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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.44 no.80 Lima ene./jun. 2017

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.80.90 

 ARTÍCULOS

 

Formación de una nueva clase obrera en regiones con polos de desarrollo: Manaos (Amazonia, Brasil) y Chubut (Patagonia, Argentina) en las décadas de 1960 y 1970

Formation of a new working class in regions with development poles: Manaos (Amazonia Brazil) and Chubut (Patagonia, Argentina), in the 1960s and 1970s

 

Gonzalo Pérez Álvarez

Conicet, UNP, Insihs, Trelew, Chubut, Argentina

gperezalvarez@gmail.com

 


Resumen

Este artículo analiza la formación de una nueva clase obrera en los polos de desarrollo de Patagonia y Amazonia durante 1960 y 1970. El impulso industrialista hizo necesario el arribo de trabajadores para cubrir los empleos generados; esto no implica que no existieran obreros en esas regiones, pero las transformaciones vividas generan la necesidad de hablar de una nueva clase, la cual tuvo diversos afluentes migratorios, escasas tradiciones y experiencias en común y una historia condicionada por la industrialización dependiente de subsidios estatales. Analizamos cómo se construyó cada clase obrera y qué formas de lucha y organización desarrolló. Conocer este proceso aporta a la comprensión de dinámicas similares en otros países, donde también se implementaron experiencias de industrialización subsidiada.

Palabras clave: polo de desarrollo; clase obrera; Patagonia; Amazonia.

 


Abstract

This article analyzes the formation of a new working class in the development poles that were established in Patagonia and Amazonia during the 1960s and 1970s. The growth of industry required the influx of workers to these areas, but this does not imply that there were no workers there initially. However, the scale of the transformation that took place led to the development of what can be called a new class. This class included migrants from various areas who had few traditions and experiences in common and a history conditioned by industrialization dependent on state subsidies. We analyze how each working class grew and the forms of struggle and organization they developed. The study is based on a literature survey, journalistic sources, census data, and interviews with workers. Studying this process contributes to an understanding of similar dynamics in other countries, where experiences of subsidized industrialization were also implemented.

Keywords: Development pole; working class; Patagonia; Amazonia.

 


Este trabajo estudia las características de la nueva clase obrera conformada durante las décadas de 1960 y 1970 en torno a los polos de desarrollo que los gobiernos de Argentina y Brasil formularon para Patagonia y Amazonia1. La estructura socioeconómica de esos territorios se transformó radicalmente, modificando la vida de sus habitantes. En ambos casos, se conformaron nuevos núcleos obreros, a partir de diversos afluentes migratorios, influenciados por el tipo de industrialización puesta en marcha.

Buscamos comprender cómo se construyeron esas clases, cuáles fueron sus principales características, qué relaciones establecieron con la industrialización subsidiada, qué formas de lucha y organización desarrollaron, cómo fue su composición de género, etc. El estudio se realiza a partir de un amplio relevamiento bibliográfico sobre ambas experiencias, además de fuentes periodísticas, censos y entrevistas a trabajadores. Mediante un enfoque comparativo2, buscamos conocer la conformación de estas clases, constituidas en torno a los planes de desarrollo industrial impulsados por los respectivos Estados nacionales.

1. Algunos elementos históricos

Amazonia y Patagonia son constituidas como economías de enclave desde su incorporación al sistema capitalista mundial. En una estructura económica de enclave, las actividades productivas que se realizan tienen una débil o nula articulación con las demás ramas locales y, por ello, un escaso efecto multiplicador sobre el conjunto de la producción. La base de su conformación está controlada por estímulos externos a la región, ya sea por la exportación del producto sin casi agregado de valor o a través de aportes del Estado nacional. Por eso los habitantes locales tienen escasas posibilidades de control sobre los determinantes fundamentales que sostienen la actividad económica; a su vez esto provoca la fragilidad de los enclaves, debido a su completa dependencia de factores externos: cualquier cambio llevará a la caída de los proyectos y al derrumbe del antiguo crecimiento.

Las primeras tentativas de ocupar el amplio territorio constituido por Amazonia brasileña son retratadas en el trabajo de Fonseca Gadelha (2002). Cuatro ideas-fuerza parecen centrales en este proceso de ocupación y en las obras que analizan el tema: Amazonia como territorio vacío y desconocido, Amazonia como tierra de frontera, Amazonia como tierra a conquistar y Amazonia como territorio siempre explotado desde «afuera».

La conexión inicial con el mercado mundial como proveedor dependiente de una metrópolis externa es destacada por varios autores, entre ellos Salazar: «el modo de producción capitalista permea los inicios de la colonización y poblamiento de Amazonia, cuyo proceso puede ser genéricamente denominado de colonización y dependencia político-económica de la metrópoli» (1992, p. 14)3. Tras la etapa de apogeo generada por la extracción del caucho, la ciudad de Manaos y el estado de Amazonas sufrieron una situación de estancamiento, que apenas se revirtió con la instalación de la Zona Franca de Manaos (ZFM; en la capital del estado de Amazonas). La fragilidad de un crecimiento enteramente dependiente de factores externos se hacía, por primera vez, evidente4.

Para Patagonia, y hasta la imposición del modelo desarrollista, la ganadería extensiva para producir lana de oveja era la principal, y casi única, actividad productiva. Hacia fines del siglo XIX, la mayor parte de Patagonia había sido integrada al sistema económico mundial como proveedora de ese producto (Martinic, 2011; Bandieri, 2005). Entre 1880 y 1920, Patagonia argentino-chilena vivió una etapa de esplendor como proveedora de lana al mercado mundial, y porque el estrecho de Magallanes era la única conexión marítima entre el océano Atlántico y el Pacífico. Como el Estado argentino y el chileno aún no habían impuesto su dominio pleno sobre el territorio, se constituyó una región con una dinámica económica autónoma, de carácter binacional (Harambour, 2016; Barbería, 1995; Ibarra, 1997).

La perdurabilidad del modelo era dependiente de factores externos a la región y a sus habitantes y cuando estos se modificaron la dinámica económica decayó5. Un proceso similar ocurrió con el caucho en la región amazónica, cuya cotización se derrumbó cuando los ingleses comenzaron una producción sistemática en sus colonias del sur de Asia6. Hacia 1920, los precios internacionales de ambos productos se desplomaron, generando la crisis de sus economías regionales y el comienzo de un largo ciclo de estancamiento, que nuevamente sería alterado por un modelo impuesto desde fuera.

2. Los polos de desarrollo

Trazamos aquí algunas líneas de comparación entre los procesos de instalación de polos industriales subsidiados por el Estado en Amazonia brasilera7 y Patagonia argentina8. La política de generar «polos de desarrollo» proponía la creación de industrias subsidiadas por el Estado, las cuales debían ser instaladas en regiones consideradas «marginales» por estar escasamente integradas al mercado nacional.

En Argentina, Patagonia fue el centro de aplicación de esta propuesta, destacando sus impulsores la necesidad de proteger la región por sus recursos naturales, al tiempo que se intentaba descomprimir la conflictividad social de las ciudades tradicionales en una fase de radicalización del movimiento obrero (Schvarzer, 1986). En Brasil, un proceso de industrialización impulsado por el gobierno federal fue la ZFM, donde se instaló un centro ensamblador de productos electrónicos. Los planes de desarrollo formulados por el gobierno brasilero para Amazonia hacen constante referencia a la necesidad de proteger una región rica en recursos naturales. En la formulación de ambos proyectos era evidente la matriz autoritaria de estas propuestas: el centro de sus intenciones residía en la ocupación plena del territorio9.

El autoritarismo expresado desde la planificación del Estado nacional también se evidencia cuando observamos el escaso peso que tuvieron, en la implantación de estos planes, las poblaciones de las regiones para las cuales fueron ideados los modelos de industrialización. Por ello hablamos de «imposición» o «implantación» de estas iniciativas: las propuestas elaboradas desde organismos locales, como entes planificadores10, gobiernos regionales, cámaras empresarias tradicionales11 o sindicatos, fueron raramente escuchadas12.

