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Revista de Neuro-Psiquiatría

Print version ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.77 no.4 Lima Oct. 2014

 

 

Don Oscar (Del) Pino Galarza y la Revista de Neuro-Psiquiatría: recordando a nuestro orfebre.

 

 

Don Oscar (Del) Pino Galarza and The Revista de Neuro-Psiquiatría: Remembering our goldsmith.

 

 

Renato D. Alarcón Guzmán1

 

1 Titular de la Cátedra Honorio Delgado, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima, Perú.

 

 

 

“La persona, fuente de los actos libres y trascendentes del hombre, es primeramente, posibilidad de realizaciones. Importa la facultad de perseguir fines, de transformar el ambiente, de aspirar, de dirigirse y de determinarse a sí mismo, de desenvolverse y formarse. Gracias a eso la vida es plantel de la experiencia a la vez que fundamental enderezamiento allende lo finito y suscepción de sustancia superior. En tal sentido, cada sujeto es potencialmente artífice de su destino, descubridor y plasmador del papel que debe desempeñar en la escena real del mundo”.

(Honorio Delgado, “El Comercio”, 1º de enero, 1950)

 

 

 

RESUMEN

Tributo in memoriam a Don Oscar Pino Galarza (1926-2014), secretario y asistente administrativo de la Revista de Neuro-Psiquiatría por espacio de más de sesenta años, colaborador cercano de los Profesores Honorio Delgado, primero, y Javier Mariátegui, después. Luego de breves anotaciones biográficas, obtenidas mediante una entrevista con la esposa e hijos de Don Oscar, se describen rasgos fundamentales de su personalidad y su trabajo. En la Revista, su labor fue multidimensional al haber estado envuelto en tareas secretariales, administrativas, logísticas y editoriales que desempeñó con singular eficiencia, devoción, lealtad y modestia. Estas cualidades y su nobleza espiritual fueron evidentes en momentos decisivos de la trayectoria académica y editorial de los dos primeros Directores de nuestra publicación. Se reconocen así la vida y la obra de un auténtico orfebre, de alguien que reflejó lo mejor y más alto de una genuina calidad humana, más allá de orígenes sociales, documentos burocráticos o formalidades institucionales.

 

PALABRAS CLAVE: Nota biográfica, labor multidimensional, corrección de pruebas, trayectoria administrativa.

 

SUMMARY

A tribute to Don Oscar Pino Galarza (1926-2014), secretary and administrative assistant of the Revista de Neuro-Psiquiatría for over 60 years, closely working with Professors Honorio Delgado, first, and Javier Mariátegui, later. After brief biographic notes obtained from an interview with Don Oscar’s wife and children, fundamental features of his personality and his work are described. At the Revista, his activity was multidimensional as he was involved in secretarial, administrative, logistic and editorial tasks which he conducted with unique efficiency, devotion, loyalty and modesty. These qualities and his spiritual nobility were evident during decisive moments in the academic and editorial careers of the first two Directors of our journal. Thus, due recognition is given to life and the work of a genuine goldsmith, one who reflected the best and the highest of a true human quality, beyond social origins, bureaucratic documents or institutional formalities.

KEYWORDS: Biographic note, multidimensional work, proofreading, administrative career.

 

INTRODUCCIÓN

El 2 de junio del presente año falleció en Lima Don Oscar Pino Galarza, a la edad de 88, luego de una gallarda lucha con enfermedades que lo aquejaron casi sin tregua desde el 2009. El menor de cinco hermanos, nacido un 10 de febrero de 1926 en el distrito de Huayucachi, provincia de Huancayo en el departamento de Junín, don Oscar emprendió el viaje postrero rodeado del infaltable afecto de su esposa de casi seis décadas, la Sra. Estela Aylas Mascaró, y de sus tres hijos, Gladys, Oscar y Luz Yanina. A pesar de lo penoso de sus dolencias, exhibió hasta el final paciencia y estoicismo, aceptación de realidades afrontadas con coraje, con un sentido cabal del orden y el cumplimiento de las normas en la vida familiar, con la misma firmeza y convicción que presidieron, sin ambages, todas las facetas de su entrañable existencia.

