Participación electoral de jóvenes en Chile
Desde principio de la década de 1990, en Chile se ha vivido un continuo descenso en la participación política electoral, situación que se acentúa desde el año 2012 con la inscripción automática y el voto voluntario (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2017). Si bien este fenómeno afectó a la generalidad de la población chilena, disminuyendo de un 98% para el plebiscito del año 1988, a un 36% durante las municipales del año 2016 (Cox & González, 2016; PNUD, 2016), el efecto es aún más pronunciado y polémico entre los jóvenes, mostrando una caída de un 90.7% en el año 1988 a un 20.3% para las elecciones del año 2016 (Valenzuela & Toro, 2017).
Según el diagnóstico sobre participación electoral en Chile emitido por el PNUD (2017), la baja participación electoral es un fenómeno que responde a diferentes causas, como el diseño político institucional, el declive del sistema de representación, el debilitamiento en la percepción de eficacia política, transformaciones en torno a la participación política, cambios sustanciales en el grupo etario juvenil, y la falta de educación formal en ciudadanía. Entre los jóvenes, en particular, los factores más relevantes son los relacionados al declive del sistema de representación, como la desconfianza hacia las instituciones y baja identificación con los partidos políticos (Cantillana et al., 2017; Fernández De Mantilla, 1999; PNUD, 2015; Sandoval, 2000; Thezá Manríquez, 2003; Valenzuela & Toro, 2017; Valenzuela Fuentes, 2007), y un bajo sentido de eficacia política (Fernández De Mantilla, 1999; Finkel, 1985; Vecchione & Caprara, 2009).
Existe abundante literatura referida a la baja participación electoral en jóvenes en la que aparece la apatía o desafección política como la principal explicación (Bargsted et al., 2019; Cox & González, 2016; Sandoval, 2000; Sandoval et al., 2018; Toro et al., 2016; Valenzuela Fuentes, 2007; Valenzuela & Toro, 2017; Zarzuri, 2016). En cuanto a las interpretaciones que se han hecho de este fenómeno, se encuentran las que enfatizan el factor etario o generacional. Por una parte, se encuentra la tesis del “envejecimiento”, según la cual la propensión a votar aumenta con el incremento de la edad (Bargsted et. al., 2019; Sandoval, 2000). Por otra parte, la tesis del reemplazo generacional que surge hace aproximadamente una década, indica que, entre las diferentes generaciones, la mayor o menor inclinación a participar del proceso electoral respondería al momento histórico en que tuvieron su socialización política (Bargsted et. al., 2019).
Participación política no convencional de jóvenes en Chile
Más allá de la disminución en la participación de jóvenes en procesos electorales, hay líneas de estudio que han dirigido su atención a otras formas de participación. Algunos autores (Breeze et al., 2017; Sandoval et al., 2018; Vargas-Salfate et al., 2015) han planteado que, si bien los jóvenes están participando menos en términos electorales, esto no estaría relacionado a una apatía política, ya que no han perdido protagonismo como actores sociales. Los motivos se relacionarían más bien con una disconformidad respecto a las formas convencionales de participación (Valenzuela Fuentes, 2007), por una parte, y con una búsqueda por desarrollarse en otras dimensiones políticas a través de actividades alejadas de las convencionales, por otra (PNUD, 2017). Los ejemplos más recurrentes de este tipo de actividades son el asociacionismo entre pares, el abordaje de problemáticas comunitarias, campañas en internet, voluntariados, colectivos culturales, participación en movimientos sociales, entre otras (Instituto Nacional de la Juventud [INJUV], 2015; Schulz et al., 2010; Valenzuela Fuentes, 2007). En ellas, los jóvenes despliegan sus preferencias y practican diversas formas de organización como el asambleísmo, la autogestión, la culturización de la política y la pluralización (Valenzuela Fuentes, 2007; Valenzuela & Toro, 2017; Varela et al., 2015), estrategias bastante relegadas hoy en día desde el marco institucional y de política representativa.
Dentro de las principales y más estudiadas formas de participación no convencional en la actualidad se encuentran los movimientos sociales. Los movimientos sociales se definen como un colectivo significativo de personas coordinadas alrededor de un interés compartido, generalmente incompatible con el orden sociopolítico establecido, y vinculado a la dirección o transformación de dicho orden y su historicidad, así como al desarrollo de acciones que escapan a la institucionalidad dominante (PNUD, 2015; Santos, 2001; Touraine, 2006).
En Latinoamérica, estos comenzaron a tomar mayor relevancia en los inicios del siglo XX (Bruckmann & Dos Santos, 2008), y se siguieron desarrollando hasta el día de hoy, a la vez que se han formado nuevos marcos interpretativos para comprender su incidencia en la política mundial. Ya sea por la cantidad de personas que aglomeran, o por la diversidad de campos temáticos que abordan, los movimientos sociales han llegado a ser actualmente el modo de hacer política no convencional más validado por la ciudadanía (PNUD, 2015).
