INTRODUCCIÓN
La pandemia provocada por el virus Sars-CoV-2, ha afectado de forma considerable a países del mundo entero, afectando no solo aspectos biológicos y sanitarios, sino también socioculturales. Desde esta premisa, surge la importancia de considerar los aspectos mediáticos de estos eventos, porque los diferentes discursos que se generan en torno a estas experiencias cumplen un rol crucial en la creación de los significados que se dan a estos (Nespereira, 2014).
A pesar de que la enfermedad provocada por el Sars-CoV-2, denominada COVID-19, puede presentarse en cualquier grupo etario, el grupo de personas mayores de sesenta años ha estado en la palestra, puesto que una evidencia preliminar sugiere que, en dieciséis países examinados, las personas de este grupo presentan mayores tasas de mortalidad por esta enfermedad en comparación a grupos más jóvenes, sobre todo por la presencia de comorbilidades (Kang y Jung, 2020; Shahid et al., 2020; Yañez, Weiss, Romand y Treggiari, 2020). Esto ha provocado «un brote paralelo de discriminación por edad» en el mundo, que se caracteriza por homogeneizar a las personas mayores como un grupo frágil, vulnerable y que necesita ser auxiliado (Ayalon et al., 2020), omitiendo la importancia de los contextos socioculturales, territoriales, genéticos y personales en la experiencia de los procesos de salud/enfermedad/atención (también conocido como s/e/a). Menéndez (2009) propone considerar como una triada estos procesos, porque tanto las percepciones de salud, como de enfermedad y el tipo de atención están altamente relacionados. De esta forma, las prácticas para entender, enfrentar y solucionar los procesos de salud/enfermedad/atención dependen del contexto histórico-sociocultural y los significados que la persona que lo padece le atribuye. Por tanto, para comprender cómo diferentes personas (e instituciones) viven el COVID-19, es importante considerar el proceso de s/e/a completo, considerando las «causales específicas de los padecimientos, las formas de atención y los sistemas ideológicos (significados) respecto de los mismos» (Menéndez, 1994, p. 72).
Otro aspecto a considerar es el aumento de la población de personas de sesenta años y más durante las últimas décadas en América Latina y el Caribe. Sin embargo, la situación en la región es heterogénea: mientras algunos países presentan niveles avanzados o muy avanzados de envejecimiento, otros aún se encuentran en una etapa incipiente (Cepal, 2020). De esta forma, se vuelve importante conocer las diferentes realidades de cada país, para evitar las generalizaciones, sobre todo en torno a los discursos que surgen en torno a este grupo etario en el contexto de pandemia.
Dentro de estos discursos, surgen las representaciones sociales. Moscovici (2008) las define como sistemas de valores, ideas y prácticas compartidas por una comunidad. De esta forma, las representaciones permiten los miembros de una sociedad comprender, explicar y dominar distintos aspectos de la vida diaria, porque son elaboradas colectivamente y se recrean constantemente.
Si bien gran parte de los estudios sobre representaciones de las personas mayores se basan los medios de comunicación (Zulman et al., 2011) esta investigación busca incluir a otro agente clave en la representación de este grupo: el Ministerio de Salud. Considerando que las experiencias, expectativas y comportamientos de las personas mayores son influenciadas por los mensajes que expresan los medios de comunicación, los profesionales de la salud y la familia, entre otros (Ayalon y Tesch-Römer, 2018), y el rol crucial que cumplen los ministerios de Salud en la comunicación del riesgo y el manejo/prevención de los procesos de salud y enfermedad (Rahim, Ibrahim, Salim e Ikram, 2019), este artículo se centra en el análisis de las noticias que fueron publicadas en el sitio web del Ministerio de Salud de Chile (MINSAL) durante la pandemia del COVID-19 en el año 2020, enfocándose en la representación de las personas mayores, que en el caso de Chile, según la Ley N° 19.828 de 2002, corresponde a las personas desde los sesenta años de edad.
