Introducción
Uno de los cambios más dramáticos de la historia de la posguerra en América Latina y el Caribe (ALC) ha consistido en la intensificación de las relaciones con la República Popular China (RPC). Aunque la mayoría de los países en ALC establecieron vínculos diplomáticos con la RPC entre la década de 1970 y la siguiente, y unas cuantas inversiones importantes llegaron desde China en los primeros años de la década de 1990, estas relaciones se han intensificado con el cambio de siglo. Desde el año 2000, el comercio entre América Latina y la RPC ha multiplicado su volumen más de 20 veces, y China ha reemplazado a los Estados Unidos de América (EE. UU.) como el socio principal en cinco naciones en ALC, al mismo tiempo que se ha convertido en una importante fuente de financiamiento para la región. También han aumentado las relaciones políticas y culturales, con frecuentes visitas de altos funcionarios del Gobierno chino a la región antes de la pandemia, y viajes de políticos, periodistas, empresarios e investigadores latinoamericanos a China. Pese a que aún se desconoce cómo evolucionarán estos vínculos en el mundo postpandemia, es probable que las relaciones se mantengan, aunque quizá a un ritmo más lento.
Este incremento de los vínculos entre el gigante asiático y muchos países individuales en América Latina y el Caribe se ha reflejado en un aumento de los estudios sobre el tema. Gran parte de estas investigaciones se han llevado a cabo en universidades y centros de estudios de los EE. UU. y, en un grado mucho menor, en instituciones similares en China, pero los investigadores latinoamericanos han cumplido un papel crucial. Sus actividades de investigación constituyen el foco de este artículo. Es interesante apreciar que un incremento aparentemente similar de las relaciones entre Japón y América Latina a finales del siglo XX no produjo el mismo surgimiento de estudios al respecto. De hecho, cuando una de las autoras de este artículo se propuso editar un volumen sobre las relaciones entre Japón y América Latina, durante el auge de la participación de Japón en ALC a finales de la década de 1980 (Stallings & Szekely, 1993), fue necesario alentar a académicos individuales en varios países a emprender el estudio de este tema. En ese caso, la comunidad académica japonesa fue más activa que sus contrapartes latinoamericanas, y una versión de ese libro fue publicada primero en Japón.
En contraste con la escasez de estudios sobre las relaciones entre Japón y América Latina, han proliferado los libros, artículos, blogs y notas editoriales sobre China y América Latina1. Estos han sido elaborados por diversas instituciones y en formatos distintos. Un primer tipo corresponde a instituciones regionales, de las cuales la más activa en este contexto es la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) con sede en Santiago de Chile. La Cepal ha sido la fuente de gran parte de la información sobre relaciones económicas entre China y América Latina, especialmente sobre comercio e inversión extranjera directa (IED). Además de sus aportes institucionales, su Revista Cepal ha publicado muchos artículos sobre diferentes aspectos de la relación. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con sede en Washington D. C., también ha estado involucrado en menor medida.
Un segundo ámbito corresponde a centros de investigación en los países individuales de América Latina. Los centros más importantes se ubican en México y Brasil, con contrapartes que surgen en Chile, Perú, Argentina y Ecuador. Un pionero en este esfuerzo es el Centro de Estudios China-México (Cechimex), ubicado en la Universidad Nacional Autónoma de México. El Cechimex ofrece cursos, una serie de conferencias internacionales y un gran número de publicaciones sobre las relaciones de China con México. En Brasil, la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) lidera los estudios y formación en relaciones entre China y Brasil a través de su Grupo de Estudios Brasil-China (GEBC). La Unicamp también es sede el primer centro de investigación latinoamericano establecido en cooperación con la Academia China de Ciencias Sociales (CASS por sus siglas en inglés).
Dos importantes universidades en Chile cuentan con iniciativas referidas a las relaciones China-ALC. Una de ellas es la Universidad de Chile, cuyo Instituto de Estudios Internacionales (IEI) auspicia un Programa de Estudios sobre China, el cual brinda clases a nivel de pregrado y posgrado, y auspicia conferencias y seminarios. La otra es el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile (Ceuic), el cual incluye a investigadores de ciencias políticas, historia y derecho, y ofrece un curso virtual de extensión regional sobre China. En el Perú, el principal centro de investigación de este tipo es el Centro de Estudios sobre China y Asia-Pacífico (Cechap), ubicado en la Universidad del Pacífico. Este promueve la investigación, la enseñanza y el intercambio académico con instituciones afines en China y ALC. Con más de 20 investigadores afiliados, la agenda del Cechap prioriza las relaciones económicas, de infraestructura, tecnológicas, ambientales y de recursos naturales entre China y ALC, y de China con el Perú. Otros dos países en Sudamérica -Argentina y Ecuador- cuentan con iniciativas referidas a estudios sobre China en diversas universidades públicas y privadas, así como mediante ramas nacionales de una red académica regional, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), con sede en Costa Rica2.
Un tercer formato consiste en investigadores individuales; algunos están afiliados a las universidades antes mencionadas, pero otros trabajan de manera independiente. Sus publicaciones aparecen en revistas y libros por todo el mundo, ayudando a desdibujar la distinción entre los trabajos realizados por investigadores estadounidenses, chinos y latinoamericanos. En dos casos prominentes, estos académicos han escrito libros sobre la propia China (Rosales, 2020; Heine, 2022), pero, en general, se han concentrado en las relaciones entre China y América Latina.
Finalmente, existen redes nacionales y regionales de investigadores e instituciones que se ocupan de relaciones entre China y América Latina. La mayor entre ellas es la Red ALC-China. Esta tiene más de 600 miembros individuales y 25 miembros institucionales de América Latina (Serbin, 2022, pp. 19-20). Entre 2012 y 2023, auspició seis conferencias internacionales sobre China y América Latina; la más reciente se realizó en mayo de 2023. Estas conferencias han generado volúmenes editados basados en ponencias presentadas en cuatro áreas: economía, comercio e inversión; política y relaciones internacionales; recursos naturales y medio ambiente; y cultura e historia. La red afirma que sus documentos han sido descargados un millón y medio de veces entre 2014 y 2021 (Red ALC-China, 2021). Otras redes incluyen la Red Brasileña de Estudios sobre China, y el Consorcio Universitario Fudan - América Latina (Flauc). Liderado por la Universidad de Fudan, en Shanghái, el Flauc involucra a 14 de las mejores universidades de ALC en conferencias académicas anuales, becas para investigadores visitantes, y estudios de colaboración.
