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Apuntes

Print version ISSN 0252-1865

Apuntes vol.49 no.90 Lima Jan./Apr. 2022  Epub Jan 26, 2022

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.90.1389 

Artículo

Pobreza multidimensional femenina brasileña en 2015

Female multidimensional poverty in Brazil in 2015

Ravena De Carvalho Reis Batista* 

Sibele Vasconcelos De Oliveira* 

* Universidade Federal de Santa Maria, Brasil.

RESUMEN

Estudios desarrollados por las ciencias sociales vienen dedicándose al análisis del proceso de feminización de la pobreza explorando condicionantes de las diferentes fuentes de privación a las cuales las mujeres son sometidas. Esta investigación pretende analizar la pobreza multidimensional femenina en el Brasil en 2015 calculando este nivel de pobreza a través del método Alkire-Foster. Los resultados mostraron que el 13,63% de las mujeres brasileñas fue considerada multidimensionalmente pobre, y que las mayores privaciones sufridas por ellas son el acceso a la educación formal y a las buenas condiciones de trabajo doméstico.

Palabras clave: método Alkire-Foster; economía regional; feminización de la pobreza; pobreza multidimensional

ABSTRACT

Studies developed by the Social Sciences have been dedicated to the analysis of the feminization of poverty, exploring conditions of the different sources of deprivation to which women are subjected. The study aims to analyze female multidimensional poverty in Brazil in 2015, calculating the level of multidimensional poverty, using the AlkireFoster method. The results showed that 13.63% of Brazilian women were considered multi-dimensionally poor, and that the greatest deprivations suffered by them are in access to formal education and good conditions for domestic work.

Keywords: Alkire-Foster method; Regional Economy; Feminization of Poverty; Multidimensional poverty

1. Introducción

Amartya Sen presenta una comprensión del desarrollo que trasciende los términos meramente económicos colocando la expansión de las libertades y capacidades humanas como elemento central de este proceso. Según este enfoque, Sen (2010) defiende que, para enfrentar las vulnerabilidades sociales, es decir, la exclusión y la marginalización que los individuos sufren, es necesaria una perspectiva de desarrollo que posicione a la libertad en el centro del análisis. La difusión de las libertades de los individuos se plantea como mecanismo de emancipación y transformación social.

La postura de desarrollo seniano implica la ampliación de las libertades humanas reales como fin primordial y medio principal para el desarrollo. El fin sería el "papel constitutivo" y el medio, el "papel instrumental de la libertad" en este proceso. Según la concepción constitutiva, el desarrollo está asociado a la expansión de las libertades sustantivas de los individuos, en otras palabras, de acceso a condiciones de libertad básicas, como alimentación, educación y salud. Ya bajo el punto de vista instrumental, el análisis incide en los medios: cómo los diversos tipos de derechos y oportunidades influyen en la expansión de las libertades individuales y, en consecuencia, en el desarrollo (Sen, 2012).

Considerando lo expuesto, se observa que la pobreza es indiscutiblemente un fenómeno complejo de conceptualizar: puede ser examinada tanto bajo la óptica económica como en relación a especificidades de las estructuras sociales y políticas de la sociedad. No hay negación en cuanto al efecto de los factores financieros y monetarios en la situación de pobreza de las personas, pero es necesario, para la superación de la condición de pobreza, que los individuos desarrollen otras competencias y aspectos, además de los monetarios (Crespo & Gurovitz, 2002).

El debate sobre la pobreza estuvo por mucho tiempo orientado solamente a dimensiones como ingresos y consumo, y se vino tratando como un fenómeno universal para todos, lo que alineó, por ejemplo, cuestiones de género. La pobreza alcanza a hombres y mujeres en diferentes grados. En este sentido, Sylvia Chant (2006) la caracteriza como predominantemente femenina, dado que las mujeres enfrentan dificultades para entrar en el mercado de trabajo, por lo que se someten a trabajos informales y subempleos. Además, la histórica división sexual del trabajo sobrecarga a la mujer con servicios domésticos. En este contexto, la mujer está expuesta a diversas situaciones que contribuyen a que la pobreza tenga, cada vez más, una cara femenina.

Cuando se intenta entender los motivos por los cuales se verifica una mayor situación de pobreza femenina en relación con la masculina, Verônica Azeredo (2010) señala que hay un impulso para visualizar la falta de capacidad de las mujeres como proveedoras de recursos económicos para su sustento y, en muchos casos, de sus hijos. Sin embargo, es indispensable analizar todo el conjunto de las condiciones socioeconómicas que envuelve a la realidad de las mujeres para, así, comprender las diferentes razones de la precariedad, con la intención de aportar al desarrollo de medios para la superación de la pobreza femenina. En este sentido, se argumenta lo siguiente: ¿En qué intensidad impactan las condiciones socioeconómicas, a las cuales las mujeres están sometidas en el Brasil, en su situación de pobreza?

La temática de este estudio se centra en el entendimiento del fenómeno de la pobreza femenina bajo múltiples dimensiones que extrapolen el aspecto económico. Para tal propósito, el método Alkire-Foster es utilizado en este análisis, pues está pautado en los ideales senianos de expansión de las libertades y capacidades humanas, lo que permite un estudio más amplio del hecho. Este artículo está subdividido en cuatro partes, además de esta sección introductoria. La primera es una revisión teórica sobre pobreza multidimensional y feminización de la pobreza. La segunda explica, paso a paso, el desarrollo del método Alkire-Foster. A continuación, se identifica el apartado donde se presentan los resultados y discusiones. Por último, se ofrecen las consideraciones finales de este trabajo.

2. Marco Referencial Teórico

2.1 Enfoques teóricos acerca de la pobreza multidimensional

El fenómeno de la pobreza puede ser analizado bajo diferentes ópticas. Ana Luiza Codes (2008) destaca algunas de las principales perspectivas consideradas en este debate: el enfoque de la subsistencia, el de las necesidades básicas y el de las privaciones relativas. La pobreza definida por la subsistencia está relacionada a la cuestión nutricional, al complemento físico del ser humano, y está ligada a la pobreza en su sentido absoluto, referente a la canasta básica de alimentos necesaria para la supervivencia física. El enfoque de las necesidades básicas excede el aspecto nutricional y financiero, pues, además del acceso a la alimentación, engloba el acceso a bienes y servicios, como ropas, salud, educación, transporte, entre otros. Ya la aproximación de la pobreza asociada a las privaciones relativas expande su análisis del fenómeno hacia el ámbito social, por lo que toma en cuenta el contexto social en el que los individuos están insertos: cómo ocurren las participaciones, relacionamientos y comportamientos sociales (Codes, 2008).

La pobreza está vinculada, entre otros aspectos, a las condiciones mínimas que necesitan los seres humanos para vivir con dignidad. Por ello, la pobreza significaría privar al individuo de estas condiciones. ¿Pero cuáles serían estos requisitos mínimos necesarios? En el Brasil, aún persisten algunos enfoques de la pobreza pautados en la visión neoclásica, los que presuponen la maximización de la utilidad. Entre los planteamientos más tradicionales sobre la pobreza, se detectan los que se concentran en los ingresos del individuo, pues es a partir de estos que el sujeto podrá consumir y, así, satisfacer sus necesidades. Este tipo de perspectiva de identificación de pobres y no pobres es comprendida como un análisis unidimensional. Aun así, este tipo de examen no contempla el tamaño del fenómeno de la pobreza y sus varias dimensiones que impiden la expansión de las capacidades y libertades individuales (Lacerda, 2012).

