INTRODUCCIÓN
La tenencia de animales de compañía ha favorecido el desarrollo de un fuerte vínculo humano-animal (Anderson, 2008), que los ha llevado a ser considerados como miembros de la familia (Sable, 2013). Además, la tenencia de estos animales ha producido un impacto positivo en las personas, favoreciendo la conservación de la salud, el bienestar psicosocial e inclusive, la recuperación de condiciones de salud graves (Walsh, 2009; Antonacopoulos y Pychyl, 2010); sin embargo, la expectativa de vida de los animales de compañía es menor que la del ser humano, por lo que la posibilidad de experimentar la muerte de ellos se convierte en evento inevitable para sus propietarios (Cartolin et al., 2019).
Entre los desenlaces de la vida de un animal se encuentra la eutanasia. Este evento involucra factores previos y el método utilizado, el cual debe ser realizado sin dolor, mínimo o libre de miedo y estrés, confiable, reproducible, irreversible, sencillo, seguro y rápido de realizar (Cabrejo, 2016). Debe de ser llevado a cabo por personal capacitado para garantizar el bienestar animal y debe ser aplicado ante la presencia de una enfermedad dolorosa, incurable o vejez (AVMA, 2020).
La eutanasia en animales se clasifica en activa y pasiva. La eutanasia activa corresponde a la aplicación de alguna sustancia que genere un estado de inconsciencia seguido de un paro cardiorrespiratorio, que termina con la vida del animal; con pleno consentimiento del propietario (Ríos-González et al., 2017). En este caso, es importante la selección del medicamento eutanásico debido a que de este depende si el animal sufrirá o no (Melgar et al., 2015). En el caso de la eutanasia pasiva, se deja de aplicar el tratamiento, medicamentos o cualquier procedimiento necesario para prolongar la vida del paciente, siendo este el tipo de eutanasia menos usado en medicina veterinaria (Ríos-González et al., 2017).
Dado que la eutanasia es un procedimiento que involucra tanto a médicos veterinarios, pacientes y propietarios, es necesario conocer qué tan preparados se encuentran emocional, ética y metodológicamente los estudiantes de medicina veterinaria para su realización; así como conocer los criterios para la toma de la decisión y su correcto desempeño empático al momento de presentarla como opción al propietario. En este contexto, el objetivo del estudio fue conocer la percepción de los estudiantes de medicina veterinaria acerca del uso de la eutanasia en animales de compañía en tres universidades de la ciudad de Lima, Perú.
MATERIALES Y MÉTODOS
La recolección de información se realizó en facultades de ciencias veterinarias de tres universidades ubicadas en la ciudad de Lima, Perú. La elaboración de la base de datos y los análisis estadísticos se realizaron en el Laboratorio de Epidemiología y Salud Pública de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. La investigación correspondió a un estudio observacional descriptivo de corte transversal.
La población objetivo estuvo constituida por la totalidad de estudiantes matriculados en el periodo académico 2019-II. El tamaño de muestra se calculó mediante la fórmula de tamaño de muestra para estimar una proporción para poblaciones desconocidas, considerando una proporción referencial de 50% para la variable participación en un acto de eutanasia (valor aleatorio cuando no se conoce un valor referencial), un nivel de confianza del 95% y un error máximo admisible del 5% (Seoane et al., 2007). El tamaño de muestra calculado fue de 385 encuestas como mínimo, las que se trató de distribuir en forma proporcional en cada institución involucrada en el estudio.