Movimientos sociales y estallido feminista en Chile
Los movimientos sociales en Chile han experimentado grandes transformaciones desde la vuelta a la democracia, atravesando en ese momento por un fuerte período de desmovilización política como consecuencia del periodo de transición y de una democracia protegida que no otorgaba garantías sociales mínimas (Zarzuri, 2016). Iniciando el nuevo siglo empiezan a aparecer nuevas formas de participación política colectiva, que no encajan con los marcos interpretativos clásicos, marxistas y estructural-funcionalistas (Berrío Puerta, 2006). Estos nuevos movimientos venían a romper con la idea de colectividad que tiene como fin la disputa del poder ya existente, llegando muchos de ellos, a poner en tela de juicio las bases mismas sobre las que este se legitima (Zarzuri, 2016). En cierta medida, dicho poder ya no satisface del mismo modo los intereses de los nuevos movimientos sociales, en tanto hay una división entre política y sociedad que produce que la política se perciba cada vez más como un sistema que gira en torno a sí mismo y que no responde a las principales preocupaciones de la sociedad actual (Torres, 2018). De esta manera, los movimientos sociales no solo relevan ciertas demandas sociales ausentes hasta entonces, sino que además amplían los marcos de acción, juegan el rol de agentes politizadores de la ciudadanía y convocan a grandes masas de personas (Zarzuri, 2016).
Uno de los movimientos sociales que más notoriamente ha politizado a la población chilena en el último tiempo, es el estallido de multitudinarias movilizaciones feministas, cuyo trayecto sin duda se forja en contingente vinculación con el movimiento estudiantil y las movilizaciones feministas a nivel mundial, marcando una fractura respecto de la tradición e historia feminista en Chile. Algunos hitos significativos permiten graficar la trayectoria de los movimientos feministas en Chile. Para empezar, durante el 2007, la Red chilena contra la violencia hacia las mujeres lanza la campaña “¡Cuidado! El machismo mata”, mediante la cual se consigue visibilizar los diversos tipos de violencia hacia la mujer, y se instala en el discurso público el concepto de femicidio (Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, 2017). Luego, a principios del 2008, el Tribunal Constitucional declara la prohibición de la repartición gratuita de la píldora del día después en los consultorios, lo que en palabras de Forstenzer (2012, p. 9):
Marcó una lectura social nueva de los derechos de las mujeres, ya que se interpretó como una vulneración grave de la igualdad, bajo el hecho de que según las condiciones económicas las mujeres podían experimentar en forma radicalmente distinta el libre ejercicio de la sexualidad y la reproducción.
Las manifestaciones por la pastilla del día después, así como también la Revolución Pingüina, logran conformar un contexto compartido de lucha y exigencia de derechos vinculada directamente a las movilizaciones y protestas sociales (Follegati, 2018). Posteriormente, para el año 2011, volverían a realizarse multitudinarias movilizaciones estudiantiles, estableciéndose nuevas demandas que cuestionan el modelo neoliberal de educación instalado (Gonzalez & Vidal, 2019), ahora encausadas en la exigencia de un derecho: educación gratuita y de calidad. En este contexto, la Red chilena contra la violencia hacia las mujeres lanza una nueva campaña estableciendo un puente con el movimiento estudiantil, ampliando la demanda a: el derecho a la educación hacia una educación gratuita, de calidad, laica y no sexista (Follegati, 2018). Sin embargo, la masculinización de la política y la reproducción de sus rasgos sexistas dentro de los mismos movimientos invisibilizaron aquellas inequidades de género. Demandas y voces que no alcanzaban protagonismo en el movimiento estudiantil comienzan a replegarse en colectivos y organizaciones de mujeres y disidencias sexuales, entablando fuertes críticas anti patriarcales y consiguiendo tensionar los espacios tradicionales de representación estudiantil (Follegati, 2018). De este modo, ya para el año 2012, múltiples universidades contaban con Secretarías de Sexualidades y Géneros que de forma primeriza e intuitiva comienzan a generar sus propios insumos, manuales y protocolos, para hacer frente a diversas situaciones de acoso y discriminaciones de género, con el fin de revertir las prácticas patriarcales dentro de los espacios educativos (Valenzuela, 2017).
Si bien el feminismo ya había alcanzado a crear un sentido compartido en torno a las desigualdades de género, no es hasta mayo del año 2018, con el llamado Estallido feminista, que se popularizan sus demandas. Tras innumerables denuncias por acoso al interior de universidades y respuestas insuficientes hacia las afectadas, se inicia una serie de tomas y paros feministas -instancias en muchos casos de corte separatista, es decir, que prohíben el acceso de hombres en esos espacios -, a finales de mayo de 2018 son 57 campus universitarios a nivel nacional que se encuentran en paro o toma feminista (Gonzalez & Vidal, 2019). En este punto, cobra relevancia el trabajo político universitario ya transitado por diversas organizaciones feministas y disidentes, y se logran instalar en el movimiento estudiantil los debates sobre las violencias machistas y la demanda por una educación no-sexista (Gonzalez & Vidal, 2019), y comienzan a converger los campos políticos de acción, proceso en el cual emerge una mega incorporación social que suma participantes, articulando con fuerza las luchas de manera conjunta (Gonzalez & Vidal, 2019).
