0. INTRODUCCIÓN
La noción de tradición discursiva (TD), desarrollada en el seno de la Romanística germana a finales de los años 80, ha tenido una repercusión considerable más allá de las fronteras alemanas, fundamentalmente en España, algunos países hispanoamericanos y Brasil, territorios en los que se centra el presente artículo. En él se pasa revista a la recepción de este concepto en las dos tradiciones de investigación lingüística mencionadas -la hispánica y la brasileña-, con el propósito de acercar al lector a algunos de los trabajos que se podrían considerar representativos de cómo los historiadores del español y del portugués brasileño han adoptado, en sus pesquisas, tanto la propia noción de TD, como el enfoque con el que esta perspectiva de análisis se acuñó entre los representantes de las llamadas Escuelas de Tubinga y Friburgo1.
Tanto en lo concerniente a España e Hispanoamérica como a Brasil, el análisis parte del examen de un conjunto de estudios lingüísticos o filológicos cuya autoría corresponde a historiadores de la lengua y no a teóricos del lenguaje o de la lingüística2. En la selección efectuada, se han primado, por una parte, las contribuciones de investigadores con vínculos académicos directos -y continuados en el tiempo- con los principales representantes de la gestación y posterior desarrollo del marco teórico-metodológico de las TD: Eugenio Coseriu, Brigitte Schlieben-Lange, Peter Koch, Wulf Oesterreicher y Johannes Kabatek. Por otra parte, se ha preferido no tener en cuenta las cada vez más numerosas publicaciones -sobre todo de historia de la lengua española- en las que es posible documentar apariciones del término TD que no cabe considerar más que como absolutamente tangenciales3, en la medida en que entre los propósitos de tales trabajos no figuran objetivos de investigación relacionados, bien con la descripción de la génesis y la conformación histórica de determinadas TD y/o de determinados aspectos discursivo-tradicionales en ciertos tipos textuales, bien con la comprobación de en qué medida un determinado fenómeno de cambio lingüístico o un hecho lingüístico particular atestiguado en un estado de lengua pretérito pueda haberse visto propiciado o inhibido por condicionantes de naturaleza discursivo-tradicional.
Asimismo quedan fuera del alcance de estas páginas los “estudios [no necesariamente] recientes en los que, sin hacer[se] mención […] a la expresión tradiciones discursivas, sí se tienen en cuenta éstas” (Guzmán 2006: 87), bien porque se atienda, por ejemplo, a la “influencia que poseen las estructuras discursivas propias de cada tipo de discurso respecto del valor que adquieren los fenómenos lingüísticos testimoniados en cada uno de los tipos de texto” (Bustos Tovar 2006: 1859), bien porque se tenga “muy claro qué es lo que queremos encontrar y qué es lo que nos podemos encontrar, según el tipo de texto elegido” (Cano Aguilar 2003: 34; véase también Garatea 2016: 58-59). Con todo, conviene dejar constancia de que la excelente acogida que el paradigma de las TD ha encontrado en el mundo iberorrománico no es en absoluto ajena al hecho de que, en este ámbito sociocientífico, en consonancia con el apego a la realidad de los textos propio de la Romanística, “de algún modo siempre se ha sabido y se ha comentado que la variación sintáctica depende en gran medida de la tradición textual, y eso tanto si consideramos el texto en su totalidad como cuando lo diferenciamos internamente” (Kabatek 2012: 91; véase ahora Kabatek 2018, cap. 6). Este fue el contexto de recepción que sirvió de caldo de cultivo a la exitosa implantación de esta corriente, sobre todo en España, país que contaba con el precedente de la Escuela de Filología fundada por Menéndez Pidal y sabiamente continuada por Rafael Lapesa, de quienes los hispanistas que han tomado el testigo de la investigación sobre TD son, en gran medida, herederos. No en vano, como destaca Carlos Garatea, Menéndez Pidal adelantó una de las ideas clave del paradigma de las TD, cuando afirmó que “el contacto con la escritura se hace efectivo con moldes tradicionales de elaborar discursos escritos”, de forma que, “sujeto poco o mucho a estos moldes, el individuo más genial no puede escribir guiado solo por su genialidad, sino encauzado y limitado por la tradición cultural en que él se ha formado y a la cual sirve” (Menéndez Pidal 1951-1956: 63, en Garatea 2012: 95). Dado que la primera parte del título de este artículo - “Tradiciones discursivas, historia de la lengua española e historia del portugués brasileño” - quizás pueda hacer suponer que se vaya a encontrar en él una revisión bibliográfica exhaustiva o una presentación cronológica pormenorizada de la difusión del modelo de las TD en España, Hispanoamérica y Brasil, conviene advertir que su tenor se escora, más bien, hacia el contenido del subtítulo: “Fundamentos teóricos, principios metodológicos y aproximaciones descriptivas”. Lo que se persigue, en efecto, en estas páginas - que pretenden ser de interés tanto para quienes necesiten informarse sobre las principales referencias que cabe destacar, en los ámbitos regionales acotados para este estudio, en relación con el paradigma de las TD, como, sobre todo, para quienes busquen hacerse una idea acerca de los pilares metodológicos en que se asienta esta corriente que tan fuertemente ha arraigado a uno y otro lado del Atlántico -, es ofrecer una presentación de los principios, métodos y orientaciones que han dado sustento a la investigación sobre TD en España, Hispanoamérica y Brasil. A tal fin, se parte, efectivamente, de la identificación de la presencia, en los trabajos que se han escogido como ejemplo -y que no abarcan, por tanto, la totalidad de la producción científica en este ámbito de los estudios lingüísticos-, de los principios, métodos y orientaciones que vertebran la investigación iberorrománica sobre TD. En consonancia con este objetivo, y teniendo en cuenta que esos principios, métodos y orientaciones son, en gran medida, compartidos por los investigadores hispanófonos y lusófonos, pese a que se contemplan secciones diferenciadas para España (§ 3.1), Hispanoamérica (§ 3.2) y Brasil (§ 3.3), la extensión del epígrafe centrado en los autores brasileños es menor que la de los apartados dedicados a España e Hispanoamérica porque, para evitar reiteraciones innecesarias, en la exposición de las principales orientaciones descriptivas seguidas en estas tres latitudes todo aquello en lo que no hay diferencias destacadas entre las tres regiones se presenta de manera conjunta al hilo de los ejem-plos de estudios sobre el español7. Más allá de esta introducción, el artículo se organiza en tres secciones, en las que se busca dar respuesta, principalmente, a tres cuestiones: (i) cómo se ha interpretado el concepto de TD en la filología hispánica y brasileña (§ 1), (ii) qué perspectivas de análisis y qué convicciones metodológicas ha implantado o afianzado, en estas tradiciones de investigación, la adopción de la noción de TD (§ 2), y (iii) qué tipo de estudios ha propiciado este paradigma de investigación en las tres zonas geográficas en que el modelo de las TD ha encontrado mayor arraigo (§ 3).
1. LA RECEPCIÓN DEL CONCEPTO DE TD EN ESPAÑA, HISPANOAMÉRICA Y BRASIL
Una de las primeras publicaciones dedicadas, en España, a las TD fue la mesa redonda coordinada por López Serena en el V Congreso Nacional de la Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e Historia de la Lengua Española, celebrado en Sevilla en 2005. La idea de organizar este debate surgió de la constatación de que “[l]a cuestión de las tipologías textuales y los géneros o tradiciones discursivas goza[ba] de una creciente popularidad en la lingüística actual”, del reconocimiento de que se trataba de un asunto relativamente novedoso en el ámbito hispánico, así como de la consideración de que la “falta de acuerdo, sintomática de cualquier etapa inaugural de investigación”, hacía extraordinariamente “atractiva” esta temática para una mesa redonda (López Serena 2006b: 49).
Entre las cuestiones que salieron a relucir, y que a día de hoy continúan siendo motivo de controversia, destacaba, en primer lugar, el problema de la falta de delimitación clara entre términos como tipo, clase, género y tradición textual/discursivo(a), a los tres primeros de los cuales pasaba revista la contribución de Borreguero (2006). Llamaba asimismo la atención -y no ha dejado de hacerlo en la actualidad- el problema de la sorprendente variabilidad en la formulación de la definición del propio concepto de TD (Sáez 2006: 89)8. A este respecto, era sintomático el hecho de que en la bibliografía podíamos -y continuamos pudiendo- encontrar tanto un empleo indiferenciado como sinónimos de todos o algunos de estos términos como propuestas que defienden su uso especializado para distintos tipos de unidades de diversos grados de abstracción y/o diferentes ámbitos de aplicación (López Serena 2011, 2021).