El instrumento de recolección de información consistió en un cuestionario estructurado de preguntas con alternativas múltiples, de una o más opciones de respuesta de pregunta precodificadas (Sánchez, 2007), el que fue validado por juicio de expertos, recibiendo revisiones sucesivas hasta que se alcanzó la aceptación unánime de ellos. El cuestionario fue diseñado para auto aplicación e incluyó una sección de datos generales (edad, sexo y año de estudio del encuestado) y una sección de preguntas específicas: idea acerca del término eutanasia; términos escuchados para referirse a la eutanasia y el que utilizaría como profesional; situaciones en las que aceptaría la eutanasia en un animal de su propiedad y en el futuro como profesional; haber tocado el tema de eutanasia en algún curso; participación en una eutanasia; percepción de la eutanasia como asesinato, acto antiético y muerte digna; percepción de la eutanasia como acto que devalúa la profesión médico veterinaria; del sufrimiento del animal como factor importante para realizar la eutanasia; del respeto a la vida del animal hasta su deceso; de la calidad de vida del animal como factor importante relacionado a la eutanasia; y aceptación como válida de la definición de la eutanasia.
La aplicación de la encuesta fue coordinada con las autoridades de las facultades involucradas. La encuesta se realizó en las aulas de clase bajo la supervisión del docente responsable de la clase y el investigador responsable del estudio, quien ofreció las indicaciones para la autoadministración del cuestionario y resolvió las dudas que se presentaron durante su aplicación. Los encuestados tuvieron un tiempo promedio de 10 minutos para la resolución del cuestionario.
La base de datos se generó en Microsoft Office Excel 2019 y después fue analizada en el programa estadístico Stata 15.0. Las variables del estudio fueron resumidas mediante estadística descriptiva. Se utilizó la media y desviación estándar para resumir la variable cuantitativa edad. Las variables cualitativas se resumieron mediante frecuencias absolutas y relativas. La asociación de las características demográficas y los resultados a la encuesta se evaluaron mediante la prueba de Chi Cuadrado por tablas de contingencia y en el caso de confrontar las respuestas por efecto de escenarios (actual como estudiante o futuro profesional), la significación del cambio de opinión fue evaluada mediante la prueba de Chi Cuadrado de McNemar. En todos los casos se trabajó con un nivel de significancia del 5%.
El estudio se desarrolló con la aprobación del Comité Institucional de Ética de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (Constancia 624-28-19). La participación en el estudio fue voluntaria y el manejo de los cuestionarios fue anónimo.
RESULTADOS
Se entrevistó a 640 estudiantes de veterinaria de los cuales 60.8% (389) estudiaba en la Universidad «A», 26.4% (169) en la Universidad «B» y 12.8% (82) en la Universidad «C». El 34.5% (221) eran varones y 65.5% (419) mujeres. La distribución de los estudiantes según el año que cursaban fue la siguiente: 19.7% (126) del primer año, 20.0% (128) del segundo, 22.7% (145) del tercero, 19.8% (127) del cuarto y 17.8% (114) del quinto.
Todos los encuestados mencionaron haber escuchado el término eutanasia. El término «dormir» fue el elegido con mayor frecuencia como el escuchado al referirse a dicha práctica como estudiante y el de eutanasia, propiamente dicho, el que utilizarían como profesional. La distribución de la frecuencia de uso de diversos términos para referirse a la eutanasia se describe en el Cuadro 1.
La principal razón por la cual los estudiantes aceptarían la eutanasia para su propio animal, así como en su futuro profesional, sería en caso de enfermedades crónicas, sin que la opinión haya cambiado por efecto del escenario propuesto. También se mantuvieron similares proporciones para ambos escenarios como el caso de avanzada edad y comportamiento agresivo. Sin embargo, hubo un aumento significativo para el escenario de actuación profesional al evaluar la aceptación de la eutanasia en caso de brotes de enfermedad y viaje/mudanza del propietario (Cuadro 2).
