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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.50 no.95 Lima set./dic. 2023  Epub 31-Dic-2023

http://dx.doi.org/10.21678/apuntes.95.1861 

Artículo

El sentido de un juramento: los chinos y la guerra del Pacífico

The meaning of an oath. The Chinese and the Pacific War

Antonio Zapata1  2 

Song Zhang2 

1 Universidad de Shanghai, Pontificia Universidad Católica del Perú. gazapata@pucp.pe.

2 Universidad de Shanghai. stanley1800@126.com.

RESUMEN

El objetivo de este artículo es analizar el posicionamiento de los chinos del Perú ante la guerra del Pacífico. Como vía de ingreso al tema, veremos el proceso de incorporación de una unidad china como auxiliar del ejército de Chile y su juramento en la víspera de las batallas por la capital peruana en enero de 1881. Las fuentes son los testigos presenciales de la ceremonia, todos los cuales fueron occidentales: oficiales y periodistas chilenos, así como algunos observadores militares europeos. También usaremos los relatos tempranos de la guerra del Pacífico: Vicuña Mackenna y Paz Soldán, autores chileno y peruano respectivamente. Por último, analizaremos periódicos chinos del siglo XIX que contienen cartas de los culíes sobre su situación en el Perú y la guerra con Chile. Los hallazgos son: (1) que el rito es 100% chino; no guarda relación con identidad patriótica chilena ni peruana, sino con tradiciones chinas ante la inminencia de una batalla; (2) que la cultura guerrera de los culíes estaba basada en la guerra entre clanes que se desenvolvió en Cantón, entre los locales, llamados puntis, y los huéspedes, llamados hakkas; (3) que la guerra del Pacífico fue oportunidad para una rebelión de los culíes en gran escala y que propició enfrentamientos interétnicos muy profundos en el Perú; (4) que los culíes han dejado testimonios, en cartas enviadas a diarios chinos de la época, en los que relatan el gran sufrimiento encontrado en el Perú, relacionan su probable derrota con la falta de moralidad pública, definen su condición de neutrales, y se preguntan por las razones de los peruanos para saquear sus negocios; (5) que la historiografía peruana reconoce que los chinos actuaron en defensa propia, que no se aliaron con Chile salvo un grupo pequeño, mientras que la gran mayoría actuó de la misma manera que el resto de los neutrales envueltos en este conflicto internacional.

Palabras clave: Guerra del Pacífico sudamericano; 1879-1884; chinos culíes; rebeliones; Cantón

ABSTRACT

This article aims to analyze the political conduct of the Peruvian Chinese in the Pacific War. We will probe into the process of incorporating a Chinese unit as a Chilean army auxiliary and its oath on the eve of the battles for the Peruvian capital in January 1881. The sources are the eyewitnesses to the ceremony, all of whom were Westerners: Chilean officers, journalists, and some European military observers. Early accounts of the Pacific War from Chilean and Peruvian authors, respectively Vicuña Mackenna and Paz Soldán, will also be used. Finally, we will analyze 19th-century Chinese newspapers with letters from the coolies about their situation in Peru and the war with Chile. The research findings are: 1. The rite was 100% Chinese. It was not related to Chilean or Peruvian patriotic identity but instead to the imminence of a battle. 2. The warrior culture of the coolies was based on the clan war taking place in Canton between the locals called Punti and the guests called Hakka. 3. The Pacific War was an opportunity for a large-scale coolie rebellion, which led to severe inter-ethnic clashes in Peru. 4. In letters sent to Chinese newspapers at the time, the coolies have left testimonies recounting their great suffering in Peru, relating the probable Peruvian defeat to the lack of public morality. While defining their status as neutrals, the coolies wondered about the Peruvians’ motives for looting their businesses. 5. The Peruvian historiography recognizes that the Chinese were in self-defense. Except for a small group, they did not ally themselves with Chile. In contrast, the vast majority acted the same way as the other neutrals involved in this international conflict.

Keywords: South American War of The Pacific; 1879-1884; Chinese coolies; rebellions; Canton

El 13 y 15 de enero de 1881, los defensores de Lima fueron vencidos por el ejército de Chile y la capital peruana cayó en manos de sus enemigos. En vísperas de estas luchas decisivas, un destacamento chino, incorporado al ejército chileno como fuerza auxiliar, realizó un ritual que ha sido motivo de amplia controversia académica. Vamos a emplear este debate como puerta de entrada para discutir la conducta política de los chinos del Perú frente a la guerra del Pacífico. Nuestro argumento buscará probar que el ritual fue completamente chino y expresaba el compromiso de participar como colectivo en una gran batalla. Asimismo, mostraremos cómo la guerra abrió las compuertas de una rebelión de envergadura contra el régimen de plantación al que estaban sometidos los culíes, en el curso de la cual apelaron a la cultura guerrera aprendida en su experiencia china. Pero, como veremos, la guerra dio paso a profundos conflictos interétnicos en el Perú, en los cuales los chinos fueron víctimas en numerosas ocasiones. Por último, discutiremos el papel de los chinos en la historiografía peruana de la guerra con Chile.

La mayoría de los testigos del ritual fueron chilenos. Eran militares y algunos periodistas que acompañaban al ejército de Chile; asimismo, se hallaron presentes oficiales europeos, quienes eran militares de naciones neutrales que observaban el conflicto. Todos ellos han dejado testimonios y memorias ampliamente utilizados por la historiografía. Además, veremos el texto clásico del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, quien narró la campaña de Lima prácticamente en tiempo real, gracias a una red de informantes en el ejército chileno. Por su parte, el primer historiador peruano de la guerra, Mariano Felipe Paz Soldán, quien también escribió apenas apagado el fuego de los cañones, dejó también un juicio sobre los chinos del Perú. Este parecer vamos a reforzarlo con la interpretación del principal historiador de la república del Perú, Jorge Basadre, quien analizó el ritual ofreciendo una síntesis y balance de las fuentes1.

De acuerdo con estos relatos, el escenario del juramento fue la hacienda San Pedro en el valle de Lurín, donde se había establecido el campamento general chileno. Antes de partir al combate, una de las últimas decisiones de su estado mayor fue la autorización para esta ceremonia, que se desarrolló en un templo chino construido con cañas. El recinto estaba adornado con banderas amarillas del Imperio y linternas rojas de papel. Aunque el suelo era de tierra, al centro destacaba un entarimado, un altar y tres imágenes, presididas por el dios chino de la riqueza y de la guerra, llamado Kuan Kung, una deidad de rostro rojo que porta una lanza. La cantidad de asistentes no queda clara, varía entre 2000 y 400 culíes, quienes guardaron una estricta disciplina. Un sacerdote vestido con túnica dirigió la parte inicial hasta que el líder, Quintín Quintana, tomó la palabra y degolló un galló, cuya sangre fue vertida en una jarra, mezclada con agua y bebida por todos. El dragón de la bandera triangular del Imperio los observaba mientras juraban cumplir con su misión (Basadre, 2014, pp. 138-139).

