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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.49 no.91 Lima may./ago. 2022

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.91.1365 

Artículo

Las vidas cotidianas de las y los testigos del terremoto de 2010 en Chile: ruptura, recuperación y reconstitución *

The everyday life of the witnesses of the 2010 earthquake in Chile: rupture, recovery and reconstitution

Juan Saavedra1 

Yeniffer Carrasco-Valdebenito2 

Darlyn Núñez-Núñez2 

1Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Bío-Bío (UBB), Concepción, Chile.

2Escuela de Trabajo Social, Universidad del Bío-Bío (UBB), Concepción, Chile.

RESUMEN

Este artículo examina el modo en que el terremoto de 2010 afectó la vida cotidiana de testigos de este desastre en el sur de Chile. Se realizaron 32 entrevistas en profundidad a testigos directos en las localidades afectadas. Se categorizan tres momentos en la trayectoria de la cotidianidad posdesastre: ruptura, recuperación y reconstitución. Los resultados discuten la cualidad de los testigos como actores de la cotidianidad, en un contexto neoliberal y de utilización de estrategias biopolíticas para producir normalidad en el marco de este régimen sociopolítico. La experiencia compartida tras el desastre no logra remover los sustratos en los que transcurre la cotidianidad neoliberal.

Palabras clave: vida cotidiana; desastre; testigos

ABSTRACT

This article examines the way in which the 2010 earthquake affected the everyday life of witnesses of this disaster in the southern part of Chile. There were applied 32 in-depth interviews to direct witnesses. There are 3 categories in the path of post-disaster everyday life: rupture, recovery and reconstitution. The results show the witnesses' quality as biopolitical actors in everyday life in a neoliberal context and the use of biopolitical strategies to produce normality in the frame of this socio-political regime. The shared experience after disaster does not allow to remove the backgrounds in which neoliberal everyday life happens.

Keywords: Everyday life; disaster; witnesses

Introducción

Vivenciar un desastre es parte de un conjunto de situaciones excepcionales transformadoras de la cotidianidad. Los sucesos ocurridos en la madrugada del 27 de febrero de 2010 en Chile muestran un severo quiebre de la continuidad vital en las comunidades que fueron afectadas por este evento. Los habitantes de la Región del Biobío -en particular el área metropolitana de Concepción- son testigos directos del estremecimiento de la tierra, de las olas del tsunami que destruyeron localidades costeras y de los posteriores saqueos en diversos sectores de la ciudad. Se trata de testigos únicos de los momentos inmediatos del desastre, y, como podría esperarse, mantienen en su memoria tanto el quiebre de la cotidianidad como la sucesión de acontecimientos posteriores en la cual se produce normalidad emergente, a partir de la forma en que se gobierna la emergencia (Saavedra & Marchezini, 2020). Los testigos del desastre construyen una memoria social y compartida del acontecimiento, en tanto hecho definible e identificable en el tiempo. Aróstegui y Koselleck (1993, en Concha & Henríquez, 2011) distinguen entre memoria directa y adquirida. La primera se relaciona con la vivencia propia del acontecimiento, mientras que la adquirida se vincula a una memoria heredada, donde los recuerdos y la rememoración de estos están influenciados por otras narrativas transmitidas desde otras personas o grupos y por datos del acontecimiento que se conocen actualmente.

En torno al desastre de 2010 existe un menor desarrollo de estudios sobre las prácticas sociales repetitivas y vinculantes, que son delimitadas bajo el concepto de "cotidianidad". Por cierto, como nos advierte Santos (2014), la cotidianidad es "un concepto vago, problemático, polisémico y que, por lo mismo, es inasible o incluso imperceptible" (p. 173). De todas formas, en diversas referencias en humanidades y ciencias sociales sobre este concepto, podemos encontrar distintas posiciones teóricas que concurren a su mejor comprensión. Supuestamente, la vida cotidiana es "homogénea para todos los miembros de una misma comunidad" (Villegas & González, 2011, p. 37), pero está compuesta de prácticas que contienen elementos únicos definidos por aspectos identitarios y relacionales. De Certeau (2000) señala que estas "competen a un conjunto extenso, de difícil delimitación y que provisionalmente podríamos designar bajo el título de procedimientos" (p. 51).

Desde la mirada de Berger y Luckmann (1986), la cotidianidad es entendida como una realidad intrínseca y subjetiva, determinada por los pensamientos y acciones de las personas. Dicha realidad -la realidad por excelencia, como señalan los autores- está establecida de manera independiente al sujeto, en tanto adquiere sentido mediante el lenguaje y la interacción social. Heller (2002), desde una vertiente marxista, señala que la cotidianidad representa las condiciones dadas en las que hombres y mujeres generan su propia historia. Siguiendo a esta autora, Veroneze (2015) indica que el proyecto revolucionario debe afirmarse en una cotidianidad diferente, que represente un nuevo estado de conciencia frente a "la vida cotidiana alienada y alienante" (p. 139). En esta misma perspectiva, Lefebvre (1972) señala que "declaramos la vida cotidiana objeto de la filosofía, precisamente en tanto que no filosofía" (p. 27). En la perspectiva marxista sobre lo cotidiano, la propuesta de Lefebvre está ligada a la posibilidad de prevalecer de la revolución (Goonewardena, 2011). El asunto de la vida cotidiana es tratado desde la geografía crítica como un tópico relevante, por ejemplo, en estudios sobre las geografías menores (Núñez et al., 2019), la relación entre ciudadanía y el lugar habitual (Staeheli et al., 2012), la representación de lo cotidiano en las posibilidades que representa la cosmovisión indígena (Barrera, 2018), entre otros.

En el pensamiento foucaultiano, la vida cotidiana es objeto de problematización, relacionándose con la noción de "tecnología" (Foucault, 2001), la cual permite a la gubernamentalidad construir verdad a partir de discursos y prácticas. En este sentido, en la vida cotidiana se materializa el pilar de normalización de la vida, por parte de los mecanismos y estrategias inscritas en los márgenes tecnológicos del biopoder. Agamben (2001) alude al concepto de cotidianidad, atendiendo que "los modos, actos y procesos singulares del vivir no son nunca simplemente hechos, sino siempre y sobre todo posibilidad de vivir, siempre y sobre todo potencia" (p. 14). El autor, a propósito de la idea del "campo de concentración", señala que, en ciertas condiciones, la excepcionalidad se trasforma en cotidianidad. En esta misma línea, Butler (2003) propone que "el poder no es estable ni estático, sino que es reconstruido en diversas coyunturas dentro de la vida cotidiana" (p. 20). La cotidianidad está imbricada en el contexto del régimen neoliberal en el caso estudiado. Al respecto, el neoliberalismo es al mismo tiempo una etapa histórica del capitalismo y también un marco cultural general. Entre otros fundamentos, en función del neoliberalismo se modeliza el mercado como parámetro de la vida en sociedad, se fragiliza el vínculo social y comunitario, y se establece un marco coercitivo de normalidad de mercado. Siguiendo a Brown (2016), el ideario neoliberal promueve la competencia por sobre la colaboración. Con este fin, el neoliberalismo se vale de un conjunto de herramientas e instrumentos de carácter biopolítico que, en el pensamiento foucaultiano, refiere al gobierno de la vida y de lo vivo (Serrano, 2017), como también al control disciplinario de la población como entidad colectiva.

