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Desde el Sur
versión impresa ISSN 2076-2674versión On-line ISSN 2415-0959
Desde el Sur vol.11 no.1 Lima ene./jun. 2019
http://dx.doi.org/10.21142/DES-1101-2019-73-99
ESTUDIOS DE INVESTIGACIÓN
El mito, el héroe y la resistencia histórica en La guerra silenciosa de Manuel Scorza
Myth, the hero and historical resistance in La guerra silenciosa, by Manuel Scorza
Nécker Salazar Mejía1 ORCID 0000-0003-0691-4359
Universidad Nacional Federico Villarreal. Lima, Perú salazar@unfv.edu.pe
RESUMEN
En La guerra silenciosa, Manuel Scorza aborda la rebelión de los líderes campesinos de las comunidades del centro del Perú contra el capitalismo transnacional, el poder terrateniente y el sistema de justicia. En esa lucha, el mito actúa de manera decisiva, potencia el proyecto del héroe scorziano y guía la búsqueda de justicia en el mundo andino. En la configuración de los personajes, subyacen hondas resonancias míticas asociadas con el mesianismo y la redención de los indios que tienen como trasfondo la utopía andina. El objetivo de este trabajo es estudiar el funcionamiento del mito en el ciclo scorziano y su articulación con la gesta protagonizada por los líderes de la masa campesina en su búsqueda de justicia. Desde nuestro punto de vista, en la narrativa scorziana, el mito se articula con la visión de los vencidos y busca revertir el injusto orden impuesto por el poder hegemónico en los Andes del Perú.
PALABRAS CLAVE: Mito andino, héroe scorziano, Manuel Scorza, narrativa andina
ABSTRACT
In "The Silent War", Manuel Scorza addresses the rebellion of peasant leaders in the communities of central Peru against transnational capitalism, landowning power and the justice system. In this struggle, myth plays a decisive role, lending weight to the project of the Scorzian hero and guiding the quest for justice in the Andean world. In the portrayal of the characters, we find underlying mythical resonances associated with the messianism and redemption of the Indians, that have as their backdrop notions associated with an Andean utopia. The aim of this paper is to address the function of myth in the Scorzian oeuvre and its articulation through the deeds of the leaders of the peasant masses, in their search for justice. The paper proposes that, in the work of Scorza, myth is articulated through the perspective of the vanquished, as a device for reversing the injustice of the order imposed by hegemonic power in the Peruvian Andes.
KEYWORDS: Andean myth, the Scorzian hero, Manuel Scorza, Andean narrative
Introducción
En la pentalogía de Manuel Scorza denominada La guerra silenciosa, se aborda la lucha campesina de las comunidades del centro del Perú en contra del poder económico, representado por las haciendas y el capitalismo transnacional. En las cinco novelas que conforman dicho proyecto narrativo, el mito guarda estrecha relación con el pensamiento andino, adquiere diferentes formas de manifestación y actúa como un factor decisivo en la construcción narrativa y en el diseño de los personajes. El presente trabajo tiene por propósito estudiar el funcionamiento del mito en el ciclo scorziano y su articulación con la gesta protagonizada por los líderes de la masa campesina en su búsqueda de justicia social.
En La guerra silenciosa de Scorza, el mito interviene en la configuración de los personajes, impulsa sus proyectos de lucha y resistencia, vincula la acción épica con la memoria andina, crea la posibilidad de una verdadera transformación de las condiciones sociales y económicas de los campesinos, y orienta la consecución de justicia ante el abuso del poder. En tal sentido, en la narrativa scorziana, el mito, articulado con la visión de los vencidos, cumple un rol decisivo en el proyecto de revertir el injusto orden impuesto por el poder hegemónico en los Andes del Perú a lo largo de su historia.
Violencia en los Andes centrales: el contexto de La guerra silenciosa
El ciclo de La guerra silenciosa se desarrolla en la sierra central del Perú, en las comunidades de Yanahuanca, donde se gesta una importante lucha histórica entre la masa campesina y el poder representado por las fuerzas económicas, sociales y políticas que caracterizan la existencia de una sociedad feudal en el interior del país. Los hechos novelados se sitúan entre los años de 1958 y 1962, y tuvieron un trágico desenlace, con numerosas víctimas entre los campesinos. La lucha de la masa indígena fue una acción heroica que se acrecentó aún más con la violenta expropiación de las tierras que sufrieron los pobladores, quienes, para recuperarlas, se vieron obligados a ocupar las haciendas de los terratenientes. Ello dio lugar a una brutal represión por parte de tropas del ejército enviadas para sofocar las rebeliones. Esta contraposición antagónica entre los campesinos y el poder opresor por alcanzar la justicia es el leitmotiv de las novelas de Scorza, que son relatadas desde la perspectiva de los vencidos.
Scorza viajó a Cerro de Pasco luego de la masacre de los campesinos2 y, al conocer la gravedad de la situación, publicó comunicados en el diario Expreso en su condición de miembro del Movimiento Comunal del Centro, en los que denunció los atropellos cometidos contra las comunidades3. En un primer momento, pensó escribir un reportaje periodístico o una crónica histórica para relatar los sucesos, pero, finalmente, optó por escribir un ciclo narrativo con las informaciones, grabaciones y testimonios de los comuneros que participaron en las luchas por la recuperación de las tierras.
En una investigación sobre las sublevaciones campesinas llevadas a cabo en las comunidades de Cerro de Pasco, Wilfredo Kapsoli (1975) ofrece un detallado estudio sobre la búsqueda de justicia de las comunidades indígenas en los Andes centrales y la respuesta del poder político para acallar las demandas de los campesinos. Así, el conocido historiador analiza los numerosos levantamientos populares surgidos en esa región, el fundamento de los reclamos de los campesinos nunca escuchados por el sistema de justicia, los mecanismos legales a los que apelaban los terratenientes para expropiar las tierras y mantener el atropello en contra de las comunidades, la corrupción de la justicia en los Andes del Perú que amparaba el abuso y la explotación, y la forma violenta con que el poder oficial acababa con las rebeliones de las comunidades. De esta manera, Kapsoli demuestra que siempre existió una política de expoliación y de abuso en contra de los campesinos practicada impunemente por los hacendados, quienes contaban con el apoyo de las autoridades judiciales, la complicidad del Estado y la concurrencia de la fuerza pública4
Esta situación de opresión y atropellos producidos en contra de los campesinos es el contexto en el que se desarrollan las luchas de los pueblos del centro del Perú en el proyecto narrativo de La guerra silenciosa de Scorza. Este ciclo comprende cinco novelas que se publicaron en un periodo de cerca de 10 años: Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo el invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1979). En cada una de ellas, sobresale un líder que encarna la resistencia campesina y la lucha por la recuperación de las tierras. Sobre el propósito de su proyecto narrativo, el escritor afirma:
Yo he dotado de una memoria a los oprimidos del Perú, a los indios del Perú que eran hombres invisibles de la historia, que eran protagonistas anónimos de una guerra silenciosa, y que tienen hoy una memoria: poseen estos cinco libros en los cuales pueden apoyarse y combatir (Perlado, 1997, párr. 26).
En el ciclo scorziano, todas las rebeliones que organizan los comuneros para defender sus derechos y recuperar sus tierras, desde Redoble por Rancas hasta La tumba del relámpago, terminan en el fracaso, lo que se explica porque así ha sido la historia del país: los gobiernos de turno siempre han acallado las sublevaciones indígenas mediante la represión. Al respecto, una reflexión que realiza el narrador en Cantar de Agapito Robles ilustra este trágico destino de las comunidades campesinas: «En los Andes las masacres se suceden con el ritmo de las estaciones. En el mundo hay cuatro; en los Andes, cinco: primavera, verano, otoño, invierno y masacre» (Scorza, 1984, p. 21). De este modo, la ficción literaria se relaciona con los hechos que forman parte del referente externo, ya que La guerra silenciosa revela cómo las autoridades políticas trataron de silenciar la respuesta campesina a lo largo de la historia oficial del Perú.
