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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.43 no.2 Lima Jul./Dic. 2019

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.201902.005 

ARTÍCULOS

 

"Partir es necesario, pues solo así puedo vivir": Enfermedad y fantasía en Peregrinaciones de una alma triste (1876) de Juana Manuela Gorriti

 

Carlos Torres Astocóndor1,2

1 Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, Perú.
2 Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Lima, Perú.

 


RESUMEN

Este artículo tiene como objetivo analizar la escena inaugural de la novela Peregrinaciones de una alma triste ([1876] 2006) de Juana Manuela Gorriti. Para ello, se propone dos interpretaciones sobre la figura de Laura, protagonista del relato. La primera sostiene que la tuberculosis, enfermedad que padece Laura, se constituye como un síntoma que descubre la imposibilidad de representación de la mujer a través de los proyectos nacionales que erige la élite criolla y, por el otro, perturba su inserción en la dinámica social. La segunda interpretación propone que el gesto de Laura en su fuga es un atravesamiento de los fantasmas que invisten a la mujer, constituidos por la retórica nacional decimonónica, mediante el mostrar sus inconsistencias. En ese sentido, se concluye que la novela, mediante el viaje, se encuentra en la búsqueda de un conocimiento alternativo porque, por un lado, se ha desmantelado el proyecto nacional criollo y, por el otro, afirma un desplazamiento continuo por espacios lejanos para establecer nuevos lazos sociales con las comunidades que se encuentran en los márgenes o fuera de este proyecto.

Palabras clave: Juana Manuela Gorriti, literatura de viajes del siglo XIX, fantasía, nación.

 


ABSTRACT

This article aims to analyze the opening scene of the Juana Manuela Gorriti novel’s, Peregrinaciones de una alma triste ([1876] 2006). For this, two interpretations are proposed on the figure of Laura, protagonist of the story. The first argues that tuberculosis, a disease that Laura suffers, is constituted as a symptom that discovers the impossibility of representing women through national projects erected by the élite criolla and, on the other, disrupts their insertion in the social dynamic. The second interpretation proposes that Laura’s gesture in her escape is a "going through the phantasmic screen" that cover women, constituted by nineteenth-century national rhetoric, by showing their inconsistencies. On this way, it is concluded that the novel, through travel, is in the search for an "alternative knowledge" because, on the one hand, the national project has been dismantled and, on the other, it affirms a continuous displacement through different spaces to establish new social ties with the communities that are in the margins or outside this project.

Keywords: Juana Manuela Gorriti, XIX century travel literature, fantasy, nation.

 


1. Introducción

Durante el siglo XIX, los viajes y las expediciones trasatlánticas desde Europa hacia América fueron promovidos, generalmente, por los Estados-nación y las empresas industriales en un afán por redescubrir el territorio explorado para satisfacer intereses particulares. Diferentes oficios como botánicos, etnólogos, comerciantes, empresarios, diplomáticos, militares, religiosos y viajeros de otras profesiones realizaron innumerables viajes por el continente con la intención de releer la realidad social y el panorama territorial a través de los nuevos desarrollos científicos, o para conocer el territorio recuperado después de la Independencia. Mary Louis Pratt cifra estas prácticas imperialistas como la "vanguardia capitalista", caracterizada por un lenguaje hegemónico orientado a objetivos de dominación (2010: 275). Esto se vislumbra con claridad cuando un empresario viajaba por América y observaba el territorio transitado como el espacio potencial de donde extraer materia o insumos para iniciar y expandir sus negocios. La visión particular de los navegantes constituía al lugar observado como un espacio de producción.

En contraposición a lo expuesto, los relatos de viajes hacia Europa escritos por los intelectuales latinoamericanos respondieron a fines educativos y culturales. Era común que la aristocracia sudamericana envíe a los jóvenes ciudadanos al viejo continente porque estos espacios eran considerados predilectos para el aprendizaje y los estudios. Asimismo, ellos podrían adquirir una experiencia cultural, que era examinada solo en los libros, mediante visitas a iglesias, monasterios, bibliotecas, tribunales y otros lugares civilizados (Colombi 2010: 21).

A la par de este desplazamiento, algunas mujeres latinoamericanas también se trasladaron dentro y fuera del continente americano, pero por razones ajenas a las descritas. El exilio, la búsqueda de nuevos lugares para conocer otras formas de vida, como acompañantes a las funciones de sus esposos o por sobrevivencia son algunos de los motivos.1 El viaje ficcional que emprende Laura, protagonista de la novela Peregrinaciones de una alma triste ([1876] 2006), se inscribe dentro de los motivos descritos, pues presenta como temática el exilio perpetuo y la búsqueda de otras formas de vida. Esta estructura de viaje se relaciona con las "exploratrices sociales" que describe Pratt (evidente contraposición de los vanguardistas capitalista). A diferencia de la linealidad de los desplazamientos masculinos, el de las viajeras "se organizan de manera centrípeta alrededor de los lugares de residencia [primordialmente urbanos] de donde la protagonista parte y a los cuales regresa" (Pratt 2010: 292). La novela se acoge a esta estructura porque el viaje de Laura se sitúa en una circularidad, aunque sin necesidad de retornar al punto de partida. Asimismo, otra salvedad con la categoría que propone Pratt es que el relato de Gorriti aterriza en la descripción y vivencia dentro de espacios rurales, lo que permite incluir modos de vida alternativos a los de la ciudad. En efecto, la narración, que alude a la huida que realiza Gorriti desde La Paz por la muerte de su esposo Manuel Isidoro Belzú, permite develar imaginarios e imposiciones sociales que se construyen desde el aparato estatal hacia la ciudadanía.2

La novela que analizo narra el viaje interminable de Laura por gran parte del continente sudamericano. Ella se encuentra postrada en una cama porque padece de tuberculosis y por el descanso perpetuo que le ordena el doctor. Ante esta situación de prisión, ella urde su escape a partir de la anécdota que el mismo médico le brinda: un joven tísico logró sanarse a través del periplo. Disfrazada de una joven sana, enrumba al Callao y viaja hacia Arica en un barco a vapor. A partir de allí, se desplaza por Chile, Argentina, Paraguay y Brasil sin ningún itinerario ni punto de llegada. De hecho, la novela construye un éxodo constante que sostiene la salud de la protagonista, pues su estancia prolongada reaviva los síntomas de su enfermedad.

