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Anthropologica

versão impressa ISSN 0254-9212

Anthropologica v.25 n.25 Lima dez. 2007

 

TEMAS DE GÉNERO

 

La migración femenina: estrategias de sostenimiento y movilidad social entre peruanos en España y Argentina

 

Karsten Paerregaard

 


RESUMEN

Este artículo examina el patrón de género de la emigración peruana hacia España y Argentina. Compara los distintos contextos de recepción en ambos países y las posibilidades que ofrecen a las mujeres como inmigrantes para conseguir trabajo y movilidad social; analiza también cómo estas posibilidades se reflejan en las expectativas que las mujeres tienen de sostener a sus familiares en el Perú y de, a largo plazo, traerlas y crear nuevas vidas para ellos en España y Argentina. Además, explora cómo los migrantes diseñan estrategias para lograr estas expectativas dentro de un imaginario que representa la emigración como una jerarquía global de conexiones y blancos migratorios. Las preguntas de investigación son las siguientes: ¿quiénes son las mujeres que migran a estos dos países?, ¿qué tipos de redes sociales utilizan para emigrar y cómo llegan?, ¿cuáles son las estrategias de sostenimiento y cómo se insertan los peruanos en el mercado de trabajo en España y Argentina?, ¿cuáles son las similitudes y diferencias entre la emigración peruana hacia España y Argentina, y cuáles las posibilidades económicas y sociales que les ofrecen a los peruanos como inmigrantes? Los datos presentados han sido recogidos a través de trabajo de campo en España, en 1997, y Argentina, en 2000, y consisten en las historias migratorias relatadas por tres mujeres peruanas en cada país.

Palabras clave: peruanos, España, Argentina, género, estrategias de migración.

 


ABSTRACT

This article studies the gender pattern of Peruvian migration to spain and Argentina. The author compares the different contexts that migrants face in both countries and the possibilities that are offered to migrant women in terms of jobs and social mobility. The author also analyzes how these opportunities are reflected in the expectations of Peruvian women to support their families in Peru and to be able to bring them to Spain and Argentina in the long run. Additionally, she explores how migrants design strategies to achieve these expectations through a mind-set (imaginario) where migration is represented as a global hierarchical network and migration targets. The questions underlying this research include the following: who are the women that migrate to these two countries? What type of social network do they use to migrate and how do they migrate? Which are the strategies they develop to support themselves and insert themselves in the labor market of spain and Argentina? Which are the similarities and the differences observed between Peruvian migration to spain and Argentina, and which are the economic and social opportunities they encounter as migrants? the data on which this paper is based —the migration experiences of three Peruvian women in each country— was gathered through field work which was carried out in Spain, in 1997, and in Argentina, in 2000.

Key words: Peruvian migrants, Spain, Argentina, gender, migration strategies.

 


Tradicionalmente, los investigadores de la migración sostenían que los movimientos demográficos, en la mayoría de los casos, tomaban la forma de migración laboral y que los migrantes, en su mayoría, eran hombres. Sin embargo, en los años ochenta y noventa, la idea de que la migración es un fenómeno masculino ha sido cuestionada seriamente (Hondagneu-Sotelo y Ávila 1997; Alicea 1997; Pessar 1999), y hoy en día un creciente número de investigadores contempla al sector femenino como agente social que juega «un papel importante en todo tipo de migración en todas las regiones del mundo» (Campani 2000: 147). Dentro de esta nueva feminización de la migración, «no es el caso que las mujeres migrantes migran primeramente como dependientes o para conseguir la reagrupación familiar. Más bien, mujeres migrantes son frecuentemente un recurso principal de soporte familiar; además ellas miran su papel en términos de una estrategia familiar» (Anthias 2000: 4). Este cambio en el patrón de género de la migración internacional se origina en parte por un proceso de migración rural-urbana que ya tiene muchos años en los países emisores y por los cambios en las economías de los países receptores donde la incorporación de las mujeres en el mercado nacional de trabajo ha generado una creciente demanda del servicio doméstico (Phizacklea 1998: 32-34).

La feminización de la migración transnacional se manifiesta en particular en el sur de Europa, Argentina y Chile, donde la prosperidad económica de los años ochenta y noventa ha impulsado a muchas mujeres a buscar trabajo fuera de la casa, lo cual ha generado una necesidad urgente de importar mano de obra femenina para cubrir el trabajo doméstico.1 Además, el flujo creciente de mano de obra femenina hacia países como España, Italia y Grecia es notorio, porque ocurre al mismo tiempo que españoles, italianos y griegos han cesado de emigrar hacia el norte de Europa como migrantes laborales. En realidad, el cambio de ser sociedades de emigración a ser sociedades de inmigración ha sido tan rápido que los gobiernos todavía carecen de una política de inmigración coherente (King 2000; King y Black 1997; Anthias y Lazaridis 1999; Petrillo 1999; Escrivá 2000). Mientras tanto, el número de inmigrantes, tanto legales como ilegales, sigue creciendo, y España hoy día tiene una población de extranjeros de dos millones y medio (El País 2006: 22).2 Anthias y Lazaridis (2005: 4 y 6) informan que gran parte de esta migración es ilegal y que «muchos de estos migrantes son mujeres que vienen como domésticas o como "artistas de cabaret"»; también afirman que «normalmente se encuentran en los niveles más bajos de la jerarquía de empleo dentro de la industria de servicio» y que muchas «tienen contratos de corto tiempo o son indocumentadas, sujetas a los caprichos de sus empleadores».

Este artículo compara la emigración peruana hacia España y Argentina. En particular, examina el patrón de género de esta emigración y el papel que las mujeres juegan como punta de lanza en el flujo demográfico a España y Argentina. Las preguntas de investigación son las siguientes: ¿quiénes son las mujeres que migran a estos dos países?, ¿qué tipos de redes sociales utilizan para emigrar y cómo llegan?, ¿cuáles son sus estrategias de sostenimiento y cuáles sus criterios para ir a España y Argentina y no a otros países?, ¿cuáles son las historias de emigración de España y Argentina y cómo se insertan los peruanos en el mercado de trabajo en ambos países? Las vetas para la comparación son, por un lado, los distintos contextos de recepción en España y Argentina y las posibilidades que ofrecen a los inmigrantes para conseguir movilidad social y, por otro lado, cómo estas posibilidades se reflejan en las expectativas que los migrantes peruanos en España y Argentina tienen no solo de ahorrar dinero y sostener a sus familiares en Perú, sino también de, a largo plazo, traerlos a España y Argentina y crear nuevas vidas en aquellos países.

