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Anthropologica

versión impresa ISSN 0254-9212

Anthropologica v.29 n.29 Lima dic. 2011

 

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

 

Supe: la novela trunca de Arguedas

Supe: Arguedas’s unfinished novel

 

Juan Luis Dammert

Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Correo electrónico: juanluisdammert@gmail.com

 


RESUMEN

Tuvo varios nombres: «Harina Mundo», «Mar de Harina», «Jonás», «El pez grande», y fue un proyecto literario que emprendió José María Arguedas después de la publicación de Todas las Sangres (1964). Con él quiso novelar «la transformación del puerto de Supe», lugar donde había pasado los veranos entre 1943 y 1963 y que conocía muy bien. Como sabemos, Arguedas terminó convirtiendo ese proyecto inicial en El zorro de arriba y el zorro de abajo, una novela límite y relato ambientado en el puerto de Chimbote.
Dos capítulos de esta novela sobre Supe fueron publicados en vida del escritor, «Mar de Harina» y «El Pelón». En este artículo recojo información que da luces sobre estos textos y sus personajes, ya que fueron tomados de la realidad. Me baso en fuentes orales, tanto de mi memoria personal y familiar como de las conversaciones tenidas con pobladores actuales del puerto en un conversatorio en 2004 sobre los personajes descritos en el inacabado proyecto novelístico.

Palabras clave: Arguedas, Perú, novela, costa, Supe, siglo XX, representación literaria.

 


SUMMARY

It had several names, «Harina Mundo», «Mar de Harina», «Jonás», «El pez grande», and was a literary project that José María Arguedas started after the publication of Todas las Sangres (1964). The novel was intended to tell the story of ‘the transformations of Puerto Supe’, a fishing town he knew well, for he spent there the summer of 1943 and 1963. As we know, Arguedas later transformed this project into his last novel called El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, which took place in the port of Chimbote.
Two chapters of the unfinished novel about Supe were published while Arguedas was still alive: «Mar de Harina» and «El Pelón». In this article I present information about those chapters and the characters they portray, given that they were taken from real life. For this purpose, I draw on oral sources, such as my personal memories and the conversations I held in 2004 with the current inhabitants of Supe, about the characters of this unfinished project.

Key words: Arguedas, Perú, novel, coast, Supe, 20th century.

 


EL PROYECTO INICIAL CON «EL TEMA DEL PUERTO»

El propio José María Arguedas da cuenta de sus nuevas intenciones literarias, después de la publicación de Todas las sangres. En marzo de 1965, anuncia en entrevista periodística que está trabajando en una nueva novela sobre la costa, y menciona sus avances. Cuenta lo siguiente:

Inicié la redacción de una novela, Harina Mundo, sobre la transformación del puerto de Supe, donde pasé mis vacaciones durante 22 años. Cuando llegué a Supe no existían allí sino botes a vela; el alquiler de una casa costaba entre 10 y 20 soles mensuales; de pronto se convirtió en un puerto industrial con una población cosmopolita. El paraíso de la paz se convierte en el «paraíso» de la industria. Una habitación de quincha, sin luz y sin agua, llegó a costar hacia 1960, quinientos soles. Desaparecieron o fueron semiborrados nuestros venerables amigos del puerto. Conocía a cada vecino, y entre ellos encontré personajes maravillosos, plenos de misterio y de testimonios sobre nuestra sociedad de la costa. Ahora Supe es un hervidero pestilente y poderoso. Vi morir al viejo japonés Ogata, que durante cincuenta años fue el basurero del puerto y era casi mudo; el «terrestre» (estibador) J.B. que vivía en un hoyo con sus hijos en una especie de cueva, caminó bajo el gran sol de verano delante del féretro con una gran flor de magnolia en la mano. J.B. parecía un hombre idiotizado por el alcohol, pero en aquella tarde del sepelio de Ogata marchó muy triste. El rojo crepúsculo lloraba también en la flor que llevaba en las manos. ¿Por qué si Ogata no hablaba ni bebía y tenía un cuartucho entre el osario de los cementerios antiguos?

Luego vinieron hombres de todas clases. Don Moisés se murió poco a poco de la invasión; era un negro gigante, sensual, procaz y cuya voz de bajo se oía casi a dos cuadras. Llegó a ser don Moisés lo que ahora suelen llamar un líder social, un foco alrededor del cual giraba mucho de la vida del puerto. Llegué a ser amigo, muy amigo de esos hombres. Luego vino la crisis industrial y los pescadores «millonarios» malbaratearon las caras cosas que habían adquirido de adorno... hasta que de pronto volvió el negocio. Y ellos y la población tradicional que ahora gira también alrededor de la fábrica se quedaron entre estupefactos y atacados por indefinidas sospechas.

Entrevista con Raúl Vargas, a raíz de la publicación de Todas las sangres. Diario Expreso, 25 y 26 de marzo de 1965, p. 12.

Hacia diciembre de 1965 aparece la entrevista que le hace Tomás Escajadillo sobre el nuevo proyecto literario. Arguedas asegura haber comenzado una nueva novela llamada «Harina Mundo», de la cual dice tener listos ya cuatro capítulos, pero que por el momento ha suspendido el trabajo.

