1. INTRODUCCIÓN
En este artículo me propongo explicar el fenómeno del reordenamiento de exponentes morfológicos en la concordancia verbal del quechua ayacuchano. En primer lugar, brindaré datos, extraídos a partir de elicitación y juicio gramatical, sobre el paradigma morfológico de la concordancia verbal de verbos transitivos en presente, pasado y futuro y, luego, resumiré las ocurrencias generales de dichos patrones. En el siguiente acápite discutiré brevemente algunos alcances sobre el reordenamiento de morfemas en el quechua (Muysken 1988a; van de Kerke 1996; Lakämper y Wunderlich 1998; Adelaar 2009; Myler 2016) para concluir que estos son insuficientes y es necesaria una aproximación a partir de rasgos morfosintácticos. Antes del análisis, en 4, brindaré conceptos generales sobre la morfología distribuida (Halle y Marantz 1993) como teoría de realización de exponentes y operaciones sobre estos; luego, detallaré dos aproximaciones: la de Béjar y Rezac (2009) sobre la composición de los morfemas de persona; y la de McGinnis (1999) sobre la competencia de rasgos morfosintácticos de persona. En 5, brindaré algunas derivaciones sintácticas y de realización morfológica a partir de los supuestos mencionados. Finalmente, brindaré algunas conclusiones a partir del análisis propuesto.
2. DATOS GENERALES Y ESPECÍFICOS DE LA LENGUA
2.1. Datos de la lengua
El quechua ayacuchano forma parte de lo que se conoce como Quechua IIC, categoría en la cual están comprendidas, además de la variedad chanca, las variedades Cusco-Collao, boliviana y argentina (Cerrón Palomino 1987a). Sin embargo, tal como señala Itier (2016), la variedad chanca muestra rasgos fónicos y léxicos propios que la distinguen de la variedad cusqueña y, como he podido observar, existen fraccionamientos dialectales dentro de ella. A continuación, mostraré datos específicos de la morfología de la flexión verbal del quechua ayacuchano.
2.2. Los morfemas de flexión de tiempo
Existe un consenso entre los autores sobre los morfemas en la concordancia en quechua (Carlson de Coombs 1975; Soto Ruíz 1976; Cerrón Palomino 1987a; Gálvez Astorayme 1990; Zariquiey y Córdova 2008). Por ejemplo, todos están de acuerdo en que las formas sufijales de persona en verbos intransitivos son las siguientes:
Se advertirá, sin embargo, un contraste entre las formas intransitivas con las formas transicionales. Por ejemplo, algunos morfemas que se refieren a ciertos participantes no aparecen, como es el caso de sujeto de primera a segunda persona y objeto de tercera persona; luego, aparece el morfema posesivo nominal -yki, en lugar de -nki en la transición de primera a segunda persona; finalmente, aparece -su en la transición de tercera a segunda persona.
Veamos la flexión donde la raíz verbal ha sido omitida. He sombreado los casilleros donde ocurre el sufijo derivativo de voz reflexiva -ku, pues con el mismo no ocurren formas transicionales de sujeto a objeto. Por otro lado, no debemos confundir dicho -ku (que ocurre casi inmediatamente luego de la raíz verbal) con el -ku plural, que ocurre luego de los morfemas de persona, casi en la periferia de la flexión verbal. La columna de la derecha indica el sujeto y la fila superior el objeto:
El paradigma de tiempo pasado es el mismo; no obstante, la marca de pasado ocurre entre el sufijo de objeto y el de sujeto:
Por otro lado, en el paradigma de futuro se observan ciertas ocurrencias que no se encuentran en los paradigmas anteriores: el morfema de primera persona -sa(q) ante la segunda persona y la ocurrencia de -su(n) sin la presencia de -nki, como es usual. Ello nos ayudará a concluir ciertas generalizaciones sobre los morfemas.
