Introducción
La relación del hombre con el mundo no está vinculada únicamente con una estructura racional que lo determina como una categoría o un objeto. Lo humano se complejiza cuando en la cotidianidad se manifiestan afecciones como la alegría, la angustia, o el aburrimiento1, que causan otro tipo de vínculo con el mundo en las circunstancias en las que el discurso de la racionalidad instrumental y el neoliberalismo determinan unas maneras homogéneas del sujeto habitar la cotidianidad. De este modo, se suscita el aburrimiento positivo2 porque, al expulsar el tedio, produce una sociedad masificada, deprimida y agotada3.
La positividad del aburrimiento no posee una estructura dialéctica, ya que subsume al sujeto en una igualdad de la que los gerentes de sí mismos se manifiestan en la cotidianidad como sujetos iguales en sus condiciones existenciales. Por su parte, la negatividad del aburrimiento como negación al discurso de la positividad es una apertura hacia la posibilidad de comprender el mundo circundante4, donde la cotidianidad es con los otros. La negatividad del aburrimiento es la posibilidad de un tiempo más detenido y contemplativo, por lo que, surge la siguiente cuestión: ¿Es la negatividad del aburrimiento y la positividad del aburrimiento una posible comprensión de los horizontes en los que la sociedad contemporánea construye su sentido en la cotidianidad? Así las cosas, negatividad y positividad del aburrimiento resulta ser un problema filosófico porque de este se desprende un posible horizonte de comprensión a las formas de vida y de existencia de la sociedad actual.
La sociedad contemporánea se ve marcada por el paradigma de la tecnificación e instrumentalización, tanto del sujeto como de la vida. Heidegger, afirma que: “en todas las regiones de la existencia el hombre estará cada vez más estrechamente cercado por las fuerzas de los aparatos técnicos y de los autómatas”5.
Con la colonización de la técnica sobre mundo de la vida6 en el siglo XX, puede pensarse el despliegue del discurso del neoliberalismo al transformar la cotidianidad de los sujetos en la subjetividad del gerente de sí mismos, por lo que, la positividad del aburrimiento construye su narrativa con el deseo de ser exitoso y emprendedor de sí, por estas razones no hay tiempo para estar aburridos. El sujeto mismo se transforma en autómata.
El aburrimiento en este sentido construye su horizonte en el objeto que aburre, este libro, la soledad, algún programa de televisión. Sin embargo, la negatividad hace latente otra experiencia frente al aburrimiento que niega las exigencias del discurso del neoliberalismo y la racionalidad instrumental, para efectos de abrir otro horizonte de comprensión, en el cual se construye una narrativa que encamine una mirada más humana y contemplativa, donde aquello que es desterrado por la técnica, permita una resemantización de un mundo acelerado y agotado.
Heidegger, define que: “el aburrimiento profundo, en los abismos del Dasein como una silente niebla que va y viene cubriendo y disipándose, confunde todas las cosas, hombres, y a uno mismo con todo, en una extraña indiferencia”7. El aburrimiento, en este caso, resulta ser un rasgo más profundo y problemático de la condición humana de la actualidad, cuando la negatividad del aburrimiento no se refiere exclusivamente a un objeto que aburre, sino el aburrimiento en su manifestarse sobrecoge cosas y hombres en una indiferencia que se escapa de toda posible objetivación e instrumentalización. En este orden de ideas, la negatividad del aburrimiento posibilita una disposición que recupera la semántica del mundo.
El abordaje metodológico del presente artículo tendrá como hilo conductor la propuesta interpretativa de Heidegger sobre la cotidianidad para comprender los horizontes en que la sociedad contemporánea es estructurada por el discurso de la racionalidad instrumental. Dicho presupuesto entra en dialogo con Han, en relación con la positividad del aburrimiento en el neoliberalismo y la negatividad del aburrimiento como posibilidad de mundo en la cotidianidad.
1. La racionalidad instrumental y el neoliberalismo en la construcción de sentido de la sociedad contemporánea
Cada época se ve marcada por unas narrativas que determinan los sucesos sociales, epistemológicos e históricos, permitiendo así pensar los paradigmas emblemáticos acaecidos en un momento particular. El siglo XX con la primera y segunda Guerra Mundial y la era atómica, motivó en la filosofía una reflexión en torno a la instrumentalización del hombre y de la vida, manifestándose la pregunta por la técnica en concordancia a los efectos producidos en esta sociedad. En el siglo XXI la técnica, en su expresión tecnológica, está en relación con el neoliberalismo, en tanto que cohabita con la industria, la ciencia e incluso con la vida misma de los sujetos. Este fenómeno económico penetra en lo más interno de las cosas y los hombres, para determinar una esencia fundamental de la cual absolutamente nada ni nadie se puede escapar.
En este punto, es necesario plantear una comprensión de la relación del siglo XX con la ciencia, para vincular el discurso de la tecnificación y su implementación en la sociedad de la época actual, con el efecto del neoliberalismo en las maneras del sujeto manifestarse en la cotidianidad, haciéndose notoria una conexión entre técnica, ciencia y metafísica, respecto a la visión del mundo y del sujeto.
Heidegger visibiliza el fenómeno de la ciencia como eje determinante del Dasein y el Da-sein8 en el mundo, desplegando la pregunta por la metafísica, con base en el método fenomenológico que le permitirá hallar el logos bajo el cual, la ciencia se presenta o se muestra como fenómeno de la realidad, para posteriormente tener un acceso discursivo a las maneras en las que este fenómeno se muestra en el mundo como ser y como lugar del ser: “examinaremos una determinada pregunta metafísica. Mediante esto nos dejamos trasladar, como parece, inmediatamente al interior de la metafísica. Solo así le procuramos la posibilidad adecuada de hacerse presente ella misma”9.
En el hacerse presente la metafísica, subyace una posibilidad de comprender la construcción discursiva de la ciencia en el siglo XX. El fenómeno de la ciencia devela un tipo de significación dirigido a un problema de carácter metafísico, la verdad de todo en cuanto es. Para Heidegger se da una doble caracterización del preguntar metafísico: “toda pregunta metafísica abarca siempre el todo de la problemática de la metafísica”10, pero también “toda pregunta metafísica puede ser preguntada solo si quien pregunta -como tal- queda expuesto a la pregunta, es decir, queda puesto él mismo en cuestión11.
Esta doble caracterización hace perceptible la pregunta por la metafísica, permitiendo realizar una precisión de carácter histórico, porque se trata de incitar a los sujetos a plantearse una discusión en un momento determinado, el aquí y ahora, donde es el hombre quien también debe situarse en las reflexiones que le conciernen en su espacio y tiempo. Heidegger, en este caso, decide hacer la pregunta para la comunidad científica de su época: “¿Qué cosa esencial acontece con nosotros, en el fondo de nuestro Dasein, en tanto que la ciencia ha llegado a ser nuestra pasión?”12. En esta instancia, se hace notoria la interrogación por el logos de la ciencia, al ser la ciencia una pasión, se puede problematizar lo siguiente: ¿La ciencia dialoga con la técnica? Este logos de la ciencia del siglo XX se puede relacionar con la definición que formula Vattimo, respecto al mundo técnico: “Ge-Stell, que podemos traducir por imposición, representa para Heidegger todo lo que aporta la técnica con su interpelar, provocar y ordenar que constituye la esencia histórica y predestinada del mundo técnico. Esta esencia no está fuera de la metafísica”13.