Harina Mundo es la narración de cómo un pequeño puerto de nuestra costa, Supe, se transformó en un gran centro productor de harina de pescado. Para esta novela casi no he tenido que crear personajes. Me los ha dado la vida. Los conozco a todos. Desde 1943 acostumbraba a pasar las vacaciones de verano en Supe, entonces una apacible caleta de pescadores. Todos los botes eran a vela; no había una sola lancha a motor. Alrededor de 1958 se instalaron dos fábricas de envase de atún. Hoy día hay decenas de fábricas de harina de pescado. Todo ha cambiado enormemente. La vida es carísima... Yo quiero reflejar este enorme cambio en mi novela. Y mostrar quiénes y cómo se han beneficiado o perjudicado con esta fabulosa industria. El Perú es en el mundo el primer país en la industria pesquera, superando varios años seguidos al Japón. ¿Qué ha pasado con los hombres que han hecho posible, con su trabajo, este millonario «record»?

Entrevista por Tomás Escajadillo. Cultura y Pueblo, Año II, números 7 y 8 de julio-diciembre de 1965, p. 23,

Pero entrado 1966 Arguedas decide extender su proyecto a otros puertos de la costa y empieza a visitar el puerto de Chimbote, donde vive su sobrina Vilma, en lo que Sybila Arredondo llama «los comienzos de hurgar y ampliar más los conocimientos acumulados por su experiencia vital, especialmente en el pequeño puerto de Supe, durante las décadas del 40 y 50».1 Chimbote había sido también un pequeño puerto, de igual o menor importancia que Supe, pero con el auge de la pesca anchovetera creció de manera inusitada sobre sus arenales y humedales, y ocupó el espacio vacío con una gigantesca invasión durante la década de 1960. En mayo y junio de 1966 Vilma Arguedas escribe que su tío la ha visitado en Chimbote.

Hacia julio del mismo año, Arguedas le escribe a Ángel Rama y descarta el primer título del anunciado proyecto de novela, siguiendo el consejo del uruguayo: «haré una buena novela con el tema del puerto y le encontraremos un título adecuado, porque tu reflexión sobre Amor mundo es muy acertada» (carta a Ángel Rama, 4 de julio de 1966).

Sybila Arredondo aclara este cambio de nombres y da alguna información sobre lo que ya se va convirtiendo en rezagos del proyecto inicial, ese «comenzar» que ya no formará parte, finalmente, de Los zorros:

El primer nombre que tuvo El zorro de arriba y el zorro de abajo fue Harina mundo. En 1966, Abelardo Oquendo hace una recopilación amplia de cuentos de Arguedas que publican, al mismo tiempo, Francisco Moncloa Editores, S. A., en Lima, y Arca Editorial, en Montevideo. Ángel Rama, gestor de esta última, le manifiesta al escritor que, para este libro mencionado, le parece más hermoso el título de Amor mundo y todos los cuentos, comparando las palabras, tomadas del proceso sintáctico quechua, Harina mundo y Amor mundo, y considerando su significado.

De este «comenzar» quedan dos episodios: Mar de harina, que apareció en 1966, en Marcha, N.° 1.321, como fragmento del libro que así se titularía […] Y, en 1969, como cuento, en Cuadernos Semestrales del Cuento: «Tres del puerto» que, finalmente, se denominó «El Pelón».

Ese mismo mes, el 26 de julio de 1966, Arguedas en carta al editor español Carlos Barral, desde Lima, incluida por Sybila Arredondo, da más luces sobre la continuación de su proyecto literario Dice ahora que ya tiene tres capítulos hechos y que el título es provisional:

Hace dos años empecé a escribir una novela sobre el tema de los pescadores de anchoveta y la verdadera revolución que ha causado en la costa peruana la industria de la harina de pescado. Yo solía pasar el verano en un pequeño puerto semiabandonado que está a 170 kilómetros de Lima; se llama Supe. Fui allí por primera vez en 1943. No existía en el puerto un solo bote a motor. Había sido un importante puerto de embarque de azúcar. Pero la gran hacienda San Nicolás que está a pocos kmts. del puerto quebró después de la primera guerra mundial y vendió su refinería como fierro viejo al Japón. Desde entonces Supe se convirtió en una caleta de pescadores de corvina y de embarque de guano. Tenía una maravillosa playa y cuando llegué, ya solían pasar el verano en ese lugar algunas pocas familias de clase media baja. Alquilé una casa bastante grande en quince soles mensuales (30 pesetas). No dejé de pasar un solo verano hasta el año 1960 en que se instaló la 28 fábrica de harina de pescado y convirtió al puerto en un inmenso surtidor de humo pestilente y la playa en un fango cargado de gusanos nunca vistos. Ya en ese año una sola habitación, sin luz y con piso de barro, costaba 400 soles (800 pesetas). Fui testigo de la transformación del puerto y de sus gentes. De cómo esta silenciosa y paradisíaca caleta se convirtió en una especie de urbe entremezclada de negros, cholos, indios monolingües quechuas, chinos e injertos, prostitutas, ladrones y de empresarios sin entrañas. Varios omnibuses venían de Lima los sábados cargados de rameras y se volvían el lunes cargados de oro. El mecanismo o los métodos inventados para que esta gente informe que constituyen los pescadores permanezca siempre pobre a pesar de los increíbles ingresos que obtienen con la pesca es algo superior a las posibilidades de ficción del novelista. Pero en este horno están gentes de las costumbres más diversas: es otra imagen del Perú, en algo semejante a la que he intentado mostrar en Todas las sangres, pero más compleja aún, acaso más difícil de narrar. He escrito los tres primeros capítulos. No tengo necesidad casi de inventar personajes para la primera parte. Se trata de la transformación de los pescadores y los pocos y tranquilos trabajadores del puerto, de los pequeños comerciantes ante la avalancha de los pescadores pro… [FALTA UNA HOJA en el manuscrito original,..]... La novela sobre el puerto ése y la repentina industria que salvó al Perú y lo convirtió en el primer país del mundo en producción de harina de pescado lleva el título provisional de Harina mundo.