A continuación, presento un resumen de los sufijos de los tres paradigmas (Tabla 5) y de los pluralizadores (Tabla 6):
En la Tabla 5, apreciamos que los morfemas de sujeto de primera persona son -ni para presente y pasado, y -saq para futuro. Mientras que en la flexión de primera a segunda persona simplemente no aparece. Por otra parte, el morfema de segunda persona sujeto siempre se realiza como -nki. Luego, el morfema de tercera persona sujeto se realiza como -n en presente o pasado y como -nqa en futuro. Colocamos -su(n) como realización de tercera persona sujeto, pero más adelante sostendremos que, en realidad, es un morfema transicional que no contiene información de tercera persona, sino del rasgo oyente. Finalmente, el morfema de objeto de primera persona es invariablemente -wa, mientras que el de segunda persona alterna entre -nki e -yki, siendo este último un índice de persona que puede ser usado tanto para marcar posesión como en la flexión verbal. Su aparición está contextualmente determinada por la información de persona del sujeto. Para el caso de la tercera persona, no existe morfema de objeto; es decir, no existe ni información morfosintáctica ni contenido fonético de un morfema pronominal de tercera persona.
En la Tabla 6 se observa que el morfema pluralizador -chik aparece cuando el rasgo oyente está presente; el pluralizador -ku aparece en los demás casos.
En líneas generales, el orden de morfemas en la flexión del quechua ayacuchano sigue la siguiente estructura:
Por ejemplo, en una oración donde obviamos los morfemas derivativos que podrían ocurrir tendríamos el siguiente orden de morfemas flexivos:
A continuación, brindaré algunas observaciones generales sobre los tres paradigmas verbales.
2.3. Generalizaciones de ocurrencias vistas en los paradigmas
2.3.1. Metodología de recojo de datos
Antes de brindar las generalizaciones sobre la flexión verbal del quechua ayacuchano, daré algunas precisiones sobre cómo se llevó a cabo el recojo de datos.
Los enunciados que extraje para el análisis forman parte de una tesis doctoral que comprende otros fenómenos de la concordancia verbal del quechua. La elicitación de datos fue realizada durante visitas a dos lugares: Sarhua, en la provincia de Víctor Fajardo, y Ayacucho, en la provincia de Huamanga, ambos distritos de la región Ayacucho. Estas entrevistas se llevaron a cabo en los años 2018 y 2019. Por otro lado, las consultas a los hablantes fueron realizadas con su consentimiento, respetando los protocolos éticos de investigación. A continuación, presento los datos de los informantes y las abreviaciones que usaré para identificarlos:
2.3.2. Aparición canónica de objeto -sujeto
Siguiendo un orden derivativo de la sintaxis, debe cumplirse el principio de espejo de Baker (1985), el cual afirma que la aparición de los morfemas flexivos refleja el ensamble de constituyentes uno tras otro en la sintaxis. El autor propone un ejemplo del quechua:
Así, se puede apreciar que el morfema causativo, dependiendo del lugar donde se encuentre, produce una interpretación de la agencia del participante. De la misma manera, el morfema de objeto, al ser el argumento interno del verbo, se debe expresar antes que el del argumento externo, es decir, el orden sería Objeto-Sujeto. Es así que observamos que la aparición de morfemas de participantes en la flexión es objeto-sujeto.
