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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.38 no.2 Lima  2014

 

RESEÑAS

 

Lipski, John (2008): Afro-Bolivian Spanish. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 227 pp.

 


Afro-Bolivian Spanish es el resultado de un trabajo de campo exhaustivo (más de 100 informantes entrevistados entre 2004 y 2007) realizado por el profesor Lipski en los valles de la provincia de Nor Yungas, departamento de La Paz, al nordeste de la capital boliviana. Allí se encuentran, circundadas por la cultura y lengua aimaras, pequeñas comunidades de afrodescendientes, cuya habla no había sido apenas objeto de atención de lingüistas.

El trabajo se inserta en una de las líneas de investigación más fecundas dentro de la llamada lingüística afrohispánica: la búsqueda y análisis de los restos del llamado español bozal, esto es, variedades de español L2 parcialmente reestructuradas por los bozales (término con el que se designaba a los negros esclavos nacidos en África), fosilizadas y mantenidas durante generaciones por el escaso o nulo contacto con otras variedades de español.

En este campo, el profesor Lipski es, de largo, el mayor experto, aunque en él también cabría citar a otros como Schwegler, "favorite intellectual sparring partner" (17) de Lipski y, a su vez, especialista más destacado sobre la lengua (no ya bozal sino tipológicamente criolla) de la comunidad afrodescendiente de San Basilio de Palenque (Colombia), que también Lipski, sobre todo en los últimos años (precisamente desde la publicación de Afro-Bolivian Spanish), ha estudiado, concentrándose en el "new palenquero" o variedades resultantes del esfuerzo por mantener (también por vías de escolarización) la lengua vernácula entre las generaciones más jóvenes.

Más importante aquí es el hecho de Lipski y Schwegler coincidan también en haber publicado en los años 80 y 90 importantes trabajos sobre el habla de la comunidad afrodescendiente del valle de Chota, en Ecuador, que se consideró durante algún tiempo el resto vivo mejor conservado (aunque fragmentariamente) de español bozal. Pues bien, en las primeras páginas de Afro-Bolivian Spanish comenta Lipski acerca del vernáculo de Chota: "no one speaks this way consistently and no one is capable of deliberately switching dialects" (21). En esta breve afirmación se apuntan, pues, dos diferencias fundamentales entre el afroecuatoriano y el afro-boliviano, que en realidad ensalzan el valor de este último sobre el primero: por una parte, la frecuencia y estabilización de los fenómenos lingüísticos resultantes de una reestructuración lingüística es mayor en afroboliviano; por otra, en los yungas el español vernáculo se distingue del español empleado en relaciones out-group y los hablantes son conscientes de esas diferencias, pudiendo cambiar entre dialectos. El lugar especial que se reclama para el afroboliviano dentro de la lingüística afrohispánica queda manifiesto desde el arranque de la obra.

El capítulo primero ("Afro-Bolivians and their language") presenta algunos datos, acompañados a menudo por fotos, de tipo demográfico, histórico, cultural y sociológico sobre la comunidad afroyungueña, necesarios y suficientes para introducir y contextualizar el estudio lingüístico que sigue, pero también es, a mi juicio, dada la amplitud del tema, el capítulo que deja abierto un mayor número de interrogantes. Se indica que la parquedad de fuentes históricas hace difícil la reconstrucción de la génesis de esta comunidad (tal vez por obvio no se indique que la investigación histórica nunca es cerrada y que esta parquedad apunta, antes que nada, a la urgencia de seguir profundizando en el trabajo de archivo para cubrir mejor el período colonial): con todo, parece claro que los afrodescendientes de Nor Yungas estaban asentados allí desde fines del siglo XVIII, arribados desde otras regiones de Bolivia.

Lipski plantea que el dialecto afroyungueño se debió formar hace más de 400 años (45) y que lo hizo in situ (pero, entonces, no exactamente en la misma región boliviana donde se halla actualmente) a partir de los esclavos de minería del Potosí y de otros llegados desde regiones agrícolas orientales (como Mizque, en Cochabamba, 31). Parece seguro que algunos de estos últimos negros provenían de Angola y del Congo portugués, por lo que su bagaje lingüístico debió ser fudamentalmente kikongo (31): pruebas de ello son la supervivencia del apellido Angola en la comunidad, así como algunos elementos léxicos de posible origen kikongo (aunque en realidad se reducen a tres, más uno de origen kimbundu, y todo ello según la sugerencia de una única fuente bibliográfica, 155-157).

