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Revista de Neuro-Psiquiatría

versión impresa ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.79 no.4 Lima oct./dic. 2016

http://dx.doi.org/10.20453/rnp.v79i4.2979 

ARTÍCULO ESPECIAL

Cuando la psiquiatría no libera ni alivia: la dramática vida de un psiquiatra escritor *.

When Psychiatry neither liberates nor alleviates: The dramatic life of a psychiatrist-writer.

 

Héctor Pérez-Rincón García 1

1 Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Ciudad de México, México.

* Conferencia presentada en el Curso sobre Itinerario y Destino de las Publicaciones Medicas, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima, Setiembre 17, 2016.


RESUMEN

Dentro del numeroso grupo de psiquiatras-escritores a lo largo de la historia, se examina la vida y obra de Oskar Panizza (1853-1921), nacido en Baviera, condiscípulo de Kraepelin, alumno de von Gudden y promisor clínico e investigador que, sin embargo, prefirió y persiguió intensamente una profunda vocación literaria . Autor de novelas, ensayos y obras de teatro, Panizza exhibió un temperamento audaz, carácter apasionado y crítico que tradujo en sus obras y en una creciente actividad periodística en la que emergió también clara ideación paranoide, experiencias alucinatorias y violencia dirigida contra autoridades políticas y religiosas de Alemania y Europa. Había contraido sífilis en sus años jóvenes y por ello, se plantean posibilidades diagnósticas de trastorno mental vinculada a esta enfermedad o a un cuadro psicótico de fondo. Murió pobre y abandonado en un hospital psiquiátrico de Bayreuth. Su obra ha recibido reconocimiento tardío como precursora de conceptos académicos modernos de antropología sexual y pensamiento psico-filosófico.

PALABRAS CLAVE: Literatura y Psiquiatria, creatividad, sífilis, psicosis.


SUMMARY

Within the numerous group of psychiatrist-writers across history, the life and work of Oskar Panizza (1853-1921) are examined. Born in Bavaria, a classmate of Kraepelin in medical school and, a disciple of von Gudden and a promising clinican/investigator, Panizza, however, pursued an intense literary vocation and wrote novels, essays and plays. He exhibited a bold temperament, a passionate and critical carácter that transferred to his Works and to a growing journalistic activity in which also emerged a clear paranoid ideation, hallucinatory experiences and violence directed against politial and religious authorities from Germany and Europe. He had acquired syphilis in his youth and, for such reason, diagnostic possibilities of a mental disorder related to it or to another psychotic condition are discussed. He died poor and abandoned in a Bayreauth hospital. His work has received delayed recognition as precursor of modern academic concepts on sexual anthropology and psycho-philosophical thinking.

KEYWORDS: Literature and psychiatry, creativity, syphilis, psychosis.


Dentro de la larga lista de médicos escritores (François Rabelais, Antón Chéjov, Sir Arthur Connan Doyle, Pío Baroja, Mijail Bulgakov, Axel Munthe, Louis Ferdinand Celine, Somerset Maugham, Carlo Levi, Bruno Estañol, Joao Guimarães Rosa, etc.) existe un capítulo que podría titularse “Los médicos que oscilaron entre Psiquiatría y Literatura”; entre éstos debemos señalar tres ejemplos paradigmáticos que tienen en común el haber abandonado la primera por la segunda en algún momento de su vida: Jean Delay, António Lobo Antunes y…Oskar Panizza.

El primero de ellos, una de las figuras más distinguidas de la psiquiatría del siglo XX (Titular de la prestigiosa Cátedra de Enfermedades Mentales y del Encéfalo de la Universidad de París, introductor de la clorpromazina que inaugura la psicofarmacología moderna, Miembro de la Academia Francesa), pudo durante algún tiempo conciliar ambas actividades y publicó ininterrumpidamente tanto sus obras psiquiátricas como las literarias (entre las que sobresale su célebre psicobiografía de André Gide). A consecuencia de la revuelta estudiantil parisina de mayo de 1968, que tuvo entre sus características la crítica feroz contra “los mandarines”, desencantado y herido, tomó su jubilación anticipada, abandonó la clínica (nunca tuvo práctica privada) y se dedicó exclusivamente a la escritura. Emprendió una búsqueda documental de los orígenes de su familia desde el siglo XVI y plasmó un fresco de la evolución de la sociedad francesa a lo largo de las vicisitudes de la historia en la serie de libros que conforman “Avantmemoire”.