En una entrevista a Fermín Espinoza Borja, presidente de la comunidad de San Pedro de Yanahuanca, realizada por el diario Expreso el 8 de marzo de 1962, quien sería el personaje central de la segunda novela de Scorza narra la brutalidad con que se desarrolló la intervención de las fuerzas del orden para «desalojar» a los campesinos que habían ocupado haciendas de Chinche, Pacoyán y Uchumarca, en Cerro de Pasco, para recuperar sus tierras:
Jamás podré olvidar cómo murieron mis hermanos por los disparos. Se violaron todas las leyes de la paz y de la guerra. Se disparó sobre hombres, mujeres y niños, sobre los ganados y sobre las casas, se mató, se quemó, se saqueó. Se procedió peor que contra enemigo extranjero, pues en las guerras lo que se hace es tomar prisioneros. Aquí no: aquí se mató y se ensangrentó el suelo nacional sin declaratoria de guerra, para aterrorizar a los campesinos (Hildebrandt, 1972, p. 43).
El impacto que produjeron las represiones en contra de los campesinos se puede apreciar en las noticias y artículos que se publicaron en la prensa escrita a fines de la década de 1950 y a principios de la de 1960. Así, Ciro Alegría escribe dos artículos en diciembre de 1961 para el diario Expreso con el título «El indio y la tierra», en los cuales denuncia la violencia ejercida por el Estado en las acciones de desalojo y reclama el respeto de los derechos de las comunidades a la tierra y a una vida digna: «Los gobernantes peruanos y los grupos dominantes a los cuales representan jamás han querido entender que el indio no ha perdido ni perderá nunca la convicción de que la tierra es suya» (2004, p. 59). El conocido escritor indigenista añade que solo es posible la paz en nuestro país si se atienden dichos derechos y si se busca la justicia social: «El Estado peruano debe considerar esta demanda fundamental y obrar en consecuencia. Sobre todo derecho tiene que prevalecer el que proteja al 90% de la nación, campesinos sin tierra, indios la mayoría» (2004, pp. 60-61).
Una nueva propuesta narrativa: ubicación de la novelística de Scorza en el neoindigenismo
De acuerdo con la división de la narrativa indigenista en indianismo, indigenismo ortodoxo y neoindigenismo, planteada por Tomás Escajadillo, la narrativa de Scorza se enmarca dentro del neoindigenismo. Esta vertiente es definida por Escajadillo sobre la base de cuatro elementos: «la utilización de las posibilidades artísticas que ofrece el realismo mágico», «la intensificación del lirismo en la narrativa», «la ampliación del tratamiento del problema o tema indígena» y «la transformación (complejización) del arsenal de recursos técnicos de una narrativa de temática indígena» (1994, pp. 55-74).
Situada en la literatura neoindigenista, la pentalogía de Scorza representa un proyecto narrativo en el cual se despliegan en un grado de mayor inflexión los elementos mencionados por Escajadillo. Además, el proyecto orgánico de escribir cinco novelas centradas en torno a la rebelión de las comunidades del centro del Perú resultaba una propuesta completamente nueva en la historia de la narrativa peruana en la segunda mitad del siglo XX, sin ningún tipo de precedentes. De este modo, el ciclo de La guerra silenciosa significó el primer proyecto de una épica social en la literatura peruana contemporánea que articuló la producción de cinco novelas de notable calidad artística en un periodo de cerca de 10 años.
Tal como lo explica Antonio Cornejo Polar (1989), la pentalogía de Scorza se enmarca en la época de la experimentación técnica llevada a cabo por los narradores del boom de la novela latinoamericana y, en el contexto de nuestra literatura, pertenece al ciclo de la narrativa de la rebelión campesina. El corpus de este ciclo está conformado por El amauta Atusparia de Ernesto Reyna (1929), El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría (1941) y Todas las sangres de José María Arguedas (1965). En relación con esta tendencia, cabe indicar que la novela titulada Complot de Genaro Ledesma (1965), quien interviene como personaje en la saga scorziana, es un texto que aborda, igualmente, temas y motivos que son tratados con mayor amplitud en el ciclo de La guerra silenciosa.
Es importante destacar, como lo sostienen los críticos, que el ciclo scorziano actúa, en virtud de la ampliación del espacio narrativo, como un gran mural de la lucha de la masa campesina, cuyas acciones alcanzan una mayor dimensión y proyección en el escenario nacional. El enfrentamiento de los campesinos contra la compañía norteamericana Cerro de Pasco Corporation, el poder de las haciendas y el sistema de justicia oficial pone de manifiesto cómo las novelas de Scorza realizan una grave acusación a la sociedad nacional en su conjunto, a sus instituciones más representativas y al imperio del capital en la sierra del Perú. De esta manera, en una nueva visión de la pugna entre la tradición y la modernidad, la narrativa scorziana reivindica el sentido heroico de la lucha de los pueblos campesinos de Cerro de Pasco que se opone al poder hegemónico instaurado en los Andes centrales.
La guerra silenciosa se inscribe dentro de una nueva poética del arte de novelar que supera los procedimientos de la narrativa tradicional; en ese horizonte, la narrativa scorziana evidencia la capacidad creativa de las literaturas andinas y afirma sus posibilidades artísticas y expresivas. En las cinco novelas que conforman el ciclo, la historia, la ficción y el mito se articulan desde una mirada andina para dar a conocer la dimensión proteica de la gesta de los líderes campesinos cuyas acciones se convierten en verdaderos intentos de transformación social y de la consecución de justicia en los pueblos del interior del país.
El mito y el pensamiento andino: la resistencia histórica de las comunidades campesinas
En estrecha relación con el pensamiento andino, el mito cumple un rol fundamental en el ciclo de La guerra silenciosa5
Se puede apreciar que los elementos míticos intervienen de manera decisiva en varios planos. En principio, el mito actúa en el diseño y la organización del proyecto narrativo, que se haya concebido como una alegorización de las grandes luchas históricas llevadas a cabo por las comunidades del Perú. Por otro lado, desde un punto de vista estructural y formal, lo mítico se relaciona con el carácter fragmentario de la composición de las novelas, lo que se percibe en las rupturas temporales, la alternancia en la narración de los episodios y la participación de las voces narrativas. Además, el mito gobierna el diseño y caracterización de los personajes de la pentalogía, quienes están definidos por condiciones extraordinarias, se hallan sometidos a grandes desafíos y protagonizan acciones heroicas.
Debemos señalar que, en el mundo representado en la novelística scorziana, el desarrollo de determinados episodios de las novelas está asociado con el ritual, las creencias, las supersticiones y las tradiciones de la cultura andina que reflejan su particular cosmovisión. Otro aspecto relevante ligado a lo mítico es la existencia de las profecías y las visiones de hechos futuros a través de los sueños y otros signos anunciatorios que permiten comprender el significado de algunas escenas. Lo mítico se articula, asimismo, con hechos y acciones situados en un orden sobrenatural que revelan el poder mágico del mundo andino. Por último, resonancias de los mitos relacionados con la utopía andina impulsan las rebeliones narradas en el ciclo scorziano que buscan el retorno a otros tiempos.
En la novelística de Scorza, el mito se vincula a una matriz andina, pertenece a la cosmovisión quechua y da sustento a la lucha por la resistencia y la justicia de la masa indígena. En el mundo representado en la pentalogía, el mito moviliza los proyectos de recuperación de las tierras, fortalece la toma de conciencia de los pobladores y convierte la gesta de los líderes de las comunidades en una acción heroica y trascendente. Al alcanzar una dimensión mayor, el discurso mítico funciona de tal modo que en él resuenan ecos de la lucha histórica que libraron desde la época colonial hasta los tiempos republicanos las poblaciones indígenas del Perú contra la injusticia y la opresión.
