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Revista de Neuro-Psiquiatría

Print version ISSN 0034-8597

Rev Neuropsiquiatr vol.81 no.4 Lima Oct./Dec. 2018

http://dx.doi.org/10.20453/rnp.v81i4.3442 

MIRADAS A LA HISTORIA

Cien años de la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas

One hundred years of Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas

 

Santiago Stucchi-Portocarrero 1

1 Facultad de Medicina, Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima, Perú.


El año 1918 fue testigo de dos hechos sin duda trascendentales para la psiquiatría en el Perú: en enero, la fundación del Asilo Colonia de la Magdalena (actual Hospital Víctor Larco Herrera), y en julio, la aparición del primer número de la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas. Ambos acontecieron en un contexto en el que la psiquiatría dejaba atrás el alienismo decimonónico y se afirmaba como parte de la medicina, y por ende, de un conocimiento científico que enarbolaba la bandera de la modernidad, bajo la perspectiva de aquellos tiempos. En tal sentido, la revista mencionada fue la primera publicación en nuestro medio dedicada de manera primordial a la psiquiatría, amén de otros saberes afines, que figuraron en la portada del número inaugural: neuropatología, psicología, psicoanálisis, pedología, sociología, medicina legal, criminología e historia de la medicina; posteriormente se sumarían: antropología, endocrinología, educación e higiene mental (figura 1).

 

La Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas fue dirigida inicialmente por Hermilio Valdizán (1918-1920), y luego por Honorio Delgado (1922-1924). Aunque de efímera trayectoria –el último número salió a la luz 6 años después del primero-, fue pródiga en literatura científica de calidad, y contó con la participación de renombrados autores, peruanos en su mayoría, con algunos invitados extranjeros. Los temas publicados fueron el reflejo de su época; así, algunos artículos informaron sobre los tratamientos entonces novedosos (por ejemplo, uno escrito en alemán por el mismo Julius Wagner Jauregg, dedicado a la malarioterapia), y otros acerca de enfermedades emergentes (como la encefalitis epidémica), haciéndose notar la influencia de la teoría degeneracionista, las ideas del movimiento de higiene mental, la presencia sutil de un eugenismo incipiente, y en forma particular, un enorme interés por el psicoanálisis, (en la tabla 1 se encuentra una relación de todos los artículos originales publicados).

La teoría psicoanalítica se constituyó en asunto cardinal para la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas (aunque resulta exagerado el calificativo de “primera revista psicoanalítica en el Perú y en Sudamérica”) (1), gracias al entusiasmo de Honorio Delgado, el primer difusor del psicoanálisis en Latinoamérica y uno de los primeros en la lengua hispana. El mismo Sigmund Freud citó al prestigioso psiquiatra y filósofo peruano en un pie de página agregado en 1924 a su obra “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (2). No era para menos, Delgado había comenzado a divulgar el pensamiento freudiano desde 1915, en un artículo aparecido en el diario “El Comercio” de Lima (3), al que seguirían otras publicaciones, entre ellas “El psicoanálisis”, de 1919 (4), y “Sigmund Freud”, de 1926 (5). Pero fue la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas “nuestro principal órgano de ese movimiento”, en palabras del mismo Delgado (6). La admiración que profesaba, tanto hacia las ideas psicoanalíticas como hacia su creador, se hizo patente a lo largo de la existencia de la revista en mención. Por ejemplo, en un artículo de 1918 titulado “El psicoanálisis en sus aplicaciones extrapsiquiátricas”, se refirió a dicha doctrina como “todo un novum organum”, con revelaciones “verdaderamente tremendas”, recordando a Freud como “el más hábil e intrépido de los psicólogos” (cursivas en el original) (7), y en una editorial de 1920, titulada “Sigmund Freud y el movimiento psicoanalítico”, calificó a aquél como “un genio de primer orden” (8). Su posterior alejamiento del psicoanálisis, hasta llegar a “una detracción radical” (9), ha sido discutido por varios autores, con argumentos variopintos (9-12). Si bien no es objeto de esta breve reseña profundizar en tal asunto, cabe decir que no es cierto aquello de que Delgado “nunca explicó, ni en público ni en privado, el porqué de su mudanza” (11); en su libro “El médico, la medicina y el alma” (Capítulo V), el autor brinda su versión de los hechos (13).

