Para comenzar: declaración inicial
Vivir y celebrar la independencia de un país no debería consistir en acciones de un solo año, es disfrutar de los derechos (civiles, políticos) que otros, los libertadores, conocidos y anónimos, ganaron por nosotros, quienes vivimos hoy en el Perú. Es un acontecimiento que se celebra a cada momento. ¡Somos libres! ¡Seámoslo siempre! No solo son las líneas iniciales del himno del Perú, sino que se convierten en palabras de celebración y de compromiso, como podremos ver párrafos abajo.
Se habrán dado cuenta de que estoy escribiendo en primera persona. Precisamente esa es la declaración inicial que quería hacer al comenzar este texto. Escribo en primera persona, desde mi experiencia, y la de algunos otros, como extranjeros, que hemos tenido la oportunidad de vivir este tiempo de conmemoración bicentenaria. Utilizo la categoría "extranjeros", porque además de reconocer que no somos nacionales del Estado Peruano, el Glosario sobre migración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) los define como "el asilado, el refugiado y el trabajador migrante" (p. 26), condiciones que se identifican con la condición actual de quienes son referencia, incluyéndome, en este ensayo.
En este sentido, el ensayo se presenta como un conjunto de vivencias y proyecciones que, apoyado en algunos textos, compartimos para contribuir con la toma de conciencia del valor de la libertad alcanzada por nuestros próceres. Tiene un valor especial, porque estas experiencias están contadas por quienes llegamos al Perú en busca de diferentes tipos de libertad y por peruanos comprometidos con ella.
Esta es la experiencia, como lo afirma el título, de unos americanos meridionales, como se describía a sí mismo Simón Bolívar en una carta dirigida, desde Kingston, a Henry Cullen, un comerciante de origen británico interesado en la gesta independentista americana, donde expone, de forma brillante, lo que ha pasado en América y cuál es el futuro que avizora. Este es, pues, uno de los fines de este ensayo, contar lo que ha pasado y hacia dónde podemos caminar. En ese texto, la "Carta de Jamaica", me he inspirado para redactar estas líneas, pero sin pretender calzar las botas del Libertador.
Escribo usando expresiones y palabras de Bolívar porque soy, como él, venezolano. No es que Simón Bolívar sea patrimonio exclusivo de Venezuela, pero es uno de los hijos ilustres de esa tierra y, por esa razón, una de las fuentes adonde voy a beber con frecuencia. Además, Bolívar no solo es el hombre preocupado por la emancipación de América, sino también, como lo afirma Prieto Figueroa (2006), el pedagogo de la libertad. Reescribiré sus palabras porque siempre me han parecido proféticas, sabiendo describir no solo el presente (su presente), sino también el futuro.
Retomando el título del ensayo, pretendo contar la experiencia, como lo dije antes, de unos americanos meridionales. El término no solo hace referencia a personas originarias del sur (de América), sino, sobre todo, a quienes formamos parte de, como lo pensaba Bolívar, la gran nación americana. El Libertador tenía el sueño de ver unidos a todos los pueblos latinoamericanos, como una patria enorme. Esta es la experiencia de personas que vivimos en la gran nación soñada por Bolívar.
El presente ensayo está organizado en siete apartados, escritos todos, como dije antes, en primera persona. El primero nos presenta la libertad alcanzada como un regalo y una tarea que es necesario seguir realizando. Muestro, en el segundo apartado, la nueva cultura cívica en la que debe entrar el Perú en este tiempo bicentenario. En la tercera y cuarta parte se narra la intervención de extranjeros en la primera independencia del Perú, y la experiencia y los aportes de estos en la construcción de la segunda independencia. Pasaré, luego, a resaltar las amenazas y las oportunidades, con la ayuda de algunos autores, que puedo notar en el presente peruano. Y, finalmente, hago una proyección de lo que podríamos vivir más allá del bicentenario.
¡Somos libres! ¡Seámoslo siempre!
Como decía en la declaración inicial, estas primeras frases del himno del Perú se nos presentan como una celebración. Recordamos el esfuerzo de tantos hombres y mujeres que dieron incluso sus vidas por alcanzarnos la independencia. Hoy, después de batallas en variados ámbitos, podemos seguir gritando "¡Somos libres!", aunque todavía debamos seguir trabajando por la independencia de este país.
