vemos y juzgamos el mundo, a los demás y a nosotros mismos. Por eso es por lo que nos interesa profundizar en esa forma de representar a las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas a través de la crónica periodística.
Esto es clave ya que, lastimosamente, la representación de personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas en espacios convencionales, la mayoría de las veces, se inclinaba hacia las normas heterosexuales. Este discurso se naturaliza mediante la repetición de significantes heterosexuales y la superposición de estos significantes en cuerpos de gays, lesbianas o trans. La inclusión de representaciones homonormativas en los medios de comunicación ha hecho que sea más difícil para las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas entrar en el espacio dominante. Las representaciones positivas de estas personas no pueden lograrse completamente hasta que ellas puedan determinar los términos de su propia visibilidad. Consideramos que, una vez que tengan la autonomía para hacerlo, las imágenes homonormativas dejarán de dominar la corriente principal, haciendo posible que aparezcan identidades sexuales diversas en estos dominios públicos actualmente hegemónicos.
3. METODOLOGÍA
El propósito central de este ensayo es examinar el tratamiento de las temáticas de género y diversidad sexual en las crónicas de los periodistas peruanos Gabriela Wiener y Luis Miranda. Para ello, se adopta el análisis temático como técnica metodológica para investigar las crónicas Trans (Wiener, 2008) y La virgen de La Floral (Miranda, 2008). Esta técnica, descrita por Braun y Clarke (2013) como un método para identificar, analizar e informar patrones (temas) dentro de datos cualitativos, es particularmente apta para explorar textos ricos y detallados como son las crónicas periodísticas. El análisis temático permite profundizar en las estructuras narrativas y los significados subyacentes que los autores comunican a través de sus textos, lo que conlleva a la identificación de cómo se construyen las narrativas en torno a la diversidad sexual. Este enfoque metodológico es esencial para comprender la dinámica entre el lenguaje mediático y las percepciones socioculturales, ya que revela cómo las representaciones mediáticas pueden influir y modelar las actitudes sociales hacia grupos marginados o estigmatizados.
La selección de las crónicas Trans y La virgen de La Floral responde a una muestra intencional que cumple con los criterios establecidos para este estudio. Ambas crónicas se enmarcan dentro del periodo identificado como el auge de la crónica peruana, especialmente durante los años de mayor influencia de la revista Etiqueta Negra (2002- 2017). Pese a este contexto, no se identificaron crónicas centradas específicamente en protagonistas trans. Además, como señalan Braun y Clarke (2013), en investigaciones cualitativas, es válido trabajar con un número reducido de casos siempre que permitan un análisis profundo y detallado del fenómeno estudiado. Este enfoque facilitó un examen significativo de las representaciones y narrativas asociadas a las identidades trans para el caso de las crónicas estudiadas.
Además, la integración de las perspectivas de los Estudios Culturales enriquece el análisis, toda vez que permite un diálogo más amplio sobre la representación, la voz y la visibilidad de las minorías sexuales en los medios de comunicación. Autores como Hall (2010) y Spivak (1998) ofrecen herramientas críticas para desentrañar cómo los textos mediáticos configuran y son configurados por las relaciones de poder y las ideologías predominantes. Al considerar la crónica como un espacio de resistencia y afirmación cultural, se evalúa cómo estos textos desafían o perpetúan las estructuras de poder existentes. Este enfoque crítico, además, ayuda a contextualizar las crónicas en las dinámicas culturales más amplias, e igualmente destaca la importancia del género periodístico como mediador entre la experiencia individual y el discurso público. Así, el análisis temático (Braun & Clarke, 2013), complementado con las herramientas de los Estudios Culturales, ofrecen una visión comprensiva de cómo las narrativas sobre diversidad sexual contribuyen a la transformación social y cultural a través del periodismo narrativo.
4. RESULTADOS
Esta sección presenta los resultados obtenidos a partir del análisis de las crónicas de Wiener y Miranda, desglosándolas en dos ejes fundamentales. El primero explora las dinámicas de subalternidad inherentes a la experiencia de ser una persona trans e ilustra cómo estos sujetos son configurados y percibidos dentro de estructuras de poder opresivas que marcan profundamente sus vidas. El segundo eje se centra en las dinámicas de resistencia que emergen más allá de la opresión habitual a la que están expuestos estos individuos. Este análisis revela cómo los sujetos trans desafían y negocian su lugar dentro de la sociedad, y de qué modo su resistencia transforma activamente aquellas narrativas que los circunscriben a roles marginales. En efecto, ello subraya un proceso continuo de redefinición y empoderamiento frente a un contexto adverso.