Una de las controversias relativas a la delimitación de la noción de TD aún pendiente de resolución es la discusión en torno al carácter individual o histórico de las TD, es decir, en torno a qué ubicación debería corresponder a las TD en el marco de la tripartición coseriana del lenguaje en los niveles universal, histórico e individual del análisis, establecidos por Coseriu a raíz de su consideración de que “[e]l lenguaje es una actividad humana universal que se realiza individualmente, pero siempre según técnicas históricamente determinadas”; de ahí que “[e]n el lenguaje se pued[a]n, por tanto, distinguir tres niveles: uno universal, otro histórico y otro individual (Coseriu 1957[19883]: 269; cursivas originales).
Para Koch, las TD son entidades del nivel histórico del lenguaje. Por esta razón, él consideró imprescindible desdoblar este nivel para dar cabida en él tanto a las lenguas y sus variedades diasistemáticas como a las TD:
Para Kabatek, sin embargo, quien coincide, en este extremo, con Lebsanft (2005, 2006), las TD forman parte, más bien, del nivel individual del lenguaje, ya que poseen una naturaleza más próxima al ἔργον (producto) que a la δύναμις (técnica). En el presente contexto, se desiste de abordar este debate, por dos motivos. En primer lugar, porque su examen nos desviaría del análisis de la recepción del paradigma de las TD en España, Hispanoamérica y Brasil, que es el propósito específico de este trabajo. En segundo lugar, porque los historiadores de la lengua, de cuyas aportaciones nos hacemos eco en estas páginas, no manifiestan ningún interés por la distinción entre el carácter individual o histórico de las TD, en el sentido de la oposición entre ἔργον y δύναμις9a la que se acaba de aludir. De hecho, lo más habitual es que la mayoría de ellos combine las perspectivas de Koch y de Kabatek sobre las TD obviando que el primero las considera de carácter histórico (δύναμις) y el segundo de naturaleza individual (ἔργον). Sirva, como ejemplo de esta postura ecléctica, como decimos generalizada en la lingüística histórica, la siguiente cita extraída de una reciente publicación en portugués, en la que se reproduce la definición de Kabatek (2005a), pero se apostilla, en sintonía con el pensamiento de Koch (1987, 1997, 2008; véase, de nuevo, la Figura 2), que la noción de TD exige reduplicar el nivel histórico:
O conceito de tradição discursiva (TD) é definido, aquí, a partir de um laço que se establece entre actualização e tradição via repetição de um texto, ou de uma maneira particular de escrever ou falar, significável, e, portanto, com valor de signo propriamente dito. Uma TD pode se formar em relação a qualquer finalidade de expressão ou qualquer elemento de contúdo (Kabatek 2005: 159), a partir da reduplicação do nível histórico de Coseriu (Lopes-Damasio 2019: 189).
Una solución de compromiso similar ofrece también Vázquez Laslop (2018: 162), quien sostiene, de una parte, que la
dinámica de las tradiciones textuales responde a lo esperable a la luz de la teoría de las tradiciones discursivas, específicamente, a lo que Koch (1997, 45) ha identificado como la duplicación del nivel histórico de los saberes lingüísticos del modelo coseriano, es decir, por un lado la historicidad del saber idiomático y, por otro lado, la historicidad de los moldes textuales no dependientes del saber idiomático[;]
al tiempo que apostilla, a renglón seguido, que
Kabatek (2005[c])10 ha propuesto llamar a la primera “historicidad primaria”, como una primera faceta de la historicidad de la lengua, relativa a la determinación histórica de los hablantes de una comunidad lingüística idiomática, y a la segunda “historicidad secundaria” relativa a la tradición textual, en el sentido de que las configuraciones de los “productos discursivos” se repiten históricamente y se combinan con innovaciones expresivas[;]
sin reparar, en ningún momento, en que la duplicación de Koch es un desdoblamiento del nivel histórico (véanse, de nuevo, las Figura 1 y Figura 2), mientras que la de Kabatek sitúa la primera historicidad, efectivamente, en el nivel histórico del lenguaje, pero ubica la segunda historicidad en el nivel individual11.
Al hilo de la mención a la definición de TD de Kabatek (2005a) que permea las palabras de Lopes-Damasio que se acaban de reproducir, conviene detenerse, siquiera sea brevemente, en señalar qué definiciones han tenido mayor repercusión en el ámbito hispánico y brasileño y qué conclusiones es posible extraer de los resultados que arroja dicha exploración. A este respecto, destaca, en primer lugar, la definición propuesta por Jacob y Kabatek (2001), que, por encontrarse en un libro publicado en español, ha sido, junto con los trabajos de Kabatek (2001, 2005a, 2007) aparecidos también en este idioma (véase ahora Kabatek 2018), extraordinariamente influyente en la difusión, más allá de la filología románica alemana, de esta corriente12 (véanse también Kabatek (ed.) 2008, Koch 2008 y Oesterreicher 2001, 2003, 2007, 2011a, 2011b). Jacob y Kabatek introducen el concepto TD tras haberse referido al hecho de que la lingüística contemporánea había empezado a tener en cuenta, junto a “las clásicas «variedades» del diasistema Coseriano (sic)”, también “una tipología de constelaciones discursivas, constituidas por las condiciones pragmáticas de producción y de recepción del lenguaje estudiado”, que permitían distinguir entre “un lenguaje de proximidad y otro de distancia” (Jacob y Kabatek 2001: viii, cursiva original):
Una vez introducida en la discusión la propuesta de Koch y Oesterreicher (1985, 1990[20072]/20113) de diferenciar, en el nivel universal del lenguaje (véanse, de nuevo, las Figura 1 y Figura 2), entre inmediatez (o proximidad) y distancia comunicativas, tanto desde un punto de vista externo (vinculado con los parámetros situacionales que determinan uno y otro tipo de constelación comunicativa) como desde el punto de vista interno de las estrategias de verbalización que suelen propiciar ambos tipos de situaciones (véase a este respecto la Figura 3), Jacob y Kabatek señalan, para el plano histórico (véase de nuevo la Figura 2), lo siguiente:
A estos modos de comunicación, que se miden en categorías de pragmática universal y que sirven para identificar los rasgos universales propios de cada constelación discursiva, corresponden en el plano histórico las llamadas tradiciones discursivas. Se trata de moldes histórico-normativos, socialmente establecidos que se respetan en la producción del discurso. A través de estas categorías, cada discurso, y de ahí cada texto histórico, no sólo forma parte de una lengua determinada (o de varias lenguas) sino que se sitúa dentro de una filiación intertextual, constituida por una serie de elementos repetitivos, tanto en el plano de los «entornos» (constelaciones situacionales, mediales o institucionales) como en el plano de las formas detectables en la superficie del texto mismo (p. ej. pasajes textuales concretos, carácter formulario, construcción, lengua) (Jacob y Kabatek 2001: viii; cursiva original; la versalita es mía)13.
Ahora bien, por encima de la propuesta por Jacob y Kabatek (2001), sin duda, la definición de TD más citada tanto en español como en portugués es la formulada por Kabatek (2005a)14 en solitario, de acuerdo con la cual una TD consiste en
la repetición de un texto o de una forma textual o de una manera particular de escribir o de hablar que adquiere valor de signo propio (por lo tanto, es significable). Se puede formar en relación con cualquier finalidad de expresión o con cualquier elemento de contenido cuya repetición establece un lazo entre actualización y tradición, es decir, cualquier relación que se pueda establecer semióticamente entre dos elementos de tradición (actos de enunciación o elementos referenciales) que evocan una determinada forma textual o determinados elementos lingüísticos empleados (Kabatek 2005a: 159; véase ahora también Kabatek 2018: 170).
En relación con la utilidad de esta definición para la lingüística histórica, Álvaro Octavio de Toledo destaca lo siguiente:
Una definición basada en la idea de repetición evocadora y ampliable a elementos o secuencias inferiores al texto e incluso a la oración convierte a las TD, como es fácil de entender, en entidades extraordinariamente atractivas para quien investiga la historia de la lengua, por cuanto le proporcionan una herramienta previamente inexistente para conectar directamente la repetición de un elemento o construcción (su frecuencia, en suma) con una distribución restringida (o, al menos, dominante) en un conjunto de textos interrelacionables según criterios varios (pero no necesariamente dependientes unos de otros, ni en términos genéricos ni de rasgos de género: una constelación textual) (Octavio de Toledo 2018: 119; cursiva original)15.