El 29.2% (187) de los encuestados mencionaron haber recibido información acerca de eutanasia en algún curso a lo largo de sus estudios universitarios. Múltiples cursos, entre generales, formativos y especializados, fueron mencionados sin mostrar una frecuencia mayoritaria por alguno de ellos en los ciclos de estudio y universidades del estudio. El 60.3% (76/126) de estudiantes del primer año, el 66.4% (85/128) del segundo, el 62.8% (91/145) del tercero, el 77.2% (98/127) del cuarto y el 78.1% (89/114) del quinto mencionaron haber participado en una eutanasia. Solo se encontró diferencia estadística entre alumnos del primer y quinto año (p<0.05). Así mismo, 66.1% (146/221) de los estudiantes varones y el 70.1% (293/418) mujeres habrían participado de una eutanasia, no encontrándose diferencia por género.
Los estudiantes mostraron su desacuerdo acerca de la valoración de la eutanasia con los términos «asesinato» y «antiético», pero una elevada aceptación a valorar la eutanasia como «muerte digna». Las proporciones de estas respuestas tendieron a ser mayores en las mujeres, en comparación a los hombres.
En cuanto a los enunciados propuestos, se rechazó mayoritariamente la idea de que «la eutanasia devalúa a la profesión veterinaria», pero recibieron apoyo mayoritario los enunciados que indicaron que «el sufrimiento se debe de considerar para tomar la decisión de hacer la eutanasia a un animal», «que la vida del animal se debe de respetar hasta el final» y que «es preferible la eutanasia a mantener un animal sin calidad de vida». En estas percepciones, las proporciones tendieron a ser mayores en las mujeres, en comparación a los hombres. La valoración de la eutanasia y a los enunciados propuestos a los estudiantes se presenta en el Cuadro 3. El total de encuestados tuvo una definición aceptable al término eutanasia.
DISCUSIÓN
El estudio encuentra una mayor participación de estudiantes de los primeros años de estudio, a diferencia de los últimos años, quienes suelen encontrarse en prácticas finales en espacios de docencia extrauniversitario. Asimismo, la participación femenina predominó en concordancia al aumento de este grupo dentro de la educación superior (Díaz, 2008), que también se refleja en la carrera de Medicina Veterinaria (Paredes y Zuazo, 2014).
Los resultados muestran que los eufemismos más utilizados por los estudiantes en la actualidad, «dormir» y «hacer descansar», difieren de los términos eufemísticos utilizados en la década de los 90 que eran «destruir», «acabar» y «adormecer» (CCAC, 1998). Este resultado muestra un mayor respeto por el vínculo humano-animal de compañía y exige además responsabilidad, respeto y un buen actuar de parte del profesional veterinario, más allá de la obligación ética que tiene de proporcionar al animal una eutanasia adecuada (AVMA, 2020).
El referirse a la eutanasia con eufemismos busca alejar el rechazo a escuchar la palabra muerte (Marín, 2018) y, en esta parte, los resultados del estudio coinciden con una investigación realizada en Guayaquil, Ecuador, en estudiantes de medicina veterinaria, de otras carreras y público en general, en donde la aceptación de la eutanasia en diversos escenarios y situaciones fue mayor al utilizar el término «dormir» (León y Plúas, 2019). Los estudiantes deben de tener presente que la eutanasia se considera un evento importante dentro de la rutina del médico veterinario, por lo que las condiciones como la manejen podrían generar conflictos en el bienestar propio, del animal de compañía y de los propietarios (Degeling et al., 2017).
Los estudiantes de veterinaria muestran su aceptación a la eutanasia en animales propios, así como en su condición profesional futura, principalmente para casos de enfermedad crónica del paciente. Ello resulta adecuado teniendo en consideración que una avanzada edad del animal y la ocurrencia de neoplasias se encuentran dentro de los causales más comunes para el ejercicio de eutanasia en caninos (Bonnett et al., 2005; Fighera et al., 2008). A esto se suma las enfermedades degenerativas de gravedad e incurables, la nula respuesta a los tratamientos, y un pronóstico de vida inferior a seis meses, entre otros, que son motivos para realizar procedimientos adicionales de carácter paliativo que concluyen cuando la calidad de vida del paciente empieza a deteriorarse, tomando así una decisión como la eutanasia que se muestra como un evento final de la vida para el animal (Cabrejo, 2016).
