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Revista de Neuro-Psiquiatría

versión impresa ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.80 no.3 Lima jul./set. 2017

http://dx.doi.org/10.20453/rnp.v80i3.3160 

CARTA AL EDITOR

A propósito de corrupción y neuroimágenes.

About corruption and neuroimaging.

 

Santiago Stucchi-Portocarrero 1,2,a

1 Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi. Lima, Perú.

2 Facultad de Medicina Alberto Hurtado, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima, Perú.

a Médico Psiquiatra.

Señores editores:

El editorial del anterior número de la Revista de Neuro-Psiquiatría (1) amerita algunas reflexiones. En primer lugar, vale la pena preguntarse si existen datos fidedignos que avalen la tan difundida idea del “incremento progresivo de la corrupción” en el Perú. Al respecto, es sabido que, desde el virreinato y durante toda la vida republicana, han sido frecuentes ciertas prácticas reconocidas y sancionadas en su mismo momento como malos usos de la administración pública (2), lo que inspiró a González Prada a proclamar, hace más de un siglo, que “el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo, brota pus” (3). No obstante, la condena pública hacia tales hechos no ha sido igual a lo largo de la historia. Así, en la década de 1960 algunos todavía defendían la corrupción en los países subdesarrollados como “una fuerza positiva capaz de promover el crecimiento económico”; esta visión cambió radicalmente a partir de la década de 1980 (4). De este modo, más que la corrupción misma, lo que habría ido aumentado es el rechazo hacia diversos actos considerados corruptos, lo cual a su vez tiene una relación bidireccional con la mayor difusión del tema en los medios de comunicación. Y esto es justamente lo que miden las encuestas de percepción de la corrupción (5).

En segundo lugar, es verdad que los actos deshonestos son incentivados por la exposición progresiva y la tolerancia social hacia los mismos. Lo que puede ser objeto de debate es la interpretación de los hallazgos neurobiológicos de los estudios citados en el editorial. Más específicamente, ¿representan la activación de la amígdala y la actividad electrodérmica algo así como alertas corporales ante una moralidad trasgredida, o quizás no sean más que manifestaciones inespecíficas del malestar emocional que puede generar un eventual rechazo social? Diversas investigaciones han descrito la activación de la amígdala en estados de ansiedad, tanto normales como patológicos (6,7), siendo baja, sin embargo, la repetibilidad de tales hallazgos (8); por añadidura, un artículo concluyó que las señales de activación de la amígdala en las imágenes de RMN funcional probablemente ni siquiera se originen en esa misma estructura (9), lo cual podría hacerse extensivo a otros reportes neuroimagenológicos. A todo aquello sumémosle lo artificial que puede resultar el ajustar conceptos como corrupción y deshonestidad para hacerlos “correlacionables” con los hallazgos de la neurobiología, teniendo en cuenta que abarcan una amplia gama de actividades con variaciones culturales y diacrónicas, que pueden además analizarse desde diferentes perspectivas (política, social, jurídica y económica). Parafraseando a Racine y colaboradores (10), pareciera que en la actualidad, toda conducta humana debe ser ubicable en las imágenes cerebrales para obtener un certificado de “neuro-realismo”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Custodio N. Cambios en corteza pre-frontal y cognición social relacionados con corrupción. Rev Neuro-Psiquiatr. 2017; 80 (2): 85-87.         [ Links ]

2. Quiroz AW. Historia de la corrupción en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos; 2013.         [ Links ]

3. González-Prada M. Pájinas libres. Lima: Editorial Mercurio; 1996.         [ Links ]

4. Huber L. Romper la mano: Una interpretación cultural de la corrupción. Lima: Instituto de Estudios Peruanos; 2008.         [ Links ]

5. Del Castillo A. Medición de la corrupción: Un indicador de la rendición de cuentas; Serie: Cultura de la Rendición de Cuentas. México: Editorial Color; 2003.         [ Links ]

6. Catani M, Dell’acqua F, Thiebaut de Schotten M. A revised limbic system model for memory, emotion and behaviour. Neurosci Biobehav Rev. 2013; 37(8): 1724-1737.         [ Links ]

7. Shin LM, Liberzon I. The neurocircuitry of fear, stress, and anxiety disorders. Neuropsychopharmacology. 2010; 35 (1):169-191.         [ Links ]

8. Lipp I, Murphy K, Wise RG, Caseras X. Understanding the contribution of neural and physiological signal variation to the low repeatability of emotion-induced BOLD responses. NeuroImage. 2014; 86 (1): 335–342.         [ Links ]

9. Boubela RN, Kalcher K, Huf W, Seide E-M, Dernt B, Pezawas L, et al. fMRI measurements of amygdala activation are confounded by stimulus correlated signal fluctuation in nearby veins draining distant brain regions. Sci Rep. 2015;5:10499. doi: 10.1038/srep10499        [ Links ]

10. Racine E, Bar-Ilan O, Illes J. fMRI in the public eye. Nat Rev Neurosci. 2005; 6 (2): 159-164.         [ Links ]

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