Szlezák presenta en esta obra una visión global de Platón en la que busca integrar los resultados generales de su larga dedicación a la interpretación del autor y que, como él mismo señala en el prefacio, se han referido a tres aspectos fundamentales: a) la hermenéutica de los diálogos, b) su concepción metafísica y c) la forma específica en la que se produce la comunicación filosófica en Platón. Los resultados de sus investigaciones se han visto reflejados hasta ahora en los dos volúmenes de su Platon und die Schriftlichkeit der Philosophie (PSP I y II, en particular respecto de c) y, entre otros, en la colección de sus Aufsätze zur griechischen Literatur und Philosophie. A esto se añade su planteamiento a un público más amplio que el exclusivamente especializado. Como indica el autor, el libro quiere resultar interesante también para el lector versado en general en filosofía, sin que ello presuponga su acceso al texto original en griego (p. 11). A este último objetivo se brinda especial atención, de modo que puede decirse que la lectura acuciosa del original griego se trasluce en varios momentos de la obra, sin que, efectivamente, sea necesario confrontar los puntos de vista con citas extensas del original. Asimismo, cabe resaltar el estilo amable con el lector, que permite plantear los resultados de trabajos anteriores en una suerte de imagen sintética y coherente. Szlezák consigue, pues, brindar un Platonbild, una imagen de Platón que resulta atractiva, sugerente y completa. Se inscribe así en una ya larga tradición de presentaciones omnicomprensivas de este autor clásico, tradición a la que alude en varias ocasiones para someterla a una revisión crítica que tiene dos claros ejes: tener siempre en la mira las concepciones de la Antigüedad como marco de referencia ineludible en la interpretación de todos los temas y, como eje central, corregir la interpretación de la filosofía platónica como una teoría de los dos mundos, para lo cual remite, con ayuda de los testimonios antiguos, a la teoría de los principios como elemento esencial para comprender el sentido último de la filosofía platónica (p. 12).
El libro está dividido en tres partes, referidas respectivamente a la vida, la obra y el pensamiento de Platón. Culmina la obra con dos anexos, referidos a la Carta VII y a la ironía platónica.
La primera parte, dedicada al contexto histórico y la vida de Platón, comienza con un distanciamiento respecto del Platonbild (o más bien los Platonbilder) que suele plantearse en una tradición que se remonta al siglo XIX. La acusación principal que recibe es intentar adaptar el pensamiento de Platón de manera sesgada a las circunstancias contemporáneas, de ahí que se refiera al consenso de la tradición contemporánea como “la investigación liberal-burguesa de los siglos XIX y XX” (p. 43). Que Szlezák busca oponerse a esta unilateralidad puede considerarse no solamente el propósito expreso de esta obra (p. 16), sino uno de los motivos centrales de sus estudios platónicos en general. En esta primera parte, sin embargo, la imagen de Platón desarrollada por Szlezák se plantea de manera más o menos independiente de la confrontación mencionada, que se mantiene en un segundo plano en esta parte de la obra. Tras una breve exposición, sintética, pero a la vez concreta, del ambiente cultural de la Atenas clásica, realiza un balance diferenciado de su democracia y del tradicionalismo de la familia de Platón, cuyas convicciones políticas se encuentran fuera de la dicotomía de su época, como puede observarse en la República (pp. 16-33). Respecto de la vida de Platón, resalta el uso cuidadoso de la Carta VII como fuente de información primaria y la interpretación de la relación de Platón con Dion de Siracusa (tratada en detalle en pp. 84-88), que adquiere una dimensión pocas veces planteada en los trabajos contemporáneos referidos a este tema y que resulta un ejemplo paradigmático de su propuesta de revisión de la imagen de Platón. También resulta relevante la mirada crítica que se echa sobre nuestra concepción de Sócrates (pp. 42ss.), en la que, de la mano de las afirmaciones de Alcibíades en el Banquete y la representación de Sócrates en las Nubes de Aristófanes, se defiende la tesis de la existencia de una enseñanza no pública, de carácter religioso, impartida por Sócrates y no sometida al elenchos (p. 45)1. En cuanto a la biografía intelectual de Platón y la Academia, se establecen tesis coherentes con la interpretación general de los diálogos propuesta por Szlezák en la segunda parte: nacimiento de la teoría de las ideas