Si bien se retoman algunas prácticas y reivindicaciones propias de los movimientos de los 80’ (Forstenzer, 2012), el actual movimiento feminista propicia un componente político fuerte (Follegati, 2018). A raíz de esto, es posible establecer diferencias entre el movimiento actual y sus precedentes históricos en tres ámbitos. El primero refiere a la transversalidad que adquiere el movimiento en vinculación con el movimiento estudiantil. El segundo tiene que ver con la fractura en el sujeto feminista (Follegati, 2018), en que la comprensión históricamente identitaria da lugar a una nueva lectura atravesada por la lógica de la interseccionalidad, en que no es solo el género el elemento organizativo principal del movimiento, sino también, toda forma de opresión sobre los sujetos, dando lugar a la diversidad de feminismos que integran el movimiento actual: disidencias sexuales, feminismo comunitario, ecofeminismo, feminismo decolonial, entre otros (Cubillos, 2015). El tercer aspecto, es la articulación de la lucha de las causas a nivel institucional con las que ocurren a nivel activista y callejero, marcando y validando ambos espacios como legítimos y necesarios para instalar una nueva construcción política de sociedad (Gonzalez & Vidal, 2019). De esta manera, el feminismo ha logrado instalarse como punto de discusión en la opinión pública con un fuerte apoyo social, llegando a impactar en la política formal, como la ley contra el acoso sexual aprobada en mayo de 2019 (Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, 2017) y la creación del Ministerio de la Mujer en el año 2016 (Gob.cl, 2016).
Con la finalidad de contar con algunas herramientas relevantes para problematizar, analizar e interpretar el fenómeno de la participación política de jóvenes en Chile con relación a los movimientos sociales actuales, se presentarán a continuación algunos conceptos relevantes.
Ciudadanía activa y formas de participación política
La ciudadanía ha sido conceptualizada de diferentes maneras. Se han identificado dos dimensiones del constructo de ciudadanía: una relativa a los derechos y responsabilidades asociadas al estatus legal de la ciudadanía, y otra ligada a la participación, la cual desarrollaría el sentido de pertenencia de las personas al interior de una comunidad (Cabrera et al., 2005). En su primera dimensión, la ciudadanía estaría determinada según algún criterio legal establecido por cada comunidad política, comúnmente en la constitución de cada Estado. En su segunda dimensión, en cambio, la ciudadanía se constituye como una práctica activa o de ejercicio (Cabrera et al., 2005).
Se entiende por ciudadanía activa o participación política cualquier “actividad que tiene la intención o el efecto de influir en la acción del gobierno, ya sea afectando directamente la formulación e implementación de las políticas públicas o, indirectamente, en la elección de las personas que las elaboran” (Schulz et al., 2010). Algunos autores se han referido a los efectos de la participación política sobre la ciudadanía (personas ciudadanas), diferenciándose principalmente dos vertientes: una que distingue a la participación como un acto instrumental, permitiendo responsabilizar a los representantes políticos, llevar adelante propuestas personales y conseguir determinados resultados, y otra, que además le atribuye consecuencias en el desarrollo y promoción de cualidades y actitudes individuales como el sentido de comunidad y competencia política, entre otras (Finkel, 1987).
Algunos autores distinguen, utilizando distintos criterios, entre formas convencionales y no convencionales de participación (Delfino & Zubieta, 2010; Schulz, 2005; Weziak-Bialowolska & Isac, 2013). Las formas convencionales de participación suelen estar en conformidad con las normas sociales y los deberes cívicos (Weziak-Bialowolska & Isac, 2013), son demandadas por el sistema político constituido (Delfino & Zubieta, 2010), y están en general asociadas al proceso electoral (Sabucedo, 1988). Entre ellas se distinguen el votar en elecciones, integrarse a un partido político, informarse en los medios de comunicación, postular a un cargo político, participar en alguna campaña, etc. (Delfino & Zubieta, 2010; Schulz, 2005; Weziak-Bialowolska & Isac, 2013). Las formas no convencionales, por otra parte, suelen ser más activas (Weziak-Bialowolska & Isac, 2013), asociadas a movimientos sociales, incluyendo comportamientos legales e ilegales (Schulz, 2005), y en ocasiones, desbordan los mecanismos instituidos de participación y suponen un enfrentamiento con la legalidad establecida (Delfino & Zubieta, 2010). Entre ellas se encuentran el participar en protestas y campañas de base (Schulz, 2005), actividades que promueven el bienestar de la comunidad y los derechos humanos (Weziak-Bialowolska & Isac, 2013), tácticas de presión como boicots, huelgas y ocupación de edificios (Delfino & Zubieta, 2010), daño a la propiedad y violencia personal (Sabucedo, 1988), entre otras.
