INTRODUCCIÓN
El animal de compañía se define como aquel que se encuentra bajo control humano, comparte intimidad y proximidad con sus propietarios, y recibe un trato especial de cariño y cuidados que garantizan su estado de salud (Bovisio et al., 2004). Dentro de los animales de compañía, los perros son los que se encuentran con mayor frecuencia en los hogares de Lima y probablemente en diferentes regiones de Perú y Latinoamérica, seguido de los gatos (Llalla, 2012).
Los animales de compañía producen efectos positivos en la salud y bienestar de las personas. Permiten el desarrollo psicológico y emocional, a través del fortalecimiento de valores como el amor, la fidelidad, la alegría, la disciplina y la responsabilidad; valores que enseñan tanto a niños como a adultos. Además, reducen la sensación de soledad, aumentan la autoestima y desarrollan el sentimiento de apego en niños. También promueven el desarrollo de actividades de esparcimiento y la interacción entre personas desconocidas (Johnson et al., 2005; Gomez et al., 2007; Friedmann et al., 2010). Lamentablemente, los animales de compañía no viven tanto como las personas, por lo tanto la pérdida de una mascota puede ser la primera experiencia cara a cara con la muerte para los niños (Podrazik et al., 2000). El grado de apego entre el dueño y su animal ha de determinar el impacto emocional en el propietario (Cowles, 1985).
Se ha detectado que a diferencia de las pérdidas humanas, la culpa toma una figura relevante en el proceso de duelo tras la muerte del animal de compañía (Quacken-bush y Graveline, 1984). Esta es más intensa cuando la muerte se produce por eventos previsibles, como accidentes automovilísticos (atropellos) que provocan que el propietario se condene por lo acontecido (Planchon et al., 2002). Esto también sucede cuando el animal desaparece, pues el desconocer el destino del animal genera un conflicto interno que produce angustia e incertidumbre (Boss, 1999).
La muerte por eutanasia puede complicar la reacción del propietario, incrementa la intensidad y duración del dolor, aumenta la inquietud, pues no sabe si la decisión que tomará será la correcta, y es ahí cuando el dueño debe priorizar el bienestar de su animal (Davis et al., 2003; Sharkin y Knox, 2003). Se debe tener en cuenta que el bienestar del animal dependerá completamente de su dueño, por lo que habrá sentimientos de culpa tras la muerte (Hunt y Padilla, 2006). En cualquier caso, la situación de duelo por un animal de compañía puede repercutir en la vida cotidiana de los dueños y afectar la capacidad para poder concentrarse en otras cosas y seguir (Sharkin y Knox, 2003). En este contexto, el estudio tuvo como objetivo determinar las percepciones acerca del impacto emocional que produce la pérdida o muerte del animal de compañía en la vida de quienes fueron sus propietarios.
MATERIALES Y MÉTODOS
El estudio se realizó en varios distritos de la ciudad de Lima Metropolitana, Perú. Correspondió a una investigación observacional descriptiva, realizando entrevistas a personas que sufrieron la pérdida de un animal de compañía en algún momento de su vida; información que se obtuvo a partir de preguntas que se hicieron a público en general en forma aleatoria. Los resultados fueron analizados en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima.
Para determinar el tamaño de muestra se utilizó la fórmula de estimación de una proporción para poblaciones desconocidas. Se trabajó con un nivel de confianza del 95%, un error máximo admisible del 10% y un valor de prevalencia referencial del 50% para la variable porcentaje de encuestados que se vieron afectados por la pérdida de su animal de compañía (valor utilizado para obtener el tamaño de muestra más grande). El tamaño de muestra mínimo calculado fue de 97. Los entrevistados fueron personas mayores de edad de ambos sexos. No se hizo distinción sobre la especie animal que falleció ni sobre la forma o causa de fallecimiento.