en la juventud del pensador (pp. 49-50); surgimiento de la convicción platónica de la necesidad del filósofo gobernante, concepción central de su pensamiento político luego de la muerte de Sócrates; finalmente, una versión compacta de la actividad filosófica de Platón en la Academia en armonía con la tesis, ampliamente desarrollada por Szlezák y por otros autores que toman en cuenta la tradición indirecta de los textos, del esoterismo (reserva) de los puntos de vista fundamentales de Platón como eje de la comprensión tanto de su actividad pedagógica como literaria (pp. 61ss.; sobre esoterismo, p. 68). Finalmente, destaca la evaluación de la enorme influencia que tuvo la Academia en el pensamiento y la sociedad griegas, manteniendo la hipótesis de que se trataba de una especie de comunidad abierta de estudio, cuya única condición era la búsqueda desinteresada de la verdad (pp. 61-73). La parte final de la sección biográfica es complementada con varios reportes de la Antigüedad que Szlezák considera probables a causa de su carácter detallado y cotidiano. Al margen de su autenticidad, permiten completar esta primera imagen de Platón, la biográfica.
La segunda parte del libro está dedicada a una aproximación general a la obra platónica, dividida en seis capítulos. Los tres primeros centrados en cuestiones generales acerca de la autenticidad de las obras y el estilo de Platón, mientras que los últimos desarrollan los problemas hermenéuticos de fondo referidos, principalmente, al problema de qué pretende ser un diálogo platónico. En cuanto a la autenticidad de las obras transmitidas, resalta la discusión de los espurios (pp. 103-112, especialmente la discusión del Hipias Mayor, pp. 110ss.) y la consideración del Critias como una obra dejada inconclusa por Platón (p. 102). Luego de adelantar los puntos centrales de su defensa de la Carta VII (pp. 114-116), Szlezák se detiene en la importancia de las “doctrinas no escritas” o agrapha dogmata, para las que defiende utilizar otra denominación (opiniones o puntos de vista no escritos, “ungeschriebene Ansichten”, p. 117): no deben ser tratados como fragmentos, sino como transmisión indirecta que permite comprender mejor lo que los diálogos no expresan con claridad (p. 118). Los textos son clasificados según la presencia parcial o total de momentos dialogados, y estos últimos según representen o no un intercambio entre los interlocutores más allá de la mera afirmación o negación (pp. 120-122). La vastedad de temas planteados en los diálogos, que Szlezák caracteriza como “arraigo mundano” (Welthaftigkeit) de la obra, son muestra del afán por alcanzar una visión filosófica integral de la realidad, cuya piedra de toque consiste en la Idea del Bien como principio fundamental que otorga unidad a la totalidad del proyecto, pero cuya exacta relevancia no es suficientemente examinada en los textos (pp. 122-124). En cuanto al estilo, discute los diversos intentos que se han realizado por identificar un estilo literario propiamente platónico, a pesar de la mezcla de voces, temas y estilos literarios que se combinan en los diálogos. Su clasificación en cinco estilos básicos (pp. 134-136) funciona de manera clara en la mayoría de los casos (por ejemplo, la diferencia entre el estilo argumentativo y el instructivo), aunque presenta problemas en el último estilo, que consiste en dejar hablar a un personaje ausente (las leyes en el Critón, Diotima en el Banquete). Szlezák reconoce que este estilo carece de unidad (p. 136) y ello se debe presumiblemente a que se trata más bien de un recurso pragmático, motivado por las circunstancias de la discusión y que carece de rasgos estilísticos propios en el sentido más tradicional del término. Cierra Szlezák el tratamiento del estilo platónico con una cuidada revisión de los juicios al respecto planteados por autores de la Antigüedad y con su propia evaluación de Platón, cuyo intento de superar a Homero a través del Critias debe considerarse un fracaso (p. 140). También en la p. 154 compara Szlezák a ambos autores por algo que podría parecer una coincidencia: ninguno de ellos es el creador del género literario que cultiva; sin embargo, constituyen sus obras las fuentes que han sobrevivido a sus predecesores y perviven en la tradición posterior. Pero no debemos dejarnos enceguecer por este juicio final, que coloca a Homero como la cumbre de la literatura antigua, pues cualquier otro juicio hubiese sido tan desmedido como las pretensiones del Critias: Platón es considerado por Szlezák como el más grande autor en prosa griega (p. 140).