En diciembre del mismo año, vuelve a escribir a Carlos Barral, esta vez anunciando que cree haber encontrado un nuevo título para la novela. Asegura que está reuniendo datos y que «es muy posible que dentro de un año tenga el primer borrador de la novela y que en un plazo máximo de dos años se la pueda enviar. Creo haberle encontrado un título: Pez grande».

Para enero de 1967, siguiendo las cartas publicadas por Sybila, Arguedas escribe a Horacio Achával, en Buenos Aires, narrándole el avance de su trabajo: «Ahora estoy recogiendo materiales para una novela que intentará revelar el insuperablemente original, poderoso y cruel mundo de los puertos donde [se] fabrica la harina de pescado. Pasé 18 veranos en uno de ellos y hoy o en estos meses, estoy por fortuna realizando un trabajo etnográfico en el más grande de ellos. Quizá dentro de un par de años pueda tener algo que ofrecer». Agrega: «Se llamará Pez grande». Para el 20 de febrero de 1967 asegura que «es la segunda vez que me encuentro en Chimbote» y todavía cuenta con incluir las historias de Supe en el proyecto, como se lee en un reportaje aparecido en El Comercio, entrevistado por M. J. Orbegozo (1967). Dice: «Trabajo en una obra que pretendo hacer representativa de toda la complejidad cultural del país, de su estratificación social. Estoy trabajando en Supe, en Chimbote». En marzo de 1967, en un añadido a esta última entrevista, Arguedas precisa su proyecto literario en construcción:

La novela que pretendo escribir tendrá como ambiente principal la costa, donde he vivido más de treinta años. Su título provisional es Pez grande. En el Perú actual, costa y sierra se mezclan, se agitan en un movimiento de atracción y de agresión que solamente el arte puede ser capaz de interpretar. Y el escenario de esa novela es la costa y, en forma más concentrada, los puertos pesqueros. Tuve la fortuna de vivir dieciséis años, durante los veranos en Supe Puerto y ser testigo de su casi indescriptible transformación. En Supe Puerto gané a muchos de los mejores amigos costeños que me iluminaron con su sabiduría, su penetrante humorismo y esa especialísima generosidad del hombre del campo o de los puertos menores de la costa peruana.

El 11 de enero de 1968, en una carta al psicólogo uruguayo Marcelo Viñar ya habla de la cancelación de su primer proyecto de novela con el tema del pequeño puerto de la costa:

Había empezado a escribir una novela hace tres años, o algo más. La formidable y casi mortal experiencia de mi encuentro con Sybila, el descubrimiento del inenarrable puerto pesquero de Chimbote, el contacto vivo con algunos pueblos de la sierra, hicieron que cancelara el proyecto de esa novela. En «Marcha» se publicó el capítulo II. Hace unos dos meses pude lograr, creo, el trazo nuevo definitivo, la concepción general nueva del libro. Entonces le escribí a Losada. Las editoriales Siglo XXI y Seix Barral, de México y Barcelona, respectivamente, me habían ofrecido anticipos por la novela que estaba escribiendo. No acepté ninguna propuesta porque el plan había sido desarmado.

Como vemos, en estas cartas y entrevistas entre 1965 y 1968, José María Arguedas va modificando sus estrategias y diseños de la novela que espera escribir, hasta decantar el proyecto y abandonar la idea de «la transformación de Supe» para emprender con más precisión la saga de Chimbote, con «una concepción general nueva del libro» que dará origen a «Los zorros», descartando los materiales del inicial «Harina mundo» o «Mar de harina».

Para esta decisión han conspirado, como menciona en su carta a Viñar, asuntos de índole personal. Son exactamente los años del divorcio de su primera esposa. Es el tiempo de sus veranos de Supe (al que alude de memoria, como de 22, 16 o 18 años) y de su matrimonio con Celia Bustamante. Ya no vuelve a la casa que habitaba y abandona sus incursiones y amigos en el puerto balneario, por entonces sumergido en la «invasión» pesquera.

