1. INTRODUCCIÓN
Hoy en día, se ha vuelto muy común referirse a “la lengua quechua” o “el quechua” como si fuera una sola lengua. De hecho, diferentes instituciones superiores en Norteamérica y Europa promocionan la enseñanza del “quechua” como una lengua. Asimismo, diferentes textos académicos y no académicos se refieren al “quechua” de la misma manera. Por ejemplo, consideremos este texto de promoción de un programa de estudio en EEUU: “El quechua es la lengua indígena más hablada en las Américas, con 7-8 millones de hablantes, primariamente en Perú, Bolivia, Ecuador, y también algunas áreas de Colombia, Argentina y Chile” (traducción propia)1. Algunos documentos oficiales del gobierno de Perú, el país con más variedades de quechua, continúan usando la frase “el quechua” en vez de “las lenguas quechuas” (por ejemplo, Sullón Acosta, Huamancayo Curi, Mori Clement y Carbajal Solís 2013, Espinoza Bustamante 2022). Un artículo de BBC de 2018 cita un especialista en lenguas minoritarias de la UNESCO: “La lengua quechua, además de Perú, se habla también en Ecuador, Bolivia y (en el noroeste de) Argentina” (Blasco 2018). Es evidente que incluso en las publicaciones académicas se ve con frecuencia la expresión de “el quechua” en lugar de la forma científicamente y sociolingüísticamente adecuada: “las lenguas quechuas”.
Por un lado, es atractivo enfatizar la colectividad sociopolítica andina y hablar de millones de hablantes de “una sola lengua” a través de las tierras del antiguo Tahuantinsuyo. Pero, por el otro lado, si nos basamos en evidencia lingüística actual, las lenguas quechuas modernas constituyen una familia lingüística completa y no una sola lengua. Tanto entre los países andinos como entre las variedades quechuas habladas dentro de los países individuales, una revisión de la literatura quechuista revela que existen enormes diferencias fonológicas, léxicas y morfosintácticas que imposibilitan la inteligibilidad mutua entre hablantes de diferentes lenguas quechuas. Sin embargo, la falta de información precisa sobre qué lenguas quechuas son mutuamente inteligibles ha dificultado la especificación de cuántas lenguas quechuas podrían existir en total. Esto dificulta la difusión pública del mensaje según el cual son una familia de lenguas, no una sola lengua.
Hasta la fecha, el estudio de Torero (1974) es el único trabajo que ha aplicado escalas numéricas de intercomprensión entre diferentes quechuas; ahí se propone un total de siete lenguas quechuas habladas en Perú, Bolivia y Argentina, un total que no incluye lenguas habladas en Ecuador y Colombia (1974: 41-42). El otro estudio sobre intercomprensión quechua que se conoce es el de Luykx, García Rivera y Julca Guerrero (2016), el cual ofrece una mirada etnográfica con información detallada sobre experiencias de contacto de hablantes de diferentes quechuas. Sin embargo, su propósito no es enumerar lenguas específicas, sino analizar estrategias de comprensión. Aún no se ha realizado un estudio cuantitativo de intercomprensión que cubra toda la familia quechua y la información cualitativa que existe sobre este tema es limitada.
Entonces, como comentaron Adelaar y Muysken en Languages of the Andes hace casi dos décadas: “La pregunta persiste: ¿cuántas lenguas quechuas hay?” (2004: 168, traducción propia)2. Esta pregunta tiene repercusiones, no solamente lingüísticas, sino también sociopolíticas, tema que se retomará en la sección final después de la discusión de la estimación del número total de lenguas. Por eso es importante que los lingüistas tengamos una respuesta lista para el público general que, asimilando por primera vez la información de que las lenguas quechuas son una familia, frecuentemente quiere saber, entonces, cuántas lenguas son. Aunque tal vez no es posible contestar esta pregunta con exactitud, dar como respuesta una estimación científica inspira más confianza que una respuesta como la que “nadie sabe de verdad”.
Aquí, nuestro propósito es proponer, con base en una síntesis de la literatura quechuista y nuestros datos primarios, cuántas lenguas quechuas existen actualmente, aunque sea con un número aproximado dentro de un rango de mínimo a máximo. Después de explicar los criterios más relevantes para la distinción entre lenguas y dialectos quechuas, se analiza la literatura sobre cada subregión quechuahablante en términos del conjunto de dichos criterios de intercomprensión, semejanza lingüística, factores sociolingüísticos y la contigüidad versus la fragmentación geográfica, para así estimar un número de lenguas para cada región individualmente y, finalmente, para la familia quechua en su totalidad.
1.1. Antecedentes
La distinción entre “lengua” y “dialecto” es un problema general y persistente para la lingüística (Haugen 1966; Gooskens 2007, 2013; Gooskens y van Heuven 2021; Chambers y Trudgill 2002), y genera dificultad al especificar números de idiomas, aunque hay varias formas sistemáticas para llegar a cantidades citables (Hammarström 2008). Idealmente, las lenguas quechuas se podrían diferenciar unas de otras basándose en el nivel promedio de intercomprensión entre sus hablantes, pero como fue mencionado anteriormente, no existen datos cuantitativos representativos de este tipo sobre la familia quechua entera. Aunque un futuro estudio cuantitativo masivo sería revelador, aquí creemos que, con los datos cualitativos a nuestro alcance en la literatura y en nuestros datos de campo, por lo menos podemos llegar a una propuesta relativamente sólida.
Históricamente, las lenguas quechuas han sido tratadas como “dialectos” sin tomar en cuenta directamente criterios importantes como el grado de intercomprensión. Una mezcla poco sistemática de factores lingüísticos, geográficos y, a veces, étnicos han contribuido a determinar qué quechuas han sido distinguidos como variedades independientes y qué quechuas no. Aunque los códigos del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) siguen siendo los estándares para la identificación de variedades lingüísticas distintas (Eberhand, Simons y Fenning 2020), no es posible asumir que cada variedad con un código propio es una lengua independiente, pues esto resultaría en un número exagerado de cuarenta y cuatro lenguas distintas para la familia quechua.
Después del estudio de Torero (1964, 1974) mencionado anteriormente, no se han visto otros intentos de enumerar las lenguas quechuas con la intercomprensión. De siete a ocho “supralectos” han sido propuestos por Torero para Perú, Bolivia y Argentina: ‘Ayacucho-Cuzco’, ‘Áncash-Huánuco’, ‘Tarma-Huánuco’, ‘Jauja-Huanca’, ‘Yauyos’, ‘Cañaris-Cajamarca’, ‘Chachapoyas-Lamas’ y ‘Santiago del Estero’. Torero también menciona la posibilidad de reducir estas a cinco “lenguas” (1974: 42; 2004: 85). Las ocho lenguas mencionadas por Calvo Pérez (1993: 31) constituyen una propuesta similar a la de Torero, con algunas modificaciones menores. Cerrón-Palomino refiere que “el quechua constituye en verdad una familia lingüística integrada por al menos cuatro ramas, que a su vez contienen varios dialectos” (2008: 149), pero no propone un número preciso de lenguas. También existen algunos estudios detallados sobre la cuestión “lengua/dialecto” para quechuas específicos, como Julca Guerrero (2009a, 2009b) sobre el quechua ancashino, o Carbajal Solís (2004) sobre el límite entre el cuzqueño y el ayacuchano. La única propuesta reciente para todas las lenguas quechuas que pudimos identificar es en la forma de un “infográfico” publicado en línea el 26 de junio de 2020 por la Asociación de Lenguas Quechuas (ALQ). Este propone ocho lenguas quechuas totales, esencialmente las mismas que propone Torero (no distingue Argentina de Cuzco-Bolivia, pero sí considera Pacaraos como una lengua independiente), e incluye todo el grupo ecuatoriano junto con Chachapoyas-Lamas como una sola lengua (ALQ 2020). Como se verá más adelante en la discusión, en la realidad, esta agrupación presenta múltiples lenguas distintas. La Tabla 1 compara esta propuesta con la de Torero, las clasificaciones de ILV y nuestra propuesta, que será explicada en las siguientes secciones.