En este sentido, Azeredo (2010) afirma que un análisis de la pobreza, entendida solamente en el plano económico, excluye cuestiones subjetivas y cualitativas que son importantes para que sea superada. De esta forma, una investigación que involucre más allá de las privaciones materiales enriquece el delineamiento efectivo del sector de la población que es más vulnerable y posee más riesgos sociales. Bajo esta acepción, la autora diferencia la pobreza absoluta de la relativa desde la siguiente perspectiva:

[...] se entiende por pobreza absoluta a la falta de acceso a lo mínimo necesario para la supervivencia física, estando esta garantizada en la pobreza relativa, aunque a niveles insuficientes, inscribiendo a los sujetos en condiciones de vulnerabilidad y riesgos sociales (Azeredo, 2010, p. 578).

Según Luana Souza (2013), Sen formuló un nuevo modo de analizar el fenómeno de la pobreza, que estaría asociada a varios tipos de carencias de capacidades a las que las personas puedan estar expuestas. En este sentido, la perspectiva utilizada por Sen para la comprensión de la pobreza supera la dimensión económica (ingresos) y abarca otros factores, lo que posibilita la interpretación multidimensional de la pobreza. Debido a la propagación del ángulo de análisis elaborado por Sen, el informe del Banco Mundial de los años 2000/2001 presentó una nueva propuesta en el discernimiento de pobres y no pobres para la elaboración de políticas orientadas al combate contra la pobreza. Así, se pasa a asumir el fenómeno de la pobreza como un evento multidimensional, que incluye tanto la esfera económica como los aspectos sociales y políticos, lo que influencia las privaciones de las capacidades de los individuos (Souza, 2013).

De ese modo, Deepa Narayan, Robert Chambers, Meera Shah y Patti Petesch (2000) plantean algunas reflexiones sobre la pobreza y corroboran el entendimiento de este fenómeno como uno multidimensional. Los autores sostienen que la condición de pobreza de los individuos depende de varios factores, como por ejemplo, edad, cultura, género, así como de otros innumerables contextos culturales, sociales y económicos. Esta también puede ser interpretada a la luz de la cobertura de las necesidades básicas de los individuos que imposibilitan el bienestar, pues provocan privaciones físicas, como el hambre, la falta de vivienda, entre otras. Narayan et al. (2000) se explayan, además, sobre el sesgo psicológico de la pobreza, aspecto que impacta en la incapacidad de tener voz activa e independencia ante las situaciones de explotación y vulnerabilidad.

Sen (2012) defiende la postura de desarrollo que contrasta con las visiones de desarrollo asociadas al crecimiento económico, regido por el aumento del Producto Nacional Bruto (PNB), así como con análisis enfocados en los ingresos, industrialización, consumo, avances tecnológicos, entre otros. Sen percibe el desarrollo como un proceso de expansión de las libertades humanas reales. Sin embargo, el autor no excluye la importancia del aumento del PNB y de los ingresos individuales, pero estos no serían determinantes del desarrollo, y sí medios para que las personas puedan ampliar sus libertades (2012). Las libertades son fijadas por varios factores además del económico, como el acceso a los servicios de salud, educación y participación en las tomas de decisiones en la sociedad (derechos civiles). En este sentido, Sen (2010) señala que para que sea efectivo el proceso de desarrollo es esencial combatir lo que él llama fuentes de negaciones de libertad:

El desarrollo requiere que se remuevan las principales fuentes de privación de libertad: pobreza y tiranía, carencia de oportunidades económicas y destitución social sistémica, negligencia de los servicios públicos e intolerancia o interferencia excesiva de Estados represivos (Sen, 2010, p. 16).

Sen (2010) lista algunos tipos de libertades instrumentales que son importantes para aumentar la capacidad de libertad de las personas, y agrega que la eficacia de dichas libertades instrumentales radica en las interrelaciones entre ellas. Entre ellas, se identifican las libertades políticas, las facilidades económicas, las oportunidades sociales, las garantías de transparencia y la seguridad protectora.

Las libertades políticas se reflejan en las oportunidades mediante las cuales los individuos pueden participar de las decisiones en el medio en que se encuentran, es decir, estas engloban derechos civiles y libertad de expresión. Las facilidades económicas están relacionadas a la posibilidad de la utilización de recursos económicos. Asimismo, las oportunidades sociales actúan en la expansión de las libertades sustantivas de las personas, puesto que inciden en las necesidades básicas, como salud, alimentación y educación. Además, las garantías de transparencia parten del principio de que la sociedad debe funcionar sobre la base de la confianza, con el ejercicio de la libertad permeado por la sinceridad en las relaciones; en otros términos, estas intervienen en el combate de transacciones ilícitas, irresponsabilidad financiera y corrupción. Finalmente, la seguridad protectora es indispensable para evitar que la miseria se instale: debe garantizar una seguridad social a través de beneficios sociales para los necesitados (Sen, 2010).

El punto de vista de las capacidades se distancia de la visión utilitarista, pues incorpora a otros factores importantes en el análisis del desarrollo y superación de la pobreza. En este enfoque, la atención se redirige desde los ingresos y el acceso a los bienes primarios hacia un análisis orientado a los funcionamientos y capacidades de los individuos. Los funcionamientos representan todo lo que los sujetos consideran como valioso y desean tener o hacer. Estos funcionamientos pueden variar desde deseos elementales, como estar bien nutrido, tener una buena salud, hasta cuestiones más profundas, como participación política, ser feliz, entre otras. Ya las capacidades de la persona serían las diversas combinaciones posibles de funcionamientos que pueden ser alcanzados; dicho de otra manera, la capacidad es la libertad que las personas tienen de realizar los funcionamientos (Sen, 2012).

Según el planteamiento de las capacidades, el bienestar se basa en la libertad de elegir, a diferencia del enfoque tradicional que sitúa al bienestar y al desarrollo, sustancialmente relacionados a los ingresos. Sen (2012) enfatiza que "si nuestra preocupación es con la igualdad de libertad, no es más adecuado exigir la igualdad de sus medios que buscar la igualdad de sus resultados. La libertad se relaciona con ambos, pero no coincide con ninguno" (p.143). Desde esta concepción, el desarrollo como libertad trae consigo la igualdad de oportunidades para que todos los individuos tengan autodeterminación para hacer las elecciones que sean más valorizadas para ellos y, así, logren alcanzar su bienestar.