El personaje principal fue Quintín Quintana, un pequeño comerciante de la ciudad de Ica. Había sido culí y ya había terminado su contrato de trabajo; había dejado la hacienda y se había instalado en la ciudad como pequeño tendero. Ahí estaba cuando se encontró con la fuerza expedicionaria chilena que irrumpió en Ica. A continuación, Quintana estuvo a cargo de reclutar culíes para acompañar la marcha de esta expedición. No se sabe cuál fue el grado de formalidad del encargo, pero por los hechos queda claro que Quintana cumplió largamente con el requerimiento y condujo una masa de chinos que colaboró con la división chilena2.

Luego de la guerra, Quintana se trasladó a Santiago, donde, vestido con esmerada elegancia, trabajó como agente de informaciones de la policía. Visitaba las imprentas y recogía novedades, aunque cultivaba finos modales que impresionaban en la capital chilena. El nombre Quintín Quintana lo había tomado del hacendado peruano que había sido su patrón. Con ello, había seguido una costumbre bastante extendida entre los culíes, que consistía en mantener su nombre original únicamente para la comunidad china y adoptar un segundo nombre para su trato con la sociedad criolla (Rodríguez Pastor, 2017, p. 18).

Los testigos chilenos interpretaron este juramento como expresión del compromiso de los chinos con Chile para derrotar al Perú. Según este parecer, los chinos estaban agradecidos a Chile por haberlos liberado de la esclavitud peruana, y los motivaba el deseo de cobrar venganza. Este punto abonaba la tesis que desarrolló la historiografía clásica chilena para entender su victoria en la guerra del Pacífico. Según este punto de vista, el Perú era tierra de siervos y esclavos, tratados con abuso y desdén por unos amos sin sentido de patria. El Perú no habría podido formar un frente único por la naturaleza de sus profundas divisiones internas. Según Vicuña Mackenna, el Perú y Bolivia estaban trabados en su evolución por un revoltijo de castas, soldadescas e indios. Eran tribus antes que nación y eran víctimas frecuentes de la anarquía caudillesca. No podían oponer resistencia a la acción de una raza como la chilena: activa, vigorosa e inteligente (Rénique, 2005).

Esta interpretación ha sido refrendada por una tesis relativamente reciente escrita por Andrés Araneda, sustentada en la Universidad de Valparaíso el año 2007 y dedicada específicamente a los chinos durante la guerra del Pacífico. Según este autor, los culíes se unieron al ejército de Chile por un sentimiento profundo de reivindicación. Estaban en busca de justicia que implicaba vengarse del Perú. Como puede verse, reaparecen los mismos tópicos: el odio al Perú y la gratitud a Chile. En estos relatos, los chinos se solidarizan con Chile porque es el instrumento de la lucha contra el Perú, cuyo castigo habría sido el leitmotiv de la actitud de los chinos durante la guerra (Araneda, 2007)3.

Esta versión fue enfrentada por la historiografía peruana, que ha ofrecido otra interpretación de la conducta de los chinos durante la guerra del Pacífico. De acuerdo a su parecer, los chinos que acompañaron a Chile fueron una fracción del total de culíes que estaban viviendo en el Perú de la época. Mientras que, la mayoría habría sido neutral como los demás extranjeros o incluso habría apoyado al Perú. Este argumento se apoya en algunos hechos claves, entre los cuales destaca el aporte económico de la colonia china en la famosa colecta para comprar pertrechos al comenzar el conflicto. Este significativo suceso se halla resaltado en la primera narración peruana de esta guerra, que se debe a Mariano Felipe Paz Soldán, quien busca sustentar el punto principal de la historiografía peruana: la guerra no habría conducido al levantamiento de la comunidad china contra su hogar de destino (Paz Soldán, 1884)4.

Por su parte, Jorge Basadre tenía un segundo argumento. Los culíes no habrían estado especialmente agradecidos con Chile porque esta nación había sido inconsecuente con los chinos. Lynch había alentando la rebelión de los culíes, pero luego se había olvidado completamente de ellos. En realidad, era tan racista como los hacendados peruanos, y los mismos testigos chilenos del juramento de Lurín se expresan con las concepciones propias de sus días que hacían de la raza amarilla una parte inferior de la humanidad en comparación con la civilización blanca y cristiana5.

Por su lado, algunos pocos chinos siguieron a los chilenos hasta radicarse en ese país después de la guerra, como hizo su líder Quintín Quintana. Pero la gran mayoría permaneció en el Perú. En efecto, en los valles costeños había muchísimos culíes que escaparon cuando pasó la expedición chilena, pero que luego retornaron a las haciendas donde estaban contratados. En algunos casos, no pasó nada y, con tranquilidad, volvieron a sus labores, como comentaban con alivio los hacendados Aspíllaga en su correspondencia. Pero en el valle de Cañete, por el contrario, hubo enfrentamientos raciales muy profundos, en los cuales cholos y negros se enfrentaron a muerte contra los chinos. Así, Chile no habría ejercido realmente como protector de los chinos que vivían en el Perú (Basadre, 2014, p. 297).

Queda evidencia, sin embargo, de que algunos chinos fueron trasladados a Chile y lograron cierto reconocimiento. Por ejemplo, los encontramos en Iquique, donde fueron empleados en el salitre y obtuvieron algunos beneficios. Otros se asentaron en Santiago y solían desfilar en las ceremonias patrióticas que recordaban la victoria sobre el Perú. Estos chinos efectivamente habían luchado por Chile, y su ejército los había trasladado al terminar la lucha. Tratemos de precisar la naturaleza social y la biografía colectiva de estos chinos atrapados por la guerra entre el Perú y Chile6.

Para encontrarlos es preciso dejar caer las interpretaciones antiguas que ubican su conducta social en función de los contendientes en la guerra del Pacífico. Es decir, dejar de pensar en Chile y Perú como eje de sus motivaciones. Por el contrario, su proceder se explica por su experiencia en la China de la época. Llevaban poco tiempo en el Perú, aún estaban cumpliendo su contrato de ocho años y estaban sometidos a un régimen de sobreexplotación laboral y discriminación racial. De pronto, se hallaron frente a una guerra que debilitó el régimen de plantación y reaccionaron acudiendo a su experiencia. Por ello, es preciso estudiar a los culíes en relación con China, porque quienes juraron en Lurín provenían de una tradición antigua, sólida y fuertemente enraizada7.

