Rebelión en el laboratorio (Planeta, 2020) muestra un panorama general de las mujeres desarrollándose en el ámbito científico profesional aplicado a la realidad de un país latinoamericano: Argentina. Durante este proceso, estas mujeres consiguen superar diversas adversidades relacionadas con la brecha de género. La obra de Nora Bär (2020) aborda las historias de vida de 10 mujeres dedicadas a la ciencia en Argentina desde una aproximación metodológica cualitativa centrada en las historias de vida, entendidas como "una manera de expresar vivencias cotidianas, describiendo de manera detallada estructuras sociales, formales e informales" (Ferrarotti, 2007, p. 23).
El libro nos acerca a las vivencias de 10 mujeres: la neuróloga Silvia Kochen, la arqueóloga y antropóloga Constanza Ceruti, la bióloga Fernanda Ceriani, la astrónoma Gloria Dubner, la física Karen Hallberg, la especialista en ciencias de la computación Verónica Becher, la matemática Alicia Dickenstein, la climatóloga Carolina Vera, la viróloga Andrea Gamarnik y la química Ana Franchi.
A pesar de que cada una de estas mujeres eligió una especialidad distinta en la rama de las ciencias, todas vivieron similares dificultades para sobrellevar el hecho de que, incluso en el ámbito de la ciencia, las mujeres aún son poco valoradas, visibilizadas y, por tanto, tomadas en cuenta en los procesos de decisión en comparación con sus colegas varones.
Durante la recopilación de los capítulos, se analiza a profundidad el desarrollo de vida de los personajes con el fin de conocer los factores que desencadenan o perpetúan la brecha de género. Las dificultades que estas científicas tienen por su condición de mujeres se hace presente en diversas situaciones, desde la dificultad para obtener ascensos y promociones en sus centros laborales, hasta la escasa presencia de mujeres en cargos altos, diferencias salariales y la propia discriminación por maternidad.
Como menciona la ONU (2018, párr. 20)
las desigualdades de género en el uso del tiempo todavía son altas, pues los hombres le dedican más tiempo a su educación y cuidado propio, mientras que las mujeres cargan con la responsabilidad de realizar las tareas domésticas no remuneradas
Para esta reseña, se decidió centralizar el análisis de las historias de vida a partir de dos problemáticas que cruzan las dinámicas de género: primero, el techo de cristal, entendido como el acto de que "una mujer se tope con una superficie durante su carrera profesional que le impide seguir avanzando debido a los vértices jerárquicos de las empresas" (Zuvieta, 2012, p. 3); segundo, el piso pegajoso, relacionado con la presión que se ejercen contra las mujeres "dentro de la pareja, en la familia y en la sociedad para hacer creer a las mujeres que son las principales responsables de los cuidados [...] la maternidad y de [...] [tener] su familia" (Reina, 2012, párr. 5).
Piso pegajoso
Como se mencionó anteriormente, en un contexto en el que las mujeres son las que principalmente realizan las labores domésticas como parte de entornos familiares machistas, sus posibilidades de desarrollo profesional se ven limitadas (Juárez, 2021). En este sentido, durante el relato, se presentan diversos casos que grafican la influencia familiar y escolar en la toma de decisiones y pensamientos de las mujeres, así como la forma en la que el piso pegajoso aparece hasta que llegan a la maternidad.
Silvia Kochen, en su proceso de elección de carrera, experimentó microsituaciones que buscaban convencerla de que las mujeres ocupan lugares determinados en la sociedad, mientras que otros estaban vetados, como es el caso de la ciencia: "Todo nuestro entorno nos está indicando desde que nacemos en qué dirección debemos circular" (Bär, 2020, p. 50). Caso similar al de Fernanda Ciriani, a quien le desaconsejaron específicamente que se inclinara por carreras científicas. Ella misma advierte que es importante contar con una personalidad desafiante para sobrellevar este camino de adrenalina y ansiedad.
Pese a los esfuerzos en cerrar o terminar con los estereotipos de género durante la etapa escolar y universitaria, las mujeres continúan estando limitadas en el área de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (OCDE, 2015). En este sentido, se estima que existen diversos factores externos que las impulsan a preferir o no la carrera a la que se dedicarán en el futuro. Estos pueden estar basados en su bienestar general, expectativas sociales o ideologías impuestas por mentores cercanos a ellos (Simonsen, 2020). Frente a ello, como señala Patiño (2020), se hace relevante la presencia de modelos femeninos en los espacios familiares o sociales que impulsen a las mujeres.
Fernanda Ciriani destaca que la guía de uno de sus profesores, quien constantemente la desafiaba con problemas a resolver, fue relevante y le brindó herramientas para solucionarlos. Igualmente, Constanza Ceruti asegura que, durante su época académica, gran parte de sus docentes la ayudaron a descubrir su pasión por la investigación y la antropología a través de conversaciones motivadoras.
Así como la relevancia de los referentes sociales, el apoyo familiar es fundamental. Karen Hallberg comenta que sus padres le fomentaron a luchar por superar barreras machistas en todos los ámbitos de su vida; al igual que a Alicia Dickenstein, a quien sus padres y docentes le exigieron un nivel académico que la hizo notar sus capacidades y autoconfianza.
Un punto de inflexión en la carrera de muchas mujeres científicas es la etapa de la maternidad. Karen Hallberg y Constanza Ceruti coinciden que, durante la etapa de maternidad, se requiere apoyo institucional y familiar para poder avanzar, pues, aparte de luchar por obtener el espacio de investigador promedio, cargan con la responsabilidad de la crianza de un hijo: "Tengo una foto de mi bebé acostado sobre un montón de camperas apiladas mientras tomaba los datos para mi tesis", comenta Gloria Dubner (Bär, 2020, p. 50).