Para ilustrar con algunos ejemplos concretos, fáciles de comprender, a qué se refiere exactamente Octavio de Toledo cuando dice que uno de los principales atractivos de la noción de TD para el historiador de la lengua estriba en que las TD no se identifican con géneros, sino que pueden reconocerse en la repetición evocadora de elementos o secuencias inferiores al texto e incluso a la oración, nos serviremos de un fenómeno discursivo-tradicional cuya aparición “en el contexto andino de los siglos XVI y XVII” no se puede considerar, de acuerdo con Garatea (2013a: 10), “trivial ni anecdótica”. Me refiero a la presencia del conector ítem, a inicio de párrafo, precedido generalmente por más, que ya fue considerada como un rasgo tradicional de los textos jurídicos por Eberenz (1994) y de cuya localización en textos andinos (véase Garatea 2004, 2006, 2013a) Garatea concluye que “no hace otra cosa que reafirmar que las tradiciones discursivas son parte de la historia del español de América” (Garatea 2013a: 10)16.
En esta misma línea, es oportuno traer a colación las siguientes palabras de Lola Pons, que, aunque referidas en su caso específicamente a los textos medievales, resultan metodológicamente extrapolables a la lingüística histórica en general: “los textos medievales se acogen a tipos discursivos que mediatizan fuertemente la formalización de los contenidos en función de una serie de ingredientes implícitos en las rutinas textuales anteriores o explícitos en materiales metatextuales de naturaleza más o menos preceptiva” (Pons Rodríguez 2008: 197). Esto obliga a “entender los textos como híbridos en que convergen y se agregan prácticas discursivas previas” (Pons Rodríguez 2008: 197-198) y conduce a la siguiente constatación:
De nada sirve una clasificación histórica de los textos […] que los descomponga en categorías herméticas o discretas; tampoco nos valen concepciones de los discursos como constructos monotípicos[17]. Si queremos dar cuenta de la relación de la textualidad medieval con el código que le da cuerpo, tenemos que buscar una teoría de la clasificación textual que considere los rasgos lingüísticos y su relación con las condiciones de enunciación, que contemple los discursos como acontecimientos, como objetos sociohistóricos, que considere la relación entre cambios en la historia social y cambios en los tipos de discursos. Esa es la visión que está en la base de la teoría de las TD, que exige la puesta en marcha de mecanismos de relación con otros componentes del discurso debidos también al modelo textual elegido y determinados por la realidad social o institucional, y, en consecuencia, susceptibles de ser modificados o alterados por cualquier cambio de esos parámetros (Pons Rodríguez 2006a: 78)18.
La idea, a la que hemos visto que se refiere Pons Rodríguez (2008: 197), de que en los textos conviven elementos que conservan prácticas discursivas de épocas anteriores junto con elementos innovadores es un pilar fundamental de la investigación sobre TD llevada a cabo, en Hispanoamérica, tanto por María Eugenia Vázquez Laslop como por Carlos Garatea. La primera ha dedicado toda una serie de trabajos (véase a este respecto más abajo §3.2) a analizar el equilibrio entre conservación e innovación que se observa al examinar, desde un punto de vista lingüístico-discursivo, las transformaciones históricas experimentadas por las diferentes tradiciones jurídicas que se pueden identificar en la historia mexicana desde la época de la conquista a la actualidad. Así, siguiendo a Koch (1997: 59-61) y Wilhelm (2001: 470-472), esta autora sostiene que, de acuerdo con “la teoría de las tradiciones discursivas[,] […] en momentos de transiciones culturales los cambios textuales no se desarrollan de manera drástica” (Vázquez Laslop 2014a: 176). Más bien al contrario, en su opinión, tal y como sostenía Koch, “las nuevas tradiciones [nunca] […] surgen ex nihilo, sino que se conforman a partir de algo dado (Koch 1997: 60). De tal manera que los elementos conservadores se mantendrán en los textos, conviviendo con los elementos innovadores, en la medida en que se sigan cumpliendo fines comunicativos determinados” (Vázquez Laslop 2014a: 179). Así las cosas, se generaría una suerte de dinamismo que Peter Koch representó gráficamente tal y como se ve en la Figura 4, a continuación, de acuerdo con el cual las TD se irían renovando paulatinamente (y pasarían de A B C D a B C D E y, más tarde, a C D E F), pero siempre sobre la base segura de los aspectos discursivo-tradicionales precedentes:
Por su parte, Carlos Garatea destaca, en un trabajo sobre “El español colonial en dos textos andinos (Perú, s. XVI y XVII)”, cómo los Textos de bilingües de los siglos XVI y XVII y los Documentos lingüísticos del Perú. Siglos XVI y XVII, editados por Rivarola en 2000 y 2009, respectivamente, están “llenos de formulismos y tradiciones medievales” (Garatea 2013a: 2); de ahí que considere “indispensable asumir las consecuencias que ocasiona el hecho de que la difusión del español en América también sea la difusión de textos y de patrones de elaboración con una larga historia de uso y de cambios” (Garatea 2013a: 5, n. 4) y que defienda que “[s]ólo prestando atención a las tradiciones textuales y a los patrones exigidos por ellas es posible distinguir en un corpus aquello que es una innovación, un efecto del contacto, una muestra de la creatividad del autor o la evidencia de la continuidad de un modelo” (Garatea 2013a: 5, n. 5)19. En esta misma línea, en relación con las dificultades de rastrear la presencia de la lengua oral en los textos, Garatea advierte también sobre cómo, en todo caso,
El paso de lo oral a lo escrito implica la distorsión […] [o] el reacomodo del discurso a otras condiciones y requerimientos de la enunciación […]. Por ello es tan importante avanzar hacia una tipología de los textos que llegaron a América y de sus respectivas características formales20, una tipología que ayudará tanto al contraste como en determinar el estatus y la función de los hechos de lengua (Garatea 2013b: 51).
El interés por la presencia de lo oral en lo escrito y por el rastreo de las relaciones de intertextualidad a que da lugar la filiación discursivo-tradicional derivada de la repetición de formas textuales vinculadas con determinadas constelaciones situacionales, mediales o institucionales de la que hablan las dos definiciones de TD que mayor impacto han tenido más allá de las fronteras geográficas de Alemania -y cuya presencia acabamos de documentar en la recepción de este enfoque fuera de la Romanística germana- es patente en la bibliografía escrita en español y portugués. Por lo que se refiere a España, por un lado, la vinculación entre la preocupación por las TD y el deseo de atender, en la descripción histórica, en la medida en que esto sea posible, al espectro completo de las formas textuales características tanto de la inmediatez como de la distancia comunicativa a las que se refieren Jacob y Kabatek (2001) puede ayudarnos a entender por qué el concepto de TD ha encontrado tan buen acomodo en la lingüística histórica hispánica, en la que una pléyade importante de estudiosos se ha interesado por el análisis de las huellas de lo oral en lo escrito21 y, por tanto, por la tensión entre el polo de la oralidad o máxima inmediatez comunicativa y el polo de la escrituralidad o máxima distancia comunicativa. Por otro lado, en la acogida, entre los historiadores de la lengua española, del marbete TD como alternativa a los de género textual o discursivo parece haber desempeñado un papel fundamental el hecho de que los lingüistas hispanófonos han considerado, de manera general, el término género más bien propio de los estudios literarios22. A este respecto, Pons Rodríguez (2006a) -quien remite, en este punto, a González Bedoya (1988)- indica:
en los siglos XVIII y XIX el racionalismo y el empirismo redujeron la retórica a una dialéctica, y a un manual de estilo, o sea, al Libro III de Aristóteles. Esta reducción de la retórica hacia el hecho literario explica la historia y el bloqueo referencial del término género literario, hoy utilizado en Teoría de la Literatura pero inhabilitado para los estudios de Lingüística de la comunicación (Pons Rodríguez 2006a: 72-73).
En este mismo sentido, el propio Wulf Oesterreicher no tuvo reparos en aclarar que él prefería hablar de TD y no de géneros textuales o tipos de textos, “[e]n primer lugar, para enfatizar la dinámica interna de estos modelos discursivos históricos23”, pero, “en segundo lugar, para evitar la identificación con una teoría literaria de los géneros” (Oesterreicher 2012: 231-232)24.