 

Algunos lectores se preguntarán: ¿Quién fue Oscar Pino Galarza? ¿Por qué se le rinde hoy homenaje en estas páginas?. Otros que lo conocieron, pueda que de inmediato “corrijan” su apellido paterno y “aclaren” que no fue “Pino” sino “Del Pino”. O, en el mejor de los casos, empezarán a especular por qué en el título de esta nota se pone (Del) así, en paréntesis. Para empezar, lo llamamos Don Oscar desde que lo conocimos como jóvenes estudiantes de medicina porque sencillamente así también lo hacían Honorio Delgado, Julio Oscar Trelles o Javier Mariátegui, nuestros maestros, sus supervisores inmediatos. Y si bien, su nombre completo fue Oscar Pino Galarza, aceptó el “Del Pino” porque así lo identificaba Don Honorio Delgado y, en sus propias palabras, según nos lo contó la Sra. Estela, “lo acepté porque venía de él y jamás quise contrariarlo”.

Pueden irse coligiendo ya las razones de esta nota y el rol de Don Oscar en la historia de la Revista. En efecto, prácticamente desde mediados de los años 40, al iniciarse su vinculación laboral con el Profesor Delgado en instituciones hospitalarias de Lima, comenzó también a ayudar en multitud de tareas relacionadas con la entonces joven publicación científica. Y gradualmente, con tenacidad y brillo, con lealtad y modestia, Oscar (del) Pino Galarza (OPG) ganó un lugar propio en el devenir de la Revista de Neuro-Psiquiatría, haciendo de todo, ayudando a todos y laborando con todos los que de uno u otro modo estaban involucrados en el día a día de la publicación. Don Oscar fue un obrero en la construcción de esa historia, un artesano en el manejo de muchos detalles del trabajo pero, mejor aún, un orfebre devoto y eficiente porque confirió a su tarea las virtudes de un arte sutil, minucioso y cabal. El deseo de conocer más acerca de éste y otros aspectos de su vida nos llevó una tarde a la casa de la familia en Pueblo Libre para charlar por espacio de varias horas con Doña Estela, Gladys, Oscar y Yanina.

 

De Huayucachi a Lima

La madre de Oscar, doña Inés Galarza, falleció de un accidente cerebro-vascular cuando él contaba apenas con dos meses de nacido. Sus tres hermanas, Teresa, Estela (ambas ya fallecidas) y Rosalina (hoy, 89 años de edad) asumieron el cuidado amoroso del pequeño, el cual creció saludable y fuerte, trabajador y disciplinado. Desde sus años como estudiante de Primaria, mostró un precoz y profundo interés por la lectura. El paisaje serrano, tierno y nostálgico, favorecía sin duda este ejercicio autodidáctico. Y fue también esta inclinación la que probablemente limitó su apego a las labores de campo en la pequeña finca familiar a la que su padre, don Carlos Pino, quería que Oscar se dedicara cuando adulto. Fue prácticamente entonces al inicio de su adolescencia (13 años) que Oscar dejó la casa paterna y viajó a Huancayo. “Fue un asunto de supervivencia”, explicaría a sus hijos muchos años más tarde. Su agenda vital había tomado un curso decisivo.

En la capital de Junín, donde permaneció tres años, continuó sus estudios y trabajó en varios empleos. Fue efectivamente “sobreviviente” de una época dura que puso a prueba la honda resiliencia de su fibra andina y fomentó sin duda responsabilidad y disciplina como pilares fundamentales de sus muchos talentos. Ya entonces acariciaba la ilusión de alguna vez poder estudiar Medicina pero, realista al fin, sabía que el camino sería muy difícil, tal vez imposible. Y con el potencial migratorio que pareciera alimentar las ilusiones de todo provinciano, Lima comenzó a figurar en su agenda, Lima y sus “mejores posibilidades para seguir superándome”; la Lima de luces y diademas embellecidas por los reportes fabulescos de amigos y conocidos; Lima, meta seductora, desconocida, omnipotente a la que Oscar llegó cuando contaba solo con 16 años.

