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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.47 no.1 Lima ene./jun. 2023  Epub 12-Jul-2023

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.202301.002 

Artículos

La percepción sociolingüística en torno a las hablas locales urbano/rurales de la provincia de Melipilla

Sociolinguistic Perception Regarding Urban/Rural Local Dialects in the Province of Melipilla

Macarena Céspedes1  * 
http://orcid.org/0000-0002-9212-4988

Carolina Martínez-Herrera2 
http://orcid.org/0000-0001-8348-6947

Mario Poblete1  ** 
http://orcid.org/0000-0003-3882-1464

1Universidad Alberto Hurtado - Chile

2Universidad de Valparaíso - Chile, carolina.martinez@uv.cl

Resumen

La presente investigación sociolingüística tiene como objetivo principal rastrear diversas percepciones en torno a la variación entonativa de diferentes localidades en contextos rurales y urbanos en la provincia de Melipilla, Región Metropolitana. En la metodología, se incorporó un acercamiento etnográfico a las diferentes localidades, en las que se aplicó una encuesta de percepción a 87 sujetos, hombres y mujeres, de entre 18 y 70 años. En este artículo, se darán a conocer los resultados más relevantes en torno a las percepciones y autopercepciones acerca de usos específicos de estas comunidades y de su identidad hablada, entendiendo que dichas entidades se aproximan entre sí debido a la creciente urbanización de las localidades rurales cercanas a Santiago de Chile (Céspedes 2017).

Palabras clave: percepción sociolingüística; hablas locales; contexto urbano/rural

Abstract

The main objective of this sociolinguistic research is to trace various perceptions regarding intonational variation in different localities from rural and urban contexts in the province of Melipilla, Metropolitan Region. The methodology incorporated an ethnographic approach to the different localities, where a perception survey was administered to 87 subjects -both men and women- between the ages of 18 and 70.This article presentsthe most relevant results regarding perceptions and self-perceptions about specific language uses in these communities and their spoken identity, understanding that these entities are becoming closer to each other due to the increasing urbanization of rural areas near Santiago, Chile (Céspedes 2017).

Keywords: Sociolinguistic perception; local dialects; urban/rural context

1. INTRODUCCIÓN

El artículo da cuenta de los resultados obtenidos de una encuesta de percepción en el marco de una primera aproximación al Estudio sociolingüístico de la entonación del español chileno hablado en diversas localidades de la Región Metropolitana de Chile. Como principal objetivo sociolingüístico, se ha propuesto rastrear diversas percepciones y autopercepciones en torno a la variación entonativa de diferentes localidades en contextos rurales y urbanos en la provincia de Melipilla. Esto con el fin de reflexionar acerca de las variedades que están en permanente contacto, y se aproximan entre sí debido a la creciente urbanización de las zonas rurales cercanas a Santiago, capital de Chile (Céspedes 2017).

Principalmente se analiza el conocimiento lingüístico-perceptivo que los informantes tienen de su propia habla y la ajena, a partir de una metodología mixta, entre la sociolingüística cognitiva y la etnografía lingüística, considerando la observación de tres ejes fundamentales de estudio: objetos, sujetos y contextos. Así fue como se observaron las percepciones y autopercepciones que los usuarios tienen tanto de su uso lingüístico como el de su comunidad en los dos contextos bajo estudio: el urbano y el rural. En cuanto a la muestra, esta tiene un carácter de representatividad cualitativa, es lo más variada posible y los informantes fueron contactados mediante la técnica del informante clave (Duranti 2003). En el presente artículo, se presentan los resultados que están vinculados a las preguntas sobre la percepción que estas comunidades tienen acerca de su forma de hablar, especialmente, a las percepciones en torno a las características entonativas. También se han considerado algunas percepciones sobre comportamientos léxicos y comentarios a aspectos de orden sociolingüístico, propiamente tales.

Centrados en lo anterior, esta encuesta valió para obtener información comparativa entre las comunidades en contextos rurales y urbanos. El interés sociolingüístico fue descubrir si estos usuarios podían, por un lado, reconocer la variación hablada interna entre sus comunidades y, por otro, la externa, lo que en este caso se traduce en si perciben una variación hablada entre ellos y el resto del país. Al ser hablada, aquí se recurre a las características propias de la modalidad oral, vale decir, la percepción lingüístico-auditiva que ellos puedan tener de elementos fundamentales en el plano oral, tales como tono, acentos, tempo de habla, entre otros.

En los acápites siguientes, se podrá conocer cómo se enmarcó teóricamente este estudio, cómo se configuró la metodología de trabajo y, finalmente, se expondrán los análisis a los datos más relevantes que permitirán definir una futura investigación experimental. En dicho estudio, se buscaría comprobar aquellos elementos fonéticos que proporcionan este conocimiento lingüístico-auditivo que los usuarios poseen de su propia habla, así como de la de sus comunidades y las ajenas. Si bien esto no se enmarca por completo en el plano de la sociolingüística cognitiva, aquí ya se puede apreciar esta perspectiva metodológica al visualizar los análisis, sin dejar de lado las subjetividades de los sujetos bajo estudio, ni tampoco aquello que cuantitativamente tuvo poca frecuencia de respuesta, pero que fue reconocida como una variable constante y visible por parte de quienes la mencionaron (Caravedo 2014, Moreno-Fernández 2012).

Cabe mencionar aquí que actitud, identidad y conciencia lingüísticas son tres conceptos que se conjeturan para mostrar un mismo hecho sociolingüístico, ya que estos están intrínsecamente ligados por la tridimensionalidad del uso lingüístico que se expresa como resultado de una actitud lingüística que es también selectiva, pues al ser positiva o negativa en una escala gradual, dará mayor o menor oportunidad a ciertos usos, comunidades de hablas, registros y estilos específicos. Como lo explica Moreno-Fernández (2009: 178) “[…] las lenguas no solo son portadoras de unas formas y unos atributos lingüísticos determinados, sino que también son capaces de transmitir significados o connotaciones sociales, además de valores sentimentales”. Con esto se comprende que, en la adquisición y el contacto lingüístico, junto con la transmisión de usos, van consigo las actitudes que de estos se tienen, puesto que no quedarán fuera de la transmisión lingüística porque son una expresión de la actitud social. Con esto se apunta a que no solo se heredan usos lingüísticos; sino que, además, las actitudes que de estos se tiene. De este modo, no quedará fuera la transmisión de la actitud lingüística frente a los usuarios de los diferentes registros que se puedan distinguir, por esto, es indisociable el concepto de actitud e identidad lingüística. Aquí es donde se levanta un posicionamiento de grupo social, cada grupo podrá identificarse como parte de una variedad lingüística particular, por diversos motivos: étnicos, nacionales, estrato o clase social, así como podrá tener una consciencia lingüística de pertenencia de grupo y de identificación hacia las prácticas sociolingüísticas que no le son propias.