Después de esta visión general del rango y la estructura de las actividades académicas en América Latina respecto a la relación entre China y ALC, entramos a dar más detalles sobre los principales temas que son abordados en esta bibliografía y los debates que se están produciendo. Luego, brindamos una crítica sobre la bibliografía y ofrecemos sugerencias sobre futuros derroteros. Se abordan dos preguntas principales en la bibliografía producida por los estudiosos latinoamericanos. La pregunta dominante consiste en si la relación es positiva o negativa para América Latina en términos netos. Economistas y politólogos abordan temas tales como el impacto sobre el crecimiento, las características sectoriales de exportaciones e importaciones, los sectores que reciben préstamos e IED, y las implicancias sociales y ambientales de las relaciones con China. La otra pregunta, analizada principalmente por expertos en relaciones internacionales, involucra las implicancias de un potencial desplazamiento en la hegemonía internacional y relaciones más conflictivas entre los EE. UU. y China.
Aspectos económicos de las relaciones China-ALC
El mayor volumen de bibliografía producida por estudiosos latinoamericanos sobre relaciones con China se refiere a la economía. Ello incluye el comercio entre China y países individuales de ALC, y aspectos financieros. Este último tema, a su vez, puede dividirse en inversión extranjera directa y préstamos bancarios de diversos tipos, provenientes de instituciones públicas y privadas. Los académicos debaten si el resultado neto de estas relaciones económicas es positivo o negativo, pero la mayoría de los investigadores han asumido un punto medio, señalando las ventajas y desventajas. Los activistas han tendido a ser más críticos, pero principalmente con respecto a temas sociales y ambientales, que se discutirán más adelante.
Comercio entre China y ALC
Tres asuntos centrales referidos al comercio con China han dominado la bibliografía latinoamericana: los tipos de productos que se han intercambiado, la concentración tanto de productos como de países, y la relación entre comercio y crecimiento económico. El tercer tema es visto generalmente como el aspecto más positivo de la relación comercial, y se basa en la noción de complementariedad entre China y América Latina. Por ejemplo, Silva et al. (2018) consideran que el crecimiento del PBI de China tiene un efecto positivo sobre el crecimiento del PBI de ALC. Los autores sostienen que la relación positiva proviene principalmente del intercambio -tanto la creciente demanda de China respecto a exportaciones de ALC, como el conocimiento obtenido a través de productos importados de China-. Pero, inesperadamente, los autores descubren que la aceleración de exportaciones de ALC hacia China después de 2001 no incrementó la relación porque las exportaciones fueron más que compensadas por importaciones, creando así déficits comerciales, y mediante efectos negativos de las importaciones sobre la industria local. Los autores postulan que es necesaria la diversificación de las exportaciones latinoamericanas para lograr un efecto positivo mayor.
El artículo de Silva et al., y gran parte de bibliografía adicional, sugieren que la composición sectorial existente de exportaciones de ALC hacia China e importaciones procedentes de China socavan el efecto potencialmente positivo sobre las economías latinoamericanas. La Cepal (2018) ha proporcionado datos comparativos que se enfocan en la composición. Tal información indica que las materias primas representan el 72% de las exportaciones de ALC hacia China; apenas el 8% son productos industriales. Tal no es el patrón encontrado en el comercio con el resto del mundo, donde únicamente el 27% de las exportaciones de ALC son materias primas. Estos datos corresponden a 2016, pero el patrón no ha cambiado de manera significativa. Más aún: las exportaciones de materias primas involucran únicamente cinco productos: petróleo, mineral de hierro, cobre, cátodos de cobre y soya. Esta concentración de productos se refleja en una concentración de países; la vasta mayoría de las exportaciones de materias primas son efectuadas por países de Sudamérica, lo que significa que un número relativamente pequeño de países se benefician del comercio con China (Cepal, 2018). México y Centroamérica tienen pocos productos que despiertan el interés de China, de modo que ostentan considerables déficits comerciales y de cuenta corriente con China. Los países de Sudamérica muestran déficits menores o, a veces, superávits.
Aunque América Latina exporta materias primas a China, sus principales importaciones de ese país son productos industriales con los cuales las empresas en ALC no pueden competir. Ello impone presión sobre las industrias y a menudo conlleva un proceso de desindustrialización. Por lo tanto, un número de analistas en América Latina han llegado a hablar de la «reprimarización» de las economías de América Latina debido a sus relaciones con China. Menezes y Bragatti (2020) ilustran este proceso en relación con Brasil y el Mercosur. Además de comentar sobre los problemas creados para la industria local, los autores sostienen que el comercio con China lleva a menores volúmenes de comercio en el interior de la región, lo que socava el proceso de integración regional. Bolinaga y Slipak (2015) discuten la reprimarización en el contexto de Argentina. Los autores dicen: «Resulta imposible negar [...] que hubo una reorientación de los factores productivos [...] hacia actividades de menor agregación de valor; fundamentalmente hacia los sectores primario-extractivos que contribuyen a consolidar al país como un enclave exportador de soya» (p. 55).
Inversiones chinas en ALC
Además de las relaciones comerciales tremendamente expandidas, los investigadores latinoamericanos también han estudiado el impacto que China ha tenido sobre ALC a través de los flujos financieros. Estos -tanto de IED como de préstamos- sucedieron al comercio, y se aceleraron desde de la crisis financiera global en 2008. Las finanzas y el comercio están a menudo estrechamente relacionados, y empresas y bancos chinos brindan recursos para extraer y transportar las materias primas que China está ansiosa por adquirir. Aunque se dispone fácilmente de información sobre comercio internacional, es más difícil encontrar datos sobre finanzas internacionales.
Resultan especialmente útiles dos fuentes latinoamericanas sobre datos referentes a IED procedente de China en América Latina. Dussel Peters (2022) presenta el más reciente trabajo en una serie anual sobre IED de China en América Latina. Este señala que esos flujos se han incrementado significativamente desde 2010, y en 2020 representaban más del 10% de toda la IED en América Latina (aunque esta cifra se redujo en 2021). Entre 2010 y 2021, el monto promedio fue de US$ 12 000 millones por año. La mayoría de las firmas chinas involucradas en IED son empresas estatales. Otra característica importante es la creciente preponderancia de fusiones y adquisiciones sobre proyectos nuevos; entre los años 2000 y 2021, aproximadamente un 70% del total correspondía a fusiones y adquisiciones. Anteriormente, Brasil y Argentina eran los mayores receptores; Brasil sigue ocupando el primer lugar, pero varios otros países -Chile, México y el Perú- han pasado a ser los más dinámicos. En cuanto a sectores, aunque la proporción de manufactura y servicios se incrementó en el período más reciente, las materias primas siguen dominando la IED (45% en el período 2015-2021, pero 90% en el período 2000-2009). Un estudio de la Cepal (2021) brinda muchos más detalles sobre la IED procedente de China en América Latina que los breves análisis anuales de Dussel Peters, pero las tendencias generales descritas en las dos fuentes van en la misma dirección.
