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Comuni@cción

versión impresa ISSN 2219-7168

Comuni@cción vol.15 no.1 Puno ene./mar. 2024  Epub 03-Nov-2023

http://dx.doi.org/10.33595/2226-1478.15.1.1019 

Artículo original

Filantropía comunitaria en México: Narrativas emergentes de lo común, el territorio y la memoria

Community philanthropy in Mexico: Emerging narratives of commonality, territory and memory

Sergio Cruz Hernandez1  a 

1Universidad Autónoma de Baja California, México.

Resumen

En las relaciones entre fundaciones y comunidades se movilizan recursos de distintos tipos y a quienes los reciben se les coloca en una posición asimétrica; el presente estudio busca identificar e interpretar los elementos narrativos que caracterizan las percepciones sobre las prácticas filantrópicas entre comunidades en México; así como caracterizar los elementos narrativos que cuestionan las definiciones hegemónicas sobre filantropía. Con base en tres talleres, donde participaron 70 personas provenientes de 19 estados de la república; se analizaron saberes y percepciones en torno a la definición de filantropía comunitaria, el reconocimiento de las aportaciones diferenciadas entre hombres y mujeres; y el reconocimiento de los tipos de recursos y cómo se movilizan. Las personas participantes de los talleres no se identifican con una definición específica de filantropía comunitaria, sino más bien se hicieron visibles distintas prácticas filantrópicas relacionadas con el trabajo que se realiza en la esfera privada y la pública, los procesos de recuperación de la memoria y el apego al territorio. Se concluye que la visibilización de los recursos que aportan las comunidades, principalmente los intangibles, promueve relaciones simétricas; así como reconocer que las donaciones externas potencian los procesos que ya están sucediendo al interior de las comunidades.

Palabras clave: Filantropía comunitaria; narrativas; movilización de recursos; trabajo no remunerado; memoria; territorio; lo común

Abstract

In the relationships between foundations and communities, resources of different types are mobilized and those who receive them are seen in an asymmetrical position; this study seeks to identify and interpret the narrative elements that characterize the perceptions about philanthropic practices among communities in Mexico; as well as to characterize the narrative elements that question the hegemonic definitions of philanthropy. Based on three workshops, with the participation of 70 people from 19 Mexican states, we analyzed knowledge and perceptions regarding the definition of community philanthropy, the recognition of differentiated contributions between men and women, and the recognition of the types of resources and how they are mobilized. The people participating in the workshops do not identify with a generalized definition of Community Philanthropy, but rather different philanthropic practices were made visible related to the work carried out in the private and public spheres, the processes of memory recovery and attachment to the territory. It is concluded that the visibility of the resources contributed by the communities, mainly the intangible ones, promotes symmetrical relationships; as well as recognizing that external donations enhance the processes that are already taking place within the communities.

Keywords: Community philanthropy; narratives; resource mobilization; unpaid work; memory; territory; the commons

Introducción

El interés por el presente estudio, surge con el objetivo de analizar las percepciones existentes acerca de la filantropía en las relaciones que se establecen entre donantes y comunidades; en el contexto de la movilización de recursos tangibles e intangibles (Edwards y Gillham, 2013), en el ecosistema de donantes y comunidades. Los recursos constituyen activos a través de los cuáles una unidad familiar genera sus medios de vida (Fierros y Ávila, 2017). Los medios de vida se convierten en la disponibilidad de recursos y la capacidad de movilizarlos, lo cual reduce la vulnerabilidad de una comunidad para hacer frente a eventos adversos sean naturales o causados por los seres humanos (Soares, Munguía, Millán y otros, 2014).

Se reflexiona sobre los supuestos de que: i) las comunidades tienen capacidad de autogestión, ii) las fuentes de recursos no siempre reconocen y potencian las contribuciones de las comunidades, iii) se requiere incorporar una perspectiva horizontal, flexible e incluyente; y iv) se requiere hacer visibles los distintos tipos de recursos y las formas de movilizarlos.

Las asimetrías y las relaciones de poder que se establecen por la entrega de recursos materiales (principalmente dinero) generan la idea de que las comunidades son “beneficiaras” o se da por sentado que la escasez de recursos materiales es sinónimo de pobreza generalizada. Para entender mejor cuál es la percepción sobre las prácticas filantrópicas entre las comunidades se asume que se comparte una realidad interpretada por los actores, para quienes el mundo tiene un significado coherente y que los sujetos expresan mediante el lenguaje su capacidad para actuar en el mundo (Vizcarra, 2002).