Este orden también ocurre cuando interviene el morfema de pasado:
2.3.3. Aparición no canónica sujeto-objeto
Contra lo que hemos argumentado líneas arriba, existen ordenamientos que no respetan el orden esperado. Veamos el siguiente ejemplo:
trans 2
Por deducción, podríamos decir que el morfema -su es el exponente de tercera persona. Sin embargo, Myler (2016) -contra Lakäpmer y Wunderlich (1998) y van de Kerke (1996), quienes proponen un solo morfema -sunki de 3S sobre 2O- argumenta que, en realidad, es un morfema de segunda persona, ya que -su y -nki aparecen independientemente uno del otro: -nki aparece como segunda persona sujeto y -su(n) como persona objeto, separados de otros afijos por el adverbial -pti; ello es sustentado a partir de un ejemplo de Hoggarth del quechua cusqueño:
Con tal ejemplo, Myler afirma que las cláusulas subordinadas también están sujetas a la anomalía de marcado de sujeto - oyente, lo que explicaría el marcado de sujeto del verbo waqya- ‘llamar’; es decir, el sujeto emerge con rasgos de oyente. No obstante, a ello debemos contrastar con el ejemplo del tiempo futuro:
-n3
Como se puede observar, aquí -su aparece sin la ocurrencia de -nki. Por otro lado, en (8) tenemos un caso de flexión de futuro de 12 donde -su se emplea como exhortativo y, además, se involucra a un oyente sin que aparezca el morfema -nki. Esto puede pluralizarse con el sufijo -chik:
Por tanto, no podemos determinar categóricamente que -su sea un morfema que represente a la segunda persona. Por otro lado, tampoco podemos afirmar que sea un morfema de tercera persona, pues este aparece en la relativización de sujeto, donde se emplea el morfema -q en lugar de concordancia de sujeto. Esto puede ser observado en el ejemplo (9), donde se relativiza una FD de tercera persona objeto (runata ‘al hombre’). A partir de casos como este deducimos que el sufijo en cuestión no es un morfema de concordancia de tercera persona, por lo cual decidimos llamarlo transicional en este trabajo:
2.3.4. No aparición de 1sujeto ante 2objeto
La realización del morfema -yki en la transición 1 a 2, es decir, la aparición del morfema posesivo de segunda persona, no implica la desaparición de la información sintáctica del morfema de 1 sujeto por dos razones. La primera es que, al requerir la pluralización de 1S, aparece el morfema de plural sin que este afecte al morfema de 2objeto; es decir, el plural surge a pesar de que el morfema de primera persona no es realizado. Para ello, contrastemos (10a) y (10b), donde en el último la primera persona contiene rasgo plural mas no la segunda.
La segunda razón es que, al contrastar con el paradigma de tiempo futuro, el morfema de 1S -sa(q) sí aparece (a la izquierda de -yki), lo que indicaría que a través de los paradigmas de tiempo presente y pasado sí hay una presencia de 1S a 2O en la sintaxis, lo cual no se evidencia en la morfología. Veamos el siguiente ejemplo (11) que tiene el orden sujeto-objeto:
2.3.5. Aparición de -su
El morfema -su aparece habitualmente ante -nki (de 3 a 2), como en (12a); sin embargo, ocurre también sin la presencia de -nki, como en -wa-su-n-chik de (3 a 12 de futuro), en (12b). Podemos observar que existe una transición de una tercera persona hacia una persona que incluye un oyente. Compárese, además, esta última forma con la primera persona exclusiva del futuro, donde no ocurre el rasgo oyente, en (12c):
Por tanto, no ocurre un morfema de tercera persona, sino un marcador de transición a segunda persona como objeto lógico. A ello, podemos añadir el caso del exhortativo. Recordemos el ejemplo (8) repetido aquí en (13):
2.3.6. No existencia de morfema 3obj.
Ebina (2012) sostiene que no puede haber un morfema de tercera persona objeto, incluso como uno desprovisto de contenido fonético pero con contenido semántico, debido a que la ocurrencia de un pluralizador de un supuesto pronominal de tercera persona haría agramatical la oración, como en (14c), a diferencia del caso de primera persona que vimos anteriormente, donde no aparece el morfema de primera persona pero sí su pluralizador:
En (14a) no ocurre el morfema de tercera persona objeto en una oración con flexión en singular. Si observamos (14b), a pesar de tener un objeto en plural, no es necesario el morfema pluralizador -ku, y si este fuese introducido, como en (14c), sería agramatical, pues -ku no operaría sobre un supuesto morfema cero, sino sobre el morfema de segunda persona -nki y sabemos que este se pluraliza con -chik.
3. ORDENAMIENTO EN DISCUSIÓN
Veamos antes algunos estudios anteriores sobre el ordenamiento de morfemas en el quechua de cuyos avances y debilidades pueden ser evaluados.