Se hace notoria la alusión a una estructura metafísica del mundo relacionado con la técnica, con el pensamiento objetivo. Existe por parte de la técnica una interpelación, un ordenar y un provocar, esto concerniente a tres aspectos que le serán de utilidad a Heidegger para problematizar el fenómeno de la ciencia: primero; “a lo que la referencia al mundo apunta, es a lo que es, en su mismidad - y a nada más”14; segundo, “de donde toda actitud-tensión toma su dirección, es de lo que es, en su mismidad - y de nada aparte de esto”15; por último, “aquello con lo cual, en la irrupción, acontece la confrontación inquisitiva, es con lo que es, en su mismidad - y con nada más allá de esto”16.
La irrupción es un concepto clave para concebir la apertura del ente en su mismidad, en lo que es, pero este abrirse al mundo precisamente es posible por la irrupción del quehacer científico con el objeto mostrándose en su qué y en su cómo17, siendo referenciado como un objeto totalmente delimitado del que no se puede decir nada más de esto.
Ahora bien, se hace latente un fenómeno histórico en el que la metafísica y la técnica se encuentran para buscar las esencias constitutivas del ser como ente verdadero en cuanto a todo lo que es. De este modo, la técnica se une a la ciencia y a la metafísica para suscitar el discurso de la racionalidad instrumental. Este horizonte de comprensión se sitúa en la objetividad generando una dinámica en la cual la racionalidad instrumental define la esencia de un sujeto asemejado a la máquina. Todas las funciones corporales hacen referencia al correcto funcionamiento del engranaje. Por ejemplo, las manos son herramientas que sirven para armar y desarmar algo, las piernas son la base del mecanismo, y la cabeza es el sistema que controla mecánicamente todo el movimiento para fabricar un objeto.
La realidad del sujeto se ve envuelta en un mundo racionalizado del que todo lo existente es esencialmente fundamentado por la ciencia que, con su discurso racionalizador, intenta abarcar la totalidad del ser. La racionalidad instrumental construye el mundo a partir de categorías en relación con el progreso, lo preciso, lo automático, lo veloz, lo útil, desplegando el problema de la técnica en la constitución de una esencia dominante que consiste en el dominio técnico de la naturaleza, del sujeto y de la prosperidad de la humanidad.
Estas ideas provienen o tienen su origen en la modernidad, cuando con la racionalización del mundo se guía la mirada de todo lo existente hacia lo calculado, lo medible, lo comprobable. Colocando al hombre como soberano de todas las cosas, pero involucrando una realidad conducida hacia un tipo de pensamiento anexado al cálculo para dominar todo en cuanto es. Incluso Heidegger manifiesta desde la filosofía moderna un detonante de la crisis por la que pasa su época, donde “Al hombre se le traslada así a otra realidad”18, trayendo como consecuencia “una posición totalmente nueva del hombre en el mundo y respecto al mundo. Ahora el mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir”19.
Con lo anterior, la ciencia moderna es el elemento que influencia las maneras de visualizar al hombre y a las cosas en el siglo XX. La era atómica es causada por la misma racionalidad del hombre al sintetizar los elementos químicos y físicos de la naturaleza para crear una revolución que cada vez traslada la posición del hombre frente al mundo.
Heidegger20 antecede para su época la finalidad de la era atómica cuando afirma que esta energía es el principio de una nueva evolución del mundo técnico. Todo lo que hoy se conoce como la cinematografía, las comunicaciones, la medicina y la aviación representan un estadio inicial del que la técnica en dialogo con la ciencia, estableció su mundo a partir de la atomización de la realidad. En este sentido, la sociedad del siglo XX se vio marcada por el paradigma, no únicamente de la bomba atómica, sino que le permitió al pensamiento calculador lograr renovar e innovar el mundo.
La racionalidad instrumental centra la esencia del hombre en el progreso dependiente de la innovación y producción de objetos, que cada vez ubica la realidad como un objeto que está bajo los discursos instrumentales de la existencia, apuntando así hacia a una correspondencia entre racionalidad instrumental y el quehacer de la ciencia donde todo parece estar conectado con un mundo, en el cual, todo lo que es conmensurable, valida el conocimiento de todo en cuanto es, y nada más.
En este punto, se pueden comprender las implicaciones o las conexiones entre la ciencia, la técnica y la metafísica, cuando a partir de lo propuesto por Heidegger en cuanto a su preguntarse por las maneras en las que la ciencia hace su mostración fenomenológica en la realidad, se despliega el fundamento y la imposición, para proponer una esencia metafísica primordial o fundamental, que, en el caso del siglo XX, se podría definir a la racionalidad instrumental, como aquel acontecimiento que le permitió a la ciencia efectuar su construcción de sentido con la renovación acelerada de elementos dados por la misma naturaleza, o incluso creados por la misma razón del hombre. Por ejemplo, la clonación de alimentos, armas de destrucción masiva, la síntesis del átomo.
Al presentarse un lazo entre la ciencia, la metafísica y la técnica, se demuestran los estados de significación en los que se construye la racionalidad instrumental, que consiste en una realidad transformada en objeto, para efectos, de promover científica y técnicamente el progreso de la humanidad, con el dominio de todo en cuanto existe en la naturaleza.
A partir de todo lo mencionado hasta este punto, se hace referencia a las maneras en las que el siglo XX habitó y experimentó el fenómeno de la racionalidad instrumental, sin embargo, no puede olvidarse la cuestión suscitada al inicio del presente capítulo: ¿De qué manera el siglo XXI visualiza la racionalidad instrumental?, ¿acaso la ciencia copula con el capitalismo?21.
El siglo XX hasta la época actual, hace notorio un tipo de fenómeno correspondiente a un modelo económico que potencia el crecimiento de la industria en términos de producción de capital y de consumo, estructurándose la esencia de la racionalidad instrumental concomitante a la ciencia y a la industria, respecto al sentido de la cotidianidad, es decir, de la experiencia existencial que tienen los sujetos a diario, al momento de construir su mundo a nivel social.
En este sentido, la racionalidad instrumental dispone de lo así dado22 en la realidad para determinar el curso de la sociedad contemporánea, así mismo, se patentiza lo que Ernesto Sábato denominó el despliegue y el proceso del capitalismo y la industria a partir de la ciencia: “el avance del conocimiento científico fue la contraparte de este proceso, en un complejo movimiento recíproco: las necesidades técnicas forzaban los avances de la ciencia pura y éstos traían nuevas posibilidades a la técnica”23.
El desarrollo de la técnica y de la industria crea una nueva visión de la racionalidad instrumental, cuando se hace latente lo económico como eje central de la existencia. La sociedad se enmarca en un fenómeno del capital para la obtención de riquezas; la renovación de la técnica en relación con los avances científicos involucra una nueva esencia que hace referencia al progreso industrial, que demanda cada vez más el dominio de todo en cuanto es, en proporción a los descubrimientos científicos para la producción de objetos con los recursos naturales, inaugurando nuevas posibilidades para la técnica en función de la economía.
