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Anthropologica

versão impressa ISSN 0254-9212

Anthropologica v.29 n.29 Lima dez. 2011

 

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

 

El «saber artístico» de un antropólogo y el estudio de la cultura en el Perú. A propósito de una obra olvidada de José María Arguedas

The «artistic knowledge» of an Anthropologist and the cultural studies in Peru. On a forgotten work of José María Arguedas

 

Juan Javier Rivera Andía

Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo electrónico: rivera.jj@pucp.edu.pe

 


RESUMEN

Este breve texto intenta llamar la atención sobre ciertas preguntas en torno al carácter inédito que ha mantenido, por casi medio siglo, un archivo etnográfico acopiado por J. M. Arguedas. Entre ellas, nos preguntamos si tal condición estaría ligada a la forma en que Arguedas concebía el saber de la antropología.

Palabras clave: indigenismo, Perú, historia de la antropología peruana, epistemologías, antropologías periféricas.

 


SUMMARY

This text aims to make some questions about the reasons why an ethnographic archive joined by Jose Maria Arguedas has remained unpublished until now. Mainly, it is suggested that this lack of attention to a source like this may be related to a the way in which Arguedas conceived the production of knowledge in Anthropology.

Key words: indigenismo, Peru, history of Peruvian Anthropology, epistemologies, world anthropologies.

 


José María Arguedas se volvió antropólogo varios años después de haber pasado por la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos: cierto romanticismo, su aire de ciencia, y una intuición acerca de los vínculos entre literatura y etnología, debieron animarlo. Sin embargo, y a pesar del constante respeto por los datos en su obra, no llegó a escribir una etnografía detallada ni hizo nunca un trabajo de campo prolongado.

En general, poco se ha reflexionado sobre su «obra antropológica», y casi nada se ha dicho sobre estas dos ausencias. Ahora bien, aunque carezca de un trabajo de campo en el Perú, lo que Arguedas sí hizo fue una extensa recopilación dirigida desde Lima. Paradójicamente, los resultados de esta recopilación han quedado casi en el olvido hasta ahora que se cumplen cien años de su nacimiento.1

En efecto, el material etnográfico de mayor envergadura que Arguedas acopió, aún sigue disperso e inédito. Hasta la fecha, se han recopilado y sistematizado sus obras literarias, sus ensayos, sus artículos periodísticos y aun sus documentos personales, mas no el legado que dejó como recopilador y antropólogo interesado en la etnografía de las sociedades andinas. ¿Por qué? Ensayaremos aquí una explicación: las prácticas antropológicas —y sus supuestos— que Arguedas seguía entonces son, hoy, marginales.

En los años cuarenta, José María Arguedas y Francisco Izquierdo Ríos solicitaron a los profesores de las escuelas rurales del país —bajo el amparo de la Dirección de Educación Artística del Ministerio de Educación del Perú— llenar «unos cuadernillos sobre los datos folklóricos» que pudieran observar y registrar en su distrito. Una muy breve selección de relatos fue publicada luego con el título Mitos, leyendas y cuentos peruanos (Arguedas e Izquierdo Ríos 1947). Mucho más tarde, el contenido de algunos cuadernillos fue publicado en dos números de la revista Anthropologica de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Arguedas 1987 y 1989).2 El resto de los datos permanece disperso o inaccesible hasta el momento.3

Debido a esta situación, la mayoría, sino todas las investigaciones sobre José María Arguedas y sobre su obra, omiten este trabajo suyo. Por una parte, estas han pretendido analizar y dar a conocer su obra sobre todo a partir de su experiencia vital como puente entre dos mundos (Pinilla 1994). Por otra, se ha tomado su obra publicada en vida, junto con su obra de ficción y sus cartas póstumas, como un universo completo constituido en torno a la preocupación por las problemáticas contemporáneas del Perú en tanto nación. Veamos algunos casos que puedan ilustrar lo que señalamos.

Cuando Arguedas considera esta región, toma la geografía y la historia del valle del Mantaro como factores explicativos de las características de su sociedad. Así, su trabajo en el valle del Mantaro comparte algunos de los temas y esquemas explicativos sobre la sociedad rural en boga en los años sesenta.

