SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.40 número49Reflexiones de un adolescente que ejerce violencia: los hombres frente al feminismoDesmontando la masculinidad hegemónica: una (auto)etnografía del grupo Varones por el Cambio índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Anthropologica

versión impresa ISSN 0254-9212

Anthropologica vol.40 no.49 Lima jul./dic. 2022  Epub 27-Feb-2023

http://dx.doi.org/10.18800/anthropologica.202202.004 

Masculinidades en el Perú y América Latina

Ser masculinos para ser modernos (y al revés). Las narrativas sobre la civilización y género en las élites intelectuales peruanas, 1884-1915

Being masculine to be modern (and the other way around). Narratives on civilization and gender in Peruvian intellectual elites. 1884-1916

Alvaro Grompone Velásquez1 
http://orcid.org/0000-0001-5072-358X

1Instituto de Estudios Peruanos - Perú, agrompone@ucdavis.edu

Resumen

El artículo explora los discursos que combinan imaginarios sobre masculinidad y modernidad movilizados desde las élites intelectuales peruanas en la transición al siglo XX. El texto se basa en la revisión en detalle de algunos casos ―revistas culturales, homenajes fúnebres y piezas literarias― que ilustran estas representaciones. El artículo evidencia un intento de las élites por posicionar al Perú dentro de los países civilizados y como parte de los avances de la modernidad occidental. Para ello, se trató de proyectar la imagen de un país compuesto por hombres viriles, enérgicos y de elevada racionalidad. Por un lado, se trató de exaltar el carácter heroico ―en clave de masculinidad hegemónica― de figuras civiles y militares para contrarrestar el desencanto tras la derrota militar en la Guerra del Pacífico. Asimismo, el posterior entusiasmo durante la República Aristocrática se ancló en las posibilidades de transformación del país hacia un sujeto ideal más blanco, masculino y civilizado.

Palabras clave: masculinidades; hegemonía; élites; modernidad; civilización; virilidad

Abstract

The paper explores the discourses around masculinity and modernity intertwined in intellectual elites’ representations during the turn of the twentieth century. The analysis uses a close-reading of certain cases -cultural magazines, eulogies, literary works- that illustrate such discourses. The article shows the elites’ efforts for positioning Peru within the realm of the civilized countries and as part of the advancement of Western modernity. To do so, they tried to describe the virile, strenuous, and rational character of the men than inhabited the country. On the hand, elites extolled the heroic character ―in terms of hegemonic masculinity― of leading Peruvian figures to counter the pessimism after the War of the Pacific military defeat. In the same vein, the subsequent enthusiasm during the Aristocratic Republic was anchored in the possibilities to transform the Peruvian subjects towards greater whiteness, masculinity, and civilization.

Keywords: masculinities; hegemony; elites; modernity; civilization; virility

En los últimos años, Mario Vargas Llosa se ha convertido en una de las voces más rancias, conservadoras y monocordes de la escena peruana y latinoamericana. En marcado contraste con su obra literaria, sus opiniones de corte político son más bien simplistas y repetitivas. En dichas posturas, llama la atención que el autor parezca intentar legitimar sus argumentos y narrativas en una fijación casi obsesiva con la modernidad y una idea de progreso unidireccional, en contraposición a todo lo que él considere una amenaza a esa senda unívoca. Pensando en América Latina, se trata de un binarismo acentuado: de un lado, el progreso y la civilización (occidental); del otro, el retraso y la barbarie (indígena).

Estos imaginarios en torno a la modernidad y la civilización movilizan también ideas respecto de una masculinidad plena versus una deficiente. Aunque Vargas Llosa no suele referirse explícitamente a cuestiones de género ―salvo para criticar a organizaciones feministas―, el escritor recurre a una narrativa usual de la modernidad, la cual plantea un modelo apropiado de masculinidad asociado con atributos que evocan la racionalidad y la capacidad de decidir por sí mismo. En contraposición, el desborde de las emociones, la irracionalidad o la pasividad son retratadas como cualidades femeninas y que afeminan (Shiva, 1988).

En Vargas Llosa, estas narrativas aparecen de modo recurrente. Por ejemplo, para criticar posturas de izquierda, el autor plantea que estas representan «la negación del individuo como ser soberano y responsable, regresado a la condición de parte de una masa sumisa a los dictados del líder, especie de santón religioso de palabra sagrada, irrefutable como un axioma» (Vargas Llosa, 2017, p. 15). En el mismo sentido, cuando hace un repaso por los intelectuales liberales que admira, elogia de manera repetida su capacidad analítica y reflexiva, elegancia, refinamiento, creatividad, concentración, entrega absoluta a las tareas intelectuales, audacia o «voluntad luciferiana» (Vargas Llosa, 2017). La oposición binaria entre civilización y barbarie, entonces, puede leerse también en clave de género a partir de la contraposición entre hombres racionales, desapasionados y analíticos, frente a aquella masculinidad impropia, irracional y bárbara, la cual, o bien se entrega al autoritarismo, o se encuentra en perpetuo estado de guerra.

Me he detenido en el caso de Mario Vargas Llosa porque parece sintomático de una manera en que sujetos en posiciones privilegiadas movilizan de manera conjunta imaginarios vinculados con masculinidades y modernidad . Ya sea para referirse a conflictos socioambientales, al voto que no coincide con «Lima moderna» o a los llamados a imponer «orden» frente a protestas fuera de Lima, las narrativas hegemónicas destacan el «atraso» de quienes manifiestan legítimos reclamos, su falta de capacidad de pensamiento racional y cualidades analíticas, o la manipulación a la que estas personas estarían sometidas. En estos casos, los discursos en torno a cuestiones raciales resultan bastante explícitos, pero planteo que existe también un subtexto de discursos de género y, más específicamente, de masculinidad que forman parte de estas representaciones relativas a la modernidad, civilización y progreso.

En este artículo me propongo explorar cómo se entremezclan y movilizan estos imaginarios a partir de un periodo histórico particularmente útil ese análisis1. En concreto, me enfoco en los discursos provenientes de hombres de la élite intelectual en el periodo entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Este periodo (1884-1915) incluye los años de relativo desajuste tras a la Guerra del Pacífico, así como la consolidación de un sistema cerrado de control político y social liderado por la oligarquía, periodo denominado como la «República Aristocrática». Ambos procesos históricos invitan a una lectura a partir de ideales de modernidad y masculinidad. Por un lado, la derrota bélica frente a Chile significó no solo un periodo de crisis en todo nivel, sino también una humillación que pareció afectar las reivindicaciones masculinas de la élite peruana. Por otra parte, el periodo de entusiasmo sobre una senda de progreso liderada por una pequeña élite también se cimentó en discursos que vinculaban el avance de la modernidad con la necesidad de reforzar la virilidad nacional.

El artículo se basa en fragmentos que permiten ilustrar los imaginarios, representaciones y discursos de la élite intelectual peruana durante esos años. Por «élite intelectual», me refiero a aquellos sujetos cuya participación en el «campo de poder» (Wacquant, 1993; Bourdieu, 2015) se cimentaba y legitimaba a partir de su acumulación de capital cultural y que, a partir de él, tenían una influencia particular en las representaciones que se proyectaban desde las clases medias y altas, así como desde el aparato estatal. En este artículo, incluyo a escritores, profesionales de alto nivel (médicos en concreto) y académicos. Más que una revisión sistemática de las representaciones de la élite intelectual, el artículo se basa en una lectura en profundidad de algunos casos particularmente interesantes. El análisis se basa en dos revistas representativas de la élite intelectual del periodo ―El Perú Ilustrado y Variedades―, la revista de la organización de estudiantes de medicina ―La Crónica Médica― y la producción literaria y académica de Clemente Palma, un personaje representativo de dichas élites.

El argumento central consiste en que individuos pertenecientes a las élites intelectuales peruanas movilizaron imaginarios sobre modernidad y masculinidad para, por un lado, cimentar sus proyectos e ideas de progreso nacional y, por otro, legitimar su jerarquía y posición dentro del entramado social. Ese se trató de un proceso de ida y vuelta: al mismo tiempo que tales imaginarios eran movilizados para aseverar la propia jerarquía, las élites intelectuales, dada su influencia, cimentaban y profundizaban estos imaginarios dentro de la escena nacional. En un periodo en el que los ideales de consolidación y progreso nacional adquirieron (aun mayor) importancia, cuestiones vinculadas con el género, tales como la virilidad y una masculinidad vigorosa, cobraron también protagonismo. En este proceso, destacan lo imbricados que se encontraban los discursos de modernidad y masculinidad imperantes en la época, así como sus superposiciones con discursos racistas y racializados. Estos discursos no eran necesariamente coherentes y cerrados, sino que, más bien, se reforzaban mutuamente, selectivamente y eran movilizados de manera conjunta.