Así mismo, Heidegger basa parte de su interpretación de la cotidianidad con una visión dirigida a la utilidad del mundo, cuando constata: “el ámbito de lo que comparece dentro del mundo fue reducido primeramente al útil a la mano, o bien a la naturaleza puramente presente, esto es, entes que no tienen el carácter del Dasein”24. Retomando las ideas de Ernesto Sábato, respecto a la conexión de la técnica, la ciencia, la industria y el capitalismo se hace manifiesta la siguiente cuestión: ¿Es la racionalidad instrumental un puramente presente o a la mano que ordena la manera en la que el ser debe habitar y mostrarse en su cotidianidad? Si es así ¿La racionalidad instrumental construye una cotidianidad vinculada a la capitalización de la existencia? Si la racionalidad instrumental intenta ser quien fije la esencia del mundo, a partir de la tecnificación tanto del hombre como de la vida, subyace un fenómeno que influencia la cotidianidad de los sujetos, es decir, la racionalidad instrumental edifica conceptualmente a las cosas y hombres bajo el horizonte de comprensión que constituye el Dasein totalizado, contabilizado, por el discurso económico del capitalismo, por lo tanto, la racionalidad instrumental resulta ser ese a la mano o lo puramente presente, que manifiesta su mundo en los objetos de deseo creados por el mismo capitalismo.
Pero, si se profundiza en cómo la racionalidad instrumental se muestra en la época actual, cabe resaltar, que la técnica es productora de sujetos que funcionen de manera eficaz para originar los componentes de una esencia cotidiana con ánimos de consumir todo aquello que el capitalismo comercializa y promociona como nuevo e innovador. En otras palabras, la racionalidad instrumental producto de la ciencia, busca en la cotidianidad que todos los seres en un contexto social se desplacen hacia un horizonte de comprensión de lo puramente presente. Lo puramente presente o a la mano, suscitado por el capitalismo conlleva a la promesa de una revolución técnica de la realidad, generando una connotación de deseo a aquellos objetos a los que se les debe dar la forma del Dasein, para que se manifiesten en el mundo, pero en esta mostración la ciencia, la técnica y el capitalismo, hacen de la presentación del Dasein como un objeto de deseo que necesita ser consumido por un sujeto que habita una cotidianidad creada por el capitalismo.
La cotidianidad en su condición óntica se sitúa en un contexto que va en pro del consumo de nuevas tecnologías que se promocionan: primero con la novedad de un objeto creado por la misma industria, y segundo con la creación de un deseo que motiva la adquisición de objetos creados por la misma ciencia, con la intencionalidad de ser vendido a entes que cimentan su cotidianidad a partir del consumo.
La metafísica sigue ocupando un valor importante, en cuanto a que esta no se olvida de la técnica, ni de la ciencia para pensar la reciprocidad entre estas, con las nuevas variables del discurso capitalista. El horizonte de comprensión de la racionalidad instrumental de la época actual se sitúa en los avances científicos y tecnológicos de manufacturación que necesita ser un objeto de consumo. Los entes, en cuanto objetos esencialmente delimitados y ordenados, manifiestan en la cotidianidad una forma de ser vinculados a las lógicas del mercado, que se promueven a través de los medios de comunicación y que se venden como artículo para el goce25 o la felicidad.
Por lo tanto, Heidegger sitúa un logos para la ciencia en el siglo XX, que hace su mostración en la objetividad de todo en su mismidad26. El siglo XXI, manifiesta un nuevo fenómeno en el quehacer de la ciencia, porque esta objetividad al sintetizar al ser en una única manifestación en el mundo se ve afectado por otros factores que conectan directamente a la ciencia, al capitalismo y a la técnica, para efectos, de crear una visión globalizada de aquellos objetos, que, al ser consumidos crean en el sujeto satisfacciones de carácter universal. El nuevo logos de la ciencia se sitúa ahora en una nueva objetividad, que consiste en la capitalización del mundo y de la vida.
Ahora bien, las determinaciones de la racionalidad instrumental y el neoliberalismo en la sociedad contemporánea, conlleva a un tipo de cotidianidad globalizada en los sujetos: “En la perspectiva del psicoanálisis cuando se habla de globalización se hace referencia a la homogenización de los modos de gozar, a la forma de satisfacción de los sujetos por la vía de la sociedad de consumo y los objetos”27. En este orden de ideas, se manifiesta, que, la cotidianidad de los sujetos se ve permeado por el discurso de la racionalidad instrumental concomitante al capitalismo. En el mundo globalizado, el goce y la satisfacción crean a nivel social e interno de los sujetos una homogenización de aquellos objetos que deben ser deseados.
Con la visión que propone el psicoanálisis sobre la globalización y su influencia hegemónica sobre los sujetos, se puede pensar lo siguiente en relación con la cotidianidad: el capitalismo al tener un nexo con la ciencia, la técnica y la metafísica permite el despliegue del discurso de la racionalidad instrumental en un ámbito de carácter económico, motivando un tipo de cotidianidad, donde la técnica como efecto de la ciencia se asocia con la fundamentación u orden de la manifestación del ser en la existencia.
El fenómeno que concierne al siglo XXI, se deriva de una racionalidad instrumental que calcula, contabiliza, promociona una idea de la realidad a partir de un deseo, un goce, una satisfacción homogénea en la cotidianidad de los sujetos. La ciencia que calcula, para Heidegger, no concibe la Nada, porque esta la convierte en meramente objetiva, es decir, como algo de lo que no se puede decir nada, porque precisamente, hay un Nada más de esto. Meditar la existencia, como “existencia templada por la ciencia”28, conlleva a un conflicto, que “ha desplegado ya un preguntar. La pregunta solo exige ser expresada propiamente: ¿Qué hay con la Nada?”29.”
El problema que plantea Heidegger se puede trasladar, para efectos, de llevarlo al ámbito del neoliberalismo, cuando la racionalidad instrumental construye en términos objetivos el aburrimiento, llevándolo a una positivización, donde las experiencias existenciales del sujeto en su cotidianidad lo conllevan a una igualdad de deseos que deben ser producidos y consumidos. Así mismo, Heidegger plantea una cuestión para la ciencia ¿Qué hay con la nada? 30en este mismo sentido, se le puede preguntar al neoliberalismo ¿Qué hay con el aburrimiento? Cuestión que se desarrolla a continuación.
2. Dialéctica entre positividad y negatividad del aburrimiento
Hegel en su análisis sobre la ciencia, la consciencia y el sujeto plantea una categoría denominada negatividad31, que se manifiesta en lo representado por la consciencia cuando el sujeto se ve mediado por un devenir o un objeto externo consigo mismo. La sustancia-objeto no se niega de manera inmediata con aquello que no es más de esto, sino dándose un movimiento que le permite al sujeto negar un concepto y así mismo, lograr una mediación de eso otro negado, obteniendo como finalidad una posibilidad para que la ciencia no niegue de manera inminente los otros procesos históricos y epistemológicos anteriores, que al ser negados posibilitan una nueva condición para excluir o incluir aquellos elementos que le permiten a la ciencia construir su discurso en los paradigmas de cada época.
Si un concepto entra en la dinámica de la negatividad, se da una partición de su unidad. Lo uno existe con lo otro; la negación de un concepto permite a la consciencia encontrar un camino a la verdad, porque un concepto se define a partir de lo que es, lo que no es y en su devenir. La negatividad en Hegel32 no diferencia de manera inmediata, sino, la negación de algo produce un concepto nuevo, la flor niega a la abeja para poder ser polinizada, el aburrimiento niega la positividad para abrir el mundo.
