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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.47 no.2 Lima jul./dic. 2023  Epub 18-Dic-2023

http://dx.doi.org/10.18800/lexis.202302.006 

Artículos

Estereotipos y morfología de género en nombres de rol: un estudio psicolingüístico

Stereotypes and Gender Morphology in Role Names: A Psycholinguistic Study

Noelia Ayelén Stetie1  2  * 
http://orcid.org/0000-0001-7602-6942

Gabriela Mariel Zunino1  2  ** 
http://orcid.org/0000-0002-0473-6192

1Universidad de Buenos Aires - Argentina

2Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Argentina

Resumen

Hay pocos estudios en español que analicen las complejas relaciones entre los estereotipos y la morfología de género, menos aún que incluyan formas no binarias. Evaluamos los efectos de dos variables independientes (sesgo de estereotipicidad y morfología de género) sobre la comprensión de oraciones que presentan nombres de rol con estereotipicidad masculina y femenina. Analizamos dos variables dependientes: tiempo de lectura del sintagma nominal (determinante + nombre de rol) y tiempo de lectura total. Encontramos una incidencia temprana de los estereotipos durante la comprensión y, a su vez, diferentes efectos en el nivel del sintagma nominal respecto del nivel de la oración. Además, la forma no binaria [-e] pareciera funcionar como genérico para hispanohablantes de Argentina.

Palabras clave: psicolingüística; estereotipos de género; morfología de género; lenguaje inclusivo de género

Abstract

There are few studies in Spanish that analyze the complex relationships between gender stereotypes and gender morphology, even fewer that include non-binary forms. We evaluated the effects of two independent variables (stereotype bias and gender morphology) on the comprehension of sentences that include role nouns with masculine and feminine stereotypicality. We analyzed two dependent variables: noun phrase reading time (determiner + role noun) and total reading time. We found an early incidence of stereotypes during comprehension and different effects at the noun phrase level compared to the sentence level. Furthermore, the non-binary form [-e] seemed to function as a generic term for speakers of Argentine Spanish.

Keywords: psycholinguistics; gender stereotypes; gender morphology; gender-inclusive language

1. INTRODUCCIÓN

Los estudios sobre género en las lenguas naturales han brindado, desde hace años, abordajes variados. Se han ofrecido no solo perspectivas estrictamente gramaticales, sino también lexicográficas, pragmáticas, discursivas, sociolingüísticas y psicolingüísticas. Sin embargo, en la última década, las propuestas más tradicionales, propias de la lingüística teórica, han recibido numerosas críticas (Papadopoulos 2021, Zunino y Stetie 2022). Una cantidad de trabajos, que comentaremos en esta introducción, comenzaron a profundizar el análisis de los diversos modos de articulación entre los rasgos semánticos y gramaticales de género en las lenguas, las representaciones mentales que construyen les1 hablantes durante la interpretación de discurso, sus conductas sociales y cómo eso aporta a la reproducción de un sentido común sexo-génerico binario y androcéntrico.

1.1. Morfología de género en las lenguas: el caso del español

Es muy conocido que las distintas lenguas marcan el género gramatical de modos diferentes y se han propuesto diversas taxonomías (Dixon 1987, Hellinger y Bußmann 2001, Leaper 2014, Gygax y otres 2019). Una de las clasificaciones más recientes (Gygax y otres 2019) distingue entre cinco tipos de lenguas: con género gramatical, con combinación de género gramatical y natural, con género natural, sin género con algunos rastros de género gramatical, y sin género. Dentro del primer grupo, en donde se encuentran lenguas como el español, alemán e italiano, el género controla la concordancia gramatical y tanto los sustantivos que refieren a entidades animadas como inanimadas tienen género asignado.

El paradigma de género en español supone una distinción binaria (masculino/femenino), aunque también hay diversas excepciones a esa clasificación de base, lo que ha propiciado distintos intentos de sistematización (Ambadiang 1999, Roca 2006, Mendívil Giró 2020). Una de las grandes diferencias respecto de la flexión de género en español está vinculada con el grado de arbitrariedad o motivación del género en sustantivos, con especial atención a los sustantivos que refieren a personas. La mayoría de las propuestas intenta organizar esa sistematización a partir de comprender que el género puede ser definido por dos tipos de rasgos: semánticos y formales. Sin embargo, una gran cantidad de trabajos muestra especialmente que el género, en las lenguas en general y en español en particular, también se encuentra respaldado y condicionado por factores extralingüísticos (Ambadiang 1999, Cabeza Pereiro y Rodríguez Barcia 2013, Barrera Linares 2019, López 2020).

El proceso de asignación de género es uno de los fenómenos más complejos en este sentido: para sustantivos que refieren a personas parece indiscutible que intervienen factores sociolingüísticos y pragmáticos, además de gramaticales. En español, la mayor parte de los sustantivos que refieren a personas (y, en general, a entidades animadas) forman pares genéricos, lo que en muchos estudios se clasifica como heterónimos. Si bien también existen los epicenos (sustantivos en que una única forma invariable en género refiere indistintamente a varones y mujeres, por ejemplo “persona”), lo cierto es que no conforman un grupo numeroso. Los pares genéricos, además, pueden exhibir cambios de la forma léxica en la raíz (“mujer” y “varón”) o marcar la distinción de género a través de la desinencia: por medio de la derivación (“alcalde” y “alcaldesa”) o la flexión (“enfermera” y “enfermero”). Ambadiang (1999) observa que, a partir de la mayoría de los elementos analizados por los diferentes estudios, se desprende que el género en los nombres que refieren a personas “tiende a ser biológico”, por lo que el proceso de asignación no puede ser abordado exclusivamente desde una perspectiva gramatical. En ese sentido, el proceso de asignación de género se manifiesta como un proceso complejo y continúa sin haber acuerdo sobre hasta qué punto esta asignación sería arbitraria o motivada (Ambadiang 1999, Cabeza Pereiro y Rodríguez Barcia 2013, Barrera Linares 2019).

Uno de los focos de estudio, tanto en español como en otras lenguas, ha sido el funcionamiento del “masculino genérico”, y esto se encuentra estrechamente vinculado a la distinción gramatical clásica entre elementos marcados y no marcados (Ambadiang 1999, Cabeza Pereiro y Rodríguez Barcia 2013, Márquez 2013, Barrera Linares 2019, Mendívil Giró 2020). Una definición ampliamente aceptada para postular que el masculino es el género no marcado en español es la que ofrece Ambadiang (1999): a) no requiere una marca formal explícita o puede no presentarla; b) es el género que se usa por defecto en procesos de coordinación y composición; c) es el género usado para la sustantivación; d) se toma para referir a entidades con distintos géneros. Este último caso sería el que explica el masculino genérico. El género femenino, por su parte, es el género marcado en español, es decir, que se asocia a variantes desinenciales que deben estar presentes para asignar ese género. Desde perspectivas sociolingüísticas y pragmáticas, son escasos los estudios que niegan una función notablemente asimétrica en el masculino genérico y muchas propuestas llegan a sostener que el sistema flexivo del español impone un sesgo inicial que oculta sistemáticamente a las mujeres (Ambadiang 1999, Cabeza Pereiro y Rodríguez Barcia 2013, Giammatteo 2020, Márquez 2013, Menegatti y Rubini 2017, Barrera Linares 2019, Menegotto 2020).

