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Anthropologica

versión impresa ISSN 0254-9212

Anthropologica vol.40 no.49 Lima jul./dic. 2022  Epub 27-Feb-2023

http://dx.doi.org/10.18800/anthropologica.202202.005 

Masculinidades en el Perú y América Latina

Desmontando la masculinidad hegemónica: una (auto)etnografía del grupo Varones por el Cambio

Dismantling Hegemonic Masculinity: An (auto)Ethnography of Varones por el Cambio

1Universidad Iberoamericana Puebla - México, pineyro_c@yahoo.com

Resumen

Este texto abordará, desde la etnografía digital y la autoetnografía, la experiencia del colectivo «Varones por el Cambio» - VC, espacio de hombres heterosexuales mayores de cuarenta años surgido en México en 2020, el cual solo ha interactuado de manera virtual usando plataformas como WhatsApp y programas para videoconferencias. Dicho grupo ha cuestionado patrones básicos de la masculinidad hegemónica desde la teoría de los micromachismos de Luis Bonino. Desde este espacio también se han dialogado cuestiones de violencia machista, la cosificación de las mujeres y la importancia de hablar sobre las emociones «negadas» a los varones (miedo, frustración, amor). Así, se verán las posibilidades y los límites de este tipo de procesos desarrollados completamente desde redes sociales, y vividos en primera persona del singular y del plural.

Palabras clave: micromachismos; masculinidad hegemónica; deconstrucción; hombres

Abstract

Based on digital ethnography and autoethnography, this essay will discuss the deconstruction experience of «Varones por el Cambio», an over 40 years-old male heterosexual group created in 2020 in Mexico. Its ­members only interact using social networks such as WhatsApp and virtual conference apps. Using Luis Bonino’s theory on Micromachismos, this organization has questioned basic patterns of hegemonic masculinity, such as men’s violence toward women, female cosification, and the need to talk about men’s «denied» feelings (fear, frustration, love). By showing Varones por el Cambio’s experience, I pretend to discuss the possibilities and the limits of male groups seeking to deconstruct aspects of hegemonic masculinity using only social media.

Keywords: micromachismos; hegemonic masculinity; deconstruction; men

INTRODUCCIÓN

El estudio sobre masculinidades y los grupos de hombres en búsqueda de cambiar sus masculinidades tóxicas y hegemónicas lleva relativamente poco tiempo dentro del ámbito académico. En la década de 1970 estos análisis empezaron a darse de forma más sistemática (Minello Martini, 2002). Si bien desde entonces a la fecha el volumen de investigaciones sobre masculinidades ha crecido mucho, todavía hacen falta más trabajos que aborden estos temas, y que lo hagan desde diversas miradas. En particular, hace falta hacerlo desde una perspectiva multifactorial, en primera persona y tomando en cuenta las nuevas herramientas virtuales que permiten otro tipo de comunicación entre los miembros de los grupos de varones.

Este artículo estudia, desde la etnografía virtual y la autoetnografía, el proceso de cuestionamiento de la masculinidad hegemónica (Connell, 1997) en un grupo de hombres en México. Dicho grupo se denominará «Varones por el Cambio» - VC, espacio formado a incios del 2020 entre hombres heterosexuales, la gran mayoría mayores de cuarenta años, con distintos antecedentes de clase, raza/etnia, y nivel de escolaridad y quienes no han violentado física o sexualmente a una mujer. Este trabajo está basado en más de dos años de observación participante en VC, por lo cual el nivel de análisis utilizado es el «yo» y el «nosotros».

VC ha desarrollado todas sus actividades de manera virtual, mediante ­plataformas de videoconferencia como Meet, Teams y Zoom, puesto que inició un par de meses antes de que se decretara la crisis de salud producida por la COVID-19. Ello ha permitido que los miembros de VC estén localizados en cuatro ciudades diferentes (Ciudad de México, Guadalajara, Puebla y Toluca). Pero también ha implicado un diálogo grupal desde dinámicas no tradicionales, es decir, sin ­interacción presencial y, en muchas ocasiones, con desfases de tiempo por el uso de las redes sociales (no se tiene que contestar un mensaje en redes inmediatamente).

Por otro lado, además de describir un proceso colectivo de deconstrucción mediado plenamente por los formatos de comunicación virtual, se abordarán las posibilidades, las dificultades y los límites de este tipo de colectivos en el cuestionamiento de las prácticas machistas y de la masculinidad hegemónica. Esto se hará desde la perspectiva de los micromachismos de Bonino (2008) para analizar cómo, aunque los hombres no agredamos físca y sexualmente a las mujeres, no estamos exentos de perpetrar y mantener condiciones de poder y dominación hacia las mujeres con formas «menos» violentas u obvias. A su vez, se discutirán algunos de los diálogos y temáticas desarrollados en este grupo. En particular, se analizarán las dificultades para incorporar a más varones a este tipo de espacios, la manera en la cual los hombres heterosexuales cosificamos a las mujeres, cómo abordamos el tema de la violencia entre hombres y la importancia de hablar de nuestras emociones.

El texto está dividido en seis partes. En la primera se abordará una discusión sobre la masculinidad hegemónica. En el segundo apartado se plantean algunos trazos sobre la manera en la cual los hombres hemos reaccionado ante los cuestionamientos feministas sobre nuestros actos violentos contra las mujeres. La tercera parte sintentiza la propuesta analítica de Bonino sobre micromachismos. La cuarta parte explica la metodología seguida para este trabajo. En la quinta sección se describirá y analizará parte de los diálogos y temáticas vistas en VC. Finalmente, se cerrará con las reflexiones finales.

LA CRISIS DE LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

La masculinidad hegemónica ha sido definida como un ideal del deber ser del «buen» hombre, del hombre «de verdad». Y esta masculinidad va en contra de aquellos varones considerados como subordinados: los afeminados, los emocionales y los «débiles» (Connell, 1997). Así, el «buen» hombre debe aspirar a seguir ciertas pautas: ser fuerte, autosuficiente, hipersexual, agresivo y violento, heterosexual y homofóbico («un homosexual no es un hombre de verdad» (Heilman et al, 2017). Bonino (2002, p. 13) añade «la racionalidad, la individualidad, la eficacia, la voluntad de poder y la certeza» como otros elementos de la masculinidad hegemónica.

Se entiende que muy pocos hombres pueden ejercer las pautas y patrones de comportamiento planteados desde la masculinidad hegemónica. Sin embargo, sus postulados buscan ser normativos y aspiracionales, es decir, reflejan lo que un «hombre de verdad» debe aspirar para ser considerado como tal (Bonino, 2002; Connell and Messerschmidt, 2005, p. 832; Tena, 2012, p. 287). Así, estos roles de género1 masculino son aprendidos, normalizados y reforzados desde los distintos ámbitos sociales, económicos, culturales y políticos, los cuales «instituyen, fundan, organiza e impregnan la constitución del sujeto masculino, y determinan su modo de vida acorde con el cumplimiento de los valores que ella adjudica como adecuados para los hombres y que éstos se ven impelidos a cumplir» (Bonino, 2002, p.11).

