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Liberabit

versión impresa ISSN 1729-4827

liber. vol.20 no.1 Lima ene. 2014

 

ARTÍCULOS

 

Funcionamiento familiar de consumidores de sustancias adictivas con y sin conducta delictiva

Family functioning of consumers of addictive sustances with and without criminal behavior

 

Ana Olivia Ruíz Martínez*, Marcela Ivonne Hernández Cera**, Pedro Joaquín de Jesús Mayrén Arévalo*** y Ma. De Lourdes Vargas Santillán****

* Universidad Autónoma del Estado de México, Centro Universitario Zumpango, México. ana_olivi@yahoo.com.mx
** Universidad del Valle de México, México. march_milch@hotmail.com
*** Universidad Autónoma del Estado de México, Centro Universitario Zumpango, México. mayrenp@hotmail.com
**** Universidad Autónoma del Estado de México, Centro Universitario Zumpango, México. celulalula1974@gmail.com

 


RESUMEN

El objetivo de esta investigación es comparar el funcionamiento familiar de consumidores de sustancias adictivas que delinquen con respecto a consumidores que no delinquen y un grupo control que no es consumidor ni delinque. Se estudió una muestra de 150 jóvenes distribuidos en los tres grupos de comparación, quienes contestaron la Escala de Clima Social en la Familia (FES), obteniéndose diferencias significativas entre el grupo de consumidores que delinquen y el grupo control con respecto a la cohesión y el conflicto familiar. Asimismo, las actividades intelectuales-culturales aparecen relegadas en ambos grupos de consumidores en relación con el grupo control. Se sugiere indagar otros factores mediadores como autoestima, personalidad, abuso emocional familiar, violencia familiar y considerar los condicionantes socioculturales que rodean actualmente a los consumidores y sus familias.

Palabras clave: Adicción, delincuencia, funcionamiento familiar.

 


ABSTRACT

The objective of this study is to compare the family functioning of consumers of addictive substances that commit crimes with respect to consumers who do not commit crimes and a control group that is not a consumer or a delinquent. We studied a sample of 150 young people distributed in three comparison groups who answered the Family Environment Scale (FES) resulting significant differences between the Group of consumers who commit crimes and the control group with regard to the cohesion and family conflict. Also, intellectual-cultural activities appear relegated in both groups of consumers relative to the control group. It is suggested to investigate other factors as personality, self-esteem, family violence, emotional abuse and consider the socio-cultural constraints that currently surround the consumers and their families.

Key words: Addiction, delinquency, family functioning.

 


Introducción

El problema del uso y abuso de sustancias aumenta día a día alcanzado niveles preocupantes que rebasan los intentos personales, familiares y sociales para solucionarlo. En México la Encuesta Nacional de Adicciones, ENA 2011 (Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz-INPRFM, 2012) señala que el consumo de alcohol ha aumentado en adolescentes y adultos entre 12 y 65 años, en ambos sexos, el patrón más frecuente es el consumo alto (53.6% en adultos) que implica consumir grandes cantidades (más de 4 o 5 copas) en cada ocasión que se bebe. Las personas que reportan tres o más síntomas durante el último año (probable dependencia al alcohol) representan el 6%, que equivale a 4.9 millones de personas, lo cual se agrava si se considera que el consumo de alcohol aumenta cuatro veces el riesgo de consumo de otras drogas ilícitas (Gómez-Maqueo, Gómez, Morales & Pérez, 2009). En cuanto al tabaco se calcula un 21.7% de fumadores activos, el patrón de consumo más frecuente es el ocasional y 1.5% millones de personas presentan adicción. Con referencia al consumo de drogas, las cifras de la década anterior señalaban un aumento en el consumo de sustancias adictivas como la heroína y las drogas de diseño (Villatoro et al., 2002), y advertían que el abuso de inhalantes y de marihuana se asociaba con el incremento en el consumo de cocaína (Medina-Mora, Natera, Cravioto, Fleiz & Tapia, 2001). Actualmente, la ENA, 2011 reporta una prevalencia de 1.8% de consumo de drogas, indicando que la marihuana permanece como la droga ilícita de mayor consumo (1.2%), seguida de la cocaína (0.5%); además el 0.7% de los encuestados presentan dependencia a alguna droga lo que equivalente a 550 000 personas. Las cifras son mayores para hombres que para mujeres, también son más altos en adultos que en adolescentes; desafortunadamente el consumo de alcohol y tabaco en todos los grupos va en aumento y el de drogas ilegales se mantiene estable. En América se siguen tendencias similares, aunque con diferencias por regiones geográficas; el consumo del alcohol en población general oscila entre 10% y 67% y el consumo excesivo se encuentra entre 31.3% y 64.7% en estudiantes secundarios. La prevalencia de consumo de marihuana en el último año se encuentra entre 0.35% y 13.6%; mientras que el de cocaína se calcula en 1.4% en población general (Organización de Estados Americanos - OEA, 2011).

Se reconoce ampliamente que el abuso de sustancias adictivas afecta a jóvenes y adultos jóvenes que se encuentran en la etapa productiva de su vida. A pesar de ello, el contexto sociocultural resulta permisivo, las drogas adquieren significados de pertenencia e identidad y se utilizan para divertirse, socializar y sentirse acompañados (Secades, 2001). De manera particular, cuando el adolescente se inicia en el abuso del alcohol puede estar recurriendo a dicha conducta como un medio de ajuste a su grupo de pertenencia y a la sociedad que le resulta sumamente compleja (Pons & Buelga, 2011).

El creciente problema de las adicciones es complicado y requiere ser abordado desde un enfoque multideterminado que tenga en cuenta factores genéticos, psicosociales y ambientales que expliquen el desarrollo y manifestación de esta conducta nociva; así como de un análisis del contexto ecológico que permita entender la interacción de los microsistemas individual y familiar (Bronfenbrenner, 2005; Pons & Buelga, 2011). En la presente investigación se reconoce la multideterminación, se pone énfasis en los factores familiares por considerar que la aproximación a este grupo primario resulta relevante en la etiología y el tratamiento; y considerar que es la familia el grupo que recibe, en primera instancia, las consecuencias de las adicciones de sus integrantes.

La revisión del contexto familiar actual muestra que en este grupo recaen exigencias sociales cada vez más fuertes, como: presión económica constante, incorporación de los padres a jornadas de trabajo excesivamente largas, decremento de las redes sociales que den el soporte en la crianza de los hijos, familias con núcleos incompletos, familias ensambladas y hogares unipersonales (Cerrutti & Binstock, 2009). De esta manera, el usuario de sustancias adictivas no se enfrenta solamente a un ambiente sociocultural de poca supervisión, y permisivo hacia las drogas, sino que se desarrolla y convive dentro de un sistema familiar presionado por un contexto sociocultural complejo.

Asociado al consumo de sustancias adictivas, la literatura revisada señala algunos factores de riesgo, tales como: pertenecer a familias disfuncionales, violencia familiar, inseguridad de los padres, poco contacto con la familia o percibir un ambiente familiar negativo, ausencia de afecto y aceptación (Buelga & Pons, 2004), prácticas permisivas, paternidad que incrementa la impulsividad (Patock-Peckham & Morgan-López, 2006), padres con perfiles pro-alcohol, poca supervisión y baja calidad en la relación con sus hijos (Abar, 2012). Asimismo se reconoce que la familia, al ser el grupo primario recibe las consecuencias directas de la adicción tales como: el deterioro de las relaciones familiares, hostilidad, desequilibrio afectivo y problemas de comunicación. De igual manera, el consumo de sustancias acarrea secuelas sociales, como el incremento de delincuencia, desintegración de las instituciones, baja productividad, incremento de accidentes y mortalidad.

Dentro de estas repercusiones sociales destaca por su importancia la delincuencia, entendida como aquella conducta que por un hacer u omitir algo infringe la ley penal, en donde el sujeto puede actuar como autor, cómplice, encubridor o desarrollar cualquier acción punible (Neuman, 2001). De manera desafortunada, en la actualidad este tipo de conductas se presentan en jóvenes de edades cada vez más tempranas, quienes se ven involucrados en robos, asesinatos, tráfico de drogas, asalto a mano armada, por citar los más comunes. La conducta antisocial y delictiva se ha incrementado, el número de menores puestos a disposición de autoridades legales aumentó de 2623 en 1999 a 3506 en el 2003 (Medina-Mora, Villatoro, Gutiérrez, Juárez & Fleiz, 2005). Muchas de estas conductas delictivas se cometen por primera vez bajo los efectos de alguna droga, principalmente por intoxicación de alcohol (Ruíz, 2005).

En este sentido, los estudios de Medina-Mora et al. (2001) señalan que el 32.2% de los estudiantes de nivel bachillerato o equivalente de la Ciudad de México reportaron haber cometido actos antisociales desde robar pequeñas cantidades de dinero (16.2%) hasta usar armas para asaltar (5.6%), y solamente 8% había usado alguna vez sustancias psicoactivas ilegales. Sin embargo, el riesgo de usar sustancias fue mayor entre los individuos que habían cometido actos antisociales, especialmente en aquéllos que habían consumido inhalantes y cocaína.

Sayeg (2007) propone que el consumo de drogas predispone a la delincuencia por diferentes vías: a) estilos de vida que transgreden la normatividad social, b) robo para financiar el consumo de drogas y c) reducción de inhibiciones y capacidad de juicio que se asocian con conductas violentas. Por ello es necesario considerar las condiciones que favorecen tanto las adicciones como la delincuencia.

En México se han realizado algunos estudios que resaltan la contribución familiar; por ejemplo, Natera, Medina, Solís y Tiburcio (2001) estudiaron la influencia de la historia familiar de consumo de alcohol en los participantes de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) de 1988. Ellos fueron ubicados en dos grupos: a) no casos y b) consumidores consuetudinarios. Los resultados estadísticos señalan un mayor porcentaje de hombres que de mujeres que consumen alcohol frecuentemente, que presentan dependencia y cuentan con antecedentes de historia familiar de consumo de sus padres.

Por su parte, Ortiz, Soriano, Meza, Martínez y Galván (2006) analizaron el consumo de sustancias en 694 participantes (618 hombres y 76 mujeres), de 11 a 30 años o más, pertenecientes a instituciones de atención a la salud y procuración de justicia. Encontraron que tanto hombres como mujeres señalan a los problemas familiares como el antecedente principal de la adicción; asimismo, reconocen a la familia como el grupo que recibe las mayores repercusiones derivadas de su consumo de sustancias adictivas.

Del mismo modo, entre las personas que solicitan tratamiento de adicciones se observa que los integrantes de familias disfuncionales son más vulnerables al consumo de drogas, debido a que se agudizan los conflictos en la comunicación y a nivel emocional, además de estar expuestos a desventajas por falta de recursos sociales (Iraurgi, Sanz & Martínez, 2004).

En cuanto al funcionamiento familiar de personas con conductas delictivas, Mirón, Luengo, Sobral y Otero (1998) trabajaron con una muestra de 347 adolescentes encontrando que aquellos que han cometido un acto delictivo se diferencian de los no delincuentes en cuanto a las relaciones afectivas y a los aspectos normativos de su entorno familiar. Las variables afectivas fueron más importantes que las normativas para diferenciarlos, de tal forma que el bajo nivel de apego del hijo a los padres y el alto conflicto familiar se asocian con delincuencia.

Reconociendo la estrecha relación que existe entre el consumo de sustancias adictivas y la delincuencia; así como, la relevancia del entorno familiar cabe cuestionarse ¿cómo funcionan estas familias?, y si ¿es posible que las diferencias en el funcionamiento familiar ayuden a comprender por qué algunos adictos delinquen y otros no? Por lo tanto con el propósito de averiguar si existen diferencias en la población de consumidores de sustancias adictivas con y sin delincuencia, el presente estudio compara el funcionamiento familiar de consumidores de sustancias adictivas que delinquen, consumidores de sustancias adictivas que no delinquen y un grupo control sin drogadicción y sin delincuencia.

Dados los antecedentes teóricos revisados, la hipótesis de trabajo suponía que los consumidores de sustancias adictivas que delinquen y los que no delinquen tendrían mayor problemática en su funcionamiento familiar que aquellos participantes sin drogadicción y sin delincuencia; y más aún podría suponerse que los consumidores que delinquen tendrían mayor problemática en su funcionamiento familiar que los consumidores que no delinquen.

Método

Diseño

La presente es una investigación de tipo no experimental con un diseño de corte transversal, específicamente con un diseño de tres muestras independientes.

Participantes

Se trabajó con una muestra no probabilística de sujetos voluntarios, el número de participantes de cada grupo (n = 50) se definió de acuerdo a la disponibilidad de la institución permitiendo el acceso a la población hasta completar el número establecido. Participaron 150 personas cuyas edades oscilaron entre 13 y 35 años, de sexo masculino (94) y femenino (56) que se dividieron en 3 grupos de acuerdo a sus respuestas sobre consumo de sustancias y conductas delictivas del Cuestionario Descriptivo (Tabla 1):

 

 

Grupo 1, Consumidores recurrentes con conductas delictivas: conformado por 50 consumidores de sustancias adictivas que delinquen, consumen tanto drogas legales (alcohol y tabaco) como ilegales (marihuana, cocaína, inhalantes), su consumo de alcohol excede 6 copas por ocasión, consumen 2 o más días a la semana y reportan dificultades familiares, escolares y/o sociales, por lo que se encontraban internos en un centro de rehabilitación. Refieren haber cometido hechos delictivos (60% robo a la propia familia, 52% robo a transeúntes, 26% robo a casa-habitación, 18% robo de automóviles, 6% secuestro, 6% asesinato, 4% delitos sexuales, 6% otros).

Grupo 2, Consumidores recurrentes sin conductas delictivas: conformado por 50 consumidores de sustancias que no delinquen, consumen tanto drogas legales (alcohol y tabaco) como ilegales (marihuana, cocaína, inhalantes), su consumo de alcohol excede 6 copas por ocasión, consumen 2 o más días a la semana y reportan dificultades familiares, escolares y/o sociales, por lo que se encontraban internos en un centro de rehabilitación. Manifiestan no haber cometido ningún hecho delictivo.

Cabe señalar que al momento de la investigación los participantes de ambos grupos estaban anexados (internamiento de 24 hrs. por un lapso de 3 meses) para rehabilitarse de problemas de adicción a drogas en una organización no gubernamental.

Grupo 3, No consumen y no delinquen: conformado por 50 personas que no consumen sustancias adictivas (legales o ilegales), reportan que a lo largo de su vida no han consumido o solo han consumido una vez alcohol (38%) o tabaco (20%). No reportan dificultades familiares, escolares y/o sociales asociados al consumo de sustancias. Manifiestan no haber cometido ningún hecho delictivo. Este grupo fue equivalente en edad a los grupos de consumidores y fue seleccionado de instituciones educativas y sociales de la misma zona geográfica (norte del Estado de México).

Instrumentos

Los datos fueron recabados mediante dos instrumentos:

  1. Cuestionario descriptivo: incluye los datos demográficos, datos sobre el consumo (considerando sus hábitos de los 3 últimos meses), tipo de sustancia consumida y tipo de delito cometido.

  2. Escala de Clima Social en la Familia (FES), (Moos, Moos & Trickett, 1980), validada en España por Seisdedos, Cruz y Cordero (1984). Evalúa las características socioambientales de la familia, describe las relaciones interpersonales entre los miembros, los aspectos de desarrollo que tienen mayor importancia en ella y su estructura básica. Evalúa tres dimensiones, en las que se distribuyen 10 subescalas, completando un total de 90 reactivos: a) Relaciones: cohesión, expresividad, conflicto, b) Desarrollo: autonomía, actuación, actividades intelectuales-culturales, sociales-recreativas y morales-religiosas, y c) Estabilidad: organización y control. En México se obtuvo un alfa total de Cronbach de .78 y el análisis factorial encontró los mismos factores que la escala original (Ayala, Fulgencio, Chaparro & Pedroza, 2000). En la presente investigación se obtuvo un alfa de Cronbach = .80.

Procedimiento

La investigación se realizó en un centro de rehabilitación de adicciones, a cargo de una organización no gubernamental en donde se encontraban internos los consumidores de sustancias; asimismo se contó con la colaboración de grupos comunitarios e instituciones educativas en donde se seleccionaron los integrantes del grupo control.

En primer lugar, se presentó el protocolo de investigación a las autoridades de las instituciones participantes, asegurando el manejo ético del estudio, donde la participación fue voluntaria, sin riesgos al contestar los cuestionarios, manejo confidencial de los datos, derecho a retirarse de la investigación, derecho a solicitar los resultados. Las autoridades de cada institución autorizaron la aplicación y los participantes aceptaron mediante la carta de consentimiento informado su participación voluntaria, en caso de menores de edad también se solicitó el consentimiento de los padres. En la institución clínica, la aplicación fue en grupos de 5 a 10 integrantes; a las personas analfabetas (2) se les atendió de manera individual, leyéndoles las preguntas y registrando su respuesta. Para obtener los datos del grupo control (no consumidores y no delinquen), se acudió a instituciones de la comunidad donde los participantes resolvieron los cuestionarios de manera grupal, y se seleccionaron aquellos que cubrieron las características del grupo No consumidores y no delinquen, hasta igualar el tamaño de la muestra con los grupos de consumidores.

Análisis de datos

Después de los análisis exploratorio y descriptivo, los datos se sometieron al Análisis de Varianza Unidireccional (ANOVA oneway), con la finalidad de comparar las subescalas del funcionamiento familiar percibido por cada uno de los grupos participantes, como prueba de comprobación Pos-Hoc se utilizó la prueba Tukey.

Resultados

En primer lugar, se exploró el funcionamiento familiar de cada grupo, elaborando las matrices familiares que ordenan jerárquicamente los elementos del funcionamiento familiar de acuerdo a la percepción que tienen los participantes de su clima familiar actual. De esta manera, el primer sitio de la jerarquía es ocupado por la subescala que obtuvo el mayor promedio y el décimo lugar corresponde a la que obtuvo el menor promedio dentro de cada uno de los grupos (Tabla 2).

 

 

Se aprecia que los consumidores de sustancias que delinquen perciben que el elemento del funcionamiento familiar al que se le da mayor importancia en su familia es la autonomía, seguido por organización y actuación. La posición intermedia está ocupada por las siguientes subescalas: conflicto, expresión, actividades morales-religiosas, y control o normatividad familiar. En tanto que, la cohesión, y las actividades social-recreativas e intelectual-culturales ocupan los últimos sitios. Este grupo percibe que en sus familias, cada integrante está más orientado a conseguir sus propios intereses, se organizan y buscan la obtención de logros; pero, presentan conflictos familiares; consideran que en su familia existe poco soporte afectivo y escasas actividades de desarrollo compartidas entre sus miembros.

Por su parte, los consumidores de sustancias que no delinquen coinciden con aquellos que delinquen, en ubicar en el primer lugar de importancia a la autonomía, pero invierten el orden en cuanto a la actuación y la organización; en tanto que en la parte intermedia de su jerarquía perciben a la expresión, cohesión y actividades recreativas-sociales y morales-religiosas. Consideran que el conflicto y las actividades intelectuales-culturales son los aspectos con menor relevancia en sus familias. Si bien, en este grupo sus integrantes están centrados en sus intereses, obtención de logros y organizados; también perciben un interés moderado en aspectos fundamentales de las relaciones familiares como la expresión y soporte afectivo entre sus miembros, además que comparten diversos tipos de actividades.

En contraste con los grupos de consumidores de sustancias, en el grupo de comparación (No consumidores que no delinquen), el primer lugar lo ocupa la cohesión mientras que en los grupos de consumidores esta subescala se encuentra desplazada hasta el octavo y quinto lugar. La organización y la autonomía también resultan aspectos importantes como en los grupos de consumidores. En el grupo control, las posiciones intermedias están ocupadas por las actividades intelectual-culturales, actuación, expresión y actividades social-recreativas y morales-religiosas. En las últimas posiciones aparecen el control o normatividad familiar y el conflicto, este último ocupa el cuarto lugar en el grupo de consumidores que delinquen y el noveno en aquellos que no delinquen.

En esta primera aproximación jerárquica del funcionamiento familiar se encontraron diferencias entre consumidores y no consumidores; presentándose mayor similitud entre los grupos de consumidores en contraste con el grupo control. Sobresalen las subescalas de cohesión, conflicto y actividades intelectuales-culturales como aquellas que presentan jerarquías distantes entre los grupos de consumidores y no consumidores.

En un segundo momento fue necesario identificar si existían diferencias estadísticamente significativas entre los grupos, para ello se utilizó un ANOVA de una vía. Los resultados muestran diferencias significativas (p < .001) en las subescalas de cohesión y conflicto. El grupo de consumidores que delinquen presentan menor cohesión (F = 7.47, p < .001) y mayor conflicto (F = 7.16, p < .001) que el grupo de no consumidores, en tanto que el grupo de consumidores que no delinquen no presentó diferencias significativas con el grupo control.

 

 

Discusión y conclusión

La revisión de los resultados evidencian lo enriquecedor al hacer la distinción entre consumidores de sustancias que delinquen y no delinquen en comparación con personas que no presentan ninguna de estas dos problemáticas, ya que permite caracterizar de mejor manera a los grupos, encontrando coincidencias, pero también puntos de inflexión que marcan la diferencia.

En cuanto a las características del grupo de consumidores que delinquen, se encontró que estos consumen mayor cantidad de sustancias ilícitas que los consumidores que no delinquen. Los principales delitos presentados en esta población son: robo a sus familias, robo a transeúntes; y, en menor medida, robo de autos, robo a casa-habitación y asesinato, coincidiendo así con Medina-Mora et al. (2005) quienes señalan que entre los jóvenes el robo es el delito más frecuente; además, los presentes resultados muestran que algunos robos se dan en la propia familia y que un porcentaje menor de participantes cometen delitos graves como asesinato y secuestro.

La hipótesis inicial del presente estudio proponía que los jóvenes consumidores que delinquen y los que no delinquen tendrían mayor problemática en su funcionamiento familiar comparados con los jóvenes del grupo control; también, se vislumbraba que los jóvenes consumidores que delinquen tendrían mayor problemática en su funcionamiento familiar frente a los jóvenes consumidores que no delinquen.

Una vez expuestos los resultados, se confirma que existen diferencias significativas en el funcionamiento familiar entre consumidores de sustancias y no consumidores de sustancias, pero solamente entre aquellos que delinquen y el grupo de comparación. Las principales diferencias se encuentran en la cohesión y el conflicto familiar. En las familias de consumidores de sustancias que delinquen existe menor cohesión familiar, indicando ausencia de lazos afectivos emocionales y desunión entre sus integrantes. Asimismo, en estas familias existe mayor conflicto caracterizado por discusiones frecuentes y énfasis en aspectos negativos de la interacción como se ha reportado con anterioridad (Ortiz et al., 2006). No obstante, en los presentes resultados no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre consumidores no delincuentes y no consumidores, es decir, no se presenta una relación directa entre las carencias del funcionamiento familiar y la adicción, sino que se requieren de otras conductas como la delincuencia para que se marque la diferencia. Al respecto investigaciones recientes, consideran que la influencia familiar es un factor explicativo distal, por lo que se requiere estudios que evalúen los efectos mediadores de factores como la autoestima (Jiménez, 2011) y el abuso emocional en la familia (Perkins, Elifson & Sterk, 2010). El diseño no experimental utilizado en la presente investigación impide sugerir que el funcionamiento familiar incremente el consumo de sustancias, los autores nos inclinamos a pensar en los efectos bidireccionales entre los microsistemas individual y familiar (Pons & Buelga, 2011; Valdenegro, 2005) donde el funcionamiento familiar deteriorado se suma a las carencias personales generando un clima propicio para la conducta antisocial, y a la vez las conductas adictivas y delictivas impactan en el funcionamiento de los integrantes de la familia. Se sugiere profundizar la evaluación de la interacción individuo-familia a través de estudios longitudinales que incluyan otras variables mediadoras que han mostrado su relación con el abuso de sustancias y la delincuencia, como son: sexo, antecedentes familiares de adicción, autoestima (Jiménez, Misutu & Murgui, 2008), personalidad (Larkins & Sher, 2006) violencia intrafamiliar de acuerdo a la combinación de sustancias consumidas (Smith, Hosmish, Leonard & Cornelius, 2012).

Es importante considerar que un ambiente familiar desunido y conflictivo, resulta un factor de riesgo no solo para el adicto y delincuente, sino para el resto de los integrantes, quienes también ven mermada la calidad de sus relaciones familiares y enfrentan el impacto emocional de la adicción de uno de sus miembros. Como señalan Orford y Copello (2007) los familiares se preocupan y se ven afectados por sus parientes que consumen drogas, están inmersos en circunstancias estresantes, enfrentan la problemática de diversas maneras (tolerancia, involucramiento y retiro), a pesar de dichas condiciones suelen contar con redes sociales de apoyo y fomentan la motivación del usuario para buscar tratamiento (López, 2009). Los familiares no son responsables de la farmacodependencia ni pueden darle al adicto un tratamiento rehabilitador, de lo que sí son responsables es de su propio actuar, sus conductas, sus emociones, su confusión, sus patrones de interacción desligada y problemática, su recuperación. Por ello, estudios subsiguientes necesitarán evaluar directamente la percepción de los familiares.

Los resultados encontrados señalan que los consumidores de sustancias que delinquen y que no delinquen perciben que en su familia se le da mayor importancia a los aspectos de autonomía, organización y actuación, los cuales conllevan una tendencia hacia la búsqueda de intereses personales, toma de decisiones, planificación de actividades y responsabilidades y acciones orientadas competitivamente hacia el logro, lo cual no se refleja en la literatura sobre el tema; parecería que estas familias están más orientadas a la independencia y logro que al cuidado de la unión y vínculos familiares. Hace falta explorar estos aspectos, mediante preguntas que indaguen ¿qué tipo de decisiones toman?, ¿cómo orientan sus acciones competitivas? y ¿qué entienden por lograr sus objetivos y conseguir el éxito? Para averiguar si estos aspectos también giran en torno a las adicciones y la delincuencia, o bien forman parte de la puesta en marcha de los recursos individuales y familiares con los que enfrentan sus problemáticas.

Asimismo, resalta que en los grupos de consumidores se percibe un descuido importante de las actividades intelectuales-culturales en la familia, lo que puede hablar de las carencias educativas y sociales que limitan las opciones de desarrollo. Esto resultados son una invitación para ir más allá de los discursos disponibles para entender la conducta del usuario (conflicto y desunión familiar), porque trascienden la explicación patológica del consumo al señalar la necesidad de comprender y atender las prácticas específicas de un contexto determinado (Pacheco & Suárez, 2008).