Sin embargo, para Hegel la negatividad se hace presente en la consciencia natural, cuando esta posee la capacidad de negarse a sí misma como saber no real33, lo negativo entra en un camino de desesperación y tensión en el cual la conciencia se ve sometida a confrontar una verdad con otra, permitiéndole al saber no real transformarse en un saber real que integra la verdad o el concepto antes negado. Este movimiento permite una perdida constante en la consciencia natural.
En este mostrarse de la conciencia natural que permite visualizar el saber real o no real, es mediado por el sujeto, quien en el camino del devenir de la consciencia se niega a sí mismo, logrando hallar las falencias de los saberes no reales, para generar en la pérdida de la consciencia una negación de aquellas dudas o tensiones que son necesarias al momento de cimentar un saber real.
La negatividad en Hegel es un proceso que involucra al sujeto en las formas de desplegarse la consciencia en el juicio, en la representación y la manifestación de este en la existencia. El devenir de la consciencia ilumina un camino a través de la negación, la duda y la desesperación, oponiéndose a las estructuras dominantes de dar un saber real como un absoluto.
Así las cosas, lo mencionado anteriormente no se aleja de lo propuesto por Byung-Chul Han al retomar el concepto de negatividad para exponer las condiciones sociales, estéticas y psicológicas que experimenta el sujeto del siglo XXI: “Al pensamiento calculador le falta negatividad de la atopía”34. Esta propuesta del filósofo coreano se conecta con lo dicho por Hegel, en tanto que la negatividad es inherente al sujeto, pero este es quien, por medio de la duda, la desesperación y la negación, debe encontrar el saber real. El pensamiento calculador propio de la ciencia propone un absoluto que excluye la negatividad de la atopía, es decir, sobre aquello intrínseco del sujeto que carece de un lenguaje objetivo.
Pero, la negatividad juega un papel determinante para pensar las dinámicas en las que el neoliberalismo objetiva ciertos aspectos de la cotidianidad de los sujetos, para homogenizarlos en sus maneras de existir en el mundo, construyendo un saber real sobre aquello que es inconmensurable en el ser. El neoliberalismo posee en su discurso la imposibilidad dialéctica de otro extraño que pueda entrar a mediar con las representaciones que este manifiesta.
El discurso neoliberal de la presente época, concomitante al exceso de positividad35 permite abordar el concepto de lo idéntico, que puede articularse con la precisión realizada por Gadamer, cuando analiza la noción de lo calculado: “En la ciencia moderna, objetivizar significa “medir”. De hecho, en los experimentos y con la ayuda de métodos cuantitativos, se miden fenómenos de la vida y funciones vitales. Todo puede ser medido”36. En este caso, las funciones vitales se encaminan en una condición totalmente idéntica, donde la subjetividad se entrega como moneda de cambio para ser positivizada por el infierno de lo igual37.
La diferencia o lo extraño carece de negatividad, los deseos, el dolor, la angustia, el amor, entran en un campo en el que la objetividad les proporciona una identidad o un lenguaje que involucra en la cotidianidad una subjetividad edificada por el imperativo de la felicidad, transformando la cotidianidad de los sujetos en gerentes de sí mismos, sujetos de poder hacerlo todo38.
Lo idéntico, al no poseer negatividad, le permite al neoliberalismo determinar una mismidad, proporcionándole un espejismo de lo que se necesita para alcanzar la felicidad. Heidegger alude a las manifestaciones del ser uno con otro en la cotidianidad, haciéndose perceptible el fenómeno del solicitar por, para cuidar de, pero, curiosamente en la propuesta de Heidegger, este solicitar implica una manera no consciente de dominación: “En este tipo de solicitud, el otro puede hacerse dependiente y dominado, aun cuando este dominio sea tácito y le quede oculto a él mismo”39. El neoliberalismo resulta ser el cuidado de la incertidumbre, solicitando un sentimiento de libertad a las afecciones, que, en el dominio del infierno de lo igual, posibilitan la cura por medio del rendimiento, solicitando que no exista la negatividad del aburrimiento, es decir, una vida activa conlleva una cotidianidad sin consciencia del dominio.
El Dasein construye su mundo en el instante que aparece un sentimiento de libertad referido a un otro carente de lenguaje del cual, el neoliberalismo brinda una identidad sobre aquello que debe ser expulsado por el sujeto de rendimiento. Es el sujeto mismo quien cree que se cuida40 de lo puramente presente, cuando en realidad al no existir una irrupción dialéctica en el neoliberalismo, el sujeto dominado de manera no consciente construye su mundo en las lógicas de mercado, propuesto por este discurso.
El neoliberalismo no posee negatividad, porque existe una constitución de un saber real en el interior del sujeto carente de negatividad. Retomando la idea de Hegel, con relación al concepto mediador en la dialéctica entre dos conceptos que se confrontan para expulsarse el uno al otro, en el caso del neoliberalismo no existe tal mediación, en cuanto a una positividad que calcula y mide al sujeto en la esfera de la producción y del consumo. La racionalidad instrumental no se da de manera directa, sino que el sujeto realiza una violencia sobre sí mismo frente al objeto de deseo que no puede poseer.
El neoliberalismo al conmensurar ese extraño, lo atópico del sujeto permite cuestionar lo siguiente: ¿De qué manera el aburrimiento que experimentan los sujetos en su cotidianidad es positivizado por el discurso del neoliberalismo? Con esto, se hace presente un fenómeno denominado la positividad del aburrimiento: ¿De qué manera es calculado el aburrimiento, para luego llevarlo a los terrenos del exceso de positividad? La positividad del aburrimiento en la óptica del neoliberalismo estructura en el sujeto una promesa de felicidad exenta de todo hastío y toda quietud, porque en la cotidianidad sucede algo emocionante, es una existencia acelerada, se vive para poder hacerlo todo, porque precisamente, para el neoliberalismo la alegría consiste en mitigarle al aburrimiento sus posibilidades de manifestación en el mundo cotidiano del sujeto.
Así mismo, Zygmunt Bauman, en su estudio sobre las condiciones sociales e históricas del trabajo y el consumo, hace perceptible las maneras que le permiten al neoliberalismo positivizar al aburrimiento, para luego expulsarlo en sus posibilidades existenciales. “En la vida del consumidor no hay lugar para el aburrimiento; la cultura del Consumo se propuso erradicarlo”41, porque “Una vida feliz, según la definición de esta cultura, es una vida asegurada contra el hastío, una vida en la que siempre “pasa algo”: algo nuevo, excitante; y excitante sobre todo por ser nuevo42.
De este modo, la positividad del aburrimiento parece hacer parte de la negatividad, por lo tanto, se debe hacer una precisión: El exceso de positividad al construir su mundo con lo idéntico o el infierno de lo igual, no permite una dialéctica entre el aburrimiento y el sujeto, pero en el discurso del neoliberalismo, el aburrimiento es una experiencia, una nada a la que se debe objetivar y darle lenguaje, para luego, rechazar los aspectos que hacen de la cotidianidad algo aburrido, poco excitante, poco feliz, porque si se piensan las nuevas dinámicas de la racionalidad instrumental, es el sujeto quien está libre de un amo exterior, es decir, el sujeto se instrumentaliza así mismo, para tener como efecto, una guerra consigo mismo, por lo tanto, la negatividad no existe, porque el sujeto se circunscribe en la mismidad.