1.2. Propuestas de lenguaje inclusivo de género en español

A partir de detectar distintos condicionamientos y sesgos de género impuestos por los paradigmas de género en las lenguas (Menegatti y Rubini 2017, Lewis y Lupyan 2020; para mayor desarrollo, ver apartados 1.3. y 1.4 de este trabajo), durante la última década, en distintas comunidades hispanohablantes, han surgido iniciativas y estrategias para evitar estos sesgos, específicamente en los nombres que refieren a personas.

Las propuestas para propiciar el lenguaje inclusivo de género o el lenguaje justo con el género o no sexista (usualmente denominado gender-fair language en inglés) han ido variando a lo largo de los años (Sczesny, Formanowicz y Moser 2016; Gil y Morales 2020; Zunino y Dvoskin 2023). Actualmente, el centro de la discusión se encuentra en las nociones de género (en lugar de sexo) y de binarismo, como una categorización impuesta por la relación lineal entre sexo biológico e identidad de género que contradice los avances y discusiones actuales en torno a las diversidades y disidencias sexo-genéricas (Cameron 1998, Koeser y Sczesny 2014, Gil y Morales 2020).

En ese camino, las estrategias (tanto espontáneas como institucionales) han incluido distintas propuestas: la recomendación de usar sustantivos epicenos o colectivos sin marca de género; la duplicación de género a través de la explicitación sistemática de pares genéricos, como “profesor/profesora” -lo que en algunos estudios llaman “estrategia de feminización” (Menegotto 2020, Palma y otres 2023)-; el cambio exclusivamente ortográfico de las marcas de género por símbolos o grafemas especiales como [-@] o [-x]; y, por último, el uso de [-e] como marca morfológica de género no binario y genérico, que se aplica tanto a la lengua oral como escrita, por lo que se transforma en un fenómeno lingüístico en toda su dimensión, y requiere cumplir con las restricciones de concordancia del español.

Por supuesto, uno de los debates actuales se centra en definir si estas constituyen verdaderas innovaciones morfológicas y hasta qué punto es esperable que esto se proyecte a todo el sistema de la lengua y genere un cambio lingüístico propiamente dicho (Moreno Cabrera 2008, Giammatteo 2020, Menegotto 2020).

Al momento actual, el uso de [-e] como variante morfológica no binaria está registrado en distintas comunidades hispanohablantes de América y España (Cardelli 2018, Giammatteo 2020, Kalinowski 2020, López 2020, Raiter 2020, Bonnin y Coronel 2021).

En este caso, la estrategia supone modificar el paradigma de género morfológico binario del español (-o vs. -a) en aquellos sustantivos y pronombres que refieren a personas. Esta modificación, a su vez, se proyecta a todas las palabras que deben concordar en género con las primeras (básicamente, determinantes y adjetivos). Una oración como “Ella es una niña muy creativa e inteligentisíma” requiere, en español, modificar varias palabras para generar concordancia. Esta oración en su forma no binaria sería “Elle es une niñe muy creative e inteligentísime”. De este modo, propiciar un cambio en la morfología de ciertas palabras implicaría proyectar modificaciones a toda la estructura de la lengua.

Particularmente en Argentina, el uso de formas no binarias (tanto en lengua oral como escrita) está difundido de modo relativamente masivo (aunque con diferencias según grupo de edad o situación comunicativa, por ejemplo, entre ámbitos públicos y privados, con registros formales e informales), y su uso espontáneo es acompañado por numerosas iniciativas institucionales en el ámbito educativo y cultural. Es posible encontrar manuales, hojas de estilo y documentación oficial de distinto tipo que habilite y promueva el uso de formas inclusivas de género en sus distintas versiones2, como modo de hacer visible la relación entre la lengua y los derechos vinculados a la identidad de género y la diversidad sexual (Sayago 2019, Bonnin y Coronel 2021, Zunino y Dvoskin 2023).

Por último, es necesario destacar que ninguno de los estudios gramaticales clásicos reportados anteriormente considera la noción de género no binario en español, que resulta imprescindible para analizar sustantivos que refieren a personas. Este punto central es el que se deriva del uso de innovaciones morfológicas no binarias como la [-e] en español. En ese sentido, López (2020) plantea que “más allá de estas situaciones colectivas y genéricas, el uso de un género gramatical para hablar de una persona no binaria concreta merece consideración” (296), y propone una distinción entre lenguaje no binario indirecto y directo. En el primer caso, se hace uso de epicenos o fórmulas generalizantes que evitan las marcas morfológicas de género. El lenguaje no binario directo, en cambio, es aquel que propone el uso de variantes morfológicas nuevas que generan neologismos e innovaciones morfológicas con presencia explícita en la flexión de nombres que refieren a personas. En este trabajo, incluiremos el análisis de una de estas formas no binarias [-e] en su uso genérico y la compararemos con las formas binarias del español durante la comprensión de oraciones.

1.3. Marcas de género: relaciones entre pensamiento y lenguaje

Un debate clásico en relación con los vínculos entre lenguaje y la organización de representaciones mentales y conceptos es el que se da en torno a la hipótesis del relativismo lingüístico (Sapir 1921, Whorf 1956), también llamada hipótesis Sapir-Whorf. La pregunta por las múltiples formas en que puede influir el lenguaje en el pensamiento data de al menos un siglo (Sapir 1921, Zlatev y Blomberg 2015). A través de los años, y desde distintos enfoques -teóricos y empíricos-, este problema ha ido tomando diferentes formas. Estudios de psicolingüística experimental han retomado varias de estas perspectivas y han logrado recolectar evidencia de respaldo para sustentar la hipótesis de que, en determinadas circunstancias, existe influencia de las formas lingüísticas sobre la cognición. La proyección de las marcas morfológicas de género de las distintas lenguas hacia las representaciones sexo-genéricas que manipulan sus hablantes constituye un ejemplo de este tipo de hipótesis sobre los posibles sesgos que las formas lingüísticas propias de la estructura de una lengua podrían acarrear para la cognición.

Uno de los puntos más estudiados en esta línea se concentra en discernir si, para hablantes de lenguas con género gramatical y paradigmas de género binarios, el sesgo de interpretación genérica deja de ser tan arbitrario, como suponen algunos estudios gramaticales tradicionales (Ambadiang 1999, Roca 2006, Barrera Linares 2019, Menegotto 2020), y pasa a proyectar representaciones asociadas a las identidades sexo-genéricas de personas a otras palabras que refieren a entidades no humanas (Konishi 1993; Sera y otres 2002; Segel y Boroditsky 2011; Sato, Öttl, Gabriel y Gygax 2017; Maciuszek, Polak y Świa̧tkowska 2019). En muchos de estos estudios, por ejemplo, se exhiben asociaciones entre el género gramatical de los objetos y las cualidades asignadas a dichos objetos; es decir, el sesgo impuesto por las formas lingüísticas se proyecta también a entidades inanimadas.