Sen (2012) critica el modo en cómo son homogeneizadas las necesidades humanas, sin tomar en cuenta las especificidades humanas, desde las fisiológicas hasta las sociales. Según el autor, los seres humanos no se diferencian solo por la riqueza que poseen, sino por una serie de trazos individuales, como habilidades, etnias, contexto social, género, entre otros. Analizar la pobreza es complejo y requiere prestar la debida atención a los grupos más afectados, entre ellos, notoriamente, las mujeres. Durante mucho tiempo, conceptual y científicamente, pobreza y género fueron tratados de forma independiente. No obstante, para trazar las estrategias de superación de la pobreza, no se puede descartar la cuestión del género, ya que las mujeres se encuentran más vulnerables a los efectos de este fenómeno. Esto es evidenciado por el proceso de "feminización de la pobreza".

2.2 Feminización de la pobreza: panorama de la pobreza femenina en el Brasil

La inserción del concepto "feminización de la pobreza" en el debate sobre el fenómeno de la pobreza fue evidenciada en 1978 por Diane Pearce. La autora relacionó la pobreza femenina con el aumento del número de jefes de familia mujeres: existen agravantes económicos, sociales y políticos que culminan en la condición de privación de mujeres que, muchas veces, son las únicas proveedoras de sus casas (Ferreira, 2016).

Por lo tanto, a partir de la década de 1980, algunos grupos del movimiento feminista pasaron a analizar la pobreza bajo la perspectiva de género, dado que esta problemática presenta una serie de peculiaridades que afecta más intensamente a las mujeres que a los hombres. Estudios demostraron que las mujeres sufrían más con la pobreza extrema y que esta situación tendía a agravarse debido al incremento de mujeres jefes de familia. De esta forma, este conjunto de peculiaridades del fenómeno de la pobreza que perjudican más profundamente a las mujeres fue denominado "feminización de la pobreza" (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [Cepal], 2004).

Los datos mundiales revelan que más del 70% de la población mundial que se encuentra en condición de pobreza es de sexo femenino. En una investigación realizada por Augusta Raiher (2016), los resultados obtenidos mostraron que los hogares encabezados por mujeres padecen una situación de pobreza superior a aquellos liderados por hombres, 24,3% y 21,6%, respectivamente. De ahí se concluye que la pobreza repercute en forma diferente a hombres y mujeres. Cabe mencionar que la división sexual del trabajo, al atribuirle la esfera privada a las mujeres, acentuó las desigualdades de oportunidades referentes al género, tanto en las cuestiones materiales y financieras, como en los asuntos políticos y sociales (Cepal, 2004). La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que las mujeres enfrentan desventajas relacionadas al género que las vuelven más susceptibles a la pobreza y vulnerabilidades sociales (2006). Esto sucede debido a la preponderancia del género masculino y a la división sexual del trabajo, enraizados ambos en las sociedades, y que terminan reflejándose en la forma en que incide la pobreza sobre las mujeres. Por esta razón, hombres y mujeres no tienen iguales posibilidades y oportunidades en los más diversos segmentos, sea en el mercado de trabajo, en las representaciones políticas o hasta en el propio medio familiar.

En el Brasil, según el censo de 2000, el 25% de los hogares tenía mujeres como jefes de familia. Diez años después, esta fracción ya era del 38% y, en la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (PNAD) de 2013, representaba el 39% de los hogares dirigidos por mujeres. Se aprecia una tendencia: los responsables por los hogares son, cada vez más, mujeres. Se indican dos motivos que contribuyen a la elevación de la pobreza femenina y a su relación con el aumento de mujeres jefes de familia. Primero, por el hecho de que ellas acaban convirtiéndose en las únicas responsables financieras de la familia y, segundo, porque ellas reciben remuneraciones inferiores a los hombres. Por consiguiente, cada vez más, la pobreza asume un rostro femenino (Raiher, 2016).

Según datos del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y del Caribe, el índice de feminidad de la pobreza1 brasileño en el año 2018 fue 111,9. Esto significa que la existencia de 100 hombres en situación de pobreza equivale, simultáneamente, a 111,9 mujeres que están en esta misma circunstancia en el Brasil. Este dato manifiesta que las mujeres brasileñas son más vulnerables ante la pobreza que los hombres (Cepal, 2018).

Según datos de PNAD, del año 2005, los hogares liderados por mujeres se elevaron un 35% entre 1995 y 2005. Esta alza impactó en la intensificación de la pobreza y de la segregación social. Elana Silveira y Suzana Marques (2013) advierten que la maternidad y la necesidad de incorporarse en el mercado laboral constituyen motivos que favorecen al surgimiento de la pobreza relacionada con las mujeres que lideran familias. Esto ocurre por el hecho de que estas se ven como únicas proveedoras y responsables por los hijos, por lo que acaban sometiéndose a subempleos. Esto se debe a que necesitan proveer solas a sus familias financieramente. Las autoras agregan que la feminización de la pobreza se entrelaza con cuestiones que rebasan al género, como cuestiones raciales y sociales que impiden que ellas desarrollen sus capacidades (Silveira & Marques, 2013).

El aumento de hogares dirigidos por mujeres puede explicarse por diversos elementos, como los cambios en las estructuras familiares, el empoderamiento social y político de las mujeres, así como su mayor inserción en el mercado de trabajo y el aumento en el número de divorcios. En este sentido, la independencia femenina y la función de proveedoras financieras de sus familias se plasmaron también en la aparición de más dificultades para administrar sus hogares solas, debido a la idea preconcebida en la sociedad de que las mujeres son menos capaces (Silveira & Marques, 2013).

La OIT (2006) llevó a cabo estudios que relacionan el género con la vulnerabilidad de los individuos, así como indicativos para su superación. Para la organización, los principales determinantes de género en la pobreza femenina son los siguientes: la desvalorización de los trabajos ejecutados por las mujeres, la dificultad de integración de la mujer en el mercado laboral, la desigualdad ligada a la participación en la toma de decisiones y la falta de acceso de las mujeres a los recursos productivos. Maria Ferreira (2016) enumera algunas evidencias que asocian el proceso de feminización de la pobreza con la forma de introducción de las mujeres en el mercado laboral. En primer lugar, se observa que hay más mujeres en puestos de trabajos temporales o trabajando a tiempo parcial. En consecuencia, se nota una discriminación salarial vinculada al género, lo que perjudica a las mujeres. Además, se evidencia una mayor concentración de mujeres desempeñándose en actividades menos calificadas y, consecuentemente, con remuneraciones menores. En vista de esto, la autora alega que las investigaciones sobre la feminización de la pobreza deben incluir, también, un análisis sobre el mercado laboral femenino.

La institucionalización de la discriminación de género en el mercado de trabajo intensifica el efecto de la pobreza sobre las mujeres. La responsabilización femenina por los quehaceres domésticos promueve la reducción de la posibilidad de inclusión de las mujeres en el mercado laboral, pues estas acaban disponiendo de menos tiempo para invertir en su formación y calificación profesional, así como para realizar trabajos extra domésticos de modo efectivo. Frente a esto, las mujeres forman un grupo diferenciado entre los pobres, pues presentan ingresos menores o una dependencia económica de los maridos y compañeros, lo que prueba, así, la emergencia de la pobreza de una forma más áspera sobre las mujeres (OIT, 2006).