El tercer capítulo de la segunda parte, que cierra la discusión estilística, inicia en realidad una larga y detallada crítica a la interpretación de Platón que se ha realizado en los últimos dos siglos. A partir de aquí y hasta el final de esta segunda parte, Szlezák se remite principalmente a los resultados alcanzados en sus obras PSP I y II. No nos detendremos, pues, en el desarrollo de las tesis tantas veces discutidas. Baste aquí plantear algunas referencias básicas. En primer lugar, Szlezák resalta la inexistencia de resultados concluyentes desde el punto de vista del análisis estilométrico, más allá de la inicial delimitación de los diálogos tardíos, ocurrida ya en el siglo XIX (pp. 144-145). En cuanto a las fronteras entre los hoy denominados diálogos aporéticos e intermedios, así como la continuidad entre estos últimos y los tardíos, identifica como problema principal la imposibilidad en Platón de determinar la dimensión exacta de los argumentos, tesis y refutaciones que quien dirige el diálogo está dejando de lado en cada caso (p. 143). Si, además, tenemos en cuenta las remisiones más o menos claras entre algunas obras, que impiden establecer una correspondencia entre una posición filosófica y una obra en particular, la investigación cronológica de los diálogos pierde sentido (p. 149). En este punto, la obra cambia el tono constructivo que se había planteado en la primera parte y se concentra en una crítica de la interpretación usual de Platón. Al parecer, el Platonbild de Szlezák no puede comprenderse adecuadamente sin plantear esa confrontación, por motivos que pueden considerarse históricos. A la polémica histórica, esta suerte de “historia de un error” en la interpretación de la obra platónica de los siglos XIX y XX y que sigue vigente, a pesar de las críticas, en la actualidad, dedica Szlezák el capítulo 5 de esta sección. Nosotros la dejamos de lado para enfocarnos en el capítulo 4, en dos puntos particularmente logrados de su interpretación y que recorren esta parte de la obra. En primer lugar, la relación que establece entre la crítica de la escritura en el Fedro y la crítica del discurso en general en la Carta VII, distinguiendo con precisión aquellos aspectos que se aplican a la escritura y el lenguaje en general de aquellos que conciernen en particular a la transmisión de los contenidos filosóficos más fundamentales. En segundo lugar, el hecho de que el discurso no solamente debe adecuarse al interlocutor, sino que debe guardar el debido respeto a lo divino, lo cual brinda a la interpretación del término griego timiōtera (lo que tiene mayor valor) una dimensión no solamente estilística, sino religiosa. Cierra el capítulo Szlezák resumiendo los resultados principales: el surgimiento de la luz del conocimiento es un proceso no susceptible de verbalización, pero hay caminos argumentativos que deben preceder a este momento. Sin embargo, el nous ha prevenido a Platón de intentar ponerlos por escrito (pp. 192-193). La debilidad de los logoi no apunta a una incomunicabilidad absoluta, más bien, prohíbe una exposición dogmática de la teoría, a la que podría recurrirse con la célebre fórmula autos epha de los pitagóricos (“él mismo, el maestro, lo