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Apuntes

Print version ISSN 0252-1865

Apuntes vol.46 no.84 Lima Jan./Jun. 2019

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.84.1013 

ARTICULOS

 

Sufrimiento social y migraciones de retorno: una propuesta conceptual

Social Suffering in Motion: Mobility strategies of Mexicans deported from the United States

 

Sònia Parella*

Alisa Petroff**

Thales Speroni***

Clara Piqueras****

*Universidad Autónoma de Barcelona, España sonia.parella@uab.cat

**Universidad Autónoma de Barcelona, España petroffalisa@gmail.com

***Universidad Autónoma de Barcelona, España; Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil thalessperoni@gmail.com

****Universidad Autónoma de Barcelona, España piqueras.clara@gmail.com

 


Resumen. El artículo pone de relieve cómo el sufrimiento social, concebido como manifestación de la opresión social y la injusticia incorporada en el individuo, posee atributos que atraviesan las distintas etapas del retorno migratorio, etapas que se encuentran marcadas por procesos transnacionales y multilocales. A tal efecto, el Modelo VIA –compuesto por los ejes analíticos de vulnerabilidad, incertidumbre y asistencia– permite describir, interpretar y analizar el sufrimiento social durante el proceso de retorno desde un análisis multinivel que conecta las percepciones y vivencias de los actores con las desigualdades estructurales.

Palabras clave: migración de retorno; integración social; sufrimiento; movilidad social; migrantes; emigración e inmigración.


Abstract . This article highlights how social suffering, conceived of as a manifestation of social oppression and injustice incorporated into the individual, has attributes that are evident in the different stages of the migratory return, which are marked by transnational and multilocal processes. To this end, the VIA Model – composed of the analytical axes of vulnerability, uncertainty and assistance – allows for the description, interpretation and analysis of social suffering during the return process through a multilevel analysis that connects the perceptions and experiences of the actors with structural inequalities.

Keywords: Return migration; social integration; suffering; social mobility; migrants; emigration and inmigration.


1. Introducción

La migración de retorno ha ido adquiriendo un mayor interés a nivel académico y político en las últimas décadas, especialmente en el contexto de recesión económica iniciada en 2007 en Europa y Estados Unidos1. Esta crisis, con consecuencias significativas sobre las tasas de desempleo de la población migrante, ha supuesto una reconfiguración de los flujos, con un incremento de los retornos y las remigraciones. Ante esta situación, muchos migrantes han adelantado la decisión de retornar, lo que para una parte de ellos ha supuesto una ruptura de su proyecto migratorio, con un impacto fuerte en sus trayectorias vitales y familiares.

En este escenario, tanto los países de recepción como los de origen migratorio han impulsado una serie de medidas para promover o apoyar el retorno voluntario (el regreso al país de origen a partir de una decisión escogida por el propio actor2 y no como resultado de una orden de expulsión por el incumplimiento de los requisitos de regularidad administrativa impuesta por los países de recepción).

Desde el ámbito académico, la perspectiva transnacional ha planteado importantes desafíos analíticos en el estudio de la movilidad, puesto que muchos migrantes organizan sus vidas en espacios sociales que transcienden las fronteras de los Estados (Glick-Schiller, Basch, & Szanton, 1992). Partiendo de este enfoque, la migración de retorno debe ser entendida como un nuevo movimiento migratorio, que es pensado (intencionalidad de regresar) y emprendido (acto de migrar/retornar) y que implica la (re)adaptación del individuo al espacio territorial y social al que regresa. Además, se concreta a partir de experiencias de movilidad que atraviesan fronteras y que pueden suponer una escala en la trayectoria migratoria, o bien un patrón circular (Rivera, 2013). Las personas retornadas no constituyen exclusivamente grupos de individuos unidos a través de vínculos étnicos, sino que son actores inmersos en redes de relaciones y capaces de movilizar recursos (tangibles e intangibles) en un espacio transnacional (Durand, 2004; Cassarino, 2004). En este contexto, las redes migratorias y los campos sociales transnacionales se configuran como elementos centrales (Vertovec, 2004).

La visión integradora de la perspectiva transnacional es ratificada por la teoría de la circularidad migratoria, para la que el retorno forma parte de un proceso migratorio bidireccional o multidireccional entre países. De ese modo, el retorno no tiene por qué significar el fin del proyecto migratorio. Puede tratarse del antecedente de nuevos episodios de remigración, a los que suceden retornos temporales (Gualda, 2012; Jáuregui & Recaño, 2014). Newland (2009) señala cómo la migración circular no es permanente, sino que implica la migración de un país a otro y contempla la repetición del movimiento migratorio (sucesivas idas y vueltas, movimientos cíclicos o periódicos, a veces estacionales). Este tipo de movilidad, de acuerdo con Constant y Zimmermann (2007), no solo tiene que ver con determinadas fórmulas de gestión de la migración laboral, sino que es parte de la creciente diversificación de las formas espontáneas de movilidad que adoptan migrantes de distinta condición jurídica (Triandafyllidou, 2011).

Con estos elementos como puntos de partida, el artículo presenta, en primer lugar, una revisión de las perspectivas teóricas que han abordado la migración de retorno, atendiendo a las distintas fases del fenómeno: la intención de regresar, la acción de retorno y el proceso de reinserción al país de origen; la segunda parte se centra en el concepto de sufrimiento social; mientras que la última se propone un marco conceptual que sitúa el sufrimiento social en la agenda de investigación sobre la migración de retorno. El artículo pone de relieve cómo el sufrimiento social posee atributos que atraviesan las distintas etapas de las migraciones de retorno y que permiten entenderlas como un fenómeno: multinivel, multicausal, transversal y multitemporal, multilocal y transnacional. Por ello, para analizar tal fenómeno, proponemos el modelo VIA, que está compuesto por tres ejes analíticos: vulnerabilidad, incertidumbre y apoyo y asistencia.