Al igual que en Huancayo, su trayectoria inicial en Lima fue multifacética. Hizo de aprendiz de sastre, trabajó como mecánico dental, aprendió mecanografía y, gracias a la gestión de un “paisano”, entró a trabajar, en 1943, al Puericultorio Pérez Araníbar donde se le asignó el cuidado de “niños difíciles” que “pusieron a prueba” su tolerancia y su paciencia. Más tarde confesaría a los suyos que esa labor “no le gustaba”, pero la desempeñó con su habitual sentido de responsabilidad, ganándose el aprecio de sus supervisores. Fue éste también su primer contacto con médicos y otros profesionales de la salud, una suerte de acercamiento informal al campo con el que había soñado durante su niñez. En la misma época inició estudios de enfermería.

 

Entre 1944 y 1945 continuó “buscando trabajo” hasta que finalmente ingresó al Hospital Víctor Larco Herrera como Auxiliar de Enfermería. Se le dijo que el Hospital estaba “reclutando a gente joven para ser entrenada y luego enviada a las jaulas de leones” (léase, los pabellones del hospital). Ello no obstante, el joven Pino asumió sus responsabilidades con entusiasmo y característico empeño y fue, en ese contexto, donde comenzó a cultivar un vínculo cada vez más estrecho con figuras descollantes de la psiquiatría peruana: conoció al Profesor Honorio Delgado, a la sazón joven y brillante Jefe del Pabellón 2, y recordaría después con singular afecto al Dr. Andrés Carrillo-Broatch (a quien hizo padrino de su hijo) y a su hermano, enfermero en el Pabellón 18. Oscar se “especializó” en la administración de tratamiento electro-convulsivante al lado de Don Andrés y leía en detalle las historias clínicas, haciendo gala, en ocasiones, de “cómo había descubierto algunos errores de los señores médicos en la información clínica sobre algunos pacientes”, los había comunicado a los autores y, para su satisfacción, éstos casi siempre introducían las correcciones debidas.

 

A comienzos de los años 50 y gracias a gestiones del Profesor Delgado, obtuvo una plaza de empleado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, cumpliendo tareas secretariales y como asistente administrativo. En esta última condición, se convirtió prácticamente en persona indispensable para tareas mecanográficas (tipeaba con “rapidez impresionante” y la familia afirma que cuidaba “supercelosamente” sus máquinas de escribir), preparación de correspondencia y distribución de material escrito dentro de la Cátedra de Psiquiatría, dirigida ya por Don Honorio. Su “muy especial” respeto y admiración por el Maestro se gestaron allí en el contacto diario y, valgan verdades, el afecto era mutuo: Don Oscar relataba a sus familiares escenas y anécdotas, las “felicitaciones” de Don Honorio por su eficiente desempeño, la inspiración que provenía de su “profundo respeto por los valores humanos y por la dignidad de los estudiantes y de los pacientes”. La legendaria capacidad de trabajo del Profesor muy probablemente reforzó la innata disposición de OPG a tal entrega.

 

Vida familiar

Don Oscar conoció a Estela (diez años más joven que él) en 1956, a través de un hermano de ella que la había invitado a presenciar un partido de fútbol de la Liga de huancaínos residentes en Lima, a la que OPG pertenecía. Tres años después contrajeron matrimonio y su primera hija, Gladys, nació en 1961, Oscar seis años después y Yanina en 1972. Tras una semana de trabajo intenso, “protegía” sin embargo los domingos para ir a Misa y pasar el día con su esposa y los niños, llevándolos al cine en el antiguo Teatro Capitol, al Estadio Nacional (era infaltable en cada versión del “clásico” Alianza-Universitario) o a espectar partidos de voleibol o torneos de lucha libre en el Coliseo Amauta. Doña Estela apreció desde el primer momento las virtudes de “seriedad, dedicación al trabajo, responsabilidad, respeto y honestidad”, características de su futuro esposo. Advirtió también desde el comienzo que su trabajo en el Hospital y en la Cátedra era, si no la primera, una de las prioridades fundamentales en la vida de Don Oscar. No hablaba mucho del trabajo en sí “pero había que verlo leer correspondencias, tipear por las noches, salir temprano de la casa y llegar por la noche casi corriendo para comer y seguir trabajando”. Gladys remarca que “aun en los paseos, yo sabía que estaba pensando en cosas de su trabajo”