El conjunto de prácticas institucionalizadas es representado por los actores, que las legitiman (Banchs, 1994). Los fenómenos socialmente relevantes, tales como las prácticas filantrópicas, son eventos donde los individuos son potencialmente conscientes y esto es un fenómeno compartido por los integrantes del grupo social (Wolfgang, Hayes y Flores, 2011). El conjunto de prácticas vinculadas a la filantropía conlleva una representación pues existen ciertos elementos del entorno que atraen el interés de los actores con mayor fuerza, y debido a que es imposible dejar de operar sígnicamente sobre la realidad, es que toda acción tiene una representación (González, 1987).

Las experiencias de las personas de las comunidades constituyen un universo simbólico que contiene un conjunto de significados objetivados en prácticas sociales y subjetivamente reales en las experiencias de los individuos (Berger y Luckman, 1998). Por lo anterior, los datos emanados de los discursos de las personas se contrastaron con los supuestos de los talleres, así como con los conceptos hegemónicos de filantropía comunitaria.

En este sentido al realizar la búsqueda de la palabra filántropo, filántropa y filantropía en el buscador de Google, las imágenes que se muestran son las de una persona “adinerada” que tiene la capacidad para desprenderse de parte de sus bienes materiales, y aparecen caras de personajes como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Shakira, Rihanna o Angelina Jolie; o imágenes relacionadas con la colaboración, el medio ambiente y el amor.

Es de suponerse que, en distintos momentos de la historia, principalmente a partir de la revolución industrial y hasta la actualidad en un modo de producción capitalista, existen necesidades que deben ser subsanadas (Martín, 2019); algunas a través del trabajo de mercado o la producción de bienes de autoconsumo, y otras deben ser subsanadas por el Estado. El ámbito de acción del sector filantrópico es la brecha existente entre estas dos formas de satisfacción de necesidades, de ahí que el concepto hegemónico de filantropía está asociado al conjunto de prácticas que subsanan la incapacidad del Estado para satisfacer las necesidades que le corresponde (Salamon, 1996).

En el ambiente filantrópico donde colaboran organizaciones de la sociedad civil, fundaciones, y grupos o sectores vulnerados, a esto últimos se les ve como destinatarios o beneficiarios; se les etiqueta como sectores pobres por sufrir desigualdad o no contar con acceso a educación y trabajo, porque sufren las grandes desigualdades en la distribución de la riqueza, o por las asimetrías culturales (López y De la Torre, 2022).

En este tenor se tejen relaciones de poder donde individuos o grupos ganan capacidad, otorgada por la sociedad o las instituciones para perseguir sus objetivos, consumar sus intereses e imponer su punto de vista sobre la realidad. Así también se tejen relaciones de dominación cuando debido a la acumulación y movilización de recursos de individuos o grupos se excluye a otros individuos o grupos (Thompson, 1998). Las relaciones entre agentes de las instituciones filantrópicas están atravesadas por asimetrías que se establecen entre los que tienen y los que no tienen, principalmente referido a recursos o bienes materiales.

En México existe una tendencia impulsada por fundaciones y fondos, que cuestiona las relaciones de dependencia que se establecen en este ecosistema entre grupos y donantes y que se ha caracterizado con el hashtag #ShiftThePower o “transferir el poder”. Este movimiento intenta ofrecer nuevos elementos a los discursos hegemónicos sobre la filantropía y también está relacionado con ofrecer nuevas cualidades a las prácticas filantrópicas, por ejemplo, en la filantropía comunitaria. El enfoque de la filantropía comunitaria habla de tomar en cuenta activos y capacidades de las comunidades y establecer relaciones de confianza. Sin embargo, permanecen invisibles las aportaciones diferenciadas de mujeres y hombres, el valor del trabajo de cuidados, así como la importancia de los saberes locales y el apego al territorio.

Por lo anterior, se busca identificar e interpretar los elementos narrativos que caracterizan las percepciones sobre las prácticas filantrópicas entre comunidades mexicanas; así como caracterizar los elementos narrativos emergentes ante las definiciones dominantes de filantropía.

Marco teórico

Definiciones hegemónicas de la filantropía

La acción no lucrativa está definida por la renuncia a obtener una respuesta o retribución para quien realiza una acción en favor del otro o la otra de manera voluntaria, y su existencia se explica como una forma de subsanar la incapacidad del Estado (Salamon, 1996). La filantropía supone “amar a la humanidad; dar y servir a otros más allá de la propia familia y de las redes de parentesco de las que formamos parte; y realizar actividades voluntarias para el bien común” (Sanborn y Portocarrero, 2003; p. 3). Las actividades altruistas de las personas con poder (ricos y poderosos) son diferentes a las del ciudadano común, de acuerdo con Sanborn y Portocarrero (2003) no son parte del mismo fenómeno.