Datos recientes destacan que la maternidad implica que los empleadores contraten a mujeres sin hijos hasta 2,1 veces más que a madres con las mismas capacidades laborales (Gestión, 2020). A ello se le suma -como destacan Verónica Becher, Alicia Dickenstein y Andrea Gamarnik- que el ritmo de producción científica decae al ser madre, debido a factores como falta de tiempo y la división de labores.
Techo de cristal
El techo de cristal se entiende como los obstáculos que impiden que una mujer avance hacia puestos de alto nivel (Adame y Saavedra, 2018). Pese a los esfuerzos por ascender, las mujeres siguen topándose con este fenómeno social (Pérez, 2017). Verónica Becher, una de las científicas estudiadas por Bär (2020), articula su experiencia así: "La mirada, los gestos insinuados, las palabras no dichas en una sociedad que te hace llegar a pensar que no eres tan ampliamente dotada como un varón" (p. 97).
En esa línea, Karen Hallberg comenta que, en el campo de la ciencia, "pensar como hombre" es un halago, pues se ha configurado un sentimiento en el que se percibe al hombre como portador de pensamiento analítico; mientras Verónica Becher y Silvia Kochen inciden en que no solo se vive la brecha a nivel académico, sino que existen gestos insinuados, palabras no dichas y códigos de directiva que llevan a que las mujeres se sientan menos capaces que los hombres para ocupar un puesto importante.
Este techo de cristal también se refleja en la autoría de las publicaciones científicas. Daley (2020) señala que muchos artículos de investigación son rechazados debido a sesgos, estereotipos y relaciones de poder. En este sentido, Verónica Becher compartió la firma de sus trabajos debido a la inseguridad de no llegar a ser publicada; mientras Karen Hallberg afirma haber usado la estrategia de colocar exclusivamente sus iniciales para evitar ser juzgada por su género.
Círculos cerrados
Subrayamos que, a lo largo de las historias, estas científicas argentinas han logrado superar todos los obstáculos; sin embargo, ¿qué sucede una vez que llegan a la cumbre? Constanza Ceruti relata que, cuando consiguió el cargo de coordinadora de investigaciones, sus compañeros de altos cargos cuestionaron su posición debido a su género. Por su parte, Gloria Dubner añade que le fue posible ascender combatiendo el círculo cerrado que integraban los hombres.
Bär (2020) destaca que una forma que emplean las universidades para romper esta brecha radica en los cupos de ingreso a los puestos; no obstante, Verónica Becher comenta que la discriminación positiva funciona, pero sin el mismo nivel de influencia. Como recuerda Pérez (2017), cuando se compite por una plaza o más, los hombres tienen más posibilidades de ser reconocidos y elegidos que las mujeres.
A modo de cierre
Aunque las mujeres participaron históricamente en la sociedad, su acceso al espacio académico es tardío. Recién a partir del siglo XIX, las mujeres lograron acceder a la educación universitaria: "Todo comenzó, a raíz de luchas feministas, en Estados Unidos y luego por todo Europa, siempre con la carrera de medicina" (Talali, 2019). Este proceso tardó en llegar a América Latina (finales del siglo XX). En la misma línea, el derecho al voto se consigue en América Latina alrededor de mediados del siglo XXI, cuando quienes gobernaban consideraron que ya tenían las capacidades para hacerlo, y a raíz de un conjunto de luchas sociales2: "Las primeras votaciones de mujeres se llevaron a cabo en Nueva Zelanda, a lo que se le sumaron países como Australia, Finlandia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos" (National Geographic, 2019).
Las dificultades que tienen las mujeres aparecen no solo en el correlato de sus propias vidas (maternidad, crianza, cuidado), sino también en los estereotipos de sus entornos académicos sobre ellas; así como en las propias estructuras sociales de las cuales hacen parte.
A lo largo de las historias podemos ver que aún persiste una resistencia callada por parte de los hombres a considerarlas como pares, incluso en el ámbito de la ciencia. Esta resistencia no solo se observa en imaginarios colectivos que validan y refuerzan prejuicios, sino también en la toma de decisiones en los entornos académicos y políticos en los que estas mujeres también participan. Pese a ello, hay generaciones enteras de mujeres que se están incorporando al sistema científico como concreción de un anhelo de realización personal.
A modo de reflexión, existe una estirpe de heroínas que se animaron a romper con las brechas de género y a ocupar espacios que muchas veces no han sido reservados para ellas. Las mujeres científicas se encuentran a prueba todo el tiempo; necesitan validarse y priorizar un ámbito de su vida debido a que no logran equilibrarlo todo en uno solo.
Por último, implementar políticas es clave para asumir la responsabilidad del presente, orientadas a eliminar la discriminación de género en el mercado laboral y en la formación profesional y escolar. En esa línea, como observa la Comisión de Mujeres y Ciencia del CISC (2020): "Se deben atribuir garantías y políticas que apoyen a docentes e investigadoras es fundamental para aportar equilibrio de género en la sociedad".
Las historias de Rebelión en el laboratorio son apenas una parte pequeña de las narraciones de innumerables mujeres que escogieron la ciencia como su espacio de trabajo. Para estas 10 científicas, las luces en el camino están en que cada vez existen más mujeres que se animan a denunciar situaciones que no se deben repetir, y que buscan un cambio en la sociedad y la academia. Como destaca Medina (2020), una vez encontrado el espacio en nuestra historia, lo encontraremos en la academia.