Por lo que respecta a la aplicación del concepto de TD al ámbito geográfico americano, junto al posible influjo ejercido por la propia aceptación de este enfoque entre los historiadores de la lengua española europeos, hay que mencionar la importancia del trabajo realizado por hispanistas o lusitanistas latinoamericanos que se han formado directamente en Alemania. Así, para los estudios del español en América, son fundamentales las investigaciones de Martha Guzmán sobre el español del Caribe durante el periodo colonial (véase Guzmán 2006, 2007, 2008, 2018); de Carlos Garatea sobre los primeros documentos de quechua hablantes bilingües (véase Garatea 2004, 2006, 2012, 2013a, 2013b, 2016); o de Alfonso Gallegos Shibya (2003, 2011, 2018, 2020) y María Eugenia Vázquez Laslop (2014a, 2014b, 2015, 2018, 2019a, 2019b) sobre el español de México25. Más recientemente, en Uruguay (véase, por ejemplo, Bertolotti y Coll, coords. 2020), y probablemente a consecuencia de la importancia que el Corpus diacrónico y diatópico del español de América (CORDIAM) concede a la “diversidad tipológica textual” (véase Bertolotti y Company 2018: 76, 83-92), se ha puesto en marcha un proyecto de investigación sobre “Lengua y prensa en el Uruguay del siglo XIX” que presta una atención especial a las TD en el abordaje de estos textos como fuentes para la historia de la lengua.
Por último, en lo que concierne a Brasil (véase § 3.3), la influencia de la tutela ejercida por Johannes Kabatek es evidente en las investigaciones de José da Silva Simões (2007, 2020), Aurea Zavam (2009), Sanderléia Longhin (2014), Célia Lopes (2011) o Alessandra Castilho da Costa (2010, 2011, 2015, 2020). El primero de estos lingüistas, José Simões, es el autor de la versión portuguesa de Kabatek (2005b), y corrigió también, antes de su publicación, el texto en portugués de Kabatek (2006), mientras que la última, Alessandra Castilho da Costa, es la responsable de la recentísima versión portuguesa del artículo fundacional de Peter Koch (1997) sobre TD (véase Koch 2021).
2. LA ADOPCIÓN DE LA NOCIÓN DE TD COMO HERRAMIENTA HEURÍSTICA EN LA HISTORIA DE LAS LENGUAS ESPAÑOLA Y PORTUGUESA
Si volvemos, de nuevo, la mirada hacia la mesa redonda sobre TD a la que se aludió al principio de § 1, nos daremos cuenta de que una de las cosas que más importaba a los historiadores de la lengua que participaron en ese debate era hacer ver a los lingüistas de orientación formalista, defensores del establecimiento de tipologías discursivas derivadas de directrices teóricas prefijadas, que la predilección de los lingüistas históricos por el concepto de TD se debía, entre otras razones, al rechazo hacia ese tipo de categorizaciones apriorísticas y de vocación universalista26. En este sentido, es sumamente interesante la siguiente afirmación de Octavio de Toledo:
Si las TD se avienen mal con las tipologías clasificadoras, es evidente su utilidad, en cambio, para dar cuenta de las convergencias e hibridaciones entre (clases de) textos que con frecuencia se encuentran en el origen de la cristalización de nuevos géneros a lo largo de la historia. Para el investigador diacrónico, pues, una parte no desdeñable de la utilidad descriptiva de las TD reside en la capacidad de asociar a través de ellas, mediante semejanzas de forma o contenido, géneros (o subgéneros, o macrogéneros) no necesariamente emparentados de forma genética ni pertenecientes al mismo taxón, sino conectados mediante redes de “parecido de familia”[27], cuyos miembros solo necesitan poseer al menos un rasgo común con aquellos a los que se encuentran inmediatamente asociados. Ello permite un acceso intuitivo a las asociaciones entre géneros de innegable potencial heurístico, especialmente en perspectiva histórica (Octavio de Toledo 2018: 119, n. 36).
En la perspectiva histórica, difícilmente se puede recurrir a las propuestas tipologistas, no solo porque los textos que interesan en historia de la lengua se avengan mal con las taxonomías rígidas o monotípicas de la lingüística textual formalista28, sino porque, como señala Pons Rodríguez (2006a: 70), los defensores de este tipo de aproximación han ignorado sistemáticamente los tipos textuales de épocas pasadas, hasta el punto de que uno de los motivos por el que los historiadores de la lengua abrazaron con entusiasmo el modelo de las TD fue el hecho de que, en opinión de esta investigadora, este vino a cubrir el hueco, denunciado por Marimón (2005: 1022), que suponía “la casi total ausencia de estudios históricos en la investigación sobre tipos de textos”. No extraña, pues, que, cuando Pons se refiere a la escasez de categorizaciones textuales aplicadas a la diacronía, mencione como excepción la clasificación de muestras de escrituralización en lenguas románicas hecha, precisamente, por Peter Koch (1993).
Como se desprende de las palabras de Octavio de Toledo (2018) y Pons Rodríguez (2006a) que se acaban de traer a colación, la buena sintonía entre los historiadores de la lengua española y el paradigma de las TD parece motivada no por cuestiones teóricas relativas a la definición inequívoca de este concepto, a su ubicación bien en el nivel individual, bien en el nivel histórico del lenguaje29, o a su rigurosa delimitación frente a otras categorías alternativas, sino por la utilidad de esta noción como herramienta heurística30; de ahí que en estas páginas se dé preferencia a la cuestión de qué perspectivas de análisis y qué convicciones metodológicas ha introducido o afianzado, en la filología española y brasileña, la adopción de la noción de TD, por encima de la pregunta por cómo se ha interpretado, en esta tradiciones de investigación, el concepto de TD.
La desestimación de las categorizaciones in vitro de los enfoques tipologistas y la resistencia a adscribir los productos textuales sometidos a examen por parte del historiador a clases preestablecidas va acompañada, entre quienes abrazan la corriente de las TD, por el reconocimiento de que “[a] relação entre TD e língua histórica é de interdependencia mútua, pois, de um lado, as TD determinan a escolha de variedades e de formas linguísticas, e, de outro, arranjos linguísticos particulares são típicos e caracterizadores de determinadas TD” (Longhin 2014: 21)31, así como por la voluntad decidida de partir desde los textos y de describir, en cada testimonio particular, todos los aspectos discursivo-tradicionales que sea posible identificar. Y es que, como señala Kabatek (2015: 52; la traducción es mía), “[s]i abordamos un texto no a partir de una categorización preestablecida y sin querer adscribirlo a una u otra categoría, sino pretendiendo determinar el alcance completo de las relaciones de tradicionalidad que se manifiestan en ese texto partiendo del propio texto, encontraremos una larga lista, en principio abierta, de aspectos tradicionales”. Pues bien, la adopción firme de esta perspectiva que rehúye las categorías teóricas apriorísticas32 está también en el origen de la adopción, entre los historiadores de la lengua, de la noción de TD como herramienta heurística que invoca en relación con una convicción metodológica firmemente arraigada en la filología: la de la necesidad de llevar a cabo una recontextualización (véase Oesterreicher 2001, 2003) de todos los documentos que interese estudiar, para lo cual es necesario prestar atención a la complejidad del contexto histórico, social y cultural en el que tales textos fueron originados y en el marco del cual es obligado interpretar cada uno de los datos lingüísticos que proporcionen33. A este respecto, Guzmán (2006: 86) se muestra taxativa: “La relevancia para el análisis lingüístico de la orientación pragmática y de las condiciones de producción y recepción de cada texto y los errores a los que puede llevarnos su desatención no necesita ser señalada”34. Efectivamente, a las razones, ya esgrimidas, en relación con la preferencia, entre los historiadores de la lengua, por la noción de TD -en detrimento de términos como género o tipo de texto- se debe sumar también la consideración del carácter explícitamente histórico que, de acuerdo con Schlieben-Lange, Koch y Oesterreicher tienen las TD35. Como señala la propia Martha Guzmán (2006: 81), “[e]sta perspectiva de estudio no aspira a la clasificación de modelos [de construcción del discurso] estrictamente delimitados y mucho menos de validez universal. Sí concede especial importancia a la historicidad de los modelos, a su relación con el contexto histórico y a los procesos de conformación y evolución de dichos modelos”. En la misma línea, la investigadora brasileña Sanderléia Longhin, en sintonía con la concepción coseriana de las lenguas como un continuo hacerse y con la provocación que suponía enunciar, a resultas de esta visión, que el cambio lingüístico no existe (Coseriu 1983), señala:
Assim como as línguas históricas não são conjuntos fixos de técnicas, mas se fazem e se transformam continuamente, os modelos linguísticos tradicionais, as TD, também mostram instabilidade no tempo. São sensíveis às alterações sociais e culturais. Desse modo, nem a língua histórica, nem a TD são productos prontos e acabados, mas na natureza de ambas está o fazimento constante (Longhin 2014: 21; cursiva original).