Se consideraba necesario instalar «polos de desarrollo» basados en la implantación de actividades dinamizadoras en regiones periféricas, las cuales emitirían ondas concéntricas de crecimiento que generarían encadenamientos productivos y asegurarían la plena conformación de un mercado nacional integrado (Perroux, 1955). Para el caso de Brasil y Argentina, estos proyectos tenían un blanco delimitado: aquellos territorios considerados «subdesarrollados», aun en el marco de países definidos, a su vez, como integralmente subdesarrollados. Los casos de Amazonia y Patagonia se configuraron como verdaderos «laboratorios sociales» donde estas políticas serían experimentadas.

En ambas regiones, a su común condición de tener escasa densidad demográfica, extensos territorios, casi nula conexión con el mercado nacional y ausencia de industrias, se sumaba su riqueza en recursos naturales y la condición de tratarse de territorios que, real o simbólicamente, veían amenazada su soberanía nacional.

En Patagonia, el programa desarrollista comenzó formalmente en 1956, con el Decreto Ley N° 10.991 que eximía de impuestos a las importaciones al sur del paralelo 42 ºS. El impacto de esta política se concentró en el noreste de Chubut13. En los primeros años 1960, las franquicias fueron reemplazadas por la exención de impuestos a las industrias, dando impulso a la producción de fibras textiles sintéticas (Ibarra, 1997). Durante el período 1956-1960, se instalaron en Chubut 34 plantas textiles, cantidad que solo se compara con las que se instalarían entre 1970 y 1974. Desde 1970, el flujo se hizo más dinámico y, entre 1970 y 1974, se pusieron en marcha 35 plantas (Altimir, 1970). En 1971 se creó formalmente el Parque Industrial de Trelew. Las tareas de infraestructura fueron aportadas por diversas instancias del Estado, realizando una constante transferencia de recursos a los empresarios privados.

Si bien varias fábricas cerraron ante la competencia y los constantes cambios en las leyes, hacia 1974 existían 45 fábricas textiles en producción que empleaban más de 4.300 personas (Beccaria, 1983) y la rama textil de Chubut ocupaba el segundo puesto a nivel nacional en varios rubros14. En 1971, se adjudicó a Aluar (Aluminio Argentino S. A.) el proyecto de una empresa productora de aluminio primario, que se instaló en Puerto Madryn y comenzó a producir en 1974; también allí la inversión fundamental fue aportada por el Estado15.

Varios trabajos sintetizan el desarrollo de la ZFM por parte del Estado federal de Brasil. Araujo Filho (2005) muestra que la ZFM tiene su origen en la Ley N° 3.173, de julio de 1957, reglamentada por el Decreto N° 47.757, de febrero de 1960; dicha zona tenía como objetivo el almacenamiento, depósito, resguardo, conservación, recepción y exportación de mercaderías, artículos y productos de cualquier naturaleza, provenientes del extranjero o destinados al consumo interno de Amazonia (Ferreira, Puga, & Botelho, 2014).

Este proyecto no tuvo el impacto esperado, generando únicamente un puerto libre de impuestos. Por eso la ZFM fue reestructurada por el Decreto Ley N° 288/67 (durante el gobierno dictatorial), impulsando la implantación de industrias en Amazonia occidental a través de la concesión de exenciones impositivas.

El modelo concedía incentivos a partir de la exoneración de impuestos de importación (federales) y la circulación de productos y servicios (estaduales), además de hacerlo sobre servicios de cualquier naturaleza (municipales). Los tres niveles de gobierno subsidiaron las industrias instaladas a su amparo, generando un parque industrial centralmente electrónico que no tenía posibilidades de absorber materias primas locales, regionales o nacionales.

Este polo fue implantado en el marco de las transformaciones que se produjeron entre 1967 y 1973, con el llamado «milagro económico» y las altas tasas de crecimiento logradas por la dictadura brasileña. Sonia Draibe muestra que la clave del proceso fue la rápida concentración de la riqueza: el 40% más pobre de la población conseguía el 15,8% de la renta en 1960, el 13,3% en 1970 y apenas el 10,4% en 1980; por su parte, el 10% más rico pasó, en los mismos años, del 34,6% al 42,3% y al 46,7% (1994, p. 300). La artificial igualación de crecimiento e industrialización con desarrollo comenzaba a evidenciar sus engaños16.

En 1970 se conformó el distrito industrial de Manaos, a solo seis kilómetros del centro de la ciudad. Las tierras fueron vendidas a precios irrisorios y dotadas de la totalidad de los servicios e infraestructura. Para 1977, se habían instalado en Manaos 136 industrias, generando más de 32 mil empleos (Salazar, 1992, p. 20). En 1984 estaban en funcionamiento 248 proyectos industriales, con 51.990 empleados, mientras se encontraban en instalación 80 nuevas empresas «íntegramente dependientes de materias primas importadas del exterior» (Salazar, 1985, p. 24)17. La mayoría eran empresas multinacionales que hicieron uso del bajo precio de la mano de obra regional y de los subsidios estatales. Para 1970, la economía de Amazonas representaba el 0,7% del producto interno bruto (PIB) brasilero; para 2010, había llegado al 1,6% (Bispo, 2009; Ferreira et al., 2014).

Una de las consecuencias del implante industrial en ambos casos fue el rápido crecimiento demográfico. En Chubut, el departamento Rawson dobló su población entre 1960 y 1970 y volvió a duplicarse entre 1970 y 1980. La población del departamento Biedma, se triplicó entre 1970 y 1980, y luego se duplicó hacia 1991. El crecimiento se debió a la oferta laboral generada por la industrialización, provocando severos problemas urbanos, en especial por la escasez de viviendas familiares.

Para Amazonas, la dinámica fue semejante aunque con mayor población y, por ello, con impactos más complejos en términos de problemas urbanos y sociales. En 1960, Manaos contaba con 173 mil habitantes; en 1970, con un 79% de aumento, presentaba 311 mil; y en 1980, con un incremento de 104%, 640 mil habitantes. Los problemas de vivienda para los migrantes atraídos por la oferta laboral no tardaron en hacerse presentes también aquí (Souza de, 2003). Al igual que en Patagonia, la instalación de industrias subsidiadas transformó a Manaos y en 2010 tenía una población cercana a los dos millones de habitantes (Ferreira et al., 2014).

La población llegada a la ciudad provenía del interior del mismo estado de Amazonas y de otros estados cercanos, instalándose en las periferias pobres, que no tenían condiciones mínimas de infraestructura urbana. En paralelo, con la implementación de la ZFM fue desalojada la llamada «Ciudad Flotante», conjunto de viviendas populares construidas sobre palafitos en el ingreso al puerto de Manaos (Salazar, 1985). A partir de allí, la ciudad sufrió la multiplicación de ocupaciones irregulares, con graves problemas de salud y de condiciones de hábitat (Pereira & Oliveira, 2007).

3. La clase obrera en Patagonia

La hipótesis de la que partimos sostiene que desde la puesta en marcha del polo desarrollista se conformó en Patagonia una nueva clase obrera en la región producto del arribo de diversos contingentes migrantes: de otras provincias del país, de zonas rurales de Patagonia y de países limítrofes. Desde allí pretendemos conocer cómo se conforma esta clase y cuáles son sus principales características, intentando comprender cuál es la incidencia del tipo de industrialización subsidiada que se instrumentó en las características que fue tomando esa clase y en las formas de lucha y organización que desarrolló.

Los diversos sujetos que llegaron y se afincaron en la región en busca de un trabajo estable fueron conformando, a través de su lucha y organización, esta nueva clase obrera. Al constituirse como clase, ese colectivo obrero se encontró en un contexto de pleno empleo, producido por la inauguración frecuente de fábricas, y con la posibilidad concreta de ir mejorando sus condiciones de vida.