MARCO CONCEPTUAL: MODERNIDAD-PROGRESO Y GÉNERO-MASCULINIDAD

Antes de mostrar los discursos imperantes entre la élite intelectual peruana, esta sección problematiza brevemente algunas piezas claves para enmarcar estos imaginarios. En concreto, me concentro en las diversas narrativas en torno a la modernidad ―enfatizando aquellas que circularon en el periodo de este estudio, usualmente denominado como fin-de-siècle―, las relaciones entre ideas de progreso nacional y género, y el concepto de masculinidad hegemónica. Más que una definición comprehensiva de cada uno de estos términos se trata de entender las diversas maneras en que estas se movilizaban alrededor de este periodo o cómo pueden contribuir a analizar los discursos en cuestión.

Desde su advenimiento, las narrativas sobre la modernidad han sido siempre complejas y ambivalentes. Por un lado, el proyecto de la Ilustración y la modernidad implicaba un proceso de liberación al dejar de estar el ser humano sometido a la tradición, a pensamientos dogmáticos y a la siempre indomable e impredecible naturaleza. Ejemplos clásicos de ello se encuentran en Kant (2000), quien enfatizaba la «liberación del hombre de su culpable incapacidad […] la libertad de hacer uso público de su razón íntegramente», o en Weber, quien resaltaba que «a diferencia del salvaje para quien aquellas fuerzas existían, la humanidad ya no tiene que recurrir a la magia para controlar los espíritus o rezarle a los mismos. En su lugar, ahora el cálculo y la tecnología sirven para alcanzar nuestros objetivos» (Weber, 1917, p. 18).

La mayoría de estas ideas circularon de manera frenética durante el periodo denominado como fin-de-siècle. El término alude a un momento de excitación y optimismo sobre los avances de la humanidad a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Como respuesta a los desarrollos científicos, tecnológicos y médicos, el periodo exhibió un entusiasmo alrededor de imaginarios de velocidad, frenesí, cambios radicales y contantes, y desconcierto (Fritzche, 2014). Contemporáneos del fin-de-siècle enfatizaban la «ola gigantesca de ingenio y recursos humanos», así como el «enorme clima de descubrimientos» (Byrn, 1896), lo que dio lugar a un renovado hybris sobre las posibilidades de la humanidad. La modernidad del periodo ofrecía una energía vibrante, una multitud de nuevas experiencias y la promesa de poder alterar todos los aspectos de uno mismo y todo lo que le rodeaba (Dickinson, 2004). Sin embargo, la otra cara de la moneda consistía en una creciente consciencia y duda de sí mismo, temores de degeneración y ansiedades sobre tal dinamismo.

La combinación de entusiasmo y ansiedad del fin-de-siècle no resulta necesariamente particular del periodo. La modernidad siempre se trató de un proceso confuso y ambiguo. Tal como señala Marshall Berman (1982, p. 15): «ser moderno es encontrarse a sí mismo en un ambiente de aventura, poder, regocijo, transformaciones de uno mismo y del mismo, y al mismo tiempo que amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos». La modernidad, por tanto, no solo prometía liberación, sino que encerraba también un proyecto de control y regulación para hacer frente a las amenazas que despertaba. Al borrar los límites a la acción humana, todo ―la naturaleza y las poblaciones― era sujeto a ser conocido y, a partir de ello, domado y dominado (Adorno y Horkheimer, 2017).

La noción de una modernidad que invita e implica regulación y dominación puede entenderse de dos maneras, fuera de considerar el control sobre la naturaleza. Por un lado, la modernidad nos remite al control y regulación de sí mismo: represión de instintos y emociones, creciente interiorización de las normas sociales y la adopción del principio de moderación y autorregulación (Marcuse, 1983; Elias, 2015). A su vez, la modernidad se refiere también al control sobre Otros. Vinculado con procesos de colonialismo e imperialismo, la modernidad requería mantener la ficción del prestigio, distinción y supremacía occidental, la cual solo podía existir a partir de su relación con un Otro colonial. Tal ficción estaba anclada en una serie de jerarquías binarias en las que la primacía occidental se anclaba en un Otro racialmente inferior, bárbaro, femenino y sexual y moralmente degenerado (McClintock, 2001; Stoler, 2014; Quijano, 2014; Segato, 2015; Lugones, 2016).

En este caso, más que adherirme a una forma de comprender el proyecto de modernidad, me interesa destacar esta ambigüedad y las múltiples posibilidades de movilizar discursos referentes a la modernidad, civilización y progreso. De hecho, el carácter ambivalente y contradictorio resulta inherente a la noción de modernidad, pero son justamente las paradojas que esta encierra lo que la ha hecho productiva, movilizable y ubicua (Friedman, 2001; Dickinson, 2017). Resulta, por ello, más útil entender la modernidad como un constructo que nunca puede ser plenamente alcanzado, pero que requiere esfuerzos constantes para acercarse a él y que puede ser movilizado de distintas formas, desde enfatizar las transformaciones radicales de la cotidianeidad hasta ejercer control a partir de jerarquías tradicionales.

Para las élites nacionales, alcanzar los ideales de modernidad y progreso occidental requería nuevas regulaciones y acciones enérgicas. Estas, a su vez, implicaban un renovado énfasis en mandatos vinculados al género. En el ámbito global, los ideales de progreso usualmente enfatizaban la necesidad de una mayor diferenciación entre la esfera pública-masculina y la doméstica-femenina, una mayor distinción en el sistema de sexo/género (Rubin, 1984) y una mayor rigidez en instituciones heteronormativas (Ward Gailey, 1987; Chauncey, 1994; Najmabadi, 2011). En los marcos narrativos de la nación, las regulaciones en torno a las mujeres y la feminidad se referían a ellas como símbolos de la dignidad y pureza nacional a través de su comportamiento acorde con los mandatos heteronormativos. Eran, a su vez, las encargadas de la reproducción y crianza de las nuevas generaciones y las llamadas a transmitir y enarbolar las tradiciones nacionales (Yuval-Davis, 1997; Suárez-Findlay, 2000; Sinha, 2017).

Los hombres y la masculinidad, en tanto, eran representados como los verdaderos agentes y hacedores del progreso y la civilización. Eran los hombres, a partir de imaginarios donde destacaba el patriotismo heroico, atributos marciales y valores de honor, sacrificio, deber y valentía, quienes debían acercar a la nación al ideal de progreso (Nagel, 1998; Sinha, 2017). Procesos claves, como la conquista y la colonización, el avance de la ciencia y tecnología como control de la naturaleza, y las agendas de adelanto nacional/imperial y la protección de la nación (y sus mujeres y niños) eran entendidos como asuntos liderados por hombres, pero que, además, eran solo posibles a través de valores masculinos y viriles (Horne, 2004; Connell, 2005).

El periodo de estudio evidenció la exaltación de principalmente dos modelos de masculinidad, ambos en estrecha relación con profundizar el progreso nacional. Un modelo de masculinidad tenía que ver con el honor caballeresco, la moderación y control de uno mismo, la domesticación de los «impulsos naturales» ―incluyendo la ebriedad y la violencia doméstica― y una paternidad responsable (Nye, 1993; Moose, 1996; Tosh, 1993; Rosemblatt, 2000). Un modelo distinto de masculinidad más bien enfatizaba el vigor, virilidad y una acentuada y hasta agresiva’ potencia física y sexual. Usualmente como respuesta a temores asociados a una civilización excesiva, y la degeneración y ablandamiento masculino, este último modelo promovía una imagen masculina menos domesticada y más vigorosa e, incluso, violenta (Bederman, 1995; Jacob, 2011; Sinha, 1995; Tikhonov, 2007).

Que los imaginarios sobre masculinidad tengan que ver con modelos tan disímiles no resulta sorpresivo o contradictorio si se considera el concepto de masculinidad hegemónica (Connell, 2005). La masculinidad hegemónica se refiere a un conjunto de posicionamientos y afirmaciones de poder, privilegio y legitimidad realizados por hombres con un estatus notable en sus respectivas sociedades. Tales posicionamientos de privilegio operan simultáneamente sobre mujeres ―a través de políticas y estructuras patriarcales― y sobre otras masculinidades subalternas ―vía la jerarquía sobre masculinidades transgresoras o deslegitimadas― (Connell y Messerschmidt, 2005; Tosh, 2004; Demetriou, 2001; Donaldson, 1993). Se trata de un conjunto de atributos que configuran un ideal nunca plenamente alcanzable y en constante tensión y transformación. De este modo, al ser una continua construcción social e histórica, la masculinidad hegemónica no abarca un conjunto consistente y cerrado de atributos. Los atributos que esta idealiza y resalta en cada momento responde a la interacción de los distintos posicionamientos de jerarquía que operan a la vez y son, por lo tanto, mutables, flexibles, dependientes de cada situación en concreto, y, en ocasiones, contradictorios. Como todo constructo hegemónico, se trata de un ideal que puede ser movilizado de distintas maneras especialmente por aquellos en posiciones de privilegio, pero que siempre acarrea ansiedades y amenazas al no estar sostenido en ningún elemento sustancial.