El artículo sugiere que, a diferencia de lo que sostienen las teorías de migración, la participación femenina en la emigración peruana no es un fenómeno nuevo (Pessar 1999). Al contrario, las mujeres han tomado el papel de punta de lanza de la emigración peruana a países como Estados Unidos, España, Italia, Argentina y Chile desde hace muchos años. Si bien es cierto que la participación femenina constituye una característica importante de la emigración peruana, vale recalcar que las mujeres peruanas muchas veces sirven como recurso de soporte para sus familias en el Perú y que ellas miran su papel como parte de una estrategia familiar, tal y como sostienen algunas teorías de migración (Alicea 1997; Hondagneu-Sotelo y Ávila 1997). También es importante acentuar que muchas mujeres peruanas inician su nueva vida en España, Italia, Argentina y Chile trabajando como domésticas y que ellas, de esta manera, ocupan el nivel más bajo de la jerarquía de empleo dentro del mercado de trabajo en estos países. Finalmente, el artículo sugiere que, para las mujeres, la emigración a España y Argentina representa no solo un movimiento geográfico en el mundo, sino también un movimiento social en la sociedad peruana.

Los datos que presento han sido recogidos a través de trabajo de campo en España, en 1997, y Argentina, en 2000, y consisten en las historias migratorias relatadas por tres mujeres peruanas en cada país. Antes de responder estas preguntas, bosquejaré en forma breve la historia de la emigración peruana contemporánea.

LA EMIGRACIÓN PERUANA

La primera ola de emigración peruana del siglo XX estuvo compuesta por refugiados políticos —sobre todo del partido aprista— que salieron del Perú en los años treinta hacia los Estados Unidos —especialmente rumbo a ciudades como Chicago y San Francisco— y Argentina. En los años cincuenta, mujeres jóvenes de la sierra andina viajaban a los Estados Unidos para trabajar como domésticas. En el mismo período, España, junto con Argentina, surgen como los países preferidos de miles de familias de la clase media y media alta del Perú que enviaban a sus hijos a ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia, en España, y Buenos Aires, La Plata, Rosario y Córdoba, en Argentina, para adquirir educación profesional en Medicina, Derecho, Ingeniería, Arquitectura, Agronomía, etcétera. Este flujo migratorio continuó hasta principios de los años ochenta. A pesar de que la mayoría de los peruanos que salieron para estudiar en España y Argentina en aquella época regresaron al Perú, un buen número de ellos se quedó y contrajo matrimonio con mujeres argentinas y españolas. Por su estado profesional y los lazos familiares que crearon en España y Argentina, su integración en el mercado de trabajo y en las sociedades argentina y española fue rápida y relativamente fácil.

Desde los sesenta, la emigración peruana se incrementó. No solo se puede observar un flujo constante de migrantes a Venezuela y a otros países latinoamericanos: también es claro que muchos peruanos de los barrios obreros de Lima y de las comunidades campesinas de la sierra comenzaron a emigrar a Estados Unidos. Durante las décadas de 1970 y 1980, este país siguió recibiendo muchos peruanos, sobre todo de Lima, Callao y ciertas provincias en la sierra, como Huancayo, Áncash, Cajamarca y Ayacucho. Debido a la crisis económica y política del Perú en la segunda mitad de los años ochenta, la emigración cambió sus características y se incrementó considerablemente. Como resultado, muchos peruanos de las clases media y media alta comenzaron a dejar el país, la mayoría con rumbo hacia Estados Unidos.

Debido a los cambios de las leyes inmigratorias en los Estados Unidos en los años ochenta, muchos peruanos de la clase baja provenientes de pueblos jóvenes de Lima y otras ciudades costeñas se vieron obligados a buscar nuevos horizontes. La emigración cambió de rumbo hacia España, Italia y Japón. Sin embargo, cuando los gobiernos de estos países empezaron a exigir visas a los peruanos en 1992, estos se vieron obligados a buscar nuevos destinos. Ante ello, en 1993 y 1994, Argentina se convirtió en uno de los blancos preferidos de la emigración peruana. Este flujo continuó durante la década de 1990, y recién ha declinado en los últimos años por la crisis económica argentina. A partir de 1997, la emigración peruana también comenzó a dirigirse hacia Chile, tendencia que se ha reforzado en la medida en que los peruanos en Argentina se ven obligados a buscar nuevos países para emigrar.

Hoy en día se calcula que casi dos millones y medio de peruanos viven fuera del Perú (Altamirano 2006: 118). Desde un punto de vista geográfico, esta diáspora toma la forma de una tela de araña global en la que peruanos de las mismas regiones del Perú tienden a emigrar hacia los mismos destinos en el mundo (Altamirano 1990, 1992, 1996, 2002, 2006; Berg y Paerregaard 2005). España ha sido el blanco preferido de peruanos de las ciudades costeñas del norte de Perú, sobre todo de los trujillanos (Merino 2002; tornos et al. 1997; Escrivá 1997, 1999, 2000, 2003, 2004). Ciudades norteamericanas como Paterson en Nueva Jersey y Los Ángeles en California, junto con Japón, Argentina y Chile, han atraído un gran número de limeños y peruanos de otras ciudades costeñas del centro de Perú (Julca 2001; Núñez 2002; Pacecca 2000; Paerregaard 2005a; Ruíz Bahía 1999; takenaka 1999; torales 1993; tamagno 2002), mientras que Milán, Roma y turín en Italia, Miami y en parte Washington, Dallas y Houston en los Estados Unidos sirven como blancos principales de migrantes que salen de la sierra peruana (tamagno 2002ª y 2002b; Paerregaard 2002 y 2005b).3