El segundo, sin duda uno de los escritores contemporáneos más connotados, sirvió como médico en el ejército portugués durante la cruenta guerra de Angola y tras su regreso a Lisboa ejerció por breve tiempo la psiquiatría. Pronto la abandonó (basta leer su célebre novela “Memoria de elefante” para percibir la mitigada opinión que le merece la especialidad) para dedicarse por completo a la creación de una sólida y reconocida obra literaria.

La tercera figura que evoco a contraluz de sus otros dos colegas admirados y triunfadores, fue un psiquiatra y escritor alemán ahora olvidado, cuya dolorosa vida plantea múltiples motivos de reflexión para el especialista contemporáneo. Oskar Panizza nació en Bad Kissingen, en Baviera, en 1853 (tres años antes que Kraepelin y Freud), segundogénito de un matrimonio asaz disímbolo: el padre, católico, provenía de una familia de pescadores del lago de Como (Lombardía), y la madre, prolífica escritora, de una de aristócratas hugonotes que se estableció en Wurzburgo en el siglo XVII [para quienes han olvidado el término les recuerdo la definición del Diccionario de la Real Academia Española: “Hugonote: dícese de los que en Francia seguían la secta de Calvino”,]. Sus biógrafos han señalado el peso que tuvieron en su vida los conflictos religiosos y su constante lucha con la autoridad religiosa. El propio Panizza reconoció además la importancia de los antecedentes psiquiátricos de la rama materna en el desarrollo de su personalidad. El padre, descrito como “pasional, excéntrico, irascible, hombre de mundo y mal administrador de la hacienda familiar”, murió cuando Oskar tenía dos años, lo que explicaría que su relación con la madre fuera tan estrecha durante la infancia. Recién viuda, ésta pidió a las autoridades bávaras autorización para enviar a sus hijos a Prusia a fin de recibir una educación protestante, lo que le fue negado.

Oskar tuvo inicialmente dificultades de aprendizaje y era un niño introvertido de imaginación vivaz. A los doce años, coincidiendo con el sarampión, presentó un episodio de sonambulismo al que posteriormente, en un texto autobiográfico que escribió en 1904, le atribuyó un significado profético. A los 17 años, Panizza se trasladó a Múnich para su formación preparatoria y, simultáneamente, iniciar estudios musicales. Tuvo dificultades con su madre pues mientras ella deseaba para él una carrera eclesiástica, Oskar deseaba ser cantante y además disipaba el dinero que aquélla le enviaba, en las múltiples diversiones que Múnich ofrecía. Sólo concluyó sus estudios preparatorios tras haber cumplido con su servicio militar. A los 24 años abandonó la música y se inscribió en la Facultad de Medicina. Se dedicó en cuerpo y alma a sus estudios y destacó por su constancia, al grado que su director de tesis, el Profesor von Ziemssen (iniciador de la punción lumbar con fines diagnósticos) lo solicitó como asistente. No abandonó del todo, empero, su vida licenciosa, pues siendo estudiante universitario contrajo la sífilis en una de sus desafortunadas aventuras con prostitutas. La infección luética se manifestaría después como una goma incurable en la tibia derecha.

