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Anthropologica

versión impresa ISSN 0254-9212

Anthropologica vol.33 no.35 Lima  2015

 

RESEÑAS

 

Rivera Andía, Juan Javier (ed.). Comprender los rituales ganaderos en los Andes y más allá. Etnografías de lidias, herranzas y arrierías. BAS 51. Aachen: Schaker Verlag, 2014, 500 pp.

 


Los relatos etnográficos detallados, las propuestas analíticas comparativas, históricas e interpretativas, y una bibliografía crítica completa convierten a este libro en un excelente recurso para el estudio de los rituales ganaderos. El volumen junta once ensayos de varios autores de Perú, Argentina, México, Francia y Alemania, recolectados por el editor, Juan Javier Rivera Andía, actualmente investigador en el departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Por mucho tiempo —sostiene el editor en la introducción— la etnografía de los rituales ganaderos andinos ha privilegiado el sur peruano y las prácticas asociadas con la crianza de camélidos, dejando de lado otras regiones andinas, el ganado de origen europeo y otros rituales (como aquellos conectados con la arriería). Menos aun se han implementado comparaciones sistemáticas entre las variantes regionales de estos ritos. Para intentar cambiar el rumbo, el editor junta ensayos que van desde las «señaladas» en el Perú y Argentina hasta el «rodeo» estadounidense y las «charreadas» mexicanas.

En la primera parte, siete ensayos etnográficos describen rituales de herranza en diferentes pueblos quechuas, aimaras e hispanohablantes de los departamentos peruanos de Moquegua, Puno, Apurímac y Pasco. También se incluye el llamatumachiy, en el que se agasaja a los animales de carga después de los largos viajes de intercambio entre la puna y las tierras bajas del departamento de Ayacucho, un ritual de la arriería descrito por Leonor Miluska Muñoz Palomino. También destacan, en este conjunto, la vívida etnografía de una tauromaquia en honor a la virgen (en el departamento de Puno), redactada por Luis Murguía, y la descripción de Axel Schäfer dedicada tanto a los ritos previos a la lidia de toros durante la fiesta patronal de Santiago, protector de caballos y jinetes, como al tinkasqa, la herranza de equinos que se realiza unos días después (en el departamento de Apurímac).

Los restantes ensayos etnográficos sobre herranzas de camélidos andinos, ovinos y bovinos, elaborados por Efraín Cáceres Chalco, Enrique Rivera Vela y Máximo Cama Tito, junto con los testimonios orales de mujeres campesinas transcritos por Alejandra Ttito Tica, permiten al lector notar la existencia de ciertas acciones rituales que se repiten en los diferentes casos, pese a las variaciones. Así, en general, los participantes realizan ofrendas a la pachamama o a los apus en forma de mesas o despachos que se entierran o queman; «casan» a parejas de animales entre sí; los señalan con «flores» (aretes de lana teñida) y los marcan dándoles chicha y hojas de coca.

Con respecto a la lógica temporal y espacial de las secuencias de acciones, Rivera Andía delinea, en la introducción, un esquema general de la herranza que comprende, primero, los preparativos; luego, un grupo de acciones de «conjunción» (entre el ganado y la gente) y otras de «disyunción» (cuando se disgrega el rebaño, y cada familia marca sus propios animales). El editor propone también una interpretación del rito ganadero como rito de paso, argumentando que la marcación y redomesticación de los animales se corresponde con la maduración de los mozos, en su tránsito de pastores a jefes de hogar.

En la segunda parte del libro, cuatro ensayos interpretativos y comparativos subrayan las estructuras, los significados y la dimensión histórica de los rituales ganaderos en el área andina y más allá. En primer lugar, Rivera Andía compara diferentes ritos andinos, es decir la herranza de la sierra de Lima, la «champería» (la «limpieza de las acequias») y el «zafa-casa» (el rito de techado e inauguración la casa), utilizando el esquema del rito de paso, y evidenciando analogías estructurales entre los protagonistas de estos tres rituales (varones jóvenes y nuevos jefes de hogar).