El primer extracto, en el que se ve reflejada la subalternidad del sujeto trans proviene de la crónica de Wiener, quien, en su propia voz, relata el duro y cruel modo de vida de las trans en Lima:
He visto a Serenazgo soltar a sus perros y repartir palos y gases lacrimógenos contra transexuales. He visto en las noticias desalojar la “Pampa de las locas”, una de las zonas donde trabajan las trans más pobres. He oído de operativos policiales que tienen nombres como “Profilaxis 2008” pese a que el trabajo sexual en el Perú no está penalizado. He leído en los periódicos que existen bandas organizadas, como la desarticulada “Los Mojarras”, que se dedican a atacar travestis y trabajadoras sexuales. (Wiener, 2008, p. 44)1
El primer elemento que impacta es la brutalidad del accionar de los efectivos del orden en contra de las trans. El uso de los perros entrenados para matar, los golpes propinados con sus varas y el empleo de gases lacrimógenos revelan una represión cruel y siniestra. Lo peor de todo es que no se puede justificar de ningún modo, porque tal como dice el texto, la prostitución no es está penada en el Perú. Aquí entran a jugar otro tipo de factores ya conocidos pero que muchas veces se callan o se invisibilizan por la prensa para conveniencia del orden heteronormativo: la homofobia y la violencia de género que siguen enquistadas en lo más hondo del inconsciente de las autoridades que, en teoría, deberían representar la ayuda y el auxilio para los todos los ciudadanos.
Otra clausula reveladora es la que hace referencia al nombre de los operativos policiales en contra de las transexuales que ejercen la prostitución. El concepto de profilaxis nos remite a dos ideas: «limpieza» y «prevención». En el sentido odontológico del término, la profilaxis consiste en un tratamiento de limpieza dental que sirve para la prevención de algunas enfermedades y alteraciones de carácter bucodental. Así, es claro el significado que adquiere la palabra transexual en sí misma, dado que se concibe como «un fluido peligroso, una sustancia contagiosa; implícitamente comparada a partir de la metáfora del sida, y creerá que se transmite como si fuera una enfermedad» (Fonseca y Quintero, 2009, p. 51).
Más adelante en la crónica, encontramos otras clausulas como la voz de Vanesa, la trans protagonista de la historia de Wiener- que revelan su identidad fragmentada, aún bajo los dispositivos del poder que le impone la matriz heterosexual:
Yo siempre seré un hombre. No puedo suplantar a una mujer, aunque me opere. Ya estoy yendo en contra de Dios siendo como soy, imagínate si me opero. Me gustaría haber nacido mujer, pero no pudo ser […] No me opero porque si no, no sale el negocio. Me operaré cuando ya no me funcione. (Wiener, 2008, p. 56)
La cita la podríamos dividir en dos partes. En la primera percibimos a una Vanesa reprimida y subyugada por el orden heteronormativo, y que asume un destino trágico y a la par deja lado los sentimientos que verdaderamente pudiera tener sobre su identidad de género. Insiste en que una probable operación de cambio de sexo no la «llenaría», ya que igual siempre será un hombre. Es decir, su razonamiento se basa en el sistema sexo/género y siente que ya no puede hacer nada. Como sabemos, el sistema sexo/género designa al «conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas» (Rubin, 1986, p. 97). Entonces, Vanesa no estaría hablando por sí misma, sino que reproduce el lenguaje del poder, el de la heteronormatividad, aunque no sea consciente de ello.
Sin embargo, luego podemos conocer las verdaderas razones del por qué Vanesa no se somete al cambio de sexo, aun cuando muchas de sus amigas trans lo han hecho. Ella no se opera porque trabajando como prostituta transexual obtiene mayores ingresos económicos que como prostituta mujer. De aquí se entiende que Vanessa está concibiendo a la feminidad en un sentido estrictamente biologicista: el ser mujer por tener vagina (así sea artificial). De tal modo, lo que descubrimos es que Vanesa se encuentra doblemente atrapada en la dinámica del poder, a saber: no se opera pues ello le significaría un menor ingreso económico, pero, por otro lado, se justifica a través de la fantasía que el orden heteronormativo le impone, y argumenta que así se opere y cambie de sexo nunca será una mujer «de verdad». Como ya hemos visto, en este caso Vanesa se convierte en un claro ejemplo del sujeto subalterno al interpolar su posición en relación con las dinámicas del poder.