Hacia mediados de los años 1980, los sindicatos de trabajadores de las ramas subsidiadas eran organizaciones poderosas, con capacidad para negociar salarios e intervenir en la vida política de esta región. Sin embargo, esos sindicatos no consiguieron oponerse de forma contundente ni al recorte de beneficios para la región, ni a los cierres de fábricas y despidos que comenzaron hacia fines de la década de 1980 y se precipitaron en la década de 1990.

Como se ha dicho, a partir del desarrollo industrial y de la generación de puestos de trabajo, se produjo la llegada de migrantes a la zona, lo que impactó en la escasa población que por entonces habitaba en estos centros urbanos. Gran parte de los migrantes se movilizaron desde el ámbito rural y eran descendientes de los pueblos originarios de Patagonia; también llegaron migrantes de otras provincias de Argentina y de países limítrofes. En las ciudades se vivió un cambio acelerado, que modificó la vida social en todos sus aspectos, entre los cuales, la transformación de las relaciones de género, dado que la producción textil incorporó a miles de trabajadoras, modificando el rol tradicional asignado a la mujer en la provincia.

El desarrollo de esta industrialización subsidiada planteó la necesidad de atraer trabajadores a la región para cumplir tareas en las fábricas que se instalaron y en las actividades satélites que se iban conformando. Consideramos que a partir de la importante inmigración se fue constituyendo un colectivo de trabajadores que, a través de diversas acciones, se conformó como una nueva clase obrera sin lazos fuertes con las experiencias18 y tradiciones previas de los núcleos de trabajadores que previamente vivían en la región. Esto no implica que hasta allí no hubiese conflictos u organización operaria19, pero sí que la clase obrera en conformación no parece haber construido vínculos históricos con esa experiencia.

Es importante poner de relieve que la fábrica más importante de Patagonia argentina, Aluar, seleccionó la mayoría de su personal originario entre trabajadores rurales a los cuales les aseguraron vivienda, mudanza hasta Puerto Madryn y un trabajo que era bien remunerado. De esta forma, se buscaba asegurar la «fidelidad» de esos obreros, que en general no traían experiencias significativas sobre organización gremial o política.

Aquí observamos una diferencia importante en el componente obrero y en la forma de construirlo por parte de la empresa: el personal que se necesitaba para tareas que no demandaban capacitación era seleccionado entre sujetos sin experiencia de trabajo fabril y en muchos casos sin historia de vida urbana. En términos generales, estos nuevos obreros tenían menor conocimiento de la actividad sindical o política que los trabajadores incorporados en tareas que demandaban conocimiento técnico, quienes sí traían incorporadas formas de resistencia y organización que serán sustento del desarrollo de las primeras comisiones internas.

En el caso del parque textil, no se observa un comportamiento homogéneo dada la presencia de distintas empresas, pero sí vemos que un importante componente de la clase obrera fue conformado por migrantes que no tenían experiencia de trabajo fabril o vida urbana, algo más simple de garantizar en fábricas con escaso nivel de maquinización, que por lo tanto demandaban poco conocimiento previo de las tareas a realizar.

Esto sucede en el marco de una clase obrera en formación, caracterizada por su heterogeneidad, tanto en sus orígenes migrantes, experiencias y tradiciones, como también en las posturas ideológicas que reproducía. La matriz del proyecto de ocupación de Patagonia por el Estado argentino fue parte del proceso: esta perspectiva, que para nosotros fue mayoritaria en esta joven clase obrera, proponía una supuesta comunidad de intereses entre obreros y patrones en la región, cuyo objetivo era asegurar el desarrollo de Patagonia. Dicho posicionamiento se reforzaba con la idea de la necesidad de mantener la paz social para no poner en riesgo los planes de promoción industrial que sustentaban la incipiente industrialización de la región.

Esta postura era poderosa porque se asentaba en elementos objetivos. La industrialización subsidiada dependía de los aportes estatales, que ya al comenzar la década de 1980 empezaron a ser cancelados. Los trabajadores eran conscientes de esta problemática y en muchos casos desarrollaron sus luchas alrededor de una estrategia que planteaba una alianza con la burguesía con intereses en la región, donde esa burguesía era la que dirigía el proceso. Dicha alianza tenía como programa la «defensa de la región», demandando el sostenimiento de los beneficios para los empresarios que invertían en Patagonia20.

Consideramos que estas características del proceso inciden en el tipo de conflictividad y organización que los trabajadores desarrollaron. Así, la identificación de parte de sus intereses con los de sus patrones, la construcción de alianzas con las patronales21 y la sintonía en un discurso compartido sobre la necesidad de potenciar el desarrollo de Patagonia son elementos claves a lo largo de su historia.

No sostenemos que estas características solo se encuentren en esta región, ni que no existan regiones estructuralmente similares (como el caso de la provincia de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Argentina; ver Grigera, 2011) donde se vivieron procesos de lucha con dinámicas diferentes. Pese a ello consideramos demostrado que un objetivo de los polos de desarrollo en Argentina, construir núcleos obreros con menores niveles de conflictividad22 que en los centros tradicionales, fue relativamente exitoso en la región que trabajamos.

Esto tampoco implica que no hayan existido luchas y conflictos, pero sí que estos hechos tomaron una coloración particular, que debemos asimilar para comprender la dinámica de la clase obrera que se fue conformando y el tipo de conflictividad que se hizo presente en el contexto de esta industrialización subsidiada. Fue un colectivo obrero que comenzó a desarrollar sus primeros reclamos en un contexto muy represivo, avanzando así hacia su conformación como clase. Eran conflictos de dimensiones reducidas, vinculados a las condiciones de trabajo por planta y a la cantidad de horas de trabajo diarias que se imponía (Pérez Álvarez, 2015).

Durante la dictadura de 1976 a 1983 las manifestaciones públicas fueron obviamente escasas, aunque una mirada a contrapelo puede encontrar distintas formas de lucha. Es en ese proceso de resistencia en el cual van despuntando algunos hechos que ponen en cuestión el discurso general de paz social o la idea de que los trabajadores en todo momento siguieron el camino planteado por las patronales23.

La más evidente de estas iniciativas fue la negativa a trabajar horas extras. Hemos encontrado este hecho entre los textiles y en Aluar. La demanda de mejores condiciones de trabajo se realizaba a través de este mecanismo, que daba seguridad a los trabajadores, ya que no contradecía la legalidad vigente. Pero era un reclamo que sí se enfrentaba a las «costumbres» de la región, donde, en el marco de una industrialización en desarrollo, se hacía necesario el uso intensivo de la todavía escasa fuerza de trabajo disponible.

En los años de la dictadura se fue conformando una experiencia colectiva entre los trabajadores llegados a la región en el marco del comienzo de la industrialización subsidiada y se estructuraron comisiones internas en algunas textiles y en Aluar. Son esas experiencias de autoorganización las que generaron una acumulación de fuerza que se expresó tras el regreso del régimen constitucional. Ese conjunto de trabajadores ya había construido una experiencia en común, comprendiendo una parte de sus intereses compartidos y siendo conscientes de que los mismos se enfrentaban (al menos en parte) a los de otros sujetos. Tal experiencia estuvo condicionada por las relaciones de producción en las que se encontraron articulados, las cuales los empujaban hacia una política de colaboración con las patronales, tras la necesidad de sostener el régimen de promoción industrial.

Pero este condicionamiento no implicaba determinación. Si bien la tendencia hacia la colaboración estaba presente, también lo estaba la intención de construir un camino independiente. Ambas estrategias son las que se ponen en disputa tras el regreso al régimen constitucional, en un momento donde este conjunto de trabajadores ya se puede ver constituido como clase, con una conciencia en disputa (Pérez Álvarez, 2010)24.