Muysken (1988b) argumenta que la interpretación de sufijos no adyacentes de persona y plural obedece a principios de formación de palabra y no de frase (sintaxis); es decir, la morfología es independiente de la sintaxis y opera con sus propios principios a través de restricciones de orden de sufijos y filtros de interpretación4. El autor sostiene su postura basándose en una serie de casos del quechua de Tarma en los que se viola la condición de subyacencia (Siegel 1977, citado en Muysken 1988b), según la cual ninguna regla de formación de palabras puede aplicarse a dos elementos (afijos) que pertenecen a ciclos distintos de la derivación dentro de la palabra. Como ejemplo, Muysken menciona el caso de los sufijos -rpu, el cual es seguido solo por el sufijo plural -pa:ku, y luego -rku- y -yu-, los cuales son seguidos alternativamente por -ri y -pa:ku. Cuando -rku-, -yu- y -rpu- son precedidos por un sufijo que termina en -…ku-, solo -ri es permitido. De esta manera, argumenta el autor, solo reglas de formación de palabras precedidas por restricciones de reajuste y filtros de interpretación pueden dar cuenta de estos casos de violación de subyacencia.
Muysken concluye, además, que incluso las formas flexivas del quechua pueden analizarse como sufijos derivativos para fortalecer su posición sobre el componente morfológico autónomo y separado de la sintaxis. Sin embargo, esto implicaría proponer principios o condiciones altamente costosas para la gramática de las lenguas tanto teórica como empíricamente. Proponemos, por otro lado, una operación de inserción léxica que obedece a un solo principio: el principio del resto o de subconjunto, el cual incluso es observable en la adquisición de lenguas.
Otra aproximación la proporciona van de Kerke (1996), quien muestra las dificultades que tendrían tanto una perspectiva lexicalista como la de la morfología distribuida (reajustes postsintácticos) para explicar una diferencia dialectal entre la variedad quechua cusqueña y la boliviana. Esto se debe a que la morfología distribuida podría explicar casos en los que los morfemas de número y persona, así como los de primera y segunda persona, son independientes (es decir, cumplen el principio de espejo de Baker (1985), como en el caso del quechua cusqueño), mientras que la variedad boliviana ya ha fusionado dichos rasgos en un solo morfema, por lo que sería adecuado analizar los morfemas como unidades léxicas indivisibles y no separadas. El autor, por tanto, descarta la idea del análisis a partir de la morfología distribuida para casos que aparentemente son lexicalizados. Sin embargo, no explora las operaciones postsintácticas posibles de acuerdo al abordaje de este constructo teórico, lo cual haremos más adelante.
Luego, Lakämper y Wunderlich (1998) sostienen que los marcadores de sujeto y objeto no son dos sistemas morfológicos independientes, sino que están sujetos a la restricción de objeto-sujeto, la cual consiste en que el objeto puede ser marcado separadamente del sujeto si el objeto refiere a la persona más alta en la jerarquía que la que refiere el sujeto. Estos autores proponen que las apariciones de los sufijos de persona objeto están condicionadas por la restricción de jerarquía o prominencia de persona: 1>2>3. Por tanto, los investigadores buscan una explicación fuera de la sintaxis para sistematizar las ocurrencias de los sufijos de persona y sus respectivos plurales.
Por otro lado, Adelaar (2009) sugiere que el orden inverso de los marcadores de persona obedece a la naturaleza defectiva del sistema pronominal de las lenguas, en este caso, el sistema de pronombres de objeto del quechua. Aduce, además, que este recurso reduce la complejidad del sistema de referencia pronominal en las lenguas. Aunque este último punto de la complejidad no es parte de nuestra explicación y de nuestros supuestos sobre el fenómeno del lenguaje ni tampoco la jerarquía de persona (distinta a la especificación de rasgos de persona que más adelante brindaremos), la defectividad del sistema pronominal es una razón más para proponer una explicación basada sobre la competencia y realización de exponentes y no una «inversión», pues de otro modo habría sufijos reordenados y lo que se aprecia es un reemplazo de exponentes por otros (de paradigmas distintos: nominal y exhortativo) que aparecen donde no deberían5.