Por otro lado, en la crónica La Virgen de La Floral de Miranda también encontramos un tipo de práctica subalternizadora. En el relato, el periodista cuenta la historia del culto religioso a la Virgen de La Puerta (originaria de Otuzco); no obstante, encontró en el distrito limeño de La Victoria una fe como pocas veces antes vista, donde sus más fieles devotos son las travestis de la zona. El culto por la Virgen en la zona conocida como La Floral -el fumadero más grande de Lima según el autor-, encuentra su punto más álgido al momento de la ceremonia de procesión, durante la cual somos testigos del enfrentamiento entre las travestis con el discurso eclesiástico. Se narra que:
[…] el padre Miguel, de la parroquia del Buen Consejo, fustiga la homosexualidad y sus manifestaciones. Observa mordaz la marcha de travestis […] con cara de cómo se atreven a contaminar a la Virgen, fariseos y pecadores, cómo osan utilizar la imagen de la Madre de Dios so pretexto de sus atroces borracheras, cómo es posible que insistan en vivir al margen de los preceptos católicos vestidos como mujeres. (Miranda, 2008, p. 21)2
Referirnos al discurso eclesiástico es aludir a la Iglesia, una institución que, en el Perú, tiene mucho poder. Este tipo de poder, en términos de Cosme et al., «se centraliza en identificar las prácticas corporales no hegemónicas con el pecado. Las personas del mismo sexo que establecen relaciones sexuales están permanentemente en situación de pecado, por lo tanto, no tienen derechos específicos y deben ser excluidas» (2007, p. 107). Lo que encontramos en las palabras del padre Miguel es una doble discriminación. Por un lado, nos topamos nuevamente con el vínculo prejuicioso entre lo trans y la contaminación; es decir, se observa al sujeto trans como algo sucio, que mancha, y que erosiona los cimientos del orden heteronormativo. Se lo señala y se lo estigmatiza al ubicarlo justo al lado de la suciedad, como algo intrínseco de estos sujetos. Además, se articula un discurso de descalificación a los devotos por vestirse como mujeres.
Por otro lado, otro extracto que refleja la condición subalterna de los travestis de La Floral, a pesar de su esfuerzo y resistencia, de su amor y culto a la Virgen, se pone de manifiesto en las siguientes líneas: «[Las travestis] hablan y se avergüenzan de sus pecados y luego planifican las anticuchadas con cuyas ganancias comprarán ataúdes para los compañeros que mes a mes, repudiados por su familia, escondidos en morideros, aniquila el sida (Miranda, 2008, p. 23)». Aquí presenciamos la persistencia al rechazo por el «otro», a pesar de que se trate de su propia familia. Estos personajes se han logrado mimetizar en La Floral como si aquel antro fuera la única -y última- opción que les ha quedado para vivir y resistir. El contexto ayuda a imaginarnos una atmósfera cruel y ciertamente peligrosa, y no es casualidad que el culto a la Virgen de La Floral haya echado raíces en un distrito como La Victoria (uno de los más peligrosos de Lima), y dentro de ella, una zona conocida por ser habitáculo usual de personas marginadas y discriminadas de la sociedad.
En ese sentido, podríamos decir que Miranda transforma la marginalidad de La Floral y la recupera. El cronista redescubre los espacios habitados por las travestis al conferirles un nuevo estatus cuasi sagrado y místico mediante el relato de las procesiones y acciones de devoción que inundan y se manifiestan en el lugar. En efecto, las travestis logran una agencia impensada en otros lugares: se organizan para ser los «padrinos» de la ceremonia, coordinan con otras autoridades (más comprensivas, claro está) para la realización otras actividades sin importarles el rechazo del padre Miguel y, lo más importe, logran de alguna manera salir del cerco que les impone la heteronormatividad, representada en este caso por la Iglesia.