Este acercamiento proviene de la nueva sociología e historia de las migraciones, cuyo foco de estudio se halla en las redes transnacionales, subrayando las conexiones entre la patria de origen y el hogar de destino. Al migrar nadie parte de cero, porque carga con su experiencia de vida y reproduce ciertas estructuras básicas en el lugar de acogida. Así, la experiencia vital de los migrantes internacionales resulta del cruce de su tradición de origen con las inesperadas circunstancias que deben afrontar allende los mares. Si este proceso se procesa en cada individuo en particular, aparece con mayor claridad al analizar comunidades e instituciones8.

Este punto de vista ha sido desarrollado por la historiadora norteamericana Heidi Tinsman, cuyo artículo trata precisamente sobre el juramento de Lurín. Compartimos su argumento hasta cierto punto, pero luego ofreceremos una versión propia y distinta a la suya. Sin embargo, el punto de partida es el mismo: para entender a los chinos que actuaron en la guerra del Pacífico es preciso trasladarse a China y entender su propia cultura de la guerra (Tinsman, 2018)9.

Para ello, volveremos la mirada a los testimonios de los culíes, que han estado poco visibilizados porque escribieron en lenguaje chino tradicional cartas dirigidas a periódicos de la época. Gracias a ello, se cuenta con un corpus de testimonios directos de su experiencia, que se halla guardado en bibliotecas chinas. Estos relatos son fruto de un hábito del periodismo del siglo XIX: publicar cartas de sus lectores. En estas misivas, los culíes del Perú subrayan sus vivencias y la magnitud de sus sufrimientos. Asimismo, abordan la guerra del Pacífico y cuentan su percepción de los combates.

En efecto, hemos tenido oportunidad de revisar dos periódicos chinos que circularon desde el siglo XIX hasta la revolución comunista de 1949. Para ambos diarios, hemos revisado todas las entradas que conducen al Perú a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. En este período, hemos encontrado alrededor de una docena de cartas enviadas por culíes viviendo en el Perú. El primero de los medios que hemos revisado fue editado en la ciudad de Shanghái, era titulado Shun Pao y fue el diario en chino más influyente de su tiempo en esta ciudad portuaria y comercial del este de China. Aquí se encuentra una cantidad reducida de cartas de culíes, pero el diario tenía gran alcance por la importancia que adquirió esta ciudad. La segunda publicación estuvo basada en Hong Kong y en ella se encuentra la mayor cantidad de estas misivas. Se trata de un diario titulado Tsun Wan Yat Po, que igualmente lideraba los medios escritos en lengua china en esta ciudad, que ya para entonces era británica y por ello funcionaba como altavoz para hacerse oír entre quienes mandaban en China.

Gracias a estas cartas, podemos acercarnos a las circunstancias de los culíes a través de sí mismos y no solamente desde el punto de vista de quienes los observaron y estudiaron. Inmediatamente aparece su agenda, sus motivaciones concretas y anhelos específicos. Según estas cartas, el Perú les había causado gran sufrimiento. Es un tema ampliamente reiterado; habían sido engañados porque sus contratos los entregaban prácticamente como esclavos por ocho años. Mucho trabajo, poca comida, y el resultado inevitable era una elevada mortalidad. Encima, la tienda de la hacienda los estafaba y servía para endeudarlos haciendo interminable su contrato. Pero lo peor eran los bandidos, que se ensañaban con ellos porque no los defendía ninguna autoridad. Había delincuentes de toda especie, y la vida de los chinos estaba expuesta a constante peligro. Las cartas expresan un fuerte anhelo de protección y autoridad10.

El Perú que describen es duro de soportar y el tono de las cartas es demandante, en forma constante y reiterada. Además, incluyen propuestas. No se reducen a la protesta sino que piden la intervención del Imperio chino, a través de un representante que los defienda. Argumentan que viven una situación de emergencia y ponen sus esperanzas en un enviado del emperador que, efectivamente, partió de Hong Kong hacia el Perú vía San Francisco en noviembre de 1881, en plena guerra del Pacífico y con Lima ocupada. Pero esas circunstancias hicieron abortar la misión, y cundió la desesperación entre los culíes, que pasaron a sugerir al emperador que envíe directamente un barco de guerra para protegerlos11.

Acerca de la guerra del Pacífico en específico, algunas cartas cuentan que fueron obligados a trabajar como porteadores de los chilenos porque su ejército se presentó en las haciendas donde ellos estaban trabajando. No fue colaboración voluntaria sino que fueron obligados. Por otro lado, otras cartas buscan equilibrar la balanza. En efecto, relatan que los culíes construyeron las baterías de cañones de San Juan. De ese modo, muestran que fueron obligados a ayudar a ambos bandos, pero que no tuvieron verdaderas simpatías por uno u otro. El autor de esta última carta no se explica por qué los peruanos lo odian, ya que su sentimiento nacional es completamente chino y no se halla comprometido con ninguno de los contendientes. El Perú le produce desconcierto, difícil de entender y menos de aceptar12.

Sin embargo, los culíes pronostican la derrota del Perú. Su argumento guarda relación con el trato que habían recibido. El engaño y el abuso evidenciaban ausencia de moralidad. Las naciones que carecían de esa virtud esencial quedaban aisladas. Cuando afrontaban un momento difícil, nadie las ayudaba. Asimismo, el cielo les era adverso y la suerte estaba en su contra. No eran respetadas. Por ello, aunque recién habían oído hablar de Chile, entendían que el Perú llevaba las de perder13.

Pero los culíes eran más expresivos que lo imaginado por la historiografía, que los había supuesto casi mudos. Una descripción del juramento los presenta de ese modo, en silencio y con una rodilla en el suelo. Era la impresión de la época, una población obediente que hablaba una lengua incomprensible y por ello se la imaginaba muda. No lo eran, y aunque las cartas no están firmadas con nombres propios, evidencian que los culíes estaban en contacto regular con su hogar natal, que para la mayoría se hallaba en cuatro famosos condados conocidos como Siyi, en Cantón14.

Esa región venía de sufrir grandes conmociones que habían trastocado la sociedad tradicional. El punto de partida era un sostenido crecimiento demográfico: China había alcanzado los 450 millones de habitantes, confirmando largamente su antigua posición como el país más poblado del planeta. El crecimiento de la población se tradujo en una aguda competencia por la tierra, que dio paso a grandes tensiones sociales. Así, los conflictos internos atravesaron a la China del siglo XIX y se hallan en la base de la decadencia de la última dinastía Qing. Además, este proceso estuvo acompañado por la irrupción de los europeos, desórdenes políticos e intensas luchas militares.