En las novelas del ciclo scorziano, lo mítico se articula con la demanda de la colectividad india en una perspectiva histórica, pues sirve de apoyo a los actos de resistencia contra el poder hegemónico. En una línea temporal que se enlaza con los reclamos y la lucha de los oprimidos, el mito se asocia con una visión mesiánica, que se encarna en la actuación de los líderes que encabezan las acciones de lucha y en quienes existen una misión y un compromiso por la reivindicación de los pueblos indígenas. La pentalogía es reveladora de la fuerza de la utopía andina que proyecta en el imaginario de la masa campesina el ansiado retorno a otro tiempo en la historia de los Andes, en el que existía una sociedad más justa y humana, la cual se quiebra con la llegada de los españoles.
La guerra silenciosa ilustra la función transformadora con que opera el mito en los proyectos de lucha surgidos en el universo andino y sus implicancias en la definición de nuevas dinámicas y relaciones en los programas de resistencia indígena6
Inserta en esta mirada, la novelística scorziana, desde la perspectiva del mito, cuestiona las profundas diferencias y las contradicciones sociales, económicas y políticas existentes en el Perú, que han sido conservadas por el poder hegemónico a lo largo de nuestra historia y que han hecho inviable la construcción de una nación que incluya a los otros, a pesar de la existencia de discursos y declaraciones oficiales que proclaman la justicia, la igualdad y los derechos del hombre.
El funcionamiento del mito está ligado a la racionalidad andina y su lectura es importante para entender el proyecto de los líderes scorzianos. La pentalogía ve en el mito un camino, un instrumento, un medio que permite el impulso de la conciencia histórica entre los campesinos en su propósito de recuperar sus tierras, hacer prevalecer sus derechos y lograr justicia social. En el proceso de gestación de la épica campesina, la operatividad del mito es clave para afirmar la resistencia indígena contra la opresión.
Sobre la articulación entre el mito y su proyecto narrativo, Scorza sostiene: «Los cinco libros están planeados para mostrar el paso que hay en el indio del mito que se encuentra en la mentalidad mítica de Redoble por Rancas hasta transformarse en la mentalidad revolucionaria que hay en La tumba del relámpago» (Suárez, 1984, p. 92). De este modo, el mito actúa como el paso previo y necesario que debe conducir a la acción revolucionaria. Su validez y pertinencia en la pentalogía se demuestra en los alcances que brinda a los programas de lucha y en su efectividad al convertirse en un instrumento que impulsa la acción de los comuneros. Así, el mito contribuye a iniciar el camino de la gesta campesina y el fortalecimiento de la resistencia andina en los Andes centrales con una proyección revolucionaria.
Una épica social: la configuración del héroe scorziano
En La guerra silenciosa, el héroe se halla configurado a partir de condiciones y cualidades extraordinarias que lo circunscriben en un plano mítico. Estos elementos permiten apreciar el especial estatuto de los líderes campesinos y la función que cumplen en el mundo representado en la pentalogía. Sobre esta condición de sus personajes, Scorza nos explica que el pueblo necesita crear mitos y que convierte a los héroes en mitos para cubrir un vacío:
La historia de un pueblo toma muchos años para transformar un héroe en un mito. Este tiempo que la realidad necesita para transformarse en mito ha sido acelerado por mí [...]. La meta de esta mitificación era convertirlos en héroes maravillosos, en seres mejores [...]. Al mismo tiempo, me propuse la mitificación, porque así ocurrió en un tiempo, y es ahí donde se debe de tener en cuenta lo que el indio ha hecho de sus héroes en el pasado. Los pueblos vencidos crean mitos para vencer la desesperación y el vacío metafísico, en resumen, la derrota. He creado mitos para que no se pierda la memoria de esos héroes históricos y se vea el gigantesco valor de su lucha (Suárez, 1984, p. 93).
Desde la perspectiva del escritor, en la condición mítica de los personajes, se proyecta el carácter heroico de la lucha histórica protagonizada por los pueblos del mundo andino desde tiempos inmemoriales y que, pese a la derrota, mantienen en pie sus ideales de lograr la justicia y la igualdad. Así, un halo de grandeza potencia la imagen del héroe en la saga scorziana7
Caracterizados por ser figuras de un valor ejemplar, los líderes encarnan la resistencia andina, asumen la defensa de los derechos de las comunidades indígenas y crean una conciencia popular frente al abuso y la explotación. En el trazado narrativo de las novelas, el héroe scorziano encabeza un acto de rebelión en contra de la clase terrateniente, del sistema de justicia y de quienes representan los intereses de los grupos de poder.
En cada novela de La guerra silenciosa, destaca un personaje principal en quien recae el sentido heroico y la responsabilidad de asumir y conducir la lucha campesina. En Redoble por Rancas, este personaje es Héctor Chacón, llamado El Nictálope; en Historia de Garabombo el invisible, Fermín Espinoza, quien está dotado de una especial invisibilidad; en El jinete insomne, Raymundo Herrera, caracterizado por su insomnio; en El cantar de Agapito Robles, Agapito Robles, cuya danza convirtió la noche en día; y, en La tumba del relámpago, el alcalde Genaro Ledesma, encargado de organizar a los campesinos para recuperar sus tierras. Los líderes mencionados se distinguen por poseer una dimensión sobrenatural y alcanzar una altura mítica. La excepción es Genaro Ledesma, cuya configuración se aparta de estos rasgos sobrenaturales, pues, a diferencia de los otros líderes, está definido por una condición letrada que le exige recurrir a la racionalidad y a la objetividad como medios fundamentales para direccionalizar la rebelión frente a la injusticia.
Los elementos míticos y mágicos que envuelven y realzan a los líderes campesinos guardan estrecha correspondencia con la dimensión sobrenatural con que el imaginario andino concibe a sus héroes, envueltos en la grandeza y lo maravilloso. En esa línea, el diseño y la configuración de los personajes de La guerra silenciosa son claves para entender la trascendencia de sus acciones en el mundo representado en la ficción scorziana. En tal sentido, desde la primera novela del ciclo, se conceptúa al héroe como un ser excepcional dotado para realizar acciones extraordinarias.
Esta presentación del héroe scorziano permite apreciar el verdadero significado de su gesta y la misión que cumple en la lucha social en el mundo andino. Al respecto, Eduardo Huarag señala que dicha configuración es vital para esa «gran tarea»:
Scorza es uno de los pocos escritores que se propuso desarrollar un realismo en el que el universo narrativo estuviese orientado hacia la gesta épica. Para ello fue necesario configurar personajes con atributos extraordinarios que [asumieran] su función como héroes míticos empeñados en una gran tarea para la que se sienten destinados (2008, p. 117).
Frente a los personajes de la narrativa indigenista tradicional, representados como seres sumisos y en situación de inferioridad, la imagen que proyectan los líderes de las novelas de Scorza se vincula con el coraje y la reivindicación de los oprimidos, que sufren la injusticia y la desigualdad. Sobre este punto, Dunia Gras plantea que en ellos existe una conciencia de la necesidad de recuperar la dignidad que se ha perdido: «Se recupera el sentido de la dignidad de este pueblo, para animarlo e instarlo a recobrar por sí mismo en la realidad esa dignidad que le ha sido arrebatada» (2009, p. 94). Por ello, las acciones de los héroes no solo buscan la justicia, sino también la dignificación de los campesinos.
En La guerra silenciosa, Scorza resitúa el rol de los comuneros al configurarlos como seres que tienen capacidad para cuestionar el orden establecido y liderar la resistencia, con lo que se subvierte la idea predominante en el espacio criollo de ver al indio como un ser carente de proyectos y sin capacidad de generar acciones de rebelión popular8. Este cambio es observado por Carlos Huamán en un estudio sobre los personajes rebeldes en la literatura peruana:
En general, la representación de los personajes en la literatura nacional ha seguido un largo camino, en particular, el runa, al que llamaron «indio», «atrasado», «primitivo», pasó de ser personaje exótico y decorativo, a reconocerle como sujeto con voz propia que, en muchos casos, determina el sentido de su historia (2015, p. 82).
Los líderes que asumen la lucha por las tierras, la justicia y los derechos de los comuneros demuestran que es posible la transformación social en el mundo andino. En ese proceso, la grandeza que alcanzan en virtud de su condición mítica y heroica los ubica en la amplia galería de los grandes luchadores de origen indígena y mestizo que se enfrentaron al poder hegemónico para conseguir justicia social en el mundo andino.