La escena descrita ha suscitado una serie de interpretaciones, las cuales apuntan a leer dicha acción como la desconfianza y resistencia del cuerpo femenino al discurso científico; es decir, se reconoce la fuga de Laura como un hecho que simboliza el cuestionamiento al discurso médico que buscaba someter la corporalidad de la mujer (Batticuore 1999; Del Águila 2011; Masiello 1993 y 1997). Asimismo, el escape que realiza la protagonista ayuda a recuperar el cuerpo perdido y es una respuesta al encierro y la vigilancia. En este escenario, la tuberculosis es una metáfora de la represión (Arambel-Guiñazú y Martin 2001; Del Águila 2011), la casa es una alegoría del encierro femenino (Arambel-Guiñazú y Martin 2001; Saenz-Roby 2013) y el disfraz es una estrategia necesaria para disimular la osadía del escape y viaje en solitario de una mujer (Masiello 1997), así como un instrumento de subversión frente a la autoridad represora (Sulca 2008). La escena en particular permite a Gorriti identificar a Laura con los personajes desplazados por el discurso nacional cuando se cruza o interactúa con ellos durante su itinerario (Miseres 2010).

Este trabajo propone una lectura adicional: la tuberculosis no solo es una representación sintomática de un estado social claramente represor hacia las mujeres, sino que también permite el ingreso de un saber no "oficial", que se adquiere en las relaciones que establece con los sujetos que encuentra en los viajes, a través del atravesamiento de los distintos discursos que construyen un ideal de mujer afincado en el recinto doméstico. En otras palabras, el estado de enfermedad en el que se encuentra Laura ayuda a descubrir las diversas retóricas que buscan limitar el devenir femenino en la esfera social y, sobre todo, mostrará sus inconsistencias. En tal sentido, la escena será leída como el develamiento de las falencias del proyecto nacional del siglo XIX en su intento de incluir a las mujeres. En el mismo camino en que Vanessa Miseres sostiene sobre la obra de Gorriti que se trata de un "acto de desmontar esta retórica [que] sacará a la luz los mecanismos de exclusión que se han puesto en práctica" (2010: 128), apelaré al concepto psicoanalítico de atravesamiento del fantasma para demostrar que la escena de fuga denuncia que estas retóricas nacionales exponen ideas contradictorias, particularmente sobre la mujer. De esta forma, ella inaugura un viaje que busca saberes alternativos de proyectos sociales para repensar lo nacional. Para ello, será necesario explicar cómo se disputa la construcción de los proyectos nacionales en los espacios donde convergen los intelectuales.

Este ensayo se centra en las primeras páginas de la novela, particularmente en los capítulos I y II que narran cómo la protagonista huye de su hogar. Esta escena, como sostendré más adelante, estructura la narrativa y fija coordenadas de lectura que se relacionan con la representación de la mujer en la sociedad y las estrategias que emplea para escapar de los mandatos sociales. Por ello, este artículo presenta tres momentos claves: por un lado, identifica y analiza los discursos nacionales sobre el deber femenino que se discutieron en las veladas literarias que organizó Juana Manuela Gorriti; por otro lado, interpreta la tuberculosis como descontento e imposibilidad en relación con estos modelos de femineidad; y, finalmente, sostiene que la fuga de Laura es un desafío y, principalmente, un develamiento de estos discursos para evidenciar sus inconsistencias, lo cual permitirá iniciar una búsqueda de otros modelos en espacios por descubrir.

2. La construcción de la mujer decimonónica en la fantasía nacional

Las veladas literarias, que se desarrollaron entre 1876 y 1877, tuvieron como eje central discutir la función de la mujer y la importancia de la educación femenina dentro de la construcción de la nación moderna. Dicha preocupación no era ajena a la discusión de los intelectuales liberales en la prensa limeña, quienes, "apelando a la sensibilidad republicana y a las pretensiones modernizantes de la élite intelectual y política del país" (Denegri 2013: 238), veían con buenos ojos que las mujeres se educasen, aunque, claro está, con ciertas restricciones. Ya desde finales del siglo XVIII, la prensa periódica se constituía como el medio que el Gobierno empleaba para educar al pueblo y a la mujer con la finalidad de que realicen correctamente su papel social. El Semanario Crítico, primer periódico enfocado en las mujeres —con énfasis en la educación maternal— y publicado desde 1791, exhibía consejos sobre la pertinente educación de los niños y cómo llevar a cabo una correcta maternidad (Rosas 1999: 145). La mujer que se construía en la prensa escrita centraba sus funciones en el recinto doméstico como formadora de ciudadanos.

A propósito de ello, las veladas literarias no tenían como tarea "promover la figura de una mujer politizada pero sí el perfil de la lectora y de la autora, capaces de desencadenar, también ellas, profundas controversias" (Batticuore 1999: 32). Las veladas, en ese sentido, se aúnan a la discusión nacional sobre el papel de la mujer en la sociedad con énfasis en su función de educadora: además del mandato materno y la formación de los ciudadanos, preceptos asociados con el discurso romántico nacional, las reuniones abordaron temáticas como el surgimiento de la mujer educada, ilustrada, y su legitimidad de lectora y escritora. En efecto, como sostiene Graciela Batticuore, "la lectora y la autora comienzan a legitimarse, vinculadas con una retórica romántica y patriota vigente en las veladas limeñas de Gorriti" (1999: 32). Se percibe, por lo tanto, una lucha de discursos que intentan construir modelos y antimodelos del comportamiento de la mujer dentro del proceso de construcción nacional. Estas representaciones, que describiremos en breve, son los fantasmas que amenazan o idealizan cómo deben actuar las mujeres en el proyecto nacional criollo.