La relación entre vida cotidiana y biopolítica permite contextualizar una lectura crítica en torno al terremoto de 2010. La ruptura de la cotidianidad tras un desastre representa un problema estratégico para aquella parsimonia propia de la normalidad neoliberal. Por ello, las estrategias de control cotidiano operan bajo epígrafes de sutileza, cuyo marco de control disciplinario está dado por instituciones jurídicas y diversos mecanismos de coerción contractual. Atendiendo este principio, las políticas posterremoto de 2010 no solo tratan de reconstrucción sino también persiguen el control de los saberes de la población y la sumisión de las víctimas del desastre (Arriagada, 2012). Por eso, las repercusiones del desastre en la vida cotidiana de la población deberían considerar su observación desde los márgenes vivenciales de estos procesos. Esto implica reconstruir la historia del terremoto de 2010 desde la voz de sus testigos y el modo en que aluden a su memoria individual, social e histórica (Concha & Henríquez, 2011), más allá de la visión de actores institucionales.

En los discursos de las y los testigos de los eventos posteriores al desastre, la vida cotidiana es situada como una dimensión procesual alejada del núcleo decisional propio de la gestión de la emergencia. Más bien, la cotidianidad sugiere que las y los testigos son actores de prácticas habituales, sensibles a los rigores experimentados tras la serie de eventos desencadenados a partir del terremoto. Es interesante abordar el asunto de la normalidad neoliberal, a partir de la reproducción de las condiciones para estabilizar a una población susceptible de ser patologizada (De la Fabián & Sepúlveda, 2018) y, por tanto, intervenida. En este sentido, la consecución de la normalidad es un propósito de la proyección temporal de las economías capitalistas, para lo cual la gubernamentalidad recurre al repertorio disponible de tecnologías de seguridad. Al respecto, Lemke (2010) señala que los mecanismos de seguridad generan condiciones no solo para el intercambio de mercado, sino también para compensar las inseguridades o riesgos del vivir. En nuestra opinión, esto se relaciona tanto con las políticas de recuperación del posdesastre, como también con el control de la potencial subversión al orden neoliberal por parte de la población afectada e insatisfecha por las medidas para atender las consecuencias del terremoto. Esto relaciona la normalidad con el posdesastre, en tanto se busca recuperar la ilusión de libertad que produce el neoliberalismo (Foucault, 2011), en que las personas en su cotidianidad actúan como sujetos empresarios de sí (Estrada, 2014). En la experiencia recogida en las investigaciones del terremoto de 2010, esto implica que los sujetos llevaron sus esfuerzos hacia el aseguramiento de sus familias, desplazando a un segundo plano otras tematizaciones como la participación en la vida comunitaria. La acción gubernamental tiene la capacidad de desmantelar el anclaje social y prescindir silenciosamente de este componente central de la democracia (Brown, 2016). Esta condición del proceso de recuperación es coherente con los postulados del neoliberalismo, pues privilegia la producción y el consumo sobre la participación social, las redes de intercambio y el cuidado de sí mismo (Foucault, 2011).

Esta investigación tiene por objeto examinar el modo en que el terremoto de 2010 afectó la vida cotidiana de sus testigos. El estudio puede resultar de interés para una amplia gama de disciplinas de las ciencias sociales, interesadas no solo en levantamiento de datos longitudinales sobre las consecuencias del terremoto, sino también, para quienes gestionan la intervención posdesastre, atendiendo la significativa recurrencia histórica de estos eventos en Chile. En el marco de un proyecto financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID-Chile), se produjo información cualitativa relevante que permite identificar continuidades y discontinuidades de la vida cotidiana de los sujetos tras el terremoto de 2010 en localidades costeras del sur de este país.

Método

La investigación se desarrolla a partir de entrevistas a las y los testigos del terremoto de 2010 y se enmarca en la perspectiva epistemológica postestructural, utilizando en la producción de información una estrategia metodológica cualitativa sostenida en principios metodológicos de los estudios de caso (Stake, 1998) y en el análisis discursivo de corte histórico (Jäger, 2003). La estrategia cualitativa, recomendada para estudiar la vida cotidiana (Villegas & González, 2011), se acerca más a entrevistas que reconstruyen la historia de vida de las y los testigos.

Para producir la información, se utilizó una sección de una pauta de entrevistas del programa de investigación que origina este estudio, que fue validada mediante juicio de expertos y proceso de validación o prueba del instrumento realizada antes de iniciar el proceso de levantamiento masivo de datos en el proyecto antes mencionado. Para efectos específicos de este artículo, el equipo de investigación utilizó información resultante de 32 entrevistas en profundidad, aplicadas a testigos del desastre de 2010 en Dichato, Penco, Coronel, Lota y el sector costero de Talcahuano, todas localidades costeras de la Región del Biobío en Chile. La elección de estas ubicaciones considera un rango de 120 km de distancia entre el epicentro del terremoto-tsunami y la última ciudad analizada. Dichato, Penco y Talcahuano son las localidades afectadas por el tsunami. Por otro lado, Coronel y Lota, siendo esta última la más lejana al epicentro del terremoto, son las localidades donde no se reportaron daños por tsunami. Este factor heterogéneo del estudio permite un punto de comparación de las localidades. El total de entrevistas realizadas produce material extenso y con densidad cualitativa para sostener el análisis de información. El procesamiento de datos se efectuó mediante análisis de contenido centrado en el nivel pragmático, atendiendo a los procedimientos planteados por Cáceres (2003). Es importante indicar que, en la propuesta metodológica de este autor, el proceso ajusta procesualmente los textos obtenidos tras la transcripción de las entrevistas. Este proceso implicó: (a) el desarrollo de un preanálisis que considera las categorías apriorísticas identificadas en relación con la pauta de entrevista utilizada; para esto, se trabajó con entrevistas realizadas por el equipo de investigadores, excluyendo los tópicos que no alcanzaron el nivel de profundidad requerido para dar fiabilidad cualitativa al estudio; (b) la definición de las unidades de contenido significativo dentro de las transcripciones, para lo cual se delimitaron los ítems de interés pertinentes al propósito de la investigación principal; los fragmentos en ítem se seleccionan dada la flexibilidad que permite al elegir material significativo, ya que se relaciona con el interés particular del estudio; (c) el establecimiento de reglas de análisis y códigos de clasificación con el propósito de reducir las interpretaciones incorrectas y generar mayor confiabilidad cualitativa en el análisis. En esta etapa, el equipo de investigadores construye colaborativamente un libro de códigos con las etiquetas y las definiciones precisas de cada uno, desarrollando un pilar para la comprensión de los criterios utilizados y la clasificación de estos; (d) por último, se produce la agrupación de categorías, vinculándolas con los objetivos de la investigación. La categorización resultante, ordenada en tres grupos de contenidos, observó las reglas de exhaustividad, exclusividad y pertinencia. El proceso de análisis fue realizado con apoyo del software Atlas-ti 8, a efectos de ordenar y clasificar información.