 

Como padre, la familia afirma unánimemente que inculcó a sus hijos, valores de honestidad y hábitos de trabajo. Hablaba con frecuencia de “la necesidad de superarnos” y, en ese ámbito, jamás perdió las esperanzas de que alguno de sus hijos o sobrinos se animara a seguir la carrera médica. Lector empedernido, charlaba con sus hijos acerca de sus libros y no perdía oportunidad para alentarlos a que hicieran lo mismo. Ninguno de ellos siguió Medicina pero todos obtuvieron grados universitarios gracias al estímulo y el aliento de sus padres. Don Oscar solía decir entonces: “No importa que no sean médicos con tal que sean buenos profesionales”. De hecho, ayudó a sus tres hijos en la preparación, forma, redacción, detalles de mecanografiado y diagramado de sus respectivas tesis universitarias.

 

Don Oscar no gustaba de los viajes o paseos largos: “Hay siempre mucho que hacer”, decía. De hecho, la única vez que retornó a Junín luego de su partida adolescente fue en 1975, para hacerse cargo de necesarios arreglos a raíz del fallecimiento de su madre. Se daba tiempo para leer las ediciones dominicales de periódicos de Lima, gustaba ver los noticieros nocturnos de televisión y escuchar “Radionoticias” cada mañana a Hs. 5:30 am. Muchas veces al hacerlo “parecía dormido pero en realidad cerraba los ojos para concentrarse mejor; nosotros lo sabíamos”

 

La Revista de Neuro-Psiquiatría y sus líderes primigenios

Cuando, a mediados de los años 50, Honorio Delgado alentó a OPG a ingresar como empleado de la UNMSM y de la Cátedra de Psiquiatría para luego, a finales de la misma década, hacerlo también su Secretario, se inició también su labor en la Revista de Neuro-Psiquiatría, labor que se prolongaría prácticamente por casi sesenta años hasta 2009-2010. Su trabajo, como todo lo que hizo, fue multidimensional. No se dedicó únicamente a transcribir a máquina el copioso flujo de manuscritos, originales de puño y letra que le daba el Maestro. No era solamente el mensajero visible de correspondencia entre oficinas o el agente vinculante de la Revista con dependencias académicas, profesionales o comerciales. No se trataba solamente de clasificar y tabular la recepción de artículos, llevarlos a la imprenta, recoger las galeras, supervisar la impresión de cada número y depositar los ejemplares en oficinas de correos, consultorios o bibliotecas. No era únicamente el secretario, el tesorero, el encargado de avisajes y contactos con laboratorios, el vendedor pertinaz y efectivo en Ferias de Libros o el administrador de múltiples tareas. Y no era ciertamente solo el secretario, el confidente, el protector del tiempo y de las obligaciones de Don Honorio en sus varios cargos y responsabilidades. Don Oscar fue e hizo mucho más que todo ello (Figura 1).

 

 

En muchísimas ocasiones y gracias a su creciente conocimiento de términos técnicos, su familiaridad con el lenguaje clínico de artículos bajo consideración, sus frecuentes consultas con diccionarios generales y especializados y su afán perfeccionista, don Oscar se convirtió en el corrector o revisor final de la edición de cada número de la Revista, antes de la aprobación del Director-Editor. De hecho, hizo participar a sus tres hijos en un “equipo editorial”, con “repartición de funciones”: una primera lectura a cargo de Gladys o Yanina, segunda lectura encomendada a Oscar, el mismo OPG efectuaba la tercera y luego tenía lugar una “sesión de todo el grupo”. Fue, en términos de la familia, “una dedicación total, se amanecía trabajando, parecía estar en comunicación permanente con la imprenta, a veces parecía que estaba más tiempo en la Universidad que en la casa”.