En 1880 obtuvo su título con la tesis “Uber Myelin, Pigment und Micrococcen in Sputum” y un año después viajó a París con la finalidad aparente de “actualizar sus conocimientos médicos”, pero más que visitar hospitales se dedicó a estudiar la literatura francesa y a asistir al teatro, lo que le haría descubrir su vocación. Al regresar a Múnich ejerció la psiquiatría durante dos años como Médico asistente del Manicomio de esa ciudad, teniendo como jefe nada menos que a Johann Bernhard Aloy von Gudden, cuya fama actual se debe tanto al hecho de haber sido el maestro de Emil Kraepelin como al dramático final que tuvo junto a su paciente, el Rey de Baviera Ludwig II (el “Rey loco”).

Las tensas relaciones que mantuvo con su jefe, aunadas a sus problemas de salud y a su deseo de dedicarse a tiempo completo a la literatura, lo convencieron que debía renunciar a su vida laboral hospitalaria (1). Según sus biógrafos, el trato con los pacientes psicóticos y las frustraciones de su vida personal lo condujeron a un severo episodio depresivo que duró un año. La creación literaria le permitió recuperar y preservar durante algún tiempo su salud mental (2). La primera obra que Panizza escribió fue una poesía dedicada al 50 aniversario de su madre (de la que dependería económicamente a todo lo largo de su carrera literaria) en 1871. En 1885 viajó a Londres para estudiar durante un año la literatura inglesa. Ahí trabajó en el British Museum. En esa misma fecha publicó el primero de una serie de tres libros de poesía con los que no alcanzó reconocimiento alguno. Éste llegaría, en cambio, con su primera obra narrativa, “Dämmerungsstücke” (“Fragmentos crepusculares”), dedicada a Edgar Allan Poe, serie de relatos ambientados en una zona intermedia entre el día y la noche, la realidad y la fantasía, la normalidad y la locura.

Aunque Panizza había abandonado la práctica psiquiátrica, en 1891 publicó un texto que alcanzó celebridad: “Genie und Wahnsinn” (Genio y Locura), en el que, siguiendo las ideas de Lombroso, entonces muy de moda, abordó con originalidad temas como las alucinaciones y su influencia en el origen de las religiones, las psicosis, y los efectos de cannabis (hay que recordar que estudiando en sí mismo sus efectos, Joseph Moreau de Tours inauguró la psiquiatría experimental y que, en su juventud, el propio Charcot,dedicado por esos años a inventar la neurología, había pertenecido al Club des Hachischins).

Ese mismo 1891, Panizza empezó a llamar la atención de las autoridades y de la censura, y a escandalizar a los mojigatos, cuando en “Gegen Pruderie und Luge” (Contra la Gazmoñería y la Mentira) defendió el carácter sensual de la literatura germánica tradicional: “No se puede dominar al amor, él es la summa lex y la suprema voluntas. No se puede regular el amor alemán por un decreto de Postdam” (donde residía el Káiser). Las cosas se complicaron cuando en “Das Verbrechen in Tavistock-Square” (El crimen de la Plaza Tavistock) describió con gran realismo prácticas onanistas. La policía secuestró la edición y el autor fue llevado a juicio. Al año siguiente publicó en uno de los cotidianos alemanes más leídos, un artículo sobre la prostitución. Tras describir su evolución a lo largo de la historia y describir a la mujer como seductora y tentadora por naturaleza, concluía que la prostitución era natural y necesaria. No ocultó su simpatía por las prostitutas a las que trató respetuosamente, en oposición a lo usual en ese momento en su país. Al decir de sus biógrafos, ellas fueron, a lo largo de la vida, sus únicos contactos heterosexuales.

Los problemas con la censura y la justicia se agudizaron cuando en 1892 se hizo más notoria su temática anticatólica. Tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María por Pío IX, publicó una obra burlesca, “La Inmaculada Concepción de los Papas”, cuya autoría atribuía a un fraile español llamado Martín, apareciendo el de Oskar Panizza como su traductor al alemán (estratagema literaria que repetía la de Cervantes con el Quijote), y en la cual proponía que dicha condición se extendiese a todos los papas “con todas las consecuencias embriológicas, antropológicas y teológicas”. Dos años después se representó su primera obra teatral, “Der heilige Staatsanwalt” (El sagrado fiscal), en la que se funden sus dos intereses mayores: la sexualidad y la religión. Pone en escena el juicio de Lust, una prostituta, acusada por cuatro testigos: “Bondad Eterna”, “Verdad”, “Belleza” y “Moralidad”, pero defendida por un testigo extraordinario: Martín Lutero, quien pronuncia un sermón que arrancaba los aplausos del público.

