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Revista de Psicología (PUCP)

versión On-line ISSN 0254-9247

Revista de Psicología vol.31 no.2 Lima  2013

 

RESEÑA

 

Llera, J. A. (2012). Los rostros de la locura. Cervantes, Goya, Wiseman. Madrid: Abada Editores. 192 pp.

 


Llera intenta presentar los rostros de la locura desde una trinidad estética. Para ello toma a tres autores: Cervantes, Goya y Wiseman; tres artes: la literatura, la pintura y el cine; tres momento históricos: barroco, romanticismo, y la época contemporánea; tres movimiento filosóficos socioculturales: el idealismo de Erasmo de Rotterdam expresado en Cervantes; la crítica a la razón de Goya y la contracultura de Wiseman. Inclusive, y desde el punto de vista de la historia de la psiquiatría, Llera visita el apogeo del manicomio, el tratamiento moral y la anti-psiquiatría. Con todo esto, el texto ya es interesante al hacer dialogar a esta divina trinidad estética, filosófica y socio-histórica con la excusa de hablar de la locura, los locos, loqueros y manicomios. El texto de Llera es amplio, multidisciplinar; va desde lo estético, artístico, psicopatológico y filosófico. Una mezcla que puede saborearse identificando diferentes componentes y visiones de la locura. Llera hace dialogar a Cervantes, Goya y Wiseman, y lo consigue, aportando visiones y concepciones de la locura a lo largo de los últimos 400 años. En ese diálogo tripartito se encuentran acuerdos y desacuerdos, desde puntos de vistas estéticos, hasta concepciones psicopatológicas, con el eje siempre presente de la locura. Desde allí, el esfuerzo de Llera es hermenéutico, un festín con un variado menú. Todo ello permite una comprensión más amplia y enraizada en la cultura de cada uno de los rostros de la locura.

El libro comienza señalando a una serie de brillantes mentes que han transitado por la locura: Torcuato de Taso en el sanatorio de Santa Ana de Ferrara, el Marqués de Sade en Charenton, Hölderlin, Nietzsche, Van Gogh. Y así van apareciendo muchos otros a lo largo de su texto. Al mismo tiempo Llera toma palabras de Foucault, Platón, Nietzsche, Erasmo de Rotterdam, Hipócrates, Descartes, Deleuze, Guattari, Hegel, Kant. Pero no solo aborda la filosofía, también invita a Ingmar Berman, Forman, Polansky y Lynch. ¿Por qué se queda con Cervantes, Goya y Wiseman? En palabras de Llera: porque los tres abordan críticamente la posición binaria de locura/cordura, razón/sinrazón. A partir de las creaciones de Cervantes, Goya y Wiseman, Llera pretende mostrar un continuo, un proceso en donde existe la locura razonante y razonada, así como la razón desquiciada y alienada.

El primer capítulo aborda la locura reversible en el Quijote, siendo Cervantes el protagonista de la obra de Llera. Dentro de las aventuras del Quijote el incidente de los molinos de vientos viene a ser la historia central. Para Llera el molino y su movimiento circular representa la visión cíclica de la locura, la reversibilidad de la alienación del Quijote. Desde este punto, Llera comienza a señalar la historiografía de la locura, la semiótica y la iconografía. Para Llera, todo gira: la alucinación, el delirio, la rueda. Y desde allí, si todo gira, el loco puede ser cuerdo y volver a ser loco; el cuerdo puede enloquecer. Llera en este punto se entrega a la connotación de la locura y a utilizar el arte. Así abre la reflexión y comprensión de los profesionales de la salud mental. Llera, al describir nosologías y artes de la locura hace un contrapunto entre vasos comunicantes; sin mayor aspaviento ni omnipotencia, Llera muestra que en el arte de la locura están expresados con claridad los diferentes momentos históricos del desarrollo del pensamiento científicos sobre las enfermedades mentales. Incluso, llega a citar unos cuantos escritos que intentan abordar la locura del Quijote según nosologías de Pinel, Kraepelin, y las modernas. Así, los aportes en cuanto a bibliografía de la locura son realmente seductores, como también sobre pintura de la locura, y en menor medida, su cinematografía.

En el segundo capítulo, Llera aborda a Goya, la desnudes, la simbología del Tarot, el naipe y el jóker. Goya es también un loco que ha sido clasificado desde sifilítico hasta esquizofrénico. Llera presenta las obras de Goya relacionadas con la locura, interpretando su simbolismo para pasar rápidamente a la cinematografía de la locura. Desde aquí y continuando su trinidad, visita Titicus Follies (1967) de Frederick Wiseman, un documental filmado en el Bridgewater State Hospital de Massachusset. Allí, dos psiquiatras atienden a unos 600 enfermos. Trescientos internos por un profesional, la locura hecha institución.

Ahondando en el cine de la locura, Llera aborda la anti psiquiatría, relatando la historia de la Villa 21 en Londres; una de las primeras experiencias terapéuticas modernas que sintonizaban con la anti psiquiatría. Con la excusa de Titicus Follies Llera aborda la historia de Vladimir, un loco que dice no estar loco y quien señalan que el manicomio no le hace ningún bien, por el contrario: le hace daño. Nuevamente aquí, está la dicotomía de la razón/sin razón, del loco cuerdo y razonante que critica la institución que le cobija. Lamentablemente la crítica del loco al sistema tiene como habitual consecuencia su interpretación desde la propia psicopatología.

Así también, señala algunas películas que también abordan el tema como The Snake Pit de Litvak, La Tête Contre le Mures de Franju, Shock Corridor de Fuller, One Flew Over the Cuckoos’s Nest de Forman. De la mano de estas películas, Llera analiza los cambios que propuso Pinel en la atención de la locura, ejemplificando cómo el orden y la estructura que propone Pinel como tratamiento moral se expresa en esta cinematografía. Al mismo tiempo y finalizando el libro, Llera hace cruces con pinturas de Goya como El Gran Disparate, Los Locos, Locura, Loco Furioso, El Hombre Feliz, El Idiota; analiza la famosa pintura del Bosco La Extracción de la Piedra de la Locura. Y describe la obra de Charles Bell: Essays on the Anatomy and Philosophy of Expression in Painting, en donde se visualiza la barbarie y animalidad con que se considera la locura, no solo en el 1800 sino que también en la actualidad. Así, Llera cierra su libro sobre la gramática y melodías de la enajenación, en donde a través de un coro a tres voces (literatura, pintura, cine; manicomio, rehabilitación, anti psiquiatría…), desarrolla un campo de reflexión desde lo estético para llegar sutilmente a lo ético.

En resumen, Llera desarrolla un cruce entre la ciencia y el arte de la locura, señalando que hay innumerables puentes comunicantes entre ambos. Al mismo tiempo, y gracias a ello entrega una aproximación a la locura en donde la circularidad del loco razonante toma protagonismo, haciendo pensar a la locura y la razón como circunstancias inestables, maleables, y por lo mismo, llenas de esperanza. El libro de Llera, es una buena forma para abrir la reflexión sobre la locura y la razón, que aporta una buena y sintética base de datos y analítica sobre la locura y el arte. No se debe dejar de considerar que el presentar metáforas y metonimias puede ser una estrategia didáctica interesante, y así abrir caminos estéticos que faciliten la comprensión de la enfermedad mental. Como el mismo Llera señala "…Para comprender el secreto de la locura tendríamos que obtener una licencia de los dioses para descender hasta ella y volver sanos y salvos, sin el estigma ulceroso de los profanadores…".

 

Felipe Soto-Pérez