El fin de la dictadura abrió nuevos cauces para esta clase en formación: las fuerzas se liberaron y se animaron a ir por más. Fue evidente el rol clave de los militantes con mayor nivel de politización, quienes explicaban al resto de los trabajadores las nuevas posibilidades que el régimen constitucional abría. En esos militantes pueden encontrarse los vasos comunicantes entre las tradiciones y experiencias que la clase obrera había construido a nivel nacional y que aún no eran un insumo colectivo de los trabajadores en la región.

En la AOT, la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) y la Uocra (Unión de Obreros de la Construcción) se comenzó a debatir la conformación de listas que plantearan la disputa contra la conducción sindical. Las historias en la AOT y la UOM coincidieron: en la elección de 1985 ganaron listas que se definían como pluralistas y combativas, siendo reemplazadas por las anteriores conducciones en la siguiente elección. Fueron procesos de importante movilización, que luego no se tradujeron en una modificación profunda de los sindicatos. Si bien en los primeros años plantearon una mayor democracia interna y presencia en las calles, poco a poco las nuevas direcciones se fueron apartando de ese modelo.

Para nosotros, el límite que encontraron los intentos de construcción de un sindicalismo alternativo al dominante fue el nivel de conciencia que seguían expresando las bases y del cual esas direcciones eran expresión. No se consiguió romper con los límites de la perspectiva corporativa de los reclamos y eso hizo imposible articular un proyecto alternativo, que diera sustento y perspectivas de largo plazo a otro tipo de estrategias.

A fines de la década de 1980, empezó a surgir una mayor conflictividad laboral, a partir del recorte de beneficios que el gobierno nacional comenzó en las industrias instaladas en Patagonia. Esto impactó en el parque industrial textil de Trelew, donde los cierres de fábricas y los despidos empezaron a hacer noticias frecuentes. Pero la presencia de una mayor conflictividad laboral y social no se traducía en un cambio en la conciencia o en un avance de los grupos que proponían una estrategia independiente de las patronales.

Tomaron entonces relevancia algunos conflictos de docentes y trabajadores estatales provinciales, que realizaron huelgas de varios meses de duración en 1986 y 1987. El gobierno provincial atravesaba una profunda crisis, ya que a nivel nacional se imponían medidas, como la disminución de las regalías petroleras25 y la finalización de la promoción industrial, que desfinanciaban el presupuesto de Chubut y agravaban la recesión.

Los trabajadores de la región se encontraban ahora ante un nuevo marco social. Las fuerzas con las que se enfrentaban eran novedosas y parecía difícil confrontarlas con las armas que su experiencia había forjado. Su historia de luchas pasaba por el reclamo de mejores condiciones laborales y aumento salarial ante las empresas, pero no tenían las herramientas para saber cómo actuar ante una situación en la cual los patrones no querían comprar su fuerza de trabajo. Ya no se trataba de pelear por mejoras en el marco del mismo proyecto de los sectores dominantes: necesitaban enfrentarse con el nuevo proyecto que se les imponía.

Era necesario construir una propuesta alternativa desde los trabajadores, y para ello no resultaba suficiente una conciencia limitada a lo corporativo. La estrategia de la mayoría de los trabajadores dejaba la lucha circunscripta a cada fracción obrera y, en ese estrecho círculo, ante la caída del modelo de polos de desarrollo, sus intereses parecían igualarse con los de sus patrones: la única posibilidad de seguir trabajando parecía residir en que a los dueños de «sus» fábricas les fuera bien. La conclusión se presentaba como lineal, es decir, no quedaba otra alternativa más que defender a las patronales para mantener las fuentes de trabajo.

En la región, los sindicatos fueron incapaces de generar lazos entre las distintas fracciones de la clase. Esto se evidenció en la escasa reacción ante el proceso de despidos masivos y de cierre de fábricas. En ese momento, casi la totalidad de los sindicatos restringieron su reclamo a exigir el pago de la indemnización fijada por ley, o sea, a que se respete la «legalidad».

Hacia fines de los años 1980, estamos ante una bisagra histórica, en especial el año 1989, que aparece como un evidente punto de quiebre a nivel nacional que aceleró la caída del proyecto desarrollista: hay gran cantidad de despidos en las industrias textiles y en otras actividades satélites. Fue entonces innegable la crisis en el parque industrial y el resto de las pequeñas y medianas empresas.

4. La clase obrera en Amazonia

Reis Filho y Salazar también sostienen la hipótesis de que el desarrollo del proyecto de industrialización subsidiada en Amazonia plantea la creación de una nueva clase obrera, procedente de diversos afluentes migrantes, donde el mayoritario sería el de pequeños propietarios rurales, de origen indígena o mestizo, desposeídos de sus tierras tanto en Amazonas como en otros estados de Brasil (Reis Filho, 2008, 2016, p. 104; Salazar, 1992, p. 27).

La creación de una nueva clase obrera fue una necesidad imprescindible para el modelo de polo de desarrollo, ya que, desde la integración de Amazonia al capitalismo, la escasez de fuerza de trabajo disponible se había planteado como recurrente: «el problema era, sin embargo, la mano de obra en esa región tan poco poblada y tan vasta» (Kupfer, 2010, p. 192)26.

Márcio Souza sostiene que desde el inicio de la imposición capitalista en esa región los indios fueron considerados una materia prima más. El control y apropiación de los indígenas será un factor clave, y de compleja concreción, ya que los pobladores originarios escapaban utilizando su capacidad para encontrar medios de subsistencia a través de los recursos que garantizaba la selva (Souza, 1994, p. 21). Por ello fue difícil imponer la relación asalariada a estos indígenas: «portugueses y españoles enfrentaron la escasez de mano de obra y encontraron en las culturas indígenas una gran resistencia para adecuarse a la economía asalariada» (Souza, 1994, p. 45)27.

El proceso capitalista necesitaba asegurar ese control, ya que, si bien los indígenas eran considerados un producto más, era el único que podía crear nuevos valores. La implantación del modelo industrialista traería similares problemáticas: nuevamente la violencia fue constitutiva de la imposición del nuevo modelo. Su origen estuvo marcado por dos medidas autoritarias, propias de un gobierno como el nacido en el golpe de Estado de 1964: la primera cuando se «erradica, de forma violenta, no una favela, sino, en la verdadera acepción de la palabra, una ciudad […]; la segunda cuando, a través de un simple decreto, pleonásticamente, se determinó la industrialización de Manaos» (Salazar, 1985, p. 11)28.

Desde la crisis de 1920, se inició una importante migración de los deso- cupados del caucho hacia Manaos, donde se transformaron en trabajadores informales. Esa población «comenzó a construir la que sería denominada "Ciudad Flotante"» (Salazar, 1985, p. 45)29, con «más de dos mil casas flotantes alojando, en su auge durante la década del 60, más de 12.000 habitantes» (Barata Souza, 2010, p. 152)30.

El desarrollo de la nueva ciudad industrial debía desalojar a los pobres de ese territorio social que era la Ciudad Flotante en el puerto –su portal de ingreso– para ser relegados a las barriadas más alejadas. Se trató de una demolición de la ciudad obrera para, desde sus ruinas, construir la nueva ciudad burguesa e industrial (Pinheiro, 2003; Oliveira, 2003).

El gobierno dictatorial publicitó un plan de relocalización urbana que mejoraría las condiciones de vida de los habitantes a través de la construcción de dos mil viviendas, pero apenas se construyeron 130. Las familias desalojadas volvieron a ser ocupantes precarias, ya fuera en tierras «usurpadas» o, nuevamente, en construcciones de palafitos en los igarapés de Manaos (Pereira & Oliveira, 2007).

Souza marca la expresa contradicción entre las condiciones que se garantizaron a las grandes empresas con el tratamiento que se dio a los desalojados: «esas industrias recibieron terrenos a precios irrisorios, totalmente urbanizados, como ningún conjunto habitacional supuestamente para personas de bajos recursos recibió» (1994, p. 163)31.