2.1. El discurso social de la mujer como "ángel del hogar"

Dentro de las veladas, se puede observar que las mujeres reclamaban el acceso a la educación y al trabajo, aunque estas demandas fueron pensadas como complemento a sus deberes familiares. Abel de la Encarnación Delgado, en "La educación social de la mujer", expone la necesidad de educar a las mujeres para que puedan aconsejar correctamente las decisiones del marido: "el hombre puede estar siempre donde la mujer está, prestarla un inmenso apoyo, dispensarla sus consejos; mientras que la mujer no puede estar siempre donde está el hombre ni ayudarlo, siquiera en su opinión ilustrada, en las diversas tareas y cuestiones de la vida" (1892: 32). Asimismo, reclama que el grado de la civilización se mide según la ratio de acción de la mujer en la sociedad. No obstante, si la mujer se educase en las ciencias, lo haría "sin faltar a los deberes que su estado señala" (Delgado 1892: 33), es decir, el cuidado de los hijos, el esposo y la familia. En otros términos, Delgado apuesta por la educación de la mujer para escapar de la "vida monótona y sedentaria" del cuidado de la familia hacia otro estilo de vida que, sin descuidar los deberes domésticos, permita influir en las decisiones sociales. Así, desistiendo de la ignorancia, y a través del estudio y la educación, dejará de ser sierva y se convertirá en compañera del hombre. De igual forma, Mercedes Eléspuru y Lazo apoya la propuesta de educar a la mujer, pues permitirá un mejor desarrollo en el proyecto nacional.

En el ensayo "La instrucción de la mujer" sostiene que la función del ángel del hogar se amplía enormemente gracias a la educación oportuna de la mujer, lo que la convierte "también en una estrella en el cielo de la Patria" (Eléspuru y Lazo 1892: 148).

En el mismo sentir, Juana Manuela Gorriti propone potenciar la hermosura de la mujer con el carácter intelectual y formula como modelo femenino la "belleza intelectual". A este discurso se suman diversas intelectuales como Mercedes Cabello de Carbonera, Mercedes Belzú de Dorado, Teresa González de Fanning, Adriana Buendía, etc. En efecto, ante la belleza pasajera que el hombre observa en la mujer, lo que la sitúa como adorno en los salones, el desarrollo intelectual le confiere una competencia que no se desvanece con el tiempo: "estas autoras no rechazan del todo la importancia de cautivar al sexo opuesto, sino que intentan caracterizar al intelecto como atractivo" (Wurst 2015: 64).

Fuera de las veladas, Carolina Freire de Jaimes, en una conferencia leída dentro del Club Literario de Lima en 1875, propone reemplazar a la odiosa "literata" por la "mujer ilustrada", aquella que además "de emplear toda su actividad en los dulces y tranquilos quehaceres del hogar, va empujada por esa corriente impetuosa que se llama civilización, hacia la noble senda del saber y del progreso" (1876: 14). La odiosa literata era la escritora que no se adecuaba al imaginario ilustrado del deber ser femenino. Dicho modelo, en donde Freire usa como ejemplo a Flora Tristán, muestra una mujer excesivamente ambiciosa que, a pesar de poseer sagacidad, buen juicio y exactitud en sus observaciones, "cualidades tan raras en el bello sexo, […] había sido encaminada por el destino de la senda extraviada" (1876: 18). Por ello, en el modelo de feminidad de la odiosa literata se reconoce la erudición, pero se critica el desvío de su aplicación en campos, como el político y social, donde la mujer "no debería actuar". Por el contrario, la imagen que proyecta Freire sobre la mujer ilustrada es la de una feminidad que suma a sus deberes domésticos la práctica de la lectura y la escritura.

En tal sentido, dicha mujer potencia sus "virtudes domésticas" gracias a la reflexión intelectual. Mientras que la odiosa literata desperdicia el talento y la educación en "ambiciones personales", la mujer ilustrada aprovecha dichos saberes a favor del amor patrio a través del cuidado y educación de los hijos y la familia. Es sobre esta consigna que la mujer ilustrada debe ser el modelo femenino: el "ángel del hogar" se completa en "la tierna esposa, la cuidadosa madre y la escritora ilustrada" (Freire 1876: 18). Esto último es reafirmado por Mercedes Cabello de Carbonera en el texto "Estudio comparativo de la inteligencia y belleza en la muger" cuando sostiene lo siguiente: "Forzoso será olvidar la grandiosa misión que le ha sido encomendada por la naturaleza; misión augusta y sublime de esposa y de madre, en la que la belleza entra por tan poco, y la inteligencia tiene que entrar por tanto" (1892: 209).

Así, se puede observar que las escritoras de la época abogaron por la necesidad de educar a las mujeres, aunque dentro de los mandatos que los hombres han dictaminado para ellas. La educación de la mujer, por ello, les resulta un complemento útil para construir una nación sólida, pues potencia los deberes femeninos. Incluso, si la mujer educada transgrede los designios que le fueron asignados y busca intereses personales, tal como ocurre con la figura de Flora Tristán, será vilipendiada.

2.2. El discurso biologista como amenaza al proyecto nacional

Además de luchar contra el discurso ilustrado que suponía a la mujer un elemento esencial en el cuidado y formación de los ciudadanos, el discurso científico médico limitaba su desarrollo intelectual, ya que consideraba que la mujer biológicamente era inferior al hombre. La identidad y el papel que debía ejercer la mujer en el desarrollo nacional eran también dictaminados sobre la base de los avances científicos y sociales que se transmitían desde Europa hacia América. Por ejemplo, Francine Masiello expone cómo en la Argentina decimonónica algunas investigaciones seudocientíficas intentaron demostrar una supuesta inferioridad de la mujer. Eduardo Holmberg, médico naturalista y escritor argentino, concluyó que la prosperidad de la nación y la familia podrían lograrse a través del control científico del cuerpo y la mente de la mujer.

Sostenía la idea de una "superioridad" masculina y veía en la psique femenina símbolos de caos e irracionalidad (Masiello 1997: 120). Así, el discurso positivista,3 mediante la ciencia médica, construía un imaginario social en donde la mujer necesitaba del cuidado del padre o del marido, y era relegada al espacio hogareño, ya que era el patriarca quien asumía el discurso de la ley y el conocimiento, donde la ciencia se situaba en este último (Del Águila 2011: 42).