En efecto, el Celeste Imperio perdió las llamadas guerras del opio; la primera transcurrió entre 1839 y 1842, y el vencedor fue Gran Bretaña; por su parte, la segunda fue casi 15 años después, entre 1865 y 1860, y el triunfo correspondió a la alianza de Inglaterra y Francia. La derrota de China la sometió a una condición semicolonial, puesto que tuvo que realizar un conjunto de concesiones que se tradujeron en una significativa reducción de soberanía. Para comenzar, China autorizó el comercio del opio, una droga proveniente de la India, con la cual Occidente equilibró la balanza comercial. Hasta entonces le era desfavorable y obligaba a pagar con metales preciosos el té, las sedas y porcelanas provenientes de China15.

Otros resultados cruciales de estas guerras fueron la entrega de Hong Kong a Gran Bretaña por 150 años, la apertura al comercio extranjero de cinco ciudades chinas y el establecimiento de consulados con autonomía en dichos puertos. A continuación, se desarrolló la gran prosperidad de Shanghái, pero Cantón conservó una importante posición como eje financiero, puesto que Hong Kong se halla en su área de influencia. Como vemos, inmediatamente antes de la migración china a Latinoamérica, la provincia de Cantón atravesaba grandes cambios que habían desmantelado la antigua sociedad campesina. El destino de esta gran migración internacional fue el continente americano en su conjunto, especialmente los Estados Unidos de América, Cuba y el Perú (Fairbank, 1978, p. 212).

Por su parte, los habitantes de Cantón tenían amplia experiencia con la migración a ultramar. Desde hacía siglos, los chinos de esta región habían migrado al sudeste asiático, donde habían conformado colonias mercantiles muy activas. Idas y vueltas entre el sudeste asiático y el sur costero de China habían acostumbrado a la población local a la relación económica y personal con quienes habían migrado a otros países. Aunque esa práctica no fue bien vista por la dinastía reinante, que consideraba traidores a los migrantes a ultramar, a quienes les reprochaba haber abandonado el Imperio. Pero, luego, el Imperio cambió de postura, y ese giro fue motivado por la necesidad de proteger a los migrantes16.

Durante este período, los Qing atravesaron grandes dificultades porque, entre 1850 y 1864, estalló la gran rebelión del Taiping. Al observar con atención la cronología, se constata que la segunda guerra del opio estalló cuando las potencias occidentales buscaron ampliar sus concesiones aprovechando el debilitamiento del Imperio a causa de esta rebelión. Por su parte, ella fue derrotada recién cuando el Imperio firmó los requerimientos de estas potencias que entonces colaboraron militarmente con la victoria de Pekín.

El Taiping adquirió estatura de gran rebelión porque proclamó un nuevo reino y estableció su capital en la ciudad de Nankín, comprendiendo toda la región este de China formada alrededor de la desembocadura del gran río Yangtsé. La ciudad de Nankín era muy importante en el imaginario chino porque había sido la capital de la dinastía Ming, la última dinastía auténticamente han. Patricia Castro, antropóloga peruana radicada en Pekín, ha relatado como un millón de soldados tomaron la antigua capital imperial y la transformaron en la sede de una utopía. Era un sueño campesinista que pretendía reformar las relaciones familiares entre hombres y mujeres porque prohibía vendar los pies de las mujeres, el concubinato, la compra de esposas y los matrimonios arreglados (Castro Obando, 2021, p. 14).

El desafío del Taiping a la autoridad de los Qing fue de envergadura y el Imperio se tambaleó por unos años. Los rebeldes habían construido una nueva ideología, una visión sincrética entre la base filosófica confuciana y algunas figuras tomadas del cristianismo. Incluso, esta nueva visión del mundo había estado en la base de la rebelión, que había comenzado gracias a las labores de adoctrinamiento efectuadas por un líder político y religioso Hong Xiuquan, que luego asumió el mando del levantamiento y llamó a construir el Reino Celestial de la Gran Paz (Fairbank, 1978, p. 264).

Hong Xiuquan pertenecía al grupo étnico hakka y era nativo de Guangxi, una provincia del sur de China. Ahí comenzó la rebelión, pero se desplazó en una larga marcha hasta la región este de China. Durante esa ruta, Hong logró conservar el liderazgo e integrar una serie de rebeldes provenientes de las nuevas regiones que iba atravesando. En efecto, Hong consideraba necesario el renacimiento de China porque la decadencia había tocado fondo a través de la derrota imperial en la primera guerra del opio. Este parecer estaba fundado en un silogismo: la dinastía Qing provenía de Manchuria y no era han, por lo tanto era extranjera y carecía de legitimidad para gobernar al gran pueblo chino.

Como vimos, la localización geográfica del Taiping fue la cuenca baja del gran río Yangtsé y no la provincia de Cantón, cuya geografía está dominada por el río Perla. Es cierto que el Taiping nació en el sur y también que muchos de sus líderes fueron miembros del grupo étnico hakka. Pero la rebelión rápido se desplazó geográficamente y, a pesar de su trascendencia en la historia de las rebeliones chinas del siglo XIX, no dominó la provincia de Cantón ni fue teatro de combates decisivos. Por ello, a diferencia de lo que piensa la mencionada colega Tinsman, el Taiping no parece ser la fuente de la cultura y experiencia militar de los chinos que migraron a las Américas (Tinsman, 2018, p. 460).

Además, apenas cuatro años después del estallido de la gran rebelión Taiping, comenzó en Cantón un serio enfrentamiento interétnico, llamado la guerra de clanes entre los puntis y los hakkas. La palabra «punti» proviene del cantonés y en ese idioma significa «local», mientras que la palabra «hakka» significa «familia alojada» en este idioma. La cuestión étnica en China es bastante compleja porque la inmensa mayoría de sus habitantes se reclama de un tronco común llamado Han, pero en realidad existen varias subdivisiones en su interior. Como se expresan en lenguas propias y también tienen costumbres específicas, resulta que ser chino significa poseer muchas cosas en común, pero también se registran particularidades que los hacen distintos. Aunque escriben igual, porque la escritura es ideográfica, su manejo estaba limitado a las personas letradas, que eran bastante pocos entre los culíes. Por su lado, las distintas lenguas chinas habladas son diferentes y ello hacía que entre los mismos culíes hubiera barreras lingüísticas.

Como vimos, los puntis eran los cantoneses propiamente dichos, mientras que los hakkas eran un grupo muy especial, puesto que venía migrando dentro de China desde hacía varios siglos. Por ello, los hakkas habían desarrollado mecanismos sociales para llegar a sitios nuevos, alquilar tierras de cultivo, acumular capital y buscar hacerse propietarios de ciertos pueblos, antes de seguir migrando. En esa evolución habían llegado a Cantón y ya estaban presentes cuando la primera guerra del opio dio paso a su conflicto con los puntis, que estalló alrededor de la crisis agrícola que detonó el conflicto (Castro Obando, 2021, p. 147).