Por supuesto, la adopción, entre los historiadores de las lenguas española y portuguesa, del concepto de TD, por razones -insisto en ello- de índole metodológica más que teórica (véase a este respecto López Serena 2021)36, se vincula también con el deseo de superar la concepción lineal de la evolución lingüística37 y está, por tanto, en consonancia con la convicción de que no es posible describir la gramática de un estado de lengua o un proceso cualquiera de cambio lingüístico sin hacer referencia a las TD en que se enmarcan los datos lingüísticos a los que se atiende. La idea, enunciada por Kabatek (2001: 97), es la de atender a la constatación de que “ciertos fenómenos textuales parecen perturbar la verdadera diacronía” (Pons Rodríguez 2006b: 1571; Pons Rodríguez 2007: 278). En esta línea, de nuevo Lola Pons (2006a: 69) destaca cómo “[l]os textos deben su lengua no sólo a una época y a un autor, [sino] también a las posibilidades y obligaciones lingüísticas que provenían de la elección de una forma discursiva y de las instrucciones que sobre esas formas discursivas se contenían en las retóricas”38.
3. ESTUDIOS
3.1. España
Los historiadores de la lengua española afines a los principios metodológicos del paradigma de las TD destacan, fundamentalmente, por tres tipos de estudios. Un primer conjunto de aproximaciones se interesa por el análisis de las diferencias lingüísticas que emergen entre textos que han sido producto de la refacción de algún modelo anterior y su(s) respectivo(s) modelos, y que se deban al hecho de que en esta relación intertextual el modelo y sus refacciones posteriores no compartan una misma orientación discursivo-tradicional. Como ejemplo de este tipo de acercamiento pueden servir los estudios que Octavio de Toledo (2011, 2017) dedica a identificar variantes textuales morfosintácticas motivadas por factores de tradicionalidad en textos de Teresa de Jesús y Juan de Mena, así como la contribución de Pons Rodríguez a la mesa redonda que se mencionó al principio de § 1. En las páginas finales de ese trabajo, esta autora compara el testimonio que de la vida de santa Marta ofrece uno de los manuscritos de la Legenda Aurea que se conserva en el Escorial con la versión hecha sobre la vida de esta santa por Álvaro de Luna en Virtuosas e claras mujeres (1446). Al hilo de este ejercicio, Pons interpreta la conversión de oratio perpetua en estilo periódico que identifica en su cotejo como un conjunto de cambios ocasionados por “la distinta tradición discursiva a la que pertenecen ambos textos” (Pons Rodríguez 2006a: 77). Finalmente, desde un enfoque traductológico, se puede consultar también la aportación de Del Rey (2016), en la que se analizan diferentes versiones de las Heroidas de Ovidio realizadas entre la Edad Media y el siglo XVII ofreciendo datos sobre las distintas variantes sintácticas que cabe reconocer en este recorrido diacrónico y describiendo la evolución de diversas estrategias discursivo-tradicionales en el contexto de comparabilidad idóneo que proporcionan los textos meta procedentes de un mismo texto fuente.
Un segundo conjunto de estudios se inspira en la formulación, en cierta medida programática, de Jacob y Kabatek (2001: viii), de acuerdo con la cual el “concepto de «tradiciones discursivas» puede considerarse como un eslabón entre la lingüística llamada «externa» y la «interna»”39, que “permite focalizar la lengua histórica como unidad y espacio cultural, mediante el concepto de elaboración lingüística (Sprachausbau)” (cursiva original). A este respecto, cabe destacar que bajo el paraguas de la investigación sobre TD han aflorado, efectivamente, análisis de procesos de elaboración lingüística o de construcciones lingüísticas emanadas de tales procesos, que, por oposición con respecto a las innovaciones debidas a la expresividad, consideradas cambios “desde abajo”, se han interpretado como cambios “desde arriba”40.
En esta línea, ya en el volumen editado por Jacob y Kabatek, la indagación, por parte de Mónica Castillo (2001), de formas léxicas y sintácticas que se hubieran empleado en la lengua medieval para expresar la noción de ‘excepción’ tenía en cuenta tanto innovaciones procedentes “de abajo”, atribuidas a la expresividad característica del dominio oral informal, como innovaciones por elaboración surgidas en los textos legislativos y protagonizadas por la recuperación tardía de formas latinas. En este mismo sentido, cabe mencionar algunos trabajos de Lola Pons en que se recurre al concepto de TD para dar cuenta de la historia de determinadas unidades lingüísticas de nuestro idioma. Así, por ejemplo, en Pons Rodríguez (2007) se considera que la paulatina implantación de el cual en castellano supuso
un ejemplo de progreso en la elaboración lingüística intensiva del idioma (Ausbau en el aparato teórico de Kloss 1952[1978]; 1967) a la búsqueda de una mayor distancia comunicativa […] [que] se construye mediante el préstamo de una estructura de los textos a los textos, un cambio desde arriba […] cuyo factor agente estuvo en el intento de elaboración en romance de una nueva lengua del derecho (fueros, Partidas) y que traspasó la tradición discursiva que lo adoptó desde la esfera jurídica latina (Pons Rodríguez 2007: 297).
De hecho, tal como indica, en el mismo sitio, esta autora, ya en el propio latín, “tras la etapa del latín clásico, esta estructura estaba sometida fuertemente a un condicionante de tradición discursiva: aparecía sobre todo en tipos textuales jurídicos, donde respondía a un deseo de claridad y desambiguación”. Asimismo, en Pons Rodríguez (2010a), donde se analiza “cómo varían el prestigio y la marcación de los adverbios originalmente bajolatinos inclusive, exclusive y respective, a partir de que trascienden sus tradiciones discursivas y su lengua particular de partida” (Pons Rodríguez 2010a: 82)41, se afirma que “[e]l modelo lingüístico del latín técnico-jurídico fue, sin duda, un estímulo para que se produjeran trasvases entre similares tradiciones discursivas (TD) de lenguas distintas” (Pons Rodríguez 2010a: 82)42.
Por último, algunos autores se han interesado por el examen de los cambios experimentados, a lo largo de la historia, por los tipos textuales característicos de unas y otras épocas. Así, además de en relación con la lengua medieval43 y con el español que se desarrolla en América (véase § 3.2), la noción de TD ha tenido también una excelente acogida en los trabajos, cada vez más numerosos, que se dedican al español europeo moderno (véanse, por ejemplo, Octavio de Toledo 2019 y 2020; Carmona Yanes 2019). Como señala L. Pons, en los últimos años, la lingüística histórica hispánica ha logrado “romper el tradicional cierre de los estudios de diacronía en el siglo XVII” y ha puesto de relieve los “numerosos cambios que tuvieron lugar en la estructuración discursiva y la construcción textual durante los siglos XVIII y XIX”, en relación con los cuales ha destacado la posible influencia que en tales cambios pudo tener “la aparición en escena de nuevos tipos de texto, nuevas tradiciones discursivas[…] en las que se exploraron mecanismos diversos de elaboración lingüística: la nueva lengua del periodismo, el nuevo ensayismo, los proyectistas, etc.” (Pons Rodríguez 2007: 278)44. Entre los tipos textuales y géneros surgidos en esta época destacan, en efecto, los derivados de la aparición de la prensa. Algunos, como los de carácter informativo, hunden sus raíces en tradiciones anteriores, como las relaciones de sucesos estudiadas por E. Méndez y E. Leal (2012: 78), quienes, basándose en las propuestas de Kabatek (2001, 2005a y 2007), abrazan explícitamente el paradigma de las TD, con el que coinciden en que no es posible “entender los cambios lingüísticos en la historia de una lengua si no es vinculados a su presencia en algunas tradiciones que, condicionadas por las finalidades pragmáticas de la situación de comunicación, generan un discurso determinado que se repite en constelaciones de entornos semejantes”45. También en la última década, Carmona Yanes (2011) y Leal Abad (2020) han comenzado a estudiar la construcción histórica de los anuncios periodísticos, en el marco de dos proyectos de investigación cuyos títulos hacen referencia explícita al modelo de las TD46.