2. Marcos analíticos y mecanismos sociales de las etapas del retorno migratorio

La literatura sobre migración de retorno distingue, analítica y empíricamente, la intención de retorno (motivación) del retorno propiamente dicho (comportamiento). Según Sayad (2000), la idea de retornar está presente en el imaginario de todo migrante y, a menudo, se trata de un deseo que, por constricciones sociales, económicas o políticas, no se lleva a cabo o se pospone indefinidamente Así, el retorno es un elemento constitutivo de la condición de migrante que atraviesa constantemente el proyecto migratorio y que vincula los lugares de emigración e inmigración. Por ello, hay que entender la intención de retornar como un proceso durante el cual se produce una planificación temporal (el individuo tiene más o menos definido el momento del regreso) y logística (el individuo moviliza recursos para realizar el retorno) que culmina en el momento de volver al país de origen, ya sea de forma permanente o temporal.

Uno de los elementos más estudiados en la literatura sobre intención de retorno son los determinantes de esta motivación y de este comportamiento. Diversas perspectivas teóricas han tratado de identificar los mecanismos que explican las razones por las cuales los migrantes deciden volver a sus países de origen (intención de retorno) y las motivaciones para llevarlo a cabo (retorno). Sin embargo, al tratarse de un fenómeno complejo, el debate sobre los determinantes está abierto, ya que los hallazgos empíricos no han logrado un consenso sobre dicha cuestión. Es más, algunos autores sugieren que los determinantes de la intención de retorno pueden ser distintos de los que incentivan el retorno en sí (Waldorf, 1995).

2.1 Pensar en volver: la intención de retornar al país de origen

Desde la perspectiva neoclásica, la intención de retorno es el resultado de la evaluación racional de beneficios (tangibles e intangibles) que los migrantes esperan obtener. Autores como Van Baalen y Müller (2008) identifican una dinámica de inconsistencia en la evolución de la intención de retorno, que estaría ligada al hecho de que los migrantes suelen ser demasiado optimistas en relación a su capacidad de ahorro para conseguir los objetivos vinculados a sus proyectos. Debido al desajuste entre expectativas y realidad, sus planes están en constante revisión y, en muchas ocasiones, la decisión de retornar se acaba posponiendo.

Otras teorías apuntan a la importancia de las características individuales para explicar la intención de retornar. Un ejemplo en este sentido lo representa el nivel de estudios. A pesar de que los resultados empíricos muestran distintas correlaciones entre intención de retorno y escolaridad, para algunos autores una mayor cualificación reduce las probabilidades de manifestar intención de retorno (DaVanzo & Morrison, 1981; Curran & Rivero-Fuentes, 2003). Sin embargo, otros (Constant & Massey, 2003; King & Newbold, 2008) sostienen que hay una relación positiva entre estas variables. Las mismas discrepancias suscita el estatus legal, por cuanto poco se sabe sobre el efecto que este puede ejercer en la intención de retornar (Agadjanian, Gorina, & Menjívar, 2014). Por otro lado, desde una perspectiva transnacional, se señala que los contactos con el país de origen y las prácticas económicas transnacionales están positivamente vinculados a la intención de retorno (Carling & Erdal, 2014; De Haas & Fokkema, 2011).

Las características familiares y el género también juegan un papel relevante en la intención de retornar. Las mujeres tienen una mayor propensión a manifestar dicha intencionalidad, dado que las responsabilidades de cuidado hacia los hijos u otros parientes ejercen una fuerte presión social sobre ellas (Grasmuck & Pessar, 1991; Reagan & Olsen, 2000; Ravuri, 2014). Otros estudios destacan que el bienestar de los hijos representa un incentivo en la intención de retorno, mientras que, en otros casos, se indica que provocaría el efecto contrario (Parreñas, 2001, 2005). En definitiva, debido a la presión social por mejorar las condiciones de vida de los hijos u otros familiares, los migrantes acaban a menudo postergando la decisión de retornar.

Las teorías asimilacionistas/integracionistas se centran en las variables relacionadas con el tiempo de permanencia en el país de destino y con los vínculos sociales que los migrantes establecen en los países receptores. En este sentido, cuanto mayor sea el tiempo de residencia, menor será la probabilidad de querer retornar (Nekby, 2006; Jensen & Petersen, 2007). Lo mismo sucede con la existencia de comunidades étnicas ya establecidas en el país de destino. Cuanto más fuertes son las redes sociales, menor será la intención de retornar (Haug, 2008; Agadjanian et al., 2014). Sin embargo, tales comportamientos pueden verse alterados a partir de la influencia de elementos coyunturales, tales como las crisis económicas en los países de destino. En este caso, los migrantes en situación de desempleo son más propensos a manifestar intención de retornar (Constant & Massey, 2003).

Para explicar las intenciones de retorno, la literatura que incorpora simultáneamente las variables vinculadas a la identidad y a las prácticas transnacionales es relativamente escasa (Bilgili & Siegel, 2014). Con el objetivo de aproximar las dos perspectivas, autores como Carling y Pettersen (2014) utilizan un marco teórico para evaluar cómo la integración y el transnacionalismo se imbrican a la hora de explicar la intencionalidad de retornar. Estas investigaciones ponen de manifiesto que las intenciones están condicionadas por el nivel de vinculación de las personas con su país de origen y de residencia.

Si bien ninguna de las perspectivas teóricas puede explicar la complejidad de este fenómeno por sí misma, todas coinciden en que no existe un único mecanismo que determine el retorno. Se trata más bien de un conjunto interrelacionado de motivaciones que contiene tanto elementos micro, como serían las características individuales (género, ciclo vital, situación legal, etc.), como elementos meso, por ejemplo, las variables sobre integración (vínculo cultural o con el mercado de trabajo, duración del proyecto migratorio, etc.) y vínculos transnacionales (redes y/o prácticas transnacionales, etc.).

En este sentido, el concepto de double embeddedness (King, 2002) ofrece destacadas aportaciones al estudio de las causas que explican la intención de retorno. Este abordaje toma en consideración la conjugación de distintos niveles de análisis y la forma en que se interconecta la agencia (estrategias individuales de los migrantes) con las estructuras de carácter meso o macro (Estado u otras instituciones, así como los contextos económicos) (Massey, Arango, Hugo, Kouaouci, Pellegrino, & Taylor, 1998, p. 281; Morawska, 2012, pp. 65-70).