Otro de los fenómenos estudiados en una variedad amplia de lenguas es la interpretación del masculino genérico en los nombres de rol3. Como ya fue mencionado anteriormente, en español (al igual que en otras lenguas como el italiano, el francés y el alemán), el género masculino puede funcionar, además, como genérico, es decir, para referir a entidades con distintos géneros. Como también se ha señalado, la referencia unívoca como genérico que plantean las gramáticas tradicionales ha sido cuestionada desde enfoques sociolingüísticos y pragmáticos que sugieren que el masculino genérico impone un sesgo inicial de interpretación. Diferentes estudios psicolingüísticos (Braun, Sczesny y Stahlberg 2005; Cacciari y Padovani 2007; Gygax, Gabriel, Sarrasin, Oakhill y Garnham 2008; Sczesny, Formanowicz y Moser 2016; Misersky, Majid y Snijders 2019; Pinheiro y Freitag 2020; Stetie y Zunino 2022; Zunino y Stetie 2022) postulan que el masculino genérico parecería presentar dicho sesgo, y que tiende a ser interpretado consistentemente con una referencia exclusiva a varones y a interactuar con otros factores lingüísticos y no lingüísticos, como la estereotipicidad, el contexto textual y situacional, las experiencias y creencias personales.

Este sesgo impuesto por nombres de rol presentados en masculino genérico fue encontrado en distintas lenguas y en procesamiento offline y online. Gygax y colegas (2008) evaluaron la lectura de oraciones con nombres de rol y la preferencia por una continuación que incluyera varones o mujeres en hablantes de inglés, alemán y francés. Encontraron que, cuando los nombres de rol no tienen ninguna marca de género, como en inglés, la construcción de la referencia se basa en la estereotipicidad4, es decir, en qué tan asociados se encuentren esos nombres de rol con alguna identidad sexo-genérica en particular, mientras que cuando se proporciona una marca de género como el masculino genérico en francés y alemán, la construcción de la referencia parecería basarse solo en la marca de género y no estar mediada por la estereotipicidad (datos similares se analizan en Carreiras, Garnham, Oakhill y Cain 1996; Canal, Garnham y Oakhill 2015). Misersky, Majid y Snijders (2019) desarrollan estudios de potenciales relacionados con eventos con técnica de electroencefalografía (EEG-ERP) para determinar si los nombres de rol en masculino genérico favorecían una interpretación efectivamente genérica o específica hacia un grupo de varones. Evaluaron hablantes de alemán y encontraron que, luego de la presentación de un nombre de rol en masculino genérico, las continuaciones que referían a un grupo de mujeres generaban un P600, indicando que les participantes habían tenido dificultades en el procesamiento sintáctico y en la integración.

Entre los pocos estudios empíricos en español que analizan este fenómeno corresponde mencionar el trabajo de Kaufmann y Bohner (2014), en el que analizaron la forma binaria “con barra” (los/as), y dos innovaciones morfológicas para generar formas inclusivas no binarias (-@ y -x). Si bien encontraron un sesgo débil modulado por la identidad de género de cada participante, no hallaron diferencias debidas a la forma lingüística utilizada en los ítems.

Por otra parte, en trabajos recientes (Stetie y Zunino 2022, Zunino y Stetie 2022), hallamos efectos significativos que respaldan la hipótesis de una interacción entre estereotipos de género y morfología de género en español. Comparamos el procesamiento de nombres de rol con distinta estereotipicidad y en tres variantes morfológicas con función genérica actualmente en uso en español -el masculino genérico (-o) y dos formas no binarias (-e y -x)- en una tarea de lectura y comprensión de oraciones. Encontramos que la capacidad de referir a grupos de personas sin género uniforme que tendría el masculino genérico según propuestas gramaticales clásicas parece estar modulada por la estereotipicidad de los nombres de rol. En este sentido, los nombres de rol típicamente masculinos (camioneros, plomeros) fueron interpretados como referidos exclusivamente a un grupo de varones, mientras que aquellos de estereotipicidad baja (alumnos, niños) sí lograron construir una referencia efectivamente genérica. Además, las formas no binarias (-e y -x) provocaron consistentemente una referencia hacia grupos mixtos y con menores tiempos de procesamiento que el masculino genérico, independientemente del nivel de estereotipicidad.

Los experimentos previos realizados en otras lenguas encontraron diferencias en la estereotipicidad de los nombres de rol dependientes del vínculo con estereotipos femeninos y masculinos. En este trabajo nos interesa verificar si este mismo patrón se da en español y buscamos incorporar al análisis el procesamiento de formas no binarias. A continuación, revisaremos distintos experimentos que evaluaron los efectos de los estereotipos de género en el procesamiento del lenguaje.

1.4. Efectos de los estereotipos de género sobre los usos lingüísticos

Así como es posible analizar las relaciones entre creencias y lenguaje a través de estudiar los efectos de la morfología o la semántica léxica sobre la construcción de representaciones mentales, también es posible tomar la perspectiva inversa: en qué medida y de qué modo los estereotipos de género, como parte de nuestras creencias y nuestros conocimientos previos sobre el mundo, condicionan e inciden sobre la comprensión del lenguaje (Carreiras y otres 1996; Duffy y Keir 2004; Bojarska 2013; Horvath, Merkel, Maass y Sczesny 2016; Menegatti y Rubini 2017; Lewis y Lupyan 2020; Stetie y Zunino 2022; Zunino y Stetie 2022). Existen múltiples estudios que se han encargado de analizar la naturaleza de los estereotipos de género, el modo en que se construyen como representaciones mentales estables individuales, pero asociadas fuertemente a factores socioculturales y a los diversos vínculos que pueden establecer con el lenguaje. Hay trabajos que incluso plantean que la información sobre estereotipos de género, si bien parte de nuestro conocimiento general sobre el mundo, tendría una naturaleza distinta y específica que, a su vez, mantiene relaciones particulares con las distintas marcas gramaticales y rasgos semánticos de género que las lenguas codifican (Contreras, Banaji y Mitchell 2012; Molinaro, Su y Carreiras 2016; Menegatti y Rubini 2017).

Los trabajos de Carreiras y equipo (1996), y Duffy y Keir (2004) son clásicos y han sido pioneros en muchos sentidos. El primer estudio, a través de cuatro experimentos, analiza la influencia de los estereotipos de género en la construcción de modelos mentales durante la comprensión de textos en inglés y español. Al igual que en el caso de Duffy y Keir (2004), que se concentran en la incidencia del contexto textual previo para la comprensión de información de género, se usa un paradigma que evalúa la congruencia e incongruencia de la información semántica explícita y la información implícita ofrecida por los estereotipos de género, respecto de un pronombre personal con marca morfológica de género. Por ejemplo, “teniente que dudó de sí mismo” sería congruente, mientras que “teniente que dudó de sí misma” sería incongruente, ya que dicho nombre de rol se encuentra asociado estereotípicamente a varones. Carreiras y colegas (1996) encuentran resultados diferentes para español e inglés, en tanto el español marca morfológicamente el género a través de las flexiones en los nombres y los determinantes: si bien en ambas lenguas existe un efecto de la incongruencia de género, para el caso del español, los indicios sobre el género de un referente no provienen solo de las representaciones estereotípicas asociadas a cada nombre de rol, sino también de las marcas morfológicas explícitas. No obstante, ambos estudios reportan que el efecto de la información aportada por los estereotipos de género es utilizada de modo inmediato y temprano durante la comprensión, y que el efecto de la incongruencia entre estereotipo asociado al nombre de rol y pronombre personal es consistente y significativo.