Ese mismo año (prueba de que pasaba por un periodo muy productivo), Panizza publicó en Zúrich la que sería su obra más conocida, “Das Liebeskonzil” (El Concilio de Amor), “Tragedia celestial en cinco actos”, firmada con el mismo seudónimo de su pieza anterior, en donde plantea el origen de la sífilis como la venganza de Dios hacia las criaturas sexualmente hiperactivas, representadas en la obra por los personajes de la corte papal de Alejandro VI (Rodrigo Borgia –italianización del hispánico Borja original-) pero con clara referencia a su patología personal. El escándalo ha acompañado desde su debut a esta pieza inspirada tanto en la historia de la Iglesia renacentista y en un hecho crucial de la patología venérea que surgió en esa época a la mirada médica: la devastación del Morbus galico o “Mal napolitano”, como en la casi contemporaneidad, respecto de esta obra teatral, del Concilio Vaticano Primero, convocado por Pío IX. [En México, la obra fue puesta en escena en 1988 por la directora Jesusa Rodríguez, con las reacciones esperadas]. El escándalo se desencadenó no sólo porque en la obra se muestran con gran realismo las disolutas costumbres de la Corte papal en el siglo XVI, sino sobre todo porque en una parte de la obra, Dios Padre aparece como un viejo decrépito que exhibe una morbosa afectividad hacia un querubín; Jesús, como una especie de idiotita eternamente sufriente y con problemas evidentes de fijación edípica y María como una mujer hambrienta de sexo. El primer acto debería concluir con un fumadero de cannabis por parte de los tres personajes sacros. La obra fue secuestrada y su autor acusado de ultraje a la religión. El proceso concluyó con la condena a un año de prisión y la destrucción de las copias de la pieza teatral. Panizza fue recluido en la cárcel de Núremberg y después en la de Amberg debido al empeoramiento de su lesión luética en la pierna derecha. Su familia pidió que se le excarcelara alegando que sufría de un trastorno mental. Las autoridades médicas de la prisión no consideraron que éste fuera el caso. No obstante, era evidente que el ambiente carcelario había minado tanto su salud física como su condición mental. Sus conocidos lo describieron a su egreso como pálido y adelgazado, dubitativo, sollozante, en contraste con su jovialidad previa.

Poco tiempo antes del Liebeskonzil, Panizza había publicado una breve novela, “Ein Skandalöser Fall” (“Un caso escandaloso”), que habría de atraer hacia su autor el interés de los sexólogos contemporáneos. Así, en 1978 Michel Foucault la resucita como el antecedente literario del caso del que entonces se ocupó, titulado “Herculine Barbin, dite Alexine B.”, a partir de las memorias de un desdichado personaje del siglo XIX, afectado de alguna forma de seudohermafroditismo; considerado inicialmente como mujer y educado en consecuencia, sufrió una profunda conmoción existencial al ser descubierta, en el internado de señoritas en donde enseñaba, la pasión física, bien correspondida, que la unía con la bella sobrina de la directora. El escándalo lleva al capellán de la institución a solicitar el examen del médico el cual certifica la aberración anatómica, lo que habría de conducir finalmente al cambio legal de asignación sexual. Alexina, convertida en Abel, no soporta su nueva condición y tras pasar en Paris años de angustiosa soledad y desconcierto, escribe sus memorias antes de cometer suicidio.

