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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.47 no.1 Lima ene./jun. 2023  Epub 12-Jul-2023

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.202301.011 

Artículos

Relaciones de accesibilidad de los mundos posibles de lo fantástico

Accessibility Relations of Possible Worlds of the Fantastic

1Universidad Complutense de Madrid - España, evariza@ucm.es

Resumen

Uno de los aspectos tratados por la semántica de los mundos posibles son las relaciones de accesibilidad de los mundos ficcionales, es decir, la forma en que se relacionan estos mundos y el mundo real. El siguiente estudio parte de los presupuestos de los trabajos de algunos autores como Kendall Walton, Marie-Laure Ryan o Tomás Albaladejo para examinar los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico que conforman las relaciones de accesibilidad bidireccionalmente: los que contribuyen a configurar el mundo a partir de existentes reales, como la representación de modelos macroestructurales o incompatibilidades de elementos, y los que intervienen en el acceso de los existentes ficcionales al mundo real, como el tratamiento de la verosimilitud y de la autentificación.

Palabras clave: mundos posibles; semántica ficcional; fantástico; teoría de la literatura

Abstract

One of the issues addressed in possible worlds semantics is the accessibility relations of fictional worlds, that is, how these worlds relate to the real world. This paper takes the works by authors such as Kendall Walton, Marie-Laure Ryan and Tomás Albaladejo as a starting point to examine those features of the fantastic which constitute accessibility relations in two ways: those that shape the world out of real entities, such as the representation of macrostructural models or the incompatibility of elements, and those that intervene in the access of fictional entities to the real world, such as the presentation of verisimilitude and authentication.

Keywords: possible worlds; fictional semantics; fantastic; literary theory

0. Introducción: mundos posibles de lo fantástico y relaciones de accesibilidad

Desde que lo fantástico empezara a tratarse en la teoría literaria más de un siglo después de las primeras manifestaciones textuales, según aquellas teorías que sitúan la gestación de este tipo de literatura en el Romanticismo (Erdal 1998; Ceserani 1996 entre otros.)-, se han dado varias definiciones de este territorio ficcional. Pese a la disparidad de explicaciones, cabe destacar cierto consenso en que lo fantástico se origina por el conflicto entre dos órdenes de realidad, ambos representados en el texto: el de la realidad extratextual y otro orden, no-real, sobrenatural o imposible, que lo transgrede (Roas 2009; 94; Vax 1973: 6; Bessière 2001: 85; Barrenechea 1972: 393; entre otros).

Una de las primeras revelaciones teóricas del carácter naturalmente pragmático del acontecimiento fantástico se produjo cuando Tzvetan Todorov lo analizó como elemento extraño del texto que suscita una vacilación tanto en el lector como en el protagonista de la historia (1980: 29). Asimismo, al considerar la reacción del lector como aspecto definitorio de este territorio ficcional, Todorov evidenció que hay recursos textuales que suscitan el efecto de lo fantástico1.

Aunque las teorías actuales han rebasado notablemente la de este autor, criticada, sobre todo, porque no explicita ni desarrolla reflexión alguna sobre el concepto de realidad (Nandorfy 2001: 247) -el aspecto en el cual se fundamentan las definiciones actuales de lo fantástico-, debe reconocerse que es pionera en considerar la naturaleza pragmática del texto fantástico y en inaugurar, en cierto modo, la crítica actual a la concepción inmanentista de este tipo de relatos; una noción que desatiende los recursos textuales destinados a suscitar la perturbación en el lector -entre ellos, aquellos generados para que el lector asuma, por el principio de cooperación interpretativa, que la realidad textual representada es semejante a la suya (Roas 2008: 104-105)-.

Por otra parte, el hecho de que el concepto de realidad haya cambiado notablemente desde el siglo xix hasta ahora ha determinado la diferenciación de dos categorías de lo fantástico: a) lo fantástico tradicional, fundamentado en una noción de realidad empírica, que puede explicarse racionalmente, de forma universal (desde la visión cosmocentrista de la cultura dominante), donde el acontecimiento extraordinario pertenece a lo sobrenatural -como ocurre en Drácula, de Bram Stoker; Vi, de Nicolái Gogol y otras tantas narraciones decimonónicas-; y b) lo fantástico contemporáneo, asentado en un concepto de realidad relativo, válido únicamente en una cultura, sociedad o grupo social determinados, donde el acontecimiento extraordinario es imposible, pero no sobrenatural (esta noción se fundamenta en que lo natural existe y es sinónimo de realidad). Lo fantástico contemporáneo se concreta en aquellos textos en que la transgresión de la realidad representada se efectúa mediante procedimientos distintos a la irrupción de un elemento sobrenatural (personajes con capacidades sobrehumanas, objetos que dotan de una capacidad anómala a los personajes, hechos que implican una distorsión sobrenatural del espacio o del tiempo…). Para ello, se usan recursos cuyo propósito es problematizar la concepción convencional de la realidad “y, a fin de lograrlo, yuxtapone[r] a ella lo imaginario lingüístico” (Erdal 1998: 113). Por este motivo, Mery Erdal Jordan caracteriza lo fantástico contemporáneo como fenómeno del lenguaje y esboza algunas estrategias lingüísticas de estos textos, como la impertinencia semántica -utilizada, por ejemplo, en “Carta a una señorita en París”, de Julio Cortázar- (1998: 112)2.

Así, pueden sacarse dos conclusiones de estas reflexiones introductorias: por un lado, que el acontecimiento transgresor de la realidad representada es siempre de naturaleza imposible, una categoría que caracteriza tanto lo sobrenatural como las formas de lo fantástico contemporáneo; por otro, que la representación de la realidad del lector (y del autor), sea cual sea el sentido que se le dé en un momento determinado, es una condición necesaria para que se produzca el acontecimiento imposible.

Al desglosar los rasgos de los mundos posibles de la ficción, Lubomir Doležel argumenta que “Los mundos ficcionales no están constreñidos por los requisitos de verosimilitud, veracidad o probabilidad” (1999: 40-41), una caracterización que se adecúa también a los rasgos de los mundos imposibles, aquellos que desestabilizan la propia configuración del mundo por contradicciones o al invalidar la fuerza de autentificación de la textura narrativa (1999: 233); sin embargo, en los mundos posibles de lo fantástico, precisamente por la necesidad de representar la realidad del lector, lo verosímil, como se analizará más adelante, es un rasgo esencial.

Las teorías de los mundos posibles de la ficción, o semántica ficcional de los mundos posibles, es un campo de estudio que varios autores, como Lubomir Doležel (1999), Thomas Pavel (1991) y Umberto Eco (1981), entre otros, han declarado independiente de la filosofía analítica, reivindicando su especificidad en la teoría literaria por el tratamiento que requieren los mundos de ficción, cuyos presupuestos difieren de los de la lógica modal (fundamentalmente, por los criterios de verdad y falsedad, que se utilizan en estos, pero no en aquellos). La semántica ficcional de los mundos posibles supone un enfoque ontológico de las teorías de la ficción, pues los mundos ficcionales se definen como “conjuntos de estados posibles sin existencia real”; es decir, “se les concede una condición ontológica definida, la condición de posibles sin existencia real” (Doležel 1999: 35), y, por ello, se considera que “todas las entidades ficcionales poseen la misma naturaleza ontológica” (Doležel 1999: 39). De este modo, las teorías de los mundos posibles de la ficción se desvinculan de las teorías miméticas, por las cuales se considera que los mundos de ficción son una copia del mundo real:

Dicho modelo [el de los mundos posibles] supone, de hecho, el rechazo frontal de las tradiciones miméticas y pseudomiméticas. Frente a los representantes de la semántica mimética, la nueva versión niega la existencia de un único mundo, ya que en este caso habría que aceptar que el resto de los mundos son inevitablemente una copia suya. En cambio, en cuanto se acepta la existencia de múltiples mundos, ninguno de ellos ha de verse necesariamente como representante de los demás; se trataría de mundos paralelos, sin una relación jerárquica entre sí (Garrido 1997: 15-16).

