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Lexis

Print version ISSN 0254-9239

Lexis vol.46 no.2 Lima July/Dec. 2022  Epub Dec 22, 2022

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.202202.005 

Artículos

Ironía y creatividad léxica durante la pandemia del coronavirus

Irony and Lexical Creativity during the Coronavirus Pandemic

Félix Rodríguez González1 

1Universidad de Alicante - España, frodriguez@ua.es

Resumen

El propósito de este artículo es examinar algunos de los repentinos cambios registrados en el léxico español europeo en tiempos recientes, especialmente durante la pandemia del coronavirus. Debido a las fuertes vivencias durante el periodo del confinamiento, los procesos lingüísticos tienen un carácter emocional y un tinte político muy marcados, y responden a motivaciones semánticas y morfológicas. Por un lado, sobresalen recursos habituales en la retórica política como son el eufemismo y sobre todo el disfemismo, que por vía metafórica propende a la ironía y el humor. Por el lado de la morfología, y encaminados a ese mismo fin, destacan los “cruces léxicos”, y las distorsiones y creaciones léxicas a partir de siglas.

Palabras clave: lexicografía; formación de palabras; sociolingüística; español; disfemismo

Abstract

The purpose of this article is to examine some of the sudden changes that have recently taken place in the European Spanish lexis, especially in times of the coronavirus pandemic. Due to the strong feelings that arose during the lockdown period, the linguistic processes registered have a marked emotional character and a political tinge, and respond to semantic and morphological motivations. On the one hand, usual resources in political rhetoric stand out, such as euphemism and, above all, dysphemism, which by metaphorical means tends towards irony and humor. From the morphological angle, the same end, blends and lexical creations based on acronyms stand out.

Keywords: lexicography; word-formation; sociolinguistics; Spanish; dysphemism

1. Introducción

El mundo actual está sufriendo una grave epidemia producida por el betacoronavirus SARS-CoV-2 conocido como COVID-19 que, desde finales de 2019, se ha instalado de manera repentina e inesperada entre nosotros alterando drásticamente nuestras vidas y el normal desarrollo político y social. La “epidemia” no conoce fronteras, tiene un alcance casi universal, y ha superado el récord de víctimas de décadas pasadas, de ahí el calificativo de “pandemia” (del griego pan ‘todo’, demos ‘pueblo’ y el sufijo -ia¸ que expresa ‘cualidad’)1. Este es un término viejo que, desde la gripe de 1918 (“la gripe española” se la llamó2), ya casi habíamos olvidado.

El seguimiento de la pandemia en los medios de comunicación nos obliga a familiarizarnos con numerosos términos técnicos relacionados con la sanidad y las medidas preventivas también de tipo social y político emprendidas para combatirla. A este tecnolecto, que nos es impuesto desde arriba, por la administración y las autoridades sanitarias, y que circula por la prensa generalista sin distinción de ideologías, se suma un extenso léxico y una fraseología de carácter informal y coloquial, acuñadas y divulgadas por el hombre común en sus conversaciones diarias y a través de las redes sociales. Debido a las restricciones a las que se ven sometidos los hablantes en su quehacer diario, estas formaciones léxicas a menudo se presentan con dosis de humor e ironía, y conllevan una notable carga ideológica cuando son empleadas por los más críticos con la pandemia. El resultado es un vocabulario repleto de neologismos y voces sinónimas, que giran en torno a conceptos básicos muy repetidos que se renuevan constantemente. Lo mismo sucede en el argot, sobre todo en ámbitos juveniles y contraculturales, siguiendo procesos que Halliday (1978: 165) denomina “relexicalización” y “sobrelexicalización” (ver Rodríguez González 1989, 2002). Como ocurre con la mayoría de los neologismos que surcan nuestro lenguaje diario, en sus variados registros, sus principales orígenes están ligados a fuentes de procedencia anglosajona y alcanzan su mayor difusión a través de las agencias de prensa de habla inglesa. De hecho, las más importantes recopilaciones del léxico pandémico se han realizado en este idioma y han sido obra de estudiosos del argot británico y norteamericano3.

Dada la condición de “lingua franca” que tiene el inglés, buena parte de esta terminología ha rebasado su ámbito original y ha traspasado fronteras, y ha sido tomada en préstamo por otras lenguas europeas en forma de anglicismos o calcos. La influencia se aprecia, sobre todo, en las que tienen un sustrato latino, como el francés, italiano y el español.

1.1. Objetivos y metodología

Siguiendo la estela marcada por la bibliografía inglesa, el objetivo de este artículo es ofrecer un examen más detallado de algunas de las inevitables voces que conforman la jerga técnica utilizada en español, señalando el significado social de las que han pasado al uso diario para referirse a los principales conceptos relacionados con la pandemia y la lucha contra el virus. Asimismo, incluiré algunas expresiones familiares sinónimas empleadas de modo alternativo con fines expresivos. Bajo esta óptica y de manera particular, ofreceré también una relación de un buen número de epítetos despectivos e insultantes que rodean a los protagonistas de su gestión, que ha corrido, sobre todo, a cargo de la administración central del Gobierno de la nación. En ambos casos, se ha dado preferencia al léxico que exhibe rasgos intencionadamente irónicos y humorísticos, que resultan de lo más llamativos, especialmente en el ámbito de la prensa política.

El léxico aquí recopilado se ha nutrido mayormente de la lectura asidua de la prensa diaria, procedente de fuentes muy variadas: de tipo generalista, entre ellos los llamados periódicos de calidad (como El Mundo y La Razón.); de la más crítica propia del periodismo digital (Vozpópuli, Periodista Digital, Libertad Digital, elespañol.com, Público, etc.); y de algunas cadenas de radio como COPE. Algunos diarios como El País4 y cadenas de TV de prestigio como La Sexta no han dejado mucho espacio para una crítica acerada y ello se refleja en el léxico, especialmente en el de caracterización personal, como el que aquí se pone de manifiesto. Entre las secciones periodísticas más proclives a la injuria y la descalificación política destacan dos tipos de textos: los blogs de algunos columnistas de prestigio y los de lectores anónimos que, bajo el disfraz de sus alias, pueblan los comentarios que siguen a determinadas secciones de opinión en las redes sociales.

2. Terminología médica

En un tema referido a la pandemia, el principal campo semántico relacionable lógicamente es la medicina. Para empezar, está la propia ‘enfermedad por coronavirus’, traducción literal al castellano de su acrónimo inglés originario COVID-19 (coronavirus disease 2019). Se emplea tanto en femenino, por asociación con ‘enfermedad’, como en masculino, al referirse por metonimia al ‘virus’ que lo causa5. El número 19 hace alusión al año en que se descubrió la pandemia, 2019, en Wuhan (China). Se trata de una enfermedad fuertemente infecciosa causada por un virus, conocido con las siglas SARS-CoV-2. Por su emplazamiento se le conoce también en el argot como “el virus de Wuhan” y el “virus chino”6.

Etimológicamente, virus procede del latín virus, -i, que significa ‘ponzoña’, cuya primera documentación en la Academia es de 1817 (véase Corominas y Pascual 1983). Coloquialmente, es común referirse al de la pandemia como “el bicho”, es decir, un animal pequeño, un insecto, casi invisible, pero con aviesas intenciones7. La retórica anglosajona recurre a la metáfora “Invisible Enemy”, al que hay que derrotar, y así aparece personalizada, por ejemplo, en los discursos políticos de Donald Trump (véase Lillo 2020: 413-414).

Como medida de protección, genéricamente se alude al EPI (equipo de protección individual), del inglés PPE ( personal protective equipment), expresión difundida en los últimos tiempos, pero de vieja prosapia en la jerga médica (véase Paton 2020). Con ella, se denomina a los guantes o mascarillas de uso médico o individual con el fin de prevenir la enfermedad en el paciente. Deben estar certificados como productos sanitarios (PS), de acuerdo con regulaciones oficiales.