Chant (2006) reitera que, por el prisma del género, la medición y el entendimiento de la pobreza no se satisface solo a través de la óptica del ingreso familiar, pues la feminización de la pobreza no se reduce solo a la falta de ingresos. La autora añade que, para una mejor comprensión del empobrecimiento de la parte femenina de la sociedad, es necesario un análisis de los aspectos multidimensionales, que implican la expansión de las capacidades, el acceso a los medios de subsistencia, las subjetividades, los aspectos ligados a las vulnerabilidades de género y exclusión social, entre otros.

En este contexto en el que las mujeres se encuentran más expuestas a los efectos del fenómeno de la pobreza, la presente investigación se empeña en efectuar un enfoque multidimensional de la pobreza sobre las mujeres en el Brasil. A continuación, se muestra el detalle de la metodología adaptada para tal análisis.

3. Metodología

El instrumental adoptado en el estudio es el método elaborado por Sabina Alkire y James Foster (AF), el cual permite el cálculo del índice de pobreza multidimensional considerando varias dimensiones de la vida de las personas. El desarrollo de este procedimiento fue pautado en el enfoque de las capacidades de Amartya Sen, en el que el bienestar de las personas trasciende la naturaleza económica y abarca otros indicadores. Por lo tanto, se trata de un análisis multidimensional de la condición de pobreza femenina en el Brasil.

Para un análisis multidimensional, Alkire y Foster (2011) destacan un método para medir la pobreza que puede ser, de una forma más general, dividido en dos pasos mayores. Primero, es necesario identificar cuáles son los individuos que son pobres y los que no lo son y, posteriormente, agregar en un índice todos los datos referentes a los sujetos que fueron categorizados como pobres. En este método, se realizan dos líneas de corte para que se detecten a las personas que son pobres multidimensionales. La primera línea consiste en el corte efectuado en cada indicador del análisis, es decir, la definición de cuándo el individuo será privado o no en determinado marcador. Ya el segundo corte está relacionado con la cantidad de marcadores en los que el individuo debe sufrir privación para ser considerado multidimensionalmente pobre.

Según Alkire-Foster (2011), para llevar a cabo el análisis multidimensional de la pobreza, es imprescindible recorrer doce pasos, detallados a continuación:

1. Escoger la unidad de análisis (individuo, hogar, barrio, entre otros). En este estudio, las mujeres brasileñas son tratadas como unidad de análisis.

2. Seleccionar las dimensiones a ser consideradas: la investigación trabaja con tres, a saber: "Educación y Trabajo", "Salud y Esparcimiento" y "Condiciones de Vivienda".

3. Definir los indicadores que serán establecidos en cada una de los aspectos del segundo paso. En este estudio, se identifican 18 índices que están especificados en la tabla 1.

4. Trazar la primera línea de pobreza: definir cuándo los individuos serán privados o no en cada uno de los marcadores. Esta pormenorización también es presentada en la tabla 1.

5. Ejecutar el paso 4: detectar, a partir de los criterios de la primera línea de corte, cuáles individuos son privados (P) y cuáles sujetos no lo son (NP) en cada parámetro.

6. Verificar la cantidad de indicadores en los que el individuo sufre privaciones

7. Precisar la segunda línea de pobreza (k): en esta etapa se define en cuántos índices y dimensiones los individuos deben sufrir denegaciones para ser considerados multidimensionalmente pobres. En el caso de este estudio, siguiendo lo normalmente utilizado en el método AF, se definió como la segunda línea de corte la carencia en ⅓ o más de los marcadores. Por lo tanto, la mujer que figure como privada en 6 o más parámetros será considerada multidimensionalmente pobre.

8. Efectuar el corte de la línea de pobreza k: alcanzar a los sujetos que son estimados pobres y omitir a los que no lo son, por lo que se le atribuye cero a los indicadores y dimensiones de los individuos no pobres.

9. Calcular la incidencia de la pobreza (H): la parte de la población multidimensionalmente pobre, definida por la línea de pobreza k, dividida por el total de actores estudiados (n):

10. Medir el hiato de pobreza promedio (A): número promedio de privaciones que el individuo multidimensionalmente pobre sufre; dicho de otro modo, muestra la cantidad relativa de insuficiencias que los sujetos pobres padecen al mismo tiempo. Se obtiene a partir de la suma de los desposeimientos de todas las personas pobres y, posteriormente, se hace la división entre la cantidad total de pobres multidimensionales:

11. Calcular la incidencia ajustada (Mo): variación de 0 a 1. Cuanto más próximo el resultado sea de 1, más fuerte será la incidencia de la pobreza. El cálculo se ejecuta mediante la multiplicación de la incidencia de la pobreza (H) por el hiato de pobreza promedio (A):

Mo = A x H (3)

12. Elaborar la segmentación por indicadores, para saber cuál es el impacto de cada marcador en la pobreza total de las mujeres

Como se mencionó anteriormente, para este análisis, los indicadores se agrupan en tres dimensiones. La primera incluye los referentes a la educación y al trabajo; la segunda, a la salud y esparcimiento; y la tercera y última, a las condiciones de vivienda. En la tabla 1, se delimitan las dimensiones, los índices y el criterio a ser empleado en cada marcador para que los individuos sean juzgados privados. Por consiguiente, la mujer que sea valorada como despojada en un tercio de los parámetros - en este caso, en seis - será considerada pobre multidimensionalmente, como sugieren Alkire y Foster, creadores del método.

Tabla 1 Dimensiones, indicadores y criterio para la privación en el método AF 

Dimensión Indicador ¿Quién es privado?
Educación y Trabajo 1. Años de estudio Mujer que no haya completado 11 años de escolaridad
2. Horas trabajadas Mujer que trabaje 45 horas o más a la semana
3. Trabajo doméstico Mujer que dedique más de 16 horas a la semana a los quehaceres domésticos
4. Previdencia Mujer que no sea contribuyente
5. Trabajo formal Mujer que no tenga trabajo formal
6. Tránsito Mujer que demore más de una hora en el tránsito
Salud y Esparcimiento 7. Mortalidad infantil Mujer que haya tenido algún hijo, con 7 meses o más de gestación, que nació muerto
8. Actividad física Mujer que no haya practicado deporte en el último año
9. Forma de drenaje Viviendas que no tengan red colectora de desagüe o pluvial, o un pozo séptico conectado a la red colectora de desagüe o pluvial
10. Agua canalizada Vivienda que no tenga agua canalizada al menos en un ambiente
11. Tratamiento de basura Vivienda donde la basura no sea recogida directa o indirectamente
Condiciones de Vivienda 12. Máquina de lavar Vivienda que no tenga máquina de lavar ropa
13. Material de la casa (paredes) Vivienda que no tenga construcción de albañilería o de madera trabajada
14. Internet Mujer que no utilizó Internet en los últimos tres meses
15. Refrigeradora Vivienda que no tenga refrigeradora
16. Teléfono móvil Mujer que no posee teléfono móvil para uso personal
17. Combustible de cocina Vivienda que no tenga como combustible de cocina gas envasado, gas canalizado o energía eléctrica
18. Tipo de iluminación Vivienda que no posea energía eléctrica (de red, generador, solar)

Fuente: elaborado sobre la base de investigación bibliográfica2 (2020).

