0. INTRODUCCIÓN
El español hablado en Canarias es una de las modalidades lingüísticas mejor estudiadas del español. Esto se constata desde mediados del siglo XX, cuando comienza la verdadera etapa científica en las descripciones de cómo hablan los canarios (Medina López 1996: 10). Cierto es que en épocas anteriores ya hubo algunas aportaciones de personas interesadas por las características propias de las hablas insulares, aficionados y diletantes, historiadores o viajeros, que anotaban palabras que de alguna manera daban un carácter diferenciador al vocabulario regional (Díaz Alayón 1990a, Corrales y Corbella 2004). Eran los casos, entre otros, de fray Abreu Galindo, Antonio de Viana, Juan Núñez de la Peña, Fray José de Sosa, Tomás Marín de Cubas, Pedro Agustín del Castillo y Léon, George Glas, Viera y Clavijo, por referir algunos nombres anteriores al siglo XIX. En esta centuria, y en diferentes momentos, la curiosidad por las hablas canarias va en aumento, en particular por la lengua de los antiguos canarios (guanches), tal y como recogen los listados léxicos de autores como Jean Baptiste G. M. Bory de Saint Vicent, Sabin Berthelot, José Agustín Álvarez Rixo o Gregorio Chil y Naranjo.
Pero al margen del interés por los materiales aborígenes canarios que muchos de estos opúsculos contenían, el verdadero impulsor de los estudios sobre el español de Canarias fue Sebastián de Lugo-Viña Massieu, quien da a conocer en 1846 su conocido trabajo Colección de voces y frases provinciales de Canarias, hecha por D. Sebastián de Lugo, natural de aquellas islas. Al siglo XIX también pertenecen las obras de José Agustín Álvarez Rixo (1991 y 1992), Carlos Pizarroso Belmonte, Elías Zerolo Herrera o las aportaciones de Benito Pérez Galdós (Hernández Cabrera y Samper Padilla 2003, Corrales y Corbella 2020), Manuel Pícar y Morales, José Franchy y Roca, Juan Reyes Martín o Maffiotte (1993)1.
Sin embargo, no será hasta mediados de los años cuarenta del siglo XX cuando empiecen verdaderamente los estudios con criterios lingüísticos sobre el español insular. Entonces, las descripciones son elaboradas por especialistas y no por aficionados que, a pesar de tener un gran reconocimiento en la historiografía canaria, carecían, en muchas ocasiones, del rigor y la objetividad que toda tarea de esta naturaleza precisa.
Así pues, desde este momento, puede decirse que la investigación sobre el español hablado en Canarias se encamina hacia cuatro grandes áreas:
1 El lugar de las hablas canarias dentro de la Romania. Análisis sincrónicos.
2. La huella del legado léxico prehispánico. Historia del léxico insular con reminiscencias aborígenes.
3. La presencia de los componentes occidentales peninsulares (portuguesismos): contacto de lenguas en las islas desde el momento de la conquista (s. XV en adelante).
4. Las relaciones lingüísticas de Canarias con América. Historia sociocultural y lingüística en la dimensión atlántica.
Con la monografía de Alvar (1959) titulada El español hablado en Tenerife se inaugura el estudio de un habla insular2. Se comenzaba una fructífera labor de indagación en la sincronía de las distintas modalidades del archipiélago, con aportaciones acorde a las corrientes lingüísticas de cada época, como son el estructuralismo y la atención a una dialectología social a la que nunca ha estado ajena, como se sabe, la Escuela de Lingüística Española. El camino iniciado por Alvar (1959) luego será continuado en trabajos de mayor o menor alcance que describían las hablas regionales, insulares o locales.
En este contexto investigador, el objetivo de este artículo es llevar a cabo un análisis historiográfico de una de las parcelas que menos atención ha recibido cuando nos referimos al español de Canarias, esto es, la historia de la lengua en este enclave atlántico de la expansión castellana iniciada en los albores del siglo XV. Se trazarán los antecedentes de lo que es la génesis diacrónica de la investigación, para pasar, en un segundo apartado, a la nueva realidad académica que se sitúa en torno a la década de los años noventa del siglo XX, que inaugura un nuevo rumbo e interés por la historia de la lengua española en el archipiélago canario hasta la actualidad.