Muchos peruanos interpretan este abanico de conexiones y blancos migratorios y las oportunidades que ofrecen para conseguir trabajo como una jerarquía global de posibilidades para obtener movilidad social. En esta jerarquía, Estados Unidos representa una posibilidad única para estudiar, hacer negocios y, en otras formas, ganar dinero rápido, sobre todo debido a la política abierta de inmigración, al mercado laboral liberal y al ambiente multicultural. De similar modo, algunos consideran que Japón es un país atractivo por sus sueldos, en promedio más altos que los de otros países, mientras que otros prefieren ir a España e Italia, porque se imaginan que será más fácil adaptarse debido a factores idiomáticos y culturales. En cambio, muchos miran hacia Argentina y Chile —donde los sueldos son más bajos y las posibilidades de conseguir movilidad social son peores—, pues los consideran blancos «baratos» y el último «paradero» de la diáspora peruana.

Los pobladores peruanos interpretan esta jerarquía global de emigración como un indicador del estado económico y social de sus emigrantes: Japón, de este modo, es el blanco de peruanos de descendencia japonesa y de sus cónyuges, que son los únicos que pueden conseguir permiso de trabajo en este país debido a las restricciones de la política de inmigración del gobierno japonés. De similar modo, Estados Unidos, España e Italia son preferidos por peruanos que han sido invitados por parientes que residen en estos países a través del programa de reunificación familiar, o por quienes les prestan dinero para viajar ilegalmente. Mientras tanto, Argentina y Chile son receptores de los que no cuentan con suficiente recursos económicos y sociales para emigrar a otros países.

EL PATRÓN DE GÉNERO DE LA EMIGRACIÓN PERUANA

La historia de la emigración femenina peruana se remonta a principios del siglo XX, cuando mujeres jóvenes de la sierra andina del Perú comienzan a migrar a Lima y a otras ciudades buscando trabajo doméstico. Muchas de estas mujeres contaban con poca o ninguna educación escolar y no dominaban el español, pues su idioma materno era el quechua. Ellas fueron a Lima a través de las redes rurales-urbanas que otros migrantes ya habían establecido (Paerregaard 1997), y fueron reclutadas para hacer trabajo doméstico a través de relaciones de clientelismo (Chaney 1985: 18-25; Chaney y García Castro 1989; Scott 1994: 46-47, 88-89, 134; Smith 1973). En los años cincuenta, algunas de estas migrantes mujeres de descendencia andina fueron llevadas a Estados Unidos por empleadores peruanos o americanos que se mudaron a Florida y otros Estados en América del Norte por motivos de trabajo. En pocos años, ellas se convirtieron en puntas de lanza de nuevas redes de migrantes entre Perú, Miami y otras ciudades estadounidenses. Una mujer peruana jubilada me relató que la familia americana que la había contratado como niñera en Lima la trajo a Estados Unidos en 1954. En aquella época, la colonia peruana en Miami todavía consistía de mujeres de la sierra andina que trabajaban como empleadas domésticas. Sin embargo, durante los últimos cincuenta años, dichas mujeres han establecido sus propias redes de migración y han generado un flujo migratorio extensivo, desde sus comunidades de origen en el Perú, hacia Miami o hacia sus nuevos sitios de residencia.

A diferencia de la migración peruana a Estados Unidos en los años cincuenta y sesenta, el reciente flujo emigratorio a España y Argentina ha sido generado por las necesidades económicas de los emigrantes y sus familiares en el Perú, lo cual refleja no solo un cambio en la historia migratoria del Perú y en la reciente formación de la diáspora peruana, sino también la transformación de la misma sociedad peruana en este período. En primer lugar, la crisis económica del Perú llega a tal punto que la emigración se torna una de las estrategias principales de todas las clases sociales del Perú para movilizarse socialmente y ganarse la vida. En segundo lugar, a partir de 1994, la cantidad de mujeres que emigran desde Perú aumenta en forma explosiva, y en pocos años la emigración peruana a España, Italia, Argentina y Chile se vuelve una actividad prácticamente femenina. Este cambio del patrón de género se debe a una gran demanda de trabajadoras domésticas por parte de los nuevos países de destino de la emigración peruana —con la excepción de Japón—, que exigen mano de obra barata para cuidar niños, ancianos e inválidos, y para hacer limpieza y cocinar. Por su posición geográfica y su cercanía, Argentina en particular encaja en este patrón de emigración barata, pues, en comparación con los precios exuberantes que cobran los agentes de las redes de migración indocumentada para «arreglar» los papeles y el viaje a Estados Unidos, Europa y Japón —cuyas tarifas oscilan entre seis mil y ocho mil dólares—, este país aparece como blanco más accesible para los miles de peruanos que, en los últimos diez años, han visto empeorar sus posibilidades de movilización social en el Perú.

El flujo emigratorio hacia España, Italia, Argentina y Chile en los años ochenta y noventa también se diferencia de la emigración hacia Estados Unidos en los años cincuenta y sesenta, porque ha sido impulsado por mujeres urbanas de la clase obrera de las ciudades costeñas de Lima, Trujillo, Piura y Chimbote, mujeres que muchas veces han recibido formación como profesoras, asistentes de laboratorios, secretarias o enfermeras. Muchas de ellas se ven obligadas a aceptar trabajos que en Perú normalmente son llevados a cabo por migrantes femeninas sin preparación escolar, provenientes de zonas andinas y cuya situación todavía es dominada por relaciones clientelistas. En los países mediterráneos y en Argentina, este tipo de relaciones también dominan en la industria doméstica, que «es un sector sin los mismos derechos legales disfrutados por otros trabajadores», donde empleadas con cama adentro se someten a «relaciones quasi-serviles» y sufren de «aislamiento en el sitio de trabajo» (Escrivá 2000: 216 y 209).4 La posición vulnerable de muchas mujeres peruanas en España y Argentina ha empeorado por la falta de derechos legales, ya que son empleadas como trabajadoras temporales y dependen de los empleadores para renovar su permiso de trabajo.5 Como señala Anthias, «Pocas domésticas tienen un estatus de migración aparte de su derecho de entrar como domésticas y por lo tanto son vulnerables; en caso que dejen a sus empleadores corren el riesgo de ser deportadas» (2000: 26).