El héroe de Redoble por Rancas, primera novela del ciclo, es Héctor Chacón, El Nictálope. Está dotado de una especial facultad que le permite ver de noche. El narrador nos dice que sus «ojos, capaces de descubrir la huella de una lagartija en la noche, distinguían entre las peñas de Quencash los rostros que aguardaban sobre las rocas, sobre el pasto, bajo el hule de la noche» (2009, p. 163). Esta particularidad permite a Héctor Chacón actuar eficazmente y anticipa la presencia de condiciones excepcionales en la configuración de los otros líderes en las siguientes novelas del ciclo scorziano. El personaje siente odio hacia el juez Montenegro, dueño de la hacienda Huarautambo, por la forma abusiva de tratar a los comuneros y trama darle muerte, pero sus planes no alcanzan su objetivo.
En Redoble por Rancas, otros personajes que acompañan a Héctor Chacón también están definidos por poseer poderes especiales. Ellos son «El ladrón de caballos», quien puede interpretar el lenguaje de los equinos, porque «heredó» de su padre «el lenguaje de los animales»; y el Abigeo, quien «estaba investido de los poderes del sueño. A ellos se suma el personaje Pis-Pis, que conocía «el poder de las hierbas».
En Historia de Garabombo el invisible, la segunda novela de la pentalogía, Fermín Espinoza adquiere una «extraña enfermedad» por la cual se volvió invisible: solo lo podían ver los comuneros, pero no los policías que iban a desalojar a los pobladores de Chinche. En el curso de las acciones, dicha condición es instrumentalizada de manera efectiva e inteligente para movilizar la lucha contra las fuerzas del orden. Así, la invisibilidad es empleada como una estrategia para desbaratar sus planes de ataque; sobre ello, el narrador nos dice:
¡Nadie lo veía! Protegido por su carne transparente, antes de anochecer Garabombo se apoderaría de los planes secretos de la Guardia de Asalto. Esa misma noche la comunidad conocería las instrucciones de la 21.a Comandancia, los puntos donde se preparaba el ataque alevoso, los secretos de la Operación Desalojo, los nombres de los confidentes que ensuciaban la tierra de Yanahuanca (Scorza, 1972, p. 12).
En la tercera novela del ciclo, titulada El jinete insomne, el héroe es Raymundo Herrera9, quien, al igual que los otros líderes de la saga scorziana, posee una característica de dimensiones míticas: padece de insomnio; de allí el título de la novela. Raymundo Herrera no ha podido dormir durante muchos años. Al respecto, son reveladoras las palabras del personaje que explican esta característica:
No, no puedo dormir. Las noches las cruzo de blanco, recordando estas cosas: ¿O estoy soñando? Al principio, la enfermedad se me notaba en las ojeras azules. Después me alivié. Aunque a veces el cansancio me hace pensar que mi cuerpo tragó las ojeras (Scorza, 1977, p. 124).
En Cantar de Agapito Robles, cuarta novela de La guerra silenciosa, Agapito Robles, caracterizado por usar un poncho multicolor y de quien se dice que se habría transformado en puma, es un personaje dotado de grandiosidad en razón de su capacidad para organizar a la masa campesina, como también por su visión de la lucha y de la estrategia, y por su capacidad para dirigir el asalto a la hacienda del todopoderoso juez Montenegro. La danza que protagoniza Agapito Robles al final de la novela, y que lo envuelve, le otorga una dimensión mítica. Uno de los campesinos que presenció la danza nos narra cómo se desarrolló y qué impacto produjo en el lugar:
El humo de la danza lo envolvió. Ya no se le veía. Su poncho era un torbellino de colores vertiginosos. Sin dejar de bailar, descendió la loma. Como candela pasó chamuscando los eucaliptus. Yo lo vi. Cuidando que su calor no me alcanzara, lo seguí de lejos. Sin piedad por los maizales que devastaba a su paso, sin atender el terror del caballaje que se revolvía piafando en los corrales, ¡wífala, wífala!, siguió bajando. Se acercó al pueblo. Los López se percataron entonces [de] que el pasto de su chacra ardía. [...] Chamuscó la fachada de la Municipalidad. Las llamaradas refilaron la torre de la iglesia. [...] ¡Un zigzag de colores avanzaba incendiando el mundo! (1984, pp. 244-245).
La danza evidencia el poder del mundo andino de manifestar su fuerza de manera arrolladora. El fuego en que se consume el baile de Agapito Robles alcanza a la iglesia y a la municipalidad, instituciones relacionadas con el poder oficial y la explotación de los campesinos, por lo que el simbolismo asociado a la ejecución de la danza reivindica la fuerza incontenible y transformadora del mundo andino.
El poder mágico de la danza de Agapito Robles se suma a la nictalopía de Héctor Chacón, a la invisibilidad de Garabombo y al insomnio de Raymundo Herrera. En tal sentido, los personajes del universo scorziano están configurados a partir de una dimensión mítica que potencia su propósito de organizar las rebeliones campesinas contra el orden hegemónico y el sistema de justicia. Vasta epopeya de los Andes centrales, La guerra silenciosa sitúa en un plano destacado la acción y la lucha del héroe, cuya misión se engrandece en cada novela. Situándonos en esta perspectiva, el destino de cada uno de los protagonistas del ciclo scorziano enfatiza tanto su condición de líderes sociales como su naturaleza heroica.
La gesta de los líderes campesinos en La guerra silenciosa
Desde Redoble por Rancas hasta La tumba del relámpago, las sublevaciones de los campesinos, revestidas de hondo valor y heroísmo, responden a un programa de lucha que se enfrenta al poder terrateniente y capitalista instalado en los Andes centrales. En la «Noticia» de Redoble por Rancas, que sirve a modo de introducción, Scorza nos ofrece información del referente externo de la novela que permite conocer los hechos de la realidad histórica recreados por la ficción:
Este libro es la crónica exasperantemente real de una lucha solitaria: la que en los Andes centrales libraron, entre 1950 y 1962, los hombres de algunas aldeas solo visibles en las cartas militares de los destacamentos que las arrasaron. Los protagonistas, los crímenes, la traición y la grandeza, casi tienen aquí sus nombres verdaderos (Scorza, 2009, p. 149).
En la novela, se desarrollan de manera paralela dos líneas narrativas, en las que «El Nictálope» y Fortunato encabezan las acciones de lucha de los comuneros. El primero tiene como objetivo dar muerte al juez Montenegro, en quien se representan el abuso, el poder del latifundio y la opresión del sistema de justicia. Un sentimiento de odio impulsa a Héctor Chacón: «Hoy me mancharé las manos con la sangre de un hombre abusivo» (2009, p. 250); por lo que considera que su acción es legítima: «No es asesinato. Es justicia» (2009, p. 251), le dice a uno de los comuneros. Sin embargo, su objetivo no se llega a plasmar; por el contrario, es llevado a la cárcel.
El segundo busca el levantamiento de los comuneros ante la invasión de sus tierras por la compañía Cerro de Pasco Corporation, cuyo afán devorador está simbolizado en el célebre «cerco» que se extiende a lo largo y ancho de Rancas: «Nueve cerros, 50 pastizales, cinco lagunas, 14 puquios, 11 cuevas, tres ríos tan caudalosos que no se hielan ni en invierno, cinco pueblos, cinco camposantos, engulló el Cerco en 15 días» (2009, p. 216). Los comuneros invaden las haciendas, pero son violentamente desalojados por la guardia de asalto en una masacre descomunal: «Rancas era un ascua. Incendio, gritos y bala, humo y llanto, eso era» (2009, p. 375), se dice en uno de los diálogos en «el otro mundo» a través de los cuales los personajes ya muertos reconstruyen los momentos finales de la represión. Así, desde la primera novela de la pentalogía, el enfrentamiento contra el poder no alcanza los objetivos trazados, pese a la intención y la organización de los comuneros. Esta lucha desigual y trágica, no obstante, no disminuye la valentía ni el coraje de los campesinos, quienes, más allá de la derrota, tienen una fe en el triunfo.