Las mascarillas (diminutivo de máscara), son de doble tipo: las quirúrgicas, empleadas por los profesionales en los quirófanos, que técnicamente no se consideran EPI; y las más comunes, aplicadas al conjunto de la población, las que se conocen con una babel de siglas difíciles de comprender para el hablante común y que responden a diferentes grados de eficacia: mascarillas FFP1, FFP2 y FFP3/N95/KN95. En el argot popular son conocidas como “tapabocas” o “cubrebocas” (“barbijo” y “nasobuco” en algunas zonas de Latinoamérica), y, entre algunos negacionistas, “bozales”8.

Dos son los métodos utilizados para diagnosticar el virus. Uno de ellos es la PCR (del inglés polymerase chain reaction ‘reacción en cadena de la polimerasa’), empleado ampliamente en los laboratorios de microbiología para localizar un fragmento de material genético de un patógeno que, en el caso del coronavirus, es una molécula de ARN ampliada posteriormente para su análisis. La prueba fue inventada en 1983 por el bioquímico norteamericano Kary Mullis en la Cetus Corporation, lo que le valió el premio Nobel en 1993. Es la prueba más efectiva, pero como su diagnóstico requiere varios días de duración, actualmente se utilizan tests rápidos mediante extracción de sangre.

Para evitar el contagio, el Gobierno decretó un “estado de alarma”, en todo el territorio nacional, que, para algunos observadores, rayó en un “estado de excepción encubierto” por su dureza, y que se tradujo en un “confinamiento”9 que con el tiempo se fue aligerando y suavizando de distinta manera, en fases programadas, en las diferentes autonomías, de acuerdo con un plan de “desescalada”. Obligados a ese confinamiento, nuestras mentes no pararon de bullir a modo de resistencia. De esta forma, la tensión social desatada ha tenido su reflejo en el lenguaje, sometido, así, a una disrupción y a una creatividad constante.

Debido a las fuertes vivencias durante este periodo, los procesos lingüísticos tienen un carácter emocional y un tinte político muy marcados, y responden a motivaciones semánticas y morfológicas. Por un lado, sobresalen recursos habituales en la retórica política como el eufemismo y, sobre todo, el disfemismo, que, por vía metafórica, propende a la ironía y el humor. Por el lado de la morfología, y encaminados a ese mismo fin, destacan los “cruces léxicos”, y las distorsiones y reinterpretaciones de siglas.

Durante los dos últimos años, un término médico utilizado con mucha frecuencia en alusión al remedio supuestamente más eficaz para prevenir y contener la pandemia ha sido vacuna, en cuya promoción y publicidad se han volcado las autoridades políticas y sanitarias, entre ellas, el presidente del Gobierno, cuyos desvelos y propaganda fueron tan desmedidos que el periodista radiofónico Carlos Herrera le motejó con el apelativo de Vacunator10. Se animó a la población a acudir a los centros a los que el lenguaje informal alude con el término vacunódromo, muy transparente, pues se ha formado por analogía con voces como hipódromo y velódromo, en las que a la base se añade el elemento compositivo de carácter culto -dromo, procedente del griego dromos ‘pista de carreras’. El neologismo se emplea específicamente para grandes instalaciones habilitadas como centros de vacunación masiva. Tan frecuente es el término que la Fundéu lo calificó como la palabra del año de 2021 (en español americano, se emplea con un registro más culto vacunatorio).

Sin embargo, por su semántica y morfología el formato no es nuevo, pues cabe recordar en el argot de la droga las voces picódromo, chutódromo y pinchódromo empleadas por los yonquis desde los años ochenta para referirse a los lugares donde acudían para inyectarse la heroína. Todas ellas fueron acuñadas como calcos del inglés shooting gallery, galería de tiro (véase Rodríguez González 2014: 107-108).

3. Innovaciones léxicas

3.1. Neologismos con una referencia general. Principales neologismos

La primera medida que se impuso a la población española durante la pandemia con el fin de controlar el contagio, por recomendación de las autoridades médicas, fue la obligación de guardar una “distancia social” con nuestros semejantes en cualquiera de nuestros encuentros, entendiendo por tal una distancia física de por lo menos dos metros (luego acortada a metro y medio). El término comenzó siendo una “incorrección lingüística” si se tiene en cuenta que en sociología tiene ya un uso establecido para referirse a la distancia entre diferentes grupos sociales atendiendo a factores varios como la clase social, la etnia, el género, la sexualidad, etc. En inglés se habla de “social distancing”, un concepto más activo que hace referencia al “physical distancing”, esto es, al distanciamiento físico que media entre dos personas. Pero este aparente “conflicto polisémico” se resolvió al imponerse de manera repentina y predominante el contexto de la pandemia y las exigencias de la brevedad expresiva. Sensibles a esta “incorrección”, el locutor de Antena 3, Matías Prats, utiliza “distancia interpersonal” (Telediario, 23-5-2020, 15 horas) y el locutor de TVE 1, Lluís Guilera “distancia de seguridad” (Telediario, 23-5-2020, 21 horas). En el transcurso del programa Espejo Público en Antena 3 del 25-5-2020 se oyeron las expresiones “distanciamiento social” y “distanciamiento físico”.

A diario, en los medios se daba el parte de “fallecidos” y “contagiados” como si se tratara de una guerra, metáfora que resume de una manera plástica, bien que hiperbólica, la situación creada; aparte quedaba la legión de “asintomáticos”, clase en la que se engloba a todo aquel que puede haber contraído el virus del corona, pero sin mostrar síntomas.

Con motivo de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre la sobreinformación con un sinfín de noticias, verdaderas y falsas, que producen alarma en la población. A esta invasión de informaciones se le ha llamado infodemia (información + pandemia), del inglés Infodemic. A su vez, teorías conspiranoicas que refutan la versión oficial vertida, sobre todo lo concerniente a la pandemia, dieron lugar a la voz plandemia (planificación + pandemia), calco del inglés Plandemic, nombre de un controvertido vídeo producido en EE.UU. que se hizo viral a principios de mayo de 2020. Su misión es propagar noticias supuestamente falsas sobre el origen del COVID-19, por suponer que existe una planificación desde una élite que controla todo a nivel político. Debido a su contenido, en seguida fue criticado y retirado de las principales plataformas digitales (Facebook, Youtube, etc.).

Los prolongados efectos de la pandemia han suscitado una reacción contra el coronavirus y las mascarillas por parte de un movimiento transversal cada vez mayor que no cree en los remedios que se ofrecen como solución y la gestión que se lleva a cabo. Se hicieron particularmente visibles en una manifestación que congregó casi a 3000 personas en la plaza de Colón de Madrid el domingo 16 de agosto de 2020.

Entremezclados con ellos están los “conspiranoicos”, adjetivo y sustantivo de gran difusión durante toda esta época. En el lenguaje actual la voz conspiranoia de la que deriva ha arrinconado su uso humorístico y despectivo, y se ha asentado para referirse con expresividad sobre todo a los que “tienen la convicción obsesiva de que determinados acontecimientos de relevancia histórica y política -como es el caso de la pandemia, de tan discutido origen- son o serán el resultado de la conspiración de grupos de poder o de un grupo de personas influyentes”11. Concepto clave durante el estado de la pandemia es el de “cuarentena”. El término procede de la medicina y describe usualmente el aislamiento a que se somete a una persona para evitar o limitar el riesgo de que se extienda una enfermedad. Se aplica generalmente a personas que son mayores de edad o que tienen síntomas. Etimológicamente significa ‘cuatro veces diez’ y se empezó a utilizar en sentido médico con el aislamiento de ‘cuarenta’ días que se hacía a las personas afectadas durante la pandemia de la peste negra en Venecia en el siglo XIV. Aplicado al momento presente de la pandemia del coronavirus, “hacer cuarentena” significa quedarse aislado en casa sin salir físicamente a trabajar con vistas a frenar la propagación del virus, situación obligada para alguien que ha estado en contacto con una persona que tiene el COVID-19 o cuya prueba le ha dado “positivo”. Actualmente, en España, para cumplir la cuarentena, solo hay que esperar 10 días. La expresión ha tenido su continuación con derivados verbales empleados en países hispanohablantes, como cuarentenar, cuarentenear y encuarentenar, y adjetivos como cuarentenario. Drásticas medidas tienen como objeto último, “aplanar la curva”, calco del inglés flatten the curve, es decir, el deseo de ralentizar (o frenar) la propagación del coronavirus. También, al mismo objetivo de terminar con la epidemia, los gestores del gobierno, con un pretendido afán didáctico, utilizan a menudo símiles bélicos relacionados con el confinamiento y la “guerra” como toque de queda, estado de alarma, estado de emergencia, y que asumen por tanto nuevos significados derivados del nuevo contexto; la finalidad última es acercar al orador más a su público, oyente o lector, y hacer más claro y comprensible el mensaje (sobre este punto, véase Rodríguez González 1991: 101-152). Más aun, por otro lado, en un mundo disfórico y problemático como el que nos ha tocado vivir, azotado además por una polarización creciente como resultado de la pandemia, algunos conceptos como guerra, globalismo, colaboracionista, resistencia, negacionismo son distorsionados, hasta cubrirse de matices significativos diferentes e incluso contrapuestos por razones de ideología. Por poner un ejemplo reciente, no es lo mismo el significado y connotaciones de un término como resistencia, proclamado como un eslogan por el establishment, y el que tiene para los negacionistas, que lo han convertido en una raison de vivre, y más desde que fuera difundido a través de los medios por el cantante Miguel Bosé.