Nuestra cifra mínima concuerda esencialmente con la propuesta de Torero de ocho lenguas para Perú, Bolivia y Argentina, pero es un poco más conservadora en el sentido de que considera la posibilidad de que el quechua chanca-ayacuchano y algunos dialectos del boliviano sean lenguas distintas del cuzqueño, y también menciona las diferencias considerables entre los quechuas de Chachapoyas versus San Martín y de Cajamarca versus Cañaris (hasta nueve o más lenguas para estos tres países; ver discusión abajo). Nuestro número mínimo también incluye la adición de las cuatro lenguas del grupo ecuatoriano-colombiano que Torero no tomó en cuenta, para un total de por lo menos doce lenguas. Se considera que la propuesta de ocho lenguas de la ALQ para la familia entera subestima la diversidad de los grupos quechuas norte y sur, y que, finalmente, en términos del número bruto de lenguas distintas, la diversidad en las zonas norte y sur resulta relativamente comparable a la diversidad del quechua central.
1.2. Criterios
En este estudio, aplicamos un conjunto de criterios a la literatura quechuista y a nuestros datos para determinar la cantidad de lenguas quechuas distintas basada en el conocimiento directo de las tres macrorregiones donde se hablan lenguas quechuas: Camacho Rios, hablante nativa de quechua boliviano, asesoró la región sur; Julca Guerrero, hablante nativo de quechua ancashino, asesoró la región central; y Floyd, profesor de quichua serrano ecuatoriano a nivel universitario y hablante de segunda lengua de nivel avanzado, asesoró la región norte. En esta colaboración, hemos podido combinar nuestra experiencia de investigación en cada región, y juntos ha sido posible llegar a una visión global que sería más difícil alcanzar individualmente.
Proponemos un número aproximado para la cantidad de lenguas en la familia quechua, tras analizar la literatura quechuista sobre la base de nuestra experiencia colectiva y nuestros datos primarios. Para llegar a este número, aplicamos una serie de criterios relevantes para la distinción lengua-dialecto:
1. La intercomprensión o inteligibilidad mutua: la intercomprensión es el factor más importante para la pregunta lengua-dialecto (ver Gooskens y van Heuven 2021 para una discusión reciente). Cuando se encuentran hablantes de dos quechuas distintos, ¿pueden conversar de cualquier tema fácilmente sin mayor confusión? Si la respuesta es afirmativa, estas dos variedades de quechua serían dos dialectos de la misma lengua; en caso contrario, serían dos lenguas distintas. Aunque, a veces, se oye decir que los hablantes de alguna lengua quechua lo entienden “todo” en otra lengua quechua, en realidad, esto tiende a aplicarse solamente a frases básicas, como ocurre en la comunicación parcial entre hablantes de lenguas romances cercanas como el español, portugués o italiano, y no se llega a la fluidez. No nos parece razonable contar este tipo de comunicación limitada como prueba de buena intercomprensión, ya que solamente calificamos como “intercomprensión alta” el tipo de comunicación libre que es posible entre los diferentes dialectos de una misma lengua, como dos dialectos de español o inglés de diferentes países. A lo previamente mencionado, cabe resaltar que la diversidad interna entre una “misma lengua” quechua ha sido poco explorada a la fecha. Por ejemplo, en el caso del quechua boliviano, en las formas verbales de los hablantes del área urbana, hay más prominencia de las formas bimorfémicas (raíz-INFL) sin ninguna elaboración morfológica. Por el contrario, las formas verbales de los monolingües que viven en áreas rurales son morfológicamente más elaboradas (ver Camacho Rios 2022). Potencialmente, existe una barrera semántica a nivel morfológico que también dificultará una buena intercomprensión, incluso entre una misma lengua quechua, y, aunque aquí mencionamos la comprensión interregional, con investigaciones futuras será posible proponer números mayores de lenguas quechuas a nivel intrarregional.
Para aplicar el criterio de la intercomprensión, sumamos a las menciones de la inteligibilidad mutua encontradas en la literatura quechuista la experiencia de los tres autores como hablantes de tres quechuas distintos, quienes hemos tenido la oportunidad de interactuar con hablantes de muchos otros quechuas en nuestras respectivas regiones (además de escuchar grabaciones de otros quechuas). Dicha experiencia nos permite determinar cualitativamente los límites generales de la intercomprensión entre quechuas vecinas en cada área. Cuando una versión preliminar de este estudio fue presentada en el congreso CILLA IX en la Universidad de Texas en 2019, realizamos pruebas en vivo entre el quechua boliviano, ecuatoriano serrano y ancashino, con lo que se demostró claramente, por la muy baja intercomprensión alcanzada y por las risas de espectadores ante nuestra evidente confusión, que estas son tres lenguas quechuas muy distintas. Aplicaremos sistemáticamente el mismo criterio del grado de intercomprensión por región para todos los otros quechuas de los Andes sureños, norteños y centrales. Aunque esta medida es necesariamente subjetiva, los resultados deberían cuadrar con los otros criterios enumerados en esta sección.
2. La cercanía lingüística (morfosintáctica-fonológica): comparando fuentes en la literatura que aplican los métodos de la lingüística descriptiva es posible asesorar cuánta diferencia existe entre los sonidos, la gramática y el vocabulario de variedades lingüísticas emparentadas. Estudios de intercomprensión han indicado antes que las diferencias fonológicas presentan la barrera más grande para la inteligibilidad, mientras que las diferencias léxicas son más fáciles de superar (Gooskens 2007). Posiblemente, ello es un factor en el entendimiento de los quechuas con muchas diferencias fonológicas, como, por ejemplo, el quechua central peruano en oídos de hablantes sureños (Julca Guerrero 2009b; Luykx, García Rivera y Julca Guerrero 2016). Este efecto es conocido entre el español y su lengua hermana menos fonológicamente conservadora, el portugués: la percepción informal de muchas personas según la cual el español es más fácil de entender para hablantes de portugués que viceversa ha sido confirmada por investigaciones, aunque la ventaja lusófona tal vez no resulte tan grande como se piensa (Jensen 1989, Oktavia 2019). Entre las lenguas quechuas, existen casos similares, como, por ejemplo, la percepción del kichwa ecuatoriano amazónico, que tiene mucha reducción histórica de consonantes, en oídos de hablantes serranos que las siguen pronunciando. En el caso de diferencias morfosintácticas, estas pueden pasar sin ser percibidas en diálogos sencillos, pero, en el momento de usar expresiones más complejas, se pierde la inteligibilidad cuando no existe suficiente coincidencia gramatical. Para clasificar dos variedades como la misma lengua, las diferencias lingüísticas no deberían generar problemas de entendimiento mayores ni en casos de uso de morfosintaxis compleja. Consideramos que la distancia fonológica y morfosintáctica es un factor directamente asociado con la falta de intercompresión entre dos variedades quechuas, y, en la discusión que sigue, mencionamos algunas de las diferencias lingüísticas más notables entre los quechuas de cada región.