Uno de los objetivos de las investigaciones de Arguedas fue, además, el «cambio cultural»; como se sabe, uno de los temas recurrentes de la antropología de entonces. Si observamos sus consideraciones sobre Huancayo o sobre Ayacucho, Arguedas distingue, según las consecuencias que acarrea, dos tipos de «cambio cultural». Estas consecuencias son asociadas, principalmente, a diferentes tipos de percepción del otro, y estas, a su vez, se encuentran ligadas a la composición interna de las comunidades indígenas.

En la obra de Arguedas existe, además, una valoración ética del cambio cultural. Este es valorado positiva o negativamente, dependiendo del espacio en el que se manifiesten los rasgos culturales indígenas.

Si estos se manifiestan solo en los espacios domésticos, familiares (como sucede, por ejemplo, en las parcialidades de Puquio a las que va y donde parece predominar el encono y la hostilidad), el cambio cultural será negativo.

En contraste, si las manifestaciones culturales se difunden en la esfera pública (como sucede gracias a la percepción «igualitaria» de la sociedad del valle del Mantaro), el cambio cultural será positivo, feliz.

Estas son las principales ideas que permean la obra etnológica de Arguedas, ideas que han sido comentadas —con distintos enfoques— por los pocos autores que se interesan sobre todo en su trabajo etnológico (Rivera 2004).

Es precisamente esta preocupación por los «cambios culturales» que se suceden en la nación peruana, la que motiva su interés en la etnografía y lo que alimenta la sensibilidad de Arguedas por la recopilación de las tradiciones del Perú. El archivo del Museo de la Cultura Peruana es quizá la expresión más grande y más relegada de ese interés y esa sensibilidad.

La inquietud de Arguedas por recopilar las manifestaciones culturales, que la Unesco ha llamado «patrimonio inmaterial», llegó a su máxima expresión gracias a una coyuntura política, hasta entonces única en la historia del Perú: Luis E. Valcárcel, uno de los grandes animadores de la antropología en el Perú, fue nombrado ministro de Educación Pública (1945-1947). Arguedas pudo entonces contar con el apoyo decisivo para realizar una gran encuesta nacional enviando guías de recopilación de la tradición oral a todos los profesores del país. En ningún otro momento de la historia del Perú se ha emprendido un esfuerzo tan grande como este. Arguedas reunió los cientos de respuestas a esta encuesta, junto con muchas otras recopilaciones escritas y grabaciones de audio, pues comprendía su valor. Este valor reside en su autoría (pues fue Arguedas quien diseñó el cuestionario), en sus dimensiones (pues abarca todo el Perú) y en las posibilidades de investigación y conocimiento que abre sobre la sociedad y las culturas peruanas. Arguedas mismo describe en los siguientes términos el «Archivo Folklórico del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura»:

Este archivo contiene 30 000 páginas de informes escritos por los maestros y profesores de educación común de la República acerca de todos los aspectos de la cultura del país. Los maestros peruanos son buenos informantes porque trabajan en las regiones y pueblos de los que son oriundos... nuestros colegas, los maestros, recibieron una elemental pero válida instrucción previa al trabajo de recopilación. Se les ofreció un ciclo de conferencias dictadas por especialistas... se distribuyó en la República el texto de dichas conferencias, y por un período de dos meses se dictaron charlas radiales con la intervención de los estudiosos del folklore residentes en Lima. // El autor de estas notas tuvo a su cargo el Archivo Folklórico desde su formación en 1946 y continúa con él, pues fue trasladado, de la Dirección de Educación Artística y Extensión Cultural al Museo de la Cultura en el presente año. (Arguedas, 1953: 103-104)

***

¿Por qué una comunidad de antropólogos, no exenta de cierto prestigio y recursos locales, ha dejado en el olvido y el descuido este archivo sobre el que una de sus figuras más emblemáticas llamó la atención? ¿Es posible que tal omisión se relacione con un predominio de cierta forma de concebir el ejercicio de la antropología en el Perú, con un énfasis distinto del que se propone en la obra de Arguedas? Sugeriremos algunos posibles síntomas de este hipotético divorcio.