El dolor causado por el “confinamiento” durante la pandemia en la población entera ha dejado su huella en el lenguaje en forma de sinónimos más expresivos y que resumen las miserias domésticas cotidianas: cuarenpena, cuarentrena, en alusión a la privación de libertad (trena es sinónimo de ‘cárcel’ en argot); y, en referencia a sus efectos en el físico de la persona, confitamiento (si se entrega a la repostería durante su encierro) y conchinamiento (si se pone gordo como un ‘cerdo’). Algunos analistas previeron, equivocadamente, que como fruto de este periodo de confinamiento se produciría un baby boom similar al de la década de 1950, y los que nazcan después serán llamados coronials, por analogía con millenials12, y la generación de niños concebidos durante el COVID-19, covidials.

El confinamiento exige unas reglas de comportamiento social y unas pautas de conducta que por su rigidez no toda la población está predispuesta a seguir, pero que está obligada a hacerlo si quiere llegar al “desconfinamiento”. Y la anomía conduce a comportamientos desviados, comprensibles si se tiene en cuenta la duración del confinamiento y el hartazgo de los que se cansan de esperar por su liberación personal. Un neologismo que ha alcanzado difusión en el argot popular e indicativo de las conductas extrañas que han merecido la censura social es COVIDidiota, o covidiota, adjetivo bien descriptivo que alude a la ‘persona cuyo comportamiento durante la crisis por el coronavirus demuestra distintos signos de idiotez’. La definición aparece en “El manual del Covidiota” (2020), obra del editor Jorge de Juan publicada en Ediciones Farraguas, y su extensa definición incluye a todos los que en su resentimiento culpan a alguien:

Covidiotas son aquellos “que sueltan bulos en la red, los que van de expertos en salud pública, los que cuelgan carteles amenazantes en su comunidad de vecinos, algunos periodistas, los que odian mucho y cada vez más: odian al gobierno, la oposición, los medios, el 8-M, los fachas, los chinos, el fútbol, los runners, los viejos […].

No menos comprehensiva y humorística es la definición que aporta la escritora jienense Carmen Camacho desde Canal Sur (La mañana de Andalucía, 14-4-20):

El COVIDiota es el idiota de toda la vida que de forma específica se está luciendo en esta crisis. Frente al excelente comportamiento de toda la población el Covidiota o las COVIDiotas son los que dan la nota y nos hacen sentir vergüenza ajena. El COVIDiota es el licenciado en virología por Twitter; son los listos que propagan bulos; el que trinca mascarillas de hospitales; el listo que alquila el perro; la que hace la gracia de salir en mantilla u organiza una orgía en pleno confinamiento; el balconazi que increpa a una vecina porque sale a pasear con su hijo autista; la tipa que en el supermercado se te pone a toser cerca; el político o la política que se pase por el arco las recomendaciones sanitarias y evidencias científicas.

En realidad, el término no es creación española, sino calco del inglés covidiot, aparecido en el argot pocos días antes, el 4 de abril de 202013. Pero en España ha gozado de especial fortuna y dado lugar a una larga familia léxica: covidentes y covidioteces, como las que la periodista Emilia Landaluce pone en boca de la vicepresidenta Carmen Calvo:

Carmen Calvo, liberada ya de la manta zamorana con la que se arropó en el Congreso, ha quedado con sus covidioteces al aire. Ya no es sólo el pixi […] o lo de que el dinero público no es de nadie, sino también su singular concepto de la geografía. “Nueva York, Pekín, Madrid y Teherán están en línea recta”, dijo para excusar la alta incidencia del Covid-19 en nuestro país (El Mundo, 23-5-2020)

Dentro de estas conductas enumeradas, sobresale ‘balconazi’, en este caso más ligado al confinamiento doméstico como el mismo término indica. Se utilizó en las redes sociales para referirse a los vecinos que, en los primeros momentos de la pandemia, desde sus ventanas controlaban y reprimían las conductas que consideraban inadecuadas por parte de los viandantes. El concepto es nuevo y, por tanto, requiere de un nuevo término, un neologismo, pero su uso en un telediario de la televisión pública fue criticado por la periodista Mónica Planas, en Mundo Deportivo (8-5-2020, 07:00), por la carga ideológica e histórica muy delicada que lleva detrás, por estimar que “analizar el nazismo y vulgarizar el lenguaje en registros formales es sinónimo de trivializar y diluir los valores. Del uso que haga del lenguaje el Telediario dependen también los códigos, los principios y los referentes que compartimos todos”.

En una época en que facha es un calificativo devaluado en su significado, al aplicarse indistintamente a derecha e izquierda, el cuasi-sinónimo nazi se ha convertido en una especie de sufijoide que va cobrando cierto arraigo. Arrancó con la voz feminazi, creada en el argot norteamericano por el periodista Rush Limbaugh en 1992, por cruce de feminist y nazi, para referirse de modo peyorativo a la ‘feminista radical’ que no busca la igualdad de hombres y mujeres, y arremete contra el varón heterosexual. El anglicismo ha prendido con fuerza en el léxico español actual, y de él han derivado algunos compuestos neológicos que añaden la marca de ‘radical’ a su significado. Lo hemos visto en balconazis, al que se puede añadir también catanazi, utilizado por el periodista F. Jiménez Losantos para referirse a los catalanistas radicales abiertos a la violencia para defender la causa de la secesión.

Otro término humorístico muy actual con una carga semántica e ideológica muy específica es “cayetanos”. En época de conflicto social enseguida surgen apelativos injuriosos para denostar al adversario. A raíz del coronavirus y la desprotección sanitaria y político-social, no tardarían en producirse manifestaciones contra el Gobierno, y no se trataba de las tradicionales “manis” o “manifas” con reivindicaciones políticas concretas por parte, sobre todo, de sectores deprimidos en la escala social. Más bien, fueron protagonizadas por círculos de clase media que originalmente partían de la céntrica calle madrileña de Núñez de Balboa, en pleno barrio de Salamanca y con el objetivo declarado de provocar cambios políticos sin excluir la dimisión del gobierno. En ese contexto cuajó y quedó consagrado el término “cayetanos”, que enseguida circuló con eficacia por las redes sociales, con toda su carga negativa. Su éxito se debió a la connotación elitista y aristocrática de este nombre de pila no especialmente frecuente y con cariz ‘pijo’ (7653 hombres se llaman Cayetano en España, 486 en Madrid según el INE), asociado en el imaginario popular a personajes de noble linaje y de la alta sociedad, desde un miembro de la casa de Alba (Cayetano Martínez de Irujo) a un torero famoso (Cayetano Rivera) y terminando con una marquesa y ex portavoz del principal partido de la oposición, Cayetana Álvarez de Toledo.