Tengo que señalar que no pocos trabajos -enmarcados más en perspectivas sincrónicas, pues son el resultado de descripciones sobre el habla de una localidad específica o una isla concreta- están encuadrados en las directrices que proporciona la dialectología practicada en la segunda mitad del siglo XX y sin la cual no se entiende el estudio histórico de las hablas canarias, determinado este, también en los últimos años, por una perspectiva metodológica basada en las transcripciones de numerosos textos a lo largo del tiempo desde la propia conquista del archipiélago (s. XV) hasta bien entrado el XIX. Por ello, algunas referencias se incluirán porque han significado la constatación de numerosos fenómenos fónicos, gramaticales y léxicos del español de Canarias y que, en última instancia, tienen que ver con la evolución de la lengua en las islas hasta nuestros días.
Un artículo de estas características -con una amplia visión historiográfica y limitado por las habituales condiciones editoriales- no puede dar cuenta de todos y cada uno de los trabajos (con mayor o menor alcance) del área de estudio. Por lo tanto, este trabajo ofrece, como se observará, una guía que, a su vez, abrirá los caminos en la indagación de lo que se ha hecho y el status quaestionis de la historia de las hablas canarias.
I. HACIA UNA DIALECTOLOGÍA HISTÓRICA SOBRE EL ESPAÑOL DE CANARIAS
La investigación sobre el español de las Canarias ha sido, sobre todo, de carácter sincrónico, al menos en los años iniciales. Esta senda se enmarca en las dinámicas que desde la Lingüística condicionaron el interés y atención de no pocos especialistas, tal y como describe Lope Blanch (1993: 167) al indicar la preferencia de los estudios sincrónicos durante buena parte del siglo XX. En este contexto, el desigual desarrollo experimentado en lo que podríamos denominar una dialectología histórica del español de Canarias (Medina López 1994-1995: 220-229; 1995b: 55-74, Corbella 2019: 34-39) está jalonado de numerosas referencias, pero a larga distancia de lo que se conoce sobre el estatus como variedad sincrónica del español en dicho territorio insular3. Los documentos son claves para comprobar cómo la lengua va dejando su impronta a través de los viejos papeles que reflejarán rasgos propios de las hablas meridionales españolas y sus tradiciones discursivas. En los párrafos siguientes se mostrará el resurgir de esta perspectiva diacrónica.
1.1. Historia de la lengua española en Canarias: antecedentes
El primer estudio que aborda la historia de la lengua en el archipiélago canario corresponde a Álvarez Delgado (1941). Si bien no se trata de una monografía exclusivamente dedicada a una historia de la lengua, su propósito es determinar el lugar del español canario en el contexto de la Lingüística hecha en aquellos momentos4, para el cual señala la importancia de las fuentes históricas españolas, entre otras, constituyendo, de esta manera, la base lingüística colonial sobre la que se asienta dicha modalidad. El capítulo II de esta monografía hace un repaso a algunos de los principales rasgos de la lengua desde el siglo XVI, repartido entre fenómenos vocálicos, consonánticos, deteniéndose en el cuarteto de sibilantes (-s-, -ss-, -ç-, -z-). Volverá este autor (Álvarez Delgado 1967), años después, a tocar aspectos referidos a problemas de filología textual y a la transmisión de los mismos a través de los primeros cronistas e historiadores.
Dos investigaciones que no tuvieron continuación en aquellos años son unas memorias de licenciatura dirigidas por Álvaro Galmés de Fuentes5. Se trata del estudio de las sibilantes durante la época de la colonización de Tenerife a través de las datas6, en su libro I para el período 1496 hasta 1581, elaborado por Llarena Castro (1959). La autora concluye que a finales del XV y principios del XVI ya se estaba produciendo en Canarias el ensordecimiento de las sibilantes en las tres parejas.
El otro estudio continúa con el análisis de las sibilantes en el primer cuarto del siglo XVII (Pérez Ortega 1959) con documentos procedentes del cabildo de Tenerife. Se quiere ahora rastrear el nuevo uso del subsistema de sibilantes en el español de Canarias a través de un corpus de cien actas (1600-1625) en escritura de escribanos que, mayoritariamente, han nacido en Tenerife. En la misma línea que en los registros peninsulares de la época, estos materiales participan, según esta autora, de las tendencias “revolucionarias” que estaban teniendo lugar en el consonantismo general del español.