Con el fin de resguardar el rigor de la investigación, se utilizó triangulación de datos, atendiendo a los datos producidos por diferentes sujetos (por ejemplo, técnicos y profesionales de la emergencia) en localidades afectadas por el terremoto de 2010, de acuerdo con el marco del programa de investigación mencionado anteriormente. Dicha revisión confirmó que las respuestas de los testigos se encuentran en un rango equivalente. Además, los resultados fueron revisados en un procedimiento interno de validación de expertos del proyecto. En cuanto a los criterios éticos, las y los entrevistados expresaron su consentimiento informado para participar del estudio.

Resultados

Fuente: Google Maps.

Figura 1 Mapa del área afectada por el terremoto de 2010. Marca en rojo el lugar del epicentro del sismo (35°54'32'' S 72°43'59'' O) 

1. La ruptura de la cotidianidad

La escala barrial de Dichato permite reconocer estrechos vínculos de vecindad previos al desastre. La configuración de las actividades relacionales se enmarca en el turismo, en las actividades de pesca artesanal y en el comercio minorista. Al ocurrir el terremoto en 2010, existía una gran cantidad de visitantes en la localidad debido a la época estival, quienes se encontraban en zonas cercanas a la playa. En ese momento, las personas evacuaron hacia lugares periféricos de la ciudad con el fin de resguardarse del tsunami. Señalan preocupación por el estado de salud de sus familiares y por la pérdida de bienes materiales.

[...] el mar fue rapidísimo lo que se recogió y en un par de segundos salió, eran unas tremendas olas, nosotros corrimos al cerro de más arriba todavía y eran unas tremendas olas negras y traían un ruido pero terrible, porque donde arrastraban piedras no sé, no sé qué traía del fondo del mar, pero era muy fuerte, muy terrible y de repente mi hermana, ella vivía al lado mío me dijo: "Ahí van nuestras casas", y yo le dije: "Pero ¿cómo?". "Ahí van nuestras casas", me dijo. "Son las primeras en irse". Y yo le dije: "No puede ser", y cuando empezamos a mirar, sí puh, ahí iban las casas [...]. (Informante 9, mujer, Dichato)

En Talcahuano, el carácter portuario y la actividad económica histórica del asentamiento modelan los vínculos personales en espacios cercanos, según indican las y los testigos. En la vida diaria, la extensión de la jornada ordinaria de trabajo y la lejanía de los servicios (por ejemplo, actividades educativas, comercios) dificultan que se establezcan relaciones de mayor proximidad. Por tanto, los vínculos previos al sismo son dados principalmente por cercanía familiar o vecindad inmediata. Cuando ocurre el terremoto, los entrevistados indican que se encontraban en compañía de su familia, descansando y preparando el inicio del mes de marzo (actividad escolar). Los relatos coinciden en el miedo que generaron el movimiento y el ruido subterráneo. El temor que las personas expresan se funda en los peligros que presenta el entorno y que atentan contra la estabilidad personal y familiar (Venturiello & Ferrante, 2018). Con intensidad, se recuerda la imposibilidad de desplazamiento, pues las vías públicas sufrieron daños severos. El posterior tsunami inundó la zona costera de la ciudad e ingresó a varias de las viviendas emplazadas en ese sector. Las olas, según indican testigos, alcanzaron más de un metro de altura, provocando sensación de miedo entre los habitantes de la ciudad. El tsunami es un quiebre profundo en la biografía, que produce incertidumbre, pues es una experiencia totalmente nueva para los habitantes de Talcahuano. En las y los testigos, se recuerda la pérdida de vidas humanas y de animales domésticos, así como también de viviendas y enseres.

[...] y de repente empezó a moverse el... a moverse la cama. "Ah", dije, "está temblando", la típica, nosotros acá vivimos en un país sísmico, estamos acostumbrados a los temblores... [...]. (Informante 1, mujer, Talcahuano)

Claro uno identifica quién vivía al lado quizás, con la familia de al lado nosotros teníamos mayor contacto que era ya un matrimonio ya de la tercera edad que, bueno ellos se fueron de acá producto del terremoto, no quisieron vivir más acá, vendieron su casa rápidamente y se fueron [tose]. Ellos, la familia de aquí al lado un poco, pero eso y tiene que ver también con que uno estaba todo el día afuera, entonces ahí había poco tiempo para socializar con, con las otras familias de la villa digamos, del sector. (Informante 4, mujer, Talcahuano)

En Penco, las y los testigos señalan que la cotidianidad afectada tras el desastre fue la cercanía, la familiaridad y la "sana convivencia". En las esferas de actividades cotidianas, se detallan situaciones de adaptación a nuevas rutinas diarias asociadas al trabajo, como el ingreso a una nueva institución o el reciente desempleo de parte de las y los testigos. Lo que, a su vez, genera un contexto de incertidumbre, pues el trabajo es considerado como la esfera que estructura el tiempo vital (Fridman & Otero, 2019). Cuando ocurrió el terremoto, algunas personas se encontraban al cuidado de niños y adultos mayores, lo que generó mayor preocupación debido a las dificultades para movilizarse. Además, las y los testigos indican que el colapso de la red de telefonía móvil impidió el contacto habitual con sus familiares, lo que incrementó el nivel de intranquilidad por conocer su estado de salud.