El nombre fue propulsado por el grupo Carolina Durante, que en 2018 “lanzaba una canción de nombre Cayetano, que hacía un retrato satírico del estereotipo del pijo madrileño, aquel que tiene un estatus económico alto, lleva fachalecos, vive en un chalé al norte de Madrid y juega al golf”, según relata Inmaculada Cobo. La difusión del término ha ampliado su uso sintáctico -también como adjetivo-y su significado, como ilustra el titular bajo el que escribe su reportaje: “De Vallecas al «team facha»: la izquierda también es «cayetana» (El Mundo, 23-5-2020, La Otra Crónica/4)”.

Al margen de los neologismos más o menos ingeniosos creados al calor de la pandemia, conviene subrayar que existen voces resucitadas y propulsadas por efecto del confinamiento, como triaje, del verbo trier en francés ‘clasificar, separar’ empleado en las guerras napoleónicas con el significado de ‘seleccionar heridos para su cura’, según recuerda Grijelmo (2020a y 2020b); y, en el contexto laboral, teletrabajo y el verbo teletrabajar, concesión de las empresas a los trabajadores para aliviar su situación económica y mantener a flote el tejido productivo.

3.2. Recursos expresivos: disfemismos, eufemismos y cruces léxicos

La conducta más censurable, por rayar en la violencia y la punibilidad, es el “escrache”, nombre con el que se dio a conocer en Argentina, Países de la Plata y Venezuela a la acción intimidatoria de un grupo de activistas o ciudadanos contra personas, ­generalmente del ámbito político o administrativo, consistente en difundir ante sus domicilios particulares los abusos cometidos durante su gestión. En España, el término enseguida fue heredado y encontró campo abonado en los últimos convulsos años con el fragor de las batallas electorales y, más recientemente, con la crisis social y política generada por la pandemia del coronavirus. Las refriegas asociadas al escrache se reparten por igual, a ambos lados del espectro ideológico, y se cubren con el manto de un indisimulado eufemismo. Conocida fue la metáfora “jarabe democrático (de los de abajo)”, utilizada por Pablo Iglesias para referirse a los escraches en tiempos en los que él estaba en la oposición e iban dirigidos contra las élites e instituciones del Estado. Pero con el tiempo él mismo sería objeto de ellos a las puertas de su chalet de Galapagar.

Los eufemismos suelen poblar la escena política en tiempos de miseria y debacle económica como la que se cierne sobre nosotros como consecuencia de la pandemia actual. Así, el gobierno de Sánchez, para mitigar la situación, ideó la creación de una fallida “Comisión de Reconstrucción”. La expresión, de claro tinte orwelliano, no se sostiene, pues, como argumentó irónicamente el comentarista Alejo Vidal-Quadras, no se puede hablar de reconstrucción de un país cuya construcción se ha llevado a cabo durante 500 años14. También orwelliano es, como recuerda el escritor Javier Marías, la cacareada frase de la “nueva normalidad” que se avecina y que le produce escalofríos “porque han inventado el término quienes se han atribuido poderes plenos con la excusa de la enfermedad”15. El adjetivo “nuevo” es característico de la neolengua orwelliana, convertido en un favorito de la clase política gobernante como estrategia de autodefensa: testimonio reciente de este uso eufemístico son las invocaciones al “nuevo impulso” y a la “nueva configuración de equipos” que de forma tan solemne reiteró el ministro del Interior Fernando Grande-Arlaska en el Congreso y en el Senado, al tener que responder del cese de un cargo militar sin ninguna base jurídica. Por su parte, López García (2020) incide sobre el valor eufemístico y las inevitables resonancias históricas de la expresión, que evocan una “vieja normalidad”, al tiempo que subraya la manipulación que encierra la palabra nueva, dado que en nuestra cultura nuevo/a significa ‘mejor’. En esa misma línea, pueden citarse frases propagadas por el Gobierno como “España puede”, “saldremos más fuertes”, “saldremos mejores y más fuertes”, “venceremos”, “Unidos venceremos” (al COVID 19)16, etc. Se trata de eslóganes con falsas promesas creados para insuflar ánimos a la ciudadanía, pero desmentidos por la realidad de los hechos.

Igualmente llamativo es el “patriotismo fiscal” reclamado por Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, para pedir aquiescencia a su plan de establecer un impuesto a las clases más adineradas17. Otro término propagandístico es el “escudo social”18, propuesto igualmente por el vicepresidente Iglesias, como un ‘arma’ para combatir la crisis del covid-19, amparándose en los deseos tan humanos de ‘solidaridad’ en tiempos de miseria y pobreza.

El espectro de Venezuela, cuyo estado actual de postración y situación política se asocia estrechamente al ideario marxista de Pablo Iglesias, está fuertemente ligado al imaginario de los hispanohablantes, como se refleja en expresiones como “venezualizar” y “venezualización” -profusamente utilizada sobre todo en el periodismo mexicano a la entrada del presidente López Obrador-, y en cruces léxicos19 muy plásticos como Espazuela: “¿España o Espazuela?” reza un titular del diario digital Siglo XXI (24-9-2018) al referirse a la deriva venezolana del gobierno Sánchez y “Venespaña. Las noticias de Espazuela o quizás de Venespaña” es el título de un blog del escritor José Luis Martínez Ángel, continuación de otro similar: “Venespaña o Españuela”, aparecido anteriormente en elcercano.com (7-6-2016, 12:02).

Los cruces léxicos se aplican también a denominaciones de partidos políticos de ideología contrapuesta, como en el caso español ilustra la voz Voxemos (Vox + Podemos), creación del columnista de El Mundo Jorge Bustos. El término ha sido utilizado en distintos medios periodísticos poco después con el fin de subrayar gráficamente dos vías de escape para mostrar la indignación desde el extremismo, el de la derecha de Vox y el de la extrema izquierda de Podemos20. Y con la misma lógica combinatoria alguien firma en un tuit con el apelativo voxemita (Vox + podemita)21. Esporádicamente encontramos también el cruce con nombres de formaciones políticas situadas en el mismo flanco ideológico, como en el compuesto que podríamos calificar de “tautológico” bilduetarras y bildutarra (partido vasco de extrema izquierda Bildu + etarra, derivado de ETA). La irrupción de Bildu en las negociaciones con el Gobierno ha sido objeto de fuertes críticas y ha llevado a la creación del epíteto CoronaBildu (o coronabildu)22. Asimismo, nombres propios alusivos a casos de corrupción son objeto de cruce, como el conocido “Caso Dinarejo” (que aglutina a dos personas encausadas judicialmente, Dina y Villarejo), relacionado con el partido Podemos. Originales son también los “cruces visuales” (Rodríguez González 1991: 219-220) de la voz fracasado y (Pablo) Casado, líder del PP, citado en algunos medios de izquierda como ­FraCasado (ElPlural.com) y Fra-Casado (lasexta.com), y los de colETA (coleta + ETA).

También aparecen los cruces en siglas y nombres de partidos, como en PPSOE, forma irónica utilizada a veces en la prensa española para referirse a las fuerzas políticas mayoritarias (Partido Popular y Partido Socialista, PSOE) en las que se asienta el bipartidismo, o el “bipartito” (como lo denominara el político de Izquierda Unida Julio Anguita).

En ocasiones, la crítica va dirigida a un partido u organización en concreto y entonces a la sigla se le añade una palabra o un símbolo para hacer más explícito el mensaje. Así, en algunos foros de Internet, se reprodujo PPodrido, a raíz de la cadena de corrupciones descubiertas en el Partido Popular. En la del PSOE, algunos foreros cambiaron la “S” de socialista por el símbolo del dólar como el de alguien que exclamó en un texto “Sois P$OE […]” para manifestar su enojo ante la política del partido en el Gobierno de comprar las voluntades de otros partidos minoritarios para mantener la mayoría en el Parlamento en la presente legislatura. También es habitual encontrarse con PSO€, con la incorporación del símbolo € para ‘euro’, incluso con ambos en la misma sigla P$O€.

La irradiación de este fenómeno léxico alcanza igualmente a los líderes políticos. La influencia de Pablo Iglesias en el partido Podemos es objeto de chanza y sorna, como reflejan las creaciones Pablemos, en alusión a su postura autocrática e influencia dominante dentro del partido, y Pablenin, en recuerdo de los postulados leninistas impresos en su filosofía y actuación política. Y a Salvador Illa, el inefable ex ministro de Sanidad, se le ha apodado señor Mascar Illa, por su incoherencia al haber pasado del “No hay que usar mascarilla” a “la mascarilla es obligatoria” sin asumir ninguna responsabilidad.