Finalmente, Myler (2016) propone, para el análisis del ordenamiento de morfemas en la transición verbal del quechua, que el morfema de objeto es un clítico, el cual asciende a una posición superior a Frase Tiempo donde se ubica un núcleo funcional llamado «Clítico». Este tiene un rasgo de oyente no chequeado, por lo que solo recibiría clíticos con rasgo oyente. Por otro lado, el morfema de sujeto se trataría de un morfema flexivo, el cual es realizado a través de nodos funcionales de persona, oyente y participante posicionados arriba de Frase Clítico. No obstante, el autor sostiene, sin mayor evidencia, que el morfema -su es el exponente de segunda persona. Solo cita un ejemplo de Hoggarth (2004) donde -su y -nki aparecen independientemente en la variedad Cusco, donde «-su aparece como segunda persona objeto separada de otros afijos por el adverbial -qti». Por ejemplo:
Sin embargo, señala que en este ejemplo el adverbial también sufre la anomalía de marcado de sujeto como oyente, que consiste en la aparición de - yki, morfema de segunda persona, como sujeto en vez de tercera persona6.
Asimismo, sostiene que, en la variedad Cusco, -su aparece siempre a la derecha del morfema de tiempo pasado: maylla-(*su)-rqa-su-nki-chis, cuando lo que se observa en el quechua ayacuchano es la aparición a la izquierda: -su-ra-nki.
Por otro lado, argumenta que el marcador de sujeto puede descomponerse en al menos tres morfemas: -n es la materialización del núcleo de persona; -i es exponente del nodo funcional participante y -k es exponente del nodo funcional oyente. No obstante, Myler no llega a explicar los casos en los que el morfema flexivo de sujeto tiene realizaciones distintas a las propuestas, como el caso de tiempo futuro. En este paradigma, en el caso de la transición 1>2, aparecen ambos exponentes de 1 y 2 persona, contradiciendo la segmentación de Myler. Tampoco abarca la realización del clítico (o sujetos) en auxiliares.
Luego, Carlson de Coombs (1975:7) recoge casos en los que el sujeto es el que asciende al auxiliar ka- ‘ser’:
Una vez revisados los estudios anteriores, presentaré una propuesta que explica el reordenamiento de morfemas desde la óptica de la morfología distribuida; es decir, propongo un tratamiento de rasgos morfosintácticos de persona de los morfemas intervinientes y cómo operaciones postsintácticas trabajan sobre ellos para generar órdenes no esperados por la sintaxis.
4. COMPETENCIA ENTRE EXPONENTES COMO EXPLICACIÓN DEL REORDENAMIENTO
4.1. Morfología distribuida (Halle y Marantz 1993)
Resumiremos muy brevemente los basamentos teóricos de la morfología distribuida. Para Halle y Marantz (1993), en la sintaxis ocurre la operación de ensamble de constituyentes y, posteriormente, antes de la linearización de los objetos sintácticos (entendidos como rasgos morfosintácticos cuya dimensión es no lineal, sino jerárquica) y llenado de contenido fonológico (inserción de vocabulario), ocurren ulteriores operaciones como el sincretismo, el reordenamiento, la fusión, la fisión y el empobrecimiento de rasgos, que llamaremos «ajustes morfológicos». Finalmente, estos son enviados al componente sensor-motriz a través de la interfaz Forma Fonética:
Así, la sintaxis se encarga de componer objetos complejos a través del ensamble y la morfología reajusta los rasgos morfosintácticos de acuerdo a principios idiosincrásicos de cada lengua siguiendo principios computacionales. Sobre esto último, es importante explicar el principio de subconjunto, el cual explica gran parte de operaciones de la Morfología Distribuida.