3.2. Hispanoamérica
Como se anticipó ya en § 1, las cuatro áreas geográficas hispanoamericanas en las que es posible detectar un mayor interés por la investigación sobre TD son el Caribe, Perú, México y Uruguay. En relación con el Caribe, los trabajos, ya mencionados, de Martha Guzmán enlazan, por un lado, con la reivindicación -enunciada ya anteriormente en § 2, a propósito del concepto de recontextualización- de tener en cuenta, en la interpretación de cada dato lingüístico individual, la complejidad del contexto histórico que lo envuelve, así como, por otro lado, con la crítica frente a las tradicionales visiones lineales de la evolución lingüística esgrimidas por la corriente de las TD y que llevan a los representantes de este paradigma a poner en entredicho la viabilidad de hacer historia de la lengua a partir, exclusivamente, de corpus informatizados en cuya confección no se haya tenido en cuenta el problema de las TD (véase, a este respecto, Kabatek 2013, 2014)47. En relación con esta cuestión, Oesterreicher sostiene que
[n]o son aceptables […] ciertas opciones en el campo de la llamada teoría de la gramaticalización que prefieren abordar el cambio basándose en información dada y siguiendo modelos unidireccionales del cambio sin anclaje en una documentación textual representativa de un vasto dominio discursivo (cfr. Oesterreicher 2006: 146-153 […]). Estas orientaciones no analizan previamente lo que fundamenta la investigación lingüística seria, es decir la documentación discursiva con sus riquezas variacionales y pragmáticas (cfr. Oesterreicher 2002 y 2004) (Oesterreicher 2008: 240; cursiva original).
En línea con esta idea, Longhin (2014: 45) señala que “[a] noção de TD vem conquistando, na última década, um estatuto privilegiado nos estudos da linguagem, particularmente nas pesquisas em linguística histórica, por fornecer subsidios para o enfrentamento de um dos grandes desafíos metodológicos do linguista historicista, que é a representatividade do corpus”. También en este sentido, Guzmán (2006: 79) se plantea como objetivo “ilustrar en un ámbito concreto, el de la historia de la lengua española en América, en qué medida el trabajo con el concepto de tradiciones discursivas y las formas de análisis a él asociadas resultan no ya útiles, sino indispensables”. Tal y como ella sostiene, el acercamiento a través de las TD “permite situar al texto, en tanto que contexto de los fenómenos que analizamos, dentro de una tradición textual, lo que posibilita apreciar con mayor claridad tanto la repetición de elementos lingüísticos de épocas anteriores como las innovaciones y, por consiguiente, poder calibrar las apariciones y apreciar mejor los cambios” (Guzmán 2006: 81)48. Por este motivo, en las aproximaciones lingüísticas que, como la suya, adoptan la perspectiva de las TD son claves las siguientes preguntas: “¿Con qué fuentes contamos? ¿Qué características desde el punto de vista de las tradiciones discursivas son apreciables en ellas? ¿Qué relevancia pueden tener dichas características para el análisis lingüístico? Y, por último, ¿qué consecuencias negativas puede tener para dichos estudios el no reconocimiento de las tradiciones discursivas en las fuentes de las que se nutren?” (Guzmán 2006: 79). Para esta autora, advertir tanto “que las fuentes con las que trabajamos, más allá de su carácter material […], son también, de una manera más o menos marcada, representativas de determinadas tradiciones discursivas” (Guzmán 2006: 79) como la importancia del carácter suprarregional de las TD, en el sentido de que “no tienen por qué, y de hecho no suelen, estar circunscritas a una comunidad lingüística” (Guzmán 2006: 81) resulta crucial, por ejemplo, a la hora de relativizar, tanto temporal como espacialmente, la representatividad lingüística de los documentos americanos como fuentes de datos para el estudio del español, no en América, sino de América, que es uno de sus principales ámbitos de investigación (López Serena 2006b: 53)49. Guzmán (2006: 81) destaca también “la susceptibilidad de las tradiciones discursivas a cambios”, que “pueden entenderse tanto en la expansión, pérdida de importancia, aparición o desaparición de determinadas tradiciones discursivas; (sic) como en las adaptaciones o evoluciones en el interior de una misma tradición discursiva”50. En especial, esta autora (2006: 83) llama la atención sobre el problema de representatividad temporal de estos textos porque “no sólo están relacionados con tradiciones muy anteriores al momento en el que fueron concebidos, sino que además se caracterizan por un alto grado de conservadurismo e inflexibilidad textual, por lo que su producción viene muchas veces formalmente pautada de antemano por individuos o instituciones”51 y espacialmente por el hecho de que las TD no están circunscritas a una determinada región.
A los trabajos dedicados por Martha Guzmán a las TD del Caribe, cabe sumar los estudios de Carlos Garatea (2004, 2006, 2012, 2013a, 2013b, 2016) sobre documentación peruana, las publicaciones de los mexicanos Alfonso Gallegos Shibya (2003, 2011, 2018, 2020), María Eugenia Vázquez Laslop (2014a, 2014b, 2015, 2018, 2019a, 2019b) y Concepción Company (2008, 2016), así como las contribuciones incluidas en Bertolotti y Coll (coords.) (2020) sobre el español del Uruguay en la prensa del s. XIX.
Por lo que concierne al Perú, a lo largo de sucesivos trabajos, Carlos Garatea se ha propuesto llamar la atención sobre la complejidad inherente a la situación de contacto entre quechua y español a la que dio lugar la conquista, en el sentido de que este contacto no se restringe al nivel de los dos sistemas lingüísticos afectados, sino que se extiende a la exposición, de los habitantes autóctonos, “a tradiciones, concepciones y modalidades lingüísticas y culturales ajenas al espacio andino” (Garatea 2013a: 5). En la asunción de esta visión, Garatea -para quien “[l]a historia del español americano es la historia de comunidades hablantes, de tradiciones discursivas y de innumerables situaciones de contacto de lenguas” (Garatea 2016: 51)- da continuidad al pensamiento de Rivarola (2007: 168) (véase Garatea 2013a: 4, n. 3), que ya había puesto de relieve cómo el “conjunto de tradiciones de habla que una comunidad posee en un equilibrio inestable […] no se circunscribe al puro inventario de formas lingüísticas” y recuerda que:
Como en toda situación comunicativa, en el contacto entra en juego la competencia de los hablantes y, en ella, interviene un conocimiento que, por una parte, incumbe a las unidades gramaticales y, por otra, recae en saber cómo hacer que la expresión se configure de acuerdo con tradiciones aseguradas y diferenciadas en la comunidad, lo que indudablemente reditúa en el desempeño pragmático (Garatea 2013a: 8).
De ahí que afirme no encontrar motivo para mantener la atención hacia las TD “fuera de las reflexiones sobre el contacto de lenguas” y se pregunte: “¿Acaso el contacto no compromete el conocimiento lingüístico en lo gramatical y en lo discursivo?” (Garatea 2013a: 8); y de ahí también su interés por examinar cómo “los receptores indígenas […] dieron otro entorno pragmático a las tradiciones europeas trasladadas al Nuevo Mundo” (Garatea 2013b: 41).
Un ejemplo concreto de cómo los habitantes autóctonos del Perú se valieron de las TD de los conquistadores en sus propios escritos se puede ver en el trabajo que Garatea dedica a Guamán Poma de Ayala en 2016, en cuyas páginas se destaca cómo, al dirigirse al rey, este personaje histórico encuentra el medio apropiado “en una lengua adquirida al servicio de curas y notarios y, claro, en las tradiciones discursivas que considera pertinentes para elaborar su obra” (Garatea 2016: 55), inspirándose, en gran medida, en “las instrucciones retóricas […] que contiene el Proemio del Tercero catecismo y exposición de la doctrina cristiana por sermones para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los indios a las demás personas, conforme a lo que se proveyó en el santo concilio de la ciudad de Lima de 1583” (Garatea 2016: 60)52.