La dimensión Educación y Trabajo engloba los indicadores Años de estudio, Horas trabajadas, Trabajo doméstico, Previdencia, Trabajo formal y Tránsito. En el índice Años de estudio, es considerada privada a la mujer que no haya completado 11 años de enseñanza, ya que se espera que con más de 11 años tenga la educación secundaria completa3. En cuanto a las Horas trabajadas, es estimada desprovista en el parámetro la mujer que trabaje 45 horas o más4 a la semana. La mujer que dedique más de 16 horas a la semana a los quehaceres domésticos es valorada como carente en el marcador Trabajo doméstico, pues se calcula que el promedio nacional es de 15,27 horas semanales (PNAD, 2015).

En lo que atañe al indicador Previdencia, la mujer que no contribuye al instituto de previdencia en el trabajo principal es considerada privada. En la misma lógica, en el índice Trabajo formal, la mujer que no esté formalizada en el trabajo principal es apreciada como desposeída en el marcador. Además, la mujer que haga un tiempo de recorrido diario de ida desde su vivienda hacia el local de trabajo superior a una hora es percibida como despojada en el parámetro Tránsito.

Los indicadores Mortalidad infantil, Actividad física, Forma de drenaje, Agua canalizada y Tratamiento de basura componen la dimensión Salud y Esparcimiento. En el índice Mortalidad infantil es considerada privada la mujer que haya tenido algún hijo, con 7 meses o más de gestación, que nació muerto hasta el día en que fue recogido el dato por la PNAD. En relación al marcador Actividad física, es estimada carente la mujer que no haya practicado algún deporte (fuera del horario de trabajo y de educación física en la escuela) en el último año. En lo referente al parámetro Forma de Drenaje, es juzgada desprovista la mujer que resida en viviendas que no posean una red colectora de desagüe o pluvial, o un pozo séptico conectado a una red colectora de desagüe o pluvial (fosa rudimentaria, zanja, directo para el río, lago o mar, entre otros). En lo concerniente al índice Agua canalizada, es valorada desposeída la mujer que no tenga agua canalizada por lo menos en un ambiente de la vivienda. Finalmente, es percibida desprovista, en el indicador Tratamiento de basura, la mujer que habite en una vivienda donde no se recoja la basura, directa o indirectamente (quemada, arrojada en terreno baldío, río, lago, entre otros).

La tercera y última dimensión que compone este análisis es la dimensión Condiciones de Vivienda, la cual abarca los indicadores: Máquina de lavar, Material de la casa (paredes), Internet, Refrigeradora, Teléfono móvil, Combustible de cocina y Tipo de iluminación. En el indicador Máquina de lavar, es considerada privada la mujer que radique en una vivienda que no tenga máquina de lavar ropa. En cuanto al marcador Material de la casa (paredes), la mujer es estimada carente cuando mora en un hogar cuyo material predominante en la construcción de las paredes externas del predio no sea de albañilería o madera trabajada5 (tapia no revertida, maderas reaprovechadas, estera, otro material). La mujer que no haya utilizado Internet en los últimos tres meses es juzgada insuficiente en el indicador Internet. A continuación, en el parámetro Refrigeradora es valorada como desprovista la mujer que no tiene refrigeradora en la casa en que vive. En lo que respecta al índice Teléfono móvil, es determinada privada la mujer que no tenga teléfono celular para uso personal. En lo referente al indicador Combustible de cocina, la mujer es percibida como despojada cuando ocupe un domicilio que no tenga como combustible de cocina gas envasado, gas canalizado o energía eléctrica. Finalmente, en relación al marcador Tipo de iluminación, es creída privada la mujer que habita en una morada que no tenga energía eléctrica (de red, generador, solar).

El recorte temporal del análisis fue elegido de acuerdo con la disponibilidad de datos. La PNAD es la fuente de datos usada en la aplicación de los métodos. Su versión más reciente, que abarca todos los aspectos a ser analizados en esta investigación, fue realizada en el año 2015 y, por este motivo, dicho año es en el cual inciden los análisis de este estudio. Todas estas dimensiones, indicadores y criterios de privaciones fueron aplicados a 183.681 mujeres en el Brasil: 19.012 mujeres en la región centro-oeste, 28.033 mujeres en la región sur, 28.520 mujeres en la región norte, 54.768 en la región sudeste y 53.348 en la región nordeste. En la siguiente sección, se detallan los resultados obtenidos en este estudio.

4. Análisis y discusión de los resultados

Tras la aplicación de todos los pasos de la metodología descrita en el apartado anterior, conseguimos al final la incidencia de la pobreza (H), el hiato de pobreza promedio (A) y la incidencia de la pobreza ajustada (Mo), cuyo análisis incidirá predominantemente sobre estos resultados. En el estudio de Adriana Serra, Gaston Yalonetzky y Walter Belik (2017), de acuerdo con las dimensiones e indicadores seleccionados por los autores, se evidenció que el 12,7% de la población del Brasil era multidimensionalmente pobre en 2010. Posteriormente, Vicente Toledo y Cristina Rodrigues (2020) concluyeron, en su investigación, que, en 2014, el Brasil tenía una proporción del 15,3% de personas multidimensionalmente pobres en el país. En este sentido, el presente documento, a partir del cálculo de la incidencia de la pobreza (H), revela que el 13,63% de las mujeres brasileñas analizadas fue considerada multidimensionalmente pobre en 2015.

Se sabe que A representa el hiato de pobreza promedio, es decir, refleja la intensidad de la pobreza mostrando en cuántos indicadores en promedio los pobres son privados. Por lo tanto, en el Brasil, las mujeres consideradas multidimensionalmente pobres son carentes, en promedio, en el 38,96% de los marcadores analizados. Al analizar el hiato de la pobreza en el estudio desarrollado por Taís Ferreira y Solande Marin (2016), las autoras determinaron que, tanto en el año 2001 como en 2011, las mujeres estimadas multidimensionalmente pobres eran denegadas, en promedio, en el 40% de los índices que las autoras eligieron para el análisis. Desde este punto de vista, se puede observar, en la presente indagación, que, en 2015, se evidencia una reducción en el hiato de la pobreza promedio femenina cuando comparamos con investigaciones en años anteriores.

Tras la aplicación del método Alkire-Foster, el nivel de pobreza multidimensional está indicado por Mo, el cual representa la proporción de carencias que las mujeres pobres sufren en relación a la privación máxima que la población podría enfrentar. En este sentido, en el Brasil, la proporción de penurias que las mujeres pobres padecen representa el 5,3% de la privación máxima que podrían vivenciar en el año 2015.

Como se expresa en la tabla 2, el porcentaje de pobres de la región sudeste presenta el menor valor entre las diferentes regiones del país con el 6,17% de las mujeres analizadas consideradas multidimensionalmente pobres, seguida de la zona sur con el 6,9% y la centro-oeste con el 8,6% de mujeres pobres. En contrapartida, la región nordeste fue la que manifestó mayor incidencia de la pobreza, con el 22,37% de las mujeres analizadas estimadas multidimensionalmente pobres y, a continuación, la zona norte con un porcentaje del 21,49% de mujeres pobres.