Eficacia política
Uno de los conceptos que se ha identificado como predictor de la participación política (Levy & Akiva, 2019; Schulz, 2005; Vecchione & Caprara, 2009) es el de eficacia política, en tanto es un componente importante del compromiso psicológico (Schulz, 2005). En términos amplios, la eficacia política se entiende como el “sentimiento de que el cambio político y social es posible y que cada ciudadano/a puede jugar un papel en que se lleve a cabo este cambio” (Schulz, 2005). Es considerada como “deseable” para la estabilidad de la democracia, ya que altos niveles de eficacia política hablarían de un mayor apoyo al sistema democrático (Schulz, 2005). Al hablar de eficacia política se identifican en general dos dimensiones, una interna y una externa. La primera “refiere a la percepción de una persona de su habilidad para participar de manera efectiva en el proceso político” (Kahne & Westheimer, 2006), mientras que la segunda tiene que ver con sus “percepciones de la responsividad del gobierno y las instituciones ante las demandas ciudadanas” (Kahne & Westheimer, 2006). Hay cierto acuerdo en que la eficacia política interna es más estable en el tiempo, mientras que se debate si la eficacia externa es más bien fluctuante (Schulz, 2005). Esta noción de eficacia interna se relaciona con el concepto de autoeficacia elaborado por Bandura, que la define como “los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, en base a los cuales organizará y ejecutará sus actos de modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado” (Bandura, 1987, p. 416). En consecuencia, la autoeficacia política se define como “la creencia en que uno puede producir efectos mediante la acción política” (Schulz, 2005). Asimismo, tiene que ver con “cómo una persona siente que sus destrezas, conocimientos y habilidades pueden tener un efecto sobre el sistema político” (Pattanaik & Sia, 2015).
La literatura señala que el sentido de eficacia política interna (SEPI) se presenta como un elemento de gran relevancia para el estudio de las competencias cívicas en adolescentes (Levy, 2013). Diferentes trabajos nos indican que el grado de confianza que las y los adolescentes tienen en sus competencias permite conocer sus capacidades para influir en su entorno (Levy, 2013; ICCS, 2009; Quintelier & Hooghe, 2012), como por ejemplo a nivel de escuela o de amistades, así como para el futuro ejercicio de sus prácticas como ciudadanas y ciudadanos (Levy & Akiva, 2019; Levy, 2013; Castillo et al., 2014). Trabajos sobre este tema han identificado diferentes variables que influyen en el SEPI, como, por ejemplo, el conocimiento e interés en problemas sociales, la socialización de ideas políticas mediante la interacción con compañeros de escuela o amigos, el rol de los padres, entre otros (Levy, 2013; Quintelier & Hooghe, 2012; Cicognani et al., 2012).
Eficacia política y participación política
Se ha considerado a la eficacia política tanto como un predictor como un resultado de la participación (Schulz, 2005), y se ha planteado la existencia de una circularidad entre los efectos de la eficacia política y la participación (Finkel, 1985). La autoeficacia política sería fundamental para la participación, siendo que quien duda de su capacidad para producir algún efecto no tiene razones para participar (Cárdenas et al., 2007; Vecchione & Caprara, 2009). Se ha sugerido que la eficacia política tiene un efecto positivo sobre la participación, tanto en su dimensión interna como en la externa. En el sentido opuesto, se ha observado que la participación influiría más bien en la eficacia externa, mientras que la eficacia interna sería estable en el tiempo (Finkel, 1985). No obstante, se ha teorizado respecto a los efectos de la participación en relación con la legitimación de los sistemas políticos y la autorrealización de los ciudadanos, estando los primeros más relacionados a la eficacia política externa y los segundos a la interna (Finkel, 1987). En cuanto a los efectos de los diferentes tipos de participación mencionados, se ha establecido que diferentes tipos de participación política tienen diferentes tipos de efectos sobre la eficacia política interna y externa, por ejemplo (Finkel, 1987), el voto tendría efectos sobre la eficacia política externa e influiría poco sobre la eficacia interna (Finkel, 1987).
Interés de estudio y objetivos
Se ha encontrado que el sentido de eficacia política se relaciona con diversas variables (Finkel, 1987; Schulz, 2005), y en particular, la eficacia política interna marca una relación predictora con la actividad política en general (Finkel, 1985; Kahne & Westheimer, 2006; García Espejo & Novo Vázquez, 2017; Levy & Akiva, 2019). En este sentido, son numerosos los estudios realizados con jóvenes y adultos al respecto (Delfino & Zubieta, 2010; Schulz, 2005; Weziak-Bialowolska & Isac, 2013), detectándose escasos estudios que aborden esta relación en adolescentes. Los estudios previos con adolescentes suelen centrarse en el desarrollo de la eficacia política en la socialización política, por considerársela “crucial para su participación futura como ciudadanos activos de una democracia” (Schulz, 2005). Frente a esto, y dado que no suelen encontrarse espacios cívicos de participación política convencional y vinculante para los adolescentes, resulta de interés analizar las actitudes que estos tienen hacia las distintas formas de participación.