Escrivá describe la migración peruana hacia España como migración «sola» o «autónoma», ya que las mujeres actúan por su propia cuenta y emigran solas (2000: 213, 216, 222). Sin embargo, como Escrivá también sostiene, «la migración de mujeres pueden ser parte de una estrategia familiar o para mantener y reforzar su posición social o mejorar sus condiciones de vivir» (2000: 213). Ella concluye que «hay un lazo entre la migración femenina, no tanto a las expectativas de subir la escalera de carrera sino a la carrera y supervivencia de otras: hijos, padres, hermanos y aún esposos» (2000: 215). En otras palabras, muchas de estas mujeres son lo que algunos investigadores llaman «migrantes de punta» —o target migrants, en inglés—, porque migran por corto tiempo con el fin de hacer dinero—. El objetivo es el bienestar de otros en lugar de las necesidades individuales, tales como obtener residencia legal, cambiar estatus social y mejorar las condiciones de vida en el país de residencia.

Aunque las mujeres migrantes que han recibido preparación profesional antes del salir de Perú experimentan una pérdida de estatus social cuando buscan empleo doméstico, que es considerado en Perú como trabajo para mujeres de la sierra andina y, por lo tanto, es mal remunerado, este se ha vuelto «aceptado como uno de los mejores tipos de empleo» (Escrivá 2000: 216). Además, las mujeres consideran la pérdida de estatus social y la experiencia de movilidad decreciente en el mercado de trabajo como la condición existencial de la migración, debido a la política de inmigración rígida de los gobiernos español y argentino, que no proveen a las mujeres peruanas con otras oportunidades que el servicio doméstico cuidando niños, inválidos y gente mayor (Martínez Veiga 1997: 189-195; Casaravilla 1999).6

ESPAÑA

La gran mayoría de los cien mil peruanos que viven en España se encuentra en Madrid o en Barcelona (Merino Hernando 2002: xxvi-xli; tornos et al. 1997: 41-45). Desde el punto de vista de los inmigrantes, las dos ciudades ofrecen distintas posibilidades. Debido a su tamaño, Madrid ofrece un mercado de trabajo más variado, mientras que los salarios en Barcelona, en general, son un poco más altos. El ambiente multicultural de las dos ciudades varía también, de modo que Barcelona atrae un gran número de inmigrantes marroquíes, mientras que Madrid es el principal blanco de la inmigración filipina, dominicana y africana.

A pesar de estas diferencias, la inmigración peruana en España sigue un patrón regional, en el sentido de que migrantes de la misma región en el Perú tienden a establecerse en las mismas ciudades en España; así, los que provienen de ciudades norteñas de Perú, como Trujillo y Chimbote, se concentran en Barcelona, mientras que la mayoría de peruanos que vive en Madrid procede de Lima (tornos et al. 1997: 41). A continuación, presento tres casos que ilustran las diferentes redes sociales y estrategias de sostenimiento que las mujeres peruanas emplean para emigrar a España y buscar empleo en aquel país.

Cecilia tenía 23 años cuando emigró a España para buscar trabajo. Antes de ello, había estudiado Enfermería en Trujillo y luego consiguió trabajo como asistente de un laboratorio. Sin embargo, debido a que el salario era muy bajo, ella decidió emigrar. Junto con sus dos hermanas mayores, acordó que cada una emigraría por tres años para pagar los estudios de sus hermanos menores en Perú. No obstante, las hermanas no cumplieron con el acuerdo. En 1992 viajaron a Japón como turistas, pero cuando sus visas se vencieron fueron detenidas por la policía japonesa y deportadas al Perú. Transbordando aviones en Miami, ambas lograron salir del aeropuerto y se quedaron como inmigrantes indocumentadas en Estados Unidos. Cecilia cuenta que ahora viven en Chicago, donde se han casado y establecido familiarmente. Por su parte, ella declara que también había pensado ir a Japón o a Estados Unidos, pero que le pareció más fácil viajar a España. Además, dice que se siente comprometida con la promesa que hizo a sus hermanos menores. Ante ello, en 1994 Cecilia viajó a España como inmigrante indocumentada. En Barcelona, encontró trabajo cuidando de una mujer anciana que la ayudó a mandar la solicitud para un cupo de trabajo ante las autoridades españolas. Luego regresó a Perú, donde aguardó la respuesta de la Embajada española en Lima, y cuando la recibió dos meses después viajó a Barcelona para trabajar como empleada doméstica. A pesar de que su empleadora la trata bien, Cecilia sufre de soledad y extraña a su familia. Piensa en ellos casi todo el tiempo y comenta: «Estoy preocupada por mis hermanos menores en el Perú. Espero que puedan estudiar y encontrar trabajo. Es por eso que mando toda la plata que gano a ellos. Mis hermanas en Chicago no van a regresar al Perú para ayudar a mi familia. Por lo tanto yo lo tengo que hacer». y añade: «Espero que puedo [sic] traer mis padres a España dentro de unos años cuando mis hermanos acaben sus estudios».