En ciertos casos no es la ideología y la semántica la que motiva el rumbo de la fusión morfológica, sino la propia morfología, cuando los componentes tienen un rasgo común, ejemplos ilustrativos son el de Carolina Bebescansa, como se llamó a la antigua líder de Podemos, Carolina Bescansa, después de la irrupción por sorpresa en el Parlamento con su bebé; o el de Echeminga Dominga (minga es ‘pene’ en el argot) y Pablo Benchenique (Echenique + ­bolchevique), en el caso de Pablo Echenique, líder del partido Podemos; y el de Zapatrump (Zapatero + Trump).

Los cruces invaden también el área del lenguaje común con apelativos, con función sustantiva o adjetival, como progremita, como se llama al progre que es votante de Podemos, o podemita.

Los progremitas y peperos atacarán siempre a cualquier partido que suba, sea cual sea. No ves que entre el PP y podemos se retroalimentan? Que serían los unos sin los otros (Forocoches.com, 16-10-2016).

La actividad de este partido durante la pandemia y la crítica por algunas de las medidas llevadas a cabo explican el apelativo jocoso de pandemitas23, pudremitas (pudrir + podemita)24 y Pudremos. Otro cruce memorable es el empleado por Juan Carlos Girauta, exdirigente de Ciudadanos, al responder en un tuit a los que insultan a los que protestan contra el Gobierno: “Son la izmierda”, es decir, la ‘mierda de la izquierda’ (altlavocesdesucesos.es, 23-5-2020). Otros neologismos formales nacidos del periodismo crítico son ­pogredumbre (progre + podredumbre), votancia (militancia + voto) y votontos (votar + tonto).

Desde el otro ángulo ideológico, para Podemos, los partidos constitucionalistas de derecha y centroderecha, como Partido Popular (PP), Ciudadanos (Cs) y Vox, son calificados como el ­trifachito (tripartito + facha) y se los recuerda también como el “Trío de Colón”, por la multitudinaria manifestación que organizaron en su día contra el Gobierno en la famosa Plaza de Colón de Madrid.

En tiempos de conflictos sociales la onomástica referida a los nombres sufre abruptas disrupciones. Al calor de la refriega dialéctica, a menudo los nombres oficiales de los políticos son sustituidos en las columnas periodísticas afectadas de amarillismo por sobrenombres satíricos e insultantes que resaltan cualidades objeto de censura popular, lo que afecta a todo tipo de jerarquías, sin distinciones. Así, además de utilizarse los cruces mencionados antes en forma de apodos, al actual presidente del Gobierno Pedro Sánchez se le ha apodado con los nombres más variopintos. Santiago González se refiere a él como Pedro “el Trolas” en repetidas ocasiones, evocando la continua práctica de la mentira incluso en el seno de su Gobierno y también por blindarse frente a cuestiones tan ominosas como el plagio de su tesis doctoral (“Mentir a varias bandas”, El Mundo, 23-5-2020, Primer Plano/11). La evocación de la mentira y su talante autoritario ha dado lugar al epíteto “Fraudillo” (fraude + caudillo), y también Neroncito en palabras del periodista radiofónico de la COPE Carlos Herrera. Asimismo, Jiménez Losantos, con su habitual mordacidad, lo llama “Doctor Fraude” (o doctor “Cum Fraude”), Fraudez y “Doctor Plágiez”, y “Doctor Muerte”25, lo que recuerda tanto su fraudulenta investigación como la desastrosa política sanitaria llevada a cabo durante la pandemia, con miles de fallecidos entre la población. Otros epítetos injuriosos del presidente utilizados por este escritor son Falconetti, por el uso y abuso del avión Falcon para su transporte personal, y “Supermán de la Super-Nada”. Criticando otros aspectos de su gobierno, como las múltiples concesiones que hizo para poder aprobar cualquier asunto en el Parlamento, Francisco Marhuenda, desde el diario La Razón, lo calificó como “Pedro, el de las mercedes”26, basándose en el título que la historia otorgó al fundador de la casa de Trastámara (Enrique II), en el siglo xiv, por la cantidad de favores que se vio obligado a conceder a los nobles para que lo coronasen rey.

Al vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, los periodistas críticos con su actuación lo llamaron en su día “el brujo de la Moncloa” y, con referencia a su porte físico e indumentaria, el Coletas, Coleta Morada, el Chepa, el Chepo Coletas y coletudo (y a la acción de tratar o cotillear sobre el Coletas, coletear27). Quizá cansado de estos insultos, cambió de imagen dejándose un moño en el cabello, por lo que pasó a el del moño, doña Moños, moñudo, demoño28, Moñete Iglesias29. Y sus flirteos con el nacionalismo proetarra explican el apelativo de Koleta Borroka y Coletarra, y su relación con la dictadura venezolana, que arrancó con el comandante Chávez, el de Chavocoletas.

La ministra Irene Montero, discutida en su ejercicio al mando del Ministerio de Igualdad, se convierte en la “Ministra de la Desigualdad” en la pluma del escritor Javier Marías30. También se la ha motejado como la ministra de Igual da, y, por su aureola de feminista con que ha obtenido el ministerio, la prensa la ha retratado con el calificativo de “feministra”31; asimismo, a la pareja formada por Pablo Iglesias e Irene Montero, como “los Ceaucescu”32 y “los Ceaucescu de Galapagar”33, recordando el comportamiento antidemocrático del antiguo dictador rumano Nicolae Ceausescu. Esta última, Irene Montero, también ha sido rebautizada por algunos usuarios de Twitter como “La Preysler de Galapagar”, “la Preysler comunista” y “la Pantoja de Galapagar” a raíz de que posara y concediera una larga entrevista a la revista rosa Diez Minutos, como si se tratara de una celebrity.

A Pablo Echenique, portavoz del partido de Podemos en el Congreso, lo tienen como el “Pepito Grillo” de Podemos; a Juan Carlos Monedero, fundador e ideólogo del partido, como el “bulldog” de Iglesias; y a Iván Redondo, jefe del gabinete de la presidencia del gobierno de Pedro Sánchez, como el “gurú de la Moncloa” y el “Rasputín de Sánchez”.

Desde el otro polo del arco parlamentario, el partido de Podemos define a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como “la Trump castiza”34.

Uno de los medios de comunicación de masas más influyentes en el mundo de hoy por su capacidad de entretenimiento, pero también por su manipulación, es la televisión. Es un medio ideológicamente muy activo en tanto que moldea nuestra percepción de la realidad, y, por esa razón, muchos son los intereses económicos y políticos que intentan ejercer su control sobre el mismo. De ahí que desde su propio nacimiento haya sido objeto de crítica social y el periodismo, particularmente el escrito, se ha venido haciendo eco del alud de epítetos peyorativos que apuntan al gobernante de turno o al político responsable de su gerencia. El mecanismo lingüístico del que se sirven normalmente es el “cruce léxico” mencionado antes, en el que la referencia personalizada sobre la que descarga la ironía se suelda con el término acortado tele (de ‘televisión’ o ‘telediario’) o las iniciales RT ‘radio y televisión’. De los agitados años setenta y ochenta, durante la Transición Española, recogí numerosas denominaciones satíricas sobre la televisión del momento, como las siguientes: RTUCD (RTV + UCD), telerrobles (Televisión + Robles [Piquer, exdirector de TVE]), televisansón y teleansón (televisión + Ansón), Teleleguina (Telediario + [Joaquín] Leguina), Telemellizo (telediario + [Felipe] Mellizo), televimanipulación (televisión + manipulación), trolavisión (trola ‘mentira’ + televisión). De tiempos más recientes son TeleEspe (por la presencia constante de Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, y con anterioridad, Telegallardón, durante la presidencia de Ruiz Gallardón).