 

Su relación de décadas con Honorio Delgado tuvo otros dos episodios cimeros que reflejan mucho de la fibra moral y humana de Don Oscar. El primero fue cuando en 1961 se produjo la crisis universitaria que culminó con la renuncia masiva de más de 400 docentes de la Facultad de Medicina de San Fernando y la fundación de la Unión Médica de Docentes Cayetano Heredia (1). En una reunión a solas, Don Honorio le planteó que considerara permanecer como empleado en San Marcos, dada una serie de consideraciones económico-administrativas y la incertidumbre del futuro de los renunciantes. La respuesta de OPG fue categórica: “No quiero quedarme Profesor, me iré con Ud.”. El segundo fue con ocasión de la fase postrera en la vida del primer Rector herediano, en 1969: Don Oscar estuvo a su lado casi todo el tiempo, sabía que “era una enfermedad muy difícil” que el Maestro condujo con su proverbial estoicismo. La familia recuerda que Don Oscar y un alumno de la Universidad permanecieron toda la noche del velorio al lado del féretro. En un momento dado de sus últimos días, Don Honorio le pidió que le prometiera cuidar a la Sra. Helena, su esposa: OPG lo hizo por cierto, la llamaba continuamente, la visitaba periódicamente; Doña Helena prometió incluirlo en su testamento y obsequiarle un piano de cola y pinturas de Sabogal pero no pudo concretarlo al fallecer intempestivamente en 1984.

 

Un ejemplo similar de lealtad esencial y definitoria tuvo lugar cuando, en 1987, Javier Mariátegui dejó la dirección del Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado-Hideyo Noguchi”, víctima de detestables maquinaciones políticas (2). Don Oscar era entonces empleado del Instituto pero cuando se produjo la renuncia, no vaciló en acompañar al entonces Editor-Director de la Revista de Neuro-Psiquiatría, más que permanecer oportunistamente en una cómoda posición burocrática. Siguió con su afanoso trabajo desde la oficina de Don Javier, incluyendo las tareas de corrección e impresión de la correspondencia de José Carlos Mariátegui, publicada por Editorial Amauta (Figura 2). Desafortunadamente, le tocó también ser testigo de la partida de Don Javier el año 2008. Laboró brevemente en Acta Herediana pero, hacia 2009, una afección pleural marcó el inicio de sus propios padecimientos clínicos. Para entonces, su biblioteca personal, sus lecturas, su correspondencia (incluidas epístolas de los Maestros con los que laboró de cerca) y algunos poemas que escribiera a hurtadillas, se convirtieron en su ser y hacer cuotidianos.

 

 

Colofón

La historia se construye a base de diseños doctrinarios, de caos personalistas, de inspiraciones creativas, de despeños ideológicos y de muchos otros ingredientes de naturaleza y orígenes diversos (3). Pero no podría plasmarse en el edificio milenario que intenta ser sin la participación de hombres y mujeres, seres humanos, los arquitectos de aquellas ideas, los ingenieros de estos ingredientes o los trabajadores y obreros alturados o modestos, visibles o anónimos que, laborando sin fatiga, le dan forma como producto inédito de acciones colectivas (4, 5). La historia de la Revista de Neuro-Psiquiatría reconoce, a lo largo de sus 75 años, la vigencia de todos y cada uno de sus artífices (6, 7) y esta nota es un tributo a la nobleza, a la lealtad, a la modestia y al esfuerzo de Oscar Pino Galarza, nuestro orfebre de muchas décadas, representante pionero de aspiraciones y de posibilidades de genuina calidad humana, objetivo también inherente a la razón de ser de esta publicación. Recordamos su caminar veloz y ágil, su mirada sincera, su sonrisa jovial en el entorno afable de su rostro cobrizo. Y supimos por él y con él que no se requieren títulos pomposos o nombres distinguidos para dejar huellas dilectas y perennes.