DOS RELATOS DEL PEQUEÑO PUERTO

Todos los personajes que aparecen en «Mar de Harina» y «El Pelón» son tomados de la realidad, y existieron. En sus entrevistas y cartas, Arguedas ha llamado «capítulo II» a Mar de Harina; y «Tres del puerto» fue el título inicial del texto publicado como «El Pelón». Arguedas señaló también que tenía escritos cuatro capítulos de la novela, pero desconocemos el orden de ellos. El «pequeño puerto», a pesar de su reducido tamaño (el segundo distrito más pequeño del Perú) albergaba dentro de sí una historia propia, con antecedentes republicanos muy importantes, y con personajes sobrevivientes del antiguo modo productivo nacional, que entró en crisis hacia mediados del siglo XX, antes del boom anchovetero.

Para refrescar la memoria del lector y poder recoger ciertos aspectos de los relatos, vamos a resumirlos brevemente.

«El Pelón»

Pelón atraviesa el puerto desde su tienda de extramuros hasta el mar; a medida que recorre el espacio, el narrador va describiendo las tres calles de Supe Puerto, con sus dos malecones; en una suerte de dime dónde vives y te diré quién eres, pues coloca a los personajes en sus viviendas, y resalta cuando el espacio habitado y la persona no coinciden en la misma jerarquía social. («habían convertido los patios en gallineros»). Estibadores, artesanos, boticarios, empleados importantes, «serranos», tenderos japoneses, pequeños agricultores, vendedores ambulantes son descritos por el narrador, que va y regresa con Pelón de la orilla del mar a su tienda, cargando dos recipientes de agua a los extremos de una vara sobre los hombros. La tienda de Pelón queda al extremo urbano del puerto, más allá solo quedan el desierto y el corral de chanchos. Al volver, Pelón recibe a su primer cliente, el zambito Julio, que le pide ron. Con el ron, Julio busca a otro amigo de bebida, «Cañón», que se desplaza «al estilo del Pelón», con dos baldes de desperdicios sobre los hombros, hacia el chiquero. Estos dos «camaradas» se echan sobre la arena de los confines, temprano en la mañana, y empiezan a beber «el venenoso alcohol Cartavio» de Pelón. Al parecer, estos tres personajes son los que responden a la intención del título previo del relato, «Tres del puerto».

El narrador ha indicado la variedad étnica y posición social de los personajes, Pelón «era un chino inmigrante y había armado una tienda para la clientela más pobre del puerto». El zambito Julio había sido «estibador terrestre». Cañón surge de repente.

«Mar de harina»

La primera parte de «Mar de harina», mismo título de la novela que anuncia en 1965, trata de un personaje al que Arguedas llama «el Aparecido», que anda en harapos y descalzo por la orilla del mar, tirando una soga al océano, como parodia de la pesca. Viene desde los totorales del norte y al llegar a la entrada del muelle «los muchachos le arrojaban pequeñas piedras, huesos de pescado y basura, o lo contemplaban, siempre extrañados». Una de las voces que aparecen en este relato es la de don Moisés, el negro de quien habla en la entrevista periodística como un líder social. Don Moisés dice del Aparecido: «No hay naidies que sepa de dónde habrá venido. Apareció de la cueva». Sus oyentes, asiduos del mismo bar y bebedores crónicos comentan y lo equiparan con figuras bíblicas: «Así era San Juan bautizando al Cristo».

El narrador del relato sentencia sobre el Aparecido: «en algo se parecía el puerto a la apariencia de ese sonámbulo», pues así como las calles del puerto cincuenta años atrás habían sido «hormigueantes campos de actividad comercial» ahora eran espacios silenciosos, de paredes descoloridas.

Aparece entonces la partida del chino Wu Kuang, quien se muda a «la próspera villa de Barranca, antes triste aldea» con su tienda de comerciante cargada en tres camiones. El narrador informa: «de ambulante se convirtió en mayorista» y describe la partida y las conversaciones en torno a ella. Al despedirse y tomar la calle de salida, se encuentra con el basurero del puerto, un japonés «casi mudo, aunque cantaba» de apellido Ogata, que recogía la basura en capachos sobre un burro. El encuentro entre el chino y el japonés es dramático, aunque no cruzan una palabra.

De aquí en adelante, el narrador sigue a Ogata, que se une al Aparecido en su caminar por la playa hacia el norte.

Pero el narrador vuelve a las conversaciones de los bares del puerto, que describen la grandeza de antaño del lugar. Molleda, un jubilado de la vieja hacienda San Nicolás, alza la voz «¡Este puerto era de oro! Yo he llevado los libros de la fábrica. «Millones! Millones han pasado por mis manos» y agrega «aquí no hemos quedado sino dos campeones: Pelón, el pendejo, el mísero, que hace sal de agua de mar por ahorrativo, y yo ¡maldita sea la carretera!».

Uno de los borrachos, (llamado «el Borracho»), camina hasta las afuera del pueblo, lo deja atrás y se dirige por el arenal hacia el Áspero, el cementerio prehispánico del extremo sur, donde vive en un hueco en la tierra. Encuentra a su hija menor con un hombre, y ella fuga.