[...] ahí vimos la magnitud de cómo subió la marea y... y no era como, no era como un maremoto en sí, como lo que yo tenía pensado que era un maremoto, que yo siempre me imaginé que era una ola gigante que salía y tapaba las casas, sino que era, era en sí que el mar salía hacia afuera con gran fuerza y la fuerza era lo que destruía [...]. (Informante 15, mujer, Penco)

En Coronel, la vida cotidiana antes del terremoto era caracterizada por los entrevistados como cercana y familiar. En los relatos, se indica que quienes no mantenían un vínculo consanguíneo igualmente son considerados parte de las familias, al conocerse desde hace muchos años.

Ya son, en ese tiempo eran cinco casas que eran de mi familia. Mis tíos, mi abuela, mis tíos abuelos. Entonces, bien... bien familiar digamos, la relación que yo tenía con mis vecinos. Y aparte que [...] el resto de mis vecinos, eran vecinos que me conocían a mi desde chiquitita. Y que yo compartía con sus nietos, entonces bien familiar. Y... y eso, así como que no, no, éramos bien cómo unidos cuando alguien se enfermaba o... o los vecinos te visitaban cuando había algún problema. (Informante 6, mujer, Coronel)

En el momento en que ocurre el terremoto, parte de las y los testigos de Coronel indican que se encontraban durmiendo en sus domicilios. Algunos relatan estar viendo el Festival de la Canción de Viña del Mar y otros recuerdan que no lograban conciliar el sueño, producto de una creciente seguidilla de robos en sus barrios. Tras el sismo, testigos describen la evacuación hacia zonas de seguridad, señalando que las personas se trasladaron en ropa de dormir, mojándose en el trayecto debido a la rotura de cañerías.

Antes del terremoto, la vida cotidiana de la ciudad de Lota es caracterizada por la cercanía, la unión y la solidaridad. Las personas entrevistadas en esta localidad también aluden a los vínculos construidos intergeneracionalmente, atendiendo tanto a la antigüedad del asentamiento como a la instalación de larga data de las familias de los residentes. Las actividades laborales recordadas por las y los testigos son variadas, aun cuando existen reminiscencias por el pasado minero de la ciudad. Las actividades realizadas con anterioridad al terremoto varían desde encontrarse descansando, viendo el Festival de Viña del Mar o presenciando la celebración de la Semana Lotina. En el momento de la emergencia, la preocupación inicial se centró en la decisión de algunos adultos mayores que se rehusaron a evacuar hacia zonas seguras; otros quedaron atrapados en sus viviendas y fueron auxiliados para abandonar el lugar.

[...] había vida en comunidad, había... vida de barrio, eh... había organización, eh... solidaridad entre los vecinos, entonces estaba esa cosa rica que, como que ahora ya no, no se da mucho. (Informante 19, mujer, Lota)

[...] porque durante el camino mi hermano iba abriendo puertas de gente que estaba encerrada, entonces nos demoró un buen trecho en llegar a la esquina de la plaza, que es un par de cuadras, donde nos encontramos con un carabinero, así como en shock, y le dijimos al carabinero que mi abuelo estaba inválido y no quería salir y que si mandaba una patrulla [...]. (Informante 20, mujer, Lota)

2. El proceso de recuperación de la cotidianidad

El objetivo de las primeras acciones posdesastre, según describen las y los testigos, guarda relación con la satisfacción de necesidades básicas. Una de las formas de contribuir a ese fin fue la creación y reactivación de estructuras de vínculos locales y familiares. En especial, se retomaron las acciones organizadas en grupos o comités, lo cual se vio impulsado además por la necesidad de obtener representación para recuperar viviendas y fuentes laborales. Aspecto que figura coherentemente a los sustratos ideológicos del discurso neoliberal (Brown, 2016; Estrada, 2014), que presenta a las personas como responsables de sus propios logros y fracasos (Montes, 2019). La acción colectiva emerge como una forma de dar respuesta ante la complejidad de la destrucción y de las urgencias básicas (por ejemplo, alimentos, agua, medicamentos). Un ejemplo de este poder organizacional identificado con base en los relatos de testigos es Dichato, donde se fortalecieron las organizaciones territoriales y surgieron nuevas agrupaciones para brindar apoyo al comercio. En la participación, se expresó el malestar social tras las determinaciones gubernamentales sobre el diseño de la nueva planificación urbana y del proceso de reconstrucción de Dichato.

[...] se pidió apoyo, trajeron apoyo me acuerdo. Mis hijos con sus compañeros de la Universidad lo apoyaron y vinieron a tomarse el camino y a meter boche y las señoras adentro de la aldea, partiendo limones para darles para las lacrimógenas y haciendo comida para los chiquillos que venían [...] porque llegaba gente apoyar a los dichatinos. (Informante 11, mujer, Dichato)

Todos los meses había reuniones [...] pero siempre con esperanza. "No, si les vamos a entregar casas". Primero, nos iban a entregar ahí mismo donde vivíamos, después acá, después allá.

Entonces, cuando vimos que ya quedaba muy poco para que terminara el señor Piñera [...] Entonces nosotros empezamos a apretar, cada persona de su sector tenía dirigente, tenía quien lo representara [...] empezamos a tomar el camino, empezamos a hacer varias cosas para apurar la entrega. (Informante 9, mujer, Dichato)

Dentro de las organizaciones comunitarias, las narraciones de testigos indican que existieron roles diferenciados por género en función de una perspectiva tradicionalista que coarta la vida cotidiana en ambos casos. En este sentido, las mujeres fueron delimitadas al ámbito privado, donde la maternidad y lo doméstico constituyen la exigencia social, teniendo que preocuparse de labores relacionadas con la limpieza del hogar, la búsqueda y preparación de alimentos para las familias y grupos vinculados a la defensa, y el cuidado personal de niños y niñas, mientras que los hombres se desempeñaban en el mundo público con un rol instrumental, siendo encargados de la protección y la seguridad, en concordancia con lo indicado por Aguilar et al. (2013), además de realizar tareas como la búsqueda de elementos para mantener abrigo y la limpieza de las vías públicas. La autodefensa es recordada como respuesta a la amenaza que generaron los rumores de turbas y los saqueos a las viviendas. Estas acciones consolidaron la racionalidad neoliberal al criminalizar a personas de sectores territorialmente excluidos, como lo plantea Ortiz (2014). La seguridad se implementó en forma de cuadrillas cuyo funcionamiento se regía por un sistema de turnos que priorizó la protección nocturna del barrio. Estos fenómenos sociales representaron parte de los principales temores de la población, según lo expresado por testigos, especialmente debido a la posesión de distintos tipos de armas por parte de los grupos organizados para la autodefensa.