En Historia de Garabombo, el invisible, Fermín Espinoza continúa con el proyecto de lucha de las comunidades de Cerro de Pasco iniciado en la novela anterior. La «Noticia» con la cual comienza nos brinda referencias históricas acerca de las acciones libradas por los comuneros para recuperar sus tierras:
Cientos de miles de hombres [...] han caído librando esta lucha desesperada. [...] Los historiadores casi no consignan la atrocidad ni la grandeza de este desigual combate que, por enésima vez, ensangrentó las cordilleras de Pasco en 1962.
Dieciocho meses después de la masacre de Rancas, la comunidad de Yanahuanca, comandada por Fermín Espinoza, Garabombo, invadió y recuperó los casi inabarcables territorios de las haciendas Uchumarca, Chinche y Pacoyán. ¡Era el amanecer de la gran epopeya andina que concluiría con el feudalismo en el centro del Perú! (1972, p. 9).
El texto subraya el silencio de la historia oficial al no registrar hechos de extrema violencia que sufrieron las comunidades del centro, pero, frente a la masacre de Rancas, se erige la figura de Fermín Espinoza como un luchador capaz de desafiar y vencer al poder. De esta manera, se sitúa a Garabombo en la perspectiva de lo heroico, pues la gesta que encabeza una epopeya andina se dirige a acabar con las condiciones socioeconómicas que subyugan a los comuneros. Además de realzar a Garabombo como un personaje de mucho valor, en el texto se abraza una esperanza y se avizora la llegada de un tiempo futuro en que se realizará la redención de los indios.
El plan de Garabombo consiste en la recuperación de las tierras, para lo cual es importante hallar los títulos de propiedad. Quien los resguarda es el boticario Lovatón y su antigüedad se remonta al siglo XVIII, cuando fueron expedidos «en favor del común de Yanahuanca por la Real Audiencia de Tarma en 1705» (1972, p. 39), por lo que, al haber sido invadidas, existe una usurpación: «Este título prueba que las haciendas nos usurpan. Todas las haciendas son tierra usurpada» (1972, p. 40). Por esa razón, solo existe una medida posible: «¡En Chinche, no cabe expropiar sino recuperar!» (1972, p. 41). Con insistencia, el personaje Melecio Cuéllar exhorta a los comuneros: «Hay que recuperar nuestras tierras por la fuerza! Somos dueños legítimos. Tenemos los títulos de 1705» (1972, p. 101).
La recuperación de las tierras se realiza con la participación de las comunidades, quienes ocupan las haciendas de manera violenta. La arenga de Garabombo reivindica el derecho de los comuneros:
¡Chinchinos: hemos envejecido reclamando! Hemos gastado nuestros años sentados en los pasadizos. ¡Años de años suplicando! ¡Nunca obtuvimos nada! Los hacendados ni siquiera se presentaron a los comparendos [...] Aunque esperáramos tres siglos no se presentarían. Yo luché por la expropiación. Estaba equivocado. No cabe expropiación. [...] Por todo Pasco, las comunidades avanzan. ¡Nadie nos detendrá! El hombre muere [...] ¡Pero moriremos peleando y nadie escupirá sobre nuestra memoria! (Scorza, 1972, p. 223).
Los terratenientes, sin embargo, consiguen que las fuerzas del ejército desalojen a los comuneros de las tierras ocupadas. Los sobrevivientes de esta nueva masacre plantean otras estrategias y tácticas para realizar acciones de lucha más efectivas contra los hacendados. Se decide «organizar un Estado Mayor» con los comuneros que son licenciados del ejército para preparar «la sublevación», lo que se acuerda en el marco del destello de un relámpago y la sonora carcajada de uno de los personajes.
Al igual que Garabombo, en El jinete insomne Raymundo Herrera despliega un plan cuyo objetivo es recuperar las tierras de la comunidad de Yanacocha, para lo cual es necesario tener el título de propiedad de la comunidad. Es importante para levantar el plano catastral y delimitar, de esta manera, la extensión de las tierras comunales; con esta medida, se demostraría la legitimidad de cualquier acción que se realice para defender los derechos de la comunidad.
Los títulos se hallan en poder de Germán Minaya y, cuando Raymundo Herrera los recupera, una aureola mítica los rodea: el legajo que los contiene destella una poderosa luz, que se puede interpretar como el signo revelador de que la comunidad recuperaría sus tierras; se trata de un brillo en el que se expresan la vitalidad y la fuerza del mundo andino. Huarag afirma que ese brillo funciona como un signo de carácter premonitorio:
Es como si el líder, o héroe, percibiera en ese brillo una señal para cumplir su misión. Descifra y encuentra que la señal les es favorable. Este hecho reafirma la misión, la función a la que él siente que está destinado a realizar (2008, p. 132).
Para alcanzar su objetivo, Raymundo Herrera debe vencer el temor que se ha apoderado de los campesinos y que les ha impedido luchar con valentía; por eso, los interpela con las siguientes palabras:
Busco, hermanos, encenderles la sangre, contagiarles mi rabia tan grande contra la injusticia. Hace siglos que reclamamos en vano nuestras tierras. Estamos ya acostumbrados al abuso: ¡Reaccionen! Todo lo que me propongo gimiendo públicamente por nuestras desgracias es que ustedes se enfurezcan (Scorza, 1977, pp. 60-61).
Despertar la ira y la rabia es una exhortación que busca crear conciencia y una respuesta entre los campesinos. Como lo dice el líder, está pendiente un acto de justicia que revindique a la comunidad; por esa razón, Raymundo Herrera realiza una cabalgata y no duerme durante el tiempo en que recorre los pueblos de Cerro de Pasco. El líder tiene 63 años y su edad se ha detenido en el tiempo; se encuentra sin dormir desde hace 259 años, cuando partió a medir las tierras. La condición mítica del líder desafía los límites del tiempo y reviste de hondo significado su programa de lucha.
En una de sus reflexiones, Raymundo Herrera observa que hay un contraste en el mundo circundante, pues mientras todo orden experimenta cambios, lo único que se mantiene invariable es la queja: «El hecho es que estoy parado sobre el suelo de todas las generaciones, detrás de esta queja. El maíz, los hombres, los ríos, las edades, brotan, crecen, se exaltan, mueren, desaparecen. Lo único que permanece es nuestra queja» (1977, p. 165). En su largo recorrido, se dirige de pueblo en pueblo para hacer reaccionar a los pobladores, activar la memoria local y exigirles que tienen el deber de asumir una misión en el presente.
El hito denominado «la mano de Dios» es el hito principal que señala la extensión de las tierras de Yanacocha y fue plantado en 1705. Con el fin de que quede conciencia y recuerdo de ello en la memoria de las nuevas generaciones de yanacochanos, Raymundo Herrera ordena azotar a los niños para que «este recuerdo se les grabe para siempre». Para el líder, «los latigazos abren heridas», es decir, a través del trauma, busca mantener la memoria local:
Hijitos: estos latigazos que a mí me duelen más que a ustedes, son para que este recuerdo no se les borre de la carne. ¡Está hecho! La memoria es de arena. Pero ahora, cada vez que miren sus cicatrices...
Cada vez que miren la huella de estas heridas, se acordarán que aquí el inepto, el equivocado, el desesperado Raymundo Herrera los mandó a azotar para que jamás olviden que aquí está nuestro hito principal, que esas ruinas fueron la capital de nuestros antiguos... ¡Crezcan tranquilos! ¿Tengan hijos, nietos, biznietos! Y a su tiempo, si todavía no son libres, ¡azótenlos aquí!... (Scorza, 1977, pp. 212-213).
Raymundo Herrera les deja a los pobladores como herencia su rabia ante la impotencia de no poder demostrar la legitimidad de la propiedad de las tierras: «¡He probado que no podemos probar nada! Y cuando todos los hombres comprenden que es imposible probar una causa justa, entonces comenzará la Rabia. Les dejo de herencia lo único que tengo: mi Rabia» (1977, pp. 215-216). Luego de su muerte, se alistan los preparativos del funeral, pero la guardia de asalto irrumpe violentamente y desencadena una masacre descomunal. Las madres de los fallecidos, entonces, persiguen a las fuerzas del orden entonando el himno Apu Inca Atawalpaman.