En todo caso, como se ha manifestado antes, para el inicio del proyecto industrialista el principal limitante era «[…] el diminuto tamaño de la fuerza de trabajo, en toda la región» (Salazar 2006, p. 188)32. La dificultad para garantizar fuerza de trabajo disponible es analizada como una problemática central por diversos autores y en muchos estudios, entre ellos algunos de planificación33.

Por ello se fomentó la inmigración y la incorporación de mujeres al trabajo industrial: «Una gran dificultad consistió en proveer la mano de obra […]. Teniendo en vista que se trataba de producción de pequeñas piezas en línea de montaje, eso era favorable para incorporar mano de obra femenina, que antes no tenía oportunidad de trabajo registrado en la región» (Kupfer, 2010, p. 202)34. Esa estrategia permitió construir una fuerza de trabajo abundante, de origen rural, con mayoría de mujeres y muchos menores de edad: «se emplea mano de obra más barata, porque no tiene calificación, principalmente femenina y de menores de edad» (Salazar, 1985, p. 11)35.

Para que esto fuese posible, en paralelo a la instalación del polo industrial, se aceleró la dinámica de concentración de tierras, expropiando a los pequeños propietarios: «las tierras del medio Amazonas pasaron por un proceso acelerado de privatización. El Estado, en la percepción de los poseedores, aparece como aliado de los grandes, de los ricos y poderosos» (Pinto, 1982, p. 72)36. Son esos nuevos desposeídos los que migraron hacia Manaos para transformarse en «una reserva excedente de mano de obra disponible para la industria de montaje que se implantó en Manaos» (Pinto, 1982, p. 75)37.

Para João Salazar, este proyecto pretendía dispersar un movimiento obrero que en la región ya industrializada de Brasil había avanzado en sus procesos de organización, al tiempo que se aprovecharía la conformación de un colectivo laboral sin experiencias de lucha para obtener mejores tasas de ganancia. Se produciría así un «desigual duelo» entre empresarios entrenados en la lucha de clases y «nuevos» obreros sin tradiciones que les diesen armas para defender sus derechos (Salazar, 1985, p. 11).

Es un proceso acelerado de creación de nuevas empresas y puestos de trabajo. La ZFM estuvo en auge «[…] hasta el final de la década del 70. El inicio de los años 80 marcó un principio de crisis que se fue agravando a partir de 1985, llegando a puntos críticos en los años 89-90 y 91» (Salazar, 1992, p. 145)38. Datos del Suframa, de 1990, muestran que para 1977 ya existían 136 industrias, con más de 32 mil empleados; hacia fines de los años 1980, Manaos contaba con 312 industrias en actividad y unos 100 mil trabajadores directos, tratándose de una clase obrera en constante ampliación y cambio.

Los estudios de J. Salazar quedan identificados con una lectura tradicional de estos procesos, donde la nueva clase obrera sería casi incapaz de generar articulaciones propias debido a su heterogeneidad y a la ausencia de tradiciones en común. Un colectivo obrero integrado por migrantes de origen rural y donde las mujeres eran mayoría parecía no tener posibilidades de oponerse eficazmente, realizando acciones de protesta poderosas, a una patronal experimentada y represiva.

Sin embargo, los registros de conflictividad muestran que los obreros y las obreras de Manaos desarrollaron diversas huelgas de gran relevancia. Trabajos recientes que revisaron las hipótesis tradicionales de Salazar y complejizaron su abordaje han evidenciado que, si bien la organización fue difícil, ello no impidió el surgimiento de articulaciones de clase y acciones colectivas de protesta.

Reis Filho (2010) describe en profundidad la importante huelga de 198539, un nuevo conflicto en 1986 y otra huelga, de gran impacto nacional, durante 198840 y destaca constantemente el rol que en ellas tuvieron las mujeres trabajadoras y las disputas que se produjeron en torno a la territorialidad en la ciudad industrial. Por su parte, el trabajo de tesis de Santiago (2010) profundiza acerca de la gran huelga de 198541, mostrando la construcción de una red de clandestinidad en torno a las líneas de montaje como mecanismo para resistir los ataques patronales. Pero, además, la autora evidencia la construcción de redes previas y en períodos similares a lo visto en Patagonia:

En Amazonas, los trabajadores de las industrias instaladas en la Zona Franca de Manaos comenzaron con paros en algunas fábricas, en la mayoría de los casos por mejores condiciones de alimentación, transporte y trabajo, ya en el final de los años ‘70. El primer día de agosto de 1985 realizaron una huelga de carácter general, paralizando un gran número de empresas (Santiago, 2010, p. 14)42.

Según las interpretaciones más tradicionales del proceso, la dificultad que encontró el colectivo obrero para articular respuestas de clase provino de tres causas centrales, de las cuales Salazar era tributario. El primer elemento se refiere a que las empresas incorporaron, para sus planteles iniciales, trabajadores sin experiencias previas, buscando dificultar su posible organización y garantizar los bajos salarios (Salazar, 1992, p. 210). Se conformó un colectivo laboral con mayoría de mujeres (alrededor del 70% en total, llegando al 95% en ensamblaje) y con migrantes de origen rural, que vivieron una compleja transición al mundo urbano e industrial.

Así también lo destacan Reis Filho (2016, p. 104) y Torres. Ambos autores sostienen que el origen rural de los obreros generó que asumiesen el tránsito a los centros industriales como una especie de ascenso social, ya que «vivir en la ciudad significaba asumir el status del hombre blanco» (Torres, 2005, p. 117)43. Esto limitó en parte su accionar reivindicativo, ya que las duras condiciones de vida de las que provenían generaba que la situación actual no pareciese especialmente negativa.

Como segundo aspecto, se conformó una dirigencia sindical afín al proyecto industrialista y propatronal, que asumió como propios los reclamos por subsidios a las empresas: «a medida que se implantaba un parque industrial "artificial", aparecen, de modo no menos artificial, sindicatos manipulados por el Estado, bajo la orientación de pelegos44 […]. Se dio entonces un desarrollo capitalista que, aparentemente, no generaba contradicciones» (Salazar, 1992, p. 199)45.

Pareciera que las características de la clase obrera conformada no llevaban a movimientos disruptivos que cuestionasen la legitimidad de esas dirigencias. Por eso la estructura de polo de desarrollo podía presentar, en algunos momentos y para una mirada quizás poco problematizadora, esa imagen de un capitalismo casi sin contradicciones.

Santiago vuelve a quebrar esa imagen monolítica de la dirigencia pelega: si bien ella existía, hubo rebeliones contra su poder, y por momentos fue claramente derrotada por las bases operarias. Así ocurrió en Manaos en las elecciones del sindicato metalúrgico de 1984, cuando la lista de oposición derrotó claramente a la propuesta oficialista (Santiago, 2010, p. 98-99)46. Para Santiago, este proceso de conformación de nuevos liderazgos obreros fue la base de la transformación durante los primeros años de la década de 1980, cuando el sindicato se convirtió en el instrumento de lucha esencial para confrontar a las poderosas empresas transnacionales que operan en Manaos (Santiago, 2010, p. 33).

El tercer factor, quizás el más complejo de enfrentar, fue el formato de industrialización en el que esos obreros estaban empleados, un modelo absolutamente dependiente de subsidios estatales y empresas que amenazaba con su clausura ante la manifestación de reclamos obreros: «No teniendo vínculos económicos permanentes con el Estado y la Región, estas empresas se permiten una extrema movilidad física [e] impulsan amenazas constantes de cierre de fábricas y desempleo» (Salazar, 1992, p. 88)47. Fueron constantes los ataques de las patronales ante los reclamos o huelgas que llevaban a cabo los trabajadores, realizando despidos masivos e incluso llegando a «marcarlos» por integrar una huelga y, en consecuencia, impedir que consigan trabajo en otra fábrica de ese parque industrial.