Kreiner, Sturt y Garrod (2008) retoman la línea de estos trabajos para indagar, mediante un estudio de seguimiento de movimiento oculares, cómo pueden incidir distintos tipos de información semántica involucrada: por un lado, aquella aportada por los estereotipos de género (en tanto información no específicamente lingüística); y, por otro, la información de género codificada en el léxico mismo, como un rasgo semántico más de algunas palabras (que denominan género definicional y que en inglés suele estar codificado en la raíz de las formas léxicas, y no en la morfología flexiva, como puede ser el caso en lenguas con género gramatical). Los nombres de rol basados en estereotipos de género serían aquellos que no tienen ninguna marca de género en la forma léxica, pero están asociados a un género a partir de creencias e información de tipo general, por ejemplo, “ministro” o “cirujano”. En cambio, aquellos considerados como definicionales implican información codificada en la semántica léxica sobre el género del referente; por ejemplo, “rey” o “madre”. El paradigma experimental que usan también se basa en analizar los efectos de la congruencia/incongruencia de nombres de rol (definicionales o estereotípicos) respecto de un pronombre personal, como proceso básico para el establecimiento de correferencia. Además, analizan si las relaciones anafóricas y catafóricas (el pronombre presentado previa o posteriormente al nombre de rol) muestran patrones disímiles. En un caso, la información semántica aportada por el nombre de rol funcionaría como prime; en el otro, la información de género gramatical aportada por el pronombre sería la que guiaría el proceso. Los autores hallaron un efecto significativo de la incongruencia para los dos tipos de sustantivos, aunque, para los definicionales, el efecto se presentaría antes y sería una incongruencia más difícil de solventar o reparar para lograr una interpretación coherente. Sin embargo, un hallazgo especialmente interesante es el que exhibe que, en casos de orden catafórico (pronombre-sustantivo), el efecto de incongruencia para los nombres estereotípicos desaparece. Es decir, la información gramatical de género (provista por el pronombre) guía, de modo consistente e inequívoco, la construcción de una representación mental de género y el establecimiento de correferencia con un nombre que está asociado pragmáticamente a un género, pero no tiene codificada léxicamente esa información. Este dato es un indicio fuerte respecto de las naturalezas distintas de cada tipo de información y su proyección al proceso de comprensión de lenguaje. El género definicional sería, entonces, más fijo y categórico, y no podría ser modulado por restricciones sintácticas como las impuestas por un pronombre personal previo. En cambio, las inferencias pragmáticas sobre género propiciadas por nombres estereotípicos son moduladas por las restricciones morfosintácticas impuestas por elementos previos.

Canal, Garnham y Oakhill (2015); y Siyanova-Chanturia, Pesciarelli y Cacciari (2012), por su parte, desarrollan estudios de EEG-ERP, en inglés y en italiano, para indagar sobre los correlatos neurales asociados al procesamiento de lenguaje y su relación con los estereotipos de género. En ambos casos, el paradigma experimental supone un factor central que es la congruencia/incongruencia de género entre un nombre de rol y un pronombre personal. En ambos casos, también se manipula el tipo de información de género que porta el nombre (morfológica/léxica vs. estereotípica). Los dos estudios se concentran sobre el procesamiento del pronombre como zona target, y el nombre de rol es presentado siempre como su antecedente, funcionando como prime (en uno de los casos, implícito o enmascarado). Los patrones hallados en cada estudio presentan particularidades, pero los dos encuentran correlatos neurales del efecto de incongruencia de género hallados en experimentos conductuales. También, ambos estudios reportan diferencias consistentes debidas al tipo de información de género involucrada (léxica y estereotípica): componentes N400 asociados a los estereotipos de género, y P300 y/o P600 para palabras con información de género codificada léxicamente (interpretados en la línea de las violaciones de concordancia). Además, ambos equipos encontraron diferencias en función del género de les participantes. En conjunto, estos resultados vuelven a evidenciar un efecto consistente de los estereotipos durante el procesamiento de lenguaje y, además, un correlato neural observable; es decir, la incidencia de este tipo de información no solo se evidencia en el plano de los procesos mentales subyacentes, sino que también encuentra huellas en el plano neurofisiológico; dos vías de evidencia que confluyen en un mismo sentido: los estereotipos de género influyen consistentemente durante la comprensión del lenguaje.

Por último, vale la pena referir algunos de los trabajos que exhiben los efectos del uso (o no uso) de formas lingüísticas inclusivas o neutras tanto sobre las representaciones mentales asociadas a la comprensión de lenguaje como sobre eventos interpersonales e incluso conductas individuales en distintos ámbitos sociales (Bojarska 2013; Horvath y otres 2016; Sczesny, Formanowicz y Moser 2016; Menegatti y Rubini 2017; Pabst, Cépeda, Kotek y Syrett 2018; Richy y Burnett 2019; Lewis y Lupyan 2020).

Trabajos como los de Braun, Sczesny y Stahlberg (2005); Horvath y equipo (2016); Hansen, Littwitz y Sczesny (2016); Menegatti y Rubini (2017); o Lewis y Lupyan (2020) muestran que existen numerosas formas en las que los estereotipos de género inciden en el lenguaje, pero también evidencian que las formas lingüísticas usadas condicionan las representaciones de género y las conductas concretas de las personas. En ese sentido, estos estudios exhiben que la no utilización de formas inclusivas de género5 reproduce el foco sobre los estereotipos previos en los cuales los varones tienen centralidad en ciertos ámbitos laborales y de poder, son vinculados con roles activos y agentivos, cargos jerárquicos y lugares de toma de decisión, asociados a características específicas como la inteligencia y la proactividad. En cambio, el uso de pares heterónimos (masculino/femenino), formas inclusivas o lo que algunos llaman “formas justas con el género”, aumenta la visibilización de las mujeres, disminuye las representaciones androcéntricas proyectadas por el uso del masculino genérico y muestra tener un impacto consistente en las representaciones mentales que se construyen sobre varones y mujeres durante la comprensión de lenguaje, tanto en tareas offline de cuestionarios, como en tareas online de denominación, fluidez semántica y lectura de oraciones (Braun, Sczesny y Stahlberg 2005; Horvath y otres 2016; Menegatti y Rubini 2017; Lewis y Lupyan 2020). Hansen, Littwitz y Sczesny (2016), además, marcan que el mayor equilibrio en las representaciones de género vinculado con la interpretación de textos que presentan formas inclusivas o pares heterónimos está también mediado por el uso de ese tipo de formas lingüísticas de modo voluntario y espontáneo por parte de les participantes, con lo que se genera una suerte de círculo virtuoso: interpretar piezas de discurso con formas inclusivas propicia el uso espontáneo de formas inclusivas durante la producción de discurso y esto provoca, a su vez, representaciones mentales más simétricas respecto de los roles y estereotipos de género. En la misma línea, en una investigación previa (Zunino y Stetie 2021), también exhibimos evidencia psicolingüística que indicaría que el uso espontáneo y voluntario de formas no binarias en español incide de algún modo al momento de comprender oraciones presentadas con formas no binarias de género.