En cuanto a México, Gallegos Shibya (2018: 14) se inspira “en el postulado de que «hablar no es sólo decir algo a alguien sobre las cosas de acuerdo con las reglas de un[a] lengua (esto es, su sistema y su norma), sino que suele ser, además, decir algo según una determinada tradición textual de hacerlo»” (Kabatek 2005a: 156)53. Para este autor54, en sintonía con lo que se señaló ya a propósito de Jacob y Kabatek (2001), la importancia del modelo de las TD “reside en que constituye un eslabón entre los aspectos ‘internos’ y ‘externos’ de la lengua”55, de manera que se hace “posible relacionar aspectos anteriormente considerados ‘externos’ -como las circunstancias performativas de los textos o su contenido- con otros ‘internos’ -como los elementos propiamente gramaticales-, lo cual ha permitido apreciar el complejo problema del cambio lingüístico desde una nueva perspectiva” y focalizar, por ejemplo, “esta interacción a partir del concepto de elaboración lingüística” (Gallegos Shibya 2018: 14; cursiva original).
Por cuanto respecta a Vázquez Laslop -que, en uno de sus trabajos más recientes (2019a), aplica al análisis discursivo-tradicional que emprende el modelo de junción de Raible (1992) que sirvió de inspiración a Kabatek (2005c)-, sus esfuerzos se han concentrado en rastrear los cambios textuales que acompañaron la transición, en México, desde el derecho indiano a la codificación legislativa, secundadora del código napoleónico, que tuvo lugar en la época de la Independencia, hasta llegar a las actuales leyes especiales, que considera características de una era que los historiadores del Derecho han denominado de decodificación. A tenor de las diferentes calas que ha realizado en el ámbito de la jurisprudencia mexicana, esta autora -una de las pocas especialistas contemporáneas que suele reproducir, en sus trabajos, la Figura que en este artículo lleva el número 4 y que se suele hacer eco de la propuesta, hecha por Oesterreicher (2011b), de atender a la vinculación entre TD y referencia- concluye que “los cambios ideológicos en el ámbito jurídico no dan lugar drásticamente a cambios en las estructuras textuales, sino que cada nuevo paradigma jurídico repite elementos lingüísticos de paradigmas anteriores y los combina con otros innovadores, sin necesariamente dar lugar a tradiciones textuales radicalmente diferentes” (Vázquez Laslop 2014b: 88). Más recientemente (Vázquez Laslop 2019b), esta misma investigadora ha recuperado la idea, expresada por Koch (1998), de que los documentos jurídicos propios de la tradición occidental hunden sus raíces en los moldes grecolatinos de la retórica y la escritura epistolar, tal y como ponen de manifiesto los rasgos discursivo-tradicionales que permiten trazar una línea desde el ars dictaminis medieval a la legislación mexicana contemporánea.
Por lo que respecta a Concepción Company, esta autora, que no podemos considerar representante del paradigma de las TD propiamente dicho, se ha caracterizado por tratar de complementar los avances de la teoría de la gramaticalización con propuestas que atienden a la variación lingüística como las de Biber (1986, 1995) o el modelo de las TD, debido a su convicción de que “el cambio gramatical depende en gran medida y está condicionado por la situación comunicativa, por el género textual y el registro situacional en que se escribe y emplea ese texto, por las tradiciones culturales en que se producen los textos y, desde luego, por la conformación social y actitud lingüística del grupo de usuarios de la lengua” (Company 2008: 21). A tenor de esto, plantea que “el género discursivo” -etiqueta que, en su opinión, “se recubre casi totalmente con el término ‘registro’ empleado por Biber […] y la tradición sociolingüística, pero […] que atiende también al concepto más amplio de tradiciones discursivas’ empleado por las corrientes” del modelo de las TD, que ella denomina “Nueva Filología” (Company 2008: 37, n. 11)- “puede ser condicionante tanto de la creación e innovaciones sintácticas cuanto de su difusión” (Company 2008: 37; véase también Company 2016).
En cuanto al proyecto de investigación sobre “Lengua y prensa en el Uruguay del siglo XIX” dirigido por Virginia Bertolotti y Magdalena Coll, cuyos primeros resultados se pueden consultar en Bertolotti y Coll (coords.) (2020), su ejecución ha auspiciado trabajos, como el de Hernán Viera (2020), interesado por el trasvase, a los nuevos géneros periodísticos en emergencia a principios del s. XIX en esta zona del Cono Sur, de formas discursivas como las proclamas o los alegatos jurídico-políticos, los bandos públicos o los partes de guerra, con los que tanto los redactores como los lectores de esta primera prensa estaban familiarizados anteriormente. En ese mismo volumen, la propia Bertolotti interpreta la preeminencia de vosotros sobre ustedes en los textos periodísticos de la primera mitad del XIX analizados por ella como un fenómeno discursivo-tradicional, lo que la lleva a concluir que “el concepto de tradiciones discursivas es efectivamente explicativo, ya que permite dar cuenta, en forma sistemática y a través de datos empíricos, de cuestiones a veces tratadas como estilíticas y a veces como formulaicas (como el pretérito perfecto compuesto al comienzo de las cartas)[56], arrastres arcaizantes (como la construcción con dislocación viuda que fui)[57] e innovaciones por especialización (como la resemantización de vosotros)[58]” (Bertolotti y Coll 2020: 14).
3.3. Brasil
Los principales estudios sobre TD en Brasil han surgido en el contexto del Projeto para a História do Português Brasileiro (PHPB) (Proyecto para la Historia del Portugués Brasileño), dirigido por Ataliba T. del Castilho desde 199759, y que cuenta en la actualidad ya con ocho volúmenes, uno de los cuales (véase Andrade y Gomes coords. 2018), cuyo título es, justamente, Tradições discursivas do Português Brasileiro: constituição e mudança dos gêneros discursivos, está específicamente dedicado a las TD60. Como anuncia el título de este volumen colectivo, la constitución y la transformación de determinados géneros o tipos textuales y, concretamente, de los esquemas que conforman la estructura de diferentes tipos textuales, es, efectivamente, uno de los objetos de estudio predilectos de los lingüistas brasileños que se hacen eco, en sus contribuciones, de la noción de TD, y que aducen, incluso en relación con la relevancia de esta perspectiva “para a constitução dos corpora”, la necesidad de tener “en comta a importancia da história dos géneros textuais e de sua circulação no Brasil ao longo da história do país” (Simões 2017: 684)61:
Os criterios de seleção dos corpora devem ter em conta (i) a historicidade linguística no sentido próprio (historicidade da língua em particular), (ii) a historicidade da tradição (repetição) dos géneros (carta, anuncios, atas paroquiais, memorias históricas, entremeses e peças teatrais etc) e (iii) a historicidade genérica dos elementos discursivos constantes desses textos (Simões 2017: 691; cursiva original).
Ello está en consonancia con la convicción de que, “[n]o estudo da história da língua, mostra-se proveitoso considerar a história dos textos, isto é, as relações entre o uso de determinados fenómenos linguísticos e a existencia de TD” (Castilho 2011: 278). Entre los trabajos que engloba ese volumen de la História do Português Brasileiro, podemos mencionar, dentro de esta línea de investigación, las contribuciones (i) de Gomes y Zavam (2018) sobre “o percurso sócio-histórico do editorial como prática discursiva do jornalismo impresso, a fin de examinar a manutenção e/ou inovação de aspectos ligados tanto à localização no corpo jornal quanto à dimensão linguístico-discursiva” (Andrade y Gomes 2018: 17); (ii) de Ataíde y Travassos (2018) sobre la noticia periodística, capítulo que “objetiva investigar que mudanças podem ser apontadas na estrutura da noticia jornalística da mídia impressa” (Andrade y Gomes 2018: 18), o (iii) la contribución de Matias (2018), quien busca “reconstruir a história do gênero carta de leitor, por meio de uma análise discursivo-textual do gênero a fim levantar características internas e identificar o que mudou ou permaneceu no uso/circulação e constituição do gênero, desde o seu surgimento até o século XX” (Andrade y Gomes 2018: 19)62.
Pese a que para introducirse en la investigación sobre TD en Brasil el volumen coordinado por Andrade y Gomes (coords.) (2018) pueda antojarse, por su título, la mejor vía de acceso, es importante indicar que estas autoras basan sus propios acercamientos en la tesis doctoral inédita de José da Silva Simões (2007)63, algunos de cuyos contenidos han visto la luz en artículos publicados por este autor, bien en solitario (véase Simões 2012), bien conjuntamente con Verena Kewitz (véase Simões y Kewitz 2006, 2009a, 2009b).