Este punto es muy importante, debido a la posible frustración que pueden generar en en los hombres las pautas de la masculinidad hegemónica, dado lo difícil de cumplirlas (Bard Wigdor, 2016), pocos hombres pueden ser autosuficientes económicamente dados los índices de pobreza y desempleo mundiales, pocos pueden ejercer su poder constantemente sobre otros varones como se plantea desde la masculinidad tradicional (hay muchos marineros, pero pocos capitanes), y pocos pueden tener muchas parejas sexuales.

Heilman et al. (2017 2) recalcan cómo las aspiraciones de encajar en lo que estos autores denominan la «caja de la masculinidad» tiene serias repercusiones para los hombres que se guían por ella: son más propensos a tener comportamientos riesgosos (abuso de sustancias alcohólicas y demás enervantes), a sufrir y cometer bullying, acosan sexualmente seis veces más que los hombres que buscan salir de esta «caja». Además, la salud mental puede estar mucho más deteriorada (sufren depresión y tienen pensamientos negativos por no llegar a cumplir con este ideal y no saber cómo manejar emociones como la frustración). Siendo la masculinidad hegemónica y la caja de la masculinidad los principales referentes de cómo ser un varón «de verdad», no es casualidad que los hombres enmarcados en estas formas de pensar sean más propensos a dañarse. Tan solo en México, 80% de los suicidios son cometidos por varones (Usla, 2018)3.

La masculinidad hegemónica también busca minimizar la importancia de las mujeres, ensalzando aquellos atributos «superiores» y «naturales» de quienes nacemos con pene y testículos. Como Marçal (2017, pp. 180-182) menciona, estereotípicamente, el «hombre» es aquel ser objetivo, culto, productor y activo, mientras que las mujeres son subjetivas (es decir, emocionales), pasivas, dependientes y consumidoras. Esta lógica binaria (Vasallo, 2020) y esencialista inició, para el caso del mundo occidental, desde la Ilustración, en la cual se planteó el predominio y la superioridad de la razón sobre la emoción (Hernando, 2018). Y, bajo esta perspectiva, el «hombre» representa lo primero y la «mujer» lo segundo. De allí parte una de las nociones básicas de la superioridad masculina.

La masculinidad hegemónica no es inmutable ni total. Connell, siguiendo a Gramsci, entiende que siempre hay la posibilidad de disputar las nociones extendidas en la sociedad y, por lo tanto, de cambiarlas. En otras palabras: a toda hegemonía existen contrahegemonías, ideas opuestas a las predominantes. Eso es fundamental en los grupos de varones que trabajan para modificar sus formas de ser hombres atravesados por la masculinidad tradicional, ya que ello permite imaginar, proponer y cambiar ideas y actitudes por otras.

Podemos decir, en resumen, que la masculinidad hegemónica es esa serie de ideas, normas y aspiraciones que promueven al hombre «de verdad» como heterosexual, autosuficiente individualmente, «valiente», »fuerte», hipersexual, racional y, por ende, superior a todas aquellas personas que no encajan o no se guían por estos principios (las mujeres y aquellos varones «emocionales», «subordinados» o «débiles»). Y estas ideas se transmiten y se fomentan por estructuras y mecanismos visibles e invisibles (las instituciones gubernamentales4, los medios de comunicación, las religiones, el sostenimiento de la división sexual del trabajo, etc.). Como apuntaba Gramsci, el principal atributo de las ideas hegemónicas es no darnos cuenta desde dónde se producen, reproducen y cómo se normalizan. Por ende, se dejan de cuestionar, y se deja de pensar en quiénes realmente se benefician de estos patrones de conducta (en este caso a un sector minoritario de varones que pueden cumplir con las características prescritas desde la masculinidad tradicional).

El concepto de masculinidad hegemónica no está exento de cuestionamientos. En particular, se ha criticado su supuesta esencialización heteronormativa y de roles de género, dejar fuera otros tipos de masculinidades, su ambigüedad, su cosificación, así como una perspectiva insatisfactoria de lo subjetivo (Connell and Messerschmidt, 2005, pp. 836-8455). Es importante reconocer los límites y las posibilidades de cualquier concepto o teoría. Y, si bien algunas de estas críticas son importantes, me parece que, en general, estas no se sostienen. Provienen de una lectura poco cuidadosa de los planteamientos de Connell, quien, desde el inicio de este concepto definió a la masculinidad hegemónica como:

La configuración de una práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres. […] [No obstante], no es un tipo de carácter fijo, el mismo siempre y en todas partes. Es, más bien, la masculinidad que ocupa la posición hegemónica en un modelo dado de relaciones, de género, una posición siempre disputable (Connell, 1997, pp. 11-12).

Lo anterior resulta clave, tanto en el nivel académico como en el práctico. Más allá de que la masculinidad hegemónica es una guía social sobre cómo ser un «buen» varón ―y reconociendo que existen diversas formas de serlo― la gran mayoría de quienes nacimos con órganos reproductivos masculinos, fuimos medidos y educados en distintos ámbitos (familiar, comunitario, social, laboral) siguiendo los patrones de la masculinidad hegemónica. Eso no implica obviar o dejar de lado el análisis de las particularidades de las distintas formas de ser varón, homosexual, no binario, intersexual, etcétera. Significa que hay un marco común, atravesándonos, en mayor o menor medida, a la gran mayoría de los varones. Y ese nivel de discusión sigue siendo importante al hablar de masculinidades. Y es desde allí de donde partimos para analizar los procesos de cambio en la mayoría de los grupos de varones buscando modificar sus actitudes machistas.

CRISIS DE LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA Y FORMAS DE DECONSTRUCCIÓN DURANTE LA PANDEMIA

El machismo y la masculinidad hegemónica están en crisis6. Por un lado, cada vez más se reconocen los efectos negativos que, como vimos antes, dichas prácticas tienen para los varones. Por otro lado, los feminismos han desafiado estas lógicas por las consecuencias negativas que tienen para las mujeres en distintos planos, como el de la reproducción social, los cuidados, los roles de género (Bonino, 2008; Federici, 2012; Mies, 2014), como por la sistemática y múltiple violencia ejercida por hombres hacia mujeres en la esfera pública y privada (Cacho, 2018, pp. 309-320; INEGI, 2020, cap. 5; Pateman, 1996). Los feminicidios y la desaparición de mujeres son los ejemplos más brutales de estas violencias. Es tal la magnitud, consistencia y dinámicas de la violencia ejerecida hacia las mujeres, que se ha planteado entenderla desde una lógica de guerra, donde se entremezclan lo estatal con lo paraestatal (Segato, 2014).

Ante dicha demanda, los hombres hemos reaccionado de cuatro formas generales: la indiferencia, el rechazo total a cualquier cuestionamiento sobre las violencias cotidianas ―micros o macros― que ejercemos contra las mujeres, el reconocimiento de dichas violencias sin hacer realmente nada por modificar esto, y la búsqueda y creación de espacios para romper con estas actitudes de privilegio y poder. Como muestra de ello, basta hacer una pequeña búsqueda en Facebook con las palabras «antifeminista», «feminazi», «feminista» y «masculinidades» y ver la cantidad de grupos antifeministas como en búsqueda de otras masculinidades de reciente creación.