Cantar de Agapito Robles continúa la lucha contra la injusticia, pero la acción campesina se retoma de manera más decidida y con otras estrategias. Agapito Robles se impregna de la rabia que había dejado Raymundo Herrera, impulsa una toma de conciencia entre los comuneros y los organiza para enfrentarse al poder del juez y hacendado Montenegro. Después de salir de la cárcel, se encuentra con el temor de los pobladores, quienes habían perdido sus tierras, casas y animales.
Agapito Robles va en busca del título de propiedad y lo encuentra en la cueva de Nahuanpuquio, donde Raymundo Herrera lo había enterrado, pero se da con una sorpresa: «¡No brillaba!», «El título no recuperó su esplendor». Entonces, entendió la razón de por qué «el título se había rendido»:
Durante 257 años la comunidad creyó poder recuperar sus tierras legalmente. Al precio de mortandades, persecuciones, cárceles, el pueblo había preservado fervorosamente el título, ociosa prueba de sus derechos.
Doscientos cincuenta y siete años Yanacocha había reclamado, suplicado, gestionado, esperado, conminado que se le hiciera justicia. Alto de claridad, Agapito comprendió: ¡Yanacocha se había equivocado! El título por el que se inmolaron tantas generaciones era solo papel, papel apagado. Despidiéndose el título hablaba por última vez: toda reclamación es insensata. Yanacocha solo recobraría su país por la fuerza. El día atravesó su corazón. Y Agapito Robles decidió que Yanacocha no imploraría nunca más (Scorza, 1984, p. 12).
Para poder iniciar la lucha por la justicia, el personero de Yanacocha lanza un desafío a las autoridades de la comunidad:
Los hombres que osan franquear los límites de nuestra provincia saben que en el mundo los ríos corren, las nubes atraviesan el cielo, la lluvia cae, el tiempo fluye... En nuestra provincia todo está detenido por culpa de nuestra cobardía (Scorza, 1984, p. 112).
Al igual que en las otras novelas de La guerra silenciosa, Scorza critica el temor y la inacción que se han apoderado de los campesinos, a pesar de que deben sentirse obligados a recuperar lo que les pertenece. En las palabras de Agapito Robles, hay un eco del reclamo de Raymundo Herrera y de los otros líderes de las comunidades. Pasar de la inacción a una actitud consciente y a una respuesta combativa no es un objetivo fácil de lograr, ya que, primero, se debe vencer la cobardía de los comuneros.
Entonces, el personero plantea un programa basado en el uso de la violencia, debido a que no ha sido posible recuperar las tierras de acuerdo con los procedimientos jurídicos. Así, haciendo referencia a la detención del tiempo ordenada por el juez Montenegro y a sus abusos, anuncia:
Esta atrocidad solo terminará el día que acabemos con su tiranía. ¡Me propongo recuperar Huarautambo por la fuerza! Esa es la gran empresa que acometerá Yanacocha. El que quiera retirarse que se retire. Con los que se queden esta noche constituiremos la Junta Pro Recuperación de Tierras (Scorza, 1984, p. 112).
Agapito Robles reúne a las comunidades locales y las organiza en una plataforma de lucha conjunta que articula posiciones y estrategias; la acción también incluye la participación de los licenciados del ejército, que es clave para lograr el objetivo. Con la favorable lectura de las hojas de coca, se produce la toma de la hacienda de Huarautambo, propiedad del juez Montenegro; de esta manera, se asienta un duro golpe al poder terrateniente y se consigue recuperar las tierras de los campesinos. No obstante, el triunfo no es total, ya que emerge el peligro representado por el avance de la guardia de asalto que amenaza a los comuneros. La danza que protagoniza Agapito Robles en la escena final de la novela incendia lo que encuentra a su paso; ese baile simboliza la fuerza del mundo andino que no sucumbe ante el poder opresor.
El mesianismo andino y el retorno del tiempo perdido en La guerra silenciosa
En la pentalogía de Scorza, el pensamiento andino está subyacente en los proyectos de lucha y resistencia de los campesinos, y permite entender el sentido de su rebelión. En esa línea, la actuación de los líderes se puede explicar mejor desde una mirada andina, pues en ellos laten resonancias míticas que enlazan su gesta con el mesianismo y la utopía andina. Esta noción es clave para comprender el levantamiento de las comunidades campesinas en La guerra silenciosa. Al respecto, Alberto Flores Galindo analiza el sentido del término en relación con el pasado, el presente y el futuro de las comunidades indígenas:
La utopía andina no es únicamente un esfuerzo por entender el pasado o por ofrecer una alternativa al presente. Es también un intento de vislumbrar el futuro. Tiene estas tres dimensiones. En su discurso importa tanto lo que ha sucedido como lo que va a suceder. Anuncia que algún día el tiempo de los mistis llegará a su fin y se iniciará una nueva edad (1987, pp. 78-79).
Situado en ese marco, el proyecto liberador y de búsqueda de justicia de los personajes de La guerra silenciosa tiene como motor el ansiado Pachacuti, a través del cual los líderes del ciclo narrativo buscan socavar el orden impuesto por la dominación hispánica y promover el camino de la insurrección10. De esta manera, en la ficción scorziana, se impulsa una profunda transformación social en el mundo andino que tiene por finalidad reivindicar a la masa indígena y acabar con la injusticia y la explotación.
En la gesta de las comunidades de Cerro de Pasco, se proyecta una dimensión mesiánica que se encuentra articulada con la lucha histórica que llevaron a cabo los pueblos de la sierra del Perú en contra de la dominación. En el ciclo de La guerra silenciosa, se revela este trasfondo en la misión redentora que deben cumplir los líderes campesinos como protagonistas de la sublevación en los Andes centrales; los personajes son seres que están predestinados para desarrollar grandes acciones que tienen como objetivo revertir su situación de oprimidos. El mesianismo de que se revisten en cada novela busca trastocar el estado de cosas presente y restaurar el orden perdido, con lo que se producirá el retorno a los otros tiempos, en los cuales reinaban la justicia y la igualdad.
Para Scorza, el verdadero significado del despertar de los comuneros revela un grado de conciencia sobre el tiempo en que han permanecido en un profundo letargo:
Somos como hombres que estuviéramos soñando en una noche que ha pasado hace 100, 200 o 300 años y, de pronto, nos hubieran despertado y hubiéramos empezado a hablar. Y este discurso completamente delirante y completamente desmesurado son nuestras novelas (Perlado, 1979, párr. 16).
Desde la perspectiva de La guerra silenciosa, el proyecto de los líderes scorzianos guarda estrecha relación con el mito de Inkarri, descubierto por José María Arguedas en una investigación sobre Puquio en la década de 1950, que simboliza la resistencia del indio y la esperanza de que será restituido el antiguo orden en el mundo andino mediante la alusión a la resurrección del inca. Este mito preside la lucha de los personajes, tiene una intervención en el recorrido narrativo e impulsa la acción épica con el fin de integrar las fuerzas campesinas en una rebelión masiva sin precedentes en la historia de los Andes11. Sobre la función del mito de Inkarri, Huamán nos explica que los hechos asociados con esta narración tienen una frecuente aparición en las literaturas andinas:
El mito del Inkarri nos trae a la memoria la desarticulación de la sociedad inca en manos de los españoles. En él, la unión de los miembros del Inkarri supone la unión de los marginados y el levantamiento esperado para la reconstrucción del nuevo Perú que se espera. Así la muerte o el sufrimiento se invierte en vida y declina el poder de los mistis (blancos) (2015, p. 100).