El uso de la eutanasia para situaciones de brotes de enfermedad de implicancia epidemiológica y de salud pública como la rabia tuvo menor aceptación. En este sentido se debe tener en cuenta que la Norma Técnica de Salud para la Prevención y Control de la Rabia Humana en el Perú menciona que la eutanasia de tipo selectiva debe de incluir animales que han sido mordidos o han estado involucrados en un área foco y/o se encuentren en condición de vagabundos por la zona del brote de rabia, ya que ellos representan un riesgo para la salud pública (MINSA, 2017). Sin embargo, estos criterios están siendo cuestionados en los últimos años y se sugieren otras alternativas que no tengan tanto impacto, sobre todo en los propietarios, cuyos canes se encuentren involucrados en la epidemiología de la enfermedad (Cleaveland et al., 2014; Castillo-Neyra et al., 2016).
La Ley N° 27596, publicada en 2001, también considera la eutanasia para casos de agresión por parte de canes clasificados como potencialmente peligroso, cuando estos ocasionan daños físicos graves o muerte de personas y/o animales, cuando han participado en peleas de canes clandestina y cuando hayan sido recogidos por la municipalidad y en un plazo de 30 días no han sido retirados por algún propietario y/o ha sido imposible reincorporarlos en la sociedad. Se excluye la aplicación de esta parte de la norma en casos que los canes hayan actuado en defensa propia, de su propietario, de un tercero o para la integridad de la propiedad privada.
La aceptación estudiantil del uso de la eutanasia en un animal con comportamiento agresivo debe poner en consideración la necesidad de introducir cursos dirigidos hacia la etología y bienestar animal, con la finalidad de comprender el lenguaje y el posterior manejo que requiere cada animal (Uribe et al., 2007). Dado que las mordeduras de caninos y felinos son un problema de salud pública, es necesario que el médico veterinario informe a los propietarios sobre aspectos del desarrollo comportamental normal de los animales de compañía para evitar el desarrollo de conductas agresivas (Palacio et al., 2005). Además, se conoce que la agresividad en perros y gatos constituye una de las principales razones para su posterior abandono, incluso en condición física determinada como saludable (Heath, 2007). Por ello, los médicos veterinarios deben de generar una influencia directa en la relación propietario-animal de compañía, recomendándoles estrategias adecuadas para prevenir o tratar algún problema de comportamiento en sus animales (Patronek y Dodman, 1999; Landsberg et al., 2003).
Aproximadamente un tercio de los estudiantes mencionó haber revisado el tema de eutanasia en algún curso a lo largo de sus estudios universitarios. Esta proporción se considera baja, comparado con los observados en el plan de estudios de estudiantes de veterinaria de Australia y Nueva Zelanda (Littlewood et al., 2018). Es responsabilidad de los centros formadores brindar espacios de discusión y desarrollar estrategias de enseñanza lo más próximo al ejercicio real de los médicos veterinarios, para así establecer la capacidad de discernimiento sobre método adecuado de eutanasia, medicamentos y escenarios a los que se han de exponer en la labor profesional. Ello debe de conducir a la búsqueda del equilibro entre el esfuerzo de curar y el de velar por la calidad de vida de un animal de compañía y el de la familia propietaria (Cabrejo, 2016). Por otra parte, es también esencial que los estudiantes, en su rol como futuros profesionales, reciban el conocimiento adecuado que les permita decidir cuándo intervenir o cuando detener algún tipo de procedimiento dentro del tratamiento de un animal de compañía (Meza et al., 2011).