Una vez ensamblados los constituyentes en la sintaxis, estos objetos complejos pasan a la morfología para ser «llenados» con información fonológica, para lo cual existen exponentes morfológicos que cumplen con los rasgos especificados por cada nudo sintáctico funcional. No obstante, suele ocurrir que dos o más exponentes morfológicos tienen el potencial de satisfacer los rasgos de nudo funcional; para ello, se sigue el principio de subconjunto, según el cual se aplican en primera instancia las reglas más específicas y, en última instancia, las más generales. Para nuestro caso, se insertan los morfemas más específicos en lugar de los más generales. Un ejemplo de ello en el español sería la inserción del morfema específico óptimo ante el contexto ‘mejor’ (adjetivo) > _______ (superlativo), antes que la regla general de superlativos el más______ (por ejemplo, *‘el más mejor’). Este principio está presente en las propuestas de Béjar y Rezac (2009) y McGinnis (1999) que explicaré a continuación.
4.2. Composición de morfemas de persona
Para Béjar y Rezac (2009), cada morfema de persona está organizado en paquetes de rasgos, encerrados en subconjuntos que reflejan clases naturales y relaciones semánticas de entrañamiento (ver Figura 2). Todas las marcas de personas incluyen un rasgo en común: π. Para el quechua, la primera y la segunda persona están especificadas como participantes del discurso, por lo que están agrupadas en exclusión de la tercera persona. Por último, la primera y la segunda persona se diferencian una de la otra por la especificación de primera persona hablante para algunas lenguas y oyente para otras. Así, identificaremos a lo largo de nuestro estudio a la persona 3 con el rasgo π, es decir, un rasgo defectivo de persona. Estos rasgos tienen naturaleza privativa, no binaria +/-.
Asumiendo la propuesta de Béjar y Rezac (2009) en consonancia con la geometría de rasgos de persona de Harley y Ritter (2002), asumimos que la composición estructural de los morfemas de persona se manifiesta de la siguiente manera7:
Para nuestro propósito emplearemos la estipulación de que los rasgos de persona son especificados en el núcleo v (núcleo funcional superior a la frase verbal donde ocurren los rasgos de persona objeto), y en el núcleo actor (núcleo funcional donde ocurren los rasgos de persona sujeto), de acuerdo a las consideraciones que mostraremos en el apartado 59.
4.3. Competencia de rasgos
McGinnis (1999), en su estudio del ojibwa, sostiene que el ordenamiento de morfemas en la concordancia no es sintáctico, pues si el movimiento argumental del objeto sobre el sujeto tiene efectos sobre la pronunciación en la morfología, debe tener también efectos en la sintaxis, específicamente en casos de ligamiento y de foco de los argumentos sintagmáticos. La autora sostiene que en su análisis del ojibwa la diferencia de marcado de caso y la flexión verbal no se correlacionan con una diferencia en fenómenos sintácticos de ligamiento y foco (el objeto lógico no liga al sujeto nominal), ni la flexión ni el marcado de caso tienen efecto sobre la interpretación de foco. Veamos rápidamente si las aseveraciones de McGinnis sobre los reflejos del movimiento en la sintaxis ocurren en el quechua.
4.3.1. Ligamiento en quechua
En quechua no ocurre el reordenamiento en caso de que un objeto lógico ligue a un sujeto luego de que el primero ascienda a una posición superior. Contraste las formas reflexivas de (18) con las de (19), donde hay un sintagma pronominal reflexivo que liga al sintagma de persona y el orden de sufijos en la concordancia permanece igual:
4.3.2. Foco en quechua
En el siguiente ejemplo vemos que el orden no canónico sujeto-objeto en la transición de 3 a 2 o de 1 a 2 no supone un movimiento sintáctico de foco de la segunda persona. Esto se puede observar en el hecho de que la presencia del constituyente Frase Determinante de la segunda persona en (20a) y en (20b) es prescindible y no tiene ninguna interpretación de foco, en comparación con (20c) donde sí hay un movimiento de foco de la Frase Determinante de objeto y el orden de sufijos detrás del verbo es la misma.