Fue un enfrentamiento muy duro, que afectó en particular la provincia de Cantón. Lo importante es precisamente que no se extendió por media China sino que estuvo concentrado en esta provincia, cuna de la gran mayoría de los culíes. Las víctimas se calculan en un millón de personas y los desplazados fueron muchísimos más. En determinado momento, se produjeron grandes masacres interétnicas puesto que la guerra consistió en el asalto de aldeas campesinas para expulsar y exterminar al adversario. Ello dio lugar a fortificaciones de pueblos y la consiguiente expansión de una cultura militar extendida a la población civil. Inicialmente, el Imperio se había mantenido neutral porque, ante la rebelión del Taiping, ambos clanes se habían dividido. Pero, finalmente, el Imperio se decidió por los puntis, que eran más numerosos y poseían más recursos. Por ello, los perdedores fueron los hakkas y muchos migraron a las Américas escapando de las olas de represión que siguieron al conflicto (Castro Obando, 2021, p. 154)17.

Este conflicto se desarrolló en Cantón entre 1854-1867 y devastó la región. En ese lapso, en los cuatro condados Siyi, la población hakka cayó del 20 al 3%. Aunque, en la literatura histórica china, este enfrentamiento no califica como rebelión porque no cuestionó al emperador ni pretendió reemplazarlo y, además, porque fue un asunto local. Mientras que el Taiping sí buscó terminar con el Imperio, y su extensión geográfica fue muy superior. Por ello, en la literatura de los conflictos armados internos dentro de China, la guerra de clanes entre puntis y hakkas tiene una consideración menor. Pero en relación con el tema de la cultura militar y la experiencia guerrera de los culíes es crucial, puesto que fue una guerra devastadora en su provincia natal.

Un punto adicional son las hermandades y sociedades secretas. Los jóvenes guerreros chinos forjaban lazos de hermandad realizando juramentos para confirmar su disposición de entrar a la lucha con valor y sin piedad. Estas hermandades estaban vinculadas a sociedades secretas que habían surgido desde el ascenso de la dinastía Qing y se habían ido renovando a lo largo de muchos años. La principal sociedad en el sur de China fue Tiandi Hui, pero no estaba vinculada al Taiping, sino era anterior y tenía otro origen. Esta sociedad secreta coincidía con el Taiping en su lucha contra la dinastía Qing; sin embargo, discrepaba en un punto esencial: no estaba a favor de instalar en el trono una nueva dinastía. Por el contrario, la propuesta de Tiandi Hui siempre fue la restauración de los Ming, aunque sus ideas pasaron por varios cambios puesto que duró al menos dos siglos. Literalmente, se llamaba «Sociedad del Cielo y la Tierra» y a veces aparece nominada como «Hongmen». En ese contexto, se desarrollaron las guerras entre puntis y hakkas, cuando las hermandades y sociedades secretas pululaban en el sur de China (Murray & Baoqi, 1994).

Por ello, la tesis doctoral de la académica china Liu Yehua ha comparado el juramento de Lurín con los ritos de la sociedad secreta Tiandi Hui, sosteniendo que son los mismos. Esta autora ha escrito sobre la experiencia de las comunidades chinas en Latinoamérica y en cierto momento se refiere a los chinos del Perú. Analiza el rito de Lurín y la figura del gallo degollado para enfatizar en el sentido del juramento: al beber la sangre del gallo, los juramentados se comprometían a matar a cualquier traidor potencial. Además, el propósito era fortalecer la disposición a entrar en batalla. Así, la motivación, el rito y su efecto eran iguales, tanto en Lurín como en la iniciación de esta sociedad secreta; por ello, estaríamos ante su recreación en el contexto de la guerra con Chile (Yehua, 2015, pp. 124-127).

Esta conclusión la refuerza con un análisis de la composición social de los integrantes de ambas ceremonias. En efecto, en China esta sociedad estaba integrada mayoritariamente por sectores populares, fundamentalmente campesinos, pero sus líderes eran patriotas que provenían de la sociedad letrada. De acuerdo con las fuentes secundarias a las que ha accedido, Liu Yehua piensa que estos roles encajan en el papel que cumplieron Quintín Quintana y la tropa que lo acompañó. En síntesis, tenemos que los culíes eran cantoneses, tanto puntis como hakkas, que su experiencia militar más próxima era la guerra de clanes y que, además, algunos estaban vinculados a la sociedad secreta Tiandi Hui18.

Ahora bien, habiendo situado la experiencia guerrera previa de los culíes es posible volver al escenario peruano, con ánimo de ofrecer una interpretación más acabada de los culíes en la guerra del Pacífico. El punto de partida es entender que se produjo un levantamiento de envergadura generado por las excepcionales condiciones de dislocación del Estado peruano y su capacidad coercitiva. En efecto, en la historia de los culíes del Perú se hallan numerosas rebeliones contra el maltrato al que fueron sometidos desde el comienzo, al grado que se registran amotinamientos incluso en los barcos donde estaban siendo transportados.

Entre otras rebeliones que han sido objeto de estudio, vamos a sintetizar el caso de Pativilca en septiembre de 1870. En esta región se produjo un levantamiento de culíes, que siguió un patrón que luego veremos reproducirse en la guerra con Chile. Los chinos evidentemente habían estado conjurados, utilizaron la violencia para tomar el control de una hacienda, asesinaron a algunos administradores y combatieron con saña contra los capataces negros. La sorpresa ayudó a las primeras victorias de los chinos, que organizaron una columna y recorrieron las haciendas liberando a sus compatriotas. Al crecer su grupo, asaltaron Pativilca y luego Barranca, buscando saquear ambas localidades. Sus jefes iban a caballo, usaban el típico sombrero de paja en forma de pico y llevaban el rostro pintado de azul y rojo (Rodríguez Pastor, 1979).

Pero los vecinos, liderados por algunos hacendados, organizaron una guardia urbana y enfrentaron a los chinos en Barranca. Finalmente, los derrotaron, y la columna de culíes se dispersó. Luego, llegó a la zona un batallón del ejército acompañado por fuerzas policiales (celadores), quienes terminaron con los restos de la rebelión, ajusticiaron a los líderes y devolvieron los chinos restantes a los hacendados.

A continuación, sobrevino un endurecimiento de las condiciones laborales y un intento de controlar a los chinos libres, quienes ya habían terminado sus contratos de trabajo. Aunque este intento fracasó, constituye una muestra de la respuesta del Estado peruano frente a las rebeliones de culíes. No parece que se hubiera ablandado la mano de los gobiernos ni de la clase terrateniente. El resultado fue reforzar el régimen de plantación y buscar eliminar la resistencia de los chinos. Cabe destacar, sin embargo, que en ese momento los contratos de trabajo estaban en todo su esplendor, que aún no se había interrumpido el tráfico de culíes y que, por el contrario, el país había entrado a los años de mayor volumen de esta migración cuasi esclavista. De este modo, este ciclo de rebeliones es fundamental para entender la conducta de los chinos de hacienda durante la guerra del Pacífico, puesto que constituye un proceso de experiencias similares a diferentes escalas.