Son precisamente las características de la IED de China en América Latina, descritas por Dussel Peters y la Cepal, las que preocupan a muchos estudiosos latinoamericanos. De un lado, ellos aluden a cambios que son beneficiosos. Tales cambios incluyen una expansión en sectores más allá de los recursos naturales y en los actores involucrados. Considerando el plano regional, Dussel Peters (2019a, p. 117) afirma: «La inversión extranjera directa saliente de China en ALC se ha diversificado significativamente en los últimos años [...] Se ha desplazado mucho más allá de las materias primas y el extractivismo, y se concentra cada vez más en manufacturas y servicios en ALC. Esta diversificación se refleja en el número de nuevos países que reciben inversión extranjera directa saliente de China, y en el incremento del número de empresas privadas que están activas en la región». Estudiosos que siguen el tema en Argentina (Stanley, 2019), Brasil (Hiratuka, 2019) y México (Dussel Peters, 2019b) concuerdan en que, de hecho, viene ocurriendo una diversificación de diversos tipos.
De otro lado, los estudios de país también ofrecen advertencias sobre la IED procedente de China. Hiratuka (2019) critica la alta concentración de las inversiones en fusiones y adquisiciones «dado que [esta] puede resultar en impactos relativamente menores en inversión macroeconómica y generación de nuevo valor añadido y empleos» (p. 183). En otras palabras, la inversión en fusiones y adquisiciones es simplemente un cambio en la titularidad, y no equivale a creación de nueva capacidad productiva como es el caso con la inversión en proyectos nuevos. Stanley (2019) destaca problemas que derivan del papel de las empresas estatales como inversionistas. «Las empresas chinas que salen al exterior tienen una ventaja excepcional: financiamiento [...] Los fondos vienen de la mano con el carácter público de la mayoría de las empresas que operan en industrias relacionadas con los recursos naturales» (p. 140). Mirando una economía más pequeña, Minto (2019) señala que «la estabilidad de la economía de Jamaica está vinculada a las políticas industriales y agrícolas domésticas de China» (p. 302). Ello puede generar beneficios indirectos, dice, pero muchos son «especulativos» y bien pueden tratarse de «sueños de opio».
Préstamos de China hacia ALC
Además de la IED, China brinda recursos a países en América Latina mediante préstamos de bancos de desarrollo del gobierno y, en menor grado, de varios grandes bancos privados chinos. En América Latina, la investigación en esta área se ha concentrado en los primeros, que han cumplido un papel más importante en conexión con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés). Al igual que la IED, hay dificultades para encontrar información sobre préstamos de los bancos de desarrollo de China. A falta de datos del lado de China, la principal fuente -empleada por investigadores tanto latinoamericanos como estadounidenses y chinos- es una base de datos gestionada por el Diálogo Interamericano en colaboración con el Centro Global para el Desarrollo de Políticas de la Universidad de Boston (Diálogo Interamericano, s. f.). Estos datos muestran que los dos principales bancos de desarrollo de China, el Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación de China (Chexim), han entregado un promedio anual de US$ 10 000 millones desde 2010. Esta cantidad es menor que la estimada por Dussel Peters para la IED, y la diferencia ha aumentado en los últimos años a medida que los préstamos se han ido agotando. El principal uso de los préstamos ha sido financiar grandes proyectos de infraestructura, como puertos, carreteras, ferrocarriles, represas, etc. Una vez más, los receptores se han concentrado, y Venezuela ha recibido casi la mitad de todos los préstamos. El segundo mayor receptor es Brasil, seguido de Ecuador y Argentina.
Al igual que otros aspectos de las relaciones económicas de China con América Latina, estos préstamos son controvertidos. De un lado, Heine (2021) presenta una sólida justificación a favor, enfatizando la urgente necesidad de América Latina por contar con infraestructura, y la falta de financiamiento alternativo. Los fondos domésticos resultan insuficientes, y las empresas estadounidenses (así como las de otros países occidentales) no están interesadas en invertir en infraestructura. Según Heine, algunos autores sostienen que el énfasis de China en infraestructura obedece principalmente a su afán de facilitar la exportación de materias primas hacia China, beneficiándose a sí misma de este modo. «Este, por supuesto, no es el caso. Dado el déficit generalizado de infraestructura en América Latina [...], una modernización de los puertos, ferrocarriles, túneles, puentes y, en general, de la conectividad física y digital de la región, no puede sino tener un efecto positivo significativo en su competitividad» (p. 6).
Otros ven más bien los inconvenientes. Centrándose en Ecuador, que ha tenido algunos de los mayores problemas con préstamos de China, Castro Salgado (2019) empieza señalando que tanto partidarios como detractores de los préstamos concuerdan en que estos han sido cruciales para que Ecuador acceda a financiamiento destinado a infraestructura. Al mismo tiempo, la autora señala una serie de problemas: el alto costo del financiamiento; el papel dominante de las empresas chinas; el uso de equipos, tecnología, suministros y mano de obra chinos; la falta de transferencia tecnológica. Y concluye: «Dadas todas estas consideraciones, es difícil señalar un balance positivo neto para la participación de China en el financiamiento para el desarrollo en Ecuador» (p. 314). La deuda con China también es un problema para Ecuador; este endeudamiento implica hipotecar ingresos futuros derivados del petróleo ecuatoriano para devolver los préstamos chinos respaldados con el crudo, pero Castro Salgado niega la existencia de la llamada «trampa de la deuda» que, algunos sostienen, forma parte de los préstamos de China.