El artículo se divide en cuatro secciones: primero, se contextualizará cómo el COVID-19 ha afectado a la población chilena desde marzo de 2020, cuando fue diagnosticado el primer caso por esta enfermedad, y las principales medidas que adoptó el gobierno chileno durante ese año. Luego, se presentan las aproximaciones teóricas: primero la relación existente en las emergencias sanitarias entre autoridades y medios de comunicación masivos. En segundo lugar, se describe el concepto de representaciones sociales de Moscovici, y el espacio donde estas se generan: la esfera pública. Luego, están los conceptos relacionados con el análisis de contenido de las noticias: la forma en que las personas mayores han sido representadas en los medios de comunicación, y el análisis por marcos (framing analysis). Después, se presenta el marco metodológico de la investigación, centrada en el análisis de contenido de las noticias del sitio web del Ministerio de Salud de Chile, para luego continuar con los principales resultados. Finalmente, la discusión y principales conclusiones abordan aspectos claves que nacen del análisis realizado.
1. COVID-19 EN CHILE
El 3 de marzo de 2020, el Ministerio de Salud confirmó el primer caso de COVID-19 en el país. Se trataba de un hombre de 33 años, quien había viajado durante un mes por diferentes países del sudeste asiático (MINSAL, 2020a). Los siguientes casos diagnosticados correspondían a personas que también habían realizado viajes internacionales. Sin embargo, semanas más tarde -el 14 de marzo- el ministerio reconoce que los casos diagnosticados de COVID-19 ya no pueden ser trazados a viajeros internacionales, por lo que pasó a fase 3 de contagio. Esa misma noche, el presidente de la República, Sebastián Piñera, anunció a través de cadena nacional las principales medidas que el gobierno tomaría para enfrentar el potencial aumento de contagios.
En términos generales, a lo largo del año 2020, el gobierno chileno implementó diversas estrategias; una de ellas fue el Plan Paso a Paso, que es «una estrategia gradual para enfrentar la pandemia según la situación sanitaria de cada zona en particular» (Gobierno de Chile, 2021a). Este plan consiste en cuatro pasos, que van desde el número 1, con mayores restricciones, cuarentena, hasta el paso 4, apertura inicial.
Mientras este plan estaba orientado a la población general, otras estrategias se concentraron específicamente en las personas mayores, que fue un grupo considerado desde el inicio como de riesgo (MINSAL, 2020b). Si bien las personas desde que cumplen los sesenta años son consideradas legalmente en el país como «adultos mayores» (Ley N° 19.818), para efectos de las medidas, la edad de corte variaba. Por ejemplo, una de las primeras medidas anunciadas el 14 de marzo de 2020 prohibió el funcionamiento de clubes y centros de día de adultos mayores y las visitas a los establecimientos de larga estadía para adultos mayores (ELEAM); en ambos grupos, pueden participar personas desde los sesenta años. Paralelamente, todos los funcionarios públicos que tenían desde 75 años podían realizar su trabajo de forma telemática si así lo deseaban.
Otra medida fue la creación de residencias sanitarias paras las personas enfermas de COVID-19 que necesitaban estar aisladas, con un principal enfoque en las personas mayores. Luego, el 22 de marzo se estableció una cuarentena preventiva obligatoria para las personas de 80 años, la que se extendió en el mes de mayo a las personas de 75 años. Esta medida prohibía la libre circulación de las personas mayores en todo el territorio nacional, por lo que el llamado era a «solo salir si es estrictamente necesario». De acuerdo con el director del Servicio Nacional del Adulto Mayor, esta medida se tomó con la finalidad de evitar el riesgo de contagios (SENAMA, 2020). Finalmente, cuatro meses más tarde, se levantaron estas restricciones, por lo que las personas mayores de 75 años quedaban sujetas a las mismas restricciones y libertades que cualquier persona, dependiendo de la fase del plan «Paso a paso» que estuviera la comuna donde residían (MINSAL, 2020c).