La pasión que domina la obra etnológica de Arguedas deriva de su fascinación por la cultura en el Perú y de un aspecto fundamental de ella: los modos de pensamiento, una de las varias muestras de la capacidad de creación del hombre. La «diferenciación» relevante para Arguedas se sitúa en el plano de las ideas, de los prejuicios que los grupos tienen sobre sí mismos y sobre los otros.

Estamos lejos, pues, de la diferenciación económica (o de «renta») que fuera adoptada como criterio fundamental por antropólogos como José Matos Mar y sus discípulos. Los estudios de Arguedas hurgan en la actitud individual, en la percepción hacia los otros que tienen las sociedades. En una de sus reflexiones sobre el valle del Mantaro, dice:

Y el mestizo y el indio, o el hombre de abolengo de provincias, que llega a esta ciudad, no se encuentra en conflicto con ella; porque la masa indígena que allí acude o vive es autóctona en el fondo y no en lo exótico de los signos externos; y está además movida por el impulso de la actividad, del negocio, del espíritu moderno, que trasciende y estimula... Y el mestizo o el indio, encontrará barrios formados por individuos pertenecientes a todos los grados de cultura y condición económica y social. Pasará desapercibido en la ciudad hasta cuando lo desee; pero podrá también abrigarse en la compañía de gentes oriundos de su propio distrito o hacienda, entre gentes de la misma habla, de idéntico status, movidos exactamente por los mismos propósitos, arrojados a la ciudad por causas semejantes. Y llegada la oportunidad revivirá en la ciudad, sin vergüenza y públicamente, las fiestas de su pueblo, y podrá bailar en las calles a la usanza de su ayllu nativo o sumarse a las fiestas y bailes indígenas de la propia ciudad, pues no será extraño a ellas. Y será un ciudadano, aun a la manera todavía ínfima, pero real, de los barredores municipales que chacchan coca y conversan en quechua, a la madrugada, tendidos en las aceras de las calles; pero con la seguridad de que ha de recibir un salario que le permitirá, si lo deciden, entrar al restaurante «El Olímpico», y sentarse a la mesa, cerca o al lado de un alto funcionario oficial, de un agente viajero o del propio prefecto del departamento, y libres, en todo momento, del temor de que alguien blanda un látigo sobre sus cabezas. Y podrán esperar, sin duda, cambiar de condición, para mejorar, porque la ciudad ofrece perspectivas para todos, sin exigir a nadie que reniegue de sus dioses para ser admitido en su recinto. (1975[1957]: 139-140)

En general, Arguedas prefiere describir lo que observa en vez de redundar en las teorías en boga. Se interesa en los detalles, describe las artes más sofisticadas del pueblo, las interacciones cotidianas de las personas. Es de notar que muy pocos estudios posteriores sobre esta región han privilegiado este enfoque. En su mayoría, privilegian el análisis de elites regionales en desmedro de temas como el campesinado y las ferias de pequeños comerciantes; y consideran los casos particulares solo desde un punto de vista económico, dejando de lado las creencias y las relaciones interpersonales.

Sin embargo, los trabajos de Arguedas no están muy alejados de los esquemas que entonces explicaban la dinámica económica y social a través de la historia y la geografía. Y basta una mirada rápida a sus libretas de campo sobre el valle del Mantaro (Rivera 2004) para notar la importancia que daba a los datos sobre la economía y las instituciones comunales profanas. Tales rasgos acercan a Arguedas a la mayoría de los antropólogos profesionales de su época.

¿Cómo se explica, entonces, la actitud distante de Arguedas con respecto a investigaciones concretas de su tiempo como el gran Proyecto de Estudios de Cambios en Pueblos Peruanos dirigido por J. Matos Mar y W. Whyte (1966)? ¿Por qué prefirió trabajar, por ejemplo, con un hombre de cincuenta años e instrucción superior tardía, llamado Alejandro Vivanco,4 en vez de alguno de los prometedores estudiantes que ingresaban al Instituto de Etnología donde entonces enseñaba junto con Matos?

