INTRODUCCIÓN
El inicio de la vida universitaria es una etapa crítica para los jóvenes, pues los cambios en los métodos de aprendizaje y la búsqueda de mejores resultados académicos les generan conflictos emocionales que pueden afectar la sensación de hambre, apetito y saciedad, influyendo en su estado nutricional1. En efecto, se producen alteraciones antropométricas que pueden verse reflejadas en un índice de masa corporal (IMC) aumentado o disminuido.
Hasta el 2016, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1900 millones de adultos presentaban sobrepeso u obesidad2, constituyendo esta última, un problema de salud en aumento en el Perú3, donde aproximadamente el 60,20% de la población adulta presenta exceso de peso4. Entre sus consecuencias se encuentra el desarrollo de enfermedades no transmisibles (ENT) como diabetes mellitus, hipertensión arterial, síndrome metabólico y ovario poliquístico3.
Por otro lado, el estrés, proceso en el que se generan respuestas fisiológicas, emocionales y conductuales a partir de un estímulo5, provoca manifestaciones de índole cardíaco, tensión muscular, alteraciones en la respiración y problemas digestivos; además de deterioro del desempeño, trastornos del sueño, aumento o reducción del apetito y ansiedad6.
Según la OMS, la actividad física (AF) hace referencia a cualquier movimiento corporal que demande consumo de energía7. La AF previene la aparición de sobrepeso, obesidad y ENT, además tiene ventajas en los estados psicológico y cognitivo. Sin embargo, la inactividad física constituye un importante factor de riesgo de mortalidad a nivel mundial8.
El sedentarismo predispone a la ganancia de peso. Al respecto, se ha encontrado asociación entre el primero, el estado nutricional y el rendimiento académico moderado9; así como una elevada frecuencia de sobrepeso y obesidad en estudiantes de medicina10. En estos universitarios, se reporta que la prevalencia de sedentarismo es del 46% en EE.UU., 50% en Colombia, 70% en Chile y 79% en Perú11,12.
Los inconvenientes para realizar AF, la escasa motivación para realizar ejercicio, la baja o nula ingesta de vegetales y la tendencia a consumir comida rápida, bebidas energizantes y gaseosas como sustitutos del desayuno o almuerzo, pese al conocimiento de patrones alimenticios saludables;13,14además del creciente estrés académico, aumentan el riesgo para su salud. Ante tal problemática, en el presente estudio se evaluó la relación que existe entre el IMC, el estrés, actividad física y hábitos alimenticios en estudiantes de medicina.
MÉTODOS
Tipo y diseño
Se desarrolló un estudio observacional descriptivo de corte transversal, llevado a cabo con estudiantes de medicina de la Universidad Nacional de Trujillo (UNT) que acudieron al Servicio de Bienestar Universitario (SBU) en el periodo 2020.
Población y muestra
La población consistió en 619 estudiantes de primer a sexto año. Se realizó un muestreo por conveniencia, obteniendo una muestra de 306 alumnos (153 normopeso, 121 sobrepeso, 32 obesidad). Los criterios de inclusión fueron: estudiantes de medicina matriculados en el periodo 2020, cuyas historias clínicas presentaron datos completos sobre el IMC; los criterios de exclusión fueron: estudiantes con enfermedad que afecte el IMC, con impedimento físico y gestantes.
Variable e instrumentos
Se evaluaron las variables cualitativas: estado nutricional, actividad física, estrés y hábitos alimenticios. El estado nutricional se determinó a partir del IMC y se clasificó a la muestra en normopeso, sobrepeso y obesidad. La actividad física fue categorizada en baja, moderada y alta, haciendo uso del Cuestionario Internacional de Actividad Física (IPAQ)15. El estrés se clasificó en distrés y eustrés mediante la Escala de Percepción Global de Estrés para Universitarios (Adaptado y validado en estudiantes universitarios peruanos por Guzmán-Yacaman)16. Los hábitos alimenticios fueron registrados a través del Cuestionario de Frecuencia de alimentos modificada de Reyes17.
Se obtuvo acceso a las historias clínicas de los estudiantes atendidos en el Servicio de Bienestar Universitario (SBU) en el periodo diciembre 2019 - marzo 2020. Se revisaron los datos de peso y talla, tomados previamente por personal del SBU mediante el uso de una balanza mecánica marca Seca Modelo 700, con sensibilidad de 50 gramos; y tallímetro Seca 220, adecuadamente calibrados.