Desde que surgieron los primeros estudios de las teorías de los mundos posibles, se han publicado numerosos trabajos sobre este tema. Algunos de los más recientes son La théorie littéraire des mondes possibles (2010), de Françoise Lavocat, donde se exponen y comparan las distintas teorías de este campo de estudio; Literatura y ficción. La ruptura de la lógica ficcional (2015a), de Alfonso Martín Jiménez, que continúa las investigaciones de Tomás Albaladejo en Semántica de la narración: la ficción realista (1992) y en Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa. Análisis de las novelas cortas de Clarín (1998); o los artículos, también de Alfonso Martín Jiménez, destinados a profundizar en los mundos imposibles: “A Theory of Impossible Worlds (Metalepsis)” (2015b) y “Mundos imposibles: autoficción” (2016); Possible Worlds Theory and Contemporary Narratology (2019), editado por Alice Bell y Marie-Laure Ryan, donde se analiza este tema desde los géneros literarios y su aplicación a los textos transmedia; o Possible Worlds: Jorge Luis Borges’s (Pseudo-) Translations of Virginia Woolf and Franz Kafka (2020), de Rebecca DeWalt, donde se aplica a la narrativa de los autores mencionados en el título. Asimismo, varios trabajos se han especializado en el análisis del territorio ficcional de lo fantástico desde estas teorías. Uno de los más significativos es el de Nancy H. Traill, “Fictional Worlds of the Fantastic”, donde la autora desarrolla una clasificación de los modos en que se configura lo fantástico, según los rasgos de los dominios que lo conforman -el de lo posible y el de lo imposible (1991: 198-199)- y las relaciones que se establecen entre ellos. El dominio de lo posible, dice Traill, “tiene las mismas leyes naturales que el mundo real” (1991: 198, n. t.)3, una caracterización que remite evidentemente a la naturaleza pragmática del acontecimiento fantástico. Algunos estudios más recientes parten de la teoría de Nancy H. Traill y analizan otros rasgos, como la naturaleza de la realidad construida en estos textos, “una realidad en la que el individuo reconoce y se reconoce” (Marino-Cicinelli 2019: 234), un aspecto de naturaleza pragmática, o la caracterización de lo fantástico como imposibilidad modal (Massoni 2018: 331).

En la teoría de los mundos posibles, el carácter pragmático del acontecimiento fantástico se vincula directamente con las relaciones de accesibilidad, es decir, con las formas de acceso que se producen entre mundos, ya sea entre mundos posibles o entre un mundo posible y el real. Esta cuestión fue fundamental en la tipología de mundos que estableció Johann Jakob Breitinger4 en el siglo xviii y continúa siéndolo en las teorías vigentes, pese a la significativa evolución de estas respecto a aquella. Así, uno de los seis rasgos que Doležel atribuye a los mundos posibles de la ficción remite directamente a esta cuestión:

A los mundos ficcionales se accede a través de canales semióticos. Las personas reales, los autores y los lectores pueden acceder a los mundos ficcionales, pero únicamente cruzando, de algún modo, la frontera entre los reinos de lo real y de lo posible. Debido a la diferente categoría ontológica de estos reinos, son impensables la entrada física, la observación directa y la apariencia […]. La semántica de los mundos posibles utiliza el concepto de accesibilidad para presentar formalmente los contactos entre mundos posibles […]. Sin embargo, no nos dice nada de cómo se pueden establecer los contactos entre las personas reales y los mundos ficcionales. A fin de examinar este caso, tenemos que recurrir a la semiótica y a la teoría textual: a los mundos ficcionales se accede a través de canales semióticos y por medio del procesamiento de la información. Debido a su mediación semiótica, la accesibilidad es un comercio bidireccional, multifacético e históricamente cambiante entre lo real y lo ficticio (Doležel 1999: 42-43; la cursiva es del autor).

Doležel utiliza inicialmente el término accesibilidad para referirse a las relaciones entre mundos posibles y amplía su ámbito de aplicación al contemplar la mediación semiótica que se produce entre el mundo real y las ficciones. Al desarrollar el rasgo relativo a la diversidad y al carácter ilimitado de los mundos posibles, el autor explica que “No existe justificación alguna para la existencia de dos semánticas de la ficcionalidad, una proyectada para la ficción «realista», la otra para la «fantasía»” (1999: 40), alegando que el salto imaginativo del lector no se diferencia en uno y otro tipo de ficción5. Sin embargo, Thomas Pavel, cuando trata las relaciones de accesibilidad entre los mundos posibles de la ficción y el real, sí contempla la caracterización de aquellas ficciones que desarrollan posibles del mundo real como realistas:

Hay muchos contextos históricos y sociales en los que los escritores y su público aceptan el supuesto de que una obra literaria habla de algo que es genuinamente posible respecto al mundo real. Esta actitud corresponde a la literatura realista, en el sentido amplio del término. Visto desde este ángulo, el realismo no es un simple conjunto de convenciones estilísticas y narrativas, sino una actitud fundamental frente a la relación entre el mundo actual y la verdad de los textos literarios […]. Los diversos tipos de realismo varían, por supuesto, según la descripción del mundo actual y según la definición de la relación R que conecta este mundo con sus alternativas posibles. El mundo actual como también la relación de accesibilidad son diferentes para los autores de los autos medievales y para el autor de una novela moderna de misterio (Pavel 1991: 63).

Asimismo, Tomás Albaladejo establece tres tipos de modelos de mundo, según criterios de veracidad y verosimilitud, de tal manera que lo fantástico, atendiendo a la ley de máximos semánticos del mismo autor6, se corresponde con el tipo de mundo III: “El tipo III de modelo de mundo es el de lo ficcional no verosímil; a él corresponden los modelos de mundo cuyas reglas no son las del mundo real objetivo ni son similares a estas, implicando una transgresión de las mismas. Este es el tipo de modelos de mundo por el que se rigen los textos literarios de ficción fantástica […]” (Albaladejo 1998: 30, la cursiva es del autor)7.

Independientemente de la postura que se asuma, la caracterización de las relaciones de accesibilidad tanto de Lubomir Doležel como de Thomas Pavel incide en la naturaleza variable de estas, pues dependen del mundo real; un rasgo fundamental en los mundos posibles de lo fantástico, ya que dialogan con la realidad del lector, llámese realidad fantástica o concepto de realidad.

Queda, por tanto, definir los rasgos específicos de los mundos posibles de lo fantástico que condicionan directa o indirectamente las relaciones de accesibilidad de este tipo de mundo y el real.

1. Rasgos de los mundos posibles fantásticos orientados a la accesibilidad

La representación textual del concepto de realidad del lector, necesaria para que se produzca la transgresión del acontecimiento imposible, es, como se ha analizado, uno de los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico orientados a la accesibilidad. Este, además, interviene en la configuración dual, diádica, de estos mundos ficcionales compuestos, cuya forma más simple se establece con “dos dominios en los que reinan las condiciones modales contrarias” (Doležel 1999: 190).

Doležel ejemplifica los mundos diádicos con los mitos, mundos configurados por condiciones aléticas contrarias -en ellos se combina lo natural y lo sobrenatural-, con dominios estrictamente demarcados: “Los habitantes del dominio sobrenatural tienen acceso al mundo natural, pero, para los humanos, el dominio sobrenatural está, por regla general, fuera de sus límites. Al ser físicamente inaccesible, el dominio sobrenatural está más allá de la cognición humana” (Doležel 1999: 191). Este tipo de estructura de mundo se corresponde con la definición de lo fantástico tradicional dada anteriormente, pues se fundamenta en un concepto de realidad empírica, natural, y el acontecimiento fantástico es de carácter sobrenatural, así como con el modo autentificado, uno de los cuatro que desarrolla Nancy H. Traill en “Fictional Worlds of the Fantastic”, que se caracteriza por la presencia de lo natural -un mundo físicamente posible- y lo sobrenatural, dos dominios modalmente opuestos, delimitados y completamente autentificados, pues no son ambiguos ni se cuestionan (Traill 1991: 199).