Esta colaboración y sus trabajos antropológicos más extensos y difundidos, acercan a Arguedas a los señores de provincias aficionados a describir las costumbres que encontraban en los alrededores de las viejas ciudades andinas donde habitaban. Sin embargo, el trabajo de Arguedas distaba de ese nacionalismo que —conscientes o no de ello— solía animar las ahora valiosas publicaciones de los folcloristas provincianos. De hecho, Arguedas impulsa unas perspectivas comparativas que hoy son casi inexistentes en la antropología peruana. Como algunos lo han señalado ya, casi no se han explorado las resonancias culturales hispanas del «mundo andino». ¿Podrían haber sido obviadas de tal manera sin la persistencia de ciertos sesgos en nuestra disciplina? ¿Podrían seguir siendo subestimadas sin un desconocimiento tajante de las expresiones culturales del mundo popular o rural en la península ibérica?

Este párrafo quizá nos pueda dar una idea de la independencia de criterio frente al indigenismo a la que estamos aludiendo:

Nueva York me ha deslumbrado y sorprendido. Me siento feliz en esta ciudad inconmensurable y comprendo mucho mejor no sólo ciertos graves desajustes del Perú sino de los otros países que he visitado. Aquí está la explicación. Es de veras el centro de un modo de ser que se difunde por razones naturales y por imitación de los desalmados. Habrá que estudiarse de otro modo a los norteamericanos, creo... ya veremos.

[Carta escrita en Nueva York el 9 de abril de 1959 y dirigida a Luis E. Valcárcel] (Adanaqué 2000: 18).

De hecho, su posición entre ambos grupos —que tanto han influido en la antropología contemporánea en el Perú— es probablemente uno de sus rasgos más originales. Arguedas está a medio camino entre los antropólogos profesionales que entonces surgían y los folcloristas que entonces provenían de áreas como el derecho, la literatura regionalista o el ejercicio religioso y todavía tenían un cierto prestigio académico.

Nuestro autor toma cierta distancia de las ideologías que animaban a ambos grupos. Reconoce, de manera simultánea, la importancia del análisis privilegiado por los nuevos «científicos sociales» egresados de las universidades, y reconoce la relevancia de la labor de recopilación emprendida por los folcloristas.5 El prestigio actual de los primeros y el olvido de los segundos es quizá lo que ha permitido que fuentes tan importantes como el archivo recopilado por Arguedas caigan en el olvido hasta ahora.

Hay otra característica de las perspectivas de Arguedas que podría contribuir a explicar tal olvido: consideraba que la aptitud para las artes era crucial para el ejercicio de la antropología. Creemos que el sentido estético es un concepto fundamental para entender la obra etnológica de Arguedas. Las cartas que dirigiera a Ortiz Rescaniere, nos acercan a esta particular visión de la relación entre «el saber artístico y la ciencia»: «no se podía ser etnólogo sin tener la mayor aptitud para sentir y conocer las artes» (Ortiz Rescaniere 1996: 280).

¿Dónde radica la importancia del sentido estético para el ejercicio de la antropología? Aunque Arguedas no escribe ningún ensayo sobre estas ideas que comparte con Ortiz Rescaniere, es posible intuir una explicación a partir de su obra. Creemos que cuando Arguedas recogía datos etnográficos —o los recogían otros como Vivanco— tomaba consciencia de que esta recopilación debía mucho a su sensibilidad artística. Debió intuir que su sentido estético alimentado durante años por la literatura, era lo que lo hacía acercarse mejor al arte de los pueblos indígenas del Perú. Cuando se acerca a los Andes, a sus danzas, a su música, a su literatura, a los símbolos que ella usa para expresar sus obsesiones, miedos y fascinaciones colectivas; Arguedas se acerca a obras de arte.

***

Encontramos, pues, en Arguedas una misión: el rescate —por medio de la etnografía y de la recopilación de testimonios— de las manifestaciones culturales que sucumben junto con el avance de las carreteras y los medios masivos de comunicación. Tal es la motivación principal detrás del archivo que acopió.

