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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.45 no.2 Lima jul./dic 2021

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.202102.017 

Reseña

Alejandro Sánchez Lopera. José Revueltas y Roberto Bolaño. Formas Genéricas de la Experiencia. Raleigh: A Contracorriente, 2017. 276 pp.

1Universidad Nacional de Colombia, - Colombia, pcordobag@unal.edu.co

¿De qué es capaz un texto? ¿Qué es capaz de suscitar un texto? Ambas preguntas, más que estructurar una investigación, como de hecho estructuran la expuesta en el libro José Revueltas y Roberto Bolaño. Formas Genéricas de la Experiencia, de Alejandro Sánchez Lopera, son dos interrogantes provocadores que cuestionan por cuán lejos es capaz de llegar el pensamiento de alguien con respecto a la lectura del mundo, del “texto del mundo” (Gadamer 2000).

A partir de este par de cuestionamientos planteados por Sánchez en su investigación, surgieron los seis problemas que analiza su obra: la soberanía no territorial, las imágenes del pensamiento, el derecho a la crueldad y el ejercicio de la memoria, la memoria no psicológica y el pensamiento, la relación entre fascismo y sadismo, y el tránsito del letrado al calculista. Cada uno de estos temas es abordado por el autor desde una lectura de las obras y contextos de José Revueltas (México, 1914-1976) y Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003). Sin embargo, mientras que los tres primeros problemas son estudiados a partir de Revueltas (Revolución mexicana y 68 en México), los tres últimos lo son desde Bolaño (Golpe Militar en Chile, 1973).

Todo este esquema de análisis contribuye al interés principal de Sánchez: trazar formas genéricas de la experiencia en América Latina, en términos antimoralistas, y vinculando la literatura y los análisis literarios a la filosofía y a la historia, pues este autor entiende bien que todo proceso investigativo legítimo exige centrar la atención en elementos extraliterarios que rebasan todo texto, elementos que difícilmente pueden identificarse estudiando únicamente autores u obras; es decir, exige poner atención sobre las fuerzas sociales que determinan la verdad de un texto, ya que ninguna verdad le viene al texto gracias a sí mismo.

Ahora bien, ¿qué debe entenderse por antimoralismo en la obra de Sánchez? La moral es asumida por este autor como un conjunto de compulsiones y hábitos humanos determinados por prejuicios también humanos. Esta idea de moral se sustenta en la definición nietzscheana de moral como coacción humana. En consecuencia, el antimoralismo se refiere aquí a una forma de dilucidación de prejuicios que permite un desocultamiento de las fuerzas nobles o viles que constituyen a los “objetos”. Específicamente hablando, la perspectiva antimoralista de Sánchez apunta al desciframiento de las fuerzas moralizantes que subyacen en los problemas abordados dentro de su propia obra.

Una vez reconocida esta perspectiva, es posible comprender mejor la intención primaria del autor cuando acude a las obras de Revueltas y Bolaño no para pensarlos a ellos como escritores latinoamericanos (la sola idea de territorializarlos geopolíticamente le resulta chocante a Sánchez), sino para pensar con ellos la manera como el mundo se nos presenta tal cual es, con sus crueldades y bondades, con su oscuridad imperante y sus ráfagas esporádicas de luz que permiten vislumbrar vagamente la realidad de las cosas.

Así, a lo largo del primer capítulo, Sánchez estudia el problema de la soberanía durante los enfrentamientos entre las diferentes facciones de la Revolución mexicana para señalar, siguiendo la novela El luto humano de José Revueltas, que aquello que estaba en juego durante dicho proceso no era solamente el asunto de la ocupación y productividad de la tierra, garantizado por el monopolio de la violencia en México (base del Estado, ¡soberanía clásica!), sino también el derecho a lo que Sánchez denomina “soberanía genérica”, una soberanía de carácter impersonal en la cual el humano y la tierra se hallan estrechamente vinculados, a tal punto de que se entremezclan en una sola totalidad que podemos denominar como “mundo”. Esto le brinda otra imagen a la Revolución, donde se excluye la interpretación reduccionista que la ve moralmente como parálisis histórica y repetición sin sentido, para abrir paso a una imagen de la Revolución como revolución en movimiento, aún no acabada incluso en la actualidad.