Ninguno de estos factores es descartado por autores de estudios más recientes, pero sí son claramente matizados. Las características marcadas condicionan y dificultan el accionar como clase de este colectivo obrero: pero no lo impiden ni lo determinan. Las y los trabajadores ejercieron una agencia propia que los constituyó, claramente durante la década de 1980, como sujetos claves de la dinámica político-social de la región.

El mismo Salazar, al momento de observar la lucha concreta, registra testimonios donde se evidencia la voluntad de lucha de las obreras, mostrando que las mujeres quieren pelear por sus derechos como operarias adhiriendo a huelgas e integrando reclamos específicos sobre su género y las situaciones de sobreexplotación que sufrían. Son datos que sorprendentemente el autor no detecta, sosteniendo su hipótesis inicial de que el alto porcentaje de mujeres implicaba, per se, una debilidad (Salazar, 1992, p. 308).

Reis Filho enfrenta y desmonta esa mirada. En el apartado «A participação das mulheres no fazer-se classe» de su tesis (2013, pp. 60-73), se evidencia que las operarias cumplen un rol central en el proceso de conformación de la clase obrera en Manaos. Lejos del esencialismo que parece dominar la mirada de Salazar sobre el rol de la mujer trabajadora, Reis Filho muestra que las obreras asumieron el rol de organizadoras y promotoras de la conflictividad laboral y la organización operaria.

Salazar constantemente destaca que la clase obrera regional estaba desprovista de tradiciones operarias y concluye que sus características fueron expresión de una clase obrera nueva, surgida del proyecto de industrialización subsidiada, donde no aparecía casi ningún rasgo de antagonismo social (1992, p. 411). Según este autor, la intención que manifestaban los obreros era la de construir una ciudadanía plena, con buenos salarios y mejores condiciones de vida en el marco de la continuidad del polo desarrollista (Salazar, 1992, p. 412).

Se trataría de una clase obrera sin experiencia de movimientos y prácticas sindicales, que en sus primeros pasos sufrió duras respuestas, con despidos en masa y amenazas de cierre (Salazar, 1992, p. 423). Ya vimos cómo esa mirada, que parece dejar tan poco margen a la acción autónoma de la clase, fue puesta en cuestión por diversos trabajos más recientes, que evidencian las luchas protagonizadas por las operarias, especialmente durante los años 1980.

Aun así, en todos los trabajos se destaca el clima de temor que siempre impusieron las patronales a la pérdida del empleo, algo que se refuerza por la dependencia de las políticas de promoción industrial. Ese condicionamiento, propio del tipo de industrialización implantado, parece haber sido el mayor limitante para que una acción obrera pudiera constituirse en alternativa de desarrollo para el conjunto de la sociedad regional. Por ello una reivindicación central de esta clase obrera fue garantizar la permanencia de los subsidios a las empresas, único camino que parecía viable para sostener los puestos de trabajo.

También en Amazonia el fin de los años 1980 se planteó como un momento de profundo cambio, que empeoró las condiciones de vida de la clase: «Para Manaos, la consecuencia más nefasta y duradera fue el surgimiento de un "ejército" de 40.000 desempleados, agravando los problemas sociales y la violencia urbana. En la pelea por sobrevivir, las empresas más capitalizadas tuvieron que invertir en su modernización» (Salazar, 2006, p. 259)48. Se extendió entonces el desempleo, la precarización y la tercerización del trabajo, fragmentando la clase y añadiendo otro factor para atacar su organización. Solamente las empresas más grandes, en su mayoría transnacionales, lograron seguir creciendo.

A diferencia de Patagonia, en Manaos el proyecto de polo de desarrollo fue sostenido y hacia mediados de los años 1990 recuperó su producción (Salazar, 2006, p. 260); y hoy se mantiene en relativo auge49. Una de las claves de esta permanencia parece seguir siendo el bajo precio de la fuerza de trabajo: «los bajos costos unitarios de la mano de obra operan como factor preponderante de esa articulación con el capital internacional» (Salazar, 2006, p. 87)50.

5. Reflexiones finales

Realizamos un análisis comparativo sobre la conformación de dos nuevas clases obreras como parte de la puesta en marcha de polos de desarrollo en dos importantes regiones de América Latina: Amazonia brasilera y Patagonia argentina. Esta línea de investigación nos permite avanzar en la comprensión acerca de los condicionamientos que las estructuras económico-sociales particulares generan en cada clase obrera, imponiendo características que son factores relevantes para entender la historia de esos colectivos laborales.

Nos enfocamos en dos regiones que sufrieron profundas transformaciones de la década de 1960 a la de 1980 y donde la velocidad de esos cambios fue la característica principal del proceso. Esa misma radicalidad de las mutaciones es el diferencial entre estas experiencias de conformación de nuevas clases obreras y las dinámicas «clásicas» en los centros industriales tradicionales de cada país.

Se produjo una superposición de fases históricas con dinámicas de proletarización, transición de vida rural a vida urbana, incorporación de las mujeres al trabajo fabril, imposición de nuevos métodos de producción, emergencia de fenómenos como la flexibilización y tercerización laboral o el pasaje de una situación de pleno empleo a otra de desocupación estructural.

Así, procesos que en las regiones de desarrollo capitalista clásico sucedieron a través de varias décadas o hasta de siglos, aquí tuvieron lugar en poco más de treinta años. Esa hibridación de procesos, la complejidad de las experiencias y los diversos tiempos históricos que vivenciaban los componentes de estas clases operarias provocaron diferencias con las dinámicas de las regiones centrales de Brasil y Argentina.

En las regiones estudiadas, se impulsó una industrialización subsidiada en territorios que no habían vivido estas dinámicas, y ello se hizo durante gobiernos represivos y con un modelo económico dependiente de aportes estatales. Patagonia y Amazonia recibieron una importante inversión que transformó sus territorios a partir del crecimiento de sus núcleos urbanos, la masiva migración recibida y la conformación de nuevos grupos obreros.

Estos eran colectivos laborales con escasas experiencias en común, que transitaron un traumático proceso de obligado acostumbramiento a nuevas formas y ritmos de trabajo. En un período muy breve, ellos vieron transformadas sus formas de relación social, siendo subsumidos al empleo asalariado. Muchos de los obreros que los conformaban eran migrantes de otras regiones y una gran proporción estaba compuesta por pequeños propietarios rurales, en su mayoría de origen indígena, expropiados de sus tierras por procesos de expansión capitalista.

La superposición de etapas históricas en un territorio delimitado es lo que nos lleva a afirmar que los proyectos de industrialización subsidiada pueden funcionar a modo de «laboratorios sociales» para los investigadores, ya que allí se hace posible analizar, en forma concentrada, procesos que en otras regiones atravesaron etapas mucho más largas.

Estas clases obreras tendieron a limitar sus reclamos a aspectos salariales y condiciones de empleo, habiendo funcionado el mandato de que el modelo desarrollista necesitaba la «armonía» entre trabajadores y empresarios para seguir recibiendo subsidios estatales como disciplinador contra los grupos que planteaban proyectos alternativos; aunque esto no excluía otras persecuciones más directas, como la represión policial o los despidos. Otro elemento distintivo de las prácticas patronales en una industrialización sin encadenamientos locales fue la amenaza de cierre ante casi cualquier exigencia obrera: lo vimos para Amazonia, y era tan común en Patagonia que allí se popularizó la expresión «fábricas con patines».

Aun así, estos trabajadores desarrollaron diversos hechos de lucha. Fue a inicios de los años 1980, en el contexto de caída de la dictadura argentina y del debilitamiento de la brasileña, cuando estas clases ya expresaban un conjunto de experiencias en común que respondían a sus necesidades en el marco del proceso industrializador.

