Sra. editora:
Los dientes, diseñados para perdurar a lo largo de toda la vida, pueden perderse por diversas razones, tales como fracturas radiculares o caries extensas. Sin embargo, los casos de dientes comprometidos por enfermedad periodontal con un pronóstico incierto o dudoso suelen recibir escasa atención y, con frecuencia, se les dicta una «sentencia de muerte». Por otro lado, la introducción de los implantes dentales como alternativa terapéutica ha transformado la práctica clínica cotidiana, mejorando significativamente la salud bucal y la calidad de vida de los pacientes. En este contexto, las altas tasas de éxito de los implantes osteointegrados, sustentadas por sólida evidencia científica, han motivado a los profesionales a buscar un modelo terapéutico óptimo.
No obstante, este enfoque debe ser utilizado con precaución, ya que los implantes presentan riesgos de fallo y complicaciones. La colocación indiscriminada de estas prótesis, frecuentemente asociada a iatrogenias e infecciones, genera grandes desafíos clínicos. Decidir qué diente extraer no es una elección trivial, sino que requiere una evaluación minuciosa y racional. Inicialmente, muchos dientes muestran signos de mejora tras el tratamiento periodontal, mientras que otros no, lo que exige una decisión más cuidadosa. Por lo tanto, ante la duda, es preferible conservar el diente. Esta postura conservadora está basada en la evidencia, ya que la literatura científica ha corroborado la longevidad de los dientes tratados y restaurados periodontalmente (1, 2).
Es preocupante que el conocimiento basado en evidencia científica para el tratamiento de dientes con enfermedad periodontal esté siendo subestimado, dando como resultado una clara falta de esfuerzo para salvar a estos dientes (3). Estudios señalan que cuanto menor es el nivel de entrenamiento de un clínico, más frecuentemente se recomienda la extracción, lo que provoca cambios significativos en el enfoque hacia los pacientes (4, 5). Algunos clínicos defienden que los dientes comprometidos periodontalmente deben ser extraídos para preservar el volumen óseo necesario para la colocación de implantes; sin embargo, este abordaje agresivo no está respaldado por la literatura (6). Por lo tanto, reemplazar dientes comprometidos por implantes no debe considerarse una solución definitiva para el tratamiento de enfermedades periodontales.
Es un dilema frecuente para los clínicos decidir si mantener dientes afectados por enfermedad periodontal, ya sea por falta de capacitación, desconocimiento de la evidencia o negligencia. Considerar solo las tasas de supervivencia dental es insuficiente, pues el pronóstico depende de la extensión y gravedad de la enfermedad. Dientes con daño periodontal severo pueden ser tratados y conservados mediante raspado y alisado radicular y terapia de mantenimiento periodontal. La literatura demuestra que estos procedimientos pueden proporcionar dientes pilares para prótesis fijas con buen pronóstico a largo plazo (7). La presencia de lesiones de furcación dificulta aún más la decisión de conservar el diente, siendo la extracción la opción más frecuente, a pesar de la evidencia de buenos resultados a largo plazo (2, 8).
Actualmente, la creciente demanda de tratamientos estéticos y la fuerte inversión de la industria han generado una tendencia global hacia la indicación de implantes dentales, incluso en casos donde los tratamientos conservadores podrían ser una alternativa viable. Esta dinámica de mercado, impulsada por factores comerciales y no siempre basada en evidencia científica, ha impactado significativamente en las decisiones clínicas, disminuyendo la frecuencia de tratamientos que preservan el tejido dental. Además, en la terapia con implantes, aunque las tasas de supervivencia puedan ser alentadoras, la ocurrencia de complicaciones es común, lo que nos lleva a reflexionar si los dientes comprometidos periodontalmente podrían tener una vida útil más larga que los implantes (9, 10). En este sentido, los implantes dentales son una modalidad de tratamiento desarrollada para casos en los que la preservación del diente ya no es posible, y no para sustituir indiscriminadamente la dentición natural