Del propio Galmés de Fuentes (1964) es un artículo sobre los rasgos dialectales encontrados en unos testamentos del pueblo de Güímar (Tenerife), pertenecientes a los años 1732 al 1793. Es este un método de análisis que, décadas después, será demandado pero que, en aquel entonces, vio la luz de forma casi excepcional. En esta ocasión se analizan los rasgos fónicos que evidencia la documentación consultada: seseo, aspiración de h y de -s implosiva y de la r ante nasal y líquida, algunos fenómenos de nasalización vocálica, además de los trueques de -r y -l, el tratamiento de la -d- y de la -d, la sustitución de hiatos por diptongos, la deformación de formas cultas y el lle-yeísmo.
Por la misma época, la incorporación de Diego Catalán a las aulas de la Universidad de La Laguna (Tenerife) a finales de los años cincuenta del siglo XX trajo consigo el interés de este insigne filólogo por el devenir del español canario en lo que él acuñó como “español atlántico”. Catalán en sus artículos se adentra en la cuestión del çeçeo-zezeo (Catalán 1957), con el referente del trabajo de Alonso (1951), aunque está ausente un corpus canario7, más allá de las alusiones generales a la situación del español en las islas y la formación de una koiné lingüística en el Nuevo Mundo, con el consiguiente correlato canario.
La actividad en torno a la conformación de la base lingüística del español atlántico no tuvo una gran continuidad después de las referencias señaladas. Años más tarde, saldrá a la luz póstumamente la obra del austríaco Dominik Josef Wölfel con el título Monumenta Linguae Canariae (Wölfel 1965/1996), una de las grandes referencias de la lingüística prehispánica canaria (Díaz Alayón y Castillo 2008). Se plantea este autor una reconstrucción de la lengua desde los primeros contactos a lo largo de los siglos XV y XVI, teniendo en cuenta diversas fuentes de información y destacando la importancia que le da Wölfel a los documentos históricos, así como a la procedencia de los escribanos en las épocas fundacionales.
Lo que hallamos después de estos años son loables aportaciones, pero alejadas de constituir una corriente investigadora que pretendiera la descripción histórica del español en Canarias de forma continuada. Se trata de trabajos únicos en un camino en el que la historia de la lengua se sitúa en un discreto segundo plano. Así, por ejemplo, la morfología diacrónica canaria está prácticamente inexplorada hasta la primera aportación con el artículo de Granda (1966), que aborda, desde la perspectiva estructural, la función genética del sistema dialectal de los posesivos canarios, una vez que se perdió el castellano vosotros/as en favor de ustedes. El estudio, de carácter teórico, carece de cualquier alusión documental diacrónica.
Un terreno que tendrá su eclosión décadas después de este momento es el léxico histórico insular. Pero ya Régulo (1977) había dedicado un trabajo al español diacrónico en la isla de La Palma, en el que analiza un libro de recetas canarias del siglo XVIII para teñir seda, redactado entre 1762 y 1782. La conclusión de este estudio sobre el léxico de la sericultura canaria es que los rasgos lingüísticos de estas recetas del XVIII se constatan dos centurias después como características generales de las hablas insulares8.
II. HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN CANARIAS: EL DESPEGUE DEFINITIVO
A comienzos de los años noventa del siglo XX, las circunstancias eran más favorables para la investigación diacrónica, dado que algunos investigadores, especialmente vinculados a las dos universidades públicas canarias (Universidad de La Laguna y Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), mostraron interés en ocuparse de la historia del español en las islas, a los que se sumaron destacados filólogos como J. A. Frago Gracia o J. Lüdtke, entre otros9. Por aquel entonces, Medina López (1994-1995: 222) reclamaba la necesidad de “estudiar el legado histórico canario de forma metódica y cronológica, rescatando la documentación válida desde el siglo XV hasta el XVIII”. Destacaba este autor que la tarea presentaba algunos problemas si se quería abordar el tema que nos ocupa. Uno de ellos estaba relacionado con lo poco aprovechables que resultan los textos históricos por parte de los lingüistas y la complejidad de contar con documentación fiable10 que constituyera un punto de partida seguro sobre el que poder trabajar. A este respecto también Corbella (1999: 275) se manifiesta a favor de contar con “datos fidedignos y rigurosos de la documentación de épocas pasadas, de volver -como se ha hecho en otras regiones- a la filología textual, a los documentos que son los únicos que pueden aportar datos reales de las características del habla isleña”.
