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Anthropologica

versión impresa ISSN 0254-9212

Anthropologica vol.33 no.34 Lima  2015

 

RESEÑAS

 

Portocarrero, Gonzalo (ed.). Perspectivas sobre el nacionalismo en el Perú. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2014. 319 pp.

 


Perspectivas sobre el nacionalismo peruano, editato por Gonzalo Portocarrero, es un texto importante para entender los actuales procesos de construcción de la nación en el Perú. El libro es el resultado de las discusiones que tuvieron lugar en ocasión del seminario Avatares del Nacionalismo Peruano, celebrado en la Pontificia Universidad Católica del Perú en abril de 2013. El texto se encuentra dividido en tres partes, más un colofón final. Es interesante notar que todos los títulos de las secciones son preguntas, como si se quisiera subrayar el carácter todavía in itinere de la construcción de la identidad nacional peruana.

La primer sección se titula «¿Llevados por el goce a ser una nación? Música, comida y mucho más», y consta de cuatro contribuciones. En la primera, Félix Lossio se centra en el proyecto turístico de la Marca Perú relatando, a través de un análisis de los videos producidos por el organismo estatal PromPerú, los elementos escogidos por este que mejor definirían al país. Una de las partes más críticas e interesantes del texto es la que tiene que ver con la representación de la diversidad étnica de Perú: en un spot en el que una delegación compuesta por figuras exitosas y mediáticas (p. 27), que ejercen como ‘embajadores’ de la peruanidad en el mundo —en este caso paradigmático, en el pueblo de Peru, Nebraska— se representa a los múltiples componentes étnicos del país. Sin embargo, «los blancos-criollos encarnan a nueve de quince ‘embajadores’», reproduciendo simbólicamente esa invisibilización histórica hacia el ‘otro interno’, incluido como mera representación de un multiculturalismo asimétrico de matriz estatal. Además, «lo que podemos ofrecer son manjares suculentos, placer corporal, naturaleza excitante e intrigantes rituales ancestrales». Y añade: «Nos presentamos así, como sugiere Said (1993), como una imagen exótica para la mirada occidental. Pero esta vez no creada desde Europa, sino desde la ‘colonia’ misma» (p. 27).

Marca Perú presenta, con fines turísticos, al país como un crisol de tradiciones culturales diferentes que, juntas, dibujan el rostro de Perú, un rostro marcado por los contactos y los procesos de préstamos e hibridaciones mutuas a lo largo de la historia. A partir del concepto de fusión, Malena Müller analiza el rol de la música en la construcción de una identidad nacional peruana, sosteniendo muy incisivamente cómo algunos de los elementos tomados por Anderson en su Comunidad imaginada (en particular, el periódico y la novela) difícilmente pueden ser aplicados ipso facto a todos los contextos. Por esta razón —y para el caso concreto de Perú— Müller propone que se tengan en cuenta otros elementos, más vividos y cotidianos, tales como la música y la comida: «el periódico o la novela tienen un aura de seriedad y legitimidad cultural, la comida y la música se perciben quizás más como un bien de consumo inmediato sin mayor impacto o temporalidad» (p. 45).

Muchos de los y las autoras reconocen que el país, en los últimos años, ha ido cambiando y que —aunque falte mucho para recorrer— la inclusión y el respeto hacia la diversidad están modificando las relaciones sociosimbólicas cristalizadas desde los tiempos coloniales. En su contribución titulada «Clase alta limeña y consumo de lo popular», Paola Patiño Rabines estudia la apropiación —por parte de la élite capitalina— de rasgos y elementos hace poco confinados a los sectores populares o provincianos. A través de tres casos de estudio, la autora logra describir y analizar «las estructuras y los imaginarios bajo los cuales se construye un discurso de integración y de armonía nacional que introduce una nueva narrativa de nación por parte de este sector en particular» (p. 91). La primera parte se centra en la apropiación de objetos y prendas típicas de los pueblos originarios por diseñadores y diseñadoras de moda reconocidos, inscribiendo este fenómeno dentro del marco más global del consumo de lo étnico. La segunda parte se orienta hacia el consumo de un estilo de música, la cumbia, vinculado con las clases altas por agrupaciones ‘autorizadas’, es decir, procedentes de su mismo locus socioeconómico. La última parte discute el rol de la gastronomía peruana, un factor —tal vez el factor— alrededor del cual se está aglutinando y construyendo la idea de nación en el Perú. Patiño indaga estos tres casos haciendo emerger constantemente el discurso de fusión y unión en la diversidad propugnado por diferentes organizaciones e instituciones, no solo estatales.