Asimismo, en la segunda mitad del siglo XIX en el Perú, ocurre la profesionalización de los médicos,4 lo que generó una posesión del control del cuerpo femenino y el monopolio gradual por parte de estos en la atención de la enfermedad tanto física como mental; es decir, el conocimiento médico afirmó el no-saber de las mujeres sobre sus cuerpos y desplazó el cuidado femenino hacia otro tipo de relación entre el médico y la paciente, con implicancias de dependencia y subordinación (Viveros 1995: 152; Mannarelli 1999: 18-19).

De igual forma, para el caso peruano, Benicio Álamos González sostiene, en el discurso expuesto en la octava velada y titulado "Enseñanza superior de la mujer", que el estudio físico podría masculinizar a la mujer, lo que se vería reflejado en el nacimiento de más hijos que hijas (1892: 371). Esta afirmación genera un temor enorme para los intelectuales de la época: que la mayoría de la población sean hombres podría afectar el desarrollo armónico sexual de la población, pues "¿qué sucedería cuando solo existiese un veinticinco o un treinta por ciento de mujeres i un sesenta o un setenta i cinco por ciento de hombres? Mas vale no saberlo" (Álamos González 1892: 371). Del mismo modo, el francés Paul Moebius y el inglés Herbert Spencer temían la extinción de la raza humana debido a la masculinización de las mujeres y la afectación de su fisiología, entre ellos el aparato reproductor (Jagoe 1998: 122123). En efecto, se creía que el exceso de educación en las mujeres podría sobrecargarlas, virilizarlas o, al fin y al cabo, volverlas estériles. Esta última consecuencia atenta considerablemente contra el ideal de mujer reproductora de futuros ciudadanos. En ambos casos, la mujer era privada de la formación intelectual, la cual se convierte en una actividad exclusivamente masculina, ya que ocurre una "asociación ‘científica’ entre actividad intelectual y la masculinización de mujeres" (Denegri 2013: 249).

Además de sostener el "peligro" que la educación podría ocasionar en la mujer, pues afectaba la reproducción de los ciudadanos, el discurso científico —centrado en la figura del médico— ejercía un control paternalista sobre la corporalidad de la enferma. A través de las prescripciones y recetas médicas limitaba sus desplazamientos, injería en las decisiones familiares y decidía las acciones correctivas que la enferma debía realizar para alcanzar la tan ansiada salud (Del Águila 2011: 33).

2.3. El fantasma de la ilustrada pedante y el fantasma de la mujer masculinizada

Como se ha podido referenciar, tanto el discurso social como el biologista velan los antagonismos propios entre los hombres y las mujeres en el proceso de modernización por alcanzar igualdad de condiciones ciudadanas (en particular, el acceso a la educación). Sin embargo, al ocultarlo constituyen una situación donde las mujeres pueden acceder al estudio con el único propósito de alcanzar el proceso de modernización o, más horroroso aun, no se les permite ingresar a los espacios de estudio porque resultan una amenaza para los intereses masculinos. En otras palabras, el acceso condicionado y monitoreado a la educación para las mujeres como fórmula constructiva de una nación sólida y firme, o la negación de consentir su inclusión, ocluyen las disputas inherentes del proceso de construcción de la nación peruana que ocurren entre los hombres y las mujeres. Estas dos dinámicas son parte del esquema del fantasma decimonónico limeño de la élite ilustrada.

Este concepto psicoanalítico, el fantasma, tiene como objetivo sostener un discurso que promete colmar un deseo u ocultar una ausencia o falla en el orden simbólico. En el plano ideológico, Slavoj Žižek sostiene que es la "construcción de un escenario fantástico que opaca el verdadero horror de la situación" (2011: 15). El fantasma es, pues, una construcción inconsciente que oculta un hecho complejo y difícil para el sujeto. Es una mentira que el sujeto edifica para lidiar de mejor forma con un suceso que lo desestabiliza. Sin embargo, debemos entender que el fantasma no solo ocluye dicha situación adversa, sino también aquello que busca ocultar. Žižek sostiene que "la fantasía oculta este horror, pero al mismo tiempo crea aquello que pretende ocultar, el punto de referencia ‘reprimido’" (2011: 15). Entonces, existen dos características de la fantasía: (1) la construcción discursiva que realiza inconscientemente el sujeto para ocultar una situación horripilante contiene la promesa de restaurar un estado armonioso perdido; (2) aquello horripilante que la fantasía encubre es una construcción necesaria que sirve para sostenerla.

Así como Žižek, el autor griego Yannis Stavrakakis centra su estudio en el uso de la fantasía como propuesta utópica en el campo político, más estrictamente en los discursos nacionales. Sostiene que la fantasía promete una realidad armoniosa para el sujeto, la cual todavía no se ha alcanzado debido a la presencia de una o varias figuras antagónicas que encausan las razones o temores que impiden la realización de la fantasía-utopía nacional (Stavrakakis 2007: 145174). Es decir, el sujeto atribuye a ciertos elementos de la sociedad (como sujetos, acciones, instituciones, etc.) las razones de por qué la armonía social no se ha logrado. Así, solo mediante el control o la eliminación de estos actores, la fantasía podrá ser posible.

¿De qué forma conceptos psicoanalíticos como la fantasía ayudan a releer la sociedad limeña decimonónica? Como se ha podido revisar, para la mayoría de la élite ilustrada, la mujer debía cumplir con el rol de madre y educadora de los futuros ciudadanos. El fantasma que se yergue en tales discursos sostienen que la mujer debe ser educada correctamente por el Estado5 para que pueda instruir a los hijos y asegurar una correcta relación familiar, ambos aspectos en donde reposa la armonía nacional: el fanstama del ángel del hogar. Si la mujer se educase en casa de forma autodidacta, podría abandonar sus responsabilidades con la nación, faltar a la instrucción cívica de los hijos o "virilizar" su cuerpo, lo que impediría reproducir nuevos ciudadanos. Así, la discusión residía en la posibilidad de su instrucción, cómo debería realizarse y cómo esto afectaría su función principal del "ángel del hogar". Por supuesto, el discurso científico médico validaba muchas veces percepciones negativas sobre la mujer, vista por los hombres como el "bello sexo". Estos "peligros" latentes de la mujer lectora e ilustrada en la construcción nacional son los discursos que impedían su desarrollo en el campo económico, intelectual, laboral y social. Si sus lecturas no están controladas y aprenden inmoralidades a través de la literatura, se corre el riesgo de que los hijos fueran erróneamente instruidos en valores y carecieran de ciudadanía y moralidad.