Como se deja claro, es la consciencia lingüística la que abre y cierra el proceso actitudinal de los sujetos, pues instala un conocimiento lingüístico que gatillará en una manifestación lingüística de la actitud social, al mismo tiempo que permitirá identificarse o no con ciertos usos, usuarios y las propias actitudes lingüísticas de estos.

1.1. Cognición y tipos de percepción

Las principales hipótesis que mueven la lingüística cognitiva y que fundamentan la metodología de este estudio de la entonación de manera integral son:

  1. 1) El lenguaje no constituye una facultad cognitiva autónoma.

  2. 2) La gramática implica siempre una conceptualización.

  3. 3) El conocimiento acerca del lenguaje surge de su propio uso.

Siguiendo a Croft y Cruse (2008), se presupone que en fonología existen entidades físicas que requieren de una comprensión conceptual, pues “[S]onidos y secuencias constituyen el imput y el output, respectivamente, de los procesos cognitivos que controlan el habla y la comprensión” (18). Asimismo, es en el uso que se asume la categorización lingüística de la física del habla y de la comprensión de lo dicho, lo que se conjuga del encuentro entre la percepción y la producción de una gramática en tiempo real.

En el marco general de la lingüística cognitiva, se encuentran tres ejes elementales para entrar en los enfoques de esta índole: las categorías, los conceptos y los significados. Para esto, se necesita entender que la categorización depende de la experiencia tanto individual como colectiva que permite abstraer alguna particularidad de esta y que contiene otras instanciaciones, las que pueden ser reales o potenciales (Croft y Cruse 2008). Precisamente, esta construcción mental en abstracto es lo que se conoce como categorías conceptuales, las que son consideradas herramientas cognitivas con funciones específicas, tales como aprendizaje, planificación, comunicación y economía. La primera, se refiere a la capacidad de aprender de las experiencias previas para incorporar estos conocimientos a lo que se vaya aprendiendo más adelante. La segunda, se relaciona con la formulación de objetivos y su planificación para alcanzarlos; en estos casos, se requiere que el conocimiento esté conceptualizado para caracterizar las categorías de entidades. La tercera, entiende el funcionamiento del lenguaje en términos de categorías, según los autores, “[C]ualquier expresión lingüística, por muy detallada que sea, sólo representa, en el fondo, una categoría de referentes” (2008: 107). Y, la cuarta, tiene que ver con los procesos cognitivos en sí, puesto que supone que el conocimiento necesita estar relacionado con una parte significativa de todo lo que podría representar o referenciar, en la mayoría de los casos, lo que lleva a pensar que un conocimiento nuevo puede generalizarse fácilmente a otros miembros de una misma categoría, una vez que se obtuvo de la interacción con uno o más individuos.

A este marco de referencia general, se le suman una serie de mecanismos de la cognición que son necesarios repasar: captación, atención y reproducción. Estos mecanismos se explican desde la visión de Caravedo (2014), quien se centra en los límites de la lengua y su percepción para entender acerca de estos procesos cognitivos implicados tanto en la adquisición lingüística como en el desempeño lingüístico de cada hablante “en relación con los nuevos estímulos de su comunidad” (2014: 56). Según la autora, la captación es el modo como el hablante accede por primera vez al conocimiento de su lengua o de cualquier otra, por medio de la percepción. Es el acceso sensorial a un objeto que se presenta materialmente en el mundo del hablante a través de la sonoridad. Aquí es donde opera la capacidad analítica para distinguir ciertas entidades lingüísticas de otra, en donde opera un conocimiento lingüístico que va más allá de los significados sociales de los usos en sí.

En torno a lo anterior, Caravedo destaca que el recurso social del individuo en el proceso de la captación es la atención, la que “consiste en la dirección consciente de la percepción hacia un objeto determinado o hacia un punto o un aspecto social” (2014: 57). Como se puede advertir, la atención es limitada y, por lo tanto, selectiva. Por lo demás, interviene también en la categorización, pues esta implica la selección y el descarte de características pertinentes o “rasgos marginales” (2014: 58). Siguiendo con la autora, la fijación le sigue al proceso de captación, pues una vez que se ha seleccionado entre varias posibilidades, lo que queda es ir fijando el conocimiento lingüístico en la mente, lo que se relaciona con el mecanismo de economía que se revisó anteriormente. Asimismo, este proceso de aprendizaje que selecciona y enlaza nuevos conocimientos a los anteriores varía entre un individuo y otro, al depender del contexto adquisitivo o de contacto lingüístico, así, existen lo que la autora denomina como “rasgos regulares que forman parte del patrón colectivo y cultural de la comunidad de habla” (2014: 59). Por supuesto, es esta memoria colectiva la que se va transmitiendo de una generación a otra, en donde el concepto de conocimiento colectivo, también, implica la fijación memorística de las intenciones de los demás (Searle 1992).

Caravedo se suma a este planteamiento de Searle, asumiendo que el hecho social es primario y, por tanto, antecedería al hecho individual y le daría sentido. Ambos hechos se articulan sin el establecimiento de prioridades lógicas o cronológicas. Aquí, la autora cruza la propuesta de Preston (2013) acerca del belief system, con la de Silverstein (2003), denominada first-order indexicality, entendiendo que en la medida en que ocurre una transmisión cultural de un sistema de creencias, también, los individuos podrán asociar las características predominantes a ciertos hablantes o a grupos específicos, conformándose un conjunto de marcas de identidad frente a las que hablantes de diferentes comunidades de habla reaccionan emocionalmente y manifestarán actitudes lingüísticas, que podrían ser positivas o no. La reproducción es el resultado de los procesos anteriores, pues es la manifestación del uso efectivo de la variedad aprendida (Caravedo 2014: 61).