A pesar de las diferencias existentes entre los países del mundo, la evidencia sugiere que, hasta ahora, existen patrones similares en cuanto a contagios por COVID-19: han existido dos «olas» o peak de casos (Iftime et al., 2020). En el caso de Chile, la primera -y mayor- se desarrolló en el periodo de mayo-junio en 2020, mientras que la segunda fue en enero de 2021, durante el verano. En cuanto al total de casos diagnosticados, al 23 de febrero de 2021 ascendían a 805 317. Esto significa que la transmisión actual de COVID-19 en el país es de tipo «transición comunitaria» según la OMS; es decir, que no se pueden confirmar casos a través de cadenas de transmisión. Comparado con los países vecinos, Chile presenta 4200 casos confirmados cada 100 000 habitantes, cifra mayor que la del Perú y Bolivia, pero menor que la de Argentina, que presenta 4579 casos (WHO, 2021). Finalmente, los fallecidos a febrero de 2021 en Chile por COVID-19 ascienden a 20 151 personas (Gobierno de Chile, 2021b).
2. MARCO REFERENCIAL
2.1. Emergencias sanitarias, autoridades y medios de comunicación masivos
En emergencias sanitarias, las autoridades y los medios de comunicación masivos juegan un rol crucial en la difusión de la información confiable y segura al público, que se denomina comunicación del riesgo. Esta incluye una gama de acciones: capacidad de comunicar para la preparación, respuesta y recuperación del evento; fomentar la toma informada de decisiones, y, en caso necesario, provocar cambios en el comportamiento, manteniendo la confianza en las autoridades. Sumado a esto, se encuentran grandes cambios en las sociedades modernas que influyen en la comunicación del riesgo: la pérdida de confianza en las autoridades, el hecho de que la mayoría del público general busca información sobre salud en fuentes online y redes sociales y el nuevo funcionamiento del «periodismo 24 horas» (Gamhewage, 2014).
De hecho, reconociendo la importancia de los medios de comunicación en la comunicación del riesgo en las emergencias sanitarias, la Organización Mundial de la Salud ha creado diversas guías dirigidas especialmente a periodistas, las cuales hacen hincapié en que la necesidad de que el público se informe desde fuentes confiables no es una función únicamente de las autoridades, sino también de los periodistas y los medios de comunicación (Dickson, 2005).
2.2. Representaciones sociales y la esfera pública
En un grupo de personas, es necesaria la creación de ideas colectivas para dar sentido a la realidad. Las representaciones sociales son un grupo de valores, ideas y prácticas creadas colectivamente que permiten a los miembros de una sociedad navegar a través de la vida diaria. Estas representaciones sociales poseen diversos significados, y se caracterizan por ser dinámicas, pues se construyen y reconstruyen en función de los diversos contextos históricos y socioculturales en los cuales los individuos están inmersos (Moscovici, 2008). Por lo tanto, las representaciones sociales constituyen parte del «corazón colectivo que es la opinión pública» (Villarroel, 2007, p. 443).
La opinión pública es creada dentro de la esfera pública. Habermas (1974) propone que la esfera pública es el nexo que existe entre la vida pública y la sociedad cívica, el cual emerge como un espacio social neutro, donde la opinión pública es creada. En este lugar, las autoridades juegan un rol clave, porque las percepciones que tengan las personas que ejercen cargos públicos tienen directa relación con las temáticas que eligen priorizar e implementar (Ayalon y Tesch-Römer, 2018). Por esta razón, es de suma importancia considerar los discursos que se generan en las diferentes instituciones públicas.
Complementando lo anterior, los medios de comunicación ejercen un rol como facilitadores de la democracia, otorgando a las personas acceso equitativo a la información, y oportunidades para participar en el debate de estas ideas. Por ende, los medios de comunicación masivos no solo cumplen el rol de informar, sino que también influyen en la formación, expresión y consumo de la opinión pública (Livingstone y Lunt, 1994).
Por lo tanto, la propiedad de los medios de comunicación es clave para entender si realmente existe libertad de expresión en estos medios. En su estudio sobre los medios de comunicación masivos en Chile, Ruiz-Tagle (2011) menciona que existe una concentración en cuanto a la propiedad de estos medios, donde solo algunos conglomerados concentran la propiedad de los medios de prensa escrita, televisión y radio, lo que crea que los medios de comunicación masivos sean altamente centralizados.