El caso fue hábilmente utilizado por Foucaultcomo parte de la empresa intelectual en la que se sitúa su inacabada “Historia de la Sexualidad”. El filósofo y pensador francés reconoce en Panizza a un predecesor, ya que en esa novela de tipo libertino, muy lejos del pesimista romanticismo del texto de Alexine, muestra cómo la medicina y la legislación han arrebatado a la Iglesia el poder de estatuír sobre los cuerpos y la sexualidad. Es gracias a Foucault y a partir del hallazgo de esa novela, que el interés por un autor hasta entonces olvidado ha ido creciendo paulatinamente en varios sitios (Figura 1).

 

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En 1895 Panizza publicó el ensayo Der Illusionimus und die Rettung der Persönlichkeit. Skizze einer Weltanschauung (“Sobre la ilusión y el rescate de la personalidad. El estudio de la cosmovisión”), en el que, siguiendo las tesis filosóficas de Max Stirner (a quien está dedicado el texto), filósofo ateo y anarquizante que influyó a Nietzsche, desarrolla la tesis de la espectralidad del pensamiento. En el ensayo, Panizza cuestiona vehementemente los intentos contemporáneos de aplicar los métodos y planteamientos de las ciencias naturales a la Psyche humana, planteamientos representados por la psicofísica de Gustav Fechner (1860) y la psicología fisiológica de Wilhelm Wundt (1873), a los que cita y critica, atacando también a la neurofisiología. De esta manera se coloca en cierto modo dentro de la corriente de los Psychiker, en un momento en el cual los colegas de su generación en el mundo germánico se inscribían preferentemente dentro del campo de los Somatiker. El deconstructivismo del “sujeto” a que conduce la impostación anarco-individualista que asume Panizza siguiendo a Stirner, explican su vida y su obra, y habría sin duda producido otros frutos de no haber sufrido las consecuencias del proceso psicopatológico que lo abrumó.

En octubre de 1896 Panizza abandonó Baviera y se estableció en Zúrich con la intención de tomar la ciudadanía suiza. Un importante editor de esa ciudad aceptó publicar la segunda edición de “El Concilio de Amor” pero rehusó dar a la luz en ese momento los diarios que el autor había escrito en la prisión de Amberg [en cambio, dos años después, Oscar Wilde, otro escritor perseguido por “asuntos de costumbres”, sí logró publicar su “Balada de la cárcel de Reading”]. Panizza decidió entonces ser su propio editor y fundó la Verlag Zuercher Diskussionen (Editorial Zuriquesa de Debates) que empezó a editar un periódico cuyo rimbombante título habla de una cierta tendencia megalomaníaca; en él y bajo diversos seudónimos, se dedicó a publicar artículos cada vez más extraños (entre ellos “Una discusión psicopatológica de Cristo” y “El cerdo en sus aspectos poéticos, mitológicos e histórico-culturales”). Sus biógrafos coinciden en que los textos de su periodo suizo muestran la gradual desintegración mental del autor y el miedo que experimentaba a estar enloqueciendo. Intentó luchar contra la desorganización que se instalaba con la ayuda de sus instrumentos de defensa: la psiquiatría y la literatura. Así, escribió “Nerón”, una tragedia en cinco actos en la que el emperador es descrito como un psicópata, y la Psychopathia Criminalis, cuyo irónico subtítulo era: “Instrucciones para dilucidar psiquiátricamente y determinar científicamente las enfermedades mentales reconocidas como necesarias por la Corte. Para médicos, profanos, juristas, custodios, oficiales administrativos, ministros, etc.”, donde afirmaba, burlándose a la vez de la justicia y del alienismo, que “la libertad de pensamiento no era sino una forma de psicosis criminal que debía ser absolutamente perseguida en todos los niveles”.