MEMORIA Y SENTIDO DE LA NOVELA DE SUPE

Yo leí recién estos relatos cuando aparecieron en las Obras Completas de José María Arguedas (1983), como pedazos desprendidos de El zorro de arriba y el zorro de abajo, y me llamó la atención que el novelista se fijara en algunos personajes que yo recordaba con nitidez, por su dimensión trágica y social, pero que también diera datos de primera mano sobre la historia de Supe Puerto, los cuales había ido yo reconstruyendo de fuentes escritas y de conversaciones con diversas gentes. Mi familia vivió en Supe entre 1947 y 1964 (yo nací en 1954), por lo que los datos que manejo provienen de la misma época en que el novelista habitó los veranos del puerto y ubica su saga. Mi padre llegó en 1947 para trabajar en la primera fábrica de conserva de atún, fue alcalde de Supe Puerto por tres periodos entre 1958 y 1962, y administró fábricas de harina de anchoveta hasta 1964.

Nunca perdí contacto con mis amigos de la infancia, a quienes seguí viendo en diferentes épocas. Al conocerse la existencia de las ruinas de Caral y su importancia para el Perú, como la civilización más antigua de América, gracias a los trabajos de la doctora Ruth Shady y su equipo, volví al Puerto y colaboré el 2004 con el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe (PEACS) redactando un informe sobre antecedentes culturales y personajes de la provincia de Barranca, el que sirvió como fuente para redactar el Plan Maestro de Desarrollo. Uno de los acápites de ese informe recogía los escritos de Arguedas en Supe y su vida en la localidad. Para esto, entrevisté a Blanca Varela y Fernando de Szyszlo, viejos amigos de Arguedas a quienes había invitado a veranear, y revisé la bibliografía existente.

Después de presentar ese informe me dediqué por mi cuenta a revisar el alcance de los escritos literarios de Arguedas, los que me dí cuenta nadie conocía en la localidad, por lo que con ayuda de los amigos organizamos un conversatorio en el viejo local de la Sociedad de Auxilios Mutuos (junto a la iglesia, al extremo del malecón) para contarles acerca de estos textos y preguntar por lo que recordaban acerca de los personajes. Grande fue la sorpresa, pues pese a los años transcurridos muchos guardaban memoria del escritor y sabían perfectamente de lo que trataban esos cuentos. Les causó, además, gracia.

EL ESCRITOR

En torno al recuerdo de Arguedas, hay muchos que lo conservan desde distintos ángulos. Gerardo Miguita,2 hijo del viejo Miguita, que empezó con la conocida tienda de abarrotes en el «crucero», mencionado en «El Pelón» y «Mar de Harina», señaló que había hablado con Arguedas sobre su proyecto literario por esos años. «Me dijo que ya había escrito algo sobre Puerto, pero nunca llegó a mostrarlo, no dijo que iba a escribir, sino que ya lo tenía escrito».

Otros que lo vieron más de lejos y eran muchachos entonces, lo recuerdan con humor. «Le decíamos Chaplin», dice un hombre de apellido Casas. Al preguntarle si era por los bigotes, me dice: «no por los bigotes, sino por la manera de caminar, con los pies hacia afuera».

Guillermo («Memo») lo recuerda con claridad, pues siendo jovencito lo ayudó y acompañó en diversas actividades. Por un lado, lo ayudó en la casa a construir y preparar un mueble para albergar las piezas de cerámica que Arguedas coleccionaba. «Tenía varios huacos eróticos, que acomodaba en unos cajones, y preparábamos unas camitas de pajilla y totora para evitar que se rajaran. También nos íbamos a huaquear a los cerros, y sacamos bastante, huacos diversos, de varios colores. En esa parte que ahora está urbanizada, por los cerros, ahí huaqueábamos». Memo dice que Arguedas también solía contar algunos cuentos, y que la señora (Bustamante) «tenía la voz ronquita». Lo acompañaba también a las peñas de la playa, temprano en la mañana, para recoger estrellas de mar, caracoles y conchitas que después pegaban con Alicia Bustamante en las paredes de la casa y «quedaba muy bonito».

La casa donde vivió Arguedas en Supe (jirón Lima 420) fue adquirida por Alicia Bustamante, su cuñada, hacia 1943, a un precio bastante cómodo, y fue habitada durante los veranos y tiempos de descanso entre ese año y fines de 1960. Acudieron muchos amigos a veranear y a visitarlos, entre ellos Blanca Varela, con quien hablé el 2004, y Fernando de Szyszlo, entre otros.3

Blanca Varela me dijo que fue muy joven a Supe, a sus 17 años, y algunos años después partió a Europa. Tenía una gran admiración por Arguedas, y la escritura de sus primeros poemas y su vocación literaria se habían afirmado por su amistad desde esas épocas con el escritor. Varela recordaba también la profunda impresión que le había causado el cielo nocturno de Puerto Supe, tan claro y brillante.