Precisamente hemos escogido un artículo de Honorio Delgado titulado “La nueva faz de la psicología normal y clínica”, aparecido en el primer ejemplar de la revista ahora centenaria, para su reproducción en el presente número de la Revista de Neuro-Psiquiatría. La temática del escrito gira en torno a la contraposición entre la psicología experimentalista, “que caduca”, y “el concepto dinámico-evolutivo”, que para el autor promete revolucionar el conocimiento psicológico, habiendo presidido tal enfoque inclusive la evolución de otras ciencias, tales como la física, la biología y la sociología (14).

El juicio es severo hacia la primera escuela; la acusa Delgado de simplificar artificialmente la psiquis humana, disgregándola en elementos carentes de significado propio, desembocando en una actividad estéril que no duda en tildar de “lamentable aberración”. Por el contrario, para la “naciente y ya vigorosa tendencia” no escatima elogios ni oculta fervores, expresando su sincera esperanza de que “dará acceso a la conquista de las leyes del trabajo psíquico” (14). No concibe entonces Delgado mejor forma de aproximarse al alma humana que no sea mediante el criterio integral e histórico que preconiza la nueva psicología; el objetivo final es llegar a “la fundamental unidad íntima del quid sintético que constituye la clave de la economía de la psiquis” (cursivas en el original) (14). Tal criterio histórico trasciende lo personal, y se remonta al pasado de la humanidad en su conjunto, siguiendo el concepto de “paleo-psicología”, introducido por Smith Ely Jelliffe (15). Y si bien reconoce los aportes precursores de Dilthey, James, Sommer, Bergson, Stern y Bechterew, es la teoría psicoanalítica la que ha “llevado al más alto grado de desarrollo este magnífico método” (14). Junto a Freud, sitúa Delgado a Janet, Adler, Abraham, Jung y Spielrein.

La psicología de orientación filosófica predominó en el Perú a lo largo del siglo XIX, y encontró un respaldo a principios del siglo XX en la filosofía espiritualista, defendida por el filósofo y educador Alejandro Deustua, crítico de la ciencia positivista. Dicho pensamiento fue heredero de escuelas diversas, tales como la psicología comprensiva de Wilhelm Dilthey, la psicología descriptiva de Franz Brentano, la psicología intuitiva de Henry Bergson, la psicología fenomenológica de Edmund Husserl y la psicología espiritualista de Eduard Spranger (16,17).

Volumen 1 (1918-1919): La hipocondría en el siglo XVIII (Anónimo); El mutismo (Luis D. Espejo); Acerca del infantilismo (Hermilio Valdizán); La nueva faz de la psicología normal y clínica (Honorio F. Delgado); Leyenda de la génesis de los amueshas (Julio C. Tello); Educación de un epiléptico (E. Ponce Rodríguez); La chicha, bebida de los primitivos peruanos (Hermilio Valdizán); El psicoanálisis en sus aplicaciones extrapsiquiátricas (Honorio F. Delgado); El señor Víctor Larco Herrera y el Asilo-Colonia de Magdalena (Editorial); Psicosis polineurítica (Max González Olaechea); Trastornos mentales en el paludismo (Carlos A. Bambarén); La psiquiatría psicológica (Honorio F. Delgado); Un imbécil criminal (Peritaje) (Hermilio Valdizán); Los problemas nacionales de sanidad mental (Honorio F. Delgado); Nuestro seminario pedológico (Editorial); Un caso de paraplejia de origen traumático (Ernesto Odriozola); La supervivencia (Cuestión médico-forense) (L. Avendaño); El nuevo curso de Derecho Penal en la Universidad de San Marcos (Óscar Miró-Quesada), e Interdicción por paranoia crónica (Peritaje) (Hermilio Valdizán).