3. La cercanía léxica: la lejanía léxica puede ser asociada con una distinción entre dos lenguas, pero, aunque a veces son las más notadas por hablantes, las diferencias léxicas son más fáciles de superar que las diferencias fonológicas o gramaticales, ya que es muy sencillo incorporar palabras alternativas de clases abiertas, pero es complicado aprender nuevos sufijos gramaticales o fonemas. La comparación léxica de Torero (1974) nos da algo de información sobre este tema (aunque desafortunadamente solo publicó las cifras y no las listas de palabras), pero, al final, todas las lenguas quechuas tienen niveles relativamente altos de coincidencia léxica, y, mientras la fonología y morfosintaxis permitan formular preguntas de aclaración, no consideraremos a las diferencias léxicas como la causa principal de la incomprensión entre variedades quechuas. Cuando el vocabulario más básico o frecuente es distinto, como los pronombres u otras palabras muy comunes (por ejemplo, sustantivos como “agua” o verbos como “ver”), ello puede dar la impresión de una diferencia extrema, pero son diferencias más superables que las fonológicas y morfosintácticas.
4. Actitudes sociolingüísticas: los factores sociolingüísticos, a veces, juegan un papel importante en especificar exactamente dónde deben hacerse distinciones precisas entre un quechua y otro. Para llegar a nuestra propuesta, consideramos preguntas como las siguientes: ¿la gente en las comunidades locales considera estas variedades dos lenguas distintas?, ¿cuando se encuentran dos hablantes de variedades distintas del quechua, hablan en sus quechuas o cambian a español?, ¿existe un estándar regional de quechua unificado o de prestigio?, ¿sería factible usar materiales escolares o documentos públicos de una variedad en una comunidad donde se habla otra variedad?, ¿hay algún otro factor como la identidad étnica, cultural o regional que sea importante conectar con diferencias lingüísticas? Aunque estos factores sociolingüísticos son menos primordiales para distinguir lenguas y dialectos que la intercomprensión en sí, hay que reconocer que, a veces, afectan la percepción social. Para explorar las experiencias subjetivas de la intercomprensión y sus límites, además de aplicar escalas numéricas, es útil realizar entrevistas etnográficas donde hablantes compartan sus perspectivas, como las presentadas en Julca Guerrero (2009b), y Luykx, García Rivera y Julca Guerrero (2016).
5. Fragmentación geográfica: cuando las variedades regionales quechuas no colindan con otras regiones quechuahablantes, puede ser relativamente sencillo proponer fronteras entre lenguas distintas, como en los casos del quechua argentino, los quechuas ecuatorianos y los quechuas norperuanos, que están aislados geográficamente de los otros quechuas. Ahora bien, este factor no es definitivo en todos los casos. También, tiene que haber considerables diferencias lingüísticas; por ejemplo, aunque el quechua boliviano no colinda directamente con el quechua cuzqueño, ambos son considerados por muchos como dialectos de la misma lengua. Por otro lado, cuando evaluamos lenguas en la llamada “zona contigua”, desde Cuzco hasta los Andes peruanos centrales (Torero 1968, Taylor 1984, Hartmann 1984), es más difícil determinar fronteras lingüísticas dentro de una distribución geográfica continua y puede ser necesario recurrir a los demás criterios. Consideramos que la fragmentación geográfica puede ser una buena indicación de la existencia de fronteras lingüísticas, pero siempre en concordancia con los demás factores mencionados arriba. Nuestra estimación es limitada a quechuas modernos que cuentan con documentación descriptiva contemporánea desde la segunda mitad del siglo XX. Ello permite evaluar grados de similitud de una forma relativamente precisa, aunque algunos de ellos están actualmente a punto de dejar de ser hablados. En cambio, no incluimos quechuas extintos de la época colonial o el periodo republicano temprano, aunque esto podría aumentar el número total de lenguas, porque su documentación es más limitada y porque estos quechuas son menos relevantes para la diversidad actual de la familia.
Tomando en cuenta estos criterios, en las secciones que siguen procederemos a evaluar la evidencia para contar lenguas distintas sobre la base de la literatura quechuista para tres bloques regionales de variedades quechuas: (1) el sur boliviano-peruano-argentino, (2) la zona de Ecuador-Colombia y el norte de Perú, y, finalmente, (3) los Andes centrales de Perú. Para cada región, mencionaremos todos los candidatos para lenguas quechuas distintas y resumiremos lo que sabemos sobre sus niveles de intercomprensión, sus similitudes lingüísticas y de los otros criterios mencionados arriba. Propondremos un número de lenguas para cada región y, al final, combinaremos los números para generar una propuesta para el número total de lenguas quechuas, y daremos unas consideraciones adicionales lingüísticas y sociales en relación con nuestro resultado.
2. LAS LENGUAS QUECHUAS DEL SUR
La región de los Andes sureños de Perú, con la capital incaica de Cuzco, es una zona emblemática del quechua en su variante conocida como Cuzco-Collao (Cusihuamán 1976a, 1976b). Ya había iniciado su difusión en la época inca, aunque en una situación todavía muy multilingüe. Con la colonia española, surgió un monolingüismo en el emergente quechua sureño en muchas zonas, con difusiones a Bolivia (Laime Ajacopa, Layme, Plaza y Cazazola 1997) y Argentina (De Granda 1999, Alderetes y Albarracín 2004), en gran parte relacionados con la condiciones socioeconómicas de la minería colonial (Assadourian, Bonilla, Mitre y Platt 1980; Contreras Carranza 1994; Bigelow 2020; Flynn y Giráldez 2002). Inicialmente, fue estandarizado por la Iglesia con referencia al quechua cuzqueño de fines del siglo XVI (Durston 2007), lo que formó la base para un estándar urbano de quechua influyente hasta hoy en la región (Niño-Murcia 1997, Coronel-Molina 2008). Más tarde, con la fragmentación política y social entre los países y regiones donde se hablan variedades del quechua sureño, se incrementó la diversificación para formar los quechuas sureños modernos: el cuzqueño-boliviano, el argentino de Santiago del Estero, el ayacuchano y el quechua de Yauyos. Este último es una variedad transicional al quechua central (Taylor 1984, Shimelman 2016).