Lizet, que tiene 26 años, nació y fue criada en la ciudad de Trujillo, en el norte del Perú, donde terminó el colegio y luego estudió secretariado en una academia. Después de terminar sus estudios, trabajó como secretaria para un abogado, pero perdió el trabajo porque su empleador se vio forzado a cerrar su oficina, hecho que la indujo a emigrar. Primero pensó en viajar a Buenos Aires, donde dos tíos suyos y varias de sus primas estaban viviendo, pero, cuando una compañera de clase que estaba trabajando en Barcelona como doméstica le sugirió irse a España, Lizet cambió de opinión. En 1995 contrató una agencia de viaje que arregló el viaje a Europa, y después de unos meses viajó a Alemania con una visa de turismo. En el aeropuerto de Frankfurt, fue recibida por un peruano que sirvió como persona de contacto; dicho sujeto la llevó hasta Barcelona y la dejó en la puerta de la casa donde Lizet vive actualmente. Ella cuenta: «El viaje salió bien. Por supuesto la vuelta de Alemania a España me costó 700 dólares y no hicimos ningún descanso en el camino como me habían prometido. Pero por otro lado me dejaron justo donde vivo ahora». La compañera de clase que la había exhortado a emigrar la ayudó a encontrar trabajo como doméstica para una familia española que se encargó de hacer los trámites necesarios para conseguirle un cupo de trabajo. Luego regresó a Perú, esperando la respuesta de la Embajada de España en Lima, y cuando la llamaron para avisarle que su visa de trabajo estaba lista viajó a España por segunda vez, ahora como inmigrante legal. A ella le parece que su empleador la trata bien y está contenta con el sueldo de 800 dólares al mes. Remite la mayor parte del dinero a su familia en Trujillo y, en un futuro, planea llevar a una de sus hermanas a España. «Siempre puedes encontrar trabajo como doméstica en España. Hay tantos ancianos acá que necesitan de alguien que los cuide», dice Lizet.

Desde que iba al colegio en Trujillo, Vanesa soñaba con irse a Estados Unidos. Varias de sus compañeras de clase le habían contado que tenían parientes en Los Ángeles y en Washington, y que les habían ofrecido llevarlas a Estados Unidos. Sin embargo, cuando decidió salir de Perú en 1991, las posibilidades de viajar a Norte América parecían muy limitadas. La embajada norteamericana en Lima negó su solicitud de visado como turista, y amigos suyos le comentaron que el viaje a Estados Unidos como migrante indocumentada era muy peligroso.

Así fue que optó por viajar a España, donde unas primas lejanas estaban viviendo. Una vez ahorrado el dinero necesario, Vanesa salió del Perú. Llegó a Madrid con una visa de turismo el 15 de mayo de 1991. Pocos días después continuó el viaje hacia Barcelona, ciudad donde, según le habían contado, los salarios eran más altos. Tres meses más tarde, su visa de turismo expiró, y se quedó en España como inmigrante ilegal. En poco tiempo se encontró trabajando como empleada doméstica para una familia catalana; alquiló una habitación en el piso de un amigo de su enamorado, Telmo, quien la esperaba en Trujillo. Sin saberlo, Vanesa había escogido el momento preciso para entrar a España. No solo arribó un año antes de que la mayoría de países europeos suspendieran la excepción del visado para los peruanos, sino que lo hizo tan solo tres días antes de la fecha que el gobierno español había fijado como plazo para que los inmigrantes indocumentados pudieran solicitar un permiso de residencia según el proceso de regularización de 1991. «¡Imagínate! Cuando llegué a Madrid casi pensé regresar al Perú porque mis primas allá no me querían ayudar. Pero resulta que llegué justo unos días antes de que la amnistía cerrara. Eso resolvió todos mis problemas legales», exclama Vanesa.

Telmo la siguió en 1992, y ahora viven juntos con su hijo nacido en España, en un piso en Barcelona. Telmo ha conseguido trabajo en una fábrica, mientras que Vanesa trabaja limpiando pisos para diversas familias catalanas. En lugar de laborar como empleada doméstica con «cama adentro» —tipo interno—, tal y como solía hacerlo antes, ahora es contratada por horas, lo cual que le permite ganar más y tener más tiempo libre con su propia familia.

Tanto Cecilia como Lizet y Vanesa pensaron emigrar a otros países antes de optar por irse a España, lo cual indica que son muy conscientes de las posibilidades de trabajo y movilidad social que Estados Unidos, España, Italia, Japón, Argentina y Chile les ofrecen. Además, las tres mujeres salieron en la primera ola de emigración hacia España, entre 1990 y 1994, y fueron los primeros miembros de sus familias que llegaron a dicho país. Aunque dos primas de Vanesa ya estaban viviendo en Madrid, ella nunca recibió ayuda de ellas y continuó su viaje hasta Barcelona, donde se estableció.

En España, las tres mujeres encontraron trabajo como domésticas, pero, mientras Cecilia y Lizet continúan trabajando con «cama adentro», Vanesa hoy es contratada por hora. Si bien la emigración de estas tres mujeres representa lo que Escrivá llama migración «sola» o «autónoma», a partir de sus relatos también queda claro que esta migración forma parte de una estrategia familiar para mejorar las condiciones de vida de sus esposos, hijos o padres, quienes aún viven en Perú. Al margen de estas similitudes, mientras Cecilia y Lizet siguen remitiendo dinero para sus familiares en Trujillo, la estrategia de Vanesa es traer primero a su esposo, y luego a su madre y a sus hermanos, con el objetivo de reunir a toda su familia en Barcelona. A diferencia a Cecilia y Lizet, quienes siguen cumpliendo el papel de «migrante de punta» y por lo tanto no deciden si se quedan en España o no, Vanesa piensa quedarse en este país, lo que es prueba de «la existencia de un proceso de trasvase de la condición de "migrante" a "ciudadano" en la actual comunidad peruana en España» (Escrivá 2005: 167). No obstante, tanto Cecilia como Lizet consideran que las posibilidades de conseguir movilidad social en España son positivas, y piensan llevar a sus familiares en un futuro, tal y como lo planea hacer Vanesa.

ARGENTINA

Los siglos XIX y XX de la historia argentina estuvieron marcados por la inmigración europea. Este patrón migratorio cambia de carácter con la reciente llegada de ciudadanos de los países limítrofes y de Perú. Actualmente, para muchos argentinos, el término inmigrante tiene la connotación de europeos que migran en búsqueda de un mejor futuro en América. A diferencia de los miles de bolivianos, peruanos y otros grupos latinoamericanos que inmigraron a Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, estos son vistos como inmigrantes de segunda clase. Entre los mismos inmigrantes latinoamericanos también se puede observar diferencias importantes. Mientras que chilenos, paraguayos y bolivianos llevan varias décadas en Argentina, y por lo tanto ya han establecido sus instituciones y creado sus redes sociales, los peruanos —que, para el año 2000, llegaron a cien mil— recién están formándose como una comunidad de inmigrantes (Paerregaard 2005a).