En este marco, más allá de los efectos hallados en líneas generales para todas las lenguas -como la consistente asimetría de interpretación que impone el masculino genérico en favor de una representación fuertemente masculinizada (Sczesny, Formanowicz y Moser 2016; Stetie y Zunino 2022; Zunino y Stetie 2022)-, es importante recordar las diferencias insoslayables que supone fomentar estrategias de usos inclusivos de género en lenguas con género gramatical respecto de lenguas con género natural. Varias investigaciones han mostrado una dificultad de implementación notablemente mayor y, a veces, mayor resistencia por parte de sus hablantes (Jiménez Rodrigo, Román Onsalo y Traverso Cortes 2011; Sczesny, Moser y Wood 2015; Sczesny, Formanowicz y Moser 2016; Zunino y Stetie 2022; Zunino y Dvoskin 2023). Esta escena también explicaría la menor cantidad de investigaciones empíricas y experimentales sobre el procesamiento de formas no binarias en lenguas con género gramatical como el español. En este trabajo, intentamos profundizar una línea de investigación iniciada previamente (Zunino y Stetie 2021, 2022; Stetie y Zunino 2022) que permita ofrecer evidencia empírica cada vez más precisa sobre la naturaleza de este fenómeno complejo en español.

2. MÉTODO

Desde un enfoque psicolingüístico, diseñamos una tarea de lectura de oraciones para evaluar las relaciones entre los estereotipos de género, la semántica de los nombres de rol y las marcas de género morfológico durante el procesamiento de lenguaje. Específicamente, nos interesa estudiar los efectos producidos por marcas de género congruentes y no congruentes con nombres de rol típicamente asociados a mujeres y a varones. Además, incluimos una forma no binaria: [-e].

Consideramos las siguientes hipótesis experimentales: a) para la morfología binaria, esperamos un patrón de procesamiento alineado con el sesgo semántico de los nombres de rol, lo que llamaremos “efecto de congruencia”: la condición congruente mostrará menores tiempos de lectura que la incongruente; b) para la marca morfológica no binaria, esperamos no encontrar diferencias entre nombres de rol con distintos sesgos semánticos de estereotipicidad; c) en relación con los sesgos de estereotipicidad de los nombres de rol, predecimos que los efectos de congruencia e incongruencia se darán tanto para aquellos nombres estereotípicamente masculinos como para los estereotípicamente femeninos.

2.1. Participantes

Participaron en la tarea 301 personas hablantes de español de Argentina, de las que hubo que remover a 15: cinco realizaron el experimento dos veces y diez sistemáticamente no alcanzaban el tiempo mínimo de 100 milisegundos, considerado como límite inferior para lectura de palabras (Hartley, Stojack, Mushaney, Annon y Lee 1994). De les 286 participantes restantes, 181 eran mujeres, 66 varones, 9 personas declararon género no binario y 30 no declararon su identidad de género. Les participantes tenían entre 18 y 76 años (M = 32.93; DE = 12.03), y todes tenían secundario completo. La convocatoria incluyó redes sociales, listas de difusión y bases de datos de participantes de estudios anteriores. La selección de la muestra final impuso la restricción de edad y zona de residencia: solo participantes mayores de edad y residentes en Argentina. La participación fue voluntaria y no remunerada.

2.2. Materiales

2.2.1. Normativo

Para seleccionar ítems léxicos que fueran estereotípicamente femeninos y estereotípicamente masculinos, respectivamente, realizamos un estudio normativo. En la consigna, tuvimos especial cuidado de no utilizar los nombres de rol específicos para evitar posibles sesgos vinculados con la frecuencia de uso de las formas léxicas particulares. En cambio, optamos por preguntar si determinada actividad estaba más vinculada con varones o con mujeres, como se observa en (1). Preseleccionamos 12 ítems para cada condición, por lo tanto, en el normativo incluimos 24 preguntas.

(1) Entre las personas cuyo oficio es la herrería, dirías que hay…

a. todas mujeres / b. más mujeres que varones / c. la misma cantidad de mujeres que de varones / d. más varones que mujeres / e. todos varones

El normativo fue confeccionado en un formulario de Google que se distribuyó por redes sociales. Luego de indicar sus datos sociodemográficos, les participantes eran redirigides a la lista de profesiones para clasificar. Participaron del normativo 375 personas de manera voluntaria y no remunerada. A partir de las respuestas, seleccionamos aquellos ítems que presentaron mayor aceptación como nombre de rol estereotípicamente femenino y masculino. En la Tabla 1, se muestran los puntajes asignados a cada profesión.

2.2.2. Materiales finales

Diseñamos 60 oraciones con nombres de rol a partir de un diseño 2x3. Se presentaron 10 para cada condición según Sesgo de estereotipicidad (masculino vs. femenino) y morfología de género (-o, -a, -e). Todas las oraciones comenzaban con un sintagma nominal (determinante + nombre de rol) y luego un predicado simple, sin cláusulas subordinadas. La única referencia al género aparecía en el sujeto, tanto en el determinante como en el nombre de rol. Todas las oraciones tenían una extensión similar: entre 11 y 16 palabras (M = 13.50; DE = 1.26), y entre 85 y 90 caracteres (M = 87.47; DE = 1.29). En la Tabla 2 se muestran ejemplos de cada condición.

Tabla 1 Resultados del estudio normativo de estereotipicidad de los nombres de rol (en porcentajes) 

Tabla 2 Ejemplos de ítems experimentales según Sesgo de estereotipicidad y Morfología de género 

Como ya se mencionó en la introducción, qué tan estereotípicamente femenino o masculino es un nombre de rol es conocimiento cultural. Por este motivo, hicimos una preselección de 12 nombres de rol y, a partir de esos ítems, realizamos un estudio normativo previo. A partir de los datos obtenidos en dicho normativo, seleccionamos 10 estímulos finales para cada nivel de Sesgo, y los utilizamos para conformar oraciones que refirieran a características típicas de dichas profesiones con las tres formas morfológicas de género: dos binarias (-o, -a) y una no binaria (-e).

Además, utilizamos 60 fillers o distractores que correspondían a los estímulos de otro experimento, como se muestra en el ejemplo (2). Para controlar que les participantes estuvieran prestando atención a la tarea y que construyeran una representación global de las oraciones que leían, incluimos preguntas de comprensión con cuatro opciones de respuesta (ver ejemplo 3) en la mitad de los estímulos, tanto de los experimentales como de los distractores. Organizamos las oraciones en tres listas contrabalanceadas con 40 ítems cada una: 20 experimentales, 20 distractores; de esos 40 ítems, 20 presentaban preguntas de comprensión.

(2) La joven defendió al hijo del profesor que se copió durante la evaluación de matemática.