Procedimientos
A partir de la información obtenida de las historias clínicas pertenecientes al SBU, se calculó el IMC y se clasificó a los estudiantes en las categorías descritas, a través de una ficha de recolección de datos.
Posteriormente, para el llenado de los cuestionarios, se realizó una convocatoria virtual entre los estudiantes que presentaron datos completos en el SBU. A quienes aceptaron participar del estudio, se les solicitó llenar un consentimiento informado y un cuestionario para descartar posibles enfermedades crónicas que pudieran distorsionar el peso o la talla o ambas a la vez. Se verificó que los estudiantes cumplan con los criterios de inclusión y exclusión.
Una semana previa al inicio de las clases virtuales, a los participantes del estudio se les aplicó, mediante Google Forms, los cuestionarios referidos para evaluar las variables actividad física, estrés y hábitos alimenticios.
Análisis estadístico
La información fue registrada y ordenada mediante el programa Microsoft Excel 2016. Los resultados de las medidas antropométricas, estrés, actividad física y hábitos alimenticios de la muestra se organizaron en tablas y figuras de prevalencia. Se aplicó la prueba de Chi-cuadrado (X2) para evaluar la asociación estadística de variables categóricas, utilizando un nivel de significancia de 0,05 para determinar si existe relación o no entre las variables de estudio; el nivel de confianza fue de 95%.
Aspectos Éticos
El proyecto contó con la aprobación del Comité de Ética de Investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo. Se cumplió con las Pautas Éticas Internacionales para la Investigación relacionada con la Salud con Seres Humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la OMS para la recolección, almacenamiento y uso de datos en una investigación relacionada con la salud, cumpliendo con la codificación, confidencialidad y anonimato de los participantes18. Se cumplió lo establecido por el Código de Ética del Colegio Médico del Perú19.
RESULTADOS
La muestra estuvo conformada por 306 estudiantes de primer a sexto año de medicina: 195 varones (63,73%) y 111 mujeres (36,27%). Se contó con 153 estudiantes con normopeso (50%), 121 con sobrepeso (39,50%) y 32 con obesidad (10,50%). El promedio de edad fue 22 años (Tabla 1).
Número | Edad promedio del total | IMC | Total | ||||||
Año | Varones | Mujeres | Normal | Sobrepeso | Obesidad | ||||
Primero | 16 | 18 | 19,91 ± 1,83 | 17 | 15 | 2 | 34 | ||
Segundo | 50 | 28 | 20,55 ± 1,51 | 39 | 29 | 10 | 78 | ||
Tercero | 41 | 19 | 21,53 ± 1,81 | 30 | 25 | 5 | 60 | ||
Cuarto | 36 | 14 | 22,98 ± 2,27 | 25 | 21 | 4 | 50 | ||
Quinto | 27 | 15 | 23,05 ± 1,61 | 21 | 16 | 5 | 42 | ||
Sexto | 25 | 17 | 24,45 ± 1,19 | 21 | 15 | 6 | 42 | ||
Total | 195 | 111 | 21,95 ± 2,27 | 153 | 121 | 32 | 306 |
Frecuencia | Normopeso (%) | Sobrepeso (%) | Obesidad (%) | Total (%) | |||||||||||
Bebidas gaseosas | Nunca /casi nunca | 82,89 | 73,77 | 68,75 | 77,78 | Ocasional | 15,14 | 15,57 | 21,88 | 16,01 | Frecuente | 1,97 | 10,66 | 9,38 | 6,21 |
Frutas | Nunca /casi nunca | 7,19 | 7,44 | 9,38 | 7,52 | Ocasional | 16,34 | 20,66 | 18,75 | 18,30 | Frecuente | 76,47 | 71,90 | 71,87 | 74,18 |
Legumbres | Nunca /casi nunca | 1,31 | 6,61 | 0,00 | 3,27 | Ocasional | 19,61 | 23,14 | 31,25 | 22,22 | Frecuente | 79,08 | 70,25 | 68,75 | 74,51 |
Carnes | Nunca /casi nunca | 1,31 | 7,44 | 0,00 | 3,59 | Ocasional | 10,46 | 16,53 | 9,38 | 12,75 | Frecuente | 88,23 | 76,03 | 90,62 | 83,66 |
Alcohol | Nunca /casi nunca | 86,77 | 86,78 | 65,62 | 84,97 | Ocasional | 10,46 | 6,61 | 25,00 | 10,46 | Frecuente | 1,96 | 6,61 | 9,38 | 4,57 |
Significancia estadística, valor p: Legumbres p=0,049; carnes p=0,017; bebidas gaseosas p=0,030; alcohol p=0,005.