1.2. La espacialidad

En 1999, Hernández Campoy publica una panorámica general de la geografía en los estudios lingüísticos. Como otros autores (Britain 1991, Pred 1985), insiste en la importancia de conocer el concepto de espacialidad como la confluencia de las siguientes tres dimensiones espaciales: 1) euclidiano, como el puramente físico; 2) social, creado por la acción del hombre y la organización del paisaje; 3) perceptible, entorno inmediato que se percibe durante la vida cotidiana. Además, revisa con una visión crítica la sociolingüística inicial que no atiende al espacio físico y el posible comportamiento con los otros núcleos de población versus los urbanos. También, resulta necesario tener en cuenta aquellos espacios relativos a la organización social del espacio, y no solo a la organización espacial de la sociedad (clases), como lo afirmara la sociolingüística tradicional.

Antes del giro de la Geografía Humana, el cambio de paradigma fue desde lo descriptivo y ligado a la historia a uno cuantitativo que levantaba una disciplina de corte explicativo y de predicción (Schaefer 1953). Ya en la década de los 60, se propone el desarrollo de una geografía humana cuantificada que gire en torno al espacio euclidiano, ya que la ciencia no debería estar tan interesada en los hechos individuales como en los patrones que presentan. Se insiste en el estudio de los lugares en sí, por lo tanto, este tipo de investigaciones no se centran en observar qué fenómenos hay y dónde se dan, sino en las causas de porqué aparecen allí y no en otro lugar. En este giro, los temas más destacados han sido cuestiones relativas al espacio terrestre: la organización espacial, las distribuciones y asociaciones espaciales, las estructuras espaciales, la localización espacial de la población y de las actividades, y todo tipo de regularidades espaciales y la covariación de los fenómenos. Al llegar a la década de los 90, la sociolingüística avanza en evidenciar las interrelaciones entre el lenguaje y la sociedad con la ayuda del estudio de la determinación que la espacialidad tiene en esta dinámica o dialéctica (Soja 1989).

Desde el punto de vista de ciencias del lenguaje, el interés ha sido por el análisis de la dispersión geográfica de los elementos lingüísticos. Estos estudios también se han realizado por la Geografía Humana, que ha contemplado las actitudes sociales y los sistemas de redes intra e intercomunitarias en su intento por diseñar modelos dinámicos de difusión. Por lo mismo, se opta por considerar las percepciones que los individuos tienen de su propia habla y de la ajena, cuando se trabaja bajo un marco de corte cognitivo. Prestando atención a Moreno-Fernández (2012), se ha tendido a realizar por medio de una entrevista sociolingüística de percepción un análisis centrado en el discurso que los individuos tienen de sus usos orales, en este caso, centrándolos en los aspectos prosódicos de la lengua en uso.

De acuerdo con los datos que aquí se presentan, se percibe más la variación interna que la externa, por lo que concordamos con Caravedo (2004) cuando explica que el espacio es un factor social relevante que debe caber dentro del conglomerado de factores externos que interesa correlacionar con los hechos lingüísticos variables, ya que el espacio es un factor que informa sobre lo social y lo simbólico-cognoscitivo al ir más allá de la mera dimensión geográfica contenedora de dialectos.

Siguiendo a la autora, esta idea del espacio en su doble contenido se ve reflejada en la actitud sociolingüística de los hablantes, porque ellos tienen una percepción más amplia del espacio, a saber, suprarregional, nacional o incluso transnacional. Asimismo, los individuos desarrollan en general una percepción muy refinada de lo propio y de lo ajeno que hace inmediatamente diferenciable la modalidad que no es del lugar. Por consiguiente, el espacio pasa de ser considerado una categoría física y objetiva a ser una categoría cognoscitiva y subjetiva, lo que se manifiesta en las conceptualizaciones de los hablantes, que algunas veces son estereotípicas de los pobladores en relación con valores negativos, ya que no hay “espacios neutros para sus pobladores” (Caravedo 2004: 1125). Por lo mismo, la propuesta es considerar el factor espacio como una variable dependiente de lo social con la funcionalidad de contribuir a la caracterización de los propios hechos variables que se investiguen.

2. METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

La investigación se centró en la Provincia de Melipilla, que se destaca en la Región Metropolitana de Santiago (RMS) como una de las que posee mayor superficie rural y por contar con unos 141 mil 800 habitantes, de los cuales el 42.8 % pertenece al área rural. Además, está compuesta por cinco comunas: Alhué, Curacaví, María Pinto, Melipilla y San Pedro, que ocupan en total una superficie territorial equivalente al 26 % del territorio de toda la RMS.

La ciudad de Melipilla es la capital de la provincia y es el principal centro urbano y administrativo de la zona. Su población supera los cien mil habitantes, de los cuales un 35 % habita en sectores rurales de la comuna. Además, cuenta con una excelente conectividad vial por la autopista del Sol hacia Santiago, que es la capital del país, entre otras vías de movilidad. Allí, la actividad es variada, hay un fuerte componente agrícola que se manifiesta en la presencia de grandes empresas del sector agroexportador, alimentos (principalmente avícola y lecherías), plantación y producción vinícola, y ganadería. En el área urbana existe una importante área comercial y de servicios: grandes tiendas y cadenas de supermercados que conviven con el comercio tradicional de la ciudad. Este paisaje social permite que Melipilla sea un punto de trayecto obligatorio para quienes visitan el lago Rapel y zonas costeras al sur de la Quinta Región y del Litoral Central. También, condiciona a los habitantes de las comunidades rurales de la provincia a visitar frecuentemente la ciudad y a depender de esta para fines de servicios burocráticos, educacionales y médicos.

El estudio de las comunidades fue abordado mediante la técnica del ‘informante clave’ (Tremblay 2003). Esta consistió en contactar a un sujeto que tuviera algún conocimiento relevante respecto de la comunidad a estudiar, ya fuera dado por su permanente presencia dentro de la comunidad o porque poseyera algún estatus especial dentro de la misma. Con esto, se buscó acceder a un conocimiento lo más completo posible de la comunidad.