En la positividad del aburrimiento no existe una posibilidad dialéctica, no hay duda, no hay desesperación, no existen conceptos que medien los saberes, que en su negación posibilitan algo nuevo. La positividad del aburrimiento motiva a los sujetos a volverse gerentes de sí mismos, a no sentirse desasosegados, porque la vida se hizo para vivirla intensamente. La experiencia estética es una de las mejores vivencias, los mejores productos, donde todo lo que está fuera del aburrimiento es lo bello, es un puramente presente del cual no subyace ni una sola pregunta, ya que el sujeto al ser gerente de sí mismo, su mundo se da en un sentimiento de libre elección, al ser este mismo su propio objeto de deseo.
Al no poseer dialéctica el aburrimiento positivo, conlleva a una situación: la otredad se desvanece, no existe, porque no hay ningún tipo de extrañeza que permita al sujeto reconocer que el mundo circundante y la cotidianidad no se da solo a partir de la unidad, sino desde los otros que permiten vincular el Dasein cotidiano habitado por el sujeto. “Incluso cuando vemos al otro simplemente ‘estando ahí ocioso’, no lo aprehendemos jamás como cosa -humana- que estuviera ahí, sino que el ‘estar ahí ocioso’, es un modo existencial de ser”43,que se caracteriza por “el descuidado y desapercibido permanecer en todo y en nada. El Dasein coexistente comparece en el mundo”44.
El estar ahí ocioso, conlleva a la condición existenciaria de habitar la cotidianidad, pero es la otredad en su manifestación como Dasein en el mundo, que lo arroja dialécticamente a la extrañeza y la diferencia. El otro irrumpe, genera dolor, felicidad, amistad. El neoliberalismo lleva todas estas condiciones a una mismidad que no se ve ocupada por el otro. La cotidianidad es idéntica para todos los fenómenos vitales del sujeto. La existencia se objetiviza, porque mientras los sujetos buscan rendir al querer escapar del aburrimiento, el neoliberalismo globaliza a los sujetos en su propio mundo. La libertad se positiviza, dando forma a una subjetividad que individualiza al sujeto en una dinámica del sí mismo, de la autoayuda, que lo libera del aburrimiento.
La positividad del aburrimiento resulta ser ese a la mano o lo meramente presente que transforma al sujeto en un individuo auto-instrumentalizado que se transfigura en gerente de sí mismo, él es su propio amo y esclavo: “El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Este es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad”45. Es mucho más efectiva la autoexplotación, porque la libertad no se ve violentada por otro extraño que manifieste las carencias para la obtención de un deseo, sino, el sujeto es su propio verdugo y víctima46, cuando este refleja en sí mismo el no poder satisfacer sus deseos, por este motivo, el discurso del Nada es imposible, desecha en la cotidianidad la posibilidad del aburrimiento, gestando neuróticos y deprimidos47.
El aburrimiento, al tener una carga de positividad, se convierte en paradigma de las maneras en que los sujetos deben manifestarse en la cotidianidad al querer expulsar la negatividad. El aburrimiento es una afección cargada de negatividad. La positividad representa en la consciencia del sujeto una mirada que se mide en el rendimiento, Han, analiza el fenómeno de la positividad, con base en la psicología, ya que esta “pasa de la psicología negativa como psicología del sufrimiento a una psicología positiva que se ocupa del bienestar, la felicidad y el optimismo”48. La positividad de la psicología propende por “evitar los pensamientos negativos y reemplazarlos sin demora en ideas positivas. La psicología positiva somete incluso el dolor a una lógica del rendimiento”49.
El rendimiento en las lógicas de la positividad del aburrimiento, al individualizar al sujeto en la cotidianidad, transforma su subjetividad en una unidad, elimina la extrañeza, suprimiendo la negatividad en una positividad calculadora, siendo la ciencia en conexión con el neoliberalismo, una forma de plantear una esencia fundamental de felicidad para todos los hombres. La positividad del aburrimiento es un entrenamiento individual del sujeto para superar las barreras en contra de una vida aburrida, pausada, tediosa, porque rendir implica para el discurso neoliberal que el sujeto en su ser cotidiano se sienta excitado, emocionado, feliz. El imperativo es ¡sé feliz y optimista! para hacerlo todo y es en la cotidianidad donde se manifiesta su Dasein, en una existencia dominada por el sí mismo.
El discurso del neoliberalismo coincide con la racionalidad instrumental. El aburrimiento se objetiva, se calcula en un lenguaje de enfermedad, es un meramente presente que se debe ocultar del Dasein de la cotidianidad, positivizándolo en estructuras del rendimiento, donde no hay cabida para el ocio: “Hoy se priva al dolor de toda posibilidad de expresión. Está condenado a enmudecer. La sociedad paliativa no permite dar vida al dolor ni expresarlo lingüísticamente convirtiéndolo en una pasión”50. El aburrimiento entra en dialogo con esta perspectiva del dolor planteada por Han, porque, el lenguaje bajo el cual se manifiesta el aburrimiento positivo hace referencia al ocultamiento del sujeto consigo mismo, abriéndose unas nuevas posibilidades hermenéuticas, que permiten comprender cómo la sociedad paliativa51 enmudece los horizontes de convivir con la extrañeza que genera el aburrimiento en el ser del Dasein52 de la cotidianidad.
El exceso de positividad, al eliminar las posibilidades del aburrimiento como expresión lingüística del mundo circundante, huye de la negatividad porque en este ámbito no existe dialéctica. El infierno de lo igual parece estar construyendo su mundo en el cálculo, en la cosificación de la vida, favoreciendo una cotidianidad sin aburrimiento del sujeto feliz: el curarse del aburrimiento es por medio de medicamentos y/o del entretenimiento.
El aburrimiento es constitutivo en la vida de los sujetos, por lo que este, no está totalmente dominado por el discurso de la racionalidad instrumental y el neoliberalismo, que al conmensurarlo objeta una posibilidad dialéctica. En este sentido, la negatividad del aburrimiento posee la capacidad de negar al neoliberalismo, para crear un tipo de pensamiento que abra a la cotidianidad en su totalidad, para efectos, de permitirle al sujeto pensar en las condiciones que instrumentalizan su cotidianidad, recuperando la vida contemplativa: dejar que las cosas se acerquen para aprenderlas, comprenderlas y dudarlas. La negatividad del aburrimiento permite desde la dialéctica profundizar la atención en la negatividad que la positividad disipa.
La negatividad del aburrimiento está constituida por una cotidianidad más reflexiva e incluso más pausada. Han, no se aleja de esta propuesta: “Solo lo vivo, la vida capaz de sentir dolor es capaz de pensar”53. La negatividad del aburrimiento niega lo positivo para posibilitar desde el desasosiego nuevas maneras de habitar una cotidianidad, que en la negación logra escaparse del infierno de lo igual.
3. La negatividad del aburrimiento como posibilidad de mundo
Heidegger se pregunta por la existencia de un temple anímico fundamental que rige el Dasein de su época54, obteniendo como resultado el abordaje por parte de la ciencia y del sujeto con el concepto de La nada, proponiendo una condición ontológica del aburrimiento que se escapa del discurso objetivo de la ciencia, porque el ser al sentir la nada, el mundo se abre en una posibilidad existencial para el sujeto: “El aburrimiento profundo, en los abismos del Dasein, como una silente niebla que va y viene cubriendo y disipándose, confunde todas las cosas, hombres, y a uno mismo con todo, este aburrimiento hace patente lo que es, en su totalidad”55, con esto, se hace visible la negatividad. El aburrimiento en los campos de la nada puede causar en el sujeto una negación de sí mismo, llevándolo por un camino abierto, que abre la cotidianidad en su totalidad.