Después de 200 años resuenan las palabras que Bolívar (1979 [1815]) le escribía a Cullen, "el pueblo que ama su independencia por fin la logra". Uno de los bienes más anhelados es la libertad, la independencia. Se ha logrado la emancipación del Imperio español, pero todavía está la tarea pendiente de liberarse de otros imperios que oprimen al pueblo peruano, en ocasiones sin darse cuenta del yugo que pesa sobre él.
La independencia se va alcanzando toda la vida. Con cada acción que emprende el Estado, está ganando libertad o la está perdiendo, a veces irrevocablemente. Cada día nos enfrentamos al peligro de perder ese tesoro valioso que representa la emancipación, ganado a sangre y fuego por los libertadores. Conservar, afianzar o perder la libertad es parte de la tarea de cada ciudadano, especialmente en el contexto actual en el que vivimos.
Ser libre es un regalo recibido de nuestros próceres, pero también se presenta como una tarea constante. Como afirma Bolívar (1979 [1815]) en la "Carta de Jamaica", "se han roto las cadenas; ya hemos sido libres y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos". Con la precisión de que esos enemigos no solo son fuerzas extranjeras, sino que están dentro de la patria.
Desde los primeros años de la independencia se dio un debate acerca de la mejor forma de gobierno para el país. Como da cuenta García (2021), distintas fuerzas discutían si era mejor la forma de gobierno republicana o monárquica. En la actualidad evaluamos entre ideologías y distintas formas de ejercer el poder político, y se divide a los ciudadanos, con el consecuente debilitamiento de la democracia.
Para llevar a feliz término la empresa de ser libres siempre, es necesario, como afirma Bolívar (1979 [1811]) en un discurso pronunciado días antes de la firma del acta de la independencia de Venezuela, "que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad".
Para ser libres es necesario mantenernos unidos como nación, aun cuando existan diferentes opiniones y puntos de vista. Todos los caminos que forjemos deben terminar en un Perú independiente.
Una nueva cultura cívica: la segunda independencia
En 1821 se alcanzó la independencia, pero todavía es necesario luchar por la libertad. Como afirma Pinedo (2010), la independencia se presenta como una obra que todavía hay que seguir construyendo, no es un producto acabado. Ahora la lucha es por la independencia de espíritu, quizá más difícil que la ya alcanzada, pero con unos frutos más dulces que los primeros. La independencia de espíritu pasa por emanciparnos de ideologías, conseguir la libertad en el ámbito educativo (como lo diré más adelante), en las costumbres, entre otras cosas. El propio Pinedo (2010) utiliza una frase de Esteban Echeverría que me parece sugerente: "Los brazos de España no nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman" (p. 156). Este último autor contrapone al espíritu nuevo, libre, con el espíritu de las tinieblas.
En este contexto, al hablar de libertad me refiero al ejercicio pleno de la ciudadanía, que todos nos consideremos miembros de la sociedad civil peruana, sin exclusiones. Entendida así la libertad, se funda en lo que Arendt (2006) define como el "derecho a tener derechos". En el momento que se reconoce la pertenencia a la sociedad de todos quienes vivimos en Perú, se comienzan a ver como sagrados cada uno de nuestros derechos.
Ahora se trata de liberarnos de nosotros mismos, de todo aquello que no nos deja crecer como nación. Cuando un extranjero es capaz de ver a los ojos a la sociedad peruana, puede notar una profunda división (por clases, región de procedencia, raza, cultura), que la debilita y le impide el trabajo con armonía, el fluir de esfuerzos e ideas, tan necesarios para alcanzar el desarrollo.
Parafraseando a Simón Bolívar en el "Manifiesto de Cartagena" (1979 [1812]), puedo decir que las facciones internas pueden ser el veneno mortal que haga descender la patria al sepulcro. Un pueblo que no es capaz de empujar en una misma dirección avanzará (si lo hace) muy lentamente y con mucho esfuerzo.
Por otro lado, puedo ver, como extranjero, una sociedad que todavía debe trabajar en la consolidación de instituciones. Como afirma Lanegra (2021, p. 82), "el Perú estaría más cerca de una sociedad de individuos, pero no como el Estado de naturaleza hipotético hobbesiano, sino como el resultado de un proceso trunco, o limitado, de institucionalización y construcción de ciudadanía".