A partir de 1898 las manifestaciones de un proceso de deterioro mental fueron haciéndose más evidentes. Ese año fue expulsado de Suiza tras la denuncia de una prostituta de 15 años a la que contrató como modelo para realizar fotos de desnudos [surge aquí una semejanza con Carrol Lewis que gustaba de esas fotos de ninfetas]. Oskar acusó al Káiser Guillermo II (“la gran persona desconocida”) de ser el motor de su expulsión. Desarrolló paralelamente un odio progresivo hacia todo lo que fuera germánico hasta el grado de casi abandonar el uso del alemán, prefiriendo hablar francés que era, strictu sensu, su lengua materna, la herencia de su origen hugonote. Se mudó entonces a París. Su productividad literaria se empobreció. Todavía publicó durante un año el periódico fundado en Zúrich pero las suscripciones se redujeron hasta hacerlo desaparecer en 1902. En la capital francesa, en donde vivía en un penoso aislamiento social e intelectual y en una progresiva estrechez pecuniaria, logró publicar -¡a coste de autor!- su último libro, “Parisiana”, colección de poesías en donde el elemento paranoide resulta muy evidente: prevalece en ellas una áspera polémica contra el Káiser Guillermo II considerado como el enemigo público de la humanidad y de la cultura. Este libro se publicó con una dedicatoria a Michael Georg Conrad (1846-1927), impulsor del movimiento naturalista alemán, considerado por Panizza como el padre de la literatura alemana moderna, pero el otrora amigo rechazó públicamente esa dedicatoria en aras de la corrección política.

La crítica situación económica de Panizza lo obligó a regresar a Alemania. El proceso judicial pendiente lo condujo a prisión, pero tras cuatro meses de reclusión fue enviado a una clínica psiquiátrica que resultó ser precisamente, en el colmo de la paradoja y la deshonra, aquella en donde había ejercido la especialidad. Durante las seis semanas que permaneció ahí le fue diagnosticada una forma de paranoia crónica. No obstante, pudo egresar de su internamiento y obtener algún apoyo económico de su familia. Retornó inmediatamente a París en donde la sintomatología alucinatoria auditiva se agregó al sistema delirante interpretativo. En éste, el gobierno alemán le espiaba continuamente, ahora con la ayuda de detectives franceses, con el fin de obligarlo a contraer matrimonio. Hicieron su aparición las ideas suicidas; la intensificación de su cuadro alucinatorio lo condujo a retornar a Alemania y, en una acción ambivalente entre conciencia y negación de su patología, a solicitar su internamiento en un hospital bávaro, al llegar al cual, sin embargo rehusó ingresar. Durante tres meses vivió totalmente aislado y se dedicó únicamente a realizar prolongados paseos. Presentó un intento suicida que el terror impidió llevar a cabo estando ya sobre el árbol en el que se colgaría. Finalmente, tomó la decisión de que era necesario el internamiento y recurrió a un extraño medio: se lanzó a la calle vestido sólo con camisón de dormir; la policía lo detuvo y lo condujo al Manicomio. El 5 de febrero de 1905 fue internado voluntariamente. Ahí lo examinó el doctor Gudden, el hijo de su antiguo jefe, que era ahora uno de los asistentes de Kraepelin. El dictamen reza:

“El comportamiento del doctor Panizza en los años pasados ha probado suficientemente que todas sus acciones y su actividad han sido guiadas por delirios sistematizados de persecución, que como consecuencia de tales delirios ha cambiado frecuentemente de residencia y transformado su estilo de vida en uno sin domicilio fijo, como un refugiado vagabundo; que con trabajos logra comer y que ve a todos como enemigos, que percibe e interpreta todos los fenómenos de una manera patológica”.

No obstante, el psiquiatra tenía, en realidad, unaclara y aguda percepción de su propio estado [la superestructura crítica que podía desarrollarse en algunos psicóticos inteligentes, según los autores alemanes], al grado que a su ingreso pudo escribir, con riguroso lenguaje médico y en tercera persona, una elocuente ficha biográfica que es su escueta historia clínica, la que ha sido de invaluable ayuda a sus biógrafos.