El término filantropía tiene múltiples connotaciones, por ejemplo “dar y servir a otros” que podría referirse a regalar o donar tiempo en favor de otros, mientras que también puede referirse exclusivamente a “la donación de dinero” o a hacer referencia solamente a la labor que desarrollan “fundaciones y donantes” como sector organizado (Sanborn y Portocarrero, 2003). Dentro de las prácticas filantrópicas, la visión y la acción religiosa ha jugado un papel destacado, sin embargo, después de 2005 ha aumentado la filantropía secular organizada y las nuevas fundaciones de donación empresarial directa, esto quiere decir que se han incorporado nuevos actores a las prácticas filantrópicas (Sanborn, 2008).

El que da, publicita su marca o su imagen y obtiene una ganancia en legitimidad o visibilidad; o en otros casos, obtiene beneficios intangibles (liderazgo y legitimidad) por publicar fotografías o imágenes de las personas en desventaja “favorecidas” por las acciones filantrópicas. Debido a las relaciones de dependencia que se establecen por las prácticas filantrópicas, el concepto ha sido estigmatizado pues se entiende como “asistencia o caridad y no como una dinámica transformadora que apoya y fortalece”, además que la cultura de “dar” predominantemente asistencialista, proviene del patrimonialismo y de la cultura de caridad que han marcado históricamente los orígenes y las actividades de las organizaciones muchas de las veces vinculadas a la iglesia católica (Hopstein, 2018; p. 76).

Las prácticas filantrópicas se dirigen a sectores que históricamente han sido invisibilizados y sus derechos violentados; y mejoran las condiciones de educación, capacitación, servicios sociales, desarrollo comunitario, promoción del arte y la cultura, protección al ambiente, y benefician a la niñez y la juventud, personas en condiciones de pobreza, personas vulneradas; o personas residentes de áreas geográficas específicas. Estos beneficios permanecen concentrados en las grandes ciudades, los sectores mejor organizados, dentro de comunidades de clase media o alta, y refuerzan, más que reducen, las grandes brechas sociales (Sanborn, 2008). Por lo anterior, diversos grupos, colectivos y comunidades buscan nuevas formas de resignificar la definición y también de incorporar nuevas prácticas filantrópicas, que ofrezcan resistencia a las relaciones de dominación por la desigual distribución de recursos tangibles e intangibles, (donde) no se discute a fondo dónde reside el poder y el conocimiento (Hopstein, 2017).

En el caso de México, existen 25 fundaciones cuyo objetivo específico es beneficiar a comunidades (Sanborn y Portocarrero, 2003), y su propósito es recolectar, administrar y distribuir los recursos provenientes de los impulsos de generosidad de las personas para satisfacer las necesidades de dichas comunidades (Charry y López, 2004).

Cualidades emergentes de las prácticas filantrópicas

La apropiación del concepto de filantropía se ha diversificado, ha dejado de estar sólo en manos de los grupos económicos y políticos hegemónicas; actualmente diversos colectivos, organizaciones, grupos y comunidades, se han apropiado del concepto de filantropía, lo han dotado de un nuevo sentido al implementar nuevas prácticas; de ahí que se hable de una filantropía feminista, de justicia social o comunitaria; por ejemplo, el enfoque de justicia social que busca:

“cambiar las condiciones estructurales que generan los grandes males de la sociedad, es decir, las condiciones que permiten la persistencia de la pobreza, la desigualdad, al autoritarismo, la violación de los derechos humanos o las diversas formas de discriminación y exclusión sociales” (Sanborn y Portocarrero 2003; p. 6).

La filantropía no solamente tiene nuevos significados, sino que emergen y se hacen visibles definiciones y prácticas filantrópicas que han existido antes de que el sistema económico actual impusiera sus definiciones sobre las prácticas filantrópicas, las cuales como ya se ha dicho, están vinculadas al concepto de ganancia y éxito empresarial; conceptos que no necesariamente tienen eco en las relaciones comunitarias.

En la búsqueda para encontrar nuevas definiciones y nuevos enfoques de las prácticas filantrópicas, se propone incorporar tres elementos importantes que representan una crítica a la definición mainstream de filantropía: i) lo común/la percepción del nosotros, ii) el territorio y iii) la memoria. Estos tres conceptos se incorporan a las definiciones de filantropía y la enriquecen, para hacer visibles elementos intangibles (además de los tangibles) y que tienen gran valor en las relaciones sociales vinculadas a la filantropía.

El nosotros, la comunidad y el territorio

Para entender lo comunitario se debe reflexionar sobre la complejidad de las relaciones de poder, el conocimiento público, el trabajo solidario, las redes cooperativas y las dinámicas para poner en común. Lo común debe entenderse como una red abierta en la que todas las diferencias “pueden expresarse libremente y por igual, ofreciendo los medios de convergencia para que podamos vivir y trabajar en lo común”, el concepto de lo común se asocia tanto a “la lucha por los nuevos derechos como a la idea de un territorio productivo determinado por la dimensión relacional y cooperativa de los flujos comunicativos y asociativos; lo comunitario no se da, sino que se produce (Hopstein, 2017; p. 5).