Teniendo como base la ‘observación pasiva de la interacción’: primero, se identificó a los informantes clave y, segundo, se los contactó directamente o a través de personas cercanas, quienes facilitaron el contacto. Posteriormente, se realizaron diversas conversaciones con las que se consolidó un vínculo de confianza con los investigadores, lo que permitió tener acceso a los sujetos que finalmente compondrían la muestra. En particular, lo que proporcionó la técnica del informante clave fueron dos cosas: a) el acceso hacia la comunidad, por medio de la confianza que este informante garantizó, debido a su posición y estatus dentro de la misma; y b) el camino que los informantes clave de las distintas comunidades abrieron, permitiendo triangular una diversidad de técnicas e instrumentos de investigación.

Un primer criterio solicitado a los informantes clave fue que proporcionaran acceso a aquellos sujetos de la comunidad que, por un lado, aceptaran ser encuestados y, por otro, fueran representativos de esa sociedad. El segundo criterio de muestreo fue la ‘oportunidad’. Si bien el informante clave contactó previamente y acordó el encuentro con los sujetos de estudio, no fue posible visitarlos a todos, pues algunos de ellos desistieron de participar una vez que se les fue a visitar. Pese a esto, se logró encuestar a más de 30 personas en 5 horas por comunidad, aproximadamente.

Fue necesario tener en cuenta tres consideraciones para la aplicación de la encuesta: en primer lugar, no se realizó un muestreo probabilístico, sino que el tipo de muestreo fue ‘intencionado’ y por ‘oportunidad’; en segundo lugar, tampoco es pertinente considerar la ley de los grandes números en este caso, por tanto, las características promedio de la muestra no pueden ser atribuidas a la población en su conjunto; en tercer lugar, cabe sostener que los posibles análisis estadísticos no son paramétricos, si así lo fueran, se podría conocer la distribución de la población estudiada respecto de algún parámetro conocido.

2.1. Diseño y aplicación de la encuesta de percepción

La metodología del estudio sigue un enfoque mixto cualitativo-cuantitativo, tanto para el muestreo, la recolección de los datos como para los análisis de los resultados. El instrumento aplicado a 87 personas se diseñó considerando tres módulos: el primero se propone un conocimiento descriptivo del individuo, donde se preguntan cuestiones como sexo, edad y lugar de residencia; el segundo se denomina Módulo Lingüístico y busca conocer la relación de los encuestados con el tema central de la investigación; y el tercero, el Módulo Socioeconómico, profundiza la realidad socioeconómica del encuestado para conocer su contexto más allá del geográfico y reconfigurar ambos entornos de las comunidades bajo estudio.

Figura 1 Geografía de las localidades bajo estudio en la provincia de Melipilla 

El objetivo del segundo módulo es caracterizar a las comunidades bajo estudio con base en la percepción de su habla y la de sus vecinos, con características asociadas a la manera de hablar como la entonación, el tiempo de habla y el volumen de la voz y, también, otros aspectos que ellos pudieran considerar particulares del habla en contexto rural o urbano. Para lograrlo, en primera instancia se utilizó una escala métrica del 1 al 10 para medir la percepción respecto a la identidad rural/urbana, donde 1 corresponde a completamente rural y 10 a completamente urbano, lo cual permitió que no existiera una caracterización categórica entre rural y urbano, sino que pudieran reconocer que existe una gradación entre ambos:

6. Ud. vive en una zona… (1a-2b-3c-4d-5e-6f-7g-8h-9i-10j)

7. Su estilo de vida es… (1a-2b-3c-4d-5e-6f-7g-8h-9i-10j)

8. Ud. se considera una persona… (1a-2b-3c-4d-5e-6f-7g-8h-9i-10j)

9. Considera que sus vecinos hablan… (1a-2b-3c-4d-5e-6f-7g-8h-9i-10j)

La finalidad era observar los grados de asimilación de los encuestados con la intención de difuminar los límites entre una categoría y otra. Para lo cual, al ingresar los datos, se levantaron otras dos categorías: semiurbano y semirrural, lo que contribuyó a interpretar dicha realidad gradual (Céspedes 2017). De este modo, quienes se asimilaron entre los números del 2 al 5, en términos de análisis, correspondían a semirrural y del 6 al 9 como semiurbanos. En segunda instancia, se dio pie a otro tipo de pregunta cuya respuesta podía ser sí o no, con la intención de observar la percepción en torno a la variación dentro y entre las localidades de los diferentes contextos, lo que entenderemos por variación interna y externa, siguiendo a Caravedo (2004). Aquí se incluyeron dos preguntas abiertas, las que particularmente referían a la variación externa y requerían argumentación por parte de los encuestados con el fin de que justificaran su respuesta:

10. ¿Usted cree que donde vive se habla de una manera particular o diferente a la del resto del país?

a) Sí

b) No

¿Por qué?

12. ¿La manera como hablan los Santiaguinos es diferente de la de sus vecinos?

a) Sí

b) No

(Si es que responde que sí, preguntar:) ¿En qué lo nota?

También se recurrió a otro tipo de pregunta correspondiente a la dicotomía campo/ciudad. La intención de esta última era reconocer la percepción de los encuestados acerca de cómo creen que es su habla en relación con la de los hablantes de otros lugares. En la encuesta se solicitó que mencionaran características consideradas propias de la gente del campo o la ciudad y luego se presentaron diferentes alternativas que apelan al tono, al tiempo y volumen de voz:

18. Parece más “cantadito” (campoa/ciudadb)

19. Parece menos “cantadito” (campoa/ciudadb)

20. Hablan más fuerte (campoa/ciudadb)

21. Hablan más bajo (campoa/ciudadb)

22. Hablan más rápido (campoa/ciudadb)

23. Hablan más lento (campoa/ciudadb)

El tercer módulo se separa en tres submódulos con preguntas recogidas de la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN1): Educación, Trabajo e Ingreso, ya que permiten tener información que sea comparable a nivel nacional y en futuras investigaciones poder dialogar con otros estudios de diferentes localidades, regiones o países.