Tabla 2 Resultados del Método AF por regiones 

Sudeste Sur Centro-oeste Norte Nordeste
H 0,0617487 0,069632 0,086524 0,214972 0,223757
A 0,375575 0,372752 0,371327 0,396238 0,395763
Mo 0,023179 0,025956 0,032129 0,085180 0,088555

Fuente: elaborado sobre la base de PNAD (2015).

En la investigación de Ferreira y Marin (2016), las autoras realizaron un análisis comparativo de la evolución de la pobreza multidimensional femenina en el Brasil entre los años 2001 y 2011 y señalaron los territorios con mayor proporción de mujeres multidimensionalmente pobres para los dos años. En el año 2001, la región que tenía la mayor parte de mujeres pobres era la nordeste, mientras que, para 2011, la que registraba mayor porción de mujeres pobres era la zona norte. Posteriormente, el estudio de Brites et al. (2017) analizó las mismas dimensiones e indicadores de Ferreira y Marin (2016) para la pobreza multidimensional femenina en el Brasil en 2012 y concluyó que la región sur era la que presenta la menor proporción de mujeres pobres, en contraposición a la norte que era la que poseía la mayor parte de mujeres multidimensionalmente pobres. Además, en 2015, según el presente estudio, el área nordeste es la que alberga una fracción mayor de mujeres pobres, y la sudeste la que contiene la menor proporción. Dicho esto, podemos percibir que, a lo largo de los años, las regiones con mayor magnitud de mujeres pobres se alternan entre la norte y la nordeste y, en contraste, la sur y la sudeste oscilan como las localidades con menor fracción de mujeres pobres multidimensionales en el Brasil.

Al analizar el hiato de pobreza promedio, se aprecia que los territorios sudeste, sur y centro-oeste se comportan de modo similar. En estos, las mujeres consideradas pobres multidimensionalmente son privadas, en promedio, en el 37% de los indicadores analizados. Ya las regiones norte y nordeste revelan una intensidad de pobreza un poco mayor, por lo que son las mujeres pobres de estas áreas carentes, en promedio, en el 39% de los marcadores en los que podrían ser denegadas. Se advierte que, en cuanto al hiato de pobreza promedio, no hay una variación tan grande en los índices estimados para las diferentes zonas; por ello, las mujeres valoradas como pobres multidimensionales se aproximan en cuanto a las penurias promedio sufridas. Ferreira y Marin (2016) dieron cuenta, en su estudio, que, en el año 2011, la región norte era la que registraba el mayor hiato de pobreza promedio (A) para las mujeres en el Brasil, lo que se corresponde con el resultado obtenido en la presente investigación.

Como se puede percibir a partir de la figura 1, el territorio con el mayor nivel de pobreza es la región nordeste, donde la proporción de privaciones que las mujeres multidimensionalmente pobres padecen representa el 8,8% de la carencia máxima que ellas podrían sufrir.

Fuente: elaborado por la autora sobre la base de los datos de la PNAD (2015).

Figura 1 Nivel de pobreza multidimensional (Mo) femenina por regiones brasileñas (2015) 

En esta lógica, la región sudeste presenta el menor nivel de pobreza, del 2,3%, seguido por las zonas sur y centro-oeste, con rangos de pobreza del 2,6% y el 3,2%, respectivamente. El área norte es la que manifiesta el segundo mayor porcentaje de pobreza multidimensional femenina, con el 8,5%. Vale citar los resultados de Toledo y Rodrigues (2020), que concluyeron que el territorio con mayor grado de pobreza multidimensional era el norte, seguido por el nordeste y, así como en nuestros resultados, la región con la menor escala de pobreza multidimensional fue la sudeste.

Al observar la figura 2, se nota que el indicador en el que las mujeres son más privadas en el Brasil son los Años de estudio: el 63% de las mujeres analizadas son desposeídas en este marcador. A continuación, se identifica al Trabajo doméstico como el segundo parámetro en el que las mujeres experimentan más precariedades: abarca al 45% de las mujeres analizadas. Máquina de lavar ropa ocupa el tercer índice en el que las mujeres más sufren penurias, con el 39% de las analizadas privadas. Finalmente, Forma de drenaje e Internet son los otros dos indicadores en los que las mujeres vivencian más privaciones en el Brasil, con el 37,3% y el 36,5%, respectivamente.

Fuente: elaborado por la autora sobre la base de datos de la PNAD (2015).

Figura 2 Número de mujeres brasileñas que sufren privaciones por indicador, en 2015 

A su vez, el Tipo de iluminación, que se refiere al acceso a la energía eléctrica, es el indicador en el que las mujeres son menos desprovistas: solo el 0,3% de las mujeres analizadas experimenta carencias en este marcador. El Tipo de iluminación continúa siendo el índice con menos desposeimientos por regiones: la región Sur se revela como la menos privada en este índice, con solamente el 0,014% de mujeres desposeídas. En el estudio comparativo realizado por Serra et al. (2017) sobre la pobreza multidimensional en el Brasil en los años de 2000 y 2010, se evidenció que la insuficiencia en el acceso a la energía eléctrica se redujo del 14% en 2000 al 4% en 2011. Estos resultados exhiben el éxito de políticas públicas universales relacionadas con la expansión del acceso a la energía eléctrica en el Brasil, principalmente en las áreas rurales del país.

La pequeña cantidad de mujeres denegadas del acceso a la iluminación puede estar relacionada con el programa "Luz para todos" del Gobierno federal, que fue implantado en 2003 y tenía como finalidad alcanzar la universalización del acceso y uso de la energía eléctrica en el Brasil. En 2018, el programa ya había beneficiado a 3.405.169 familias, aproximadamente 16,2 millones de personas en todo el país (Ministerio de Minas y Energía, 2018). El aumento del acceso a la energía eléctrica incide en diversos aspectos en la vida de las personas; Serra et al. (2017) resaltan lo siguiente:

Más que comodidad en la vivienda, en función de la iluminación y del uso de bienes durables, el acceso a la energía posibilita mejores condiciones de saneamiento, como la instalación de bomba en el pozo, con canalización de agua en la vivienda. Además de los beneficios directos de la atención residencial, la atención a escuelas rurales, que está entre las prioridades del programa, favorece la ampliación del acceso a la educación, inclusive permitiendo el funcionamiento de las escuelas en el turno noche, dirigido a la población adulta (Serra et al., 2007, p. 11).

El segundo indicador en el que las mujeres son menos privadas es "Material de la casa (paredes)", en que solo el 1,2% de las mujeres analizadas son carentes. Eventualmente, este resultado puede estar asociado al programa federal del Brasil de habitación creado en el gobierno de Lula da Silva en 2009, más conocido como programa "Mi Casa, Mi Vida". Esta iniciativa del Gobierno federal, en asociación con la Caixa Econômica Federal, facilitó el acceso a vivienda, a partir de subsidios para la construcción de estas residencias. Desde su creación hasta inicios de 2018, se entregaron más de cuatro millones de unidades habitacionales (Ministerio de Desarrollo Regional, 2019). Los otros tres índices en los cuales las mujeres presentaron un grado bajo de privación son los siguientes: el acceso a la Refrigeradora, con 1,9%; el Tránsito, enfrentado de casa hasta el trabajo, con 3%, y el acceso al Agua canalizada, con 4,6% de las mujeres desprovistas de este servicio.