De hecho, en muchos países en desarrollo empieza a ser un problema el tema de la deuda por préstamos de China. América Latina ha presentado pocos problemas hasta el momento, pero Ecuador ha sido uno de estos casos. El país acaba de completar un refinanciamiento de deuda con los dos bancos de desarrollo, el cual reducirá en US$ 1400 millones los pagos por desembolsar durante los próximos tres años. Augusto de la Torre (2022), exgobernador del Banco Central de Ecuador, afirma que la negociación de la deuda no era muy importante en términos cuantitativos, pero «resultaba trascendental en un sentido simbólico [...] Es el primer paso de una agenda más amplia -una que debe incluir el comercio, la inversión, la política internacional, etc., pero en el contexto de prestar mayor atención a las libertades civiles y los derechos humanos, sistemas de límites y contrapesos al poder político, transparencia, e inquietudes ambientales y sociales».
Aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en las relaciones entre China y ALC
Aunque los temas económicos han predominado en la investigación y el debate en América Latina respecto a las relaciones con China, también hay cada vez más bibliografía sobre retos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG por sus siglas en inglés) en esta relación. Ello incluye el impacto ambiental de la concentración de exportaciones en sectores específicos y el desempeño de los inversionistas chinos respecto a los criterios ESG. Algunos estudios resaltan retos específicos que enfrenta China en relación con derechos laborales y de los pueblos indígenas, consagrados en las constituciones de la mayoría de los países latinoamericanos, pero que no existen en China. Aunque la mayoría de los autores enfatizan que es responsabilidad de los países en ALC regular a las empresas extranjeras y proteger los derechos humanos, un número menor de estudios examinan detenidamente los retos institucionales y políticos que ello implica. Estos temas son especialmente importantes en tanto ALC se ve arrastrada por el movimiento mundial hacia la descarbonización, con una demanda decreciente de combustibles fósiles, pero cada vez mayor de otros productos básicos que la región posee. De ahí que algunos autores vienen preguntando qué lecciones se aprendieron del «auge de China» del período 2003-2013, y si ALC está mejor preparada para la cooperación a través de las fronteras y para aprovechar una nueva bonanza.
Impactos ambientales y sociales del comercio con China
Tal como lo muestra un reciente trabajo elaborado por Núñez Salas (2022), la investigación sobre impactos ambientales y sociales del comercio China-ALC generalmente señala resultados negativos, incluyendo la deforestación producida por la expansión de cultivos de soya, la ganadería de reses y crianza porcina, mayores emisiones de gases invernadero, uso excesivo de agua, e incluso los riesgos epidemiológicos de la producción industrial de animales. Estos resultados son acelerados por la construcción de carreteras, ferrocarriles y vías acuáticas que abren los bosques y territorios indígenas a una colonización espontánea.
Dado que los riesgos ambientales y sociales son inherentes a las industrias extractivas y la agricultura comercial, las preguntas de investigación se han enfocado en el grado en que las relaciones con China impulsan per se tales resultados. El esfuerzo más exhaustivo realizado a la fecha es un estudio que comprende a ocho países e involucra a 16 autores radicados en América Latina y dos que viven en los EE. UU. (Ray et al., 2016). Tal como ellos concluyen, «a la concentración desproporcionada y creciente en la exportación de productos agrícolas y las industrias extractivas desde ALC hacia China, le corresponde un impacto ambiental claramente distinto al de otro tipo de exportaciones» (p. 14). Núñez Salas (2022) destaca asimismo la enorme magnitud de la demanda china y el hecho de que ciertas exportaciones -como la carne de cerdo y la soya que se emplea para alimentar a los cerdos en China- deben su expansión casi exclusivamente a las preferencias de los consumidores chinos. La concentración comercial tiene también impactos sociales, como demuestran los estudios de Quiliconi y Rodríguez (2021) y de Rudas y Cabrera (2016), dado que la competencia por el agua y la tierra es con frecuencia el origen de conflictos entre comunidades locales y operaciones de explotación minera y agrícola a gran escala.
Inversión China y desempeño de las empresas
A medida que menguaba el auge de las materias primas, los gobiernos en ALC se volvieron más agresivos en la búsqueda de la inversión directa proveniente de China. El escándalo de corrupción Lava Jato en Brasil aceleró este proceso, dado que importantes empresas brasileñas se retiraron de los mercados en ALC, vendiendo sus activos a empresas estatales chinas y permitiéndoles espacio para pujar por nuevos proyectos de infraestructura. Ello, a su vez, generó nuevas inquietudes para ser analizadas. Basándose en el trabajo de académicos chinos, analistas latinoamericanos señalaron que en China estas industrias presentan graves problemas en cuanto a riesgos ambientales, derechos laborales y disputas de tierras (Sanborn & Torres, 2009; Zhang & Ming, 2017). Igualmente, tal como lo señalan Sanborn y Chonn (2017), «las compañías chinas no han practicado el tipo de transparencia que muchos en América Latina han venido exigiendo -ni han participado activamente hasta el momento en el mantenimiento de mejores estándares» (p. 116). ¿Hasta qué punto las empresas chinas (y los bancos que las avalan) repiten estas prácticas en el extranjero? ¿Se comportan de manera distinta a sus contrapartes nacionales y extranjeras en América Latina? ¿Se ha producido un abandono de condiciones y estándares, una relajación de las protecciones ESG, para atraer a las empresas chinas?
Tal como se discutió antes, la inversión proveniente de China inicialmente seguía el patrón descrito por el comercio entre China y ALC. De ahí que un considerable conjunto de trabajos se enfoque en minas y operaciones de perforación petrolera que son propiedad de empresas chinas u operados por estas, especialmente en el Perú, Ecuador y Colombia, comparando el desempeño de las empresas en una serie de temas que conforman «estándares globales» para estas industrias. Estudios como los de González-Vicente (2012) e Irwin (2013) analizan temas tales como transparencia de los ingresos, impacto ambiental, derechos sindicales y reubicación de comunidades. En la mayoría de los indicadores, los investigadores encuentran que las compañías chinas no se comportan significativamente peor que otras, y que no hay una manera uniforme en que las empresas chinas hagan sus negocios. En la mayor parte de Sudamérica, por ejemplo, los gobiernos imponen límites sobre el número de trabajadores extranjeros y no han permitido que las empresas chinas traigan sus empleados en volumen mayor a tal cuota (Dolores, Manky, & Sousa 2022). En el caso del Perú, Sanborn y Chonn (2017) encontraron que en realidad las compañías chinas contrataron menos trabajadores no sindicalizados que las transnacionales occidentales, y las autoridades locales convencieron a las empresas chinas de participar en la Iniciativa para la Transparencia en Industrias Extractivas (EITI), programa voluntario sobre estándares del sector que no ha sido suscrito por China. Numerosos estudios de caso también demuestran que existe variación en cuanto al desempeño de las mismas empresas chinas entre diferentes países en ALC.