La nueva cultura cívica exige la existencia de igualdad entre ciudadanos y de confianza en el Estado, en todos los ámbitos de la sociedad, en lo civil, lo mercantil, social y hasta en lo privado. Este es un requisito indispensable porque, como afirma Lanegra (2021, p. 88) siguiendo a O'Donnell, "cuando, por alguna razón, una mujer, una persona con discapacidad, un indígena, un campesino o una persona LGTBI+ siente que esas garantías no existen para ella o él, ve limitada su ciudadanía".
Esta segunda independencia exige diseñar un modelo educativo propio, hijo del Perú, sin copias o imitaciones extranjeras. Una educación verdaderamente inclusiva, capaz de ofrecer las mismas oportunidades en cada rincón del país y a cada sector socioeconómico. La asignatura pendiente es, como diría Prieto Figueroa (2005), democratizar la educación, es decir, llevar la educación al pueblo, a cada ciudadano.
En este sentido, Guanipa y Angulo (2020, p. 158) afirman que "La educación se convierte en un pilar fundamental para promover los valores dentro de la sociedad". Sin una educación de calidad es imposible construir una sociedad de ciudadanos. La segunda independencia solo se podrá obtener a través de una educación preocupada por formar personas integrales.
Una de las claves más importantes de esta nueva educación ciudadana es la formación de personas, con una identidad bien definida, contrarrestando lo que Arendt (2006) llamará la identidad de masas, una identidad "creada también por la concentración de poder dentro de las estructuras burocráticas" (Delgado, 2017, p. 9). En este modelo, cada ciudadano tiene claro cuál es su puesto en la sociedad y dónde está la meta que persigue, que no es otra que la construcción del país. Todo lo que busca el bien de la nación es materia de interés del nuevo ciudadano.
Bicentenario y extranjeros: la colaboración que llegó de otra tierra
En la lucha por la independencia del Perú participó un grupo grande de extranjeros. Entre los más sobresalientes están José de San Martín, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. La visión de los libertadores era una América emancipada del dominio español. Todos ellos estaban convencidos de que si el continente entero, como lo manifiesta Bolívar en algunos de sus escritos, no se veía libre del yugo español, no se podía hablar de una emancipación total y absoluta.
Sin ánimos de ser exhaustivo, me atrevo a contar un poco de nuestra historia. Cuando los ejércitos de San Martín y Bolívar llegan al Perú para apoyar la gesta emancipadora, ya habían sido derrotadas algunas insurrecciones indígenas. Afirma Lynch (2015) que sin la ayuda de las tropas extranjeras no hubiese sido posible derrotar a los españoles.
Dos corrientes libertadoras venidas del extranjero fueron las encargadas de colocar el punto final en la independencia peruana. La primera es la corriente del sur, encabezada por José de San Martín, que entró por Paracas en 1820, ganando espacio hasta declarar la independencia, según lo afirma Mc Evoy (2018), el 28 de julio de 1821. La segunda corriente, venida del norte, estaba comandada por Simón Bolívar, quien llega en relevo de San Martín para sellar la independencia con la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. En esta última batalla destacó otro extranjero, el general Antonio José de Sucre, encargado de dirigir al ejército patriota. Con este combate se dieron fin a 300 años de dominio español. De esta manera se consolida realmente la independencia del Perú.
Por otro lado, Simón Bolívar llega al Perú con la firme convicción de consolidar la libertad de este territorio y construir una confederación de países latinoamericanos. Para Peralta (2018) el proyecto de Bolívar fue concebido a largo plazo y no solo contemplaba la emancipación, sino también el modo de mantenerla a través del tiempo.
En este sentido, Bolívar no solo se dedicó a dar la libertad a los pueblos, sino a educarlos para liberar a las personas concretas. En palabras de León y Morales (2003, p. 100), "sus lecciones y direcciones no se dirigen únicamente a los aspectos fundamentales de la vida del Estado, sino que incluyen también la vida psicológica, sociológica, pedagógica y moral del hombre".
La independencia de Perú se ha ido consiguiendo (viéndola como un proceso continuo, no acabado) con el esfuerzo de peruanos y extranjeros, que, sin importar dónde nacieron, aman al país y luchan por crear condiciones de libertad. Quienes no nacimos en este país, pero nos sentimos parte de él, podemos ser una de las fuerzas que impulsen el desarrollo desde distintas áreas. En este sentido, los extranjeros aportan nuevas formas de interpretar la realidad, en cualquiera de sus dimensiones: política, social, económica, educativa, etc.
