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Revista de Neuro-Psiquiatría

versión impresa ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.80 no.4 Lima oct./dic. 2017

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.20453/rnp.v80i4.3240 

ARTÍCULO ESPECIAL

¿Realmente existe una “epidemia de depresión”?

Is there really an “epidemic of depression”?

 

Santiago Stucchi-Portocarrero 1,2,a

1 Facultad de Medicina Alberto Hurtado, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima, Perú.

2 Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi. Lima, Perú.

a Médico psiquiatra


RESUMEN

Desde hace varios años se viene insistiendo sobre un incremento mundial de los trastornos depresivos y ansiosos. Sin embargo, existen argumentos alternativos a la supuesta “epidemia de depresión”: 1) Algunas investigaciones han reportado datos opuestos. 2) El aumento de la expectativa de vida lleva a una mayor cantidad de personas de la tercera edad, más proclives a la depresión. 3) Las personas tienden a olvidar los momentos de aflicción conforme pasa el tiempo, lo cual podría llevar a pensar que las generaciones actuales tienen una mayor prevalencia de vida de trastornos emocionales, y que la edad de inicio se está anticipando. 4) La mayor difusión de los temas de salud mental puede permitir que más personas se atrevan a pedir ayuda para problemas emocionales que mantenían ocultos. 5) Los límites entre la patología mental y la normalidad se han redefinido a lo largo del tiempo, de modo que muchas condiciones antes juzgadas como normales, ahora cumplirían criterios para un diagnóstico psiquiátrico. En suma, no hay duda de que la salud mental merece una atención prioritaria, pero la evidencia a favor de un incremento de trastornos mentales es insuficiente y cuestionable. A lo sumo podría hablarse de una mayor tendencia actual a diagnosticar depresión y ansiedad, y por otro lado, de una auténtica “epidemia” de prescripción de psicofármacos.

PALABRAS CLAVE: depresión, ansiedad, epidemia, psiquiatría.


SUMMARY

For several years, there have been claims about a consistent worldwide prevalence increase of depressive and anxiety disorders. However, there may be alternative reasons to explain this “depression epidemic”: 1) Some investigations have reported data with opposite findings 2) The increase in life expectancy leads to a greater number of elderly people, more prone to depression. 3) As time passes, people tend to forget moments of distress, which could lead to assuming that current generations have a higher life prevalence of emotional disorders, and that the age of onset for depression may be younger than before. 4) The greater public dissemination and knowledge of mental health issues may allow more people to seek help for emotional problems that they have kept hidden for more or less long periods. 5) The limits between mental pathology and normality have been redefined over time, so that many conditions previously judged as normal would now meet criteria for a psychiatric diagnosis. In summary, there is no doubt that mental health deserves priority attention, but the evidence in favor of an increase in the prevalence of mental disorders is insufficient and questionable. At most one could speak of a greater current tendency to diagnose depression and anxiety, and on the other hand, of an authentic “epidemic” of psychotropic drug prescriptions.

KEYWORDS: depression, anxiety, epidemic, psychiatry.


Desde hace varios años se viene advirtiendo sobre un supuesto incremento de los trastornos mentales, particularmente de los trastornos depresivos y ansiosos. En este sentido, el último estudio de Carga Global de Enfermedades (GBD 2015) describió un aumento del
18% en el número total de personas con depresión a nivel mundial, entre los años 2005 y 2015 (1), lo cual coincide con otras investigaciones publicadas en las últimas décadas (2-4). Tales hallazgos, sumados a comunicados de organizaciones relacionadas con la salud y opiniones de expertos, han encontrado eco en los medios de prensa, difundiéndose la idea de una “epidemia de depresión” (5-8). Sin embargo, antes de respaldar la existencia de aquella presunta epidemia, es recomendable tener en cuenta algunas consideraciones:

1. Hay investigaciones que no avalan el pretendido incremento de los trastornos mentales. Por ejemplo, Murphy et al., encontraron que la incidencia de depresión en Canadá se mantuvo estable entre los años 1952 y 1992, aunque la prevalencia actual aumentó en las mujeres (9). En los EE.UU., Eaton et al., reportaron una disminución en la incidencia de depresión en el periodo 1981-
2004 (10), en tanto que Olfson et al., describieron un declive en el porcentaje de niños y adolescentes con trastorno mental severo entre los años 1996 y 2012, aunque sí identificaron un mayor acceso a los servicios de salud mental (11). En Australia, Harvey et al., no encontraron un cambio significativo en la prevalencia de trastornos mentales comunes en el periodo 2001-2014, aunque la cantidad de personas con pensión por discapacidad mental subió en un 51% (12). Baxter et al., no hallaron un cambio significativo en la prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión durante el periodo 1990-2010, al analizar datos de todo el mundo, basándose en el GBD 2015 (13). En el Perú, el Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado – Hideyo Noguchi” registró una disminución en la prevalencia actual de cualquier trastorno psiquiátrico y de los trastornos ansiosos y depresivos,al comparar los años 2002 y 2012 (14,15).