Numerosas investigaciones dan cuenta de un menor interés de las mujeres por la política respecto de sus pares hombres (Schulz et al., 2010), lo cual ha sido explicado desde diferentes aristas, como el rol social de las mujeres y las desigualdades estructurales, entre otras (Sabucedo, 1988). Paralelamente, en relación con la participación política, la brecha de género ha disminuido en las últimas décadas, junto a un mayor acceso de mujeres a la educación superior y al mundo laboral (Fernandez De Mantilla, 1999). Si bien, en cuanto al interés político las diferencias por género persisten (Pattanaik & Sia, 2015), estas no se ven reflejadas en cuanto a participación política y/o las intenciones de votar (Varela et al., 2015). Respecto a los indicadores de eficacia interna y externa, ambos tienden a ser menores en mujeres que en hombres (Schulz, 2005). Sin embargo, las adolescentes mujeres superan significativamente a los hombres en cuanto a eficacia escolar, variable asociada a su vez a una mayor participación en orgánicas y consejos escolares (Schulz, 2005).
En vista de los problemas de legitimidad que enfrenta el sistema político en los últimos años, asociados a la baja participación política en Chile (Valenzuela & Toro, 2017), cabe preguntarse qué elementos influyen en esta participación y de qué manera se puede enfrentar este problema. Como se mencionó anteriormente, en los últimos años, existe una alta presencia de estudiantes en diversas movilizaciones y actos de protesta, incluidas las que han sido convocadas por los movimientos feministas. Por otra parte, las instancias de participación política convencional, como el voto, suelen excluir a las personas menores de 18 años. Esto influye en el desarrollo y caracterización de los valores ciudadanos de estas personas, que como se ha estudiado, tienden a ser buenos predictores de la participación política y social en la adultez (Weziak-Bialowolska, 2013). En función de las barreras de acceso que enfrentan los adolescentes a algunas formas de participación, para poder abordar la participación en adolescentes, la literatura propone profundizar en las percepciones que los adolescentes tienen sobre estas formas de participación, como una forma de abordar sus actitudes sobre estas prácticas ciudadanas como futuros adultos (Miranda, Castillo & Sandoval-Hernandez, 2020; Levy, 2013; ICCS, 2009). Por otra parte, la adolescencia es un momento crucial en la definición y desarrollo de la identidad, incluida su dimensión política (Levy, 2013; Levy & Akiva, 2019). Por ello, la importancia que los estudiantes de primaria adolescentes asignan a las prácticas ciudadanas convencionales y no convencionales se presenta como un indicador relevante sobre una dimensión cívica en su percepción del ejercicio ciudadano (Miranda et al., 2020). En base a esto, para este estudio hemos seleccionado dos variables independientes, las que abordan la percepción de la importancia de la participación ciudadana en el ámbito cívico-ciudadano y político, es decir, los principales factores asociados al desarrollo del sentido de eficacia política interna en adolescentes (Castillo et al., 2014; ICCS, 2009; Levy, 2013).
En función de lo anterior, y considerando que el SEPI es un factor determinante de la participación política (Finkel, 1985; Levy, 2013; Schulz, 2005; Vecchione & Caprara, 2009), resulta interesante preguntarse qué tan políticamente autoeficaces se sienten los estudiantes, así como qué importancia le otorgan los y las estudiantes a las diferentes formas de participación política, especialmente en el contexto chileno actual en que proliferan los movimientos sociales y las movilizaciones masivas. Consecuentemente, se establecen tres objetivos para el presente estudio. En primer lugar, describir la percepción de la importancia que le dan los y las estudiantes a las diferentes formas de participación política, así como también describir su sentido de eficacia política interno. En segundo lugar, analizar si la percepción de la importancia de las diferentes formas de participación política informa el SEPI de los estudiantes de segundo ciclo de educación primaria. Finalmente, establecer si existen diferencias en estas variables y sus asociaciones según género, tipo de establecimiento y nivel de los y las estudiantes. Se establecen las siguientes hipótesis: (1) existen diferencias entre la percepción de la importancia de las diferentes formas de participación política, relacionado a la baja participación de jóvenes en instancias convencionales; (2) existe una asociación entre la percepción de la importancia de las formas de participación política y el sentido de eficacia política interno, por los procesos de aprendizaje y socialización en el desarrollo de los valores cívicos de los adolescentes; y (3) no existen diferencias significativas entre las variables según el género de los y las estudiantes, por la creciente participación de mujeres en instancias no convencionales.