EL PERÚ POR LAS ÉLITES, PARA LAS ÉLITES: EL PERIODO DE POSGUERRA Y EL AUGE OLIGÁRQUICO

La segunda mitad de siglo XIX estuvo llena de fluctuaciones y vicisitudes en el Perú. Tras dos décadas y media de inestabilidad política y económica tras la independencia, una enorme cantidad de riqueza cayó casi literalmente del cielo en forma de excremento de aves. El guano significó un boom exportador sin precedentes, lo cual se tradujo en una creciente estabilidad política y, con ello, el lanzamiento de diversos proyectos de modernización del aparato público, renovación urbana y movilización de recursos hacia el sector privado (Hunt, 1984; Quiroz, 1987; Gootenberg, 1998; Tantaleán, 2011; Deustua, 2011). El auge de recursos económicos y el entusiasmo que ello generó terminó, sin embargo, de manera catastrófica. En la década de 1880, los recursos guaneros estaban cerca de agotarse, el país se encontraba en una profunda crisis económica y ostentaba la segunda deuda externa más alta del mundo (Tantaleán, 2011; Deustua, 2011). Sumado a ello, el Perú sufrió una incuestionable derrota militar en la guerra contra Chile, lo que implicó una gran destrucción de capital y la pérdida de las últimas reservas guaneras y salitreras del país.

Pasada la guerra, el Perú experimentó dos fases bastante distintas. La primera década, tras el conflicto, estuvo marcada por el desgobierno producto de una guerra civil y una profunda inestabilidad económica como resultado de un periodo de reajuste a nuevos sectores exportadores. Los conflictos políticos no estuvieron necesariamente divididos por cuestiones étnicas, políticas, sociales o ideológicas, sino que generalmente respondieron al conflicto entre facciones de la élite política sin que ninguna logre prevalecer (Grompone Velásquez y Remy, 2021).

El año 1895 resultó un punto de quiebre por varios motivos. Para empezar, las dos principales facciones de la élite política realizaron un pacto que inauguraría la República Aristocrática. Aunque este periodo representó el primer sistema de partidos políticos que competían entre sí de manera regular (Planas, 1994), esta competencia electoral estaba signada por una profunda exclusión de mínimos derechos ciudadanos y políticos de la mayoría de la población. Desde 1895-1896 se restringió el derecho al voto de la población analfabeta, la cual, según el último censo (realizado en 1876), representaba el 82% de la población (Arroyo Abad, 2016). Este fue también un periodo de crecimiento económico liderado por un amplio conjunto de exportaciones. Ello significó el ascenso de nuevas facciones a las posiciones más encumbradas de la élite económica, al mismo tiempo que no existía una clara separación entre asuntos públicos-estatales y privado-empresariales, de modo que las principales figuras económicas del periodo o sus familiares cercanos solían ocupar las más importantes posiciones del aparato estatal (López, 2005; Gilbert, 2018).

Estas dos fases de la historia peruana tuvieron su correlato en las dos generaciones de intelectuales de nuestro estudio. Durante la década de 1880, parecía reinar una sensación de decepción y desencantamiento entre las principales figuras intelectuales. Manuel González Prada, uno de los intelectuales más brillantes de su generación, resumió la sensación de hartazgo en la conocida frase «hoy el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo, brota pus» (González Prada, 1894, p. 63). La sensación de decepción y crítica, sin embargo, se combinaba con discursos que más bien enfatizaban que, tras la catástrofe militar, se contaba con las condiciones para recomenzar los proyectos de modernización que se habían puesto en pausa por unos años. Veinte años después, la generación de intelectuales de la República Aristocrática exhibía un notable entusiasmo y optimismo alrededor del progreso económico gracias a recursos naturales que parecían inagotables. La creciente atmósfera de entusiasmo de las élites en torno a las transformaciones que se podían conseguir bajo su liderazgo tenía su correlato en su descontento y desaprobación con respecto al resto de la población que habitaba el país. El progreso estaba en el horizonte, pero necesitaba notables esfuerzos liderados por la élite para hacerse realidad.

Emulando la atmosfera de entusiasmo que se experimentaba en el fin-de-siecle europeo, las élites intelectuales peruanas compartían la exaltación de vivir en un periodo prometedor de nuevas posibilidades de progreso. Una nueva generación de líderes políticos e intelectuales, pero también de ingenieros, médicos, higienistas y urbanistas desarrollaron una serie de proyectos destinados a alterar las condiciones físicas del país y su capital, incluyendo infraestructura vial, ornato público y nuevos centros de entretenimiento y consumo (Basadre, 2010; Ramón Joffre, 1999; Majluf, 1994; Parker, 1998). Este entusiasmo se correspondió con nuevos proyectos y regulaciones en distintos ámbitos del espacio público ―e.g., sistema educativo, trabajo sexual, consumo de alimentos o prácticas de entretenimiento―, pero también referente a elementos constitutivos de la vida privada, tales las condiciones de vivienda, prácticas «higiénicas», crianza de niños y maternidad, o cuestiones de salud mental (Drinot, 2020; Muñoz, 2001; Parker, 1998; Ruiz Zevallos, 2001; Mannarelli, 1999; Cueto, 1997).

A partir de ideologías positivistas, dichas élites consideraban a Lima como un organismo sujeto a cambios hacia un mayor orden político y bienestar social, en contraposición al retraso y barbarie en que vivía su población (Drinot, 2014; Marcone, 1995). Incluso elementos que parecían intrínsecos y estructurales, tales como la composición racial del país, aparecían como sujetos a modificaciones e intervención (Marcone, 1995; García Jordán, 1992; Paroy, 2016). Sin duda, la mayoría de estos proyectos fallaría de manera rotunda, pero los imaginarios y representaciones detrás de ellos dejaron una huella significativa y marcarían proyectos subsecuentes por las siguientes décadas.

Esta visión linear y evolutiva estaba ciertamente anclada en términos de raza, en tanto esta funcionaba como el «fundamento invisible» de la sociedad peruana (Portocarrero, 2005). El racismo científico y conocimientos pseudocientíficos de eugenesia llevaron a un mayor énfasis en intentos de clasificación e intervención en tales términos. Bajo este marco, los polos se encontraban en el pasado indígena, del cual se buscaba salir hacia un futuro blanco, europeo y civilizado. Mejorar la raza y civilizar a la población aparecía, entonces, como proyectos imbricados (Parker, 1998, p. 157). Sin embargo, esa lectura racial y evolutiva estaba también anclada en códigos de género. El pasado indígena del que se quería salir era también femenino, feminizante y de una masculinidad débil, irracional e impropia; por el contrario, el progreso no solo era blanco y europeo, sino también vinculado con una masculinidad vigorosa, racional y enérgica. Las siguientes secciones muestran distintas maneras en que estas preocupaciones aparecieron entre la élite intelectual del periodo de estudio.

LOS SALVADORES DEL HONOR PATRIO. MODERNOS, VIRILES Y RACIONALES

La derrota en la guerra contra Chile sin duda dejó una marca profunda en las élites del país. Precisamente por ello, las élites intelectuales combinaron una ambigua narrativa que, por un lado, lamentaba la falta de carácter marcial y la descomposición social a todo nivel, mientras que, por otro, trataba de exaltar figuras heroicas para restaurar el honor nacional. Más allá del énfasis particular que se hiciera en cada caso, estas narrativas estaban notoriamente definidas a partir de imaginarios en torno a una masculinidad hegemónica. Ya sea con un énfasis en la templanza y carácter racional o en el vigor, valentía y carácter viril, las élites intelectuales exaltaban los modelos de masculinidad imperantes en la época ya descritos anteriormente. Esta sección se basa en notas biográficas de la revista El Perú Ilustrado para examinar dichos imaginarios.

El Perú Ilustrado se describía a sí misma como una revista destinada a promover, estimular y difundir los elementos del progreso, civilización y modernidad en el Perú. Más allá de que Clorinda Matto de Turner fue la directora por dos años, la junta editorial estaba casi en su totalidad compuesta por hombres pertenecientes a la escena intelectual más legitimada de Lima. Dirigida a familias de clase media y clase alta limeña, la revista se presentaba como un producto apolítico, encargado de difundir piezas literarias, noticias del mundo, o desarrollos tecnológicos, científicos y médicos. Cada número de la revista incluía cuatro o cinco breves notas biográficas sobre personajes notables y destacados del país ―casi en su totalidad se referían a hombres― del periodo o de la historia reciente. Analizar los atributos que se exaltaban en estas piezas permite observar los valores en clave de modernidad y de género que se movilizaban.