Es notorio el aumento de grupos de masculinidades «nuevas», «divergentes», «antipatriarcales» (Fabri, 2018), «en deconstrucción» en México y Latinoamérica. Una de sus principales características es la juventud de los miembros de dichos espacios, entre los 25 y 35 años (revisión propia de los perfiles en distintas páginas en Facebook y en Whatsapp). Lo anterior, empero, no significa que hombres por arriba de los 35 años no se estén cuestionando sus prácticas y aprendizajes, pero son los menos. En México existen asociaciones civiles, como «Varones en la Intimidad», «Hombres Trabajándose», «Hombres Diversos» o GENDES, por mencionar algunos, donde los perfiles de los varones entran en lo dicho. A su vez, existen grupos de hombres cuestionándose sus masculinidades desde hace tiempo atrás: en México se tiene conocimiento de la existencia de grupos de varones desde la década de 1970 (Fernández Chagoya, 2018; Núñez Noriega, 2020).

Sin embargo, estos grupos de hombres suelen desarrollarse desde una perspectiva más «tradicional», es decir, reuniéndose en espacios físicos donde los miembros se juntan para platicar y generar distintas dinámicas de participación, como talleres o grupos de lectura. Además, muchas de estas organizaciones están orientadas a trabajar el problema de la violencia física y sexual de hombres hacia mujeres. Si bien estos grupos resultan fundamentales para crear otras masculinidades no hegemónicas, hay otras agrupaciones en las cuales la unión entre sus participantes no es el haber violentado física o sexualmente a una mujer, tal como es el caso de VC. Y para este espacio, el diálogo sobre micromachismos ha resultado fundamental para el proceso de cuestionamiento y cambio en el cual estamos quienes allí participamos.

EL ESTUDIO DE LOS MICROMACHISMOS COMO AGRIETAMIENTO DEL ORDEN PATRIARCAL EN HOMBRES «NO VIOLENTOS»

Luis Bonino elaboró la teoría de los micromachismos (Mm) hace casi treinta años. Basado en lo que varias de sus pacientes mujeres le comentaban sobre sus relaciones con sus parejas hombres, Bonino empezó a darse cuenta de una serie de patrones y dinámicas que la mayoría de los varones ejercía contra sus parejas para mantener los privilegios masculinos dentro del hogar pero, a la vez, aparentar no ser individuos machistas. Los violentos son «los otros», esos sí que son machistas (Bonino, 2017). Esta autopercepción era muy común entre estos hombres «no violentos», pero también era compartida por la mayoría de las personas cercanas a ellos. Así, sus acciones y actitudes machistas pasaban muchas veces desapercibidas por quienes eran afectadas por dichos actos. A este tipo de actos Bonino los denominó como «micromachismos».

Bonino (2008 7) define los micromachismos (Mm) como «pequeños y cotidianos ejercicios del poder de dominio». Son «comportamientos suaves» o de «baja intensidad», casi imperceptibles, invisibles y ocultos para las mujeres, pero manipulativos. Estos actos permiten a los hombres hacer lo que quieren e impiden a las mujeres hacerlo de la misma forma. Se dan, nos dice el autor, como respuesta de los varones a los avances y exigencias de las mujeres por obtener mayores derechos. En otras palabras, lo Mm buscan mantener la ventaja y los derechos que se adjudican a los hombres por el solo hecho de serlo y, socavar la «autonomía y la libertad de pensamiento y comportamiento femeninos».

Los Mm parten de un entendimiento patriarcal8: los hombres nos creemos superiores a las mujeres y, por lo tanto, actuamos como tales. Por ello, no rendimos cuentas, buscamos tener la última palabra y creemos tener la razón en todo sin tener que demostrarlo. Sin embargo, ante la violencia física y sexual sufrida por muchas mujeres en los ámbitos público y lo privado (tan solo en México, 34% y 41% de mujeres reportaron haber sufrido al menos una vez violencia física o sexual, respectivamente: INEGI, 2020, cap. 5), los Mm parecen ser menores a estas formas de violencias abiertas y obvias. Incluso, pueden ser vistos como actos tolerables.

Existen cuatro tipos básicos de micromachismos:

1)Los utilitarios: son los más naturalizados y se basan en una perspectiva de un «patriarcado suave»: los hombres se encargan de lo público, las mujeres de lo privado. Así, los varones buscan evitar actividades concernientes al trabajo del hogar mediante discursos como que a las mujeres les «toca» hacer este tipo de labores porque «ellas saben y lo hacen mejor» y son las cuidadoras natas de las familias. Esta dinámica desarrolla un abuso del trabajo emocional, del tiempo y la disponibilidad de las mujeres.

Estos Mm pueden ser entendidos desde sus «requerimientos mudos»: no son explícitos y se entienden como el «deber» de una mujer para «cumplir» con su rol de mujer (cocinar, limpiar, etc.). Por lo tanto, no requieren ser reconocidos ni agradecidos. Sin embargo, cuando el hombre «ayuda» en las labores del hogar, espera ser reconocido y se enoja si esto no sucede.

2)Los encubiertos: son los más manipulativos. Las mujeres no suelen percibirlos aunque «son golpeadas psicológicamente por ellos de varias formas». Por ejemplo: generando una falta de intimidad en ciertos momentos (poner distancia en la relación para controlar «las reglas del juego»). Este Mm tiene varias estrategias, como el silencio del hombre y la expectativa de que la pareja descifre lo que piensa. Así, incluso cuando la mujer pide hablar sobre algún tema, el varón no se siente obligado a hacerlo. De esta manera él puede controlar dichos momentos de diálogo. En esta misma línea se encuentra la «seudonegociación»: cuando el varón aparenta estar abierto a negociar algo pero en el fondo no lo está. Así, aparece como alguien dispuesto a «hacer concesiones», pero en el fondo solo hace aquello que no significa un cambio en la relación de poder dentro de la pareja.

Otra forma de este Mm es el aislamiento y el mal humor. «Se utilizan cuando la mujer quiere intimidad o no se inhibe ante el silencio masculino». También existe la «avaricia de reconocimiento y disponibilidad» ―denostar lo hecho por la mujer y sobrevalorar lo hecho por él―. Similar es la estrategia de «inocentización», la cual consiste en que el hombre siempre se declara libre de responsabilidades, así como la «inocentización culpabilizadora», es decir, el hombre se convierte en «juez» y busca neutralizar los reclamos de su pareja con frases como «exageras» o «estás loca». Dentro de estos están la delegación de responsabilidades propias de los hombres: «¿Dónde están mis llaves?».

3)Los de crisis: forzar la permanencia del statu quo en la relación cuando esta se desequilibra. Para ello, el hombre recurre a un distanciamiento y una «resistencia pasiva», como el pedir tiempo de separación entre ambos para «pensar las cosas» y, al regresar no cambiar nada. En este Mm, el varón busca someter a su pareja a sus tiempos, pero también usa argumentos de forma y no de fondo para neutralizar las demandas de la mujer («si me lo pidieras bien, reaccionaría de diferente manera»).