Volumen 2 (1919-1920): Criminología: Intento de sistematización didáctica (Óscar Miró-Quesada); Tratamiento psicoanalítico de un caso de neurosis compulsiva (Dr. A.Z.); El sistema nervioso en nuestro folklore (Hermilio Valdizán); El psicoanálisis en la escuela (Honorio F. Delgado); La enseñanza de la psicología en nuestra Universidad Mayor (Honorio F. Delgado); Un caso de tabes (Ernesto Odriozola); Acerca de los trastornos nerviosos y mentales causados por la ovariectomía (Ricardo Mendoza M.); Concepto y causas de la muerte súbita (Fortunato Quesada); Acerca de los trastornos nerviosos de la gripe (Hermilio Valdizán); El desarrollo psíquico del niño (Honorio F. Delgado); Sigmund Freud y el movimiento psicoanalítico (Honorio F. Delgado); Distrofia hipofisiaria adiposo genital (Carlos Monge); La defensa de los frágiles (Hermilio Valdizán); Significado genético-prospectivo de la experiencia infantil (Honorio F. Delgado); Las glándulas endocrinas y la llamada epilepsia esencial (Carlos A. Bambarén); Sobre el proxenetismo (Cristóbal de Losada y Puga); Acerca de la memoria de los niños (Victoria Izcue); La parálisis general en el Perú (Hermilio Valdizán), y La formación de la personalidad y el carácter (Honorio F. Delgado).

Volumen 3 (1920): Asociaciones experimentales en cien niños (Victoria Izcue); Algunas observaciones acerca de la capacidad onírica en los operados (Néstor Barsallo); Ensayo de psicología del enfermo (Hermilio Valdizán), y Psicología y fisiología: Relaciones entre el alma y el cuerpo desde el punto de vista médico (Honorio F. Delgado).

Volumen 4 (1922-1923): La obstetricia en el folklore peruano (Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado); La psiconeurosis climática que se denomina “nevada” (Edmundo Escomel); The imperceptible obvious (Paul Wilson); La negación de la paternidad como síntoma psicósico (Honorio F. Delgado); Los mitos médicos peruanos (Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado); Confusión mental en la encefalitis epidémica (Max González Olaechea); El mongolismo (E. S. Guzmán Barrón); Reacción subepidérmica a la adrenalina como método de exploración del sistema nervioso simpático (Delfín C. Espino); La negación de la paternidad como síntoma psicósico (conclusión) (Honorio F. Delgado); Tratamiento de la epilepsia por el luminal (Honorio F. Delgado); Die behandlung der progressiven paralysedurch malaria impfung (Wagner Jauregg); Traducción: Tratamiento de la parálisis progresiva por inoculación de la malaria (Honorio F. Delgado); Tratamiento de la parálisis general por el método de Rosemblum (Sebastián Lorente y Patrón); Folklore peruano: Algunas costumbres y creencias de los indígenas (M. Toribio Mejía Xesspe); Los mitos médicos peruanos (continuación) (Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado); La instrucción psicoanalítica como tratamiento de la alienación mental (Honorio F. Delgado); Factores psicológicos de la demencia precoz (Hermilio Valdizán y Honorio F. Delgado); Psychological diamond-in-the-rough (Paul Wilson); Folklore peruano: Algunos aspectos de la medicina popular indígena (Gerardo Quintana); Folklore peruano: Algunas costumbres y creencias de los indígenas (conclusión) (M. Toribio Mejía Xesspe), y Los mitos médicos peruanos (continuación) (Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado).

Volumen 5 (1924): La pelagra en los alienados (Baltazar Caravedo); Parálisis general sin demencia (Hermilio Valdizán); Un caso de hemorragia capsular (Max González Olaechea); Status Thymicolymphaticus (Honorio F. Delgado); Los mitos médicos peruanos (Hermilio Valdizán y Ángel Maldonado); Ciento doce casos de epilepsia tratados por el luminal (Hermilio Valdizán); Actitudes regresivas en los esquizofrénicos (Baltazar Caravedo); Contribución al estudio de las pruebas físico- dinámicas y fármaco-dinámicas en psiquiatría, como método de exploración del sistema nervioso vegetativo (Delfín C. Espino); Correlación entre la constitución somática y las formas de psicosis (psicosis maniaco-depresiva y esquizofrenia) (Honorio F. Delgado y José R. Montoya); Folklore peruano: La vida y algunas costumbres de Huacho (M. Toribio Mejía Xesspe y Glicerio Díaz P.); Granville Stanley Hall (Honorio F. Delgado); Shame as a factor in inducing the adjustment of character to social standards (Paul Wilson); Un caso de filariosis con psicosis maniaco depresiva (Honorio F. Delgado, Guillermo Almenara y Enrique Ciotola); Rinorrea y epifora (Nota previa) (Enrique Ciotola); Folklore peruano: Algunas costumbres y creencias indígenas (Gerardo Quintana); Valor del experimento de interpretación de formas para la Psicoanálisis (Trabajo póstumo del Dr. H. Rorschach) (Emil Oberholzer); Sobre un caso de mielitis crónica central o peri-ependimaria (Max González Olaechea), y Folklore peruano: Algunas costumbres y creencias indígenas. II parte (Gerardo Quintana).