Esta misión está ligada, además, a una preocupación: las consecuencias de aquellos cambios que afectaban de manera tan radical a la sociedad rural peruana. Esta preocupación fue manifiesta en Arguedas —lo muestran las reiteradas preguntas de sus ensayos (1989) y el título mismo de su investigación sobre la comunidad de Puquio (1964) —, pero nunca muy profundizada. Sus cuadernos de campo sobre el valle del Mantaro y algunos informes inéditos derivados de él (1957a y 1957b) son una muestra de su interés en describir los cambios más recientes —como los sucedidos en torno a la feria y a la ciudad de Huancayo—. En la obra de Arguedas existe una valoración ética del cambio cultural. Este es valorado positiva o negativamente, dependiendo del espacio en el que se manifiesten los rasgos culturales indígenas. Si estos se manifiestan solo en los espacios domésticos, familiares (como sucede en las parcialidades de Puquio en las que parece predominar el encono y la hostilidad), el cambio cultural será negativo. En contraste, si las manifestaciones culturales se difunden en la esfera pública (como sucede gracias a la percepción «igualitaria» de la sociedad del valle del Mantaro) el cambio cultural será positivo, feliz.

Finalmente, esta preocupación, esta misión y esta labor están impregnadas de una intuición: la antropología será ejercida tanto mejor cuanto mayor sea el sentido estético del etnólogo. ¿Cuáles son las consecuencias sociales de los cambios económicos y tecnológicos que afectan cada vez más a los grupos humanos que pueblan los Andes? Aunque hurga en aspectos de tipo económico —como la feria de Huancayo—, Arguedas no desarrollará estos trabajos como lo hace con respecto a, por ejemplo, la tradición oral del valle del Mantaro.6 La «aptitud para las artes» era para él un medio privilegiado de acercamiento a los modos de pensamiento de una sociedad. Cuanta más sensibilidad para las artes tengamos como antropólogos, más cabalmente podremos comprender aspectos cruciales de las sociedades andinas. Tal hipótesis no es desarrollada, sino solo declarada por Arguedas. Nos ha dejado, junto con su archivo, varias preguntas: ¿Cómo considerar ese «saber artístico» y esa «ciencia» de las que habla en sus cartas? ¿Cuáles son sus consecuencias para la antropología y sobre todo para la etnografía? ¿Qué deberíamos hacer frente a esta propuesta si consideramos lo que es la antropología hoy en el Perú? ¿Qué clase de antropología es una que olvida archivos de estas dimensiones y que no casi no produce etnografías?

Creemos, finalmente, que es necesario analizar la tendencia de los estudios etnológicos —contemporáneos y posteriores al trabajo de Arguedas— que intentaron explicar los cambios sociales en la sociedad rural a través de sus aspectos políticos y económicos. Creemos que este intento ha predominado en muchos ámbitos desde fines de la década de 1960 y ha influido enormemente en la visión actual que tenemos de la sociedad rural peruana.

Esperamos que estas líneas motiven, primero, a salvar del olvido el archivo etnológico de Arguedas. Pero también, quizá, a comenzar a pensar críticamente las modas intelectuales para comprender y estudiar la cultura contemporánea en el Perú. Tenemos, al menos, un ejemplo propio de independencia intelectual y de esfuerzo.

 

REFERENCIAS

Adanaqué Velásquez, Raúl (ed.) 2000 «Correspondencia entre José María Arguedas y Luis E. Valcárcel». La Casa de Cartón, 21. Lima.

Archivo «José María Arguedas» de la Pontificia Universidad Católica del Perú. 1963 Fichas etnográficas elaboradas por Alejandro Vivanco Guerra, bajo la asesoría de José María Arguedas, sobre las comunidades del valle del Chancay en la provincia de Canta. ¿300? fichas mecanografiadas.

Arguedas, José María. 1953 «Folklore del valle del Mantaro. Provincias de Jauja y Concepción». Folklore Americano, 1: 101-293. México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia.

---------- 1957a Estudio etnográfico de la feria de Huancayo. Lima: Organismo Nacional de Planeamiento y urbanismo. Mimeo.

---------- 1957b «Informe sobre el trabajo realizado en el valle del Mantaro del 16 de noviembre al 30 de diciembre de 1954. Proyecto del plan para la continuación del estudio de las industrias populares y las ferias en esa región». Mimeo. Lima: Museo Nacional de la Cultura Peruana.

---------- 1964 «Puquio, una cultura en proceso de cambio». En Estudios sobre la cultura actual en el Perú. Prólogo de J. M. Arguedas. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

---------- 1975 Formación de una cultura nacional indoamericana. México: Siglo XXI. [Nueve ensayos de José María Arguedas escritos entre 1952 y 1967, presentados y seleccionados por Angel Rama.]