4) Finalmente están los coercitivos: se basan en la supuesta fuerza psicológica o moral del varón. En este sentido, se apela a la necesidad del hombre por tener mayor tiempo para sí a costa de la sobrecarga laboral de la pareja y, al uso expansivo de los espacios comunes por dicha lógica (dormirse en el sofá de la sala, impidiendo el uso de este espacio común para el resto de quienes habitan en dicha casa, en lugar de la recámara).

Bonino está interesado en develar los «mecanismos ocultados y opacados utilizados para subordinar a las mujeres». Busca «desnaturalizar lo naturalizado» y romper con el pacto de silencio entre varones, desarrollado desde el patriarcado y la masculinidad hegemónica, y mostrar cómo aquellos hombres que se creen «buenos» por no agredir físicamente a sus parejas, muchas veces en realidad no lo son. Bonino reconoce cómo los Mm pueden no ser actos premeditados, no tener intencionalidad e incluso ser realizados en automático. No obstante, los Mm, sean producto de un acto pensado o no, impactan de forma negativa en las mujeres y sirven para mantener las relaciones de poder en favor de los hombres. Darse/darme cuenta de ello no es sencillo, sobre todo cuando te crees un hombre «de avanzada», «no machista» o «feminista».

Más adelante retomaré algunos de estos postulados para realizar el análisis y la descripción del grupo «Varones en Cambio». Ahora, brevemente describo cómo es que construí el análisis de este grupo y mi involucramiento en él.

METODOLOGÍA

El desarrollo de esta investigación se basa en el uso de la etnografía virtual y la autoetnografía. La etnografía virtual, como toda etnografía, es entendida como una observación densa de la experiencia en cuestión, y se está volviendo una forma de investigación cada vez más común dado el masivo uso de redes sociales (Bárcenas y Preza, 2019; Ruiz Méndez y Aguirre Aguilar, 2015). En estos espacios las personas también socializan, e incluso generan nuevos lenguajes y alfabetizaciones. Para los estudios de las masculinidades, estas formas de socialización se han vuelto muy relevantes, en particular ahora con la pandemia de Covid-19. Así, dicho método permite obtener otra forma de descripción densa de los fenómenos sociales, ya que muchas de las interacciones y flujos de información se encuentran condensadas en dichas redes sociales.

La autoetnografía relaciona directamente lo personal con lo cultural (Ellis y Bochner, 2003, p. 209, tomado de Blanco, 2012, p. 172), pero también «sitúa al investigador en el centro de la investigación [esto es,] como un autor integrado [que] relaciona su reflexión a lo desconocido, y al conocimiento creado por estas relaciones y las evidencias interpretadas» (Scribano y De Sena, 2009, p. 7). La autoetnografía participante dota de una reflexión en primera persona para discutir a profundidad de qué manera, y hasta qué punto, los procesos de desnaturalización de la masculinidad hegemónica demandan un alto esfuerzo individual y grupal. En ese sentido, mi participación dentro de VC y su análisis se entrelazará con mi etnografía virtual del grupo en cuestión. Así, poder describir y problematizar las emociones, las dificultades (los nudos) y los cambios positivos que otros hombres y yo hemos tenido en este proceso de deconstrucción permitirá documentar y tensionar de mejor manera dicha dinámica, ya que, si bien hay investigaciones en primera persona sobre procesos de transformación en varones (Montiel Torres, 2021), estos siguen siendo los menos y no suelen tener un nível de análsis en primera persona del singular y del plural.

Las reuniones virtuales, en el caso de VC y el uso de las redes sociales, son fundamentales como herramientas de intercambio de información y discusión. Las reuniones virtuales, aun con la distancia física, permiten una interacción profunda entre los miembros. Por otro lado, la atemporalidad de las redes sociales propicia dinámicas favorables para el diálogo e intercambio de información pausada, respetando los ritmos y posibilidades de atención de cada integrante. En particular, el uso del WhatsApp es un espacio en el cual se intercambia información (noticias, podcasts, videos, etc.), con lo cual el diálogo de un tema inicia, continúa o se retoma. Eso permite tener un espacio compartido y colectivo, pero a su vez, un tanto individual dadas las posibilidades de interactuar pasiva o activamente (se podía ver la información expuesta en dicha red, y emitir o no una opinión al respecto, o solo seguir el diálogo entre el resto de los integrantes).

Ambas formas de comunicación e intercambio han ayudado a abrir debates con mayor serenidad y con tiempo para procesar, lo cual ayuda a modificar actitudes machistas.

LA DECONSTRUCCIÓN EN EL «YO» Y EN EL «NOSOTROS»: VARONES POR EL CAMBIO

«Varones por el Cambio» inició en febrero de 2020, un poco antes de que en México oficialmente se declarara la pandemia de Covid-19. Así, VC inició reuniéndose cada dos o tres semanas de manera virtual. Si bien han pasado diversos hombres por el grupo, la mayoría somos hombres heterosexuales de 40 o más años (hay un par que se encuentran en su tercera década de vida y otro en su quinta). A su vez, la mayoría de quienes conformamos o hemos conformado dicho grupo contamos con estudios universitarios muy diversos (administración de empresas, informática, arquitectura, derecho, diseño industrial, ciencia política, antropología). Cuatro hemos cursado o están cursando algún posgrado: uno tiene una maestría en arquitectura y diseño, y cuenta con estudios de doctorado en ciencias sociales (no concluyó ni parece que lo vaya a hacer). Otro compañero está haciendo su tesis de doctorado en urbanismo y tiene una maestría en diseño. Uno más está en la misma situación, pero para titularse de una maestría en diseño estratégico e innovación. Yo soy el único con un doctorado terminado (sociología).

En promedio, las reuniones virtuales tienen de cinco a seis participantes, aunque en el grupo de WhatsApp hay doce miembros que, en su mayoría, interactúan por lo menos de vez en cuando, aunque no se conecten a las reuniones.

VC inició porque a un amigo se le ocurrió la necesidad de poder platicar sobre lo que estaba aconteciendo en México con el auge de los movimientos feministas, sus reclamos para parar la violencia hacia las mujeres y la demanda de que los varones asumiéramos nuestro rol en dicho proceso. De allí convocamos a más amigos para platicar de estos temas. La mayoría ya nos conocíamos, ya fuera porque crecimos juntos o porque nos conocimos en la universidad. De todos los convocados, yo era el único con antecedentes en grupos de varones: un par de años antes estuve en un grupo/taller de jóvenes universitarios de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para trabajar nuestras masculinidades. Este grupo era mucho más diverso que VC (había varones homosexuales, bisexuales y heterosexuales). También, al inicio de la pandemia, tuve un breve paso por otro grupo que, si bien tuvo un inicio muy activo, poco a poco dejó de tenerlo hasta parar por completo.