En segundo lugar, es preciso considerar los planes del ejército de Chile para capturar Lima. En efecto, la formación de una fuerza auxiliar china fue obra de una división chilena comandada por el capitán de navío Patricio Lynch, quien fue destacando en forma progresiva durante el conflicto y acabó como gobernador del Perú durante la ocupación chilena. La literatura chilena sostiene que fue llamado «Príncipe Rojo» como reconocimiento a su labor de liberar a los culíes de la esclavitud peruana19.

Después de la ocupación del sur del Perú, el alto mando de Chile se dispuso a capturar Lima. Para ello, su marina bloqueó los puertos peruanos incluyendo El Callao, mientras que la armada peruana contestó con actos de sabotaje que tuvieron éxito al hundir dos buques. Como consecuencia, en Chile se desarrolló un encendido ánimo contra el Perú y se apuró la captura de Lima. Sin embargo, Estados Unidos estaba presionando para desarrollar conversaciones de paz que se entablaron a bordo de la fragata Lackawana, aunque ellas fueron completamente infructuosas.

En ese momento, de manera paralela a estas conversaciones, Lynch recibió el comando de una expedición dirigida al norte del Perú, para preparar el camino a Lima, imponiendo cupos a haciendas y destruyendo las propiedades de quienes no aceptaran la autoridad de Chile. El dominio de los mares permitió a esta expedición desembarcar en Chimbote y asolar ese valle además de Trujillo, Lambayeque y Piura. Asimismo, Lynch se ensañó con la infraestructura pública regional: muelles y ferrocarriles. Estos sucesos ocurrieron entre septiembre y octubre de 1880, en un momento de gran desorganización del Perú, cuyo gobierno fue incapaz de organizar una fuerza que enfrentara a esta expedición chilena.

En esas correrías, esta expedición recibió la cooperación de algunos culíes, y Lynch desarrolló una primera experiencia con los trabajadores chinos. Ellos eran numerosos en esta región del Perú, puesto que en algunos valles superaban el 50% de la mano de obra rural. El ejército de Chile abría los galpones donde estaban encerrados, y mientras algunos culíes se fugaban y se ponían a buen recaudo, otros guiaron a los chilenos a los escondites donde los propietarios habían ocultado sus bienes. Entre los colaboradores chinos de las fuerzas chilenas destacaron los cargadores, que ayudaron a la fuerza expedicionaria en el transporte de bienes y equipo.

En Chimbote fue destruida e incendiada la gran hacienda de Dionisio Derteano, un millonario y senador por Áncash. Lynch impuso un cupo a su hacienda, pero el presidente Nicolás de Piérola prohibió que se tributara al enemigo nacional, y los chilenos procedieron a destruir la propiedad. Los periodistas chilenos testigos del hecho relatan que los chinos ayudaron a mantener el incendio hasta consumir depósitos y maquinaria. Al terminar su expedición, Lynch embarcó en naves chilenas a unos 400 chinos colaboradores. El resto se supone que fueron indiferentes o habían ayudado por obligación y luego se desentendieron20.

Esta expedición recibió muchas críticas en el mismo Chile, pues se sostuvo que violaba las leyes de la guerra civilizada y abusaba de civiles indefensos. De este modo, la campaña de Lynch en la costa norte del Perú fue uno de los temas controvertidos dentro de Chile y evidencia que, a pesar de la solidez de su Estado, hubo terreno para la discrepancia política. La crítica contra Lynch fue formulada entre otros por el propio Vicuña Mackenna, que había sido candidato presidencial perdedor contra el entonces presidente de Chile, Aníbal Pinto. Como eran sus últimos días en el poder, arreciaron las críticas contra Pinto, un mandatario presto a dejar el mando (Bulnes, 1955)21.

A continuación, el alto mando chileno decidió emprender la lucha decisiva por capturar Lima, y nuevamente Lynch cumplió una misión clave. En esta segunda oportunidad, el capitán de navío proyectó su relación con los chinos a una escala superior. El 20 de noviembre de 1880, la primera división chilena a su cargo desembarcó en Pisco, avanzó a Ica y desde ahí se dirigió a Lima por vía terrestre, atravesando los valles del llamado «sur chico» durante aproximadamente 45 días, sembrando la guerra de razas y propiciando la desmembración del Perú22

A lo largo del camino, esta división chilena fue seguida por un numeroso grupo de culíes. En algún momento habrían llegado a 2000 personas, dentro de las cuales una minoría contaba con experiencia y disposición militar. Finalmente, estos fueron encuadrados por el ejército de Chile y juraron en Lurín. Mientras que la mayoría de estos culíes se limitaba a cargar los bultos y, cuando podía, saqueaba los pueblos que atravesaba.

Por su parte, el ejército del Perú, fuertemente golpeado después de haber perdido el sur del país, se limitó a preparar una batalla defensiva y no enfrentó a esta división. Las fuerzas peruanas habían sido reunidas por Piérola y estaban compuestas por indígenas recién reclutados para defender Lima. El plan estratégico del presidente había priorizado la defensa de la capital y había desguarnecido los valles costeros. Luego, el grueso del ejército chileno desembarcó en Curayacu y armó campamento en Lurín, donde llegó la división de Lynch causando gran asombro. Según testigos, semejaba el ejército colonial inglés compuesto por destacamentos profesionales seguidos por una masa de cargadores y asistentes orientales23.

Como vemos, además de porteadores, algunos chinos tuvieron funciones militares, siempre auxiliares pero incorporados dentro de la disciplina del ejército de Chile. Ellos cumplieron tareas de sanidad, transportando heridos durante las batallas y luego enterrando animales y soldados fallecidos. Asimismo, algunos culíes integraron un batallón de zapadores, que hacían estallar minas y despejaban caminos derribando tapias con dinamita. La historia de esta unidad ha sido relatada innumerables veces por los historiadores chilenos y a veces mencionan a los chinos como parte del batallón «Vulcano»24.

Así, tenemos que los culíes no dispararon fusiles ni cargaron a la bayoneta, pero participaron en la expedición terrestre de Lynch y una unidad fue encuadrada en Lurín, de ahí la importancia que el alto mando chileno otorgó al juramento. Pero, como es fácil suponer, cada uno entendió la ceremonia a su manera. Era imposible que fuera de otra forma. Los chinos reprodujeron sus sociedades y ritos guerreros, mientras que los chilenos creyeron que se estaban subordinando. Como vimos, el ritual fue completamente chino y expresaba la decisión de luchar sin permitir ninguna defección. Como los académicos chinos identifican este rito con ceremonias semejantes que se desarrollaban en Cantón y en el sur de China, pareciera indudable que la ceremonia expresaba un juramente chino en víspera de una gran batalla.