Por otro lado, McGinnis (1999) explica que, en los siguientes ejemplos de ojibwa (Rhodes 1979; citado en McGinnis 1999), los ítems léxicos subespecificados compiten por insertarse en los nodos sintácticos y gana el más especificado. En (21c) la segunda persona es más especificada10 que la primera persona, por lo que se observa el surgimiento del morfema de segunda persona antes que de la primera, pues el sujeto es menos especificado que el objeto. Entonces, el ítem que mejor satisface los rasgos del nodo ganará, sin importar si son los rasgos del morfema de sujeto o de objeto.
En vista de que no ocurren efectos de movimiento de objeto sobre sujeto, y que la inserción léxica es producto de la competencia entre morfemas especificados con ciertos rasgos, seguiremos la propuesta de McGinnis (1999) y Halle y Marantz (1993). También, de manera importante, seguiremos la especificación de rasgos de los núcleos funcionales de persona, propuesta por Béjar y Rezac (2009), lo que determina qué morfema se realiza en ciertas posiciones.
5. LA ESPECIFICACIÓN DE V Y PARTICIPANTE COMO FUENTE DE DISTRIBUCIÓN DE MORFEMAS EN QUECHUA AYACUCHANO
5.1. Definición de los núcleos v y actor
Para explicar la distribución de morfemas en el quechua ayacuchano, nuestra propuesta es que la especificación de rasgos del núcleo v es participante y π, mientras que el núcleo al que llamamos Actor está especificado con los rasgos oyente, participante y π:
Por lo tanto, para el quechua, el paquete de rasgos oyente, participante y π hacen referencia a la segunda persona; participante y π, a la primera persona; y π es un rasgo defectivo, no se refiere ni a la primera ni a la segunda, sino a «alguien más».
Entonces, las realizaciones de los morfemas están supeditadas por la especificación de los rasgos de los núcleos mencionados. Luego, definimos los morfemas involucrados en la concordancia del quechua con los rasgos que hemos expuesto:
5.2. Realización de morfemas en los núcleos
En seguida, proponemos la realización de los morfemas en las siguientes posiciones:
Los morfemas de sujeto aparecerán en el núcleo de actor. Este núcleo, al contener la especificación plena de rasgos, puede albergar morfemas de segunda, de primera y defectivos tanto de tiempo presente como de futuro. De manera crucial, se encuentra el rasgo de oyente, pues, gracias a este, la realización de los morfemas de objeto que contengan el rasgo oyente podrá efectuarse en ese espacio. Esto quiere decir que no se realizarán en la posición de concordancia de objeto, es decir, en el núcleo v, sino en actor, pues estos exponentes poseen mayor especificidad en la competencia de inserción léxica y serán los ganadores en la competencia contra otros menos específicos.
Por otro lado, el núcleo v, que alberga los rasgos participante y π, es el lugar donde se instancian los morfemas de objeto. No obstante, como se adelantó líneas arriba, el morfema con rasgo oyente no se realizará en este espacio, sino en el de actor. En cambio, los morfemas que cumplen con la satisfacción de rasgos en v son -wa, por un lado, y -saq por otro, siendo este último morfema de sujeto.
Veamos cómo procedería con el ejemplo Pay ñuqata qawa-wa-n ‘él me ve’.
5.3. Alomorfías -su-nki e -yki,
El morfema -nki sujeto/objeto debe realizarse en el núcleo Actor donde encontramos el rasgo oyente. Esto no supone un movimiento sintáctico ni de concordancia, sino una competencia de inserción léxica donde gana el más específico. En la posición de objeto solo se encuentra el morfema sin rasgo oyente, es decir, -wa. En posición de sujeto ocurren los morfemas de flexión vistos en las formas verbales intransitivas -ni, -nki y -n en presente de modo indicativo, y de futuro -nki, -nqa.