También fue en tal momento que esa experiencia se vio atravesada por los condicionamientos que imponía el mismo proyecto de industrialización subsidiada: por entonces se inició la reforma del modelo de polos y, con ello, su crisis. En ese marco, los obreros supieron que estaba amenazada su fuente de trabajo: reclamaron entonces el sostenimiento de los subsidios estatales a «sus» patronales. Allí se hizo evidente el condicionamiento más poderoso que sufrieron estas clases, generado por la dependencia del modelo de industrialización en el que estaban insertos los obreros como operarios. Esto será central para explicar la dificultad que tuvieron cuando intentaron oponerse a la cancelación del proyecto en Patagonia y a la continuidad de los bajos salarios en Amazonia: si la única alternativa para sostener el proyecto era defender los subsidios patronales, sus propias reivindicaciones como clase quedaban subsumidas a ese reclamo central. Los intereses de clase se dejaban en segundo plano, postergados hasta un momento que nunca llegaba, para, en lo inmediato, defender el «desarrollo de la región».

Ya marcamos otras características de estas clases obreras, en especial el gran componente femenino de ambos colectivos. Otro elemento clave fue el étnico: muchos trabajadores provenían de pueblos indígenas de esas regiones o territorios cercanos. El cruce entre clase, género y etnia, imprescindible para estudiar la clase obrera en América Latina, quizás se hace más evidente en estos casos por la ya citada velocidad de los cambios. La ruptura del mundo tradicional se produjo en simultáneo con la implantación de industrias de capital concentrado y tecnología de punta. Las nuevas clases obreras, conformadas como colectivos laborales por los polos desarrollistas y construidas como clases por la lucha y organización de las obreras y los obreros, fueron, y son, una compleja encrucijada de caminos.

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Artículo recibido el 14 de agosto de 2016

Aprobado para su publicación el 15 de marzo de 2017

 

Siglas usadas

Aluar Aluminio Argentino S. A.

AOT Asociación Obrera Textil, Argentina

Conicet Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Coplade Consejo Provincial de Planeamiento y Acción para el Desarrollo, Argentina

ESG Escola Superior de Guerra, Brasil

Insihs Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales, Trelew, Argentina

IPEA Ministério do Planejamento, Brasil

MAS Movimiento Al Socialismo, Argentina

PIB Producto interno bruto

Suframa Superintendencia de la Zona Franca de Manaos, Brasil

UIP Unión Industrial Patagónica, Argentina

UNP Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina

UOM Unión Obrera Metalúrgica, Argentina

Uocra Unión de Obreros de la Construcción, Argentina

ZFM Zona Franca de Manaos, Brasil

 


1 No enfocaremos en este artículo los múltiples debates acerca del desarrollismo y sus diferentes perspectivas en Argentina y Brasil. Sobre ello, destacamos algunos elementos en Pérez Álvarez (2016a). Para un análisis detallado, recomendamos Sikkink (1991; una versión en castellano fue editada en 2009 por Siglo XXI). Allí se aprecia que el discurso de la «armonía de clases» era parte clave de la construcción política en ambos países y que el desarrollismo retomó esa perspectiva. Florestán Fernandes (2015) expresa su crítica a esa ideología que proponía subsumir los intereses «de clase» en favor del, supuesto, «desarrollo nacional».

2 Apenas a modo de referencias generales, citamos aquí algunos trabajos sobre la «historia laboral» de Latinoamérica que aportan a las temáticas abordadas en este texto: Bergquist (1988); Drinot (2011); Klubock (1996); Vergara (2013). Sobre la historia comparada de Brasil y Argentina, la bibliografía es muy amplia y en constante renovación; como marco general remitimos a Devoto y Fausto (2008).

3 «[…] o modo de produção capitalista permeia os primórdios da colonização e povoamento do Amazonas, cujo processo pode ser genericamente denominado de colonização e dependência político-econômica da metrópole» (a continuación, en todos los casos, las traducciones desde los originales en portugués son mías).

4 La bibliografía sobre el auge de la explotación del caucho, su posterior derrumbe y las consecuencias económicas y sociales es amplísima y atraviesa a Brasil, Perú, Colombia y Bolivia. Apenas como referencias de algunos debates, proponemos: Bueno (2012); Weinstein (1993); Chirif & Cornejo Chaparro (2009); Uribe Mosquera (2013); Stoian (2005); entre otros.

5 Diversos elementos se conjugaron para explicar esta caída: la apertura del canal de Panamá y de aduanas de Chile y Argentina y el descenso del precio de la lana por la finalización de la Primera Guerra Mundial.

6 «En 1919, Brasil, que había disfrutado del virtual monopolio del caucho, sólo abastecía la octava parte del consumo mundial. Medio siglo después, Brasil compra en el extranjero más de la mitad del caucho que necesita» (Galeano, 2004, p. 120).

7 Más allá de los diversos debates sobre Amazonia legal, Amazonia internacional y otras posibles regionalizaciones, trabajamos aquí específicamente sobre Amazonia occidental (estados de Amazonas, Acre, Rondônia y Roraima), delimitando un territorio de 2.185.202,2 km2 que corresponde a 56,7% de la región norte de Brasil y a 25,7% del territorio brasilero total.

8 De acuerdo a la división instituida por ley, se entiende por Patagonia argentina a las provincias de Neuquén, La Pampa, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. En este artículo hacemos hincapié en Patagonia sur, donde se agrupan las últimas tres provincias, que sufrieron una condición de aislamiento más marcado hasta la puesta en marcha de los proyectos a los que aquí hacemos referencia.

9 Ver más desarrollado este aspecto de nuestra investigación en Pérez Álvarez (2016a).

10 En el caso de Chubut, es el Coplade (Consejo Provincial de Planeamiento y Acción para el Desarrollo), para Amazonia se trata del Suframa (Superintendencia de la Zona Franca de Manaos). Ambos eran organismos planificadores de carácter regional, cuyas iniciativas intentaron complementar un modelo que repetía las perspectivas de enclave. Sus propuestas en pocas ocasiones tuvieron recepción, limitándose, con el paso de los años, al intento de sostener los regímenes promocionales. El Coplade fue desarticulado hacia inicios de la década de 1990, cuando se derrumbó el proyecto industrialista.

11 Nos referimos a las cámaras empresarias que agrupaban las pequeñas y medianas manufacturas que existían en las regiones implicadas antes de la implantación de los polos. Luego se constituyeron cámaras que integraban las industrias llegadas con los polos, en general conformadas por empresarios de origen extrarregional. Investigamos este caso para la UIP (Unión Industrial Patagónica), cuya sede central se encontraba en pleno centro de la Capital Federal de Argentina (ciudad de Buenos Aires) y cuyos integrantes eran, en su amplia mayoría, bonaerenses. Los reclamos de esa cámara sí tenían una acogida diferencial por parte del Estado central (Pérez Álvarez, en prensa-a).

12 Remitimos al respecto a nuestra investigación (Pérez Álvarez, en prensa-b). Puede observarse que las propuestas regionales fueron escasamente recepcionadas por los planes instrumentados a nivel nacional.

13 En la subregión integrada por los departamentos administrativos de Rawson y Biedma, al norte de Chubut. Esta fue la zona con desarrollo industrial, en las ciudades de Trelew, Rawson y Puerto Madryn, en los puntos más cercanos al límite norte habilitado. La gran extensión patagónica siguió sumida en la producción ganadera ovina.

14 Aunque se trataba de un segundo lugar muy alejado del centro textil tradicional: Chubut ocupaba el segundo puesto en producción de medias (15%, contra un 83% del área metropolitana), tejido de punto (11% contra 81%) e hilado de fibras textiles (6,4% contra 76%) (Cimillo, 1985, pp. 12-13).

15 Según Rougier (2011), más del 80% de la inversión para esta gran industria privada fue realizada por el Estado.

16 Igualación que ya había sido discutida por diversos intelectuales. Ver el señero caso de Caio Prado Jr. (1959).

17 «[…] inteiramente dependentes de matérias-primas importadas do exterior».