2.2 Los principales factores que inciden en la decisión de retornar

Si para la perspectiva neoclásica la intención de retornar responde al cálculo racional con respecto a los beneficios que los migrantes podrían obtener a su regreso, la decisión de retornar sería la consecuencia de la experiencia de fracaso en el país de destino (Harris & Todaro, 1970). Para la nueva economía de la migración laboral, el retorno supone una estrategia en la que el individuo sopesa el logro de las metas económicas que se había planteado en el momento de emigrar. De esta manera, se tomaría la decisión de volver en la medida en que el retorno compensara al migrante y al conjunto de la familia (Stark, 1991; Adda, Dustmann, & Mestres, 2006).

Del mismo modo que en el caso de los determinantes de la intención de retorno, la decisión de retornar también se puede explicar a partir de la configuración de tres niveles de análisis (Faist, 1997). En primer lugar, destacan las implicaciones macroestructurales, que operan en las áreas de origen y de destino y que alientan o constriñen tal decisión. El enfoque estructural muestra cómo los obstáculos institucionales y el contexto de oportunidades representan variables clave en la decisión de retornar (Jeffery & Murison, 2011). Así, el grado de desarrollo económico en los países de origen o las situaciones de crisis en las sociedades de destino son aspectos cruciales (Cerase, 1974; Bastia, 2011). El nivel micro se focaliza en aquellos factores normativos y psicosociales que determinan las decisiones personales (percepciones, motivaciones, aspiraciones y expectativas) (Ammasari & Black, 2001). Ambos niveles están conectados a través del nivel meso, que engloba las relaciones sociales y el capital social a través del análisis de los recursos movilizados entre grupos, redes y organizaciones, lo que constituye un aspecto esencial a la hora de analizar las tendencias migratorias (Faist, 1997).

Desde la perspectiva de las redes sociales, se subraya la movilización de recursos y el papel que juegan los vínculos entre las sociedades de origen y de destino a la hora de posibilitar el retorno (Durand & Massey, 2003; Rivera, 2013). En esta línea, Cassarino (2004) establece una relación entre la disposición/movilización de recursos tangibles e intangibles (level of pre- paredness) y los procesos postretorno. Cobo (2008), por su parte, también subraya estos aspectos y pone el foco en el conjunto de etapas que conforman el ciclo migratorio y no solo en el momento previo al retorno. Así, las experiencias migratorias proporcionan a los inmigrantes nuevos activos en términos de capital humano (conocimientos, destrezas), físico (remesas) o social (redes sociales). La eficacia de dichos activos dependerá de la capacidad de los individuos para capitalizarlos una vez que hayan retornado, así como del valor que estos adquieran en el lugar al que se retorna.

2.3 Volver: una mirada holística al postretorno

A la hora de plantear el postretorno, un aspecto clave es la sostenibilidad de la (re)inserción: a) a nivel individual –adaptación o reinserción del retornado a origen–; b) en términos de desarrollo comunitario –«aportaciones» de los sujetos al regresar– (Bastia, 2011); y c) a nivel de indicadores macroeconómicos y políticos –papel del Estado en la gestión del retorno y la reintegración– (Black & Gent, 2006). En este sentido, cabe destacar que los procesos postretorno suponen para muchos migrantes empezar de cero en entornos que prácticamente desconocen. Tras muchos años de posible desconexión (física y/o social), los contextos que han dejado atrás pueden convertirse en espacios hostiles. En ocasiones, estos procesos de readaptación son aún más duros, ya que la fuerza de los factores de expulsión pone de relieve una precaria inserción laboral y a veces incluso social, previa a la emigración. De ese modo, el postretorno, más que una reincorporación, puede suponer una incorporación que afecta a personas que ya habían experimentado dificultades para encajar en la estructura social y productiva del país de origen.

Si bien es numerosa la producción científica sobre los modelos de incorporación, inserción o asimilación de las personas migrantes en las sociedades receptoras, son todavía escasos los estudios relativos al proceso inverso que enfrentan los migrantes de retorno (Rivera, 2015). Durante los últimos años, la relevancia del tema se ha incrementado a tenor de los intensos flujos migratorios de retorno que se han desencadenado, procedentes de países que han sufrido la crisis económica. A pesar de que el retorno pueda considerarse como de carácter voluntario, algunos perfiles de retornados están tomando la decisión de regresar «empujados» por la situación de vulnerabilidad que experimentan en el país de destino. Se trata de perfiles que no disponen de recursos económicos acumulados y presentan mayor vulnerabilidad material y psicosocial que los flujos de retornados precedentes.

Aunque la perspectiva neoclásica y la nueva economía de la migración laboral abordan el fenómeno migratorio y de retorno vinculándolo a las decisiones racionales y económicas de los sujetos, la reflexión desde dichos enfoques no alcanza a considerar los procesos de reincorporación al país de origen. Desde el enfoque estructural, se apunta que el retorno no debe estudiarse simplemente desde la experiencia particular, sino plantearse en referencia a factores sociales e institucionales de origen. De esta forma, se parte de una correlación existente entre la realidad económica, política y social en el país de origen y las expectativas de la persona retornada.

Por consiguiente, a menudo se produce un desajuste entre la realidad y las expectativas del individuo, ya que, muchas veces, la persona retornada cuenta con información incompleta sobre el escenario al que regresa (Cerase, 1974; Gmelch, 1980). Ello puede provocar que los procesos de reincorporación sean difíciles de llevar a cabo. Además, las condiciones estructurales en origen son las que determinan la capacidad de aplicación de los capitales acumulados en el extranjero y, por ende, el nivel de éxito del retorno (Gmelch, 1980).

La carencia de transmisión de información entre el país de origen y el de destino es rebatida desde la perspectiva transnacional y la teoría de redes sociales, que defienden la existencia de contactos sociales regulares y consecutivos a lo largo del tiempo entre los que han permanecido en el país de origen y los que han llevado a cabo la experiencia migratoria (Portes, Guarnizo, & Landolt, 1999; Rivera, 2009; Schramm, 2011). De esta forma, la disposición y mantenimiento del capital social en el país de origen puede favorecer el flujo de información y el acceso a recursos para la reinserción en la vida laboral y comunitaria (Aznar, 2009; Nieto, 2011; Schramm, 2011).