La alta participación de los estudiantes en procedimientos eutanásicos muestra que durante su formación profesional han experimentado vivencialmente la metodología básica del procedimiento, mientras que la relación con el factor año de estudio, indica que son los últimos años en donde se cursa temas de especialidad, donde los estudiantes tienen mayor oportunidad de presenciar una eutanasia. Estos resultados se condicen con los encontrados por las universidades de Australia y Nueva Zelanda, donde los estudiantes llevan los cursos relacionados a la eutanasia en los últimos años de la carrera (Littlewood et al., 2018).
El estudio reportó un mayoritario rechazo de los estudiantes a la idea de que la eutanasia en animales de compañía causa una devaluación de la profesión como médicos veterinarios, puesto que esta práctica es un procedimiento en donde se muestra la misión de la medicina veterinaria, cual es la de proporcionar calidad de vida a los animales. Por ello, es necesario que los egresados de la carrera conozcan cómo manejar estas y otras situaciones de carácter emocionalmente significativo, tanto para ellos mismos como para los propietarios y los mismos animales de compañía (Meza et al., 2011; Littlewood et al., 2018).
El factor sufrimiento también se encuentra considerado dentro de la toma de decisión del procedimiento eutanásico para los estudiantes encuestados, como medio que busque aliviar ese sufrimiento (Ríos-González et al., 2017). En este tema, el dolor es independiente en cada animal y responde a variables importantes como estado de atención y estado emocional, por lo que es indispensable que los estudiantes reciban una educación adecuada al grado de dificultad que significa la evaluación del dolor en un determinado paciente (Aigé y Cruz, 2001).
El respetar la vida del animal de compañía hasta el final y la preferencia de la eutanasia por encima de una pobre calidad de vida del paciente, también fueron hallazgos positivos del estudio, lo que pudo ser favorecidos debido a que dentro del campo de la medicina veterinaria, existen un conjunto de responsabilidades éticas que involucran temas de bienestar animal, ética, legislación, formas de docencia y también reconocimiento científico y una base fisiológica para el dolor, lo que hace capaces a los médicos veterinarios de valorar dicho dolor en sus pacientes y la recomendación de la eutanasia como medio para aliviarla (Gutiérrez y Calvo, 2011).
Con relación al género del estudiante y la percepción favorable hacia la eutanasia, los resultados fueron variados. El estudio encontró una tendencia a que la frecuencia de encuestados con percepción favorable a la eutanasia sea por parte de las mujeres. Similar resultado se encontró en un estudio realizado en Holanda con estudiantes de medicina (Muller et al., 1996). Sin embargo, estudios realizados en estudiantes y residentes de medicina humana mostraron una mayor percepción favorable hacia la eutanasia en los varones que en las mujeres, tanto en Puerto Rico (Ramírez-Rivera et al., 2006) como en Sudan (Ahmed y Kheir, 2006). Por ello, establecer una regularidad asociada al sexo es difícil porque habría que profundizar el análisis con relación al sexo y otros factores no controlados en algunos estudios (sociales, económicos, políticos, religiosos, etc.). Ello ha de ser aún más difícil en el caso de estudiantes de veterinaria, donde los estudios en este tema son aún incipientes.
Se debe de considerar que la eutanasia en animales de compañía representa un procedimiento que busca ofrecer una última alternativa a los pacientes, por lo tanto, dicho acto clínico debe de ser realizado por personal capacitado, el cual garantice siempre el bienestar animal, con una muerte sin dolor ni angustia, ni para el animal, propietario y el profesional que lo ejecuta.
El estudio concluye que la percepción de los estudiantes de veterinaria hacia la eutanasia en animales de compañía fue favorable; por ello, se requiere una formación profesional integral en el tema, dado que la decisión de aplicarla no solo ha de pasar por una valoración médica del estado de salud del animal, sino que además debe considerar aspectos legales y éticos que el Médico Veterinario debe de tomar en cuenta al discernir cuando ello es aceptable. Además, debe estar preparado para el procedimiento en sí, como el correcto manejo empático con el dueño, lo que ha de tener un impacto beneficioso para el animal, el propietario y el propio Médico Veterinario.