Respecto a la frecuencia de hábitos alimenticios en los estudiantes de acuerdo al IMC (Tabla 2), se encontró diferencia significativa en el consumo de bebidas gaseosas (p=0,030), legumbres (p=0,049), carnes (p=0,017) y alcohol (p=0,005). Las personas con IMC aumentado reportaron mayor consumo de bebidas gaseosas, carne y alcohol, mientras que una menor ingesta de legumbres. En relación a los alimentos de las categorías pastelería, golosinas, frutas y comida rápida, no se halló asociación significativa.
Además, se observó que la frecuencia de desayuno tuvo diferencia significativa en relación al IMC (p=0,037) (Tabla 3);
Normopeso (%) | Sobrepeso (%) | Obesidad (%) | Total (%) | |
Diario | 98,69 | 92,56 | 93,75 | 95,75 |
Ocasional | 1,31 | 7,44 | 6,25 | 4,25 |
100 | 100 | 100 | 100 |
Significancia estadística, valor p= 0,037
Diferencia significativa en relación al IMC (p=0,037) (tabla 3);encontrándose una menor frecuencia de su consumo ocasional en estudiantes con normopeso (1,31%) al compararlos con los que presentaron sobrepeso (7,44%) y obesidad (6,25%). Las demás variables estudiadas (ayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena) no tuvieron diferencia significativa.
Al evaluar la relación entre el estrés y el IMC, se observó que los niveles de distrés presentaron una asociación cercana a la significancia (p=0,055); siendo, tales niveles, menores en alumnos con obesidad (Figura 1).
En cuanto a la AF de los participantes según IMC, no se halló diferencia significativa. La actividad física baja fue de 36,60% en estudiantes con IMC normal, de 42,15% en estudiantes con sobrepeso y de 43,87% en los estudiantes obesos (Tabla 4).
DISCUSIÓN
Existen diversos factores que contribuyen a la calidad de vida de los universitarios de ciencias de la salud, entre ellos destacan los patrones alimenticios, los cuales sumados a la práctica de AF regular determinan su estado nutricional, que al mismo tiempo, guarda relación indirecta con el nivel de estrés del individuo, pues la baja actividad física se asocia a su incremento. Por tanto, se postula que un desequilibrio entre tales componentes se reflejará en la disminución o aumento del IMC del estudiante y supone mayor riesgo de enfermedad20. Al respecto, en un estudio realizado por Urbanetto et al. en estudiantes de enfermería, se evidenció incremento de peso en el 52,60%, así como niveles de estrés alto en el 29,50% y muy alto en el 36,80%. Además, el sobrepeso y la obesidad se asociaron a la inactividad física, al aumento de frecuencia de comidas ante situaciones estresantes y a la ingesta de alimentos poco saludables21.
Los hábitos nutricionales, tales como la ingesta de comida rápida, golosinas, bebidas gaseosas y, en algunos casos, alcohol, están relacionados con el incremento del IMC. En el presente trabajo, los estudiantes con IMC aumentado, señalaron un mayor consumo de bebidas gaseosas, carne y alcohol; así como una menor ingesta de legumbres. En relación al estado nutricional según hábitos alimenticios, de acuerdo a una investigación realizada por Reyes et al., la malnutrición por exceso o carencia es más frecuente en universitarios con hábitos alimenticios inadecuados22. Es así que, Becerra-Bulla et al., al evaluar la relación entre hábitos alimenticios y cambios en el estado nutricional de estudiantes de medicina, cuyo IMC presentó una tendencia al aumento mientras los alumnos transcurrían por la carrera, encontraron un alto consumo de lácteos, carnes y fruta; regular ingesta de verduras, alimentos de paquete y frituras; y ocasional de comidas rápidas y gaseosas23. Torres-Mallma et al., tras comparar el consumo de comida rápida y gaseosas, entre estudiantes de primer y sexto año de medicina, hallaron aumento en su consumo en el último grupo, también se encontró diferencia significativa en cuanto a la ingesta de alcohol, siendo más frecuente en los alumnos mayores14. En contraste con los estudios anteriores, en el presente, no se mostró diferencia significativa para pastelería, golosinas, verduras o comida rápida.