2.1. Quechua ayacuchano o chanca
El quechua moderno ayacuchano tiene bases históricas en tiempos incas y coloniales alrededor del importante centro de Guamanga, hoy Ayacucho, en su posición de cruce de caminos entre los centros de minería, comercio y administración en Cuzco, Lima y los Andes centrales (ver Itier 2016). Ha sido estudiado como una variedad distinta al quechua cuzqueño-boliviano desde el siglo XX (Anónimo 1905, Rowe 1950) y, aunque se ha descrito un alto grado de intercomprensión con el quechua de Cuzco, con el que colinda (Carbajal Solís 2004), con hablantes del quechua del norte de Bolivia no es posible comunicarse fácilmente, y por eso dejamos abierto su estatus como una lengua distinta frente a por lo menos algunos dialectos del quechua cuzqueño-boliviano. Tiene un léxico relativamente similar al de los otros quechuas vecinos, pero su fonología es muy distinta de la del quechua cuzqueño-boliviano. Por ejemplo, conserva las oclusivas /m/ al final de sílabas, cambia /q/ a /χ/ en muchos contextos, y carece de las oclusivas explosivas (o eyectivas) o aspiradas de Cuzco; también tiene formas gramaticales distintas como -niku para la primera persona exclusiva del plural (Landerman 1991: 76-77). Por el contrario, el quechua boliviano tiene un contraste fonológico entre oclusivas simples, aspiradas y explosivas (ver Plaza Martinez 1995, 2009), y, en ese sentido, son más similares el quechua cuzqueño y boliviano frente al ayacuchano. Siendo la fonología el factor principal que afecta la intercomprensión, seguido por la morfosintaxis, las notables diferencias en estas áreas y las resultantes dificultades comunicativas entre el ayacuchano y algunos dialectos del boliviano sugieren que podrían potencialmente considerarse dos lenguas distintas, algo que dejamos abierto para futuros estudios dentro de nuestra estimación del número de lenguas.
El quechua ayacuchano es también conocido como “chanca” (Soto-Ruiz 1976, Zariquiey y Córdova 2008) y tiene dos subvariedades principales. La primera subvariedad es el quechua chanca que se habla en la mayoría de los departamentos: Ayacucho y Huancavelica, junto con Andahuaylas en el departamento de Apurímac; la segunda sería la variedad emparentada arequipeña que se habla en las provincias de Antabamba, Cotahuasi, y en las alturas y norte de Arequipa. En la zona noroeste de la región del quechua ayacuchano, se encuentran las variedades de Yauyos del departamento de Lima. Aunque estas tienen algunas semejanzas con el ayacuchano, por sus diferencias considerables (Taylor 1984, Shimelman 2016), aquí las consideramos lenguas quechua distintas, como se verá más adelante.
2.2. Quechua cuzqueño y boliviano
El complejo cuzqueño-boliviano del quechua emergió históricamente de procesos de cambio lingüístico con influencia del aimara y otras lenguas surandinas (Hardman 1985, Browman 1994, Cerrón-Palomino 2012) junto con una difusión basada en la actividad minera por las rutas a Potosí y otros centros mineros importantes durante la época colonial (Pierrard 2019). Ha experimentado un número de cambios en el tiempo que distinguen este quechua de las otras lenguas quechuas, como la fricativización de oclusivas finales, /m/ > /n/ final, y la preservación de la secuencia de consonantes explosivas y aspiradas (Rowe 1950, Parker y Weber 1996, Gallagher 2013). Su forma estandarizada, usada desde el periodo colonial en ámbitos urbanos y oficiales, y hoy promocionada por instituciones como la Academia Mayor de la Lengua Quechua en Cuzco, es considerada una forma prestigiosa por sus conexiones con la capital inca (Niño-Murcia 1997, Coronel-Molina 2008). Muchos hablantes de este quechua son bidialectales, en el sentido de que entienden el estándar usado en los medios de comunicación y el sistema educativo (con bilingües dominantes en español), mientras que, en sus comunidades, en espacios monolingües pueden existir muchas microvariedades locales con rasgos más distintivos a nivel fonológico (Camacho Rios 2020) y a nivel morfológico (Escobar Zapata 2019; Camacho Rios 2019, 2022; Camacho Rios y Tallman en prensa). La variación interna del quechua boliviano es aun más visible en la morfología del habla de los ancianos quechua-aimara bilingües en Huaylloma, norte de Potosí (Vega Vargas 2023). Aunque parece que hay un alto grado de intercomprensión entre estos dialectos, es posible que la uniformidad interna del quechua cuzqueño-boliviano haya sido parcialmente exagerada, y que tenga más diversidad localizada de lo que se relata en las fuentes escritas en el quechua cuzqueño estándar.
En su nivel más general de categorización, se pueden agrupar los dialectos del quechua cuzqueño-boliviano en cinco conjuntos: en Perú encontramos (1) el quechua cuzqueño propiamente en el departamento de Cuzco, y en partes de Puno y Arequipa; (2) el quechua del este de Apurímac en Abancay, Antabamba y Cotabamba; (3) el quechua de Puno en la mayoría del departamento del mismo nombre. En Bolivia, encontramos un dialecto muy cercano al de Puno, (4) el quechua del norte de Bolivia en Charazani y Chuma, con un dialecto más lingüísticamente alejado en Apolo; y (5) el quechua del sur de Bolivia en Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, Potosí y Sucre. Las variedades habladas en todas estas regiones, aunque diversas, tienen un nivel relativamente alto de intercomprensión entre sí, en comparación con las otras variedades sureñas de Ayacucho y Yauyos al norte, y Santiago del Estero al sur.
2.3. El quichua argentino de Santiago del Estero
Empezando durante el imperio inca y continuando durante la colonia española, la familia quechua se extendió hasta partes del sur del continente en Argentina y Chile, y fue hablado en lugares como Catamarca y la Rioja donde no se usa hoy en día (Nardi 1962). Solamente en la región de Santiago del Estero existe todavía una comunidad de hablantes actuales de un quechua moderno (De Granda 1999). Este “quichua” ha estado fragmentado geográfica y socialmente de los otros quechuas de este grupo por mucho tiempo, lo cual ha dado lugar a considerables diferencias con el quechua cuzqueño-boliviano como la preservación de consonantes finales, la pérdida de /h/ inicial y la ausencia de explosivas y aspiradas, además de varias diferencias morfosintácticas y léxicas. La separación lingüística, histórica y geográfica de este quechua indica que actualmente debe ser considerado una lengua distinta de los otros quechuas sureños.
2.4. El quechua de Yauyos
El quechua de la provincia de Yauyos en el departamento de Lima presenta mucha diversidad de configuraciones de rasgos asociados tanto con el quechua sureño como el quechua central (Taylor 1984, Shimelman 2016). Tiene muy baja vitalidad lingüística, pero Taylor (1984) encontró hablantes en los años 80 y parece que todavía tiene algunos hablantes (Shimelman 2016: 2), aunque tal vez muy mayores. Aquí, lo incluimos con los quechuas del sur, pero también se podría incluir entre los quechuas centrales, ya que los dialectos de Yauyos varían con respeto a formas consideradas típicas del quechua del sur (primera persona sujeto -ni y objeto -wa, condicional -yman) y del quechua central (primera persona sujeto -: y objeto -ma:, condicional -:man); sin embargo, esto no parece causar demasiada incomprensión (Shimelman 2016: 15). Consideramos que el quechua de Yauyos es suficientemente distinto de los otros quechuas colindantes como para ser tratado como una lengua aparte. A nivel interno, a pesar de la variación en la zona, se han observado buenos niveles de intercomprensión entre dialectos locales (Shimelman 2016: 1-15), razón por la cual tratamos el quechua de Yauyos como una sola lengua, pero no descartamos la posibilidad de que haya más de una, dada la complejidad dialectal de esta región (en áreas como, por ejemplo, Laraos; ver Taylor 1990).