Retornando a la idea de las primeras acciones realizadas, las actividades diarias tras la emergencia se orientaron a satisfacer necesidades -principalmente acceso al agua- de los habitantes afectados por el terremoto. Además de los aportes gubernamentales que apuntaron a suplir las carencias fundamentales, se evidenció una forma de "asistencia social no institucional", basada en la solidaridad comunitaria al compartir alimentos y servicios.

Una forma de ilustrar este valor es que testigos de Penco y Coronel relatan la manera en la que se compartió el suministro de agua que fue suspendido de manera sectorizada.

Igualmente, la escasez de este elemento básico justificó la búsqueda autónoma de fuentes naturales para la higiene y la elaboración de alimentos.

Chuta no había agua, "ya, ¿dónde?... vamos al cerro [ahí] hay una vertiente". Entonces había que ir al cerro con baldes a buscar [...] para hervir, para poder tener y cocinar o para beber, y también para las necesidades básicas. (Informante 14, hombre, Penco)

Eh... bueno, ahí todos nos ayudábamos [...] había un estanque de agua de Essbio y empezamos a sacar agua de ahí, entonces iban todas las familias a ayudar a sacar el estanque [...] sacando los baldes, amarrando con un cordelito para bajarlo y después subirlo. (Informante 21, hombre, Coronel)

La temprana declaración del estado de excepción constitucional efectuada por el Gobierno de Bachelet limitó el libre tránsito, implantó los toques de queda y restringió el derecho de reunión. Estas condiciones cambiaron rutinas, como, por ejemplo, las caminatas y las visitas a personas cercanas. Según el relato de testigos, es frecuente el control de identidad de la policía y las fuerzas armadas. Estas últimas instituciones contribuyeron a la restitución del orden social, pues se recuerda que, con la presencia de soldados en las calles, los actos de saqueos fueron erradicados. Este aspecto se vincula al miedo existente hacia los militares con base en la memoria histórica que plantean testigos. Algunos de los testigos asocian el estrés posdesastre a la violencia y la precariedad experimentadas en la dictadura. La cotidianidad, paradojalmente, se recuperó con la implementación del toque de queda y la constante vigilancia de las calles: las personas comentan que sienten mayor seguridad y que pueden dormir con mayor tranquilidad. En Dichato y Coronel, se generó una relación más estrecha con las fuerzas armadas, vinculada a la ayuda que dichas instancias prestaron a las organizaciones comunitarias. Este vínculo se potenció con la vigilancia permanente que implementaron los militares en sectores de estas localidades, tiempo en el cual compartían con las personas pertenecientes a la zona. En palabras de testigos, la presencia militar les brindaba seguridad, contención y apoyo tanto en labores de limpieza como en la organización de los grupos, y mantenían un gran nivel de confianza con la dirigencia de las organizaciones vecinales. Particularmente en Coronel, cuando finalizó el estado de excepción, se organizaron actividades de agradecimientos por la labor que realizaron las fuerzas militares.

[...] ellos a mí me tenían su número de teléfono, y yo los llamaba y yo les decía: "Mire, ¿sabe qué? [tenemos] una emergencia" [...] nos armaron de nuestras cosas de curaciones, porque también pasaron accidentes [...] nos sentimos mucho más seguros [...] nosotros les hicimos hasta [...] una once de despedida [...] los niños les entregaron regalos porque se portaron muy bien [...]. (Informante 5, mujer, Coronel)

La conformación de las nuevas experiencias cotidianas implica regresar a las prácticas realizadas antes de la catástrofe. La restitución de los servicios básicos también simboliza la normalidad, pues eliminó la necesidad de buscar otras formas de conseguir agua. En lo laboral, las actividades diarias se comenzaron a regularizar con la reincorporación de manera paulatina a los lugares y jornadas ordinarias de trabajo.

Socialmente, los relatos advierten una transformación de los vínculos comunitarios conforme avanza el tiempo tras el terremoto. Estos vínculos transitaron rápidamente desde la cohesión comunitaria hacia la desintegración del anclaje social como práctica de ciudadanía. De esta manera, componentes culturales del neoliberalismo emergen en las entrevistas, en tanto la individualización anula el carácter comunitario del afrontamiento de la emergencia. La fragmentación social se vio impulsada por la reorganización de las ciudades y el desplazamiento habitacional que se desarrolló en lugares como Dichato y Lota. Esta última ejemplifica la reestructuración de la localidad, en tanto se trasladó hacia Coronel al grupo de familias cuyas viviendas resultaron inhabitables tras el sismo. En Dichato, la planificación urbana efectuó la expropiación de las viviendas particulares que se ubicaban en el borde costero, trasladando a las familias hacia zonas periféricas de la ciudad. En ambos casos, la nueva organización local se tradujo en la desarticulación de los lazos que van configurando la vida social actual.

3. La reconstitución de la cotidianidad neoliberal en el largo plazo

La configuración de la vida cotidiana a largo plazo refleja rutinas similares a las planteadas en el relato sobre las prácticas realizadas previamente al terremoto de 2010, esbozando algunas diferencias puntuales. Una de las áreas más acentuadas desde el discurso de testigos es la ruptura de los vínculos comunitarios. Esta modificación en la forma de relacionarse, que se sostiene hasta la actualidad, implicó en la mayoría de los casos regresar a una vida cotidiana individualizada, en tanto se mantuvo un contacto distante o nulo con las personas con las que se había establecido un vínculo cercano en momentos de recuperación del desastre. Este aspecto, además, se vio potenciado por el desplazamiento de un grupo de personas que produjo la reorganización de los barrios, como ocurrió en Lota y Dichato. En este punto, se identifican transformaciones urbanas en la localidad de Dichato que afectaron el tejido relacional-comunitario. Esto mismo es reportado por las y los testigos en Talcahuano. En este sentido, se desprende de las entrevistas que la rápida adquisición de bienes materiales y de bienes inmuebles afectó directamente la emergente vida comunitaria, caracterizando a la recuperada cotidianidad de la ciudad como distante, indiferente y con escaso espacio para la solidaridad. No obstante, esta experiencia indicada en las entrevistas presenta singularidades en algunas localidades. Para las y los testigos de Coronel, el poder organizacional desarrollado tras la emergencia de 2010 se mantiene en la actualidad e incide en las prácticas diarias al motivar la participación en el colectivo conformado por vecinas y vecinos.