Una porción importante de estas notas biográficas se refería a protagonistas del reciente conflicto bélico. Las tropas peruanas habían sido derrotadas, pero de alguna manera la revista trataba de restaurar el honor de la masculinidad patria al destacar historias heroicas o eventos que sobredimensionaban las cualidades viriles de los hombres peruanos. Los atributos que se destacaban no respondían necesariamente a un modelo consistente y cerrado de masculinidad, sino que movilizaban discursos en torno a diferentes versiones de masculinidad acordes con cada caso. Algunas de las virtudes que se exaltaban de manera más frecuente incluía la calma, tranquilidad, «integridad viril», «conducta valiente», «dignidad», «verdadero patriotismo», «lealtad caballeresca», «serenidad de espíritu»2. En otros casos, más bien, se destacaban atributos vinculados con el carácter enérgico y resuelto, la valentía y el coraje, o el que sean hombres activos, llenos de energía, talentosos en cuestiones bélicas3. En un periodo en el que el heroísmo masculino aparecía como el equivalente secular y nacional de los santos de los siglos previos (Horne, 2004), no sorprende que las exaltaciones heroicas en el Perú del fin-de-siècle estaban saturadas de atributos masculinos casi hagiográficos como aspecto esencial para restaurar el honor patrio.

Revisar algunos casos concretos puede ilustrar este punto. Una de las primeras semblanzas que se hicieron en El Perú Ilustrado abordaba la biografía del general César Canevaro. Canevaro era una de las figuras más notables del Club Unión, uno de los principales espacios de encuentro entre hombres de clase alta del periodo, del cual fue socio fundador y presidente en múltiples ocasiones. Además de pertenecer a la clase alta, Canevaro se hizo conocido por su participación en la batalla del Alto de la Alianza (o la batalla de Tacna), la cual terminaría con el triunfo de las tropas chilenas y el retiro de Bolivia del conflicto. La nota biográfica en El Perú Ilustrado destaca el temple y el heroísmo que mostró aun cuando la derrota parecía segura. De este modo, él había encabezado la resistencia a partir de «su actividad y su verdadero patriotismo, la entereza de su carácter, la dignidad de la posición que ocupaba y esa lealtad caballeresca que nunca han puesto en tela de juicio ni los mismos enemigos de la patria»4. La pieza también destacaba lo distinguido de sus maneras, su ferviente patriotismo y su búsqueda por el principio de justicia universal.

Otro caso interesante es el de la nota realizada al fallecer José Antonio Barrenechea, abogado, diplomático y catedrático miembro de la élite peruana. La semblanza en cuestión hace un repaso por sus múltiples cargos y posiciones, a la vez que desliza elogios al magistrado. «Pacífico, laborioso, ajeno a toda pasión política, con un discernimiento severo, con un espíritu de justicia poco común entre nosotros […]. Franqueza seductora con los iguales, generosa afabilidad con los inferiores, respetuosa deferencia para con todos»5. El artículo resulta un cúmulo de alabanzas en el que se señalaba que el recién fallecido poseía cuantas virtudes como se pueden pensar como, por ejemplo, «desde la rigidez del honor, que por ser honor ejemplariza y estimula, hasta los finos e insinuantes modales de la más correcta urbanidad»6.

Por último, resulta interesante notar la semblanza a la figura heroica por excelencia del periodo, Miguel Grau, realizada por Manuel González Prada. Como hemos dicho, González Prada se hizo conocido por su crítica aguda y descorazonada frente al momento que el país atravesaba. Estas críticas destacaban la necesidad de adoptar un carácter viril y marcial, cuyo déficit habría sido la causa del pobre desempeño en el último conflicto militar7. En la pieza alrededor de Miguel Grau, sin embargo, los atributos que se destacan no se asocian necesariamente a un carácter viril y marcial de manera unívoca. Ciertamente González Prada destaca la valentía y el «combate homérico» de Grau, quien se enfrentó a la armada chilena en inferioridad de condiciones. No obstante, la mayor parte de la reseña, aunque también en clave de masculinidad, tiene que ver con otro tipo de valores: «humildad de carácter», «nunca daba indicios de bullicioso atolondramiento» y «sobrio de palabras». Señala, además, que «su voz, de timbre femenino contrastaba notablemente con sus facciones varoniles. Este marino forjado en el yunque de las almas fuertes, inflexible en aplicar todo el rigor de las ordenanzas, se hallaba dotado de una sensibilidad exquisita, amaba con delirio a sus hijos, tenía marcada predilección por todos los niños»8. De este modo, aun en los años inmediatamente posteriores al conflicto, González Prada, quien usualmente exaltaba valores marciales, más bien empleaba un conjunto de atributos vinculados con el refinamiento, calma y racionalidad para tratar de rescatar personajes heroicos del conflicto.

A partir de esta rápida revisión de algunos casos, queda claro que las representaciones en torno a aquellos que aparecían como el pináculo de la civilización y virtud estaban enmarcadas en términos de atributos masculinos. Ya sea como una masculinidad agresiva, viril, patriota y heroica, o más bien bajo un modelo de masculinidad como templanza, calma y refinamiento, los elogios a los personajes de la élite de la época se basaban en los imaginarios alrededor de masculinidad de la época. Incluso en los primeros años tras el conflicto, los atributos que se destacaban combinaban distintos modelos de masculinidad, siempre en tanto resultasen funcionales al exaltamiento patriótico. En corto, la restauración del honor nacional tenía que hacerse en términos de género y, en concreto, de atributos masculinos.

Modernos y masculinos hasta en la muerte: Daniel Alcides Carrión y Jorge Chávez

Las semblanzas y elogios fúnebres ofrecen otra ventana interesante para observar cómo se manifestaban los imaginarios en torno a modernidad, progreso y masculinidad. Los casos de Daniel Alcides Carrión y Jorge Chávez permiten profundizar en el trato que se les dio a dos muertes que remecieron la escena limeña y cuyos protagonistas pasaron a conformar el panteón de héroes nacionales. Aunque sus muertes se dieron en condiciones bastante distintas, se pueden establecer notables paralelos en términos de las representaciones que aparecieron alrededor de estos fallecimientos. En ambos casos, se promovió una narrativa que posicionaba sus acciones como parte de los avances de la modernidad de los cuales el Perú también formaba parte. Por su lado, la manera de retratarlos destacaba atributos asociados a una masculinidad hegemónica que, según las élites intelectuales, era posible hallar entre los hombres peruanos.

En términos cronológicos, corresponde iniciar el análisis con la muerte de Daniel Alcides Carrión. Carrión era un joven estudiante de medicina de la Facultad de Medicina de Lima cuando a los 26 años falleció tras inocularse a sí mismo el virus de la «verruga peruana». Esta última se trataba de una enfermedad infecciosa que a fines del siglo XIX se presentaba como endémica en áreas altoandinas y se entendía como una variante peruana del paludismo. Carrión, por su parte, formaba parte de una nueva generación de médicos peruanos que se autodefinían como «obreros de la nobilísima causa del progreso científico de nuestra patria»9. Los médicos en el Perú fueron el grupo profesional que consiguió organizarse y presentarse con mayor éxito como promotores de los avances de la ciencia occidental y capaces de transformar el carácter de las sociedades que habitaban.10

La muerte de Carrión plasma el lado trágico de este entusiasmo. Frustrado por la lentitud y los protocolos médicos asociados a la experimentación con la verruga peruana, el joven estudiante decidió inocularse a sí mismo el virus para poder examinar y estudiar sus efectos de manera detallada. Poco más de cinco semanas después, el virus cobró fuerza en su cuerpo. Carrión cayó enfermo, fue diagnosticado con los principales síntomas de la enfermedad y falleció a los pocos días. El lamentable caso dio lugar a especulaciones tanto en el momento en que ocurrió como en años recientes11, pero lo que nos interesa en este caso son las representaciones y narrativas que se crearon alrededor de esta muerte en los años inmediatamente posteriores al suceso.

Apenas acontecido el hecho, aparecieron sendos homenajes en La Crónica Médica y otros medios del país. En ellos, el trágico suceso fue retratado como parte del avance global de la civilización y la ciencia moderna. El «sacrificio» de Daniel Alcides Carrión formaba parte del esfuerzo por «arrancar cada día secretos a la naturaleza para utilizarlos en provecho de la humanidad […] de esa batalla continua en que se halla empeñada la Ciencia que trata de aliviar las dolencias de la humanidad»12. La manera de elogiar la figura de Carrión remitía al honor de que un compatriota peruano sea ahora parte de esa lucha que usualmente protagonizan únicamente las naciones «civilizadas» de Europa; de hecho, colocaban a este «compañero nuestro, un modesto alumno de sexto año de medicina» como parte de la «estela luminosa que en provecho de la humanidad y la ciencia» realizaron una serie de próceres europeos13.