2.5. Total de lenguas quechuas del sur
Entre las variedades quechuas tradicionalmente consideradas como quechuas sureños, vemos la necesidad de especificar un mínimo de dos lenguas, posiblemente tres, y con el quechua de Yauyos como una variedad limítrofe con el quechua central, contamos entre tres y cuatro lenguas modernas para esta región. Aunque se ha observado cierto grado de intercomprensión para los quechuas de Ayacucho y Cuzco, las grandes diferencias entre los dos extremos que forman Ayacucho y el quechua boliviano del norte dificultan el entendimiento a un grado suficiente como para considerar la posibilidad de dos lenguas diferentes en este conjunto. Es posible que algunos estudios hayan subestimado la diversidad del quechua ayacuchano-chanca relativo al quechua cuzqueño-boliviano por enfocarse más en formas estándares urbanas de lugares como Cuzco, Ayacucho o Cochabamba en vez de la diversidad rural. Esta diversidad no parece llegar a un nivel que requiera distinguir lenguas adicionales dentro de estos grupos, pero no descartamos que haya variedades locales del quechua cuzqueño y boliviano que sean tan diferentes que no se entiendan entre sí, lo que deja abierta la posibilidad de que este grupo tenga más lenguas. Por el momento, sin embargo, en cuanto al quechua sureño, esto nos daría entre tres y cinco lenguas. Después de considerar la cantidad de lenguas quechuas en las otras dos regiones, se sumarán estas lenguas quechuas sureñas al total de la familia.
3. LAS LENGUAS QUECHUAS DEL NORTE
En el norte de Perú, y en gran parte de Ecuador y el sur de Colombia, existen tres diferentes grupos históricos de quechua: (1) el complejo de lenguas ecuatorianas-colombianas, que también incluye parte de la Amazonía peruana; (2) el complejo Chachapoyas-Lamas de los departamentos peruanos de Amazonas y San Martín; y (3) los grupos de Cajamarca y Cañaris-Incahuasi, en el departamento de Cajamarca y zonas andinas de Lambayeque. Totalmente fragmentados geográficamente unos de los otros, cada uno de estos tres grupos ha tenido una trayectoria histórica independiente. Trataremos cada uno de estos individualmente, antes de volver a considerarlos, al final, para evaluar el número total de lenguas actuales.
3.1. Los quechuas del grupo ecuatoriano
Los incas introdujeron el quechua a la sierra ecuatoriana en el siglo XV, y, con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el quechua inca fue adoptado como lengua general colonial, difundido primero desde Quito y los centros coloniales andinos. Así se inició con un cambio masivo de las lenguas locales al emergente “quichua” en la sierra, y después, por misiones en el territorio quiteño, se cubrió gran parte de la Amazonía peruana en ese tiempo (Stark 1985, Muysken 2019, Floyd 2022). Mientras que, en muchas partes de Loreto (Perú), el quechua local cedió al español y se produjo un dialecto de español distinto (Vallejos 2014, Fafulas 2020, Valenzuela y Jara 2020), en la Amazonía ecuatoriana, en cambio, el quichua local se mantuvo como la lengua más generalizada de la zona hasta tiempos relativamente recientes.
Con la demarcación de las fronteras entre Ecuador, Perú y Colombia, los quechuas de origen ecuatoriano que se encontraban aislados en estos países vecinos se divergieron considerablemente de los quechuas hablados en Ecuador. La separación entre Andes y Amazonía produjo también una divergencia, tal vez un poco menor, entre los dos quichuas ecuatorianos. Aunque todas estas lenguas compartieron unos cambios tempranos (por ejemplo, la innovación del -ku progresivo), los quechuas modernos que descienden del quechua quiteño colonial hoy en día están fragmentados en lenguas modernas muy claramente distinguibles entre ellas, cada una con muchas innovaciones no compartidas con las otras. Tienen una intercomprensión baja entre ellas, lo cual lleva a los hablantes a usar el español cuando van más allá de frases muy básicas. En cambio, cuando hablantes de diferentes dialectos de cada una de estas cuatro lenguas se comunican pueden usar su dialecto nativo libremente, y, aunque notan diferencias, se entienden sin problemas. Las cuatro lenguas quechuas del grupo ecuatoriano son las que siguen:
3.1.1. Kichwa serrano ecuatoriano
Todo el complejo dialectal del quichua o, más actualizado, “kichwa” serrano de Ecuador es inteligible entre sí, con un nivel muy alto de microvariación fonológica regional y algunas diferencias léxicas según la región, pero con un grado menor de variación morfosintáctica. Hay tres macroregiones dialectales: norteño (Imbabureño, Caranqui, Cayambe, Quito), central (Cotopaxi, Tungurahua, Bolivar, Chimborazo) y sureño (Cañari, Azuay, Loja-Saraguro) (Stark y Muysken 1977, Carpenter 1982). El kichwa serrano ecuatoriano preserva algunos rasgos conservadores no vistos en los otros quechuas del grupo como reflejos de oclusivas complejas (ver Floyd 2021), y también presenta innovaciones que han transformado partes de la gramática como la evidencialidad, los predicados de experiencia y de necesidad deóntica, el cambio de referencia y otras áreas para aproximar las lenguas barbacoas perdidas en la colonia temprana (Floyd 2022), lo cual le da un carácter distinto al de las otras tres lenguas del grupo.
3.1.2. Kichwa amazónico ecuatoriano
Todos los dialectos del kichwa del oriente ecuatoriano parecen ser inteligibles entre sí, aunque hay algunas diferencias fonológicas, léxicas y morfosintácticas entre los tres dialectos generales: Pastaza en el sur, Napo en el Oriente central y Coca en el norte (Orr y Wrisley 1965, Zariquiey 2014, Grzech 2016). El kichwa amazónico también se ha difundido en Perú y Colombia. Estos kichwas tienen mucha reducción fonológica, lo que dificulta en gran medida el entendimiento para hablantes de otros quechuas de la región, pero también preserva sonidos antiguos como la lateral /ʎ/, que solo se preserva en el sur de la sierra; en otros lugares, ha sido reemplazada por alófonos como /l/, /ʒ/, /ʃ/ y /č/. Este kichwa ha sido influido por lenguas amazónicas, posiblemente en áreas como los ideófonos (Nuckolls 1996), y ha pasado por unas transformaciones gramaticales considerables, como el reemplazo total del paradigma verbal de tiempo futuro con una construcción auxiliar (Grzech 2016: 92-93). Aunque ha habido intentos de estandarizar el kichwa amazónico junto al kichwa serrano, esto nunca ha tenido éxito debido a las muchas diferencias lingüísticas, lo cual lleva a los hablantes de kichwa amazónico a considerar casi unánimemente que su lengua no es la misma que el kichwa serrano (Grzech 2017).
3.1.3. Quechua del bajo Pastaza, Perú
Este quechua, llamado “inga” por sus hablantes, es limitado a una zona relativamente pequeña de Perú, con poca variación dialectal y todos los hablantes de la zona se entienden entre sí (Landerman 1973, Waters 1996, Homan en prensa). Tienen un nivel de contacto con el kichwa de Pastaza de río arriba y, esporádicamente, con el quechua de Lamas, pero tienen grandes diferencias morfosintácticas con las lenguas quechuas vecinas. En particular, aunque contrasta con Lamas en que tiene rasgos claramente ecuatorianos (por ejemplo, el progresivo -ku), es muy conservador frente a los otros quechuas ecuatorianos en tanto que preserva casi toda la morfología personal de objeto y de posesión que se ha perdido en los otros. Aunque se describen niveles medianos de intercomprensión con el kichwa amazónico con el que colinda, grandes diferencias morfosintácticas entre estos quechuas complican la comunicación más allá de un nivel básico.