De hecho, Doležel se fundamenta en la relación que establece entre el mundo diádico de los mitos con el modo de Nancy H. Traill para afirmar que “El mundo mitológico es la fuente de toda la ficción fantástica” (1999: 191); una generalización válida para la definición de lo fantástico tradicional, pero no para la de lo fantástico contemporáneo8. Ocurre algo similar con otros modos que expone la autora para explicar la forma en que se relacionan los dos dominios de lo fantástico -en adelante, el de lo posible y lo imposible para mantener la coherencia con lo explicado en la introducción-. El modo ambiguo es el único que podría considerarse como una variante de lo fantástico tradicional, pues “la existencia del dominio sobrenatural [imposible] fluctúa y permanece inestable hasta el final” (Traill 1991: 199; n. t.)9; es decir, no se invalida el dominio de lo imposible (aunque tampoco se autentifica), como ocurre en Otra vuelta de tuerca, de Henry James, donde todo lo narrado puede interpretarse como una consecuencia de la imaginación de la institutriz o de la existencia de espíritus en la casa en que trabaja.

Sin embargo, no sucede lo mismo con el modo desautentificado, por el cual el dominio de lo imposible se construye inicialmente como en el modo autentificado, pero al final se invalida, cuando se desvela que era posible (Traill 1991: 201). Sucede así en aquellos relatos en que se sugiere inicialmente que un misterio pertenece al dominio de lo sobrenatural, pero al final tiene una explicación racional, como ocurre en El perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle, o aquellos en que los acontecimientos imposibles finalmente se justifican porque todo ha sido un sueño o por la percepción distorsionada del protagonista, debida, por ejemplo, al influjo de drogas o de algún tipo de perturbación mental, como en El Horla. Tampoco se corresponde con ninguna forma de lo fantástico, tal y como se asume en las teorías anteriormente expuestas, el modo paranormal, pues este contempla lo sobrenatural (lo imposible) como parte de la realidad natural. En este modo, el concepto de lo natural o posible se amplía con lo imposible (Traill 1991: 202), como ocurre en los relatos maravillosos o en algunos cuentos folklóricos, donde los hombres conviven con criaturas imposibles.

Queda, por tanto, dar cabida en el sistema establecido por la autora a la representación de lo fantástico contemporáneo -el territorio ficcional que se fundamenta en un concepto de realidad relativo, válido para una cultura, sociedad o grupo social determinados, donde el acontecimiento extraordinario es imposible-. De los cuatro modos que establece Nancy H. Traill, no cabe duda de que el modo autentificado y el ambiguo representan la forma en que se produce este tipo de fantástico, siempre que se sustituyan los términos natural y sobrenatural por posible e imposible, respectivamente. Así, y de momento, se puede concluir que el territorio ficcional de lo fantástico suele tener una estructura diádica, conformada por los dominios posible e imposible, sin que este último se desautentifique en ningún momento.

El concepto de autentificación, por tanto, es una condición necesaria para que se produzca el efecto perturbador de lo fantástico10. Según Doležel, la autentificación es el procedimiento por el cual se concede existencia ficcional a los referentes de un texto (1999: 209). Puesto que la autentificación es un aspecto necesario en los mundos posibles de lo fantástico, y los mundos imposibles se configuran invalidando la autentificación -“La estructura lógica del mundo imposible niega la existencia ficcional a las entidades posibles […]; no es posible declarar la existencia ficcional de un mundo imposible” (Doležel 1999: 233)-, a priori, los mundos posibles de lo fantástico nunca podrán ser mundos imposibles.

Asimismo, las relaciones de accesibilidad de los mundos posibles fantásticos se fundamentan en el dominio de lo posible, aquel que posibilita al lector identificar su concepto de realidad con el que se construye en el mundo ficcional. Por ello, es conveniente analizar algunos de los procedimientos con que este dominio se configura a partir de elementos del mundo real, un itinerario de las relaciones de accesibilidad que no es exclusivo de los mundos posibles de lo fantástico.

Lubomir Doležel indica que las entidades del mundo real deben transformarse para convertirse en entidades de los mundos posibles ficcionales: “A causa de la soberanía ontológica de los mundos ficcionales, las entidades del mundo real tienen que convertirse en posibles no reales con todas las consecuencias ontológicas, lógicas y semánticas que esta transformación acarrea” (1999: 43); un proceso de transformación que se realiza de diferentes maneras: adoptando elementos, categorías y modelos macroestructurales del mundo real (Doležel 1999: 43); referenciando o recreando abstracciones de las entidades de la realidad, como los realemas, códigos u otros elementos culturales, que pueden ser convencionales o no (Even-Zohar y Amossy 1985: 111), o, por poner un ejemplo más, representando o invocando Campos de Referencia Externos, como explica Benjamin Harsaw:

Si los textos literarios constituyeran simplemente Campos de Referencia Internos, separados del mundo, podríamos llamarlos “ficciones” y limitar nuestro análisis a su estructura interna. Esto, sin embargo, no es toda la historia. Las obras literarias no son por lo general “mundos fictivos” puros y sus textos no están compuestos de meras proposiciones “fictivas” o de un lenguaje “fictivo” puro. Los significados dentro de los textos literarios se relacionan no solo con el CR Interno (el cual, en efecto, es privativo de los mismos) sino también con CRs Externos [Campos de Referencia Externos]. Esta naturaleza bipolar de la referencia literaria es un rasgo esencial de la literatura. […] Un texto literario puede o bien referirse directamente a referentes procedentes de dichos CRs Externos o bien invocarlos (Harsaw 1997: 147).

Marie-Laure Ryan parte de supuestos similares al plantear la tipología de relaciones de accesibilidad de los mundos posibles de la ficción, pues compara los existentes ficcionales con los del mundo real. Para ello, considera previamente que se establecen dos dominios de relaciones entre mundos para todo mundo ficcional: “(1) El dominio transuniversal de las relaciones que unen MR con MRT, y (2) el dominio intrauniversal de las relaciones que unen MRT con sus propias alternativas (MPTAs). Las relaciones del primer dominio determinan el grado de semejanza entre el sistema textual y nuestro propio sistema de realidad, mientras que las relaciones del segundo determinan la configuración interna del universo textual” (Ryan 1997: 183).

La autora analiza las relaciones que hay entre MR (el mundo real) y MRT (el mundo real textual), y expone las relaciones de accesibilidad de MR implicadas en la construcción de MRT, teniendo en cuenta que “Los universos de ficción siempre difieren, al menos, en una propiedad de nuestro propio sistema de realidad” (Ryan 1997: 183). Así, establece una tipología de relaciones de accesibilidad válida tanto para los mundos posibles de la ficción como para los imposibles11, y analiza los rasgos específicos de algunos tipos de ficción, entre ellos, de lo fantástico:

De manera prototípica [en lo fantástico], un personaje se enfrenta con sucesos que no pueden explicarse por el modelo de “lo posible en lo real” del personaje. El personaje por lo tanto intenta explicarlos mediante su confinamiento en un mundo periférico, como el del sueño o la alucinación. Cuando se compara con el MR, el MRT rompe con las relaciones E/leyes naturales y posiblemente F/taxonomía, pero los personajes conciben MRT como respetuoso con estas relaciones. Lo que el héroe originalmente cree posible en MRT se corresponde con lo que los que se adhieren a una ontología profana de MR creen posible en MR. Al final del texto, sin embargo, el personaje se ve obligado a revisar su modelo de realidad al adherirse a una ontología dual. En su estado inicial los mundos epistemológicos de los personajes se conforman con MR, pero entran en conflicto con MRT; en su estado final se alinean en MRT, pero se desvían de MR (Ryan 1997: 199).