Tal como se mencionó antes, hay algunas características que distinguen la inversión de China en el exterior, siendo las más importantes su carácter estatal y el acceso a financiamiento de bancos chinos. Algunos países en ALC han modificado sus reglas sobre empresas estatales y propiedad de bancos para permitir que más empresas chinas ingresen a sus mercados y compitan en licitaciones públicas. Sin embargo, estudios realizados sobre empresas y bancos de China involucrados en proyectos de obras públicas en ALC sugieren que estos no son inmunes a la corrupción que es endémica en este sector, donde hay menos competencia y no existe un movimiento comparable de «estándares globales». Por ejemplo, Abdenur, Folly y Santoro (2021), y Dammert et al. (2021) analizaron empresas públicas chinas involucradas en proyectos de carreteras y plantas hidroeléctricas en Brasil, Bolivia, Ecuador y el Perú, y encontraron menos vigilancia ambiental o social local en estos casos que en los sectores de minería o petróleo. Merino (2021) también señala una «desconexión» entre el discurso y la práctica corporativa de China en relación con los derechos indígenas a la autodeterminación, y al consentimiento libre, previo e informado (FPIC por sus siglas en inglés).
Ello no obstante, estudios realizados también resaltan casos en los cuales legisladores y agencias regulatorias en América Latina han discutido públicamente sobre los riesgos de la propiedad estatal de empresas chinas antes de aprobar nuevas inversiones, y en los que los jueces y entidades ejecutivas han detenido proyectos importantes con inversión proveniente de China, en respuesta a preocupaciones ambientales o de derechos humanos. Aunque la investigación sobre criterios ESG de las relaciones entre ALC y China es fragmentada, tomada como un todo, esta sugiere una mayor iniciativa actuación local y conciencia de los riesgos de lo que admitirían muchos analistas estadounidenses.
Gobernanza y capacidad regulatoria
Las relaciones de América Latina con China continúan llevando oportunidades económicas a una región donde el comercio es vital para la recuperación postpandemia, y en la cual existen enormes brechas de infraestructura. Al mismo tiempo, la concentración sectorial del comercio y la inversión a la fecha ha conllevado altos riesgos de degradación ambiental y conflicto social. Para mitigar tales riesgos, la mayoría de los estudios sobre criterios ESG concluyen que los Estados y sociedades civiles en ALC deben administrar sus recursos naturales de manera más efectiva y regular la IED proveniente de todas las fuentes. Pocos académicos, sin embargo, han dirigido su atención a los complejos procesos y dinámicas políticas que ello implica.
En este sentido, resultan reveladores los estudios sobre inversiones chinas que no lograron despegar en ALC. Por ejemplo, Dourado (2022) examina un ambicioso proyecto para que China construyese un «ferrocarril bioceánico», el cual conectaría la costa atlántica de Brasil con el litoral del Pacífico en el Perú. Aunque este proyecto fue celebrado por autoridades de los tres países, la investigación muestra que el proyecto ni siquiera produjo un estudio de viabilidad aceptable para todas las partes debido a los diferentes estándares técnicos, a la renuencia de China a adaptar su propia propuesta o mejorar la calidad de esta, y a las cambiantes dinámicas políticas en el Perú y Brasil. Abdenur et al. (2021) sostienen, sin embargo, que los chinos aprendieron de este proceso, lo cual volvió más exitosos posteriores acuerdos de infraestructura en Brasil. En una línea similar, Merino (2021) y Lu (2019) analizan la propuesta de «hidrovía amazónica» en el Perú, un proyecto para dragar los principales ríos del Amazonas a fin de permitir el tránsito de barcos mayores y facilitar el comercio. La concesión se adjudicó a un consorcio dirigido por empresas chinas, pero las autoridades paralizaron el proyecto en dos ocasiones, atendiendo objeciones de organizaciones indígenas, ingenieros y científicos conservacionistas.
En un esfuerzo por evaluar el impacto económico del aumento o la reducción de los criterios ESG, investigadores del Centro Global para el Desarrollo de Políticas de la Universidad de Boston y del Centro de Políticas de Brics de la Universidad Católica de Río realizaron recientemente un seguimiento de los cambios en la normativa ambiental y social en cuatro países de la cuenca amazónica (Brasil, Bolivia, Ecuador y el Perú), durante y después del «auge chino» y de los consiguientes cambios en la inversión china en la región (Ray et al. 2022). Si bien el equipo binacional descubrió que las protecciones ESG aumentaron y disminuyeron en relación con los precios de exportación de las materias primas, relajándose para tratar de agilizar nuevas inversiones cuando los precios cayeron, también descubrieron que la inversión china no cambió significativamente en respuesta a estos cambios en las políticas. Por lo tanto, los estudiosos concluyeron que los países receptores tienen margen político para establecer y aplicar protecciones ESG, en lugar de «reducir las exigencias», anticipándose a preferencias de los inversionistas chinos, o de cualquier otro.
Nuevo auge de las materias primas: ¿Viejos debates, nuevas lecciones?
Según algunos analistas, América Latina se encuentra al borde de otro auge de las materias primas, debido a la demanda global de minerales que son clave para la energía limpia. La región alberga algunas de las más grandes reservas de litio y cobre en el mundo, y también produce aluminio, molibdeno, niobio y otros minerales «nuevos». A lo largo de ALC, hay altas expectativas respecto a las oportunidades que estas reservas pueden brindar, y al potencial para negociar inversiones con alto valor agregado, provengan estas de China o de otros países. Algunos países en ALC dirigen asimismo su mirada hacia China en relación con inversiones y transferencia tecnológica para sus propios sectores de energía renovable, tomando en serio el anuncio de China sobre un énfasis en una «BRI Ecológica». Al mismo tiempo, extraer estos nuevos minerales es costoso, y conlleva consecuencias ambientales y sociales tan serias o incluso más que aquellas implicadas en la explotación de minerales tradicionales.