Memorias de un extranjero
En este apartado me atrevo a narrar las categorías constantes que aparecieron en las conversaciones con varios extranjeros (específicamente venezolanos cercanos a mí) en los últimos meses. Estas charlas se daban en un ambiente de total confianza y sin ningún tipo de presiones. Presento los resultados contados en primera persona, tal cual han sido relatados por los protagonistas en su momento.
Al llegar al Perú podía ver, como lo expresa Hannah Arendt (2006, p. 301) en los orígenes del totalitarismo, que "las migraciones forzadas de individuos o de grupos de personas, por razones políticas o económicas, parecen sucesos cotidianos". Pero a diferencia de estos procesos narrados por ella, al llegar a este país sí se encontró la posibilidad de tener un nuevo hogar.
Con todos los problemas que tiene el Perú, es el país que me ha recibido, me ha acogido y me permite estar como residente legal. Aunque no es igual a lo que dejé en mi tierra (música, costumbres, comida, familia, amigos), aquí tengo una oportunidad de trabajo para mi propio bienestar y ayudar a mi familia, en la medida de lo posible. Por otro lado, también es cierto que existen casos de discriminación, pero no he vivido uno personalmente.
Adaptarme a esta otra cultura no ha sido nada fácil, porque la cultura peruana es totalmente diferente a la de mi país. Pero con el paso del tiempo he aprendido nuevas palabras, nuevas expresiones, nuevas formas de interactuar con los demás. El saludo y las muestras de afecto han tenido que cambiar con la llegada a este país. No es tan común el contacto físico (abrazos, besos), pero no he dejado de expresar lo que siento.
La gente que encontré aquí, en su mayoría, me ha tendido la mano, y ha mostrado un fuerte espíritu de solidaridad, aun cuando algunos medios de información, a través de campañas sistemáticas, han presentado al migrante venezolano como un enemigo, que viene a corroer la nación (Angulo-Giraldo, Guanipa-Ramírez y Albites-Sanabria, 2021).
Sin embargo, para la mujer venezolana, en líneas generales, le ha costado un poco encontrar un puesto de trabajo estable y con una buena remuneración (Angulo-Giraldo, Guanipa-Ramírez y Albites-Sanabria, 2021), aun cuando en los primeros años de migración muchos se sintieron deslumbrados por la belleza física y el trato lleno de afecto de las mujeres de Venezuela. Una realidad, como varios elementos en Perú, que marca un notable contraste.
En los últimos meses, sin embargo, hemos vivido (y ahora hablo en plural) un cierto clima de temor debido a la fuerte polarización que vive el Perú. Hay una lucha frontal entre izquierdas y derechas, entre quienes forman parte o simpatizan con un partido político y quienes no lo hacen. Toda esta situación nos trae a la memoria el inicio del proceso de desintegración de la democracia en nuestro país. Todas estas son las secuelas de lo vivido en Venezuela, que busca similitudes en situaciones totalmente diferentes.
En lo que la mayoría (me refiero a mis entrevistados) estamos de acuerdo es en los muchos aportes que podemos dar a este país en varios ámbitos y áreas de conocimiento. Al Perú hemos llegado extranjeros (entre ellos venezolanos) con una buena preparación académica y profesional, con la ilusión no solo de conseguir oportunidades de crecimiento personal, sino también de ayudar en el desarrollo del país.
Amenazas en tiempos bicentenarios
Como he afirmado antes, la independencia es un regalo recibido de los libertadores, pero también es una tarea de quienes vivimos en el presente (y de quienes vendrán después). Voy a resaltar, con ayuda de algunos autores, algunas amenazas que se presentan 200 años después de aquella declaración de independencia. A quienes se nos ha encargado la tarea de tomar la posta de los libertadores tenemos el compromiso de hacer todo lo posible por eliminar estas amenazas.
En este sentido, Lanegra (2021) observa que existe una preocupante decepción del peruano en temas relacionados con la política. Esta actitud es expresada en una indiferencia ante la política y la democracia, además de una enorme inconformidad con respecto a esta última. Todo esto fruto de años de errores notorios de los gobernantes, que han desembocado en procesos penales de los últimos presidentes, además de innumerables escándalos de corrupción.