Por su parte, la psicología experimentalista, que conoció sus inicios en el último tercio del siglo XIX, gracias a los trabajos de Wilhelm Wundt, irrumpió formalmente en el Perú en 1935, con la llegada del psicólogo alemán Walter Blumenfeld y la inauguración del Instituto de Psicología y Psicotecnia. Se dio entonces una confrontación entre la “psicología experimental, positiva y naturalista” y “los defensores de la antigua psicología filosófica, intuitiva y subjetiva, de larga data en los predios universitarios” (16).

El psicoanálisis se le presentó al joven Delgado como una teoría renovadora, de innegable raigambre filosófica, constituyéndose en “una psicología que está por encima de lo material, que se eleva sobre la generalización y descubre su camino en el alma de cada persona” (17). Inclusive en 1941, y habiendo ya adoptado una postura crítica hacia el psicoanálisis, Delgado reconocía que gracias a Freud, “el conocimiento del alma humana ha salido del lecho de Procusto de la psicología fisiológica experimental del siglo XIX” (18). En el artículo que reproducimos, le concede además nuestro autor al psicoanálisis el haber contribuido con “la fundación de la psiquiatría psicológica”, lo que será el tema principal de un escrito posterior publicado en la misma revista, titulado precisamente “La psiquiatría psicológica”; vale la pena mencionar que en este último, Delgado arremete contra la “psiquiatría agnosticista”, cuyos “cultores renuncian a la posibilidad de que los procesos dispsíquicos sean comprendidos como valores activos”, juzgando a tal doctrina como “el desgraciado producto de un descarrío, de una aberración” (19).

Todavía en esos años Delgado objetaba la postura de ciertos filósofos metafísicos que negaban a la psicología la condición de ciencia, bajo el argumento de que los fenómenos psíquicos son subjetivos y no medibles; a aquéllos les atribuía la defensa de una “psicología sin cuerpo en oposición a la psicología sin alma de los materialistas”, ambas doctrinas igualmente falaces para él (20). Esto cambiará posteriormente, cuando Delgado conciba la psicología como una disciplina netamente filosófica, basada en el espíritu, y a los contenidos mentales como inconmensurables, llegando a plantear que “la psicología no puede considerarse, en rigor, en su estado presente, como una ciencia” (cursivas en el original) (18).

La devoción que expresaba Delgado hacia la figura de Freud no fue óbice para que resaltara las contribuciones de otros psicoanalistas, entre ellos, en forma especial, Alfred Adler. Inclusive en su debut como divulgador periodístico del psicoanálisis, en 1915, el psiquiatra peruano le dedicó las siguientes líneas: “Freud ha visto nacer un grupo de disidentes encabezado por Adler, quien ha forjado una teoría más amplia, y, á nuestro parecer, más conforme con la realidad psicológica” (3). El artículo que nos convoca no fue ajeno a esta simpatía adleriana; en uno de sus últimos párrafos resalta que el fundador de la psicología individual es “quien ha encarado con mayor resolución la cuestión de la unidad funcional biográfica” (14). Al parecer, la decepción comenzó cuando advirtió una cierta proximidad entre los discípulos de Adler y los movimientos socialistas; “la Psicología Individual se ha mezclado con los movimientos populares (…). Quand la populace se mêle a raisonner, tout est perdu!” (sic), escribió Delgado para “El Comercio” en 1927 (cursivas en el original) (21).