De acuerdo con Hopstein (2017) lo comunitario está forzosamente vinculado al territorio y a la cooperación. En este sentido los bienes comunes se explican con mayor exactitud como relaciones sociales más que como objetos materiales, lo común es productivo, y la productividad es inherente a la experiencia de nuevos movimientos y redes de producción (recursos naturales, aire, lenguas que utilizamos), a los flujos libres de conocimiento; a los vínculos, a la producción, circulación y puesta en común de contenidos, imágenes, valores y subjetividad, la filantropía comunitaria desafía las prácticas filantrópicas hegemónicas porque construye tipos de poder que desafían la democracia formal y las relaciones salariales.

Lo comunitario desafía la concepción de un único modelo de vida, supuestamente globalizado y occidental, desafía la clasificación jerárquica en términos de raza y género; desafía el dominio económico y militar que asedia a los pueblos en muchas partes del mundo, desafía el “libre mercado”, desafía la secularización de la vida social, desafía el liberalismo hegemónico basado en el individuo, la propiedad privada y la democracia representativa; y también el sistema de conocimientos basado en la racionalidad instrumental, con su marcada separación entre ser humano y naturaleza (Kothari et. al. 2019).

Lo comunitario pasa por la reapropiación colectiva del tiempo como resistencia al sistema que ejerce una expropiación del tiempo social en la forma de trabajo abstracto; y el trabajador como vendedor de su fuerza de trabajo (Tischler, 2022). Lo comunitario desafía el empleo del tiempo, la cantidad y el objetivo de horas destinadas al trabajo de mercado, al trabajo de cuidados no remunerado y el dedicado a la producción para autoconsumo, además de las aportaciones de mujeres y hombres a cada uno de estos tipos de actividad.

Si la percepción del tiempo va más allá de la división tiempo de trabajo - tiempo de ocio, el tiempo deja de ser individualizado y adquiere una concepción del “nosotros” que pasa por una elaboración de la memoria como:

“herramienta cognitiva crítica de la conciencia individual y colectiva. La memoria desde esa mirada, no es tan sólo recuerdo de lo que fue, sino fundamentalmente recuerdo de lo que falta, de lo que no ha sido; un encuentro con el pasado desde la perspectiva de la necesidad de corregirlo o redimirlo” (Tischler, 2022; p. 24).

La conexión de la memoria con el nosotros se separa de las prácticas filantrópicas exóticas, horizontales y capitalistas, y sirven para conectarse con la emergencia de la autonomía que se construye sobre ella; y en ese sentido, permite decidir sobre lo que las personas desean ser, sobre la forma como desean cambiar (o no) sus territorios y las prácticas que sobre ellos suceden. Por eso la filantropía que moviliza recursos o bienes materiales solamente está sustentada más en el “yo” que en el “nosotros,” es una filantropía que se posiciona en el “yo” con recursos frente al “otro” sin recursos, el “yo” que da frente al “otro” que recibe, el “yo” con poder frente al “otro” desposeído. Ahí se cuaja la figura pasiva del “beneficiario”.

Las prácticas filantrópicas comunitarias están constituidas por el tiempo justo pues no están mediadas por el dinero, de manera preponderante, sino es un tiempo de cuidado colectivo, dedicado a la comunidad y a la relación con la naturaleza. Por ejemplo, en la cosmovisión zapatista “lo individual y lo colectivo, son parte de un proceso de comunicación de las relaciones sociales, en donde lo colectivo no surge de la negación de lo individual, sino lo potencia; el individuo es central, sin él, no hay proceso auto determinante” (Tischler, 2022, p. 37). La memoria colectiva en combinación con el apego al territorio, permite una apropiación que hace que nuestro mundo sea habitable y que la vida merezca ser vivida, con un anclaje desde lo local (Butler, 2022; p. 52).

Metodología

Esta investigación contó con 3 talleres realizados en 2023 en las ciudades de Hermosillo, Sonora (23 y 24 de marzo); Ciudad de México (12 y 13 de mayo) y Oaxaca, Oaxaca (27 y 28 de julio); los eventos fueron organizados por Fasol, Asociación Civil y facilitados por el autor de este texto e Hilda Ramírez Salazar.

Asistieron un total de 70 personas de las cuales 44 son mujeres (63%) y 26 son hombres (37%), el taller estuvo diseñado para impartirse principalmente a personas que pertenecen a grupos de base, colectivos y comunidades, con el fin de abrir un espacio de intercambio sobre las aportaciones que realizan hombres y mujeres para la realización de proyectos; también se buscó generar una reflexión de la percepción sobre la filantropía y al final de cuentas sobre su enfoque comunitario. Se incluyó entre los participantes a personas que representan a donantes y fundaciones. En total asistieron personas de 27 grupos de base distintos, que han recibido apoyo de diversas financiadoras además de Fasol; y personas de 6 fundaciones donantes. Los grupos asistentes acudieron desde 19 estados de la república mexicana (57% de los estados del país), abarcando todas las regiones del país, acudiendo desde Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, Sonora, Tabasco, Veracruz y Yucatán.