Elicenia Ramírez nos hace ver que, a la luz del mito de Inkarri, se pueden asociar discursos referidos a la cultura andina con el héroe indígena que protagoniza La guerra silenciosa:
Los enlaces más que literales pretenden ser significativos, simbólicos, alrededor del arquetipo del héroe como mito del salvador, del Mesías que trae el mensaje o es portador de dones y saberes que posibiliten la liberación, en este caso, el despertar de un pueblo. De este modo, el héroe esperado señala el fin de una era de padecimientos y el inicio de la redención (2007, p. 17).
Scorza afirma que la ruptura que significó la llegada de los españoles a nuestro territorio se puede revertir si se organiza una acción liberadora de grandes proporciones:
El tiempo peruano se interrumpió en la Conquista y, a partir de ahí se enlaguna y pudre. La represión instaura en el Perú la cobardía y la pasividad aparentes del peruano, porque, en realidad, nosotros no somos cobardes ni pasivos, somos seres violentos y reprimidos. El día que aquí haya una revolución, va a ser una revolución con un millón de muertos. Leyendo las descripciones de Guaman Poma de Ayala, yo encontraba que algunos lugares del Perú, de Huancavelica, por ejemplo, donde yo pasé mi infancia no han cambiado prácticamente nada. Incluso encontraba que en los títulos de propiedad de las comunidades figuraban las mismas estancias en los mismos lugares, con el mismo atraso (Forgues, 1988, p. 81).
Las palabras del novelista ponen de relieve la inevitabilidad de una gran revolución en el mundo andino que espera su oportunidad para producir cambios radicales que acaben con el sistema de explotación impuesto desde la época colonial. En términos del pensamiento andino, se trata del Pachacuti: el retorno al tiempo anterior a la conquista hispánica, mediante grandes trasformaciones que traen consigo un nuevo orden en nuestra historia12
El heroísmo de la pentalogía de Scorza: entre la historia y la ficción
En La guerra silenciosa, el héroe scorziano encarna un proyecto de lucha y resistencia que, si bien no logra la victoria en un plano concreto, se convierte en una gesta de especial significado. Las rebeliones son derrotadas frente a las fuerzas del orden, pero la muerte de los líderes y la no realización de sus proyectos de recuperación de las tierras tienen un hondo simbolismo que se yergue más allá de la debacle de la masa campesina y que, por el contrario, reivindica el sentido trascendente de la gesta popular. Por ello, el trágico destino de los campesinos en un plano moral y prospectivo no es tal; más bien, queda latente que las luchas continuarán y que existe un sentido aleccionador en el sacrificio de la masa indígena que realza el valor y el mensaje de su acción. La lección que se desprende de la pentalogía nos hace ver que, mientras el pueblo pueda seguir luchando, existe una esperanza de lograr la justicia social, pues siempre habrá un destello de luz que iluminará las insurrecciones campesinas.
La lucha de las comunidades campesinas en La guerra silenciosa se enlaza con las acciones de resistencia histórica producidas desde la conquista española hasta el siglo XX. Durante los siglos de dominación española, no dejaron de producirse diversos movimientos y levantamientos protagonizados por indios y mestizos que se enfrentaron al poder colonial, como las sublevaciones de Manco Inca en Vilcabamba en el siglo XVI, de Juan Santos Atahuallpa y de Túpac Amaru II en el siglo XVIII. Las insurrecciones estaban impulsadas por el llamado milenarismo andino y la restauración del Imperio de los incas.
En los siglos XIX y XX, no cesaron los levantamientos en el mundo andino, que eran una respuesta al abuso impuesto por las leyes de la República, la expropiación de las tierras de los campesinos por el poder de los hacendados y la política de explotación del indígena. Así, la rebelión de Pedro Pablo Atusparia en Áncash en 1885, el movimiento de Rumi-Maqui en Puno en 1915, la insurrección de los campesinos de Huancané en 1923 y las ocupaciones de las tierras en el valle de La Convención en el Cusco, lideradas por Hugo Blanco a inicios de la década de 1960, significaron intentos de una verdadera transformación social y de búsqueda de justicia en el mundo andino.
El heroísmo que caracteriza a los líderes scorzianos se enmarca en una tradición de lucha por la defensa y la restitución de los derechos indígenas en la literatura peruana, que se convierten en sus antecedentes. Así, la gesta de Héctor Chacón, Raymundo Herrera, Fermín Espinoza, Agapito Robles y de sus seguidores es equiparable a la acción que realizan otros personajes de nuestra literatura que luchan por la justicia y la reivindicación de la masa campesina, y que conforman una amplia galería de personajes de estirpe contestataria y rebelde. Entre estos personajes, se encuentran Atusparia, líder indígena en la novela El amauta Atusparia (1929), de Ernesto Reyna, que se subleva en el callejón de Huaylas en protesta contra la imposición de tributos a los indios; el herrero Servando Huanca, personaje de El tungsteno (1931), de César Vallejo, que lucha enfrentándose a la injusticia y la explotación dirigiendo una rebelión en contra del capital norteamericano; el comunero Benito Castro, último alcalde de Rumi en la novela El mundo es ancho y ajeno (1941), de Ciro Alegría, que desarrolla un proyecto de modernización de la comunidad indígena y desafía al poder terrateniente; y Rendón Willka, quien representa un proyecto de transformación de raíz andina en la novela Todas las sangres (1965), de José María Arguedas13. La caracterización de estos personajes, en gran medida, se inspira en los líderes indígenas y mestizos que condujeron las grandes sublevaciones en las diferentes regiones del Perú a fines del siglo XIX y en el curso del XX. De esta manera, desde la visión de los vencidos y en el marco de una épica social que se desarrolla para lograr la recuperación de las tierras injustamente arrebatadas a los campesinos por el poder terrateniente, la acción de los héroes de La guerra silenciosa adquiere una ejemplar trascendencia que mantiene viva la memoria histórica del mundo andino. En el proyecto de estos líderes, que se reviste de una significación alegórica, se puede apreciar la fuerza y la valentía de los luchadores sociales de origen indígena que se rebelaron contra el poder y la injusticia, y cuya imagen se proyecta en ellos.
Conclusiones
Situado en la vertiente del neoindigenismo, el ciclo de La guerra silenciosa de Scorza es un proyecto narrativo que se articula en torno a la lucha librada por la masa indígena en los Andes centrales contra el poder terrateniente y el capital transnacional en las décadas de 1950 y 1960. En su universo, se produce una ampliación del referente que permite narrar las rebeliones campesinas como una vasta epopeya en la que sobresale el heroísmo de los oprimidos. En el ciclo scorziano, el mito tiene una función decisiva y se convierte en un medio que impulsa la lucha que encabezan los líderes de las comunidades de Cerro de Pasco y de los lugares aledaños. La gesta de los héroes scorzianos se halla en estrecho vínculo con la acción de quienes se enfrentaron al poder colonial y a las instituciones representativas de la nación criolla. Así, la ficción, el mito y la historia se entrecruzan para ofrecer alegóricamente un programa de acción por el retorno a un tiempo perdido.
Teniendo como trasfondo el Pachacuti y el mesianismo andino, el discurso mítico potencia el sentido de la pentalogía, actúa en la construcción de los personajes, fortalece sus proyectos de lucha y resistencia, y actualiza resonancias que asocian la acción de los héroes scorzianos con la demanda de justicia en la historia nacional. Dotado de una dimensión mítica, el héroe scorziano enfrenta grandes desafíos; su trágico destino engrandece su figura y sus programas de lucha. De esta manera, desde la visión de los vencidos y en el marco de una épica social que se desarrolla para lograr la reivindicación de las tierras injustamente arrebatadas a los campesinos, en la pentalogía de Scorza, los líderes no son derrotados, sino, más bien, la derrota es el signo de una lucha que sigue latente y cuyo objetivo es lograr la verdadera libertad de la masa indígena y la búsqueda de la justicia social en el Perú.
Contribución del autor
Nécker Salazar Mejía ha participado en la concepción del artículo, la recolección de datos, su redacción y aprobación de la versión final.
Fuente de financiamiento
Autofinanciado.
Conflictos de interés
El autor declara no tener conflictos de interés.