El otro convocante y yo propusimos la dinámica del grupo (compartir y no competir, tener una escucha activa y no interrumpir a quien está hablando, dialogar desde el respeto y no la imposición, partir de que las distintas opiniones vertidas en grupo son válidas, y que VC es un espacio seguro, es decir, lo que allí se habla allí se queda). También planteamos los primeros temas a dialogar. No obstante, desde el inicio se planteó que cualquiera podía proponer un tema a dialogar, y compartir información de aquel o de otras temáticas, lo cual sucede. Así, generalmente llegábamos a las reuniones con algunos temas propuestos a platicar, fruto de los intercambios en WhatsApp y de las sesiones pasadas pero, muchas veces, cambiamos los temas a platicar. Eso ocurre si un miembro está atravesando por una cuestión personal y quiere hablar de ello o porque, a pesar de tener una agenda, alguien plantea otro tópico y el resto aceptamos hablar de ello.

Dicha dinámica ha generado sentimientos encontrados entre los participantes de VC. A algunos, nos gustaba seguir dicha forma menos ordenada. Otros prefieren reuniones con temas establecidos y mayor uso de fuentes de información para tener un piso mínimo desde el cual entablar nuestras conversaciones. Eso ha generado ciertas diferencias en el grupo (incluso sospecho un par de miembros se salieron por los desestructurado de las sesiones), pero en general no ha sido tan problemático. Sin embargo, recientemenre decidimos organizar mejor las sesiones y tener materiales de apoyo de los cuales partir para las siguientes conversaciones. Está por ver cuán bien funciona dicha organización de las reuniones.

Entrar a un grupo de hombres para hablar sobre cuestiones de género es sumamente complicado. En los más de dos años de existencia del grupo, todos hemos invitado en múltiples ocasiones a amigos, familiares, vecinos. Si bien existe un componente de desconocimiento sobre qué se hace en estos espacios («quieren evangelizar», «es para hablar en contra de los hombres»), también existe una perspectiva clásica de la masculinidad hegemónica: la superioridad. La siguiente cita de un miembro de VC resume el sentir de muchos de los integrantes sobre cómo llegaron al espacio:

Al principio me acerqué por curiosidad; la verdad yo me sentía una persona ya deconstruida, de vanguardia, ¿no?, una persona que siempre buscaba la equidad. Hijo y nieto de un matriarcado. Entonces, decía «yo ya estoy en otro nivel». Llega uno de mis mejores amigos […], y me invita a un grupo que habla de nuevas masculinidades o masculinidades alternativas […]. Y me dice: nos estamos juntando cinco o seis güeyes [personas] a platicar, todos somos cuates [amigos, conocidos]. ¿Cómo ves, le entras? Y dije: «Bueno. Por curiosidad, vamos a entrarle. Vamos a ver qué puedo sacar porque yo estoy […] en la vanguardia. Empiezan estas charlas, y me doy cuenta que estaba en el agujero, estaba completamente en un hoyo de desconocimiento absoluto […]». (https://www.facebook.com/debarenbar.elartededesahogar/videos/439262674039784. Ver desde el minuto 3:56 al 5:02).

Esta visión debe leerse con sentido del humor (el entrevistado hace stand-up y estaba hablando en un tono relajado y en confianza), pero muestra un sentir generalizado de la mayoría de los hombres que han formado parte de VC: el verse como varones quienes no tienen nada por aprender o por modificar de sus conductas. Y el principal argumento para sentirse así es porque no hemos violentado física o sexualmente a una mujer. Esta es una perspectiva vista en distintos grupos de varones en los cuales he participado, y esta es una postura que también tuve. Y eso suele cambiar cuando nos damos cuenta de los múltiples tipos de violencia existentes (simbólica, económica, amorosa, de clase, etc.). Aquí es donde los planteamientos de Bonino cobran sentido como herramienta de cuestionamiento a la masculinidad hegemónica.

La mayoría de quienes formamos parte de VC nos hemos dado cuenta de las violencias y del machismo ejercido hacia las mujeres, aunque pensáramos no tener ningún rasgo de esto. Uno de los Mm más comunes son lo utilitarios, en particular con la desigual distribución del trabajo del hogar:

Ahora que mi pareja estuvo enferma y me encargué de todo, me di cuenta de todo lo que hace. Es un chingo [mucho] lo que hace, y eso que pensaba que yo ya hacía bastante [dentro de las labores del hogar]. Otro compañero resaltó algo a raíz de la lectura de Bonino: «[Bonino] tiene toda la razón. O sea, siempre sabemos que si no hacemos algo [de trabajo del hogar], hay alguien más que lo hará. Eso lo sabemos y, aun así, nos aprovechamos de ello» (comentario de Joaquín en una reunión, 15 de mayo de 2021).

Este tipo de reflexiones me hicieron ver cómo yo tenía/tengo estas mismas actitudes, tanto con mi pareja como, en su momento, con mi hermana. Al final de cuentas, «normalizamos» la división sexual del trabajo del hogar porque nos conviene. Nos permite no hacernos responsables del espacio y las necesidades comunes, como preparar la comida para poder alimentarnos, y delegarlas a quienes «les toca» realizar dichas actividades, por los roles de género y porque «ellas saben hacerlo mejor». Y eso, como dice Bonino, no solo nos da más tiempo libre, nos permite mantener una dinámica de poder que evita hacernos cargo de nosotros mismos. Y para ello usamos todo tipo de justificaciones. El más común es que «nosotros» no somos como los otros hombres, aquellos física y sexualmente violentos, maltratadores y abusadores. Eso, automáticamente, se nos debe reconocer y, por ende, recompensar con una desigual distribución de las labores del hogar. Pero, retomando a Bonino, los Mm tienen una función muy clara como suelen tener los machismos más transparentes: mantener las desiguales relaciones de poder.

De forma similar, en VC hemos platicado sobre la carga mental que les ponemos a las mujeres, tanto para recordar o solucionarnos cosas que no son de ellas (p. ej. saber dónde está nuestro uniforme de fútbol), incluso fungiendo como enlaces familiares: ellas son quienes procuran hablar con nuestras mamás, quienes recuerdan los cumpleaños de nuestros familiares y de felicitarles. ­Responsabilizamos y, por ende, aumentamos la carga de trabajo de algo que, en teoría, debería ser de interés enteramente nuestro. Una vez más, mantenemos la división sexual de las relaciones familiares, aunque no reproduzcamos todos los patrones de un macho en el sentido amplio de la palabra.

Las pláticas sobre las movilizaciones y protestas feministas por una vida libre de violencia también han sido temas recurrentes. Si bien hubo opiniones dentro de VC las cuales no estaban de acuerdo con las protestas más enérgicas y «violentas» de algunos grupos feministas (romper vidrios, pintar paredes y monumentos, etc.), las charlas lograron darnos un piso mínimo común relevante: entender que, más allá de la opinión que cada uno de nosotros tiene al respecto, no nos corresponde, como hombres heterosexuales, hablar de las estrategias y tácticas dentro de los feminismos; «nuestra lucha es paralela a la de ellas», dijo en varias ocasiones Cuauhtémoc, añadiendo: «Ellas van por su lado, y ni les importa ni necesitan nuestra opinión, la cual además no nos la pidieron. Nuestra lucha es por cambiarnos». Esta postura se ha generalizado entre quienes más tiempo y más constante hemos participado en VC, incluso en aquellos integrantes quienes, inicialmente, reproducían el argumento de «esas no son las formas para manifestarse».