Finalmente, a Friedrich Nietzsche le reservó Delgado el privilegio de sellar con broche de oro su artículo del número primigenio de la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas, rememorando su “anhelo profético” de “una psicología de las profundidades” (14). No es casual tal aserto; la lectura de Nietzsche estuvo de alguna forma relacionada con su temprana orientación hacia la psiquiatría, según la anécdota rescatada por Javier Mariátegui (22), y el mismo Delgado confesó haber “cebado el espíritu por la pasión de Nietzsche” (13). La figura del filósofo alemán fue omnipresente en la obra de Delgado; en el artículo de 1915 apareció el autor de “Así habló Zaratustra” como quien intuyó anteladamente la finalidad del arte para “apaciguar las necesidades no saciadas” (3), y en otras publicaciones lo consideró precursor del psicoanálisis (6,7), llegando inclusive a afirmar que los conceptos básicos del psicoanálisis fueron “claramente formulados por Nietzsche”, lo que “no podía ignorar Freud” (13). La posterior inclinación de Delgado hacia un catolicismo conservador –que lo llevaría a defender “la perfección de la Cristiandad en la Edad Media” (23)-, no impidió que siguiera citando a Nietzsche, implacable crítico del cristianismo, aunque le reclamase que hubiese lanzado “su lúgubre ‘Dios ha muerto’” (24).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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La nueva faz de la psicología normal y clínica

En el momento presente se comenta con amargo escepticismo la multiplicidad de criterios que reina en el estudio de la psiquis; se abomina de la discordancia babélica de las doctrinas y de las miras de las diversas escuelas; se lamenta la esterilidad de tanta investigación sistemática y de tanta publicación pedantesca; se habla, en fin, de una crisis de la psicología. Todo ello con harto fundamento; pero, si en verdad son tan desoladoras como legítimas las primeras actitudes de espíritu, la última, la constatación de la crisis, no es menos alentadora que real. Hay, positivamente, una crisis, una crisis que es eficaz y fecunda, pues que de ella se ve nacer la orientación hacia el verdadero dominio de la ciencia de la vida mental: en efecto, en medio del desconcierto, se vuelve la cara en dirección al objetivo fundamental del conocimiento del alma humana.

La reacción es poligénica, aparece en diversos puntos del horizonte científico, al lado de las particulares diferenciaciones dogmáticas; pero, no obstante su diversidad de orígenes, ella tiene tendencias que considero que la definen perfectamente como movimiento general. La vida psíquica contemplada en su unidad funcional integral, dinámica y evolutiva: tal es lo que encuentro en la psicología y en la psicopatología de hoy como característica nueva de importancia basal.

Y no es, sin duda, el concepto dinámico-evolutivo privativo de la renovación de la psicología; parece, por el contrario, que corresponde a un fenómeno general en la evolución de las diversas disciplinas: se presenta como una fase de la historia contemporánea del pensamiento científico. En efecto, en física, en biología y en sociología se siente la misma influencia. El átomo, no es considerado ya como partícula indivisible e inmutable, sino como foco de energía, como centro de incesante quinetismo, que tiene historia, que se transforma indefinidamente en virtud de sus determinantes internos. De otro lado, el ser vivo, deja de ser un tipo fijo, petrificado, de organización concebida según un plan regido por leyes de una morfología geométrica trascendental, para ser estudiado como plástica unidad funcional, de estructura condicionada por la evolución ancestral. Asimismo, las instituciones sociales cesan de ser concebidas desde el punto de vista estático: cada vez se da mayor importancia al sentido genético, al poder formador derivado de las acciones pasadas, a las fuerzas históricas: más que la composición y estructura del organismo social actual, interesan ahora los factores determinantes de su devenir. Pero volvamos a nuestro asunto.

El criterio psicológico que caduca, debe su esterilidad a la voluntaria limitación de su materia de estudio, que lleva a no tomar en cuenta sino aspectos parciales de la actividad psíquica, desadvirtiendo lo esencial, lo que a ésta da su cualidad genuina. Realmente, el estudio sistemático de sensaciones, recuerdos, ideas, emociones, voliciones, etc. -que tiene indiscutible pero limitada importancia-, como dirección exclusiva, como fin último de la psicología, es causa del vicio de simplificación artificial, de individualización de cosas que no son más que elementos disgregados; vicio que acarrea otro peor: la incapacidad de descubrir y comprender la naturaleza del conjunto que dichos elementos integran. La naciente y ya vigorosa tendencia que señalo, se endereza a corregir tan lamentable aberración, probando la necesidad de apoderarse de la realidad psicológica importante, tomando los particulares fenómenos mentales únicamente como medios para su consecución. El centro de gravedad del interés de la psicología se desplaza, pues, del fenómeno mental puro, desarticulado, a la vida mental substantiva.