Por tanto, el acceso a los mundos posibles de lo fantástico desde el mundo fáctico (al comparar propiedades, rasgos y estatutos en uno y otro mundo) se produce en dos fases: inicialmente, los mundos epistemológicos de los personajes se conforman con el mundo real (MR) y, después, se muestra que el mundo real textual (MRT) se desvía del real por dos tipos de incompatibilidad de elementos: por las leyes naturales y/o por la taxonomía. Como explica Marie-Laure Ryan, la compatibilidad física “E/leyes naturales” se produce si MRT y MR comparten leyes naturales (1997: 184). Dada la naturaleza de lo fantástico, asentada en el concepto de realidad, cuya acepción varía, como se ha visto, con el tiempo, conviene renombrar esta categoría como “compatibilidad del concepto de realidad: E/«realidad»”, entrecomillando el término realidad como aconsejaba Nabokov para indicar su carácter relativo y cambiante. Asimismo, la compatibilidad taxonómica se produce si los dos mundos (MR y MRT) contienen las mismas especies y estas tienen las mismas propiedades en ambos (Ryan 1997: 184).

Habitualmente en la literatura fantástica, la incompatibilidad taxonómica se produce por la existencia (ficcional) de un objeto o elemento insólito en nuestro mundo; por tanto, este tipo de incompatibilidad se relaciona indirectamente con la del concepto de realidad, pues las propiedades del objeto o elemento insólito desvelan que hay un dominio imposible. Así sucede, por ejemplo, en La piel de zapa, donde se muestra que la piel, la cual encoge con cada deseo de quien la tiene y utiliza, no es de este mundo; la piel es de una especie distinta a las pieles del mundo real. Sin embargo, en otras narraciones, no se concreta en una especie distinta; por ejemplo, en “La casa vacía”, de E. T. A. Hoffmann, un relato que ejemplifica lo fantástico tradicional -pues el elemento transgresor es de carácter sobrenatural, ya que trata sobre el extraño influjo espiritual que ejerce en el narrador y protagonista la mujer que habita una casa supuestamente vacía-, el espejo de mano del protagonista, donde la figura espectral se revela ante él, no puede considerarse un objeto distinto a los demás de su especie. Ciertamente, el influjo espiritual de la mujer fantasmagórica de la casa deshabitada sobre el protagonista se concreta en la imagen que aparece en el espejo de mano cuando lo empaña él mismo con vaho, un acontecimiento autentificado por la reacción del médico cuando pide al protagonista empañe el espejo y palidece al observarlo (Hoffmann 2016: 263)12.

El acontecimiento insólito -la imagen de la mujer en el espejo empañado- es de carácter sobrenatural, pues desvela un dominio de fuerzas espirituales que influye en el mundo físico (natural para el concepto de realidad de la época en que se escribió el relato); por ello, el mundo representado es incompatible físicamente con el mundo real; algunos elementos relativos a las “leyes naturales” de ambos mundos son incompatibles.

Aunque Marie-Laure Ryan no relaciona lo fantástico con la incompatibilidad analítica -aquella que se produce cuando se incumple que “MRT es accesible desde MR si comparten verdades analíticas, es decir, si los objetos designados por las mismas palabras tienen las mismas propiedades esenciales” (1997: 184)-, cabe considerar este tipo de incompatibilidad en el relato de Hoffmann si se cambia en la definición de la autora objetos por elementos para designar también acciones e interacciones -de carácter físico13-. De este modo, el vaho del protagonista, que muestra la imagen de la mujer en el espejo de mano, podría considerarse el elemento en que se fundamenta la incompatibilidad analítica entre el mundo ficcional y el real, pues tiene una propiedad inexistente en nuestro mundo, por la cual se connota la existencia de un dominio sobrenatural. Este es un ejemplo de que la incompatibilidad analítica, en lo fantástico tradicional, suele aparecer como un indicio de la incompatibilidad “física”. Ocurre de forma similar en aquellos relatos tradicionales en que se manifiesta incompatibilidad taxonómica, como La piel de zapa, donde la piel llamada así, como se ha comentado, es inexistente en nuestro mundo y denota la posible existencia de un dominio que no es natural. En este tipo de relatos, lo fantástico se asienta tanto en la incompatibilidad analítica como en la taxonómica, y ambas incompatibilidades denotan la incompatibilidad física, aunque esta no suela explicitarse textualmente.

Sin embargo, en lo fantástico contemporáneo, el acontecimiento insólito suele fundamentarse en la incompatibilidad del concepto de realidad. Así sucede, por ejemplo, en el “El ángulo del horror”, relato de Cristina Fernández Cubas que trata de la nefasta transformación de dos hermanos de una familia corriente cuando contemplan el ángulo del horror de la vida, un cambio de mirada que se muestra con un relevo del punto de vista de los personajes, una visión -un concepto distinto de realidad- que se propaga entre ellos y causa su muerte (es una estrategia lingüística, propia de lo fantástico contemporáneo)14. Evidentemente, este acontecimiento, una suerte de contagio real e involuntario de un punto de vista cuyo síntoma final es la muerte de quien lo ha adquirido, no desvela la existencia de un dominio sobrenatural, sino imposible, pues denota la amenaza de hechos nefastos e imposibles en un mundo que podría ser el real; es decir, se muestra que el dominio de lo imposible coexiste con el posible-real.

Por otra parte, la irrupción de lo fantástico asentada en una desviación epistémica del concepto de mundo de las personas ficcionales se fundamenta en la autentificación del dominio de lo posible y en los elementos verosímiles que hay en este (los cuales contribuyen, asimismo, a la autentificación de este dominio). Ya se ha comentado que Lubomir Doležel afirma que los mundos posibles de la ficción pueden no ser verosímiles. Sin embargo, Rosalba Campra atribuye necesariamente esta característica a los mundos posibles de lo fantástico: “lo fantástico resulta así, paradójicamente, el territorio ficcional más sujeto a las leyes de la verosimilitud” (2008: 68). En efecto, la narración fantástica ha de ser verosímil desde un punto de vista tradicional (mimético), pues requiere reflejar un mundo cuyos referentes remiten a la realidad, así como representar y autentificar la “inverosimilitud” del acontecimiento fantástico:

En él [en lo fantástico] hay inverosimilitud, pero también verdad: la solución indica claramente que el acontecimiento que parece escapar a una verosimilitud de primer grado se subsume bajo una verosimilitud de segundo grado, la cual, a su vez, recubre lo verosímil de primer grado. La inverosimilitud no es más que aparente, para resolverla, basta con hacer explícito el código de lo verosímil primero, es decir, con poner de manifiesto el fundamento. La explicación del enigma se confunde con ese movimiento de regresión que se detiene con el descubrimiento de la causa. Lo fantástico rechaza esa regresión; la sucesión de las explicaciones no conduce jamás a una explicación, toda propuesta de solución requiere su propia explicación, a falta de la cual acaba en lo inverosímil (Bessière 2001: 95-96).

La verosimilitud, entendida tradicionalmente, tiene que ver con el concepto de posibilidad. Para llegar a esta relación, Susana Reisz de Rivarola reelabora los tipos de verosimilitud que establece Johann Christoph Gottsched en el siglo xviii y plantea la diferencia entre verosimilitud absoluta y verosimilitud genérica (lo esperable a las convenciones de un género o de un tipo de texto); asimismo, en la categoría de lo verosímil absoluto, distingue entre lo verosímil y lo relativamente verosímil, según la probabilidad del suceso mostrado:

Si por verosímil entendemos lo que se adecua a los criterios de realidad vigentes dentro de una comunidad cultural determinada o, para decirlo aristotélicamente, lo que está en conformidad con la “opinión común” sobre la realidad o con la opinión de “los mejores”, la contradicción permanece en pie. Dentro de esta concepción, que corresponde al “verosímil absoluto” de Gottsched, solo es factible compatibilizar las dos afirmaciones en cuestión si se distingue, conforme al grado de probabilidad calculable o estimable de los sucesos, lo verosímil (esperable, predecible) de lo relativamente verosímil (lo poco esperable pero no descartable por imposible) (Reisz 1979: 127).