dijo”). Szlezák distingue los caminos argumentativos, que bien podrían considerarse sólidos2, de las formulaciones lingüísticas, que siempre están sometidas a discusión, en tanto el lenguaje es inexacto (p. 193). Las confusiones que provoca la interpretación de la Carta VII se deben entonces a nuestro prejuicio de la absoluta publicidad de los contenidos de pensamiento (p. 194). El capítulo seis, último de esta sección, resume los resultados de la interpretación de Szlezák respecto del sentido y alcance de un diálogo platónico. Si bien Szlezák indica que su intención es plantear e contrario una interpretación básica de la obra platónica (p. 218), se ve obligado a repetir varios elementos presentados en los dos capítulos anteriores. Rechaza las interpretaciones que entienden la reserva propia de los escritos como enigma por descifrar para quien sea capaz de hacerlo, o como escritos intra-académicos, o como obras opacas en las que se mantiene la anonimidad del autor. El concepto clave de esta parte es el de homologia (alcanzar una opinión común entre las partes), que indica una intención en la discusión (lo cual descarta la anonimidad del autor), y por la que esta adquiere una función protréptica (pp. 141ss.). A ello se suma el establecimiento de los pasajes de omisión, elementos interpretativos centrales para comprender de qué manera un diálogo platónico imita el discurso oral del dialéctico (pp. 244-245).
En la tercera parte, como en la primera, las polémicas dejan de ocupar el lugar central. Constituye la parte más interesante, principalmente porque, a diferencia de los temas anteriores, no hemos tenido una obra que recoja de manera continua y sintética la visión que tiene Szlezák de la doctrina platónica en su conjunto. Comienza Szlezák con una revisión de las influencias en el pensamiento de Platón de la que aquí destacamos tres aspectos: la delimitación precisa de la influencia de Parménides y Zenón, como el monismo al que responde la dialéctica platónica, basada en el dualismo de los principios (p. 255); la limitación de la influencia socrática a los parámetros teóricos planteados por Aristóteles como representativos de este filósofo, a la valoración de sus virtudes morales y, con un fuerte grado de presunción, a la forma en que debe dirigirse una discusión filosófica (pp. 257-259); finalmente, al reconocimiento de la enorme influencia del Pitagorismo, en el que se encontrarían, a juicio del propio Platón3, las raíces de su propia concepción de la dialéctica (pp. 260-263). A partir de lo que Gerson denominó “Ur-Platonism”4 desarrolla Szlezák una descripción de la imagen del mundo (Weltbild) de Platón, en la que destacan la marcada concepción jerárquica de la realidad en todos sus ámbitos y la impronta religiosa, por la que no puede haber otra medida para la realidad que la divinidad misma (pp. 266-269). Los últimos aspectos que afirma Szlezák en su apretada síntesis de este Weltbild coinciden con la interpretación del sentido de la obra platónica (p. 270), lo que nos permite volver a preguntarnos si gran parte de la exposición crítica de la segunda parte no podría haberse integrado en un cuadro más bien constructivo, como el que se ha ofrecido al inicio de la tercera.