Se elaboró un instrumento de recolección de información que fue validado por juicio de expertos, entre ellos, dos médicos veterinarios, dos psicólogos y un comunicador. El instrumento contenía las siguientes variables:
- Información general o datos demográfi cos del encuestado
- Información demográfica del animal de compañía perdido o fallecido
- Características de la interacción del pro pietario y animal de compañía
- Valoración de la importancia del animal de compañía en la vida diaria para el pro pietario
- Valoración de la pérdida del animal de compañía en la actualidad
En la recolección de datos se aplicó el instrumento a las personas que cumplieron los criterios de inclusión. El investigador realizó las preguntas y transcribía las respuestas al instrumento de recolección de información. Finalizada la entrevista se agradeció al encuestado su participación y el investigador respondió cualquier inquietud en el área de la salud de los animales de compañía. La información recogida de las encuestas fue analizada mediante el programa STATA 13.0. La información se resumió mediante estadística descriptiva. Las variables cuantitativas fueron resumidas mediante medidas de tendencia central (media, mediana y moda) y medidas de dispersión (valores extremos). Las variables cualitativas fueron resumidas en cuadros mediante frecuencias absolutas y relativas.
El estudio fue aprobado por el Comité Institucional de Ética de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (N.° 102362 de 12 de junio de 2018). La participación en el estudio fue voluntaria. Previamente cada participante fue informado de los objetivos y beneficios obtenidos de su participación. Se obtuvo el Consentimiento Informado, donde el participante manifestó su libre decisión de participación. Las entrevistas fueron de carácter anónimo.
RESULTADOS
El estudio recolectó información de 100 personas. De ellas, se encontró que el 87% de los encuestados tuvo un perro como animal de compañía. La media de edad al recibirlo fue de 0.8 años (9.5 meses de edad), con rango de recién nacido hasta 13 años, moda de 0.25 años (3 meses) y mediana de 0.17 años (2 meses). El tiempo promedio de tenencia fue de 7.6 años con rangos de días (menos de una semana) hasta 20 años, la moda de 14 años y la mediana de 7 años.
El 9% mencionó tener un gato como animal de compañía. La media de edad al recibirlo fue de 0.2 años (2.3 meses de edad), con rango de semanas de nacido hasta 0.25 años (3 meses), moda y mediana de 0.25 años (3 meses). El tiempo promedio de tenencia fue de 2.6 años con rangos de 6 meses a 5 años, la moda y mediana fueron de 3 años. Otras especies animales reportadas fueron dos conejos (edad de recibido 1 mes y tiempo de tenencia 3 y 5 años), un cobayo (edad de obtenido 2 meses y tiempo de tenencia 7 meses) y un loro (edad de obtención 1.5 años y tiempo de tenencia 4 años).
Respecto a las razones por las cuales quiso tener un animal de compañía, la respuesta más frecuente fue por el gusto hacia los animales y la compañía que otorgaban. Las formas de obtención más frecuente fueron a través de un regalo y la compra. La mayoría valoró como muy importante e importante la tenencia del animal de compañía adquirido (Cuadro 1).
1 Diversión/entretenimiento (2), cría de su perra (1), ya estaba en la casa antes (1), por curiosidad (1)
En cuanto a las respuestas relacionadas a sentimientos por la tenencia de los animales de compañía, los entrevistados manifestaron sentir con mayor frecuencia amor/ cariño y alegría/felicidad. La forma de expresión de sentimientos de parte del animal a la persona que reconocieron con mayor frecuencia fueron la movida de cola y el lamido. El principal beneficio que los propietarios consideran haber recibido de su animal fue la compañía (Cuadro 2).
1 Se consideró más de una respuesta por encuestado
Referente al significado que tenía el animal de compañía para el dueño, el 36% de los interrogados declararon que para ellos el animal era su familia, 29% consideraba al animal como amigo/complicidad, 15% como un hijo, 9% como una compañía, 7% como una alegría y 4% como un hermano.