La relación entre el dominio de lo posible y la verosimilitud se establece cuando la autora explica que lo posible se articula de dos maneras: lo verosímil, en los diferentes grados de probabilidad de que un suceso devenga en hecho fáctico, como desarrolla en la cita anterior, y lo necesario -lo que no puede ser de otra manera-(Reisz 1979: 136-137).

En el sistema de modalidades propuesto por esta autora15, lo fantástico también se caracteriza por la convivencia conflictiva de lo posible y lo imposible (1979: 145); una definición afín a la estructura diádica de estos mundos posibles, a partir de la cual puede analizarse la verosimilitud en cada dominio: el de lo posible ha de ser necesariamente verosímil y el de lo imposible es apriorísticamente inverosímil -en él se desarrolla la necesaria inverosimilitud de lo fantástico-.

Asimismo, la verosimilitud del dominio de lo posible en los relatos fantásticos se asienta en elementos posibles del mundo real, transformados en posibles no reales mediante los procedimientos anteriormente mencionados (adoptando modelos macroestructurales del mundo real, con el uso de realemas, o representando Campos de Referencia Externos, entre otros). En el relato de Hoffmann mencionado anteriormente, por ejemplo, los posibles no reales que dialogan directamente con el mundo real, y gracias a los cuales se afianza el dominio de lo posible -e indirectamente la inverosimilitud de lo imposible-, son, sobre todo, temas vigentes en la Europa del siglo xix -como el interés por la psicología (Hoffmann 2016: 26) o el mesmerismo (2016: 264)-, referencias a lugares y objetos reales concretos -la avenida Unter den Linden de Berlín (2016: 242, n. 4), la obra del filósofo Johann August Eberhard (2016: 241) o la de Johann Christian Reil, médico y anatomista del siglo xviii (2016: 261)-, así como alusiones a escenas cotidianas de la realidad de entonces -por ejemplo, la reuniones sociales en casa de un noble (2016: 272)-. En “El ángulo del horror”, sin embargo, los posibles no reales que remiten a posibles del mundo real se asientan en escenas típicas que podrían acontecer en cualquier familia y en cualquier parte del mundo. No hay referentes concretos, excepto Brighton, de donde llega el hermano mayor, y la British Airways (Fernández 1990: 101-102), la compañía con que vuela a la casa familiar, las dos únicas alusiones concretas del cuento al mundo real, suficientes para ambientarlo en la actualidad.

Casi todos los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico analizados hasta ahora se centran en las relaciones de accesibilidad que se establecen directamente entre el mundo real y el mundo posible de la ficción, aquellas que implican la reelaboración de los elementos de aquel en este; un hecho que contribuye a la idea de que la ventana epistemológica entre el mundo real y los mundos ficticios parece unidireccional (Walton 1978: 12). Tan solo la verosimilitud conlleva implícitamente la consideración del lector en este proceso, un eslabón que interviene en las relaciones de accesibilidad de todo tipo de ficción, pues “Respondemos a lo que sabemos sobre los mundos ficticios con las formas en que respondemos a lo que sabemos sobre el mundo real o, al menos, parece que lo hacemos” (Walton 1978: 12, n. t.)16. Ya se ha comentado la relevancia del papel del lector en los mundos posibles de lo fantástico: estos se definen por una relación de identidad con el mundo real, la cual se ­transgrede con el acontecimiento imposible, y por la perturbación que la transgresión suscita en el lector.

Doležel explica la forma en que el lector integra los mundos ficcionales en su realidad, fundamentándose para ello en la teoría cognitivista de David Novitz y en la de Wolfgang Iser:

Los lectores acceden a los mundos ficcionales durante la recepción, al leer y procesar los textos literarios. Las actividades del procesamiento de textos suponen muchas destrezas diferentes y dependen de muchas variables tales como el tipo de lector, el estilo y el propósito de su lectura. Pero la semántica de los mundos posibles insiste en que es el autor quien construye el mundo y en que el papel del lector es reconstruirlo. El texto que los esfuerzos del escritor compusieron es un conjunto de instrucciones para el lector de acuerdo con las cuales tiene lugar la reconstrucción de mundo […]. El lector, tras haber reconstruido el mundo ficcional como una imagen mental, puede reflexionar sobre él y convertirlo en parte de su experiencia, del mismo modo que se apropia del mundo real a través de la experiencia. La apropiación […] va del placer a la adquisición de conocimiento, pasando por seguirlo como si fuese un guion que integra los mundos ficcionales en la realidad del lector […] (Doležel 1999: 44).

Según la semántica de los mundos posibles, por tanto, el control semiótico de la lectura reside en la propia construcción del texto, no en el lector, quien reconstruye el mundo posible a partir de los rasgos que el autor explicitó en su construcción17. Este proceso convierte el mundo ficcional en una imagen mental del lector, le da un estatus similar al concepto de realidad, y ello posibilita incorporar la experiencia lectora en su experiencia real.

Así, la imagen mental del lector es el punto de encuentro de los existentes reales y ficcionales; en esta imagen, sus ontologías se equiparan al interpretar la realidad como se interpreta un texto.

De este modo, el parangón ontológico de los existentes reales y los ficcionales se produce por una suerte de intertextualidad: un diálogo entre textos que Gérard Genette define, de manera restrictiva, “como una relación de copresencia entre dos o más textos, es decir, eidética y frecuentemente, como la presencia efectiva de un texto en otro” (Genette 1989: 10). En este sentido, la equiparación ontológica posibilitaría la presencia efectiva del texto ficcional en el concepto de realidad del lector.

Asimismo, Doležel analiza la intertextualidad desde la semántica de los mundos posibles y especifica que el concepto puede aplicarse al significado intensional del texto, como se ha considerado tradicionalmente, y al extensional:

Las obras literarias no solo están conectadas a través de la textura sino también, y de manera igual de importante, a través de los mundos ficcionales. He subrayado repetidas veces en este libro que los mundos ficcionales obtienen una existencia semiótica independiente de la textura constructora; así pues, se convierten en objetos de la memoria cultural activa, evolutiva y recicladora (Doležel 1999: 282).

El aspecto extensional de la intertextualidad es precisamente el que posibilita al autor caracterizarla como un proceso bidireccional, pues “resulta de textos que comparten rasgos semánticos sin tener en cuenta su orden cronológico” (Doležel 1999: 281); por tanto, se desvincula del carácter unidireccional de la intertextualidad fundamentada únicamente en la textura o intensionalidad del texto -por el cual se considera la influencia de un texto sobre los siguientes, nunca en dirección contraria-. Las relaciones que se establecen entre dos textos sin considerar el orden cronológico en que estos se han conformado se trata en realidad de un proceso multidireccional, pues también es posible aplicarlo a la intertextualidad sincrónica, el tipo de intertextualidad que se produce cuando el lector compara el mundo real (su concepto de realidad) y los mundos ficcionales.

Doležel fundamenta la intertextualidad en las relaciones entre mundos -tanto intensional como extensionalmente- y asume la premisa de que estos se suceden unos a otros, es decir, considera el carácter diacrónico (bidireccional) de la relación. Para abarcar ambos aspectos, la intertextualidad y la sucesión temporal de mundos posibles de la ficción, el autor utiliza el término transducción, el cual nace como “consecuencia de la idea de literatura como una forma específica de comunicación” (1999: 283) y “sustituye y absorbe la intertextualidad” (1999: 283).

La comunicación literaria, tal y como se plantea en la semántica ficcional, modifica las relaciones de los agentes del proceso de comunicación desarrollado por Roman Jakobson, pues concreta las peculiaridades del mensaje al renombrarlo como texto y mundo ficcional (entendidos como textura o significado intensional del mundo y significado extensional, respectivamente). Así, el autor construye el mundo con existentes ficcionales posibles inspirados en la realidad y el lector lo reconstruye al acceder a él mediante la recepción, el proceso de lectura (véase Figura 1)18; un proceso que Tomás Albaladejo explica mediante la intensionalización de la extensión del texto (1998: 25-27), cuando el productor y el receptor del texto participan “del mismo código semántico extensional” (1998: 31)19.