Otra autora de referencia en el panorama brasileño sobre TD, cuyos trabajos se han mencionado ya en diversas ocasiones a lo largo de estas páginas, es Alessandra Castilho da Costa. Germanista de formación, como Simões, esta lingüista, que por su dominio del alemán ha tenido acceso directo a las fuentes teóricas de este modelo de investigación, ha aplicado la visión de las TD a estudios sobre la evolución de TD como las actas parroquiales de bautismo, casamiento y defunción (Simões y Castilho 2009), los anuncios publicitarios (Castilho 2010), las cartas de lectores (Castilho 2011), los testamentos (Castilho 2015) o las traducciones de la Biblia al portugués (Castilho 2020)64. Sus aproximaciones se pueden considerar emblemáticas de la convicción que impera en los estudios de historia del portugués brasileño en torno al hecho de que “a autonomía do nível histórico das tradições discursivas e a relação entre tradição discursiva e mudança lingüística, tornam necessária a pesquisa da evolução dos géneros textuais de um ponto de vista diacrónico” (Castilho 2011: 278) y son un buen ejemplo de cómo se investigan, en su país, “as relações de evocação65 que se establecen”, por ejemplo, “entre diferentes textos reguladores”, como los “manuais de bem morrer” que ella analiza, “e os testamentos” cuya producción se veía facilitada por los modelos que proveían dichos manuales de bien morir (Castilho 2015: 299). Precisamente en su estudio de las relaciones de filiación intertextual de un conjunto de testamentos redactados en el estado brasileño de Rio Grande do Norte, Castilho pone en práctica el análisis de los mecanismos de junción (véase Raible 1992) -que ya habíamos mencionado en § 3.2 a propósito de Vázquez Laslop (2019a)-, en cuyo examen -como también habíamos señalado ya- se centra la monografía de Kabatek (2005c):
Na análise apresentada, a hipótese de que diferentes filiações históricas dão preferencia a diferentes técnicas de junção pôde ser comprovada por meio da idetificação de duas diferentes filiações históricas em nossos dados: o modelo textual proposto pelo Breve Aparelho e aquele proposto pelo Tratado regular e prático. Com a identificação dos juntores típicos dessas duas tradições discursivas, pudemos reconhecer as famílias de textos internas ao nosso agrupamento de testamentos. Nesse sentido, o presente estudo corrobora a tese de Kabatek (2006) de que as técnicas de junção funcionam como síntomas de tradições discursivas (Castilho 2015: 314)66.
4. CONCLUSIONES
En su recepción fuera de las fronteras de la Romanística alemana, el paradigma de las TD se ha aplicado, fundamentalmente, al análisis histórico del español y el portugués brasileño67. Las tradiciones de estudio diacrónico de ambas lenguas comparten un mismo conjunto de referencias bibliográficas de partida y una comunión de intereses de investigación, entre los que destaca la alusión continua a la noción de recontextualización acuñada por Oesterreicher (2001, 2003) y la invocación sistemática a la definición de TD formulada por Kabatek (2005a y 2006) y, en menor medida, a las de Jacob/Kabatek (2001) y Oesterreicher (1997). En general, podríamos considerar que los historiadores de la lengua española y los historiadores del portugués brasileño coinciden, en primer lugar, en dar preferencia, en sus aproximaciones, al concepto de TD por encima del de género, si bien en ambas latitudes es frecuente el empleo intercambiable de los sustantivos género y tradición seguidos del adjetivo discursivo/a. Hay, en segundo lugar, también una voluntad decidida, a ambos lados del Atlántico, por prestar atención, en todos los casos, a la complejidad del contexto histórico, social y cultural en el que se originan los textos que sirven, bien como fuentes de datos para el estudio, bien como objetos de estudio en sí mismos, para lo que se suele hacer referencia al concepto de recontextualización de Oesterreicher (2001, 2003). Con todo, también es posible percibir algunas diferencias relativas a las tendencias que predominan con respecto a una y otra lengua, que se destacan por separado a continuación.
Por un lado, en los estudios sobre el español son más frecuentes que en Brasil las formulaciones expresas de rechazo tanto hacia las categorizaciones apriorísticas y de vocación universalista propias de la tipología textual, como a la conversión de la lingüística histórica en una lingüística de corpus que no tenga en cuenta los factores discursivo-tradicionales que condicionan la interpretación de cualquier dato lingüístico, así como las vindicaciones de la necesidad de superar la visión lineal de la evolución de las lenguas que, de acuerdo con Kabatek (2008: 8), “parte del supuesto de la existencia de una -y una sola- gramática representativa de cada lengua y cada época”.
Por otro lado, mientras que en la lingüística histórica española es posible identificar (i) análisis de las diferencias lingüísticas que presentan pares o grupos de textos que mantienen entre sí una relación intertextual fundamentada en la identidad de contenido, pero con modificaciones relativas a la forma, debido a que el modelo y sus refacciones posteriores no comparten una misma orientación discursivo-tradicional; (ii) trabajos que examinan tanto procesos de elaboración lingüística como, sobre todo, de gramaticalización o evolución de construcciones lingüísticas emanadas de tales procesos, que, por oposición con respecto a las innovaciones debidas a la expresividad, consideradas cambios “desde abajo”, se interpretan como cambios “desde arriba” o como cambios promovidos desde TD de la distancia; y (iii), de momento, solo esporádicamente, exploraciones de los cambios experimentados, a lo largo de la historia, por los tipos textuales característicos de unas y otras épocas, en Brasil, este tercer tipo de contribuciones es, junto con el rastreo de la posible presencia de rasgos de oralidad en textos antiguos, el más frecuente. Recuérdese, a este respecto, cómo, de acuerdo con Castilho (2011: 278), “a pesquisa da evolução dos géneros textuais de um ponto de vista diacrónico” es, no solo interesante, sino incluso “necessária”. A la inversa, tanto en Brasil como, de momento, también en Hispanoamérica, escasean los dos tipos de acercamiento más frecuentes en España: los que analizan convergencias y divergencias entre modelos textuales y refacciones basadas en tales modelos (véase ahora, por ejemplo, López Izquierdo 2020) y los que atienden al desarrollo de unidades y estructuras vinculadas con los procesos de elaboración lingüística. Notables excepciones en este sentido son los trabajos de Castilho sobre las relaciones de filiación intertextual entre una selección de testamentos que esta autora estudia en relación con los manuales de bien morir que les sirven de fuente para algunas partes de su estructura y contenido (véase, de nuevo, a este respecto, § 3) y los que Vázquez Laslop dedica al estudio de la configuración histórica del discurso jurídico en México. Con todo, pese a las lagunas que aún será preciso ir rellenando, parece necesario comenzar a matizar el posicionamiento de Garatea (2016: 52) cuando denuncia que “en América, y en concreto, en la historia del español americano” “el interés por la oralidad, la escritura y las tradiciones discursivas” “no provocan el entusiasmo que despiertan en otros lugares”68.
Desafortunadamente, los contactos entre historiadores de la lengua española e historiadores del portugués brasileño son muy esporádicos. Sin embargo, el estrecho vínculo científico que Johannes Kabatek mantiene con los investigadores tanto hispanófonos como lusófonos que han adoptado, en sus trabajos, los principios heurísticos de esta corriente de estudios y el hecho de que todos ellos tomen como referencia un mismo conjunto de publicaciones permite detectar a uno y otro lado del Atlántico un cierto aire de familia. Sin duda, un mejor conocimiento mutuo del tipo de pesquisas que se están haciendo en una y otra tradición podría beneficiar a todas las partes implicadas. En este sentido, creo que el panorama de la lingüística histórica brasileña podría salir fortalecido si prestara una mayor atención a los procesos de elaboración extensiva e intensiva experimentados por el portugués en el continente americano y si se aventurara a examinar pares o grupos de textos con una cierta filiación intertextual, en busca de diferencias lingüísticas correlacionadas con la alteración de las características discursivo-tradicionales de los textos considerados, como ha hecho ya, por ejemplo, Castilho (2015). Al mismo tiempo, sorprende que la historia del español haya dedicado aún tan pocos esfuerzos a describir la evolución diacrónica de los diferentes géneros o tipos textuales, tarea para la que podría encontrar excelentes fuentes de inspiración en la bibliografía brasileña, que, como hemos visto, considera imprescindible esta línea de investigación.