2. El crecimiento de la prevalencia de depresión y ansiedad podría deberse a un aumento de la población mundial y de la expectativa de vida, que lleva a su vez a una mayor cantidad de personas de la tercera edad, más proclives a dichos padecimientos. Esto fue planteado por Häfner hace tres décadas (16), y recientemente la Organización Mundial de la Salud ha opinado de igual forma
al comentar los hallazgos del GBD 2015 (17). No obstante, esto no explica la elevación de las cifras de trastornos emocionales en la población infantil y juvenil (4).

3. Se ha descrito que las personas tienden a olvidar los momentos de aflicción conforme pasa el tiempo, particularmente cuando no fueron lo suficientemente intensos o prolongados, o no recibieron un tratamiento, lo cual podría explicar por qué las personas mayores tienden a reportar menos antecedentes de episodios depresivos o ansiosos, así como una presentación más tardía de los mismos, en comparación con las personas jóvenes, dando la impresión de que las generaciones actuales tienen una mayor prevalencia de vida de trastornos emocionales, y que la edad de inicio se está anticipando (18). Esto implica un sesgo en los estudios retrospectivos, mas no en los longitudinales.

4. La difusión del tema de la salud mental a través de los medios de comunicación, la organización de cursos de capacitación para el personal de salud, y la mayor disponibilidad de servicios de psiquiatría y psicología, podrían haber permitido: a) que más personas con problemas de depresión o ansiedad, que anteriormente no reconocían claramente la naturaleza de sus dolencias o no se atrevían a pedir ayuda, accedan ahora a una consulta, y b) que más médicos no psiquiatras identifiquen y reporten más diagnósticos psiquiátricos. Esto equivale a hablar de una “demanda oculta”que estaría saliendo a la luz progresivamente, dando la apariencia de un incremento en los datos estadísticos de trastornos depresivos y ansiosos.

5. Los límites establecidos entre la patología mental y la normalidad habrían ido variando a lo largo del tiempo, de tal forma que muchas condiciones otrora juzgadas como normales, ahora cumplirían criterios para un diagnóstico psiquiátrico. Ha sido comentada muchas veces la proliferación de categorías diagnósticas en las sucesivas versiones de la clasificación de la Asociación Psiquiátrica Americana: desde 106 en el DSM-I (1952), hasta llegar a 298 en el DSM-5 (2013) (19).Además, las pautas para diagnosticar algunos trastornos mentales podrían haberse vuelto más inclusivas. Específicamente, en el DSM-5 ya no figura, entre los criterios para depresión mayor, la exigencia de que los síntomas no sean explicables por un duelo u otras situaciones de pérdida, quedando solo una nota aclaratoria; para Frances, este cambio podría llevar a que más personas sean diagnosticadas como depresivas (20). Es más,Horwitz y Wakefield opinan que desde el DSM-III (1980), la definición de depresión ha ido englobando los estados reactivos de tristeza, que fueron considerados normales “por miles de años” (21). Por otro lado, como se comentó previamente, la amplia difusión mediática que tiene en la actualidad la salud mental estaría llevando a muchos médicos a diagnosticar depresión o ansiedad con mayor facilidad, presionados aun por los mismos pacientes, que encuentran en tales diagnósticos una explicación cada vez más aceptable para sus padecimientos,y en los antidepresivos y ansiolíticos la esperanza de un alivio rápido (21-23), todo lo cual va de la mano con una mayor expectativa de bienestar emocional y una menor tolerancia al sufrimiento y al fracaso por parte de las generaciones actuales (16,24). Como un factor adicional debe mencionarse también la influencia que ejerce la industria farmacéutica sobre los potenciales prescriptores (21,22,24). Regresando al ítem 4, tendríamos entonces que añadir, a la demanda oculta, a muchas personas cuyas penas han sido reformuladas en base a la nosología psiquiátri a actual, contribuyendo a la ilusión de una “epidemia”.

En conclusión no hay duda de que los trastornos psiquiátricos son una causa muy importante de malestar y discapacidad en todo el mundo, y que la salud mental debe ser uno de los objetivos prioritarios para la sociedad y el estado. No obstante, la evidencia a favor de una epidemia de trastornos mentales es insuficiente y cuestionable, por lo que debería haber cautela antes de anunciar datos epidemiológicosa los medios de comunicación. A lo sumo podría hablarse de una mayor tendencia actual a diagnosticar depresión y ansiedad, y por otro lado, de una auténtica“epidemia” de prescripción de psicofármacos, como lo muestran múltiples reportes (21,22,24,25).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Correspondencia

Santiago Stucchi Portocarrero

Correo: santiago.stucchi.p@upch.pe

 

Recibido: 30/10/2017

Aceptado: 11/12/2017

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