El lector se pregunta entonces si no pudieron arribar a aquellas tierras también esclavos procedentes del golfo de Benin, igualmente importante en el comercio de esclavos de los siglos XVI y XVII (pensemos en los esclavos mina y arará de Cartagena de Indias en la época) y aún más en el comercio internacional a principios del siglo XVIII, que habrían sido hablantes de otras lenguas subsaharianas no bantú, como el akán, ewe, fon, yoruba, etc. Incluso, la crítica del trabajo de Montaño Aragón (33) sobre la raigambre yoruba de la cultura afroboliviana, aunque justificada, podría haberse desarrollado más. En otra parte, además, el autor explica que el apellido Maconde (48) se vincula con el grupo del mismo nombre de Mozambique y Tanzania (áreas bantuhablantes pero no kikongo). Sea como fuere, la discusión sobre la probable heterogeneidad poblacional de la comunidad afroboliviana queda aplazada, y esto determina el desarrollo de la obra: no se atiende al sustrato lingüístico como posible causa de los fenómenos más significativos del español afroboliviano (estos se presentan como resultado de una reestructuración general y se definen a menudo por sus correlatos y diferencias con otras variedades afrohispánicas). Esta idea se hace explícita en las páginas finales: "The traditional Afro-Yungueño Spanish dialect contains no words of undisputed African origin, nor are there morphosyntactic structures that point unmistakably to one or more specific African languages" (177-178).

Así mismo, se echa en falta en este capítulo introductorio una cifra aproximativa del número de hablantes del dialecto tradicional estudiado, aunque los datos poblacionales de los afrobolivianos en el país (en torno a 15.800) (31) y en la provincia de Nor Yungas (en torno a 1.000) (27) sí se recojan convenientemente. Solo sabemos que, de estos últimos, "some of the oldest and most isolated Afro-Bolivians" (24) o, en otras palabras, "a tiny fraction" (40) mantienen hasta hoy "a fully intact restructured Afro-Hispanic language" (24).

Más allá del comentario lingüístico de las recreaciones literarias del afroboliviano (sobre todo, de principios del siglo XVII y del siglo XX), que no sorprende a los lectores familiarizados con este tipo de textos (analizados en detalle por Lipski en A History of Afro-Hispanic language: Five Centuries and Five Continents), y de la inclusión de fotos de la región y las gentes afrobolivianas, que permiten al lector formarse al menos una idea aproximativa, el capítulo destaca por exponer con rigor y claridad los motivos por los que el afroboliviano, en contra de lo esperable a tenor de otras áreas de la hispanofonía, donde "the population of African descent eventually blended into the overwhelmingly mestizo population" (42), ha conseguido sobrevivir hasta la actualidad: aislamiento geográfico, trabajos forzados en las haciendas (mantenimiento de un régimen semiesclavista hasta 1952), aislamiento con respecto al español boliviano general e identidad étnica comunitaria en calidad de negros (44-50).

El segundo capítulo inaugura la descripción estructural del afroyungueño que, según criterio tradicional, se inicia con la fonética y fonología. Para ver el contraste con el habla de los afrodescendientes, se hace primero un repaso de los rasgos fonéticos del español de las tierras altas bolivianas (64-69), caracterizado, por ejemplo, por el mantenimiento de /s/ implosiva o la distinción entre [ʎ] y [ʝ]. A estos rasgos se oponen los del afroyungueño, que aspira o elide la s final de sílaba y es yeísta (con posible pérdida de la mediopalatal, a la que incluso se llega desde el reanálisis de li + vocal: familia > juamía). Como se ha dicho, y queda sobreentendido en este capítulo, los hablantes son capaces de cambiar de un dialecto a otro; con respecto al yeísmo, Lipski explica en un artículo reciente ("Socio-phonological variation in Latin American Spanish". M. Díaz Campos (ed.): The Handbook of Hispanic Sociolinguistics, 2011, 72-97) cómo funciona la alternancia con la solución distinguidora, introduciendo indirectamente el concepto de marcación etnolectal: "Afrobolivians use [ʝ] when speaking the traditional dialect, and [ʎ] when switching to ethnically unmarked highland Bolivian Spanish" (81).

Otros rasgos del afroboliviano son, en el vocalismo, el cierre de /e, o/ átonas finales (viejo > vieju; noche > nochi) y la vocal paragógica en ele, ayere, etc., y, en el consonantismo, la pérdida de [ɾ] implosiva, la realización de /d/ intervocálica como [d] o [ɾ] y la labialización-aspiración de /f/ inicial. El autor trabaja con "universally stigmatized variants", tal como se refirió en otra de sus obras más citadas (Latin American Spanish, 148) a aquellos usos que, aunque dispersos y de intensidad variable en el mapa hispanófono, adoptan siempre una marca rústica, popular, inculta, etc., para establecer un punto de control que permita decidir el posible componente afro de los fenómenos: por ejemplo, el cambio /f/ > / hw/ se da ante vocales posteriores en otros dialectos del español (siendo siempre un rasgo socialmente estigmatizado), pero su presencia ante las demás vocales o ante consonantes debe relacionarse más bien con el contacto lingüístico (enfermo > injuermu; flor > jlor) (71-72). Finalmente, se describen otros fenómenos habituales en las hablas afrohispánicas ausentes en Nor Yungas (prenasalización de consonantes obstruyentes, cambio /r/ > [l] reducción de clusters consonánticos de obstruyente más líquida), aunque se deja abierta la puerta a la posibilidad de que estos fenómenos hayan existido en etapas pasadas (75-78).

Siguiendo la tendencia actual al estudio de la prosodia en las variedades afrohispánicas (manifestada, por ejemplo, en el trabajo de Hualde y Schwegler (2008) sobre el palenquero), el estudio fonético se completa describiendo un contorno entonativo especial, semejante al de otras comunidades afrohispánicas, que, de nuevo, los hablantes abandonan cuando cambian al español general boliviano: "the presence of a series of non-downstepped high tones is not found in the speech of the same Afro-Bolivian speakers when they use contemporary non-Afro Spanish" (79). Se señala, también, otro fenómeno prosódico: el alargamiento y acento circunflejo de la última vocal tónica de grupo fónico (se advierte aquí un fallo editorial, la repetición de las imágenes 2.4 y 2.5, que no permite apoyo visual para este fenómeno).

El tercer capítulo se dedica al análisis del sintagma nominal, que reclama de partida su carácter nuclear dentro de la obra: "Together with the restructured verb phrase, the Afro-Yungueño noun phrase represents one of the most significant departures from patrimonial Spanish syntax, and provides some of the most compelling evidence linking the traditional Afro-Bolivian dialect with other Afro-Hispanic speech communities, and with Afro-Iberian creoles languages" (81) (tal vez esto último justifica el que, a partir de este momento, provisionalmente, el autor asume a veces conceptos tomados de la Criollística, como "post-creole continuum", p. 81, para referirse a los cambios entre la variedad más vernácula y las formas más próximas al español general de las tierras altas de Bolivia, problema que abordará definitivamente en la última sección del libro: 177-197).

En efecto, los datos que se suceden en la descripción del sintagma nominal no decepcionan y bien pueden tildarse de fascinantes. Los determinantes distinguen número, pero carecen de diferenciación de género, tanto en singular (un casa, este semana), como en plural (lu casa, ese lu taza di café); los sustantivos son, a su vez, invariables en género y número: lu peón, lu mujé (92). En variedades menos vernáculas de afroboliviano, a su vez, "plural marking is more robust than gender marking", con ejemplos del tipo de esos hierba (90), lo que podría tener implicaciones considerables en teoría lingüística (vid. también 188-190), y tambien en ellas son comunes los stripped plurals, donde el número se marca en la primera palabra del sintagma: personah mayó, lindos matrimonio, esos tortilla, etc. (93). Así mismo, destacan los artículos definidos nulos ante sustantivo inespecífico: negro invita pueh (‘los negros invitan’) (85).

Con respecto a los pronombres personales, tratados también en este capítulo, se destaca la distribución en el empleo de los pronombes sujeto (expresos con las formas no conjugadas del dialecto más tradicional y omitidos con las formas flexionadas de las variedades menos vernáculas), así como la forma de tercera persona singular (ele), invariable para masculino y femenino (fenómeno único en la dialectología hispánica, 98). Aunque no se trate en la discusión, no es menos interesante, a mi juicio, el uso de oté (< usted) como único pronombre de tratamiento singular, en ausencia de vos y , lo que entronca con el ustedeo de otras áreas de la hispanofonía (los Andes venezolanos, zonas de Colombia, Costa Rica, etc.) y con la tendencia (¿universal?) a la neutralización de la distinción /±deferencial/ a favor del tratamiento originariamente formal (cf. você en portugués de Brasil, you en inglés, etc.), tendencia que, además, parece habitual en procesos de criollización: así, el pronombre de segunda persona en criollo haitiano, u, proviene del francés vous, el pronombre correspondiente en criollo caboverdiano, nho, proviene del portugués o senhor, etc. Así mismo, reviste especial interés el hecho de que oté se combine en su paradigma con la forma clítica ti (< te), lo que lo diferencia del típico ustedeo hispánico, donde usted combina siempre con la forma propia de tercera persona (lo).

El otro pilar sobre el que se asienta la obra es el capítulo cuarto, dedicado al sintagma verbal, que presenta divergencias muy reveladoras con respecto a otras variedades del español. La forma verbal de tercera persona se sobregeneraliza en todo el paradigma de personas gramaticales: yo/nojotro/eyu tiene (106). A su vez, las formas verbales sintéticas se reducen a tres tiempos: presente (trabaja), imperfecto (trabajaba) y pretérito (trabajó); los demás tiempos verbales se sustituyen por formas analíticas con verbos auxiliares (su examen de ta, va y ya le hacen concluir que no tienen el estatus de partículas de tiempo/modo/aspecto, 117-127), tal como sucede en el futuro (va a + INF) y en los usos progresivos (tá/taba + GER o INF), o bien se expresan por medio de otros mecanismos lingüísticos (el valor contrafactual, por ejemplo, se representa con ojalá: ojala yo tiene, yo ti presta ‘si tuviera dinero, te lo prestaría’, 113). El modo subjuntivo desaparece completamente, sustituido por el indicativo (en un ejemplo posterior: loh mayordomo no dejaba que venía polecía, 141), y favorecido, en general, por la escasez de subordinación.

El capítulo quinto da cuenta de otros problemas morfosintácticos. Entre los usos prepositivos llama la atención el empleo ocasional de cun (< con) como marcador de acusativo: mi mamá va matá cun mi tatá ‘mi madre va a matar a mi padre’ (132) (sorprende que, tal vez por lo ‘ocasional’, no se relacione con el uso de con ante objeto directo en chabacano), y como posible conjunción copulativa: algunos también tenía qui trabajá [...] luneh cun marteh (132) (este fenómeno, en cambio, sí se vincula con una tendencia propia de muchos criollos atlánticos). Entre los pronombres y adverbios interrogativos destacan los arcaísmos andi (< onde) y ¿qué laya? (lusismo en castellano), hallado en varios criollos iberorrománicos, junto con otra forma analítica: ¿qué lao? (‘dónde’). En el apartado sobre la negación, se descubre otro de los rasgos más característicos del afroyungueño, el uso de nu ay (< no hay) con el sentido de ‘no tener’ (yo nu ay cajué ‘no tengo café’), del que solo existe correlato en chabacano (136-137). Fenómenos estrictamente sintácticos son, por último, la no transposición del sujeto con oraciones interrogativas (¿qué oté ta tomá?, 135) o la casi total ausencia de predicate clefting (esto es, construcciones del tipo Juan lo que quiere es comer) (143).

Los capítulos sexto y séptimo pueden entenderse, pese a sus diferencias, como un conjunto: el primero de ellos es un inventario léxico de los ítems de origen hispánico y aimara y de origen dudoso en afroboliviano (145-157), indicando en cada caso su etimología; la abundancia de préstamos del aimara abre la interrogante, a la que responde el capítulo siguiente, de en qué medida el aimara pudo influir en la génesis y el desarrollo del afroboliviano. La respuesta de Lipski al respecto es clara: los fenómenos más significativos de este no tienen correlatos directos ni en el aimara ni en las variedades hispánicas interferidas por el aimara y, a su vez, la mayoría de los rasgos divergentes de estas variedades están ausentes en afroboliviano (174-175). Así, aunque el contacto entre un grupo etnolingüístico y el otro se haya extendido quizá durante varios siglos, ambos quedaron claramente diferenciados (y cuando no ocurrió así, los afrobolivianos simplemente se subsumieron en la cultura y lengua indígenas). Con todo, es, cuando menos, curioso el hecho de que algunos préstamos del aimara penetraran en afroboliviano con más intensidad que en el español mestizo de las tierras altas bolivianas y que incluso, paradójicamente, algunos de ellos, como la partícula discursiva o "filler element" jay (159-163) y la fórmula de saludo cho (165-167), llegaran a tomarse como estereotipo afro en la conciencia lingüística popular (también entre las generaciones jóvenes de afrobolivianos que apenas hablan el dialecto tradicional).

El último capítulo ("The Status of Afro-Bolivian Spanish") discute la posible adscripción del español afroboliviano a la categoría de lenguas criollas. El autor concluye que, a pesar de varios rasgos compartidos con otros criollos afroibéricos (la tabla de la página 184 resulta muy práctica en este sentido), otros fenómenos típicamente criollos no están en afroboliviano (como, probablemente, las partículas TMA), donde en general se observa "so much ‘standard’ Spanish syntax" (185): a pesar de todo, es más lo común con otras variedades de español que lo divergente. La pregunta que urge entonces responder es si este marcado componente hispánico puede ser resultado de un proceso de descriollización: una vez más, la respuesta es negativa, dado que su aislamiento geográfico habría permitido a los hablantes acceder solo al aimara o a las variedades de español L2 manejadas por aimaras (muy diferentes del dialecto tradicional afroboliviano), pero no, al menos hasta fechas más recientes, a formas más estándares de español boliviano.

Cierra la obra, a modo de anexo, una muestra de transcripciones (no fonéticas) de las entrevistas utilizadas como corpus del trabajo (199-207). Su lectura detenida permite localizar los fenómenos lingüísticos explicados en los capítulos precedentes e incluso descubrir otros apenas mencionados que podrán ser analizados en futuros trabajos. Añadiré apenas dos intuiciones propias con base en estos datos.

En lo fonético sorprende que la aspiración de /s/ intervocálica (un fenómeno que Lipski ha examinado en trabajos anteriores —sobre el español centroamericano—, pero no aquí) solo alcance a dos unidades léxicas: el pronombre de primera persona plural nojotro y, ocasionalmente, el demostrativo eje (cuya alternancia fonética con ese se indica en la pág. 86). Esta distribución podría explicarse conforme a principios generales de lexical diffusion de cambios fónicos: a fin de cuentas, se trata de dos deícticos, inmediatamente ligados a la realidad del hablante y con frecuencia de uso muy elevada, por lo que resulta plausible que el cambio fónico hubiera empezado por ellos. De hecho, en otras regiones que hacen un uso variable entre las realizaciones [s] y [h] de /s/ intervocálica, la aspiración aparece con mayor frecuencia en estas dos palabras (lo observo, por ejemplo, en el corpus de entrevistas realizadas por Schwegler en el chocó).

En lo morfosintáctico, merece comentario la forma disi con el sentido de ‘se dice’. Esta forma verbal se explica, ciertamente, en el cuerpo de la obra (181), pero apenas se le dedican tres líneas y se explica como resultado de la pérdida del clítico reflexivo. Su uso (y abuso) entre algunos informantes de Lipski, no corresponde, a mi juicio, a una pasiva refleja, sino que recuerda al dizque colombiano y de otras regiones, analizado a menudo como un marcador evidencial: Pa decí ele es achachila disi bruju bola disi (205). La explicación sintáctica sobre su origen sería también otra si asumimos, con Pilar Barbosa, Anders Holmberg y otros generativistas, la existencia de "two kinds of subject pro" en lenguas de sujeto nulo "parciales" (como el finés, el portugués de Brasil, etc.), siendo uno de estos pro, precisamente, el pronombre nulo de interpretación genérica.

En definitiva, Afro-Bolivian Spanish ocupa ya un lugar prominente en la lingüística afrohispánica y se abre espacio en la lingüística hispánica general, en la medida en que algunos fenómenos de esta variedad parecen explorar los límites estructurales del español. Se puede aducir que, paralelamente, también los límites de la hispanística se están ensanchando, aunque es posible que la comunidad científica general requiera más tiempo para asimilar y discutir algunos de los datos que presenta Lipski en sus muchos ejemplos.

La comparación constante de los rasgos del afroboliviano con los de otras variedades afroibéricas constituye un acierto metodológico que permitirá al lector no familiarizado con otros trabajos del autor entender la singularidad de la variedad descrita en el marco de un contexto mucho más amplio. Incluso, el libro podría servir, por momentos, de introducción a los postulados y problemas fundamentales de la lingüística afrohispánica.

Al fin, la importancia de la obra resulta incuestionable por dos aspectos esenciales: por una parte, testimonia una variedad lingüística que, de otra manera, se habría olvidado irremediablemente dentro de muy pocas décadas; por otra, recupera una variedad de afrodescendientes en un continente en el que el negro, mucho más que el indígena, adolece aún, como solía decir la gran antropóloga colombiana Nina S. de Friedemann, de una preocupante "invisibilidad".

 

Miguel Gutiérrez Maté

University of California

 

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