(3) ¿En qué evaluación se copiaron? a. matemática; b. física; c. química; d. geografía.

2.3. Procedimiento

La tarea fue diseñada y administrada mediante el software IBEX (Internet Based Experiments) (Drummond 2013). Les participantes accedían a un formulario de Google que les asignaba aleatoriamente una de las tres listas y desde allí eran redirigides a la tarea. Se presentó primero un consentimiento informado que debía ser aceptado para acceder a las preguntas sobre datos demográficos y al experimento. Se les pidió a les participantes que indicaran identidad de género, máximo nivel de estudios alcanzado y edad. Luego se presentó la consigna y las pautas para realizarla.

La tarea fue de lectura autoadministrada con ventana móvil acumulativa: les participantes leían una oración palabra por palabra a ritmo propio (De Vega y Cuetos 1999). Luego de cada oración, en la mitad de los casos, se pasaba a otra pantalla en la que se les presentaba una pregunta de comprensión con cuatro opciones. Una vez que seleccionaban la respuesta, sin ningún tipo de feedback, pasaban a una próxima pantalla con un asterisco sin tiempo límite: en ese punto, podían descansar o continuar con el siguiente estímulo. Se aclaró que tendrían cuatro oraciones de prueba, a las que les seguían tres ítems más de práctica, que para les participantes ya eran parte del experimento. La tarea solo podía realizarse en una computadora con conexión a Internet.

3. RESULTADOS

En este trabajo, consideramos dos variables dependientes para el análisis de los datos: tiempo de lectura del sintagma nominal (determinante + nombre de rol) y tiempo de lectura total. Realizamos el análisis estadístico mediante el programa R versión 4.1.1 en la interfaz R Studio (R Core Team 2021) y utilizamos los paquetes tidyverse (Wickham y otres 2019), lme4 (Bates, Mächler, Bolker y Walker 2015), lmerTest (Kuznetsova, Brockhoff y Christensen 2017) y MASS (Venables y Ripley 2002).

Para el análisis final de tiempos, descartamos aquellos ítems que habían sido respondidos erróneamente (1.66% de los datos). Además, debido a que la tarea se realizó de modo remoto sin poder controlar la situación en la que se encontraban les participantes durante la recolección de los datos, establecimos límites de tiempo para la lectura de cada estímulo (límite inferior: 1000 milisegundos; límite superior: 30000 milisegundos). Esto implicó remover 108 datos (1.92% de la muestra total).

3.1. Tiempo del sintagma nominal (determinante + nombre de rol)

En primer lugar, analizamos el tiempo que les participantes tardaron en leer el sintagma nominal compuesto por el determinante más el nombre de rol. Como se ve en la Figura 1, en general, hubo menores tiempos de lectura para los nombres de rol de sesgo masculino que femenino, y esta diferencia parece agudizarse en el caso de la forma no binaria (-e).

Figura 1 Medias de tiempo del sintagma nominal (DET+N) con barras de error por Sesgo y Morfología 

Para el análisis estadístico de los tiempos, testeamos los supuestos de normalidad y homocedasticidad a partir de modelos lineales mixtos. Esto nos llevó a realizar una transformación logarítmica para el análisis de los datos (Winter 2019). Además, cada nivel de los factores fijos fue codificado como contraste de suma escalada o diferencias progresivas (sliding differences) para los factores con tres niveles (Schad, Vasishth, Hohenstein y Kliegl 2020). El modelo utilizado para el análisis incluía al Sesgo y a la Morfología como efectos fijos, con este último factor anidado, y a les participantes e ítems como efectos aleatorios. La fórmula del modelo fue la siguiente: lmer(log(TR_sintagma) ~ Sesgo / Morfología + (1 | Participantes) + (1 | Ítems). Encontramos un efecto principal del Sesgo de estereotipicidad (βfemenino-masculino = 0.0286, ES = 0.01226, t = 2.333, p = 0.0232); les participantes tardaron más en leer los nombres de rol estereotípicamente femeninos que los masculinos y esa diferencia fue estadísticamente significativa. Además, encontramos un efecto de la Morfología anidado al Sesgo femenino (βe-a = 0.04832, ES = 0.02128, t = 2.271, p = 0.0269). La forma no binaria [-e] tuvo una diferencia estadísticamente significativa en comparación con la morfología binaria. No encontramos diferencias estadísticamente significativas entre las morfologías binarias (masculino y femenino) para el sesgo de estereotipicidad femenino ni entre las formas morfológicas para el sesgo masculino.

3.2. Tiempo de lectura total

La segunda variable dependiente analizada fue el tiempo de lectura de toda la oración. En la Figura 2, se evidencia un patrón muy distinto al de los tiempos del sintagma nominal. Mientras que la lectura de las oraciones con nombres de rol en masculino no presentó cambios según el Sesgo, no sucede lo mismo para los nombres de rol con morfología femenina y con la forma no binaria, que presentan mayores tiempos de lectura para el sesgo masculino.

Para el análisis estadístico, realizamos los mismos procedimientos que en el caso anterior y utilizamos el mismo modelo de análisis, cuya fórmula fue esta: lmer(log(TR_lecturatotal) ~ Sesgo / Morfología + (1 | Participantes) + (1 | Ítems). Encontramos un efecto principal del Sesgo de estereotipicidad (βfemenino-masculino = -0.04736, ES = 0.01869, t = -2.534, p = 0.0140) que implicaba menores tiempos de lectura para las oraciones con nombres de rol estereotípicamente femeninos. En cuanto a la Morfología, encontramos diferencias marginalmente no significativas entre ambas formas binarias, anidadas al sesgo masculino (βa-o = 0.05970, ES = 0.03246, t = 1.839, p = 0.0710) y al sesgo femenino (βa-o = -0.05727, ES = 0.03241, t = -1.767, p = 0.0825). No encontramos diferencias estadísticamente significativas entre la morfología no binaria y las formas binarias.

Figura 2 Medias de tiempo de lectura total con barras de error por Sesgo y Morfología 

4. DISCUSIÓN

En este artículo, analizamos los datos de un experimento que evalúa los efectos de los estereotipos de género durante el procesamiento de oraciones y en interacción con la semántica léxica y la morfología de género. Realizamos una tarea de lectura de oraciones a ritmo propio con ventana móvil acumulativa. Para el presente trabajo, analizamos dos variables dependientes: el tiempo de lectura del sintagma nominal en posición de sujeto y el tiempo de lectura total de la oración. La primera medida se vincula con el procesamiento local de concordancia y la construcción de una representación mental del referente propiciada por la comprensión del sintagma nominal; es decir, pone en juego elementos de semántica léxica y operaciones morfosintácticas básicas, de bajo orden y locales como la concordancia entre determinante y nombre. La segunda medida, en cambio, exhibe un proceso de naturaleza distinta: la construcción de una representación global que incluye la referencia generada por el sintagma nominal, pero no de modo aislado, sino en el marco de un evento determinado, que también opera para fortalecer o menguar el condicionamiento de los estereotipos de género. Esta medida corresponde a un proceso de alto orden, en el que pueden incidir operaciones no automáticas de coherencia global. Es interesante, entonces, evaluar efectos diferenciales de los estereotipos de género que porta cada nombre de rol en función de los distintos procesos subyacentes.