El último artículo de esta primera parte, de Pedro Pablo Ccopa, se centra en «la función de la comida», que el autor define como «institución sensorial de la nación» (p. 99). Para Ccopa, «la cocina no solo une y crea una comunidad grata, sino que mediante el sabor y las sensaciones que percibimos nos hace pensar con los sentidos y las emociones, haciéndonos cambiar el presupuesto racionalista ‘pienso, luego existo’ por ‘siento, luego existo’» (p. 108). La parte más novedosa y original de su contribución es, sin lugar a duda, el párrafo titulado Tener cara, tener identidad (pp. 109-111). El ‘tener cara’ se puede definir como una toma de conciencia y de afirmación de existencia, con sus propias especificidades; desde la anulación colonial y la invisibilización del rostro originario, a través de un largo proceso de re-visibilización, el nativo vuelve a ser y a ‘tener cara’: «se exhibe lo [propio] sobre la mesa. Se tiene cara. Se ha adquirido una cara. Se afirma una cara desde la socialidad que acompaña la comida» (p. 111).

El título de la segunda parte es «¿Mirando hacia adentro? Los disímiles regionalismos del sur» y agrupa una serie de contribuciones —concretamente siete— centradas en la visión de la construcción de la peruanidad a partir del sur del país, comprendiendo estudios sobre Puno, Cusco, Arequipa, Ayacucho y Junín. Respecto de la primera sección del libro, más orientada hacia Lima, en esta segunda parte es posible percibir toda la complejidad y heterogeneidad de Perú a través de la lente de intelectuales que proceden de las provincias andinas. Además, se advierte cómo estos textos son más políticos y que sus autores son concientes de su realidad local y de los desafíos que, todavía, es necesario enfrentar. El tema del mestizaje —bien presente y comentado en la primera parte— deja el paso a una búsqueda de reconocimiento verdadero de la diversidad del país, de su composición étnica, de los muchos problemas irresueltos, así como de una ‘doble identificación’ con el propio espacio regional y con el nacional. Por ejemplo, en el primero de los textos, Jefrey Gamarra analiza justamente la dialéctica en la construcción de la realidad nacional tomando en cuenta el espacio regional ayacuchano, a partir del cual se ha «históricamente [...] buscado construir, por un lado, su propia idea de comunidad imaginada regional y, por el otro, reproducir la idea de comunidad nacional de la cual sus miembros se consideran parte» (p. 118). El autor, a través de un preciso recorrido histórico, logra relatar los cambios políticos de la región y sus relaciones con la política nacionalcentralista (p. 118), impulsada desde la capital, y que no considera o no reconoce «formas alternativas al discurso nacional, como los discursos regionales» (p. 118).

Tomando como actor social de referencia a los profesores del valle del Mantaro, Quinto de la Cruz propone leer el nacionalismo peruano bajo lo que denomina, por un lado, ‘nacionalismo clasista’ y, por el otro, ‘nacionalismo mestizo’. Con el primero, se refiere a aquellos movimientos de inspiración marxista que, a partir de las décadas de 1970 y 1980 comenzaron a tener una influencia importante en la vida política regional y también en las aulas universitarias. Con el segundo, el ‘mestizo’ define a algunos «profesores comprometidos con la narrativa, el arte y la cultura en la región central» (p. 140) que, a través de su labor intelectual, «cultiva[n] un sentimiento patriótico regionalista fundado en su pasado histórico y se identifica[n] con la cultura popular» (p. 146).

Otra de las contribuciones que se acercan a la comprensión del nacionalismo peruano a través de la «sociedad letrada» es la de Gustavo Reyna Arauco, quien explora la visión de egresadas y egresados (además de una docente de sociología) de la Universidad Nacional del Centro del Perú de Huancayo. A partir de la pregunta sobre la imagen de la que denomina ‘sociedad letrada’, acerca del nacionalismo peruano, el estudioso pone en evidencia algunos de los elementos indicados por los entrevistados —elementos, de hecho, ‘exteriores’— que en sus narraciones crean o, mejor, hacen la identidad peruana. El texto termina con una interesante lectura de varios tipos de nacionalismos, describiendo los de derecha, izquierda y lo que define como ‘fundamentalista’.

Hay dos textos que, si bien desde angulaciones diferentes, afrontan la temática de la violencia, una suerte de constante en la historia del país. El primero es el artículo de Manuel Fernando Seminario Pacheco, quien, a partir de un enfoque psicológico, analiza lo que define ‘memorias xenófobas’ y ‘cusqueñismo’. El otro es el texto de Eland Vera sobre los así llamados ‘aymarazo’ y ‘juliacazo’. En la primera parte, el autor hace un acertado recorrido histórico, donde resaltan las figuras de Juan Bustamente y la invisibilización de las poblaciones quechua y aimara del departamento puneño. Esta invisibilización, histórica y arraigada, se traduce en la actitud del Estado central hacia sus pueblos periféricos; un Estado alejado, ‘ineficiente’ e ‘insuficiente’, como diría Degregori, a propósito de los hechos ocurridos en Ilave en abril de 2004. En el ensayo, Vera discute las movilizaciones en Ilave (2004) y en Juliaca (2011), entrelazándolas con las visiones ontológicas y epistemológicas propias de los pueblos aimara y quechua y su lucha contra el despojo de sus recursos naturales por las transnacionales extranjeras, con la complicidad y el aval del mismo Estado.