El segundo capítulo, por su parte, explora la faceta de compositor cinematográfico de Revueltas. De allí surge, gracias al estudio de la novela Los Errores, una imagen de América Latina entendida metafóricamente como una isla en constante devenir. Con este cambio de concepción del continente a isla, América Latina puede empezar a pensarse como un plano donde se despliegan fuerzas que provocan tanto admiración como repulsión, y que muestran lo intolerable que puede llegar a ser el mundo, sin desconocer que nosotros mismos somos parte de él, que nos entremezclamos con él y en él. Aquí, Sánchez deja claro que no se trata, entonces, de intentar reparar al ser humano porque es defectuoso, como lo creía el movimiento de la filosofía latinoamericanista (Dussel 2007: 76), más bien, se trata de aceptar su carácter errático, el cual no procede de un pasado de sometimiento colonial -como lo creen los estudios postcoloniales (Knauß 2012: 223-224)-, sino del hecho mismo de ser humano.

Ya el tercer capítulo se dedica a la reflexión sobre el caso de Tlatelolco (México, 1968). Allí el autor muestra que, frente a Tlatelolco, no estamos ante un exceso de fuerza estatal que pretendía reestablecer un orden desestabilizado por una revuelta estudiantil influenciada por el comunismo internacional. Por el contrario, estamos ante una pugna por el derecho de crueldad que normalmente tiene lugar en la relación artificial entre deudor/acreedor, más que ante una pugna por el derecho del uso legítimo de la fuerza. En Tlatelolco, por tanto, encontramos un ejemplo claro en el cual se manifestó un derecho de crueldad sustentado en una “deuda” que fuera adjudicada injustamente a los manifestantes: se les culpó de traición a los ideales de la Revolución mexicana (¡continuidad de la Revolución!) y el Estado procedió a ejercer la violencia respaldada por el mecanismo moral de la deuda, mecanismo que permanecería vigente incluso muchos años después de los sucesos de Tlatelolco, en las persecuciones a futuro de cualquier posible levantamiento en contra del Estado mexicano que fuera supuestamente impulsado por el comunismo.

En este punto de la reconstrucción, y con miras a pasar al cuarto acápite, que, en realidad, no es más que la segunda parte del problema que aborda el tercer capítulo (el derecho de crueldad y la memoria), es posible vislumbrar el juego entre continuidad y devenir que logra captar Sánchez en su investigación. Como se puede evidenciar, Revueltas traza una continuidad antimoralizante entre Revolución mexicana y 68 en México (pasando incluso por los desmanes causados por la huelga ferrocarrilera de los años 50 en México). Todo con el objetivo de mostrar que los levantamientos estudiantiles respondían a la materialización de un hecho teórico constante, como era el descontento de la clase obrera por su falta de independencia en México.

El cuarto capítulo, entonces, es una disputa con las perspectivas reduccionistas que intentan homologar historia y narración (White 1990: 2), acontecimiento y lo que de él se dice, y que mueven el acontecimiento de la materialidad a lo “espectral”, lo cual permite caracterizar el 68 mexicano como un hecho utópico e idealista, sin situación geográfica ni temporal. En consecuencia, la propuesta de Sánchez en este segmento de su investigación apunta a recuperar la materialidad del acontecimiento por medio del acto profundo (forma de explicación histórica) de Revueltas, el cual es capaz de llevar la memoria sobre el 68 en México desde el testimonio hacia la inmemorialidad. Esto quiere decir que Sánchez pretende -siguiendo la novela Hegel y yo- que se presente dicho acontecimiento no como una herencia (fantasma, espectro) que debe ser recibida por las generaciones posteriores a él, ni como algo que ha de reconstruirse a cabalidad, sino como algo propenso a ser su reconstruido colectivamente en retrospectiva, llevando así la noción de memoria hacia una concepción donde se la asume como algo no voluntario y no privativo, puesto que se quita al sujeto testimonial del centro del acto de rememorar, y se pone a la colectividad y al recuerdo imperecedero -conservado en ella- en la base de ese rememorar.

No obstante, el problema de la memoria abordado por Sánchez no se resuelve en el segmento de su obra dedicado a Revueltas, por eso dedica el quinto capítulo a seguir profundizando en el tema desde otra perspectiva: la de Roberto Bolaño. Siguiendo la particularidad de Auxilio Locoutre, el personaje principal de Amuleto, Sánchez se dedica a reflexionar sobre la “memoria genérica” que trata de asuntos inmemoriales, de asuntos preservados en las cosas -en el mundo mismo- debido a que tuvieron lugar en cualquier pasado, pero sobre todo se centra en asuntos que pueden repetirse o están por venir. En este sentido, Auxilio es el mejor ejemplo de lo que sucede cuando la voluntad libre (libre elección ilimitada) abre paso a la voluntad de poder (posibilidad de elegir con base en fuerzas propias limitadas) nietzscheana: cuando Auxilio decide ir al mundo para rememorar y sanar, cambia su forma de rememorar, pues el tiempo deja de dividirse convencionalmente (pasado-presente-futuro) y su rememoración pasa a dirigirse a los movimientos futuros: ¿cuándo ha de repetirse el pretérito? Esto sin duda alguna constituye una forma integral de concebir la memoria: aquí el espacio de experiencia (pasado) y el horizonte de expectativa (futuro) (Koselleck 1993: 335-336) se funden para permitir una interesante forma de aproximación histórica al mundo.