Método
Participantes
El presente es un estudio de tipo cuantitativo, con un diseño no experimental de corte transversal, con un alcance descriptivo-correlacional, en el cual se consideró como población a los estudiantes de segundo ciclo de primaria (que cursaban entre 5° a 8° básico) durante el año 2017, del Gran Santiago, Chile. A partir de esto, se construyó una muestra de carácter probabilístico, bietápica y estratificada. Las unidades de muestra de primer nivel fueron los colegios y las unidades de muestra de segundo nivel fueron los cursos dentro de los colegios. Tanto los colegios como los cursos fueron seleccionados de manera aleatoria, los primeros mediante un algoritmo de aleatorización simple que incluía todos los colegios del Gran Santiago, los segundos mediante una tabla de Kish. El método Kish se emplea usualmente para seleccionar aleatoriamente a un individuo dentro de un grupo, por ejemplo, un hogar, utilizando una tabla en que se asignan valores a los posibles participantes y se selecciona al participante que se encuentre en la posición determinada, de manera que cada participante tiene igual probabilidad de ser seleccionado (Organización Mundial de la Salud, 2006). Los estratos correspondieron al tipo de dependencia del colegio (municipal y particular subvencionado, no se consideraron colegios particulares, debido a la negativa a participar en el estudio por parte de los colegios contactados, y por tratarse de un estudio piloto) y el nivel (5°-8° básico). La muestra final quedó conformada por 949 participantes, 45.6% mujeres, con una edad media de 12.60 años (DE = 1.42). Las distribuciones de la muestra según tipo de dependencia del colegio y nivel fueron las siguientes:
Levantamiento de datos
La fase de levantamiento de datos se realizó entre los meses de agosto y noviembre del año 2017. Los establecimientos seleccionados fueron contactados por vía telefónica y correo electrónico, informándoles del estudio y para agendar la aplicación de las encuestas. Una vez que hubo acuerdo en las fechas, se les envió a los apoderados y directores consentimientos informados para que autorizaran la aplicación de las encuestas y posteriormente se realizaron las encuestas presencialmente en el horario convenido en la sala de clases de los estudiantes, a quienes se les entregó además un asentimiento informado. Si no firmaron los documentos, no participaron del estudio.
Medición
Datos demográficos. Respecto a los datos demográficos, se preguntó a los estudiantes acerca de las siguientes características: sexo, edad, nacionalidad, tipo de dependencia del establecimiento, nivel que cursa, religión, y composición del hogar y familia nuclear.
Sentido de eficacia política interna (SEPI). Para medir la autoeficacia política de los estudiantes, se utilizó la escala de Sentido de Eficacia Política Interna del Cuestionario del Estudiante del Estudio Internacional de Educación Cívica y Formación Ciudadana ICCS (ICCS, 2009). Esta escala está compuesta por seis ítems tipo Likert, en los que se señala el grado de acuerdo/desacuerdo con diferentes afirmaciones acerca de la percepción de los estudiantes sobre su propia capacidad de participar y comprender asuntos políticos, como “Sé más de política que la mayoría de las personas de mi edad” y “Cuando sea adulto(a) podré participar en la política”, donde las respuestas van desde “Nada” (1) a “Mucho” (4), además de una opción neutra “No sé/No entiendo” (5). La confiabilidad del instrumento es buena (α = .88).
Percepción de la importancia de ejercer ciudadanía convencional (CITCON). Para medir la importancia percibida por los estudiantes de la participación política convencional, se utilizaron los ítems de Percepción de los estudiantes sobre la importancia de la ciudadanía convencional del Cuestionario del Estudiante del Estudio Internacional de Educación Cívica y Formación Ciudadana ICCS (ICCS, 2009). Esta escala está compuesta por seis ítems tipo Likert, en los que se señala qué tan importantes consideran los estudiantes que son comportamientos como “votar en todas las elecciones” y “unirse a un partido político” para que una persona sea considerada buena ciudadana, con respuestas desde “Sin ninguna importancia” (1) a “Muy importante” (4), además de una opción neutra “No sé/No entiendo” (5). La confiabilidad del instrumento es buena (α = .82).
Percepción de la importancia de ejercer ciudadanía no convencional (CITSOC). Para medir la importancia percibida por los estudiantes de la participación política convencional, se utilizaron los ítems de Percepción de los estudiantes sobre la importancia de la ciudadanía como movimiento social del Cuestionario del Estudiante del Estudio Internacional de Educación Cívica y Formación Ciudadana ICCS (ICCS, 2009). Esta escala está compuesta por cuatro ítems tipo Likert, en que se señala qué tan importantes consideran los estudiantes que son comportamientos como “participar en protestas en contra de las leyes que considera injustas” y “participar en actividades que promuevan los derechos humanos” para que una persona sea considerada buena ciudadana, con respuestas desde “Sin ninguna importancia” (1) a “Muy importante” (4), además de una opción neutra “No sé/No entiendo” (5). La confiabilidad del instrumento es aceptable (α = .79).
Análisis de datos
En primer lugar, se realizaron análisis descriptivos (media, desviación típica para la muestra total y los subgrupos de adolescentes hombres y mujeres) y comparativos (Pruebas t para muestras independientes) para cada una de las tres variables. Posteriormente, con el fin de analizar la relación entre las variables del estudio, se realizó un análisis de correlación bivariado. Finalmente, se realizaron tres análisis de regresión lineal múltiple, con el fin de analizar en qué grado las variables CITCON y CITSOC podrían explicar la variable SEPI para la muestra total, para los estudiantes hombres y las estudiantes mujeres. Para efectos de los análisis, la opción neutra No sé/No entiendo fue considerada como valor perdido.
