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vol.46 número84DOMÍNGUEZ FAURA, Nicanor, 2017, Aproximaciones a la histo- ria de Puno y del Altiplano, Puno, Ministerio de Cultura-Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno. 377 pp índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.46 no.84 Lima ene./jun. 2019

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.84.1021 

RESEÑAS

 

ROMERO, Catalina, editora, 2017, Diversidad religiosa en el Perú. Miradas múltiples, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Bartolomé de las Casas y Centro de Estudios y Publicaciones. 272 pp.

 

Fernando Armas Asín

Universidad del Pacífico, Perú

armas_fa@up.edu.pe

 


Los estudios sobre los fenómenos religiosos en sociedades contemporáneas como la nuestra suelen ser escasos, más aún si estos son de carácter multidisciplinar y buscan entender procesos amplios y complejos, como ocurre con el texto que comentamos, bajo la edición de la socióloga Catalina Romero. La propuesta del libro es mostrarnos, a través de doce investigaciones de sociólogos, antropólogos, historiadores, politólogos, teólogos y comunicadores, una mirada de conjunto acerca de las ideas, instituciones y prácticas que las personas usan para entenderse dentro del ámbito religioso. Se busca así responder a las interrogantes: ¿por qué la religión sigue siendo vital para los peruanos? y ¿cuál es la naturaleza dinámica de este fenómeno?

Para una mejor evaluación –los estudios tienen otro orden de secuencia en el libro–, prefiero agrupar los aportes en dos apartados que, a mi modo de ver, permiten comprender los objetivos globales de la propuesta.

En primer término, he ubicado nueve trabajos sobre las diversas facetas con que se muestra la religión en la sociedad actual. Catalina Romero aporta allí dos líneas reflexivas en las que se inscriben algunas de las posteriores investigaciones: la migración intrarreligiosa y la creciente presencia evangélica en la esfera pública.

La migración dentro del campo religioso es una realidad, y se nota no solo en el traslado de católicos al mundo evangélico, sino también al interior de este último: de iglesias protestantes a evangélicas, pentecostales y neopentecostales. José Sánchez estudia el caso de una congregación dinámica dentro del pentecostalismo carismático que ha vivido ese fenómeno al dejar su modelo clásico de Iglesia pentecostal. Igualmente, destaca el trabajo de Uta Ihrke-Buchroth sobre las Iglesias neopentecostales de Lima que muestra cómo estas atraen a muchos jóvenes que fueron evangélicos o pentecostales; pero la autora detecta que al interior de dichas iglesias existen igualmente esas movilizaciones, sea por razones de aspiraciones sociales o por lo atractiva que suele ser la oferta de unas sobre las de otras –como idiomas y redes sociales–. Sin embargo, Ihrke-Buchroth reconoce que en estos procesos migratorios y de integración pueden darse tendencias de exclusividad social que resultan urticantes (p. 246).

El mundo evangélico no solo es muy dinámico en movilizaciones, sino que además su presencia en la esfera pública es notable. Esto es profundizado por Rolando Pérez, quien plantea tres motivos en el ingreso de feligreses a tal mundo: hacerlo con una agenda religiosa, uniéndose a políticos que reconocen su importancia; tener una preocupación social incorporada a su agenda religiosa; o trabajar problemáticas sociales y buscar la generación de cambios a través de procesos ciudadanos ya existentes. Pérez sostiene que esta presencia evangélica, que busca legitimación y empoderamiento, es fruto de haber sido el Otro histórico en una perspectiva de nación. En todo caso, como sostiene Jorge Aragón –trabajando con una encuesta–, los evangélicos tienen su propia visión política sobre lo que puede ser la democracia y la sociedad liberales, con un poder político fuerte y centralizado y una visión más individual de los beneficios a obtener. Así, ellos tendrían una determinada orientación política, aunque el autor reconoce que es fruto de circunstancias específicas y momentáneas.