El Chile actual es un importante caso que sienta precedente. De un lado, este país lidera el uso de energía alternativa en Sudamérica, desde paneles solares hasta vehículos eléctricos para el transporte público, y la participación de China ha sido significativa en la importación de tecnología e inversión. De otro lado, estudios realizados por Jerez, Garcés y Torres (2021) concluyen que el país se expone a una severa degradación ambiental como resultado de la extracción del litio, especialmente en el salar de Atacama al norte de Chile, donde esta actividad amenaza territorios indígenas y sistemas hídricos. La manera en que Chile maneje este reto podría servir para incrementar las exigencias a través de la región y en otras latitudes.
Geopolítica de las relaciones China - América Latina
Un tercer y amplio ámbito en el cual los científicos sociales latinoamericanos han tratado de comprender las relaciones China-ALC involucra la política y la geopolítica. Temas de interés en este espacio incluyen un posible desplazamiento de la hegemonía global dentro de América Latina, de los EE. UU. hacia China; las implicancias de cualquier cambio para la región y para los países individuales; y la cuestión respecto a si el mayor poder de China es indicativo de una relación de beneficio mutuo o constituye una nueva dependencia. Este ámbito es principalmente competencia de los expertos en relaciones internacionales; gran parte de la bibliografía se basa en teorías de este campo para enmarcar los debates.
Cambios en la hegemonía
El estudio de un desplazamiento hegemónico en el siglo XXI se enfoca en relaciones entre los EE. UU. y la República Popular de China, pero ¿cuál es específicamente la naturaleza de la relación en el contexto latinoamericano? En general, aunque todos concuerdan en que China ha cobrado mucha mayor importancia durante las dos últimas décadas, hay una aparente renuencia a hablar del reemplazo de los EE. UU. por China en América Latina.
Por ejemplo, en un temprano trabajo, Paz (2006) preguntaba: «¿Por qué está China ejecutando una ofensiva económica y diplomática en América Latina? ¿Acaso una China en ascenso está retando la hegemonía estadounidense sobre el hemisferio occidental?». Su respuesta era que China iba meramente en busca de materias primas. «[China] no está tratando de desafiar la hegemonía estadounidense en América Latina, pero es el primer país asiático en abrirse paso lo suficiente como para preocupar a los analistas estadounidenses» (p. 95). En un artículo de seguimiento sobre el tema, Paz (2012) planteó un análisis histórico de cuatro retos a la hegemonía estadounidense en América Latina: dos de Europa (Alemania y Rusia) y dos de Asia (Japón y China). El autor afirma que ninguno tuvo éxito, incluyendo el de China, pero que tiene menos certidumbre que antes respecto a si China está tratando de desafiar a los EE. UU.
Urdíñez et al. (2016) emplearon un enfoque cuantitativo para entender la naturaleza de la relación entre los EE. UU. y China en América Latina. Valiéndose de información sobre el comercio, la IED y los préstamos de China con 21 países en América Latina entre los años 2003 y 2014, los autores concluyeron que «la penetración de Pekín en los países de América Latina ha estado relacionada negativamente con la influencia de los EE. UU. [...] Los resultados sugieren que China fortaleció sus vínculos con aquellos países donde la influencia de los EE. UU. era débil. En otras palabras, Pekín llenó el vacío dejado por una presencia estadounidense menguante, en el propio patio trasero de Washington» (p. 24). Esta conclusión implica un enfoque más pasivo que agresivo por parte de China.
Implicancias del nuevo papel de China
La renuencia de los académicos en América Latina para identificar un desplazamiento en la hegemonía no significa que China no haya cobrado significativamente mayor importancia en la región. Tal como vimos, China es actualmente el principal socio comercial de muchos países, y una fuente importante de fondos para la mayoría. Al mismo tiempo, los EE. UU. continúan siendo el socio comercial clave de muchos países, especialmente en la parte norte de la región, y el principal inversionista en términos generales. Europa también cumple un papel importante, aunque, en general, China la ha desplazado a un tercer lugar.
Una implicancia positiva de la presencia de China queda mencionada tanto en el trabajo de Paz como en el de Urdíñez, en sus discusiones sobre la «diversificación». Así, Paz (2012) afirma: «La meta de los países de América Latina de combatir la hegemonía de los Estados Unidos, o al menos de mitigarla, encuentra una oportunidad con el surgimiento de una nueva potencia que desafía a los EE. UU. La diversificación ha sido un concepto importante (aunque poco desarrollado) entre los gestores de políticas para entender y guiar las relaciones extranjeras económicas y políticas en América Latina» (p. 33). Urdíñez et al. (2016) también señalan la diversificación como un beneficio importante para los países latinoamericanos. «Del lado de América Latina, puede afirmarse que los gobiernos que buscan la diversificación son los verdaderos agentes detrás de este nuevo patrón de interacción con Pekín» (p. 24).
Del lado más problemático, la activa presencia de las dos potencias extranjeras en la región es también una fuente de inquietud para los gobiernos de América Latina, que temen verse forzados a «elegir un bando» en los conflictos entre los EE. UU. y China. En un libro publicado recientemente por tres intelectuales chilenos expertos en relaciones internacionales (Fortin, Heine, & Ominami, 2021), se señala: «Una vez más, el mundo enfrenta una disputa por el poder global [...] entre dos potencias, con América Latina en el medio. Treinta años después del fin de la Guerra Fría, la región sigue sumida en el subdesarrollo, y ahora sometida a presiones para alinearse, ya sea con Washington o con Pekín» (p. 21). La solución propuesta es el «no alineamiento activo», que los autores promueven como una manera de lograr la largamente deseada autonomía para la región, «para gestionar su propio desarrollo y avanzar hacia un mejor nivel de vida para sus pueblos» (p. 18). El no alineamiento activo no significaría un retorno al viejo no alineamiento de la Guerra Fría, ni mantenerse equidistante en todos los temas, sino buscar alianzas cambiantes respecto a áreas de interés. China desempeña un papel importante.
El ejemplo mejor conocido de verse atrapado entre la espada y la pared se refiere a la tecnología de telecomunicaciones 5G de la empresa china Huawei. Tal como lo dice Stuenkel (2021): «A lo largo de la región, la tecnología 5G y el papel de Huawei han entrado cada vez más en el debate público durante los últimos dos años, enmarcados tanto por frecuentes advertencias de los EE. UU. […] como por reiterados desmentidos de Pekín ante acusaciones de que la empresa china de telecomunicaciones ayudaría a que China espíe a los ciudadanos y gobiernos en América Latina». El autor describe «amenazas vagamente definidas sobre “consecuencias”» que el Gobierno estadounidense anuncia si sus pares en América Latina no proscriben a la empresa Huawei. «No importa de qué lado se coloquen a la larga los gobiernos en América Latina, inevitablemente terminarán afectando una de sus dos relaciones geopolíticas más importantes».