[...] la cantidad de participantes que iban no superaban el número de 10 [...] actualmente la participación es mucho mayor, eh, te diré que, por ejemplo, la última reunión, que fue hace como dos jueves atrás, habían más de 50 personas, en, en, en asamblea de una población de... de 180 departamentos, ¿ya?, entonces, eh, hay, hay un interés mayor, creció el interés por el tema de las juntas vecinales, de la organización, incluso se habla "oye, ¿por qué no nos organizamos? Por un tema de seguridad", entonces hay otro concepto en el tema de organización. (Informante 6, hombre, Coronel)

Eh... es que lamentablemente acá arriba en esta población es mucha población joven, matrimonios jóvenes y las niñas son, ¿cómo te dijera?, son, eh... fuertes de carácter, son, eh, creídas, si tiene un vehículo, más se creen, no hay humildad, no hay compañerismo [...] somos muy pocas las que nos podemos ayudar unas con otras [...] pero siempre es el mismo grupo que ayuda las demás, son indiferentes a todo y mientras más puedan ayudar, más te pasan a llevar, sobre todo las niñas jóvenes, los matrimonios jóvenes, la gente mayor somos más unidas, somos más afiatadas, somos más, nos ayudamos, pero los demás, cada cual, como se dice, cada cual vive su vida. (Informante 9, mujer, Dichato)

A largo plazo, el trabajo continúa siendo identificado como una actividad central de la cotidianidad. Los cambios en lo laboral se relacionan con cuestiones comunes dentro de este espacio, como la adaptación a una nueva institución, diferentes funciones o incluso el desempleo. Existen aprendizajes comunitarios expresados en las entrevistas, como casos de dirigentas vecinales que valoraron el aprendizaje en la organización territorial posdesastre, sumado al conocimiento de autoridades e instituciones públicas. Por otra parte, el miedo es uno de los factores principales que se mantienen presentes en la vida actual de las personas, en especial para el grupo de adultos mayores testigos del desastre. Lo anterior se materializa en la intranquilidad que les producen los movimientos telúricos, así como también la sensación de inseguridad al aproximarse al borde costero.

Claro, no... con lo que pasó, gente mayor dice: "No, don José, yo no voy pa' abajo, tendría que ser mucho pa' ir a darme una vuelta pa' abajo pa' la playa, no... quedé traumado...", dicen. "No... yo no quiero ya, de acá arriba no más miro pa' abajo el pueblo". (Informante 12, hombre, Dichato)

[...] pero sí sé que se da en gente adulta, quedó con más miedo todavía, más miedo, entonces agarraron una actitud de temor en el fondo, de ansiedad, y lo veo con mi mamá, por ejemplo, que no ha podido superar el tema, viene un temblor mínimo y ella ya se altera mucho, se pone nerviosa, se para, se sienta, quiere salir a la calle, no logra como superarlo, y sé que hay muchas otras personas como mi mamá, generalmente más adulta [...]. (Informante 30, mujer, Talcahuano)

Las y los testigos reconocen que algunas personas han interiorizado conductas preventivas en su cotidianidad. De esta forma, se busca anticipar las consecuencias de un futuro evento catastrófico al mantener agua almacenada en recipientes, manejar una despensa con alimentos en caso de emergencia e incluso conservar muebles atornillados a las paredes de sus viviendas en caso de algún movimiento. Finalmente, un aspecto importante que emerge en los discursos es la baja legitimidad de la institucionalidad de emergencia. Se identificó en los relatos una ausencia de credibilidad en las capacidades de las instituciones gubernamentales, particularmente hacia el accionar de la Oficina Nacional de Emergencia.

[...] antes del terremoto, bueno, quizás había un par de botellas, pero por si se cortaba el agua, pero, ahora, claro, de escuchar, porque yo igual lo hago, mi casa y todo, mi mamá, vecinos y, qué sé yo, gente que conozco, que, claro, estar más preparado en caso de... tienen más botellas de aguas ahí de reservas, alimentos también, mucha gente igual botiquín, que generalmente igual no todos lo tienen, botiquín en caso de alimentos guardados no perecibles, como en ese sentido [...]. (Informante 30, mujer, Talcahuano)

[...] entonces yo prefiero atornillar a la pared y las puertas tenerlas bien aseguradas, cosa que, si hay algo, y no se abra y caigan las cosas abajo, porque yo sé que van a andar a pies descalzos ya y se van a herir los pies, se van a lastimar los pies por los vidrios. (Informante 16, hombre, Penco)

Discusión

Al revisar investigaciones sobre desastres, los asuntos relacionados con la vida cotidiana son tematizados principalmente a partir de resiliencia y salud mental (Dornbach-Bender et al., 2019; Sugiyama et al., 2020), sin considerar necesariamente las cuestiones de prácticas y habitualidades configuradas por la población. Estos últimos aspectos resultan de interés tanto para puntos de vista fronterizos, como la etnometodología, como también para los enfoques psicosociales basados en discursos. El análisis de las narraciones expuestas por las y los testigos tras el desastre de 2010 nos permite vincular esta observación a enfoques foucaultianos relativos a los discursos, la biopolítica y el neoliberalismo. Esto, pues, en el quiebre y recuperación de la cotidianidad en las localidades estudiadas, se "insistirá en la importancia de adoptar una perspectiva fuertemente empírica que respete al máximo la propia lógica de la acción situada y que reconstruya el sentido de cada situación "desde dentro" de la misma" (Martínez-Guzmán et al., 2016, p. 517).

Por otra parte, la reconstrucción de estas memorias locales visibiliza los ajustes a la cotidianidad que se producen en el posdesastre neoliberal. Al respecto, resulta interesante indagar en la relación de apego entre las comunidades y el lugar devastado/recuperado.

Quezada (2020) estudia la "lugarización" de los habitantes de Chanco tras el desastre de 2010, aludiendo en su estudio al apego emocional o "topofilia" (Tuan, 1990) como un componente de la reconstrucción de la memoria. En este sentido, los datos cualitativos obtenidos muestran que la emocionalidad asociada al barrio, a la comunidad y al hogar puede influir en el modo en que se produce la reapropiación de lo cotidiano. Si bien el asunto de la topofilia no es el eje del estudio realizado, existen indicios de que este aspecto conjuga una forma diferenciada de recuperación del "mundo cotidiano" que existía previamente al desastre. De esa manera, en concordancia con lo señalado por Quezada (2020), el imaginario patrimonial de Lota o la representación costera-estival de Dichato convergen de manera más explícita en el modo en que se reconstruye la cotidianidad en estas localidades.