El lugar de permanencia en la vivienda y la frecuencia de visita al veterinario se presentan en el Cuadro 3. Acerca de la frecuencia y la actividad que el dueño realizaba con su animal de compañía, el 96.3% manifestaron que jugaban y el 93% que paseaban con una frecuencia diaria. La mayoría de los dueños señaló que la pérdida de su animal de compañía se debió a causa de una enfermedad, seguida de vejez y pérdida. En cuanto a la disposición del cuerpo, las respuestas más frecuentes fueron el entierro en su propio jardín y la incineración (Cuadro 4).
De acuerdo con la mayoría de los encuestados, la sensación inicial que percibieron cuando ocurrió la pérdida fue tristeza, pena y nostalgia (62%), siguiendo por el sentimiento de dolor (15%), llanto (8%), sentirse impotente/culpable (5%), depresivo y otros (angustia/preocupación, devastada/desconsolada y estrés), cada uno con 5% (se consideró más de una respuesta por encuestado). Por otro lado, el 86% de los dueños comentó que su vida se había alterado un poco, un 6% se había alterado mucho y un 8% no se vio afectado.
Los sentimientos que los dueños expresaron al momento de la entrevista por la pérdida de sus animales de compañía fueron tristeza (31%), buen recuerdo que tienen por su compañero (22%), normal/superado y tranquilo (10% cada uno), lo recuerda con pena (9%), lo extraña (9%), bien/mejor (6%), preocupado (2%) e indiferente (1%) (se consideró más de una respuesta por encuestado). Para el momento de la entrevista, el 69% de los encuestados refirió que tiene un nuevo animal de compañía en su hogar. Dentro de este grupo predominan los perros en el 72.5% (50) de los casos, seguido de los gatos con 10% (7), perros y gatos con un 8.7% (6), y el resto poseía conejo, cuy, tortuga, loro o perico, donde cada uno representaba 1.4%.
DISCUSIÓN
El perro fue el animal de compañía que más se señaló como resultado del estudio. Estudios realizados en Lima en 2017 y 2018 dieron a conocer que existe la preferencia por los canes, seguido por los felinos (Arellano et al., 2018; Rendón et al., 2018).
La principal razón por la cual los participantes expresaron que decidieron tener un animal de compañía fue el gusto por ellos, lo que podría relacionarse con el cambio histórico en las actitudes hacia los animales en general y, particularmente, hacia los animales de compañía, que en muchos casos representan una necesidad de las personas (Serpell, 2008). Hoy en día la importancia dada a los animales de compañía ha llevado a que el mercado de productos y servicios continúe expandiéndose, incorporando servicios como acupuntura, lecciones de nado, masajes, lugares de descanso, comida gourmet y sesiones de fotografía, entre otros. No obstante, mayores costos se encuentran, y seguirán estando, en el cuidado de su salud (Selbert, 2002).
La forma de adquisición más frecuente fue el regalo. Esto explicaría por qué los animales de compañía aún se consideran como objetos lujosos de consumo. Por otro lado, los refugios se han convertido en una alternativa para la adquisición de animales de compañía y las personas que no poseen recursos pueden adquirir animales abandonados y ofrecerles calidad de vida (Grier, 2007).
La mayoría de encuestados refirió que los sentimientos que sentían al estar con su animal de compañía eran de amor y cariño, sentimientos que se relacionan con la importancia que estos tenían en su vida. Diversos autores mencionan que los animales de compañía dentro de unafamiliatransmitenademásde unsentimiento de compañía, valores como el amor incondicional,lafidelidad,la alegríayladisciplina;valores que se enseñan tanto a niños como a adultos (Johnson et al., 2005; Friedmann et al., 2010). El movimiento de la cola del animal de compañía fue la manifestación conductual mayoritariamentepercibida porel propietario comoexpresión de cariño, que refleja una interpretación antropomórfica por parte de la persona. Con las personas, el perro usa gestos y actitudes que normalmente muestra hacia otros perros. Por ejemplo, cuando mueve la cola al ver a una persona puede indicar que está «contento» y «feliz». También se ha comprobado que cuando los perros ven a su propietario empiezan a mover la cola marcadamente hacia la derecha, lo cual significa que están «alegres» (Quaranta et al., 2007).