Junto a ello, destaca, una vez más, el conjunto de atributos que le adjudicaban, los cuales son posibles de interpretar en clave de género. Por un lado, destacaban que la trágica muerte del estudiante tenía que ver con su «deseo de presentar un trabajo concienzudo»14, su característico «amor al estudio», su abnegación y su «heroico sacrificio»15. De hecho, la pieza homenaje destacaba que la muerte de Carrión se habría dado en medio de la «tranquilidad que solo proporcionan la satisfacción del deber cumplido y el convencimiento de haber contribuido al progreso de la Ciencia»16. Junto con ello, se destacaba el espíritu vigoroso y el carácter vehemente que Carrión había mostrado a lo largo de su carrera. Diversas semblanzas destacaban su entrega apasionada a su causa, su deseo de ir «todavía más allá» aun contra los preceptos de la prudencia médica y los consejos basados en la ciencia, así como su «temeraria resolución» para poner en riesgo la propia vida. En suma, la exaltación de Carrión transcurría por colocarlo, por un lado, como mártir de los avances de la ciencia y, al mismo tiempo, como poseedor de atributos diversos pero tendientes en conjunto y comprehensivamente a construir una figura masculina hegemónica.

La muerte del piloto peruano Jorge Chávez despertó reacciones similares. Chávez, de padres peruanos, nació en Francia en 1887, donde estudió para convertirse en aviador y mostró enormes dotes desde muy temprano. En 1910, Chávez decidió intentar ser la primera persona en cruzar los Alpes Peninos, ubicados entre Suiza e Italia. Jorge Chávez logró, efectivamente, cruzar dichos Alpes, pero un aterrizaje más que accidentado finalmente produjo su fallecimiento. La noticia generó enorme revuelo en los medios peruanos, quienes destacaron la corta edad de Jorge Chávez al momento de su muerte, así como el carácter trágico del fallecimiento apenas completada la hazaña.

Como en el caso de Daniel Alcides Carrión, las representaciones sobre el carácter de Jorge Chávez enfatizaban su gesta como parte del frenesí de los avances de la modernidad de la época, así como una consecuencia de las cualidades masculinas y viriles del aviador. La revista Variedades, quizá la más importante de la época para el público de clase alta y clase media limeña, fue una de las que recogió de manera más sentida estos sucesos17. La nota editorial a los pocos días del suceso posicionaba la faena de Jorge Chávez como parte de la atmósfera del fin-de-siècle de la conquista de la naturaleza por el hombre. El editorial destacaba como motivo de orgullo nacional (y latinoamericano) que tales avances, usualmente protagonizadas por hombres europeos, habían tenido ahora a un peruano como principal protagonista. Decía, entonces, que «nuestra mentalidad y nuestra energía y en general la de todos los sudamericanos ha sido bastante desdeñada en el verdadero mundo civilizado, en esa Europa en donde, fuerza confesarlo, es que se generan y se desarrollan los grandes ideales y de donde surge el luminoso progreso de la humanidad»18. Por el contrario, la hazaña y muerte de Chávez había logrado que ahora los peruanos tuvieran un lugar privilegiado en la «empeñosa lucha entre los hombres y el elemento no dominado»19.

Según esta narrativa, las acciones de Jorge Chávez habían sido una reivindicación no solo del potencial de modernidad en el país, sino también las cualidades raciales y viriles de los peruanos. Aparecía, entonces, como una reivindicación nacional en tanto tal hazaña contradecía el carácter racialmente inferior y afeminado que se solía adjudicar a los países latinoamericanos. «A los americanos del sur, a estos mestizos latinos y salvajes, no nos tocan más heroísmos que los de la guerra: nuestra raza ardiente y rebelde, agitada y pasional, no está en condiciones aún de orientar su mentalidad y su esfuerzo hacia ese concepto generoso y amplio de Humanidad», señalaba un editorial al respecto20. Sin embargo, el caso de Jorge Chávez demostraba la esperanza de hallar cualidades viriles y masculinas entre la población nacional: «La gloria de Chávez nos hizo soñar en que aún nuestra raza tenía energías generosas» y que en él podía observarse el rigor, metodismo, e integridad mental y física tan escaso entre connacionales.

Daniel Alcides Carrión y Jorge Chávez pasaron a formar parte del panteón de héroes nacionales y su prestigio se mantiene incólume hasta el día de hoy. Esta sección ha enfatizado que parte del realce que se dio a ambas muertes prematuras se encontraba vinculado con el deseo de las élites políticas e intelectuales de demostrar que el Perú y su población formaba parte de las naciones occidentales y participaba de la atmósfera de avances de la ciencia moderna y civilización del periodo. Dentro de estos imaginarios, asociarlos con los modelos de masculinidad hegemónica de la época resultaba fundamental. Para poder ser ejemplares y protagonistas del camino de la modernidad, la civilización y el progreso, los discursos debían enfatizar sus atributos masculinos. En ambos casos, no se trataba de un modelo cerrado y consistente de masculinidad, sino que las narrativas en torno a Chávez y Carrión los hacían encarnar en simultáneo aquellas características vinculadas con el temple y la racionalidad, junto a aquellas asociadas con la vehemencia, coraje y valentía.

DESMITIFICAR LA OTREDAD PERUANA. CLEMENTE PALMA Y SU REPRESENTACIÓN DE PERÚ EN EUROPA

Las representaciones del Perú como parte del mundo «civilizado» europeo y sus vínculos con imaginarios anclados en la raza y género no se referían exclusivamente a personajes heroicos. A través de diversas piezas literarias, las élites intelectuales del periodo proyectaron imaginarios ―usualmente contradictorios― en torno a la modernidad y los procesos de modernización que trataban de implementarse en el país21. El caso de Clemente Palma, una de las figuras literarias más importantes de su generación e hijo de Ricardo Palma, resulta un caso interesante de cómo las representaciones de modernidad, masculinidad y raza aparecen fuertemente imbricadas.

Clemente Palma se hizo conocido desde muy temprano en los círculos literarios de Lima. Ser hijo de Ricardo Palma sin duda cimentó su precoz reconocimiento, pero también llamó la atención en 1897 por su tesis de bachiller en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos titulada El porvenir de las razas en el Perú, una de las más claras exhibiciones del racismo científico imperante en la época. Al año siguiente viajó a Barcelona como representante diplomático del Perú, donde publicaría la novela El Perú (Narración que trata de su geografía, historia, arte y costumbres), mientras que en 1913 publicó su recopilación Cuentos malévolos. Parte de su estatus tenía que ver también con su dirección de dos revistas político-culturales como órganos de la modernidad en el Perú: Prisma (1906-08) y su sucesora Variedades de la cual sería director por veintitrés años. A través de las editoriales en dichas revistas ―incluyendo las revisadas en la sección previa―, sus posiciones adquirieron gran resonancia entre las clases medias y altas del país.

La mencionada tesis de bachiller de Clemente Palma ha sido estudiada y mencionada en múltiples ocasiones. No sorprende que sea así dado el carácter explícito de sus aseveraciones e ideologías racistas. En su tesis, Palma realiza una clasificación de las «razas» que habitan el Perú, en la cual la «raza india» sería el receptáculo de todo signo de degradación e incapacidad para la vida civilizada ―de hecho, plantea que el escenario ideal sería su exterminio―, mientras que la cúspide de la jerarquía racial la ocupaba la raza blanca-española ―aunque esta era aún inferior en la raza blanca anglosajona (Palma, 1897). Lo que no ha sido igualmente enfatizado es cómo esta clasificación racializada se encontraba vinculada con cuestiones relativas a la masculinidad. En este marco, la inferioridad racial indígena se evidenciaba en su falta de carácter viril y masculino, cualidades esenciales para el mundo civilizado. Dicha inferioridad adquiría corporeidad en su descripción del indio como débil, raquítico, «tímido por naturaleza, cobarde y servil» o apático. Del mismo modo, la población indígena no era apta para el pensamiento abstracto y su actividad cerebral se encontraba disminuida, de modo que resultaban adecuados para obedecer más que para ejercer pensamiento y agencia propia (Palma, 1897). En ambos casos, la masculinidad deficiente de los hombres indígenas explicaba y confirmaba su inferioridad racial y su inadaptabilidad corpórea y mental para ser elementos de progreso nacional

En la misma línea, la obra literaria de Clemente Palma ilustra también estas vinculaciones entre modernidad, género y raza. Un cuento que puede resultar extraño para este análisis es «La última rubia (cuento del futuro)», una historia de ciencia ficción en un mundo distópico donde la raza aria había sido desplazada por la «raza amarilla». El protagonista es un mestizo que, pese a su «color bronceado», decía sentir que «en el fondo de mi sangre el aristocrático orgullo y el amor a la belleza de las razas añejas que la ola asiática envolvió y anonadó para siempre» (Palma, 1974, pp. 104-105).