2.3. Personas mayores en medios de comunicación
La representación de las personas mayores en medios de comunicación cumple una doble función: informar, y reflejar la visión que el público en general tiene sobre ellas. A grandes rasgos, estas investigaciones han encontrado perspectivas paternalistas (Koskinene, Salminen y Leino-Kilpi, 2014), un grupo vulnerable y homogéneo, dependiente y con poca capacidad de tomar sus propias decisiones (Angulo-Giraldo et al. 2020). Estos prejuicios hacia un grupo etario es lo que Butler (1969) denominó ageism (en español se conoce como «viejismo»). Esta discriminación se manifiesta en actitudes, comportamientos, prácticas institucionales y políticas hacia las personas mayores (Butler, 1980) y puede ser encontrada en medios de comunicación, redes sociales (Makita et al., 2019), en la creación de avatares (Carrasco et al., 2017), y en la selección y ejecución de estrategias para este grupo etario (Lemaire, Brun y Régner, 2018). Por lo tanto, sus consecuencias se pueden manifestar en niveles individuales, meso y macrosociales (Ayalon y Tesch-Römer, 2018).
En cuanto a cómo se originan estas actitudes negativas, existen teorías que abordan el tema desde perspectivas micro, meso y macrosociales. En el ámbito individual, Palmore (2000) afirma que, como el envejecimiento es percibido como una pérdida de las habilidades y funcionamiento, genera una connotación negativa del proceso, a pesar de que sea inherente a los seres vivos. En el plano mesosocial, Riley y Riley (1994) sugieren que grupos, organizaciones y otras entidades sociales a través de la segregación por edad que existe en las diferentes sociedades occidentales pueden promover el viejismo, pues existe una suerte de «guion predeterminado» que establece cuáles actividades son apropiadas para cada etapa de la vida: educación, creación de una familia y trabajo, y jubilación. Finalmente, en un nivel macro, Stypińska y Nikander (2018) plantean que existen ideas culturales que discriminan a las personas mayores, porque en las sociedades modernas, a medida que las personas envejecen, pierden su poder y estatus frente a las nuevas generaciones.
Considerando lo anterior, el principal problema del viejismo es, precisamente, reconocerlo: como hemos sido expuestos durante todas nuestras vidas a estos estereotipos negativos sobre las vejeces y el envejecer, no somos capaces de identificarlo, por lo que sus efectos suelen pasar desapercibidos (Angus y Reeve, 2006).
Framing análisis
Una de las formas de analizar los contenidos de las noticias es a través del framing analysis. Este concepto, acuñado por Erving Goffman (1974), establece que, como seres humanos, clasificamos, organizamos e interpretamos nuestras experiencias de vida para poder darles un sentido; así, creamos frames (marcos, en español) que nos ayudan a clasificar, percibir, e identificar diferentes experiencias. Complementario a esto, Gamson y Modigliani (1987), sugieren que estos marcos nos ayudan a organizar ideas y tramas. De esta forma, un análisis de noticias que utiliza este modelo se centra en estas clasificaciones que los medios crean para describir situaciones (Pan y Kosicki, 1993). Por tanto, un encuadre noticioso considera dos pasos: primero se selecciona el texto a analizar, y luego se confiere el ángulo con el que es presentado (Fernández y Antón, 2018).
Según el grupo que se esté analizando, los frames que se utilicen para su representación depende del contexto. En el caso de las personas mayores en la prensa durante la pandemia por COVID-19, estudios de diferentes países sugieren que las personas mayores han sido retratadas como un grupo homogéneo, asociado con mayores tasas de mortalidad y altamente vulnerables, que necesitan de la ayuda del resto de la sociedad (Angulo-Giraldo et al., 2020; Bravo-Segal y Villar, 2020). Por estas razones, esta investigación busca identificar los «marcos» que han sido utilizados por el Ministerio de Salud chileno para describir a las personas mayores en el contexto de pandemia.
3. METODOLOGÍA
Para el análisis de noticias, se utilizó la página web del MINSAL: www.minsal.cl, específicamente la sección de «destacados», que incluye noticias preparadas por un equipo periodístico destinado específicamente a esa función. Para la selección de noticias, se utilizaron tres criterios de inclusión:
•Rango de publicación: Desde el 3 de marzo de 2020, cuando se diagnosticó el primer caso de COVID-19 en Chile, hasta el 31 de diciembre de 2020.
