Sr. Editor
Comúnmente las enfermedades infecciosas emergentes que afectan a los seres humanos provienen de patógenos cuyos hospederos son especies de fauna silvestre, por lo que los brotes de enfermedades zoonóticas constituyen un desafío importante para la salud humana. De hecho, la pandemia actual del Covid-19 ha puesto en evidencia que las actividades que los seres humanos realizan en los ecosistemas y el uso de las especies de fauna silvestre tienen un impacto directo en la sociedad humana.
El cambio de uso del suelo, en especial la deforestación ha sido asociada con el riesgo del derrame (del inglés “Spillover”) de enfermedades infecciosas desde especies de fauna silvestre a los seres humanos, como consecuencia de los cambios en las comunidades de especies, especialmente reservorios1. Similarmente, el comercio de fauna silvestre ya sea legal o ilegal, ha sido considerado como un mecanismo de transmisión de enfermedades infecciosas zoonóticas, ya que los agentes infecciosos pueden propagarse en las distintas etapas de este comercio, tales como la caza, el transporte y la venta2.
Este año Winck, Raimundo, Fernandes-Ferreira, Bueno, D’Andrea, Rocha, Cruz, Vilar, Brandão, Cordeiro and Andreazzi3publicaron un análisis sobre la vulnerabilidad socio-ecológica y el riesgo de la emergencia de enfermedades zoonóticas en Brasil. Este estudio describió que el riesgo de epidemias de origen zoonótico está asociado positivamente con la pérdida de la vegetación natural (e. g., deforestación y fragmentación del bosque), la diversidad de mamíferos y la distancia a las grandes ciudades. Además, sus datos parecen apoyar la reciente sugerencia de que debido a su vulnerabilidad ecológica, la Amazonía representa un riesgo zoonótico. En particular, los autores destacaron la importancia de identificar especies críticas que pueden ser fuentes potenciales de enfermedades zoonóticas, pero también reconocieron la necesidad de enfocarse en procesos que incrementan la posibilidad de contactos entre personas y la fauna silvestre, tales como la deforestación, la cacería y consumo de carne de monte, así como el comercio de fauna.
Desafortunadamente, a pesar de los avances en la investigación sobre la emergencia de enfermedades infecciosas y su relación con la perturbación ambiental antropogénica en distintas partes del mundo, esta temática ha sido pobremente abordada en Perú. Perú tiene poco mas de 60% de su territorio en bosques pero con un ritmo de deforestación que se ha incrementado en las últimas décadas4. Luego de Brasil, Perú tiene la mayor superficie de bosques amazónicos (~13%) y también uno de los mas importantes en diversidad de mamíferos y justamente la mayoría se encuentran en la Amazonía5. Perú cuenta con similares vulnerabilidades socio-ecológicas a las descritas en Winck, Raimundo, Fernandes-Ferreira, Bueno, D’Andrea, Rocha, Cruz, Vilar, Brandão, Cordeiro and Andreazzi3aunque un análisis del riesgo de emergencia de patógenos zoonóticos aún está pendiente.
El contexto actual sugiere la necesidad de un enfoque integral y multidisciplinario concebido dentro del concepto de “Una salud” (“One health”), el cual combina tanto el aporte de las ciencias de la salud como también el involucramiento de disciplinas de las ciencias naturales y sociales, cuyo impacto se debe reflejar no sólo en la conservación de biodiversidad, sino también en la salud humana, en la reducción de enfermedades infecciosas, y en evitar la aparición de futuras enfermedades emergentes. A nivel académico, líneas de investigación basada en “Una Salud” están ausentes en las universidades nacionales, a pesar del desafío del cambio global y la conservación de especies y ecosistemas, por lo cual es importante promover la sinergia entre estas disciplinas a través de programas de investigación basados en esta temática, lo cual tiene un gran potencial de generar información tanto a nivel científico como para sustentar políticas en salud pública.