El término alemán que utilizó el doctor von Gudden hijo fue “Verrückheit”, la “locura sistematizada” descrita por Griesinger. El especialista planteó el mismo diagnóstico en el que su padre había basado el dictamen pericial que condujo años atrás, en 1886, a la destitución del rey Luwdig de Baviera. Este desdichado monarca, protector de Richard Wagner, había mostrado, como se sabe, una fuerte oposición a las ambiciones del Reino de Prusia que habrían de conducir al establecimiento del Imperio Alemán. Cuando Panizza toma al Kaiser Guillermo como tema de su delirio persecutorio sigue en cierto modo la actitud de su antiguo monarca. En este contexto, podemos establecer, en el caso de Oskar Paniza, una serie de dualidades: Por un lado, las de su propia vida (medicina/literatura; catolicismo/protestantismo; Italia/Francia; lengua alemana/lengua francesa; psiquiatría/psicosis). Después, las de su entorno (Baviera católica/Prusia luterana; Ludwig II/Wilhelm II; von Gudden padre/von Gudden hijo). Finalmente, las de su atmósfera psiquiátrica (Verrükheit/Paranoia,Dementia Praecox/Parafrenia; Griesinger/Kraepelin).

Desde el punto de vista nosográfico, hay que recordar que en la sexta edición de su Tratado, en 1899, Kraepelin había adoptado como criterios la evolución y la presencia de actividad alucinatoria, al proponer la separación de los delirios sistematizados no alucinatorios que evolucionan sin lesión de las facultades intelectuales, y los delirios alucinatorios que evolucionan hacia una desagregación psíquica. A los primeros reservó el término de paranoia y calificó a los segundos como paranoides, considerándolos como un subgrupo de su nueva entidad: la Dementia Praecox. No deja de llamar la atención que el asistente de Kraepelin ignorara esta nueva clasificación y siguiera utilizando la que manejaba su padre 19 años atrás.

En 1921, en la octava edición, el maestro de Münich utiliza precisamente el caso de su colega escritor, que murió ese año, para ejemplificar el concepto de “parafrenia sistematizada”. Lo más creíble es que en su internamiento y progresivo deterioro, Panizza no haya seguido la evolución de la nosografía que muestran las sucesivas ediciones del Tratado de su célebre condiscípulo.

Hay un hecho poco conocido que resulta de gran interés para la historia del arte y la psicología de laexpresión. Al final de la Primera Guerra Mundial, entre 1917 y 1918, el pintor expresionista George Grosz elaboró una obra perturbadora, realizada con la técnica del collage, que se conoce indistintamente como “Homenaje a Oskar Panizza” o “Los funerales del poeta Oskar Panizza( éste, como se ha dicho, moriría tres años más tarde, aunque su largo internamiento bien puede considerarse una muerte en vida). El cuadro, cuyo color dominante es un rojo sanguíneo, representa una procesión alucinante de figuras deshumanizadas. Las tres del primer plano simbolizan la sífilis, el alcoholismo y la peste, en tanto que la única que presenta características identificables resulta ser, paradójicamente para el caso del difunto homenajeado, un eclesiástico. La muerte parece triunfar en el centro de la composición que expresa muy bien la temática del autor: el horror de la guerra y el desplome de la moral. Esta visión de la locura de la raza humana evoca a Hieronymus Bosch y a Peter Bruegel. Simboliza también, en su estructura caótica, la disgregación mental.

Por otro lado, hay profundas semejanzas en las biografías del pintor y del psiquiatra escritor. Ambos fueron alemanes anti-germánicos que renunciaron al uso de su lengua materna: el médico eligió el francés y el pintor, el inglés; este último cambio el Georg original por Georges y la doble “s” final de su apellido por la s-z. Grosz también sufrió un internamiento psiquiátrico antes de emigrar a los Estados Unidos y también fue acusado, por el tema de su creación, de “ofensas al pudor” y de “vilipendiar la religión”. Había, pues, varios motivos para que el pintor sintiera simpatía y aun cierta identificación con el escritor. El rechazo de la lengua alemana como una forma de oposición al belicismo prusiano tiene un cierto carácter profético pues pareciera anunciar en ambos rebeldes cuasi anarquistas, la tragedia de su país natal cuando el idioma que había vehiculado tanta poesía y alta filosofía se habría de pervertir con los discursos del Mal y del Horror.