Asociado a lo anterior, la resistencia de la comunidad de Dichato frente a las medidas de relocalización de las viviendas puede ser observada desde dos ángulos. Por un lado, como una reacción derivada del apego emocional de los afectados a sus hogares y lugares relacionales, en concordancia con la lugarización antes mencionada. Por otra parte, expresa una práctica de resistencia comunitaria, en particular de las mujeres de esta localidad (Andersen, Rodríguez, & Balbotín, 2020), como respuesta colectiva al rediseño urbano de la localidad, orientado por marcos de política neoliberal de recuperación del posdesastre (Contreras & Arriagada, 2016). En este sentido, es posible relacionar la idea de capitalismo de desastre de Klein (2012) con la imagen propuesta por Moulian (1997) en el bombardeo del Palacio de la Moneda en septiembre de 1973. Esto porque el desastre ofrece la oportunidad de la tabula rasa para agenciar transformaciones de lo cotidiano que se ajusten al régimen neoliberal.

En el estudio del terremoto de 2010, la perspectiva de los testigos constituye un ámbito relevante por explorar en el largo plazo. Si bien las categorías como afectados y damnificados son transversales a varias investigaciones desarrolladas con posterioridad al terremoto estudiado, la cualidad de testigo no aparece abordada en las publicaciones revisadas, salvo su mención como observadores del fenómeno (por ejemplo, Contreras & Winckler, 2013). En este sentido, la idea de testigo puede ligarse a la noción de acontecimiento propuesta por Foucault, en tanto constituye una ruptura radical "solo manifiesta en sus sentidos discursivos" (Castro, 2011, p. 26). En las narraciones del acontecimiento -como el desastre de 2010-, las y los testigos expresan de manera genuina el discurso agenciado por quien es narrador subjetivo directo de los sucesos que quiebran la cotidianidad. En términos de Pérez (2018), "el acontecimiento rompe las estructuras de nuestra experiencia y de lo previsible" (p. 208), siendo el testigo quien narra lo acontecido y cómo el fenómeno lo moldea y lo transforma. En cuanto al caso del terremoto de 2010, la condición de testigo transita por intervalos más comunitarios de la cotidianidad en el proceso de recuperación de la normalidad neoliberal, más fragmentaria e individualista. Esto emerge como contrario a otras miradas particularmente extendidas en Latinoamérica, como, por ejemplo, la perspectiva de la economía social, la cual plantea una lógica mucho más asociativa, alejada del beneficio privado y la acumulación de riquezas (Fridman & Otero, 2019). Los resultados de investigación, en este sentido, son coherentes con lo señalado por Grove (2010), en tanto que las tecnologías biopolíticas también afectan las formas en que la cotidianidad es inundada por discursos sobre seguridad/inseguridad frente a la incertidumbre, como también frente a la amenaza que representa la naturaleza. Las narraciones de testigos muestran cómo la biopolítica es funcional a la estrategia de recuperación del posdesastre, definida dentro de los márgenes del proyecto neoliberal chileno.

El estudio de la recuperación de la cotidianidad permite además establecer hallazgos en torno a la ruptura de prácticas comunitarias tras el terremoto de 2010. Con el objetivo de contener los primeros efectos del sismo y posterior tsunami, en los lugares estudiados se reconfiguran los vínculos locales, tornándose más estrechos para sobrellevar las consecuencias de la emergencia. Sin embargo, a medida que transcurre el tiempo, los modos de vida sufren cambios en este aspecto y se visibilizan quiebres en las relaciones comunitarias, como es mencionado por Berroeta, Carvalho y Di Masso (2016). Nuevamente, la contradicción entre cotidianidad comunitaria y normalidad neoliberal se expresa, en términos de Silveira et al. (2015), en la aplicación de diversos dispositivos de seguridad que buscan suprimir estas expresiones colectivas para encauzar la respuesta de la emergencia hacia la normalización de la cotidianidad en la forma de "sociedad de mercado". Importa, además, el uso de la excepcionalidad como mecanismo de producción de normalidad (Agamben, 2001). De este modo, la frecuencia de las relaciones de cercanía se debilita a causa de la gestión de distintos tipos de beneficios económicos entregados a escala familiar-individual, facilitando retomar la hiperindividualización como una de las características centrales de la cotidianidad neoliberal (Ortiz, 2014). Los resultados, en este sentido, difieren parcialmente de lo observado por Villagrán et al. (2014), en tanto que los beneficiosos efectos comunitarios en la mitigación de los impactos psicosociales posterremoto de 2010 no se sostendrían en el tiempo, atendido el proceso de normalización neoliberal de la cotidianidad.

Asimismo, tal como expresan las y los testigos, la vida cotidiana inmediata posterior al desastre se ve enmarcada por el malestar social, relacionado con el marco neoliberal y con el uso de tecnologías de seguridad aludido por Foucault y Agamben, entre otros. Esto se expresa en la reconstrucción de los espacios afectados principalmente por el tsunami, tal como dan cuenta las investigaciones de Berroeta et al. (2016), Ugarte y Salgado (2014), así como también Contreras y Arriagada (2016). Esto también indica el modo en que la gubernamentalidad aplacó el surgimiento de subversión de estas comunidades con estrategias diferenciadas. Por ello, tanto el subsidio como la represión son parte de los inventarios biopolíticos de rearticulación de formas de cotidianidad acorde con las reglas del régimen neoliberal. Un ejemplo de aquello es lo ocurrido en localidad de Dichato, en donde se desarrollan manifestaciones para denunciar la falta de claridad en la entrega de información sobre la reconstrucción. En la activación de la acción comunitaria para demostrar descontento, las mujeres adquirieron un rol central dentro del espacio público de esta localidad. En este sentido, los resultados de nuestro estudio concuerdan con los hallazgos de Andersen et al. (2020), y también con la investigación de Fuentes (2010). Esta autora registra cómo el diálogo con el Gobierno de la época es valorado como improductivo frente a la sensación de mayor efectividad de la protesta para lograr que la comunidad fuera escuchada por las autoridades políticas. El proceso descrito se caracteriza por enfrentamientos entre la comunidad y las fuerzas de orden y seguridad, acusando un alto nivel de represión por parte de la policía. Este patrón vuelve a emerger en la ruptura o estallido social de octubre de 2019 en Chile, donde se observa que las cuestiones de orden son relevantes para la reconfiguración de lo cotidiano. Es importante consignar este hito que ocurre casi 10 años después de los acontecimientos relacionados con el terremoto de 2010. La demanda social popular busca romper con el ideario político de dictadura militar, continuado durante la transición a la democracia y sostenido por décadas (Jiménez-Yáñez, 2020). Al igual que en las localidades estudiadas tras el terremoto de 2010, en el estallido social de 2019 la recuperación del orden opera estratégicamente mediante el uso de la fuerza. En ambas ocasiones, se accionan medidas desde el Gobierno nacional, que sin embargo incrementan el descontento impulsando proporcionalmente mayor cantidad de convocatorias a las jornadas de protesta. Existiría un patrón aprendido para reducir las protestas sociales sin recurrir al diálogo o la negociación, en donde, en cambio, prima el uso de la violencia por medio de las fuerzas armadas y policiales, apoyándose en un tipo de discurso público que apela al orden como normalidad cotidiana.

La recuperación de la cotidianidad posdesastre es afectada por la cultura del neoliberalismo, que delimita la individualización de la respuesta, la carencia de espacios para la negociación con organizaciones y el uso de la violencia para resolver eventuales conflictos. La vivencia del terremoto refuerza nociones que permearon las prácticas cotidianas, que son mediadas por acciones gubernamentales operadas a través de una política social "altamente modelizada en términos de mecanismos de regulación asociados al cálculo y rendimiento económico, tales como la racionalización, la evaluación, el individualismo y formas utilitarias de relación social" (Rojas, 2018, p. 141).

Conclusiones

Las vidas cotidianas de las y los testigos del terremoto de 2010 no son inmunes al acontecimiento. Si bien tras el desastre resurgen prácticas comunitarias de corte tradicional, finalmente, los elementos de contenido propios del neoliberalismo delimitan las condiciones estructurantes que definen la vuelta de la cotidianidad tras este desastre. Por consiguiente, la reconstitución de la vida cotidiana en las cinco localidades estudiadas tiende a componerse en función de la individualización, el mercado y la necesidad de seguridad, no obstante que desde los mismos testigos se reconocen algunas diferencias (por ejemplo, Coronel). Por ello, la recuperación de memoria en voz de los testigos permite situar el estudio de la cotidianidad en un campo de creciente interés para las ciencias sociales, como representa la investigación social de los desastres. Para este fin, en el estudio de las y los testigos se categorizaron tres momentos de recorrido de la cotidianidad posdesastre en el largo plazo (ruptura, recuperación y reconstitución).

Las experiencias de las y los testigos del terremoto de 2010 convergen en tópicos discursivos que son importantes en el momento de abordar estrategias para afrontar situaciones de vulnerabilidad territorial. Por ello, resulta interesante identificar el papel del testigo como observador privilegiado de la cotidianidad, en tanto permite diferenciarlo de otros actores del proceso de gestión de un desastre, como, por ejemplo, afectados (damnificados) o actores técnicos de la emergencia (bomberos, servicios sanitarios, servicios de información, entre otros). En este estudio, se analizó el modo en que testigos reportaron la afectación de la vida cotidiana en las localidades de Dichato, Penco, Coronel, Lota y un sector de la comuna de Talcahuano. El supuesto inicial de investigación consistía en que las prácticas comunitarias que emanan en los días posteriores al terremoto tendrían un impacto en la modelación de la vida cotidiana de estas localidades. Sin embargo, los datos cualitativos dan cuenta de que el ajuste de la cotidianidad se ciñe a los términos demarcados por el neoliberalismo. La experiencia compartida tras el desastre no logra remover los sustratos culturales, ideológicos y prácticos del régimen neoliberal en los que discurría la cotidianidad de estas localidades.

Las características geográficas de Chile obligan al país a contar con herramientas tanto políticas como de intervención en situaciones de desastre que, al menos, tengan incorporadas parte de las tensiones expresadas por las y los testigos. En este sentido, cabe recordar que existen aspectos que se cruzan en las entrevistas de las cinco localidades tras la emergencia, tales como emocionalidad, incertidumbre, miedo, grados de desesperación, angustia, preocupación e impotencia por la situación vivida. Las primeras decisiones y acciones realizadas reflejaron el propósito de proteger a las familias y de organizarse con otros. Sin embargo, las retóricas asentadas en el marco ideológico del neoliberalismo influyen en el modo en que se expresa la recuperación de la cotidianidad. Por esto, en las localidades estudiadas, las y los testigos comentan que la erradicación de los saqueos y la restitución de los servicios básicos consolidan el paulatino retorno a la normalidad tras el terremoto. Desde un punto de vista postestructural, el despliegue de estrategias biopolíticas afecta la capacidad de la cotidianidad de mutar hacia formas más solidarias, transversales y democráticas en dichos territorios.

La respuesta a la recuperación de la cotidianidad representa un desafío tanto teórico como político para los diversos campos disciplinarios que estudian fenómenos comunitarios. Esto porque el problema que se presenta frente a una situación transversal como el desastre reside en la creciente contradicción entre cotidianidad comunitaria versus cotidianidad neoliberal. Por ello, la consideración de los modos de producción de la normalidad requiere observar el paradojal uso de medidas excepcionales como mecanismos legitimados desde la gubernamentalidad para tratar situaciones de desastre (por ejemplo, el uso de fuerzas militares y subsidios individuales). La relevancia de este debate está cruzada no solo por la eventualidad de nuevos terremotos que seguramente afectarán el territorio de Chile, sino por la creciente amenaza que representa el cambio climático.

Por último, es necesario interpretar la remisión de la comunidad en el modo de recuperación de la vida cotidiana tras el desastre de 2010. En el largo plazo, las formas descritas en que la ruptura de lo comunitario opera y el modo en que se produce la reintegración de la normalidad neoliberal pueden, eventualmente, volverse contra la propia democracia (Brown 2016), en tanto compelen a los sujetos a retomar sus prácticas basadas en la hiperindividualización, que, en términos de Ortiz (2014), constituyen una característica central de la cultura neoliberal.

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* Este artículo presenta parte de los resultados del proyecto de investigación "Normalización Biopolítica de la ciudad post-catástrofe: Tres décadas de grandes terremotos durante el régimen neoliberal en Chile (1985- 2010-2015)", financiado por ANID-Chile, Fondecyt de iniciación Nº11170939.

Recibido: 18 de Agosto de 2020; Aprobado: 16 de Septiembre de 2021

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