La diferencia entre distintos grupos de inmigrantes latinoamericanos se puede observar al comparar a los inmigrantes bolivianos con los peruanos en Buenos Aires. El primer grupo se estableció, originalmente, hacia las afueras de la ciudad, como una comunidad predominante masculina, sobre todo dedicada a diversas actividades agrícolas, al comercio y a la construcción (Grimson 1997). En cambio, la comunidad peruana que se ha desarrollado en respuesta a la demanda de mano de obra barata en la industria de servicios —particularmente en lo que se refiere al servicio doméstico— es muy dispersa y heterogénea. Por una parte, los hombres peruanos se concentran en el centro de Buenos Aires, donde buscan trabajo en la calles lavando y cuidando autos, lo cual los hace muy visibles y los expone a la discriminación (Pacecca 2000). Por otra parte, las mujeres peruanas que trabajan como domésticas, muchas con «cama adentro», cuidando ancianos, niños e inválidos, pasan casi todo el tiempo sin contacto con sus paisanos o con la sociedad argentina, lo cual las hace sentirse muy aisladas y, en contraste con los hombres, muy poco visibles.

La imagen de Argentina como el objetivo más barato y accesible en la diáspora peruana está presente en muchas entrevistas que sostuve con peruanos durante mi trabajo de campo en Buenos Aires, en el año 2000, y ello se evidencia en los testimonios que transcribimos a continuación.

Marta es una mujer de 48 años nacida en Lima. Antes de emigrar, vivía en La Perla, un barrio de clase media-baja de la provincia de El Callao, junto con su hija de 20 años, que la ayudaba a llevar su negocio de coser y vender ropa femenina. De acuerdo con Marta, ella crió a su hija sin el apoyo de su esposo, quien la abandonó muchos años atrás: «No me servía para nada», explica. En el año 2000, decidió migrar hacia Argentina, donde sus dos cuñadas estaban trabajando al cuidado de dos argentinos ancianos. Marta vendió la ropa de su tienda en La Perla y empleó el dinero para financiar el viaje que la llevó a Bolivia y Brasil primero, para finalmente llegar a Argentina, donde, sobornando a la policía de frontera, entró con una visa de turista.

Mientras buscaba un trabajo como sirvienta «cama adentro» en Buenos Aires, Marta fue alojada en el departamento del patrón de una de sus cuñadas. Cuando conocí a Marta hacia fines de 2000, ella aún no hallaba trabajo. Para empeorar sus males, se había convertido en una inmigrante indocumentada, al vencer el plazo de su visa de turista, lo que hacía más difíciles las posibilidades de negociar las condiciones de un nuevo trabajo y del salario respectivo, y al mismo tiempo la exponía a los abusos de la policía argentina en Buenos Aires —al respecto, Marta nos dice: «Cuando la policía descubre que somos ilegales nos obliga a sobornarlos»—. Otra de sus muchas preocupaciones consistía en encontrar un lugar para vivir: «Realmente no sé qué hacer. Mi cuñada dice que teme que la anciana que ella cuida descubra que yo me quedo aquí. Puede perder su trabajo», explica. Actualmente, está pensando en regresar a Perú o en viajar a Estados Unidos, donde viven algunos de sus parientes lejanos. Todavía no se ha decidido. «Creo que tengo mejores posibilidades de encontrar trabajo en USA. Pero ¿cómo llego allí? Después de todo es más fácil vivir en Argentina como ilegal que en Estados Unidos», nos afirma.

Maritza tiene 40 años y ha nacido y crecido junto con sus seis hermanos en la barriada de Canto Grande, en Lima. Sus padres eran de procedencia rural; se mudaron a Lima desde sus tierras de origen —aldeas campesinas en Arequipa y Ayacucho— antes de casarse. Dado que su familia no podía pagar sus estudios, Maritza fue forzada a encontrar trabajo al terminar la escuela secundaria. Se casó, además, muy joven, y después de casados ella y su esposo, un policía local, se mudaron a su propia casa en San Juan de Lurigancho, no muy lejos de donde ella había sido criada.

Más tarde, Maritza consiguió trabajo en la prisión estatal de la localidad —Lurigancho— y por un tiempo la pareja vivió con relativa comodidad. Sin embargo, la crisis económica de los años noventa forzó a la pareja a cambiar sus planes futuros, y en 1993 decidieron que Maritza debería emigrar a Argentina, donde una prima lejana había estado viviendo varios años junto con su esposo. Arribó con una visa de turista cuyo límite expiró al poco tiempo, por lo que tuvo que permanecer allá como inmigrante indocumentada. Una de sus hermanas ya había salido de Perú con la ayuda de su prima, y había estado viviendo en Argentina durante un par de años. A través de dicha prima, pronto consiguió trabajo como niñera para familias bolivianas.

Luego de obtener un permiso de trabajo con la ayuda de su patrón y de convertirse en inmigrante legal, Maritza regresó a Perú con todos sus ahorros —1.800 dólares— para visitar a su esposo, quien había prometido ir a Argentina una vez que ella hubiese encontrado trabajo y lugar dónde vivir. Pero resultó sorprendida: su esposo había conseguido otra mujer y, en lugar de seguirla a Argentina, quería divorciarse. En Perú, la hermana de uno de sus cuñados —que estaba de visita, aunque trabajaba como empleada doméstica en Milán— trató de alentar a Maritza para irse con ella a Italia. Maritza lo recuerda: «Por un momento pensé que podría usar mis ahorros para ir a Italia y trabajar allí. Pero después pensé, no, mejor gasto mi dinero en mi familia y pasarla bien en el Perú [sic]. Entonces, no fui».