Estos hechos van erosionando no solo el sistema político de Perú, sino también sus instituciones, creado el caldo de cultivo perfecto para la aparición de los mesías políticos, tan comunes en nuestra América Latina. Este tipo de políticos capitaliza todos estos escándalos para ofrecer, según Torres (2020), cambios radicales a la actual situación. Los nuevos caudillos reciben de parte del electorado la potestad de hacer todo lo que crean conveniente, aun en contra del orden democrático previamente establecido. De esta manera abundan en el continente diferentes tipos de dictadores, que se aprovechan del anhelo de cambio de la población.
A la fecha en que se escribe este ensayo no existen partidos políticos sólidos en el Perú. Los aspirantes a algún cargo de gobierno prescinden de estas estructuras políticas o solo las utilizan con un instrumento para llegar al poder. Puedo afirmar, junto con Lanegra (2021, p. 78), que al hablar de partidos políticos en el Perú "existe es un archipiélago signado por una mezcla de desconfianza y prejuicios".
Esta debilidad de los partidos políticos, según Torres (2020), se expresa en la manera en que llegan las personas a sus candidaturas. No existen líderes sólidos pertenecientes a partidos políticos. El mismo autor señala que en muchas organizaciones políticas se llega al acuerdo de proponer como candidato presidencial a algún personaje que tenga el potencial para ganar, sin que se identifique ni siquiera parcialmente con los ideales del partido.
A la sobra de estos factores se va creando una fuerte tendencia antipolítica, que podría ir creciendo en el transcurso de los años. La consecuencia directa de este fenómeno es la aparición de una nueva fuerza política, con su respectivo representante principal, en cada proceso electoral, creando una "discontinuidad constante" en los procesos y la vida política del país. Nuevos programas, nuevas iniciativas de parte del gobierno de turno, sin cerrar ciclos de forma correcta, sin finalizar procesos.
Un factor que llama la atención es la ausencia de los jóvenes, con excepción de los hechos de noviembre de 2020, en los debates políticos. Lanegra (2021, p. 95) nota con preocupación que "los partidos políticos tienen cada vez menos jóvenes militantes en sus filas, [hay] una caída sostenida en los últimos años". Y la ausencia es casi absoluta cuando hablamos de postulaciones a cargos políticos de importancia nacional.
Con todo lo expuesto puedo decir que es sumamente difícil sentar las bases de una democracia sólida, porque es imposible crear las condiciones donde la mayoría de la sociedad se vea representada. La evaluación de un no experto, que es mi caso, revela un clima de fragmentación, con microfuerzas políticas al acecho de una oportunidad de llegar a la cúspide del poder, aunque sea por un breve espacio de tiempo (condición que ya saben de antemano).
Oportunidades bicentenarias
Hace algunos años, como preparación del bicentenario, a través del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), se diseñó el Plan Bicentenario. Este tiene su sustento, como se afirma en el propio documento, "en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el desarrollo concebido como libertad y en las Políticas de Estado del Acuerdo Nacional" (Plan Bicentenario, 2011, p. 1).
Se presentan seis ejes estratégicos con sus objetivos generales y específicos. Hay elementos que no se han podido concretar. Resalto los tres primeros ejes, entendiéndolos como punto de referencia para plantear algunas oportunidades en este tiempo de las celebraciones bicentenarias. Todo visto a través de los ojos de un extranjero.
En primer lugar, el Perú, como reza el primer eje estratégico, debe dirigir sus pasos a garantizar derechos fundamentales y la dignidad de las personas. La única manera de alcanzar esta meta es encontrando un equilibrio entre desarrollo y respeto a las personas, haciendo visible, desde el gobierno en todos los niveles, que los ciudadanos, con sus derechos, es el elemento fundamental si se quiere sacar a flote a un país. Gobernar para personas, no para números o para votantes, dirigir, desde la empresa privada, con seres humanos, es la clave.
En este sentido, el Perú cuenta con personas dispuestas a trabajar para beneficio del país, en la medida en que este también las tome en cuenta y las respete. Este tiempo de euforia emancipatoria, de celebración libertaria, es el momento propicio para recordar que el Perú está hecho por peruanos nacidos en esta tierra y llegados de más allá de la frontera (los extranjeros).