Sin embargo, a pesar de disponer de información sobre el contexto al que se regresa, la capacidad del país de absorber o no las habilidades adquiridas en el extranjero es un elemento clave para explicar la incorporación de las personas retornadas (Conway & Cohen, 1998; Alfaro & Izaguirre, 2010; Lobo, 2011). También es relevante la capacidad de innovación del individuo (Cassarino, 2008; De Bree, Davids, & De Haas, 2010), así como los desajustes socioculturales del mercado laboral entre ambos contextos.

Por su parte, Aznar (2009) sitúa el lugar del retorno en el punto de mira. Señala que la ubicación geográfica en la que se concentran los retornados y su relación con los contextos urbanos son importantes en la medida en que experimentan cambios estructurales, tales como procesos de urbanización, flujos de migración interior, transformaciones de los mercados de trabajo locales, cambios socioculturales influenciados por las migraciones, modificaciones en el tipo de legislación, etc.

Finalmente, cabe hacer referencia a los significados subjetivos y a las identidades de los retornados. Para ello es importante analizar el reconocimiento social de estas personas en los contextos urbanos donde se (re)incorporan, así como averiguar en qué medida sus referentes simbólicos están o no acoplados a la comunidad. Estas cuestiones podrían generar nuevas dinámicas de exclusión social en la medida en que las relaciones sociales se complejicen (Arowolo, 2000; Aznar, 2009). Otro aspecto relevante es la reconstrucción de las relaciones sociales en el ámbito del hogar (Aznar, 2009). Las relaciones familiares y personales requieren nuevas dinámicas tras el retorno, lo que exige procesos de (re)adaptación, de ajuste de expectativas y gestión de conflicto (Alfaro & Izaguirre, 2010). En aquellos casos en los que los hijos han permanecido en el país de origen durante la experiencia migratoria de sus progenitores (especialmente de las madres), el proceso de readaptación y el bienestar individual del retornado puede verse marcado por los esfuerzos por recuperar los lazos materno-filiales que se han visto afectados por la migración (Parella & Petroff, 2016).

Atendiendo a las variables indicadas, resulta imprescindible estudiar a los retornados no como un grupo con características homogéneas, sino como individuos que, si bien comparten la experiencia de regresar, muestran distintas motivaciones, trayectorias migratorias y experiencias de retorno. Aunque este conlleva diversas implicaciones para los sujetos, es preciso pensar los procesos de reincorporación en origen desde una visión integral, teniendo en cuenta los distintos factores que entran en juego (Rivera, 2015). Para ello, es fundamental tomar en consideración la interacción entre el nivel estructural y el individual (los referentes sociosimbólicos). Contar con esta interacción permite mostrar la diversidad de itinerarios de retorno en función de otras variables, como género, edad, clase, etnia, nivel educativo, composición familiar, etc. Los cambios que han experimentado las personas retornadas tras su experiencia migratoria, así como las transformaciones en los lugares de origen y en las relaciones familiares y sociales, plantean importantes desafíos de adaptación.

Van Houte y Davids (2008) proponen un marco conceptual para analizar la sostenibilidad del retorno basado en el concepto de re-embeddedness (‘readaptación’). Este concepto concibe el retorno como proceso y explica el postretorno en términos de sostenibilidad, en base a un proceso de mixed embeddednes. Si bien Granovetter (1985) acuña el concepto de embeddeness y Rath y Kloosterman (1999) diseñan el modelo mixed embeddedness, son Van Houte y Davids (2008) los que aplican esta categoría al análisis del retorno.

Estos autores operativizan el concepto a partir de tres dimensiones interrelacionadas que se refuerzan mutuamente: la económica, la psicológica y la de las redes sociales. La «readaptación económica» se refiere a la medida en que un retornado tiene acceso a recursos básicos, como por ejemplo la renta, la vivienda, la tierra, el transporte, la educación, la asistencia sanitaria, etc.; la «readaptación psicológica» mide las posibilidades y capacidades del individuo para adquirir sentimientos de pertenencia y hallarse conectado a la sociedad; finalmente, la «readaptación social» se refiere a la disposición y configuración de redes sociales que proporcionan información y posibilitan compartir relaciones personales e íntimas, así como movilizar recursos. A menudo, la mayoría de los retornados cuentan con una red de apoyo que se restringe a los integrantes de la familia nuclear. Para otros, en cambio, la pertenencia a entidades religiosas o asociativas ejerce un efecto sustitutivo ante la falta de contactos sociales.

Para el caso concreto del retorno, lejos de considerar únicamente la etapa en la que el migrante regresa a su lugar de origen, Van Houte y Davids (2008) incluyen todos los aspectos del ciclo migratorio en su conjunto, al considerarlo un fenómeno intrínsecamente transnacional. Además, las oportunidades para los retornados dependen en gran medida de los factores contextuales a los que se enfrentan tras su regreso, así como de sus condiciones de vida durante su etapa migratoria. Esta interconectividad transnacional explica que, ante condiciones precarias y restrictivas en destino (irregularidad, obstáculos para la movilidad, precariedad, etc.), los efectos sobre las posibilidades de re-embeddedness sean negativos (Van Houte & Davids, 2008).

3. Sufrimiento social y migraciones de retorno

Las razones y los determinantes que inciden en la intencionalidad, en el retorno en sí y en la posterior (re)integración han sido objeto de un amplio debate académico. Lograr un abordaje capaz de integrar los niveles micro, meso y macro, así como las diferentes temporalidades y sus espacios sociales (el prerretorno, la decisión de retorno y el postretorno) sigue siendo un reto importante en los estudios sobre el tema. La complejidad de la migración de retorno, marcada por el transnacionalismo y la multilocalidad, así como por la participación de diferentes actores individuales y colectivos en múltiples dinámicas, supone importantes desafíos analíticos. Al mismo tiempo, tales elementos convierten la migración de retorno en un fenómeno expuesto a invisibilidades, estereotipos y estigmas. Con el fin de contribuir a esos retos analíticos que se plantean, presentamos una propuesta de marco conceptual de las migraciones de retorno a partir del concepto sufrimiento social3.