La sexualización de las mujeres también fue uno de los temas más comúnes al inicio del grupo. De las primeras charlas que tuvimos salió el caso de Norma Palafox, una jugadora profesional de fútbol del equipo Chivas, el más popular de México. A Palafox la atacaron mucho en redes por algunos bailes y fotos «sexis» que publicó en redes sociales y, ante los comentarios misóginos y machistas de muchos hombres, la jugadora se quejó y pidió que no se hablara de su cuerpo (Mediotiempo, 2020). Ante el reclamo de Palafox, la conversación giró en torno a por qué la jugadora subía ese tipo de fotos y videos, si luego se iba a «quejar» de las opiniones vertidas sobre ella. La posición de un compañero, aficionado de las Chivas, sintetizó la perspectiva que, eventualmente, predominó en el grupo:

No tenemos que estar opinando de su cuerpo. [Palafox] puede hacer lo que quiera, mostrarse como quiera y debe ser respetada de igual forma. Ya es momento de que dejemos de hablar de los cuerpos de las mujeres y también que dejemos de pensar que todo lo que hacen es para nosotros. ¿Por qué pensamos que sus bailes y fotos son para nosotros y no exclusivamente para ella. Porque simplemente le gusta verse así? Y qué si las postea en línea. Ella es libre de hacerlo (es su cuerpo) y nosotros de no decir nada al respecto (Javier, 18 de abril de 2020).

La anterior cita muestra otro de los grandes temas y nociones de la masculinidad hegemónica: las mujeres hacen y dejan de hacer en función de nosotros. Por ello se piensa que, si una mujer sube una foto «coqueta», con poca ropa, muy arreglada, etcétera, es porque quiere llamar la atención de los hombres, o por lo menos de algún varón. Desde estas posiciones no cabe la posibilidad de que las mujeres hagan algo por y para ellas. No. Como la masculinidad más rancia nos ha enseñado, la mujer vale en función de la aprobación o desaprobación masculina. Este es otro tema en el cual hubo un cambio de pensamiento en VC.

El tema de la violencia es quizá en el cual menos acuerdos tenemos en el grupo. Si bien lo hemos platicado en varias ocasiones, y todos hemos comentado actos de violencia (físicos, verbales) hacia otros varones, y de otros varones hacia nosotros, cada uno ha construido su propio entendimiento de los límites y lo permitido si alguien nos violenta o lo hace a alguien cercano. Sin embargo, problematizar en colectivo sobre esto, y las reacciones que hemos tenido en situaciones del pasado, sí ha ayudado a darnos cuenta de las implicaciones o posibles implicaciones de tener un altercado o confrontación física con otras personas.

Cuauhtémoc nos narró cómo, al año de estar en el grupo, tuvo un conato de pelea con unos vecinos: se hizo de palabras con una vecina porque esta le reclamó que dejara de maltratar a la perra del miembro de VC. Independientemente de si él maltrató a la perra (él dice que no, pero la vecina pensó distinto), el integrante de VC fue grosero con ella. Eso hizo que la vecina le hablara a su esposo para que lo confrontara. Ya estando afuera de sus casas, y a punto de que la disputa se volviera física, el integrante de VC, inicialmente muy enojado y con ganas de pelearse con el marido («en medio de toda la discusión, pensé cómo le iba a pegar a ese güey y qué le iba a hacer. Total, hace mucho no me peleaba y tenía muchas ganas de hacerlo», nos platicó Cuauhtémoc), se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar y le ofreció una disculpa a la vecina por haberle gritado. Los vecinos no supieron qué hacer, sorprendidos por tal actitud. Después de unos cuantos intercambios más de palabras y de la esposa del integrante de VC pidiéndoles a los vecinos que se retiraran, pues ya se les ofreció una disculpa, el conflicto terminó.

Cuauhtémoc me habló por teléfono a los pocos minutos de sucedido lo narrado. Estaba muy agitado. Enojado, sí con los vecinos, pero más con él por lo que casi sucede. En ese momento y en varias reuniones del grupo, él me/nos contó cómo se dio cuenta de que fue él quien escaló la situación al gritarle a la vecina e, inicialmente, quererse pelear con el marido. Pero también él fue quien contuvo y evitó la confrontación física, a pesar de lo alterado que estaba. «La disculpa a la vecina fue sincera. Me di cuenta de que yo no debí gritarle. Además, también pensé: “¿Qué estás haciendo? ¿Te vas a pelear con tu vecino? ¿Esto en qué va a terminar?”».

Cuauhtémoc mide 1.85 metros y pesa 90 kg. Dice ser mucho más alto y corpulento que el vecino. Y, como ya mencioné, en un momento quería tener una confrontación física con él. ¿Qué lo detuvo? Si bien no creo que se pueda achacar su decisión únicamente al proceso en VC, todos hemos reconocido la importancia de tener un espacio para hablar de temas de los cuales no se habla, o si se hablan, casi siempre se hace desde una misma óptica: la de la masculinidad hegemónica. Cuauhtémoc decidió no contarles a sus amigos lo sucedido porque, si les decía «todos me iban a decir: “tú di cuándo vamos y le rompemos su madre a ese cabrón”, o “yo conozco a unos compas que te arreglan el pedo rápido”». No sé si a Cuauhtémoc, antes de estar en VC, le hubiera parecido razonable pensar en ese tipo de soluciones. Pero ahora no. Y eso no es menor; Cuauhtémoc no solo reconoció abiertamente su error, se hizo cargo del mismo pidiendo perdón por sus actos y evitando una pelea a golpes, todo lo opuesto a la (supuesta) virilidad enseñada desde la masculinidad tradicional.

Finalmente, el aspecto emocional es otro elemento básico dentro de VC. Desde las primeras reuniones, iniciamos con una pregunta muy sencilla, pero para muchos hombres difícil de contestar sinceramente: «¿Cómo estoy?». Esta pregunta, si bien es habitual de preguntarse entre amigos, familiares, compañeros de trabajo, rara vez se responde honestamente. La mayoría de las veces se dice: «Bien, ¿y tú?», sin profundizar en cómo realmente nos sentimos, qué dificultades o alegrías estamos viviendo, etcétera. En VC hacernos esta pregunta ha detonado risas, alegría, lágrimas, dolor, enojo; hemos hablado de rupturas amorosas, de las vivencias en la cárcel, de las frustraciones laborales, del gusto por el squash, del enojo con el fútbol mexicano, de la felicidad por cambiar de trabajo, etcétera. Y eso es algo hecho desde la escucha activa, la empatía y el respeto. Dicho momento es algo que nos ha permitido aprender a expresarnos de una manera más liviana y sentirnos en un lugar seguro donde se da el apoyo grupal. Mas aún: el hablar de nuestros problemas y del día a día nos ha aligerado la vida y nos ha permitido reconocer heridas, dolores, y entender que eso no nos hace menos «hombres», por el contrario. Nos hace más felices poder soltar cosas con las cuales solemos cargar individualmente, ya sea por el miedo y el cansancio a ser juzgados bajo la mirada predominante, la cual tiene como premisa establecer que los hombres no se quejan, y menos lloran. Como hace poco dijo un nuevo integrante de VC: «Toda la semana estuve esperando llegara la reunión para poder platicar con ustedes [sobre estos temas], porque con mis amigos no puedo hacerlo».