Las oportunidades y el acceso a los servicios se presentaron como el segundo de los ejes estratégicos del Plan Bicentenario y es donde puedo ver otra oportunidad de crecimiento en el Perú. El país, en los años previos a la pandemia, experimentó un crecimiento sostenido, pero no alcanzó a beneficiar a la totalidad de la población. Se lograron cosechar muchos éxitos, aun cuando no todos los actores tenían las herramientas necesarias para aportar al país.
No todos los peruanos tienen acceso a los servicios básicos. La pandemia dejó al descubierto la desprotección de muchas personas, además de la fragilidad y la poca calidad de los servicios a los que tienen acceso. Una educación que se paralizó al interrumpirse la presencialidad en las instituciones educativas, que en muchos lugares no pudo alcanzar estándares mínimos después de más de un año de esa situación. Un acceso a Internet bastante limitado, que impedía establecer buenas conexiones para estudiar o trabajar, es otro de los problemas serios que se ha enfrentado. Se presenta aquí una oportunidad para ocuparse de esas debilidades con la finalidad de volver al camino del desarrollo.
La tercera gran oportunidad en este tiempo bicentenario está centrada en la figura del Estado y la gobernabilidad. Aquí puedo ver dos lados que es necesario destacar: terminar de construir un país con instituciones descentralizadas y presentar un Estado transparente en sus acciones y decisiones. Los peruanos, y esa debe ser la lectura del resultado de las elecciones de 2019 y 2021, exigen un cambio radical de sus gobernantes, están cansados de las mismas palabras, las mismas acciones y los mismos resultados. Este es el clamor que se podía percibir en las manifestaciones de 2020.
El Perú del siglo XXI, solo con "un sistema estatal descentralizado, respetuoso de los derechos de las personas, reestructurado y eficiente, podrá enfrentar con mayor anticipación y efectividad los fenómenos subversivos" (Plan Bicentenario, 2011, p. 107). Con unas mejores condiciones de gobernabilidad y un Estado sólido, el Perú puede reencontrar la senda del desarrollo y el progreso.
Reflexiones finales: más allá del bicentenario
En primer lugar, queda la tarea de fortalecer la democracia con el trabajo conjunto entre dirigentes políticos y la sociedad civil en general. Recordemos que podemos ser independientes, pero no libres. Estaremos emancipados de la tiranía española, pero todavía no sabemos utilizar nuestra libertad. Se rompieron las cadenas, pero no sabemos qué hacer con las manos sueltas. Es hora de que el ciudadano, en palabras de Guanipa y Angulo (2020, p. 157), sea consciente de que el "hecho de sentirse parte de algo mucho más grande hace que la persona se sienta útil, integrada y motivada".
La celebración del bicentenario nos deja el reto de hacer crecer la educación en el Perú. Mancomunar esfuerzos, tanto públicos como privados, para ofrecer una educación de calidad y a todos por igual, sin importar en qué lugar del país se encuentre. "Estos valores comunitarios son los encargados de iluminar la conducta de cada individuo en la sociedad" (Guanipa y Angulo, 2020, p. 157). Después del Bicentenario es necesario revisar y trabajar para ampliar la cobertura de los servicios básicos de forma óptima.
La reforma del Estado es otra tarea más allá del bicentenario, repesar instituciones y maneras de servir es indispensable. Los partidos y los activistas políticos deben comenzar a escuchar las voces del pueblo y darles respuestas efectivas. Cada vez más se exigirá de forma más contundente mejores resultados. No se puede seguir tratando de engañar y convencer con discursos alejados de la realidad. Se demandará más transparencia en la gestión pública, en todos los niveles, esperando eficiencia y eficacia.
Más allá del bicentenario me atrevo a soñar con "la construcción de una identidad social [que] trae como consecuencia la transformación de las relaciones de poder existentes, para tender a una visión de poder más al servicio de los demás y eliminar toda jerarquización piramidal". (Guanipa y Angulo, 2020, p. 162). Es de esperarse el florecimiento de una identidad ciudadana más comprometida, desde cualquier nivel, con el crecimiento sostenido del país.
Termino este ensayo esperando para el Perú, el país donde vivo, lo que Simón Bolívar expresaba para toda América en la Carta de Jamaica: "yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria" (1979 [1815]).