Un primer fantasma identificable, a partir de lo descrito en este apartado, es el de la mujer como ilustrada del hogar. Si ella quiere ser educada, esto solo es posible si se potencian sus roles domésticos. Este primer fantasma idealizante, por tanto, posibilita el acceso a la educación porque ayuda al proceso de modernización. La contraparte del fantasma de la ilustrada del hogar es la amenaza de la "ilustrada pedante". En ella, los valores que deberían potenciarse a través de la lectura y erudición que produce la literatura son abandonados por intereses individuales. El discurso social que la élite limeña —tanto hombres como mujeres— construye sobre avisa los riesgos y las consecuencias nefastas de una mujer que es educada sin un rumbo centrado en el devenir nacional. Este fantasma amenazante visualiza un horror que peligra el proceso de modernización social y lo oculta en la conveniencia para la nación del estudio de las mujeres.

Asimismo, ella también deberá luchar contra los discursos científicos que discuten sus posibilidades y las consecuencias "biológicas" de su ingreso al aprendizaje superior. Esta pantalla biológica oculta, una vez más, la lucha por la igualdad de condiciones en el acceso a la educación. Aquí se recoge otro fantasma amenazante que construye el horror que intenta velar: el fantasma de la mujer masculinizada. El miedo a la disparidad del sexo de los bebés, la preocupación sobre una reducción de la tasa de natalidad y el cuestionamiento de las capacidades de aprendizaje de las mujeres regentan un discurso que impedía su acceso al campo de la cultura. Aquí resulta más clara la doble faz de la fantasía: crea el horror de la situación (una nación que tendrá problemas demográficos) y lo vela (se resuelve restringiendo a las mujeres el acceso a la educación).

Estamos, por lo tanto, ante una tramado de fantasmas que, a través de un discurso biologista, impedía que la mujer se educase o, mediante el discurso social, permitía su incursión en un proceso educativo con la condición de potenciar su deber nacional.

2.4. El control estatal sobre los desplazamientos de las mujeres

Finalmente, el Estado también controló los desplazamientos de las mujeres y su posicionamiento en la esfera pública. En un primer momento, a inicios de la Independencia, la movilidad social de las mujeres y la sociedad en general aumentó debido a la caída del control imperial de los tránsitos sociales y gracias a la vestimenta de la tapada o la saya que usaba la mujer limeña, la cual le "permitía ‘interferir’ en esos ámbitos masculinos, sin poder ser sancionadas, pues su atuendo les garantizaba el anonimato" (Del Águila 2003: 144). No obstante, en la segunda mitad del siglo XIX, el reordenamiento social ejercido por el Estado reubicó a la población y fijó lugares transitables según el género: por el Congreso o la corrida de toros solo podían desplazarse los hombres criollos y era mal visto que las mujeres se movilizaran o fueran solas (Del Águila 2003: 142-144). Por supuesto, el espacio público siempre significó para la mujer un peligro latente. A modo de ejemplo, dentro de la novela, Laura decide movilizarse a Moyobamba consciente de los riesgos que una mujer experimenta, sobre todo durante los viajes. Ante ello, cambia su indumentaria para disipar los estragos que podrían amenazarla: "Por consejo suyo vestíme de hombre, evitando así las dificultades infinitas que las faldas encuentran en todo, esencialmente en un viaje" (Gorriti [1876] 2006: 142).

Así, ocurrió una masculinización del espacio público, se establecieron horarios que limitaron el tránsito de las mujeres y se resignificaron lugares urbanos con el objetivo de disciplinar a la sociedad. Ello llevó a la asignación de rutas diferenciadas por donde podrían transitar los hombres y las mujeres.

3. La enfermedad como metáfora de represión

También interesa abordar el tema de la enfermedad y su uso metafórico, pues este camino vela una crítica que era mediada a través de personajes enfermizos. Con relación a la enfermedad como síntoma de descontento y contención social, Susan Sontag sostiene que, así como "la tuberculosis provenía de un exceso de pasión que afectaba a quien pecaba de temerario y sensual […], también se le atribuía a la represión, […] se explicaba a la tuberculosis como el estrago de la frustración" (2014: 32). Laura, quien padece de tisis, expresa que mejora su salud solo cuando se siente liberada de un cautiverio: "Pero cuando me hube convencido de que me hallaba libre de él, entreguéme a una loca alegría […] todo esto con el anhelo ardiente del cautivo que sale de una larga prisión" (Gorriti [1876] 2006: 14). La causa de la tuberculosis podría configurarse por los fantasmas descritos (mujer masculinizada, ángel del hogar, ilustrada del hogar o ilustrada pedante) y el control estatal sobre los desplazamientos de las mujeres. Todo ello limita el accionar social y acentúa el encierro y la ausencia de movilidad que Laura experimenta en el tratamiento de su enfermedad. Por extensión, el discurso social, científico y estatal generan en ella frustración y represión, ya que, al intentar explicar la singularidad femenina dentro del devenir nacional, imponen un estilo de vida que la recluye al espacio privado y la responsabilizan de la formación cívica de los ciudadanos. Asimismo, el Estado ha limitado su recorrido público y ha instaurado espacios por donde una mujer no puede transitar. En consecuencia, la mujer se "enferma" ante tales restricciones y responsabilidades, y solo puede alcanzar la salud escapando de aquellos espacios opresores. Así como la tuberculosis exige un urgente cambio de ambiente, Laura reconoce que "dando mi vida al espacio, y bebiendo todos los vientos" (Gorriti [1876] 2006: 2) logró alcanzar la tan ansiada vitalidad. Ella recurre a una acción "suicida" para el discurso médico (iniciar un viaje en ese estado la condena a la muerte), pero en realidad ataca de forma concreta a los mandatos sociales que la encadenan a la ideología dominante (fungir de ángel del hogar y velar por el cuidado de los hijos, la familia y los ciudadanos dentro del recinto doméstico). Por ello, Laura solo puede curarse partiendo, iniciando constantemente un nuevo viaje:

Laura se interrumpió de repente. El ahogo, resto de su cruel enfermedad, anudó la voz en su garganta, y le ocasionó un síncope que duró algunos minutos.