3.1 El sufrimiento social: concepto, agenda y potencialidades

El sufrimiento social tiene una importancia social central, ya que muchas de las problemáticas contemporáneas no pueden ser interpretadas en toda su complejidad sin incorporar el análisis de sus consecuencias psicosociales. Progresivamente, con el uso de este concepto se ha ido conformando un proyecto transdisciplinar que cruza diferentes subdisciplinas, como como la antropología, la sociología y la psicología (Renault, 2010, pp. 221-228). La utilización de ese amplio espacio y el uso más intensivo del concepto sufrimiento social en las ciencias sociales tiene más de dos décadas, siendo sus precursores Bourdieu (1999), Kleinman, Das y Lock (1997) y Das (1997). Progresivamente, con el uso de este concepto se ha ido conformando un proyecto transdisciplinar que cruza diferentes subdisciplinas, como antropología médica (Kleinman et al., 1997), estudios de literatura (Hron, 2009), investigaciones sobre religión (Bowker, 1997), antropología política (Auyero & Swistun, 2009), psicodinámica del trabajo (Dejours, 2009) y antropología de las migraciones (Sayad, 2004). Además de esos campos de estudio recientes, el sufrimiento social ha sido un componente central de la tradición de la teoría crítica, en particular en las perspectivas de Adorno (2001) y Honneth (2010).

Si bien este concepto ha posibilitado la construcción de algunos puentes –y algunos desencuentros–, tal noción se ha caracterizado por una gran polisemia, lo que ha dificultado su uso operacional (Anderson, 2014, p. 4) y la comparabilidad entre diferentes estudios. Además, es un término cuya conceptualización se hace difícil por tratar vivencias y procesos diversos, intensos y negativos (Wilkinson, 2004).

Según Anderson (2014), el sufrimiento puede variar en tipo, intensidad, duración, origen y conciencia. Si partimos de una tipología básica, podríamos distinguir entre el sufrimiento físico (resultado de la amenaza o daño a la integridad física) y el sufrimiento mental (fruto de la angustia que tiene origen en la autoidentidad cognitiva o afectiva). En este sentido, el sufrimiento físico se equipararía al concepto de dolor, mientras que el sufrimiento mental se refiere a lo emocional y cognitivo (pensamientos que producen sufrimiento) (Anderson, 2014, 2015; Francis, 2006).

Sin embargo, hay que destacar los elementos sociales que inciden en el sufrimiento físico y en el mental. Según Kleinman (1997), todo sufrimiento es social en alguna medida; la particularidad del sufrimiento social es su origen y cómo el individuo lo incorpora. De esa forma, cuando el sufrimiento es colectivo o se vincula, directa o indirectamente, a algún contexto institucional o social (economías locales y globales, coyuntura política, relaciones sociales, cultura etc.) hablamos de sufrimiento social (Kleinman, 2010). El sufrimiento social es el proceso a partir del cual las fuerzas sociales generan amenazas, privaciones o daños a la identidad o al cuerpo del individuo por la acción institucional directa (o por la inacción), por condiciones y situaciones sociales de vulnerabilidad o por determinadas condiciones culturales (Anderson, 2014, p. 2; Kleinman et al., 1997; Wilkinson, 2012, p. 146).

De ese modo, el sufrimiento social abarca cualquier sufrimiento significativo que ocurre en un contexto social y que necesariamente afecta a otras personas de una manera negativa (Kleinman et al., 1997). La discriminación, la pobreza y el trato como «ciudadanos de segunda clase» serían algunos ejemplos de sufrimiento social (Anderson, 2015, p. 5). De este modo, el concepto de sufrimiento se centra en cómo las experiencias de dolor o penuria son causadas, constituidas o condicionadas por las circunstancias sociales en las que ha de vivir una persona (Wilkinson, 2015, p. 45).

El sufrimiento social se puede analizar a partir de indicadores como la exclusión social, la discriminación, la persecución, la vergüenza, la privación relativa, el desempleo y la discriminación (Wilkinson, 2005; Anderson, 2014; Bourdieu, 1999); normalmente se produce junto con los otros tipos de sufrimiento (mental y físico) y analíticamente se puede capturar los vínculos entre ellos (Anderson, 2014, p. 2). Por ejemplo, la pobreza o la falta de un sistema sanitario adecuado (sufrimiento social) explican, en gran medida, el incremento del número de enfermedades infecciosas generadoras de sufrimiento físico y mental. Por consiguiente, el abordaje del sufrimiento social contribuye a la identificación de lo que las instituciones hacen para generar o empeorar los problemas sociales y de salud. Según Anderson (2015,p.4), la coocurrencia de diferentes tipos de sufrimiento tiende a ser más frecuente cuanto más intenso es, llegándose potencialmente a situaciones de sufrimiento total cuando se da simultáneamente sufrimiento físico, mental y social (Saunders, 2006).

Asimismo, el sufrimiento no es socialmente distribuido de manera igualitaria, pudiendo haber diferencias según la geografía-territorio, el género, la etnia, etc. Cuanto más lejos se esté del poder económico, político y social, mayores son las posibilidades de ser objeto de sufrimiento social (Anderson, 2014, p. 11), dado que una parte importante del mismo proviene de la escasez (y desigualdad) material. En este sentido, nos referimos a arreglos institucionales concretos, cuyas estructuras de poder pueden perpetuar las desigualdades existentes y producir sufrimiento en los individuos. Frente a ello, una de las características fundamentales del sufrimiento social es la posibilidad de prevenirlo por medio de políticas públicas y transformaciones sociales profundas (Fancher, 2003; Anderson, 2014, p. 69). Concretamente, se trata del atributo de reversibilidad y de inevitabilidad que vincula el sufrimiento social a la injusticia social y, por lo tanto, a los derechos humanos, a las normativas y estatus legales, y al desarrollo económico y social (Wronka, 2008; Anderson, 2014, p. 71).

La paradoja de la presencia del sufrimiento social en un mundo que cuenta con los medios para eliminarlo (un tema central para la teoría crítica, por ejemplo en Adorno, 2001) hace que el uso del concepto tenga la intención de analizar las interrelaciones entre los aspectos sociales y subjetivos de las experiencias de injusticia (Renault, 2009, p. 160). El sufrimiento social se produce cuando hay una experiencia negativa (cuyas causas son sociales) generadora en los individuos de ciertos desajustes de expectativas. Esto se vincula directamente con las expectativas que las personas tienen acerca de la «buena vida» y de lo que sería un sistema de protección social adecuado (Anderson, 2014, p. 62).

Por otro lado, cabe considerar que los mismos mecanismos que producen la injusticia social son capaces de silenciar el sufrimiento social, produciendo «sujetos mudos» (Renault, 2009, p. 62). Así, la naturaleza del sufrimiento social conlleva una dificultad en la construcción de definiciones y narrativas por parte de los actores (Wilkinson, 2004, p. 117). En ese sentido, la práctica etnográfica puede reconocer y hacer escuchar el sufrimiento silenciado (Das, 1995; Wilkinson, 2005). La investigación comparada acerca de la calidad de vida es complementaria a los estudios cualitativos del sufrimiento social en la medida en que permite analizar situaciones sociales a partir de variables sociales constantes y fácilmente comparables. De ese modo, se legitima la necesidad de vincular el sufrimiento social a los debates sobre la justicia social. Esa articulación es fundamental y necesaria (Anderson, 2015, p. 3), de modo que la etnografía contribuye a los estudios cuantitativos de la calidad de vida como un modo de reducir el riesgo de violencia simbólica generada por categorías cuantitativas reduccionistas, que terminan por etiquetar a algunos colectivos (y sus experiencias negativas) como «problemáticos» (Bourdieu, 1999, pp. 3-5).

La complementariedad entre los estudios del sufrimiento social y los de la calidad de vida es homóloga a la defendida por Wilkinson (2005, pp. 11-12) entre los estudios del riesgo y los del sufrimiento social. No obstante, es importante no caer en la trampa de la racionalización del sufrimiento, que puede operar como una herramienta de dominación y control social (Wilkinson, 2013). Otros posibles riesgos son la mediatización (el sufrimiento distante) y la mercantilización (el sufrimiento mercantilizado) (Boltanski, 1999). Según Boltanski, la mediatización del sufrimiento representa un obstáculo a la solidaridad y el compromiso con aquellos que sufren, puesto que promueve una erosión del sentimiento de corresponsabilidad.

El concepto de sufrimiento social nos permite, por medio de un abordaje del «individuo que siente» (Wilkinson, 2013), conectar las vivencias individuales con las disyunciones estructurales. Así, la influencia y causalidad que el sufrimiento social ejerce sobre el sufrimiento físico y mental tiene una consecuencia metodológica importante. A partir del análisis de las percepciones de sufrimiento de los actores, vinculado a la interpretación subjetiva de las condiciones sociales, es posible constituir un análisis multinivel del sufrimiento social (Francis, 2006; Petroff, De la Torre, Piqueras, & Speroni, 2016).

De modo sintético, y a partir de los objetivos de este artículo, destacamos varios puntos fuertes de la perspectiva del sufrimiento social:

  • Permite fundamentar un análisis multinivel: vincula condiciones sociales y experiencias individuales por medio de un abordaje que abarca los niveles estructural, relacional e individual.

  • Reconoce la agencia social: hace hincapié en la agencia de los individuos y en su capacidad de resiliencia, de modo que no se culpabilice a los actores de su propio sufrimiento.

  • Promueve el análisis crítico: reconoce el sufrimiento en diferentes situaciones sociales, incluso cuando existen políticas institucionales destinadas a combatirlo, pero que pueden terminar por incrementarlo (Anderson, 2014, p. 6).

  • Promueve un posicionamiento comprensivo y humanista del investigador: describe, de manera empática, las consecuencias de configuraciones sociales complejas, poniendo de manifiesto la dimensión invisible del sufrimiento social.

3.2 El análisis de las migraciones de retorno desde el sufrimiento social

El apartado final tiene como cometido establecer posibles puentes entre los procesos de retorno migratorio y el abordaje del sufrimiento social. No se concibe aquí la migración de retorno como angustia o proceso negativo para sujetos limitados por cuestiones de precariedad de la vida material y social; sino que se admite que es la naturaleza del retorno y la vivencia de disfunciones e injusticias estructurales lo que puede conllevar diferentes contenidos de sufrimiento de carácter social. Pensar el retorno de manera holística, incorporando todas las fases del proceso, así como complejizar la movilidad asumiendo que esta puede responder a múltiples factores y a distintos niveles, permite superar dicotomías simplistas, como la que explica el retorno en términos de éxito-fracaso.

La coherencia de la agenda del sufrimiento social aplicada a los estudios de migración radica en la particularidad de la experiencia migrante: la navegación en mundos sociales con diferentes «capacidades aspiracionales» (Appadurai, 2004). Esa movilidad entre mundos, que son más que meros espacios geográficos, tiene un gran potencial para el estudio del retorno (voluntario o forzoso) desde el sufrimiento social. Si con el sufrimiento social el individuo incorpora determinadas configuraciones de las fuerzas sociales, entonces es posible analizar la experiencia de sufrimiento y llegar a identificar y revertir los arreglos institucionalices que posibilitan esas vivencias negativas.

La mayor parte de estudios sobre la migración de retorno muestra un interés específico en las causas y determinantes de la decisión de retornar (la agencia y los atributos de los migrantes frente a las contingencias estructurales), mientras tanto, se sabe poco sobre cómo los retornados y aquellos que deciden regresar interpretan y viven este proceso de decisión y esa experiencia vital. El análisis de las consecuencias del sufrimiento para los individuos (Wilkinson, 2013) es fundamental para comprender la relación entre agencia y estructura en la movilidad internacional.

Desde la perspectiva del sufrimiento social es posible complementar el análisis de las razones (para el deseo de retorno y para el retorno en sí) y de los recursos (conjunto de capacidades y habilidades y stocks de recursos económicos y sociales acumulados) con un análisis de las condiciones sociales incorporadas (embodiment) que fundamentan las razones y los recursos y sus realizaciones particulares (figura 1).

El sufrimiento social, tal como es concebido aquí, posee atributos que atraviesan las distintas etapas de las migraciones de retorno, convirtiéndose en un concepto adecuado para el estudio del fenómeno de retorno, por cuanto permite un abordaje:

  • Multinivel (individuo, interacciones y condiciones estructurales y coyunturales)

  • Multicausal

  • Transversal y multitemporal

  • Multilocal y transnacional

  • Multiformato

  • Comprensivo, reflexivo y crítico

Con el objetivo de aplicar el marco del sufrimiento social al análisis de las diferentes etapas del retorno, proponemos el modelo VIA (figura 2).

El modelo VIA está compuesto por tres ejes analíticos a partir de los cuales es posible describir, interpretar y analizar el sufrimiento social en las distintas etapas del retorno (intención, acción, postretorno). El primer eje, la vulnerabilidad, engloba el conjunto de atributos que denotan fragilidad material o social. Esos atributos se vinculan a las competencias y anhelos de los individuos, a su estatus social y legal en los diferentes territorios, así como a sus recursos económicos y capital social. El segundo eje es la incertidumbre, que hace referencia a las dificultades y contingencias esperadas y existentes para la realización de los planes y aspiraciones de los sujetos. La incertidumbre es un rasgo característico de las migraciones, en general, y de la migración de retorno, en particular. Ningún proyecto migratorio es capaz de abarcar todas las contingencias del proceso. Eso explica la dificultad analítica que entraña separar lo que es una migración de retorno «definitiva» de una visita de «tanteo» al país de origen a la hora de valorar si realmente se puede llevar a cabo el retorno cumpliendo con las expectativas marcadas. Por último, el eje de la asistencia comprende las redes de apoyo (protección) institucional o personal que posibilitan un alivio del sufrimiento mediante la disminución de la vulnerabilidad (y/o de sus consecuencias) y/o una baja en la incertidumbre que caracteriza al proceso. A continuación, se exponen los tres ejes de sufrimiento identificados en relación a diferentes dimensiones e indicadores y que se encontrarían presentes en las tres fases del proceso de retorno identificadas (intencionalidad, retorno, reincorporación) (tabla 1).

Cada uno de esos ejes presenta configuración, contenido y relevancia diferente en cada etapa del proceso de la migración de retorno, dependiendo de la trayectoria migratoria y del ciclo de vida del individuo. El contenido de esas particularidades permite comprender las formas específicas en las que el sufrimiento social se presenta en las migraciones de retorno.

Todos los componentes del modelo VIA muestran expresiones multinivel. La vulnerabilidad y la incertidumbre son condiciones y situaciones identificables en la escala micro (individuos y familias), pero también en la escala meso (colectivos y lazos sociales) y en la escala macro (mecanismos sociales de creación de desigualdad y riesgo). Lo mismo sucede en el caso de la asistencia, que puede ser tanto interpersonal (micro) como un programa de un Estado o de una entidad no gubernamental (meso); pero también puede ser vista desde una lente macro, donde se advierte un cierto patrón de flujo de recursos económicos y sociales para (y desde) la migración de retorno. De este modo, el modelo VIA presenta las siguientes potencialidades tanto para el estudio de las migraciones en general como de las migraciones de retorno en particular. En cuanto a las implicaciones para los estudios migratorios, este modelo:

  • Permite el desarrollo de un análisis multinivel que, por una parte, evite riesgos fundamentales, tales como el subjetivismo limitado a la descripción de situaciones particulares o la incapacidad de analizar las contingencias estructurales (lo que conduce a una tendencia hacia la culpabilización de los sujetos acerca de su propia suerte); y que, por otra parte, supere una narrativa «sin actores» que elude la agencia inherente al hecho migratorio.

  • Contribuye al análisis de las diferentes escalas sociales y geográficas del sufrimiento social, lo que incluye el abordaje del sufrimiento en los espacios transnacionales.

  • Vincula los abordajes de la protección social transnacional (Levitt & Rajaram, 2013; Faist, Bilecen, Barglowski, & Sienkiewicz, 2015; Faist, 2014) y las perspectivas del sufrimiento social. Concebir la migración como un modo de protección social (Sabates-Wheeler & Feldman, 2011) requiere identificar los mecanismos que vinculan la movilidad internacional con la protección, pudiendo constituir el sufrimiento uno de estos mecanismos.

  • Complementa los indicadores de calidad de vida, dado el potencial del concepto para abordar lo «vivido» y no solo atender a los recursos disponibles. Además, si los indicadores de calidad de vida tienen dificultad para adecuarse a los abordajes transnacionales, el modelo VIA sí favorece tal ajuste, permitiendo además la imbricación de esas diferentes escalas en la trayectoria de los individuos y colectivos.

En cuanto a las contribuciones del modelo en relación a la migración de retorno, cabe destacar que:

  • Complementa el abordaje del preparedness propuesto por Cassarino (2004). Si bien para el autor dicha variable es central en la identificación y descripción de los procesos de retorno (y especialmente de reincorporación), el modelo VIA permite comprender y explicar situaciones en las que se dan experiencias de retorno con niveles de preparedness similares, pero con resultados de reintegración en origen distintos. Esa capacidad del modelo se debe a la conceptualización transversal y multinivel del sufrimiento social.

  • Incluye diferentes temporalidades en el análisis de las migraciones de retorno. Si el retorno es un componente del ser migrante, no solo en el hecho del retorno, sino también en la intención, entonces es fundamental incluir una dimensión aspiracional en el análisis, en particular en las contingencias para que tales aspiraciones se lleven a cabo (incertidumbre).

  • Vincula teóricamente el sufrimiento social y los procesos de retorno, lo que permite explorar la relación entre las tres dimensiones propuestas (vulnerabilidad, incertidumbre y asistencia). Esto no solamente en el caso de los retornos voluntarios, sino también en el de las deportaciones, en las cuales probablemente su intensidad e impacto exige incorporar nuevos indicadores y tipologías de retornados.