•Palabras clave: Persona mayor, adulto mayor o tercera edad, que podían estar en el título o en el cuerpo de la noticia. Se seleccionaron estas palabras, pues son las más comunes en Chile para referirse a las personas mayores de sesenta años (Sociedad de Geriatría y Gerontología, 2015).
•Temática: Noticias debían incluir la temática de la pandemia por COVID-19, pero también podían incorporar otras temáticas.
La búsqueda inicial originó un total de ochocientas noticias, de las cuales 105 cumplían con todos los criterios de inclusión. Luego, estas noticias fueron traspasadas al software Atlas.ti versión 7, donde se consideró cada noticia como unidad de análisis, y se codificaron manualmente. En total, se generaron cuatro familias de códigos, las cuales se detallan a continuación:
4. RESULTADOS
En cuanto a la distribución de las noticias seleccionadas para análisis (n=108), la mayoría se concentra en los primeros tres meses de la pandemia en Chile: marzo, abril y mayo 2020. El Gráfico 1 contiene la frecuencia de las menciones a las personas mayores de sesenta años en el periodo establecido entre el 3 de marzo de 2020 al 31 de diciembre de 2020:
Sin embargo, luego existe un descenso, y en diciembre -mes en el que comienzan a llegar las vacunas contra el COVID-19 al país- nuevamente hay un incremento en las menciones, puesto que las personas mayores fueron consideradas como un grupo prioritario para recibir la vacuna. Sin embargo, llama la atención que, durante el mes de noviembre, no se encontraron noticias que incluyeran a la población adulta mayor.
4.1. Subgrupos etarios
Como se mencionó anteriormente, en Chile, desde el punto de vista legal, son consideradas personas mayores las personas desde los sesenta años; sin embargo, este grupo etario a su vez contiene varios subgrupos. El Gráfico 2 contiene información sobre los subgrupos etarios mencionados en las noticias:
Del total de las 34 menciones que se realizaron sobre la edad de las personas mayores, la mayor frecuencia (n=16) se encuentra en el grupo de mayores de 75, esto es porque gran parte de las medidas que tomó el gobierno durante la pandemia por COVID-19, se centraron en este grupo en particular (MINSAL, 2020b).
4.2. Términos para referirse a las personas mayores
En cuanto a los términos utilizados para referirse a las personas mayores de sesenta años, se encontraron 204 menciones, entre las que se identificaron seis términos, cuya frecuencia por orden alfabético se encuentra en el Gráfico 3:
El término más frecuente utilizado en las noticias fue adultos mayores (n=143), que corresponde a la forma en que este grupo etario es representado en la Ley N° 19.828 de 2002. Sin embargo, en el año 2018, el MINSAL publicó una guía donde establece que el término «persona/s mayor/es» es el que se debe utilizar. Por esta razón, el segundo término con mayor frecuencia (n=47) es personas mayores.
4.3. Grupo de riesgo
En las noticias, las personas mayores también fueron referidas como un grupo que tenía mayor riesgo de contraer la enfermedad o de desarrollar consecuencias graves que las llevaran a necesitar ventilación mecánica (MINSAL, 15 de marzo). Esta familia de códigos está conformada por tres subcódigos: grupo de riesgo (n=92), grupo prioritario (n=6) y fragilidad (n=5).
Las menciones que presentan a las personas mayores como un grupo de riesgo o frágil incluían cuñas directas de las autoridades, como la que dijo el presidente Sebastián Piñera el 22 de marzo de 2020 durante un discurso: «proteger la salud y la vida de todos, y muy especialmente la de nuestros adultos mayores, que son los que experimentan los mayores riesgos» (MINSAL, 2020d), así como también en la redacción de la noticia, por el equipo periodístico el 23 de marzo: «Con respecto a las personas de la tercera edad, quienes son el principal grupo de riesgo de desarrollar la enfermedad COVID-19 de forma severa» (MINSAL, 2020e). Paralelamente, las autoridades hacían alusión a la responsabilidad de los grupos más jóvenes en el contagio de la enfermedad, como dijo el ministro de Salud, Enrique Paris, el 7 de diciembre de 2020: «Y esto quiero que lo escuchen muy bien las personas jóvenes. Es evidente que el mayor motor de contagio está entre los 20 y 40 años edad y vemos que es la población que menos se cuida y puede llevar el virus a los adultos mayores» (MINSAL, 2020f).