El principal beneficio que los encuestados refirieron sentir de parte de su animal fue el de la compañía. Esto puede estar asociado con una mayor autoestima, positivismo en las acciones y menor nivel del sentimiento de soledad (El-Alayli et al., 2006). Por ello, se ha considerado que los animales de compañía representan una fuente de respaldo social y emocional para sus dueños, quienes tienen una mayor satisfacción con la vida que los que no tienen estos animales (McConnell et al., 2011). Se ha encontrado que los dueños de animales rara vez o nunca se sentían solos, les era fácil entablar nuevas amistades y tenían un mayor número de personas a quien recurrir ante una eventualidad o crisis, en comparación con personas sin animales (Wood et al., 2005). También se ha demostrado la capacidad de los animales para proporcionar una protección contra la soledad al ser un apoyo importante en los momentos difíciles (Berumen et al., 2014), e inclusive pueden llegar a servir como sustitutos del apego humano (Bowlby, 1995).
La actitud del propietario es un cofactor contributivo importante para que el animal pueda experimentar bienestar. Al respecto, la mayoría de los encuestados refirió que su animal solía estar en cualquier parte de la casa. Se debe tener presente que los animales necesitan espacio para encontrarse libres de incomodidad y de estrés, un espacio separado donde puedan orinar y defecar, y otro donde puedan comer y beber. A ello se debe sumar los cuidados preventivos a la salud y la visita periódica a los servicios veterinarios. No obstante, en el estudio se encontró que la mayoría solo llevaban a su animal al Médico Veterinario 1-2 veces al año. Kimura et al. (2011) mencionan que aquellas personas que llevaban a su animal al veterinario tendían a tener reacciones más intensas de duelo.
Durante el recojo de información, los encuestados refirieron que su animal de compañía era «su familia», «un gran amigo» o «su hijo». En la mayoría de las culturas modernas los animales de compañía están siem-pre presentes en la vida familiar (Serpell y Paul, 2011). La mayor parte de las personas consideran a sus animales de compañía como miembros de sus familias (Faver y Cabazos, 2008). El animal también puede tener un rol muy similar al de un humano como compañero de cuarto o mejor amigo, aliviando la soledad y convirtiéndose en confidente, con quien compartir ideas y momentos (Turner, 2005). Los adultos frecuentemente eligen criar mascotas antes de tener hijos o en lugar de ellos, desarrollando así capacidades para ofrecer cuidados y afecto, poner límites y ocuparse de otro ser vivo (Walsh, 2009). La química que enlaza a la gente con sus animales crea un apego emocional que ayuda a explicar por qué ellos significan tanto, y por qué han llegado a ser considerados como miembros de la familia (Sable, 2013).
La pérdida de un animal de compañía puede ser un acontecimiento vital muy estresante. Las personas pueden pasar por periodos de sentimientos como la negación, tristeza, ira, ansiedad, adormecimiento y culpa (Meléndez, 2014). Por ejemplo, puede sentirse culpable o culpar a otros por no haber reconocido la enfermedad antes, por no haber hecho algo antes, por no poder pagar otro tipo de tratamiento o tratamiento adicional, por tomar la decisión de la eutanasia demasiado pronto o demasiado tarde, o por ser descuidado y permitir que su animal de compañía se lesione.
La mayoría de encuestados en el estudio refirió haber enterrado a su animal de compañía en el jardín para así tenerlo cerca, y otro porcentaje significativo dijo haberlo cremado y tener las cenizas en casa para tener un recuerdo de ellos por siempre. Este tipo de actividades pueden ayudar a la curación del dolor psicológico del propietario. La ausencia de eventos que permitan despedirse de su animal puede dificultar la resolución del duelo (Adams et al. 1999; Durkin, 2009).