Prodiguéle socorros, y logre reanimarla.

—Pero, hija mía —la dije—, esto es horrible, y preciso es llamar al doctor P.

—¿Quieres que vuelva a caer en ese pozo de arsénico?

—¡Ha sanado a tantos ese remedio!

—El mío es el del Judío Errante, ¡Anda! ¡Anda!

—¡Partir! ¿No te cansa ese eterno viajar?

—Es necesario; pues que solo así puedo vivir. (Gorriti [1876] 2006: 75)

De igual forma, cuando Laura regresa a Salta, pese a que representa el lugar idílico de la infancia, su permanencia prolongada en un espacio reaviva la enfermedad. Por ello, ella debe partir nuevamente, debe seguir las "nómades prescripciones" que, más bien, son un ataque y una respuesta al enclaustramiento de la mujer que sostiene el discurso de la élite criolla.

A partir de la acción "suicida" del viaje, interesa notar dos aspectos ambiguos que son resueltos en la novela desde diversas posturas. El primero de ellos es el tratamiento confuso que propone el doctor para curar la tuberculosis. Laura debe tomar el arsénico, bebida que cura a algunos y mata a otros, como lo reconoce el mismo médico que la trata. La resolución de este efecto doble y contrario ocurre mediante la ciencia médica. Debido a que el doctor se respalda en el saber científico, soluciona dicha ambigüedad apostando por los efectos curativos antes que en los perjudiciales. Sin embargo, en el segundo caso, cuando narra el suceso particular del joven tísico que se curó a través del viaje, el doctor lo cataloga como una excepción, ya que el discurso médico todavía no ha podido explicar dicha situación. Por el contrario, Laura decide no seguir el mandato médico y se ampara en una decisión que no garantiza su cura; es decir, se apropia del otro "tratamiento" que se encuentra en los márgenes de la ciencia médica para alcanzar la salud. Como sostiene Vanessa Miseres, "en el intersticio que la anécdota deja entre la norma y su evasión, es donde Laura encuentra un camino hacia su cura" (2010: 169). Además, para Del Águila, "su pronta mejoría prueba la existencia de un cierto relativismo entre la cura y la enfermedad" (2011: 40). Entonces, la enfermedad y posterior fuga de Laura no solo ayudan a entender la forma en que el discurso masculino afecta al sujeto femenino y la respuesta del viaje como cura al enclaustramiento, sino que también evidencian la incapacidad de definir la función social de la mujer y su identidad dentro de la construcción nacional.

Esta lectura de la enfermedad como un deseo de libertad reprimido se debe aunar a otra que permita atravesar los fantasmas descritos para la búsqueda de un nuevo saber social. Es decir, además del deseo reprimido de libertad que evidencia la enfermedad, también interesa entender cómo esto se relaciona con la categoría de síntoma, definido como aquello que perturba y muestra una inconformidad en la inserción a la matriz social (Žižek 2012: 111). La tuberculosis no solo es una muestra de descontento ante los fantasmas que limitan el accionar femenino; también es una forma de contrariar estos mandatos: una mujer enferma no puede cumplir a cabalidad los cuidados de la familia, sino que debe recibir los cuidados necesarios para su mejora. Esta enfermedad, en ese sentido, perturba el fantasma del ángel del hogar, pero también es lo que posibilita su escape hacia la búsqueda de otras dinámicas sociales que los fantasmas descritos no logran representar. Estamos, entonces, ante dos lecturas de la enfermedad: uno que evidencia el control fantasmático sobre el accionar femenino, y otro que permite la búsqueda de nuevas formas de configurar lo social a través del desplazamiento continuo de la protagonista debido a su complicada inclusión en lo social.

4. Laura y el atravesamiento de los fantasmas de la élite ilustrada criolla decimonónica

Como hemos mencionado, la protagonista se apropia de la historia menor de un joven tísico curado a través de los constantes viajes que este realiza, el cual es narrado por el mismo doctor que la atiende, para iniciar su escape. En el segundo capítulo de la novela, titulado "La fuga", antes de escabullirse de las "manazas de largas uñas" del médico, Laura le adelanta que se vestirá apropiadamente como una mujer sana y que frente a su transformación él será incapaz de reconocerla: "con un poco de esfuerzo para enderezar el cuerpo, y usted [doctor] con toda su ciencia, no reconocería a su enferma. – ¿Si? ¡Pobrecita!... Aunque se ocultara usted bajo la capucha de un cartujo, había de reconocerla. Qué disfraz resistió nunca a mi visual perspicacia…" (Gorriti [1876] 2006: 6). En el texto citado se observa que el médico reafirma el control corporal y la vigilancia de la "personalidad material" de su enferma gracias a sus conocimientos científicos. Cuando Laura, vestida de guante, saquito de piel de Rusia, con velo, y maquillada con polvos de arroz, emprende la fuga hacia el vapor del Callao, se encuentra con el mismo galeno que la atendía. Sin embargo, este, en lugar de reconocer a su paciente, empieza a piropearla y destacar su belleza.

Cuál fue mi asombro cuando lo vi contemplándome con un airecito más bien de galán que de médico; y que luego, cuadrándose para darme la vereda, me dijo con voz melosa:

—¡Paso a la belleza y a la gracia! No se asuste la hermosa, que yo no soy el coco, sino un rendido admirador.