3.1.4. Ingano colombiano
Este quechua ha ido por una trayectoria distinta por estar separado de la zona kichwa de Ecuador por su posición al otro lado de la frontera colombiana, constituyendo otra lengua moderna (Levinsohn 1976, Parks 1990). Es hablado también en la Amazonía colombiana, y parece presentar un grado menor de variación dialectal entre sierra y selva. No es lingüísticamente más emparentado con el kichwa del norte de Ecuador; más bien, parece ser un trasplante antiguo desde la zona de Quito, antes de que ocurrieran muchas innovaciones en el kichwa ecuatoriano. Por su prolongado aislamiento de otros quechuas, y por la posible influencia del kamëntsá debido al largo contacto histórico que tuvo con este, ha llegado a ser una lengua bien distinta en su fonología (por ejemplo, colapso de /s/ y /ʃ/), morfosintaxis (por ejemplo, una construcción posesiva totalmente nueva con verbo yuka-, verbalización del sufijo de poseedor -yoq) y léxico (retenciones no vistas en otras lenguas de la zona como sipas “mujer joven”, kawa- “ver”, mandur “achiote”, y palabras nuevas fusionadas como sachuku para “silvestre” [sacha-uku, “monte-adentro”]). Para un hablante de kichwa serrano ecuatoriano, es posible entender algunas frases básicas del ingano, pero no hablar con fluidez en un primer encuentro (aunque, con mucha experiencia y adaptación, se vuelve más fácil).
3.2. El quechua de Chachapoyas-Lamas
En la zona transicional de los Andes norteños de Perú hacia la Amazonía, se encuentra un complejo de dos variantes quechuas relacionadas históricamente: el quechua de Chachapoyas, probablemente de una introducción incaica relativamente tardía, y el quechua de Lamas-San Martín, que parece haberse difundido por la ruta de Chachapoyas hasta las misiones de las tierras bajas amazónicas. El nivel de intercomprensión interna entre el quechua de Chachapoyas y el quechua lamista no está totalmente claro, y como son distintos en algunos aspectos (por ejemplo, Chachapoyas es más conservador en unos aspectos de fonología, al preservar la distinción entre africadas /č/ y /ĉ/), posiblemente se podría argumentar que son dos lenguas, aunque comparten algunas innovaciones claves como el pluralizador -sa(pa). Sin embargo, basándonos en Taylor (1979), las consideramos suficientemente emparentadas para, posiblemente, clasificarlas como una sola lengua en el conteo actual, pero dejamos esta pregunta abierta, tomando en cuenta que son muy diferentes en muchos aspectos, tanto lingüísticos como sociales y geográficos.
La muy baja vitalidad lingüística del quechua de Chachapoyas relativa al quechua lamista dificulta determinar si se trata de una o dos lenguas. Sin embargo, Valqui encontró unos hablantes chachapoyas recientemente (Valqui, Escobar, Chalco, Flores, Ramirez y Córdova 2019: 5-6). En todo caso, por sus considerables diferencias fonológicas, léxicas y morfosintácticas con otros quechuas, no es posible proponer que el grupo Chachapoyas-Lamas sea un dialecto de otra lengua quechua norteña, ya sea de Cajamarca o de Ecuador.
3.3. Los quechuas de Cajamarca y Cañaris-Incahuasi
Las variedades de quechua habladas en Cajamarca y Lambayeque están entre las menos documentadas, pero las fuentes existentes son suficientemente detalladas para confirmar que estos quechuas no deben ser agrupados con ningún otro en una misma lengua (Torero 1968; Quesada Castillo 1976a, 1976b, 2006). Los quechuas de Cajamarca y Lambayeque han sido descritos como relativamente similares, y por eso los contamos tentativamente como una sola lengua, pero en verdad muestran considerables diferencias morfosintácticas: Cajamarca muestra rasgos más conservadores e idiosincráticos, mientras que Cañaris-Incahuasi comparte elementos con el quechua central, como la primer persona objeto -ma, y el comparativo/semblativo -na (Torres Menchola 2017). Además, no parece haber muchas pruebas de rasgos específicos compartidos entre estos grupos más allá del léxico regional común. Similitudes gramaticales como el pluralizador -llapa parecen ser retenciones de una forma antigua (Durston 2002: 239-240), y no necesariamente demuestran una relación histórica entre estos dos quechuas. Por eso consideramos que podría ser más apropiado considerarlos como dos lenguas en vez de dos dialectos de la misma lengua. Esta cuestión se podría resolver con una evaluación de intercomprensión entre dialectos, pero, a la fecha, no conocemos ningún estudio de este tipo. Aunque los consideramos como una misma lengua aquí, dejamos abierta la posibilidad de que sean dos.
3.4. Número de lenguas quechuas zona norte
La zona norte, que incluye Ecuador, Colombia y el norte del Perú, presenta un grado relativamente alto de separación lingüística entre los diferentes quechuas de la región, que reflejan una diversidad correlacionada con su fragmentación geográfica. Los quechuas ecuatorianos, aunque históricamente emparentados entre ellos (Muysken 2019), están separados políticamente por fronteras y aislados geográficamente por barreras naturales como la Traversa de Huancabamba, una zona baja que rompe la cadena de los altos Andes entre Ecuador y Perú (Aldana Rivera 2018), o como la zona de terreno montañoso entre Andes y Amazonía en Ecuador. Para el grupo ecuatoriano, es necesario proponer cuatro lenguas muy bien definidas lingüística y socialmente una de la otra (Landerman 1991: 239-243; Muysken 2019; Carpenter 1982). Para Chachapoyas, la variedad andina tiene una relación clara con la variedad de las tierras bajas de San Martín, pero no conocemos estudios que las traten como dos lenguas distintas (Taylor 1979); por lo tanto, las consideramos como una sola lengua en la estimación conservadora, pero dejamos abierta la posibilidad de que sean dos. El caso de Cajamarca-Ferreñafe es más difícil porque, aunque estas variedades tienen semejanzas, también tienen considerables diferencias morfosintácticas y, aunque las tratamos como una sola lengua, no descontamos la posibilidad de que sean dos distintas (Quesada Castillo 1976a, 2006; Torres Menchola 2017). En total, distinguimos seis lenguas quechuas para la zona norte, o hasta ocho si consideramos San Martín y Ferreñafe aparte.