 

Que la presencia y la labor de Don Oscar no pasaron desapercibidas a observadores de la escena editorial en la psiquiatría latinoamericana, tuvo demostración elocuente en un párrafo que Guillermo Vidal, entonces Editor de Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, la gran publicación argentina, escribiera como parte de un saludo por el cincuentenario de la Revista de Neuro-Psiquiatría, en 1988:

“Faltaría algo en esta conmemoración si no le dedicáramos unas líneas de justa gratitud al Sr. Oscar Del Pino Galarza, servidor humilde y eficiente que, desde el principio hasta hoy, se ha hecho cargo de la infraestructura de la empresa. ¿Qué sería de nosotros si no existieran esos oscuros espíritus quijotescos, dedicados a mantener con denuedo y devoción la obra que otros imaginaron?” (8).

 

Para Honorio Delgado, la captación de lo trascendente en la vida de toda persona requiere tanto la comprensión intuitiva de su propio ser, su “mismidad”, cuanto el análisis de su posición frente al mundo real de las situaciones y frente al mundo ideal de los valores. Y reitera en De la cultura y sus artífices que “el máximo ámbito para el conocimiento de la persona es el curso total de su vida… . En la continuidad de su vida, la persona nos revela el desenvolvimiento, ora dramático, ora vicisitudinario, de su devenir particular con la concatenación de sus actos en los que cada vez se realiza a sí misma…..” (9). No hemos pretendido en esta crónica agotar el venero existencial de Oscar Pino Galarza, pero sí asomarnos, una vez más con palabras de Delgado, al despliegue de sus disposiciones más características, a una apreciación del ritmo y el tono singular de su alma, una imagen viva de las peculiaridades de su relación con el mundo concreto y con el mundo de sus ideales, aquel mundo en el que la Revista de Neuro-Psiquiatría ocupó sin duda lugar amoroso y prominente.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

1. Barriga E, Alarcón RD. Gesta fundacional: Historia de una utopía. En: Universidad Peruana Cayetano Heredia. 50 años: Libro conmemorativo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima: Centro Editorial de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. p. 17-43.         [ Links ]

2. Alarcón RD. Nota Liminar. En: Alarcón RD, Castro J, Cipriani E. (Eds.) Desde nuestra propia entraña: Homenaje al Prof. Javier Mariátegui. Lima: Talleres Gráficos P.L. Villanueva; 1991. p. 11-14.         [ Links ]

3. Paz O. La búsqueda del presente. En: Paz O. Convergencias. Barcelona: Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve; 1991. p. 7-22.         [ Links ]

4. Basadre J. Perú: Problema y posibilidad. 2da. Ed. Lima: Industrial Grafica S.A.; 1978.         [ Links ]

5. Picón-Salas M. De la conquista a la independencia: Tres siglos de historia cultural hispanoamericana. México D.F.: Fondo de Cultura Económica; 1944.         [ Links ]

6. Alarcón RD. Revista de Neuro-Psiquiatría: 50 años. Revista de la Asociación Psiquiátrica de América Latina.1987; 9: 3-4.         [ Links ]

7. Alarcón RD. Boda de Diamante: Las paradojas del tiempo (Editorial). Rev Neuropsiquiatr. 2013; 76: 1-2.         [ Links ]

8. Vidal G. Homenaje a los 50 años de la Revista de Neuro-Psiquiatría (Editorial). Acta Psiquiatr y Psicol Amer Latina. 1988; 24: 5-7.         [ Links ]

9. Delgado H. De la Cultura y sus artífices. Barcelona: Aguilar; 1961.         [ Links ]

 

Recibido: 08/10/2014

Aceptado: 17/11/2014

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