Citar como: Salazar, N. (2019). El mito, el héroe y la resistencia histórica en La guerra silenciosa de Manuel Scorza. Desde el Sur, 11 (1), pp. 73-99.
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Recibido: 18/11/2018
Aprobado: 5/4/2019
1 Es investigador y docente universitario. Es doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Obtuvo el grado de magíster en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la licenciatura en Lenguaje y Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Ha sido ponente en diferentes actividades académicas y organizador de congresos de literatura, entre ellos el I y el II Congreso Internacional de Teorías, Crítica e Historias Literarias Latinoamericanas en homenaje a Antonio Cornejo Polar (2016 y 2017). Su campo de investigación académica es la literatura indigenista, la narrativa neoindigenista y la oralidad andina. Es coeditor del libro Churata desde el Sur. Actualmente, se desempeña como docente en la Facultad de Humanidades de la Universidad Federico Villarreal y en la Unidad de Posgrado de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
2 Al respecto, el escritor nos ofrece el siguiente testimonio: «Yo recorrí la zona durante varias semanas, recogiendo testimonios. [...]. He tenido dos tipos de informaciones [...]. Primero, una parte de los hechos la viví y la vi; y la otra parte, que es la parte fundamental, no la vi, pero la registré mediante grabaciones. Recorrí durante muchos meses la zona de manera clandestina, cuando después de 1962 en Cerro de Pasco se siguió el estado de sitio en la práctica» (Suárez, 1984, p. 90).
3 Los manifiestos se publicaron en el diario Expreso en diciembre de 1961 y fueron reproducidos en La tumba del relámpago, última novela de La guerra silenciosa. En ellos, el autor critica la concentración de la propiedad agraria en beneficio del poder terrateniente, la enorme extensión del latifundio de la compañía Cerro de Pasco Corporation y da a conocer la preparación de la masacre de las comunidades de Yanahuanca y Yaruscarán por tropas del ejército.
4 Entre las rebeliones que estudia Kapsoli, figuran los movimientos de los campesinos en las haciendas Huáscar, Carmen, Chinche, Huarautambo y Pomayarus en las décadas de 1930 y 1940; las insurrecciones de los comuneros de Michivilca, Yanacancha, Yanahuanca y Yanacocha, y los enfrentamientos de las comunidades contra las haciendas de Lauricocha y Paria en las décadas de 1950 y 1960. El historiador, igualmente, explica el proceso de privatización de las tierras y del ganado de los campesinos, y la agresión de las empresas mineras.
5 Ofelia Huamanchuno de la Cuba sostiene que hay dos nociones antropológicas en el concepto de mito presentes en la pentalogía. La primera «tiene que ver con un producto concreto del pensamiento colectivo de una cultura, expresado en historias, como los mitos y las leyendas andinos»; en el ciclo scorziano son testimonios de ellos el mito de Pariacaca, el mito del Apu Inca Atawallpaman, el mito de Inkarri y el mito de Rumimaki (elaborado a partir de la lucha de Teodomiro Gutiérrez Cuevas). La segunda noción se asume «como forma de razonamiento colectivo para explicar el origen de las cosas», lo que en el caso de nuestro autor toma en cuenta «las relaciones del mito con la historia y lo onírico» (2014, pp. 258-259).
6 La función del mito en La guerra silenciosa no está exenta de debate. La crítica aborda tanto la viabilidad del mito en la narrativa scorziana, la movilización que implica el discurso mítico y la prevalencia de elementos míticos en el ciclo narrativo; como también discute los alcances y los límites del mito, el paso del mito a la racionalidad histórica y la vigencia o cancelación del mito en relación con el desenlace con que concluye la pentalogía.
7 Glicenia Ramírez sostiene que, frente al sometimiento y la dominación, el héroe abre posibilidades redentoras, instaura la renovación y busca la recuperación de lo perdido: «En esa medida el héroe sigue siendo la encarnación de la posibilidad redentora; él es un representante, como arquetipo, del mundo trascendente el que fija paradigmas y valores absolutos el puente entre los hombres y su raíz cosmogónica, cosmos y caos. Por eso el héroe mítico es un misionero, es una figura religiosa, es quien tiene la capacidad de conciliar y reconciliar en este caso al indígena con su pasado, su territorio» (2007, p. 298).
8 Sobre este punto, Scorza precisa que sus novelas le otorgan voz y protagonismo al indio: «Yo creo que dan una nueva dimensión al indio y además es extremadamente importante porque es el indio en lucha. Hasta entonces, la literatura presentó siempre al indio como elemento decorativo del paisaje. Aquí la sociedad india está mostrada desde dentro [...]. La visión de la sociedad india en Redoble por Rancas, y más en las siguientes, es una visión desde adentro contada por sus protagonistas. Es la visión de ellos» (Suárez, 1984, p. 92).
9 La novela se origina en un testimonio que le narró a Scorza el líder campesino Agapito Robles, tal como el novelista relata en una entrevista: «¿Quién es el jinete insomne? Es otro de esos hombres que yo los juzgo extraordinarios, porque lo son en la medida en que realizan actos superiores. Por ejemplo, yo la primera vez que oí hablar del jinete insomne fue en uno de estos pueblos cuando me contaron que el presidente de esta comunidad había salido a medir sus tierras para demostrar la justicia de su causa en un juicio que ya duraba 250 años [...] Este hombre, por ejemplo, salia a medir estos límites, los midió perseguido por la policía, perseguido por los hacendados, y salia ya enfermo, y midió estas tierras, según me contaba Agapito Robles [...], y me dijo: "Estuvo 21 días sin dormir, Él iba a caballo delante de todos y decÃa no tenemos justicia, 21 dÃas sin dormir dÃa y nocheâ. Yo le dije a Agapito: âEs imposible que un hombre esté 21 dÃas sin dormir, porque se muere". Y me dijo: âSe murió [...] Llegó a las 6 al pueblo y se murió a las 7â. Yo me quedé terriblemente impactado con esta historia porque cómo este hombre, después averiguo, [esta historia] era exacta, era rigurosamente exacta» (Soler, 1977).
10 Flores Galindo sostiene que «en la mentalidad andina prehispánica existía la noción de pachacuti», que fue interpretada de muchas maneras por los cronistas, ya sea como «volver la tierra», «quitar y desheredar lo suyo», etc. Para los indios, «la conquista fue un pachacuti, es decir, la inversión del orden»; en el pensamiento indígena, la llegada de los españoles se asume «como la instauración de la noche y el desorden, la inversión de la realidad, el mundo puesto al revés» (1987, pp. 42-43). Después de imponerse el poder colonial, fue surgiendo en el imaginario andino la necesidad de un proceso de transformación para invertir el orden creado por la dominación hispánica.
11 Flores Galindo explica que el mito alegoriza el fin de la dominación en el mundo andino: «Entre 1953 y 1972 se encontraron en diversos pueblos de los Andes peruanos 15 relatos sobre Inkarri: la conquista habría cercenado la cabeza del inca, que desde entonces estaría separada de su cuerpo; cuando ambos se encuentren, terminará ese período de desorden, confusión y obscuridad que iniciaron los europeos y los hombres andinos (runas) recuperarán su historia» (1987, p. 21).
12 Mauro Mamani (2018) analiza el sentido que tiene la categoría Pachacuti para la cultura andina y que se expresa en el plano cosmológico y social; igualmente, estudia sus manifestaciones en la literatura andina mediante una lectura de poesías de José María Arguedas, César Guardia Mayorga y Kilku Warak’a.
13 Podemos añadir a este corpus textos de la ficción histórica que reelaboran acontecimientos referidos al mundo andino, como la cronivela Wancho Lima (1989), de José Luis Ayala, basada en la revolución de los campesinos de Wancho Lima, Ciudad de las Nieves, de Huancané, en 1923, reprimida violentamente por el ejército; y Los Túpac Amaru 1572-1827 (2018), de Omar Aramayo, que aborda los hechos de la gesta revolucionaria indígena contra el poder colonial, encarnada por la genealogÃa de los Túpac Amaru desde el siglo XVI hasta el siglo XIX.