18 Seguimos aquí las nociones de experiencia y de tradiciones en común formuladas por E. P. Thompson (1982, 1989).

19 De hecho, relevamos conflictos desde fines del siglo XIX (ver Pérez Álvarez, 2015).

20 Ver al respecto los resultados de mi tesis de doctorado, publicados parcialmente en Pérez Álvarez (2013; especialmente la última sección, pp. 287-332).

21 Esto se observa en varias entrevistas. Miguel afirma: «[…] de alguna manera creo que en definitiva siempre, de una forma u otra, nos terminaron llevando, o nos fuimos yendo, hacia la defensa de las patronales. Cuando salíamos a reclamar la promoción industrial, estábamos defendiendo a la patronal y no a nosotros» (entrevista realizada en Trelew, el 15 de junio de 2007); Miguel es referente de la oposición en la AOT (Asociación Obrera Textil, sindicato que agrupa a los obreros de fábricas textiles).

Daniel recuerda una de las votaciones que perdió en una asamblea de la fábrica en la que trabajaba: «[…] la patronal plantea que le habían sacado la promoción industrial, entonces se hace una asamblea, donde se decide que un grupo de compañeros fuera a pelear junto con la patronal esa promoción industrial […]. Nosotros siempre dijimos que los trabajadores nunca teníamos que apoyar a la patronal, pero bueno, fue una votación que se perdió» (entrevista realizada en Trelew, el 4 de abril de 2012); Daniel es militante del Movimiento Al Socialismo (MAS) –partido trotskista de importante desarrollo en la Argentina de los años 1980– y llega a la región a inicios de esa década.

22 Especialmente en comparación con lo que acontece durante este período en los centros industriales del país. Ver Schvarzer (1986) y su hipótesis de que estos proyectos buscaban «despromover» el trabajo industrial en las áreas tradicionales para descomprimir la conflictividad existente.

23 Hemos reconstruido parte de estos procesos a través de entrevistas a trabajadores de diversas ramas económicas de la región (ver Pérez Álvarez, 2011, 2015).

24 Retomamos la formulación que realiza Gramsci (1997). Este autor sostiene que la conciencia de un grupo social hace al grado de homogeneidad, autoconciencia y organización que ha alcanzado a través del proceso de luchas y en el marco de las relaciones de fuerzas objetivas. Gramsci observa los diversos niveles que toma la conciencia política colectiva: el primero es el económico-corporativo, el segundo es la toma de conciencia de la solidaridad de intereses entre todo el grupo social, pero en el plano económico, y el tercero es la superación de lo corporativo y la toma de conciencia política. La disputa se ubica entre el primer nivel y el segundo, o sea, entre la defensa del grupo restringido (donde los intereses parecen igualarse con los de sus patrones) o la del grupo social más vasto, con una conciencia que demanda la necesidad de una estrategia propia de la clase. No aparece en nuestra investigación el tercer nivel de conciencia, que hace a la conciencia política, y que, para la clase obrera, plantearía la necesidad de trastocar las relaciones de fuerzas objetivas.

25 Chubut es una de las provincias con mayores yacimientos de petróleo en Argentina y gran parte de su presupuesto dependía del aporte que por entonces realizaba el Estado nacional en concepto de regalías por la extracción de dicho recurso. Al no contar con estos ingresos, el Estado provincial no tenía fondos suficientes para abonar los salarios de los trabajadores estatales.

26 «[…] o problema era, no entanto, a mão de obra nessa região tão pouco povoada e tão vasta».

27 «[…] portugueses e espanhóis enfrentaram a escassez de mão-de-obra e encontraram nas culturas indígenas uma resistência muito grande para se adequar a uma economia de salários».

28 «[…] erradica, de forma violenta, não uma favela, mas na verdadeira acepção da palavra, uma cidade […]. A segunda, através de um simples decreto, pleonasticamente, decretava-se a industrialização de Manaus».

29 «[…] começou a construir-se o que viria a ser denominada de "Cidade Flutuante"».

Eran viviendas construidas sobre palafitos, en la zona portuaria de la ciudad. Esto permitía a los trabajadores estar cercanos al centro de ella, donde conseguían sus trabajos informales.

30 «[…] mais de duas mil casas flutuantes abrigando, em seu auge na década de 60, mais de 12.000 habitantes».

31 «[…] essas indústrias […] receberam terrenos a preços irrisórios, totalmente urbanizados, como nenhum conjunto habitacional supostamente para pessoas de baixa renda recebeu».

32 «[…] o diminuto tamanho da força de trabalho, em toda a região».

33 Ver, por ejemplo, Wiedemann (1977), un trabajo realizado por miembros de la Escola Superior de Guerra (ESG), el Ministério do Planejamento (IPEA) y la Fundação Getulio Vargas. Allí se sostiene que la clave sería generar las condiciones para hacer posible el masivo traslado del «excedente» poblacional del nordeste para garantizar la fuerza de trabajo demandada en Amazonia.

34 «Uma grande dificuldade consistiu, porém, em providenciar a mão-de-obra […]. Tendo em vista que se tratava de produção de pequenas peças em linha de montagem, isso era favorável à mão-de-obra feminina, que antes não tivera nenhuma oportunidade de trabalho registrado na região».

35 «[…] emprega-se mão-de-obra mais barata, porque desqualificada, principalmente feminina e do menor…».

36 «[…] as terras de médio Amazonas passam por um processo acelerado de privatização. O Estado, na percepção dos posseiros, aparece como aliado dos grandes, dos ricos e poderosos».

37 «[…] uma reserva excedente de mão-de-obra a ser engajada na industrialização de montagem que se implantou em Manaus».

38 «[…] até o final da década de 70. O inicio dos anos 80 marca um principio de crise que vi se agravando a partir de 85, atingindo pontos críticos nos anos 89-90 e 91».

39 Ver: Jornal A Crítica (1985), del Arquivo Pastoral Operária Manaus.

40 Ver: Jornal O Parafuso (1988).

41 Ver: Jornal A Crítica (1985).

42 «No Amazonas, os trabalhadores das indústrias instaladas na Zona Franca de Manaus começaram com paralisações em determinadas fábricas, na maioria dos casos por melhores condições de alimentação, transporte e de trabalho, ainda no final dos anos de 1970. No primeiro dia do mês de agosto de 1985 realizaram uma greve de caráter geral, envolvendo um grande número de empresas».

43 «[…] morar na cidade significava assumir o status do homem branco».

44 Tomando de Santiago (2010) la definición de pelego, esta es una persona que se vende a cambio de ventajas personales. En el caso del movimiento sindical, se trata de un dirigente poco combativo, que asume la conciliación con la patronal y se adapta al poder estatal y empresarial. Asimismo, el pelego suele recibir, a cambio de sostener esa actitud, beneficios personales, especialmente de tipo económico (Santiago, 2010, p. 38).

45 «[…] à medida que se implantava um parque industrial "artificial", aparecem, de modo não menos  

artificial, sindicatos manipulados pelo Estado, sob a orientação de pelegos […]. Assistiu-se então um desenvolvimento capitalista que, aparentemente, não gerava contradições».

46 Ver, reproducido en Jornal Puxirum (1983; carátula, contracarátula y página 4).

47 «Não possuindo quaisquer vínculos econômicos mais conseqüentes com o Estado e a Região, tais empresas permitem-se uma extrema mobilidad física [e] eclodem ameaças constantes de fechamento de fábricas e desemprego».

48 «Para Manaus, a conseqüência mais nefasta e duradoura foi o aparecimento de um "exército" de 40.000 desempregados, agravando os problemas sociais e a violência urbana. Na luta pela sobrevivência, as empresas mais capitalizadas tiveram de investir pesado na modernização».

49 Ver Portal do Holanda (2017), donde se anuncia la aprobación de 36 nuevos proyectos industriales en el Parque Industrial de Manaos. En Patagonia, las últimas noticias son distintas (ver: Diario Jornada, 2017).

50 «[…] os baixos custos unitários da mão-de-obra operam como fator preponderante dessa articulação com o capital internacional».