La técnica del estudio integral de la actividad psíquica, requiere otro camino que el estrecho que ofrece el método matemático de la psicología experimentalista, ya que tiene que operar con valores cuantitativos; pues no se trata sólo de computar objetivamente coeficientes de relaciones inmediatas entre el individuo y el mundo exterior. El elemental, antiquísimo y hasta el presente no bien explotado procedimiento de observación subjetiva, es el que, permitiendo la autoespectación de la conexión actual íntima, de la sinergia funcional vivida, dará acceso a la conquista de las leyes del trabajo psíquico. En este terreno, ya puede hablarse de labor realizada: los estudios de la escuela de KULPE, los de STUMPF, los de HUSSERL, y, más abiertamente, los de RIGNANO y CLAPAREDE, sobre la psicología del razonamiento y de la inteligencia, encarnan aproximaciones apreciables; pero es, indudablemente, en el futuro que dará sus mejores frutos esta psicología natural, de cuyo advenimiento recién se toma conciencia.

Si para el estudio de los procesos psicológicos en conjunto, como unidad actual articulada, es importante atender a su conexión, tórnase este cuidado en condición previa absoluta cuando se trata de apreciar el significado de la existencia psíquica individual; pues es en su continuidad coherente donde asienta lo verdaderamente irreductible del cosmos subjetivo. La personalidad se define por su historia; y, en la historia, no son las motivaciones exteriores de cada instante el factor decisivo de sus episodios: son condicionamientos endógenos -fruto de la peculiar estructura nativa y de la experiencia adquirida- los que conforman la organización y el desarrollo de la individualidad a través de toda la existencia; organización y desarrollo, que es lo concreto y natural, y, por ende, el conocimiento más humanamente necesario e importante. La razón del interés de la investigación de la sucesión y trabazón de los fenómenos mentales, radica, además, en que con su averiguación se consigue la mayor aproximación de la fundamental unidad íntima del quid sintético que constituye la clave de la economía de la psiquis, lo que es, en el terreno científico, el objetivo cenital de la psicología. Y todo esto, que, como digo, debería ser la materia principal de esta disciplina, si se la quiere empírica, ha sido apenas considerado por los investigadores, que tanto tiempo han permanecido empantanados en el jaral de las nimiedades, víctimas del exclusivismo que se podría llamar merofilia.

Sólo varios años después que DILTHEY señalara la necesidad de ver la vida subjetiva con criterio histórico, es que ha nacido la orientación eficaz en tal sentido. JAMES, por su concepción de la corriente de la conciencia;SOMMER, que favorece la iniciación del análisis de las características psicológicas personales; BERGSON, con la estimación del poder compulsivo de la experiencia adquirida; STERN, que se esfuerza por dar las bases metodológicas de una psicología diferencial aplicada: la psicografía; BECHTEREW, que, con su modo de comprender la psicología como reflejología, da peso al principio del determinismo psicológico autónomo, explicando la actividad espontánea presente como resultante necesaria de procesos psicológicos iniciados en el pasado; HOFFDING, con su hipótesis de trabajo de la energía psíquica latente: así, estos psicólogos, en forma más o menos diferente, han contribuido a fraguar la nueva vía de los estudios del alma humana.

Pero, son, sin duda, los psicoanalistas quienes han llevado al más alto grado de desarrollo este magnífico método, que erige la comprensión del sistema dinámico persona en soberano motivo de la investigación psicológica; por esto de ser los psicoanalistas los más representativos, y porque sus descubrimientos tienen su principal importancia en la psicopatología, será aparte, al terminar este artículo, que me ocuparé de ellos. Antes quiero contemplar otro punto tributario de la nueva faz, el cual se relaciona íntimamente con el de la continuidad individual, o sea el punto de vista filogenético.