---------- 1989 Indios, mestizos y señores. Tercera edición. Lima: Horizonte. [Se trata de treinta artículos —reunidos y presentados por Arredondo— que Arguedas publicara en La Prensa de Buenos Aires entre 1939 y 1944.]

Arguedas, José María y Francisco Izquierdo Ríos (eds.) 1947 Mitos, leyendas y cuentos peruanos. Lima: Dirección de Educación Artística y Extensión Cultural.

---------- 1987 «Folklore del pueblo de Araguay». Anthropologica, V(5): 357-378.

---------- 1989 «Del folklore de Arahuay». Anthropologica, VII(7): 5-39.

Matos Mar, José. 1950 "La fiesta de la herranza en Тuре». Mar del Sur, V(13): 39-53. Lima.

Matos Mar, José y William F. Whyte. 1966 Proyecto de estudios de cambios en pueblos peruanos. Cambios en la sociedad rural. Objetivos, propósitos y primeros resultados. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

Ortiz Rescaniere, Alejandro (ed.) 1996 José María Arguedas, recuerdos de una amistad. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

Rivera Andía, Juan Javier. 2004 «Presentación. Libretas de campo de José María Arguedas». En Carmen María Pinilla (ed.). Arguedas en el valle del Mantaro. Lima: PUCP. CD-ROM.

Roel Mendizábal, Pedro. 2003 «Folklore, antropología y educación: el archivo José María Arguedas». Folklore Latinoamericano, 6: 278-308. Buenos Aires.

Vivanco Guerra, Alejandro. 1988 Cien temas del folklore peruano. Lima: Editora Lima.

 


  1. Escribo este texto con posterioridad al inicio de una experiencia que bien podría comenzar a revertir esta situación. A fines del año 2010, hablé ante la Comisión Nacional Organizadora del Centenario de José María Arguedas, presidida por el entonces ministro de cultura, sobre la pertinencia de publicar estas recopilaciones en el año del centenario de Arguedas. A partir de entonces, tuve la posibilidad de iniciar la digitalización de los primeros manuscritos. Conté, desde entonces, con la ayuda de Mauricio Cerna (Pontificia Universidad Católica del Perú), Mercedes Figueroa (Dirección de Registro y Estudio de la Cultura en el Perú Contemporáneo), Sory Cabrera (Museo Nacional de la Cultura Peruana), Marieka Sax (Universidad de Carleton) y Anke Lefere (Universidad de Lovaina). Al momento de escribir esta nota, M. Cerna continúa supervisando la digitalización de estas recopilaciones de Arguedas.

  2. Ambas publicaciones provenían de los archivos etnográficos entregados por Arguedas a Alejandro Ortiz Rescaniere.

  3. El resto del archivo permanece inédito y, aparentemente, dividido. Una parte se encuentra en el Museo Nacional de la Cultura Peruana, en Lima —esta ha sido parcialmente revisada por Pedro Roel (2003)— y existen también, cuando menos, fichas mecanografiadas que provienen de este corpus en el archivo «José María Arguedas» de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas y la Facultad de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sin embargo, hasta el momento, este material solo se ha publicado parcialmente y no es imposible que corra el peligro de desaparecer debido al deterioro, a su dispersión, y a la falta de catalogación y de adecuada conservación.

  4. Arguedas entregó a Vivanco «una hoja de instrucciones para la búsqueda de datos específicos» en toda una región de la sierra de Lima en 1963 (Archivo «José María Arguedas» de la Pontificia Universidad Católica del Perú 1963). Sin embargo, el trabajo etnográfico de Vivanco también ha permanecido en el olvido por casi medio siglo (Vivanco 1988: 195).

  5. Con todo, la separación entre estos dos grupos y la vocación de sus trabajos no es tajante (o, más bien, no era tan tajante como parece serlo ahora). El mismo Matos Mar publicaría en 1950 una valiosísima, aunque breve, descripción sobre la herranza en la sierra de Lima. Sin embargo, creemos que la distinción obedece a los hechos en la mayoría de los casos.

  6. Hay un aspecto adicional que puede explicar esto: el trabajo económico en la ciudad de Huancayo fue un «encargo» hecho por Luis E. Valcárcel a Arguedas (comunicación personal de Carmen María Pinilla).