Dando un salto en el tiempo de ocho lustros, y ya metidos en medio de los atribulados años del coronavirus, nos encontramos hoy con una manipulación del medio televisivo no menos palpable. De uso frecuente en las redes y utilizado por el escritor Javier Marías en El País Semanal (29-3-2020, 82) es TelePodemos, refiriéndose a los informativos del canal de televisión la Sexta durante la pandemia, coincidentes con la presencia de este partido en la coalición del Gobierno. Las fuertes críticas recibidas por esta cadena en algunos círculos han hecho que se refieran a ella coloquialmente como LaSecta, con un imaginativo “cruce auditivo”, como podríamos llamarlo por su (cuasi)homofonía. Y la semejanza fonética fue también responsable del lapsus que tuvo la directora del ente televisivo Rosa María Mateo, en una sesión celebrada en el Senado, al referirse a Radio Televisión Española como “Radio Televisión Espantosa”, calificación con la que muchos espectadores estarían de acuerdo por la deriva ideológica de la cadena con su paralela merma de audiencia y que algunos irónicamente han atribuido a una traición del subconsciente.

Un cruce reciente y de gran repercusión mediática en estos tiempos de coronavirus es Newtral, nombre de una productora audiovisual creada en 2018 por la periodista Ana Pastor, y entre cuyos objetivos está la innovación en el periodismo a través del fact-checking o ‘verificación de datos’. La etiqueta no puede ser más afortunada, pues su composición híbrida revela y evoca dos palabras centrales en su cometido y fáciles de asociar: news ‘noticias’ y neutral. La abundancia de bulos transmitidos por las redes sociales durante la pandemia la convierte en un marchamo de lo más atractivo; no obstante, la asociación de su fundadora con la cadena LaSexta, con su particular sesgo ideológico y cierto control de los contenidos, ha levantado sospechas y críticas en algunos medios digitales críticos con la corrupción, como Vozpópuli. Más incisivo en su crítica ha sido Jiménez Losantos al apodarla Newtrola35. De un modo más general, también el acreditado ensayista Pedro Baños, en su reciente libro El dominio mental. La geopolítica de la mente (2020: 76-78), alerta sobre la fácil conversión de los fact-checkers en meros instrumentos de los manipuladores.

3.3. Creaciones léxicas con siglas

Al igual que los cruces que tienen lugar en el lenguaje ordinario, las siglas, con toda su connotación de formalidad en el discurso, son un recurso al servicio de la ironía cuando sufren distorsiones en su forma o significado. Especialmente llamativos son los casos que tienen lugar con la sigla PSOE, del partido socialista, nada extraño si se tiene en cuenta su mayor presencia en el panorama político desde tiempos de la Transición y su influencia en nuestras vidas. Con ella encontramos varios tipos de alteraciones:

- en su forma gráfica, como en el anterior ejemplo de P$OE, y otros recogidos en Rodríguez González (1991: 240-242), como Popsoe (pop + PSOE) y psoepvs (PSOE-PV + schweppes). La imagen del dólar en sustitución de la S se ha registrado igualmente con sentido crítico en la forma U$A;

- en su marco morfosintáctico: a menudo se encuentra en foros de Internet la sigla con el artículo femenino, la PSOE, que, como estudioso de este fenómeno léxico, siempre me llamó la atención. En otro lugar (Rodríguez González 1986) me ocupé de examinar el papel de la “interferencia asociativa” como factor desencadenante de las numerosas fluctuaciones y variaciones observables en la asignación del género, a las que, en razón de su condicionamiento semántico, consideré en último término como licencias estilísticas al margen de una gramática normativa. El caso del femenino con la sigla PSOE constituye un caso singular, muy diferente por la deliberada y consciente elección del género, explicable si se analiza su contexto de utilización. Su origen se remonta a los largos años en los que el partido gobernó en la comunidad autónoma andaluza, dejando un reguero de corrupción (en nuestro recuerdo están los famosos ERE), por lo que el artículo queda explicado por asociación con ‘la banda’ ETA.

Por reinterpretación humorística de las iniciales, fenómeno que estudié monográficamente al tratar la homonimia en la acuñación de las siglas (Rodríguez González 1983), en los turbulentos años de la Transición, cuando el PSOE quería desbancar del gobierno a la UCD, partido que empezaba a desintegrarse, y argumentando por tanto que se había convertido en ‘Un Cadáver en Descomposición’, con gran ingenio un político socialista replicó que PSOE significaba ‘Podéis Seguir Oponiéndoos Eternamente’. Con el tiempo, la sigla PSOE ha sido objeto de diversos chistes, como su definición como Partido Sanchista que ya no es socialista, y al que la imaginería popular en los últimos años, por la manipulación y mentiras atribuidas a su líder Pedro Sánchez, ha vuelto a definirlo como ‘Pedro Sánchez Os Engaña’ y ‘Partido de la Sangre y Odio contra España’. Y, recientemente, con ocasión de las elecciones regionales en Castilla y León, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), con su tradicional sesgo al favorecer las expectativas del Gobierno en sus periódicos sondeos electorales fue definido por el periodista Carlos Herrera como el Centro de Intoxicaciones Sanchistas. También recientemente, el diario Vozpópuli utilizó el imginativo titular “El CIS Trampeador”36, con idéntica intención irónica.

Un engaño reciente en la actual debacle económica y del coronavirus ha sido el diseño de la figura del ERTE, para muchos considerado como ‘Estafa Regulada de Trabajadores y Empresarios’, y la imagen de la OMS (Organización Mundial de la Salud), por el deterioro sufrido entre gran parte de la opinión pública durante la pandemia, ha hecho que se la redefiniera como ‘Organización que Miente Siempre’. El fenómeno de la reinterpretación no es exclusivo de las siglas españolas, también se da en inglés incluso en este contexto pandémico; memorable a este respecto es la reinterpretación maliciosa del COVID como China-Originated Viral Infectious Disease, basada en una creencia extendida que atribuye al virus un origen chino.

3.4. Alteración del significante

Uno de los rasgos típicos del lenguaje de la contracultura es la modificación del significante que tiene lugar con las voces más características empleadas en los campos léxicos estrechamente relacionados con el lenguaje marginal. Rodríguez González (1989: 160) y Casado Velarde (1989: 168-170) examinaron este fenómeno léxico-morfológico al investigar el lenguaje juvenil español. Pues bien, por parecidos condicionamientos ideológicos estas pautas antinormativas encuentran su réplica en un contexto político y electoral como el que aquí venimos examinando, donde las fuerzas contendientes que entran en liza aparecen enrocadas en posturas radicalmente contrapuestas. Analizando el tipo de léxico que entra en juego, se observa una diferencia entre los dos contextos. Si en el lenguaje juvenil el fenómeno es frecuente con el léxico ordinario, en el lenguaje político que describimos afecta principalmente al campo de la onomástica, referido a nombres de personas y organizaciones a las que se intenta descalificar y ridiculizar a través del lenguaje. Como ejemplos palmarios, aparte de algunos de los cruces antes comentados cabe citar Unidas podemas y Unidas pandemias, por distorsión de los elementos morfológicos y semánticos que conforman la denominación del partido Unidas Podemos. La debacle sufrida por España en el terreno social y económico explican los nombres de Ex-paña y Españístán (con evocación de Afganistán, país conocido por su accidentada y convulsa situación).

Notorias igualmente son las variaciones morfológicas producidas con figuras señeras de la política actual, empezando con el presidente del Gobierno Sánchez, convertido en la prensa crítica de derechas como Sandez, Chanchez, Perro Sánchez y El Begoño, por alusión a su esposa Begoña. También cabe citar el apelativo Galápago empleado en las redes sociales en referencia al vicepresidente Pablo Iglesias, extraído por mutilación del nombre Galapagar, como se conoce al pueblo (y el chalet) donde reside. Aunque, al mismo tiempo, se aprovecha la coincidencia con la voz galápago en el lenguaje común, como especie de tortuga, y su uso en el modismo coloquial “tiene más conchas que un galápago”, referido a una persona astuta, con una velada alusión irónica. También, el apelativo macho alfa se torna en macho alfalfa en la pluma del periodista Santiago González37. Objeto de numerosas críticas por su apoyo al presidente de Gobierno es José Félix Tezanos, profesor de Sociología fuertemente cuestionado por la tendenciosidad con que elabora las encuestas electorales encargadas por el presidente, y por lo que Jiménez Losantos se refiere a él como “alias Tenazas”.

