Desde hace varios años, los centros de investigación dedicados a la vigilancia de las enfermedades virales habían advertido la posibilidad de que se presente una pandemia de grandes proporciones1,2. Las razones en las que sustentan estas hipótesis residen en una confluencia de factores relacionados al cambio climático, la contaminación ambiental y los cambios demográficos. Ya habíamos tenido advertencias importantes desde fines del siglo pasado y principios de este siglo, como la emergencia del VIH (1981), el ébola (2013-2015), el zika (2015-2016), la influenza H1N1 (2009), el SARS (2002-2003) y el MERS (2012), estos dos últimos causados por coronavirus de la familia del agente causal de la actual pandemia de COVID-19. Todos ellos, zoonosis, que adquirieron la capacidad de transmitirse entre seres humanos y que, dependiendo de diferentes factores, se difundieron en la población de diversos países. Relacionado a los mismos factores, han reemergido otras enfermedades como el dengue, la sífilis y la tuberculosis, y se han agravado problemas de gran impacto en salud con el caso de la resistencia a los antimicrobianos3.
Esta última pandemia de COVID-19, producida por un nuevo corona virus, el SARS-Cov-2, que según las mejores estimaciones no será la última de este siglo, nos obliga a reflexionar a la necesidad urgente de mantenernos en alerta y prepararnos para evitar consecuencias catastróficas para la vida, salud y economía del país. No debe ocurrir, como en otras oportunidades que, pasada la emergencia, volvamos a la rutina suponiendo que nada más pasará en el futuro. Políticos y científicos de todo el mundo están de acuerdo en que muchas cosas deberán cambiar en la economía, las relaciones sociales, la educación y la investigación científica.
En este último caso, cobran fuerza las propuestas de académicos de numerosos centros de investigación que buscan nuevas formas de enfocar y organizar la investigación de los problemas de salud. Hace un tiempo, ya se viene promoviendo la investigación traslacional (Translational Research)4 y también el enfoque de ‘Una Salud’ (One Health) 5, ambos orientados a una ciencia más conectada con las necesidades de las poblaciones humanas y a la investigación multidisciplinaria. Precisamente, el enfoque de ‘Una Salud’ propone integrar varias disciplinas en los niveles nacional, local y global con la finalidad de enfrentar los problemas de la salud humana, la salud animal y el medio ambiente. Estamos obligados a reflexionar seriamente en la forma de mejorar la salud individual y colectiva.
La mujer gestante no está libre de estas infecciones, y aunque hasta el momento la incidencia de COVID-19 en mujeres es menor que en hombres y que la edad más afectada no es la edad reproductiva, existe preocupación por el nivel de vulnerabilidad de la gestante, tanto por su condición fisiológica como social, particularmente en los países con servicios de salud insuficientes. También se advierte que las condiciones de confinamiento pudieran tener consecuencias negativas para ellas, por el incremento de la violencia intrafamiliar, el menor acceso a los servicios de control prenatal y atención del recién nacido, y el efecto negativo que esta situación puede tener en su salud mental durante el posparto6.
Aun no se sabe las consecuencias que tendrá la infección conforme se extienda a otros segmentos de la población. Cada día se observan nuevos hechos y se postulan nuevas hipótesis acerca del agente causal, la fisiopatología, el tratamiento y la prevención de esta infección. Tampoco se tiene un claro conocimiento acerca de la forma que afectará al recién nacido. Por tanto, es indispensable aguzar la observación clínica, sistematizar la experiencia clínica, documentar los casos y publicarlos. Esta es una necesidad, a pesar que ahora se crítica la explosión de publicaciones con diversos tipos de errores, sobre todo en los preprints7. En las actuales circunstancias, la ciencia necesita evidencias, necesita información sobre la cual construir y depurar hipótesis. Frente a esa crítica, que no deja ser válida, podemos esgrimir que en este momento es necesario evaluar toda evidencia. No olvidemos que los primeros estudios que advirtieron la posibilidad de una epidemia por un nuevo virus fueron serie de casos8,9; sin ellos, no se hubiera podido formular la hipótesis acerca del origen, la forma de transmisión y la naturaleza viral de la infección, hipótesis que fueron puestas a prueba posteriormente con cuidadosos estudios epidemiológicos, clínicos y moleculares. Por ello, invocamos a nuestros especialistas que agudicen su mirada, sistematicen su experiencia, estudien sus casos cuidadosamente, y no piensen que solo los ensayos clínicos controlados pueden responder a las numerosas preguntas que nos plantea esta pandemia.
Desde esta perspectiva, es que nos satisface presentar en este número de la Revista Peruana de Ginecología y Obstetricia algunas observaciones relacionadas a la experiencia clínica peruana en la atención de gestantes afectadas con COVID-19, en particular las características clínicas y la atención del parto eutócico. También incluimos en este número dos revisiones de publicaciones relacionadas al comportamiento de esta enfermedad en mujeres embarazadas. Esperamos que en los sucesivos números se multipliquen los aportes de los especialistas peruanos.