En primer lugar, registramos el tiempo de lectura del sintagma nominal, compuesto por el determinante y el nombre de rol. Observamos un efecto principal del sesgo: los nombres de rol estereotípicamente masculinos se leen más rápido que los femeninos, y esto se da para las tres formas morfológicas. Además, se evidencia un comportamiento casi idéntico entre ambas formas binarias (-o, -a), al tiempo que se registra una diferencia estadísticamente significativa para la forma no binaria, en particular en los nombres de rol estereotípicamente femeninos. Como detallaremos a continuación, estos resultados contradicen parcialmente nuestras hipótesis iniciales.

Por un lado, la hipótesis de congruencia, reportada en estudios previos (Carreiras y otres 1996; Duffy y Keir 2004) pareciera no cumplirse en los tiempos del sintagma nominal. Para la morfología binaria, esperábamos un patrón de procesamiento alineado con el sesgo de estereotipicidad de cada nombre de rol. Para la morfología masculina, esto se observa en la Figura 1, pero las diferencias no son estadísticamente significativas. Para la morfología femenina, las diferencias tampoco son estadísticamente significativas y los tiempos de procesamiento tienen el mismo patrón que en la masculina: menores tiempos para nombres de rol estereotípicamente masculinos. A su vez, esto se ve acompañado de un efecto principal del sesgo: los nombres de rol estereotípicamente masculinos se procesan más rápido, sin importar la congruencia con la morfología. Esto está en línea con estudios previos (Siyanova-Chanturia, Warren, Pesciarelli y Cacciari 2015; Pabst y otres 2018; Richy y Burnett 2019) que señalan que los nombres de rol estereotípicamente masculinos operan como aquello no marcado y de forma distinta a los estereotípicamente femeninos y a los sustantivos epicenos. En cierto sentido, esto también se ve en los resultados de nuestro estudio normativo (y en el de trabajos previos como Carreiras y otres 1996; Canal, Garnham y Oakhill 2015; Horvath y otres 2016; Molinaro, Su y Carreiras 2016): el grado de estereotipicidad de los nombres de rol asociados a varones es mayor que el de la estereotipicidad femenina que muestran los nombres de rol vinculados a mujeres. En este caso, lo no marcado, lo más sencillo de procesar, parecería no residir en la morfología de género, sino en la base conceptual de las palabras y su asociación estereotípica a una identidad o rol de género, como la masculina.

Por otro lado, en relación con la forma no binaria, encontramos mayores tiempos de procesamiento que frente a las formas binarias. Esto era esperable y se explica por la frecuencia de uso de los nombres de rol con la forma no binaria con [-e], ya que esta representa una innovación morfológica. Sin embargo, también esperábamos que para la morfología no binaria no hubiera diferencias entre los distintos sesgos, pero encontramos una tendencia a que el sesgo masculino se procese más rápidamente. Las formas no binarias se utilizan con más frecuencia en algunas palabras de alta frecuencia (Kalinowski 2020, Bonnin y Coronel 2021), que, generalmente, tienen un sesgo de estereotipicidad masculina o neutra, como “les chiques”. Esto explicaría por qué encontramos mayores tiempos de lectura para el sesgo femenino: podría tratarse, incluso, de palabras que nunca se hayan leído en esa forma. Esto plantea un interrogante: ¿por qué serían más frecuentes las formas no binarias en nombres de rol estereotípicamente masculinos que femeninos? Una respuesta posible es que la forma no binaria [-e] se utiliza en referencia a un grupo compuesto por varones y mujeres, y no necesariamente por personas de identidad no binaria; es decir, se utilizaría como estrategia de feminización y, por eso, la necesidad de aplicarla sobre todo en nombres de rol estereotípicamente masculinos, en reemplazo del masculino genérico. Por otro lado, el efecto principal de sesgo que encontramos también evidencian la incidencia temprana de los estereotipos en el procesamiento del lenguaje, tal como señalan estudios previos (Duffy y Keir 2004; Kreiner, Sturt y Garrod 2008; Siyanova-Chanturia y otres 2015). Creemos que, a futuro, sería enriquecedor avanzar en la construcción de un corpus que registre el uso de formas no binarias en español y experimentos que indaguen sobre la construcción de la referencia frente a nombres de rol con formas no binarias, no solo en plural, sino también en singular.

La segunda variable analizada, el tiempo de lectura total de la oración, presenta un patrón de resultados distinto al del sintagma nominal. Sigue habiendo un efecto principal del sesgo de estereotipicidad, pero este se invierte: las oraciones con nombres de rol con sesgo masculino conllevan más tiempo de procesamiento que las que tienen nombres de rol con sesgo femenino, lo cual contradice los datos de Carreiras y equipo (1996). No obstante, en este caso sí se registra un efecto de congruencia: las oraciones con nombres de rol masculinos presentados con morfología masculina presentan una tendencia a leerse más rápido que los mismos nombres presentados con cualquiera de las otras dos formas morfológicas. Lo mismo ocurre para los nombres de rol estereotípicamente femeninos, cuya condición más sencilla es la que se presenta con morfología congruente femenina.

En cuanto a las formas morfológicas binarias, el masculino se comporta de igual manera frente a ambos sesgos de estereotipicidad, mientras que el femenino cumple con nuestra hipótesis inicial de congruencia: menores tiempos para nombres de rol estereotípicamente femeninos y mayores tiempos para los masculinos. La forma no binaria, aunque con un patrón similar al femenino, no registra diferencias estadísticamente significativas entre ambos sesgos. A continuación, analizaremos cada forma morfológica por separado.

En primer lugar, cabe destacar que el género masculino se comporta igual para ambos sesgos de estereotipicidad. En línea con experimentos previos (Gygax y otres 2008, Siyanova-Chanturia y otres 2015), la estereotipicidad no parece modular el procesamiento de la morfología masculina. Sin embargo, es importante destacar que en este trabajo no indagamos en la construcción de la referencia de estas oraciones, por lo que no es posible sacar ­conclusiones certeras sobre qué tipo de interpretación se le está dando al masculino. En cambio, en trabajos anteriores (Stetie y Zunino 2022, Zunino y Stetie 2022), hallamos que la interpretación y construcción de referencia del masculino se encontraban fuertemente moduladas por el nivel de estereotipicidad del nombre de rol. Para los sustantivos con baja asociación a roles masculinos, la construcción de referencia genérica era posible, mientras que en casos de nombres con alta asociación a roles masculinos, como “plomeros” o “camioneros”, la morfología [-o] se interpretaba como refiriendo a grupos de varones exclusivamente.