  • Analizar y explicar las causas del sufrimiento social en las personas retornadas supone afinar mejor los instrumentos de intervención en clave de las políticas de retorno desplegadas por los países de origen. Un mejor conocimiento de las experiencias subjetivas de los individuos va a permitir el diseño de mecanismos de detección y actuación más precisos y sostenibles a la hora de intervenir con perfiles vulnerables, que en muchas ocasiones quedan invisibilizados.

* * *

Cabe señalar que esta propuesta conceptual, si bien centra su atención en el impacto del retorno en clave de sufrimiento social, no asocia este fenómeno exclusivamente a sus consecuencias negativas. Es decir, a través de este abordaje no se pretende equiparar el retorno al sufrimiento, asumiendo que hay perfiles de retornados que no necesariamente pasan por las tres etapas del modelo propuesto: vulnerabilidad, incertidumbre y falta de apoyo. No obstante, centrar la atención en tal cuestión en presentes y futuras investigaciones, permite visibilizar estos perfiles, ya sean sujetos con mayor propensión a experimentar sufrimiento debido a condicionantes de vulnerabilidad, ya sean perfiles que, transitoriamente, pueden haber experimentado alguna de estas etapas de sufrimiento. La perspectiva del sufrimiento social permite, en el caso de aquellos que pueden ser objeto de vulnerabilidad estructural, pensar y construir mecanismos y propuestas desde las políticas públicas para el alivio y mejora de sus condiciones de vida. Asimismo, conocer y analizar las trayectorias de aquellas personas que han transitado estas situaciones, pero las han superado, permite visibilizar estrategias que han culminado en la disminución o desaparición del sufrimiento. Contar con el discurso de este perfil supone incorporar la agencia de estos sujetos en el diseño de las políticas públicas que pretenden dar respuesta a los perfiles más vulnerables. En este sentido, un primer paso sería partir de los siguientes supuestos y desarrollarlos en futuras investigaciones:

  • El reconocimiento de la diversidad del sufrimiento social en la migración de retorno, así como en las diferentes formas y estrategias para superarlo.

  • La vulnerabilidad y la incertidumbre consideradas como variables que se retroalimentan mutuamente. En consecuencia, para superar los diagnósticos y las actuaciones que se centran exclusivamente en los condicionantes objetivos, es importante contar con políticas de abordaje conjunto que permitan incorporar la subjetividad de los actores.

  • La necesidad de una mirada transnacional y multinivel de la vulnerabilidad, ya que para comprender las realidades y necesidades de las personas retornadas hay que reconstruir sus trayectorias vitales y analizar las condiciones macro, meso y micro, tanto en los países de origen y en los de destino, como considerando los espacios transnacionales que estas personas crean durante sus proyectos migratorios.

  • La importancia de la incorporación de la incertidumbre como un componente del sufrimiento social y, por lo tanto, objeto necesario para políticas públicas de cualidad de vida. En este sentido, se requiere una operativización del concepto de incertidumbre vinculado al sufrimiento y al retorno, lo que es necesario para entender los diferentes grados de vulnerabilidad a los que se exponen las personas retornadas.

 

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Artículo recibido el 27 de marzo de 2017

Artículo aprobado para su publicación el 25 de febrero de 2018

 


1 A nivel internacional, la ausencia de bases de datos y estadísticas sobre la migración de retorno impide atender este fenómeno de manera precisa. No obstante, un país como España cuenta con la Estadística de Variaciones Residenciales (Instituto Nacional de Estadística) que, aunque de manera aproximada, posibilita atender a los flujos de salida (en clave de retorno –en su mayoría, como diversos estudios empíricos han demostrado–, pero también de remigración a un tercer país).

2 No obstante, dado que en ocasiones el retorno tiene lugar en escenarios con una marcada situación de vulnerabilidad en el destino migratorio (situación legal irregular, miedo a la deportación, falta de ingresos, etc.) o por condiciones en el país de origen que de alguna forma provocan el regreso del individuo (por ejemplo, la enfermedad de un familiar directo), resulta complejo advertir el grado de voluntariedad de dicha movilidad. Por este motivo, en el presente artículo, si bien el modelo analítico que se propone podría aplicarse –con ciertos matices– al estudio del retorno «involuntario» o «forzado», el texto se enfoca, principalmente, en el retorno que ha sido resultado de una decisión y no fruto de una deportación.

3 La importancia del análisis del retorno a partir del sufrimiento social ha surgido en el marco del proyecto «Migración de retorno y remigración: nuevas dinámicas migratorias de marroquíes y bolivianos y los retos para la gestión de la movilidad» (Remimab; Programa Estatal de I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) Orientada a los Retos de la Sociedad Mineco 2014-2017, Ministerio de Economía e Innovación, CSO2013-40834-R, España). En este proyecto se analizan las dinámicas de movilidad que han surgido en el contexto de crisis económica en España. La metodología que se ha utilizado en el caso del análisis de las dinámicas migratorias de migrantes bolivianos se basó en un diseño mixto. Se ha realizado una encuesta con personas retornadas en las ciudades de Cochabamba y Santa Cruz, incluyendo una muestra total de 400 personas (200 en cada ciudad). Esta fase cuantitativa se ha complementado con una cualitativa a partir de 20 entrevistas en profundidad con personas que han retornado a dichas ciudades, ya sea a través de programas asistidos de retorno, ya sea a través de retornos al margen de estos programas. A partir del análisis, se ha podido dotar de contenido empírico el modelo teórico propuesto (VIA) y se han identificado distintos perfiles de retornados: uno que logra desarrollar un retorno sin sufrimiento gracias a altos niveles de resiliencia y redes personales fuertes que permiten una reincorporación laboral, familiar y emocional rápida y normalizada; un perfil que experimenta un retorno con sufrimiento relativo, donde si bien hay un apoyo institucional (regreso a través de programas de retorno asistido) y familiar, existe un desajuste de la reincorporación emocional que provoca vulnerabilidad e incertidumbre con consecuencias importantes en la reincorporación laboral y residencial; por último, un perfil que experimenta sufrimiento social debido a que, a pesar de contarse con apoyo institucional, la falta de otros recursos (sociales y económicos) provoca un impacto sobre la incorporación emocional y familiar con fuertes consecuencias en clave de vulnerabilidad e incertidumbre que afectan de manera severa otras esferas de la vida.

 

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