3. Análisis y resultado de los datos

3.1. Variación habla propia con el resto del país

Como se anticipó, se propuso observar cuál es la percepción que tienen los encuestados respecto de la variación de su habla entre comunidades de una misma provincia que posee entornos rurales y urbanos; a su vez, se plantearon preguntas que pudieran dar a conocer la percepción que tienen de esta provincia en relación al habla del resto del país, para saber si eran más conscientes de la variación interna que de la externa o no. En el caso de la pregunta acerca de si consideran que el habla propia es particular o diferente a la del resto del país, los encuestados debían justificar su respuesta. Aquí se realizó un análisis mixto en donde, junto con observar los datos cuantitativos, se seleccionaron las enunciaciones más relevantes en términos argumentativos, tanto valoraciones positivas como negativas y aspectos directamente relacionados con características lingüísticas que los informantes pudieran detallar sin que se les pidiera esto en particular. En términos generales, el 57 % de la población encuestada no encuentra diferencia en la manera de hablar, por sobre un 43 % que sí.

Figura 2 “¿Usted cree que donde vive se habla de una manera particular o diferente a la del resto del país?” 

Entre las argumentaciones que dieron los encuestados que señalaron que en su lugar de residencia no se habla diferente al resto del país; por un lado, se destaca que la comparación es con la ciudad más que con otras localidades o regiones del país. En este sentido, reconocen que sus localidades tienen gran influencia de Santiago o Melipilla, que se ha reducido la distancia entre zonas rurales y urbanas y, con esto, se ha asimilado la manera de hablar. Asimismo, apelan a que la cercanía con la ciudad reduce el aislamiento de las zonas rurales. Por ejemplo, señalan lo siguiente:

(1)“Se ha perdido la lengua rural por el intercambio Santiago - Melipilla (I63)2

(2)“Porque nos hemos acercado más a Melipilla. Nos hemos ido asemejando mucho” (I26)

Entonces, se destaca que apelan a que el contacto más cercano con Santiago y Melipilla ha tenido un impacto en sus modos de hablar, lo que reduce las diferencias en el plano lingüístico con independencia de la geografía que los delimita territorialmente como “lo rural” y “lo urbano”. Por esta razón, el punto de comparación es con la ciudad y no con las demás regiones del país, al preguntar si se habla de manera particular o diferente a su localidad. Sin embargo, en términos argumentativos, es común que sean de zonas rurales quienes opinan que las diferencias con el resto del país se deben a razones geográficas, por ejemplo:

(3)“Porque la gente es nacida y criada aquí en el campo [Culiprán], no conocen otra forma” (I36)

(4)“Esta zona [Cholqui] es de gente antigua, no se renueva el círculo” (I16)

Como queda demostrado, el enfoque varía: si por un lado las personas que no ven diferencias observables en la manera de hablar apelan a la disminución en el aislamiento de las localidades, o sea, al contacto lingüístico como facilitador de la urbanización de los usos en estas comunidades. Por otro, quienes sí observan diferencias apelan justamente al aislamiento, pero en este caso argumentando que ha sido el impedimento de un contacto lingüístico, ya sea, porque no ha existido o porque es muy leve aún. De aquellas argumentaciones donde no se considera que se hable de una manera particular al resto, se destaca lo siguiente:

(5)“Porque ya no estamos tan aislados y ha llegado mucha gente de la ciudad, de afuera, con educación distinta, más que la nuestra [Culiprán]” (I35)

(6)“Porque gente antigua viene del campo. Se mimetiza la gente del campo y la de ahora [de Melipilla]. Se vienen los dichos” (I78)

En la misma línea de las diferencias geográficas, también, entre los argumentos se destaca la elección del léxico, específicamente, el uso de modismos. En este sentido, quienes señalan que no hay diferencias regionales en la manera de hablar, argumentan que se usan los mismos modismos, por ejemplo:

(7)“Tienen los mismos modismos (las cosas las llaman igual)” (I86)

(8)“No tenemos modismos distintos, ni un lenguaje diferente al resto del país” (I80)

(9)“Acá [campo] no hay tanto modismo. Gente está más moderna [en el campo]” (I08)

De este último argumento se observa que el informante apela a la modernidad, es decir, el contacto con otras localidades ha permitido que el campo se modernice y se reduzcan los modismos. Por tanto, es posible observar que es reiterativo que se interprete su uso como exclusivo de hablantes rurales y no como un cambio en los modismos que probablemente adquieren del contacto con las zonas urbanas y los urbano-rurales que han llegado a estas comunidades. Esto difiere con aquellos que sí encuentran diferencias, quienes consideran que las distinciones van justamente en los modismos, pues son diferentes dependiendo de la localidad donde se reside:

(10)“Porque hay regionalismos que marcan las diferencias lingüísticas” (I74)

(11)“Estilo de las palabras, en la forma de hablar” (I45)

Siguiendo con el contraste entre aquellos que no ven diferencias, los que sí consideran que se habla de una manera particular o diferente al resto del país, mencionan características por sobre lo puramente léxico-semántico. Es decir, destacan diferencias prosódicas y no verbales como las siguientes:

(12)“Forma de expresarse, de saludar” (I28)

(13)“Acento y entonación distinto” (I29)

(14)“En el acento. Acá [Melipilla] no es tan cantadito, salvo que sean del campo […]” (I24)

(15)“Aquí [Melipilla] se habla más cantadito. Se acortan y no se pronuncian bien las palabras” (I75)

A partir de esto, se demuestra que quienes observan diferencias con el resto del país se enfocan tanto en el plano interaccional como en las maneras de expresarse e incluso rasgos suprasegmentales como determinantes para marcar una diferencia entre la localidad de residencia con el resto del país. En términos cuantitativos, de 37 personas que respondieron sí, 10 consideran rasgos como el acento, el tono y el volumen como marcas distintivas, en exclusivo.