Personas de distintas edades y orígenes participaron en los talleres, pues la edad promedio fue de 46 años, la persona con menor edad fue de 24 años y la de mayor edad fue de 81 años; por otro lado, asistieron 18 personas que pertenecen a pueblos originarios.

Se redactaron relatorías de cada taller, así como se transcribieron audios de las participaciones de las personas a lo largo de cada evento. Se analizó un corpus de 12 mil 785 palabras. Se realizó análisis del discurso de las relatorías apoyado en el software Atlas.ti, en el cual se crearon 30 etiquetas para organizar el texto, se eligieron fragmentos de texto que representan una idea completa sobre los temas, se etiquetaron un total de 6,010 palabras agrupadas en 243 frases.

Con base en los sugerido por Vargas (2007) se realizó una depuración de texto, ordenamiento, transcripción, selección de información, se preparó una logística para el análisis, se separaron elementos con sentido, así como se construyó una unidad de análisis. Se separaron citas textuales a partir de las cuáles se realizaron paráfrasis, y luego interpretaciones a luz de los conceptos planteados con anterioridad.

El texto constituyó el material principal por analizar, dicho material estuvo sujeto a una interpretación cualitativa que se realizó mediante el análisis del discurso, retomando las estrategias de construcción y codificación planteados por Saldaña (2009). Para el análisis de los datos se identificaron patrones culturales a partir de los datos empíricos, es decir de los discursos de los participantes en los talleres (Bonilla y Rodríguez, 2008).

Las etiquetas asignadas a los fragmentos de texto, surgen a partir de los conceptos que plantea la teoría de la movilización de recursos (Edwards y Gillham, 2013). Lo anterior con el fin de seleccionar fragmentos de texto que doten de contenido a la definición de filantropía (36 frases), los cuáles fueron expresados por las personas que viven, desde lo local, las relaciones con los donantes; diseñan proyectos, buscan financiamiento e implementan proyectos comunitarios.

Finalmente se aislaron 243 frases organizadas en las 30 etiquetas o categorías mencionadas con anterioridad, se hizo una interpretación de cada una de acuerdo a los supuestos y los conceptos mencionados. En el siguiente apartado se integra el contenido de las frases con el fin de comunicar los elementos centrales de una narrativa emergente sobre filantropía comunitaria.

Resultados

A continuación, se presentan los resultados que arroja el estudio. Este apartado está organizado de acuerdo a las principales categorías emanadas del análisis discursivo descrito en el apartado anterior y que ofrecen elementos para una narrativa emergente de las prácticas filantrópicas, más que de una definición general de filantropía comunitaria. Las citas textuales de los asistentes de los talleres se ponen en cursivas.

Una nueva narrativa sobre filantropía requiere hablar de la colaboración que se establece entre los actores del sistema de financiadoras y grupos de base, observarse “fuera de las lógicas asistencialistas” y buscar una “corresponsabilidad” más que una donación. Fortalecer la capacidad de gestión de los grupos y con ellos generar autonomía. Colocar el “bien común al centro” considerar un “nosotros” en lugar de un “yo” y un “”. Esto se traduce en despojarse de la idea de que la filantropía tiene un destinatario, ese “otro” que tienen la necesidad y se convierte en beneficiario; esto puede coadyuvar a eliminar la posición de poder que tienen los poseedores de los recursos materiales que son entregados a las comunidades para que realicen un proyecto.

Romper con la dependencia ideológica, cultural y el condicionamiento a los proyectos lo que puede ayudar a "sentirse orgulloso en lugar de necesitado". Abandonar el nombre de donantes y convertirse en socios o aliados; un cambio de concepción en ese sentido hablará más de una "corresponsabilidad en lugar de altruismo". Reconocer que la filantropía comunitaria es algo que se ha hecho siempre en las comunidades, se la ha llamado de otras formas, ayuda mutua, mano vuelta, tequio o faena.

Las mujeres aportan "recursos éticos, como la solidaridad y la empatía, así como el cuidado de las infancias en lo privado y en lo colectivo. Hay algunas mujeres que hacen doble o triple jornada ya que son amas de casa y participan en los proyectos. Muchas veces, incluso dentro de los proyectos, se encargan de las tareas de cuidados". Además de que son las mujeres quienes "siempre ponen más y no se reconoce el trabajo que hacen".