¿Beneficio mutuo o una nueva dependencia?
Un tema final en el ámbito geopolítico consiste en cómo pensar sobre la relación entre China y América Latina en términos teóricos. ¿Se trata de una relación mutuamente beneficiosa, o es una nueva dependencia? El término «dependencia» proviene de la bibliografía latinoamericana de la década de 1960 para analizar la relación con Gran Bretaña y luego con los EE. UU. El término fue definido por sus dos proponentes más destacados (Cardoso & Faletto, 1979): «Desde una perspectiva económica, un sistema es dependiente cuando la acumulación y expansión de capital no puede hallar su dinámica esencial dentro del sistema» (p. xx).
Un aspecto del argumento de beneficio mutuo se enfoca en la ventaja comparativa que existe entre China como exportador industrial y los exportadores de materias primas en Sudamérica. Cada uno necesita los productos que el otro elabora mejor, y el intercambio resultante contribuye al crecimiento en ambas partes. Este se extiende asimismo al ámbito financiero, tal como lo explicaba antes Heine (2021), al afirmar que América Latina tiene urgentes necesidades en cuanto a infraestructura, y China tiene tanto recursos financieros como experiencia en construcción. Otros estudiosos latinoamericanos también ven una relación positiva con China en nuevas áreas en las cuales quieren ingresar. Por ejemplo, al discutir sobre Argentina, González Jáuregui (2021) afirma: «[…] autoridades gubernamentales y líderes empresariales han atraído inversión y fondos de China hacia la energía renovable y otros tipos de energía para promover las metas de Buenos Aires de emprender un camino híbrido hacia la transición energética. Por su parte, China ha aprovechado esta oportunidad para impulsar sus propios objetivos de desarrollo y participar en la estrategia de transición energética en Argentina». Del mismo modo, Hiratuka (2022) reporta: «El análisis de la experiencia de [la empresa china] BYD en Brasil muestra [...] que existen importantes posibilidades de nuevas relaciones económicas con China que van más allá del comercio de materias primas, con inversiones productivas que potencialmente pueden ayudar a Brasil a incorporar simultáneamente más actividades con un mayor componente de conocimiento, e impulsar impactos ambientales positivos mediante la generación de energía renovable y la reducción de emisiones de carbono».
Pero otros investigadores en América Latina ven un lado más oscuro, y sugieren que las relaciones China - América Latina son una nueva manifestación de la vieja dependencia. Entre los críticos más severos que sostienen esta perspectiva figuran Svampa y Slipak (2015). Los autores dicen: «[…] aun en un contexto que podemos identificar como de transición hegemónica a nivel global, América Latina parece estar encaminándose hacia una nueva dependencia. Todo pareciera indicar que asistimos a la consolidación de nuevas y vertiginosas relaciones asimétricas entre América Latina y China» (p. 54).
En una tónica similar, Bernal-Meza (2021) ve una relación centro-periferia debido a dos razones: la enorme diferencia de recursos dedicados a ciencia y tecnología en cada caso, y la brecha de productividad resultante. El resultado es la reprimarización de las economías latinoamericanas, y barreras para la integración regional en América Latina dado que muchos países se especializan en materias primas. En su opinión, la política también forma parte de la relación, y cita presiones de China sobre Brasil (para que este apruebe la absorción de su sector eléctrico) y Argentina (insistiendo en cláusulas de incumplimiento cruzado en los contratos de préstamo). Para conseguir sus objetivos, los diplomáticos chinos han recurrido al poder blando, recurriendo a terminología como «cooperación sur-sur» y las «relaciones beneficiosas para todos».
Críticas y recomendaciones
La bibliografía producida por académicos latinoamericanos sobre relaciones entre China y la región ha crecido considerablemente en términos cuantitativos. Concluimos este artículo con algunas críticas y recomendaciones respecto a sus aspectos cualitativos. Nuestra discusión se organiza en torno a siete áreas: información, etnografía, colaboración con colegas de China, teoría, «agency» o iniciativa por parte de América Latina, diversidad, y transparencia respecto a fuentes de financiamiento. Debe señalarse que la mayoría de estas críticas se aplican igualmente a académicos estadounidenses que trabajan sobre China y América Latina, pero nuestro enfoque es la bibliografía latinoamericana.
En primer lugar, debe prestarse atención a problemas con los datos, especialmente en el ámbito económico, dado que gran parte de la bibliografía se enfoca en la economía. Se tiende a utilizar los datos existentes sin reparar demasiado en las discrepancias entre las fuentes, y lo que ello implica sobre su fiabilidad en general. Por ejemplo, los datos comerciales están disponibles en varias bases de datos virtuales -OMC, FMI, UN Comtrade- a las que se puede acceder desde los lados latinoamericano o chino. Se ha prestado escasa atención a la comparación de las fuentes y al tratamiento de las principales diferencias entre las cifras vistas desde cada lado. Específicamente, los datos del lado de América Latina muestran grandes déficits comerciales con China, mientras que los datos provenientes de China muestran una situación más equilibrada. También hay varias fuentes sobre la IED -Cechimex, Cepal y el Mofcom de China- que presentan imágenes diferentes de los flujos de inversión. En particular, los datos del Mofcom (Ministerio de Comercio) son muy diferentes de los demás, ya que no prestan atención al destino final de los flujos, por lo cual reportan que la mayor parte de la IED de China se dirige a las Islas Caimán y las Islas Vírgenes. Los datos de América Latina, recogidos de fuentes de acceso público, muestran obviamente patrones diferentes. En cuanto a los préstamos, el Gobierno chino no brinda información al respecto, por lo que varios grupos de los EE. UU. -AidData / William & Mary, American Enterprise Institute y Diálogo Interamericano / Universidad de Boston- han recurrido también a fuentes públicas para recopilar datos sobre este tipo de flujo. Tanto para la IED como para los préstamos, este método implica serias limitaciones: incluye proyectos que en realidad no existen y excluye aquellos para los cuales no se dispone de información pública.