En efecto, Maritza viajó a Argentina por segunda vez para laborar con la misma familia con la que había trabajado antes de regresar. Más tarde, conoció a un argentino con el que quiso casarse; sin embargo, él la dejó por otra peruana que necesitaba casarse con un ciudadano argentino para obtener el permiso legal de residencia. En su trabajo actual, Maritza gana 700 dólares mensuales como niñera «con cama adentro», y pasa los fines de semana en un departamento que comparte con su hermana y otras dos primas. «Es un buen sueldo. Mi hermana solamente gana 450 dólares mensuales porque no trabaja como doméstica "cama adentro"», nos cuenta. Pero no está contenta con su forma de vida: «No me gustan los argentinos. Son muy fríos. Estoy aquí por mi trabajo y porque puedo enviar dinero a mi familia cada mes. Por supuesto, pude haber ido a Italia, pero no me arrepiento que no lo hice. Es más fácil ir al Perú desde aquí. Voy cada año a visitar a mi familia y gasto mis ahorros. Extraño el Perú, pero no tengo ninguna otra razón para regresar allí».

Esperanza tiene 28 años y proviene de la ciudad de Trujillo, donde estudiaba para ser profesora antes de emigrar. Estaba muy desilusionada por la situación en Perú y, ya que tenía una red de familiares en diferentes partes del mundo, decidió emigrar aprovechando el apoyo que le ofrecían. Su destino preferido era Japón, donde una prima había estado viviendo por un tiempo y donde los sueldos son más altos. Además, Esperanza estaba convencida de que «en Japón se vive más tranquilamente y organizadamente que en otras partes del mundo». No obstante, cuando se enteró de que otra prima suya había sido detenida en el aeropuerto de Tokio tratando de ingresar al país con documentos falsos, perdió el ánimo y comenzó pensar en otros destinos. Como alternativa, se presentó una posibilidad de emigrar a Italia, país donde otra familiar suya estaba viviendo. No obstante, el viaje a Italia resultó demasiado costoso para Esperanza y finalmente decidió ir a Argentina, hacia donde su madre ya había emigrado. Llegando a Buenos Aires en 1994, comenzó a buscar trabajo y, poco tiempo después, fue contratada por tres hermanas argentinas para cuidar de su madre inválida, que necesita atención las veinticuatro horas del día.

A pesar de que el sueldo es bueno —gana 500 dólares mensuales—, Esperanza no está contenta. Dice que las tres mujeres le echan la culpa porque la salud de su madre no mejora. «Es como ellas creen que es mi culpa. Pero ¿cómo puede ser eso? Ellas tienen mala conciencia porque me dejan a mí el cuidado de su mamá. La verdad es que yo sé más sobre la enfermedad de su mamá que ellas. Por eso son celosas y por eso me resondran todo el tiempo. Pero ¿qué puedo hacer? Prefiero cuidar niños pero en Argentina hay más ancianitos que niños y la gente paga para que se los cuiden», comenta.

Hace dos años, Esperanza trajo dos hermanos suyos a Argentina para que trabajaran también, pero les ha resultado muy difícil encontrar trabajo y hasta ahora sobreviven lavando autos en el centro de Buenos Aires. Esperanza dice: «yo no debo quejarme a pesar que no me gusta mi trabajo ¡Mira mis hermanos! Es como en Lima. Lavando carros en la calle. La única diferencia es que ganan un poco más acá. Pero solo un poquito. Así es la vida en Argentina. Solo hay chamba para las mujeres. Los hombres deben quedarse en casa».

La historia de Marta demuestra que, dado que muchos inmigrantes en Argentina no encuentran trabajo, permanecen como indocumentados por períodos largos de tiempo. Más aun, incluso cuando consiguen trabajo, son reluctantes a gastar su dinero, tan difícilmente ganado, para legalizar su situación, en vista de que les costaría más de 400 dólares. En todo caso, prefieren permanecer como indocumentados esperando la oportunidad de volver a emigrar hacia otro lugar, a pesar de que el estado ilegal los expone a abusos y maltratos por parte de sus empleadores y de la policía argentina. Desde la perspectiva de los inmigrantes, la ilegalidad en Argentina es percibida como una condición inevitable pero temporal, que les permite proseguir con estrategias de migración a largo plazo que apuntan hacia otros horizontes. Las experiencias de Maritza y de Esperanza revelan la problemática de los peruanos que migran. Desde la perspectiva argentina, por una parte este país ofrece una fácil y rápida salida de los problemas económicos que los afligen en su afán de alcanzar movilidad social en Perú, y les provee la posibilidad de financiar la educación de sus hijos y de mejorar su forma de vida. Pero, por otra parte, si bien la mayoría de los peruanos que encuentran trabajo estable en Argentina son mejor pagados que en Perú, no se sienten contentos con de sus nuevas vidas, ni tampoco se ilusionan ante la posibilidad de reunirse con sus familiares en el futuro.

DISCUSIÓN

Los seis casos forman parte de la ola de emigración que fue generada por la crisis económica y política del gobierno de Fujimori y que coincide con las nuevas políticas de inmigración y con la creciente demanda de trabajadoras domésticas que surge en España, Italia, Argentina y Chile a partir de 1990. Esta ola ha sido encabezada por mujeres que provienen de la costa norte —Trujillo o Chiclayo— y de Lima, y que pertenecen a las clases media-baja u obrera de Perú. Esto indica que hay una estrecha relación entre clase y género en la emigración peruana, y que a partir de los años noventa la emigración se torna una estrategia de sostenimiento entre las mujeres de los sectores populares del país. Muchas de ellas tenían experiencia laboral como profesoras, secretarias y asistentes o habían trabajado en negocios antes de emigrar, pero ante la crisis económica en Perú se deciden a emigrar. En efecto, se vuelven lo que la literatura sobre la migración llama «migrantes de punta», cuyo objetivo es remitir dinero y apoyar a sus familiares en el país de origen y cuya única manera de ganarse la vida es buscando trabajo como empleadas domésticas.