Resultados
En la Tabla 3 se presentan las medias y desviaciones estándar para la muestra total y las submuestras de adolescentes hombres y mujeres. Según los resultados del test de Levene, se asumen varianzas homogéneas para los análisis de pruebas t para las tres variables, CITCON, CITSOC y SEPI (p = .06; .94; y .89, respectivamente). Las pruebas t mostraron diferencias estadísticamente significativas para la variable referida a la percepción de la importancia concedida a la ciudadanía convencional (t(947) = -2.64; p = .01), siendo mayor el puntaje obtenido por el subgrupo de mujeres. En cuanto a las diferencias según tipo de establecimiento y nivel, no se encontraron diferencias significativas.
Correlaciones
La Tabla 6 presenta los coeficientes de correlación de Pearson entre las variables consideradas en el estudio. Todas las correlaciones resultaron ser positivas y estadísticamente significativas (p < .01). El mayor nivel de asociación se presentó entre las variables CITCON y CITSOC (r = .49, p = .000), seguida por la asociación presentada entre CITCON y el SEPI (r = .37, p = .000). La menor asociación se presentó entre las variables CITSOC y SEPI (r = .25, p = .000).
Análisis de regresión lineal múltiple
Se consideraron tres análisis de regresión lineal múltiple (uno para la muestra total y uno para casa subgrupo de adolescentes -hombres y mujeres), los cuales consideraron como variable dependiente el SEPI y como variables independientes CITCON y CITSOC. Los tres modelos resultaron estadísticamente significativos (p < .001), explicando el 14.40%, 15.41% y 13.37% de la varianza de la variable dependiente a partir de las variables independientes (respectivamente). Además, se puede observar que la variable predictora CITCON fue estadísticamente significativa para los tres modelos (p < .001, en todos los casos), mientras que la variable predictora CITSOC resultó estadísticamente significativa solamente para la muestra total y el subgrupo de adolescentes mujeres (p < .05, en ambos casos). Al comparar los beta estandarizados de cada modelo, se puede observar que para el modelo de la muestra total CITCON tiene un peso 4.13 veces mayor que CITSOC, a la hora de explicar el SEPI. En el caso del subgrupo de adolescentes mujeres, la variable CITCON también superó el peso de CITSOC para explicar el sentido de eficacia política interna, aunque en este caso fue solo 2.42 veces mayor.
Discusión
Existe una fuerte crisis de representación y desconfianza política en Chile, lo cual, sumado a otros factores sociopolíticos y un permanente sentimiento de injusticia y malestar con la política institucional y su funcionamiento, han hecho que el acercamiento de los jóvenes a la política convencional sea cada vez más escaso. Esto se ve reflejado en los resultados, los cuales muestran una mayor importancia concedida a las formas de participación política no convencionales. Cabe mencionar que los participantes, por ser menores de edad, no pueden participar en las instancias vinculantes convencionales como el voto y la inscripción en partidos políticos. Adicionalmente, las diversas formas de participación no convencional han cobrado protagonismo entre los jóvenes durante la última década y a partir del movimiento estudiantil de 2006, generando un fuerte impacto social, incluyendo las múltiples manifestaciones sociales convocadas por los estudiantes secundarios.
En una segunda instancia los resultados muestran que no hay diferencias en el SEPI de mujeres y hombres, a diferencia de lo que se ha reportado anteriormente (Schulz, 2005). Este resultado es interesante a la luz de las recientes movilizaciones feministas, en tanto se podría hipotetizar un marcado componente de género en la politización que ha generado dicho movimiento, invitando y posiblemente motivando a las futuras generaciones, de mujeres principalmente, a formar parte activa y agenciada de la política. Así también cobran relevancia estos resultados frente al ya conocido “estallido social chileno”, marcado inicialmente por la fuerte participación de estudiantes secundarios, en las evasiones masivas del transporte público, donde las mujeres han mostrado un protagonismo más a la par con los hombres tanto en liderazgo como a través de la participación en las diferentes instancias de participación política no convencional. Un ejemplo de esto es el cargo que tiene Ayelén Salgado, vocera actual de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), quien afirma que en sus inicios comienza a organizarse de acuerdo con su afinidad con el feminismo, para luego involucrarse con mayores compromisos en la lucha estudiantil (Rivera, 2020). Sería interesante considerar para futuros estudios si efectivamente esta cohorte presenta, aparte de mayores puntajes en SEPI, un alza en el interés hacia la política.