Las funciones psicológicas, no sólo son inconcebibles como puros productos anhistóricos, sino que el venero de causalidad endógena no se limita a la historia personal, antes bien, tiene sus más profundas raíces en el terreno de la antigüedad remota de la actividad mental del género humano. La fuerza viva del pasado, que es como ley de gravedad en el dominio general de la biología, se manifiesta en la esfera psíquica en forma precisa, no como vago influjo, sino como prehistoria escrita, estructuralizada, capaz de expresarse reactualizando los diversos períodos de su recorrido itinerario, pues es la psiquis, a la vez, caminante y camino. La experiencia de cada momento, en la larga sucesión de generaciones, ha ido substanciándose, convirtiéndose en positiva arquitectura interna, pero de suerte que, por las necesidades inmediatas de adaptación, no todas las substanciaciones han podido coexistir igualmente activas u ostensibles: por el contrario, han tenido que sobreponerse unas a otras, entrañando más o menos las de nueva adquisición a las primarias, más no destruyéndolas.

Esta nueva perspectiva, la paleopsicología, según la adecuada expresión de JELLIFFE, es ya más que columbrada por los psicólogos de larga vista. No es posible hoy por hoy una psicología que no sea genética; y, como bien lo ha patentizado INGENIEROS, es del método genético del que hay razón para esperar los resultados más valiosos y completos. Recién, con la adquisición de este punto de mira, la ciencia de las funciones mentales se hace explicativa, como se hace descriptiva con el método dinámico-integral. La conducta humana resulta un jeroglífico sin clave si se desconoce la dinamogénesis filética y las vías profundas del desarrollo ontogenético del yo. ¿Cómo, por ejemplo, se podrá comprender el significado de las peculiares inclinaciones de los niños, si no se acepta, con LAMPRECHT, STANLEY HALL y KRETZSCHMAR, que la ley de recapitulación ontogenética de la evolución filética se verifica en psicología con valores psicológicos, como en biología con manifestaciones fisiomorfológicas? ¿Cómo explicar, tampoco, el valor psicofisiológico de las emociones -que para la psicología que crepuscula no son más que meras sensaciones esplácnicas- cómo explicar el valor psicofisiológico de las emociones si no se piensa que son reviviscencias abortivas de acciones que se realizaban completas en remotos antecesores -puesto que, según la figura de CRILE, como civilizados vivimos en autocautiverio-? ¿Cómo, en fin, dar cuenta del contenido y de la causalidad de productos mentales como los ensueños, las neurosis y las psicosis funcionales, sin admitir la ley de continuidad psicológica onto y filogenética?

Este último interrogante me da pié para significar la invalorable contribución que con sus descubrimientos y doctrinas han prestado JANET y FREUD a la renovación de la psicología y a la fundación de la psiquiatría psicológica. Pues el psicoanálisis es la encarnación genuina y completa de los conceptos de integralidad, de coherencia dinámica y de sentido genético. Empero, como quiera que la escala de valores que ha revelado -que da cabida a todas las cuestiones de importancia solar de la fisiopatología mental- es radicalmente original con respecto a la de la psicología tradicional, y a pesar de su base clínica intachable, no ha tenido la acogida que merece, ni se ha juzgado con serenidad la inmensidad de sus alcances. Pero se explica: un descubrimiento que ex abrupto, destruyendo dogmas y creando problemas, cambia de organización a una ciencia y pone en claro la insignificancia de los progresos antes realizados en ella, un descubrimiento que tiene tales coefectos representa demasiado para merecer de los espíritus misoneístas la exención del triunfo inmediato.

Es integral por excelencia la orientación dada por FREUD a la psicología, ya que toma en cuenta, no solamente todos los elementos y factores de la conciencia, con la compleja urdimbre de sus relaciones propias, si que también todo el sistema de estructuras y fuerzas psíquicas sobre que ella asienta; pues, con JANET, ha dado base real a la doctrina de la subconsciencia -que para la mayoría de los psicólogos todavía no es más que, o un pasivo reservorio mnemónico, o acaso un mero nombre aplicado a las condiciones fisiológicas de la actividad mental-; de donde nace la facilidad de la comprensión causal, científica, de procesos que antes se creía sin ley. A la luz de la doctrina freudiana, aparece el psiquismo como un sistema heterogéneo cuyos elementos, en incesante conflicto, se dividen en dos campos antagónicos, con contenido propio: el campo de la conciencia, donde priman los valores pendientes de la realidad exterior contemporánea, y el más vasto de la subconsciencia, en cuya reconditez se debaten las tendencias egoárquicas concupiscentes; cuyo conjunto implica un equilibrio global de la personalidad, variable con el tiempo, ya que se trata de un mecanismo en marcha.