¡No me había reconocido! (Gorriti [1876] 2006: 9)

En efecto, a través de la escena de fuga que la protagonista realiza para escapar de Lima, Laura atraviesa el discurso biologista que se sostiene en la ciencia, la modernidad y el progreso. Esta fantasía, como ya lo hemos mencionado, oculta el temor a la mujer ilustrada y las consecuencias para la nación, los cuales contribuyen a que la élite criolla constituya el fantasma de una mujer masculinizada, pues aseguran que si la mujer se desarrolla intelectualmente, puede afectar el desarrollo social que intenta construir el proyecto nacional republicano. La formación de ciudadanos sin amor patrio, la insubordinación de la mujer frente al marido, familias disfuncionales y carentes de amor, la excesiva natalidad de hijos en relación con las hijas, el desempleo generado por el acaparamiento del trabajo por parte de las mujeres, la pérdida de la belleza en la mujer, o, principalmente, el temor a perder o compartir el poder político y social generan que la élite criolla construya una pantalla fantasmática donde se percibe a la mujer ilustrada como una amenaza que debe ser erradicada o controlada.6 Insistimos en esta escena porque aquí es clara la doble faz de la fantasía al velar y crear el horror de la situación: la mujer masculinizada y la intelectual pedante son las formas manifiestas, las encarnaciones de la imposibilidad social, de la falla del sistema. Esta escena, por lo tanto, cuestiona el discurso científico al exponer dos conclusiones contradictorias sobre un mismo sujeto: el médico que afirma la enfermedad de Laura cuando ella se encuentra en su habitación resalta su belleza en la calle al pasar a su lado.

Más aun, Gorriti construye en la novela una narrativa contraria a toda esta orquestación discursiva que oprimía a la mujer y limitaba y controlaba su desarrollo social. La escena de la fuga interesa harto porque muestra, desde los inicios de la novela, el atravesamiento de los fantasmas (mujer masculinizada, ángel del hogar, ilustrada del hogar o ilustrada pedante) que la élite ilustrada criolla erigió sobre las mujeres. Yannis Stavrakakis sostiene que atravesar el fantasma "implica el reconocimiento de la falta o la inconsistencia en el otro que la fantasía enmascara […]. Nos ponen cara a cara con la representación lingüística de una imposibilidad irrepresentable (o de la imposibilidad de la representación). Y lo más importante es que esta imposibilidad puede ser expresada por medio de la representación misma" (2007: 190-191). En ese sentido, pasar a través del fantasma significa reconocer las inconsistencias que ocluyen los fantasmas, dar cuenta de esa imposibilidad, incluso a través de la representación misma que lo ocluye. En esta línea, sostengo que Laura logra este atravesamiento, muestra esta imposibilidad justo antes de salir de Lima. En un primer momento, el médico, a través del discurso científico, sentencia a la tísica como muerta en vida debido a los malos síntomas que presenta. No obstante, el mismo galeno, cuando transita por el espacio público, no la reconoce. Todo lo contrario, en sintonía con la idea de la mujer como el "bello sexo", ensalza la rara hermosura de la protagonista e incluso la piropea: "¡Paso a la belleza a la gracia! No se asuste la hermosa, que yo no soy el coco, sino un rendido admirador" (Gorriti [1876] 2006: 9). En esta escena, Laura sitúa frente a frente los discursos que simbolizan a la mujer y, precisamente, muestra la contradicción, la imposibilidad de relacionar ambos discursos al dar cuenta de ella: vale decir, la exaltación de la belleza de una mujer por el mismo médico que previamente la había sentenciado a muerte. Con ello, no se busca decir que una mujer bella no pueda estar enferma. En efecto, la literatura romántica decimonónica embellecía a los personajes a través de la tuberculosis (Sontag 2014: 26). Lo que se quiere notar en esta escena es que la doble percepción inviable que un mismo sujeto realiza sobre Laura socava la credibilidad del discurso médico en la que la nación se sostiene para controlar y supervisar el cuerpo femenino. En un primer momento, los anhelos de belleza que la protagonista enuncia representan para el médico síntomas de muerte, pues para él "esos anhelos fantásticos son endiablados síntomas de enfermedad" (Gorriti [1876] 2006: 7). Sin embargo, cuando estos anhelos se concretan y Laura se encuentra fuera del espacio privado, el doctor no reconoce a su enferma ni relaciona la belleza con su enfermedad, sino que exalta su hermosura a través de piropos. De esta forma, Laura atraviesa los discursos que buscan explicar la singularidad femenina al ridiculizar las conclusiones opuestas e inconsistentes que buscan aprehenderla y catalogarla. Gorriti inicia la novela demostrando que los fantasmas que representan a la mujer son contradictorios y limitan el papel femenino en su construcción dentro de la ciudadanía.

Sin embargo, también interesa notar la estrategia que emplea Laura para salir airosa del encierro doméstico e iniciar el tan anhelado viaje. Interesa porque representa la poética que emplea Gorriti en la construcción de su narrativa. En una carta escrita a Ricardo Palma, Gorriti opina sobre la novela de Mercedes Cabello, Blanca Sol, lo siguiente: "Yo no me canso de predicarles que el mal no debe pintarse con lodo sino con nieblas. El lodo hiede, y ofende, tanto al que lo maneja, como a quien lo recibe" (Gorriti 2004: 56). La propuesta de Gorriti prescribe una crítica femenina que sea velada y sutil sobre los males que corrompen a la sociedad. Laura reconoce que fingió los caprichos frente al doctor (quien previamente los calificó como malos síntomas), pero cuando los puso en práctica estos subvirtieron la primera apreciación del galeno (Gorriti [1876] 2006: 5). Ya ha anotado Francesca Denegri que el uso de la palabra "peregrinaciones" en el título de la novela es una estrategia de la autora para ocultar la destreza de narración en un género literario claramente masculino: "las mujeres se verán compelidas a adoptar sistemáticamente la máscara de la religiosidad para legitimar su presencia en la literatura de viajes. […] el alma triste —etérea, inmaterial y que trasciende a las particularidades de la historia y sus actores— se construye en oposición al narrador racionalista y poseedor del saber utilitario que caracteriza al autor" (2011: 49). Así como el uso de una práctica religiosa en el título de la novela enmarca la fuga de la protagonista en una acción aceptada socialmente para las mujeres, lo que impide cuestionar la actitud claramente transgresora ante el mandato médico, Laura también emplea una estrategia que enmascara su escape de la reclusión. El maquillaje que utiliza permite que se proyecte en ella la fantasía masculina de visualizar a la mujer como el "bello sexo" y logra salir de las garras del médico. Por ello, Laura, quien conoce de antemano la construcción identitaria masculina atravesada por el discurso decimonónico que consideran a la mujer como el "bello sexo", lo usa para escapar estratégicamente de su encierro sin ser percibida y, al mismo tiempo, muestra la inconsistencia de los relatos nacionales, pues sostienen conclusiones opuestas de la mujer.