Un material extraordinario para los primeros años de la conquista canaria es el que aparece recogido en la serie “Fontes Rerum Canariarum”, aunque presenta, en líneas generales, numerosos obstáculos al ser extractos y estar modernizada su escritura, si bien supone para el historiador de la lengua una perfecta guía archivística que no debe desdeñarse (Medina López 1994b: 228). Al problema de las fuentes fidedignas y su rendimiento filológico también se ha referido Lüdtke (2014: 156) al considerar la oportunidad de utilizar transcripciones disponibles -con limitaciones lingüísticas-, pero aprovechables para ciertos ámbitos como el léxico en toda su vasta extensión o en documentos con transcripciones rigurosas para el caso de la fonética y los significantes morfológicos. En esta misma idea, Viña y Corbella (2019: 3) apuestan por el trabajo colaborativo entre filólogos e historiadores para obtener resultados satisfactorios -en la edición de fuentes- que a ambas partes interesa.
Una nueva etapa en la historia del español canario se inicia con la invitación cursada por Beatriz Fontanella de Weinberg a integrarse en el Proyecto coordinado del Estudio Histórico del Español de América, desde la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) en 1993, al frente del cual estuvo, en aquellos momentos como coordinador, Samper Padilla y otros (1996). Desde entonces, los integrantes de este grupo han venido desarrollando diferentes aspectos de la historia lingüística insular, a la que se suma toda la larga tradición dialectológica iniciada con el estudio de Alvar (1959) sobre el español de Tenerife, ya referenciado más arriba.
En esta nueva senda, uno de los objetivos iniciales fue la publicación de un conjunto de textos que mostrara los resultados incipientes del proyecto, siguiendo los lineamientos marcados por la propia Comisión de la ALFAL. Esto se plasmó en un primer trabajo de Corbella y Medina López (1997), quienes dan a conocer una selección textual que gira en torno a la búsqueda de la isla de San Borondón, con la transcripción paleográfica y la publicación de un facsímil de 1721. Al mismo tiempo, Cáceres Lorenzo y Díaz Peralta (1997) publican la crónica isleña realizada por el dominico fray Alonso de Espinosa de 1594, con un estudio lingüístico del texto en sus vertientes ortográfica, fonética, morfosintáctica y léxica, siguiendo las mismas directrices en cuanto al tratamiento filológico.
Algo más tarde, el grupo de investigación participó en una publicación que recoge la serie Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Siglos XVI a XVIII y que fueron editados como anejo en el BRAE (Rojas Mayer 2000). En estos materiales11 encontramos datas, testamentos, testimonios, permisos de residencia, tributos y censos, deudas, actas bautismales, de casamiento y defunción, cartas de libertad, de obligación, escrituras de terrenos, fundaciones, etc.
Desde entonces, los estudios lingüísticos diacrónicos han corrido desigual suerte, aunque es posible señalar algunas referencias de aquellos campos que han tenido mayor atención. Son las siguientes:
2.1. Los orígenes y la dimensión atlántica del español canario
Resulta imposible desligar el papel histórico desempeñado por Canarias en lo que se entiende como la dimensión atlántica de la expansión castellana. En este sentido, una parte significativa de la producción científica que traza las coordenadas históricas de la lengua española fuera de los límites peninsulares aborda la impronta de las Canarias y el papel desempeñado por estas en la gestación de la lengua y la cultura en América12. Esto es perceptible cuando del estudio del léxico se trata, amén de rasgos fónicos y alguno morfosintáctico (Medina López 1999b; 2013, Corbella 2001; 2021). Estas relaciones de ida y vuelta en perspectiva histórica ocupan también buena parte de las aportaciones de Alvar (1968; 1971; 1990) en las que, como es conocido, ahonda en la idea de que en las Canarias se cumplieron los procesos de adopción y adaptación del español trasplantado a América (Alvar 1990: 67). En similar perspectiva se sitúan los fundamentos de Frago Gracia, que en muchas de sus investigaciones referidas al español americano relaciona la presencia canaria y su impronta en las tierras del Nuevo Mundo como un proceso de nivelaciones lingüísticas (Frago Gracia 1996; 1999; 2000a; 2000b; 2009). La defensa de la diversidad sociocultural y regional recorre buena parte de su visión sobre la configuración del español americano.