Luego, esta unidad china participó en las dos batallas que definieron la suerte adversa de la capital peruana. Fueron buenos colaboradores de los chilenos, aunque no esenciales. Es obvio que dentro de sus motivaciones estaba el rencor contra los hacendados y la sociedad peruana en su conjunto. Pero ese resentimiento operaba siguiendo líneas de conducta aprendidas en China y que respondían a su experiencia peculiar25.

Por su parte, los civiles peruanos habían tenido ocasión de observar la conducta de los chinos, y el rumor sobre su colaboración con los chilenos se había extendido. Esta información había comenzado a correr cuando la expedición a la costa norte, y se generalizó luego de la campaña del sur chico que culminó en Lima. El rencor había ido creciendo cuando fueron vencidas las defensas de Lima y, deshecha la disciplina de su improvisado ejército, algunos soldados entraron armados a Lima, sabiendo bien que el Estado peruano había caído y que nadie les pagaría el retorno a su vida anterior. Estaban dispuestos a cobrar el precio de la derrota y se dirigieron al barrio chino de Lima (Basadre, 2014, p. 139).

El saqueo de Capón fue altamente destructivo; fue protagonizado por el populacho de Lima, que acompañó a los soldados y solo se detuvo cuando la guardia urbana recuperó el orden. En forma paradójica, fueron asaltados los comercios de los chinos que habían hecho lo posible para destacar como colaboradores del esfuerzo de guerra del Perú. El ciudadano colombiano Vicente Holguín, que fue testigo de los acontecimientos, dice lo siguiente al referirse a los chinos de Lima: «soldados derrotados que habían huido ante el enemigo entraron a la capital a incendiar, a robar y a asesinar en sus hogares a los más laboriosos e indefensos de sus confiados huéspedes»26.

Estos sucesos fueron tratados en una carta publicada en el mencionado periódico chino de Hong Kong. Es una carta muy singular porque esta firmada en forma conjunta por los propietarios de negocios de la calle Capón de Lima. Ellos informan que, a pesar de ser neutrales, algunos chinos fueron obligados por los chilenos a servirlos para transportar sus pertrechos, mientras que otros chinos habían colaborado del mismo modo con el Perú. La carta resalta que no estuvieron del lado de ninguno y que fueron neutrales. Por ello, no entienden las razones de los peruanos para ejercer venganza contra ellos. Es la única carta que sale del anonimato y, aunque carece de nombres individuales, cabe resaltar la firma colectiva: empresarios chinos de Lima escribiendo en una fecha solemne, 10 días antes de la fiesta de la luna de 188127.

Pocos años atrás, los chinos de Cuba habían atravesado una situación semejante. En efecto, los patriotas cubanos se habían levantado contra el régimen colonial español y emprendido la guerra denominada de los 10 años. En ese momento, los chinos de Cuba aprovecharon esta primera guerra de independencia para buscar su libertad enfrentando a los hacendados, que en muchos casos eran españoles. En razón del enemigo común, los chinos de Cuba fueron incorporados a la narrativa patriota, a la inversa de los chinos del Perú. No obstante que los culíes habían hecho exactamente lo mismo en ambos países: aprovechar una guerra internacional para luchar contra las plantaciones y el régimen laboral que los oprimía (Narváez, 2007).

El apoyo al ejército de Chile y luego el saqueo de Capón fueron eventos de envergadura que quedaron incorporados al relato peruano de la guerra del Pacífico. A continuación, estos saqueos contra los negocios de orientales se repitieron varias veces, y el caso que hemos visto en este artículo no fue una situación única. La xenofobia en el Perú siempre ha sido bastante elevada. Pero los chinos se fueron incorporando progresivamente a la sociedad y su mismo sufrimiento los igualó al resto del pueblo peruano. Asimismo, la comunidad china reconstruyó su élite, y solo unos años después, los líderes económicos de la comunidad incursionaban en negocios con bastante amplitud y peso económico propio (Castro Obando, 2021, p. 229)28.

Otro tema en debate es la relación entre la rebelión de los culíes y el régimen laboral al que estaban sometidos. Los abusos eran de tan magnitud que hubo numerosos levantamientos violentos. Pero interesa saber si esta rebelión en específico, la ocurrida durante la defensa de Lima, contribuyó a la desaparición del régimen laboral de contratos por ocho años. Esa es la postura de la historiadora Tinsman, quien sustenta que esta rebelión hizo colapsar este sistema de trabajo. Pero es necesario tomar en cuenta que los últimos culíes habían ingresado al Perú al comenzar la década de 1870 y que sus contratos o habían terminado o estaban cerca de terminar. Es cierto que algunos contratos se habrían prolongado por deudas, pero la motivación de la rebelión de 1880-1881 tiene que haber estado en un punto de mayor horizonte (Tinsman, 2018, p. 465).

Para encontrar los fundamentos de los rebeldes chinos de la guerra con Chile es necesario volver a sus actos. En principio, rompieron las cadenas de los galpones y se liberaron; luego, formaron una columna liderada por jefes con experiencia y atuendo militar y se dirigieron a saquear pueblos. ¿Qué experiencia estaban repitiendo, qué cultura de la guerra los inspiraba? Todo parece seguir el guion de la guerra entre clanes. Entre los puntis y los hakkas había sido frecuente arrasar los pueblos del otro. Había sido una guerra interétnica por tierras y localidades, donde expulsar físicamente al otro del espacio compartido había sido fundamental.

Los chinos que actuaron con Lynch y luego en el ataque a Lima provenían de esa experiencia vital, la habían vivido, ellos y sus parientes; habían estado en ambos bandos de las luchas, y la experiencia de culíes los había uniformizado. Sus diferencia no habían sido puestas de lado; de hecho, las asociaciones chinas iniciales siguieron esta línea de división étnica, pero actuaron juntos en los acontecimientos de esta guerra porque su situación material como culíes era semejante y también porque respondían a la misma cultura militar: un grupo de profesionales de la guerra guiando masas de civiles contra los pueblos del otro.

Un último punto que se desprende de los hechos es la comprensión de la conducta de los culíes por los historiadores peruanos. Como vimos, Mariano Felipe Paz Soldán, que es el fundador de la historiografía peruana de la guerra, se esfuerza en mostrar que hubo muchos chinos que colaboraron de manera espontánea con el Perú. Aportaron más dinero que cualquier otra colonia extranjera viviendo en el Perú. Por su parte, Basadre no reprocha la actitud de los culíes sino que muestra que no se identificaron con Chile porque esta nación no los defendió sino que los utilizó y luego los dejó desprotegidos. Excluidos de culpa por la historia académica, la sociedad tampoco guardó rencores. Además, ya había ajustado cuentas con ellos en demasía. Por ello, a partir de las décadas de 1920-1930, los chino-peruanos fueron incorporados a la muy diversa peruanidad gracias a las realizaciones de su comunidad, su tradicional laboriosidad y el impacto de su gastronomía29.