Aparentemente, los contextos de recepción en España y Argentina son muy parecidos. En ambos países las mujeres juegan un papel como pioneras y son contratadas como empleadas domésticas debido a la mala remuneración por este trabajo y al bajo nivel que ocupa en la jerarquía de empleo; se trata, pues, de una de las pocas ocupaciones que resulta accesible para los extranjeros. En particular, las mujeres peruanas cumplen con las calificaciones necesarias para el trabajo doméstico debido a sus previas experiencias migratorias en Perú y porque tal trabajo ha sido considerado, durante muchos años, una estrategia de sostenimiento para ellas. Además, entre españoles y argentinos, los peruanos tienen fama de ser muy pacientes y comprensivos con las personas que necesitan cuidado especial, tales como niños, inválidos o ancianos.

A pesar de que los mercados de trabajo que atraen a mujeres peruanas hacia España y Argentina son parecidos, se puede observar variaciones importantes entre los contextos de recepción de ambos países: mientras que en España un creciente número de mujeres encuentra trabajo fuera del servicio doméstico y tiene facilidad para traer a sus esposos y familiares, en Argentina las mujeres no cuentan con posibilidades similares. Igualmente, muchas peruanas en Argentina tienen malas experiencias con sus empleadores y con la policía, debido a la condición marginal e ilegal que padecen.

Los seis casos también demuestran que las diferencias entre los contextos de recepción en España y Argentina se reflejan en las expectativas de movilidad social que las mujeres tienen en ambos países. Por un lado, Marta, Maritza y Esperanza confirman que el único sector en el que encuentran trabajo en Argentina es el doméstico con «cama adentro», y que las posibilidades para traer a sus esposos son muy limitadas. Por lo tanto, no piensan permanecer en aquel país, y prefieren mantenerse como indocumentadas hasta que se presente una oportunidad para reemigrar hacia otras latitudes. Por su parte, Cecilia, Lizet y Vanesa aseguran que están contentas con el trabajo que desempeñan y el dinero que ganan. Vanesa ha cambiado el trabajo como empleada doméstica con «cama adentro» por un trabajo de limpieza remunerado por hora, lo que le ha permitido instalarse de forma más estable. Ella ha traído su esposo y declara que intenta quedarse en España con el fin de reunir al resto de su familia. En otras palabras, los peruanos que optan por ir a Argentina continúan mirando hacia nuevos horizontes como Japón, Estados Unidos e Italia, mientras que los que llegan a España, más bien, deciden quedarse.

CONCLUSIÓN

Los casos presentados en este artículo confirman las observaciones de Escrivá (2005), quien sostiene que un creciente número de peruanos en España opta por traer a sus familiares, establecerse en este país y, en algunos casos, por convertirse en ciudadanas españolas, así como los estudios que sugieren que, para muchas mujeres peruanas, la migración a Argentina sirve como una oportunidad temporal para sostener a sus familiares en Perú y ahorrar dinero para re-emigrar hacia Estados Unidos, España, Italia y Japón (Pacecca 2000; Paerregaard 2005a). En las entrevistas, también observamos que las seis mujeres y sus familiares tenían planes de emigrar desde muy jóvenes, y que todas habían considerado la posibilidad de emigrar hacia otros países antes de decidirse por ir a España y Argentina. En realidad, optan por viajar a España o a Argentina después de haber descartado todas las demás alternativas posibles. Por lo tanto, podemos concluir que las mujeres peruanas diseñan estrategias para conseguir movilidad social dentro de un imaginario que interpreta la emigración como una jerarquía global de conexiones y de blancos migratorios, y un movimiento no solo geográfico en el mundo, sino también social en la sociedad peruana.

 

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  1. Anthias y Lazaridis constan lo siguiente: «Hay por lo menos 6.4 millones de mujeres en Europa que no son ciudadanas en los países donde viven. Se estima que hay más de un millón de trabajadores domésticos que dependen de la buena voluntad de sus empleadores» (2000: 17).

  2. En 2006, más de un millón de esta población de extranjeros eran latinoamericanos, de los cuales 400 mil eran ecuatorianos, 200 mil colombianos y 100 mil peruanos.

  3. La correlación entre la inmigración y emigración peruana es evidente de la lista siguiente de los seis grupos de inmigrantes principales en el Perú y los seis destinos preferidos por los peruanos. Hasta 1981 los norteamericanos, chilenos, argentinos, españoles, japoneses y italianos constituyeron los seis grupos de inmigrantes más grandes en el Perú y son justamente los países de origen de estas seis nacionalidades que durante los últimos veinte años han recibido la mayor parte de los emigrantes peruanos (Altamirano 1996: 29).

  4. Campani sostiene que «una de las razones principales por la alta demanda de servicio doméstico en Europa del sur es la creciente tasa de actividad profesional y movilidad entre las mujeres súreuropeas en combinación con el déficit en servicio social para soportar a mujeres que trabajan» (2000: 150). Ella añade: «Esta relación arcaica de patrón-servidumbre también puede ser interpretada como el producto de un modernización incompleta y demasiado rápida sin la interiorización progresiva de los valores de lo que uno puede llamar el modelo "social demócrata" de la sociedad industrial o pos-industrial» (2000: 151).

  5. Lazaridis relata que, en ciertas partes de Grecia, es común que los empleadores retengan los pasaportes y otros documentos de sus empleadas domésticas filipinas para prevenir que huyan (2000: 63). Una mujer peruana que vino a los Estados Unidos en 1939 me comentó que esta práctica también era común en Miami, cuando familias americanas y peruanas comenzaron a traer mujeres andinas para trabajar como empleadas domésticas en los años cincuenta y sesenta.

  6. Ribas-Mateos, que estudió filipinos y otros inmigrantes en España, sugiere que este país en particular atrae inmigrantes femeninas del tercer mundo, debido a la política de inmigración y la necesidad de trabajadoras domésticas (2000: 181). Ella comenta que «es interesante observar como los hombres son sobrerepresentados en la migración filipina a otros países excepto Italia y España. Es la demanda por mujeres domésticas tanto como el sistema con cupos del gobierno español que determinan este flujo feminizado desde los países del Asia y América Latina» (ibid.).