4. LAS LENGUAS QUECHUAS CENTRALES
Comparado con el altiplano surandino y los valles interandinos de Ecuador, los Andes centrales de Perú tienen una geografía mucho más compleja y difícil de transitar, caracterizada por enormes cordilleras y cañones entre las áreas pobladas. Esta situación corresponde con un conjunto de lenguas quechuas diversas, altamente dialectizado hasta el punto de que no existe una inteligibilidad general entre variedades. Sin embargo, todavía no hay total claridad sobre cuántas lenguas formarían el conjunto de los quechuas centrales hablados en los departamentos de Áncash, Huánuco, Junín, Pasco, Lima y La Libertad, donde, a pesar de similitudes regionales, se registra una diversidad muy grande en su interior, con una transición gradual entre variedades limítrofes (Julca Guerrero 2009a, 2009b, en prensa). Comparten similitudes entre todos (como -ma para primera persona objeto; -piqta [-piq o -pita] para el ablativo; -traw o -chaw para locativo, en vez de -wa, -manta y -pi vistos en otras variedades; también, el mantenimiento de un contraste de africadas y la presencia de vocales largas; entre otros), pero, dentro de cada región, la diversidad es alta, y más aun entre regiones. Por ejemplo, solo en el Callejón de Huaylas (Áncash), el quechua local registra considerable variación (Parker 1976; Julca Guerrero 2009b, 2010; Molina-Vital 2024), aunque no fuera de los límites de la intercomprensión, y, si se sigue comparando con las hablas de Pasco, Huánuco, Junín y Lima, las diferencias son mayores y se disminuye la intercomprensión.
Aunque nos parece claro que se trata de múltiples lenguas, esta complejidad a veces no nos permite saber fácilmente cuándo deberíamos hablar de dialectos y cuándo de lenguas distintas. Cerrón-Palomino (1987), Torero (1974), Julca Guerrero (2009a, 2009b, 2010), a partir de la caracterización de isoglosas morfológicas, concretamente el tratamiento del pluralizador verbal, identifican la existencia de tres subgrupos que, en rigor, adquieren la categoría de lenguas quechuas modernas de los Andes centrales: (1) el quechua “huanca” de Pasco-Junín, (2) el quechua ancashino de Áncash-Huánuco, y (3) el quechua “Alto Huallaga” de las regiones Alto Pativilca-Alto Marañón-Alto Huallaga. En concordancia con lo anterior, presentaremos los tres subgrupos recién mencionados.
4.1. Quechua huanca
Este grupo de variedades quechuas está centrado en el valle de Mantaro y sus alrededores, en los departamentos de Junín y Pasco (Cerrón-Palomino 1976, 1984; Adelaar 1977). Pueden ser comparados morfológicamente con la triple pluralización mediante -pa:ku, -:ri y -rka:, y, fonológicamente, el fonema /q/ ha dado lugar a la glotal /?/ o ha desaparecido. Asimismo, la vibrante /r/ ha dado lugar a la lateral /l/, entre otros elementos. Tiene dos subvariedades que son relativamente inteligibles entre sí: (1) quechua Jauja-Huanca, en el departamento de Junín en Jauja, Concepción y Huancayo, y (2) quechua Huangáscar-Topará, en el departamento de Lima: Topará, Huangáscar y Azángaro.
4.2. Quechua ancashino
El quechua ancashino es hablado en casi todo el departamento de Áncash y partes occidentales de Huánuco. Se habla alrededor de la Cordillera Blanca y áreas cercanas (Escribens y Proulx 1970; Parker 1976; Solís Fonseca 2002; Julca Guerrero 2009b, 2010, en prensa; Molina-Vital 2024). Morfológicamente, usa el morfema pluralizador verbal -ya(:). Fonológicamente, tiene la africada sorda alveolar /ts/, la posvelar /q/ que registra muchas variaciones [q, h, χ, g, Ø] y la monoptongación de las secuencias tautosilábicas /aw/ > [o:], /ay/ > [e:], /uy/ > [i:]. Tiene dos variedades principales, habladas al oeste y al este de la Cordillera Blanca: (1) el dialecto Huaylas, hablado en todo el Callejón de Huaylas (Recuay, Huaraz, Carhuaz, Yungay y Huaylas) y la vertiente andina del Pacífico (Aija y las serranías de Santa, Casma y Huarmey); y (2) el dialecto Conchucos, hablado en el departamento de Áncash (en las provincias de Pomabamba, Sihuas, Yungay [Yanama], Antonio Raimondi, Asunción, Carlos Fermín Fitzcarrald, Corongo, Huari y Mariscal Luzuriaga); en el departamento de Huánuco (en Huamalíes, Marañón y Huacaybamba); y en el departamento de La Libertad (Pataz).
4.3. Quechua Alto Huallaga
El quechua de las cuencas del Alto Huallaga, el Alto Pativilca y el Alto Marañón es una lengua distinta a los quechuas ancashinos y huancas. Aunque comparte rasgos con estas dos desde un punto de vista geográfico, también tiene sus propios rasgos independientes (Weber 1996). Por ejemplo, fonológicamente, presenta el uso indistinto o complementario entre /č/ y /ts/, que son contrastivos en las otras lenguas (en huanca en la forma original, con /tr/). Existen varias subvariedades de esta lengua: (1) Alto Huallaga, que se habla en el departamento de Huánuco en Pachitea, Huánuco y Ambo, (2) Alto Marañón, en Huánuco en Dos de Mayo y Yarohuilca, y (3) Alto Pativilca, en el departamento de Áncash en Bolognesi y Ocros, y en el departamento de Lima en Cajatambo y Chancay. En el caso de este último grupo, la literatura sobre la variedad de Pacaraos lo ha descrito tan distinto de los otros quechuas centrales que parece necesario plantearse si esta sería una cuarta lengua en la región, y no parte del complejo de Alto Huallaga o de uno de los otros grupos del quechua central. También se puede incluir (4) Yaru quechua en ese grupo, en Junín en la zona de Tarma y Yauli, en Pasco y en Lima, al sureste de Cajatambo y en las serranías de Chancay.
4.4. Número de lenguas zona central
La alta diversidad descrita para la zona de quechua central, esencialmente, representa un largo continuo dialectal, pero estudios anteriores (Torero 1974; Luykx, García, y Julca Guerrero 2016) y el estudio presente concuerdan en que existen tres sub-regiones dentro de las cuales la intercomprensión es alta, y entre las cuales es más baja. Por esto consideramos que como mínimo el número adecuado de lenguas para asignar a esta región es tres. Como se notó anteriormente, el quechua de Pacaraos ha sido descrito como muy distinto (Adelaar 1986), por lo que esta variedad podría constituir una lengua adicional en este grupo. El quechua de Yauyos comparte elementos con el quechua central y el quechua sureño, pero su estatus como lengua distinta fue considerada anteriormente junto con el complejo sureño. Finalmente consideramos que este grupo constituye tres o posiblemente cuatro lenguas.
5. RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Aquí podemos sumar entre las tres regiones descritas en las secciones anteriores para estimar el número de lenguas de la familia quechua basado en el conjunto de criterios aplicados: la intercompresión, la cercanía lingüística y otros factores sociohistóricos o geográficos. En la Tabla 2, se presenta un resumen con el número de lenguas de cada zona, junto con el número total para la familia quechua.
Como vemos aquí, es necesario postular un mínimo de doce lenguas distintas a través de todos los países andinos: una en Colombia, una en Bolivia, una en Argentina, dos en Ecuador y las siete restantes en Perú (tomando en cuenta que algunas variedades cruzan las fronteras). Si incluimos algunas variedades más como lenguas distintas, San Martín, Cañaris-Incahuasi, Pacaraos, y posiblemente el quechua boliviano versus el cuzqueño, llegaríamos a un número de quince o dieciséis. Como se ha reportado tanta diversidad entre los quechuas centrales, es posible que alguna otra variedad central pueda ser propuesta como otra lengua adicional en el futuro, así que el número máximo quedaría abierto para esa región. Sin embargo, con la evidencia que tenemos actualmente, parece posible clasificar los quechuas centrales como tres o máximo cuatro lenguas en total.