REFLEXIONES FINALES

El uso de las redes sociales, en particular de WhatsApp y de Facebook, ha sido básico para poder profundizar en muchos de los temas platicados en VC. Como he mencionado, estas herramientas nos permiten socializar mucha información, iniciar o proseguir con un diálogo sobre cualquier cuestión, manteniendo así una conexión discursiva y emocional entre los integrantes del grupo, además de compartir información o puntos de vista, también nos enteramos de situaciones por las cuales algún miembro está pasando (aunque esto suele pasar más durante las reuniones). Ello nos da la posibilidad de mostrar nuestro apoyo y solidaridad, incluso dada la distancia geográfica en la cual nos encontramos la mayoría de los integrantes del grupo, así como en su momento, por las condiciones de aislamiento o semiaislamiento derivadas de la pandemia del Covid-19.

Como ya dije, el uso de plataformas digitales para tener reuniones permite vincularnos desde distintos lugares geográficos. Eso ayudó a mantener el grupo activo porque, como he mencionado, es sumamente difícil incorporar a otros varones a un proceso de cambio. Eso, a su vez, nos permitió tener cierta constancia entre los integrantes del grupo y facilitar los tiempos dedicados al mismo; no salir de casa muchas veces era lo más cómodo para quienes tienen hijos o trabajan hasta tarde. Así, llegamos a tener reuniones de cinco horas sin mayor problema, sin pensar si se hizo tarde.

Sin embargo, en mayor o menor medida, los integrantes del CV reconocemos las limitaciones de este formato. En particular, la falta de compartir un espacio físico en el cual podamos estar, vernos directamente, sentirnos, darnos un abrazo. Eso es un límite obvio con el uso de las redes sociales que no pasa desapercibido en el grupo. Pero, a la vez, sabemos que sin la dinámica virtual, este grupo no existiría, dada las enormes distancias geográficas en las cuales nos encontramos. Así, si bien reconocemos las ventajas y las desventajas de este modelo de socialización, siempre estamos aspirando a tener alguna reunión o espacio presencial para compartir esa fisicalidad, imposible mediante una pantalla electrónica. Hasta ahora no lo hemos logrado, salvo a título individual (algunos miembros interactúan presencialmente con otros, pero no con todos los integrantes de VC).

Por otro lado, hemos visto la importancia de incluir, de manera no pensada, lo corporal y lo emocional/sentimental como elementos claves para romper con la maculinidad tradicional. Si bien lo virtual no permite hacer esto, varios hemos manifestado querer expresar de forma física (besos, abrazos y caricias), el respeto, cariño y amor que nos tenemos. Algunos lo hemos podido hacer cuando nos encontramos presencialmente fuera de VC. También hemos aprendido a decirle «te quiero» o «te amo» al resto o a alguno de los participantes sin sentir pena, sin sexualizarlo, sino simplemente verlo como un ejercicio para reconocer la importancia del otro(s).

Así, la transformación en hombres heterosexuales conlleva una fuerte dosis de convencimiento, apertura y acompañamiento colectivo. En ese sentido, VC ha jugado un papel relevante en la mayoría de quienes por allí transitamos. Empero, es importante reconocer cómo este espacio se pudo crear por los lazos de amistad o de vínculo familiar existentes entre sus integrantes. Además, si bien la composición demográfica del grupo es diversa en cuanto a raza/etnia, clase y nivel de escolaridad, la gran mayoría de quienes formamos o hemos formado parte de este grupo tenemos un nivel educativo alto, como es una licenciatura y, en algunos casos, posgrados. Eso no es menor a la hora de analizar las posibilidades y dificultades en procesos de cambio dentro de espacios para hombres.

Por otro lado, la perspectiva teórica y metodológica sobre Mn de Bonino ha sido fundamental para varios de los miembros de VC para abrirse a un cuestionamiento profundo de nuestras actitudes y dinámicas relacionales con las mujeres que nos rodean. Tanto en este grupo con otros donde he estado, así como en los cursos académicos donde he usado estos postulados, los hombres suelen reconocer formas de dominación y violencia las cuales ejercen para mantener relaciones desiguales de poder. Y las mujeres también reconocen estas dinámicas y lo naturalizadas que suelen estar en ellas.

Lo anterior no signfica que todos queramos/podamos tener cambios tan profundos en nuestro actuar cotidiano. A veces, reconocemos los patrones y Mm mencionados por Bonino, pero no estamos del todo convencidos de cambiarlos. Ello puede ser porque nos implican mayor responsabilidad, esfuerzo y pérdida de poder. Otro obstáculo que veo a esto es que, quienes estamos en este proceso de deconstrucción, solemos ser la excepción en nuestros círculos familiares, personales y laborales. Somos los «raros», los que cuestionamos ciertos patrones muy arraigados en la sociedad.

Lo anterior ha llegado a generar resistencia a nuestros procesos de transformación al interior de nuestras familias. Un ejemplo común es el sentido de desplazamiento que algunas de las madres de los integrantes de VC sienten cuando se les pide que no les cocinen, laven los platos, etcétera. Sienten que, en palabras de algunos de los miembros de VC, «estamos enojados con ellas porque las estamos “castigando” con estas actitudes». Al parecer, estas madres interpretan dichas peticiones como un desconocimiento a sus muestras de amor, desplazándolas de sus roles tradicionales. Eso dificulta los procesos de cambio. Lo anterior no busca responsabilizar a las mujeres en nuestros entornos inmediatos como las culpables de nuestras actitudes (todos en VC somos adultos y debemos / podemos hacernos cargo de nuestras decisiones y desde allí partimos). Pero este tema ha sido mencionado por varios integrantes del grupo, desde una lógica de problematizar sus procesos de cambio, no de culpabilizar a sus madres y justificar, así, sus comportamientos machistas.

Algo similar ocurre con la mayoría de los varones en nuestros entornos, quienes ven nuestros procesos de deconstrucción como una actitud de superioridad, «snob», o como un «afeminamiento» en el sentido negativo. Dado lo anterior, nuestros hombres cercanos suelen tener un mínimo de apertura a dialogar sobre Mm, o por lo menos a respetar sin atacar el proceso en el cual estamos. Hemos enfrentado esta situación de distintas formas: el tratar de abrir ciertos espacios con estos varones para hablar de por qué estamos intentando cambiar; el dejar que pase y simplemente no entrar en la discusión con quienes buscan hacerlo desde su machoalfismo, o el romper o distanciarse de dichos hombres. Yo, en general, he decidido no mantener vínculos personales con quienes sostienen estas actitudes cerradas y poco dispuestas al diálogo (independientemente de que decidan seguir pensando y actuando desde la masculinidad tradicional). Algunos integrantes de VC han hecho algo similar. El problema con esto es que, evidentemente, vamos disminuyendo nuestras relaciones afectivas con otros hombres. En mi caso, si bien eso ha sido duro, me ha generado mucha mayor paz que el mantener relaciones con varones, importantes en ciertos momentos de mi vida, pero con quienes ya no comulgo y no existe interés para conversar sobre estos temas. Otros de los integrantes han mantenido sus vínculos con estos varones, buscando tener momentos dentro de los cuales poder hablar con ellos acerca de nuestras violencias.