Significativas son también las indagaciones de Jens Lüdtke, quien dedicó algunos trabajos a la idea de concebir un proyecto de la historia de la lengua de ámbito ultramarino (Lüdtke 1988), en el que destaca la impronta de las Canarias (Lüdtke 1990), sus procesos de nivelación y diferenciación desde la época de orígenes con extensiones hasta el Caribe (Lüdtke 1994a) o la idea de una koiné o plurilingüismo gestado poco tiempo después de la conquista (Lüdtke 1998), especialmente en su contacto con el francés (Lüdtke 2003), referenciado a través de la crónica normanda Le Canarien.
En esta línea sobre las bases lingüísticas de los orígenes se sitúan también los estudios de Morera (1995), relacionando la evolución lingüística del canario y su situación socioeconómica, la transición de un multilingüismo en los siglos XV y XVI hacia el monolingüismo actual (Morera 2009), la importancia de Betancuria (antigua capital de la isla de Fuerteventura) y su interés para la historia del habla canaria (Morera 2011), la estructura del léxico aborigen insular en su diacronía (Morera 2014) mediante los procesos de transmisión por vía popular, préstamos terminológicos y glosas guanches recogidas por cronistas y eruditos, o las relaciones lingüísticas con el norte de África13 (bereberes y árabes) durante la conquista y la presencia sahariana a partir del siglo XIX (Morera 2021).
2.2. Fonética histórica
Los trabajos de fonética siempre han resultado ser un campo recurrente cuando de aspectos perceptibles de la historia insular incumbe (Medina López 2004). La consabida división fonológica del español siempre ha querido ser analizada y los investigadores han procurado dar datos aquí y allá de cómo aparecen reflejados, por ejemplo, el subsistema de las sibilantes (Zárate Martín 2000a; 2000b), las consabidas aspiraciones de -s implosiva y de χ, el yeísmo, las metátesis -r/-l, etc., fenómenos todos que, en mayor o menor medida, han podido inventariarse teniendo en cuenta un heterogéneo corpus bien a través del análisis de actas inquisitoriales (Medina López 1994a), testamentos14 (Medina López 1997c), actas capitulares y protocolos notariales15 y escribanías (Medina López 1998, Zárate Martín 1999), documentos eclesiásticos (Medina López 1996-1997), usos gráficos y su relación fónica (Cáceres Lorenzo 2001), bien vinculando el seseo con América (Medina López y Corbella 2001) o el seseo constatado en la escritura de textos iniciales de la conquista (Lüdtke 1994b), en autores como Juan Bautista Poggio Monteverde (Medina López 1997a) en el s. XVII o el grancanario Pedro Agustín del Castillo y León (Medina López 1997b), también en la misma centuria.
El seseo ortográfico está presente en un sinfín de documentos, como puede verse, a modo ilustrativo, en la portada del siguiente libro eclesiástico:
2.3. Morfosintaxis histórica
La morfosintaxis histórica es la parcela menos considerada en comparación con los otros ámbitos16. Así, Corbella (2001) aborda distintos aspectos gramaticales en las cartas17 de emigrantes canarios a las Indias, mientras que Díaz Alayón (2005) recopila numerosos datos del uso de los pronombres átonos de tercera persona (la/le) en la lengua literaria de dos autores canarios (Viera y Clavijo y Álvarez Rixo, s. XVIII), los cuales emplean desajustes del sistema etimológico propio de las Canarias al recurrir a los fenómenos de laísmo y leísmo en sus escritos. Por su parte, González Monllor (2003) continúa con el análisis de los rasgos morfosintácticos del escribano Alonso Hernández (s. XVI) en protocolos notariales escritos entre 1558 y 1560, además de las formas verbales de la documentación insular grancanaria también del XVI (González Monllor 2012).