A esto se suman las referencias a las personas mayores de 65 años como un grupo prioritario, sobre todo en cuanto a la aplicación de vacunas. En el periodo analizado, las noticias del MINSAL también se referían a la vacunación contra la influenza estacional. Por lo tanto, aparecían menciones a este grupo etario como preferente para recibir estas vacunas. Más tarde, desde el 22 de septiembre de 2020, inician las alusiones a la adquisición y posterior aplicación de la vacuna contra el COVID-19: «El Presidente detalló que, una vez que haya una vacuna segura y eficaz, será necesario en primer lugar vacunar a la población que es más vulnerable al COVID-19. […] Esta prioridad incluye a los trabajadores de la salud, los mayores de 65 años, los enfermos crónicos y las personas en centros cerrados, para luego seguir por rango etario hasta llegar a los más jóvenes (MINSAL, 2020g).
4.4. Solidaridad social
Desde la categoría anterior, se desprende la solidaridad o responsabilidad social. Partiendo desde la premisa de que la mayoría de las personas mayores, a pesar de ser autónomas, necesitarán algún tipo de asistencia durante sus vidas (Sulbrandt, Pino y Oyarzún, 2012), Bengtson y Achembaum (1993) sugieren que los recursos disponibles para asistir o cuidar a las personas mayores son limitados, por lo que existe una suerte de organización estructural que requiere un contrato implícito entre las generaciones que establece quiénes necesitan el cuidado (personas mayores) y quiénes deben ser los cuidadores (generaciones jóvenes). Este contrato simbólico entre generaciones se basa en la solidaridad intergeneracional. Entonces, tomando como base la categoría anterior -donde se evidencia que para el ministerio las personas mayores durante la pandemia han sido consideradas como un grupo de riesgo-, en reiteradas ocasiones, autoridades de diversas instituciones hacían el llamado a «cuidar» a las personas mayores: hay un total de 42 referencias a este tema.
Por ejemplo, el 18 de marzo de 2020 el presidente de la república mencionó: «Generosidad y no egoísmos. Tranquilidad y disciplina para enfrentar esta pandemia. Cuidemos nuestra salud. Y también cuidemos la salud de los demás, y muy especialmente, la de nuestros adultos mayores» (MINSAL, 2020h). Ese mismo mes, el entonces ministro de Salud, Jaime Mañalich, hacía un llamado a que «las personas deben tomar distancia para así cuidar a nuestros adultos mayores que representan el segmento de población más frágil para esta enfermedad». (MINSAL, 2020i). Más tarde, el 16 de abril, el subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga, reiteraba el llamado a «la ciudadanía a cuidar de nuestros padres y de nuestros abuelos. Son las personas mayores las que están en mayor riesgo ante esta pandemia, por lo que su cuidado debe ser fundamental». Paralelamente, se encuentra en algunas de estas frases el uso de adjetivos posesivos para referirse a este grupo etario, como «nuestros» adultos mayores y «nuestros» abuelos (MINSAL, 2020j).
Asimismo, existen referencias a que las mujeres son las que mayoritariamente se hacen cargo del cuidado de los otros en Chile, especialmente de las personas mayores. En en octubre de 2020, la subsecretaria de Salud Pública declaró que «las mujeres se han dedicado principalmente en este período a tareas domésticas, cuidado de los hijos, también a cuidar a los adultos mayores. Por eso, las invitamos a hacer un párele. Paren y preocúpense de ustedes» (MINSAL, 2020k).