La situación del rasgo oyente en el quechua es destacable, pues determina la ocurrencia de un morfema en una posición no canónica en la morfología de la lengua. No obstante, la aparición de este morfema en dicha posición no está libre de manifestaciones irregulares. En primer lugar, cuando la segunda persona ocurre como objeto ante una primera persona sujeto, la manifestación del morfema no es -nki sino -yki. Esto podríamos tomarlo como una alomorfía irregular de la lengua ante el fenómeno de la ocurrencia del rasgo oyente, sin embargo, este morfema ya está presente en la lengua en el paradigma nominal de posesivos:
Por ello, la alomorfía de objeto de segunda persona ante sujeto de primera persona es la realización de un morfema perteneciente a otro paradigma de la lengua para marcar objeto y no sujeto en la flexión verbal. Esta defectividad se puede apreciar también en contextos de subordinación, en los que el marcador de flexión se realiza como posesivo y no verbal:
No formalizaré una explicación del fenómeno por falta de espacio, pero sí un esbozo. Este fenómeno, que muchos autores han analizado como nominalización, puede ser entendido como un recurso defectivo de la lengua al no poder asignársele caso nominativo al sujeto, en este caso qam ‘tú’, debido a la ausencia del núcleo tiempo que asigna este caso; el núcleo de aspecto -sqa está presente pero no asigna caso alguno. De igual modo, para el fenómeno de la transición de primera a segunda, la segunda persona gana por mayor especificación de rasgos, pero el rasgo nominativo es borrado en esta operación y emerge el sufijo nominal como un deíctico de la persona.
De la misma manera, podemos asumir que en -su-nki, -su es un morfema marcador de objeto y, debido a su presencia, el rasgo nominativo del exponente de segunda persona no es borrado o no necesita borrarse, por lo que emerge como -nki. Aunque tengamos que desarrollar el tratamiento de -su exhortativo con más detalle, mantengamos la idea de que -su no es propiamente un morfema de tercera persona, sino un marcador de objeto, recurso que emplea la lengua para diferenciarlo de casos de -nki como sujeto (ver Tabla 13) o como simple transición a persona oyente.
Veamos en los siguientes ejemplos la presencia de -su como marcador de transición (trans.) ante -nki.
La partícula -su, como morfema defectivo trasladado de otro paradigma (exhortativo), es realizada en la posición de objeto. Como recordaremos en los ejemplos de (9a) y (9b), -su contiene información de oyente, pues aparece en transiciones de 3 a 12 (inclusiva) y en el exhortativo, cuando el hablante se dirige a una segunda persona, situaciones en las que -nki está ausente. Por tanto, -su emerge, por defecto, como apoyo de transición a una segunda persona, e -nki se materializa en la posición de núcleo actor sin que el rasgo nominativo sea cancelado.
Veamos cómo se conformarían la oración Pay qamta maqa-su-r(q)a-nki ‘él te pegó’ según nuestra explicación.
6. CONCLUSIONES
Dadas las consideraciones expuestas en el presente artículo, no es posible darle un tratamiento enteramente sintáctico al ordenamiento de morfemas en la concordancia verbal del quechua ayacuchano, pues cualquier movimiento de constituyentes indicaría que se tratan de movimientos de frases o núcleos con efectos sintácticos no deseados. Por otro lado, considerar clíticos o morfemas que puedan moverse a través de operaciones de ensamble interno requeriría modificar la naturaleza de los morfemas involucrados, los cuales son, desde la observación del paradigma de un verbo intransitivo, morfemas flexivos.
Para el análisis hemos tenido que establecer y definir morfemas que ocurren en los paradigmas. En este sentido, -su(n) e -yki vendrían a ser marcadores de objeto para la realización en posición no canónica de morfema de segunda persona objeto, realizados de acuerdo a operaciones de inserción determinadas por el contexto morfosintáctico en el que se encuentran. Para esto, hemos propuesto la competencia entre morfemas máxima y mínimamente especificados para llenar los núcleos especificados idiosincrásicamente para el quechua.
Hemos caracterizado la especificación de rasgos de Actor y de v como locus que ocupan los morfemas de concordancia de persona. Esta idea parte del modelo de concordancia cíclica, el cual parametriza las pruebas especificando los rasgos que cuentan para establecer una concordancia con los argumentos internos o externos. La competencia de morfemas por insertarse en determinadas posiciones también obedece a la especificación de rasgos de los núcleos que, en cierta forma, parecen ser las pruebas de chequeo y movimientos en la sintaxis.