Ahora bien, cuando Sánchez salta, en el sexto acápite, de la memoria al problema de la relación entre fascismo y sadismo, lo hace partiendo del texto Estrella distante de Bolaño. Según Sánchez, en aquel relato se anuncia el encuentro entre dos tipos de derecha que confluyeron en Chile en 1973: la estético-mítica (fascismo y sus puestas en escena) y la materialista (capitalismo y sus formas de estandarización humana), ambas sustentadas por una máquina sadista de influencia. La estructura del proceso dictatorial chileno que reconstruye Sánchez para llegar a esta afirmación versa sobre tres momentos interconectados: el fascismo, que debe ser leído afirmativa y antimoralmente como una fuerza natural deseante y racional (masas e individuos participan en y de ella), permitió y justificó legalmente el sadismo (negación de la otredad) en Chile, lo cual creó las condiciones necesarias y suficientes para la dictadura en ese contexto, pues, con la eliminación de cualquier noción de otredad, se abrió paso al proceso de mercantilización humana (personas reducidas a objetos o propiedades) que garantizó el ascenso del capitalismo en el entorno chileno.

Pero ¿qué permitió la continuidad del capitalismo en Chile? Todo el último segmento de la obra de Sánchez se dedica a responder este cuestionamiento, para lo cual el autor acude a pensar la relación entre catolicismo (Opus Dei) y capitalismo (neoliberalismo) en Chile. A su juicio, en el Nocturno de Chile, Bolaño muestra que el ascenso del neoliberalismo durante la dictadura de Augusto Pinochet fue posible porque se presentó un cambio de mentalidad moral y económica en el contexto chileno, impulsado por la doctrina religiosa del Opus Dei, lo cual permitió que emergiera una élite intelectual y tecnocrática apoyada política y económicamente por la junta militar chilena.

Además, el tránsito de los letrados chilenos hacia la condición de money doctors fue fundamental para sustentar la dictadura en ese país, dado que el régimen de Pinochet hizo del intelectual no solo un cómplice por omisión de las atrocidades sádicas ejecutadas por el Estado, sino que prácticamente lo expulsó del esquema sadofascista, con el fin de obligarlo a replantear sus ideales si quería recuperar después su lugar privilegiado en la sociedad chilena: el letrado debía convertirse en calculista o nunca más formaría parte de Chile.

En suma, conectando todo lo reconstruido hasta aquí, resulta posible presentar la conclusión a la cual llega Alejandro Sánchez Lopera al final de su obra: existe un lugar ideal que la humanidad construyó para sí e hizo llamar “mundo”, pero no cabe duda de que ese artificio lo único que hizo fue ocultar muchas atrocidades humanas que, sin duda alguna, también forman parte del mundo. Por ende, pervive aún en la actualidad una tarea imprescindible para el pensamiento: intentar devolver al mundo su verdadero aspecto, tal y como lo hace Sánchez en su destacada obra, donde sigue el llamativo sendero de reflexión trazado por José Revueltas y Roberto Bolaño.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Dussel, Enrique (2007) Materiales para una Política de la Liberación. México: Plaza y Valdéz. [ Links ]

Gadamer, Hans-Georg (2000) Gadamer erzählt die Geschichte der Philosophie. Dir., Rüdiger Safranski. TV-Reihe. 169 Min, en MP3-CD. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=rwwdGTBcsq0Links ]

Knauß, Stefan (2012) “¿Hay una filosofía postcolonial en América Latina? Fuentes y argumentos de la contra-hegemonía”. Astrolabio. Revista internacional de filosofía. 13, 219-226. [ Links ]

Koselleck, Reinhart (1993) “«Espacio de experiencia» y «horizonte de expectativa». Dos categorías históricas”. En Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Trad., Norberto Smilg. Barcelona: Paidós, 333-357. [ Links ]

White, Hayden (1990) Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticism. Baltimore: John Hopkins University Press. [ Links ]

Recibido: 09 de Noviembre de 2020; Aprobado: 04 de Julio de 2021

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