Figura 1 La comunicación literaria (Doležel 1999: 284) 

Los actos comunicativos del autor y del lector que se describen en el esquema no son equivalentes, sino complementarios, y el control de la comunicación es asimétrico, pues el del autor es mayor que el del lector (1999: 284). Este proceso es la unidad mínima de la transducción literaria, concebida por el autor como “una cadena de transmisión abierta e ilimitada” (1999: 286): el lector se transforma en el autor del siguiente proceso de comunicación literaria en la cadena que conforma la transducción20. Efectivamente, el mero hecho de que la transducción literaria se explique con la metáfora de una cadena evidencia el carácter diacrónico de este proceso; un rasgo que excluye esa suerte de intertextualidad sincrónica que implica la equiparación ontológica de los existentes reales y los ficcionales en el lector, es decir, la intertextualidad que posibilita las relaciones de accesibilidad del mundo posible ficcional al mundo real.

Este tipo de intertextualidad es complementaria a la implícita en el proceso de transducción y se produce ya en el proceso de comunicación literaria, concretamente en el proceso de reconstrucción del mundo ficcional que hace el lector, cuando intervienen las relaciones de accesibilidad entre el mundo de referencia (el mundo real) y el mundo ficcional. Umberto Eco argumenta la necesidad de concebir la realidad como construcción para explicar la comparación entre el mundo real y los mundos posibles de la ficción -llamada aquí intertextualidad sincrónica-:

De hecho, si los diferentes mundos posibles textuales se superponen, como hemos dicho, al mundo “real” y si los mundos textuales son construcciones culturales, ¿cómo podremos comparar una construcción cultural con algo heterogéneo y lograr que resulten mutuamente transformables? Esto explica la necesidad metodológica de tratar al mundo “real” como una construcción e, incluso, de mostrar que cada vez que comparamos un desarrollo posible de acontecimientos con las cosas tal como son, de hecho, nos representamos las cosas tal como son en forma de una construcción cultural limitada, provisional y ad hoc (Eco 1981: 186-187).

Asimismo, el autor explica los distintos conceptos de realidad -o enciclopedias- que maneja el lector según el mundo ficcional al que accede:

(ii) El lector puede comparar un mundo textual con diferentes mundos de referencia: los acontecimientos narrados por la Divina Comedia pueden leerse como “creíbles” respecto de la enciclopedia medieval y como legendarios respecto de la nuestra. De ese modo se realizan también operaciones de veridicción […], imputando o no vericidad a ciertas proposiciones […]. (iii) Según el género literario de que se trate, el lector puede construir distintos mundos de referencia […]. Una novela histórica exige ser referida al mundo de la enciclopedia histórica, mientras que una fábula exige, a lo sumo, ser referida a la enciclopedia de la experiencia común para que se pueda gozar (o padecer) las distintas inverosimilitudes que propone […] (Eco 1981: 226-227).

Así, el mundo de referencia del lector no se adscribe solo a su paradigma de realidad, una suerte de enciclopedia actual del mundo, limitada por su experiencia y sus conocimientos, sino que también se considera la interpretación de contextos históricos o enciclopedias de otras épocas, asumidas como realidades pasadas. Esto explicaría la vigencia del efecto de lo fantástico en “La casa vacía”, si se asume que el lector ha recurrido a la enciclopedia del siglo xix en Europa; un razonamiento que también posibilita especificar la reconstrucción de los mundos fantásticos en el proceso de la comunicación literaria, donde se incorporan la representación del contexto, entendida como concepto o paradigma de realidad del lector, cuando el mundo ficcional fantástico lo recrea, y la del contexto pasado, entendida como concepto o paradigma de realidad del pasado, cuando el mundo fantástico se desarrolla en otra época (véase Figura 2, elaborado a partir del anterior de Doležel).

Figura 2 Comunicación literaria e intertextualidad sincrónica de los mundos fantásticos 

De este modo, la perturbación del acontecimiento fantástico en el lector se explica por la identificación entre la representación del mundo ficcional y la del mundo real; un proceso que ocurre durante la lectura, cuando se produce una suspensión de la incredulidad y el lector manifiesta buena voluntad cooperativa (Eco 2013: 269). Sin embargo, no es evidente que suceda así cuando termina el acto de lectura y el lector es consciente del carácter representacional del mundo al que se ha accedido. Si se tiene en cuenta que todos los mundos ficcionales tienen la misma ontología, independientemente de la realidad representada en ellos, debemos suponer que las vivencias y reflexiones que suscitan los mundos fantásticos se incorporan a la experiencia del lector de la misma manera que lo hacen las que produce cualquier mundo ficcional. Sin embargo, el efecto perturbador se debe exclusivamente a los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico, que configuran y condicionan sus relaciones de accesibilidad para que el acontecimiento imposible desestabilice y amenace la noción de realidad del lector.

2. RASGOS DE ACCESIBILIDAD DE LOS MUNDOS POSIBLES DE LO FANTÁSTICO

Los mundos posibles de lo fantástico, tanto en la forma tradicional como en la contemporánea, son mundos ficcionales orientados naturalmente a la accesibilidad, pues se definen a partir de las relaciones que establecen con el mundo real para identificarse con este, transgredir uno o varios elementos y evidenciar la existencia de lo imposible. La configuración diádica de los mundos de lo fantástico es el rasgo macroestructural en el que se fundamentan sus relaciones de accesibilidad: el dominio de lo posible se construye para que haya una identificación con el mundo real, es el lugar que habilita las relaciones de accesibilidad con nuestro mundo, y el dominio de lo imposible, secundario respecto al anterior, porque su efectividad depende de la construcción de aquel, es el fundamento de lo fantástico. Asimismo, para que el efecto perturbador de este territorio ficcional en el lector sea efectivo, es necesario que ambos ­dominios no estén desautentificados. La autentificación del dominio de lo posible viene dada por el propio concepto de posibilidad y la existencia (ficcional) de narradores y/o personas ficcionales que no desautentifican los hechos que acontecen en este dominio. Este rasgo es también decisivo en el dominio de lo imposible: los elementos que lo conforman no deben desautentificarse, pues de ello depende la caracterización de lo fantástico. Cuando lo imposible se autentifica, se confirma la existencia del acontecimiento fantástico; cuando no se desautentifica, recae en el lector autentificar o no el acontecimiento que en el mundo ficcional se configura como el modelo del modo ambiguo de Nancy H. Traill (1991: 199). En ningún caso, los mundos ficcionales de lo fantástico se desautentifican; son incompatibles con este rasgo fundamental de los mundos imposibles, un tipo de mundo del que quedan excluidos por definición.

Ya se ha mencionado anteriormente que gran parte de los estudios sobre las relaciones de accesibilidad analizan los procesos por los cuales se transforman los elementos reales en elementos ficcionales; es decir, suelen plantear un análisis unidireccional, casi siempre en el sentido mundo real>mundo posible. Para el análisis de las relaciones de accesibilidad específicas de los mundos posibles de lo fantástico, conviene estudiar este aspecto en los dos dominios que conforman la estructura de este tipo de mundo. Los dominios de lo posible y de lo imposible se configuran precisamente con este tipo de relaciones: el de lo posible, plasmando modelos macroestructurales del mundo real, realemas, y representando o invocando Campos de Referencia Externos, como proponen Doležel (1999: 43), Even-Zohar y Amossy (1985: 111) y Harshaw (1997: 147), respectivamente; el de lo imposible, atendiendo a las relaciones de accesibilidad que plantea Marie-Laure Ryan (1997: 184): por incompatibilidad física o del concepto de realidad (para dar cabida a las formas de lo fantástico tradicional y lo fantástico contemporáneo), que se produce cuando las leyes físicas o los elementos en que se asienta el concepto de realidad de este dominio difieren de los del mundo real (como en los relatos de viajes en el tiempo); por incompatibilidad taxonómica, cuando alguna especie y/o sus propiedades ficcionales difieren de las del mundo real (como sucede en las narraciones fantásticas en las que aparece un objeto o ser imposible en el mundo real); o por incompatibilidad analítica, cuando uno o varios elementos del dominio de lo imposible no comparten propiedades esenciales del mundo real (así ocurre en los relatos en que un objeto o elemento manifiesta propiedades insólitas en determinadas circunstancias). Como se ha mencionado anteriormente, las dos últimas incompatibilidades se relacionan directa o indirectamente con la primera, la incompatibilidad física o de concepto de realidad, pues en ella se fundamenta la configuración del dominio de lo imposible.