Aunque el cuento es bastante sugerente y coincide con ideas expresadas por el autor en otros escritos, no pretendo interpretar una obra de ficción como la materialización de las ideas de Palma. No obstante, llama la atención cómo este mundo distópico se explica a partir de imaginarios que combinaban preocupaciones raciales y de género de la época. En el cuento, las razas amarillas habían «inundado y malogrado las razas europeas y americanas» por medio del cruzamiento racial. Haciendo eco de las voces en Europa y Estados Unidos que alertaban sobre el suicidio de la raza y la amenaza amarilla (yellow peril), Palma narra el drama de la decadencia de la población blanca como producto de la degeneración racial y el exceso indeseable de la civilización. La culpa residía en la desidia y agotamiento de las razas arias, lo cual aparece en clave de masculinidad. Así, el protagonista del cuento de Palma señala sobre este proceso: «un tiempo [los pueblos de raza blanca] fueron formados por razas viriles y dominantes, cuyas energías, en constante acción, se desgastaron y decayeron rápidamente: ese fue el momento en que la raza amarilla invadió el mundo, como una avalancha gigantesca se amalgamó, se fundió con las razas vencidas y extinguió para una eternidad el espíritu antiguo» (Palma, 1974, p. 105).

De manera más cercana a lo que nos interesa en este estudio, similares vínculos entre modernidad, masculinidad y preocupaciones raciales aparecen en su novela El Perú (Narración que trata de su geografía, historia, arte y costumbres). Esta parece ser la traducción de las ideas centrales de su ya mencionada tesis de bachiller en clave de ficción. La novela toma lugar en Barcelona, donde una familia catalana está intrigada por la llegada de un familiar ―el tío Joaquín― que viene tras vivir en Perú por muchos años junto con su esposa peruana. La familia imagina que la esposa sería «alguna india muy bonita» y que el tío les contaría la fascinante otredad que habitaba tan lejano país. El tío, sin embargo, llega con historias de una Lima que no se diferencia tanto de lo conocido en Europa y casado con una «limeña criolla». Sobre esto último, mientras que la familia esperaba a alguien con «olor a selva» y «plumas de cóndor», se encontraron con una joven blanca, esbelta, de cabellos castaños, lenguaje discreto y movimientos elegantes y nobles. Su sorpresa se manifiesta en la pregunta: «¡Cómo! ¿Así eran las indianas? ¿Tan hermosas y tan a la europea?» (Palma, 1898, p. 6).

La sorpresa inicial de la familia solo se acrecienta con el relato del tío Joaquín sobre el Perú. Si bien señala que Lima tiene un carácter señorial e híbrido muy particular, manifiesta que la arquitectura limeña viene experimentando los mismos cambios que la Europa y Norteamérica del fin-de-siècle. La acción del progreso estaría generando, entonces, que «dentro de 50 años, Lima no se diferenciará de ninguna ciudad europea. En Lima tienen ustedes todos los adelantos de la ciencia: teléfonos, luz eléctrica, acetileno, pronto habrá tranvías eléctricos y las últimas invenciones» (Palma, 1898, p. 52).

Si bien existe un énfasis a lo largo de la obra de colocar al Perú dentro del mundo occidental, las preocupaciones respecto a la masculinidad nacional afloran pronto. Cuando habla de «los peruanos» en genérico parece hacer referencia a la población blanca criolla de Lima, de la cual señala que «son, como nosotros, líricos» (Palma, 1898, p. 10). Para entender el uso de tal adjetivo es importante recurrir a algunos editoriales en Variedades. Anclado en discusiones en torno a la raza del periodo, Palma contrasta las razas latinas ―de las cuales la población blanca criolla peruana formaba parte― como líricas, sensuales, volátiles, susceptibles y nerviosas en contraposición a las razas anglosajonas, las cuales evidenciarían un carácter enérgico, pragmático y vigoroso22.

Pero el carácter lírico de la población criolla no es lo más grave. En contraste con la enorme diversidad y riqueza natural que posee el país, el problema estaría en que su población ―compuesta sobre todo por «la raza india»―, no es capaz de explotar tales riquezas. Según el tío Joaquín, «la raza india es ya un bagazo inútil para la civilización. En mi concepto, el Perú debe fomentar una gran inmigración de razas europeas, viriles y activas, para dar vida a esas regiones inmensas y ricas que tiene despobladas, y casi improductivas por la indolencia de la raza india» (Palma, 1898, pp. 28-29).

Estas obras de ficción de Clemente Palma refuerzan el planteamiento de este artículo sobre los imaginarios promovidos por las élites intelectuales limeñas sobre modernidad y género. De manera recurrente, Palma intenta posicionar al Perú como parte de las naciones civilizadas del mundo, esto es, como parte del mundo occidental europeo. Para ello, mitiga cualquier diferencia en las formas, costumbres y estilo de vida entre el limeño criollo ―el verdadero ejemplar de peruanidad― y el europeo, al mismo tiempo que enfatiza los proyectos de modernización en curso en el Perú. Aunque con rezagos, el Perú se encontraba en la senda del progreso y formaba parte de la narrativa de modernidad del Occidente. Por su parte, queda claro que el principal problema del país se refería a la composición de su población ―léase la primacía de la población indígena―, problema que combinaba planteamientos explícitamente racistas con ansiedades en términos de masculinidad. La narrativa que se desprende es la de un país lleno de notables riquezas naturales esperando pasivamente a ser explotadas por la energía viril y activa de los hombres de razas superiores y más masculinas (Marcone, 1995). El camino a la modernidad en el Perú era posible, pero demandaba enormes esfuerzos para superar las trabas vinculadas con las razas inferiores, menos viriles e irracionales que habitaban el país.

REFLEXIONES FINALES

Las narrativas en torno a la modernidad y la masculinidad siempre se han presentado estrechamente imbricadas. En particular, discursos provenientes de las élites usualmente han empleado ambas narrativas para afirmar su jerarquía y movilizar sus ideas y proyectos como tendientes al interés general de la nación. En el Perú, tal como en muchos países no occidentales, las élites movilizaron ambos discursos en tándem para posicionar al país como parte de los países civilizados y en camino al progreso nacional, al mismo tiempo que se posicionaban a sí mismos como los únicos capaces de realizar y fortalecer ese proceso. El camino hacia la modernidad y, en concreto, hacia cerrar la brecha con los países occidentales se presentaba, entonces, en clave de género. Acercarse a Europa implicaba un proceso de blanqueamiento, pero también uno de refuerzo y exaltación de las virtudes masculinas de quienes componían la nación.

Modernidad y masculinidad son términos muy cargados semánticamente. En ambos casos, se trata de términos ambivalentes y con contenidos que van desde el refinamiento y racionalidad hasta la agresividad y la afirmación física de la supremacía. Lejos de ser un aspecto contradictorio y contraproducente, esa maleabilidad resulta fundamental para que sean términos con enorme potencial para ser movilizados. En el caso de las élites intelectuales peruanas del fin-de-siècle, la interconexión entre masculinidad y modernidad apareció de manera crucial como intento de restaurar el honor patrio tras la derrota militar frente a las tropas chilenas, mientras que más adelante fue un anclaje clave para las posibilidades de progreso y transformación del país. En ese marco, aparecer como un país más viril y más blanco en contraposición al afeminamiento y lo indígena resultaba clave dentro de las representaciones de la élite.

Sin embargo, la polivalencia de las afirmaciones en torno a modernidad y masculinidad también evidencian ansiedades. Encarnar perfectamente la modernidad o la masculinidad resultan, en realidad, ideales nunca plenamente inalcanzable, al mismo tiempo que la jerarquía que se establece a partir de ello no está respaldada por nada genuinamente sustancial. Para aquellos que quieren personificar tales ideales hegemónicos, ello implica una acción constante para acercarse a desempeñar la completitud en su modernidad y masculinidad. A su vez, este intento necesariamente encierra la amenaza de ser descubierto como deficiente, fingido o incompleto. En el Perú, como en otros países de la región, estas preocupaciones se interrelacionan con cuestiones raciales. Las élites «deseaban ser blancas y temían no serlo» (Stepan, 1991), de modo debían afirmar su blancura, civilización y masculinidad bajo la constante ansiedad de ser incapaces de encarnar estos ideales plenamente. En conjunto, la indigeneidad y la insuficiente o incompleta masculinidad aparecían como constructos abyectos, de los cuales las élites nacionales trataban de desprenderse, pero que siempre les hacían sombra, amenazantes y listos para surgir entre ellos mismos.