Periódicos chinos

Shun Pao, editado en Shanghái.

Tsun Wan Yat Pao, editado en Hong Kong.

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1Vicuña Mackenna (1881); Basadre (2014, p. 130). Sobre Vicuña Mackenna, puede leerse con bastante provecho el artículo de José Luis Rénique «Benjamín Vicuña Mackenna, exilio, historia y nación» (2015).

2Una buena síntesis de la bibliografía sobre los chinos del Perú se debe a Miguel Situ (2016, pp. 36-62).

3En la página 52, sostiene que los chinos que se unieron a Chile eran víctimas de un sistema oprobioso, estaban resentidos y actuaron por venganza. Esta versión aparece también en un relato integral de la guerra escrito por los historiadores chilenos Rafael Mellafe y Mauricio Pelayo, La guerra del Pacífico en imágenes, relatos y testimonios (2019; la primera edición chilena había sido en 2007). Puede verse el punto en la página 376 de la edición peruana.

4En el libro de Fernando de Tazegnies, En el país de las colinas de arena, se sostiene que la contribución de los chinos fue superior a la de todas las demás colonias extranjeras (1994, T. 1, p. 611).

5De acuerdo con Basadre, durante la ocupación de Lima, el Tribunal de Justicia de Chile, que funcionaba en la ocupada capital peruana, fue bastante duro con los chinos. Por ejemplo, menciona sentencias de este tribunal que incluyen condenas a muerte, azotes, multas y prisión por diversos delitos incluidos la vagancia, el consumo de opio y la asistencia excesiva al teatro chino (2014, p. 305).

6Un estudio de conjunto de la identidad nacional de la primera generación de culíes se encuentra en el artículo de Benjamín Narváez, «Becoming Sino-Peruvian: Post-Indentured Chinese in 19th Century Peru» (2016).

7Un estudio panorámico de los chinos de Lima se encuentra en Isabelle Lausent-Herrera (2011).

8Uno de los primeros libros con perspectiva transnacional se debe a Adam Mckeown, Chinese Migrant Networks and Cultural Change (2001).

9Esta autora ha escrito un segundo trabajo relevante sobre el tema, que permite analizar la profundidad de la lucha inter-étnica en el Perú de esta época, «Narrating Chinese Massacre in the South American War of the Pacific» (2019).

10En el periódico de Shanghái Shun Pao se halla una detallada descripción del sufrimiento de los culíes en el Perú en la edición del 28 de junio de 1881. Este reporte fue titulado «El cruel asesinato de los chinos en el Perú», 《书秘鲁惨杀华人案》,《申报》,1881年6月28日第0001版; Shun Pao, 28 de junio de 1881, p. 1.

11En 1881, aparecieron numerosas cartas sobre la guerra del Pacífico donde se halla el pedido de especial protección por emergencia.《来札附登》,《循环日报》,1881年10月18日,第2版; Tsun Wan Yat Po, 18 de octubre de 1881, p. 2. En relación con pedidos al Imperio para su acción inmediata, véase 《论秘鲁华民亟宜保护》,《循环日报》,1881年11月15日,第2版;Tsun Wan Yat Po, 15 de noviembre de 1881, p. 2. Sobre el envío de un barco de guerra, véase 《使节中阻》,《循环日报》,1882年1月16日,第2版; Tsun Wan Yat Po, 16 de enero de 1882, p. 2.

12Las cartas de los chinos subrayan que los peruanos tienen sentimientos equivocados en relación con los chinos porque ellos no son responsables de las desventuras del Perú. Asimismo, expresan que durante la guerra trabajaron para ambos por igual en tanto extranjeros atrapados en un conflicto bélico.《来札附登》,《循环日报》,1881年10月18日,第2版 Tsun Wan Yat Po, 18 de octubre de 1881, p. 2.

13Sobre la moralidad y el Perú, puede verse 《阅秘智和约有感》,《循环日报》,1881年7月27日,第3版;Tsun Wan Yat Po, 27 de julio de 1881, p. 3.

14Importantes datos demográficos y una explicación general de la primera generación china se encuentran en Paroy (2012).

15Una síntesis de China en el momento de inicio del tráfico humano de los culíes en se encuentra en Wilson (2004).

16Sobre la experiencia de los chinos migrantes al este asiático, un artículo conceptual se debe a Gungwu (1991).

17La autora sintetiza la postura de diversos autores chinos que analizan el proceso de reclutamiento de los culíes dentro de China.

18Liu Yehua se graduó de Renmin University en 2011, su libro fue publicado en 2015 y, a continuación, ha desarrollado una carrera en el mundo editorial académico.

19En la mencionada obra de Mellafe y Pelayo (2019), se halla un relato de la ocupación de Lima y la administración de Lynch (p. 516).

20Un análisis puntual de la expedición Lynch se encuentra en Cavero Carrasco (1979).

21En el tomo 2 (p. 280), expresa su postura a favor de los objetivos y la acción de la expedición Lynch al norte del Perú. Por su parte, Vicuña Mackenna condena esta misma expedición en Historia de la campaña de Lima (1881, p. 555).

22Heraclio Bonilla escribió un influyente texto sobre este tema, «El problema nacional y colonial del Perú en el contexto de la Guerra del Pacífico» (1974).

23La descripción se halla en Segall (1968, p. 127).

24Un resumen de sus peripecias en la mencionada tesis de Araneda (2007, p. 63).

25La rebelión de los chinos culíes durante la guerra del Pacífico fue una de sus numerosas luchas contra el sistema de plantación, pero no fue la única. Para una visión de conjunto, puede consultarse González (1989, pp. 385-424).

26La referencia aparece en Mellafe y Pelayo (2019, p. 496).

27Sobre el saqueo de Capón, puede verse 《秘鲁近事》,《循环日报》,1881年5月10日,第3版;Tsun Wan Yat Po, 10 de mayo de 1881, p. 3; asimismo, 12 de mayo de 1881, p. 2. La mencionada carta colectiva de los empresarios chinos apareció en este mismo diario el 18 de octubre de 1881, p. 2.

28El líder económico de la comunidad china era Aurelio Pow San Chía, quien era de origen hakka. Su fortuna fue legendaria y presidió durante muchos años la prestigiosa Sociedad de Beneficencia China de Lima.

29Una interpretación sobre la relación entre gastronomía y cultura chino-peruana se encuentra en la tesis de Sofía Molero Denegri, La construcción socio-cultural de la gastronomía china en Lima: Siglos XIX-XXI (2010).

Recibido: 20 de Abril de 2022; Aprobado: 20 de Octubre de 2022

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