Las mujeres “enfrentan violencias comunitarias, intrafamiliares” y no se les reconoce “su liderazgo y aportaciones, sobre todo cuando se trata de trabajo de cuidados". Explicitar, en la documentación relacionada con cada proyecto, el valor económico de las aportaciones de las mujeres, así como el trabajo de cuidados no remunerado que se realizan en el ámbito privado. Hacer explícita la desigualdad en la carga de trabajo. Concientizar sobre a la desigualdad de género, que se expresa en el hecho de que cuando las mujeres generen ingresos en los proyectos productivos emergen conflictos en la esfera doméstica con sus parejas. Cuantificar en la documentación legal, la inversión de horas de las mujeres, pues, aunque no participe numerosas horas dentro de un proyecto su inversión de horas es un recurso intangible "porque dedican también tiempo a sus parejas, sus familias, toman en cuenta si alguien puede cuidar a las infancias, las tareas de cuidado como hacer la comida y lavar la ropa".

Reconocer que las “mujeres hacen tareas del hogar en las que los hombres por lo general no participan". Implementar programas de acompañamiento para las mujeres cuando “se olvidan de sí mismas por cuidar a los demás, lo que genera estrés y ansiedad", muchas veces “el trabajo de las mujeres es invisibilizado o se da por hecho, considerando que es lo que tienen que hacer”. Además de que la participación de las mujeres en los proyectos "requiere un esfuerzo extra, o la necesidad de <masculinizarse> para entrar en ciertos puestos tradicionalmente considerados solo para hombres".

Considerar dentro de los rubros de cada proyecto que "es común que a las mujeres se les duplique la jornada por el trabajo en el hogar, ya que son actividades que se dan por sentadas y se asume que tienen que realizar". Las fundaciones se dan cuenta de las aportaciones diferenciadas entre mujeres y hombres, pero no saben qué hacer, por ello se requiere que se generen mecanismos que se incorporen en las reglas de operación de los proyectos.

No es necesario monetizar todas las aportaciones intangibles si se reconoce el valor que tienen. Aunque se sabe que es difícil cuantificar recursos culturales o simbólicos, el hecho de enunciarlos (hacerlos visibles) permite entender que ahí están, que los grupos los movilizan desde tiempos ancestrales, y eso les da un valor.

El explicitar las aportaciones de recursos tangibles e intangibles permite determinar el valor real de un proyecto, más allá de las inversiones externas, "lo que aportan tiene un mayor valor económico, tomando en cuenta el tiempo, el espacio (…) los conocimientos y las experiencias que aportan los grupos". Tal vez la suma de las aportaciones de recursos que hacen los grupos sea mayor que lo solicitado, esto debe quedar plasmado en la documentación relacionada con los financiamientos, desde la presentación de la propuesta, la entrega de informes parciales e informe final. Hacer visibles los recursos movilizados modifica las dinámicas de poder.

En una nueva relación a largo plazo, horizontal y de alianza se busca que no se domine a través del uso del lenguaje técnico, especializado y académico; sino recuperar distintas formas de nombrar la realidad y los problemas que se enfrentan, la situación socio ambiental, así como nombrar posibles soluciones. El uso consciente de una forma específica del lenguaje genera un clima de confianza y eso posibilita un cambio radical.

Los proyectos sociales requieren mayor flexibilidad que los productivos pues constituyen procesos con tiempos y resultados distintos, tal vez intangibles y no cuantificables. La visibilización de los recursos permite reconocer la riqueza de los pueblos y que dejen de ser señalados como pobres. Reconocer que todos aportan, promover que los grupos tengan una mayor capacidad de negociación y decidir con qué financiadoras trabajar y con cuáles no. Los formatos muchas veces no "toman en cuenta el acceso a la tecnología de ciertos grupos"; considerar las limitaciones ya sea a la escritura, el uso de ciertos conceptos, a un equipo de cómputo, a una conexión a internet, es decir, todo aquello que afecte el acceso a una convocatoria, o al llenado de una solicitud. Que donantes y grupos se sienten en una mesa donde exista un ambiente de colaboración y de igualdad, para eliminar las relaciones de dominación.

Los recursos culturales son expresiones de las tradiciones y de la cosmovisión de los pueblos, tienen una referencia histórica, contextualizada y define la forma como las personas perciben el mundo, valoran lo que sucede a su alrededor, y en definitiva definen las identidades (Giménez, 2005). Por lo anterior, los saberes ancestrales y la relación con la naturaleza constituyen recursos culturales, así como las formas de vida, la capacidad organizativa, la conservación de tradiciones, las formas de siembra y cosecha o la elaboración de la comida; recursos que son invaluables y de los que dependen por completo los proyectos. Para distintos grupos, la cosmovisión comprende la corresponsabilidad y el aprender haciendo.

Muchas de las aportaciones de las comunidades - como los saberes, los rituales y la medicina tradicional - son invaluables para ellas mismas. "Es necesario visibilizarlas para hacer saber al donante el valor de lo intangible, aunque esto representa un reto, ya que muchas de las aportaciones de las comunidades - como los saberes, los rituales y la medicina tradicional - son invaluables para ellas mismas".