Planteo que, lejos de tratarse de una excepcionalidad del periodo, estas lógicas pueden ayudarnos a entender narrativas usuales y recurrentes de las élites en el país y quizás en la región. Las élites siempre han buscado afirmar su propia jerarquía y supremacía en el marco nacional, al mismo tiempo que han tratado de sentirse parte del conjunto de países occidentales. Se trata de un grupo que funciona de manera muy aislada, mirándose y conversando hacia «adentro» y en referencia a la imagen que tienen de lo que es la modernidad y el progreso occidental. Como correlato, sienten que habitan un país poblado por Otros a quienes no consideran como iguales, si no es que abiertamente desprecian. Imaginarios sobre la modernidad aparecen de manera muy explícita, pero representaciones en clave de género también son fundamentales para entender estas ideologías. Aunque no siempre de manera manifiesta, las afirmaciones de jerarquía de las élites tienen que ver con presentarse como más racionales, viriles y completas que sus contrapartes, de modo que, de acuerdo con la situación, movilizan imágenes que representen a su contraparte como poseedora de una masculinidad incompleta y deficiente. Incluir este componente en los análisis sobre los discursos y prácticas desde las élites resulta fundamental para entender y luchar contras las desigualdades que no cesan.

REFERENCIAS

Adorno, T. y Horkheimer, M. (2017). La dialéctica de la Ilustración. Akal. [ Links ]

Armus, D. (2007). La Ciudad Impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950, Edhasa. [ Links ]

Arroyo Abad, L. (2016) The Limits of «Estado Docente»: Education and Political Participation in Peru, 1876-1940. Revista de Historica Económica, 34(1), 81-109. https://doi.org/10.1017/S0212610915000233 [ Links ]

Basadre, J. (2010). Historia de La República del Perú, 1822-1933. Lima: El Comercio. [ Links ]

Bederman, G. (1995). Manliness and Civilization. A Cultural History of Gender and Race in the United States, 1890-1917. Chicago University Press. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226041490.001.0001 [ Links ]

Berman, M. (1982). All That is Solid Melts into Air. Penguin. [ Links ]

Bourdieu, P. (2015). La nobleza del Estado. Educación de élite y espíritu de cuerpo. Siglo XXI. [ Links ]

Byrn, E.W. (1896). The Progress of Industry during the Past 50 Years. Scientific American, 75, 82-83. https://doi.org/10.1038/scientificamerican07251896-82b [ Links ]

Carrigan, T., Connell, RW. y Lee, J. (1985). Towards a New Sociology of Masculinity. Theory and Society, 14, 551-604. https://doi.org/10.1007/BF00160017 [ Links ]

Chauncey, G. (1994). Gay New York. Gender, Urban Culture, and the Making of the Gay Male World, 1890-1940. BasicBooks [ Links ]

Connell, R. W. (2005a). Globalization, Imperialism, and Masculinities. En M. S. Kimmel, J. Hearn y R. W. Connell, Handbook of Studies on Men and Masculinities, SAGE Publications [ Links ]

Connell, R. W. (2005b). Masculinities. University of California Press. [ Links ]

Connell, R. W. y Messerschmidt, J. (2005). Hegemonic Masculinity: Rethinking the Concept. Gender & Society, 19(6), 829-859. https://doi.org/10.1177/0891243205278639 [ Links ]

Cueto, M. (1997). El regreso de las epidemias, Instituto de Estudios Peruanos. [ Links ]

Demetriou (2001). Connell’s Concept of Hegemonic Masculinity: A Critique. Theory and Society, 30, 337-361. https://doi.org/10.1023/A:1017596718715 [ Links ]

Deustua, J. (2011). Guano, salitre, minería y petróleo en la economía peruana, 1820-1930. En C. Contreras (ed.), Compendio de Historia Económica del Perú, t. 4, Instituto de Estudios Peruanos, Banco Central de Reserva del Perú. [ Links ]

Dickinson, E. (2004). «Biopolitics, Fascism, Democracy: Some Reflection on our Discourse on “Modernity”», Central European History, 37(1), 1-48. https://doi.org/10.1163/156916104322888989 [ Links ]

Dickinson, E. (2017) Dancing in the Blood. Modern Dance and European Culture on the Eve of the First World War. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/9781108164573 [ Links ]

Donaldson, M. (1993). What is Hegemonic Masculinity? Theory and Society, 22(5), 643-657. https://doi.org/10.1007/BF00993540 [ Links ]

Drinot, P. (2020). The Sexual Question. A History of Prositution in Peru, 1850-1950. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/9781108675659 [ Links ]

Elias, N. (2015). El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Espinoza Portocarrero, J. (2015). Entre criollos y modernos: género, raza y modernidad criolla en el proyecto editorial de la revista Variedades (Lima, 1908-1919). Histórica, 39(1), 97-136. [ Links ]

Friedman, S. S. (2001) Definitional Excursions: The Meanings of Modern/Modernity/Modernism. Modernism/Modernity, 8(3), 493-513,. https://doi.org/10.1353/mod.2001.0062 [ Links ]

Fritzche, P. (2014). The City and Urban Life. En M. Saler, The Fin-de-Siècle World. Routledge. https://doi.org/10.4324/9781315748115-4 [ Links ]

García Jordan, P. (1992). Reflexiones sobre el darwinismo social. Inmigración y colonización, mitos de los grupos modernizadores peruanos, 1821-1919. Bulletin de l’Institut François d’Études Andines, 21, 961-975. https://doi.org/10.3406/bifea.1992.1094 [ Links ]

Gilbert, D. (2017). The Oligarchy and the Old Regime in Latin America, 1880-1970. Rowman & Littlefield. [ Links ]

González Prada, M (1894). Pájinas Libres. Imprenta P. Dupont. [ Links ]

Gootenberg, P. (1998). Imaginar el desarrollo. Instituto de Estudios Peruanos. [ Links ]

Grompone Velásquez, A. y Remy, M. (2021). No una sino muchas muertes. Partidos políticos y movimientos sociales al bicentenario. En R. Asensio, y N. González, La promesa incumplida. Ensayos críticos sobre 200 años de experiencia republicana, Instituto de Estudios Peruanos. [ Links ]

Horne, J. (2004). Masculinity in politics and war in the age of nation-states and world wars, 1850-1950. En S. Dudink, K. Hagerman y J. Tosh (eds.), Masculinities in Politics and War. Gendering Modern History. Manchester University Press. [ Links ]

Hunt, S. (1984). Guano y crecimiento en el Perú del siglo XIX. Hisla: Revista Latinoamerican de Historia Económica y Social, 4(2), 35-92. [ Links ]

Jacob, WC. (2011). Working out Egypt. Effendi Masculinity and Subject Formation in Colonial Modernity, 1870-1940. Duke University Press.https://doi.org/10.1515/9780822391678 [ Links ]

Kant, I. (2000). Qué es la Ilustración. En Filosofía de la Historia (pp. 25-37). Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

López, S. (2005). Perú, 1930-1968: competencia y participación en el Estado oligárquico. En C. Aljovín, y S. López, Historia de las elecciones en el Perú. Estudios sobre el gobierno representativo (pp. 109-178). Instituto de Estudios Peruanos; Jurado Nacional de Elecciones. [ Links ]

Lugones, M. (2016). The Coloniality of Gender. En W. Harcourt, The Palgrave Handbook of Gender and Development. Critical Engagements in Feminist Theory and Practice. Palgrave. https://doi.org/10.1007/978-1-137-38273-3_2 [ Links ]

Macías-Gonzales, V. y Rubenstein, A. (2012). Masculinity and Sexuality in Modern Mexico. University of New Mexico Press. [ Links ]

Majluf, N. (1994). Escultura y Espacio Público. Lima 1850-1879. Documento de Trabajo Nº 67, Instituto de Estudios Peruanos. [ Links ]

Mannarelli, M. E. (1999). Limpias y modernas: género, higiene y cultura en la Lima de 1900. Flora Tristán. [ Links ]

Marcone, M. (1995). Indígenas e inmigrantes durante la República Aristocrática. Histórica, 19(1), 73-93. [ Links ]

Marcuse, H. (1983). Eros y civilización. Sarpe. [ Links ]

McClintock, A. (1995). Imperial Leather. Race, Gender, and Sexuality in the Colonial Contest. Routledge. [ Links ]

Moose, G. (1996). The Image of Man. The Creation of Modern Masculinity. Oxford University Press. [ Links ]

Muñoz, F (2001). Diversiones públicas en Lima: la experiencia de la modernidad. Universidad del Pacífico. [ Links ]