La negatividad es una posibilidad de negación al discurso neoliberal con sus pretensiones de englobar a las cosas, mundo y sujeto en el infierno de lo igual, por lo tanto, el lenguaje objetivo o calculador de la positividad se ve cuestionado en el momento, en que el sujeto entra en diálogo con lo extraño que habita en su exterior e interior, de esta manera, la negatividad subyace, cuando el aburrimiento otorga en la consciencia la desesperación e incluso la angustia porque el aburrimiento es un devenir, una transformación, un dolor, un extraño sin lenguaje u objetividad que intenta escaparse del cálculo.
Han, propone la dialéctica de la formación del espíritu desde Hegel, como forma factible de comprender el dolor en la existencia humana, el espíritu tiene la capacidad “’de conservarse en la contradicción, y por tanto en el dolor’…Se desaviene de sí mismo. Esta desavenencia, esta contradicción le duele. Pero el dolor se encarga de que el espíritu se forme”56.
Han, hace alusión al dolor como una manera de lograr una formación en el espíritu, sin embargo, no se aleja totalmente de lo expuesto por Heidegger, con relación al aburrimiento. La experiencia del aburrimiento también forma el espíritu, por lo que, en la existencia humana el aburrimiento es ontológico. El sujeto entra en negación consigo mismo, el espíritu se despliega dialécticamente sobre los modos del neoliberalismo edificar una consciencia universal en las formas afectivas del sujeto manifestarse en su cotidianidad.
La negatividad del aburrimiento posee una correlación con la ontología. El ser y el ente son un vínculo lingüístico, es decir, el ser en su descubrirse comprende los entes del mundo circundante, por tales motivos, Heidegger alude a los estados de ánimo, como una manifestación de lo que es en su totalidad57. El aburrimiento es una forma de dolor, que curiosamente en los campos del ser, existe en su Da-sein de la cotidianidad. La negatividad del aburrimiento cohabita en su extrañeza con el sujeto y juega su papel, cuando se reconoce el dolor, producido por el aburrimiento, como parte de la condición humana: “Tal temple de ánimo, en el cual uno “está” de este o aquel modo, nos deja - completamente templados por él - hallarnos en medio de lo que es, en su totalidad”58.
El estar de los estados de ánimo hacen parte del Dasein del sujeto. El temple producido por el aburrimiento en su conexión con el develamiento de las cosas logra una condición existencial: el ser de la negatividad del aburrimiento en su negación no conmensura, en un lenguaje objetivo, el sobrevenir del aburrimiento en la cotidianidad, precisamente, porque al carecer de lenguaje, templa el estado anímico del sujeto, siendo el dolor, la desesperación posibilidad de develar a partir de su ser, los entes producidos por el neoliberalismo, que necesitan ser pensados para comprender las condiciones existenciales que conducen al sujeto a una idea de felicidad, sin ningún tipo de negatividad.
El aburrimiento en su presentarse ontológico sugiere una inmanencia del aburrimiento. La negatividad del aburrimiento presupone subjetividad, negación de sí mismo. La subjetividad en su disposición a sentir el aburrimiento penetra en los campos de lo ente establecido por el neoliberalismo, en tanto el aburrimiento negativo en su mostrarse hace parte de la cotidianidad de los sujetos. La extrañeza frente a la negatividad del aburrimiento sentida por los individuos es una forma de ser59 en el mundo, que corresponde al ser con lo indisponible60, porque al existir el aburrimiento, este sobreviene sobre aquello que no se puede decir o poseer. La subjetividad producida por la negatividad del aburrimiento en su forma de ser en la cotidianidad le concede al ser en el mundo sentir el aburrimiento como parte inmanente de los sujetos, “porque el mundo no solo está afuera sino en lo más recóndito de nuestro corazón”61.
El aburrimiento en su condición ontológica permea el ser del mundo cotidiano de los sujetos. La hermenéutica de la cotidianidad se hace notoria, cuando el aburrimiento genera un movimiento dialéctico entre la instrumentalización derivada del neoliberalismo como discurso hegemónico en la existencia, reconociendo a partir de la negatividad del aburrimiento unas nuevas posibilidades lingüísticas de relacionarse con el mundo. La negatividad del aburrimiento discute y se resiste a ser expulsado por el discurso de los gerentes de sí mismos, permitiendo así, desde la negación del aburrimiento, que el concepto mediador sea la develación del ser del neoliberalismo, para percibir que, en los movimientos cotidianos del sujeto, este no puede hacerlo todo. La positividad se cuestiona, se reflexiona, para tolerar una vida pausada, dolorosa o aburrida, reconociendo una negatividad de la cotidianidad, donde el sentirse aburrido hace parte de la estructura existencial del mundo.
La cotidianidad posee en su Dasein negatividad, pero el neoliberalismo promociona lo contrario por medio de los datos. La positividad promueve una esencia fundamental para todos los humanos, una idea universal sobre la producción y consumo de lo más novedoso, por lo tanto, los sujetos visualizan un meramente presente sin Dasein como oportunidad de reflejar sus propios vacíos de aquellos objetos, que en su presentarse son un lenguaje de lo que las industrias y los medios de comunicación definen como metas o ideal de vida, pero, en el momento de sobrevenir el aburrimiento en las circunstancias en las que no se hace nada, el sujeto entra en un conflicto consigo mismo. Sábato, lo define como un confrontarse con las máscaras que se llevan puestas en la cotidianidad: “Llevamos una máscara, que nunca es la misma, sino que cambia para cada uno de los lugares que tenemos asignados en la vida”62, frente al devenir en mascaras permanentemente, Sábato se interroga por “¿qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?”63.
Precisamente, el neoliberalismo como fenómeno en el interior del sujeto, elabora máscaras a partir de unos lenguajes edificadores de un tipo de consciencia, un tipo de yo que no se pregunta quién es, pero en las nieblas, en las confusiones procedentes de la negatividad del aburrimiento, el sujeto se enfrenta a un ejercicio negador de su propia condición, en este sentido, la cotidianidad se abre, con base en una extrañeza de los hombres con su propio rostro. El yo del neoliberalismo es un espejismo, una ilusión, que produce entes automáticos, entes enmascarados con un discurso positivo que constituye un antifaz sin posibilidad de la negatividad del aburrimiento en la soledad y los momentos de la vida.
La negatividad del aburrimiento no se dirige únicamente hacia lo individual, sino que la cotidianidad se constituye ontológicamente con los otros. Las relaciones lingüísticas acceden con una subjetividad que observa, discute, aprehende con la extrañeza de lo diferente: “el mundo del Dasein es un mundo en común [Mitwelt]”64. El mundo cotidiano es con el otro, en el momento de hacer frente en su negatividad. El aburrimiento negativo sitúa al otro como fenómeno lingüístico entre el ser y los entes, es decir, que, en la apertura del mundo causada por la misma negatividad del aburrimiento, la cotidianidad se separa de lo concreto o lo técnico y reconoce el mundo en común, porque se antepone al discurso del narcisismo, donde los sujetos únicamente observan sus propios reflejos: El neoliberalismo en su positivización de la existencia no permite una mirada y una voz que dialogue con el otro.