De la sintaxis de las oraciones subordinadas sustantivas se ha ocupado Bautista García (2005) en su tesis doctoral con el acopio de fuentes de la Inquisición, de protocolos notariales y de actas matrimoniales, todos del s. XVI, pertenecientes a distintos archivos de Las Palmas de Gran Canaria. En esta misma línea de análisis, Monzón García (2016) presenta su tesis doctoral enfocada hacia el análisis de las oraciones subordinadas de relativo en documentos notariales del s. XVII, todos de la misma isla18.
2.4. El vocabulario histórico
Los estudios sobre el léxico pueden considerarse los más fecundos de toda esta dilatada trayectoria. Sin duda alguna, el trabajo desarrollado por Corrales Zumbado, Corbella Díaz y Álvarez Martínez (1992; 1996), que se inició con la publicación del conocido Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias (TLEC), abrió las puertas a la amplia producción lexicográfica dada a conocer por estos autores en distintos momentos19. El TLEC, sin ser un diccionario histórico, sí que sentó las bases del modelo lexicográfico que con posterioridad se fue ampliando a otros documentos y objetivos.
Con el comienzo del nuevo milenio salen a la luz importantes obras lexicográficas que tienen como objetivo reflejar la historia, etimologías y contextos del vocabulario canario, recogiendo también, en buena medida, toda la producción anterior que sobre este terreno habían hecho destacados filólogos. Tal es el caso de Morera (2001), quien dará a conocer su diccionario histórico y etimológico del español de Canarias, una obra muy importante que se acerca al léxico histórico insular, proporcionando un numeroso caudal de voces para las que su autor ofrece la etimología y la documentación (histórica y literaria), señalando en cada artículo el correspondiente comentario lingüístico. Años más tarde, estos materiales verán la luz (Morera 2007) -esta vez con prólogo de su maestro, Ramón Trujillo-, aunque con algunas variaciones en cuanto a la disposición e información de los artículos léxicos comentados. Esta aportación de Morera entra de lleno en los trabajos que este autor ha venido publicando desde los inicios de su carrera investigadora, en los que conjuga la tradición dialectológica insular con la perspectiva, siempre de fondo, de la formación histórica de las hablas canarias, de ahí que algunos de sus trabajos haya que leerlos, también, en clave diacrónica, tal y como sucede, desde esta óptica, con Morera (1991; 1993; 1994a; 2016), entre otros muchos. Como muestra, refiero a continuación dos ejemplos de este diccionario:
Coincidiendo en el mismo período, Corrales y Corbella (2001) editan la primera edición de su diccionario histórico del español canario (habrá una segunda, aumentada en 2013), una obra también clave para entender la importancia de las fuentes insulares en la configuración del vocabulario canario20. Tres aspectos se consideran en este diccionario: el hecho diferencial del léxico, el componente descriptivo del mismo y la dimensión histórica. En los siguientes ejemplos, se observa el modelo de los artículos léxicos gofio y tabaiba (bajo la palabra), con gran información histórica en ambos casos. En el primero de ellos, su datación es del 8 de septiembre de 1495 en una reclamación judicial; en el segundo, la fecha recogida en este diccionario es del 8 de noviembre de 1501 en las Datas de Tenerife:
Pero con anterioridad a la aparición de estas destacadas aportaciones lexicográficas -o incluso de forma paralela a la publicación de estas-, algunos autores ya empezaban a interesarse por el léxico histórico canario que aparecía en los textos que se publicaban con criterios filológicos o en trabajos específicos sobre alguna voz que tuviera alguna peculiaridad. Tal es lo que vemos en el artículo de Régulo (1980), al tratar los condicionantes históricos de algunos afroamericanismos léxicos como bamba, funche, pinga y singar. En Régulo (1981) se centra en la voz bamba ‘moneda de plata de uno o dos reales, en el siglo XVIII’ (de origen afroamericano), e incluye un apéndice documental con dos testimonios de sendas actas del cabildo secular de Tenerife pertenecientes a 1687. Díaz Alayón (1987), por su parte, se circunscribe a las voces insulares de la crónica de Abreu Galindo titulada Historia de la conquista de las siete islas de Gran Canaria (s. XVI), mientras que Corbella (1993) trata la cuestión de las interferencias léxicas, caso del francés. En esta línea, se encuentra también el artículo de Trapero (1993) referido a la historia sociocultural de la voz canario ‘baile antiguo originario de las Islas Canarias’ o el de Corrales y Corbella (2009b), quienes estudian la adaptación del compuesto léxico malpaís (< fr. país) y su presencia en fuentes canarias desde el s. XV.
Por su parte, Cáceres Lorenzo se ha interesado por el léxico canario desde sus orígenes a través de distintos enfoques que van desde los jurídico-legales (Cáceres Lorenzo 1992-1994), el contacto de lenguas (Díaz Peralta y Cáceres Lorenzo 1999), actas notariales (Cáceres Lorenzo y Batista Pérez 1999), actas capitulares de Lanzarote (Monzó Concepción y Morera 2004); el léxico en autores como fray Alonso de Espinosa (s. XVI) y Antonio de Viana (s. XVII) (Cáceres Lorenzo y Rodríguez Rodríguez 2003, Cáceres Lorenzo y Díaz Peralta 2000) hasta el léxico diferencial con América y Canarias en el espacio atlántico (Cáceres Lorenzo y Díaz Peralta 2002, Bravo García y Cáceres Lorenzo 2011: 85-132 para Canarias; Vidal Luengo y Cáceres Lorenzo 2016).
Una parcela más especializada del léxico histórico es la que se encuentra en la tesis doctoral de González Yanes (1993). Este estudio (inédito) contempla los apodos populares registrados en la documentación depositada en los antiguos conventos desamortizados de Tenerife. También de la onomástica en los primeros protocolos notariales se ha encargado Medina López (1995a), mientras que González Monllor (2002) analiza un conjunto de voces referido al léxico de la vestimenta extraído de un corpus de testamentos del s. XVI.
La lengua culta del s. XVIII está presente en la obra de Cristóbal del Hoyo y José de Viera y Clavijo, estudiados por Díaz Alayón (1993). Corrales y Corbella (2014) editan el importante Diccionario de Historia Natural… de Viera y Clavijo. También Dámaso de Quezada y Chaves, autor en el s. XVIII del opúsculo Canarias ilustrada, ha sido analizado por Corbella (2005), para la cual estamos ante una obra que permite conocer el habla de un canario semiculto del s. XVIII. A esta misma centuria pertenece la obra Obsequios lemmas… de 1781, estudiada por Hernández Correa (2003), así como las Memorias del tinerfeño Lope Antonio de la Guerra, cuyo análisis lingüístico lleva a cabo Castillo (2015). Morera (2004), por su parte, da a conocer una serie de cartas (1769-1786) y dos conjuntos de diarios (1796-1807 y 1780-1814) de diversos personajes de Tenerife y Gran Canaria. La lengua de estos documentos es analizada en los planos fónico, gramatical y léxico.
Del habla insular y de la lengua literaria del XIX se han ocupado algunos investigadores. Así, por ejemplo, es destacable la obra y la figura de Álvarez Rixo (Díaz Alayón 2003, Díaz Alayón y Castillo 2005). Lo mismo sucede con el periodista y escritor José Desiré Dugour (Díaz Alayón 2007), autor de un texto en el que refleja el español popular de los pescadores que faenaban en las costas africanas. También Díaz Alayón (2021) realiza un análisis filológico de un texto palmero (anónimo) del año 1815 en el que se describe la bajada de la Virgen de las Nieves21.
Los portuguesismos suponen dentro del léxico un terreno recurrente en la descripción histórica, económica y social de Canarias con Portugal y las islas de la Macaronesia, así como de los fenómenos de contacto de lenguas que se han producido en las Canarias y la huella que han dejado tanto en la documentación histórica como en el habla común de todo el archipiélago. Así lo han constatado, entre otros, Pérez Vidal (1991) como acercamiento global al fenómeno del contacto español-portugués; Régulo (1970: 98-110) -también, más recientemente, Leal Cruz (2003)-, ambos para la isla de La Palma; Lorenzo Ramos (1976: 131-161) en el habla de Los Silos (Tenerife); Morera (1994b), quien trata diferentes aspectos socioculturales y lingüísticos de la convivencia del español y portugués en las Canarias en las centurias pasadas; Torres Stinga (1995: 207-232) para el habla de Lanzarote o Morera (1996), con el primer diccionario etimológico de los portuguesismos canarios, con voces ordenadas tomando como fuentes todo un conjunto de autores y referencias, muchas de ellas desperdigadas y de difícil localización. Un ejemplo de este diccionario es el artículo que muestro a continuación:
Otros trabajos -hasta la actualidad-, siguen estas vías de investigación, como son los de Cáceres Lorenzo (1998) en los orígenes del español canario; en varias aportaciones de Corbella (1996: 115-122; 1998; 2016), Corrales y Corbella (2008), basado en un documento del s. XVII que recoge terminología azucarera del sur de Tenerife o los canarismos azucareros en América (Corrales y Corbella 2011), así como la impronta del portugués en el vocabulario de esta especialidad (Corrales y Corbella 2012a; 2012b, Corrales, Viña y Corbella 2014, Corrales, Corbella y Viña 2015, Corbella 2017). En Corbella y Fajardo (2017) se aborda el tema de los préstamos e interferencias y en Corrales (2000); Viña, Corrales y Corbella (2014; 2017); y Viña (2021) ,el léxico azucarero del espacio Atlántico entre los siglos XVI y XVII.
2.5. La edición de fuentes y las humanidades digitales
La edición de corpus se ha ido cubriendo con el transcurrir de los años. Hoy ya se cuenta, además de con las referencias generales señaladas en estas páginas, con documentos de diversa índole e interés para hacerse una idea de la historia general del español en el archipiélago. Los registros de los primeros tiempos son un asunto clave en toda historia de la lengua que pretenda partir de los textos fundacionales, a pesar de que, por ejemplo, no tengamos una documentación amplia para la época señorial (1402-1477), al igual que escasa es también para el siguiente período, la etapa de realengo, tal y como ha puesto de relieve Corbella (1999: 276). El conocido texto Le Canarien es un marco de referencia para los orígenes. A pesar de que este texto está redactado en francés, ha despertado el interés de historiadores y filólogos no solo para la historia de la lengua francesa, sino también para la española (Lüdtke 1991b), por cuanto ya aparecen numerosos topónimos registrados en estas crónicas que prácticamente se han mantenido, como tal, hasta la actualidad22.
Pero una nueva y reciente etapa se abrirá con la puesta en marcha del llamado Corpus Documental de las Islas Canarias (CORDICan)23, una propuesta rigurosa que abarca desde finales del siglo XV al XIX, de carácter interdisciplinar, pues está desarrollado por historiadores y filólogos que quieren dar a conocer textos diacrónicos canarios con transcripciones válidas tanto para los intereses históricos como para los lingüistas interesados en la historia de la lengua ( Viña y Corbella 2019; 2020). Con las herramientas propias de las humanidades digitales, esta plataforma informática permitirá el acceso a fuentes que no de otra manera resultaría muy dificultoso. Para ello se ha procurado contar con diversos registros administrativos, jurídicos y privados, entre otros.
III. PERSPECTIVAS FUTURAS Y FINAL
El camino andado en las últimas décadas en lo que a la historia del español canario se refiere tiene ya el suficiente recorrido como para emprender una labor de conjunto que sitúe las coordenadas lingüísticas Canarias en una doble perspectiva. Por un lado, aquella que atañe a la historia externa, que corre paralela a los acontecimientos que ha vivido la sociedad insular. Por otro, el devenir interno del español que, como sistema lingüístico, continúa su expansión a través del denominado español atlántico.
Sería necesario continuar publicando crestomatías de diversa tipología, dado que, como se ha demostrado con otros corpus24, son una magnífica fuente de información y reflejo de un estado de lengua en su diacronía. En este sentido, es conveniente contar con los archivos históricos de las islas y, especialmente, la publicación de las actas inquisitoriales y atender a las declaraciones de los testigos, los cuales a menudo dan muestras de oralidad o “inmediatez comunicativa” (Oesterreicher 1994). Es también clave que se lleven a cabo investigaciones académicas sobre toda esta documentación a fin de que se realicen trabajos de fin de grado, máster y tesis doctorales. Este último terreno ha sido muy poco explorado posiblemente por las dificultades hasta ahora existentes y relativas a la disponibilidad de un corpus, su lectura, transcripción y edición digital.
Es de esperar, por último, que con todos los materiales que ya han visto la luz, la historia de la lengua española en Canarias podrá contar con una base documental que permita trazar el devenir de esta en un territorio clave en la dimensión histórica del español en su andadura hacia las rutas del Nuevo Mundo.