Por último, entre las argumentaciones de quienes sí ven diferencias, se destaca que estos observan las distinciones a nivel país y mencionan “el sur” lo mismo que “el norte” como referentes de comparación. Lo significativo de esto es que no se quedan en la dicotomía rural/urbano circundante, sino que efectivamente lo ven a nivel nacional, según se les preguntó. Lo que es relevante, ya que esta distinción no es observable en aquellos que no ven diferencias. Es decir, quienes consideran que no se habla de una manera particular o diferente al resto del país, justifican su respuesta señalando que todos somos iguales, “somos chilenos” (I6) o a que en el campo y en la ciudad se habla igual, por ejemplo, señalan que “campo y urbano hablan igual (local)” (I49). Esto confirma lo señalado en un inicio, pues reconocen las diferencias teniendo a las ciudades Santiago/Melipilla como referentes de comparación. Por el contrario, quienes sí consideran que en su localidad se habla de una manera particular, referencian otras zonas geográficas ajenas a la propia:

(16)“Comparado con el sur, allá la gente habla claro, pausado. Acá [Cholqui] hablamos mal” (I13)

(17)“Se sabe que se habla distinto en la zona central que en la zona sur y la zona norte” (I27) (18)“Si viajas al norte o al sur, hay diferentes maneras de hablar” (I76)

(19)“En el pueblo hablan mejor. El sur tiene su lengua (mapudungun, por ejemplo)” (I57)

De 37 personas, 6 rescatan las diferencias a nivel nacional. Por ende, destaca una mayor conciencia sociolingüística al ser conscientes del contacto con diferentes variedades geográficas, como se expresa en los enunciados recién citados.

Ahora bien, es importante conocer esta percepción distribuida por rango etario, como lo muestra el Figura 3, un 57 % de la población rural encuestada no encuentra diferencia entre su forma de hablar y la del resto del país. Al distribuir esto por localidad, se observó que en Culiprán, el 27 % corresponde al segundo rango etario (36 y 55 años), seguido de un 19 % correspondiente al primero (18 y 35 años). En comparación con Cholqui, quienes en su mayoría corresponden al tercer grupo etario (más de 56 años). Estos datos contrastan con la población urbana de Melipilla, donde un 58 % no encuentra diferencia y la gran mayoría de ellos corresponde al primer grupo etario (18 y 35 años).

Figura 3 Rango etario de encuestados que no consideran que donde viven se hable de una manera particular o diferente a la del resto del país 

De lo anterior queda en evidencia que los jóvenes urbanos tienen una mayor conciencia de la variación externa, mientras que en las zonas rurales eso se observa más en los adultos y adultos mayores. No obstante, hay un grupo importante de encuestados que sí encuentran diferencias entre su lugar de residencia en contraste con el resto del país, como se puede visualizar en la siguiente figura:

Figura 4 Rango etario de encuestados que consideran que donde viven se habla de una manera particular o diferente a la del resto del país 

En este caso, un 43 % de la muestra rural coincide al señalar que en sus comunidades sí se habla diferente al resto del país, siendo los encuestados del segundo grupo en quienes se concentra esta percepción. Notoriamente, es en la muestra de Melipilla en donde también se ven diferencias (42 %), y son las personas entre las mismas edades que las zonas rurales quienes destacan estas distinciones. Por lo tanto, las edades entre quienes no encuentran diferencias varían dependiendo de la zona, al contrario de quienes sí ven diferencias, los que, en su mayoría, están en el rango etario medio y que en el caso de la muestra urbana esta percepción es nula.

3.2. Variación habla propia en comparación con Santiago

Para la respuesta de la segunda pregunta mixta, en la instancia de pregunta abierta se les pidió a los encuestados que respondieran “¿En qué lo notan?” las veces que respondieran que sí ven diferencias para indagar en los rasgos o características lingüísticas que ellos perciben como marcas diferenciadoras. En general, al comparar Santiago con las localidades de Cholqui, Culiprán y la ciudad de Melipilla, los encuestados consideran que sí existen diferencias en la manera de hablar. De esto último, alrededor de un 66 % cree que la manera en que hablan los santiaguinos es diferente a la de sus vecinos; similar a las localidades rurales, donde un 70 % responde afirmativamente:

Figura 5 “¿La manera como hablan los Santiaguinos es diferente de la de sus vecinos?” 

Respecto a los rasgos lingüísticos que los encuestados identificaron como marcas diferenciadoras características del habla de Santiago, es posible dividir sus argumentos en dos categorías. Por un lado, los hablantes rescatan diferencias a nivel fonético-fonológico al acudir a razonamientos que apelan al volumen o al ritmo de voz de los santiaguinos; por otro, mencionan diferencias a nivel del léxico. En términos cuantitativos, de la totalidad de personas que identifican diferencias, aproximadamente un 26 % reconoce que se distinguen de Santiago a nivel fonético-fonológico, mientras que alrededor de un 46 % nota diferencias en las palabras utilizadas en las distintas localidades. De estos resultados, un 13 % de los encuestados considera que ambos niveles del lenguaje permiten distinguir a santiaguinos de Melipilla, Cholqui o Culiprán, es decir, en sus argumentos combinan tanto motivos fonético-fonológicos como léxicos.

A nivel fonético-fonológico destacan los siguientes comentarios:

(20)“Acentuación, palabras a medias, más cortadas en Santiago […]” (I46)

(21)“Más pronunciado, pausado. Modulan mejor [en la ciudad]” (I4)

(22)“En el tono, [en] Santiago son más secos, duros. Acá [Melipilla] somos ‘más tiernos’, se acerca más a la persona” (I79)

Es así que los encuestados reconocen diferencias en la manera de hablar, pues, aparte de las categorías léxicas, en relación con Santiago, varían acentos (I50), rapidez y tonos de voz (I39), dicción (I75) y cómo pronuncian las palabras (I8). Como dos de los hablantes señalan, la diferencia recae en la “rapidez y modulación” (I84), pues “los de Santiago hablan más rápido” (I52). Por ende, existe una conciencia fonético-fonológica donde los sujetos de localidades cercanas a la capital de Chile distinguen y reconocen que las diferencias entre localidades no se quedan en lo puramente actitudinal o no lingüístico, sino que las características tales como el volumen, entonación, modulación, tiempo y rapidez son relevantes para diferenciar el habla de las distintas localidades. Además, aquí se logra avistar unas cualidades propias de la voz percibidas y valoradas como “tono seco” o “duro” versus un “tono” más “tierno”, lo que se traduce en que la tesitura de la voz caracteriza a los sujetos que por comunidad de habla poseen un tipo de cualidad de la voz que se suma a este conjunto de caracteres comunes y a la vez diferenciadores, entre los que se levantan atributos fonéticos que son idiosincrásicos. Será relevante indagar por medio de estudios tanto descriptivos como experimentales cuáles son los elementos fonéticos que generan estas valoraciones acústico-perceptivas por parte de miembros tanto en contextos rurales como urbanos.