El mundo con, es posibilitado por la negatividad del aburrimiento, porque al sobrevenir esta afección, la existencia posiciona un reconocimiento dialéctico entre las distintas formas de presentarse el mundo. Heidegger, indica como fenómeno cotidiano la indiferencia65, el otro no existe, no dialoga, no ocupa un espacio en el mundo circundante. El discurso neoliberal deja de lado al otro en su suceder en la existencia, los medios de comunicación borran el rostro de quienes poseen menos riquezas, menos objetos, porque en la estética de la positividad, el otro carece del goce universal para todos los seres en la cotidianidad. No obstante, se puede pensar en el fenómeno de la negatividad del aburrimiento en una manifestación del otro como correspondencia hermenéutica entre el Dasein cotidiano y el lenguaje que permite por medio de la palabra o el dialogo reconocer la identidad y la diferencia. Heidegger, referencia a la necesidad ontológica de no pasar por alto el mundo que se comparte con el ser: “el inmediato y esencial conocimiento mutuo demanda un llegar a conocerse [Sichkennenlernen]”66. Conocerse implica renunciar a “la «simulación», y al «ocultamiento», es menester «convivir caminos especiales para acercarse a los otros o para conocer lo que tras ellos se oculta”67.
Este conocerse está conectado con lo mencionado por Sábato, respecto a las máscaras cotidianas. La negatividad del aburrimiento es una manera de cuestionar cuáles son aquellas máscaras, que, en los instantes de soledad, de aburrimiento usan los sujetos enmarcados en el discurso del neoliberalismo. El otro en los ámbitos de la negatividad del aburrimiento otorga un acercamiento a la extrañeza de lo diferente.
La negatividad del aburrimiento en sus posibilidades de mundo permite en la cotidianidad, que el mundo interno y externo no sean objetivados o calculados, para efectos, de ser positivizados y mitigar sus posibilidades existenciales. Esta negatividad dialoga con esos extraños que hacen parte inmanente de los sujetos, tanto en el mundo interno, como el mundo con los otros, por ende, el Dasein de la cotidianidad no es un ser pasivo, sino un ser que experimenta el tiempo.
La positividad le reduce al tiempo sus posibilidades existenciales: “El tiempo de puntos siente el impulso de suprimir o acortar los intervalos vacíos. Para evitar que se demoren demasiado, se intenta que las sensaciones se sucedan cada vez más rápido”68, por el contrario, el tiempo existencial es narrativo69, porque permite una construcción histórica del ser en su cotidianidad. El neoliberalismo se apoya en los puntos e intervalos del tiempo objetivizado, para expulsar el aburrimiento. La producción y el consumo no necesitan de la demora, ni de la lentitud, requiere de una velocidad, una excitación, una autosuperación, contra todo tipo de aburrimiento.
El tiempo concomitante a la negatividad del aburrimiento, conlleva a esta categoría a una particularidad en su forma de ser en la cotidianidad: El tiempo al hacer parte de la existencia discurre o narra los sucesos históricos de una época, pero en su manifestación ontológica el Dasein también experimenta los cambios temporales en su existencia. La negatividad del aburrimiento es una sensación de vacío. Los intervalos, los espacios de las horas crean un estremecimiento frente al aburrimiento profundo. El neoliberalismo corta de raíz las posibilidades negativas de la lentitud del tiempo. La instrumentalización mide el tiempo en términos de trabajo, producción y rendimiento: “El tiempo sublime es un tiempo colmado, a diferencia del tiempo laboral como tiempo vacío que meramente se trata de rellenar y que se mueve entre el aburrimiento y la laboriosidad”70: El tiempo pierde su aroma71, la vitalidad de los seres, con relación al tiempo positivizan, incluso los momentos en los que transcurre la vida.
La presente época positiviza la vitalidad. La salud sin negatividad absolutiza ideas de lo sano para prolongar la vida, para morir a tiempo. La muerte en los recintos de la positividad paradójicamente asesina a los sujetos en vida. El ideal de la supremacía del trabajo crea una vida predominada por una estética de la juventud eterna, aminorando por medio del fitness, las cirugías, el transcurrir del tiempo en el cuerpo y el espíritu. La consciencia del rendimiento se caracteriza por una cotidianidad de sujetos jóvenes, sanos y felices: “De este modo, hoy estamos demasiado muertos como para vivir y somos demasiado vitales como para morir”72.
La negatividad del aburrimiento al poseer una condición existencial tolera al tiempo en su devenir narrativo en la cotidianidad. La subjetividad en su temporalidad no entrega su vitalidad como moneda de cambio en las lógicas del mercado. El tiempo es una manera de posibilitarle a los intervalos, la negatividad del aburrimiento en el mundo, este nos “hiere con el dolor y la desdicha, pero también el único que nos da la plenitud de la existencia, esta sangre, este fuego, este amor, esta espera de la muerte. El único que nos ofrece un jardín en el crepúsculo”73.
El tiempo hiere con el dolor y la desdicha, es negativo, porque el presente en los abismos ontológicos generados por el aburrimiento, el dolor, el sufrimiento, la vejez, la muerte, posibilitan apertura de mundo, devenir de la consciencia. El jardín en el crepúsculo es concomitante a un tipo de plenitud contemplativa, en tanto que, el mundo se abre en sus posibilidades, por ejemplo, cuando la belleza nace de la lentitud, en las pausas que producen una negatividad que busca oponerse a la aceleración y atomización temporal74 propuesta por el discurso neoliberal para darle paso a una cura que alivie el cuerpo y el alma de la optimización.
La negatividad del aburrimiento con relación al tiempo propone en su estructura una manera mucho más pausada de experimentar la cotidianidad, es posibilidad de serenidad frente al vértigo, la histeria, la excitación que mecaniza la vida. El discurso neoliberal acelera el tiempo sin que exista oportunidad de la lentitud. El rendimiento75 no permite una continuidad temporal, el presente sucede de manera constante, por estas razones, la esencia fundamental de la época actual es una condición metafísica, donde la verdad está en vivir el hoy día en el trabajo productor de felicidad. La intensidad es lo meramente presente, que en la cotidianidad se comercializa con la entrega de los momentos que suceden en el Dasein de cada sujeto.
El neoliberalismo aprovecha las oportunidades de transformar la subjetividad en valores de mercado. La negatividad del aburrimiento en sus pausas, momentos, reconoce la continuidad de un tiempo que lleva al sujeto a dignificar su humanidad y le permite comprender la existencia en unas dinámicas del cambio, del transcurrir, de la vejez e incluso la muerte.
El aburrimiento es una posibilidad de brindarle negatividad al ser en su develarse. La racionalidad instrumental cosifica en unas lógicas mercantiles la vida del sujeto, Sábato, expone cómo el tiempo está presente en cada uno de los lugares de la existencia: “Cada hora del hombre es un lugar vivo de nuestra existencia que ocurre una sola vez, irremplazable para siempre”76, allí yace “la tensión de la vida, su grandeza, su posibilidad de que la inasible fugacidad del tiempo se colme de instantes absolutos”77.
El mundo de hoy se olvida de los lugares vivos que ocurren una única vez. El tiempo ha pasado a ser algo completamente dinámico, veloz, lo que se vive, lo que sucede, ocurre en una simultaneidad de situaciones, en tanto el desgranarse de los días se goza caminando en una cantidad de entes mostrados en vitrinas o grandes centros comerciales78.