5.1. La distribución geográfica de la diversidad quechua
Las doce a diecisiete lenguas quechuas que identificamos en este estudio están distribuidas desde Sibundoy (Colombia) en el norte, hasta Santiago del Estero (Argentina) en el sur y siguen un eje andino de unos 4000 km. Los mapas de las lenguas quechuas a veces no hacen distinción entre lenguas y dialectos; en el mapa de la Figura 1 (abajo) solo se representan las lenguas distintas aquí propuestas. Para cada lengua, se otorga una localización ubicada en una población central importante históricamente para el desarrollo del quechua de cada región (por ejemplo, Quito, Cuzco, Huaraz, Chachapoyas, Santiago del Estero, etc.). Lo que se observa es que las lenguas son más o menos densamente distribuidas por casi toda esta zona, con algunas excepciones, como la Traversa de Huancabamba, que separa las zonas quechuahablantes de Ecuador y Perú, y la extensión de la zona aimarahablante, que separa el quechua cuzqueño y boliviano, o la larga distancia entre el quechua boliviano y el argentino, que antes era una zona quechuahablante más contigua cuando todavía se hablaba quechua en zonas como Tucumán. Aunque por los accidentes históricos de difusión y contracción algunas de las lenguas individuales actualmente ocupan más territorio que otras, en cada región, Ecuador-Colombia, norte de Perú, centro de Perú y sur de Perú junto con Bolivia y Argentina, existen aproximadamente el mismo número de lenguas (un promedio de tres o cuatro en cada región).
En discusiones sobre la diversidad de las lenguas quechuas, se ha dicho que la zona central tiene un grado más alto de diversidad dialectal que otras regiones (Cerrón-Palomino 2003: 326, Adelaar 2013: 50, 62-63). Aunque esa caracterización tal vez nos llevaría a suponer que hay unos diez o más idiomas quechuas distintos en esa zona, cuando analizamos los datos de la literatura y de nuestros estudios de campo yendo región por región sobre la base de la intercomprensión y los otros criterios aplicados aquí, encontramos evidencia solamente para tres o cuatro lenguas quechua en los Andes centrales, comparable a los números de otras zonas. En realidad, comparado al resto de las lenguas quechuas, los quechuas centrales representarían una minoría de las lenguas de la familia: existen tres o cuatro quechuas centrales, frente a nueve o más lenguas quechuas distintas fuera de la zona central. Esta conclusión también es apoyada por el recálculo de la base de datos léxicos de Torero hecho por Heggarty (2007: 333-335), quien encontró que la zona central tiene la misma diversidad léxica que la zona sureña. Aunque es cierto que están difundidos de manera más dispersa, los quechuas sureños constituyen por lo menos tres o cuatro lenguas, al igual que la zona central. La diversidad dialectal rural del cuzqueño-boliviano no debe ser subestimada a pesar de la existencia de un estándar formal-urbano en esa zona. Cuando también comparamos la cantidad alta de distintas quechuas del norte de Perú y Ecuador-Colombia, resulta que la diversidad quechua moderna no está concentrada en la zona central solamente, sino que está distribuida alrededor de todo el territorio quechuahablante.
5.2. “El quechua” versus “las lenguas quechuas”
Más allá de la pregunta de exactamente cuántas lenguas son, no hay duda de que no se trata de una sola lengua quechua, sino de una familia lingüística. Referirse a la familia entera como “el quechua” y “la lengua quechua” como se suele hacer puede tener consecuencias negativas de varios tipos. Por ejemplo, bajo la idea de un solo quechua, se pueden aplicar materiales oficiales o pedagógicos en comunidades donde realmente no se corresponden con la lengua local. Esto no es relevante solamente para la educación, sino también es necesario para miembros de las comunidades exigir que sus lenguas sean reconocidas como distintas como parte de luchas de autonomía cultural o territorial. Además, cuando tratamos la familia quechua como una sola lengua caemos en el hábito de llamar a sus lenguas miembros “dialectos”, algo que puede fomentar la discriminación por el sentido despectivo de la palabra. Por ejemplo, puede resultar en que se denieguen propuestas para proyectos de documentación lingüística e investigación por tratarse sobre un “dialecto” en vez de una lengua.
Por otro lado, es entendible que a veces programas de enseñanza de lenguas quechuas quisieran representar la familia como una sola lengua, para animar a estudiantes diciéndoles que van a poder usar la lengua en cinco países distintos. Sin embargo, la realidad no es tan sencilla. Aunque siempre se puede mencionar que estudiar una lengua quechua da muchas ventajas para un estudio acelerado de otra lengua quechua, como tienen mucho en común, es necesario reconocer que estudiar una lengua quechua no permite comunicarse con hablantes de otra directamente sin ninguna adaptación. Para darles unos ejemplos conocidos, se puede explicar que estudiar una lengua quechua ya sabiendo otra es algo parecido a estudiar portugués ya sabiendo español o estudiar alemán ya sabiendo inglés. Esperamos que este trabajo sea una guía de cómo abandonar la práctica común homogeneizante y reduccionista de referirse a “la lengua quechua”, y usar los nombres de las lenguas quechuas específicas acorde con las posturas interculturales de reconocimiento de la diversidad lingüística quechua como recurso, riqueza y valor.
Volviendo a la sugerencia hecha al inicio de este artículo, los lingüistas podríamos ofrecer una respuesta a la pregunta “¿cuántas lenguas quechuas hay?”, aceptando que es parcialmente subjetiva y que pueden ofrecerse diferentes propuestas: creemos que “entre doce y dieciséis lenguas” es la caracterización más sólida basada en la evidencia que tenemos. Un número así nos da un punto de partida para la política lingüística, y subraya la necesidad de considerar la diversidad real y no intentar forzar la unificación entre diferentes lenguas quechuas. Consideramos que una respuesta corta y general como “Más de diez lenguas entre todos los países andinos” también podría ser adecuada para comunicar la diversidad brevemente al público. Se puede ofrecer la sugerencia de usar diferentes términos regionales como “quechua ancashino”, “quechua cajamarquino”, “quechua ayacuchano” (o “quechua chanca”), “quichua serrano ecuatoriano”, “ingano colombiano”, “quichua argentino” y similares, y compararlos con las “lenguas” de familias como romance o eslavo o maya que el público entiende mejor como conjuntos de múltiples lenguas cercanamente relacionadas entre ellas.
Difundir el mensaje de que las lenguas quechuas son múltiples lenguas distintas crea consecuencias positivas tanto para las comunidades de hablantes, al validar formas locales de hablar, como para la lingüística, el enseñarnos mucho sobre la diversificación lingüística. Este estudio es solamente un intento inicial de asignar un número específico de lenguas a la familia, y nuestra propuesta podría ser mejorada con la contribución de investigadores trabajando con comunidades quechuahablantes en zonas que no se han documentado muy profundamente todavía. Sin embargo, con la estimación presentada en este estudio tal vez ya vamos acercándonos a una respuesta a la pregunta de cuántas lenguas quechuas existen.

