Fernando de Sszyszlo recordaba también muy gratamente la casa y los momentos pasados ahí. Habló de la foto que se había tomado Arguedas con la máquina del ferrocarril de las haciendas, que llegaba con los embarques hasta la punta del muelle. «A José», me dijo Szyszlo, «le gustaba ponerle nombre a las cosas, y bautizó a esa pequeña locomotora como "la Caballerosita"». Recordaba también cómo la casa de veraneo era fresca y amable, llena de visitantes y huéspedes en la temporada, y que él mismo había fabricado una rústica silla de madera para tenerla de mueble. Tuvo el proyecto de hacerse él también una casa en Supe, y hasta adquirió un terreno en el cerro al frente de la casa de la calle Lima con ese propósito. Cuando viaja a Europa se lo vende al arquitecto Sarria, que construye esa casa en el cerro, la que terminaría siendo adquirida en los años sesenta por Luis Banchero Rossi, y que finalmente es ahora la Capitanía de Puerto.

LOS PERSONAJES

El Pelón tenía efectivamente su tienda en la esquina donde Arguedas la ubica, antiguo límite del puerto con el arenal, pero que ahora se encuentra casi en el centro del poblado. Sus clientes eran los más pobres del puerto, entre ellos la banda de borrachitos que yo veía cuando niño, y que andaban juntos por todas partes, ebrios y astrosos, como náufragos de la industria costera. «Cañón», «el zambito Julio», «el borracho Fernández» eran pobladores locales que habían tenido algún trabajo productivo antes pero que en el tiempo del relato arguediano aparecen como bebedores a tiempo completo, entre antiguos estibadores de puerto y peones de la quebrada hacienda San Nicolás. Se dice que uno de ellos había sido antes sastre. Como formaban un grupo, no se les recuerda individualmente, pero tienen alguna familiaridad con los personajes de Onetti de El astillero y otros textos, que formaban el casi invisible (para las letras oficiales) ejército de desocupados de las industrias extractivas portuarias del Río de la Plata que deambulaban por sus linderos.

Tanto en «El Pelón» como en «Mar de Harina» aparecen voces que hablan desde un bar. En el bar-tienda de Pelón, puerto arriba, se reúne la clase más baja de los borrachitos, pero los que se reúnen en el bar de Molleda, un jubilado de la hacienda San Nicolás, a media cuadra del muelle, pertenecen a un nivel más ilustrado, pues hablan con más elegancia y nivel, informan sobre el viejo esplendor del puerto, de cincuenta años atrás, dando noticias de primera mano, y también opiniones sobre otros pobladores. Don Moisés, Pibe el hotelero, Pirata el carpintero, Carnepavo el juez, son personas reales que sostienen una conversación por encima del relato. El personaje de apellido Bazalar aparecerá después interpolado en Los Zorros. Este Bazalar, según se refiere en el puerto, criaba chanchos en lo que se llamaba «el muladar», es decir, en los extramuros, en la pampa del desierto.

José María Arguedas, escribió que tenía grandes amigos en el puerto. Con sus veinte años de visitante, ya era seguramente uno más de los bebedores y comentaristas reunidos en ese barcito de desocupados (a una cuadra del muelle, a una cuadra de su casa), de ahí la posición del narrador, tan «familiarizado» con los incidentes locales, como si fuera uno más de ellos.

Merece destacarse en las breves páginas de esta proto-novela supana la visión sobre las razas de los personajes que habitan el puerto. Si bien los personajes del boticario, el juez, el empleado, son todos de la esfera criolla tradicional costeña, el peso principal lo tienen los de origen étnico, los migrantes foráneos. Pelón es migrante chino, don Moisés es negro, de ascendencia africana; y Ogata, el basurero, es japonés de nacimiento, entre otros. ¿Cómo llegaron, de dónde y cuándo? El texto no lo explica, pero es uno de los grandes temas involucrados cuando se quiere retratar la historia del pequeño puerto de la costa. Estos seres sin pasado, que habitan los extremos geográficos del poblado, se hallan en una existencia límite. Por datos históricos se sabe de las migraciones de chinos y japoneses, de la «importación» de mano de obra para las haciendas costeras desde mediados del siglo XIX, pero la presencia de esos personajes reales dan cuenta de su travesía social hacia mediados del siglo XX.

En la región que abarca los valles de Pativilca, Barranca y Supe se produjo el gran levantamiento de los trabajadores chinos de 1870, documentado en El Comercio de la época y en el importante libro de Rodríguez Pastor.4 En los arenales alrededor de Supe se podía encontrar (y los que han excavado en el Áspero, antiquísimas ruinas de Supe, también los han encontrado) vestigios de cementerios y fosas comunes de chinos, con sus cuerpos y documentos. Cuando el gobierno envía a la tropa para sofocar el alzamiento de 1870, desembarcan en Supe, y fusilan a un gran número de detenidos orientales. Bajo las arenas de esos cerros, ahora urbanizados, no solo se encuentran ceramios y entierros prehispánicos, sino también restos de la historia republicana.