En la figura 3, se perciben las privaciones por indicador con el recorte por regiones brasileñas. En la región sudeste, los parámetros en los que las mujeres más sufren insuficiencias son los Años de estudio (59%), el tiempo usado con el Trabajo doméstico (44,6%), el acceso a Internet (31,4%), la posesión de Máquina de lavar ropa (23,6%) y la práctica de Actividad física (17,4%). En la zona sudeste, son más recurrentes las penurias en el Tipo de iluminación (0,02%), Material de la casa (pared) (0,18%), la tenencia de Refrigeradora (0,4%), el acceso al Agua canalizada (1,0%) y el tipo de Combustible de cocina (1,7%).

Fuente: elaborado por la autora sobra la base de datos de la PNAD (2015)

Figura 3 Cantidad de mujeres privadas por indicadores y regiones brasileñas (2015) 

A su vez, el territorio sur también presenta los años de estudio como el indicador con más privaciones (61,3%). Los que reflejan el Trabajo doméstico (46,2%), acceso a Internet (32,8%), Forma de drenaje (28,5%) y práctica de Actividad física (17,8%) componen los indicadores en los que las mujeres del área sur vivencian más despojos. En el Brasil, el acceso a la iluminación es el marcador donde las mujeres de la región sur sufren menos privaciones, lo que refleja que solo el 0,014% son carentes en este índice. Asimismo, las mujeres en la zona sur presentan necesidades bajas en lo que atañe a la posesión de Refrigeradora (0,43%), el acceso al Agua canalizada (0,5%), el Material de la casa (pared) (0,9%) y el tiempo en el Tránsito (2,2%).

En la región centro-oeste, el indicador en el que las mujeres presentan más faltas también es el que refleja los Años de estudio (59,2%), seguido por la Forma de drenaje con 43,4%, el Trabajo doméstico con 42,3%, el acceso a Internet con 29,7% y la posesión de Máquina de lavar ropa con 28,8% de las mujeres analizadas como desposeídas. Ya en relación con los indicadores en los que las mujeres de esta zona experimentan menos insuficiencias, se detectan: acceso a la energía eléctrica - Tipo de iluminación (0,036%), Material de la casa (pared) (0,46%), tenencia de Refrigeradora (0,55%), tipo de Combustible de cocina (1,15%) y acceso al Agua canalizada (1,35%).

Como se puede observar en la figura 3, la región norte es la única donde los Años de estudio no aparecen como el indicador que introduce el mayor número de privaciones. Sin embargo, el marcador Forma de drenaje, además de ser el que registra la mayor cantidad de escasez en esta área, es el que tiene el mayor porcentaje de carencia en los índices de todos los territorios del país. Por lo tanto, el 69,77% de las mujeres de la región norte no cuenta con un drenaje de calidad. El indicador de los Años de estudio aparece como segundo con más número de desposeimientos: 66,87% de las mujeres perciben su falta. La posesión de Máquina de lavar ropa (56,40%), Trabajo doméstico (42,40%) y acceso a Internet (41,03%) son los otros parámetros en los que las mujeres de la zona norte presentan mayores privaciones.

En cuanto a los indicadores en los que las mujeres de esta región sufren menos carencias, se reconocen: el acceso a la energía eléctrica - Tipo de iluminación con apenas el 1,37%, Tránsito, con el 1,5%, Material de la casa (Pared), con el 2,0%, tipo de Combustible de cocina, con el 2,95% y Mortalidad infantil, con el 3,1% de insuficiencias. Es interesante destacar que el territorio norte es el único en la que la posesión de Refrigeradora no está entre los marcadores en los que las mujeres están más despojadas: 6,6% de las mujeres estudiadas aparecen como privadas en este índice, un resultado significativo. Se aprecia, también, que el 9,3% de las mujeres analizadas aun no tiene acceso al Agua canalizada en esta región.

Fundamentalmente, la zona nordeste es la que consigna los peores resultados en la mayoría de los indicadores. El parámetro en el que las mujeres nororientales son más carentes son los Años de estudio (67,22%). La posesión de Máquina de lavar es el segundo en el que dichas mujeres sufren más penurias: 62,33% de mujeres privadas. El indicador Forma de drenaje emerge como el tercero más requerido en la región nordeste, con el 48,60% de escasez. El tiempo usado con Trabajo doméstico plasma también una considerable necesidad de las mujeres de dicha área: evidencia la mayor privación del indicador en el país (47,60%). Finalmente, el acceso a Internet se posiciona con el 43,53% de carencias y es también la región con más mujeres desprovistas en el indicador.

En lo concerniente a los índices en los que las mujeres nororientales vivencian menos faltas, se detecta el acceso a la energía eléctrica - Tipo de iluminación con el 0,25%, el Material de la casa (pared), con el 2,1%, el tiempo en el Tránsito, con el 2,2%, la posesión de Refrigeradora, con el 2,3% y la Mortalidad infantil, con el 3,5% de mujeres desprovistas. Vale reparar en que el 9,1% de las mujeres aún no tiene acceso al Agua canalizada en la zona nordeste.

Dicho esto, algunos puntos pueden ser resaltados, a saber:

  • El indicador que analiza la Actividad física de las mujeres en el Brasil no presentó despojos tan notorios en los territorios norte, nordeste y centro-oeste, pero reveló privaciones importantes en la región sur y sudeste: ambas cuentan con más del 17% de mujeres desprovistas en el indicador;

  • La posesión de Refrigeradora está entre los indicadores analizados en los que las mujeres sufren menos privaciones en el Brasil, solo el 1,9%. Aunque, al observar las regiones, percibimos que hay una concentración de esta carencia en la región norte, lo que evidencia que el 6,6% de las mujeres de dicha zona no tiene refrigeradora.

  • El acceso al Agua canalizada también apareció como uno de los marcadores de menor necesidad de las mujeres brasileñas, con el 4,6% de mujeres despojadas de este servicio en el Brasil. Sin embargo, al analizar regionalmente, se advierte una falta bien notoria en las regiones norte (9,3%) y nordeste (9,1%) si se compara con las otras áreas (sur: 0,5%; sudeste: 1%; centro-oeste: 1,35%).

  • Años de estudio fue el índice de mayor privación en el Brasil, lo que representa que el 63% de mujeres analizadas no completaron la educación secundaria (11 años de estudio). La denegación en este indicador impacta fuertemente a todos los territorios, donde todos presentan, por lo menos, el 59% de las mujeres despojadas de educación.

  • El Trabajo doméstico se plantea como el segundo indicador con más carencias en las mujeres brasileñas. En todas las regiones, por lo menos el 42% de las mujeres dedican más de 16 horas por semana a los quehaceres domésticos. En el Brasil, las mujeres destinan más del 95% de tiempo adicional que los hombres a los cuidados del hogar. Las mujeres usan, en promedio, 19,67 horas por semana para las labores domésticas, en contrapartida a las solo 9,99 horas empleadas por los hombres para estas actividades.