Puesto que la accesibilidad entre dos mundos es siempre de carácter bidireccional, los rasgos expuestos se complementan con aquellos que se orientan al recorrido inverso: la forma en que las ficciones dialogan con el mundo real y se incorporan a la experiencia del lector, un aspecto esencial de los mundos posibles de lo fantástico, con el cual se configura el efecto transgresor y perturbador, definitorio de estos mundos. En cierto modo, el carácter no desautentificado de los dominios de los mundos fantásticos concierne a esta dirección de las relaciones de accesibilidad, pues, en última instancia, la validación de la existencia ficcional de los hechos solo es significativa cuando se considera al lector. Ocurre algo similar con la verosimilitud, un rasgo estrechamente vinculado a la accesibilidad del mundo ficcional (fantástico) al mundo real, que contempla la mediación del lector. Las condiciones de la verosimilitud en cada uno de los dominios de este tipo de mundo configuran su naturaleza fantástica y las del dominio de lo posible afianzan la accesibilidad al mundo real: el dominio de lo posible debe ser totalmente verosímil -y necesario, atendiendo a los tipos de posibilidad que establece Reisz de Rivarola (1979: 136-137)- para establecer el canal de accesibilidad al mundo real y asegurar que permanezca cuando asome la inverosimilitud del dominio de lo imposible.

Finalmente, cabe considerar como elemento configurador de las relaciones de accesibilidad el proceso de intertextualidad sincrónica del lector, por el cual se igualan ontológicamente existentes reales y ficcionales al cotejar su imagen del mundo real con la del mundo ficcional.

Figura 3 Rasgos de accesibilidad de los mundos posibles de lo fantástico 

Así, los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico que contribuyen a la accesibilidad bidireccional de todo mundo ficcional pueden clasificarse según la dirección de los accesos que fundamentan (véase Figura 3). Por una parte, los rasgos que favorecen el acceso de los elementos del mundo real al mundo ficcional se desarrollan principalmente en el dominio de lo posible, cuando se sugieren o evidencian modelos macroestructurales, realemas y/o Campos de Referencia Externos. El dominio de lo imposible, sin embargo, se configura con rasgos lógicos, ontológicos y epistemológicos distintos al mundo real -por incompatibilidad analítica, incompatibilidad física o del concepto de realidad y/o incompatibilidad taxonómica-: en este dominio, la conversión de existentes reales en ficcionales se produce al operar una relación de contradicción. Por otra parte, el acceso de los existentes ficcionales al mundo real se fundamenta en la no desautentificación del mundo ficcional y en los existentes reales representados en el dominio de lo posible, en los cuales se asienta la verosimilitud de lo que acontece (los sucesos del dominio de lo imposible, como se ha comentado, son inverosímiles), y el acceso se produce al igualar la ontología de los existentes reales y ficcionales en el proceso de intertextualidad simultánea del lector.

3. CONCLUSIONES

El territorio ficcional de lo fantástico, que se caracteriza por el conflicto entre dos órdenes de realidad representados en el texto, el de lo posible -que representa la realidad extratextual- y el de lo imposible, es un tipo de ficción naturalmente pragmática; un rasgo textual estrechamente vinculado a las relaciones de accesibilidad de este tipo de relatos, es decir, a las formas de acceso entre mundos posibles -al menos uno de ellos fantástico- o entre un mundo posible (fantástico) y el real.

Otra característica de lo fantástico que se orienta a la accesibilidad entre mundos es la estructura (de mundo) diádica, conformada por la coexistencia de dos dominios -el de lo posible y el de lo imposible- totalmente autentificados, de tal manera que el dominio de lo posible se construye para que el lector identifique su concepto de realidad con el de la realidad del mundo semiótico -una condición necesaria para que se produzca la transgresión de lo fantástico, que además diferencia este tipo de ficciones de otras como lo maravilloso, donde lo posible e imposible conviven en un mismo dominio-.

Asimismo, lo verosímil del dominio de lo posible y la autentificación de lo inverosímil en el de lo imposible son rasgos esenciales para que se establezcan las relaciones de accesibilidad como un proceso bidireccional en este tipo de mundos, con el cual se posibilita incorporar la experiencia leída, la que produce el propio texto, a la experiencia real del lector; un procedimiento que se fundamenta en el argumento de Umberto Eco por el que la realidad se concibe como una construcción que hace posible la equiparación de esta con los mundos posibles de la ficción (se favorece así una suerte de intertextualidad sincrónica, como se ha denominado aquí).

Por último, cabe señalar los rasgos de los mundos fantásticos que contribuyen a la bidireccionalidad del acceso intermundos: la creación de modelos macroestructurales, realemas o Campos de Referencia Externos en el dominio de lo posible, y como producto del acceso del mundo real al ficcional, y al igualar la ontología de los existentes reales y ficcionales, que posibilita el acceso del mundo ficcional al real por el proceso de intertextualidad simultánea del lector, pese a las aparente anulaciones de acceso que produce la existencia (ficcional) del dominio de lo imposible en este tipo de mundos.

De este modo, parece que, en el territorio ficcional de lo fantástico, el dominio de lo imposible, por las características que manifiesta, impediría a priori la integración de lo acontecido en la ficción en la experiencia del lector, pues este dominio manifiesta rasgos opuestos a los que favorecen las relaciones de accesibilidad. Sin embargo, su efecto en esta es inmediato porque el dominio principal de los mundos fantásticos, como se ha mencionado, es el de lo posible, cuya intención representacional, la de simular el mundo real, asienta el umbral por el que se proyectan los horrores de lo imposible en la imagen de nuestro mundo.

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1En todo texto se contempla como elemento intensional el componente pragmático —es decir, la extensión se intensionaliza, como explica Albaladejo (1998: 21-27)—; un rasgo que, por la naturaleza pragmática de lo fantástico, adquiere más relevancia en este tipo de textos.

2Para profundizar en las diferencias entre lo fantástico tradicional y lo fantástico contemporáneo véase el artículo de Eva Ariza Trinidad “Afinidades ficcionales: lo fantástico policiaco y lo policiaco fantástico” (2021), pp. 138-143.

3[…] has the same natural laws as does the actual world” (Traill 1991: 198).

4Antonio Garrido Domínguez explica que Breitinger considera las relaciones entre literatura y realidad para establecer su tipología de mundos: “Estos movimientos de lo real a lo posible y viceversa plantean una cuestión muy importante como es la de la distancia entre ambos tipos de mundos o, lo que es lo mismo, las relaciones entre literatura y realidad: distancia mínima y modificación de lo real para incorporarse al ámbito de lo posible en los mundos realistas y máxima en los «mundos imaginarios» que contradicen nuestra experiencia (es el caso de lo maravilloso). De ahí deduce Breitinger la tipología siguiente: «mundos alegóricos» —habitados por seres inanimados pero personificados, como ocurre en El bosque animado o La historia interminable—, «mundos esópicos» —habitados por seres inanimados o animados, pero dotados de atributos humanos, como es habitual en las fábulas—, y «mundos invisibles de los espíritus», donde se sitúan la literatura, la religión y la mitología” (Garrido 2011: 54). Probablemente, la teoría de Breitinger fue una de las primeras tentativas de las teorías de los mundos posibles sobre las relaciones de accesibilidad.