Finalmente, la última característica que podemos anotar relacionada a los estudios sobre la subalternidad es la dualidad que siempre acompaña al dicho sujeto: es víctima del poder, pero simultáneamente lo ejerce de alguna manera. Este caso lo encontramos en la experiencia de Vanesa, la protagonista de la crónica de Wiener: se trata de la lógica del madrinazgo entre las trans latinoamericanas que viajan a Europa:
Vanesa es la madre de Georgina porque quiso pagarle todos los gastos del viaje, alrededor de unos cinco mil euros que es lo que cuesta sacar el pasaporte, comprar el billete de avión e instalarse en una ciudad europea. Se trata de un préstamo, ni más ni menos. Desde la perspectiva de la hija, es la visa para un sueño y debe de trabajar cada noche para devolver la confianza de su madre en dinero contante y sonante. […] Vanesa tiene dos hijas en París, pero también es la hija de alguien. (Wiener, 2008, p. 48)
Esa es la realidad de la mayoría de transexuales que viajan a Europa: sueñan con ganar dinero en un trabajo «normal» pero muchas acaban en la prostitución. La trans se convierte en subalterna en la medida en que vende su cuerpo para alguien más, pero también ejerce el poder con este sistema de madrinazgo, que a la postre le confiere más status dentro del mundo de las trans latinoamericanas, que forman una suerte de cofradía en muchas ciudades de Europa.
Otra característica que aparece en la escritura de Wiener y Miranda es la construcción de particularidades en personajes de sus relatos. Si bien el tema del sujeto trans subalternizado está presente, ambos autores se preocupan por no encasillar a las protagonistas de sus historias en los conflictos que pudieran derivar de su identidad de género dentro de una sociedad heteronormativa sino que, por el contrario, tal como advierte Mohanty (2008), construyen sus personajes a partir de un análisis diferenciado y de un contexto específico, que podría posibilitar la formación de estrategias políticas efectivas para una mejor representación de las trans en nuestra sociedad. Dicho de otro modo:
los personajes son abordados en su cotidianeidad para llegar al lector provistos de la humanidad, que posibilita la empatía y el dialogo. Personajes y lector se reconocen como portadores de una misma condición, ambos son ciudadanos de la urbe y, por lo tanto, se enriquecen en la integración de sus construcciones de significado. (Ferrada & Kojakovic, 2001, pp. 192-193)
Tanto Vanesa como las travestis de La Floral recrean dinámicas de subalternidad alrededor de nuestra sociedad, pero no solo debido a su identidad de género, que no cuestionan, sino porque sus problemas y fantasmas se visibilizan a través de situaciones más cotidianas y cercanas a cualquiera de nosotros: la prostitución que se ejerce en París recibe la misma represión que en Lima, mientras que la devoción hacia la Virgen es un acto completamente libre a elección de cada uno.
Vanesa, el personaje trans de la crónica de Wiener, ha pasado por muchas dificultades para llegar a la situación en la que se encuentra. A pesar de que intenta «maquillar» la realidad con una serie de mentiras piadosas, no puede ocultar que terminó como la mayoría de trans latinoamericanas que viajan a Europa, esto es, trabajando como prostituta. Inclusive cuando narra que se trata de «algo ocasional» -Wiener la acompaña a «El Bosque», lugar donde se prostituyen la mayoría de trans en París- y allí se da cuenta de que en realidad Vanesa ha tenido que vender su cuerpo, ya que no pudo oponer resistencia al sistema heteronormativo. Primero fue amante de un viejo millonario (para evitar prostituirse), pero conoció a un francés de nombre Frederick y, al irse con él, el dinero empezó a escasear, por lo que no tuvo otra alternativa que la vía del sexo rápido. Leamos:
Tuvo una fuerte corazonada: quizá podía hacerlo de otra manera. En esta ciudad tan bonita a lo mejor no tenía por qué ser puta. […] Mis amigas me decían: maricón, deja los complejos, trabaja, aprovecha que eres joven, pero yo no quería. Limpiando suelos de oficinas no lo iba a lograr. Por eso lo suyo eran los viejos millonarios. Pero, ¿qué había pasado? ¿Por qué habían cambiado sus planes? […] Me enamoré y la cagué. (Wiener, 2008, p. 49)
Como se observa, Wiener no expone únicamente aspectos vinculados con la identidad de género de su personaje, sino que revela una faceta poco explorada que trasciende la experiencia individual de las personas trans que migran a Europa: las precarias condiciones laborales a las que se enfrentan miles de individuos que, al emigrar de manera irregular, buscan un futuro mejor para sí mismos y sus familias. De esta forma, la protagonista de su historia puede compartir con el lector su propia experiencia de vida.