A pesar de que no haya diferencias para la morfología masculina según el sesgo de estereotipicidad, sí se cumple la hipótesis de congruencia e incongruencia. Al comparar la morfología masculina con las otras formas morfológicas, se observa que fue la que registró menores tiempos de lectura total para los nombres de rol estereotípicamente masculinos y mayores tiempos frente a aquellos con sesgo de estereotipicidad femenina. En términos generales, las incongruencias entre el sesgo de estereotipicidad y la forma morfológica presentan una tendencia a tardar más tiempo que las congruencias, lo cual está en línea con experimentos previos (Duffy y Keir 2004; Kreiner, Sturt y Garrod 2008; Siyanova-Chanturia, Pesciarelli y Cacciari 2012; Siyanova-Chanturia y otres 2015); es decir, efectivamente, fue más costoso el procesamiento de nombres de rol con sesgo femenino incongruente con la morfología de género, lo que confirmaría nuestra hipótesis de que, para el caso de la congruencia con el sesgo de estereotipicidad, estamos viendo también una dificultad en el procesamiento, pero en este caso debida a la interpretación de la referencia.

En segundo lugar, discutimos los resultados para la morfología femenina. Esta se comporta como era esperado según la hipótesis de congruencia e incongruencia. Llama la atención que acá se registran los tiempos más extremos: los menores tiempos para el caso de congruencia y los mayores tiempos para el de incongruencia.

Por último, los tiempos de la forma no binaria [-e] en este caso sí se condicen con nuestra hipótesis inicial: registramos mayores tiempos para los nombres de rol estereotípicamente masculinos, pero esta diferencia no es estadísticamente significativa respecto de los estereotípicamente femeninos. El patrón inicial de los tiempos de lectura del sintagma nominal desaparece en este caso, ya no es la forma morfológica con los tiempos mayores de lectura en ninguno de los dos sesgos. El hecho de que la incongruencia con la forma no binaria sea menor que con el incongruente binario (morfología femenina para el sesgo masculino y morfología masculino para el sesgo femenino) podría tomarse como evidencia de que la forma no binaria está funcionando efectivamente como genérico.

Al comparar ambas variables dependientes, resulta interesante la diferencia que se produce en los patrones de rendimiento. En los tiempos del sintagma nominal, se vería un fenómeno eminentemente léxico. En cambio, en el tiempo de lectura total de la oración, parecería ser otro el proceso subyacente que está operando, ya que estamos frente a un proceso de integración de la información y de construcción de una representación del evento completo. En ese sentido, el tiempo total de lectura incluye procesos de revisión y corrección ante representaciones anómalas u obstaculizaciones del procesamiento léxico del nombre de rol, en virtud de lograr una adecuada representación global de la información. Esto explicaría las diferencias en los patrones de tiempos (sintagma nominal vs. tiempo total).

Es necesario mencionar que, tanto a partir del uso cotidiano extendido de formas no binarias como debido al diseño experimental con listas contrabalanceadas, es posible que los ítems presentados en masculino conlleven un mayor tiempo de lectura a partir de su contraste con la existencia de formas no binarias también genéricas; es decir, que la presencia de las formas no binarias en el experimento genere una alerta para les participantes y les lleve a focalizar la atención sobre el uso del masculino, prolongando los tiempos de lectura a partir de procesos estratégicos de revisión de la representación mental construida en primera instancia. Para poder discernir si esto podría estar constituyendo un artefacto de la prueba, estamos trabajando en dos líneas: estudios en otras variedades de español, con comunidades en las que la circulación de las formas no binarias está menos difundida; y un nuevo diseño experimental sin listas contrabalanceadas en las que les participantes no encuentren ítems con referencias genéricas con [-o] y con [-e] en la misma lista.

Otra reflexión que se desprende de este análisis es que el sesgo de estereotipicidad de los nombres de rol parecería ser más definitorio a la hora de modular el procesamiento que la morfología de género, lo cual indica un efecto fuerte y temprano de los estereotipos de género. Esto se contradice con algunos resultados en otras lenguas (Gygax y otres 2008; Kreiner, Sturt y Garrod 2008) y se condice con aquellos estudios que señalan que la información aportada por los estereotipos de género es utilizada de modo inmediato y temprano durante la comprensión (Carreiras y otres 1996; Duffy y Keir 2004; Kreiner, Sturt y Garrod 2008; Canal, Garnham y Oakhill 2015; Siyanova-Chanturia y otres 2015; Molinaro, Su y Carreiras 2016).

Para concluir, es importante mencionar que resulta necesario continuar precisando y profundizando los estudios sobre el tema, en todas las lenguas, pero especialmente en español, ya que es una de las lenguas en las que menos estudios experimentales se han desarrollado en torno a este fenómeno. Por un lado, sería necesario desarrollar estudios comparativos que incluyeran el análisis de la variación y alternancia de las formas morfológicas en distintas variedades de español e incluso en distintos grupos poblacionales dentro de la misma comunidad lingüística. Por otro lado, con una perspectiva de derechos y en línea con los debates públicos que se desarrollan en la sociedad respecto del reconocimiento de las diversas identidades de género, resulta imprescindible indagar no solo sobre los usos genéricos de las formas no binarias, sino también sobre su utilización para referir a personas particulares que se autoperciben y definen su identidad de género fuera de la binariedad masculino/femenino. En estas y algunas otras líneas nos encontramos trabajando actualmente.

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1En este trabajo hemos decidido utilizar la forma morfológica con [-e] para referir a personas de cualquier género. Creemos que, como parte de una comunidad lingüística, pero también como parte de una comunidad académica que está transitando debates políticos y transformaciones sociales potentes en relación con los sesgos de género, no solo en la lengua sino también en los modos de construcción y circulación de ­conocimiento, esta decisión aporta a la reflexión, y el gesto performativo vuelca a las prácticas concretas del ámbito científico discusiones actuales y profundas sobre las innumerables proyecciones de un ordenamiento heterocispatriarcal en las distintas dimensiones de la vida pública y privada de las personas.

2Algunos ejemplos son (Re)Nombrar. Guía para una comunicación con perspectiva de género: <https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/guia_para_una_comunicacion_con_perspectiva_de_genero_-_mmgyd_y_presidencia_de_la_nacion.pdf>; y Guía para incorporar un uso inclusivo del lenguaje: <http://www.unsam.edu.ar/secretarias/academica/dgyds/GUIA-LenguajeInclusivo.pdf>.

3Utilizamos el sintagma “nombre de rol” en referencia a la función o posición que una persona tiene o se espera que tenga estereotípicamente en la sociedad, sea en el ámbito laboral o en cualquier espacio que implique vínculos interpersonales del ámbito público o privado. Por ejemplo, algunos nombres de rol suponen palabras que especifican vínculos familiares, como “sobrines” y “abueles”; otros refieren a profesiones (“niñeres”, “psicólogues”). Para más detalle sobre estereotipos y lenguaje, ver Menegatti y Rubini (2017), Lewis y Lupyan (2020), entre otros.

4Hallazgos similares son reportados por Duffy y Keir (2004); Kreiner, Sturt y Garrod (2008); entre otros trabajos que desarrollamos en el próximo apartado.

5Es importante señalar que la mayoría de estos estudios consideran como formas inclusivas de género aquellas que refieren a varones y mujeres, pero dejan de lado a otras identidades sexo-genéricas.

Recibido: 12 de Abril de 2022; Aprobado: 26 de Noviembre de 2022

Autor de correspondencia: * nstetie@conicet.gov.ar

Autor de correspondencia: ** gmzunino@conicet.gov.ar

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