En segundo lugar, y desde una perspectiva de interpretación de las categorías locales, Lucila Bugallo analiza la «señalada» de la provincia de Jujuy en el noroeste de Argentina, en tanto que práctica económico-religiosa, es decir una tecnología productiva simbólica para la reproducción de los animales, que los miembros de las comunidades puneñas llaman «multiplico».

En tercer lugar, Frédéric Saumade demuestra, en perspectiva histórica, la presencia de lo indígena tanto en las prácticas del cowboy blanco estadounidense como en las del rodeo y jineteo de toros desarrollado principalmente en México y muy popular en Estados Unidos (el bull riding). Para Saumade, dicha influencia hispano-mexicana se suma a otra aun más paradójica: el origen indígena de los cowboys y de los personajes bufos que ayudan a ponerse a salvo al protagonista del rodeo estadounidense. Estos recuerdan a los bufones indígenas que protagonizan numerosos rituales amerindios, como la lidia de toros en el departamento de Puno descrita por Murguía. Allí, no solo los profesionales en traje de luces sino también los toreros «bufos», los travestis y los ebrios se enfrentan a los toros. Finalmente, Saumade y Ana G. Valenzuela-Zapata proponen una interpretación estructuralista del lazo y de la «ganadería cinegética» propia del origen de las «charreadas» y «jaripeos» mexicanos contemporáneos.

En términos generales, este libro permite al lector comprender, por un lado, semejanzas y diferencias regionales de los rituales ganaderos andinos, difundidos en una macroárea geográfica que comprende el Perú pero llega también al noroeste de Argentina, gracias a la variedad de los ejemplos etnográficos seleccionados. Igualmente, permite confrontar ritos ganaderos diversos aunque relacionados entre sí, como la herranza, la lidia de toros y los rituales conectados con la arriería. Por otro lado, las diferentes metodologías de los autores permiten comprender los rituales ganaderos tanto a la luz de la comparación estructural con otros rituales (Rivera Andía), como en relación con las categorías culturales locales (Bugallo) y al desarrollo histórico-cultural de las prácticas.

Al mismo tiempo, esta publicación nos acerca a temas muy actuales de la antropología social y cultural contemporánea, como por ejemplo la relación entre hombres, animales y el medio ambiente. Sin embargo, la cuestión del estatus ontológico de los seres y de las relaciones entre humanos y no humanos bien podría profundizarse en ulteriores publicaciones que retomen los datos aquí vertidos. Por ejemplo, podría hurgarse con mucho más detenimiento en las diferencias descritas entre la relación de identificación de los criadores con los animales criados (en la herranza y ritos de la arriería), y la relación de identificación antagónica entre toreros y toros en la lidia. Incluyendo los casos del rodeo estadounidense y de la charreada mexicana, podrían resaltarse también las diferencias y continuidades entre el juego-ritual y el juego-espectáculo, que subvierten no solo la ética del animal útil del protestantismo estadounidense (Saumade), sino también la lógica de la identificación y reciprocidad andina entre criadores y animales, tal como ha sido detectada por muchos de los autores del libro. Así, Cáceres Chalco resalta que, durante las herranzas, los animales son festejados y nombrados con términos de parentesco «como si fueran personas y no animales», mostrando «una visión humanizada de los animales» que encontramos también en los cuentos míticos de transformación animal-persona y viceversa. En los ritos ganaderos —añade Schäfer—, se expresa y realiza un «encuentro hombres-animales», en el que el «ganado es asimilado a los hombres» y «los hombres se aproximan a los animales». También en el caso estudiado por Muñoz Palomino, los hombres se identifican con sus animales, dándoles cariño y un trato íntimo y familiar, expresando así su relación de interdependencia con ellos y, por medio de ellos, con «deidades» como los apus o «espíritus de los cerros», considerados los verdaderos dueños de los rebaños. Dicha relación de reciprocidad entre humanos y animales es aquella definida como «crianza mutua» por Lucila Bugallo, que incluye, además, el intercambio con la pachamama, el «ser tutelar que constituye el espacio en su dimensión sagrada».

 

Daniela Salvucci

Universidad Nacional de Catamarca

 

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