Vanesa creía que podía enfrentarse a la «tradición» que manda a las trans latinoamericanas a prostituirse para poder sobrevivir en Europa. Lo llamativo es que al final tuvo que acogerse al oficio más antiguo del mundo, pero no porque fuera su última opción. Como se cuenta en el relato, fue pareja de un viejo millonario con el que pasó varios meses sin la necesidad de vender su cuerpo por dinero, hasta que conoció a Frederick, de quien se enamoró y con quien se fue a vivir. Con él, un exconvicto francés con una pensión de 300 euros por mes, la situación económica cambió y esta vez la necesidad llamó a la puerta de su pequeño departamento a las afueras de la ciudad. Rápidamente el dinero fácil se convirtió en una tentación y recién ahí fue que se integró al círculo bien conocido de la prostitución trans en la capital francesa. Con ello, es factible compartir la idea de que, gracias esta forma de narratividad «podemos observar cómo los grupos minoritarios se constituyen como micro sociedades que albergan nuevos códigos y lenguajes, son portadores de pequeños mitos, a los que la sociedad debe acceder, si pretende el conocimiento de todos sus componentes» (Ferrada & Kojakovic, 2001, p. 192).
En el caso de la crónica de Miranda, apreciamos la dimensión mítico-religiosa que se convierte en una buena guía para entender las prácticas y costumbres de las travestis de La Floral. Tal como el mismo periodista lo dice:
En este territorio el culto a la Virgen salva enormes y salvajes discriminaciones sexuales. El barrio tiene la oportunidad de contemplar que ellas también tienen una fe, de recordar que Cristo no le hizo ascos a prostitutas ni leprosos, de comprobar que después de todo, son seres humanos comunes y bastante corrientes. (Miranda, 2008, p. 24)
La pluma de Miranda nos muestra una fe como cualquier otra, nos sirve de vehículo para construir una nueva realidad que admite y reconoce diversas identidades. Al plasmar contextos específicos como la de los grupos transexuales, Miranda logra la misión de integrar distintas visiones del mundo, diferentes lugares de enunciación; de esta manera grafica un nuevo sentido objetivo de la vida social de la ciudad, para que las experiencias fragmentadas de los protagonistas de sus textos sean conocidas y entendidas por cada uno de los lectores. No se ubica por encima, sino justo al lado. Finalmente, al referirse a la procesión narra:
Es para ellas una oportunidad de reencuentro con una fe cuyos templos le niegan legitimidad, pero también es una adoración casi clandestina, capaz de levantar un escándalo mayor en la Iglesia, que podría censurar la procesión misma. Sin ese acto de fe, la vida perdería uno de sus sustentos. Porque ellas necesitan rituales para sentirse en paz. (Miranda, 2008, p. 24)
Lo primero que notamos, al igual que con el extracto anterior, es que el periodista se refiere al sujeto travesti como femenino, lo que revela una preocupación o un saber real por el mundo que describe. Así, su posición va de la mano con lo que señalan Cabral y Leimgruber (2003) sobre el travestismo: «desde la perspectiva transgenérica, se trata de las travestis y no de los travestis, en tanto la designación en femenino reconoce la subjetividad travesti, y la designación en masculino la desconoce, privilegiando la bioanatomía supuesta» (p. 73). También encontramos un doble rasgo transgresor en las travestis de La Floral: por un lado, la resistencia frente a la heteronormatividad por el simple hecho de asumir su identidad de género particular; y, por el otro, la forma en cómo desafían a ese orden hegemónico -representado en la Iglesia- al acudir a la procesión de la Virgen, cargar la misma anda, al rezar las mismas plegarias y, tras compartir con el resto del barrio una misma fe y convicción.
Y es claro para el cronista que estos actos pueden acarrear un escándalo -y seguramente no solo del sacerdote- toda vez que se constituyen desde una acción performativa como lo es la procesión y los rituales religiosos propios del orden heteronormativo. De acuerdo con Butler, la performatividad no es un acto cargado de intencionalidad, antes bien se trata de «la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra» (2003, p. 18). En otras palabras, el género sería una realidad que se produce a través del comportamiento del individuo y del discurso. De ahí que, siguiendo lo planteado por Fonseca y Quintero (2009, p. 49), el travestismo estaría funcionando en el discurso de Miranda no tanto como una imitación de un género auténtico, sino que, más bien, es la misma estructura imitativa que asume cualquier género.
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
A lo largo de este ensayo, hemos explorado las posibilidades de la crónica periodística como una forma de representación válida y ajena a los tradicionales estereotipos de género con que se suelen construir las identidades de las personas con sexualidades y afectividades no hegemónicas. En efecto, podríamos incluso aventurar a decir que se trata de una suerte de apología del género, pero una apología como defensa en un sentido jurídico, referida a «contradecir o desvirtuar la pretensión del demandante» (octava acepción otorgada por la RAE). Tal como se ha discutido, muchos de los trabajos referidos al análisis del discurso periodístico hacen foco en la prensa popular, la cual es conocida por su sesgo discriminatorio contra las personas que no siguen el mandato heteronormativo, y a quienes los caricaturizan y estigmatizan. En otros términos, nuestra apología a la crónica se basa en un alegato, así como en probar y demostrar sus méritos y fortalezas en contra de la opinión generalizada del periodismo tradicional.