  • El marcador referente a la posesión de Máquina de lavar en la vivienda constituyó una significativa penuria en el Brasil, ya que el 39% de las mujeres no tienen máquina de lavar ropa en casa. Además, al analizar las regiones, se aprecia que las mujeres de las zonas nordeste y norte son aún más carentes en este indicador, con el 62,33% y el 56,33% de mujeres sin lavadora, respectivamente. Este utensilio se vuelve muy importante para las mujeres, pues es una forma de minimizar el tiempo dedicado al trabajo doméstico.

Sobra la base de lo expuesto, se percibe que las privaciones no inciden homogéneamente sobre todas las mujeres y regiones. El Brasil es un país heterogéneo en todos los sentidos; por lo tanto, las necesidades subnacionales también lo son. Por ejemplo, las mujeres de las áreas sur y sudeste tienen más carencia en la realización de actividades físicas, mientras que las mujeres de las zonas norte y nordeste presentan más dificultades en el acceso al agua canalizada y en la posesión de la máquina de lavar. Sin embargo, las mujeres de todo el país también exhiben necesidades que convergen, como el acceso a la educación formal y al reequilibrio del trabajo doméstico. De forma general, se puede relacionar a estos dos indicadores de mayor despojo para las mujeres, pues están interconectados: al invertir más horas a las tareas domésticas y cuidados de hijos, parientes y maridos, las mujeres acaban teniendo menos tiempo para formarse profesionalmente y avanzar en los estudios, y, consecuentemente, insertarse en el mercado de trabajo.

5. Consideraciones finales

Este estudio se propuso realizar un análisis multidimensional del fenómeno de la pobreza femenina en el Brasil para el año 2015. Tras la aplicación de la metodología de Alkire-Foster, se constató que se considera multidimensionalmente pobre al 13,63% de las mujeres brasileñas analizadas. Además, la región del país que mostró la mayor proporción de incidencia de la pobreza fue la nordeste, en la que se identifica que el 22,37% de las mujeres son multidimensionalmente pobre y, en contraposición, la zona sudeste fue la que presentó la menor parte de mujeres multidimensionalmente pobres (6,17%).

A partir del cálculo del hiato de la pobreza promedio, se evidenció que las mujeres brasileñas que fueron estimadas como pobres multidimensionalmente son privadas, en promedio, en el 38,96% de los indicadores examinados en este documento. Dado el objetivo de la pesquisa - que era calcular el nivel de pobreza multidimensional femenina en el Brasil - se detalla que la fracción de carencias que las mujeres pobres padecen representa el 5,3% de la privación máxima que podrían sufrir. Se observó, también, que las regiones con mayor y menor nivel de pobreza son, respectivamente, la nordeste, con una proporción del 8,8%, y la sudeste, con el 2,3%.

Entre los indicadores en los que las mujeres son menos denegadas en el Brasil, figuran el acceso a la energía eléctrica - Tipo de iluminación - y el Material de la casa (pared), con apenas el 0,33% y el 1,2% de las mujeres en necesidad, respectivamente. Se puede asociar este resultado a dos programas sociales del gobierno federal que influyen directamente en estos índices: el programa Luz Para Todos y el programa Mi Casa, Mi Vida. En contraste, los parámetros en los que las mujeres presentaron la mayor cantidad de carencias en el Brasil fueron: Años de estudio (63%), Trabajo doméstico (45%), Máquina de lavar ropa (39%), Forma de drenaje (37,3%) e Internet (36,5%). El análisis de los indicadores es esencial para el direccionamiento de políticas públicas, tanto universales como focalizadas.

Al apreciar los marcadores en los cuales las mujeres brasileñas vivencian más privaciones, son necesarias algunas reflexiones. El trabajo doméstico excesivo ejercido por las mujeres es consecuencia de la sociedad patriarcal y del patrón de división sexual del trabajo. Eventualmente, el tiempo que las mujeres pasan dedicándose a las actividades domésticas y/o al cuidado de los hijos afecta la disponibilidad de ellas para avanzar en los estudios y calificarse; por lo tanto, impacta negativamente en su acceso a las oportunidades sociales y económicas. En este sentido, se argumenta que la existencia de una máquina de lavar en las viviendas de las mujeres es fundamental, pues disminuye la sobrecarga de labores domésticas sobre ellas.

Asimismo, la notoria escasez del acceso a Internet de las mujeres es un indicador problemático, puesto que, en el mundo globalizado en el que vivimos, Internet es una de las mayores herramientas de acceso a la información y a la calificación. De esta forma, se percibe que el conjunto de desposeimientos en los que las mujeres se ven más fuertemente afectadas en el Brasil está intensamente ligado a la esfera femenina y acaba creando ataduras para el progreso de las mujeres, aún más significativo, en el ámbito educativo.

Una de las limitaciones de este estudio reside en el acceso a los índices que expresen la situación de la salud pública relacionada con las mujeres: falta información que abarque este aspecto en la base de datos utilizada en este artículo. Finalmente, esta investigación apunta hacia la necesidad de políticas sociales direccionadas, que repercutan en los indicadores en los que las mujeres sufren más privaciones en el Brasil, de forma que reduzcan la situación de pobreza femenina brasileña. Algunas políticas públicas tienen el poder de mejorar la calidad de vida de la mujer: por ejemplo, la inversión en infraestructura urbana (con el incentivo a la inclusión digital y la mejora del saneamiento básico), destinar recursos a la educación (expansión de jardines de infancia y la promoción de modalidades de educación nocturna para madres jóvenes, en particular), entre otros. Por lo tanto, el Estado debe actuar como minimizador de las desigualdades y vulnerabilidades sufridas por las mujeres en el Brasil, lo que debe reflejarse en programas y políticas sociales exitosos de gobiernos anteriores, como el programa Luz Para Todos y el programa Mi Casa, Mi Vida.

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1El índice de feminidad de la pobreza expresa el desfase de la ocurrencia de la indigencia entre hombres y mujeres de edades entre 20 y 59 años. La indigencia equivale al ingreso per cápita necesario para que el individuo pueda suplir sus necesidades nutricionales básicas mediante la adquisición de una canasta de alimentos (Cepal, 2018).

2Las dimensiones e indicadores fueron definidos sobre la base de estudios anteriores que abordaron la pobreza multidimensional en el Brasil, mediante el método AF: Ferreira y Marin (2016); Serra, Yalonetzky y Belik (2017); Brites, Moura, da Silva, Marin y Lanza (2017), y Toledo y Rodrigues (2020).

3Se refiere al individuo que estudió, por lo menos, la primaria y la secundaria (Toledo & Rodrigues, 2020).

4Privación basada en los estudios de Ferreira y Marin (2016) y Brites et al. (2017)

5Privación basada en los estudios de Ferreira y Marin (2016) y Brites et al. (2017).

Recibido: 30 de Septiembre de 2020; Aprobado: 08 de Junio de 2021

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