Las sensaciones iniciales ante la pérdida de un animal de compañía fueron desde tristeza, pena y nostalgia hasta estrés. Gerwolls y Labott (1994) encontraron que 26 semanas después de la pérdida de su animal de compañía los propietarios experimentaron un nivel de dolor muy similar a la pérdida de un ser humano querido. Stallones (1994) halló que en aquellos dueños que habían sufrido la reciente pérdida de su animal de compañía presentaban síntomas de depresión tres veces más que en una población normal. El estudio encontró, además, que todos los encuestados sintieron dolor y tristeza por la pérdida de la mascota, pero solo el 6% refirió que su vida después de la pérdida se vio alterada, que la recordaba y la extrañaba y que sus hábitos habían cambiado sintiendo que les hacía falta algo en sus vidas. Quackenbush y Glickman (1984) hallaron que los propietarios de animales de compañía que murieron experimentaron cambios sustanciales en sus actividades rutinarias. Reportaron que los dueños dormían y comían irregularmente y que sus actividades sociales disminuyeron.
Los sentimientos después de una pérdida, con el tiempo, pueden disminuir, mantenerse o aumentar. La mayoría de los encuestados afirmó todavía sentirse triste porque con el estudio volvieron a recordar a sus animales de compañía, dijeron que era un sentimiento que ha ido disminuyendo con el pasar del tiempo, pero que siempre que lo recuerdan sienten nostalgia de todos los momentos que compartieron juntos. Wrobel y Dye (2003) encontraron que más del 85% de las personas reportan síntomas de duelo a la muerte de su animal de compañía y más de un tercio sienten pena y dolor hasta los seis meses.
El estudio encontró que más de la mitad de los encuestados tenían otro animal de compañía en la actualidad, especialmente canes. Esto probablemente en busca de encontrar compañía en el nuevo animal y superar la pérdida del anterior. Aunque, en algunos casos la muerte de un animal de compañía querido puede impactar emocionalmente al propietario de modo que pueden sentir que nunca querrán otro (Meléndez, 2014). La pérdida de un animal de compañía puede llegar a parecer insoportable; sin embargo, estos sentimientos pueden pasar con el tiempo.
La interacción humano-animal cada día va creciendo. Esto puede verse reflejado en los sentimientos que desarrollan los propietarios, como amar a un animal de compañía, beneficiarse de su compañía y hasta sentir un dolor intenso por su pérdida. Esto debe de ser adecuadamente direccionado a fin de que la misma no se convierta en problemas de orden psicosomáticos. Además, debe considerarse entre las normas para una tenencia responsable a fin de evitar daños a sus propios dueños o a la salud pública en general.
CONCLUSIONES
Los sentimientos de querer a los animales y la compañía que producen los mismos fueron las principales razones por las que se adquirieron animales de compañía; por lo que su tenencia fue valorada como muy importante e importante.
Los propietarios mencionaron sentir reciprocidad por parte de los animales manifestadopor besos/lametazosymovimiento de la cola, y su tenencia fue valorada principalmente por la compañía que les fue ofrecida. El tiempo que compartieron fue principalmente en juego y paseo.
La enfermedad, vejez y desaparición se consideraron las causas por las que se rompió el vínculo con el animal de compañía.
La sensación de tristeza/pena/nostalgia, seguida de dolor fueron las principales reacciones a la pérdida del animal de compañía, sin embargo, para la mayoría su vida no se alteró mucho tras la pérdida.
Los sentimientos exteriorizados al momento de la encuesta fueron principalmente de tristeza y sensación de buenos recuerdos por su animal de compañía. La mayoría refirió, también, que en la actualidad posee un nuevo animal de compañía, de los cuales perro y gato son los que predominaron.