A estas deformaciones jocosas no escapa el centrista y antiguo líder de C’s Albert Rivera, transformado en Riveleta en un comentario crítico de un lector38, quizá por su asociación con veleta, que en lenguaje familiar significa ‘persona voluble e inconstante’. Tampoco la que ascendiera a presidenta de esta formación, tras su dimisión, Inés Arrimadas, citada jocosamente en el titular “Sánchez & Arrimados” por el periodista F. Jiménez Losantos (El Mundo, 11-3-2021), por su acercamiento a los socialistas y dar a entender que su partido se ha convertido en “una gestoría arrimada al PSOE y a Podemos”. Por su parte, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau se convierte en Ada Cola Cao en muchos tuits después de la parodia que el humorista José Mota hiciera de ella en uno de sus sketchs estrella durante el especial de Nochevieja de 201639.

Más llamativa y sistemática es la reducción gráfica del apellido del presidente de turno en forma de abreviatura mediante el simple uso de las consonantes, como si se tratara de escritura árabe. Esta innovación se debe al escritor Francisco Umbral, que, en los años 80, se refería al presidente Felipe González como Gnzlz en sus columnas y reportajes políticos, con una mezcla de humor e ironía, connotando con ello una cierta deshumanización y despersonalización del personaje. El ejemplo cundió y hoy lo vemos repetido en snchz y pdr snchez en algunas columnas del escritor Federico Jiménez Losantos. También en este contexto cabe citar las iniciales ZP, con que la prensa se refiere a menudo al ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Finalmente, algunos conceptos de programas y organizaciones son distorsionados en su morfología cuando son denostados en el curso de la comunicación política. Así, la Memoria Histórica¸ como concepto que remite al sufrimiento y condición de víctimas de los perdedores de la Guerra Civil y la posguerrra, por las fuertes discrepancias que suscita a la hora de formularlo y aplicarlo en la legislación, explica la mención denigrativa Memoria histérica en uno de los noticiario de la cadena de radio cope. Igualmente, la organización Amnistía Internacional, galardonada con un Nobel de la Paz, se convirtió en Amnesia Internacional en la pluma del antiguo político de C’s Juan Carlos Girauta al criticar su memoria parcial a la hora de recordar a las víctimas del comunismo y otros totalitarismos40.

3.5. El disfemismo, la irreverencia lingüística y el contexto social

Todo este rosario de términos peyorativos insultantes que he venido comentando a lo largo de este artículo se enmarcan en un contexto especial dominado por la presencia de una epidemia con toda la crispación y secuelas que conlleva. Los estudiosos del argot subrayan la alegoría bélica a la hora de explicar las numerosas voces que en tiempo récord se acumulan en el lenguaje en tiempos de crisis, y la guerra es su máximo exponente. Su presencia activa el humor y el ingenio, como mecanismos para contrarrestar el temor y la ansiedad que sienten los soldados y la ciudadanía entera, y las innovaciones léxicas sirven también para construir un sentido de unión y solidaridad en medio de la adversidad (véase Lillo 2020: 212). Por otro lado, el ingenio y la irreverencia con o sin dosis de humor no conocen barreras en un mundo como el actual donde la comunicación online a través de las redes sociales favorece la expresividad del discurso espontáneo y el anonimato.

La situación del “confinamiento” que estamos viviendo me invita a invocar también otra alegoría más particularizada, relacionable con el contexto español, como es la del servicio militar obligatorio de los soldados de remplazo y la vida en el cuartel durante las últimas décadas del siglo pasado. Y es que sus expresiones pintorescas de carácter informal y vulgar ayudan a comprender mejor la idiosincrasia de sus hablantes. Si el lenguaje nos retrata a cada uno de nosotros, esto fue tanto más evidente en la ‘mili’ por tratarse de un grupo que vivió aislado, casi herméticamente cerrado al exterior y, en la mayoría de los casos, contra su propia voluntad. En tales circunstancias, sus palabras se convirtieron en aliento incontrolado que ineludiblemente nos revelan datos sobre su psicología, sus costumbres y su forma de vida (Rodríguez González 2005: 9).

Y este clima social se ha visto tensionado al mismo tiempo por las directrices emanadas de un gobierno de coalición integrado por fuerzas muy divergentes por su ideología y práctica política, que le han valido una metáfora muy difundida en los medios de comunicación y que ha resultado de lo más elocuente: “Gobierno Frankenstein”. Fue acuñada por el antiguo ministro y vicepresidente del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba para describir el proyecto que Pedro Sánchez concibió para gobernar desde 2018 con tan solo 85 diputados de su partido. Tras su moción de censura fue investido y, aunque de manera legal, desde el punto de vista democrático fue considerado algo contra natura: “[…] un engendro, un monstruo fruto de los intereses más dispares, muchos de ellos bastardos. Golpistas, independentistas, herederos de terroristas, regionalistas, populistas, etc., aunados con objetivos diversos, y a menudo contradictorios y contrarios al interés general. Pero la metáfora va más allá y es que este engendro, al igual que el monstruo de Mary Shelley, no es funcionalmente viable, no es operativo, no sirve para moverse en un sistema democrático” (Martín Seco, “Dos años de Gobierno Frankenstein”, República.com, 11-6-2020).

4. A modo de conclusión

La pandemia del coronavirus, por la universalidad de su alcance y las dramáticas repercusiones que está teniendo en todos los ámbitos de la actividad humana, de manera especial en la vida diaria de los ciudadanos, supone un móvil ineludible para la creación lingüística. Con ella, han aparecido múltiples voces de carácter técnico, referidas al campo de la sanidad y la salud, al lado de otras más informales pertenecientes al habla coloquial. Unas han aparecido ex novo, pero otras han aprovechado el inventario léxico del idioma para dotarse de nuevas significaciones aplicadas al nuevo contexto: expresiones como confinamiento, mascarillas, cuarentena, toque de queda, estado de alarma han sido así revitalizadas y requieren de ese modo una redefinición, lo que constituye un nuevo reto para la actividad lexicográfica.

El repaso del léxico explicado en este artículo se ha centrado especialmente en resaltar dos tipos de mecanismos lingüísticos que en la práctica son convergentes: por un lado, el eufemismo, la expresión ornamentada, como vía para ejercer el control social e ideológico; por otro, como contrapunto, un proceso disfemístico, con una peyorización del referente, siempre y cuando este guarde relación con el adversario político cuyo desprestigio se pretende. Y ello ocurre a ambos lados del espectro político, tanto en la izquierda como en la derecha y más si tienen un cariz populista. Ambos procesos son habituales en el discurso propagandístico.

La elección de apodos y términos peyorativos es una práctica del poder cuando se trata de denostar al contrario y es motivo de regocijo para los periodistas, siempre prestos a resaltar el lenguaje hiperbólico de los políticos, y para sus receptores o lectores, que son los que en definitiva los inducen, dada la natural tendencia a fijarse en el lado sensacionalista de la noticia.

La pandemia coronavírica, por la crisis económica a que conduce, ha demostrado ser un caldo de cultivo muy propicio para el desarrollo de la contienda política, y la perpetuación y exacerbación de las actitudes maniqueas tan ancladas en la sociedad española. Ahora, por razones del particular contexto político vivido en estos últimos tiempos en España, con un gobierno escorado muy a la izquierda y con un talante pretendidamente rupturista, el léxico ofensivo e insultante florece, sobre todo, en la prensa conservadora y liberal, tal y como se ha puesto en evidencia en este ensayo. Todo ello, en su conjunto, es un indicativo de uno de los defectos del periodismo escrito, sobre todo de carácter político y de tipo digital, en el que prima la opinión por encima de la descripción de los hechos y donde no están bien deslindados, como sería de desear, los géneros periodísticos41.