A partir del segundo capítulo y hasta el final de la obra, Szlezák plantea una revisión sintética de los principales tópicos del pensamiento de Platón, dedicando un capítulo completo a cada uno: concepto de filosofía, concepción del alma y la ética, concepción política, cosmología, teoría de las ideas, teoría de los principios y, finalmente, concepción de lo divino. Destacamos aquí algunos momentos particularmente interesantes. En su tratamiento del concepto de filosofía destaca su defensa de la posibilidad de adquirir y mantener el conocimiento, particularmente a través de la interpretación del sentido de poros en el Banquete y remitiendo a varios pasajes del corpus que apuntan en esa dirección (pp. 275-278). Respecto de las características generales de la dialéctica, resulta llamativa la especificación de cuatro ámbitos de investigación: alma, idea, principios y comprensión sinóptica y ontológica de las matemáticas (p. 284). Particularmente interesante es el tratamiento del nous, que Szlezák presenta como un componente intrínseco al ámbito eidético y expresión, por ello, de la vida y pensamiento de las ideas (pp. 288-290). El punto central del argumento resulta de vincular la referencia a la existencia de una ciencia de la divinidad en la aporía más grande de la primera parte del Parménides con la descripción del lugar supraceleste en la palinodia del Fedro (pp. 473 ss.). Más adelante, el nous cumplirá, en el ámbito del conocimiento, el rol correspondiente al principio de unidad (p. 521). Desde el punto de vista metafísico, empero, nous y noēta se identifican con el ámbito eidético en tanto causa de la realidad sensible (p. 453) y su principio, la Idea del Bien, debe reconocerse, en tanto principio de las ideas, en el demiurgo del Timeo (p. 454). La inclusión del nous como un aspecto esencial del ámbito eidético y el hecho de que la Ida del Bien sea, justamente, una idea, rechazando una trascendencia de corte plotiniano, plantea el problema de la relación entre el primer principio y el pensamiento como una tensión al interior del pensamiento de Platón (que Szlezák resolverá al final de la obra) y de sus sucesores en la Academia, todo lo cual expresa una línea de continuidad con Aristóteles. La excesiva aproximación al pensamiento de Plotino debe ser rechazada, toda vez que la filosofía platónica plantea un dualismo de los principios que no puede resolverse en un monismo (pp. 540-544). Todo intento de reducción del dualismo de los principios a una única fuente de toda realidad, por más plausibilidad argumentativa que posea, no guarda correspondencia con lo manifestado en los diálogos ni con los testimonios indirectos de los agrapha dogmata (pp. 544-555). Finalmente, el último capítulo plantea el problema de la relación entre filosofía y religión en el pensamiento de Platón. Luego de establecer que el mito depende de un núcleo filosófico, es decir, de un contenido verdadero expresado en un logos argumentativo (pp. 565-566), Szlezák entiende la filosofía platónica como religión (“Platonische Philosophie ist Religion”, p. 568). Pero debido a que la fundamentación de lo divino se plantea en la teoría de los principios, este aspecto esencial del pensamiento platónico no ha sido tenido adecuadamente en cuenta en la imagen imperante de Platón en los últimos dos siglos (pp. 569-570). El tratamiento de la relación entre religión y filosofía es uno de los capítulos que con mayor solidez expresan en qué sentido Szlezák se opone a la “tradición liberal-burguesa” en la interpretación de Platón. No solamente porque funda la reforma de la religión en la concepción platónica de la comunicabilidad de contenidos filosóficos (los cuales producen un vínculo seguro entre el hombre y la divinidad), sino también porque deja espacio a creencias personales de Platón, como el atestiguado culto a las Musas que se practicó en la Academia (p. 169). Además, la figura del daimon socrático insinúa la posibilidad de una influencia de lo divino en un individuo (p. 577). Esto divino, sin embargo, no debe entenderse como la aceptación de un dios personal (pp. 600-601), se trata más bien del conocimiento de las ideas, que es en primera instancia conocimiento intrínseco del ámbito eidético mismo, del cual derivan todas las otras formas de divinidad, incluida la aproximación humana a lo divino (p. 602). Sin embargo, la delimitación de la Idea del Bien como medida de todas las cosas requiere considerarla como fundamento de lo divino (las ideas) y, por tanto, como algo que está más allá del nous mismo (p. 605).
Esta reseña ha resaltado algunos aspectos que nos han parecido de particular interés. No podemos terminarla sin indicar que el Handbuch aborda muchos otros aspectos y que en todo momento apela a la bibliografía primaria y secundaria pertinentes. En términos generales, puede decirse que Szlezák ha cumplido con creces la tarea propuesta: presentar un Platonbild integral y centrado en una imagen acorde con la distancia histórica que no separa de Platón. Al hacerlo, termina planteando una imagen sugerente y rica en direcciones de investigación del autor más influyente de la historia de la filosofía.