5. Conclusiones

La tuberculosis, enfermedad que padece Laura, se sostiene como metáfora de represión ante los mandatos sociales que controlaban el desplazamiento y la educación femenina, las recluía en el ámbito doméstico con la finalidad de formar la educación ciudadana de los hijos y cuidar del núcleo familiar, y les impedía participar en la discusión sobre el proyecto republicano. Esta exigencia "enferma" a la mujer y generar efectos contraproducentes, por lo que necesitaría de mayor atención y cuidados para ejercer su labor. Sin embargo, esta enfermedad también permite iniciar el viaje interminable que ayuda a conocer nuevas relaciones sociales que no se encuentran dentro de los proyectos nacionales. Es decir, la enfermedad muestra, por un lado, la imposibilidad de representación de la mujer a través de los discursos de la élite criolla y, por el otro, ayuda a establecer lazos sociales con las comunidades que se encuentran en los márgenes o fuera de estos discursos. Así, el escape continuo y el viaje constante se convierten en el remedio necesario para "curar" a la mujer de los daños del discurso nacional. En otras palabras, antes de que la enfermedad termine destruyéndola y borrando —o imponiendo— su identidad femenina, la peregrinación, recurso solapado que apela a lo religioso para enmascarar y permitir el libre tránsito femenino, se constituye como respuesta y escape al enclaustramiento en el recinto doméstico del dictamen social y como una fórmula de relación con los grupos humanos que no se encuentran representados en los proyectos para lograr la modernidad.

Asimismo, la tuberculosis no es solo una metáfora de represión que "enferma" a la mujer. También, permite visualizar las inconsistencias de los discursos paternalistas que intentan explicar la identidad y las funciones sociales de los sujetos femeninos. Los fantasmas que intentan explicar a la mujer son socavados a través de la puesta en escena de dos miradas contradictorias durante la esencia inicial de la novela donde fuga la protagonista: el discurso científico médico examina y concluye que Laura morirá pronto, y el discurso que exalta a la mujer como el "bello sexo" sostiene que ella se encuentra sana y posee una hermosura peculiar. Este atravesamiento de los fantasmas, que evidencia la incompatibilidad de ambas lecturas sobre la peregrina, cuestiona las bases de los proyectos liberales criollos y le otorga libertad a la mujer para que sea ella quien descubra y narre su singularidad. Este nuevo proyecto se encuentra en constante renovación como un gesto simbólico autocrítico, pues no termina de establecer una representación social totalizadora. Por el contrario, la enfermedad como síntoma exige reconocer la imposibilidad de un sentido que busque representar a todos ciudadanos y abriga por reconfigurar los proyectos nacionales cada cierto tiempo (en cada nuevo viaje) con la finalidad de incluir a los nuevos sujetos que se descubren.

 

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1 En un reciente ensayo, Francesca Denegri (2017) contrapone los motivos de viajes masculinos y femeninos. En él se expone que los problemas personales por el que atraviesan las viajeras conminan su salida sin retorno. Por ello, su traslado es de constante supervivencia y carece de un itinerario definido. A diferencia del alarde y el prestigio del viaje emprendido por los intelectuales, las mujeres deben ocultar el conflicto que origina su andar.

2 En este punto, Carlos Sanhueza sostiene que el viaje de las mujeres "se transformaba en un gesto de ruptura, aunque también en un momento de hallazgos" (2007: 378).

3 La frenología, actualmente considerada una teoría pseudocientífica, fue desarrollada por el alemán Franz Jospeh Gall a principios del siglo XIX. Esta sostenía que "las zonas cerebrales relacionadas con la inteligencia y la creatividad eran más desarrolladas en el hombre y las de la afectividad más desarrolladas en la mujer" (Jagoe 1998: 122). Asimismo, los craniólogos "creían que puesto que la masa encefálica de la mujer relativa a su tamaño era menor que el hombre, era menos inteligente que él" (Jagoe 1998: 122). Estas propuestas positivistas sostienen una "limitación biológica" del cuerpo femenino para aprender o incursionar en campos u oficios claramente "masculinos".

4 En el Perú, la nueva Ley de Educación promulgada en 1855 por Ramón Castilla permite una clara división de la educación en tres niveles: primaria, secundaria y superior. A través de la absorción de los Colegios profesionales por parte de la naciente Facultad de Medicina de la Universidad San Marcos, se institucionaliza la medicina en aras de proteger la salud pública. Para mayor detalle, véase Salaverry (2010).

5 Al respecto, Jorge Basadre anota que no es hasta 1855 que la educación de la mujer se consolida a través del colegio de niñas de los Sagrados Corazones. No obstante, esta instrucción era privada y estaba dirigido a la alta clase limeña. Asimismo, los cursos que se dictaban eran enfocados en el correcto desarrollo doméstico y social de la mujer (Basadre 1983: 316).

6 El temor descrito se evidencia en el discurso realizado por Benicio Álamos González en octava velada:

La revolución que voi a proponerles no será violenta. No habrá soldados, ni armas, ni batallas sangrientas. La revolución que voi a proponerles no levantará odios ni rencores. No derrocará gobiernos; no destituirá empleados; no perturbará el orden; no servirá intereses personales; no atacará la propiedad material; —ni aun, siquiera, intentará arrebatarles a los demás hombres el derecho que tienen a su conciencia i a su espíritu, cosas ambas, que hoi dia unos tratan de estafar en nombre de los intereses sociales i otros en nombre de los intereses divinos(1892: 348).

 

Recepción: 11/04/17

Aceptación: 09/03/18

 

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