La segunda categoría identificada concentra la mayoría de argumentos, ya que casi un 50 % de las personas que sí reconoce diferencias con Santiago considera que estas se deben al uso de las palabras o a los diferentes modismos:

(23)“En lo simple de nombrar las cosas en Santiago. O es manzana y nada más (por ejemplo, en Santiago no conocen más frutos)” (I86)

(24)“Hay palabras distintas. Por ejemplo, aquí decimos [Melipilla] liebre, mientras en Santiago se dice micro” (I26)

(25)“Porque tienen otras palabras para expresar lo mismo [en Santiago]” (I16)

(26)“En que los del campo tienen más modismos del campo, más rurales” (I31)

(27)“Objetos, cosas, acciones que en [zona] rural se hablan de una forma que [en la zona] urbana no. Por ejemplo, decir abochornado” (I86)

Por tanto, los encuestados identifican diferencias a nivel del léxico, sin embargo, el nombre con que se refieren a esta distinción varía desde “diferentes usos de palabras” (I58; I61), “modismos” (I9; I31; I54; I64; I67; I68; I76), “vocabulario” (I37), “códigos” (I41), “conceptos” (I29), hasta considerarlo como “el uso de distintos términos” (I5; I18; I69; I87). En consecuencia, a pesar de que los sujetos no mencionaron que directamente las diferencias recaen en el léxico, en su mayoría, es destacable que son capaces de reconocer las diferencias a nivel lingüístico.

El resto de las justificaciones no se enfocan únicamente en el habla, sino que relacionan las diferencias entre las tres localidades en comparación con Santiago en factores no lingüísticos. Por ejemplo, algunos encuestados indican que existen distinciones en la actitud al caminar y al vestirse:

(28)“La gente de la ciudad es más pituca. Se nota en la manera de caminar y de vestirse” (I21)

(29)“En la forma de vestir también se nota diferencia” (I22)

(30)“Porque pienso que tuvo más estudios. En la forma de caminar y de vestirse” (I19)

De los enunciados que siguen se desprende que existe una noción general de que el habla en Santiago es prestigiosa, es decir, hay una consideración de que en la capital de Chile se habla mejor:

(31)“Más pronunciado, pausado. Modulan mejor [en Santiago]” (I4)

(32)“En el campo más uso de diminutivos y más garabatos. En Santiago mayor pronunciación, hablan correcto” (I10)

(33)“En que usan mejor el lenguaje [Santiago]; es más sano” (I43)

No obstante lo anterior, también existen actitudes lingüísticas negativas como los ejemplos que se exponen a continuación:

(34)“Las palabras o modismos. Santiaguinos no terminan las palabras” (I9)

(35)“Acentuación, palabras a medias, más cortadas en Santiago […]” (I46)

En términos cuantitativos, de los 61 encuestados quienes respondieron que sí, explícitamente, un 15 % valora a Santiago como un habla prestigiosa, en comparación con un 7 % de los encuestados que consideran que en Santiago se habla mal. Es importante señalar que existen algunos comentarios que dan a entender un prestigio por el habla en la capital. Sin embargo, no es posible determinar de manera categórica si hay una actitud lingüística negativa o positiva hacia el habla de Santiago. Las valoraciones indirectas van en este orden:

(36)“Andan acelerados [Santiaguinos]” (I33)

(37)“En la manera como hablan” (I20)

(38)“Los de Santiago hablan rápido” (I52)

En consecuencia, en la Figura 6 se puede observar que la gran mayoría encuentra diferencias a nivel lingüístico. Del resto, un 23 % de los que encuentran diferencias lo observan a nivel paralingüístico. Es importante señalar que, de los datos representados en el gráfico, el 13 % combina entre rasgos fonéticos-fonológicos y léxicos; no obstante, se rescató el argumento cuya carga fuese hacia una de las dos categorías. Por ejemplo, el enunciado “muletillas, dichos, tonos” (I78) da cuenta de una inclinación léxica, de modo que fue categorizado como argumento lingüístico en la categoría del uso de las palabras. Por el contrario, la justificación: “el tono, volumen, velocidad, tipo de palabras” (I62), denota una fuerte inclinación hacia lo fonético-fonológico, de modo que fue incluido en esa categoría. Respecto a la categoría no lingüística, ocurrió una distinción similar, donde 4 respuestas, es decir, un 7 % incluyó en sus argumentaciones rasgos lingüísticos, pero con una carga hacia lo no lingüístico, a saber: “En la parte comunicativa; lo rural congenia con ciertos modos de comportamiento. Pero hay personas ambivalentes también, se ha comenzado a mezclar. En la forma de vestir también se nota diferencia” (I22). Aquí se apela a una categoría lingüística, sin embargo, la mayoría de sus argumentos no son de esta índole.

Figura 6 Categorización del total de respuestas afirmativas 

Si bien este artículo no se centra en las actitudes lingüísticas que denotan prestigio o desprestigio de las formas de hablar, fue interesante no dejar pasar estas valoraciones que dan pie para investigar cómo algunos usos fonético-fonológicos o paralingüísticos poseen una mayor o menor valoración social, como rapidez al hablar, acortamiento de palabras, tipos de acentos, entre otros. Estos aspectos fonéticos son necesarios de observar bajo un estudio riguroso de fonética perceptiva que dé cuenta de cuáles son las equivalencias entre las categorías de la “lingüística popular” y “la formal”; es decir, cuando los sujetos bajo estudio mencionan “palabras a medias”, “más cortadas”, se refieren a acortamientos léxicos o a elementos de simplificación segmental que podrían estar al inicio, intermedio o final de la palabra fónica. O cuando hablan de acento, ¿qué elementos fonético-fonológicos serán los que activan esta percepción?, ¿será que perciben selectivamente entre los tipos de acentos (léxico, intensivo o entonativo) o, más bien, será la referencia a un acento lingüístico que se remite a más elementos que podrían ir más allá de lo fonético-fonológico? Aquí es imposible no referirse a que el aspecto léxico para ellos puede estar marcado por la forma fonética de la palabra fónica más allá de la composición léxica, propiamente tal. Es así como Labov (1996) desarrolla la problemática del cambio lingüístico cuando explica el mecanismo de este hecho sociolingüístico que tiene que ver con la identificación por parte de los hablantes con los cambios fónicos regulares, pero que a la larga estos pasan de usuario en usuario como difusiones léxicas.