La cultura atraviesa las prácticas y los imaginarios, incide en la vida cotidiana; las narrativas compartidas hacen evidente las distintas formas de apropiación hacia el territorio, lo que expresa las formas en que el sistema cultural pesa sobre las personas, por ejemplo, las mujeres expresan que ellas tienen un apego al territorio como lugar de reproducción de la vida, y que los hombres muchas de las veces tienen un apego más utilitario, más desde un punto económico.

Para proponer una narrativa sobre filantropía, desde abajo, se debe considerar que la palabra filantropía se contrapone con los conceptos comunitarios, tales como apoyo mutuo (como el tequio, la mano-vuelta, la faena) que tienen que ver con redes de apoyo, así como la concepción de un "nosotros” que se contrapone al "yo" frente al "otro" o la "otra". En las comunidades el trabajo se hace porque produce un bienestar común, porque beneficia a un “nosotr@s” y no porque las personas de las comunidades se asuman como "filántropos".

Las convocatorias que emiten las financiadoras deben considerar el concepto de “reciprocidad” en lugar de “filantropía”, pues de esta manera se visibilizan las aportaciones de los grupos. La filantropía aparentemente no espera nada a cambio, pero en las relaciones entre grupos y financiadoras, los grupos, a cambio de los recursos materiales que se reciben:

  • Presentan una solicitud,

  • deben justificar la relevancia de sus proyectos,

  • deben presentar diagnósticos,

  • deben someter su propuesta y

  • están condicionados a ser aceptados,

  • aunado a lo anterior deben entregar informes parciales y final cuando reciben apoyos.

Tampoco hay que pasar por alto, la movilización de recursos intangibles por parte de las financiadoras cuando usan el nombre de las comunidades en sus informes anuales, o en sus propias campañas de recaudación. Incluso cuando usan las imágenes de las personas para ilustrar el valor de su trabajo en los informes anuales.

Los proyectos de las comunidades claramente hacen aportaciones cuyos créditos son aprovechados por las financiadoras en las hojas que muestran logos, slogans y cualquier imagen de marca de las financiadoras. Aun así, esta nueva narrativa enfrenta grandes retos pues el intento de monetizar todo le quita la "magia" y el valor extra frente a otros trabajos regulares.

Por otro lado, se mencionó que se requiere generar estrategias de acompañamiento para aquellas mujeres que adquieren liderazgo en los proyectos y por hacerse visibles “se les señala y se les difama”. Las financiadoras deben hacer el esfuerzo por conocer mejor a los solicitantes y evitar imponer su agenda a los grupos y comunidades. Las financiadoras deben considerar que muchas veces las personas que participan en proyectos con financiamiento, muchas de las veces no reciben un sueldo por ello “deben invertir una segunda jornada para cumplir con los proyectos, o dejar sus trabajos y dejar de ganar”.

Considerar que la “tenencia de la tierra principalmente en poder de los hombres sigue siendo una expresión de la desigualdad de género en las comunidades ejidales”. Los programas e iniciativas de formación de capacidades para los grupos, colectivos y comunidades representan un recurso muy valioso.

Cuando “se reconozca el valor de todas las aportaciones no será necesario monetizar lo intangible”; los recursos materiales que se destinan por parte de las financiadoras no servirían si no hubiera aportaciones intangibles por parte de los grupos de base. Las financiadoras deben tomar en cuenta que “la cosmovisión como recurso cultural (intangible) se traduce en una conexión con el territorio”.

Discusión

La definición hegemónica de filantropía hace referencia a la distribución de recursos, preponderantemente tangibles, que son producto del manejo exitoso de una empresa y que se entregan gracias al éxito empresarial y la bonhomía de un donante. Algunas definiciones que buscan renovar esta definición dominante sólo incorporan que la filantropía comunitaria es la que se hace en favor de las comunidades, pero se siguen invisibilizando las aportaciones de bienes intangibles, sobre todo; y permanece sin definirse el elemento de lo comunitario.

Por ello, más que una definición generalizada de filantropía y su enfoque comunitario como se encontró en las fuentes consultadas, las percepciones de las personas de las comunidades se refieren a una diversidad de prácticas filantrópicas, constituidas por los siguientes elementos: a) la forma en que se usa el tiempo en favor de un “nosotros”, b) las prácticas referidas al trabajo de cuidados, trabajo de mercado y trabajo para bienes de autoconsumo, c) las aportaciones diferenciadas de mujeres y hombres, d) los procesos de recuperación de la memoria; y e) el apego al territorio.