Asimismo, para comprender mejor las dinámicas mediáticas que construyen las representaciones de la diversidad sexual en el contexto peruano, resulta pertinente contrastar estos hallazgos con investigaciones realizadas en otras regiones. Por ejemplo, en Colombia, investigaciones sobre la cobertura de medios impresos, como El País en Cali, han evidenciado una limitada atención a las narrativas LGBTIQ+ y su encuadre predominantemente estereotipado (Londoño & Trujillo, 2013). En España, los cibermedios han mostrado un incremento en la diversidad temática de sus coberturas sobre transexualidad en las últimas dos décadas, aunque prevalece un enfoque centrado en valores-noticia como el conflicto y la notoriedad (Olveira-Araujo, 2002; Sánchez- Soriano, 2024). Por otro lado, el análisis de series de televisión estadounidenses ha revelado cómo las narrativas LGBTQ+ han evolucionado hacia una mayor visibilidad, pero enfrentan tensiones derivadas de la comercialización y los marcos normativos impuestos por las plataformas de streaming (Griffin, 2024). Estas comparaciones ilustran cómo el contexto mediático y cultural influye en la construcción de representaciones de la diversidad sexual, lo que subraya la importancia de mantener un enfoque crítico y multidimensional en los estudios académicos sobre este tema.
Este estudio contribuye al debate académico al centrar su análisis en un género periodístico poco explorado dentro de las investigaciones sobre diversidad sexual: la crónica peruana. A diferencia de otros trabajos que se enfocan en medios masivos o narrativas audiovisuales, este enfoque permite profundizar en cómo las crónicas periodísticas combinan elementos literarios y periodísticos para construir representaciones complejas y matizadas de las identidades trans. Además, al abordar el contexto mediático peruano, el estudio llena un vacío significativo en la literatura existente, que tiende a priorizar las dinámicas de representación en países con mayor tradición académica en estudios de género y diversidad sexual, como Estados Unidos o España. Al destacar estas especificidades, el trabajo no solo amplía el conocimiento sobre las representaciones mediáticas en el Perú, sino que también invita a reflexionar sobre las potencialidades de la crónica como herramienta para cuestionar estereotipos y visibilizar experiencias marginalizadas.
Los hallazgos de este estudio no solo contribuyen a entender las dinámicas de subalternidad y resistencia en las crónicas periodísticas de Wiener y Miranda, sino que también ofrecen un marco interpretativo aplicable a otros géneros narrativos y contextos mediáticos. Estas conclusiones invitan a explorar cómo otros formatos periodísticos, como los reportajes, entrevistas o documentales, podrían abordar temáticas relacionadas con la diversidad sexual y las identidades de género desde una perspectiva más inclusiva y profunda. Además, este análisis sugiere que la crónica, por su naturaleza híbrida entre lo narrativo y lo informativo, tiene el potencial de convertirse en un medio eficaz para desafiar discursos heteronormativos predominantes, creando espacios simbólicos donde las voces de las minorías sexuales puedan ser legitimadas y visibilizadas. En este sentido, los resultados refuerzan la importancia de analizar no solo los contenidos mediáticos, sino también los géneros y estilos que permiten representaciones más complejas y humanizadas.
Finalmente, este estudio aporta herramientas valiosas para reflexionar sobre el rol del periodismo en la construcción de imaginarios sociales inclusivos. Las crónicas analizadas ejemplifican cómo el ejercicio narrativo puede contribuir a desmantelar prejuicios y transformar actitudes hacia las personas trans y otras minorías sexuales, tanto en el ámbito mediático como en el sociocultural. Estas conclusiones no solo son relevantes para el ámbito académico, sino también para profesionales del periodismo interesados en replantear sus enfoques narrativos, reconociendo la necesidad de desafiar estereotipos y construir narrativas que promuevan la empatía y el entendimiento. Asimismo, este marco teórico y metodológico puede ser empleado en investigaciones futuras que analicen la representación de otros colectivos marginados, contribuyendo así al desarrollo de un periodismo más ético y consciente de su poder transformador en las sociedades contemporáneas.