En segundo lugar, y muy ligado a lo anterior, debe emplearse con más frecuencia la investigación etnográfica para complementar y enriquecer los métodos existentes. Aunque gran parte de los estudios sobre impactos ambientales y sociales de las relaciones entre China y ALC sí se basan en un intensivo trabajo de campo, la mayoría de las investigaciones económicas y geopolíticas llevadas a cabo por académicos latinoamericanos (y estadounidenses) tienden a enfocarse en el nivel macro, ya sea regional o nacional, empleando una o más de las bases de datos arriba mencionadas. Ello da lugar a investigaciones repetitivas que no logran profundizar en los procesos que subyacen a las relaciones. Aunque la pandemia global y el confinamiento en China frenaron muchos estudios de campo, este ha sido un problema de más largo plazo. Se requieren buenas investigaciones etnográficas, que analicen lo que hacen las empresas y los actores de China «en el terreno» (además de entrevistas rigurosas). Se confía demasiado en unas pocas fuentes que proporcionan datos y/o en informes de los medios de comunicación que a menudo son poco fiables o sesgados. Incluso en el mejor de los casos, los datos sobre la IED y los préstamos chinos no analizan la evolución de las inversiones, cómo se han desarrollado los proyectos en la práctica, o si han alcanzado los resultados deseados.
En tercer lugar, es necesaria una mayor colaboración con colegas chinos. Tal colaboración ayudaría a resolver por lo menos dos problemas de la bibliografía existente. Primero, sería una forma de lidiar con la falta de habilidades en el idioma chino entre los investigadores latinoamericanos (y estadounidenses). Si pudieran formarse equipos de investigación multinacionales, se podrían realizar entrevistas en mandarín con empresarios chinos que lideran los proyectos y leer materiales de estos que serían inestimables fuentes de información. En segundo lugar, la colaboración ampliaría la perspectiva de la investigación para comprender las motivaciones, las normas y las relaciones de poder desde el lado chino. Podría obtenerse mayor entendimiento de los funcionarios gubernamentales y de empresas estatales sobre cómo toman decisiones, cómo se relacionan los actores chinos entre sí y con las autoridades locales, y cómo evalúan los objetivos de sus inversiones. Por supuesto, los viajes de investigación y la colaboración presenciales pueden resultar más difíciles en el mundo pospandémico. Pero los investigadores deben ser creativos en sus esfuerzos conjuntos, en lugar de simplemente descartarlos.
En cuarto lugar, debe incorporarse más teoría. La bibliografía existente, en especial sobre relaciones económicas, tiende a ser principalmente descriptiva. Típicamente, presenta datos sobre relaciones comerciales y finanzas; analiza cambios a lo largo del tiempo; esboza algunos problemas encontrados, incluyendo los ámbitos social y ambiental; y quizás ofrece algunas simples recomendaciones referidas a políticas. En tanto presenta nuevos datos, se trata evidentemente de una contribución positiva, un bien público en el campo de la investigación. Pero un salto adelante implicaría conectar la investigación sobre China y América Latina con debates en curso en el campo de las ciencias sociales. Por ejemplo, las inversiones chinas en la región podrían aportar una nueva dimensión a los debates sobre la llamada «maldición de los recursos naturales». La propiedad de los proyectos, ¿afecta el impacto que tiene la extracción y exportación de recursos sobre la gobernanza de los respectivos países? ¿Afecta acaso las relaciones de poder locales y los conflictos sociales? Los debates sobre la deuda y la mejor manera de estructurar contratos de préstamos son otro ejemplo en que las actividades de China podrían aportar nuevas perspectivas reveladoras, y hay muchos más.
En quinto lugar, un tipo particular de análisis teórico que resulta crucial consiste en la agencia por parte de América Latina en las relaciones China-ALC. Muchos estudios describen a ALC como una región que tiene una reacción pasiva ante China, o que está atrapada entre los EE. UU. y China. Pero muchas élites latinoamericanas, tanto gubernamentales como empresariales, han gestionado activamente relaciones con China en sus propios términos. Han salido en busca de mercados, acuerdos comerciales e inversiones que contribuyeran a sus agendas de desarrollo. Esto era especialmente cierto cuando los EE. UU. no prestaban atención a América Latina y antes de que China fuese vista como «el enemigo». ¿Qué motiva a las élites latinoamericanas? ¿Qué han hecho o han omitido hacer en términos de relacionarse con China y de aprovechar (o desaprovechar) estas relaciones? ¿Cómo tratan a las inversiones chinas, y cómo las regulan? ¿Cómo abren (o restringen) mercados para sus exportadores?
En sexto lugar, es necesaria una mayor diversidad en las principales universidades y centros de investigación en ALC que trabajan sobre temas internacionales. Existe en muchos casos una predominancia de hombres mayores de la generación de la Guerra Fría, incluyendo exembajadores, quienes en algunos casos no se han mantenido actualizados en sus campos. Más aún: muchos de ellos no promueven ni asesoran a académicos más jóvenes, lo que supone un particular problema dado el proceso de jubilación de muchos catedráticos universitarios en la región. En campos como este, se requieren largos períodos para reclutar y formar académicos más jóvenes, así como para garantizar que se consigan los conocimientos lingüísticos y la experiencia sobre el terreno. Es necesaria, asimismo, la diversidad de género para involucrar a más mujeres en la investigación sobre China y América Latina, y también sería grato contar con doctores más jóvenes que hayan estudiado en China, Japón o Corea del Sur.
En séptimo lugar, más financiamiento con mayor transparencia es un prerrequisito para contar con más y mejores investigaciones. Las mejoras a las que nos hemos referido requieren recursos, que podrían provenir de fuentes tanto nacionales como internacionales. Resulta igualmente vital una mayor transparencia con respecto al financiamiento, ya que los donantes suelen tener sus propias agendas. Por un lado, las fuentes gubernamentales estadounidenses, tanto para investigadores latinoamericanos como para los de su propio país, se empeñan cada vez más en criticar a China. Del otro lado, los investigadores chinos financiados por su gobierno sufren sesgos ideológicos que son por lo menos igual de pronunciados. En ambos casos, la transparencia es esencial para prestar legitimidad a la investigación.
En resumen: los considerables avances en cuanto al número de académicos que se ocupan de China y América Latina deben ir acompañados de mejoras en la calidad de sus investigaciones. Hemos sugerido una serie de áreas en las cuales estas mejoras podrían y deberían producirse. Se trata de un área de estudio cada vez más importante para la formulación de políticas en la región, así como para la literatura académica. Para brindar la información y el análisis necesarios, es importante contar con investigadores bien formados, fuentes de datos fiables y fuentes de financiamiento transparentes.