En todo el norte chico hay una gran población de descendientes de chinos: Huacho, Barranca, Supe Pueblo y Supe Puerto, Pativilca. Hacia 1960, que es cuando Arguedas intenta escribir su novela sobre Supe, los descendientes pobres de los chinos habitaban la calle donde indica que vivía Pelón, la última calle, límite con la pampa. Los comerciantes chinos acaudalados estaban en la calle Lima (caso de Wu Kuang, que se va del Puerto). Ubicados ya en la producción republicana del siglo XX, los chinos dejan estas áreas marginales y migran a las ciudades. Arguedas lo dice en boca de uno de los personajes de «Mar de harina»: «Pero ya se acabaron los chinos en el puerto. La carretera los ha llevado a todos a Barranca, a Huacho, a Lima». Y retrata este éxodo con la figura del chino Wu Kuang, comerciante que carga con su tienda hacia Barranca. (Doña Rosita Cubas recuerda el nombre como «Wa Kon»).

Para sondear en este movimiento sociocomercial de antaño, hablé con Roberto Chang, en Supe Puerto, quien conoció también a Arguedas, y me explica los cambios en la producción regional, hacia mediados del siglo. El padre de Chang era descendiente de chinos, y adquirió por 1950 una vieja camioneta marca Internacional, con la que hacía transporte de mercaderías entre las haciendas, como San Nicolás, la campiña y los pueblos de los alrededores con Supe Puerto:

La carcochita, que yo le puse nombre, se llamó primero Sputnik 3. Era marca Internacional, del año 35, con ella íbamos todas las mañanas a Barranca, entre Barranca y San Nicolás cargábamos abarrotes. Antes venían a comprar al Puerto, los de Barranca, traían sus cosas. Al puerto traían la mercadería. Cuando llega la carretera Panamericana es que ya las cosas entran por carretera y el puerto se aísla, la gente empieza a salir. Todas las tiendas grandes estaban en Supe. Cuando se da la carretera se aísla el puerto. Empieza decaer el negocio.

Por eso se lee en «Mar de Harina» lo que dice don Molleda, en su discurso ebrio dentro del bar: «¡Maldita sea la carretera!». El viejo puerto «semiabandonado» estaba, en el relato arguediano, a punto de ser arrasado por la «invasión» de los anchoveteros de 1960 en adelante.

¿Y «el Aparecido»? ¿De dónde salió? En «Mar de Harina» el narrador dice que nadie sabe de su origen.

Cuando yo leí ese relato, me di cuenta desde el primer párrafo de quién estaba hablando. Pensé que nadie en el mundo se acordaría de ese pobre hombre, pero Arguedas le dedica las mejores páginas de su historia. Y hasta salgo mencionado en la turba que lo perseguía: «los muchachos le arrojaban pequeñas piedras, huesos de pescado y basura, o lo contemplaban, siempre extrañados». Porque yo recuerdo haber estado entre esos muchachos tras el tipo «descalzo, con el cabello rojizo, desigual y largo, algunas hojas de pasto seco en la cabeza, quizá pegadas a los pelos con la grasa de la suciedad». Pero no lo llamábamos «el Aparecido», tan elegantemente como Arguedas, sino «Gringoalemáncomerrataconpan». Se decía que cazaba las gordas ratas del muelle y las asaba para comérselas, y que bebía ron de quemar. Vestía saco y pantalón. Escuché hace mucho decir que el tipo era un vaporino, que se había quedado varado por una pena de amor en el puerto, y me quedé con esa idea en la cabeza.

Por eso, cuando en la reunión sostenida en el local de la Sociedad de Auxilios Mutuos, después de haber leído fragmentos de «Mar de Harina» y tener frente a mí a decenas de amigables vecinos del puerto, les pregunto: ¿se acuerdan del Gringoalemáncomerrataconpan?, todos se dieron cuenta de quién estaba hablando, y al escuchar la descripción que hace Arguedas de él, lo ubicaron con precisión.

Una mujer desde el fondo de la sala levanta la mano y dice que se acuerda de él, que era un vaporino que se quedó dormido en la playa y el barco lo dejó. Su padre quiso ayudarlo y le dio algún trabajo, pero el hombre no lo mantuvo, por su afición a la bebida.

Otra mujer dice que cuando su marido trabajaba en la Grace, a cargo de los depósitos de guano, le dijo compasivamente al hombre que podía ir a comer a su casa, que le iban a dar alimentos. Pero como era algo malcriado y reclamaba, le dijeron que ya no volviera más.

Otro me dice que el tipo trabajó un tiempo en una fábrica de embutidos de Barranca, pero que la botella lo ganó.

Finalmente, Gerardo Miguita, el dueño de la tienda frente al mercado, me dice que él sí había hablado con el alemán, «porque era alemán, y hablaba», se comunicaba. Arguedas lo pinta como un demente, sin lenguaje. «El Aparecido» había sido, me dijo Miguita, «de un pueblo del sur, por Cañete, Chincha, yo he hablado con él. Cuando vino la guerra, la Segunda Guerra Mundial, se lo llevaron para allá. Y años después, cuando regresó y volvió a su lugar allá en el sur, encontró todo ocupado. Así que se vino al puerto y el hombre se abandonó».