Este primer apartado se completa con cuatro trabajos que igualmente abordan la resignificación de lo religioso en el feligrés de hoy. Tal sucede con el de Veronique Lecaros al investigar la práctica sacramental católica en Lima y Chosica y encontrar baja participación de los feligreses en misas, bautismos, confirmaciones y matrimonios, dadas exigencias administrativas engorrosas que no coinciden con los tiempos y necesidades de las personas, lo que provoca una situación de informalidad religiosa en sus vidas. Por su parte, el trabajo de Pablo Espinoza, quien estudia la devoción cusqueña a la Cruz del Señor de Torrechayoq, describe a una fiel que discretamente, mientras reza, toma una foto con su celular para enviarla a un familiar en algún lugar lejano, tal vez en el exterior. La imagen revoluciona la concepción de lo sagrado en un contexto de globalización y de nuevas vivencias de tiempo y espacio. Son condiciones de continuos cambios, como nos lo recuerda Alejando Diez al analizar las fiestas patronales e indicar que sus transformaciones son resultados de nuevos significados, de cambios en los lugares del calendario local y regional, de los procesos de migración, así como del reposicionamiento de la propia fiesta religiosa en los contextos locales de autoridad y poder, considerando la creciente importancia del mercado y el fenómeno del turismo. Diez remarca incluso que los festivales, hecho comercial en donde se insertan muchas fiestas patronales, son una realidad novedosa y desconcertante en la religiosidad de muchos pueblos de hoy.

Pero la resignificación de lo religioso también implica refugiarse en la ortodoxia de lo doctrinal y lo organizativo, como argumenta Romina Yalonetzky al investigar las cuatro congregaciones judías de Lima, que no toman en cuenta a los no judíos de nacimiento, particularmente aquellos de provincias, a pesar de que en el pasado y el presente de por lo menos tres de ellos hubo mucha flexibilidad de criterios en la integración de sus miembros.

Así, este primer grupo de trabajos nos permite entender la compleja panorámica actual de las Iglesias y sus feligresías, en lo cual se cruzan prácticas religiosas informales, nuevas tecnologías y realidades socioeconómicas cambiantes.

Luego vienen, a mi modo de ver, tres trabajos que bien pueden integrar un segundo apartado cuya afinidad sería contribuir a apreciar cómo se ha llegado a esa realidad. Es decir, muestran –sin saberlo– por qué se produjo un desfase entre las prácticas cotidianas y algunos lenguajes actuales de la institucionalidad. Así, Rolando Iberico refiere el debate que existió entre regalistas y ultramontanos católicos en el siglo XIX, debate de tipo teológico y social que ayuda a comprender cómo la Iglesia católica peruana llega al siglo XX con un celo respecto al pensamiento moderno y sus prácticas. De esta postura buscará sacudirse en la segunda mitad de aquel siglo, en un escenario de cambios mundiales y regionales y nuevos compromisos dentro del catolicismo, como la corriente de la Teología de la Liberación. Sin embargo, aquí también habrá dificultades entre lo deseable y lo realizable, lo cual es estudiado por Juan Miguel Espinoza, quien nos habla de la importancia de las Jornadas de Reflexión de la Pontificia Universidad Católica del Perú, PUCP, entre los años 1971 y 2000, jornadas dirigidas a distintas personas que buscaron «traducirse en prácticas pastorales a las características del mundo popular» (p. 133), particularmente en la década de 1980. La propuesta es interesante. Habría que observar si esa experiencia se tradujo en una renovación efectiva de la Iglesia en alguna de sus partes.

Esta relación entre lo esperable y la realidad de la vida pastoral y espiritual de la feligresía la enfrenta también Oscar Espinoza, quien estudia a la Iglesia católica en su relación con los indígenas de la Amazonía y trata de establecer una periodificación, planteando que en la década de 1970 fue donde la institucionalidad eclesial logró enfrentar de mejor forma los problemas de pastoral, colonización, justicia, cultura y otros asuntos que aquejaban a dicha población. Espinoza señala que la Teología de la Liberación, con su particular enfoque, ayudó a este interés –aunque la ausencia de información sobre la labor pastoral en esos años hace difícil la evaluación de tal hipótesis– y reconoce que los cambios eclesiásticos y de enfoque de misión en la década siguiente implicaron un descuido misional hacia los indígenas, cuestión que en los últimos años pareciera estar cambiando.

El texto en su conjunto nos muestra que lo religioso, por un lado, se presenta como flexible, transformativo, ágil e informal, adaptándose a las necesidades concretas y diarias; mientras que, por otro lado, señala la dificultad que tiene la institucionalidad para acompasar el proceso, lo que indicaría por qué la religión sigue siendo vital para los peruanos.

 

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