La definición hegemónica de filantropía establece una acción no lucrativa donde se renuncia a obtener una retribución; de acuerdo a los testimonios recuperados en el trabajo de campo, se observa que cuando una comunidad recibe un donativo, debe poner en práctica una serie de habilidades y capacidades técnicas, así como entregar o devolver al donante informes, diagnósticos y otros productos. Si bien no se devuelve el dinero entregado, se entregan otro tipo de recursos intangibles tales como información, conocimiento y experiencias sistematizadas, que a su vez el donante utilizará para conseguir más recursos.

La filantropía hegemónica es un sector organizado, donde existen instituciones, actores y prácticas bien definidas, con reglas específicas y relaciones de poder, contrario a las prácticas filantrópicas comunitarias que tienen un arraigo territorial que se traduce en un conjunto de saberes y una memoria colectiva basados más en la reciprocidad que la entrega de recursos.

Las instituciones filantrópicas han invisibilizado que además de la entrega de recursos materiales, principalmente dinero, capitalizan de diversas maneras las relaciones con las comunidades, pues concentran bases de datos a nivel regional, acumulan información a la que no tienen acceso las comunidades y eso, reproduce relaciones de poder y las asimetrías.

La definición hegemónica de filantropía reconoce que la entrega de recursos materiales, principalmente dinero, genera relaciones de dependencia, no solo material sino también ideológica y cultural.

La filantropía reproduce una invisibilización histórica a ciertos actores, por ejemplo, al no reconocer las aportaciones diferenciadas entre mujeres y hombres, así como la distribución del tiempo de trabajo de mercado, trabajo de cuidados no remunerado, y para bienes de autoconsumo; donde las mujeres deben realizar una doble o triple jornada. Aunado a lo anterior, reconocer que las mujeres cuando lideran proyectos muchas veces adquieren un liderazgo y una visibilidad que no desean; y que genera fuertes conflictos en sus hogares con sus parejas y también pone en peligro sus vidas cuando reciben amenazas de gobernantes, empresarios y grupos del crimen organizado.

Las prácticas filantrópicas comunitarias, a diferencia de la filantropía, permite reconocer las acciones encaminadas a modificar las condiciones estructurales de la desigualdad y reconocer la complejidad de las relaciones de poder. Las prácticas filantrópicas ponen de manifiesto que es posible descartar la visión de un único modelo de vida y las prácticas que permiten la reapropiación del territorio (en el ámbito urbano y rural) y finalmente que se debe hablar más de prácticas filantrópicas que de filantropía.

Conclusiones

Al analizar las percepciones de la filantropía en las relaciones entre donantes y comunidades, se concluye que los donantes perciben que el financimiento que otorgan es el principal motor de los proyectos. Aunque los donantes promueven y ofrecen acciones de formación y capacitación para las personas de las comunidades, persisten las relaciones asimétricas porque existen canales exclusivos de comunicación, las plataformas para acceder a financiamientos requieren poner en prácticas habilidades especializadas que pocas personas tienen.

Las relaciones entre fundaciones y grupos se expresan de manera vertical, pues las interacciones no se realizan en igualdad de condiciones, los espacios de reunión colocan al donante en una posición de superioridad, el lenguaje que se utilizan muchas veces es académico o especializado, y las personas de las comunidades no son hábiles en el uso de tecnologías de información y comunicación.

Prevalecen que los donantes tienen el control, pues al contar con los recursos materiales (principalmente económicos) la mayor parte de las condiciones de la colaboración son impuestas. Por otro lado, no se reconocen los procesos de recuperación de la memoria local y no se reconoce valor simbólico hacia el territorio. Adicionalmente las personas de las comunidades perciben que el modelo económico actual es un impedimento para lograr una horizontalidad plena.

Los principales elementos de las prácticas filantrópicas comunitarias son las aportaciones en tiempo que se comparten, dividido en tiempo dedicado al trabajo de mercado, tiempo dedicado al trabajo de cuidados y tiempo dedicado a acciones solidarias. Que los procesos de recuperación de la memoria permiten recuperar saberes transmitidos de generación en generación y que esto permite proyectar el tipo de futuro en colectivo. Que para las personas de las comunidades, principalmente las mujeres, es de gran valor visibilizar las aportaciones diferenciadas por sexo; y finalmente que el valor simbólico del territorio, es una fuerza de resistencia ante la preponderante valoración económica de lo que sucede a nivel local.

Agradecimiento

La información utilizada en el presente artículo emana del trabajo realizado como parte del proyecto “Fortaleciendo la filantropía comunitaria de base en México”, donde participó el colectivo de fundaciones “Arrecife” conformado por el Fondo Semillas, Comunalia, Fundación Tichi Muñoz, Fundación Comunitaria Oaxaca y el Fondo Acción Solidaria (Fasol); con financiamiento de la Interamerican Foundation (IAF) y la Global Fund for Community Foundations.

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Recibido: 28 de Diciembre de 2023; Aprobado: 22 de Febrero de 2024

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