Hace poco tiempo recién pude darme cuenta de la veracidad de esta historia, pues empecé a indagar por el caso. Tuve referencias de una mujer alemana que fue deportada del Perú por 1944, a los campos de concentración de Estados Unidos. Y leyendo el libro de memorias de Seiichi Higashide,5 cuyo capítulo sobre el Perú traduje del inglés y se publicó por entregas en el diario local Perú Shimpo durante 2010, me enteré del contexto general de esas deportaciones de los años cuarenta. El gobierno peruano manejaba una «lista negra» elaborada por los servicios secretos americano y británico, de ciudadanos del Eje para ser detenidos y deportados a Estados Unidos. Y así, muchos japoneses, italianos y alemanes fueron detenidos, expropiados y embarcados hacia el país del norte.

¿Sería «el Aparecido» una víctima de esta deportación? ¿Llegó Arguedas a hablar con él y enterarse de su historia?

No lo sabemos, pero podemos suponer que sí.

Sí nos damos cuenta de la punta del iceberg que Arguedas había tocado con su proyecto de novela sobre «la transformación de Supe», veremos que en ese pequeño puerto convivían muchas historias, que hacían posible un proyecto autónomo de novela sobre sus orígenes, composición, discurso y la posterior llegada de la industria anchovetera, como un «progreso» que iba a barrer las individualidades y fracasos de la historia republicana.

Pero en lugar de mirar para atrás y escribir una novela del pasado, mostrando los rezagos de la formación histórica de un puerto de la costa, Arguedas miró hacia su presente futurible y el «progreso» industrial en el espacio de Chimbote, y escribió esa magnífica novela que es El zorro de arriba y el zorro de abajo. Se le quedó en el tintero todo lo que sabía, había escuchado y sentido por sus amigos de su querido Supe Puerto.

CONCLUSIONES

Durante sus veinte años de veraneo José María Arguedas ideó un proyecto de novela que recogía su experiencia vital sobre la costa del Perú, sus habitantes y su densidad histórica. Este proyecto tomaba en cuenta una situación poco estudiada sobre la procedencia y características de los habitantes reales de los pequeños pueblos y puertos costeros, que en sus destinos personales arrastraban la huella de conflictos económicos, sociales y culturales de la primera mitad del siglo XX, que hunde sus raíces hasta el siglo XIX.

Arguedas no desarrolló este proyecto y lo dejó trunco. Por circunstancias personales abandona esta novela que comienza, según sus fragmentos, poblada de fantasmas del pasado, y se dedica a redactar más bien una novela escrita desde un tiempo presente, contemporáneo para 1967 y 1968, que se desenvuelve mientras se narra y se va creando, frente a los ojos, como una ciudad que se levanta donde no había una antes, un mundo en construcción, para el que tiene que idear nuevas estrategias narrativas. Finalmente, cancela el proyecto original, rescatando solo algunos nombres y pasajes de la experiencia de Supe Puerto, que se incrustan en El zorro de arriba y el zorro de abajo.

 

REFERENCIAS

Arguedas, José María. 1966 «Mar de harina». Marcha, 1.321.

---------- 1969 «El Pelón» como «Tres del puerto». Cuadernos Semestrales del Cuento, año III (5).

---------- 1983 Obras completas. Tomos I-V. Lima: Editorial Horizonte.

Arredondo de Arguedas, Sybila. 1990 «El zorro de arriba y el zorro de abajo en la correspondencia de Arguedas». Suplemento en El zorro de arriba y el zorro de abajo. Edición crítica de Eve-Marie Fell (Coord.). Madrid: ALLCA XX, pp. 275-295.

Escajadillo, Tomás. 1965 «Entrevista a José María Arguedas». Cultura y Pueblo, II (7-8): 23, diciembre.

Higashide, Seiichi. 2000 Adios to Tears: The Memoirs of a Japanese-Peruvian Internee in U.S. Concentration Camps. Seattle: University of Washington Press.

Orbegozo, Manuel J. 1967 «José MaríaArguedas. Apuntes sobre su vida». Entrevista. El Comercio. Suplemento Dominical. Lima, 5 de marzo, pp. 6-7.

Pinilla, Carmen María (editora) 2007 Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Rodríguez Pastor, Humberto. 1979 La rebelión de los rostros pintados. Huancayo: Instituto de Estudios Andinos.

Vargas, Raúl. 1965 «Con el novelista José María Arguedas, sobre Todas las sangres». Entrevista. Expreso. Lima, 25 de marzo, p. 12 y 26 de marzo, p. 12.


  1. Sybila Arredondo de Arguedas, «El zorro de arriba y el zorro de abajo en la correspondencia de Arguedas», suplemento a la edición crítica de Los zorros. Las cartas que se citan a continuación provienen de esa edición.

  2. En las obras completas se lee «Migata», pero se trata de una errata, pues debe ser «Miguita». Arguedas ha respetado generalmente los nombres y apelativos originales.

  3. Al respecto, ver Apuntes inéditos., Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas, donde Carmen María Pinilla (2007) recoge información sobre estos veranos y la casa.

  4. Lo cuenta muy bien Humberto Rodríguez Pastor (1979) en La rebelión de los rostros pintados.

  5. Seiichi Higashide escribe sus memorias en Adios to Tears (2000) y dedica varios capitulos a su experiencia peruana entre 1930 y 1944.