Murillo, J., Salaverry, O., Mendoza, W., Franco, G., Calderón, W., Rodríguez Tafur, J. (2002). Daniel Alcides Carrión y su contribución al imaginario cultural de la medicina peruana. Anales de la Facultad de Medicina, 63(2), 141-159. https://doi.org/10.15381/anales.v63i2.1494 [ Links ]

Nagel, J. (1998). Masculinity and Nationalism: gender and sexuality in the making of nations. Ethnic and Racial Studies, 21(2), 242-269. https://doi.org/10.1080/014198798330007 [ Links ]

Najmabadi, A. (2005). Women with Mustaches, Men Without Beards. Gender and Sexual Anxieties of Iranian Modernity. University of California Press. https://doi.org/10.1525/9780520931381 [ Links ]

Nye, R. (1993). Masculinity and Male Codes of Honor in Modern France. Oxford University Press. [ Links ]

Palma, C. (1897) El porvenir de las razas en el Perú (tesis de bachiller, Facultad de Letras y Ciencia Humanas, Universidad Nacional Mayor de San Marcos). https://cybertesis.unmsm.edu.pe/bitstream/handle/20.500.12672/338/Palma_cl.pdf?sequence=1&isAllowed=y.Links ]

Palma, C. (1898). El Perú. Narración que trata de su geografía, historia, arte y costumbres. Antonio J. Bastinos. [ Links ]

Palma, C. (1974). Cuentos malévolos. PEISA. [ Links ]

Parker, D. (1998). Civilizing the City of the Kings: Hygiene and Housing in Lima, Peru. En R. Pineo y J. Baer, Cities of Hope. People, Protests, and Progress in Urbanizing Latin America, 1870-1930. Westview. [ Links ]

Paroy, G. (2016). Los Otros en el discurso. Construcciones y transformaciones discursivas en torno a los inmigrantes chinos (1849-1900) (Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional Mayor de San Marcos). [ Links ]

Peluffo, A. (2019). Hombres de hierro: emociones viriles y masculinidades posbélica (1888-1904). En F. Denegri (ed.), Ni amar ni odiar con firmeza. Cultura y emociones en el Perú posbélico (1888-1925). Pontificia Universidad Católica del Perú. [ Links ]

Planas, P. (1994). La República Autocrática. Fundación Friedrich Ebert. [ Links ]

Portocarrero, G. (2005). El fundamento invisible. Función y lugar de las ideas racistas en la República Aristocrática. En A. Panfichi y F. Portocarrero (eds.), Mundos Interiores, Lima 1850-1950. Universidad del Pacífico. [ Links ]

Quijano, A. (2014). Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. CLACSO. [ Links ]

Quiroz, A. (1987). La deuda defraudada. Consolidación de 1850 y dominación en el Perú. Instituto Nacional de Cultura. [ Links ]

Ramón Joffre, G (1999). La muralla y los callejones: intervención urbana y proyecto poítico en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX. Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos. [ Links ]

Rosemblatt, K. A. (2000). Gendered Compromises: Political Cultures and the State in Chile, 1920-1950. University of North Carolina Press [ Links ]

Rubin, G. (1984). Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality. En Carole S. Vance (ed.), Pleasure and Danger: Exploring Female Sexuality, Routledge and Kegan Paul. [ Links ]

Ruiz Zevallos, A. (1994). Psiquiatras y locos: entre la modernización contra los Andes y el nuevo proyecto de modernidad. Perú, 1850-1930. Instituto Pasado & Presente. [ Links ]

Ruiz Zevallos, A. (2001). La multitud, las subsistencias y el trabajo. Lima de 1890 a 1920. Pontificia Universidad Católica del Perú. [ Links ]

Segato, R. (2015). La crítica de la colonialidad en ocho ensayos. Y una antropología por demanda. Prometeo. [ Links ]

Shiva, V. (1988). Staying Alive. Women, Ecology, and Development. South End Press. [ Links ]

Sinha, M. (1995). Colonial Masculinity. The «Manly Englishman» and the «Effeminate Bengali» in the late Nineteenth-Century. Manchester University Press. [ Links ]

Sinha, M. (2017). Gender and Nation. En C. McCann & K. Seung-Kyung (eds.), Feminist Theory Reader. Local and Global Perspectives (4th edition). Routledge. [ Links ]

Stepan, N. L. (1991). The Hour of Eugenics. Race, Gender, and Nation in Latin America. Cornell University Press. https://doi.org/10.7591/9781501702266 [ Links ]

Stoler, A. L. (2014). Carnal Knowledge and Imperial Rule. University of California Press. [ Links ]

Suárez-Findlay, E. (2000). Imposing decency. The Politics of Sexuality and Race in Puerto Rico, 1870-1920. Duke University Press. https://doi.org/10.1215/9780822397014 [ Links ]

Tantaleán, J. (2011). El Leviatán guanero. Instituto de Estudios Peruanos. [ Links ]

Tosh, J. (1993). Manliness and Masculinities in Nineteenth-Century Britain. Essays on Gender, Family and Empire. Routledge. [ Links ]

Tikhonov, C. (2007). Masculinizing the Nation. Gender Ideologies in Traditional Korea and in the 1890s-1900s Korean Enlightenment Discourse. The Journal of Asian Studies, 66(4), 1029-1065. https://doi.org/10.1017/S0021911807001283 [ Links ]

Velásquez, M. (2005). Leonidas Yerovi y la modernidad criolla en la República Aristocrática. Escritura y Pensamiento, 8(17), 115-138. [ Links ]

Vargas Llosa, M. (2017). La llamada de la tribu. Alfaguara. [ Links ]

Wacquant, L. (1993). From ruling class to field of power: Interview with Pierre Bourdieu on La noblesse d’État. Theory, Culture & Society, 10(3), 19-4. https://doi.org/10.1177/026327693010003002 [ Links ]

Ward Gailey, C. (1987). Kinship to Kingship: Gender Hierarchy and State Formation in Tongan Islands. University of Texas Press. https://doi.org/10.7560/724563 [ Links ]

Weber, M. (2004 [1919]). Science as a Vocation. Hackett Publishing Company. [ Links ]

Yuval-Davis, N. (1997). Gender & Nation. SAGE Books. [ Links ]

1A lo largo del artículo entremezclo los términos de modernidad, progreso, civilización e Ilustración. Si bien estos no deben confundirse, mi interés es entender cómo estos constructos fueron movilizados. Dado que estos aludían a cuestiones muy similares, los uso aquí con cuidado, pero de manera casi indistinta.

2Nota biográfica a Ricardo Espiell, El Perú Ilustrado, 20 de agosto de 1887. Nota biográfica a Andrés Avelino Cáceres, El Perú Ilustrado, 27 de agosto de 1887. Nota biográfica al doctor Paz Soldán, El Perú Ilustrado, 17 de setiembre de 1887.

3«Club Internacional Revólver», El Perú Ilustrado, 10 de marzo de 1888. «Heroísmo de un indio», El Perú Ilustrado, 21 de abril de 1888.

4Nota biográfica al general César Canevaro, El Perú Ilustrado, 4 de junio de 1887.

5Nota biográfica a José Antonio Barrenechea, El Perú Ilustrado, 11 de mayo de 1889.

6Nota biográfica a José Antonio Barrenechea, El Perú Ilustrado, 11 de mayo de 1889.

7Según Peluffo (2019), en la obra de González Prada destaca la carga de emociones «viriles» en los escritos de González Prada, usualmente vinculadas con la ira y la indignación, como recurso para oponerse a sus enemigos internos y externos.

8«Miguel Grau», El Perú Ilustrado, 25 de mayo de 1889.

9Editorial, La Crónica Médica, 29 de febrero de 1884.

10Armus (2007) evidencia un proceso similar alrededor de estos mismos años en Argentina.

11Por ejemplo, Murillo et al. (2002) intentan reunir las evidencias disponibles para hacer sentido al proceso de inoculación.

12Editorial. La Crónica Médica, 31 de octubre de 1885.

13Editorial. La Crónica Médica, 31 de octubre de 1885.

14La Crónica Médica, 30 de noviembre de 1885.

15Editorial. La Crónica Médica, 31 de octubre de 1885.

16Editorial. La Crónica Médica, 31 de octubre de 1885.

17Para una lectura detallada y perspicaz de los estereotipos de género, raza y modernidad presentes en la revista Variedades durante este periodo, ver Espinoza Portocarrero (2015).

18Editorial, Variedades, 1 de octubre de 1910.

19Editorial, Variedades, 8 de octubre de 1910.

20Editorial, Variedades, 1 de octubre de 1910.

21El análisis de Marcel Velásquez (2015) sobre Leonidas Yerovi es un buen ejemplo al respecto.

22Editorial, Variedades, 7 de marzo de 1908. Editorial, Variedades, 18 de abril de 1908.

Recibido: 30 de Abril de 2022; Aprobado: 12 de Diciembre de 2022

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons