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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.39 no.1 Lima  2015

 

NOTAS

 

Ideologías y actitudes lingüísticas en el Chile del siglo XIX: los reparos de Andrés Bello a las Correcciones lexigráficas de Valentín Gormaz*

 

Darío Rojas

Universidad de Chile

 


Resumen

En el marco de los estudios en el subgénero de los reparos o comentarios de diccionarios de provincialismos, este trabajo analiza las actitudes e ideología lingüísticas, desde un enfoque cognitivo, manifestadas por Andrés Bello en su comentario a las Correcciones lexigráficas, publicado de manera póstuma. Los reparos de Bello a Gormaz son un ejemplo de la desazón que el autor tenía por la pobreza idiomática percibida entre los escritores chilenos.

Palabras clave: ideologías lingüísticas, actitudes lingüísticas, Andrés Bello, Correcciones lexigráficas.

 


Abstract

Within the studies of objections and comments to dictionaries of provin-cialisms, this paper analyzes, within a cognitive approach, the linguistic attitudes and ideologies that Andrés Bello show in his commentary to the Correcciones lexigráficas, posthumously published. Bello’s objections to Gormaz exemplify the despair the author felt about the idiomatic poverty among Chilenian writers.

Keywords: linguistic ideologies, language attitudes, Andrés Bello, Correcciones lexigráficas.

 


1. Contexto y antecedentes

El género de los diccionarios de provincialismos (Haensch 2000) es uno de los más productivos de la actividad filológica hispanoamericana del siglo xix. Numerosos trabajos de este tipo se propusieron coleccionar alfabéticamente comentarios de tipo normativo-didáctico respecto de usos lingüísticos considerados por los autores como provincialismos particulares de cada país o de regiones geopolíticas mayores. Por su carácter de provincialismos, su estatus normativo (su carácter "correcto/aceptable" o "incorrecto/inaceptable") se encontraba sujeto a discusión. Los autores de estos textos entregan argumentos para justificar su evaluación de los usos idiomáticos cuestionables o cuestionados ya por otros autores (Rojas 2010). Estos diccionarios pueden considerarse parte de una familia mayor de textos con los que comparten el propósito normativo-didáctico, pero de los que se diferencian por el carácter no estrictamente lexicográfico que poseen estos últimos, es decir, por poseer una superestructura distinta a la habitual en los repertorios diccionarísticos. Ejemplos de estos "parientes" de los diccionarios de provincialismos en el contexto chileno son el Catálogo anónimo de 1843, una especie de Appendix Probi local1 (Ferreccio 1979), y las Correcciones lexigráficas sobre la lengua castellana en Chile de Valentín Gormaz (1860). Esta última obra, en particular, es considerada por Rojas Carrasco (1940) como la primera obra lexicológica producida en el medio chileno, a lo que cabe precisar que, además de obra lexicológica, es obra también ortográfica y gramatical, como demuestran sus extensos apéndices dedicados a la conjugación de verbos, formación de plurales, acentuación gráfica y "letras del alfabeto que pudieran causar alguna dificultad", junto con un extenso vocabulario ortográfico; en total, todos estos apéndices ocupan más de la mitad del libro. Mario Ferreccio identifica en las Correcciones lexigráficas un "valor eje [...] del que se genera la más formidable máquina de consignas lingüísticas, que perduran hasta hoy" (1979: 40). Es decir, ve en esta obra un rol generador del tejido intertextual que se comienza a construir en la actividad filológica chilena durante el siglo xix.

En conformidad con la intertextualidad que Ferreccio sugiere como característica de la filología chilena decimonónica, Rojas (2010) ha propuesto que un rasgo fundamental de los diccionarios de provincialismos chilenos y de los demás representantes de su familia textual es su dialogicidad, que se manifiesta en una intertextualidad apreciable en distintos aspectos de su estructura. El subgénero de los reparos o comentarios de diccionarios de provincialismos, en que otros autores entablan un diálogo argumentativo con las propuestas de los diccionaristas, produjo en Chile tantas o más obras que las que fueron objeto de comentario. Algunos ejemplos chilenos de este subgénero son Amunátegui Reyes ([1902] 1924-1927), Paulsen (1876) y Solar ([1876] 1900). En el tejido intertextual que conforman las obras comentadas y las de los comentaristas, se despliegan debates lingüístico-ideológicos; es decir, debates en los que "el lenguaje es el tema central, un motivo, un objetivo, y en los que las ideologías lingüísticas se forman, enmiendan o refuerzan" (Blommaert 1999: 1) [traducción nuestra]. Este tipo de debates o polémicas suele surgir en el contexto de procesos de estandarización lingüística, en los que las ideologías acerca del lenguaje ocupan un lugar central (Deumert y Vandenbussche 2003). Por ideología lingüística entendemos el conjunto de creencias y concepciones acerca del lenguaje, planteadas de manera explícita o manifestadas implícitamente en prácticas comunicativas, que sirven a una comunidad para racionalizar el uso lingüístico y que a menudo responden a sus intereses políticos y económicos, sea los de la totalidad de sus miembros o los de grupos sociales determinados (Kroskrity 2010). Estas ideologías sirven de fundamento para diversas actitudes lingüísticas, es decir, valoraciones positivas o negativas que un individuo muestra respecto de un rasgo lingüístico, una variedad lingüística completa o los usuarios de dicho rasgo o variedad (Garrett 2010). Las actitudes lingüísticas se com-ponen de tres elementos: un componente cognitivo, es decir, ideas (ciertas o no ciertas) sobre el lenguaje y sobre el mundo en general; uno afectivo, vale decir, las actitudes involucran sentimientos o emociones que tienen por objeto el lenguaje; por último, un elemento conductual (o conativo), esto es, una predisposición a actuar de cierto modo respecto del objeto de la actitud. En esta oportunidad nos enfocamos en el elemento cognitivo de las actitudes, pues constituyen el punto de encuentro entre estas y las ideologías lingüísticas. Los reparos y los textos objeto de comentario, en suma, son observatorios privilegiados para el estudio de la conformación histórica de las ideologías y las actitudes lingüísticas en Hispanoamérica.

Andrés Bello, figura fundamental en los estudios lingüísticos hispánicos e hispanoamericanos del s. xix (y sin duda gravitante en la conformación de la ideología lingüística de la élite chilena), participó en forma pionera del macrogénero normativo-didáctico con sus Advertencias ([1833-1834] 1940), obra ampliamente conocida, constantemente citada y abundantemente comentada por autores de las décadas posteriores. El único testimonio de la participación del sabio chileno-venezolano en el subgénero de los reparos a los diccionarios de provincialismos, escrito en alguna fecha indeterminada entre 1860 y 1865,2 fue publicado de manera póstuma, en 1883, bajo el título Correcciones lexicográficas, en la introducción del tomo VIII de la colección de las obras completas de Bello editadas por Miguel Luis Amunátegui Reyes en Chile (Bello 1883: lxix-lxxvii). Más tarde fue reimpreso en la obra análoga editada en Caracas, tomando como base la edición de Amunátegui Reyes y con modernización de la ortografía. En este texto inconcluso, Bello propone algunas adiciones a las Correcciones lexigráficas de Gormaz y comenta críticamente una de sus propuestas. Como señala Amunátegui Reyes en la edición de 1883, los reparos de Bello a Gormaz constituyen un claro ejemplo de la preocupación del chileno-venezolano por la pobreza idiomática que percibía entre los escritores del país en que residía.

El manuscrito de este texto, sobre la base del cual realizamos nuestro análisis, se conserva en la Colección Manuscritos del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile. En este manuscrito encontramos cuatro borradores, además de la versión que podemos considerar "final": esta incorpora las correcciones efectuadas por el autor en las versiones anteriores (ella misma casi no tiene correcciones) y su ortografía se encuentra mucho más cuidada que en los cuatro primeros borradores, por ejemplo en el uso de tilde, uso de mayúsculas y minúsculas o la escritura de la conjunción y, que Bello escribe con ye en el primer borrador pero con i en la versión final, de acuerdo con el uso ortográfico que él mismo propugnaba. A estos borradores se suma un breve añadido inconcluso, en hoja independiente, que, sin embargo, puede considerarse parte de la versión final. Puede apreciarse, en la sucesión de estos borradores, que Bello fue trabajando de manera acumulativa: por ejemplo, en el primer borrador solo incluye el comentario de abnegación, en el segundo añade el de apología; solo en el tercero agrega abrogar, sendos, rol, balear y equívoco; apercibirse y concho aparecen solo en las dos últimas versiones. Las versiones de los comentarios de cada uno de estos vocablos, por otra parte, en ocasiones difieren sustancialmente, como sucede en el caso de sendos. Amunátegui Reyes no consideró en su edición estos borradores, por lo cual no muestra las variantes e impide, de esta manera, conocer algunas afirmaciones de Bello, reveladoras de su pensamiento lingüístico, que no llegaron a la versión final. Es por esto que hemos decidido emprender un trabajo filológico con el manuscrito, en lugar de acudir meramente a la versión editada por Amunátegui Reyes.

En este trabajo nos proponemos analizar las actitudes y la ideología lingüística manifestadas por Bello en sus reparos a Gormaz, en el marco de un proyecto más amplio en que indagamos sobre las ideologías y actitudes lingüísticas de los autores de textos lexicográficos del Chile decimonónico y las de sus comentaristas, con el fin de contribuir al conocimiento de los debates lingüístico-ideológicos de la época y al del proceso de estandarización que el español de Chile experimentó a partir de la época independiente (Matus, Dargham y Samaniego 1992). Las ideas de Bello ocupan un lugar muy importante en esta indagación, pues es conocida la influencia que tuvo en el ideario lingüístico de muchos gramáticos, lexicógrafos y ortógrafos chilenos e hispanoamericanos, tanto durante su vida como tras su muerte.

2. Ideas y actitudes lingüísticas en el texto

En la introducción, Bello hace una valoración positiva, en general, de la obra de Gormaz. Destaca el propósito didáctico que sustenta la concepción de las Correcciones lexigráficas, lo que Bello vincula además con un interés patriótico, en concordancia con la idea del gramático chileno-venezolano de que "el énfasis […] en el idioma es parte de un plan más amplio de construcción de las naciones en el contexto de la emancipación hispanoamericana" (Lolas, Matus y Jaksic 2009: 10). En segundo lugar, Bello pone de relieve que los vicios de lenguaje" recogidos por Gormaz no atañen únicamente a las clases populares chilenas, "sino que también a las personas educadas, que cometen no pocos de los errores señalados. En la versión final señala lo siguiente: "Son poquísimos los que despues de haber frecuentado por algunos años dichos establecimientos [educacionales] no tengan algo que aprender en el modesto opúsculo del Señor Gormaz",3 y en el segundo borrador acusaba con más alarma: "¡Cuantos hay que se hallan en el mismo caso por toda la vida, desluciendo hasta cierto punto las profesiones a que se han dedicado!". Esta idea culturalmente elitista del uso aceptable, que se manifiesta también en la Gramática de Bello cuando señala que el habla modélica es el de las personas educadas, tiene sentido en el marco de la ideología racionalista de la época independentista, en que la educación era un valor que se tenía en alta estima, por lo cual la calidad de los hechos idiomáticos no podía medirse con la vara del uso de las personas que carecían de ella.

En relación con esto, resulta también interesante contrastar las distintas versiones de la introducción que pueden observarse en los borradores, las que contienen afirmaciones divergentes respecto de la extensión geográfica de estos usos idiomáticos censurables. Por ejemplo, mientras que en el segundo borrador los "vicios de lenguaje" quedan asociados solamente a Chile, en el tercero, el autor dice que ocurren "dentro y fuera de Chile", sin indicar si con "fuera de Chile" se alude solo a América o también a España. En el cuarto borrador, la atribución se hace más general, pues dice que ocurren en "el castellano", a secas. Finalmente, en la versión final añade la especificación "entre nosotros" (¿los chilenos o los americanos?). De manera análoga, en la segunda versión de la monografía apología se atribuye el error a los "escritores americanos", mientras que en las dos últimas versiones se especifica que se trata de los "escritores sur-americanos".

La justificación de Bello para comentar las Correcciones lexigráficas es que, según su parecer, el repertorio presenta "omisiones notables" y hay algunos puntos en que disiente de las afirmaciones de Gormaz. Las monografías que Bello comenta corresponden en su mayoría a lo que él considera omisiones de Gormaz: apología, abnegación (y su derivado abnegado), balear, equívoco y rol (con sus derivados rolar y enrolar). El único ítem léxico en cuya apreciación Bello exhibe una actitud distinta a la expresada por Gormaz es concho, cuya monografía fue integrada al texto solo en el cuarto borrador del texto. 4 Gormaz, con severidad excesiva según Bello, señala que concho "no existe", por lo cual debe ser sustituida por sus equivalentes broza o borra, y apunta igualmente que el participio aconchado no debe ser usado en el sentido de borroso o brozoso, pues sus significados propios son otros. Bello, a diferencia de Gormaz, defiende el uso de concho, en primer lugar, porque no es polisémico, a diferencia de borra, broza y hez, y, en segundo lugar, porque es productivo lexicogenésicamente (tiene los derivados aconchar, aconcharse y aconchado), a diferencia de sedimento, lo cual mostraría su arraigo en el sistema de la lengua. En el añadido inconcluso defiende igualmente a aconchado por su carácter semánticamente inequívoco, en contraste con borroso y brozoso. En esta monografía, en suma, podemos encontrar el único caso de negociación de normas lingüísticas entre estos dos autores. El concepto de negociación de normas (Andersen 2009) alude al proceso mediante el que los hablantes plantean sus propias propuestas o evalúan propuestas efectuadas por otros hablantes respecto de la adecuación o legitimidad social de un rasgo lingüístico en particular, entablando una actividad comunicativa dialógica en la cual el discurso argumentativo adquiere un marcado protagonismo. La negociación de normas está asociada naturalmente a los debates lingüístico-ideológicos que, como ya dijimos, caracterizan al ambiente lingüístico-cultural del Chile decimonónico.

En las monografías correspondientes a las omisiones de Gormaz, pueden apreciarse, al igual que en el caso anterior, varias ideas recurrentes de Bello sobre los criterios de aceptabilidad normativa de los usos léxicos. En el cuadro 1 ofrecemos un resumen de estas ideas, junto con la indicación de las actitudes lingüísticas a que dan lugar y las valoraciones explícitas (es decir, expresadas por el propio Bello) que las acompañan. La adición de algunos vocablos entre paréntesis cuadrados y precedidos del signo "+" indican que son voces también comentadas por Bello en dicha monografía:

 

 

 

Todos los usos léxicos que Bello apunta como omisiones de Gormaz son rechazados, es decir, son objeto de una actitud lingüística de signo negativo por parte del gramático chileno-venezolano. Para él, en consecuencia, no pueden ser aceptados como parte del estándar de la lengua española. Esta actitud negativa se manifiesta en el uso de calificativos valorativos como falso, impropio, erróneo, absurdo, malo, pésimo, espurio o ilegítimo, en la categorización del uso en cuestión dentro de la clase de los barbarismos (solecismos en el tercer borrador) o en la atribución de carácter ajeno a la lengua española: no castellano.

Entre las creencias que sustentan argumentativamente estas actitudes, muchas veces de manera implícita, se encuentran ideas como las siguientes:

  • Las palabras tienen uno o más significados propios registrados en diccionarios autorizados como el de la RAE. Esta idea da cuenta del papel central que ha ocupado y ocupa hasta hoy la Real Academia Española en la codificación del español. Como consecuencia de la autoridad concedida oficialmente a esta institución desde su creación en el siglo xviii (Lara 2009), se ha transformado en el principal agente estandarizador del idioma, tanto en España como en América. Por esta razón, sus obras codificadoras (Diccionario, Gramática y Ortografía) se han erigido como encarnaciones de la lengua misma y, consecuentemente, como obras de autoridad indiscutida. En la época que estudiamos, el Diccionario de la Academia constituía el referente de máxima autoridad en asuntos de ejemplaridad idiomática en el mundo hispanohablante. Esta concepción del Diccionario académico es sin duda herencia del simbolismo que poseía para la lengua española el Diccionario de autoridades (Real Academia Española 1726-1739), el cual tenía como objeto fijar la lengua española correcta documentando todos los usos léxicos de la lengua literaria, posicionando, por tanto, al uso literario como norma y ejemplo (Ruhstaller 2003). Esto concuerda, por otra parte, con el valor simbólico que el diccionario monolingüe ha tenido en las comunidades europeas modernas desde el Renacimiento, en cuanto representante de la lengua legítima (Lara 1997).

  • Las principales autoridades idiomáticas de la lengua española, además de la RAE, son los escritores castellanos. Esto se puede apreciar en los argumentos para rechazar el uso erróneo de apología y sendos: los autores literarios sirven como modelo del uso apropiado. La importancia normativa de este tipo de escritores se debe a que en la estandarización de la lengua española, desde el Renacimiento, se tuvo como modelo a los romanos, quienes a su vez habían continuado la tradición helénica de poner a la literatura como centro del cultivo planificado de la lengua (Clackson y Horrocks 2007). A partir de la argumentación de Dante en De vulgari eloquentia, según la cual las lenguas vulgares europeas debían seguir el modelo de los clásicos para obtener el nivel requerido por una lengua asociada a un Imperio o Estado, se consideró que la única variedad digna de ser sometida al arte que aseguraría su perpetuidad era la lengua literaria, la que serviría además en el futuro como instrumento de celebración de la gloria de las nuevas entidades políticas (Lara 1997). Esta idea, de hecho, sustenta la codificación lexicográfica del español: las autoridades del Diccionario de autoridades son los autores literarios, convertidos en tales sobre la base del concepto latino de la auctoritas.

  • La polisemia léxica es indeseable. Esto se puede ver, por ejemplo, en el caso de concho, pues Bello rechaza las posibles alternativas castellanas por ser polisémicas. El mismo Bello había expresado, en un pasaje del prólogo de su Gramática, que uno de los principales "vicios" idiomáticos era "prestar acepciones nuevas a las palabras y frases conocidas, multiplicando las anfibolojías de que por la variedad de significados de cada palabra adolecen mas o ménos las lenguas todas" (Bello 1847: xi). La visión negativa de la polisemia neológica es congruente con la ideología de la lengua estándar en la medida en que la supresión de la polisemia es un caso específico de reducción de variación, proceso característico de los procesos de estandarización (Milroy y Milroy 1999: 22). La referencia a un "significado propio" de cada palabra (por ejemplo, en equívoco y rol), igualmente, tiene relación directa con esta creencia en la medida en que, en este marco de pensamiento, cada vocablo debería tener idealmente un único significado exacto.

  • El o los significados propios de las palabras son los que se remontan a su origen (a su significado etimológico). Dicha creencia sustenta, por ejemplo, la actitud negativa hacia el uso no distributivo de sendos. Se trata de una manifestación del fetichismo de la historia aplicado al ámbito lingüístico: en el marco del proceso lingüístico-ideológico conocido como historización (Metzeltin 2011), de función legitimadora, opera la lógica de que cuanto más antigua sea una variedad o variante determinada, es más cercana al origen y, por lo tanto, es mejor o más legítima que otras que no tienen esta antigüedad o la poseen pero en un grado menor.

  • Los galicismos son indeseables. Los vocablos apercibirse y rol, por ejemplo, son rechazados por Bello sobre la base de esta creencia. El purismo lingüístico manifestado en esta creencia caracterizó los procesos de estandarización de la mayor parte de las lenguas europeas (Brunstad 2003). En el caso de la lengua española, se manifestó especialmente como un rechazo hacia la influencia del francés, ya desde el s. xviii, momento de las primeras codificaciones académicas, y tuvo periodos de resurgimiento en momentos posteriores debido a distintas circunstancias históricas (Lázaro Carreter 1949; Lara 2009).

  • Las palabras nuevas deben responder a una necesidad denominativa. Esto quiere decir que si ya hay palabras que expresen el concepto, la palabra nueva es considerada innecesaria. Esta idea sustenta el rechazo de balear y rol. Esto puede ser interpretado como otra manifestación de la ideología de la lengua estándar (Milroy 2001), en cuyo marco la variación es indeseable y por tanto se intenta reducir. En este caso, en particular, la situación de variación onomasiológica implicada por "dos maneras de decir lo mismo" es lo que lleva a Bello a rechazar los usos comentados.

  • Finalmente, a este conjunto de ideas debe añadirse la de que una palabra será más aceptable en la medida en que muestre productividad lexicogenésica, expresada únicamente a propósito de la aceptación de concho por parte de Bello. Esta idea, más que servir como argumento en sí mismo es usada por Bello como evidencia para demostrar que concho tiene mayor arraigo en el sistema lingüístico, lo cual lo legitimaría.

Debemos advertir, por supuesto, que este es el conjunto de creencias lingüísticas manifestadas por Bello específicamente en este breve texto, y que sería conveniente compararlas con las manifestadas por este mismo autor en otras partes de su extensa obra lingüística.

3. Conclusión

La actitud generalizada de Bello respecto de los usos lingüísticos provinciales (chilenos) discutidos es negativa. Esto concuerda con los hallazgos de otros estudios que atribuyen a Bello una actitud de rechazo, en principio, hacia los rasgos que hacían que el español de Chile (y de otros lugares de América) divergiera del modelo lingüístico hispánico de entonces, el cual tenía un marcado tinte peninsular metropolitano (Moré 2002). La aceptación de concho como un uso legítimo, en este contexto, es una excepción que ilustraría la conocida afirmación de Bello de que Chile y los demás países americanos "tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada" (Bello 1847: xii). En este caso, el argumento aducido por el gramático en defensa del uso de concho no tiene que ver con el uso de las personas educadas, sino con razones internas al sistema lingüístico.

En términos de ideologías lingüísticas, Bello revela un conjunto de creencias que se acerca al prototipo de lo que Milroy (2001) denomina la ideología de la lengua estándar; asimismo, refleja muy bien el carácter monoglósico de la cultura lingüística hispánica señalado por Del Valle y Gabriel-Stheeman (2002). En esta visión, las variedades americanas ocupan un lugar periférico y subordinado en torno al centro, correspondiente al español usado en Castilla y codificado en las obras académicas. En Bello, además, se puede apreciar una concepción racionalista del proceso de estandarización lingüística (Geeraerts 2006 [2003]), pues consideraba necesario mantener la lengua española unida y homogénea e instrumentalizarla en la "difusión de las luces", tal como lo habían hecho los intelectuales de la Revolución francesa en su propio medio lingüístico (Wright 2011). La actitud lingüística basada en este elemento ideacional evalúa favorablemente la variedad recogida en obras académicas como el Diccionario y la Gramática de la Real Academia Española, mientras que evalúa negativamente el elemento regional, al cual se le pide cumplir con ciertos requisitos para llegar a ser considerado aceptable en el estándar.

Bello, en conclusión, muestra en sus reparos a Gormaz, escritos durante el último lustro de su vida, la misma actitud e ideología lingüística que fundamentó toda su obra anterior y que influiría a muchos intelectuales preocupados de la cuestión de la lengua en la segunda mitad del siglo xix chileno.

 

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* Financiado por Programa U-APOYA Línea 2: Concurso de Proyectos de Investi-gación en Ciencias Sociales, Humanidades, Artes y Educación VID 2011; código SOC U-SOC-11/12; Universidad de Chile. Agradezco los comentarios de un evaluador anónimo que contribuyó a mejorar sustancialmente la calidad de este trabajo.

1 El Catálogo anónimo, a pesar de hallarse referencias a él en algunos catálogos bibliográficos, no fue conocido ampliamente sino hasta que Mario Ferreccio encontró el impreso en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, hacia 1970 y lo publicó en una revista científica chilena. El Catálogo, fechado en 1843, "está en el espíritu de las preocupaciones y querellas idiomáticas que se encienden entre nosotros [los chilenos] por el año 40 del siglo pasado" (Ferreccio 1979: 43). Este texto posee la siguiente estructura: en una columna se listan formas censuradas, encabezadas por la fórmula Se dice, y en una columna a su lado derecho las formas consideradas por el autor correctas, encabezadas por Dígase. La sección lexicológica de Gormaz presenta la misma estructura, con las fórmulas Se dice mal y Debe decirse, pero además incluye aseveraciones del tipo no existe y una serie de notas, en que explica con mayor detalles las razones de sus juicios.

2 Es obvio que el texto fue escrito con posterioridad a 1860, y según se desprende del siguiente pasaje del segundo borrador, con cierta demora respecto de la fecha de aparición de las Correcciones lexigráficas: "Hace mucho tiempo que deseaba dar a conocer mi modo de pensar acerca de la obra del S[eñ]or Don Valentin Gormaz; pero varios obstáculos no me lo habían permitido hasta ahora". Pero no hay ninguna pista que permita fechar con exactitud el manuscrito.

3 En esta y las demás citas del texto de Bello conservamos la ortografía original.

4 En el primer borrador Bello afirma que encontró en el texto de Gormaz "omisiones notables", y solo en la segunda versión agrega "y aun algunos conceptos que nos parecen erróneos", con lo cual se refiere probablemente a la opinión de Gormaz sobre concho.

 

Fecha de recepción: 10 de diciembre, 2013
Fecha de aceptación: 19 de noviembre, 2014

 

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