El patrón de alimentación regular incluye el desayuno, almuerzo y cena; suprimir una de estas comidas principales a largo plazo tiene efectos negativos en la salud24.
Según la literatura, la importancia del desayuno radica en que proporciona la mayor cantidad de energía para las actividades cotidianas; por tanto, su omisión afecta negativamente el rendimiento y salud del estudiante. Así mismo, se ha evidenciado que la toma de desayuno rico en fibra y frutas, reduce el riesgo de sobrepeso y disminuye la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles20. Torres-Mallma et al. encontraron, en estudiantes de medicina peruanos, que el 51,30% de los participantes tomaban desayuno siempre, lo cual atribuyen a factores como el horario de clases, sobrecarga de estudios, calidad de sueño y aspectos socioeconómicos14. En una cohorte realizada por Wennberg et al., se halló que la ingesta irregular de comidas, principalmente el mal consumo del desayuno durante la adolescencia predijo la aparición de síndrome metabólico en la edad adulta24. En contraste, en la presente investigación se encontró que los jóvenes consumen diariamente desayuno en un 95,75%. A pesar de ello, aún es necesario reforzar la educación en hábitos y consumo de alimentos que deben ser ejecutados como un plan de programas nutricionales incluidos en la educación universitaria.
Por otro lado, se ha dividido al estrés en positivo o “eustrés” y en negativo o “distrés”. Especialmente, este último, de persistir y tornarse crónico, mantiene al organismo en una sobreestimulación constante, que predispone al desarrollo de diversas patologías25. En el actual estudio, los niveles de distrés según el IMC mostraron una diferencia cercana a la significancia, presentándose los menores niveles en estudiantes obesos. Al respecto, en un trabajo realizado por Jalca-Ávila et al., en el que se evaluó el papel del estrés como desencadenante del incremento del IMC en estudiantes de Laboratorio Clínico, a pesar de no hallarse asociación con la obesidad, sí se observó entre el sobrepeso y los niveles de estrés bajo y medio26.
Se estudiaron diversos factores relacionados al aumento del IMC en los estudiantes de medicina. Se encontró que la AF catalogada como baja, según el cuestionario IPAQ, representa al sedentarismo. Se señala que el descenso de actividad física debido al sedentarismo es un factor de riesgo para el incremento del sobrepeso y obesidad27, pero no se corroboró en el presente estudio; sin embargo, el porcentaje de sedentarismo fue de 39,54%, siendo mayor en la población con IMC elevado. Santillán et al. midieron el nivel de AF en estudiantes de medicina y administración de empresas, y encontraron que los primeros son más sedentarios (66%)28. A diferencia del presente trabajo, Choque et al. en 200 estudiantes de primer año de medicina solo encontraron una prevalencia de sedentarismo de 23%, pero tuvieron menor frecuencia de sobrepeso 17% y obesidad 1%29.
Los hallazgos de esta investigación se pueden extrapolar a estudiantes de medicina con características similares a las descritas. Se debe tomar en cuenta la intervención de factores como el área geográfica, las diferencias culturales, la condición socioeconómica y la exigencia académica.
Además, se recomienda establecer un programa de orientación nutricional, terapia anti-estrés y de actividad física a lo largo de la carrera para disminuir el incremento del IMC. También se sugiere realizar investigaciones similares teniendo en cuenta el control de otras variables como edad, sexo y año de estudio, comparando los grupos; estudiar el efecto de la pandemia por la COVID-19 en el nivel de estrés, AF, IMC y conductas alimenticias en estudiantes de medicina; así como realizar un seguimiento a los estudiantes mediante la aplicación de los cuestionarios inmediatamente tras concluir las evaluaciones.
La pandemia por la COVID-19 limitó el desarrollo de la investigación, así como la convocatoria de la muestra objetivo; además impidió la realización de posteriores controles antropométricos.
CONCLUSIONES
La elevación del IMC en estudiantes de medicina se asoció a hábitos alimenticios inadecuados como mayor ingesta de bebidas alcohólicas, carnes, bebidas gaseosas y menor consumo de legumbres, así como mayor frecuencia de consumo ocasional de desayuno. Los niveles bajos de distrés y de actividad física fueron más frecuentes en obesos, aunque sin asociación significativa.