5. DISCUSIÓN
Del universo de 108 noticias analizadas desde el sitio web del Ministerio de Salud de Chile (MINSAL), fue posible encontrar cuatro «marcos» que fueron utilizados para referirse a las personas mayores en el contexto de pandemia durante el año 2020: subgrupos etarios, términos, grupos de riesgo y solidaridad social. Como ya se mencionó, estas representaciones sociales son claves, pues son aspectos compartidos socialmente e influyen en la percepción que tanto las autoridades como el público general se forma sobre las personas mayores de sesenta años.
Con respecto al primer marco, sobre el rango etario con el que se referían las noticias a las personas mayores, el que concentra la mayor frecuencia es el de 75 años y más, porque en particular, existieron diversas medidas que estaban específicamente dirigidas a ese grupo, como la opción de teletrabajo para los funcionarios públicos que inició en marzo, o la cuarentena obligatoria en el país.
La medida de establecer cuarentenas especialmente dirigidas a las personas mayores ha sido cuestionada especialmente por los efectos que los confinamientos obligatorios/voluntarios han provocado en la población; se considera que «han propiciado un deterioro gradual de la salud física y mental de las personas mayores» (Cepal, 2020). Muchas personas no pudieron ver a sus familias y amigos durante este tiempo, debilitando sus redes de apoyo. Esto afectó especialmente a las personas mayores residentes de los ELEAM, porque durante ese tiempo se prohibieron las visitas. Además, los niveles de sedentarismo aumentaron, porque las posibilidades de realizar actividades físicas par este grupo disminuyeron debido a las restricciones. El sedentarismo, sumado la exclusión social, se ha documentado que constituyen un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles, especialmente durante la pandemia por COVID-19 (Bouillon-Miniois, Lahaye y Dutheil, 2020; Plagg et al., 2020). De hecho, un estudio realizado en Santiago de Chile (Observatorio del Envejecimiento, 2020) evidenció que un 45% de las personas mayores consideraba que su salud mental había empeorado, y que un 24% decía estar desanimado o muy desanimado.
Por otro lado, entre los términos utilizados por el MINSAL para referirse a las personas mayores, «adulto mayor» surge como el que concentra la mayor frecuencia, tanto en el cuerpo de las noticias, como en las citas de autoridades, a pesar de que el ministerio en el año 2018 publicó la guía «Nuevas expresiones para referirse a las personas mayores», para disminuir el estigma asociado con la vejez y el envejecimiento. Esta establece que se debe priorizar el concepto «persona mayor» para referirse a las personas sobre sesenta años, porque el concepto «adulto mayor» fue cambiado al adoptar el enfoque de género (MINSAL, 2018). De hecho, las únicas autoridades que utilizaron el concepto «persona mayor» fueron la subsecretaria de Salud Pública, el director del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) y especialistas de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile.
Sin embargo, esta forma de referirse a este grupo etario evidencia una falta de enfoque de género en la forma en que se describe a las personas mayores, ignorando un importante aspecto de la vejez, que es la variedad de experiencias en esta etapa de la vida. De hecho, la evidencia sugiere que, dentro del grupo de personas mayores, las mujeres son las que presentan mayores dificultades en diferentes aspectos de sus vidas, debido a la acumulación de desigualdades de las que han sido víctimas durante toda su vida (Dannefer, 2003; Ferraro y Shippee, 2009). En el caso de Chile, las mujeres que actualmente son adultas mayores fueron criadas en un contexto sociocultural muy diferente, donde las posibilidades de acceso a la educación formal eran reducidas por el solo hecho de ser mujeres.
Otra forma de representar a las personas mayores en las noticias en el sitio web era la de un grupo de riesgo; es decir, que era un grupo que debía ser cuidado por el resto, lo que además se relaciona con el último marco identificado: solidaridad/responsabilidad social. Ambas formas de representar a las personas mayores implican que son percibidas en la esfera pública como un grupo que no tiene autonomía, y que para conllevar la pandemia necesita del resto. Esto coincide con hallazgos de previas investigaciones realizadas en Chile, donde el cuidado de las personas mayores dependientes está ligado especialmente a las mujeres, por asociar roles tradicionales de género, donde se asocia a las mujeres como cuidadoras naturales, que poseen características que las calificarían mejor para cumplir esta función (Salazar, 2017; Osorio-Parraguez, Navarrete y Briones, 2019).