Los Mm de Bonino nos han servido a muchos como herramienta política, académica y metodológica para cuestionar nuestros actuares. Existe, no obstante, una crítica importante a ellos, hecha sobre todo por mujeres: qué tanto hablar de Mm disminuye y relativiza las prácticas de poder y opresión mencionadas por este autor. Sin negar la relevancia de pensar en esto, los Mm sirven precisamente para develar lo oculto y normalizado dentro de las prácticas sociales y personales de hombres física y sexualmente no violentos con sus parejas; los Mm son una cachetada al ego de aquellos varones quienes se consideran a sí mismos «buenos» por el simple hecho de no golpear o sobajar a una mujer. El pensar como herramientas de dominación el silencio ante la exigencia de hablar, o la ­justificación de evitar labores del hogar como otra forma de sometimiento abre un panorama casi nunca problematizado por los hombres. Al hacerlo, nos descoloca, nos hace ver cómo, por más «progres», «feministas» y «aliados» de las mujeres que seamos, en la práctica, en lo cotidiano, no lo somos del todo. Y eso ayuda a problematizar otras tantas cosas dadas por supuestas (como opinar sobre cómo las mujeres manifiestan su sexualidad o protestan por sus derechos). Entonces, si bien coincido en que los Mm son formas de violencia igual de nocivas que otras más abiertas y brutales, pedagógicamente sirve mucho diferenciar dichas prácticas de las versiones más obvias y crudas del machismo. Y eso resulta básico para iniciar un proceso de cambio y cuestionamiento de la masculinidad hegemónica.

Si bien han existido cambios positivos en la mayoría de quienes hemos estado en VC, también existen límites. Dadas las historias de vida de cada uno de sus integrantes, de nuestros presentes y nuestras necesidades, hay situaciones o temas en los cuales nos sigue costando realizar transformaciones más profundas. Por un lado, hay quienes tienen mayor facilidad para hablar de sus emociones, de no avergonzarse de sus pasados, sin dejar de ser críticos, mientras otros no quieren o no pueden hacer dichos ejercicios de introspección. Sus historias son muy duras e incluso, a pesar de haber generado un espacio de camaradería y seguro, prefieren no hablar de ciertos temas por el dolor que les causa. Esto, más que una crítica, devela los retos y la necesidad de seguir trabajando el tema emocional en los grupos de hombres, y soltar la vergüenza y el miedo a ser juzgados por algo hecho por ellos o por sus seres cercanos. Parafraseando a Pablo Mas, psicoterapeuta argentino, nos sigue siendo difícil transitar de la culpa a la responsabilidad. No obstante, agrupaciones como VC y otras, están siendo espacios relevantes para ir transformando esto, poco a poco y con muchas dificultades, pero de manera sostenida.

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1Entiendo por género las normas, actitudes y aspiraciones que se nos inculcan y enseñan a seguir según el sexo con el cual nacemos. Como dice Lamas (1996), los géneros son construcciones sociales, no son innatos, biológicos (no es que las mujeres sean genéticamente más cuidadoras que los hombres, eso es algo aprendido y sancionado socialmente). Para una discusión más profunda sobre género, roles, y patriarcado, ver Lagarde (2018, pp. 13-98).

2Dicho trabajo es cuestionable por sus aspectos metodológicos. En particular, por el número de países que incluye (México, Estados Unidos y el Reino Unido), las diferencias existentes entre estos que no son problematizadas, así como la distribución hecha de hombres encuestados dependiendo su clase social. Sin embargo, y teniendo presente dichas consideraciones, este estudio permite tener datos para mostrar ciertos aspectos de la «caja de masculinidad» los cuales son pertinentes para hacer un análisis comparativo en los tres países mencionados.

3La Organización Mundial de la Salud (2022), menciona las situaciones de crisis (económicas, de pareja, de salud), asi como el sufrir violencia, abusos y la pérdida de seres queridos, como los principales motivos para que las personas se suiciden. Pero también plantea la estigmatización de la salud mental como un elemento clave para no buscar ayuda cuando se está pasando por estas crisis. Si bien este punto requiere de un mayor análisis, podemos decir que quienes siguen las pautas de la masculinidad hegemónica suelen reservarse para sí cualquier circunstancia que les haga parecer «débiles», como una depresión, angustia, etcétera. De allí que relacionemos el seguir la masculinidad tradicional con los altos índices de suicidio en varones.

4Un ejemplo muy básico de cómo las instituciones gubernamentales influyen en los roles de género y en la masculinidad hegemónica son los uniformes escolares. No hay nada biológico que impida a un hombre usar una falda, o a una mujer un pantalón. Sin embargo, en muchos lugares este tipo de atuendos siguen siendo usados, dependiendo el sexo con el cual se nace, como una forma para mantener la dicotomía hombre-mujer.

5Ver el mismo texto para una respuesta de los autores a estos planteamientos. Es importante recalcar, como hace Bard Wigdor (2016), la necesidad de tener un análisis interseccional en los estudios de hombres. Es decir, reconocer cómo distintos «ejes de opresión» influyen en menor o mayor medida, en cada varón y comunidades de varones; no es lo mismo ser un hombre blanco heterosexual con estudios universitarios que un hombre indígena homosexual. Sin embargo, tanto la autora citada como quien escribe, concebimos la importancia epistemológica de la noción de masculinidad hegemónica para analizar y entender las diversas masculinidades existentes, ya que dicha masculinidad atraviesa, en menor o mayor medida, a la gran mayoría de los varones.

6Lo anterior no significa que no haya grupos aferrándose a las formas tradicionales de las masculinidad hegemónica, e incluso se movilicen para evitar, dicen, que, por culpa de los feminismos, se pierdan los «hombres de verdad». Estos grupos tienen diferencias entre sí. No entro en detalles porque no es propósito de este texto. A estos colectivos se les denomina «masculinistas». Para una mirada general de esta perspectiva, ver la tercera parte de Jablonka (2020), denominada «Los fallos de lo masculino». Para una crítica, en estilo ensayo, sobre aquellos hombres que dicen cambiar de forma, pero no de fondo, ver Rodríguez (2020).

7A menos que se indique lo contrario, a partir de aquí, toda la información sobre Mm provendrá de este texto y autor.

8En pocas palabras, «el patriarcado es un sistema fomentado para subordinar e invisibilizar a las mujeres y todo aquello entendido como “femenino” […]. Esta situación se mantiene a través de regímenes, hábitos, costumbres, prácticas cotidianas, ideas, prejuicios, leyes e instituciones sociales, religiosas y políticas que definen y difunden una serie de roles a través de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y derechos que definen y difunden una serie de roles a través de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y derechos» (https://diccionario.cear-euskadi.org/patriarcado/). Para una definición más amplia, ver la liga electrónica en esta nota al pie.

Recibido: 30 de Abril de 2022; Aprobado: 27 de Noviembre de 2022

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