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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.50 no.95 Lima set./dic. 2023  Epub 31-Dic-2023

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.95.1832 

Artículo

Cuidados y familias transnacionales. Miradas desde adultos mayores, madres y padres de emigrantes peruanos1

Care and Transnational Families: Perspectives from Older Adults, Mothers, and Fathers of Peruvian Emigrants

1 Departamento de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Perú. rcavagnoud@pucp.pe.

2 Escuela de Trabajo Social Friburgo, Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes de Suiza Occidental (HES-SO), Suiza. Myrian.Carbajal@hefr.ch.

3 Universidad de Tarapacá (UTA), Chile. cstefoni@gmail.com.

4 Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud, Universidad Católica Silva Henríquez (CISJU-UCSH), Chile. carolina.rmc@gmail.com.

RESUMEN

El artículo explora la organización de los cuidados transnacionales proporcionados a personas mayores en cuyos casos uno de sus hijos radica en el extranjero. A partir de entrevistas realizadas principalmente con madres mayores, se analizan la articulación entre los cuidados recibidos a nivel local y a distancia, las prácticas que brindan para cuidar a familiares, y sus actividades de autocuidado para mantenerse en una vejez «independiente». Los hallazgos confirman el rol central de las familias, en particular de las mujeres, para asegurar un régimen de bienestar a la población adulta mayor y mitigar los efectos de la desprotección social.

Palabras clave: Migraciones internacionales; adultos mayores; familias; género; cuidados transnacionales; autocuidado; COVID-19; Perú

ABSTRACT

This article explores the organization of transnational care provided to older people whose one of their children lives abroad. Based on interviews conducted mainly with older mothers, it analyses the articulation between care received locally and at long distance, the practices they provide to care for family members, and their self-care activities to support themselves in an «independent» old age. The findings confirm the central role of families and, particularly of women, in ensuring a welfare regime for the older adult population and mitigate the effects of social unprotection.

Keywords: International migrations; older adults; families; gender; transnational care; self-care; COVID-19; Peru

Introducción

En el Perú, la conjunción entre el movimiento de emigración y el envejecimiento de la población crea una problemática clave sobre la participación de los migrantes en las necesidades de cuidados de sus padres y madres, envejecidos, que se quedan en el país de origen. En esta perspectiva, el artículo busca analizar la organización y la experiencia de los cuidados transnacionales de un grupo de adultos mayores autovalentes, de ambos sexos y residentes en el Perú, casos en los cuales por lo menos uno de sus hijos/as migró a un país extranjero. A partir del testimonio de estas personas y de un análisis centrado en la agencia de los adultos mayores, se demuestra que la articulación entre las prácticas de cuidados que reciben, brindan y se autoaplican, contribuyen en mantener un modo de vida autónomo y una forma de vejez «independiente» que limitan las necesidades de cuidado y el uso de los mecanismos transnacionales de solidaridad familiar. Asimismo, la investigación recalca el vínculo estrecho entre la problemática de los cuidados y los estudios de género; la importancia que adquieren las mujeres de la familia (principalmente las hijas y nueras) en el acompañamiento de las personas mayores, el mantenimiento de una comunicación constante y la posibilidad de encontrar un apoyo emocional o económico de forma rápida, a nivel local o a distancia, enfatiza las asimetrías entre los sexos que se revelan tanto entre hijas e hijos no migrantes, como entre hijas e hijos migrantes.

El artículo describe primero el contexto sociodemográfico peruano, caracterizado por la emigración y el envejecimiento poblacional, y expone luego las orientaciones teóricas de la investigación, los antecedentes empíricos sobre los cuidados en las migraciones internacionales desde el Perú, y la metodología basada en la participación de las personas mayores en el proceso de recolección de información. La presentación y el análisis de los resultados están organizados en torno a la situación personal y familiar de las personas entrevistadas, el arreglo de los cuidados transnacionales que las afectan, las prácticas de autocuidado que implementan y su vivencia de la familia a distancia mediante el uso de las tecnologías de la comunicación. Las conclusiones evidencian los aportes de la investigación con respecto a la literatura inicial y a la crisis sanitaria producida por la COVID-19. Asimismo, subrayan el rol de las familias y los mecanismos transnacionales de solidaridad en la protección de la población mayor en detrimento de los servicios públicos orientados al cuidado.

Contexto sociodemográfico el en Perú: emigraciones y envejecimiento

Desde la década 1980, la aceleración del proceso de globalización combinada con la ocurrencia de crisis económicas, sociales o políticas ha intensificado las migraciones internacionales desde América latina hacia Europa y los Estados Unidos, y entre los mismos países de la región en una dinámica interregional (Martínez Pizarro & Orrego Rivera, 2016). El Perú es uno de los países que experimentó con más intensidad estos flujos migratorios. Entre 1980 y 2015, el saldo migratorio2 fue estimado, en promedio, en un -4,1‰, mostrando sus niveles más negativos durante los períodos quinquenales 2000/2005 (-6,7‰), 2005/2010 (-8,5‰) y 2010/2015 (-4,2‰) (Cepal, 2020). Según el INEI (2020), el país registró en el período 1990-2018 un total de 3 165 894 emigrantes repartidos entre América del Norte (33,3%), América del Sur (32,1%) y Europa (28,8%)3, lo cual representa casi un 10% del total de habitantes en el territorio nacional respecto al último censo4. El 70,8% de los emigrantes peruanos en este período tenían entre 15 y 49 años en el momento de la migración, una amplia mayoría de ellos (62,1%) se declararon solteros/as, y las mujeres representaron en promedio el 51,6% del total de ambos sexos. Las migraciones peruanas hacia el exterior constituyen pues un fenómeno predominante femenino, al igual que en varios países de América latina (Cepal, 2019), lo cual se corresponde con la tendencia general y heterogénea de «feminización de las migraciones» en la región (Herrera, 2011; Herrera & Sørensen, 2017; Stefoni, 2018; Unda & Alvarado, 2012; Zavala de Cosío, 2021).

En efecto, la migración internacional se ha revelado no solo como una de las principales opciones de movilidad social para las familias, sino también como un camino de realización profesional y personal para numerosas mujeres de clase media y de sectores populares empobrecidos por las crisis económicas ocurridas desde finales de la década de 1980 (Lube Guizardi et al., 2018). La demanda laboral en los países de destino en oficios en los cuales se prioriza la participación de mujeres como las actividades de cuidado de niños y personas mayores explican en particular esta tendencia (Zavala de Cosío, 2021).

Las y los peruanos que emigraron entre las décadas de 1990 y 2010, siendo parte de la población joven o adulta joven (20-44 años), con padres que eran de la población adulta (45-59 años), se encuentran ahora confrontados con el envejecimiento de estos y con la necesidad de provisión de sus cuidados. Al igual que los demás países de la región que han alcanzado una etapa avanzada de la transición demográfica, el Perú presencia un envejecimiento poblacional que plantea desafíos en materia de la salud preventiva, desarrollo de sistemas de pensiones (Aramburú & Mendoza, 2015) e implementación de políticas sociales de lucha contra la exclusión (Olivera & Clausen, 2014). Según el INEI (2021), la población de adultos mayores de más de 60 años pasó del 7% en 1993 al 13% en 2021, y la población de personas mayores de más de 80 años, del 0,5% en 1990 al 2% en 2021, siendo el grupo con mayor tasa de crecimiento (INEI, 2021, p. 45). Por otro lado, el 37,2% de los hogares peruanos tiene entre sus miembros por lo menos a una persona mayor de 60 años (y el 7,5%, a una persona mayor de 80 años) y el 25,1% de estos son encabezados por un adulto mayor (INEI, 2017). Dentro de esta población, el 84,6% de las mujeres y el 73,8% de los hombres presentan algún problema de salud crónico (como artritis, hipertensión, asma, reumatismo, diabetes, tuberculosis, colesterol, etc.), y el 51,2% de las mujeres y el 39,2% de los hombres padecen alguna discapacidad, como dificultades para usar brazos y piernas, ver u oír. Por otro lado, el 38,4% del total de la población mayor de 70 años en el país conforma un hogar de tipo unipersonal (INEI, 2018). Estos datos evidencian un envejecimiento sostenido de la población en el Perú y un peso cada vez más significativo de las personas mayores de edad, representadas mayoritariamente por mujeres.

Cuidados, familias transnacionales y etapas de vida en la vejez

El cuidado transnacional, entendido como «el intercambio de cuidado y apoyo a través de la distancia y las fronteras nacionales» (Baldassar et al., 2006, p. 14), está estrechamente asociado con la noción de familia transnacional, característica del contexto de movilidad humana (Le Gall, 2005). Esta hace referencia a las prácticas y vínculos de afecto y confianza que relacionan a familias geográficamente dispersas contribuyendo a la supervivencia de sus miembros a través de obligaciones mutuas (Parella, 2007). Estos dos conceptos implican abordar la migración internacional no como un solo evento de movilidad de parte de un individuo de un país a otro, sino como una configuración de interacciones entre familiares, separados la mayor parte del tiempo, pero que se sienten involucrados en el bienestar de unos con otros, y mantienen un sentido de «hacer familia» a pesar de la distancia física (Bryceson & Vuorela, 2002). Esta aproximación incluye tres principales características: la combinación de múltiples relaciones familiares transnacionales (consanguíneas y no consanguíneas), el carácter multisituado de sus miembros, y la presencia de roles y obligaciones familiares. Estas están generalmente basadas en relaciones de poder dentro de una familia, que dan lugar a negociaciones o generan tensiones y conflictos entre los miembros no migrantes y/o migrantes. Asimismo, el concepto de «familia transnacional» no se limita a hogares nucleares conformados por padres/madres e hijos, sino que suele incorporar a otros parientes como abuelos, tíos o primos, en la medida en que desempeñan un rol en las prácticas transnacionales y en la reproducción social de las familias (Herrera Lima, 2001). Se engendra así una concepción de las relaciones familiares que forman parte, a pesar de las fronteras nacionales, de un mismo espacio de interacciones entre el país de origen y el de destino, en el cual circulan las prácticas de cuidado y se concreta un sistema de solidaridades familiares transnacionales (Baldassar et al., 2007; Merla, 2014). Por otra parte, Bazo (2012) define el concepto de solidaridad familiar como las relaciones mutuas y el intercambio intergeneracional de apoyos emocionales y materiales entre padres/madres e hijos adultos a través de seis dimensiones: la estructural (distancia geográfica entre las generaciones), la funcional (tipo e intensidad del apoyo), la asociativa (frecuencia de los contactos), la afectiva (intensidad de los sentimientos mutuos), la consensual (grado de acuerdo en valores y creencias centrales) y la normativa (valores e ideas sobre las obligaciones familiares)5.

Al aplicarse a personas mayores de edad, los cuidados transnacionales deben ser analizados considerando tres elementos: la distancia entre el migrante y la persona mayor que requiere cuidados, los recursos del migrante para hacer frente a las necesidades de cuidado, y las circunstancias relacionadas con la evolución del estado de salud y emocional de la persona mayor (Zechner, 2008). Su organización se concreta a través de diferentes prácticas que cubren aspectos afectivos, morales y materiales, como los contactos mediante el envío de cartas y llamadas telefónicas, las visitas y la participación en decisiones en materia de salud y bienestar (Baldock, 2000). Además de la dimensión intergeneracional, se suma una perspectiva de género y la consideración de las relaciones sociales entre hombres y mujeres de una misma familia en la organización de los cuidados tanto locales como transnacionales (Gonzálvez Torralbo, 2013). Asimismo, en contextos de carencia institucional y de políticas sociales de protección hacia la población mayor, los mismos hijos migrantes organizan, a distancia, las condiciones de bienestar de sus padres a través de transferencias monetarias, movilidades entre ambos países y arreglos intrafamiliares de provisión de cuidados (Boccagni, 2011).

Por otro lado, las prácticas de cuidado orientadas a los padres y madres mayores están estrechamente vinculadas con los significados y representaciones sociales de la vejez. Esta constituye una categoría clasificatoria de las personas consideradas por su edad como parte de la población mayor (de 60 o 65 años, según el límite) y deriva de una construcción sociocultural. En efecto, el sentido dado a esta edad de la vida debe ser entendido teniendo en cuenta factores contextuales relacionados con los ámbitos de salud, economía, presencia del Estado, cultura y educación, que asignan roles y experiencias especificas a los adultos mayores (Feixa, 1996) y dan cuenta de la heterogeneidad de este grupo social (Montes de Oca, 2003). La mejora de las condiciones sanitarias y de acceso a la salud plantea nuevas formas de vejez, basadas en patrones culturales que atribuyen a las personas mayores roles positivos, activos y socialmente valorados (Osorio, 2006). Así, dos indicadores permiten diferenciar etapas de vida dentro de la vejez: por un lado el rol social y económico, relacionado con la participación familiar, las actividades de producción y el acceso a ciertos bienes y servicios, y por otro, las capacidades físicas y cognitivas vinculadas con las funciones vitales de las personas (Sokolovsky, 2004). La autonomía resulta ser un factor clave para distinguir a los «viejos-jóvenes», que son personas que presentan una condición física favorable para llevar una vida activa con su entorno conyugal, familiar y social, y los «viejos-viejos», que son personas ancianas cuyo deterioro mental y/o físico requieren numerosos servicios sanitarios y sociales de apoyo (Neugarten, 1999). Estas dos etapas de vida confirman la coexistencia de una vejez «independiente», con capacidad funcional y necesidades moderadas de cuidado, y de una vejez «dependiente», con cuidados indispensables para la supervivencia de las personas. Asimismo, aquellas que pertenecen a la vejez «independiente» se encuentran en capacidad de negociación de sus necesidades de cuidado en el interior de una red de «cuidadores» que incluye a los miembros, migrantes y no migrantes, de su familia, a personas de su comunidad, y otras relacionadas con el mercado y el Estado (Pineda D., 2018). La articulación entre estos cinco actores conforma un «pentágono del cuidado» (De Silva, 2017) que enfatiza la agencia de las personas mayores en la organización de su sistema de cuidado mediante prácticas de autocuidado.

Los cuidados en contextos transnacionales desde y hacia el Perú

Sobre los cuidados en el contexto migratorio internacional desde el Perú, varios estudios se enfocaron en el trabajo de las mujeres en los servicios de cuidado en el país de destino y en su inserción en las llamadas «cadenas globales del cuidado» (Anderson, 2012; Ansion et al., 2009; Arriagada & Todaro, 2012; Tamagno, 2003), mientras que otros analizaron las implicancias de la maternidad transnacional (León Gin, 2014). De manera general, los arreglos familiares para el cuidado de los padres mayores a través de prácticas transnacionales y estrategias de movilidad dependen de la situación económica de los hijos, así como de los derechos sociales y las estructuras institucionales en los países de destino (Horn, 2019).

En las migraciones hacia España, la reunificación familiar autorizada por la política migratoria se plantea como la opción más favorable para que padres se beneficien de servicios sociales, programas de salud pública y tratamientos médicos asequibles adaptados a su edad, además de poder asistir a sus hijos cuidando a sus propios nietos (Díaz Gorfinkiel & Escrivá, 2012). Sin embargo, el desfase cultural entre los contextos de vida y entre las generaciones puede engendrar una discordancia entre las expectativas de cuidados de parte de los adultos mayores y los cuidados proporcionados por sus hijos. Asimismo, cuando los padres prefieren quedarse en el Perú para no dejar su domicilio o su red de amistades y evitar adaptarse a un nuevo estilo de vida (o cuando los hijos no tienen las condiciones materiales adecuadas para acoger a sus padres), los hijos deben definir la manera de proveer los recursos de cuidado recurriendo a los servicios ofrecidos por el mercado (empleado doméstico, enfermero). En el caso del Perú, las estrategias de cuidado de los hijos sustituyen el rol del Estado, el cual no tiene las capacidades institucionales y políticas suficientes para asumir las necesidades de la población mayor de edad. Escrivá (2013) explica cómo los migrantes peruanos a España desarrollan estrategias para acumular y transferir activos al país de origen con la finalidad de responder a las demandas de cuidado en la familia. Si bien la migración permite mejorar la calidad de las generaciones mayores quedadas en el Perú gracias al envío de remesas por los hijos, estos recursos se transfieren a costa de sus posibilidades de ahorro y de inversión para asegurar su propia vejez. En el caso de las migraciones peruanas a Chile, Núñez (2014) observa que las remesas cumplen una función tanto material, al asegurar los medios de vida de los familiares no migrantes, como emocional, al mantener las relaciones transnacionales dentro de la familia. La mayoría de los migrantes son mujeres empleadas en trabajos poco calificados y con escasas posibilidades de movilidad entre ambos países, que muestran una preocupación constante por el bienestar de sus familiares, principalmente de sus hijos y padres, con la que buscan lidiar mediante el envío de dinero y regalos. Esta práctica, combinada con las llamadas telefónicas, contribuye a afirmar una autoridad de los migrantes y a conservar cierto poder dentro de la familia.

A partir de un enfoque etnográfico multisituado entre Italia y el Perú, Skornia y Cienfuegos Illanes (2016) explican que las migrantes suelen delegar las responsabilidades de cuidado de sus padres a otras mujeres de la familia, en particular a sus hermanas, o a mujeres contratadas a tiempo parcial o completo. Las remesas constituyen pues un apoyo vital para aquellos mayores que no tienen acceso a un seguro de salud ni a una pensión. Resulta que las mujeres migrantes suelen enviar remesas más elevadas que sus hermanos, mantienen una comunicación más constante con sus padres y los visitan con mayor frecuencia. Estas desigualdades intrafamiliares de género en la división de las responsabilidades de cuidado fueron analizadas en otros contextos de migración desde los países andinos (Herrera, 2008; Salazar et al., 2010; Zapata Martínez, 2016). Se encuentran reforzadas por la carga de trabajo doméstico y asalariado, frecuentemente excesiva, que enfrentan las mujeres en el país de destino, lo que contribuye a un desánimo por mantener el ritmo en las llamadas e incluso en el envío de remesas (Skornia & Cienfuegos Illanes, 2016, p. 39). En paralelo, la permanencia de padres mayores en una actividad laboral hasta una edad avanzada, representa una práctica relativamente común en el país de origen para sobrellevar la separación familiar, contrarrestar posibles situaciones de dependencia y no representar una carga para los hijos. En otros casos, los migrantes transnacionales cumplen con sus responsabilidades familiares optando por una estrategia de cuidado tradicional en los Andes peruanos, basada en la práctica del «child fostering», y que consiste en una adopción informal, y a menudo temporal, de sus hijos por parte de las abuelas para crear un cuidado mutuo (Leinaweaver, 2010).

A partir de una encuesta realizada en Junín (Andes centrales del Perú) con personas no migrantes mayores de 50 años que tienen hijos en el extranjero, de Bruine et al. (2013) enfatizan dos principales aspectos sobre la provisión de cuidados transnacionales: el envío de remesas como fuente de apoyo moral, y las prácticas de «conectividad» para entretener el contacto (teléfono, redes sociales) y el intercambio de productos (ropa, alimentos). Asimismo, la continuidad en la provisión de cuidados transnacionales da a la familia su carácter «transnacional», lo cual está condicionado por la calidad de las relaciones familiares entre los migrantes y no migrantes. Sobre el sentido del concepto de «familia transnacional», Parella (2007) observa que los migrantes ecuatorianos y peruanos que se encuentran en España comparten con sus familiares las mismas prácticas orientadas hacia la reproducción social y doméstica, por medio de vínculos materiales, afecto y cuidado. La autora enfatiza los numerosos casos de reagrupación de los adultos mayores con sus hijos (y nietos) migrantes en la sociedad de acogida, donde los servicios sanitarios y de cuidado suelen ser más valorizados que en el Perú. En particular, las mujeres migrantes optan por llevar a sus madres en España y darles la responsabilidad de cuidar a sus nietos (p. 178), lo cual contribuye también a mantener «la tradición familiar y las formas de vida del país de origen» (p. 179). Por último, Horn (2017) muestra, a partir de una encuesta aplicada a migrantes peruanos alrededor del mundo, que estos presentan una mayor propensión a viajar y visitar a sus familiares en el país de origen después de llegar a la edad de la jubilación, cuando se combinan los recursos económicos y la disponibilidad de tiempo.

Algunas investigaciones realizadas en otros contextos distintos del peruano y latinoamericano se enfocan en el punto de vista de las madres y padres en el marco de las relaciones familiares transnacionales. Baldassar (2008) analiza las emociones de ausencia y de nostalgia entre migrantes italianos en Australia y sus madres que quedaron en Italia, que se manifiestan a través del discurso, la expresión corporal y las acciones. La autora subraya la importancia de las herramientas de comunicación para crear una forma virtual de copresencia que asegure un sentimiento de cercanía familiar y de bienestar para las madres mayores. En el caso de las migraciones de Bolivia a Argentina, Bastia et al. (2021) analizan las desigualdades entre los padres y madres de hijos migrantes que radican en zonas urbanas y periurbanas con un mejor acceso a servicios de salud, y aquellos que viven en zonas rurales. Mientras que los primeros tienden a aprovechar las oportunidades profesionales de sus hijos para mejorar sus condiciones de vida, involucrarse en un mismo proceso de movilidad social y superar la tristeza ocasionada por la separación con sus hijos, los segundos se enfrentan a servicios de salud más precarios, menores remesas y el mantenimiento de una economía campesina empobrecida que agudiza el sentimiento de pérdida material y emocional surgida por la salida de los hijos. Por último, Sun (2021) muestra, a partir de un trabajo etnográfico longitudinal, cómo los migrantes entre los Estado Unidos y Taiwán reevalúan sus necesidades personales, así como sus vínculos de pertenencia social con el país de origen, con los miembros de su familia y con su comunidad, a medida que envejecen. La migración transnacional configura la transición a la edad adulta mayor y para ello desarrolla el concepto de «temporalidades de la migración».

Los antecedentes empíricos permiten apreciar el arreglo de los cuidados transnacionales hacia los adultos mayores que se quedan en Perú, principalmente mediante las remesas, llamadas telefónicas o visitas, mencionadas en todas las investigaciones citadas. No obstante, ellas han priorizado el punto de vista de las hijas e hijos migrantes, prestando menos atención a la subjetividad de los padres y madres, así como a sus prácticas cotidianas para mantenerse activos y hacer frente a la distancia que los separa de algunos de sus hijos. Este artículo busca llenar este vacío al proponer un análisis centrado en la agencia de los adultos mayores y la organización de sus modos de vida.

Una recolección de información basada en el relato de las madres

Los resultados presentados a continuación son parte de una investigación de corte cualitativo, multisituado e intergeneracional, realizada con migrantes peruanas y peruanos en Suiza (14 casos) y Chile (10 casos), y con personas mayores en el Perú (10 casos), que son en su mayoría las madres de las y los emigrantes hacia los dos países mencionados (tabla 1). El objetivo del estudio fue describir y analizar las estrategias de cuidado transnacional implementadas y utilizadas por personas migrantes peruanas que viven en Suiza y Chile, así como sobre la forma en que sus padres en el Perú, es decir desde el país de origen, perciben y experimentan el cuidado transnacional proporcionado por sus hijos. El presente artículo se enfoca en el análisis de los datos recogidos en el Perú a partir del relato y testimonio de las madres y de los padres de los hijos migrantes, por lo que no aspira a comparar los resultados entre los dos países de migración de sus hijos, sino a aproximarnos a la comprensión que entregan las personas mayores respecto de estos cuidados. Para ello, seleccionamos las 10 entrevistas a personas mayores (ocho mujeres y dos hombres6) residentes en diferentes ciudades del país (Lima, Arequipa y Trujillo). Las personas fueron contactadas en ocho casos gracias a sus hijas e hijos migrantes previamente entrevistados en Suiza y Chile en el marco de la investigación, y en dos casos mediante contactos personales. Por tanto, el muestreo fue a la vez intencional y aleatorio. Reúne a personas mayores que se encuentran en una situación de autonomía física y cognitiva y que, a pesar algunos problemas de salud, pueden organizar su vida cotidiana y sostener una conversación basada en el intercambio de preguntas y respuestas. Las entrevistas fueron coordinadas individualmente mediante llamadas telefónicas o el servicio de mensajería WhatsApp, tuvieron una duración promedio de una hora y se realizaron, según la disponibilidad de cada persona, en una o dos sesiones. Asimismo, estas se organizaron en torno a siete bloques de preguntas que permitieron recorrer distintos aspectos y momentos de su vida en relación con los cuidados: (a) situación personal y familiar, (b) información sobre sus hijos e hijas migrantes, (c) contexto social en el momento de su migración, (d) experiencia de los adultos mayores en sus viajes y visitas en el país de destino de sus hijos, (e) organización de los cuidados, (f) estado de salud en el contexto de la COVID-19 y (g) expectativas en torno a los cuidados. Las entrevistas se llevaron a cabo entre noviembre de 2020 y octubre de 2021, mediante conversaciones telefónicas que contaron con el consentimiento informado de cada persona y su autorización para proceder con la grabación del intercambio. Asimismo, estas fueron integralmente transcritas y analizadas a partir de un marco de codificación aplicado transversalmente a todo el corpus con la ayuda del programa MAXQDA. Los nombres de los participantes fueron modificados para mantener su anonimato.

Tabla 1 Información general sobre la muestra de adultas mayores entrevistadas 

N.º Nombre Lugar de nacimiento Edad Estado civil Profesión Fecha de la entrevista País de migración del hijo/a Entrevista a hijo/a
1 Emilia Lima 73 Divorciada Costurera, repostera, masoterapeuta 28/11/2020 Suiza
2 Martha Arequipa 76 Casada Enfermera jubilada 3/12/2020 Suiza
3 Soraya Trujillo 66 Viuda Empresaria 17/12/2020 Suiza No
4 Violeta Huancavelica 73 Viuda Profesora jubilada 11/1/2021 Suiza
5 Alan Trujillo 84 Casado Médico jubilado y docente 28/1/2021 Suiza
6 Melina Arequipa 69 Casada Ama de casa 13/3/2021 Suiza
7 Ericka Lima 64 Casada Comerciante 22/3/2021 Chile
8 Julio Piura 71 Casado Comerciante 22/3/2021 Chile
9 Deysi Lima 77 Casada Ingeniera civil 22/3/2021 Suiza
10 Teófila Piura 72 Casada Empresaria 13/10/2021 Chile No

La originalidad de la investigación es la de haber realizado entrevistas con mujeres y hombres mayores de edad para recoger su testimonio acerca de los cuidados que reciben de parte de diferentes familiares, incluyendo a su hija/o migrante, y de sus expectativas al respecto. Asimismo, las entrevistas se realizaron durante la crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19, lo que provocó el surgimiento de nuevas necesidades de cuidado producto del riesgo que significó el virus en la población de personas mayores. Este contexto inédito añadió una particularidad al levantamiento de la información, puesto que las entrevistas tuvieron que realizarse de manera telemática (por teléfono, Zoom o WhatsApp), para no exponer a las personas mayores a riesgos de contagio y respetar así sus propias preocupaciones de autocuidado. La edad promedio de las entrevistadas fue de 73,1 años (rango de 64 a 84 años) y presentan diversas situaciones civiles (casadas, viudas y divorciadas).

Situación personal y familiar de las adultas mayores entrevistadas

En primer lugar, pocas de las personas entrevistadas mencionan estar afectadas por problemas de salud y las que indican un inconveniente de este tipo estiman que son problemas «controlados» por los que reciben una atención adecuada (tabla 2). Esta característica confirma el hecho de que las personas que conforman la muestra son adultas mayores autovalentes que se encuentran en condiciones físicas y cognitivas suficientes para involucrarse en una conversación con una persona ajena a su entorno social, quedarse concentradas durante toda la entrevista y responder en detalle sobre su situación personal y familiar. Con respecto a su situación socioeconómica, se revela cierta heterogeneidad de las condiciones de vida; algunas tienen ingresos procedentes del cobro de alquileres y de su patrimonio personal, mientras que otras viven de una jubilación personal y/o de su pareja, y otro grupo no percibe ninguna renta y no se beneficia de ningún seguro de salud (ni privado ni público), por lo que se encuentran en la necesidad de seguir trabajando para subsistir, principalmente en actividades comerciales independientes. En el contexto de la crisis sanitaria, las personas mayores que reciben una pensión o se benefician de la pensión de su pareja no tuvieron que reanudar su ocupación al terminar el período de confinamiento obligatorio. No obstante, las personas cuyos ingresos dependen mayormente del negocio familiar (casos de Ericka, Julio y Teófila) se encontraron con la necesidad de reactivar su empresa al levantarse las restricciones de movilidad.

Tabla 2 Información personal y familiar sobre la muestra de adultas mayores entrevistadas 

En cuanto a su descendencia, las personas entrevistadas tienen entre dos y cinco hijos cuya edad se extiende entre los 26 y 52 años. Estos se sitúan entonces en la adultez y casi todos tienen al menos un hijo, por lo cual todos los entrevistados son abuelas o abuelos al menos dos veces. En la repartición entre hijos migrantes e hijos no migrantes, se observa cierto equilibrio entre aquellos que radican en el extranjero y aquellos que siguen viviendo en el Perú. Además de Suiza y Chile, los demás países de destino de los hijos son relativamente diversos, ubicándose tanto en Europa (Alemania, España) como en América del Sur (Argentina) y América del Norte (Estados Unidos). Cabe notar que todos los hijos migrantes están integrados en el país de destino; tienen por lo menos 10 años de residencia en este, están en una unión estable con una persona de este país (o se divorciaron de ella), tienen hijos nacidos de esta relación, presentan una trayectoria profesional consolidada, una red social activa y, en el caso de los migrantes a Suiza, manejan el idioma francés. Los oficios que realizan pertenecen al sector de los servicios (médicos, enfermeros, profesores, administradores, arquitectos, ingenieros) y se caracterizan, aunque no se dispone de datos exactos al respecto, por ingresos sustantivos. En cuanto a los hijos no migrantes, comparten una situación familiar parecida a sus hermanos y muestran cierta homogeneidad en las posiciones socioprofesionales ocupadas (abogados, médicos especialistas, profesores, empleados y trabajadores independientes del sector formal). Con algunos matices, la muestra agrupa a adultas mayores e hijos que pertenecen a sectores de clase media urbana.

La organización de los cuidados y la importancia de las figuras femeninas en la recepción de afectos y compañía

Todas las personas entrevistadas reciben por lo menos una forma de cuidado de parte de sus hijos e hijas, tanto de quienes se encuentran en el Perú como de quienes se encuentran en otro país (tabla 3). En ambos casos, las personas entrevistadas refieren a la importancia que adquieren las mujeres de su familia (principalmente hijas o nueras), pues a ellas pueden recurrir con mayor facilidad cuando lo necesitan. Destaca también la importancia que asignan a sentirse acompañadas. Si bien los hijos brindan distintas formas de cuidado, las mujeres entrevistadas ponen énfasis en los vínculos afectivos, en no pedir ayuda explícita a sus hijos e hijas, y en evitar los conflictos que pudieran generarse entre ellos al organizar las estrategias de cuidados. Para quienes están en el Perú, los cuidados recibidos se vinculan con llamadas telefónicas y/o visitas (casi) cotidianas, la gestión de los pagos de facturas y cobros de alquiler para asegurar el mantenimiento del hogar, algún apoyo económico, la compra de alimentos y preparación de la comida con los hijos e hijas corresidentes. Los cuidados se concretan, entonces, cuando los hijos se encuentran en el Perú, por un conjunto de apoyos tanto materiales como emocionales. Adicionalmente, otros familiares no migrantes pueden complementar estas prácticas. Tal es el caso de los nietos, quienes llaman frecuentemente y los ayudan en el manejo de las tecnologías y redes sociales; las primas u otras parientes de su misma edad, con quienes tienen una comunicación sostenida; y la nuera, que es una figura frecuentemente mencionada.

Mi segunda nuera, que es peruana, para mí ella es una hija más, es la hija que no tengo acá, es una chica muy cariñosa, se preocupa mucho por nosotros igual que por sus padres. (Deysi, 77 años)

Tabla 3 Organización del cuidado a nivel local y a distancia recibido y/o brindado por las adultas mayores entrevistadas 

La mitad de las entrevistadas hace referencia al soporte de otros familiares mediante distintas formas de apoyo emocional (y no financiero) que participan en el sentimiento de sentirse acompañadas. En dos casos, una persona empleada por la familia ayuda a realizar las labores domésticas, lo que constituye un soporte importante en la gestión del hogar.

Sobre los cuidados brindados por los hijos que se encuentran en el extranjero, el envío mensual (u ocasional, sujeto a la necesidad de los padres y recursos de los hijos) de dinero y la comunicación regular mediante llamadas telefónicas y el uso del servicio de mensajería WhatsApp, constituyen prácticas generalizadas. A estos apoyos de corte económico y emocional, se suman las visitas anuales o bienales de las hijas al Perú (en algunos casos con los nietos) y la posibilidad de financiar el viaje de las madres y/o padres a Suiza para quedarse un máximo de tres meses. Para algunas personas, la recepción mensual de dinero por parte de su hija en el extranjero mitiga la necesidad de trabajar, y para la mayoría de ellas las remesas equivalen a una especie de «pensión familiar» que sirve para cubrir una diversidad de gastos incluyendo alimentación, medicamentos, atención de salud o compra de ropa y artefactos. Estos envíos ayudan a mejorar las condiciones de vida cotidiana de las personas mayores y a no depender de otros familiares. Si bien la muestra es relativamente reducida, resulta pertinente comparar los apoyos brindados por hombres y mujeres, distinciones que realizaban quienes tenían hijos e hijas. En estos casos, se relevaba un mayor acompañamiento de sus hijas, tanto en el envío de dinero como en la comunicación regular.

Con mi hija me puedo comunicar más fácilmente y sobre todo que ante alguna necesidad, tengo eco, o sea, ella es la que me apoya. Yo tuve la vivencia que a mi esposito le encontraron unos tumores en el cerebro y tuvo 13 años de enfermedad y ocho años postrado, y no digo que los hijos no ayudan, pero mi hija siempre me decía «Mamacita, todo lo que mi papi necesite», etcétera. Para mí, las hijas mujeres somos una bendición de Dios. (Violeta, 73 años)

La inclinación frecuente en enfatizar el rol de las hijas mujeres, tanto migrantes como no migrantes, se prolonga a través de la insistencia en los «buenos oficios» de las nueras de forma complementaria a las hijas o de sustitución a ellas cuando se encuentran en el extranjero.

Entonces mis hijos siempre están también atentos y más bien me dicen «Mamá, por qué no me has avisado», entonces, ya, bueno, pero sí, o sea, más acudo a mis nueras que a mis hijos. (Deysi, 77 años)

Los mandatos de género referidos a la mayor participación de las mujeres de la familia en las responsabilidades de cuidado están presentes en todos los relatos de las madres y se manifiestan en las dimensiones tanto material como emocional, sea a nivel local o a distancia. Esta diferencia entre los sexos en el involucramiento por el bienestar de las madres y madres mayores revela asimetrías de rol enraizadas en la dinámica de las familias y una organización del cuidado basada en una articulación entre consideraciones morales y estructuras de género.

Las madres no suelen estar involucradas en las discusiones entre hijos para la toma de decisiones sobre los cuidados que cada uno se compromete a brindar según sus recursos económicos, tiempo disponible y predisposición personal. Por eso es difícil observar cómo se construyen las diferencias y desigualdades de género en la provisión de cuidados transnacionales. A pesar de estas asimetrías, no necesariamente cuestionadas, las entrevistadas manifiestan una satisfacción sobre los cuidados que les proporcionan sus hijos y un sentimiento de sentirse «apoyadas» y «tranquilas». De hecho, estos soportes respaldan su autonomía en el manejo de su vida cotidiana, pero no la sustituyen.

Asimismo, enfatizan una comunicación fluida y regular entre sus hijas e hijos y/o entre los migrantes y no migrantes para ponerse de acuerdo sobre las necesidades que pueden encontrar, junto o no con su pareja. Por tanto, ningún caso de conflicto entre hermanos fue mencionado, ni situaciones de abandono de parte de los hijos. Las expectativas de cuidados hacia los hijos que se encuentran en el Perú se inscriben en un deseo de continuidad. Una constatación idéntica se observa en el caso de los hijos que viven en el extranjero; esperan mantener la misma frecuencia en sus comunicaciones con ellos y seguir recibiendo el monto, generalmente mensual, de remesas. Adicionalmente, cuando se acabe la suspensión de movilidad internacional y de viajes aéreos por efecto de la pandemia, algunas entrevistadas aspiran a retomar el régimen de visitas, anual o bianual, propio del período anterior a la crisis sanitaria.

Por otro lado, se observa una participación regular de las personas mayores en las prácticas de cuidado hacia sus nietos, en una dinámica de reciprocidad en la que el rol de las mujeres (en este caso de las abuelas) sigue siendo predominante. La comunicación constante desde el Perú con los nietos que residen en Suiza o Chile les permite estar informadas de su vida cotidiana y eventualmente aconsejarlos en distintas situaciones que encuentran en el colegio o en la relación con sus padres. Al viajar a este país, estas atenciones se convierten en formas presenciales de cuidado que se complementan con el rol de los padres ocupados en sus actividades profesionales. En paralelo, una mayoría de abuelas se involucran con las responsabilidades de cuidado hacia sus nietos presentes en el Perú, en particular entre los padres que trabajan y no pueden hacerse cargo de las tareas de alimentación y de acompañamiento de sus hijos en el día a día. Estos arreglos familiares evidencian la reciprocidad de favores y apoyos entre las generaciones en las prácticas de cuidado; las abuelas y abuelos reciben diferentes formas de cuidado de parte de sus hijos y, a cambio, brindan cuidado a sus nietos y alivian a sus hijos de estas responsabilidades domésticas. Este intercambio muestra el carácter fluido de las prácticas de cuidado y muestra que las personas mayores se encuentran en una etapa de vida activa y caracterizada por problemas de salud moderados que no comprometen ni su autonomía ni su atención altruista.

La autonomía en las prácticas de autocuidado: una vejez «independiente»

Las personas entrevistadas dan cuenta de prácticas de autocuidado altamente valoradas por ellas mismas. Casi todas mencionaron una serie de actividades cotidianas que les son muy importantes para mantenerse activas y en buenas condiciones físicas; la preocupación por una buena alimentación y el consumo de productos naturales o de vitaminas, la realización de ejercicios físicos desde el hogar, la crianza de animales o las consultas con médicos particulares, les aseguran una capacidad de control sobre su vida cotidiana (tabla 4). Estas personas se encuentran en una etapa de vida activa caracterizada por la autonomía y un nivel moderado de vulnerabilidades y de necesidades de cuidado. Los problemas de salud que enfrentan (presión arterial, caída de dientes, várices) se pueden controlar sin mayores inconvenientes y prevenir gracias a prácticas de autocuidado que suelen realizar con el apoyo de su pareja y/o de los hijos corresidentes o viviendo cerca de ellas (mayormente sus hijas).

Tabla 4 Prácticas de autocuidado, percepciones sobre la familia a distancia y experiencia de la pandemia 

En la categoría del autocuidado se encasillan las actividades laborales que permiten a las adultas mayores asegurar ingresos y limitar el pedido de dinero a sus hijos, así como mantenerse concentradas en objetivos personales y circunscribir los factores de deterioro físico consecutivo del avance en la edad. Esta doble intención en el desarrollo de una ocupación económica refuerza el deseo de autonomía y la inscripción de su vida cotidiana en una forma de vejez «independiente», que se ha ido adaptando a las limitaciones impuestas por la crisis sanitaria.

Sí, yo trabajo con internet, con WhatsApp, porque tengo mis clientes. Yo vendo productos de belleza y, entonces, me comunico con ellos por este medio. Así hago mi negocio ahora. Antes era presencial, ahora todo es virtual. Mi esposo tiene movilidad, entonces con él yo reparto. (Teófila, 72 años)

El trabajo permite a las personas mayores socializarse, fijarse objetivos, darse satisfacciones y limitar las necesidades de cuidado. Esta forma de autocuidado se manifiesta de manera repetida en las entrevistas, junto con el ejercicio de actividades físicas como la práctica de la bicicleta estacionaria o sesiones colectivas de gimnasio (realizadas de manera virtual durante la pandemia). Se puede incluir también la participación en actividades religiosas en la iglesia del barrio como forma de socialización y compromiso con la comunidad, lo que ayuda a superar las incertidumbres individuales de la edad y los temores relacionados con el contexto sanitario.

Nosotros trabajamos y así tratamos de cuidarnos. También tomamos cosas calientes con limón y más que todo alabamos a nuestro Dios. Eso es como tomarnos una pastilla, yo tengo mucha fe en el Señor. (Ericka, 64 años)

De manera general, las personas mayores insisten en la importancia de las relaciones sociales, fuera de su entorno familiar, y en su voluntad de aprovechar el tiempo pasado con sus amistades, de manera presencial o a través de las redes sociales. Las entrevistadas expresan la tendencia a un modo de vida autosuficiente en su experiencia del envejecimiento y caracterizado por necesidades limitadas de cuidado. Una mayoría de ellas no exige ni pide dinero de sus hijos y experimentan un proceso de individuación y una forma de vivir la vejez que redefinen la manera de relacionarse con las otras generaciones familiares. Esta búsqueda de autonomía confirma la vivencia de una vejez «independiente» que se acompaña de una ausencia de imperativo, para los hijos, de contratar los servicios de un profesional o recurrir a las ofertas del mercado.

Durante el contexto de pandemia, las prácticas de autocuidado tuvieron que adecuarse a las limitaciones de movilidad. Superada la primera etapa de confinamiento y la obligación aplicada hasta finales de julio de 2020 de quedarse en el domicilio para evitar un aumento de los contagios, las personas entrevistadas mantuvieron rutinas parecidas al período previo a la pandemia, que se caracterizaban por la realización de labores domésticas, la preparación de las comidas o el ejercicio de actividades físicas en casa. Las diferencias tuvieron que ver con la imposibilidad de realizar personalmente las compras, por lo que se debían encargar a algún familiar más jóvenes o a taxistas; y la dificultad para encontrarse presencialmente con los familiares y las amistades o seguir participando en actividades en la parroquia del barrio.

La vivencia de la familia a distancia mediante las tecnologías de la comunicación

La experiencia de la distancia es una de las mayores características de las familias transnacionales cuyos miembros se reparten en diferentes países. La migración de los hijos fue el primer momento clave en la vivencia de la distancia y dio lugar entre las entrevistadas a la reminiscencia de recuerdos dolorosos de separación y de incertidumbre.

Me gustaría que él vuelva porque cuando él se fue yo lloré mucho. Estuve sufriendo como cerca de un año. Él prácticamente era mi engreído... Uno los quiere igual, pero siempre hay uno que a veces necesita más de apoyo, y era yo la que lo apoyaba bastante; en el sentido de que siempre le daba. (Teófila, 72 años)

Las circunstancias de salida se justificaron en ese entonces por proyectos de estudios universitarios en el país de destino o por nuevas oportunidades laborales que representaban una alternativa a las precarias condiciones de trabajo en el Perú. Desde el punto de vista de las madres, la emigración de los hijos tanto a Suiza como a Chile constituye un factor innegable de movilidad social. Si la duración del viaje no podía ser inicialmente programada, la instalación de los hijos y su posterior integración social y profesional en el país de destino convirtió la migración en un proyecto de largo plazo y significó una ruptura con el modo de vida en el país de origen. La distancia geográfica entre el Perú y Suiza o Chile genera cierta preocupación para las madres de familia y hace imposible la opción de encontrarse con facilidad y regularidad. Cuando los hijos se emparejan y forman una familia con una persona del país de destino, la distancia se hace sentir con mayor fuerza para las madres y revela una individuación de sus trayectorias y un alejamiento de la familia de orientación, es decir, la familia con la cual cada migrante creció y se educó.

Con mi esposo nos acostumbramos a vivir solos y ya los hijos tienen su vida hecha también, solos. No creo que sea un estorbo para ellos, pero sí ya cada matrimonio tiene su vida hecha y debe vivir solo. (Martha, 76 años)

La experiencia de ser madre y padre a distancia se sostiene entonces por un uso extensivo de las tecnologías virtuales para mantener una comunicación fluida con los hijos y nietos. La existencia de los servicios de mensajería instantánea mediante internet permite enviar noticias de manera constante, intercambiar fotos y enviar mensajes de audio para transmitir opiniones sobre asuntos familiares importantes y eventualmente tomar decisiones sobre la vida de las madres y padres en el Perú. El uso de estas herramientas es más frecuente para comunicarse con las hijas, consideradas como más pendientes del estado emocional o de salud de las madres, y alimenta el sentimiento de «hacer familia» a pesar de la distancia. Esta posibilidad de «sentirse juntos» puede ser matizada en algunos casos correspondientes a las migraciones a Suiza, en los que la crianza de los nietos en un sistema cultural alejado al de los abuelos puede traer consigo un distanciamiento afectivo y simbólico.

Nos comunicamos casi todos los domingos por Zoom, y ellos me saludan así, en castellano. Pero, más que todo, ellos hablan francés porque la esposa de mi hijo, la mamá de mis nietos, es francesa, ella es gringa, pues. (Alan, 84 años)

Por otro lado, los cuidados que proporcionan los hijos, y más particularmente las hijas, migrantes mediante el envío de remesas y llamadas, revelan una cierta frustración de parte de las madres que admiten la nueva orientación que ha tomado la trayectoria de sus hijos e hijas al establecerse en un país extranjero.

Mi hija se preocupa bastante por nosotros, pero a veces no puede hacer nada, pues, de lejos es imposible. Yo la extraño muchísimo porque es mi única hija mujer, pero es decisión de ella, es su vida y veo que está contenta, tiene un esposo que es un chico bueno, muy responsable y un padre bueno; entonces, yo digo, si su felicidad está allá, pues está bien. Yo siento que ella extraña, sobre todo a nosotros, a la familia, pero está bien. (Deysi, 77 años)

Aunque pueda existir un desfase en los modos de vida entre los adultos mayores en el Perú y sus hijos migrantes en países como Suiza o Chile (u otros), se mantienen mecanismos de solidaridad que permiten concretar prácticas de cuidado en una dinámica de familia transnacional. Si bien, desde el punto de vista de las madres, los hijos migrantes se encuentran inmersos en un universo cultural distinto, ellos mismos mantienen una preocupación constante por la atención a sus padres (o solo a la madre en caso de fallecimiento del padre) y un sentido de «hacer familia» a pesar de la distancia. La migración engendra una forma transnacional en las relaciones sociales dentro de la familia, pero no significan una ruptura en las prácticas de cuidado desde una concepción colectiva en el país de origen hacia una más individualista en el país de destino. A pesar de la distancia cultural y una forma no necesariamente deseada de ser abuelas, los mecanismos de la red familiar transnacional se activan en determinados momentos según las circunstancias y necesidades. Aquí, nuevamente, el uso de las tecnologías de la comunicación y de las redes sociales desempeña un rol indispensable para el intercambio cotidiano de información.

Cuando yo estuve enferma, ellos me llamaban casi todos los días, preguntándome cómo me sentía, si me sentía mejor. Sí, ellos siempre están pendientes porque ya es bastante con tenerlos ausentes. (Martha, 76 años)

Por último, la experiencia de la pandemia ha sido asociada por la mayoría de las personas entrevistadas a un período de ansiedad y angustia por la incertidumbre relacionada con el cierre de las fronteras, la paralización de la actividad económica y la exposición individual y de familiares al riesgo de fallecer. La incidencia mayor del virus hacia la población mayor de edad motivó un confinamiento voluntario posterior al confinamiento obligatorio y un régimen estricto de visitas y de vida social. Para las personas mayores, enfrentar esta situación inédita estuvo acompañado de una intensificación en el uso de las tecnologías mediante internet y las redes sociales. Esta contribuyó a una comunicación permanente con los hijos y nietos que radican lejos del país para aliviar el peso de la distancia física y la ansiedad provocada por la crisis sanitaria.

Yo diría que la pandemia ha tenido consecuencias más favorables en la relación con sus hijos porque nos ha unido más. He visto la calidad de hijos que tengo que me apoyan mucho; entonces, la verdad que no pensé que iban a ser así y yo me siento bendecida de eso, me siento bendecida de tener unos hijos como los que tengo, somos muy unidos. (Teófila, 72 años)

De manera general, se observa cierta agilidad de las personas entrevistadas con el uso de las tecnologías de la comunicación al ser parte de una familia transnacional, lo cual refuerza la autonomía evidenciada a través de sus actividades cotidianas de autocuidado y su vivencia de una vejez «independiente».

Discusión y conclusiones

La relevancia de la investigación está en haberse enfocado en el testimonio y la percepción de las personas mayores sobre los cuidados que reciben, brindan y autoaplican en un contexto de migración internacional y de vivencia de familia transnacional. Los hallazgos confirman el aporte de remesas y la importancia de las prácticas de conectividad entre los hijos migrantes y las madres que se encuentran en el Perú para asegurar un apoyo emocional a través de una forma de copresencia virtual y, de este modo, cuidar la salud mental de las personas mayores. Estas dos formas de vínculo social observadas de manera constante antes de la pandemia y durante la crisis sanitaria, hacen eco de análisis anteriores sobre los cuidados transnacionales desde y hacia el Perú (de Bruine et al., 2013; Núñez, 2014; Parella, 2007) y en otros contextos migratorios (Baldassar, 2008). De igual manera, se subraya el rol preponderante de las hijas y, en su ausencia, de las nueras, como figuras femeninas que aseguran las necesidades y expectativas de cuidado de las personas mayores quedadas en el país de origen, lo cual fue estudiado en el Perú y en otros países de la región andina (Herrera, 2008; Salazar et al., 2010; Skornia & Cienfuegos Illanes, 2016; Zapata Martínez, 2016). Asimismo, los testimonios evidencian diferencias en las prácticas y expectativas de cuidados recibidos por las hijas y los hijos, y en la repartición de las responsabilidades entre los hijos migrantes y no migrantes, lo cual se conecta con aquellas investigaciones que - considerando la perspectiva de los hijos- muestran cómo las mujeres abrazan con más fuerza el deber moral de cuidar (D’Argemir, 2017; Herrera, 2008; Skornia & Cienfuegos Illanes, 2016; Zapata Martínez, 2016).

Asimismo, con respecto al modelo de solidaridad familiar presentado por Bazo (2012), los hallazgos evidencian que las relaciones mutuas entre madres/padres e hijas o hijos migrantes en el marco de los cuidados transnacionales reúnen casi todas las dimensiones del concepto. Estas son de índole tanto estructural (por la distancia geográfica entre las generaciones familiares debida a la migración internacional de los hijos e hijas), funcional (por la intensidad del apoyo emocional o material en caso de necesidad, en particular de parte de las hijas hacia sus madres), asociativa (por la frecuencia de los contactos, mayormente cotidianos, por teléfono o mediante WhatsApp), como normativa (por los valores compartidos en lo que se refiere a las obligaciones familiares, en primer lugar de parte de las hijas). Solo la dimensión consensual, referida a los valores y creencias compartidas entre ambas generaciones, es cuestionable, lo cual se explica por el modo de vida de los hijos e hijas en contextos en los que prevalecen valores de realización individual y de declive de las instituciones tradicionales como la religión.

Por otra parte, un aporte sustantivo de la investigación tiene que ver con las prácticas de autocuidado que desarrollan las personas mayores en la experiencia de una vejez «independiente». Estas contribuyen a limitar las preocupaciones y solicitudes de cuidado hacia sus hijos y permiten, de cierta manera, cuidar a estos últimos. La crisis sanitaria ha dado cuenta tanto de la permanencia del trabajo subyacente de cuidados en la red familiar en un contexto de migración internacional, como de la capacidad de acción de las y los adultos mayores para autocuidarse y comunicarse con su entorno utilizando las tecnologías de la comunicación y las redes sociales. Las actividades que realizan son diversas y remiten a valores de responsabilidad y de ética personal a través de una alimentación de calidad, el ejercicio físico o la participación religiosa, así como a cuestiones de necesidad material mediante una ocupación económica. El trabajo en la edad adulta mayor es un fenómeno importante en el Perú que fue analizado como la necesidad de mantenerse útiles y no representar una carga para los familiares (Ramos Bonilla & Tirado Ratto, 2019). Responde también a una situación de desprotección social de parte de los servicios públicos para garantizar condiciones mínimas de bienestar.

En esta perspectiva, salvo la mención a un seguro de salud, el Estado resulta ausente en el testimonio de las personas entrevistadas. Esta observación evidencia las insuficiencias en la organización de un sistema público y universal de protección social dirigido a la población mayor de edad en el Perú y una provisión de las prácticas de cuidado fundamentada en el rol de las familias en una dinámica transnacional. La variabilidad en la exposición de las madres y padres a diferentes formas de vulnerabilidad propias del envejecimiento, descansa, pues, mayormente en la responsabilidad de los hijos, y particularmente de las hijas, y en sus estrategias para asegurar formas de acompañamiento, a nivel local o a distancia. Según las circunstancias y necesidades, mecanismos de solidaridad familiar se activan a pesar de la distancia. Estos ilustran el carácter latente de la familia transnacional y el rol indispensable que desempeñan las tecnologías de la comunicación en la reproducción de los medios de existencia de estas familias.

La orientación «familista» del régimen de bienestar y de protección social en el Perú y en América Latina (Sunkel, 2006) involucra una responsabilidad mayo de las mujeres de la familia; en primer lugar de las hijas migrantes y no migrantes, y luego de las nueras, en caso de ausencia de las primeras, en la producción y reproducción del bienestar según un modelo tradicional basado en desigualdades estructurales de género. En el caso de problemas económicos y/o de salud, las familias movilizan activos a nivel local y a distancia para implementar mecanismos de solidaridad transnacionales e intergeneracionales a favor de las madres y padres que se hacen más vulnerables por el avance en la edad. A pesar de los efectos de la crisis derivada de la pandemia de COVID-19 en la población mayor y de la sobremortalidad en este grupo poblacional, la respuesta pública parece insuficiente para garantizar una menor exposición a los riesgos de la pobreza y un mantenimiento en condiciones estables de bienestar, planteando una cuestión de derechos humanos en el cuidado de la población mayor. Si bien las personas entrevistadas se mantienen en una vejez «independiente», la situación alerta sobre las condiciones de vida de las personas ancianas que se ubican en una vejez «dependiente» y cuyas necesidades suelen ser más difícilmente asumidas por los miembros de las familias.

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1Agradecemos al Swiss State Secretariat for Education, Research and Innovation (SERI) y a la Leading House for the Latin American Region, de la Universidad de St. Gallen, respectivamente, por el financiamiento y la gestión del proyecto titulado «Transnational Strategies Used by Peruvian Migrant Families Living in Switzerland and Chile to Care for Ageing Parents in Peru», que dio lugar a la redacción de este artículo. En la parte de la investigación en Chile, agradecemos al Centro Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES, ANID/Fondap/15130009).

2Este indicador mide la diferencia entre las inmigraciones y emigraciones con respecto a la población media.

3El 84,9% de los emigrantes peruanos salieron a los Estados Unidos (30,8%), Argentina (14,5%), España (14,4%), Chile (11,3%), Italia (10%) y Japón (3,9%).

4Censos Nacionales 2017: XII de Poblacin y VII de Vivienda y III de Comunidades Indígenas. La población total censada fue de 31 237 385 personas.

5La delimitación de estas dimensiones se inspira del modelo de solidaridad familiar intergeneracional desarrollado por McChesney & Bengtson (1988).

6Al estar la muestra compuesta por una amplia mayoría de mujeres, aplicamos la regla gramatical del «acuerdo de mayoría» en la presentación de los resultados, usando el género femenino («entrevistadas», «adultas mayores») para referir al conjunto de los participantes.

Recibido: 20 de Abril de 2022; Aprobado: 20 de Octubre de 2022

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