Entre las limitaciones del presente estudio se encuentran, la carencia de una entrevista individual para realizar el diagnóstico clínico (dependencia o abuso) en los consumidores de sustancias, así como, la falta de un grupo de personas con conductas delictivas sin adicción para contrastar. Dichas limitaciones impiden generalizar los resultados y brindar explicaciones más estructuradas de la problemática. No obstante, consideramos que esta aproximación a la problemática ayuda a comprender que el funcionamiento familiar puede diferir de acuerdo a la presencia de conductas delictivas, lo cual podría ser considerado en las evaluaciones diagnósticas y en las estrategias de prevención y tratamiento.

Tomando en consideración las diferencias encontradas, las familias de consumidores de sustancias que delinquen se beneficiarían de orientación y/o tratamiento para superar las experiencias negativas vividas en su hogar y fortalecer sus vínculos afectivos, para que estén en condiciones de aprender a compartir actividades familiares e intelectuales-culturales, lo que obviamente no lograrán solos sino mediante la intervención de equipos de salud especializados que incluyan a la familia en el tratamiento (Marcos & Garrido, 2009).

Por lo tanto, el trabajo con la familia además de resolver problemas y reducir factores de riesgo estaría orientado a rescatar y fomentar aquellos factores protectores, tales como: estrechar los lazos entre padres e hijos en respuesta a la baja cohesión, aumentar la desaprobación de los padres hacia las drogas (Errasti et al., 2009), que los padres tengan conocimiento sobre dónde están sus hijos y qué actividades realizan (Walther et al., 2012); sería relevante insistir en las sanciones ante las transgresiones y el control parental estricto que ha mostrado prevenir el consumo de alcohol a largo plazo (Jessor, Costa, Krueger & Turbin, 2006; Van, Engels, Meeus & Dekovic, 2006). De esta manera, coincidimos con Weinreich e Hidalgo (2004) cuando señalan que la intervención familiar incluiría no solo la terapia familiar sino el trabajo comunitario con familias en riesgo biopsicosocial para propiciar la disminución de estos factores de riesgo y fomentar los factores de protección.

Tal como se señaló al inicio del trabajo las adicciones y la delincuencia rebasan los recursos personales y los límites familiares y se insertan en un contexto sociocultural complejo. Por ello, es pertinente una observación a la región latinoamericana, donde la cultura tiene una fuerte orientación familiar que desafortunadamente hoy se ve cuestionada porque los contextos familiares se han tornado más inestables, los riesgos sociales han ido en aumento y los requerimientos, especialmente hacia las mujeres, son cada vez mayores (Cerrutti & Binstock, 2009). México no es la excepción, la inseguridad laboral y social incide negativamente en el funcionamiento parental, la desvinculación entre los microsistemas familiar, escolar y de servicios de salud generan condiciones propicias para las adicciones y la delincuencia. Lo anterior se agrava aún más en poblaciones hispanas que se ven sometidas a procesos de migración que separan a las familias debido a variables macrosociales (Santiesteban, Suarez-Morales, Robbins & Szapocznik, 2006).

Esta breve aproximación sobre el funcionamiento familiar de consumidores de sustancias adictivas con conductas delictivas y sin conductas delictivas, no puede dejar pasar una reflexión final sobre las condiciones socioculturales que las favorecen. Se reconoce que las adicciones y la delincuencia no pueden reducirse a una conducta individual ni una consecuencia lineal del funcionamiento familiar, los presentes resultados tendrán que comprenderse dentro de un análisis que permita hablar de otras responsabilidades sociales como: las tendencias culturales individualistas, la marcada y persistente inequidad social, la alta incidencia de la pobreza y la deficiente provisión de servicios públicos, los cuales imprimen rasgos específicos a los procesos de cambio familiar.

En consecuencia, se necesitan acciones no solo individuales y familiares, sino políticas públicas que orquesten las medidas pertinentes en las áreas de economía, salud, educación y seguridad social; con el fin de ofrecer a la población mayores oportunidades para desarrollar estilos de vida saludables; así como servicios de prevención, detección y tratamiento oportuno.

 

Referencias

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Recibido: 01 de octubre de 2012
Aceptado: 30 de setiembre de 2013

 

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