Es también fundamentalmente genética esta nueva disciplina, tanto respecto al desarrollo individual, como a la evolución de la especie. Es característica relevante de las investigaciones de FREUD haber reconocido de portentosa entidad fenómenos de apariencia somera. Un caso particular de esto se verifica en el descubrimiento del incontrastable valor prospectivo de las impresiones infantiles, de las de la prehistoria personal, que no siquiera se vislumbraba, antes bien, se consideraba los acontecimientos psicológicos de esta época de la vida como pura vanidad. En efecto, ha puesto en claro el psicoanálisis que las primeras experiencias del niño tienen el carácter de graves perturbaciones del equilibrio de adaptación del sujeto; de suerte que el estado inicial es el de mayor estabilidad, y por ende el que incesantemente tiende a reintegrarse: de aquí que la primeras imágenes y las primeras impulsiones, que son substancial y cronológicamente las más afines al equilibrio primordial, tengan, durante toda la vida, el poder de canalizar la actividad psíquica del individuo, y que esta actividad sea en buena parte un retorno a las primeras actitudes subjetivas.

Los ensueños, los procesos neurósicos y psicósicos funcionales resultan ser consecuencias de la hegemonía de los equilibrios originarios, conservados en la subconsciencia, sobre las necesidades conscientes mesológenas (particularmente sociógenas): lo que equivale a decir que tales manifestaciones psicológicas son productos de la mentalidad infantil. Semejantes hechos justifican la hipótesis heurística del libido, o sea el principio de psicoenergética según el cual nuestra vida interior implica una corriente que se genera sin cesar y que se deriva, o por la vía de la actividad consciente, en el estado eupsíquico, o se acumula interiormente, retornando por los canales profundos, abandonados ya, que siguiera en la infancia, cuyos mecanismos dinamiza, lo cual sucede en los estados dispsíquicos.

En este terreno del determinismo psicológico en la historia del individuo, es ADLER, discípulo de FREUD, quien ha encarado con mayor resolución la cuestión de la unidad funcional biográfica, que presenta como condicionada por líneas directrices, sojuzgadoras de todos los procesos de la actividad espiritual del hombre, aun los que parecen accidentales. Exalta, pues, el fundador de la psicología individual comparada, la trascendencia de la causalidad endógena en la vida mental y la intercoherencia de todos sus fenómenos, que no serían otra cosa que elementos de la personalidad o instrumentos a su servicio.

Y, por último, desde el punto de vista del valor de las influencias paleogénicas, los estudios de los psicoanalistas, particularmente los de JUNG, ABRAHAM y SPIELREIN, marcan un sentido tan genético, que para dar idea de él basta decir que han constatado prácticamente que el contenido de la subconsciencia del hombre de hoy ofrece en abundancia material propio de la psicología étnica, no habiendo desemejanza ninguna entre ciertos delirios, por ejemplo, y mitologías protohistóricas. Tal hallazgo es, en verdad, la más palmaria de las demostraciones de la ley de paralelismo onto-filogenético.

El psiquismo individual resulta no ser propiamente tal –individual- sino en parte, el resto pertenece por completo al pasado de la raza: en el fondo de la subconsciencia, como en un relicario, duermen organizadas las actitudes subjetivas arcaicas, en desarmonía ya con la experiencia social del presente; pero que, no obstante, intervienen como concausas ocultas, intangibles para el observador superficial, como concausas de la actividad mental normal, y que se reactivan de manera más franca cuando los conflictos interiores, entre estos motivos preexistentes, filetógenos, y los imperativos del momento, terminan por la incapacidad de estos últimos, como sucede en los accidentes psicopáticos funcionales, según dije antes.

En conclusión: caracterízase la psicología normal y mórbida de hoy, por orientarse en el sentido de la mayor estimación de la conexidad de los fenómenos psicológicos, tanto en su aspecto actual, como mecanismo funcional integral, cuanto, en su aspecto temporal, como unidad histórica coherente. Tiende, pues, a hacerse realidad el anhelo profético de NIETZSCHE: una psicología de las profundidades como «Morfología y evolucionismo de la voluntad de dominar».

Honorio F. Delgado

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