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Revista de Neuro-Psiquiatría

versión impresa ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.78 no.4 Lima oct. 2015

 

Crisis migratoria mundial: Perspectivas peruanas y latinoamericanas.

World migrant crisis: Peruvian and Latin American perspectives

 

Renato D. Alarcón G .1

1 Profesor Emérito de Psiquiatría, Mayo Clinic College of Medicine, Rochester, MN, EEUU. Titular de la Cátedra Honorio Delgado, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima,Perú.

 

[xmlbody]A nadie escapa el hecho de que, en los últimos diez a veinte años, el fenómeno de la migración ha adquirido creciente vigencia y se ha convertido en factor importante de lo que llamamos globalización. En América Latina se ha conocido por muchísimo tiempo el crónico e indetenible flujo de migrantes (en su mayoría “ilegales”)principalmente de México y países de América Central hacia Estados Unidos y Canadá. Millones de hombres, mujeres y niños han “cruzado el borde” arriesgando su integridad física y emocional, huyendo de condiciones tal vez más difíciles en sus regiones de origen. Es sabido que en el momento actual, la población hispánica en Estados Unidos (63 % de la cual es de origen mexicano)constituye, con casi 55 millones de personas, la minoría más grande habitando el país del Norte; se estima que tales cifras sobrepasarán los 100 millones en los próximos 40 años.

Existen sin embargo en nuestro continente, otros grupos que han migrado en respuesta no solo al deseo de superar estrecheces económicas sino por razones estrictamente sociales o políticas: conflictos internos al punto de guerras civiles, violencia de todo tipo, inestabilidad, desplazamientos masivos (migraciones internas), etc. Países como Colombia, Chile, Nicaragua, Argentina, Ecuador, El Salvador, Honduras o Venezuela han conocido en diferentes etapas de su reciente historia, las penosas realidades resultantes de estas situaciones. A nivel mundial y por similares razones, las grandes crisis migratorias del Medio Oriente hacia Europa como resultado de las guerras en Siria, Irak, Pakistan o Afganistan, en Asia y su zona del Pacífico (Myanmar, Yemen, Bengala) o en África (República de África Central, Congo, Etiopia, Somalia, Mali) completan un trágico cuadro de violencia, desconcierto y amenazas permanentes. En el momento actual, el número de inmigrantes, refugiados, desplazados y apátridas (todos, términos técnicos, de allí su crudeza) llega a más de 60 millones de personas a lo largo del mundo.

No por ser evidentes, las consecuencias de estas migraciones en la salud y la salud mental de sus protagonistas dejan de ser dramáticamente complicadas. Aparte de las privaciones de todo tipo, los riesgos de malnutrición, infecciones o fracturas (agravadas por la falta de ayuda médica y el abandono de que son víctimas en el país anfitrión donde campamentos improvisados confieren a veces condiciones de vida sub-humana) generan una “bomba de tiempo” a estallar en cualquier momento. Pero, más grave aún, los riesgos de salud mental propiamente tal (depresion, ansiedad, pánico, estrés post-traumático, adicciones) y sus condicionantes (violencia, abuso y comercio sexual, extorsiones, negligencias y absoluta ausencia de cuidados a niños y adolescentes que muchas veces migran sin adultos que los asistan) transcurren negligidos, real o intencionalmente. Incluso ya supuestamente “establecidos”, los migrantes (como es el caso en los Estados Unidos) son víctimas de discriminación y prejuicios, laboran en condiciones de absoluta desventaja, se hunden en el consumo de alcohol o drogas, conforman pandillas (en casos, a manera de instrumentos de auto-defensa) o se internan en las rutas sin retorno de violencia o delincuencia.

En su reciente Congreso en Puerto Vallarta, México, la Asociación Mundial de Psiquiatría Cultural discutió extensamente el fenómeno de la Crisis Migratoria Mundial y emitió una Declaración que viene alcanzando alta difusión internacional (ver la sección Documenta en este número de la Revista). Esta nota editorial es escrita poco después de los trágicos ataques terroristas en París que, de inmediato, han generado un debate renovado en países europeos, respecto a su disposición a seguir aceptando migrantes del Medio y Lejano Oriente. La crisis migratoria mundial adquiere así una nueva dimensión de incertidumbres y suspicacias.

¿Está este tema vinculado de algún modo a realidades en nuestro país o en el continente latinoamericano? Aun considerando la migración mexicana y centroamericana hacia el norte como un fenómeno algo distante, dos casos concretos en Sudamérica tienen que ver con migraciones (no por internas menos masivas) y todas sus implicaciones sociales, culturales, económicas y clínicas: Colombia y Perú. En el país vecino, cincuenta años de una guerra civil cruel y sangrienta (que felizmente parece estar llegando a una solución de reconciliación y paz) han dejado sin embargo un grueso sector poblacional desplazado y una notoria evidencia de temor, resentimientos y problemática emocional marcada. Casi exactamente lo mismo puede decirse de los 20 años de angustia y dolor que la insurgencia terrorista de Sendero Luminoso infligió a nuestra patria en diversos renglones. La movilización masiva (y en muchos casos, forzada) de miles de personas (particularmente mujeres y niños) de localidades grandes y pequeñas, pueblos y villorrios andinos atacados por terroristas y/o fuerzas militares, las víctimas de atrocidades cometidas por uno y otro lado, la salida en masa a ciudades de la costa (particularmente Lima, por cierto), los padecimientos de vivienda, alimentación, educación y desintegración familiar, el complejo proceso de aculturación, etc. han sido todos factores de un proceso cuya ocurrencia (y actual vigencia) aún no ha sido totalmente evaluada, en especial desde el punto de vista de la salud mental.

Se impone pues un estudio sistemático y profundo de todos estos aspectos en relación al fenómeno migratorio interno en el Perú. Ciertamente se ha escrito mucho, desde el punto de vista de las ciencias sociales fundamentalmente, sobre migración de la Sierra a la Costa, mestizaje y aspectos parciales del proceso de aculturación pero no existen cifras claras y estudios concretos de tipo clínico y de psiquiatría cultural estrechamente vinculados a esta parte de la historia reciente del Perú. En conexión con tales estudios, sin embargo, es importante que agencias públicas y privadas (ministerios, universidades, organizaciones no-gubernamentales, fundaciones) se den a la tarea de establecer y conducir todo un programa de planificación y oferta de servicios comunitarios y de educación dirigidos al público pero también a profesionales en ejercicio y en formación para brindar una descripción objetiva del proceso y sustentar soluciones duraderas y trascendentes para el país y el continente.