4. CONCLUSIONES

Dentro de las conclusiones que se pueden inferir de los análisis, una de las más destacables es la demostración de una paradoja sociolingüística que tiene relación con la percepción que los individuos tienen acerca de la variación interna, la que ven dentro de su propia comunidad de habla, y la externa, que se relaciona con la variación entre las comunidades. En ambas preguntas abiertas hubo coincidencias y diferencias entre una y otra, pues en varios casos las personas a quienes se les preguntó por la diferencia en la forma de hablar de su localidad con el resto del país decían que no percibían que hablaran distinto; mientras que, cuando se les pregunta con respecto a Santiago, inmediatamente comenzaban a mencionar una serie de diferencias que fueron más allá de la mera distinción lingüística, pues la percepción siempre fue de carácter ­sociolingüístico. Es decir, los propios individuos, miembros de sus respectivas comunidades, poseen una percepción holística de los hechos de la lengua y los asocian inmediatamente con otros factores que son tanto sociales como individuales.

Es interesante decir que esto se constató por medio de los análisis tanto cuantitativos como cualitativos, como un patrón constante en la percepción de que no hay diferencia con el resto del país (57 %) pero sí con Santiago (70 %).

Este patrón que se podría encasillar como una paradoja sociolingüística, tiene que ver con un sentido de pertenencia espacial. A saber, ellos forman parte de Santiago como la ciudad capital, porque forman parte de la Región Metropolitana, no obstante, para ellos la Región Metropolitana es Santiago, pues es la gran ciudad de referencia que tienen, por lo que no se valoran ni como santiaguinos ni como “verdaderamente” miembros de la metrópolis regional. En ese sentido, aunque Melipilla sea la ciudad capital de la provincia, esta queda anulada como tal por la percepción de sus propios habitantes, a la hora de valorar su tipo de habla en relación con el habla santiaguina. Se podría pensar que esto solo ocurre con los habitantes de las comunidades rurales, por carecer de identidad urbana, sin embargo, este sentimiento de diferencia con el habla de Santiago también existe en los propios habitantes de la ciudad de Melipilla.

Lo que aquí se considera paradójico es que estas comunidades no tienen este mismo sentimiento de diferencia con el habla del resto del país. Esto se lo podría explicar la constitución geosocial de la provincia, la que tiene un carácter rurourbano, al concentrar el mayor número de localidades rurales de la Región Metropolitana.

A pesar de que la provincia de Melipilla es una comuna semirrural por yuxtaposición geográfica, la investigación ha mostrado que las categorías de semirrural y semiurbano son percibidas por estos informantes como un sentimiento de identificación más sociocultural que meramente geográfico, puesto que, independientemente de si los habitantes estén ubicados en contextos rurales o urbanos, pueden sentirse más urbanos que rurales o más rurales que urbanos. Como quedó demostrado en los análisis, los ­informantes identificaron usos lingüísticos que están mediados por esta espacialidad más subjetiva que física, la que se va construyendo por la experiencia sociolingüística de los sujetos, sus intereses, hábitos lingüísticos, ocupaciones y movilidad entre un contexto y otro: campo/ciudad o ciudad/campo.

Por tanto, tienen un conocimiento de este macroespacio que es Santiago al cual están circunscritos geográficamente, pero no simbólicamente. Esto último equivale a ese referente citadino de ciudad capital del país, que significa un sustento laboral para muchos de ellos. Además de nuevas tendencias culturales y lingüísticas, por ejemplo, en Melipilla el ‘ustedeo’ asimétrico se conserva incluso en los más jóvenes, no así en todos los sectores de Santiago. Esto marca la paradoja porque hay una distancia entre la pertenencia a una geografía física y otra subjetiva (Caravedo 2004), esta última agudiza el hecho de mirar al “santiaguino” como ajeno y diferente de ellos. A su vez, esta distancia genera una contradicción en dos órdenes: interna, porque forman parte de la Región Metropolitana -Santiago como referente exclusivo de esto-, pero no son santiaguinos; y externa, porque a pesar de no pertenecer geográficamente a las otras regiones del país, tienen un sentido de pertenencia geográfico subjetivo, que es el sentimiento de formar parte de un único territorio nacional, pues son chilenos. Esto lleva a pensar en la realidad de la centralización del país, que lleva a la percepción de que existen todas las regiones del país y Santiago.

De la autopercepción de los usos lingüísticos en sí, llama la atención cómo el ‘cantadito’ se percibe como ‘más’ si un individuo de la ciudad de Melipilla lo está refiriendo a la forma de hablar de los contextos rurales, pero si el mismo individuo compara su habla con la de la ciudad de Santiago, dirá que la propia es ‘más’ cantadita que la de la capital. En general, esto apoya lo que se ha venido interpretando en cuanto a la variación interna y externa y, además, sugiere confrontar estos resultados con pruebas de percepción entonativa acústico-auditivas, que puedan revelar qué características prosódicas son aquellas que definen fonéticamente lo ‘más’ cantadito de lo ‘menos’ cantadito. Junto con esto, realizar pruebas ­probabilísticas que expliquen la determinación que la espacialidad en sus dos dimensiones tiene sobre estos usos y cómo estos son percibidos por sus propios usuarios y los ajenos.

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1Ver <http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/casen_obj.php> [Consultado el 02 de agosto de 2021].

2Las citas tomadas del corpus de habla fueron transliteradas de manera fidedigna según lo dicho por el hablante y la notación del encuestador. Se incorporaron paréntesis las veces que había ambigüedad dentro del enunciado y fueron necesarias las aclaraciones de los propios informantes. La nomenclatura (I63) y siguientes, corresponde a “Informante + número de folio” de las encuestas. La información que pueda aparecer entre [] se usa para contextualizar el enunciado para fines de los análisis cualitativos.

Recibido: 02 de Agosto de 2021; Aprobado: 06 de Junio de 2022

Autor de correspondencia: * mcespede@uahurtado.cl

Autor de correspondencia: ** mapobletev@uahurtado.cl

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