Finalmente, los resultados muestran que, para ambos sexos, la percepción de la importancia de la participación en instancias convencionales es significativa para el desarrollo de su SEPI. Además, en el caso de las mujeres, también lo informa su percepción de la importancia de la participación en instancias no convencionales. Respecto a este hallazgo en particular, pareciera indicar una posible vinculación entre el fortalecimiento de los movimientos feministas y su creciente influencia sobre la importancia otorgada a la ciudadanía no convencional por parte de las adolescentes, y su SEPI. Cabe la posibilidad de que las adolescentes, ya sea por su participación directa o por la de sus conocidas, reconozcan en los diversos espacios de participación feministas, predominantemente no convencionales, un ambiente más propicio, efectivo y vinculante para participar en política y desarrollar su autoeficacia. Una hipótesis alternativa que ha sido planteada refiere a la tendencia presente en la población femenina a una mayor participación en actividades orientadas hacia la causa (es decir, mayoritariamente vinculadas a elementos prácticos de participación no convencional, como por ejemplo el levantamiento de peticiones, o el boicot de ciertos productos, entre otras) que sus pares hombres (Childs, 2004).
En vista de los resultados, y del momento histórico que se desarrolla en Chile, resulta interesante considerar una reinterpretación de la aparente apatía o desafección juvenil en las instancias convencionales de participación. Siguiendo la declaración de los derechos de niños, niñas y adolescentes, y considerando que las y los adolescentes son sujetos de derecho, cabe preguntarse si es necesario abrir la posibilidad de que participen en instancias convencionales, por ejemplo, mediante el derecho a voto, lo cual en un primer momento puede llevase a cabo en instancias escolares, participando en la toma de decisiones que los involucra en sus establecimientos, de manera que desarrollen su SEPI y de esta manera aumente su participación en elecciones y en otras instancias de participación convencionales en el futuro. Por otra parte, en vista de la creciente importancia otorgada a las formas no convencionales de participación es necesario cambiar la percepción de la población juvenil como apática, sino más bien considerar estas formas alternativas de participación como válidas y propiciar aún más la participación en estos espacios, en tanto que, al menos en el caso de las mujeres, contribuye a su SEPI.
Para terminar, el caso chileno se presenta como un caso de estudio de gran relevancia para abordar el sentido de eficacia política interna en adolescentes. Por una parte, debemos señalar el contexto de politización de la sociedad chilena durante la última década (PNUD, 2015; 2019); un proceso liderado por las movilizaciones juveniles (Torres & Ponce, 2021), y que ha tenido consecuencias la politización de espacios propios de los adolescentes como la escuela (Castillo et al., 2014). Por otra parte, en términos de la importancia dada a las prácticas ciudadanas, el desarrollo de la socialización política de los adolescentes se desarrolla en un contexto marcado por un aumento de la desconfianza en las instituciones políticas y la valoración de las formas no convencionales de acción ciudadana (PNUD, 2015; 2019; Torres & Ponce, 2021), lo cual ha tenido efectos en las percepciones de este grupo de la población (Sandoval-Hernández & Miranda, 2018; Castillo et al., 2014). Con respecto a la relación previamente descrita entre SEPI y participación política, donde este ha servido como un fuerte predictor de la participación política (Finkel, 1985; García Espejo & Novo Vázquez, 2017; Kahne & Westheimer, 2006; Levy & Akiva, 2019), es relevante hacer hincapié en el déficit educacional existente relativo a la formación cívica, en tanto no ha generado un acercamiento de los jóvenes a la política convencional. Siguiendo a autores como Levy (2013), la eficacia política en adolescentes se encuentra asociada al aprender y discutir sobre temáticas y problemas políticos, por tanto, es sumamente relevante abordar el problema de la baja participación política juvenil desde la adolescencia, etapa en la que se van consolidando identidades y valores, incluyendo los referentes al ámbito político-cívico.
Limitaciones y posibles líneas de investigación a desarrollar
En cuanto a las limitaciones del estudio, se debe mencionar que no participaron estudiantes de colegios particulares pagados, por tratarse de un levantamiento piloto para una investigación de mayor envergadura. Incluir a esta población en una próxima investigación podría proporcionar información adicional, ya que el tipo de dependencia de los establecimientos educacionales suele ser un buen indicador del nivel socioeconómico de sus estudiantes. Una segunda limitante resulta de que no se midió la participación y exposición a instancias de corte feminista, ni el interés en ellas. Dado el contexto histórico actual es posible hacer apreciaciones generales de la influencia de los movimientos feministas dadas su masividad, su lugar en el espacio público y el impacto social que han logrado en los últimos años, en general, sin embargo, sería interesante investigar si existen diferencias entre quienes han participado o tienen interés por participar en instancias feministas y quiénes no.
En cuanto a posibles líneas de investigación a desarrollar, es relevante volver a mencionar que los adolescentes no pueden participar actualmente en instancias convencionales, por lo que resultaría interesante investigar si en poblaciones adultas los resultados son semejantes. Sería interesante llevar a cabo una investigación de corte longitudinal, para contrastar estos resultados con las hipótesis de que la participación se explicaría principalmente por un factor etario. Asimismo, sería interesante contrastar la hipótesis que explica la participación por cohortes mediante estudios longitudinales que compararan el desarrollo de esta variable en diferentes cohortes.