De hecho, se puede observar que gran parte de las medidas promovidas por las autoridades chilenas en el contexto de pandemia de COVID-19 está focalizada hacia el cuidado colectivo en lugar de hacer un llamado al autocuidado. Por esta razón, las autoridades hicieron constantes referencias a los otros grupos etarios de la sociedad, que podían ayudar o perjudicar a las personas mayores. En este caso, se encontró que la mayoría de las menciones responsabilizaban especialmente a los jóvenes como el grupo que podía contagiar a las personas mayores (MINSAL, 2020f), lo que coincide con los hallazgos de un estudio de la prensa chilena, en el contexto de pandemia, donde se retrataba a los jóvenes como un grupo social «peligroso para los demás, sobre todo para las y los adultos mayores» (Araya, Carrasco y Olivares, 2020, p. 24).
Por último, otro aspecto importante a considerar de las noticias analizadas es que la mayoría se basa en hechos ocurridos en la Región Metropolitana, donde se encuentra Santiago, la capital del país. Efectivamente, los medios de comunicación chilenos han sido tildados de «centralistas», puesto que la capital concentra la atención mediática (Hofflinger, 2020) y las experiencias de personas de otras zonas son invisibilizadas.
CONCLUSIONES
Este artículo analizó cómo el Ministerio de Salud de Chile retrató en sus noticias a las personas mayores de sesenta años durante el año 2020 en el contexto de pandemia por COVID-19: se identificaron cuatro marcos que evidenciaban discriminación por edad: se representa a las personas mayores como un grupo homogéneo, que depende del resto de la sociedad para poder conllevar la pandemia, a pesar de que el sitio web analizado pertenece al MINSAL, cuya principal función es informativa. Es llamativo el hecho de que, del universo de 108 notas de prensa analizadas, solo dos (publicadas el 18 de abril y 15 de julio de 2020, respectivamente) contenían cuñas directas desde las personas mayores, mientras que el resto son otras personas hablando sobre este grupo etario. Sin embargo, es importante notar que esta ausencia de cuñas directas puede ser resultado de que, al tiempo de realizarse estas notas, había muchas restricciones sanitarias vigentes que limitaban el contacto con las personas mayores, especialmente las mayores de setenta y cinco años.
De todas formas, contar con la experiencia directa desde los actores -en este caso, las personas mayores- ayudaría a visibilizar los reales efectos que ha provocado la pandemia en este grupo que, según Wasiek (2021), ha sido invisibilizado, porque gran parte de la cobertura que se ha realizado ha estado enfocada a presentar las estadísticas, más que la percepción cualitativa de las personas.
Más que nunca, en el contexto de pandemia, se vuelve muy importante garantizar los derechos de las personas mayores, pero esto no implica necesariamente adoptar un enfoque paternalista e infantilizador que presente a las personas mayores como un grupo sin agencia. De hecho, en el último tiempo, los modelos sobre un buen envejecer, se han movido desde una extrema independencia -como el «envejecimiento exitoso» que Rowe y Khan (1987) planteaban- a un modelo de envejecimiento armonioso (Liang y Luo, 2012), donde exista un balance entre las pérdidas y ganancias propias de esta etapa de vida. Por otro lado, Lamb (2014) propone que un buen envejecer debe basarse en parte, en asumir que interdependencia es inherente a los seres humanos, pero que simultáneamente se debe respetar la autonomía que tienen las personas mayores.
Por lo mismo, la representación que realizan las autoridades y los medios de comunicación de las personas mayores es de suma importancia, pues si estas son negativas, contribuye a las perspectivas viejistas en la esfera pública que han sido documentadas previamente, como que la vejez es un problema que debe ser solucionado. Por esta razón, es de vital importancia el lenguaje que se utiliza al referirse a las vejeces y el envejecimiento (Lundebjerg, Trucil, Hamond, y Applegate, 2017).
Si bien existen estudios que han analizado la representación de las personas mayores en la prensa, es necesario expandir esta área hacia otros actores claves, como las autoridades. La visión que tienen las autoridades sobre determinados grupos interferirá directamente en la planificación e implementación de políticas sociales dirigidas al grupo determinado.