Siempre a partir del espacio puneño, López Paz compara «la concepción de región y de nación que estuvieran y están presentes en los discursos» de tres presidentes regionales de Puno (p. 204). En fin, Vargas Gutiérrez reflexiona acerca del rol que tuvo y que tendría que tener Arequipa en la articulación de los regionalismos y la construcción de la peruanidad en su breve ensayo titulado «Reubicando el characato. Reconstrucción identitaria del nacionalismo arequipeño» (pp. 197-202).

La tercera y última parte, titulada «¿Piedras en el camino? Contradicciones por enfrentar», está conformada por cuatro ensayos. En el primero, el compilador del libro, Gonzalo Portocarrero, Maisch, analiza seis frases comunes en el imaginario peruano, buscando «‘deconstruir’ [...] el sentido común sobre lo que somos como comunidad» (p. 217). Su aportación, publicada originalmente en la revista Yuyaykusun en 2008, es novedosa y completa. Entre las frases que el sociólogo escoge están las famosas ‘todas las sangres’, título de una novela de José María Arguedas, y ‘¿en qué momento se jodió el Perú?’, de Mario Vargas Llosa. Particularmente, a propósito de esta última, Portocarrero da una interpretación muy interesante, afirmando que «la raíz del sentimiento de culpa criollo está en el mismo origen de la sociedad colonial, sociedad que se identifica como cristiana pero que ha institucionalizado la crueldad contra el indio y el negro» (p. 238).

En el texto siguiente, Espinoza —utilizando la categoría de ‘idea crítica del Perú’, formulada por Portocarrero— se concentra en la visión del nacionalismo y de la historia del país a partir del imaginario escolar. De hecho, la escuela como institución foucaultiana de control se constituye como locus físico-simbólico de construcción de ciudadanía y de enseñanza de identidad nacional; se puede decir que enseña a ser —en este caso— peruanos.

Y sobre esta enseñanza, a través de la imagen, es el tema del ensayo de Silvia Ágreda, un bello análisis sobre la figura de César Vallejo. Ágreda muestra, por un lado, la perspectiva crítica de la famosa imagen del máximo poeta nacional y, por el otro lado, la oficial, es decir la visión desde los lugares autorizados como el Estado o la Casa de la Literatura Peruana.

Finalmente, Luis Nieto Degregori afronta «el tema del nuevo proyecto nacional en la producción literaria de ese grupo de narradores peruanos que se autodenominan como andinos» (p. 291).

El libro termina con un colofón cuyo autor es el politólogo Rolando Ames. En su análisis, Ames proyecta la cuestión del nacionalismo peruano en un contexto más amplio e interconectado con los procesos globales, siempre con gran atención a las dinámicas internas al país.

En definitiva, pues, se trata de una obra muy completa y diversa. Ahora bien, es necesario avanzar algunas críticas y subrayar diversas faltas en el texto. En primer lugar, el Perú representado acá es el Perú visto desde Lima y los Andes; falta totalmente —aparte de algunas referencias ocasionales— la perspectiva amazónica, seguramente diferente respecto de las citadas. Tampoco se contempla la visión nacional desde el punto de vista de los afroperuanos o de los nikkei, aporte que hubiera ampliado aún más la comprensión hacia el país.

En segundo lugar, con referencia a la segunda parte, la referida a la zona andina, falta por completo la voz femenina, como si en los Andes fueran inexistentes las reivindicaciones de género y los aportes desde la perspectiva de la mujer.

Además, no se advierte una discusión o un interés hacia las demandas de las otras nacionalidades presentes en el Perú: aparte algunas referencias a la diversidad étnica del país, no hay un análisis o un planteamiento orientado a discutir cómo hacer del Estado-nación un Estado de naciones, el verdadero desafío para el Perú del siglo XXI.

De todas formas, el libro editado por Portocarrero es un antecedente crucial para entender las dinámicas relacionadas con la construcción de una identidad nacional peruana y para entender y afrontar los desafíos presentes. Hay necesidad de seguir profundizando, a través de seminarios periódicos como el que ha dado vida a este libro, congresos, revistas y publicaciones especializadas, sobre un tema que, de hecho, es una llave para comprender a Perú.

 

Domenico Branca

Universitat Autònoma de Barcelona

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