De particular importancia es el lenguaje más espontáneo empleado en comentarios difundidos a través de Twitter y otras redes sociales que escapan al control ejercido sobre los periodistas por parte de los editores. En el registro más formal y literario de algunas secciones del periódico como los blogs, la búsqueda de efectos estéticos lleva al desarrollo de una correferencia estilística, y a un fluir de términos y expresiones repletas de imágenes. Con un tema tan recurrente e inescapable en la comunicación cotidiana como el de la pandemia, la creatividad léxica se ve potenciada y, así, ofrece datos de interés para explorar más eficientemente los mecanismos lingüísticos relacionados con la neología y la formación de palabras, y también los contactos interlingüísticos por vía del préstamo, especialmente del inglés.

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1Sobre el origen y significado del término epidemia, ver Pino y Hernández (2008).

2Denominación impropia, pues afectó a todo el mundo. Entre 2018 y 2020, mató a más de 40 millones de personas y fue considerada la más devastadora de la historia (compárese Pulido 2018).

3La contribución más importante es la de Tony Thorne (2020), avezado observador de las innovaciones léxicas en el inglés británico y principal especialista en la jerga contemporánea, que ha llegado a recopilar más de 1000 voces nuevas, entre técnicas y argóticas. Igualmente novedosa y relevante es la llevada a cabo por Antonio Lillo (2020), que documenta y analiza más de 200 expresiones empleadas informalmente para designar la COVID-19. También, en el ámbito académico, cabe citar el breve estudio de Amanda Roig-Marín (2021), uno de los primeros en informar sobre este fenómeno léxico.

4Me refiero al diario, caso distinto es la revista El País Semanal, donde los columnistas gozan de mayor autonomía y no están sujetos a la línea editorial del periódico.

5Sobre la variación y el correcto uso del género, véase Gonzalo (2020) y Gutiérrez Rodilla (2020: 21).

6Para Trump siempre será el “virus chino”, otros creerán en el arma biológica salida de un laboratorio, hay quien seguirá pensando que el 5G está detrás de todo esto, y el pangolín quedará estigmatizado, aunque se demuestre que los murciélagos son los huéspedes originales del virus” (Rafael Moyano, El Mundo, 16-1-2021, 2).

7Muchísimos términos compuestos de tinte humorístico han circulado, pero de efímera existencia, como coronabicho, cabronavirus, confinavirus, coronillavirus o mierdavirus (véase Gutiérrez Rodilla 2020: 21).

8Sobre las connotaciones de estas palabras, ver Caparrós (2021). En inglés, se emplea una denominación técnica por medio de las siglas FFP (filtering face pieces, lit. ‘piezas faciales filtrantes’).

9 El término es un calco del francés confinement, cuya primera documentación se remonta a 1579, de donde pasó al inglés en 1646 y al español en 1797 (véase Cortés Gabaudán, citado por Gutiérrez 2020: 23). En inglés, sin embargo, el término técnico de uso corriente, en el sentido médico, lockdown ‘cierre (de emergencia)’, es una metáfora más descriptiva y menos eufemística que apunta más a la realidad dramática de quien la padece.

10Sobre el uso del sufijo (a)tor en español actual, ver Rodríguez González (2021: 586).

11Véase <https://www.fundeu.es/recomendacion/conspiranoia-conspiranoico/>.

12Citado en “Coronavirus y sexo: ¿existe riesgo de contagio?” (Abc.es, 23-3-2020, 17:4).

13Sobre estos y otros neologismos relacionados con la epidemia del coronavirus, ver Pons (2020) y, sobre todo, Santamaría y Mura (2020).

14En su cuenta de Twitter instó a los líderes del PP y Ciudadanos a abandonar esta Comisión (ElDiario.es, 23-5-2020, 09:30).

15Javier Marías, “Chismosos y mezquinos”, El País Semanal, 17-5-2020, 82. Igualmente, el periodista Miguel Giménez se expresa en estos términos: “Esa mierda llamada nueva normalidad. Que ni va a ser normal ni novedosa, porque encierra todo lo que de peor conocemos” (Vozpópuli, 25-6-20).

16Para un detenido examen de esta expresión desde otra perspectiva, ver Humberto Hernández, El Día de Tenerife, 9-6-2020 <https://www.eldia.es/opinion/2020/06/09/nueva-normalidad-lengua/1085148.html>.

17Citado por Laura Moro, esDiario (26-3-2021, 19:22).

18Citado por Andrés Gil, ElDiario.es (12-5-2021, 10:36h)

19Sobre este fenómeno léxico, especialmente en el lenguaje político, véase Rodríguez González (1986, 1991: 211-247).

20Reciente es también el cruce Frapemos (FRAP + Podemos) utilizado por un lector de Vozpópuli en referencia a la antigua afiliación del padre del líder de Podemos en el FRAP. Pero el protagonismo de este partido en la política española actual y la indignación que genera en gran parte de la población es tal que ha dado lugar a más de un centenar de insultos, buena parte de ellos con esta particular estructura (véase https://www.elmundotoday.com/2016/12/descubren-en-un-bar-140-nuevos-insultos-a-podemos/)

21“Voxemita Enfurecido” (@voxemita) ( twitter.com, 26-4-2021, 4:49 p.m.)

22Juan Velarde, “CoronaBildu: La verdadera pandemia que amenaza con llevarse por delante al Gobierno Sánchez”, Periodista Digital (23-5-2020, 07:36 CET).

23“La táctica, que no llega ni a medio estrategia, del poli bueno poli malo entre el ala socialista y el ala pandemita del Gobierno, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias […]” (Tadeu, El Mundo, 13-6-2020).

24Diariodeleon.es, 19-11-2020 / Comentarios.

25F. Jiménez Losantos, El Mundo, 20-5-2020.

26Francisco Marhuenda, “Pedro, el de las mercedes” (La Razón.es, 30-5-2020).

27“Coleteemos: Fernando Barredo / su demanda contra Pablo”, “Echninquisidor” y “obisPodemos” (El Mundo, 16-1-2021, La Otra Crónica/6).

28En lugar de “el coletas” ahora habrá que llamarle “el demoño rojo” (Comentario, elespañol.com, 10-9-2020).

29Marcelo, “Los Goya y el circo nacional” (República.com, 6-3-2021).

30Javier Marías, “Entusiastas del pánico” (El País Semanal, 29-3-2020, 82).

31El Mundo (24-5-2020; 30-5-2020).

32El sobrenombre se lo aplican algunas personas de su propio partido Podemos, según El Correo Gallego (6-6-2019).

33“Tremending” (Publico.es, 23-11-2019).

34 Citado por eldiario.es (20-5-202, 11:48h). Para un estudio monográfico sobre las metáforas en el contexto político español en la décadas 1970 y 1980, véase Metáfora y humor en el discurso político, en Rodríguez González (1991: 101-152).

35Periodista Digital (25-4-2019).

36Alberto Pérez Giménez, “Sánchez, Iglesias y el CIS Trampeador” (Vozpópuli, 29-01-2022, 04:45)

37Su compañera sentimental de entonces, Tania ‘Vaciamadrid’, publicó un tuit en sintonía […] texto que calcó después su sucesora en el corazón del macho alfalfa, Irene ‘Ceausescu’ (“Pelotón de fusileros”, El Mundo, 20-6-2020, 12). En realidad, el término coincide, por otro lado, con una curiosa definición de un tipo de macho dentro de una tipología manejada por blogueros y psicoterapeutas: macho alfa, macho beta ,y macho alfalfa, donde este último es caracterizado como el más patán e insensible (citado en <https://vivirahora333eugeniosar.wordpress.com/tag/macho-alfalfa> y <http://patriciagara7.blogspot.com/2018/12/el-macho-alfa-el-alfalfa-y-el-beta.html>).

38“Riveleta que se te ve el plumero como al chepas” (OKDiario, 29-7-2019, 12:10).

39Véase <https://www.diariosur.es/culturas/tv/201601/01/cola-colau-sketch-estrella- 2016001233017.html>

40Véase <https://www.libertaddigital.com/opinion/juan-carlos-girauta/amnesia-internacional- 18930>.

41 Sobre este tema, puede verse Moreno Espinosa (2007).

Received: February 01, 2021; Accepted: December 16, 2021

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