5Doležel recurre al siguiente pasaje de Linda Hutcheon para argumentar esta afirmación: “From the point of view of the reader it is no easier to create and believe in the well-documented world of Zola than it is for him to imagine hobbits or elves: the imaginative leap into the novel’s World of time and space must be made in both cases. Any literary landscapes, inhabitants or events can be credible” (Hutcheon 1980: 78).

6La ley de máximos semánticos establece que la existencia en una estructura de conjunto referencial de elementos semánticos propios de varios modelos de mundo de diferentes tipos, está implicada en el modelo de mundo de tipo “mayor”, teniendo en cuenta que el tipo III > tipo II > tipo I (Albaladejo, 1998: 30-31).

7El análisis de los textos fantásticos no se desarrollará atendiendo los presupuestos de Tomás Albaladejo porque la definición que da de este territorio ficcional está poco delimitada: utiliza el término “fantástico” para designar cualquier ficción en que aparecen elementos insólitos. Así, en esta clasificación, no se contempla adecuadamente lo fantástico contemporáneo y no se distingue, por ejemplo, lo fantástico de lo maravilloso: lo fantástico contempla, como se ha mencionado, que el elemento insólito cuestiona o irrumpe perturbadoramente en la noción de realidad representada y lo maravilloso lo integra como algo normal en ella; la primera categoría establece un dialogo directo, como se pretende demostrar aquí, entre el mundo ficcional y el del lector, y la segunda no, pues el mundo representado se percibe como algo distinto al real (pese a estas notables diferencias, en la clasificación de Albaladejo, ambos territorios ficcionales son del tipo de mundo III).

8Para conocer todos los rasgos de los mundos posibles de lo fantástico —los rasgos ontológicos, cualitativos, cuantitativos y de homogeneidad/heterogeneidad que configuran la macroestructura de este tipo de mundos—, véase el artículo de Eva Ariza Trinidad “Mundos posibles de lo fantástico. Una aproximación a la estructura de mundo” (2021).

9“The existential status of the supernatural domain fluctuates and remains unstable to the end” (Traill 1991: 199).

10Félix Martínez Bonati no sigue las teorías de los mundos posibles, pues solo concibe un mundo (Bonati, 2001: 129). Sin embargo, la descripción del acto lectivo de las ficciones es afín a la noción de autentificación: “Desde el punto de vista de la experiencia lectiva, el mecanismo lógico que hace emerger los mundos de ficción puede ser el siguiente: si es verdad que S es un P, S existe. Si S existe, hay Ps. Si es verdad que el señor Verloc es un propietario de tienda, el señor Verloc existe. Si él existe, hay propietarios de tienda […]. No importa que estas relaciones lógicas se llamen ‘implicaciones’ o ‘presuposiciones’, lo realmente significativo es que la verdad de estas proposiciones deriva de la verdad de las del narrador básico” (Bonati 1999: 136-137).

11Marie-Laure Ryan se fundamenta en Saul Kripke para exponer la relación directa que se establece entre accesibilidad y posibilidad: “De acuerdo con Kripke, posibilidad es sinónimo de accesibilidad: un mundo es posible en un sistema de realidad si es accesible desde el mundo que ocupa el centro del sistema” (Ryan 1997: 181); un presupuesto de la lógica filosófica cuyo ámbito de aplicación la autora amplía para las teorías de la ficción: “Es obvio […] que la interpretación lógica de la relación de accesibilidad no es suficiente para una teoría de los géneros ficcionales […]. Si queremos evitar el desconcierto de hablar acerca de los mundos posibles imposibles de ficción, debemos aceptar un rango mayor de relaciones de accesibilidad” (Ryan 1997: 182).

12Aunque la autentificación de las narraciones suele recaer en el narrador, esta puede afianzarse con otros recursos, como el expuesto en la cita del relato de Hoffmann: mostrar que varios personajes perciben el acontecimiento fantástico. De este modo, se desestima que lo insólito sea un producto de la imaginación del protagonista.

13Se especifica que las interacciones son de carácter físico para no adentrarnos en las teorías de la acción de las personas ficcionales, en que se analizan los componentes psicológicos y morales que determinan conductas habituales o impredecibles de estas, un campo de estudio que rebasa el propósito de este análisis.

14El relato de Cristina Fernández Cubas comienza con la llegada de Carlos, el mayor de tres hermanos, tras un viaje de estudios, a la casa donde su familia veranea desde hace años. Su comportamiento enrarecido se debe a que contempla todo desde el ángulo del horror, una visión nefasta de lo real, que concluye con la muerte de quien la adquiere, y de la que se contagia irremediablemente la hermana mediana: “[Julia] Se restregó los ojos y miró a su padre. Era su padre. Aquel hombre sentado en la cabecera de la cama era su padre. Pero había algo enormemente desagradable en sus facciones. Como si una calavera hubiese sido maquillada con chorros de cera […]. Se asió del brazo de su madre y una repugnancia súbita la obligó a apartarse” (Fernández 1990: 114). El acontecimiento fantástico, por tanto, se produce con la transmisión del punto de vista de un personaje a otro; un recurso similar al que desarrolla Julio Cortázar en “Axolotl”, por el cual se muestra que el narrador se transforma en el anfibio al adquirir el punto de vista de este.

15La teoría de Susana Reisz de Rivarola analiza las modalidades ficcionales, categorías que delimitan “las maneras de ser que los participantes de una situación comunicativa ficcional pueden atribuir a los componentes del mundo ficcional” (1979: 140). Las modalidades son: lo real —y en ella se contemplan las modalidades de lo fáctico y de lo posible en sus tres variantes: lo posible según lo necesario, lo posible según lo verosímil y lo posible según lo relativamente verosímil (1979: 139)—, lo no-fáctico —“El grado mínimo de lo posible estaría representado por la posibilidad de ocurrencia de un suceso no calculable ni esperable. Este grado mínimo lo constituiría la frontera entre lo posible y lo imposible o, lo que es lo mismo, entre lo real y lo irreal” (1979: 139)—, y lo imposible.

16“We respond to what we know about fictional worlds in many of the ways that we respond to what we know about the real world -or at least it seems that we do” (Walton 1978: 12).

17El autor pone de manifiesto la necesidad de no descentrar los mundos posibles del texto literario para evitar que el lector realice una lectura solipsista, habitual en las corrientes más extremas de la posmodernidad: “Una teoría de la lectura que niegue al texto literario un control semiótico por encima del meramente individual destruye el único puente entre los lectores reales y el universo de ficción. El lector […] no puede hacer nada sino entregarse a la reflexión personal narcisista condenado, como está, a llevar el más primitivo modo de existencia —una existencia sin alternativas imaginarias—” (Doležel 1999: 45).

18Cabe matizar que el referente al que llega el lector nunca podrá ser el mismo que el del autor, por el mero hecho de que la percepción de uno es distinta de la del otro; este, el hecho de que existan diferentes referentes percibidos —individual y culturalmente—, como explica Stefano Arduini (2000: 54-55), es uno de los principales motivos por los cuales el texto da lugar a una pluralidad de interpretaciones.

19Este es el requisito que establece Tomás Albaladejo para que se produzca la comunicación; un requerimiento que también explica de esta manera: “Una condición sumamente importante para la felicidad de la comunicación es que, en la recepción de un texto el receptor establezca, por adopción o por construcción, un modelo de mundo coincidente con el establecido por el productor en su proceso de elaboración textual, y, consiguientemente, del mismo tipo […]” (1998: 31).

20Lubomir Doležel explica que el prototipo de la transducción es la traducción: “El traductor, quien recibe el texto original del autor, transforma el texto en otra lengua y así se convierte en un segundo emisario haciendo el texto accesible a los lectores extranjeros” (1999: 286).

Recibido: 07 de Enero de 2022; Aprobado: 09 de Octubre de 2022

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