La cotidianidad se vive en la sobreabundancia de cosas que producen ruido, reduciendo el silencio a una simple pasión. La negatividad del aburrimiento es una manera de replantear en la existencia del sujeto unas nuevas dinámicas temporales que ayuden a recuperar lo sagrado, lo misterioso, lo bello de los días que transcurren una única vez para todos los seres mortales. El aburrimiento es una posibilidad de retomar a partir de la lentitud una existencia no condicionada por la transparencia de un vitral que disipa el reflejo de quién es el sujeto y con quién comparte su existencia.
Aristóteles, formula un concepto que debe ser retomado para pensar los modos en los que la presente época perdió la capacidad de asombro: “Mientras toda la vida de los dioses es feliz, la de los hombres lo es en cuanto que existe una cierta semejanza con la actividad divina” (EN. X, 1178a - 25)79, de este modo, “ninguno de los demás seres vivos es feliz, porque no participan en modo alguno de la contemplación”80.
La contemplación para Aristóteles es una actividad divina, porque por medio de la lentitud, de la pausa de la mirada, lo lejano se vuelve cercano. La vida contemplativa hace parte de la negatividad del aburrimiento. Han, le llama a esto una pedagogía del mirar: “Educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada”81. La revitalización de la contemplación es una actividad tanto del espíritu como de la mirada que logra un acercamiento con aquello que el discurso neoliberal hace lejano a los ojos de los sujetos.
La negatividad del aburrimiento es una posibilidad de mundo que se resiste a ser objetivada, precisamente porque es parte de la condición humana. La cotidianidad puede tener negatividad, en cuanto, el sobrevenir del aburrimiento en el sujeto, lo confunde, lo desacierta o lo anonada, creando una situación de completa lentitud, donde los intervalos son la capacidad de asombramiento frente a una cotidianidad que limita su mundo a través de la pantalla, los centros comerciales, los almacenes, los datos: La negatividad del aburrimiento permite una conexión con lo divino, lo sublime, lo bello del mundo. La felicidad concordante a la negatividad del aburrimiento se da por medio de la actividad contemplativa en el momento de manifestarse aquellos extraños que hacen parte de una cotidianidad concomitante al dolor y al aburrimiento, producido por las experiencias existenciales con el mundo circundante.
Heidegger, incita a las personas de su época a pensar con serenidad los hechos que ponen en amenaza la humanidad del hombre, afirmando que: “La Serenidad para con las cosas y la apertura al misterio nos abren la perspectiva hacia un nuevo arraigo”82. La negatividad del aburrimiento es una serenidad para con las cosas, una apertura al misterio, un nuevo arraigo, una nueva manera de encuentro, para liberar al sujeto de la cotidianidad del neoliberalismo y su promesa de felicidad.
La vida contemplativa en su relación con lo divino resemantiza la cotidianidad permitiéndole una apertura a las afecciones que producen un temple anímico vacío, sin sentido, pero en su negatividad posibilitan unos horizontes de comprensión, donde la serenidad en su forma de ser posibilite una existencia menos instrumentalizada, porque: “Deberíamos volver a convertir los grandes almacenes en una casa; es más, en un centro festivo en el que realmente merezca la pena vivir”83.
El mundo es también sufrimiento, es contradictorio, confuso, pero esta condición ontológica de lo que el ser es en el neoliberalismo, la negatividad en sus manifestaciones cotidianas son una manera de formar a la consciencia y el espíritu. La negatividad del aburrimiento irrumpe sobre lo globalizado, lo idéntico. El aburrimiento es una resistencia donde el lenguaje, la palabra, el sentirse afectado se resiste a ser objetivado por el infierno de lo igual.
Conclusiones
Como se ha podido evidenciar, se comprendió el horizonte en el que la sociedad contemporánea construye su sentido en la cotidianidad a partir de la positividad del aburrimiento, haciéndose perceptible un fenómeno detonado por el discurso de la racionalidad instrumental y el neoliberalismo, con relación a las experiencias existenciales del sujeto en su cotidianidad.
De este modo, las determinaciones de la racionalidad instrumental y el neoliberalismo en la sociedad contemporánea son una manera de comprender cómo la técnica, la ciencia, el capitalismo construyen su horizonte de comprensión con el surgimiento de la era atómica en el siglo XX. La racionalidad instrumental, vinculada con la metafísica propone una esencia fundamental en las formas del sujeto habitar su cotidianidad. Lo económico, lo tecnológico, se establecen en una reciprocidad, por lo que, al abarcar cosas y hombres, el Dasein de la cotidianidad se da en lo meramente presente o a la mano.
La ciencia en su preguntarse por la nada, la calcula o la objetiva, porque no se puede decir nada más de esto. Pero, el fenómeno que corresponde al siglo XXI, es una racionalidad instrumental que calcula, contabiliza, una idea de la realidad a partir de un deseo, una satisfacción que genera una manifestación homogénea en la cotidianidad de los sujetos.
Con lo anterior, subyace el problema de la dialéctica entre la positividad y la negatividad del aburrimiento. El discurso de la positividad no posee dialéctica en el momento en que todas las experiencias existenciales del sujeto en la cotidianidad se entrelazan con el infierno de lo igual, es decir, la positividad del aburrimiento requiere de sujetos felices, emprendedores, productores en una igualdad sin posibilidad de la atopía o de lo extraño. El aburrimiento es positivizado, para luego, ser expulsado, porque en el ámbito tanto de la producción como del consumo, el sujeto gerente de sí mismo necesita rendir, por lo cual, el Dasein de la cotidianidad requiere de sujetos en constante excitación sin posibilidad de la negatividad.
Por su parte, la negatividad del aburrimiento en su dialéctica permite comprender esta afección, como parte ontológica e inmanente del sujeto en la cotidianidad. El aburrimiento en su negatividad permite en su posibilidad de mundo una resistencia, una irrupción sobre el discurso de la positividad.
El infierno de lo igual se pone en cuestión, cuando el aburrimiento en su sobrevenir abre el mundo en su totalidad, permitiendo un acercamiento a los extraños que hacen frente tanto en el exterior e interior del sujeto, porque la cotidianidad permite una aprehensión de la extrañeza de lo diferente.
Ahora bien, ¿Es la positividad y la negatividad del aburrimiento una posible comprensión de los horizontes en los que la sociedad contemporánea construye su sentido en la cotidianidad?, El aburrimiento positivo es la expulsión del tedio y del tiempo, a fin, de crear un sujeto masificado, depresivo y agotado. Por otra parte, la negatividad constituye a un otro que se niega, en este caso, lo otro negativo es el aburrimiento que busca ser mitigado por las exigencias del exceso de positividad, es decir, la negatividad del aburrimiento se contrapone al exceso de positividad para crear una experiencia de tiempo más detenido y contemplativo, posibilitando así, una apertura para pensar los modos de vida de la sociedad contemporánea. Ambas perspectivas muestran una posible lectura de las condiciones en las que la sociedad actual construye su horizonte de comprensión en la cotidianidad.
La positividad y la negatividad del aburrimiento facultan unas nuevas formas de visualizar las tendencias actuales de la filosofía, porque, con base en la hermenéutica es posible comprender los estados de significación que estructuran al sujeto en su cotidianidad, en este caso, el aburrimiento hace parte del Da-sein del Dasein de los hombres, por estos motivos, en estos tiempos determinados por la optimización y el rendimiento, son un campo de posibilidad para cuestionar cuál es el temple anímico que acaece en el siglo XXI.