Si bien el nombre de Panizza ha merecido unas cuantas líneas en los diccionarios teatrales y “El Concilio de Amor” suele representarse de vez en cuando en medio todavía del escándalo general, para la Psiquiatría el personaje pasó al olvido. Un rescate tardío ha sido su inclusión en la obra sobre la historia del Instituto Psiquiátrico de Munich escrita por el Profesor Hans Hippius, el sucesor de Kraepelin, quien lo incluye entre los alumnos de von Gudden. Esto equivale a reconocer que a pesar de haber abandonado la práctica clínica por su interés literario y sus complicados trastornos emocionales, Herr Doktor Panizza siguió siendo un alienista. “Sacerdos in aeternum” dice la sentencia latina. Podemos aplicarla sin ironía a este gran sacrílego.

Oskar Panizza murió en un asilo psiquiátrico cercano a Bayreuth, el 28 de septiembre de 1921.Algunos biógrafos aseguran que a lo largo de esos años escribió una gran cantidad de páginas que reposan en un archivo olvidado esperando ser descubiertas por investigadores curiosos. Otros señalan que sólo se ocupó de traducciones. Los restantes, que su pluma se detuvo para siempre. Con un enfoque de antipsiquiatría trasnochada, algunos autores han propuesto incluso que este prolongado encierro fue el castigo que el poder al que criticó le impuso por su temática blasfema e irreverente. La larga noche de ese internamiento plantea dudas sobre la etiología del grave deterioro del psiquiatra-escritor. ¿Sufrió el debilitamiento progresivo que estaba al final de los cuadros de “locura sistematizada” según Griesinger? ¿Fue uno más de los brillantes cerebros de ese siglo a los que la sífilis condujo a la trágica noche de la demencia? ¿O sería tal vez, como lo planteó en “El Concilio de Amor”, que esa enfermedad sexualmente trasmitida fuera, en efecto, la metáfora de la venganza de un dios contra sus criaturas sexualmente hiperactivas? Sea como fuere, un año después de la anónima muerte de este psiquiatra-escritor, falleció en Paris, cubierto de gloria, Marcel Proust, autor de una de las obras más portentosas de la Literatura, a la que un psiquiatra italiano, el Profesor Romolo Rossi,acucioso conocedor de las letras (el médico que rescató a Ezra Pound de la prisión norteamericana) considera “el mayor tratado de Psiquiatría jamás escrito”. Item plus, en su erudito libro de 2006, el investigador suizo Edward Bizub descubre de qué manera “En busca del Tiempo perdido” es el crisol de la psicología experimental desarrollada entre 1874 y 1914, y hasta qué punto el novelista francés abrevó en la obra de los psicólogos y psiquiatras alumnos de Charcot.

Marcel Proust, epígono de las relaciones entre Literatura y Psiquiatría, nos brinda otra clave para entender a Panizza (y a muchos otros más):

“¿Cuál es el médico de locos que no haya tenido, a fuerza de frecuentarlos, su crisis de locura? Feliz aún si puede afirmar que no es una locura anterior y latente la que lo condujo a ocuparse de ellos. El objeto de sus estudios, para un psiquiatra, actúa frecuentemente sobre él. Pero antes de esto, este objeto ¿Qué oscura inclinación, que fascinante terror se lo había hecho elegir?”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Pérez-Rincón H. La dramática vida de un psiquiatra escritor. Arte y Medicina (Barcelona). 2007; 1658: 52-54.         [ Links ]

2. Pérez-Rincón H. A dramática vida de um psiquiatra escritor que abandonou a psiquiatria, mas que a psiquiatria não o abandonou”. Rev Latinoam Psicopat Fund. 2013; 16(2):208-217.         [ Links ]

Recibido: 18/10/2016

Aceptado: 21/11/2016